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El amor a la verdad (11 )

Abramos con cuidado la puerta del aula y escucharemos el diálogo de Tomas de Aquino con un
alumno que se siente perplejo:

—“Maestro; ¿Cómo podemos saber qué es la verdad? Conozco a un hombre que duda de todo.
—“Es imposible. No podéis conocer a un hombre así. Un hombre que dudase de todo tendría
que dudar también de que duda de todo. Tendría que dudar hasta de su propia existencia, lo que
no le permitiría dudar... Y tendría que admitir que su vida es una constante contradicción,
porque dudando de que existan alimentos, comería; dudando de que exista el sueño, dormiría...
La postura del escéptico total es completamente absurda. Por eso, tales escépticos no existen en
realidad. Hay, desde luego, personas que pretenden que es imposible conocer la verdad, pero es
porque reconocer que la verdad existe les llevaría a sentirse obligados moralmente. Poncio
Pilato preguntó: "¿qué es la verdad?" Decía no saberlo, pero, acto seguido, condenó a muerte a
un Hombre cuya inocencia él mismo había proclamado...
—“Maestro: ¿Cómo definiría la verdad?
—“La verdad es la adecuación o conformidad entre la visión intelectual y el objeto considerado.
El error, la no conformidad.
—“Pero, ¿podemos conocer la verdad total?
—“No. Sólo Dios —dijo fray Tomás, como si lamentase tener que decirlo—. Pero eso no quiere
decir que nuestro conocimiento, aunque sea parcial, tenga que ser falso”.

De este dialogo que sostuvo Tomas de Aquino con su alumno, ¿Qué podemos deducir?.

¿Cómo entiendes el concepto tomista de verdad?

¿Cómo comprendes la afirmación un tanto lamentable de que no podemos conocer la verdad


total?

En nuestro mundo muchos nos presentan la oferta de la “Verdad” ¿Cual será tu reacción frente a
esas suposiciones?

Construye y argumenta un concepto propio sobre la verdad.

La realidad actual sobre la verdad se parece al siguiente cuento: “Érase una vez un pueblecito
perdido en el desierto. Todos sus vecinos eran ciegos. Un gran rey pasó por la comarca,
seguido de su ejército. Montaba un elefante. Los ciegos se enteraron, y habiendo oído hablar
mucho de los elefantes, los movió el deseo de tocarlo para hacerse una idea de qué es un
elefante. Doce Ancianos y Notables del pueblo se pusieron en camino con este objetivo: «Rey»,
dijeron, «os suplicamos que nos concedáis venia para palpar el elefante». «Os la concedo»,
respondió el rey; ¡podéis palparlo!.

Uno palpó la trompa, otro la pierna, éste la espalda, aquél las orejas, e incluso hubo uno que,
por licencia especial del rey, montó sobre la bestia y se paseó. Los doce ciegos volvieron
entusiasmados a su pueblo. Los otros los rodearon, preguntándoles, muertos de intriga, qué
tipo de bestia era un elefante. El primero dijo: «Es un tubo enorme, que se alza con fuerza, se
enrosca y, ay de ti si te pilla!». Otro afirmó: «Es una columna peluda». El tercero: «Es como
una pared de un castillo». El que había palpado la oreja: «Es como un tapiz muy grueso, de
tejido grosero, que se mueve cuando lo tocas». Y el último exclamó: «¿Es que chocheáis? Es
una montaña que se pasea!”.

Menciona cinco verdades fundamentales del ser humano y habla un poco de cada una de ellas.

Consulta sobre: Los Universales.

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