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Maria Giulia Di Carlo, Investigadora en la Universidad de Deusto y colaboradora de Bakeaz,

Bilbao

A menudo en Bilbao o en las ciudades y municipios cercanos se organizan charlas sobre


migraciones, derechos de las personas migrantes, desarrollo de los países llamados
subdesarrollados por Occidente, jornadas para promover el intercambio cultural etc… Participo
activamente en estas charlas y jornadas, debido a que trabajo en el ámbito de las migraciones,
y estoy cansada de ver cómo los protagonistas de estas charlas o jornadas muchas veces no
son las personas migrantes sino las personas nativas o algún que otro voluntario de aquí o de
allá...El viernes pasado, por fin, gracias al apoyo de SOS Racismo y con la participación de
ciudadanos y ciudadanas de aquí y de otros países, de voluntarios y de periodistas, se
organizó una acción destinada a concienciar y denunciar el racismo y la discriminación que
sufren las personas migrantes en los bares de ocio nocturno. Los protagonistas de esta acción
han sido, obviamente, las personas migrantes. La acción se desarrolló al mismo tiempo en
varias ciudades europeas y se escribió sobre ellos en
http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20110307/pvasco-espana/este-entran-negros-
moros-20110307.html y en
http://periodismohumano.com/sociedad/discriminacion/aqui-no-entran-negros-ni-
moros.html, gracias al hecho de que estaban presentes varios periodistas en la expedición
nocturna en “búsqueda de pruebas” que demostraran lo que a menudo vienen denunciando
ciudadanos extranjeros asentados en el País Vasco. Los reportajes que han salido han sido
detallados y han reportado los hechos y cómo se desarrolló aquella noche. Yo misma me uní al
grupo de 21 o más personas para disipar mis dudas o quizás para dar fuerza a mi
pensamiento. Lo que aquí quiero comentar es algo que no ha salido en los reportajes, que
querían ser de denuncia contra el racismo profesado por determinados bares en Bilbao: me
refiero a las consecuencias que estos actos de racismo, rechazo, discriminación, pueden
comportar en el proceso de integración de las personas migrantes en la sociedad receptora.

Ahora bien, no voy a dar una clase de migraciones ni de integración, solo quiero reflexionar
sobre algunos aspectos de la integración, de lo que conlleva este concepto y de lo que significa
para los nativos y para los extranjeros en este momento histórico.

Integración significa etimológicamente, y en un sentido sociológico, formar parte de la sociedad


en que se vive, es “el proceso a través del cual la persona se convierte en una parte aceptada
de la sociedad” y muchas veces esto no es válido para los migrantes. El concepto de
integración comprende muchos sectores de la vida de un migrante: el trabajo, la vivienda y la
vida social y cultural. Estos sectores son a veces razón y espacios de discriminación y de
rechazo para los migrantes.

Desde el punto de vista de los autóctonos, que son parte en el proceso de integración, si se
considera el proceso de integración como bidireccional, las reacciones son diferentes: no
siempre las sociedades están preparadas para “acoger” a las personas extranjeras que llegan
hoy día. En todos los sectores socio-económicos antes mencionados los nativos y los
migrantes interactúan y establecen relaciones sociales que a veces pueden crear conflictos
entre las dos “culturas” que se encuentran.

Ahora bien, contextualizando este concepto de integración en la práctica cotidiana en Bilbao, lo


que a menudo vemos es que se pide a las personas migrantes que se integren, que participen,
que acepten la cultura de destino; se critica sus costumbres, su manera de vivir la religión o la
gastronomía y se les pone a todos y todas en una olla. Si hay que hacer una “sopa de
migrantes”, voilá! Está bien hecha y lista para comerla. Se puede encontrar en la mayoría de
las calles y lugares públicos bilbaínos. La mirada en el metro hacia el chico magrebí, la mirada
en la calle hacia la mujer negra o la mujer musulmana con el pañuelo que le cubre una parte de
la cabeza… tópicos que se repiten y aparecen una y otra vez. Me pregunto si las personas
migrantes se “han hecho callo” como se dice en mi país cuando te acostumbras a algo. ¿Es
normal acostumbrarse al rechazo, al racismo, a la Discriminación? ¿Es normal que los chicos
que participaron en el Testing organizado el viernes pasado por SOS Racismo contestaran que
están acostumbrados a que les discriminen en los bares? Para mí, no. Creo que es lo anormal.
Y anormal sería que las personas que sufren estos tipos de discriminación estuviesen bien
integradas en esta sociedad que les pide integrarse pero no les deja integrarse, por lo menos
no socialmente hablando. Quiero matizar sobre la socialización porque creo que es
fundamental a la hora de hablar de integración. Lo social es todo lo que está relacionado con
nuestro día a día. Ir al mercado, al bar, a la biblioteca, comprar tabaco, son todas acciones que
cumplimos sin pensar, pero que en algunos casos pueden convertirse en verdaderos
obstáculos, sobre todo si eres migrante, “con unos rasgos muy marcados o específicos” pero,
no como yo que soy extranjera pero paso desapercibido.

Los lugares en los que se establecen relaciones sociales son los que nos permiten crear redes
en los países donde nos mudamos. Los extranjeros muchas veces no tenemos ni madre, ni
padre, ni hermanos ni amigos. Salimos a la calle en busca de una mirada amiga, de una
palabra, de una sonrisa, de un gesto que nos haga pensar que aquí sí podemos re-crear un
lugar donde vivir bien, y cuando hablo de vivir bien hablo de calidad de vida no solo económica,
sino social. Mujeres y hombres nos movemos en una sociedad nueva y tenemos que hacer un
esfuerzo para poder tejer lazos, sobre todo cuando llegamos solas/os. Pero el esfuerzo tienen
que compartirlo con nosotros las personas que son del lugar donde hemos decidido o hemos
tenido que mudarnos. Es decir, si no veo predisposición por parte de quien me acoge, si es que
hablamos de acogida, ¿cómo reaccionaré a la quinta vez que lo he intentado?

Esa es mi respuesta a lo que pasó el viernes pasado. Chicos africanos rechazados en los
bares, donde todo el mundo va a pasarlo bien, a socializar, a ligar, a echarse una novia o solo
una caña, lugares donde todo el mundo está admitido y donde solo ellos están excluidos.
¿Cómo se sentirán estas personas, que aquella noche disimulaban el duelo por lo sucedido,
nos sonreían y nos decían que no pasaba nada? ¿Tendrán ganas de salir el próximo viernes a
pasear por Bilbao o se quedaran en casa pensando que es mejor protegerse de miradas
racistas y prejuicios generalistas? Seguramente se sentirán cansados de haberlo intentado una
y otra vez, de haber dado la cara contra el racismo y la discriminación y de no haber obtenido
nada más que comentarios en los periódicos digitales que les sirven como “sopa de migrante”
calentada una y otra vez, para encontrar un chivo expiatorio contra esta bendita crisis que ha
hecho que los países desarrollados se conviertan es países subdesarrollados, porque como
dice mi querido Amartya Sen, no hay desarrollo si no hay democracia, y aquí creo señores, que
estamos en plena crisis de valores democráticos.

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