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¿POR QUÉ ESPAÑA NO SE INDUSTRIALIZÓ PLENAMENTE EN

EL SIGLO XIX?

En el siglo XIX la industria empezó a desplazar a la agricultura como principal actividad


económica en los países más avanzados. Esto propició la transformación de la economía de algunos
países europeos. Sin embargo, España no se industrializó como Francia, Gran Bretaña o Alemania,
pues su economía seguía siendo básicamente agraria y el sector industrializado era poco
competitivo a nivel internacional. Los motivos que hicieron de España un país poco industrializado
en ese siglo vienen de distintos ámbitos.

Para empezar, España está situada en el extremo suroccidental de Europa, lo que encarecía el
transporte de productos y materias primas al extranjero. Además, durante el siglo XIX España era
un estado proteccionista, es decir, imponía limitaciones a la importación de productos extranjeros
(como la imposición de aranceles) con el fin de favorecer el producto nacional, pues éste resultaría
más barato para el comprador que el producto extranjero. Esto trató de remediarse imponiendo una
política librecambista, que se encontró con la oposición de los focos industriales españoles, los
cuales veían sus ventas amenazadas por el bajo precio de los productos importados y al final no fue
impuesta.

Por otro lado, el poco poder adquisitivo de gran parte de la población española (agricutores y
pescadores) era la causa de la escasa venta y, por lo tanto, la escasa necesidad de producción. Una
familia campesina media gastaba casi todas sus ganancias en cubrir sus necesidades básicas, por lo
que su consumo de otros productos era mínimo. Además, el porcentaje de población que trabajaba
en industrias, minería y construcción era muy pequeño (14,4% en 1877, la mitad que en los países
más industrializados), por lo que la producción también era más reducida.

También cabe destacar que los propietarios de las tierras estaban poco interesados en modificar
el método de cultivo de sus tierras, pues los pocos beneficios que conseguían no eran lo
suficientemente altos como para invertir en máquinas, además de que preferían gastarlos en adoptar
una vida típica de la antigua nobleza o adquirir más tierras en lugar de tratar de aumentar la
producción y entrar en una dinámica de competición, típica en los países más industrializados.

La construcción de ferrocarriles, con el objetivo de fomentar el intercambio de personas y


productos resultó un fracaso que se vio reflejado en la crisis financiera de 1866, año en el que se
paralizaron las construcciones de ferrocarriles como causa de la poca rentabilidad de las líneas
creadas, pues habían sido construidas de forma descontrolada. A partir de 1873, cuando se reanudó
la construcción, la mayoría de empresas habían desaparecido y sólo se completaron las líneas que
habían sido paralizadas en la crisis de los ferrocarriles. A parte de que su construcción podría haber
favorecido a los sectores siderúrgico y de maquinaria (la construcción fue llevada a cabo por
empresas extranjeras con materiales extranjeros), no favorecía el intercambio con países europeos,
pues el ancho de vía era diferente en los demás países y el cambio de los productos a otros trenes en
la frontera para exportarlos encarecía enormemente el precio final del producto español en el
extranjero. A nivel nacional, el poco uso que se le dio al ferrocarril no fomentó el intercambio de
personas y materiales, pues la estructura radial de la red con Madrid como centro dificultaba el
intercambio directo entre las zonas más industrializadas (Cataluña y el País Vasco).

Respecto a la producción de energía, que en la época era producida mediante la combustión del
carbón, también era inferior a los países más industrializados. Esto es debido a que el carbón
español, a pesar de ser abundante, era de bajo poder calorífico y de mala calidad, a parte de que las
minas presentaban vetas pequeñas y estrechas, lo que dificultaba la extracción del material. Con
tantas desventajas y tan pocas ventajas, su explotación no era rentable, y era preferible importar el
carbón de Gran Bretaña, que era el de mayor calidad.

La siderurgia fue una de las grandes industrias españolas junto con la industria textil catalana.
Esta industria empezó a desarrollarse en Andalucía, pero la dificultad para adquirir carbón de coque
y su alto coste de producción hizo desplazarse a la industra hasta Asturias, que era el único lugar de
España en donde había carbón mineral. Sin embargo, cuando el carbón de coque llegó a España, la
industria se movió al País Vasco, zona en la cual estaban las mejores minas de hierro de toda
España. A finales de siglo se consiguió exportar hierro vasco a otros países, como Gran Bretaña. Sin
embargo, esto sólo dinamizó la industria vasca, pues el resto del país continuó con una economía
basada en la agricultura (a excepción de otros focos industriales como Cataluña).

La manufactura textil catalana, iniciada en 1770, empezó a mecanizarse en el siglo XIX,


formando un núcleo industrial vital dentro de la economía española. Sin embargo, la poca venta de
productos propició que se exigiera al gobierno medidas proteccionistas.

Políticamente, la inestabilidad que había en el gobierno no favorecía las inversiones necesarias


para propiciar la producción y el empleo y, por lo tanto, el desarrollo fue considerablemente menor.

Así pues, podemos decir que España no se industrializó plenamente en el siglo XIX debido a
razones de índole político, social, económico y situación geográfica. Así pues, sólo se
industrializaron dos zonas en España: el País Vasco, en donde proliferó la industria siderúrgica, y
Cataluña, en donde lo hizo la textil. Su posición geográfica, distante de los países centroeuropeos, la
escasa capacidad de compra de la población española, la gran deuda de la Hacienda, la escasez de
energía y materias primas, el proteccionismo, la desastrosa construcción del ferrocarril, las
dificultades agrarias para potenciar la competencia y la inestabilidad política propiciaron un
subdesarrollo industrial en España respecto a otras potencias europeas como Francia, Gran Bretaña
y Alemania. Así pues, quitando de los focos industriales, España continuó siendo un país puramente
rural.

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