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B eAl Ve-VIOS te

15. LA FORMA Y EL SENTIDO EN EL LENGUAJE'

Aprecio mucho el honor que recibo al ser invitado a inaugurar


con una plática el presente congreso. Tal sentimiento se mez-
cla en mí a gran inquietud, al pensar que me dirijo, ignorante
como soy de la filosofía, a una asamblea de filósofos. Algo me
anima, sin embargo, el hecho de que semejante congreso se haya
impuesto precisamente tal programa, de que haya filósofos que
consideren oportuno debatir entre ellos problemas del lenguaje.
En las comunicaciones y discusiones que ocuparán estas jor-
nadas, la filosofía se remontará así hasta una de las fuentes
principales de su inspiración permanente, y a la vez serán pro-
puestas a los lingüistas, a quienes se ocupan del lenguaje en plan
—como se dice— de especialistas, ciertas maneras, probable-
mente diferentes, de reflexionar acerca del lenguaje. Así comen-
zará —tarde: hay que decirlo— un intercambio que puede ser
muy valioso. Por mi parte, cometida la imprudencia de aceptar
la invitación a hablar aquí, no me quedaba más que hacer sino
agravarla con otra imprudencia, más seria aún: elegir un tema
cuyo enunciado parece convenir más a un filósofo que a un lin-
güista —la forma y el sentido en el lenguaje.
Es evidente que abordo el asunto como lingüista y no como
filósofo. No habrá que figurarse, con todo, que aporte algo así
como el punto de vista de los lingüistas; no existe un punto de
vista tal, que sea común al conjunto o cuando menos a la ma-
yoría de los lingüistas. No sólo no hay entre éstos doctrina reco-
nocida en esta materia, sino que se advierte en muchos de ellos
aversión hacia problemas semejantes v tendencia a dejarlos fue-
ra de la lingüística. No hace tanto que la escuela del lingüista
estadounidense Bloomfield, que representaba prácticamente
toda la lingüística de su país y que irradiaba vastamente, tacha-
ha de mentalismo el estudio del meaning —comoquiera que se
traduzca tal término. Este calificativo equivalía a rechazarlo
Le langage 11 (Sociétés de Philosophie de bogue franoise, Ades du XIIfe Coogrés,
Ginebra, 1966), Neuchatel, La Baconniere, 1967, pp. 29-10.

,[217)
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por mutilado de subjetivismo, por escapar a la competen° los lógicos), ya la materia de los elementos lingüísticos cuando
del lingüista. Se pensaba que sería de los psicólogos o de lo es apartado el sentido, ya la disposición formal de dichos ele-
psicofisiólogos de quienes habría que esperar algunas luces sobr mentos en el nivel lingüístico correspondiente. Oponer la forma
la naturaleza y el funcionamiento del sentido en la lengua, po al sentido es una convención trivial y cuyos términos mismos
no ocuparse el lingüista más que de lo que puede ser aprehen parecen gastados; pero si procuramos reinterpretar esta oposi-
dido, estudiado, analizado merced a técnicas cada vez más pre ción en el funcionamiento de la lengua, integrándosela y escla-
cisas y cada vez más concretas. Hoy por hoy ha sido suprimid reciéndola por ahí, recupera toda su fuerza y su necesidad; ve-
esta interdicción, pero subsiste la desconfianza y —reconozcá mos entonces que encierra en su antítesis el ser mismo del len-
moslo— no deja de estar justificada en cierta medida por el guaje, pues he aquí que de golpe nos pone en el corazón del pro-
rácter bastante vago, tenue y aun inconsistente de las nocion blema más importante, el de la significación. Antes que nada,
que se encuentran en las obras, generalmente de espíritu basta el lenguaje significa, tal es su carácter primordial, su vocación
te tradicional, que son consagradas a lo que se llama semánti original que trasciende y explica todas las funciones que garan-
A decir verdad, las manifestaciones del sentido parecen tan 11 tiza en el medio humano. ¿Cuáles son estas funciones? ¿Nos
bits, huidizas, imprevisibles, como concretos, definidos, deciri pondremos a enumerarlas? Son tan diversas y numerosas que
tibies son los aspectos de la forma. No habrá que sorprende eso sería citar todas las actividades de palabra, de pensamiento,
si de los dos términos del problema de que nos ocupamos aqu de acción, todas las realizaciones individuales y colectivas que
sólo el segundo parece concernir a la lingüística. Los filósof están vinculadas al ejercicio del discurso: para resumirlas con
no deben creer que un lingüista, cuando aborda estos prob una palabra, diría yo que, mucho antes de servir para comuni-
mas, puede apoyarse en un consenso, y que le baste con resum car, el lenguaje sirve para vivir. Si sostenemos que en ausencia
presentándolas un poco diferentes o simplificándolas, ideas qu del lenguaje no habría ni posibilidad de sociedad ni posibilidad
fueran generalmente aceptadas entre los especialistas en len de humanidad es, por cierto, porque lo propio del lenguaje es
guas, o ideas que se impusieran al analista del lenguaje. Ouie ante todo significar. La amplitud de esta definición da la medi-
ahora habla, lo hace en su nombre, y propone puntos de vist da de la importancia que corresponde a la significación.
que le son propios. La presente exposición es un esfuerzo p Surge una cuestión en el acto: ¿qué es la significación? Pero
situar y organizar las nociones gemelas de sentido y de forro ¿podrá definírsela a estas alturas sin correr de inmediato el ries-
y para analizar las funciones fuera de todo supuesto filosófic go de eircularidad? Los lingüistas aceptan esta noción hecha,
previo. empíricamente; no sé si los filósofos la habrán escrutado por
Nuestro dominio será el lenguaje llamado ordinario, el le ella misma; a decir verdad, cs uno de esos problemas inmensos
guaje común, con exclusión expresa del lenguaje poético, qu que, por atañer a demasiadas ciencias, no pertenecen propia-
tiene sus propias leyes v sus propias funciones. Se convend mente a ninguna. Sólo veo que se hayan ocupado de ello los
en que la tarea no deja de ser bastante amplia. Pero todo lo qu lógicos, muy especialmente en Estados Unidos, la escuela de
se ponga en claro en el estudio del lenguaje ordinario apro% Carnap y de °tibie. En realidad, en su preocupación de rigor
chará, directamente o no, a la comprensión del lenguaje poéti t han dado de lado todo intento de definición directa de la signi-
también. ficación; por no caer en el psicologismo han remplazado el análi-
En primera aproximación, el sentido es la noción implicada sis de la significación por el criterio objetivo de aceptabilidad, en-
por el término mismo de lengua como conjunto de procedi- sayado mediante pruebas, según unos predicados sean aceptados
mientos de comunicación idénticamente comprendidos por un; o no por el locutor. Así para Carnap la significación o, como pre-
conjunto de locutores; y la forma es, desde el punto de vista fiere decir, la intensión (opuesta a la extensión), de un predicado
lingüístico (que debe distinguirse bien del punto de vista de Q para un sujeto parlante x cs la condición general que debe sa-
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tisfacer un objeto y para que el sujeto parlante x acepte atribuir
el predicado O a este objeto y. Así la "designación significante", Diremos pues con Saussure, a título de primera aproximación,
lo que él llama significant designación, será obtenida por indaga- que la lengua cs un sistema de signos.
ción, de acuerdo con la reacción positiva o negativa del locutor, Es la noción de signo la que integra en adelante en el estudio
que aceptará o no asociar tal predicado a una serie de objetos de la lengua la noción muy general de significación. Esta defi-
variables. Ouine no opera directamente con el concepto de sig- nición ¿la plantea exactamente, la plantea enteramente? Cuan-
nificación. Utilizando un procedimiento lógico que otrora sirvió do Saussure introdujo la idea del signo lingüístico, pensaba ha-
a Russell para definir el número, pone en lugar de la significa- berlo dicho todo acerca de la naturaleza de la lengua; no parece
ción la relación de "misma significación" De suerte que la sig- haber considerado que pudiera ser otra cosa al mismo tiempo,
nificación es idéntica a la sinonimia. Este proceder, del que no sino en el marco de la oposición bien conocida que establece
tengo que ocuparme más aquí, puede ser justificado en una con- entre lengua y habla. Nos incumbe pues tratar de ir más lejos
cepción estrictamente positiva a fin de eliminar toda contamina- del punto donde Saussure se detuvo en el análisis de la lengua
ción de psicologismo. No creo que valga para el lingüista, que como sistema significante.
se ocupa ante todo de la lengua por ella misma; y, como vere- Hay que empezar por comprender todo lo que implica, en
mos, no podemos contentarnos con un concepto global como cuanto a las nociones que nos ocupan aquí —noción de sentido
el de la significación, por definir en sí y de una vez por todas. así también de forma—, la doctrina saussuriana del signo. No
El curso mismo de nuestra reflexión nos conducirá a particula- • se asombrará uno bastante de ver a tantos autores manejar ino-
rizar esta noción, que entendemos de modo muy otro que los centemente este término, "signo'', sin discernir lo que tiene
lógicos. Por atenernos de momento a lo que cada cual entien- de constreñimiento para quien lo adopta, ni a qué lo compro-
de por ello, puede darse por admitido que el lenguaje es la ac- mete en adelante. Decir que el lenguaje está hecho de signos es
tividad significante por excelencia, la imagen misma de lo que decir, primero, que el signo es la unidad semiótica. Esta pro-
puede ser la significación; todo otro modelo significativo que posición que —subrayémoslo— no está en Saussure, quizá por-
pudiéramos construir sería aceptado en la medida en que se que pensó que caía por su propio peso, y que formulamos aquí
asemejara al de la lengua en tal o cual de sus aspectos. En efec- en el umbral del examen, encierra una doble relación que hay
to, en cuanto una actividad es concebida como representación que explicitar: la noción de signo en tanto que unidad, y la no-
de alguna cosa, como "significante" de alguna cosa, surge la ción de signo como participante del orden semiótica
tentación de llamarla lenguaje; de ahí que se hable de lenguaje Toda disciplina que aspire a adquirir el estatuto de ciencia
a propósito de diversos tipos de actividades humanas, como to- debe ante todo definir sus constantes y sus variables, sus opera-
dos sabemos, de suerte que se instituya una categoría común ciones y sus postulados, y primero que nada decir cuáles son sus
a modelos variados. unidades. En las ciencias de la naturaleza, las unidades son en
Oue la lengua signifique, quiere decir que la significación no general porciones idénticas convencionalmente deslindadas en
es cosa que reciba por añadidura, o en mayor medida que otra un continuo específico; hay así unidades cuantitativas, idén-
actividad; es su ser mismo; si estuviera ausente, no sería nada. ticas y sustituibles, en cada disciplina de la naturaleza. El len-
Pero tiene también un carácter muy diferente, pero igualmente guaje es muy otra cosa, no participa del mundo físico; no cs
necesario y presente en toda lengua real, aunque subordinado algo continuo, ni idéntico, sino muy al contrario, discontinuo
—insisto— al primero: el de realizarse por medios vocales, d desemejante. De ahí que no se deje dividir sino descomponer: sus
consistir prácticamente en un conjunto de sonidos emitidos unidades son elementos básicos en número limitado, distinta
percibidos, que se organizan cn palabras dotadas de sentido. cada una de la otra, y estas unidades se agrupan para formar
este doble aspecto, inherente al lenguaje, el que es distintiv nuevas unidades, y éstas a su vez podrán formar otras más, de
nivel superior cada vez. Ahora bien, la unidad particular que
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es el signo tiene por criterio un límite inferior: este límite cs el ningún fonema dental o nasal o gutural. He aquí, pues, una
de significación; no podemos descender por debajo del signo sin selección operada, para constituir signos formales, en el inven-
afectar a la significación. La unidad, diremos, será la entidad tario de los fonemas que la lengua posee. De la misma manera,
libre, mínima en su orden, no descomponible en una unidad in- al final de las formas verbales flexionadas son admitidas sola-
ferior que sea, a su vez, un signo libre. Es pues signo la unidad mente cuatro vocales de las cinco: a e i o; jamás hay u; las con-
así definida, participante de la consideración semiótica de la sonantes son sólo tres, nn s t, y en una función especial (medio-
lengua. pasivo), r; ninguna de las numerosas otras consonantes es admi-
Una de las tesis principales de Saussure es que la lengua for- tida en esta posición. Aquí está un ejemplo de selectividad so-
ma una rama de una semiología general. Ha sido el infortunio, metida a la constitución formal del significante latino. En fran-
y será la gloria, de Saussure el haber descubierto el principio de cés podría asimismo darse con cierto número de características
la semiología medio siglo antes de tiempo. Tratando del signo que son determinadas siempre por la función de constituir una
lingüístico, abrió por adelantado el camino a una descripción parte de un significante. Así la vocal [1], escrita in- (en invisi-
de las unidades semióticas: éstas deben caracterizarse desde el ble), con una variante mecánica in- (en inédit), en la inicial de
doble punto de vista de la forma y del sentido, puesto que el una larga serie de adjetivos; esta vocal está necesariamente ahí
signo, unidad bilateral por naturaleza, se ofrece a la vez corno porque asume cierta función en cierta clase de signos; esta fun-
significante y corno significado. Quisiera proponer aquí algunas ción es la función de negación.
observaciones sobre uno y otro de estos aspectos. Hay así una serie de características que pueden ser averigua-
El significante no es sólo una serie ordenada de sonidos que das, en cada lengua, por examen atento de la estructura formal
exigiría la naturaleza hablada, vocal, de la lengua; es la forma de los significantes. Llegamos así a crear en el análisis del signi-
sonora que condiciona y determina el significado, el aspecto ficante un plano distinto del de los fonemas, es el de los com-
formal de la entidad llamada signo. Se sabe que toda forma lin- ponentes formales de significantes. Este análisis puede ser lle-
güística está constituida en último análisis por un número res- vado más adelante; permitirá establecer grandes inventarios es-
tringido de unidades sonoras llamadas fonemas; pero hay que tadísticos, que requerirán como tales un tratamiento lógico y
notar bien que el signo no se descompone inmediatamente en matemático. Cada lengua, en su organización entera, será sus-
fonemas, ni más ni menos que una serie de fonemas no com- ceptible de parecidos análisis y se pondrán así en claro esque-
pone de inmediato un signo. El análisis semiótico, diferente mas que ilustrarán la estructura propia de cada idioma. Instau-
del análisis fonético, exige que planteemos, antes del nivel de ramos pues, bajo la consideración semiótica, clases particulares
los fonemas, el de la estructura fonemática del significante. Aquí que nombramos semióticas, algo pesadamente si se quiere, a fin
el trabajo consiste en distinguir los fonemas que forman sólo de delimitadas mejor y para especificarlas en su orden propio:
parte, necesariamente, del inventario de la lengua, unidades des- semiolexemas, que son los signos léxicos libres; seiniocategore-
lindadas por procedimientos y una técnica apropiados, y aquellos mas, que son subsignos clasificadores (prefijos, sufijos, etc.)
que, simples o combinados, caracterizan la estructura formal del que vinculan clases enteras de significantes, asegurando con ello
significante y desempeñan una función distintiva en el interior grandes unidades, superiores a las unidades individuales, v final-
de esta estructura. mente semiofonemas, que no son todos los fonemas de la no-
He aquí un par de ejemplos, elegidos entre los más sencillos. menclatura corriente, sino aquellos que, como acabamos de in-
En latín, la final de una forma nominal flexionada, cualquie -

dicar, caracterizan la estructura formal del significante.


ra que sea la clase de flexión, admite no importa cuál de las Consideremos ahora el significado. El signo se define, decía-
cinco vocales a e i o u, pero dos consonantes nada más: s y m ,
mos, como la unidad semiótica; es recibido como dotado de sig-
muy rara vez r, aún más raramente 1, y es todo; no es admitido nificación en la comunidad de aquellos que practican una mis-
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EL HOMBRE EN LA LENGUA
particular u ocasional; todo lo que es individual queda excluido;
ma lengua, y la totalidad de estos signos forma la totalidad de
las situaciones de circunstancia han de tenerse por no dadas.
la lengua.
Terceramente, las oposiciones semióticas son de tipo binario.
En semiología no tiene que definirse lo que el signo significa.
La binaridad me parece ser la característica semiológica por
Para que un signo exista es preciso, y basta, que sea recibido y
excelencia, en la lengua primero, luego en todos los sistemas de
que se vincule de una u otra manera a otros signos. ¿La entidad
comportamiento nacidos en el seno de la vida social y partici-
considerada significa? La respuesta es sí o no. En caso de que sí,
pantes de un análisis semiológico. Por último, hay que enten-
se la registra; si no, se la rechaza, y todo queda dicho. ¿Existe
der que los signos se disponen siempre y solamente en la rela-
"cabello"? Sí. ¿"Camello"? Sí. ¿"Calello"? No.
ción llamada paradigmática. De modo que hay que incluir en
De modo que va no es cosa de definir el sentido, en tanto la semiología, a más de las diversas categorías de signos, los
que participa del orden semiótico. En el plano del significado,
modelos y los esquemas según los cuales sc engendran y orga-
el criterio es: ¿significa esto, o no? Significar es tener un senti-
nizan los signos: los paradigmas, en el sentido tradicional (fle-
do, sin más. Y tal sí o no sólo puede ser pronunciado por aque-
xión, derivación, etc.). Aquí, evidentemente, puede plantearse
llos que manejan la lengua, por aquellos para quienes esta len-
todo género de problemas, algunos con importancia filosófica.
gua es la lengua a secas. Elevamos pues la noción de uso y de
Si el inventario semiótico comprende el signo si (conjunción de
comprensión de la lengua a la altura de un principio de discri- hipótesis), hay que admitir igualmente su función particular
minación, de un criterio. Es en el uso de una lengua donde tie-
que es la función de inducción: "si... entonces..." Esta con-
ne existencia un signo; lo que no entra en la práctica de la len-
clusión tendría un interés cierto, el fundamento de la inducción
gua no es un signo, y literalmente no existe. No hay estado in-
sería lingüístico antes de ser lógico.
termedio; se está dentro de la lengua o fuera de ella, tertium La naturaleza semiótica parece ser común a todos los compor-
non datur. Y que no se objeten los arcaísmos que subsisten en
tamientos que se institucionalizan en la vida social, pues son
el uso, aunque no sean definibles u oponibles hoy. Basta que la entidades de dos caras, parecidos al signo lingüístico. Y esta co-
palabra francesa rez esté constantemente ligada a de chaussée
mún facultad semiótica compone para cada conjunto un siste-
(rez-de-chaussée), o fur a la expresión á mesure (au fur et a
ma, el cual por lo demás, en la mayoría de los casos, está aún
mesure) para que sean identificadas, dado que no se mantienen
por deslindar.
sino en grupos constantes, previsibles, y que forman parte inte- Todo lo anterior atañe a la estructura o a las relaciones del
grante de signos únicos.
signo. Pero ¿qué es de la frase? ¿Qué es de la función comuni-
Enunciemos pues este principio: todo lo que concierne a lo cativa de la lengua? Después de todo, es así como nos comuni-
semiótico tiene por criterio necesario y suficiente cl que pueda
camos, por medio de frases, así sean truncadas, embrionarias, in-
ser identificado en el seno y en el uso de la lengua. Cada signo completas, pero siempre mediante frases. Es éste en nuestro
ingresa en una red de relaciones y de oposiciones con otros sig- análisis un punto crucial. Contrariamente a la idea de que la
nos que lo definen, que lo delimitan en el interior de la lengua. frase pudiera constituir un signo en el sentido saussuriano, o
Quien dice "semiótico" dice "intralingüístico". Lo propio de que se pudiera por simple•adición o extensión del signo pasar a
cada signo es lo que lo distingue de otros signos. Ser distintivo la proposición, y de ahí a los tipos diversos de construcción sin-
y ser significativo es lo mismo.
táctica, opinamos que el signo y la frase son dos mundos distin-
De ello resultan tres consecuencias de principio. Primero, en tos y que requieren descripciones distintas. Instauramos en la
ningún momento, en semiótica, se ocupa uno de la relación del lengua una división fundamental, del todo diferente de la que
signo con las cosas denotadas, ni de las relaciones entre la len- Saussure intentó entre lengua y habla. Nos parece que hay que
gua y el intuido. En segundo lugar, el signo tiene siempre y sola- trazar a través de la lengua entera una línea que separe dos
mente valor genérico y conceptual. No admite, así, significado
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pceics y dos dominios del sentido y de la forma, por mucho que cosas de fuera de la lengua; y en tanto que el signo tiene por
sean —y he aquí una de las paradojas del lenguaje— los mismos parte constituyente el significado que le es inherente, el sentido
elementos los que residen de una parte y de otra, dotados sin de la frase implica referencia a la situación del discurso y la
embargo de diferente estatuto. La lengua tiene dos maneras de actitud del locutor. Dado así el marco general de esta defini-
ser lengua en el sentido y la forma. Acabamos de definir una; ción. intentemos decir cómo aparecen esta vez las nociones de
la lengua como semiótica; hay que justificar la segunda, que lla- forma c sentido a la luz semántica.
mamos la lengua como semántica. Esta condición esencial que- La primera verificación es que el "sentido" (en la acepción
dará —lo esperamos— bastante clara para que se nos perdone semántica que acabamos de caracterizar) se consuma en una
emplear términos tan cercanos y se nos conceda el derecho de forma específica. y por ella: la del sintagma, a diferencia de lo
especializar, distinguiéndolos, los términos "semiótica" N' "se- semiótico, que se define por una relación de paradigma. Por
mántica"; no hemos encontrado mejores para definir las dos un lado la sustitución, por el otro la conexión, tales son las dos
modalidades fundamentales de la función lingüística, la de sig- operaciones típicas y complementarias.
nificar. para la semiótica, la de comunicar. para la semántica.
-
En segundo lugar, tenemos que determinar el tipo de unidad
La noción de semántica nos introduce en el dominio de la que conviene a esta estructura formal. Se ha visto que la unidad
lengua en uso y en acción; vemos esta vez en la lengua su hm- semiótica es el signo. ¿Qué será la unidad semántica? Sencilla-
ción de mediadora entre el hombre y el hombre, entre el hombre mente la palabra. Después de tantos debates y definiciones acer-
y el mundo, entre la mente y las cosas, trasmitiendo la informa- ca de la naturaleza de la palabra (ha llegado a llenarse un libro
ción. comunicando la experiencia. imponiendo la adhesión, sus- entero), la palabra recuperaría asi su función natural, al ser la
citando la respuesta, implorando, constriñendo —en una pala- unidad mínima del mensaje y la unidad necesaria de la codifi-
bra, organizando toda la vida de los hombres. Es la lengua como
cación del pensamiento.
instrumento de la descripción y del razonamiento. Sólo el fun-
El sentido de la frase es en efecto la idea que expresa; este
cionamiento semántico de la lengua permite la integración de
la sociedad y la adecuación al mundo; por consiguiente la regu- sentido es realizado formalmente en la lengua por la elección.
lación del pensamiento y el desenvolvimiento de la consciencia. la disposición de las palabras. por su organización sintáctica, por
Ahora, la expresión semántica por excelencia es la frase. De- la acción que ejercen unas sobre otras. Todo está dominado
cimos: la frase en general. sin siquiera distinguir la proposi- por la condición del sintagma, por el nexo entre los elementos
ción, para atenernos a lo esencial, la producción del discurso. Ya del enunciado destinado a trasmitir un sentido dado. en una
no se trata, esta vez, del significado del signo, sino de lo que circunstancia dada. Una frase participa siempre del "aqui-aho-
puede llamarse lo intentado, lo que el locutor quiere decir, la ra": determinadas unidades del discurso estan en ella unida<
actualización lingüística de su pensamiento. De lo semiótico a para traducir cierta idea que interesa a eicrto pic‘ente c cierto
lo semántico hay un cambio rotundo de perspectiva: todas las locutor. Toda forma verbal. sin excepción. en el idioma que sea.
nociones que hemos repasado regresan ante nosotros, pero mu- está siempre ligada a cierto presente. y así a un conjunto de cir-
dadas, y para ingresar en nexos nuevos. Lo semiótico se caracte- cunstancias único cada vez, que la lengua enuncia en una mor-
riza como una propiedad de la lengua, lo semántico resulta de fología específica. Que la idea no halle forma sino en una dis-
una actividad del locutor que pone en acción la lengua. El sig- posición sintagmática. es una condición previa. inherente al
no semiótico existe en sí, funda la realidad de la lengua, pero lenguaje. El lingüista se encuentra aquí ante un, problema qUe
no trae aplicaciones particulares; la frase, expresión de lo se- se le escapa; apenas puede conjeturar que esta condición siem-
mántico no es sino particular. Con el signo se alcanza la rea-
; pre necesaria refleja una necesidad de nueStra organización ce-
lidad intrínseca de la lengua; con la frase se está vinculado a las rebral. En los modelos construidos por la teoria de la informa-
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ción reaparece la misma relación entre el mensaje y las unida-
des probables de la codificación. nalizada, si es que puede decirse esto, de tales valores contex-
.

tuales, siempre instantáneos, aptos continuamente para enri-


Procuremos ahora elucidar el proceso merced al cual se rea-
quecerse, desaparecer —en una palabra, sin permanencia, sin
liza el "sentido" en semántica. Reina al respecto tal confusión o,
peor, tal falsa claridad, que hay que ponerse a escoger y delimi- valor constante.
Todo recalca así el estatuto diferente de la misma entidad lé-
tar bien los términos del análisis. Plantearnos como principio
xica, según se la torne como signa o como palabra. De ello re-
que el sentido de una frase es otra cosa que el sentido de las
sultan dos consecuencias opuestas: por una parte, se dispone a
palabras que la componen. El sentido de una frase es su idea,
menudo de una variedad bastante grande de expresiones para
el sentido de una palabra es su empleo (siempre en la acepción
enunciar, como se dice, "la misma idea"; en lo concreto de cada
semántica). A partir de la idea cada vez particular, el locutor
situación y de cada locutor o interlocutor, hav no sé cuántas
reúne palabras que en este empleo tienen un "sentido" particu-
maneras posibles de invitar a alguien a que tome asiento. por
lar. Por añadidura, hay que introducir aquí un término que el
análisis Scinkitico no requería: el de "referente", independiente no hablar del recurso a otro sistema de comunicación, no lin-
del sentido, v que es el objeto particular al que la palabra co- güístico, y no obstante sublingüístico: el simple gesto desig-
nando un asiento. Por otra parte, pasando a palabras, la idea
rresponde en lo concreto de la circunstancia o del uso. Aun
debe sufrir el constreñimiento de las leyes de su unión; hay aquí
comprendiendo el sentido individual de las palabras, bien pue-
por necesidad una mezcla sutil de libertad en cl enunciado de
de, fuera de la circunstancia, no entenderse el sentido que re-
la idea, de constreñimiento en la forma de dicho enunciado,
sulta de la reunión de las palabras; es una experiencia corrien- que es la condición de toda actualización del lenguaje. Es en
te que muestra que la noción de referencia es esencial. De la virtud de su coadaptación como las palabras contraen valores
confusión, tan frecuente, entre sentido y referencia, o entre re-
que no poseían en sí mismas y que hasta contradicen los que
ferente y signo, han nacido tantas vanas discusiones sobre lo
poseen en otras partes. Se ven aliarse conceptos lógicamente
que se llama el principio de la arbitrariedad del signo. Esta dis-
opuestds y que aun se refuerzan juntándose. Es esto tan común
tinción, que se verifica fácilmente en la semántica léxica, ¿debe
que ni cuenta nos damos; tal es la alianza entre "haber" y "per-
ser introducida también en la semántica de la frase? Así lo
der" en "he perdido", de "ir" y "venir" en "va a venir", entre
¡Atemos. Si el "sentido" de la frase es la idea que expresa, la
"deber" y "recibir" en "debe recibir". El proceso de la auxilia-
"referencia" de la frase es el estado de cosas que la provoca, la
ción en el verbo ilustra bien esta trasformación que las condi.
situación de discurso O de hecho a la que se refiere y que jamás ciones de empleo pueden producir en el sentido mismo de la:
podemos ni prever ni adivinar. En la mayoría de los casos, palabras llamadas a una sintagmación estrecha. Así el "sentido'
la situación es una condición única, cuyo conocimiento no
de la frase está en la totalidad de la idea percibida por una com.
puede ser suplido por nada. De suerte que la frase es cada vez
prensión global; la "forma" es obtenida por la disociación ana.
un acontecimiento diferente; no existe más que en el instante
lítica del enunciado empujada hasta las unidades semánticas
en que se la profiere, y se borra en el acto; es un acontecimien-
las palabras. Más allá, las unidades no pueden ser ya disociada5
to evanescente. No puede, sin contradicción en los términos, im-
sin cesar de desempeñar su función. Tal-es la articulación se
plicar empleo; por el contrario, las palabras que están dispuestas
en cadena en la frase v cuyo sentido resulta precisamente de la mániica.
El sentido que ha de ser portado o, si se quiere, el mensaje
manera como están combinadas, sólo tienen empleos. El sentido
es definido, delimitado, organizado por mediación de las pala
de una palabra consistirá en su capacidad de ser integrante de
bras; y el sentido de las palabras, por su parte, es determinad(
un sintagma particular v de desempeñar tina función proposi-
por relación con el contexto de situación. Ahora bien, las pa
cional. Lo que se llama polisemia no es sino la suma institucier labras, instrumentos de la expresión semántica, son, material
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mente, los "signos" del repertorio semiótico. Pero estos "sig- taginación de palabras, donde cada una no retiene sino una pe-
nos", conceptuales, genéricos, no circunstanciales en sí mismos, queña parte del valor que tiene en tanto que signo. Es pues ne-
deben ser utilizados COMO "palabras" para nociones siempre cesaria una descripción distinta para cada elemento, según el
particularizadas, específicas, circunstanciales, en las acepciones dominio en el que esté metido, según sea tomado como signo
contingentes del discurso. Esto explica que los signos menos o sea tomado corno palabra. Por lo demás, has. que trazar una
delimitados en el interior del repertorio semiótico de la lengua. distinción dentro del dominio semántico entre la multiplicidad
"ser", "hacer", "cosa'', "eso", tengan, como palabras, la má- indefinida de las frases posibles, a la vez por su diversidad y por
xima frecuencia de empleo. Además, la conversión del pensa- la posibilidad que tienen de engendrarse unas a otras. y el mime-
miento en discurso está sujeta a la estructura formal del idioma ro siempre limitado, no sólo de lexemas utilizados como palabras,
considerado, es decir, a una organización tipológica que, según sino también de los tipos de mareos sintácticos a los cuales recu-
la lengua, hace predominar ora lo gramatical. ora lo léxico. El rre por necesidad la lengua. Tal es el doble sistema constantemen-
hecho de que, con todo, sea posible, a grandes rasgos, "decir te cn acción en la lengua y que funciona tan de prisa, y con jue-
la misma cosa" en una como en otra categoría de idiomas, es la go tan sutil, que requiere un largo esfuerzo de análisis y un lar-
prueba, a la vez, de la independencia relativa del pensamiento go esfuerzo de desprendimiento si se quiere disociar lo que
al mismo tiempo de su modelado estricto en la estructura lin- concierne a lo uno y a lo otro. Pero en el fundamento de todo
güística. está el poder significante de la lengua, que va muy por delante
Reflexiónese de cerca en este hecho notable, que nos parece del de decir alguna cosa.
sacar a la luz la articulación teórica que nos empeñamos en Al término de esta reflexión volvemos al punto de partida,
deslindar. Puede trasponerse el semantismo de una lengua al de a la noción de significación. Y he aquí que se reanima en nues-
otra, salva veritate; es la posibilidad de la traducción; pero no tra memoria la palabra límpida y misteriosa del viejo Heráclito,
puede trasponerse el semiotismo de una lengua al de otra, es la que confería al Señor del oráculo de Delfos el atributo que con-
imposibilidad de la traducción. Tocamos aquí la diferencia en- ferimos nosotros al meollo más profundo del lenguaje: oute
tre lo semiótico y lo semántico. légei, oute krfrptei — no dice ni oculta"—, alla semaínei —"pero
"

No obstante, también es una verificación esencial el que la significa"


traducción no deje de ser posible como proceso global. Este
hecho revela la posibilidad que tenemos de elevarnos por enci-
ma de la lengua, de abstraernos, de contemplarla. sin dejar de
utilizarla en nuestros razonamientos y nuestras observaciones. DISCUSIÓN
La facultad inetalingüística, a la que los lógicos han atendido
más que los lingüistas, es la prueba de la situación trascenden- wenn'. El señor Benveniste ha hecho una distinción entre se-
te de la mente con respecto a la lengua en su capacidad se- miótica y semántica, es decir una clasificación dicotóinica.
mántica. ¿Cómo es posible en esas, condiciones situar la oposición gene-
Estos dos sistemas se superponen así en la lengua tal como ralmente reconocida hoy, en filosofía analítica, entre la frase y
la utilizamos. En la base reside el sistema semiótico, organiza- el enunciado, la frase, en inglés sentence, y el enunciado, gtate-
ción de signos, según el criterio de la significación, cada uno de ;lacia? En efecto, se diría que la frase participa a la vez de dos
ellos con una denotación conceptual, e incluyendo en una sub- clases opuestas: por un lado, se parece a' la palabra, en la medi-
unidad el conjunto de sus sustitutos paradigmáticos. Sobre este da en que es una pura disponibilidad, en que no es necesaria-
fundamento semiótica, la lengua-discurso construye una semán- mente asedada sino simplemente presentada, sin que exprese
tica propia, una significación de lo intentado producida por sin. una adhesión de quien la pronuncia; como en el caso de la frase
212 EL HOMBRE EN LA LENGUA FORMA Y SENTIDO EN EL LENGUAJE 233
en mención, por oposición a la frase en empleo (mention y use). materia lexicológica. El diccionario nos presenta entidades léxi-
Por este lado la frase (sentence) tiene una disponibilidad que cas que tienen una realidad sui generis, que no es la realidad
la hace asemejarse mucho a la palabra y no parece ser cosa de del empleo lingüístico. Creo que otro tanto pasa con la frase.
lo semántico sino de lo semiótico. Por otro lado, la frase tiene La frase, tal como la he comprendido, enunciado de carácter
ya cierto carácter en común con lo que ha llamado usted efec- necesariamente semántico, no excluye la posibilidad de produ-
tivamente "frase , es decir con Mi enunciado único, no repe-
-
cir una frase ya hecha, por ejemplo para ilustrar una regla de
tible, ligado al locutor v al marco en-que es pronunciado, lo sintaxis, y eventualmente de emplearla como tal, sin que pueda
cual se traduce al inglés con el término statement. Mi cuestión ser considerada como un elemento de mi propio discurso, sino
es pues: precisamente en calidad de elemento referido.
¿Cómo es posible hacer justicia al hecho de que la frase, en
el primer sentido, tenga va rasgos sintácticos, en vista de que CUEROU1.T. Me pregunto si esta distinción entre la mención y
no es una simple lista de palabras? ¿y que por otra parte no el enunciado que uno avala no será un poco superficial en la
tenga aún todos los rasgos semánticos, ya que no es todavía un especie. Cuando hago una cita, me borro detrás del interlocu-
enunciado? La frase está disponible, un tanto a la manera de tor que es objeto de la cita. Por consiguiente, se está ante una
una palabra sacada de un diccionario y que no está siendo utili- afirmación que alguien avalaba; es otro el que hago que me sus-
zada aún, pero lo está ya menos que una palabra, puesto que tituya. Desde el punto de vista de la situación filosófica, no se
no es una simple lista. ¿Tiene ya una unidad sintáctica, pero no ve que ello plantee un problema diferente. llago una cita, por
tiene todavía un valor semántico bien determinado como el ejemplo; evidentemente no soy yo quien habla, sino un inter-
enunciado, el statement?
locutor que introduzco en mi lugar y que, él, avala la frase que
BENVENISTE. Esto he citado.
cae algo fuera de la distinción que intenté
instituir, pero preveía que esta distinción acarrearía más pro-
coenur. Pensaba yo en una frase mencionada en un ejemplo de
blemas de los que he mencionado. El lenguaje tiene, en su uti-
gramática, que representa lo que un orador cualquiera podría
lización, una diversidad de empleos, de juego, de la que toda-
vía no podemos hacernos una idea. decir. No hay entonces elemento asertivo, ni en segundo grado.
Hay que distinguir, naturalmente, como lo ha hecho el ora- Era a este género de mención, utilizada a título ilustrativo, a
dor, dos posibilidades en la utilización de una frase, y es el he- la que yo aludía, para realzar la diferencia entre, por una parte,
cho que ha ilustrado con la distinción entre sentence y state- la frase que está ahí, disponible, y, por otro lado, el enunciado
nzent. asedado por un individuo determinado o atribuido a un indi-
Respondo que, en la dicotomía que propongo, ninguna for- viduo determinado en una cita verdadera. Esa frase que está
ma de frase tiene cabida en el dominio de lo semiótico. Todo ahí, disponible, es sin embargo un conjunto estructurado, un
es del orden semántico a partir del momento en que abandona- sintagma y no nada más un elemento de orden paradigmático
mos el dominio del signo tal como lo circunscribí. El que habla que ilustra alguna cosa. Es una frase va, pero que no es asertada
tiene, cómo no, la posibilidad de avalar o no determinado enun- por nadie en particular ni es atribuida a nadie en particular.
ciado que articula, es decir o bien de presentar un enunciado
de opinion, situado "aquí-ahora", o bien de proceder por cita. BENVENISTE. Para dejar del todo las cosas en su lugar;voluntaria-
Pero es exactamente la misma situación en que nos encontra- mente di de lado (debí decirlo expresamente) toda noción de
mos en una circunstancia que no mencioné, a propósito de la frase disponible, existente ya fuera del empleo instantáneo, es-
palabra, cuando tratamos de la palabra léxica, considerada como pontáneo, personal, que puedo hacer en tanto que locutor. Es
234 EL HOMBRE EN I.A LENGUA FORMA Y SENTIDO EN El. LENGUAJE 235
decir, prácticamente, un material de enunciados fijados en for- rio, por lo que a mí toca (y tengo la impresión de no ser un
ma escrita, permanente, no personal. caso único entre los lingüistas), partir de la lengua y procurar
llegar a los fenómenos que ella permite entrever. La contribu-
PERELMAN. El filósofo siempre busca entrar en contacto con es- ción de los lingüistas a la teoría general del conocimiento está
pecialistas en disciplinas de las que podría aprender algo; tal precisamente en la independencia de su itinerario, y en la ma-
pasa con la lingüística. Pero siempre hav un peligro en las con- nera como, por cuenta propia, tratan de elaborar este conjunto
versaciones de quienes cultivan disciplinas diferentes: que sus que representa la lengua con su complicación siempre crecien-
clasificaciones v su visión, que sus problemas difieran a tal pun- te, la variedad de sus niveles, etc... Es cosa, pues, de saber si la
to que acaso generen abundantes malentendidos, mientras cada dicotomía que presento es o no conciliable (y si no, por qué)
quien lleva adelante su propia disciplina. Por ejemplo, cuando con la triplicidad que instituyen los lógicos. Si no me equivoco,
usted prolonga a De Saussure, el filósofo que escuche piensa, la noción de sintáctica, la noción de semántica, la noción de
por su parte, en la historia de su propia disciplina, que elabo- pragmática, son los tres órdenes de nociones a los que en gene-
ró progresivamente una distinción entre sintaxis, semántica Y ral se adhieren los lógicos.' Estas tres nociones constituyen un
pragmática, lo que en conjunto se llama semiótica; las mismas conjunto muy distintamente articulado de como la lengua per-
palabras tienen un sentido muy diverso para usted v para él. Si mite concebirlo. Juntas o separadas, pertenecen exclusivamen-
planteo la cuestión cs para saber qué considera usted secundario te al dominio que es, en mi terminología, el de lo semántico.
en esta tripartición. En la pragmática interviene no sólo el locu- En efecto, lo que para el lógico es sintáctico, a saber, el enlace
tor sino también el interlocutor, o sea aquellos a quienes se diri- entre los elementos del enunciado, atañe a tina consideración
ge uno con todos los problemas que ello puede conllevar. Dado que para mí es ambigua, en el sentido de que, por una parte,
que usted. se queda en una dicotomía, es preciso que su semán- lo que es sintagmático para el lingüista coincide con lo que se
tica cargue con ciertos elementos de la semántica v con otros llama sintáctico en lógica, y cae por consiguiente dentro del or-
de la pragmática de los lógicos. Me gustaría saber en qué me- den de lo semántico; pero, por otro lado, a lós ojos del lingüis-
dida sus preocupaciones le permiten dispensarse de esta di- ta este vínculo puede ser gobernado por una necesidad pura-
visión. mente gramatical, que depende por entero de la estructura del
El señor Gochet ya ha intervenido distinguiendo statement idioma, que no es cosa universal, que adopta formas particula-
de sentence, es decir la frase impersonal, de su uso en un con- res según el tipo de lengua considerado. Hay así no solamente
texto determinado; pero una vez que examinamos un caso con- cierta manera de codificar cl pensamiento, sino cierta manera
creto. no sólo tenemos una situación objetiva, tenemos todo el de encadenar los elementos del discurso, que es función de lo
trasfondo cultural e histórico, tenemos todos aquellos a quienes que puede llamarse una gramática. Ve usted cómo el lingüista
nos dirigimos, y: todo un conjunto de elementos que permiten ex- el lógico pueden a la vez coincidir y diferir en la manera de
plicar la acción sobre el interlocutor, gracias al trasfondo por el concebir lo "sintáctico". Por lo que toca a la distinción admi-
cual se puede actuar. De ahí que quisiera saber lo que es puesto. tida en lógica entre lo pragmático y lo semántico, el lingüista
por así decirlo, en segundo plano, lo que considera usted secun- —creo vo— no la encuentra necesaria. Es importante para el
dario, al contentarse con una dicotomía, en lugar de una triple lógico distinguir por un lado la relación entre la lengua v las co-
división. sas, es el orden semántico; por otro, la relación entre la lengua
y aquellos que la lengua implica en su juego, aquellos que se sir-
Será útil, en efecto, confrontar aquí dos usos ter-
BEN VEN1S'fE. ven de la lengua, es el orden pragmático. Pero para un lingüis-
minológicos, pues no son nada más terminológicos e implican ta, si puede ser útil recurrir a semejante subdivisión en tal o cual
precisamente tal o cual concepción de conjunto. Creo necesa- momento del estudio, en principio tal distinción de principio
FORMA Y SENTIDO EN EL LENGUAJE 237
236 El. HOMBRE EN LA LENGUA
¿Cuál debe ser entonces, a fin de cuentas, el método fundamen-
no es necesaria. A partir del momento en que la lengua es con- tal rector de la lingüística en su conjunto?
siderada como acción, como realización, supone necesariamente
un locutor y supone la situación de este locutor cn el 'mundo. BENST,NISTE. Es una cuestión que se adelanta mucho; toda res-
Estas relaciones son dadas juntas en lo que defino como lo puesta categórica supondría justamente lo que aparté desde
semántico.
el principio: que existiera una doctrina lingüística al respecto.
Lo que formulé son puntos de vista personales, son proposiciones
PERELMAN. La sintaxis comprende más de lo que ha dicho us- que falta discutir, precisar, extender, circunscribir en todos los
ted, puesto que comprende también todos los signos utilizados dominios de la lingüística.
en la lengua y no sólo su concatenación y los nexos entre dichos Distingo entre las unidades llamadas signos de la lengua toma-
signos. Es a la vez una especie de vocabulario y el conjunto de dos en sí y en tanto que significan, y la frase, donde los mismos
las reglas de gramática, según la concepción tradicional de la elementos están construidos y dispuestos con vistas a un enun-
sintaxis. Por otra parte, comprendo a la perfección que la se- ciado particular. Concibo pues dos lingüísticas distintas. En la
mántica en el sentido del lógico esté en segundo plano en la me- etapa presente del estudio, es una fase necesaria de la gran re-
dida en que el lingüista no se interesa en el problema de la ver- construcción que apenas iniciamos y de ese descubrimiento de
dad. Se trata evidentemente de un problema filosófico y se la lengua que sólo comienza. En la etapa presente hay que ela-
aprecia a la perfección que en determinada concepción realista borar métodos y conjuntos conceptuales distintos, estrictamente
del discurso el problema de la verdad pase al primer plano, lo apropiados a su objeto. De suerte que me parece muy ventajo-
cual representa una preocupación más bien secundaria para el so, para aclarar las nociones que nos interesan, que se proceda
lingüista. por lingüísticas diferentes, si deben, separadas, conquistar cada
una más rigor, sin que ello obste para ver luego cómo pueden
nour.T. El señor Benveniste ha dicho más o menos esto:
unirse y articularse.
"El sentido de la frase es otra cosa que el sentido de las pala-
bras que la componen; el sentido de las frases es dado por la RICOEUR. Mi intervención concernirá a dos puntos: por una par-
idea, el sentido de las palabras por su empleo en la frase." Ha te, consideraré las implicaciones filosóficas de la distinción pro-
agregado: "El sentido de la frase equivale a la totalidad de la puesta por el señor Benveniste; por otra, plantearé una cues-
idea, percibida semánticamente; la forma de la frase, en desqui- tión atinente a su extensión eventual. La distinción de lo se-
te, es dada por la disociación de esta totalidad en unidades se-
miótico y lo semántico es de considerable fecundidad filosó-
mióticas o por la composición de unidades semióticas inde-
fica; permite reanudar la discusión acerca del problema funda-
pendientes." Parece pues que la semiótica y la semántica cons-
mental de lo cerrado del universo lingüístico. La lingüística sc
tituyen dos planos que participan, si no de métodos, sí al me- conquistó precisamente proclamando dicho cierre, instituyén-
nos de ideas epistemológicas o metodológicas distintas. La se-
dolo, por consiguiente separando la constitución interna del
mántica presupondría un método global de aprehensión del
sistema de los signos en la lengua de la captación de la realidad
sentido. Opuestamente, el método o la dirección mental que por el lenguaje. Y al mismo tiempo la lingüística ha creado una
se .requiere en la semiótica sería de composición o de descompo-
paradoja, a saber, que el signo desaparece en su función esen-
sición, y ásí de naturaleza analítica y no global.
cial, que es la de decir algo. Ahora bien, la doble lingüística del
Con ello, mi cuestión es la siguiente: ¿cómo se alían estos
señor Benveniste permite volver al problema por otro lado: su
dos métodos en el interior de la lingüística? ¿Cómo la semió-
concepto de semántica permite restablecer una serie de mediacio-
tica y la semántica pueden coexistir metodológicamente, si la
nes entre el mundo cerrado de los signos, en una semiótica, y la
una es de tipo analítico, la otra de tipo global no analítico?
238 EL DOMARE EN LA LENGUA FOR M A Y SENTIDO EN EL LENGUAJE 2 39

captación de lo real por nuestra lengua, en tanto que semántica. minado número de mecanismos, de esquemas de producción,
Esta distinción de lo semiótico y de lo semántico llega mucho que pueden formularse, que hasta pueden formalizarse; es a re-
más lejos que la dicotomía saussuriana de la lengua y el habla. conocerlos e inventariarlos a lo que se dedica cierta escuela de
El señor l3enveniste vuelve a encontrar el problema, ya vislum- lingüistas hoy por hoy. Pues bien, veamos, en lo concreto de su
brado por Meillet cuando distinguía la inmanencia y la tras- labor, las operaciones que practican los teóricos de la gramática
cendencia de la lengua, es decir las relaciones internas a la len- generativa: observamos que siempre se sitúan dentro de una
gua y su superación hacia alguna cosa otra. La doble lingüís- sintaxis real para fundar en razón lo que puede ser dicho y lo
tica del señor Benveniste permite comprender que el lenguaje que no puede ser dicho. Ahí está la distinción fundamental. Se
se constituye en la clausura del mundo de los signos y no obs- preguntan, por ejemplo: ¿por qué procedimiento se pasa de
tante se supera hacia lo que dicen. Al mismo tiempo que el determinada manera de decir a otra? ¿Por qué procedimiento
apuntar a la realidad al nivel de la frase, Benveniste permite puede convertirse una frase de tipo activo, transitivo, en una
resolver otro problema, el de la instancia del sujeto a su propio frase pasiva? ¿Por qué procedimiento sc trasforma una proposi-
lenguaje por medio del nombre propio, de los pronombres, de los ción asertiva en una proposición negativa? ¿Cuáles son las leyes
demostrativos, etc. Sería interesante, por lo demás, saber cómo que gobiernan esta generación?
se sitúa el señor Benycniste ante Custave Cuillaume, quien Por formales que sean estos procedimientos, expresados con
también se propuso "volver al universo" el lenguaje por medio forma axiomática, inclusive matemática, apuntan en definitiva
de la morfología del discurso. a realizaciones. No dejamos de estar en lo semántico.
Quisiera ahora plantear la cuestión siguiente a Benveniste: Quisiera precisar aquí un punto que quizá no realcé bastante.
en la perspectiva que ha abierto, ¿no habría que prolongar la Lo que participa de la necesidad idiomática, del mecanismo gra-
dualidad de la semiótica y de la semántica hasta en el orden matical. es algo distinto, que pertenece a la estructura formal
sintagmático? ¿No has' por un lado los sintagmas que son cada de la lengua v permanece fuera de lo semántico y de lo semióti-
instancia de discurso, cada vez circunstanciales y referidos a una ca por no ser significación, propiamente hablando.
situación y a un locutor singular, y por otro lado una "gramá-
tica" que permite tratar como una producción autonormada la A LA PREGUNTA DE UN CONGRESISTA ACERCA DE LAS RELACIONES
creación de un número infinito de frases? Esta vez es por el ENTRE LÓGICA Y sEruutzru;,‘, RENvENrsit RESPONDE: La necesidad
rumbo de Chomskv por donde habría que llevar la comparación 1'la justificación que los lógicos se dan a sí mismos a propósito
y la discusión. No es solamente la palabra la que puede ser de su empresa es evidentemente la noción de verdad, que condi-
abordada desde el punto de vista semiótico v desde el punto ciona los itinerarios y las divisiones instauradas en el interior de
de vista semántico, sino asimismo la frase. ¿Aceptaría usted ha- la lógica. Esta condición de conocimiento no es la condición pri-
blar de una semiótica y de una semántica de la frase? mordial para el lingüista, que analiza lo dado que cs la lengua
y que intenta reconocer sus leyes.
BENVENIST E. No me parece que la frase pueda hallar lugar en En cuanto al lugar de lo semiótico, creo que es un orden dis-
lo semiótico. El problema de la frase no se plantea sino en el tinto, que obligará a reorganizar el aparato de las ciencias del
interior de lo semántico, y es por cierto la región de la lengua hombre. Estamos, en efecto, enteramente al principio de una
a la que concierne la cuestión del señor Ricceur. Verificamos reflexión sobre una propiedad que no es aún definible de ma-
que hay., por una parte, empíricamente, frases y posibilidades de nera total. Es una cualidad inherente del lenguaje, pero que se
frases indefinidas, por otra, ciertas condiciones que rigen la ge- descubre también en dominios donde no se imaginaba que pu-
neración de las frases. Cada lengua posee sin duda alguna deter- diera manifestarse. Son conocidos los intentos actuales de orga-
240 EL HOMBRE EN LA LENGUA

nizar en nociones scmióticas algunos datos tocantes a la cultu•


ra o la sociedad en general. En el lenguaje se unifica esta duali-
dad del hombre v de la cultura, del hombre y de la sociedad,
gracias a la propiedad de significación cuya naturaleza y alcan-
ce procuramos deslindar.

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