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EL SIGLO XIX?
Para empezar, España está situada en el extremo suroccidental de Europa, lo que encarecía el
transporte de productos y materias primas al extranjero. Además, durante el siglo XIX España era
un estado proteccionista, es decir, imponía limitaciones a la importación de productos extranjeros
(como la imposición de aranceles) con el fin de favorecer el producto nacional, pues éste resultaría
más barato para el comprador que el producto extranjero. Esto trató de remediarse imponiendo una
política librecambista, que se encontró con la oposición de los focos industriales españoles, los
cuales veían sus ventas amenazadas por el bajo precio de los productos importados y al final no fue
impuesta.
Por otro lado, el poco poder adquisitivo de gran parte de la población española (agricutores y
pescadores) era la causa de la escasa venta y, por lo tanto, la escasa necesidad de producción. Una
familia campesina media gastaba casi todas sus ganancias en cubrir sus necesidades básicas, por lo
que su consumo de otros productos era mínimo. Además, el porcentaje de población que trabajaba
en industrias, minería y construcción era muy pequeño (14,4% en 1877, la mitad que en los países
más industrializados), por lo que la producción también era más reducida.
También cabe destacar que los propietarios de las tierras estaban poco interesados en modificar
el método de cultivo de sus tierras, pues los pocos beneficios que conseguían no eran lo
suficientemente altos como para invertir en máquinas, además de que preferían gastarlos en adoptar
una vida típica de la antigua nobleza o adquirir más tierras en lugar de tratar de aumentar la
producción y entrar en una dinámica de competición, típica en los países más industrializados.
Respecto a la producción de energía, que en la época era producida mediante la combustión del
carbón, también era inferior a los países más industrializados. Esto es debido a que el carbón
español, a pesar de ser abundante, era de bajo poder calorífico y de mala calidad, a parte de que las
minas presentaban vetas pequeñas y estrechas, lo que dificultaba la extracción del material. Con
tantas desventajas y tan pocas ventajas, su explotación no era rentable, y era preferible importar el
carbón de Gran Bretaña, que era el de mayor calidad.
La siderurgia fue una de las grandes industrias españolas junto con la industria textil catalana.
Esta industria empezó a desarrollarse en Andalucía, pero la dificultad para adquirir carbón de coque
y su alto coste de producción hizo desplazarse a la industra hasta Asturias, que era el único lugar de
España en donde había carbón mineral. Sin embargo, cuando el carbón de coque llegó a España, la
industria se movió al País Vasco, zona en la cual estaban las mejores minas de hierro de toda
España. A finales de siglo se consiguió exportar hierro vasco a otros países, como Gran Bretaña. Sin
embargo, esto sólo dinamizó la industria vasca, pues el resto del país continuó con una economía
basada en la agricultura (a excepción de otros focos industriales como Cataluña).
Así pues, podemos decir que España no se industrializó plenamente en el siglo XIX debido a
razones de índole político, social, económico y situación geográfica. Así pues, sólo se
industrializaron dos zonas en España: el País Vasco, en donde proliferó la industria siderúrgica, y
Cataluña, en donde lo hizo la textil. Su posición geográfica, distante de los países centroeuropeos, la
escasa capacidad de compra de la población española, la gran deuda de la Hacienda, la escasez de
energía y materias primas, el proteccionismo, la desastrosa construcción del ferrocarril, las
dificultades agrarias para potenciar la competencia y la inestabilidad política propiciaron un
subdesarrollo industrial en España respecto a otras potencias europeas como Francia, Gran Bretaña
y Alemania. Así pues, quitando de los focos industriales, España continuó siendo un país puramente
rural.