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CONSEJO LATINOAMERICANO DE IGLESIAS

REGIÓN RÍO DE LA PLATA

DIACONIA Y EVANGELIZACIÓN
DOCUMENTO PRELIMINAR

INTRODUCCIÓN:

El presente documento tiene por objetivo dar cuenta de nuestra reflexión sobre
Misión, diaconía y evangelización. Comprenderá distintos ejes que, a nuestro
entender, contribuirán a dar una visión acabada de la realidad río platense. Es
importante destacar que participaron en la elaboración de este documento
hermanas y hermanos de las iglesias que conforman el CLAI y que tienen un claro
compromiso con el tema.

EJE Nº1: “Mirada histórica sobre la separación entre diaconía y


evangelización”

“A veces, las instituciones están tan cargadas de


doctrinas que no pueden ver el dolor del hermano.
Se preocupan demasiado por la doctrina y no
contemplan la misericordia, el dolor al prójimo” 1

“En la comunidad comenzamos con un comedor que


funcionaba por la noche. Algunos miembros me
decían: ‘pastor, usted debe encargarse de las tareas
espirituales’. Costó mucho que la comunidad
entendiera ese trabajo de servicio”2

Los primeros cristianos no solamente “tenían las cosas en común”, sino que
además compartían el pan. A cada uno se le daba en función de su necesidad
(Hechos 2:44ss). La comida comunitaria, en la que se compartía con los más
necesitados, era la celebración natural de la fe. Esa es la manera que el Señor
eligió para permanecer entre nosotros.

En el Nuevo Testamento hay más de cuarenta citas que nos recuerdan que
compartir los alimentos era la forma en que nuestros padres en la fe manifestaban
su fidelidad. Jesús mismo hizo de la comunión del pan y del vino su propio
memorial.

La comunión de la mesa es un tema recurrente en el ministerio de Jesús. La


parábola Lázaro y el rico, el encuentro con Zaqueo, la alimentación de la multitud y
las imágenes de banquete del Reino son, entre muchas otras, señales del estrecho
vínculo entre las actitudes de servicio, la justicia, el amor entre los hermanos, la fe
y la espiritualidad.

1
Estos comentarios fueron aportados por los y las participantes de los distintos encuentros/ talleres que se
desarrollaron en la Región. Consideramos relevante incluirlos en el documento para ilustrar los
pensamientos / prácticas /reflexiones de nuestra gente.
2
ídem anterior.
La reunión diaria de los cristianos alrededor de la mesa está registrada
bíblicamente. Su objetivo era saciar el hambre de pan y la sed de comunión. Se la
denominaba ágape y la encontramos ampliamente registrada en las catacumbas.

El ágape no era un mero detalle de la vida litúrgica de las primeras comunidades,


sino que funcionaba como el equivalente de lo que hoy conocemos como culto
mayor y organizado. Era la prueba inequívoca y el testimonio más elocuente de la
unidad entre diaconía y culto cristiano. Formaba parte de la metodología para
enseñar la vida cristiana.

Las personas que deseaban ser bautizadas e integrarse a la comunidad cristiana


por medio de dicho sacramento, eran alentadas a tener actitudes de servicio en su
proceso de formación (catecumenado). Según nos relata Hipólito de Roma, a los
candidatos al bautismo se le formulaban preguntas tales como ¿honraron a las
viudas?; ¿visitaron a los enfermos?; ¿practicaron buenas acciones?. Es a partir del
ágape que las comunidades saciaban a los hambrientos de pan y a los sedientos de
comunión.

San Pablo encuadra el tema de las ofrendas en el marco de la celebración


comunitaria de la fe y, en ese contexto, habla de igualdad, solidaridad y servicio
mutuo. Esto les recuerda a los Corintios cuando se refiere a la ofrenda para los
santos (ver 2 Corintios 8: 13-14):

No digo esto para que haya para otros holgura y para


vosotros escasez, sino para que en este momento, con
igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de
ellos, para que también la abundancia de ellos supla la
necesidad vuestra, para que haya igualdad.

Desde los inicios de la Iglesia, la diaconía fue resultado de la espiritualidad. El


sentido de servicio era parte constitutiva de la celebración litúrgica. La razón por la
cual se exigía a los catecúmenos que ingresaban a formar parte del cuerpo de
Cristo que dieran testimonio a través de obras de amor al prójimo y de servicio a
los más necesitados era demostrar y confirmar que habían abandonado
definitivamente a los ídolos y que pertenecían a Cristo en espíritu y en verdad.

Probablemente, con la oficialización e institucionalización de la Iglesia —la llamada


constantinización— los cristianos comenzaron a sentir que la protección de los más
humildes era responsabilidad del estado. Tal vez deberíamos remontarnos a ese
tiempo para empezar a entender la separación entre la responsabilidad diacónica y
la espiritualidad del servicio. En un momento de enorme crecimiento para la
Iglesia, ésta se empezó a volcar más hacia la tarea de formación doctrinal y de
evangelización a través de la palabra.

Si pudiéramos hacer un estudio histórico sobre los distintos momentos de


separación o integración de la diaconía y la evangelización como misión de la
Iglesia, pasando por los tiempos de la Reforma y los movimientos revivalistas,
seguramente constataríamos que este divorcio no ocurre solo en nuestro tiempo.

Debemos reconocer que, en las últimas décadas, algunos cristianos entendieron


que la propuesta evangélica y de seguimiento a Jesucristo implica asumir un
compromiso con el prójimo y el desarrollo de ciertas dimensiones del ser humano y
sus derechos. En este sentido, el compromiso social y la necesidad de cambiar a
una sociedad más justa, orientada hacia el desarrollo social del individuo, llevó a
muchos a considerar que la labor diacónica no estaba separada de la vida y de la
misión de la Iglesia y que, además, estaba inserta en la dimensión política de la
sociedad. Se entendió que ser sal y luz de este mundo y levadura de cambio para
una sociedad más justa implicaba asumir un sólido compromiso social con quienes
luchan por un mundo mejor.

Muchas veces, las Iglesias organizadas, haciéndose eco de aquello de que “mi
Reino no es de este mundo”, no acompañaron el compromiso de muchos
cristianos en su militancia por la transformación de las circunstancias que sostienen
la condición de excluido del pobre y optaron por anunciar un evangelio que no
siempre respondía al contexto y sus demandas.

Pregunta para seguir pensando:


Sí a partir de nuestro trabajo se desprende que diaconía y evangelización
forman parte de una Misión integral y que no poseen un valor diferente,
sino que se complementan, ¿qué prácticas / estrategias / modelos
concretos responden mejor a ese concepto?

EJE Nº 2: “Diaconía y Evangelización: ¿dos caras de una misma moneda?”

Es indudable que la disyuntiva acerca de la preponderancia de la diaconía por sobre


la evangelización o viceversa ha sido y es un tema de reflexión en nuestras iglesias.
Cada una trabaja a su modo sobre la cuestión y hoy podemos afirmar que la brecha
entre ambos conceptos está decreciendo. Hay una tendencia a llamar a
especialistas en la diaconía y especialistas en la evangelización, cuando en realidad
se trata del testimonio sincero y comprometido de los hermanos y hermanas

“Temor a mezclar el evangelio con el servicio:


“Trueque” (te servimos si te incorporas a la Iglesia)
Teníamos miedo de decir “fue un error”. Hoy, después
de 20 años, nos estamos animando a decir “en el
nombre de Jesús y de su Gracia”3

Un tema significativo para destacar es que nuestros pueblos vienen padeciendo un


modelo económico, político y social que excluye, que desestima las necesidades
básicas de muchas personas. La política, la economía y la justicia contribuyen a la
aplicación del modelo. Los Estados se convierten en meras “formalidades”. La
concentración de la riqueza crece día tras día.

A modo de síntesis podríamos citar a Jon Sobrino, que dice que la población
mundial “no se muere porque no hay comida, sino porque de tal manera está
estructurado el Planeta, que no llega la comida a todos”

Esta realidad que no es ajena a nuestras iglesias. Es más, podríamos afirmar que
“ha golpeado a nuestras puertas”. Entonces, ¿que hacemos con esa realidad?¿la
ignoramos o nos hacemos responsables?

“No debemos hacer obras porque la gente es


pobre, sino porque somos llamados a servir”

En el texto de Marcos 25:37-40, ante la pregunta:

― Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sedientos y


te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos o
desnudo y te vestimos?..

3
Idem pág 1
La respuesta es:

― Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas
más humildes, tampoco por mí lo hicieron.

Las iglesias, desafiadas por sus realidades, fueron desarrollando distintas


estrategias con el fin de asistir y contener a las personas que se acercaban en
busca de ayuda de toda índole. La reflexión acerca del rol de la iglesia frente a las
necesidades de la gente, llevó a repensar el sentido de la misión, procurando volver
a la misión original. En medio de ese proceso surgieron distintos enfoques:

“La gente está empezando a involucrase en la obra de


la iglesia. No la sentían propia porque la consideraban
del pastor. Hoy, esa forma de pensar está cambiando.
Trabajar con jóvenes de distintas denominaciones es
un gran desafío para nuestras iglesias”

“Las tensiones que existen dentro de la iglesia, por el


hecho de que los pobres aparecen como un lugar de
trabajo: comedores, merenderos; pero no como parte
de la iglesia misma. Las comunidades de fe, de origen
clase media, tienen resistencia a modificar sus
esquemas sociales y culturales.
¿El cuerpo de Cristo está sano ante el clientelismo al
que se somete a los excluídos?”

Podemos afirmar que, en un proceso, estamos entendiendo, aceptando y


madurando el vínculo que existe entre diaconía y evangelización y que, a su vez,
estamos buscando caminos para seguir adelante.

“Evangelización y diaconía van de la mano. Jesús


predicaba la buena noticia pero también servía y atendía
las necesidades de las personas. No se puede separar
una cosa de la otra”

“La diaconía y la evangelización se han dignificado a


partir de la integración entre ambas y como parte de la
misión de la iglesia”.
“Cuando alguien entra en la rueda de la comunidad
encuentra, a partir del servicio, la dignificación de la
persona”

Las iglesias comprenden que hay un llamado a servir y a anunciar por medio del
servicio y que es necesario lograr, a través acciones concretas, que las señales del
Reino resulten más evidentes.

Por otra parte, es necesario destacar que cada vez más nuestras iglesias están
desarrollando tareas de servicio a través de comedores, centro de atención de a
víctimas de la violencia, emprendimientos laborales, trabajando con niños y
adolescentes en riesgo social, con campesinos, con comunidades originarías, con
ancianos, en hospitales, escuelas, hogares y otros.

Cuando se logra establecer una comunión entre Palabra y Acción mediante un


proceso dinámico y sin limitaciones, observamos que las personas dan señales y
experimentan el Evangelio como algo capaz de dignificar a un hermano o hermana.
“El barrio es conocido por lo peligroso que es. Un día se
me acerca uno pesado, pesado, de la barra brava de
Talleres. Estaba en la droga, robaba, etc. Cuando esta al
lado mío me dice que estaba cansado de que todas las
mañanas este barriendo la vereda y cantando. Me
preguntó para qué hacía todo eso. Le conteste que el
Señor me había llamado a servirle y a partir de ese
momento, él empezó a participar de la iglesia.
El día que lo íbamos a bautizar, como no tenía plata para
comprar algo para el almuerzo que íbamos a hacer
después, no tuvo mejor idea que robarle a un remisero
en la esquina de la iglesia. Vino, se bautizó y después
me lo contó. ¡Lo quería matar! Hoy es un líder de nuestra
iglesia. Dejó la vida que llevaba antes. Hay que darle
gracias a Dios por eso”

“Dios me saco de la política y del alcohol para que


trabaje para él. Hoy ayudo a los que están como estaba
yo. En la iglesia somos pocos, pero sabemos que día a
día vamos a ir creciendo. Este templo lo hicimos ladrillo
por ladrillo. Hay gente del barrio que se está
evangelizando gracias a nuestra música y a las
predicaciones que se escuchan por los altoparlantes.
Este lugar es del Señor, no hay otros dueños”

Pregunta para seguir pensando:


La necesidad de elaborar un proyecto de misión integral, ¿obedece a la
ausencia del Estado o a considerarlo esencial a nuestro ser Iglesia?

EJE Nº 3: “Ensayo de un posible proceso de Evangelización”

Construir con las personas un camino que lleve al cumplimiento del


proyecto que Dios tiene para cada una de ellas, relacionándolo con la vida
abundante, plena y digna.

El proceso de evangelización es la acción mediante la cual los cristianos dan


testimonio y proclaman la buena nueva de Dios y el cumplimiento de su Plan a
través del sacrificio de Jesús en la Tierra.

El Plan de Dios para la humanidad contempla tres dimensiones, expresadas en la


vida de Jesús y en su ministerio: La personal, que es el punto de partida de la
salvación; la comunitaria, que es la única opción de vivir la fe Cristiana; y la social,
que se refiere a la articulación de la Iglesia con la sociedad en toda su dinámica.

En Lucas 10: 8-9, Jesús enseña a un grupo de personas el proceso de


Evangelización en lo que podríamos denominar una especie de taller de formación
para la Misión.

En aquella ocasión, explica muy sencillamente los tres momentos principales del
Proceso de la Evangelización: “Cuando lleguen a un pueblo entren y
coman con ellos…”.

En este primer momento, Jesús dice “vayan” (lo contrario de “esperen a que
vengan”), “entren y coman con ellos”. La acción del evangelio se centra en
valorar al otro, aceptando entrar en su realidad, en su contexto, en el lugar donde
se desarrolla su vida cotidiana.

Del mismo modo, Jesús invita a recibir lo que nos brindan: “coman con ellos”.
Acepten el producto de su esfuerzo y de su cariño. Reciban con alegría lo que se les
ofrece.

Es decir, el primer paso no es ir a llevar algo a quienes consideramos personas


“carenciadas”. Si nos acercamos con esa actitud, reforzaremos su estado de
postergación. Debemos estar dispuestos y dispuestas a recibir con amor lo que se
nos brinda y reconocer que quien está frente nuestro es una persona que puede,
vale y es capaz.

La acción de sentarse a compartir la mesa tiene un fuerte significado, más allá del
que ya mencionamos en relación con la autoestima de quien nos recibe. Implica
estar “cara a cara” rodeando la mesa, intercambiar algo más que alimentos, “hablar
de la vida”, conocerse, y establecer una relación horizontal. Se crea un vínculo que
es imprescindible para avanzar hacia los otros momentos del proceso de
evangelización.

Entonces, podríamos decir que el primer paso es establecer el vínculo. Sin el


vínculo, no es posible presentar el evangelio, ya que éste funciona como respuesta
integral a la vida de cada persona. Si no conocemos la realidad de la persona, no
podremos ayudarla a encontrar respuestas en el evangelio.

Para establecer un vínculo, es necesario compartir un tiempo y un espacio con


quien deseamos conocer. Compartir nos permite identificar los elementos sobre los
cuales se basará el vínculo.

El segundo momento, que se desprende del pasaje bíblico que estamos


analizando, es: “sanen a los enfermos que se encuentren allí”

Una vez que hayamos compartido un tiempo y un espacio, es posible que,


precisamente por el conocimiento mutuo que hemos logrado, afloren las
necesidades que las personas sienten como propias. Es importante destacar que
esas necesidades no necesariamente son las que nosotros identificamos, sino las
que cada persona manifiesta como básicas para su existencia.

En los tiempos de Jesús, las enfermedades eran los problemas más difíciles de
resolver. Jesús exhorta a sus discípulos a prestar especial atención a las
situaciones que más afectaban a sus interlocutores e interlocutoras, aquellas que
les causaban mayor sufrimiento.

Es decir que el segundo momento del proceso de evangelización nos insta a


articular evangelio con la necesidad expresada por las personas, como lo hizo Jesús
con el paralítico. Aunque Jesús sabía que su deseo era caminar, pues hacía 38 años
que se encontraba postrado, de todas formas le preguntó ”¿quieres ser sano?”.
Fue respetuoso y esperó a que el hombre le dijera cuál era su verdadera
necesidad. Evitó formular Él, según su propia experiencia, la necesidad del
paralítico.

Muchas veces, corremos el riesgo (o cometemos el error) de adelantarnos a las


necesidades de las otras personas. A partir de nuestra propia concepción de la
situación, diseñamos la forma en que nos vamos a comunicar con ellas. El consejo
de Jesús sirve para orientarnos a la hora de definir proyectos y acciones desde la
Iglesia, en función del desarrollo de la Misión.
El tercer momento del proceso de evangelización se plantea cuando Jesús
dice: “díganles que el Reino de Dios está cerca”. Una vez que establecimos los
dos momentos anteriores ―vínculo y atención de las necesidades―, podemos
introducir la buena nueva de Jesucristo como salvador. En ese momento, tanto
nosotros como nuestros interlocutores, habremos generado el contexto adecuado
para hablar del evangelio.

Es importante que se cumplan los tres momentos y que se sucedan en ese orden,
pues esa estructura corresponde a nuestro funcionamiento psicológico.

La relación de la iglesia y los misioneros con los pueblos indígenas ha incurrido en


errores muy significativos al dejar de lado esta aproximación al otro que propone
nuestro Maestro. Desde la Evangelización con la espada hace 500 años hasta las
propuestas de misioneros del siglo XX con espíritu de “emblanquecer” la cultura
indígena, dieron muestras claras de lo errado de sus procedimientos.

Es en estos últimos años que, ante los reveses de la realidad de aquellos que
trabajan con amor con los pueblos indígenas, la misión se ha dado cuenta que hay
que “sentarse a la rueda de mate con los indígenas”, compartir lo que hay,
preguntar qué necesitan, escuchar sus historias, para recién después anunciar que
el Reino de Dios se ha acercado.

Pregunta para seguir pensando:


¿Nuestras herramientas, estrategias y modelos, permiten llevar adelante
estos tres momentos del proceso de Evangelización?
EJE Nº 4: “Escollos y dificultades para la misión integral”

“La diaconía como elemento de evangelización es una


tentación: servir para conquistar es un peligro”

“Hay que tener mucho cuidado porque la gente quiere


hacer trabajos diacónicos para conseguir plata para
pagarle al pastor. Obra diacónica no significa aumento
de miembros. La diaconía es una oportunidad para dar
testimonio. El Evangelio no da la posibilidad de optar
entre hacer o no diaconía”

Las afirmaciones de algunos de los hermanos y hermanas que participaron en este


trabajo son consistentes con las circunstancias de las comunidades a las que
pertenecen. En los últimos años, nuestras iglesias han decrecido
considerablemente. Al respecto, Hugo Santos opina: “las iglesias suelen decrecer
por la incapacidad de los miembros para compartir su fe y hacer de su vivencia
espiritual una experiencia contagiosa. Las relaciones afectivas en la comunidad se
deterioran, porque sus estructuras no son funcionales, porque sus cultos no son
inspiradores, porque los líderes no ejercen su función adecuadamente, porque no
existe una visión del futuro compartida, porque sus programas no responden a las
necesidades de la gente, porque hay un alto nivel de conflictos internos, etc.”4

Ante esta realidad, algunos creen que realizar trabajos de servicio es una forma de
sostener estructuras/ cargos o de atraer más gente a los cultos. No lo interpretan
como un llamado, sino que lo hacen porque tienen un interés determinado.

4
Hugo Santos “¿Por qué crecen o decrecen las iglesias?. Cuaderno de teología ; Instituto Universitario
ISEDET – Volumen XXII- Buenos Aires, 2003
Asimismo, surgen personas que aprovechan la realidad de crisis y desestructuración
personal y social con sus mensajes seductores. Sin ir más lejos, es pensamiento de
muchos en la sociedad que la Iglesia Universal del Reino de Dios se vale de la
necesidad de la gente para hacer negocios. De esta manera, proliferan las iglesias
que alimentan la idea del “Dios comerciante:’más oraciones igual más bendiciones
económicas‘” (teología de la prosperidad).

Al compartir con los hermanos y hermanas surge con mucho fuerza la afirmación de
que vivimos en un momento en el cual “hace falta” dar testimonio: Palabra y
Acción de la mano. Esto produce distintas reacciones por parte de los integrantes
de la comunidad:

“De que sirve que mi iglesia este llena, pero sin


temperatura. Es como una heladera. Mucha gente va a
la iglesia a recibir, pero no esta dispuesta a dar su vida
por Cristo en todo los sentidos. También, hay gente
que utiliza el servicio para chapear5 en la iglesia”

“En la iglesia tercerizamos todo (oración, bendiciones,


la ayuda). Jesús nos mando a hacer discípulos y no a
salvar almas... Tenemos miedo de dar la vida por
Cristo. El lema de mi vida es “GASTARME PARA
CRISTO6”

En el encuentro y el compartir comunitario, no todo es color de rosa. Existen


tensiones y conflictos que se deben tener en cuenta y elaborar: el lenguaje, el
color, la condición social, lo cultural son algunos de los aspectos que producen
tensión.

ELLOS Y NOSOTROS. Esa es la tensión que se vive


cuando se trabaja con una población marginal.

Surge la pregunta sobre nuestra misión con las personas que, por distintas razones,
han hecho de la mendicidad su profesión y no logran entender o aceptar el llamado
de Cristo a ser nuevas criaturas. El diálogo que tiene Jesús con sus discípulos (Juan
6)7 nos afirma en la metodología de evangelización planteada en el EJE 3 y que nos
lleva al pan de vida.

La misión integral apunta a dignificar a la persona. Se trata justamente de ayudar a


un cambio de vida que le permita reconocer su propia dignidad, sus propias
capacidades y posibilidades como hijo o hija de Dios.

Pregunta para pensando:


¿Hay coherencia entre nuestros discursos y nuestras prácticas? ¿Cuáles
son los obstáculos más frecuentes que observamos en la vida de nuestras
comunidades de fe y su programa de misión?

5
Expresión porteña argentina que significa hacer alarde
6
Expresión que significa darlo todo, jugarse por algo o alguien
7
26 Respondió Jesús y les dijo: -- De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las
señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual os
dará el Hijo del hombre, porque a este señaló Dios, el Padre.
EJE Nº 5: “Señales de diaconía y evangelización integradas en la Misión
analizadas desde las experiencias”

El encuentro con hermanos y hermanas comprometidos en la tarea de diaconía y


evangelización, nos permiten rescatar ciertas herramientas y percibir algunas
características necesarias para desarrollar la Misión Integral:

• Las experiencias de servicio crecen al calor de una comunidad de fe que las


acompañe.

• El objetivo es el anuncio de la salvación y la construcción del Reino. Hay


distintas formas para llevar a delante esta misión que es lo importante, las
formas en que se logren puede variar.

• Los valores del Reino son para todos, aun para los que no creen.

• La dimensión de los programas diaconales que se llevan a cabo constituyen


una oportunidad de llegar con el evangelio a las miles de personas que son
atendidas cotidianamente en iglesias y organismos ecuménicos.

• Los procesos de diaconía evangelizan a la comunidad de fe.

De los intercambios de experiencias realizados en distintos encuentros de iglesias


en los países de la Región, surge un marco de señales que nos indica que las
congregaciones están haciendo un gran esfuerzo para que el desarrollo de su
responsabilidad con la Misión de Dios se encuadre en la integralidad de la Misión
expresada en los textos bíblicos.

Por otra parte, se advierte con claridad un sentir y un pensamiento generalizados


orientados a profundizar las señales de integralidad para que se consoliden como
características definitorias del quehacer eclesiástico.

Cuando nos referimos a las señales, hablamos de acciones mediante las cuales las
Iglesias expresan todas las dimensiones de la Misión; éstas responden a la
integralidad de la persona como proyecto de Dios y al propósito divino que nos
impulsa a ocuparnos del crecimiento integral y armónico de las personas.

Para responder al universo de necesidades humanas de quienes se acercan a los


distintos servicios, y con la intención de presentarle a esas personas el evangelio
integral, las iglesias ponen en marcha acciones que adoptan distintos nombres,
según cada organización. Por ejemplo: Proyectos sociales, proyectos de diaconía,
obras sociales, proyectos de Promoción Humana, etc.

Una de las conclusiones a las que hemos llegado y que se transforma en una
recomendación a la hora de diseñar y desarrollar acciones es la siguiente: Las
acciones deben ser definidas de manera tal que sean un medio para alcanzar la
Misión y no un fin en sí mismas.

Éste es un riesgo permanente que las Iglesias enfrentaron a través de la historia


respecto de sus obras de diaconía o de servicio. Muchas veces, los proyectos se
convierten en fines en sí mismos. Se evalúan de acuerdo a los objetivos de forma
parcial y se presta demasiada atención a la capacidad de los proyectos de aportar
nuevas herramientas para que las personas logren articularse en la sociedad. Sin
embargo, descuidan el único desarrollo pleno en función del Proyecto que Dios
tiene para cada uno y cada una, en el cual la persona logra un crecimiento integral
y armónico, reconciliándose consigo mismo/a, con Dios y con su creación. Ese es el
resultado al que debemos apuntar con nuestro trabajo misionero. Ese es el
resultado que se espera en el proceso de evangelización.

Pregunta a seguir pensando:


¿De qué manera el movimiento ecuménico puede contribuir a dar señales
del Reino en forma colectiva?

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