Sei sulla pagina 1di 5

Autor: Monseñor Fernando Chomali

Fecha: 12/08/2010
Pais :Chile
Ciudad: Santiago

Propuestas para actualizar el mensaje cristiano en los temas vinculados a la vida, el

matrimonio y la familia en perspectivas de líneas de acción

Conferencia de Monseñor Fernando Chomali, Obispo Auxiliar de Santiago, en el Seminario "Políticas


de salud reproductiva y de educación sexual. Derechos y deberes de los padres de familia",
organizada por el Consejo Episcopal de Latinoamerica (CELAM), de

Mons. Fernando Chomali


Obispo auxiliar de Santiago
Ciudad de México agosto 2010

Introducción

Para comprender los desafíos que la ciencias médicas le plantean a la sociedad y la Iglesia hay que mirar
cuál es el sentido de la actividad del hombre en el mundo, cuál es el sentido de la ciencia y cuál es
sentido de la medicina. Nuestra lectura es teológica conscientes que para conocer al hombre integral hay
que conocer a Dios. Desde allí será posible un mensaje cristiano que se traduzca en líneas de acción
concretas que beneficien a la familia y muevan a las personas a defender la vida desde el momento de la
concepción hasta su muerte natural.

Consideraciones previas

Dios crea por amor al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, siendo la creación del hombre un
don gratuito que encuentra su explicación única y exclusivamente en el amor de Dios. Dios al crear al
hombre le da una tarea, así el don se convierte en una tarea, una vocación, que encuentra su
culminación en el matrimonio y en el trabajo. El hombre es responsable de la creación, de hacer un lugar
digno del hombre y de Dios, pero sobre todo el hombre es responsable del propio hombre. De no
dañarlo, hacer el bien posible, promoverlo para que crezca en virtud de su humanidad.

Dios quiere que el hombre tenga vida y la tenga en abundancia. Este anhelo de Dios vale para todo
hombre y para todos los hombres. La vida es un don tan grande que bajo todas las circunstancias
merece ser respetada.

El hombre en cuanto ser espiritual es un ser racional y libre y trascendente, se cuestiona acerca de su
existencia en el mundo y estas preguntas lo llevan a investigar, a conocer. El hombre tiene un gran
anhelo de conocer la verdad respecto de sí mismo, de los demás y de Dios siendo este conocimiento
fuente de alegría, de gozo interior que lo lleva a la contemplación.
En una perspectiva teológica el descanso es justamente la posibilidad de contemplar la labor realizada,
de agradecer. La actividad del hombre en el mundo que se sitúa y se orienta en esta perspectiva es una
bendición muy grande. El conocimiento científico que se pone en esta perspectiva es un bien inmenso
porque ayuda a que el hombre se desarrollo como tal y venza todo aquello que le impide tal desarrollo.
Saber para servir y no para manipular.

Algunas conclusiones importantes

Podemos concluir que la ciencia es un bien, es la muestra de la genialidad del hombre, tiene un método
que le es propio y goza de una legítima autonomía. La Iglesia lo promueve a través de sus escuelas,
colegios, universidades y academias varias. Cuando la ciencia procede con el método adecuado y tiene
clara la primacía de la ética por sobre ella es una ayuda al hombre. El problema está cuando se convierte
en fuente de poder de los más fuertes en contra de los más débiles y no de servicio a la humanidad que
le permita pasar de situaciones menos humanas a situaciones más humanas en lo que a su vida se
refiere.

Toda la realidad creada por Dios tiene una verdad, una belleza y una bondad propias que han sido
creadas por Dios y al hombre le corresponde conocer y descubrir. Este trabajo científico no es por sí
mismo fuente de enriquecimiento para el hombre, lo es en la medida que lo haga crecer en su humanidad.

La ciencia proporciona las condiciones para generar más justicia, más fraternidad y más bien genuino
para el hombre. Ha de ser analizada críticamente en virtud de nuestra racionalidad que es científica y
ética a la vez. Mirar el aspecto ético de las posibilidades que ofrece la tecnología, aplicada en el hombre
es una urgencia que debemos asumir con mucha responsabilidad y competencia debido a los nuevos
desafíos que se plantean.

Los desafíos que presenta la ciencia moderna

Entre los desafíos que presenta la ciencia encontramos un mayor conocimiento de las estructuras más
elementales del ser humano: lo que implica alterar y controlar aspectos tan fundamentales para el
hombre como lo es el principio y el fin de la vida. Los dilemas éticos a los que se ve enfrentado el hombre
moderno son cada vez más complejos debido a las nuevas posibilidades que ofrece la medicina
moderna. Hacer este examen o no. Conectar a una persona a un respirador o no.

Una difundida mentalidad cientista que reconoce como válido únicamente los conocimientos que
provienen de la ciencias exactas y que ha llevado a la lógica de que todo cuanto se puede hacer se debe
hacer olvidando otras dimensiones del hombre como lo son su dimensión espiritual y trascendente, así
como el reconocimiento de que otras ciencias puedan hacer un aporte importante en la búsqueda de la
verdad. A ello hay que sumarle un paulatino proceso de tergiversación del sentido del trabajo humano.
Nos recuerda el Concilio Vaticano II:
“La Sagrada Escritura, enseña a la familia humana que el progreso humano, que es un gran bien para el
hombre, lleva consigo, una gran tentación; la de que los individuos y los grupos, turbada la jerarquía de
los valores y mezclado el bien con el mal, miren sólo sus intereses propios y no los de los demás. Lo que
hace que el mundo no sea ya un espacio de verdadera fraternidad, mientras el poder acrecentado de la
humanidad amenaza con destruir al propio género humano” GS 37.
En efecto apreciamos que en muchos aspectos los conocimientos adquiridos no se han puesto al servicio
de la vida del hombre -cultura de la vida- sino que más bien al servicio de la muerte -cultura de la
muerte-. No se han puesto al servicio de la vida sino que al de otros intereses políticos, ideológicos e
incluso económicos.
Los ejemplos abundan y cito algunos:

•40 a 50 millones de abortos legalizados con fondos de los estados al año en el mundo
•El diagnóstico prenatal realizado con la finalidad de que si el concebido viene con alguna enfermedad o
malformación sea abortado, lo que no es más que una actitud eugenésica
•la reproducción artificial que ha provocado la eliminación de millones de seres humanos en sus
primeros días de vida, así como la crioconservación de muchos de ellos
•La contracepción incluso bajo la forma de aborto
•El control de la natalidad en la que se supedita la ayuda económica de los países pobres a rígidas
políticas antinatalistas
•La injusta distribución de los recursos y el personal de salud, que ha hecho que hayan zonas con un
médico cada 300 habitantes y otros uno cada 30000 habitantes
•La manipulación a la que pueden ser sometidos los seres humanos con las nuevas posibilidades que
ofrece la ingeniería genética
•Ello en un contexto de pauperización del matrimonio y de el desconocimiento de la ley natural en la cual
el hombre y la mujer son de suyo complementarios, están llamados a amarse, procrear y educar a sus
hijos, y es ahí desde se funda la familia, célula fundamental de la sociedad.

Hacia una cultura de la vida

El anuncio de una cultura de la vida por parte de la Iglesia Católica y todos los hombres de buena
voluntad implica tener mucha claridad respecto de algunos puntos antropológicos y éticos por constituir
un fundamento sólido para refundar una ciencia y una medicina al servicio del hombre. Los nombro:
Volver a reconocer el valor del hombre en cuanto la única creatura que Dios ha querido por sí misma que
difiere sustancialmente de las demás creatura, que es la culminación de la creación y que su dignidad
radica exclusivamente en el hecho de existir, de ser y no en el valor que los demás le atribuyen. Ello
significa que es siempre un fin en sí mismo y nunca un medio para otro fin que no sea su propio bien, por
muy noble que sea. Tiene derechos inalienables que le vienen exclusivamente por el hecho de ser
persona, entre ellos el derecho a la vida es el primero y fundamental y desde el cual surgen todos los
demás derechos. Nada justifica la eliminación deliberada de un ser humano porque la vida es sagrada y
en cuanto tal ha de ser respetada Ni el Estado, ni organización alguna, ni motivo alguno puede
prevalecer por sobre la vida de los seres humanos desde el momento de la concepción hasta la muerte
natural.

El ser humano se ha de comprender integralmente. Ello significa que no puede quedar reducido a un
conjunto de células perfectamente organizadas o pura materia ya que el ser humano es un ser corporal y
espiritual, es cuerpo espiritualizado, espíritu encarnado y la dignidad del ser humano radica en su
naturaleza de orden espiritual, que lo hace sustancialmente diverso al resto de la creación. Urge insistir
en el hombre como una realidad unitaria en su condición corporal y espiritual. Además, sobre esta base
será posible recuperar el sentido más profundo de la sexualidad humana como un don de la persona
dado y recibido.

Cuando se actúa sobre el cuerpo de una persona se toca a la persona misma en virtud de esta unidad
sustancial. Ello significa que respetar a la persona implica también respetar su cuerpo. No puede ser
fuente de manipulación a tal punto de no respetar que no respeta su libertad, su integridad física y
sicológica y su identidad corporal y espiritual.

La procreación de una persona requiere ética y metafísicamente que sea el resultado de una relación
conyugal, es decir fruto del amor esponsal. Esto significa que el hijo es un don y no un derecho. El hijo ha
de ser acogido en virtud de la dignidad que lleva y no puede ser considerado un estorbo o un peligro a
evitar. Lamentablemente hoy se trabaja con mucho ahínco para crear productos químicos que separen
la sexualidad de la procreación, lo que ha llevado a la banalización de la sexualidad que ha dejado de ser
un acto personal que involucre a todo el hombre y la mujer para quedar reducido en un mero hecho
biológico.

Si el hijo es un don ha de ser acogido en cuanto tal y e en virtud de sus características. Desde este punto
de vista, se viola el derecho a la vida y a la integridad física cuando la medicina se pone al servicio de un
supuesto “derecho al hijo sano”, porque ello ha implicado la eliminación de vidas inocentes que han
presentado alguna malformación o enfermedad genética. Ello no es más que la lógica del poder de los
más fuertes respecto de los más débiles, es una nueva forma de eugenesia. También se viola el derecho
a una identidad cierta cuando se disocia la paternidad social de la genética o cuando se manipula
genéticamente a un embrión con la finalidad de introducirle ciertas características que no tendría de no
haber sido genéticamente modificado. Ya no se trata de curar una enfermedad, sino que de producir una
persona a medida ya sea por sus dotes físicos, u otra característica.

Bajo estas condiciones el ser humano de don pasa a ser un producto que se manipula arbitrariamente
según intereses personales pero que relega a un plano secundario el bien del niño. Además que el hijo
de sujeto pasa a ser un mero objeto que vale de acuerdo a sus características físicas y no por el sólo
hecho de ser, olvidando su carácter espiritual y de la lógica de la procreación se pasa a la de la
producción.

¿Qué hacer para pasar de la cultura de la muerte a la cultura de la vida?

A nivel de las ciencias en general y médicas en particular debe priorizarse la centralidad de la persona
humana y no los intereses económicos, políticos, o sociales. También es importante la defensa irrestricta
de la vida humana, lo que implica la prohibición de cualquier atentado en contra de la vida humana, el
cuidado de la salud y el acceso a ella de todos los seres humanos de acuerdo a sus necesidades. El
derecho a la salud no puede entenderse en el sentido hedonístico y que implica acciones que no son
estrictamente terapéuticas con un alto costo mientras los más no tienen las prestaciones en cuidados
elementales. El derecho a la salud tampoco ha de entenderse en el sentido que puedo atentar en contra
de mi vida (eutanasia) o la de los demás (aborto eugenésico y terapéutico) según la lógica de que la
“calidad de la vida prevalece por sobre la sacralidad de la vida”.

El principio terapéutico o de totalidad significa que en virtud del valor de la vida humana considerada
integralmente es posible realizar una acción que mutile el cuerpo de la persona. Pero las razones deben
justificarse en bien de la vida de la persona. El principio de solidaridad y subsidiaridad es comprender que
formamos parte de la familia humana. En ese sentido se debe analizar con criterio de justicia la
distribución de los recursos en salud, reconocer que sobre los conocimientos graba una gran
responsabilidad social, que las profesiones en general y la medicina en particular se han de situar en la
lógica del servicio a los demás y que los conocimientos médicos se justifican en la medida que ayudan a
humanizar al hombre y a todo el hombre. Profundizar el concepto de que así como sobre la propiedad
privada grava una hipotética social lo mismo vale para los conocimientos, es una urgencia. Este aspecto
está muy poco desarrollado en la literatura ética y resulta fundamental hacerlo dado que las carreras
universitarias están más bien orientadas al hacer que en el reconocimiento de la responsabilidad social
que grava a los futuros profesionales. Y la elección de carrera por parte de los jóvenes está demasiado
orientada al éxito económico que a la posibilidad de servir a los demás.

A nivel pastoral se debe tomar conciencia que el anuncio de Jesucristo está indisolublemente unido al
anuncio del Evangelio de la Vida. Ello obliga a reconocer en cada atentado en contra de la vida un
pecado en contra de Dios. Ello implica llevar a todos los hombres a reconocer solamente a Dios como el
único dueño de la vida y de la muerte y que los hombres ejercen únicamente una diaconía, es decir un
servicio hacia ella. Estamos llamados a crear instancias a nivel familiar, social, eclesial donde el valor de
la persona radique en su dignidad, es decir en lo que es y no en lo que hace o tiene. Una cultura
excesivamente fijada en el tener va creando una cultura del tener por sobre del ser, lo que es fuente de
discriminaciones. Se debe insistir sobre la sacralidad de la vida por sobre la calidad de la vida, promover
una pastoral de la caridad que testimonio el valor de la vida humana y vivir como hijos de la luz.

A nivel político urge invitar a los políticos católicos a obedecer a Dios antes que a los hombres (Hech
5,29); exigir que el Estado u organismos supranacionales no imponga una concepción ética y
antropológica; y, por otro lado promover una ley civil que asegure el bien común mediante el
reconocimiento y defensa de los derechos fundamentales de las personas, comenzando por el derecho a
la vida; además, urge recordar que los preceptos negativos como el no matarás tienen un valor absoluto.
Pero sobre todo debe llevar a promover la vida a través de leyes justas y concordantes con al dignidad
de la persona humana

Potrebbero piacerti anche