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ENZO BIANCHI

LA VIDA ESPIRITUAL CRISTIANA

La vida espiritual no es ciertamente monopolio de los cristianos. Ni


siquiera es coto cerrado de las religiones. Hoy se habla de espiritualidad
laica y de «santos» sin Dios. Sobre el tema, nuestra revista ha publicado
recientemente los siguientes artículos de M Rondet: «Espiritualidades
fuera de las fronteras» (ST 143, 1997, 197-200); «Ser santo sin Dios»
(153, 2000, 24-28). Sin embargo, también es cierto que existe una
espiritualidad cristiana y que no podemos renunciar a ella. Enzo
Bianchi, autor del presente artículo, fundó en Bose (Italia) una
comunidad monástica de hermanas y hermanos de diversas nacio-
nalidades, de la que actualmente es prior electo. Una de sus obsesiones
es el diálogo ecuménico: «¡La comunión de las Iglesias es urgentísima!».
La otra, la vida espiritual cristiana. En este artículo, no sólo nos describe
la vida espiritual cristiana, sino que nos alienta para adentrarnos en
un camino que, por ser el de Jesús, nos hace sentir, en el Espíritu,
hijos de Dios y hermanos de todos los seres humanos.

La vie spirituelle chrétienne, Vie consacrée 72 (2000) 35-52.


Intento trazar el perfil de la Cuando en el ser humano
vida espiritual cristiana e indicar surge la pregunta por el sentido,
cuáles son los medios que permi- cuando él comienza a explorar lo
ten vivirla en plenitud, según la que es en su interior, cuando
medida de la fe vivida y los dones comienza a escuchar, a pensar, a
recibidos. La vida espiritual no es interpretar y, por consiguiente, a
una vida de más a más o una vida decidir, a asumir unos sentimien-
que está más allá de la realidad tos y unos comportamientos,
cotidiana. Ella se vive en la exis- entonces se inicia en él la vida
tencia cristiana de cada día sin espiritual.
evasiones y sin excepciones. No El fundamento de la vida es-
hay que contraponerla, pues, a la piritual es la exigencia de sentido
vida material «corporal», ya que, que radica en el ser humano. Es
al ser vivida por un ser humano, justamente para encontrar ese
atañe a toda su persona, incluso sentido por lo que ha de buscar,
a su carne. ha de experimentar en profundi-
La expresión «vida espiritual» dad. Por esto a la vida espiritual
resulta tan amplia que incluso la denominamos también vida
llega a ser ambigua porque con- interior. Cuando pensamos en la
cierne a todos los hombres, sean vida espiritual de una persona
o no creyentes. Se trata de una intentamos entrever lo que hay de
dimensión de la experiencia hu- más hondo en ella, sus motivacio-
mana: todo ser humano vive nes últimas, su fundamento vital.
«espiritualmente». El oráculo de Delfos sigue

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reclamando: «Hombre, conócete 1,21).
a ti mismo». Pide una interiori- No obstante, hay que ponerse
zación, una integración de las en guardia para no caer en el
experiencias vividas, para llegar, equívoco de una vida que preten-
aceptando el enigma que reside dería ser «espiritual» únicamente
en nosotros, a interpretar lo que a través de la experiencia cristiana
somos.Toda una serie de pregun- litúrgica o de puro conocimiento.
tas -¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¡No! Se trata de una experiencia
¿a dónde voy? ¿qué es este fuego práctica, de un conocimiento
que me abrasa? ¿quiénes son los adquirido mediante la conforma-
otros para mí?- han de repetirse ción real de la propia vida con la
en el interior de esa estructura vida de Jesucristo.
dialogal que es la conciencia, para Es esta práctica la que propor-
abrir las sendas del sentido y, por ciona los elementos de la espiri-
consiguiente, de la esperanza. tualidad cristiana, que es una si-
La vida interior o espiritual nergia –una acción conjunta- de
pertenece, pues, a todo ser hu- la gracia santificante, que es el
mano. Él puede desarrollarla o Espíritu Santo, y del espíritu (con
dejarla baldía, dejándola en manos e minúscula) del hombre. Pero
de «esa uniformización de la in- ¿dónde comienza la acción del
timidad a la que tienden las so- Espíritu de Dios y dónde acaba la
ciedades conformistas» (U. Ga- del espíritu del hombre? Imposi-
limberti). En cambio, la vida espi- ble circunscribir el dominio de la
ritual cristiana no pertenece a gracia en su relación con el es-
todos, sino sólo a los que «se píritu humano. Es una respiración
dejan guiar por el Espíritu de que resulta en nosotros tan pro-
Dios» (Ga 5,18). Esta vida espi- funda que, en un determinado
ritual cristiana está relacionada momento, ya no es nuestra: ¡otro
con la vida espiritual-interior respira en nosotros! «Respirar, oh
humana. Pero la trasciende: sólo invisible plegaria» -escribía Rilke.
puede consistir en una respuesta La plegaria: ¿gemido del ser hu-
de fe, de esperanza, de amor a mano o gemido del Espíritu? (véa-
Dios que llama, que se deja relatar se Rm 8,26).
por Jesús y que se hace presente Con lo que llevamos dicho es
en el Espíritu. comprensible que se haya busca-
Esa vida «en el Espíritu» es do un órgano simbólico para la
descrita por Pablo con numero- vida espiritual. El corazón humano
sas expresiones: «vida oculta con proporciona la imagen más ade-
Cristo en Dios» (Col 3,3), vida del cuada, para el ser interior más
«hombre interior que se renueva profundo del hombre, para su ser
día a día» (2 Co 4,16), «vida frágil «de carne», haciéndole pal-
nueva» (Rm 6,4). Algunas de esas pitar y vivificando todo el cuerpo.
expresiones son de vértigo: «Ya Así, tanto en la tradición bíblica
no vivo yo, es Cristo el que vive como en la cristiana, el corazón
en mí» (Ga 2,20); «Para mí vivir es el órgano de la vida espiritual,
es Cristo y morir ganancia» (Flp en cuanto sede del pensamiento,

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de la voluntad, del amor. corazón capaz de amar íntegra-
Es cierto que en nosotros mente a Dios y a los hermanos
existe un espacio que, si, por el (Dt 6,5; Rm 5,5), un corazón
pecado, es refractario al Espíritu, morada del Espíritu Santo. Ph.
es un «corazón de piedra», no Ferlay define la vida espiritual
obstante, por obra del Espíritu, como una larga y paciente pere-
puede convertirse en «corazón grinación hacia lo más hondo del
de carne» (Ez 36,26; 2 Co 3,3), un corazón.
DIOS
La vida espiritual quiere ser al menos por el hecho de que la
una experiencia de Dios, del Dios alteridad radical significada por la
que, conocido y amado, modela y muerte preside su búsqueda de
da sentido a toda la vida del cris- sentido. No obstante, en el cris-
tiano. Pero, si Dios es «aquél a tianismo es Dios el que sale al
quien no se puede ver sin morir» encuentro del hombre, el que
(Ex 33,20), «aquél a quien nunca busca al hombre y le propone la
nadie ha visto» (Jn 1,18; 1 Jn 4,12- aventura de la alianza.
20), ¿cómo se puede hacer la ex- «A Dios jamás nadie lo ha
periencia de él? Pues bien, el cre- visto; el Unigénito, que está en el
yente hace una experiencia que seno del Padre, nos lo ha expli-
trasciende su propia inteligencia cado» (Jn 1,18).Y es gracias a esta
y que concierne a su corazón, explicación, a este icono viviente
una experiencia que traduce en que es Jesús (Col 1,15), que
palabras humanas: yo siento, yo podemos encontrarnos con Dios.
creo que Dios está presente. Su- Es Dios el que, primero, llama al
cede que hay momentos en que ser humano y, en la persona de
esas palabras se ajustan hasta tal su Hijo, le dice: «Tu eres mi Hijo,
punto a los sentimientos del que a quien yo amo». Y espera la
cree que parecen relatos de lo respuesta que, como un profundo
que uno ha visto, rezuman autori- gemido, clama» ¡Abba! -¡Padre!- y
dad y parecen fiables. En horas que, en el amor y la libertad, le
bajas, esas palabras suenan tan dice: «Heme aquí dispuesto a
débiles que se prestan a la duda.Y, hacer tu voluntad» (Hb 10,7).
sin embargo, el que atraviesa esas Es el espíritu el que hace del
tierras a veces exuberantes, cristiano morada de Dios, capaz
otras veces desérticas, sigue cre- de acogerle. Es el Espíritu el que
yendo, sigue percibiendo un lazo da comienzo a la vida espiritual
con el Dios viviente: se siente engendrando al hombre como
testimonio de la presencia y de la hijo de Dios. Las palabras del
ausencia de Dios, oyente de su Padre sobre su Hijo, sumergido en
palabra y de su silencio. las aguas del Jordán, se le repiten
El hombre es un ser quaerens, al cristiano en el bautismo: he aquí
un buscador. Con esta disposición la vida filial, he aquí la vida fraternal
es también capaz de buscar a Dios, con Jesús, he aquí la vida del Espíritu

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en nosotros. Cierto que esta para llegar a ser hijos de Dios
nueva creación que nos aporta el mediante el seguimiento de Cris-
bautismo debe ser luego asumida to en la comunidad de creyentes
y desarrollada por el cristiano, que y en compañia de los seres hu-
debe prepararlo todo en sí para manos: ir a Dios guiados por el
una adquisición coherente del Espíritu Santo.
Espíritu Santo. Pero hay que denunciar tam-
No obstante, hay que velar a bién otra desviación posible hoy
fin de que el encuentro con el en ese camino de la vida espiritual
Dios que viene sea encuentro con cristiana: el de buscar a Dios fián-
el Dios de Abraham, de Isaac, de dose de métodos de iniciación y
Jacob, con el Dios Padre de nues- de prácticas mecánicas. Hemos de
tro Señor Jesucristo, con el Dios estar alerta ante la búsqueda y la
viviente. Está en juego la vida adquisición de técnicas de medi-
espiritual cristiana. Por consi- tación y de ascesis orientales y
guiente, no se trata de buscar una ante la proliferación de escuelas
fusión impersonal con Dios, sino que garantizan un resultado espi-
una vida marcada por la alianza ritual. Cierto que, en la vida es-
como encuentro con una alteri- piritual, son necesarios la ascesis,
dad. Hay mucha voracidad religio- los métodos, el ejercicio. Pero el
sa hoy, incluso en la Iglesia: se que salva, el que lleva a la comu-
busca más la religión que la fe. Se nión con Dios, es el Espíritu Santo
anda en busca de un Dios acce- y no lo que viene del ser humano.
sible inmediatamente, disponible El orgullo humano lleva a consi-
a voluntad.Y se rechaza el arte del derar la vida espiritual como una
encuentro y de la comunicación vida en la que los protagonistas
en la diferencia, en el respeto a somos nosotros, una vida marca-
la alteridad, con una aceptación de da por nuestras obras, por nues-
la distancia y de las distinciones. tros progresos y por nuestros
En definitiva, se rechaza la santi- fallos. Pero en la espiritualidad
dad de Dios. Esa actitud regresiva cristiana resonarán siempre las
y narcisista va en busca de uniones palabras: «Es por gracia que ha-
fusionales, de una unidad holística béis sido salvados» (Ef 2,8); «No
e impersonal. Por esto hay que me elegisteis vosotros a mí; fui yo
decir una y otra vez que en la quien os ha elegido y os ha des-
espiritualidad cristiana el camino tinado para que os pongáis en
no es el de una divinización fácil camino y deis fruto y un fruto que
e impersonal, sino una larga senda dure» (Jn 15,16). Nos hemos de
que arranca de la regeneración guardar, pues, de la tentación
por gracia como nuevas creaturas, pelagiana.
EL HOMBRE
Aquel «Dios todo en todos» Dios expresa su voluntad. Por
de Pablo (1 Co 15,28), si para el esto el ser humano fue creado a
hombre es un sueño, respecto a imagen y semejanza de Dios. Es

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cierto que el ser humano puede acepta «hacer camino en el Espí-
malograr la semejanza con Dios ritu» (Ga 5,16), vivir bajo el se-
por el no reconocimiento del ñorío del Espíritu, ha de vivir la
Creador y por las opciones de Pascua en la que se ofrece a Dios
muerte que hace al desconocer y así se encuentra en él viviendo
el camino de la vida. Pero la «ima- la vida misma de Dios.
gen de Dios» en el ser humano
es inalienable. Inserta en el cora- Un camino de conversión
zón del hombre, constituye una
presencia dinámica, eficaz, que Lo más normal es hoy todavía
reclama constantemente la vuel- que la vida espiritual cristiana la
ta hacia Dios. Hay en Dios como vivan personas que han sido bau-
una pasión, un amor, que quiere al tizadas poco después de nacidas
ser humano ante sí, capaz incluso y cuya fe ha sido trasmitida por
de mantenerse ante él en comu- tradición familiar. A estos cristia-
nión, de modo que podamos nos no los llamamos «converti-
considerar la relación entre Dios dos», pues el término conversión
y el ser humano como una bús- implica un cambio radical, con un
queda mutua, como un amor tan antes y un después. Sin embargo,
auténtico que cada uno es capaz hoy reaparece una categoría de
de sufrir por el otro, como una cristianos que se consideran
nostalgia del encuentro, de la vida «convertidos» o porque, de una
de comunión entre uno y otro. Y, forma imprevisible, han contacta-
para que esto fuese una realidad, do con el Evangelio y han cono-
Dios envió a su Hijo para que se cido a Jesús o porque reempren-
hiciese hombre y para que, prime- den el camino cristiano después de
ro entre los seres humanos, con- un largo exilio de la fe y de la Iglesia
dujese hacia él toda la humanidad o porque han ido madurando su
restituida en la plena «semejan- adhesión al cristianismo.Acaso este
za» gracias a las energías del Espí- hecho ayude a todos los cristianos
ritu Santo, presente en la crea- a comprender la absoluta necesi-
ción. dad, en la vida cristiana, de con-
El camino de vuelta al Padre versión, o sea, de ese giro, de ese
no es otro que la vida espiritual: cambio de mentalidad, de forma
un camino que el ser humano unas de pensar y de obrar.
veces se ha imaginado como una Los profetas reclamaban la
ascensión hacia el cielo –una conversión (teshuvà). El NT arran-
escalera que desde la tierra llega ca con una apremiante invitación
a Dios- y otras como un descenso. a la conversión (metánoia) por
En realidad, se trata de un itine- parte del Bautista y de Jesús (Mc
rario que hay que recorrer y que 1,4.15). También en el comienzo
va desde la desemejanza hasta la de la vida espiritual ha de haber
conformidad con Dios, de un una conversión, que es una vuelta
éxodo que debe ser vivido y que al Dios viviente. Sólo el Espíritu
encuentra su plenitud pascual en Santo puede proporcionar las ener-
la muerte. El ser humano que gías necesarias para esa vuelta.

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Pero el «convertido» ha de vida de conversión en acto». Se
tener en cuenta que pecado, trata de ser dócil a la gracia que
conversión y gracia coexisten en nos atrae y nos salva y de levan-
él. El cristiano tiene siempre tarnos continuamente del pecado
necesidad de conversión. Pero que nos domina. El Espíritu Santo
también siempre encuentra a que está en nosotros no es
aquél que ha venido para hacer únicamente el maestro que nos
posible la vuelta al Padre. No se guía en esa lucha, sino que él
es creyente una vez por todas, mismo lucha en nosotros reno-
sino en el sentido de que hay un vándonos siempre para que, a
acto de adhesión al Señor querido despecho de nuestras contradic-
como definitivo y sellado por el ciones, podemos ser morada de
bautismo, pero que no se ha Dios.
hecho inaccesible al pecado. Vuelta al Dios viviente y ver-
La vida espiritual es, pues, ante dadero, al que nos da la vida, al
todo la vida de un pecador per- que nos ama primero, al que nos
donado. Hay una anécdota sobre atrae hacia sí...
la vida espiritual de los monjes
que vale también para el cristiano: El seguimiento de Jesús, el
«Uno pregunta a un monje ancia- Señor
no: Abba, ¿qué haces aquí en el
desierto? El abba responde: En este camino de vuelta al
nosotros caemos y nos levanta- Padre, el Señor Jesús nos precede.
mos, caemos y nos levantamos, Él nos da a conocer lo que ha
volvemos a caer y volvemos a aprendido del Padre y nos pro-
levantarnos». pone seguirle. Esa palabra -¡sígue-
Ni ilusión, pues, ni idealismo: me!- continúa resonando en el
la vida espiritual cristiana no es corazón de muchos cristianos. En
una incesante subida hacia lo alto, la vida espiritual, se trata de es-
después de haber dicho un no al cuchar esta palabra como una
pecado una vez por todas. Es una llamada muy personal, de captarla
incesante vuelta a Dios, es ese como dirigida a mí y que expresa
arte que consiste en encontrar una forma de seguimiento de
una y otra vez la conformidad con Cristo que se me pide a mí. No
Cristo. Justamente por esto Gre- es una llamada general, imperso-
gorio de Nisa afirmó que el que nal y menos una llamada legitima-
se levanta ha de levantarse una y da por la utilidad de la Iglesia y
otra vez, y que al que corre no de la humanidad... Es siempre un
le faltará nunca espacio para acontecimiento en el que la pa-
correr. En realidad, en la vida labra personalísima del Señor
cristiana se va «de comienzo en Jesús pide que se esté allí donde
comienzo a través de comienzos él está (Mc 3,14; Jn 12,26), que se
que no tienen fin» (máxima anó- le siga adondequiera que vaya.
nima). Así, la vida del cristiano es la
Por consiguiente, la vida espi- vida misma de Jesús. Se trata de
ritual debe ser ante todo «una adoptar la actitud de Jesús (Flp

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2,5), de proceder como él proce- auténtica: la humildad de Dios, su
dió (1 Jn 2,6), de vivir en el mundo amor loco por nosotros, su ca-
en medio de los hermanos «ha- pacidad de sufrir por amor nues-
ciendo el bien» (Hch 10,38), de tro.
vivir y morir como él mismo vivió He aquí por qué la vida espi-
y murió. Entonces la vida espiri- ritual requiere como condición
tual consiste en vivir la existencia que uno asuma el seguimiento día
humana como Jesús la vivió, en tras día, sin retroceder ante la
perfecta obediencia a Dios y en fatiga y el sufrimiento a veces
una extrema fidelidad a la tierra, necesario, en libertad y por amor,
es decir, en el amor sin límites y seducidos por el amor de Dios
sin condiciones. Por esto todos manifestado en Jesús.
los hombres pueden, si quieren, No hay que olvidar que el
vivir en plenitud la vida espiritual, seguimiento sólo puede vivirse a
que no es «otra» vida, que no la luz pascual de la resurrección.
exige salir del mundo ni olvidar Cierto que podemos inspirarnos
la carne débil marcada por el en la existencia humana de Jesús,
pecado, esa carne que es el ser en todas y cada una de sus etapas.
humano, sino que es vivir la vida Pero nuestro acto de fe en él sólo
humana como una obra de arte encuentra su fundamento en la
y que es la obra maestra que Dios resurrección. El seguimiento de
espera de nosotros y que nos ha Jesús no ha de convertirse en
dado en la existencia humana de imitación material y mecánica de
Jesús. «situaciones humanas». Estaría
Habría que repetir hoy que la expuesto al riesgo de buscar
existencia humana de Jesús ha entre los muertos al viviente, lo
sido una existencia buena, una cual, en vez de un crecimiento
existencia vivida en plenitud y para alcanzar su estatura, consti-
-¿por qué no?- una existencia tuiría una regresión.
«feliz», en la que el amor resulta El Espíritu Santo, «compañero
un canto de comunión, la fe una inseparable» (S. Basilio) de Cristo
adhesión día tras día a su propio durante su vida, es también para
ser de creatura ante el Creador, nosotros el que nos acompaña en
la esperanza una convicción hasta el conocimiento de Cristo y en
el fin. El seguimiento de Jesús es su seguimiento, no sólo recordán-
también mirar al cielo e intentar donos sus palabras y sus acciones,
leer sus señales, es amar las flores sino también permitiéndonos vi-
de los campos, sentarse a la mesa vir en comunión con él, «hasta que
llena de gozo de los amigos, es Cristo tome forma» en nosotros
vivir con los demás una aventura (Ga 4,19).
de amistad en la prosecución de
un proyecto común. Cierto que Inhabitación
en el horizonte está la cruz. Pero
a ésta hemos de mirarla a través La inhabitación es el misterio
de Jesús y no a la inversa. Es Jesús de la vida espiritual: «Cristo en
quien en la cruz desvela la gloria vosotros, esperanza de la gloria»

La vida espiritual cristiana 297


(Col 1,27). Mediante el segui- a pensar en esto. Nadie les ha
miento, Cristo ya no es exterior dicho que esto es simplemente la
a nosotros, no es sólo el maestro fe cristiana y que no es cosa de
que hay que seguir ni sólo el que místicos o de cristianos extraor-
nos precede en el camino hacia dinarios. Se trata del «misterio»
el Padre: el está en nosotros. atestiguado en el NT de múltiples
Cristo está presente en lo más formas y por distintos autores. Sí:
profundo de nosotros, en nuestro Cristo vive en el corazón del
corazón. La palabra suya que cristiano (Ga 2,20), llora en el
escuchamos y que permanece en corazón del cristiano, habla en el
nosotros, su cuerpo y su sangre corazón del cristiano (2 Co 13,3)
que se convierten en nuestro y crea la comunión con Dios
cuerpo y nuestra sangre (Jn 6,56) Padre (Jn 14,20; 17,23).
hacen de nuestro propio cuerpo Es evidente que esta «incor-
templo de Dios. Cierto que esa poración en Cristo» y esta incor-
presencia de Cristo hallamos gran poración de Cristo en el cristiano
dificultad en expresarla con pala- es la gran obra del Espíritu Santo,
bras humanas. ¿Cómo expresar «el otro Paráclito» (Jn 14,16), que
esa presencia a la vez fiel y oculta? manifiesta como el fruto del se-
¿Cómo afirmar que él está más en guimiento de Cristo el hecho de
lo hondo de nosotros mismos que que Dios habite en el cristiano y
nosotros mismos? ¿Cómo decir el cristiano en él, es decir, el amor
que él es el esposo al que nos (agape). El Espíritu que inunda
entregamos y a la vez aquél al que nuestros corazones como amor
buscamos sollozando, presas de la (Rn 5,5) hace del cristiano una
nostalgia de contemplar su ros- zarza ardiente. A través de ese
tro? Sólo un lenguaje contradic- amor deberían poder percibir
torio, el lenguaje del amor, puede todos los hombres el Espíritu que
esbozarlo, pero no explicarlo. habita en nosotros. «Interroga tus
El cristiano no es, pues, sólo entrañas: si están llenas de amor
uno que intenta hacer la voluntad es que tienes el Espíritu de Dios
de Dios. Por encima de todo, él en ti» (San Agustin).
es aquél que mide la calidad de Es así como se participa de la
su fe por el reconocimiento de la perichóresis trinitaria, del flujo y
gracia de Dios que hay en él. A reflujo del amor en un amor total
la joven comunidad de Corinto, le y vivo, y es así también cómo este
pide Pablo que se examine: «Po- amor se expande por toda la
neos a prueba a ver si os man- humanidad: el amor con que el
tenéis en la fe, someteos a exa- Padre ha amado al Hijo está en
men. ¿No tenéis conciencia de el Hijo y está en nosotros, porque
que Cristo habita en vosotros?» el Hijo está en nosotros. (Jn 17,26)
(2 Co 13,5). Mantenerse en la fe No es posible hablar de esa
cristiana es, para Pablo, tener esa realidad indecible en términos
conciencia. Luego esa conciencia convincentes. Sólo el martirio da
es esencial en la vida espiritual. testimonio de esa posibilidad,
Muchos cristianos no se atreven pues atestigua que el amor vivido

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por Cristo es un amor hasta el definitiva: «Uno se convierte en
extremo, que el cristiano puede Dios, a excepción de la identidad
vivir por gracia. La muerte del de naturaleza».
mártir puede vivirse como una Dios todo en todos: comunión
Pascua y el don de su vida por los definitiva entre todos los hom-
hermanos es un motivo por el que bres salvados, amor que transfi-
vale la pena morir. En la hora de gura todo el cosmos.
su martirio ¿no dirá santa Felici- Hoy el Occidente, respirando
dad: «Es Cristo el que sufre en de nuevo a pleno pulmón y be-
mí»? neficiándose de la gran tradición
espiritual del Oriente cristiano,
Divinización no experimenta ya esta concep-
ción como ajena y medita sobre
El término de vida espiritual ha las palabras del Apóstol Pedro que
sido expresado de muchas mane- habla de participación en la natu-
ras. Al Oriente le gusta decir que raleza divina ( 2 P 1,4). Pero hay
el término es la adquisición del que reconocer que, en su tradi-
Espíritu Santo o la divinización. ción, prefiere ver el término de
Desde Atanasio el adagio es el la vida espiritual en la imitación
siguiente: «Dios se ha hecho de Cristo, en el hecho de seguirle
hombre para que el hombre se hasta la cruz y la resurrección.
haga Dios». Y en la tradición El Oriente pone el acento en
monástica se hace énfasis sobre la obra del Espíritu Santo. Mien-
el hecho de que esto es posible tras que el Occidente insiste en
gracias a la adquisición del Espíritu la atracción de Cristo crucificado.
Santo. El cristiano se hace stauró- La espiritualidad oriental se inter-
foro (portador de la cruz) para preta como el resplandor de la
convertirse en pneumatóforo transfiguración sobre el rostro
(portador del Espíritu) hasta del santo. La espiritualidad occi-
participar en la naturaleza divina dental se interpreta como la
(2 P 1,4). conformidad del santo que llega
Nos hallamos, pues, frente a lo a ser «muy semejante» a Cristo.
inefable, a lo imposible para el Basta comparar la muerte de
hombre y para sus propias fuer- Antonio, padre de los monjes,
zas: la théosis o divinización, que cuyo rostro se volvió luminoso
acontece en nosotros por obra gracias a las energías de la trans-
del Espíritu Santo. El sueño de figuración, con el don de los
Prometeo y de Adán –llegar a ser estigmas hecho a Francisco de
Dios- el deseo que reside en el Asís, para mostrar su semejanza
ser humano, se realiza no median- con Cristo crucificado.
te un robo, sino por el don de La vida espiritual cristiana es
Dios y participando en el amor única en su esencia y en su origen
de Dios, porque Dios es amor. Por –el Espíritu Santo-, es diferente en
supuesto que la creatura no se sus formas y única en su término:
convierte en el Creador. Máximo la salvación obtenida por el segui-
Confesor lo precisa de forma miento de Cristo gracias a las

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energías del Espíritu Santo. Aquí mino hacia el martirio, como una
y allí resuena la misma voz, la que agua viva que murmura en mí:
oyó Ignacio de Antioquía de ca- «Ven hacia el Padre».
Tradujo y condensó: MÀRIUS SALA

El Papa Juan XXIII y Taizé

Con motivo de la beatificación de Juan XXIII en Roma, no puedo olvidar


el momento de su muerte en 1963. Iba con mis hermanos a la oración vespertina.
Y en lo más profundo de mi ser brotaba una pregunta: ¿qué sería de Taizé sin
Juan XXIII?
Durante la visita a Taizé el 5 de octubre de 1986, Juan Pablo II recordó el
amor que su predecesor tenía por nuestra comunidad de tal manera que suscitó
nuestra gratitud: «Quisiera expresaros mi afecto y mi confianza con estas sencillas
palabras con las que Juan XXIII, que tanto os amaba, saludó un día al hermano
Roger: «¡Ah, Taizé, esa pequeña primavera!».Y Juan Pablo comentaba: «Mi deseo
es que el Señor os guarde como una primavera que irrumpe y que os guarde
pequeños, en la alegría evangélica y en la transparencia del amor fraterno».
Fue el cardenal Gerlier, de Lyon, quien, en 1958, tomó la iniciativa de
presentarnos a Juan XXIII, apenas elegido Papa. Deseando depositar en su corazón
la cuestión de la reconciliación de los cristianos, el cardenal pidió a Juan XXIII
que su primera audiencia fuera para Taizé. ¿Por qué con tanta rapidez? El Papa
era mayor, explicó el cardenal. Era importante que se acordara de lo que le
diríamos. Juan XXIII aceptó, «con la condición de que no me hagan preguntas
demasiado difíciles», precisó. Y, en efecto, nos recibió enseguida de iniciar su
pontificado, durante la primera mañana en que concedió audiencias privadas.
El Papa se mostró atento a todo lo que se refería a la reconciliación y terminó
la entrevista pidiéndonos que volviéramos a verle. A partir de este primer
encuentro, el Papa nos comunicó un impulso inesperado. A principios del año
1959, Juan XXIII anunció un concilio, «donde no se haría un proceso histórico».
Tenía la intuición de que un concilio así podría abrir caminos de reconciliación
entre cristianos. Estuvimos muy agradecidos cuando comprendimos que deseaba
nuestra presencia como observadores en ese concilio. Recuerdo el día en que
llegó la carta: ser invitados a participar en esa búsqueda ¡era un regalo de Dios!(...).
Nuestro último encuentro tuvo lugar el 25 de febrero de 1963. Estaba yo
con mis hermanos Max y Alain. Con un cáncer avanzado y con 82 años, el Santo
Padre sabía que su muerte estaba próxima y nos lo avisaron. Se nos dijo que
nuestra audiencia sería fijada un día en que Juan XXIII no sufriera, un día en
que descansara y en que sólo tuviera que recibirnos a nosotros. Esta audiencia
tuvo una duración inhabitual. Conscientes de que no le veríamos más, espe-
rábamos oír de él un testamento espiritual. Juan XXIII tenía el deseo de que
estuviéramos serenos en lo que concernía al futuro de nuestra comunidad.
Haciendo círculos con sus manos, precisó: «La Iglesia está hecha de círculos
concéntricos, cada vez más grandes, cada vez más grandes»

FRÈRE ROGER, fundador y prior del monasterio de Taizé, La Vanguardia


3.09.2000, pág. 48.

300 Enzo Bianchi

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