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Teoría Marxista

Comunismo, ideología política cuya principal aspiración es la consecución de una


sociedad en la que los principales recursos y medios de producción pertenezcan a la
comunidad y no a los individuos. En teoría, estas sociedades permiten el reparto
equitativo de todo el trabajo en función de la habilidad, y de todos los beneficios en
función de las necesidades. Algunos de los conceptos de la sociedad comunista suponen
que, en último término, no se necesita que haya un gobierno coercitivo y, por lo tanto, la
sociedad comunista no tendría por qué tener legisladores. Sin embargo, hasta alcanzar
este último estadio, el comunismo debe luchar, por medio de la revolución, para lograr
la abolición de la propiedad privada; la responsabilidad de satisfacer las necesidades
públicas recae, pues, en el Estado.

Karl Marx fue, junto a Friedrich Engels, el fundador del socialismo científico.
Autor del Manifiesto Comunista y de El capital, ambas obras se convirtieron en el
sustrato ideológico de dicho movimiento, que pronto pasaría a ser conocido por el
nombre de comunismo.

El concepto comunista de la sociedad ideal tiene lejanos antecedentes, incluyendo La


República de Platón y las primeras comunidades cristianas. La idea de una sociedad
comunista surgió, a principios del siglo XIX, como respuesta al nacimiento y desarrollo
del capitalismo moderno. En aquel entonces, el comunismo fue la base de una serie de
afirmaciones utópicas; sin embargo, casi todos estos primeros experimentos comunistas
fracasaron; realizados a pequeña escala, implicaban la cooperación voluntaria y todos
los miembros de las comunidades creadas participaban en el proceso de gobierno.

LAS OBRAS DE MARX Y ENGELS

En sus obras, Marx y Engels intentaron analizar la sociedad capitalista. Pusieron de


manifiesto las contradicciones existentes en el seno de la sociedad contemporánea: los
derechos fundamentales no habían abolido la injusticia; los gobiernos constitucionales
no evitaban ni la mala gestión ni la corrupción; la ciencia posibilitaba el dominio de la
naturaleza pero no el de las fluctuaciones de los ciclos económicos; y la eficiencia de
los modernos modos de producción no evitaba la existencia de barrios marginales en
medio de la abundancia.

Describían la historia de la humanidad como el intento, de hombres y mujeres, por


desarrollar y aplicar su potencial creativo con el fin de controlar las fuerzas de la
naturaleza para poder mejorar la condición humana. Al realizar este esfuerzo para
desarrollar y controlar las fuerzas productivas, la humanidad ha logrado grandes éxitos;
la historia consiste en la historia del progreso. No obstante, al buscar el desarrollo de la
productividad se han creado varias instituciones que han provocado una explotación,
dominación y muchos otros males; el precio que la humanidad tiene que pagar por el
progreso es el tener una sociedad injusta.

Según Marx, todos los sistemas sociales del pasado habían sido un medio para que unos
pocos, ricos y poderosos, pudieran vivir a costa del trabajo y la miseria de una mayoría
pobre. Por eso, todo sistema está amenazado por un posible conflicto surgido de cada
contradicción histórica. Además, cada modo de producción que se sucede en el tiempo
tiene fallos que, antes o después, terminarán por destruirlo, bien por su propia

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desintegración, bien por una revolución alentada por la clase oprimida. Engels y Marx
pensaban que el sistema capitalista también tenía fallos y, por lo tanto, estaba
condenado a su autodestrucción. Intentaron demostrar que cuanto más productivo fuera
el sistema, más difícil sería que funcionara: cuantos más bienes fuera acumulando
menos utilidad marginal se obtendría de esos bienes; cuanto más preparada estuviera la
población, menos podrían utilizar sus capacidades. En definitiva, el capitalismo acabaría
ahogándose en su propia riqueza.

Se creía que el colapso de la economía capitalista culminaría en una revolución política


en la que el proletariado se rebelaría contra la clase opresora y acabaría con la propiedad
privada de los medios de producción. Dirigida por y para el pueblo (tras un breve
periodo de dictadura proletaria), la economía produciría, no en virtud del lucro y la
rentabilidad, sino de las necesidades de la sociedad, con lo cual, una vez satisfechas
éstas, las desigualdades desaparecerían a la par que los gobiernos coercitivos. Este
proceso ocurriría, según las previsiones de Marx y Engels, en los estados más
industrializadas de Europa occidental, donde el capitalismo había creado las
condiciones necesarias para que estos cambios tuvieran lugar.

El capitalismo, aunque ha estado en peligro en ocasiones, no se ha colapsado; en los


países autodenominados comunistas siguen produciéndose desigualdades y persisten
tanto la escasez como los gobiernos coercitivos; por otra parte, los seguidores de Marx
han alcanzado el poder en países que no reunían las condiciones que Marx y Engels
consideraban esenciales. El primer país que instauró un sistema comunista fue Rusia, un
Estado de gran extensión, pobre y relativamente atrasado, que iniciaba a principios del
siglo XX su proceso de industrialización pero en el que no existía una auténtica clase
burguesa autóctona que protagonizara la transición de una sociedad del Antiguo
Régimen a otra capitalista. El pueblo ruso, mayoritariamente analfabeto, no tenía
ninguna experiencia en cuanto a participación política. En 1917, la Revolución Rusa
puso fin al gobierno zarista y, tras un periodo de inestabilidad política, convirtió a la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en el primer Estado regido por un
partido comunista, concretamente el bolchevique dirigido por Lenin.

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