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Lo bello y lo sublime: Tratado de estética y moral, cuyo título original

es Beobachtungen über das Gefühl des Schönen und Erhabenen, Lo redactó Emmanuel
Kant en el año 1764 en Konngsbey, Austria.

Esta obra comienza haciendo una distinción entre lo sublime y lo bello,


siendo lo primero un sentimiento de agrado unido a un cierto terror, y lo
segundo, agrado acompañado de una sensación alegre y sonriente. Lo sublime
conmueve, lo bello encanta.

Entrando más en detalle, diferencia en lo sublime varios tipos: Lo sublime


terrorífico, lo noble y lo magnífico.

En el segundo capítulo, clasifica las cualidades del hombre internas o


externas, virtudes o defectos, elevadas o bajas, entre bellas y sublimes. Para
ello usa multitud de ejemplos; aunque, básicamente, las cualidades sublimes
infunden respeto, mientras que las bellas, amor. De igual modo, en sociedad, las
personas con mayor sensibilidad hacia lo bello, preferirán el trato de personas
bromistas, amables y corteses, en lugar de esas otras rectas, constantes y
severas, cuyos rasgos son más afines a lo sublime.

Puede darse el caso de encontrar ambos sentimientos (bello y sublime)


unidos o alternandose. Un caso sería calificar la amistad de sublime y el amor
sexual de bello. O la tragedia en sublime y la comedia en bello.

El tercer capítulo: “Sobre la diferencia entre lo sublime y lo bello en la


relación recíproca de ambos sexos” cuenta con un título bastante expresivo, que
no deja dudas sobre su contenido. En él, la distinción entre bello y sublime se
aplica a las virtudes del hombre y la mujer y a su comportamiento.

Se le atribuye a la mujer la definición del “bello sexo”, predominando en


ella el sentimiento de “lo bello” y al hombre el del “noble sexo”, predominando
el sentimiento de lo sublime magnífico. Durante todo este capítulo cabe destacar
que se habla más de la mujer que del hombre, resaltando en ella la diferencia
entre “lo bello” y “lo sublime” en todas sus cualidades. Las descripciones que
realiza podrían ser calificadas de “machistas” en nuestros días; pero,
remontándonos a la época del tratado, encuentro el trato de Kant hacia el sexo
femenino muy caballeroso e, incluso, un poco avanzado a su época.

Llegamos así al cuarto capítulo. Se analizan aquí los modos de


comportarse de distintos naciones, nuevamente desde el punto de vista de lo
sublime y lo bello. Llaman la atención unas frases de este capítulo, en la parte
dedicada a la sexualidad de los pueblos: «De todos los salvajes, sólo entre los
canadienses disfruta, en realidad, la mujer una gran consideración. Acaso
aventajan en ello a nuestros países civilizados».

Quizás también quepa destacar la gran desaprobación que muestra con el


exterior de Europa en general. Salva solo unas pequeñas características de
algunos pueblos, pero, en general, parece que lo único interesante del mundo sea
Europa y Norte América.

Termina el capítulo y el libro comentando, casi como de pasada, que


también está en la naturaleza del hombre el cambiar, y que aquel que hoy se
deleita con lo sublime mañana quizás no sepa admirarlo.

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