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Introducción
La historia de la Compañía Corocoro de Bolivia representa un campo fértil
para el estudio del impacto modernizador provocado por la transferencia, no sólo de
capitales chilenos al país vecino, sino de un know-how de procedimientos
institucionales, administrativos y financieros, todos ellos innovadores para el
contexto boliviano. Sin embargo, el proceso no fue de vía única. La Corocoro operó
en el contexto de una realidad compleja y bifronte –la de las comunidades indígenas
de la región. Éstas, si bien ya se hallaban, desde mucho antes, penetradas por
relaciones mercantiles en virtud de los contactos que, intermitentemente, mantenían
con el mercado para la satisfacción de algunas de sus necesidades, todavía
preservaban la mayor parte de su existencia enraizada en sus tradiciones
ancestrales, todas vinculadas, de una forma u otra, a su quehacer principal, la
agricultura, cuyo calendario casi nunca estuvo en sintonía con las exigencias de la
racionalidad empresarial.2 Así, los administradores de Cororoco, en el afán de
implementar sus planes, tuvieron que avenirse y con los usos locales y transar con
intereses de toda índole para imprimirle, finalmente, una marcha regular a la
empresa.
Sobre el trasfondo de este panorama, analizaré en esta presentación el
carácter institucional de la empresa y el perfil social de sus accionistas, buscando
identificar las instancias en las que el poder político fue funcional a la consecución
de fines económicos así como los modos de su ejercicio. Antes de entrar en tema
hagamos una breve referencia a la trayectoria económica de la Compañía Corocoro
de Bolivia.
1 Esta investigación es parte del Proyecto Fondecyt N°2990033, patrocinado por la Comisión Nacional de
Investigación Científica y Tecnológica, CONICYT, Chile.
2 Sobre mercados internos y regionales en Bolivia ver, Antonio Mitre, El monedero de los Andes: región
económica y moneda boliviana en el siglo XIX, HISBOL, La Paz, 1986; Erick Langer, “Espacios coloniales y
economías nacionales: Bolivia y el norte argentino, 1810-1930” en Siglo XIX: Revista de Historia, Enero 1987,
p. 305-322; Tristan Platt, Estado tributario y librecambio en Potosí (siglo XIX): mercado indígena, proyecto
proteccionista y lucha de ideologías monetarias, HISBOL, La Paz, 1986.
La Compañía Corocoro de Bolivia fue organizada con capitales chilenos en
1873, en Santiago de Chile y operó hasta 1923 dedicada a la explotación del cobre
en Pacajes, provincia del Departamento de La Paz, Bolivia. 3 Durante sus cincuenta
años de funcionamiento, descontando el sexenio 1879-1884, cuando estuvo
confiscada como consecuencia de la Guerra del Pacífico, exportó cerca de 73.000
toneladas de cobre fino en barrilla (con ley promedio de 85%), igual al 36% del total
boliviano durante su funcionamiento. El promedio anual giró alrededor de 1.460
toneladas muy superior al de cualquier otra empresa cuprífera de ese país.
Exceptuando el período inicial 1873-1884, cuando la ley de los minerales extraídos
se situó entre 9% y 6% y el precio internacional de la tonelada de cobre se mantuvo
alto, en torno a 75 libras, la empresa trabajó con minerales de ley decreciente,
promedio de 3,37% y, hasta 1915, con precios deprimidos promedio de 57 libras por
tonelada. Aún así, los balances de la empresa registraron altas tasas de utilidad y, a
lo largo de cinco décadas, se distribuyeron dividendos por un total de £742.513,1-
suma que representa más de siete veces el valor de su compra. Y, sin embargo,
resultado tan positivo no redundó en la realización de obras que comprometieran la
aplicación de grandes recursos de capital.
3 La compañía Corocoro es una empresa cuya trayectoria puede ser acompañada, paso a paso, mes a mes, a lo
largo de 50 años, gracias a la riqueza de la documentación conservada integralmente en Santiago por la señora
Carmen Sundt, hija de don Alfredo Sundt, ingeniero que ejerció el cargo de administrador de la empresa, de
1911 a 1923. Este acervo –excepcional en el contexto latinoamericano- contiene los informes enviados
semanalmente durante medio siglo por la administración de la compañía a la gerencia en Santiago y la
correspondencia que ésta mantuvo con Corocoro. El espectro temporal cubierto por la documentación, y la
ininterrumpida periodicidad de la misma, ofrecen una inmejorable oportunidad para identificar las causas
responsables por la longevidad y rentabilidad de dicha empresa minera y, a un nivel más amplio, estudiar las
formas que asumió la modernización capitalista en la región andina. Aprovecho, una vez más, para agradecer la
enorme generosidad de la familia Larraín-Sundt que no sólo me ha brindado la oportunidad de revisar con
minuciosidad el Archivo Sundt, sino, y algo mucho más valioso, me ha honrado con su inapreciable amistad.
parte de las acciones y su miembro más conspicuo, Juan Francisco Rivas, concentró
extraordinario poder al controlar el 40% de las mismas y ocupar, consecuentemente,
el cargo más encumbrado de la pirámide: la presidencia de la Compañía. 4 Desde
esa posición, presidió el Consejo Directivo y la Junta General de Accionistas por
más de 25 años, conservando, de esa manera, la capacidad de decisión final sobre
la mayor parte de las políticas implementadas en relación a la empresa.5
En la cúpula de la estructura jerárquica se hallaba el Consejo Directivo,
formado por cuatro miembros consejeros y un secretario, presididos por un director o
presidente, elegido por sus pares. Sus miembros se reunían al menos dos veces por
año, si bien que, a partir de 1896 y hasta 1925, lo hicieron con mucho mayor
asiduidad, llegando a congregarse, en varios años, más de 7 veces. Al identificar las
razones del extraordinario aumento de las convocatorias, se constata que las
situaciones que las motivaron no fueron muy distintas de las que tuvo que enfrentar
el Consejo Directivo anteriormente: fallecimiento de uno de sus miembros,
nombramiento de gerente administrador, evaluación de posibilidad de venta de la
empresa y otras circunstancias. Sin embargo, lo que parece haber cambiado es el
grado de urgencia en las respuestas que había que dar en un mundo donde la
velocidad y el volumen de las informaciones eran considerablemente mayores a las
del período anterior.
Concernía al Consejo Directivo analizar balances que serían presentados a la
Junta General Ordinaria de Accionistas y la decisión de repartir dividendos y
gratificaciones; ratificar los acuerdos firmados por el Presidente del Consejo
Directivo; designar el gerente en Corocoro y los empleados superiores de la
Compañía (tratándose del personal en Bolivia, usualmente se adoptaban las
sugerencias del administrador en el asiento minero); estudiar y aprobar los grandes
proyectos mineros propuestos por la gerencia en Corocoro; evaluar propuestas de
consignación de minerales; proponer nombres para cargos vacantes en el Consejo
Cuadro N°1
Ramón Rivas R.
(+)Julia Freire
Mercedes Rivas R.
Juan Fco. Rivas 400 (13) (+)Guillermo Subercaseaux Pérez
(+)Trinidad Ramírez
Inés Rivas
(+)Rodolfo Errázuriz Mackenna
Francisco Rivas
(+)Nieves Cruz 100 Trinidad Rivas R.
(+)José Riesco
Los números indican las acciones que poseían los accionistas en 1873, y los señalados entre
paréntesis son acciones que se recibieron por herencia.
(+) En algunos caso se indican los matrimonios
Los nombres subrayados señalan a miembros del Consejo Directivo de la Compañía Corocoro de
Bolivia.
Fuente: Archivo Sundt.
Cuadro N°3
Ejemplos de la dispersión accionaria en la Compañía Corocoro de Bolivia
7 Archivo Sundt, (en adelante, A.S.) Libro de Actas de Sesiones del Consejo Directivo de la Compañía
Corocoro de Bolivia, reunión del Consejo Directivo de la Compañía, 15 de diciembre de 1879 y sesión de Junta
General de Accionistas, 12 de mayo de 1924.
vasta descendencia fue un factor que conspiró contra la continuidad de la empresa
en manos chilenas.8
Desde un punto de vista socioeconómico, los miembros fundadores y sus
descendientes hicieron parte importante de la elite chilena. Contrario a lo que
sucedió con las inversiones de Chile en Caracoles, la presencia de extranjeros o
nacionalizados fue prácticamente nula en la Corocoro, donde los apellidos de los
socios, exceptuando el de Guillermo Swinburn, revelan una raigambre hispánica
tradicional.9
De 18 directores de la Compañía, 8 fueron abogados, 3 ingenieros, 4
hacendados, y 3 comerciantes, y su presidente, Juan Francisco Rivas, la
representación más acabada del empresario de aquella época, al reunir en su
persona actividades industriales, agrícolas, mineras y comerciales. Es plausible que
las actividades agrarias y mercantiles fueran el origen del grueso de los capitales
aportados para organizar empresas en Bolivia, no sólo en Corocoro, ya que 14 de
ellos poseían intereses también en otras minas de aquel país, sobre todo,
Huanchaca, Oruro y Llallagua, además de participar en un número considerable de
sociedades anónimas chilenas y ocupar cargos directivos en ambos espacios. 10
Como es de la índole de la sociedad oligárquica de aquella época, la fuerza
económica de este grupo tuvo su traducción inmediata en el ámbito político. No
menos de doce participaron activamente en la vida pública ejerciendo distintos
cargos, entre los cuales el más frecuente fue el de diputado o senador en sucesivos
mandatos. Cinco ejercieron el cargo de ministros de Hacienda y dos de ellos lo
hicieron cuando se desempeñaban simultáneamente como directores de la empresa
de Corocoro. (Ver Anexo °1)
La activa participación de los miembros del Consejo en la alta política de
Chile, fue un hecho fundamental para la empresa, que en diversas ocasiones
recurrió a esa influencia para facilitar la marcha de la Compañía, casi siempre a
partir de solicitudes emanadas de la gerencia en Corocoro.
Las intervenciones de la Directiva en tal sentido, se realizaban activando
lazos familiares y de amistad en dos frentes donde su eficacia podía ser mayor, a
37 En el artículo tercero del Tratado de 1904 celebrado entre las repúblicas de Chile y Bolivia, que se firmó en
Santiago el 20 de octubre de 1904, se estableció la unión del puerto de Arica con el Alto de La Paz a través de
un ferrocarril cuya construcción estaría a cargo del Gobierno de Chile. La sección boliviana se traspasaría a
Bolivia quince años después de estar totalmente terminado. El ferrocarril fue inaugurado el 13 de mayo de 1913
y tuvo un recorrido total de cuatrocientos treinta y ocho kilómetros.
38 Fue inaugurado en enero de 1857. Su concesión fue otorgada por el gobierno de Lima a José Hegan y a su
empresa Hegan y Cía. de Valparaíso, posteriormente llamada Casa Harris, Worth y Cía. Dos años después pasó
a manos de la Arica &Tacna Railway Company. Desde Tacna, un camino de herradura de treinta y cuatro leguas
(190 kms) conducía a la frontera boliviana pasando por Calama, Pachía, Palca y La Portada. Ya en tiempos de la
colonia este camino era intensamente frecuentado por las caravanas que transportaban el azogue a las minas de
Potosí.
39 A.S; 30 de junio de 1876, 11 de agosto de 1876. Al utilizar la ruta Puno-Mollendo, las barrillas de la
Compañía eran trasladadas en llamas hasta el río Desaguadero, luego de navegarlo y de recorrer una pequeña
ruta terrestre llegaban hasta el puerto de Guaqui en donde eran puesta a bordo de vapores que cruzaban el Lago
Titicaca hasta la estación del ferrocarril en Puno. El recorrido total era de 150 leguas (835 kms
aproximadamente).
40 A.S., 9 de marzo de 1877.
7
por la imposición de nuevos gravámenes en el Perú sobre las cargas que
ingresaban de Bolivia. Las protestas orquestadas en conjunto por las casas mineras
de Corocoro, pidiendo la rebaja en los fletes, no tuvieron éxito.41 En razón de tales
inconvenientes, la utilización de aquella ruta se fue tornando cada vez más onerosa
para la Compañía chilena.42
De tal magnitud y frecuencia eran los escollos que dificultaban la remisión de
barrilla a la costa que la noticia, divulgada a principios del siglo XX, de que Chile y
Bolivia habían comenzado a negociar un tratado de paz definitivo, fue acogida por el
gerente de la Corocoro como la gran solución a los problemas del transporte ya que
incluía la idea de un ferrocarril que paliase la condición mediterránea del país
derrotado en la guerra. Según su pronóstico, transmitido a Juan Francisco Rivas
para que lo difundiera entre los políticos del Mapocho, la nueva vía abriría un amplio
espacio para la expansión de la hegemonía chilena también en el ámbito comercial:
“como amigo de los hombres públicos de Chile, hacerles ver la imperiosa
necesidad del ferrocarril de Tacna a La Paz, el cual nos abrirá horizontes
comerciales no soñados por nuestros ofuscados políticos y matará la tendencia
argentina de prolongar sus ferrocarriles al riñón mismo de Bolivia, para
disputarnos las riquezas de su suelo privilegiado por más de un concepto...” 43
El gerente concluía su informe trasmitiendo los recados del negociador
chileno en La Paz, Abraham Köning, que aconsejaba la conveniencia de
contratar, como abogado de la Compañía, al destacado político boliviano
Fernando Guachalla, a quien consideraba como “su principal cooperador" en
las negociaciones sobre el nuevo tratado. Además, Köning solicitaba que
tanto Juan Francisco Rivas como sus "numerosos amigos" en Santiago
accionasen sus vínculos de amistad con los futuros parlamentarios del
Congreso boliviano, de modo a realizar una "labor anticipada" que le
facilitase el logro de sus objetivos.44 De esa forma, empresa y Estado se
daban la mano para allanar, mancomunadamente, sus respectivos caminos.
Tiempo después, en cuanto se reanudaron las conversaciones diplomáticas,
el gerente de la empresa, Antenor Martínez, transmitía a Santiago la solicitud del
Ministro de Chile en Bolivia, Sr. Mathieu, para que Juan Francisco Rivas considerase
50 Ian Thomson yD. Angerstein, Historia del ferrocarril en Chile, DIBAM, Santiago de Chile, 2000,p.220.
51 op.cit, p. 229
52 Ibidem.
53 A.S.; 29 de junio de 1915, 6 de julio de 1915. Por la escasa internación hacia Corocoro, los fletes era hasta
50% más altos que los de las compañías estañíferas que embarcaban en Viacha.
54 A.S.; 13 de junio de 1913.
55 A.S.; 23 de noviembre de 1914.
0
Santiago, el Ministro de Obras Públicas le había llamado la atención más de una
vez. Valle, a pesar de todo, se mostraba intransigente y expresaba que, mientras él
fuese el Administrador del Ferrocarril, no subiría “un solo carro vacío desde Arica
porque no conviene...”. Sin embargo, planteaba como solución que Juan Francisco
Rivas se empeñase, junto al gobierno de Chile, “a fin de que le den siquiera una
locomotora de cremallera del ferrocarril longitudinal”, aclarando que la falta de estas
locomotoras era, en parte, responsable por la dificultad del transporte.56 Para la
empresa era cada vez más premiosa la necesidad de solucionar el problema, ya que
la explotación de yanabarras, de gran aceptación en el mercado en Estados Unidos,
había hecho con que la cantidad de mineral exportable fuese “tres veces más” de lo
que el ferrocarril podía llevar. Para aprovechar el aumento de la demanda mundial y
el buen precio del cobre, la Compañía debía competir, además, con sus rivales en el
asiento. Y, bajo tales circunstancias, se esperaba que la presión que el directorio
podía ejercer desde Santiago para que se diera preferencia en el despacho a la
Corocoro sobre la otra empresa cuprífera, la Unificada, modificaría el resultado. 57 En
realidad, surtió algún efecto. El encargado del ferrocarril envío semanalmente,
desde mediados de 1915, catorce carros vacíos a Corocoro, aunque distribuidos por
58
igual entre la Corocoro y la Unificada. Pero el alivio mayor se produjo cuando
Patiño y la Llallagua desistieron de seguir exportando su carga por la línea de Arica;
esa decisión provocó inmediatamente una relativa abundancia de carros y
contribuyó a que la Corocoro pudiese triplicar su exportación de mineral. 59
Si bien las quejas continuaron de parte a parte, desde entonces, se estableció
una especie de pacto de colaboración entre la Corocoro y la administración del
ferrocarril. El resultado fue la acción concertada para el logro de sus respectivos
interés particulares: la primera necesitaba que mejorasen los servicios de la línea y a
Valle le resultaba más expedito pedir los recursos, indispensable para ese fin, a
través del presidente de la Compañía y sus directivos. Desde Santiago, Juan
Francisco Rivas demostró siempre una viva preocupación por el problema del
ferrocarril y, en carta a Alfredo Sundt, gerente de la Corocoro, dejaba constancia de