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Textos de antropología y arqueología

2a edición corregida y aumentada

Textos de antropología y arqueología

Mariano Juan Garreta


Cristina Bellelli
Pablo Rafael Bonaparte
Ernesto Abramoff
Alejandro Acosta
Lorenzo Cañas Bottos
Mariana Carballido Calatayud
María Di Fini
Pablo Marcelo Fernández
Mariano Raúl Garreta Leclercq
Hernán Gómez
Margarita Ondelj
Andrea Pegoraro
María Gabriela Sánchez Antelo
Vivian Scheinsohn
Ilustración de tapa

Camino.
Procedencia: Salta.
Material: lana de oveja.
Decoración con hilos flotantes de urdimbre.
Grupo Wichí actual
N° de inventario: 1048
Museo Nacional del Hombre del Instituto Nacional de
Antropología y Pensamiento Latinoamericano.
Secretaría de Cultura y Comunicación de la Nación.

Agradecemos al Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento


Latinoamericano la autorización de la reproducción de las imágenes de
esta obra.

Diseño de Tapa: Andy Sfeir


Diagramación y Armado: Andy Sfeir estudio de diseño
agsfeir@ciudad.com.ar

© Ediciones
Riobamba 67 - 2° piso - Tel./Fax: 4953-5981
(C1025ABA) Buenos Aires, República Argentina

2001 – 2ª edición
ISBN: 987-97280-8-4
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Las teorías en Arqueología

Cristina Bellelli

Uno de los temas claves en los cursos de Antropología es el estudio de las


principales teorías que dominaron el pensamiento antropológico desde que comenzó a
constituirse la disciplina a mediados del siglo pasado.
Ahora bien, ¿cómo estas corrientes teóricas se vinculan con la arqueología?
Hemos visto que el concepto de cultura es una de las herramientas que permiten el
estudio de la conducta humana y que tiene múltiples aspectos. Es un concepto muy
amplio y general, tanto que nos resulta sumamente funcional a la hora de explicar el
comportamiento humano del pasado, principal cometido de la arqueología.
La arqueología está ligada desde siempre a la antropología a través del concepto
de cultura y de su dinámica a través del tiempo; por esa razón los desarrollos teóricos
de antropología y arqueología han ido en paralelo.
Antes de avanzar en el tema es necesario aclarar que el concepto de cultura ha
cambiado radicalmente desde la primera definición de Tylor, a mediados del siglo
pasado.1 Fue discutido y desestimado desde diferentes direcciones teóricas de las
ciencias sociales, y esas discusiones tuvieron su correlato en la arqueología. Desde las
primeras definiciones en que se entendía a la cultura como resultado material de las

1. El evolucionismo definió, por primera vez, a la cultura como "esa totalidad compleja que incluye el
conocimiento, las creencias, el arte, el derecho, la moral, las costumbres y cualquier otro hábito o capacidad
adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad" (Tylor, citado por Carvajal 1995).
Esta definición fue publicada en 1871. Dos antropólogos norteamericanos, Kroeber y Klukhon, a mediados del
siglo XX se dedicaron a recuperar todas las definiciones de cultura conocidas desde entonces. Encuentran que
en los 30 años posteriores a la de Tylor no se publicó ninguna otra. Entre 1900 y 1919 encontraron seis y entre
1920 y 1950, 157 (Watson 1995). Es lícito pensar, entonces, que el concepto de cultura de Tylor fue asumido
como satisfactorio por buena parte del particularismo histórico y del funcionalismo británico.

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acciones humanas, pasando por los enfoques que enfatizaban los aspectos lingüísticos,
cognitivos y psicológicos; los esfuerzos experimentales realizados por las corrientes
postmodernas en el campo de la literatura; los centrados explícitamente en el nexo
entre biología y cultura o aquellos que estudian los cruces interculturales en los
sistemas mundiales premodernos, modernos o postmodernos (Watson 1995), siempre
la discusión se ha dado dentro de marcos teóricos definidos.
La pregunta por los orígenes y la curiosidad por el pasado (personal o colectivo)
siempre ha estado presente en los seres humanos. Desde la más remota antigüedad
hubo intentos por explicar esos orígenes y unas de las fuentes inmediatas eran los
restos materiales dejados por sociedades pasadas. "La arqueología, como cualquier otra
disciplina científica, atravesó una etapa en que los datos se empezaron a recoger por
ninguna razón en concreto o bien con la esperanza de que en el futuro se sabría lo
suficiente como para formular las cuestiones convenientes" (Trigger 1992: 36). Esta
primera fase tuvo un fuerte tinte anticuarista y coleccionista y tuvo su auge durante el
período de la Ilustración y la primera mitad del siglo XX.
El ansia de conocimiento no estaba inmerso en ninguna teoría de la cultura o de
la sociedad. El énfasis estaba puesto en la colección de artefactos antiguos y su
disposición en salas atiborradas de objetos en los llamados "Gabinetes Reales" donde
se podía ver desde la cabeza momificada de un maorí delicadamente tatuada hasta un
trozo de meteorito, una punta de flecha patagónica o una colección de flores de la selva
amazónica. Las clases dominantes entraron en un verdadero frenesí coleccionista: los
reyes y príncipes financiaban expediciones para hacer estudios de ciencias naturales
(en este área se incluía la recolección de piezas arqueológicas) en los más lejanos
puntos del globo.
El descubrimiento de América y las exploraciones que completaron el mapa del
mundo hicieron que Europa se encontrara con "los otros". Los habitantes de las zonas
descubiertas enfrentaron a los europeos con sociedades de cazadores-recolectores y
con tribus agricultoras muy diferentes a todo lo conocido. Sus costumbres, creencias y
bienes materiales fueron objeto de curiosidad y también de colección. Es así que
comienza a desarrollarse la idea que los instrumentos de piedra que se encontraban en
los campos de Europa habían sido hechos por sociedades semejantes a las que ahora
veían como "el otro cultural". Los europeos tomaron conciencia que la especie humana
tenía mucha más antigüedad sobre la tierra que lo que sostenían las teorías
creacionistas y que en sus orígenes habían sido cazadores-recolectores. Este
reconocimiento dio sustento a las ideas de unidad psíquica de la especie humana y del
progreso continuo, principios iniciados por el pensamiento iluminista y base del
evolucionismo unilineal.

El evolucionismo

El afianzamiento de esta teoría se debe mucho a los hallazgos arqueológicos de la


primera mitad del siglo XIX porque estos descubrimientos "confirmaron la existencia
de aquellos sucesivos estadios de la historia que sobre la sola base de su inteligencia
lógica y de su somero conocimiento de los pueblos primitivos contemporáneos habían
deducido los filósofos sociales del siglo XVIII. Hacia 1860, la suposición de que los

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La trama cultural

europeos habían tenido que ser antiguamente salvajes había sido confirmada ya por
pruebas indiscutibles excavadas de la tierra" (Harris 1978: 125). Las pruebas
arqueológicas son tan importantes como las etnográficas para sostener la uniformidad
general del cambio evolutivo que preconizaban los teóricos del evolucionismo como
Tylor, por ejemplo. En este sentido, la división de la historia de la humanidad en Edad
de Piedra, de Bronce y de Hierro,2 tan cara a los postulados evolucionistas, tiene sus
bases en los descubrimientos arqueológicos, principalmente en el reconocimiento de la
coexistencia de los primeros europeos con fauna extinguida a partir del hallazgo de
artefactos humanos asociados a huesos de estos animales en estratos geológicos muy
antiguos.
Una de las características de la arqueología de la época fue que se comenzó a
ordenar los yacimientos cronológicamente y así surgió la división de la Edad de la
Piedra en Paleolítico y Neolítico (Piedra Antigua -tallada- y Piedra Nueva -pulida-).
Uno de los objetivos era comprobar si los rasgos evolucionistas podían detectarse en el
Paleolítico (Trigger 1992). Dentro de estas grandes divisiones comenzaron a surgir
periodizaciones regionales y las clasificaciones tipológicas de los artefactos, siempre
considerando a los más simples y de fabricación más expeditiva como más primitivos y
a los más elaborados como más modernos. Dice Trigger: "... una de las ideas
fundamentales de la arqueología evolucionista era que el desarrollo cultural de la
humanidad podía representarse por medio de una secuencia simple y podía ser leído en
la sección de la cueva, de la misma manera que las secuencias geológicas en los perfiles
del terreno" (Trigger 1992: 100-101).
Como vemos, hay una fuerte influencia del pensamiento darwiniano. Y quien más
desarrolló esta influencia en el campo de la arqueología fue un inglés: Lubbock.
Sostenía que "... los grupos humanos se habían diferenciado unos de otros no sólo
culturalmente, sino también en lo que respecta a sus capacidades biológicas para
utilizar la cultura" (Trigger 1992: 115). Esta afirmación la sostenía con los hallazgos
arqueológicos y dio pie para afirmar la superioridad de la sociedad europea sobre los
pueblos coloniales y justificar así la dominación británica sobre ellos. También influyó
en Estados Unidos, dando una explicación darwinista para la supuesta inferioridad
biológica de los indios norteamericanos que sostenían quienes tenían una política de
expansión y exterminio. Se abandonaba, entonces, el principio de la unidad psíquica de
la especie humana.
En síntesis, la arqueología del evolucionismo estaba muy ligada a la etnografía.
Así como los pueblos indígenas de la época se consideraban estáticos, también los
pueblos del pasado mostraban un registro arqueológico estático y sin cambios. O sea:
nada nuevo podía aprenderse de los datos arqueológicos (Trigger 1992). La arqueología
de la época se limitó teórica y metodológicamente al considerar que su aporte era
buscar pruebas materiales para justificar la división en edades y la evolución de lo
simple a lo complejo. Además, subyacía un fuerte componente racista y justificador de
la expansión colonial.

2. Recordemos la división en estadios que había creado Morgan para explicar la evolución de las sociedades
humanas (salvajismo, barbarie y civilización).

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El difusionismo. La Escuela Histórico-Cultural

A fines del siglo pasado la ilusión de progreso ininterrumpido preconizado por el


positivismo estaba siendo desmentida por las crisis sociales y el auge del nacionalismo
en buena parte de Europa. Se comenzó a ver a los antiguos monumentos, poblados y
artefactos como marcas de identidad étnica. La arqueología se preocupó por determinar
quiénes habían hecho esos artefactos para definir a qué grupos étnicos pertenecían, con
el objetivo de reforzar la identidad de las naciones que estaban surgiendo en toda
Europa.
Bajo esta premisa comenzaron a estudiarse las distribuciones geográficas de los
tipos y conjuntos de artefactos para relacionarlas con los pueblos que vivían en
determinada zona, dando así una base arqueológica a las teorías difusionistas. Muchos
arqueólogos no pudieron continuar trabajando con un marco teórico evolucionista ya
que en el trabajo de campo en sociedades no occidentales, no era posible detectar
ningún aspecto del modelo evolucionista.
Trigger nos dice: "... dentro del marco difusionista que había comenzado a surgir a
partir de 1880, la capacidad humana para la innovación fue considerada tan limitada y
quijotesca que los descubrimientos básicos, como la cerámica o la metalurgia del
bronce, parecían no haber podido ser inventados más que una vez y por tanto se
recurría al difusionismo como explicación de su expansión por todo el mundo"
(Trigger 1992:149). La arqueología comenzó a tener un interés más histórico y a
agrupar los artefactos con rasgos semejantes y distribuidos geográficamente de un
modo restringido en "culturas", entendiendo muchas veces este término como
sinónimo de "civilización". Se hicieron detalladas clasificaciones de artefactos que se
organizaban en secuencias culturales para establecer sistemas cronológicos regionales.3
Este enfoque teórico y metodológico fue característico de la Europa de principios
de siglo y dio origen al paradigma histórico-cultural, al cual le importaba más la
cultura arqueológica que los estadios generales de desarrollo de una sociedad (Trigger
1992). Dio cabida a importantes desarrollos metodológicos ya que se afinaron los
métodos de excavación y recolección de todos los vestigios arqueológicos y los
sistemas clasificatorios de los objetos se llevaron a niveles impensados de detalle.
Hasta la Segunda Guerra Mundial (y con menor énfasis después de su finalización) el
enfoque histórico-cultural dominó las investigaciones de los europeos en Europa y en
Oriente. Durante este período se hicieron cuidadosas excavaciones en ciudades de la
India, se conoció la cultura minoica en Creta; en Mesopotamia se excavó la ciudad de
Ur, en Egipto se hicieron meticulosos trabajos que culminaron con el descubrimiento
de la tumba de Tutankamon. Arqueólogos norteamericanos comenzaron las
investigaciones científicas en Perú, donde se estableció una cronología para las
ocupaciones costeras y sentaron las bases de la arqueología maya (Renfrew y Bahn
1993).
En Estados Unidos, Boas había reaccionado contra el evolucionismo dando inicio
a la corriente conocida como particularismo histórico. Sus postulados teóricos
aplicados

3. Recordemos que los métodos para fechar radiocarbónicamente las ocupaciones humanas recién se ponen a
punto en 1950.

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La trama cultural

a la arqueología dieron origen al "enfoque histórico directo" que trataba de seguir la


pista de todo tipo de artefacto utilizado por los indígenas de la época hasta encontrar
sus orígenes en el pasado. También se crearon secuencias para diversas regiones de los
Estados Unidos sobre la base de la identificación de similaridades entre conjuntos de
artefactos. La escuela histórico-cultural en Estados Unidos estimuló las excavaciones
con el objetivo de encontrar artefactos (no importaban siquiera las relaciones espaciales
entre ellos) para establecer clasificaciones tipológicas y elaborar culturas.
Una de las discusiones más importantes de este período dominado por el enfoque
histórico-cultural se dio alrededor de la antigüedad de la especie humana en América4.
Los que sostenían las ideas difusionistas pensaban que la entrada a América de sus
primeros habitantes había sido muy reciente (es más, algunos investigadores decían
que no podía haber sido antes del 2.500 antes de Cristo). En tan corto lapso era
imposible que pudieran haberse desarrollado las largas secuencias culturales que iban
desde los primeros cazadores hasta las complejas organizaciones estatales de México y
Perú. Recién con los estudios realizados por las corrientes teóricas posteriores a la
Segunda Guerra, las dataciones cronológicas absolutas y la demostración de que actuó
la invención independiente en la domesticación de plantas y animales americanos, las
posiciones ultradifusionistas y descalificadoras de la antigüedad de la especie humana
en América se iban a atemperar.

Los enfoques funcionalistas


Las críticas al difusionismo. Gordon Childe

Un capítulo aparte merece la figura del arqueólogo australiano (pero que trabajó en
Inglaterra) V. Gordon Childe por los aportes que en el período entre las dos guerras
hizo a la síntesis de la prehistoria europea y del Cercano Oriente y por haberse
planteado el porqué y el cómo de los cambios culturales en el pasado. Estuvo entre los
primeros en poner en duda el concepto de etnicidad proclamado por la escuela
histórico-cultural como clave del conocimiento arqueológico. Fue evolucionando desde
sus primeras obras en las que se encuentran detalladas síntesis regionales histórico-
culturales hacia explicaciones de orden más económicas, tratando de identificar en el
interior de cada cultura prehistórica los factores que hacían que se adoptaran nuevas
ideas. Nunca descreyó del difusionismo, pero acota más el problema y profundiza en
los mecanismos de difusión. Un ejemplo de esto es su idea de que en Europa se había
producido un desarrollo autóctono de muchos rasgos culturales: no todos se habían
propagado desde el Cercano Oriente a través de migraciones de pueblos o por el
comercio, como sostenían los hiperdifusionistas.
Las ideas del funcionalismo británico influyeron en el pensamiento
arqueológico fundamentalmente a través de Childe y de otros arqueólogos que se
ocuparon, sobre todo, de desarrollar una "arqueología ambiental". Era necesario
comprobar cómo "funcionaban" las sociedades, cómo se daba la relación entre culturas
prehistóricas y su medio ambiente. Desde fines del siglo XIX se habían comenzado
estudios

4. En un artículo de G. Politis (1989) se relatan las vicisitudes de las ideas de Ameghino a este respecto y su
descalificación por parte de científicos teóricamente enrolados con este tipo de enfoques.

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paleoambientales: las glaciaciones y los consecuentes cambios en el nivel del mar, los
cambios climáticos derivados de estas fluctuaciones, los cambios en la flora y en la
fauna; comenzaron los estudios palinológicos, los estudios de suelos aplicados a la
ubicación de los asentamientos y el desarrollo de la agricultura; después de la primera
guerra las fotografías aéreas fueron cada vez más útiles y dieron cada vez más
información, sobre todo para detectar todo tipo de sitios arqueológicos. El análisis de
los paleoambientes y de las adaptaciones ecológicas de las culturas a esos ambientes,
entonces, daba una visión funcional de uno de los aspectos principales del
comportamiento humano. "En general se suponía que el ambiente natural, más que
determinar la naturaleza específica de la respuesta -influida por las tradiciones
históricas y por elecciones humanas impredecibles-, fijaba los límites de las diferentes
clases de adaptaciones posibles" (Trigger 1992: 235).
Dijimos que Childe realizó interpretaciones económicas del registro arqueológico.
Lo hizo fundamentalmente al investigar el surgimiento de las grandes civilizaciones en
el valle del Nilo, en el del Tigris y Eufrates y en el valle del Indo, fenómeno que
interpretó como que, debido a la fertilidad de los suelos, había excedente en la
producción de alimentos y acumulación de riqueza, mientras que la población no crecía
proporcionalmente. Esto llevó al surgimiento de las ciudades donde se concentraba el
poder político que administraba el trabajo y el excedente.

Childe y el enfoque marxista

El enfoque económico de Gordon Chile era compartido por varios arqueólogos


ingleses. Pero comenzó a diferenciarse de ellos después de visitar la Unión Soviética,
en 1935. No aceptó buena parte de los postulados de los arqueólogos soviéticos, tales
como el esquema unilineal de evolución social ni de las formaciones económicas, y
tampoco acordó con ellos en el rechazo a las tipologías, que él consideraba importantes
"para construir cronologías regionales y para trazar las influencias culturales entre
regiones" (Trigger 1992: 240), pero, a partir de ese momento, comenzó a interesarse
por la evolución cultural, aunque de un modo diferente al que proponían en la Unión
Soviética. Se opuso al esquema de la evolución social que sostenían los soviéticos y a
abandonar a la difusión y la migración como los mecanismos desencadenantes del
cambio social y cultural. "Propuso dos líneas generales de evolución cultural: una
progresista, caracterizada por un continuo desarrollo tecnológico combinado con una
ideología y una organización social flexible, y una conservadora, caracterizada por una
tecnología estática y por la elaboración de estructuras e ideología sociales regresivas"
(Trigger 1992: 243).
Después de la Segunda Guerra se fue distanciando del pensamiento oficial de la
Unión Soviética y se interesó por la base filosófica del marxismo. En su último libro
hace una interpretación marxista de las relaciones sociales, que incluyen las de
producción, como el principal aspecto del comportamiento humano capaz de ofrecer
una explicación ordenada de interrelación cultural. Se preocupó por probar de modo
objetivo las ideas marxistas a través de la evidencia arqueológica, sobre todo para
inferir, a través de ellos, información relacionada con la organización social.

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La trama cultural

El enfoque ecológico

La "arqueología ambiental", nacida a partir de las ideas de los primeros


antropólogos sociales, es un antecedente de los estudios orientados a desentrañar el
papel de los factores ecológicos en la formación de los sistemas socioculturales del
pasado. Las primeras obras de Steward se orientaron en este sentido. Sostenía que
"para poder desempeñar un papel significativo, los arqueólogos tenían que dejar de
centrarse en los análisis estilísticos de los artefactos y empezar a utilizar sus datos para
estudiar los cambios en las economías de subsistencia, tamaño de la población y
modelos de asentamiento" (Trigger 1992: 262). Para la "ecología cultural" (como se
dio en llamar al enfoque de Steward) la adaptación de un grupo humano a las
condiciones impuestas por el medio ambiente en que vive puede ser causa de un
cambio cultural. Esta corriente rompe definitivamente con el enfoque histórico-
cultural. Los artefactos dejan de tener un rol exageradamente importante para poner el
acento en la adaptación de los seres humanos a su entorno.
Bajo estos postulados muchos equipos de trabajo, que integraban no sólo
arqueólogos, sino botánicos, geólogos, zoólogos, etc., encararon proyectos de largo
alcance en varias partes del mundo. En Perú, por ejemplo, en la década del '40 se
trabajó en el valle de Virú, integrando la información de excavaciones y recolecciones
de sitios de superficie con las reconstrucciones paleoambientales y geomorfológicas
de los ambientes y paisajes del pasado; fue, además, uno de los primeros estudios de
patrones de asentamiento prehistóricos. También con este enfoque se trabajó en
México, donde se reveló una secuencia de ocupación ininterrumpida de 12.000 años
de antigüedad. Fue de suma importancia para el desarrollo de este tipo de arqueología
la posibilidad de fechar directamente las ocupaciones a través del método de
radiocarbono que se puso a punto en 1950.
Una de las contribuciones más importantes de estos enfoques adaptativos es que
la arqueología comenzó a tomar en cuenta que hay muchas posibilidades de encontrar
diferencias culturales en una misma región y que las adaptaciones son muy complejas
y pueden cambiar con suma rapidez.

El neoevolucionismo

El desarrollo del pensamiento de Steward, centrado en lo adaptativo, junto con la


influencia de Leslie White, hizo que la arqueología y la antropología de los años '50
adoptaran un enfoque neoevolucionista. La realidad económica y social de esa época en
Estados Unidos estaba basada en un optimismo creciente y en una confianza plena en
el desarrollo tecnológico. Este clima era muy semejante al que dominaba en Europa
durante el siglo pasado, momento en que surgió el evolucionismo unilineal.
Los arqueólogos influenciados por White y Steward encontraron que muchas de
las causas del cambio cultural que ellos señalaban, eran accesibles para ser estudiadas
por la arqueología. Un ejemplo de esto es un trabajo de Betty Meggers, de 1960. en que
sugiere que si la arqueología puede reconstruirla tecnología y el medio ambiente de una
cultura prehistórica, también puede, a partir de esta información, determinar

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M. Carreta - C. Bellelli (Comp.)

cómo era el resto de rasgos clave de la cultura.


Estos enfoques neoevolucionistas se relacionan fuertemente con los postulados del
materialismo cultural que también toma en cuenta los factores demográficos,
tecnológicos, económicos y ambientales.

La "Nueva Arqueología" o "arqueología procesual"

L. White había escrito que la cultura es "el modo extrasomático que tienen los
hombres para adaptarse" (citado por Watson 1995). Como vemos, ésta es una
definición de cultura netamente adaptativa. Este enfoque encuentra continuidad, en
algunos aspectos, en el movimiento que se desarrolló en los años '60 en los Estados
Unidos bajo la guía teórica y metodológica de Lewis Binford y que rompió
teóricamente de modo definitivo con los enfoques histórico-culturales.
Binford fue alumno de White, y como su maestro pensaba que existían fuertes
regularidades en el comportamiento humano y que era necesario explicar, más que las
diferencias, las similitudes culturales. También enfatizaba las continuidades en el
cambio, lo cual deriva en una oposición a las explicaciones sustentadas en la migración
o en la difusión, que constituyen discontinuidades.
Esta corriente sostenía que el potencial de la evidencia arqueológica para
investigar los aspectos sociales y económicos de las sociedades del pasado era más
grande de lo que se había pensado (Renfrew y Bahn 1993). Por eso la arqueología tenía
un poder explicativo muy grande siempre y cuando se moviera en un marco explícito
de argumentación lógica. Por eso se tomaron conceptos de la filosofía de la ciencia,
trabajando con el método hipotético-deductivo. Las investigaciones debían diseñarse
para responder problemas específicos, no para acumular más datos que después no se
explicaban. No se trataba de "reconstruir el pasado" en términos especulativos, sino de
formular hipótesis, elaborar modelos explicativos y deducir consecuencias. Para esta
tarea es básica la elaboración de teorías de distinto rango.
Los "nuevos arqueólogos" objetaron la visión normativa de la cultura que
consideraba que ésta era un conjunto de ideas compartidas más o menos
inconscientemente por todos los miembros de una sociedad y que eran transmitidas de
generación en generación. También objetaron el énfasis puesto en los artefactos como
"marcadores" cronológicos y espaciales.
La teoría general de sistemas influyó mucho en esta corriente. Una cultura era
considerada como un sistema que se podía descomponer en subsistemas. Así, esto "los
llevó a estudiarla subsistencia en sí misma, así como la tecnología, el subsistema
social, el ideológico /... / etc., con mucho menos énfasis en la tipología y la
clasificación de los artefactos" (Renfrew y Bahn 1993: 37).
La mayoría de la producción científica de la "Nueva arqueología" se concentró en
los estudios tecnológicos y de subsistencia en relación con las adaptaciones ecológicas,
dejando inexplorados los temas relacionados con la organización social, política,
religiosa, etc., del comportamiento humano.

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La trama cultural

La arqueología posprocesual

Lo dicho en el último párrafo es una de las principales críticas que se le hacen a la


"nueva arqueología". Se ha definido a la arqueología practicada bajo este marco teórico
como "de orientación materialista, funcionalista y evolucionista y excesivamente
antropológica y cientificista en sus aspiraciones" (Watson 1995: 686).
Los enfoques postprocesuales comenzaron a tomar auge en los últimos 15 años y
consideran a la cultura como un sistema de ideas y más específicamente a la cultura
material no como un "reflejo de la adaptación ecológica o de la organización
sociopolítica, sino también un elemento activo en las relaciones de grupo que puede
usarse para disfrazar así como para reflejar relaciones sociales" (Trigger 1992: 323).
Los artefactos (como parte de la cultura material) son considerados "símbolos en
acción".
Es necesario estudiar todos los aspectos de una cultura arqueológica para poder
comprender el significado de las partes que lo forman. La evidencia arqueológica debe
verse dentro de su contexto social amplio y no sólo en relación con problemas de
subsistencia y tecnología. Pero, los problemas subsisten cuando nos enfrentamos con el
desafío de poner en práctica los postulados posprocesuales a través del registro
arqueológico porque, por ejemplo, no se hallado el modo de explicar ciertas
regularidades encontradas en el registro arqueológico porque "ningún arqueólogo ha
descubierto aún como ir más allá de la especulación en la interpretación del significado
cultural de esas regularidades durante los tiempos prehistóricos" (Trigger 1992: 328).
No podemos demostrar que lo que nosotros pensamos que eran las ideas de un grupo
en el pasado, hayan existido en ese pasado.

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Bibliografía

CARVAJAL, Julio
1994 Juegos cruzados. En el pensamiento antropológico. CBC, UBA, Buenos Aires.
HARRIS, Marvin
1978 El desarrollo de la teoría antropológica. Historia de las teorías de la cultura.
Siglo XXI, Madrid.
POLITIS, Gustavo
1989 ¿Quién mató al megaterio? Ciencia Hoy I (2): 26-35.
RENFREW, Colin y BAHN, Paul
1993 Arqueología. Teorías, métodos y prácticas. Akal, Barcelona.
TRIGGER, Bruce
1992 Historia del pensamiento arqueológico. Crítica, Barcelona.
WATSON, Patty Jo
1995 Archaeology, Anthropology and the Culture Concept. American Anthropologist.
pp. 683-694.

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