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¿Por qué buscamos ese apoyo visual? pregunta Dondis, desde la perspectiva de una
investigadora de la imagen, la respuesta es porque “la visión es una experiencia directa
y el uso de datos visuales para suministrar información constituye la máxima
aproximación que podemos conseguir a la naturaleza auténtica de la realidad” (1973:
14). Se rastrea el diseño gráfico a partir de sus formas, elementos e intenciones (la de
sus autores) desde la producción y se pone en diálogo o sintonía con la percepción, el
lugar del consumidor, donde se debate el significado compartido. Lo que trasciende el
objeto, la imagen y devela gustos, imaginarios, sentires, significados, reapropiaciones,
creencias, etc. Es cuando se entiende a la visión más allá del hecho físico de ver sino
como “parte integrante del proceso de comunicación que engloba todas las
consideraciones de bellas artes, las artes aplicadas, la expresión subjetiva y la respuesta
a un propósito funcional” (Dondis, 1973: 20)
La otra vertiente del criterio de lo popular en la gráfica es una mirada clasista, tal como
el concepto cultura popular en sus orígenes1. El flujo de este producto se establece en
un circuito donde el productor del diseño, el cliente que lo demanda y el receptor
pertenecen a un mismo estrato social, un estrato popular. (Checa-Artasu y Castro, 2009:
3). En las dinámicas globales actuales, resulta difícil marcar los lindes de los estratos
1
Según Jesús Martín Barbero la reproducción técnica -en el caso de la imprenta y el
grabado- hizo posible la aparición de una literatura y una iconografía materiales,
impresas, provenientes de la tradición oral y de la imaginería de las clases
populares respectivamente, lo cual era visto por la nobleza como un proceso de
vulgarización, noción a la cual [junto a lo Kitsch] en ocasiones se ha asociado el arte
popular (Martín Barbero, 2003). Una vez que la academia estudia, conceptualiza y
cataloga estilísticamente la llamada gráfica popular ya no empleará estos términos
peyorativos, la autenticidad y otros valores serán los encargados de describir esta
práctica.
sociales a los que pertenecen los integrantes de este circuito de circulación. La gráfica
en los empaques de los productos destinados al amor que transitan por los espacios de
mercadeo local es recepcionada por consumidores de diversos estratos sociales. Este
consumo, que rebasa el ámbito de las clases más populares, no sólo está determinado
por las posibilidades que ofrece la modernización del proceso técnico sino, y sobre todo,
por la peculiar hibridez del producto que se ofrece. De un lado el consumidor encuentra
en el objeto la promesa de solución a dificultades de diversa índole y de otro el mensaje
visual explícito de que está en el camino correcto. En este sentido, el de la persistencia
de ciertos imaginarios populares en el objeto-imagen, es que interesa el análisis de la
gráfica popular presente en los productos ofrecidos en el “mercado del amor”. Para ello
se parte de la concepción de que lo popular acá es más latente en la primera de las
vertientes teóricas desde las que se aborda la temática, es decir, en cuanto a la estética y
técnicas representacionales que en lo que respecta a la segunda referida a las clases
populares como productor y destinatario absolutos.
En estos objetos-imagen el valor de uso y el mensaje del texto visual están íntimamente
unidos. No se busca interpretar la convencionalidad de un significado social, dejando
de lado la esencia material del objeto en sí, frente a un análisis que permita preguntarse
¿qué es lo que las imágenes realmente quieren? y no solamente ¿qué es lo que las
imágenes pueden hacer por nosotros? No es lo visual lo que requiere un análisis más
extenso, sino la mirada de lo visual como parte de un amplio dominio de lo figurativo,
inserto en una trayectoria de acontecimientos desde los que se desarrollan los estudios
de cultura material (Pinney, 2002: 82-85).
La propuesta de un análisis de estos productos desde su hibridez de objeto-imagen no es
para nada arbitraria. El diseño gráfico de que se acompañan estos objetos en el espacio
mercantilizado en que circulan, es una especie de mensaje directo al consumidor. “En la
conducta humana no es difícil detectar una propensión a la información visual.
Buscamos un apoyo visual de nuestro conocimiento por muchas razones, pero sobre
todo por el carácter directo de la información y por su proximidad a la experiencia real.”
(Dondis, 1973: 14)
Para analizar el catálogo de los objetos (usos)-imagen (texto visual) resulta significativa
la propuesta que para el análisis de la imagen publicitaria hace Roland Barthes en la
Retórica de la Imagen. Tres son los mensajes que a nivel de lectura semiológica ofrece
la imagen publicitaria: el lingüístico, el icónico denotado y el icónico connotado o
cultural.
La imagen visual publicitaria, que sin dudas es enfática, posee en su composición texto
escrito y texto icónico, en este segundo caso dos son los niveles de análisis. El mensaje
icónico denotado es el primer nivel de lo inteligible, en el que el lector identifica los
elementos compositivos de la escena y la escena misma representada, se trata de una
descripción denotada de la imagen. En este nivel, los signos se encargan de limitar la
interpretación del lector a una lectura literal. Al despojar utópicamente a los signos de
toda connotación, “la imagen se volvería radicalmente objetiva, es decir, en resumidas
cuentas, inocente.” (Barthes, 1986)
BIBLIOGRAFÍA:
• Appadurai, Arjun. 1986. The social life of things. Introduction Commodities and
the Politics of Value. CUÁL ES LA REFERENCIA COMPLETA??? (Lucía)
• Valero Sancho, José Luis 2002. Visualidad del producto gráfico. Revista Latina
de Comunicación Social, 51. Recuperado el 24 de febrero de 2011 de:
http://www.ull.es/publicaciones/latina/2002junio5106valero.htm