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No hay razón para creernos el cuerpo ni sentir temor ante la vejez, pues,
en realidad, nadie morirá jamás: solamente mueren los cuerpos, y el alma
o bien reencarna y nace en un nuevo cuerpo, o bien va a Dios. No
obstante, la meta última de la vida es superar la reencarnación y alcanzar
el mundo espiritual. Cuando esto ocurra, adquiriremos un cuerpo dotado
de sat (eternidad), cit (pleno conocimiento) y ananda (bienaventuranza),
características corporales trascendentales de quienes viven con el Señor
Supremo en su mundo de amor.