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PASASTE JUNTO A MÍ

En nuestra vida cotidiana nos cruzamos con muchas personas. Seguramente, vamos a lo nuestro
y entre tantas prisas, resulta difícil ver detrás de cada rostro una persona, con sus
preocupaciones, con sus cansancios, sus esperanzas. Diríamos que encontramos a mucha gente,
pero que no se da ningún encuentro. En medio de una multitud, estamos como aislados.

¿Y si hoy nos tomáramos un tiempo


para encontrarnos con Alguien? ¿Sí?
Pues vamos a prepararnos...

Primero, tendremos que dejar de lado las


prisas. Me digo y me repito que puedo
disponer de unos minutos para mí. (Ya
dicen que para lo que interesa, siempre
se saca tiempo). Y, efectivamente, me
hago ese regalo. Ya tenemos lo primero:
tiempo.

Segundo, no todos los sitios son buenos


para estar con alguien, aunque nuestro
Alguien se adapte a todos los terrenos,
quizás soy yo quien no tiene esa
facilidad y necesito unas condiciones
que me garanticen “estar por la labor”. A
lo mejor prefiero darme un paseo, o
buscar mi rinconcito personal, o
meterme en el jaleo urbano porque así
me parece más natural... ¿Ya has
decidido el lugar? ¡Pues, vamos para allá! No te olvides, antes de ir, imprimir estas hojas para
seguir el “ejercicio”.

Tercero, ¿y mis condiciones personales y anímicas? Parece que eso es lo más difícil, ¿verdad?
Bueno, pues ahora toca relajarse un poco. Para eso hay muchas técnicas. Cada uno tiene la suya.
Aquí indicamos sólo algunas cosas que pueden ayudar (si no te ayudan, busca tu propio medio):
 La respiración. Inspiro el aire, a fondo, pero sin forzar. Lo retengo unos segundos. Y lo
expulso. Así, lentamente y rítmicamente.
 La visualización. Traigo a mi memoria 3 ó 5 momentos de mi vida en que me he sentido
especialmente a gusto. Los ordeno: el más relajante, el número 1. Ahora voy contando
lentamente de forma descendiente (puedo empezar en el 20, en el 10... también en el
1000, pero igual se me hace tarde y entramos en conflicto con el primer punto que ya
teníamos resuelto, el del tiempo). Al llegar a 5, repito tres veces el número y “visualizo”
(mentalmente) la 5ª situación relajante, recreándome en ella. Luego paso al 4, 3, 2, 1...
Me quedo un rato en el uno. Si mi relajación aún no es la mejor... vuelvo a iniciar la
cuenta atrás.
 La música. Una música tranquila... Si tiene letra, me puede distraer.
 ...
Bueno, cada uno, que tome el método que mejor le vaya. Si después la cabeza o el cuerpo, se me
vuelve a llenar de preocupaciones, recurro brevemente otra vez mi técnica de relajación.
¿Ya está todo a punto? Hago un poco de silencio más y me preparo para leer el siguiente texto
del evangelio según san Juan (Jn 1,35-42).

Estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que


pasaba, dice:
- Éste es el Cordero de Dios.
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
- ¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
- Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?
Él les dijo:
- Venid y lo veréis.
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel
día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron
a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano
Simón y le dice:
- Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
- Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se
traduce Pedro).

¿Entramos un poco en el texto? Sólo algunas ideas y preguntas. Lo importante, siempre, es


lo que el texto te dice a ti en este momento de tu vida, por tanto, no te obsesiones
queriendo responder todas las preguntas.
 Jesús pasa y Juan, no sólo se da cuenta, sino que es capaz de fijarse en él. La suya
no es una mirada intrascendente, superficial. Hoy, Jesús sigue pasando a mi lado.
¿Percibo las señales de su presencia? La mirada de una madre preocupada, el rostro
triste del inmigrante sin trabajo, la sonrisa transparente del niño, el joven
problemático del que quizás me alejo espontáneamente...
 Jesús se da cuenta de que le siguen. Se gira y salta con una pregunta “inocente”:
¿qué buscáis? Vaya, ¿y si me la hiciera a mí, así, de sopetón? ¿Busco realmente algo
en la vida?, ¿qué me interesa, qué me ilusiona? ¿Me he planteado alguna vez la
pregunta? ¿La huyo o me detengo a pensar y sentir de vez en cuando?
 “Venid y lo veréis”. Jesús no hace ningún discurso ni ninguna descripción. Invita a
los dos seguidores a la experiencia. ¿He “probado”, “gustado” por experiencia algo
de Jesús, más allá de las ideas que aprendí en la catequesis? ¿Me quedo con una
imagen racional de Jesús, o con una imagen bucólica...? ¿Cómo podría “hacer
vivencia” de Jesús?
 Y los discípulos se quedaron con él. O sea, que aceptaron la invitación. Se nos dice
hasta la hora: en momentos significativos de nuestra vida se nos quedan a veces
grabados hasta los mínimos detalles (una música de fondo, la ropa que llevábamos
puesta, un olor...). Eso que vivieron los discípulos tienes oportunidad de vivirlo tú
ahora. Dedica unos momentos a estar con Jesús. ¿Habláis de algo? Si te parece,
coméntale tus preocupaciones. ¿Estáis en silencio? Fíjate en las miradas, los
sentimientos, las sensaciones, lo que se mueve por dentro en ti... Tómate el tiempo
que necesites.
 Después del encuentro, se ven con ánimos (más bien les sale espontáneo) de ir a
anunciar lo que han vivido a las personas más próximas. ¿Me cuesta comunicar a
alguien lo que siento más profundamente en mí? ¿Me da vergüenza? Claro, es que
eso hoy en día no se lleva...
 Jesús se queda mirando a Simón, le llama por su nombre, y le da otro nombre.
¡Cuántas cosas para recrearse! ¿Percibo la mirada de Jesús en mi vida? (ya, no
busquemos visiones extraordinarias, pero de alguna manera se me hace presente,
¿no?). ¿Escucho mi nombre pronunciado por Él? Jesús no sólo me mira y me llama
personalmente (soy alguien importante para Él), sino que además me pone un
nombre familiar que resume mis características personales. No me etiqueta, me
invita a avanzar con lo que soy. ¿Cuál es el nombre que Jesús me daría hoy, no
desde mi limitación, sino desde mis posibilidades?

Ponte en la piel de uno de los personajes, no pienses mucho en cuál, quizás intuitivamente
ya te colocarás en uno. Ahora relee el texto del evangelio y deja volar tu imaginación, tu
pensamiento, tu intuición.
Quédate así unos minutos.

Al final, ¿puedes escribir unas líneas en tu diario, sobre lo que has vivido? (siempre va bien
eso de escribir un poco, porque nos ayuda a expresar lo que hay en nuestro interior).

Para acabar, te sugerimos que leas tranquilamente esta oración final. Y, después, de vuelta
a lo que estabas haciendo, con serenidad. ¡Que disfrutes!

Pasaste junto a mí, Es que te quiero, ¿sabes?,


No vi clara tu figura, te reías.
Pero pasaste junto a mí, Me dejé seducir por tu
y me miraste, misterio.
y algo tus ojos me decían. Y yo no le di cosas,
No sé qué me querías, ofrendas y sacrificios,
pero pasaste junto a mí, le di mi voluntad,
y me querías. con alegría.
¿Y qué te puedo yo ofrecer? Le di mi corazón,
Nada, respondías, lo que a Él le agrada.
sonreías. Aquí estoy, Señor,
¿Quieres mis oraciones, ¿Qué puedo hacer por ti?
ofrendas y sacrificios? Nada, seré yo quien haga
Yo no quiero tus cosas, por ti,
me decías. me decías.
Te quiero a ti.

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