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Las prácticas de crianza son determinadas por las características de la familia y los lazos
interactivos que se dan en ella, por lo cual es necesario desde la puericultura científica analizar no
sólo los conocimientos, actitudes y prácticas, sino las características de las familias de finales del
siglo XX.
Como explica la educadora familiar Ángela Marulanda en sus conferencias, se puede decir que
en dos épocas propias de este siglo, modernidad y postmodernidad, se ha transitado de las utopías al
capitalismo salvaje, de los principios éticos a la cultura light, de la importancia del ser a la
importancia del tener, de las relaciones autoritarias a las relaciones permisivas y de la prelación del
bien común a la prelación del bien individual. La misma autora plantea que se ha confundido la
libertad con el libertinaje, la paz con la comodidad, la felicidad con la diversión y el amor con el
sexo.
En estas circunstancias es difícil la crianza, pues el análisis del contexto en el que se dan las
relaciones de los adultos con los niños y jóvenes, como se asegura en el libro Pautas y prácticas de
crianza en familias colombianas, revela que la emigración del campo a la ciudad vuelve obsoletos los
modos de relación tradicionales dificultando o impidiendo que los padres sean los modelos de los
hijos, pues los conocimientos, actitudes y prácticas ancestrales pierden vigencia y tienen que ser
reemplazados por otros de los cuales no logran apropiarse eficientemente.
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Como respuesta a estos análisis, el Grupo de Puericultura de la Universidad de Antioquia
durante los últimos once años ha construido un discurso de crianza —crianza humanizada—, que como
todos, empieza en la puericultura empírica, se apoya en la puericultura científica y regresa a la
empírica, y, de ésta, otra vez, y siempre, en un eterno ir y venir, a la científica. Este discurso es el
sostén de la puericultura del siglo XXI que pretende mejorar las relaciones de los adultos con los niños
y jóvenes en el contexto social caótico en que se vive actualmente.
Si se habla de crianza humanizada es porque hay la sensación generalizada de que hay un modo
de crianza que no lo es, lo que en parte ya se describió. Toda crianza es empírica, es decir, basada en
la experiencia; si la relación se hace con un telón de fondo que incluya maltrato, desamor, irrespeto,
sobreprotección (permisividad), sobreexigencia y autoritarismo, la crianza empírica se puede
convertir en deshumanizada; si por el contrario, el telón de fondo incluye buentrato, ternura,
respeto, protección, exigencia y autoridad hay una enorme posibilidad de que la crianza sea
humanizada.
Se debe aclarar que meta es el fin al que se dirigen las acciones o deseos de los seres humanos
y que en esta construcción y reconstrucción no se trata de construir y reconstruir para llegar, sino
para vivir construyendo y reconstruyendo; además que, como en todos los actos de crianza, los
puericultores deben ser capaces, seguros y firmes, por medio de una acción fundamental, la de
servir de modelos permanentes y eficientes, recordando que modelo significa arquetipo o punto de
referencia para imitarlo o reproducirlo, y modelar, ajustarse a un modelo.
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Se describirán las metas de desarrollo humano integral y diverso y la resiliencia con énfasis en
su articulación dinámica al servicio de la relación de crianza.
Autoestima
Se define como lo que cada persona siente por sí misma, su juicio general acerca de sí. Expresa una
actitud de aprobación o desaprobación —alta o baja autoestima— e indica en qué medida el individuo
se siente capaz, digno y exitoso. N. Branden afirma que “la autoestima actúa como el sistema
inmunológico de la conciencia, dándole resistencia, fortaleza y capacidad de regeneración. Cuando
baja la autoestima, disminuye nuestra resistencia frente a las adversidades de la vida”.1
La inclusión de la autoestima como una de las metas del desarrollo infantil se fundamenta en el
convencimiento de que el amor propio desempeña una función primordial en el desarrollo del niño. La
motivación, el rendimiento escolar y deportivo, la calidad de las relaciones con los compañeros, la
tolerancia a la frustración y el abuso de drogas y alcohol están necesariamente influidos por la
manera como piensan los niños sobre sí mismos. La autoestima es un sentimiento que se expresa
siempre con hechos.
El niño nace sin sentido del propio valor. El desarrollo del amor propio se produce por la
interacción dinámica entre el temperamento innato del niño y las fuerzas ambientales que reaccionan
a éste. La autovaloración se aprende fundamentalmente en la familia; posteriormente intervienen
otras influencias como la de la escuela, pero éstas tienden a reforzar los sentimientos de valor o falta
del mismo que el niño trae desde el hogar.
Entre las estrategias importantes para desarrollar la autoestima están las de brindarle al niño
posibilidades para desarrollar la responsabilidad, la oportunidad para elegir y tomar decisiones, el
establecimiento de la autodisciplina, la aceptación de los errores y fracasos y una retroalimentación
positiva en la que cada expresión facial, palabra, gesto o acción de los padres, profesores y adultos
significativos, transmiten mensajes al niño sobre su propio valor.
Como reflexión final, se puede afirmar que todo lo que se haga por favorecer la adquisición de
una alta autoestima en el niño cumple un papel fundamental en el logro de las demás metas del
desarrollo propuestas en este artículo: autonomía, creatividad, felicidad, solidaridad y salud.
Autonomía
La autonomía es gobernarse a sí mismo, es llegar a pensar por sí mismo con sentido critico, es ser
capaz de elegir, es la realización y vivencia de la mismidad —ser sí mismo.
La autonomía y la autoestima son la base para la construcción de las demás metas del
desarrollo, pero la autonomía, igual que las demás, se construye progresivamente en el ejercicio vital
humano. Los padres, en la familia, dan los primeros acompañamientos; posteriormente, otros
miembros familiares, la escuela y en general la sociedad estimularán y darán las oportunidades para
el paso progresivo de la heteronomía —ser gobernado por los demás— a la autonomía —ser gobernado
por sí mismo.
Desde el punto de vista filosófico, la autonomía está íntimamente ligada con la ética y la
libertad; es el derecho y capacidad de orientar la vida, llegar a ser lo que se quiere para beneficio
propio y de los demás.
El juego es la metodología natural para el desarrollo integral del niño y muy especialmente de
su autonomía; jugando se toma interés por las personas y las cosas; jugando se adquieren destrezas y
habilidades motrices; jugando se sale del egocentrismo y se ingresa a la socialización; jugando se
interactúa con los otros; jugando se incorporan las normas y reglas sociales; jugando se forman los
hábitos; jugando se es regulado y se termina autorregulándose.
Con este título, la doctora Constance Kamii, catedrática de la Universidad de Illinois, plantea las
implicaciones de la teoría de Piaget en el desarrollo de la autonomía moral e intelectual, cuando dice
que el desarrollo de la autonomía significa llegar a ser capaz de pensar por sí mismo, con sentido
crítico, teniendo en cuenta muchos puntos de vista, tanto en el ámbito moral como en el intelectual.
Creatividad
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La creatividad, como las demás metas del desarrollo, no es un destello sino que se construye
paso a paso con base en la repetición de experiencias a lo largo de la vida, para lo cual es importante
la acción estimulante y abierta de personas e instituciones como los padres, la familia extendida, la
escuela y los medios masivos de comunicación social.
Para desplegar el proceso creativo es preciso contar con un buen nivel de autoestima y
autonomía como elementos indispensables, con el fin de asumir el riesgo que el acto creativo
conlleva.
La decisión de crear es algo de cada niño, pero los padres, con su manera de vivir, de disfrutar,
de sentirse merecedores de lo mejor y con derecho a triunfar, son una poderosa invitación para que
sus hijos se permitan ir creando su propia manera de vivir con bienestar.
El proceso mediante el cual el niño reclama para sí una cualidad o un bien puede verse
dificultando por el temor. A este sentimiento los padres deben responder con acciones de cuidado y
respaldo que habrán de convertirse en confianza.
Felicidad
La felicidad es un estado del ser humano de notable demanda. Su definición es compleja y suscita,
suscitó y suscitará debates enconados. Una de las aproximaciones más convincentes es la del filósofo
Fernando Savater, quien afirma que la felicidad es “lo que queremos”; que al decir “quiero ser feliz”,
realmente se dice “quiero ser”.
Y de lo que el hombre quiere, trata la ética, que es “el arte de vivir”. Se puede pues, decir con
Savater que la felicidad es “un estado de afirmación vital”, mientras que “la alegría es el sentimiento
y el placer la sensación de esa afirmación vital”.
Lo anterior se puede expresar también como que la felicidad, entendida como un sentimiento
eminentemente personal, se puede definir como el desarrollo pleno del potencial humano, la
realización personal, cualquiera sea el oficio que se desempeñe. De esta realización se deriva la
armonía consigo mismo y con los demás y el gozo con las realizaciones propias o ajenas.
Más que una meta a la cual hay que llegar, ha dicho el poeta, la felicidad es una manera de
viajar. No tiene lugar ni término de tiempo. Como lo anota V. Zapata “la felicidad no se aprende
intempestivamente, no aparece de sí y de suyo, por generación espontánea. Como las demás metas
del desarrollo, se desarrolla paso a paso, se construye”.3
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La felicidad supone esfuerzo constructivo o educativo en varios niveles, el familiar, el social y
el educativo. En el familiar se incluye el cubrimiento pleno de las necesidades nutricionales, lúdicas y
de seguridad. En el nivel social, para la construcción de la felicidad son necesarias la solidaridad y la
legalidad en las relaciones interhumanas, lo que llevará a la construcción de un tejido cultural
compacto que brindará certidumbre y paz. En lo referente al nivel educativo, como en las demás
instancias de socialización se deben diseñar dispositivos formativos que impliquen el ver, el sentir, el
pensar y el actuar armoniosamente.
El esfuerzo de construcción de la felicidad empieza mucho antes del nacimiento, con las
características de los miembros de la pareja que engendrará el niño constructor, que una vez nacido,
afrontará en los dos primeros años el paso siguiente, que es el de la construcción en medio de la
protección que le brinden los adultos. De los dos a los siete años, se está en el paso de construcción
de la disciplina, para el cual sigue siendo necesaria la asistencia externa.
De allí, y hasta los dieciocho años, el niño y luego el joven, pasan por un período de conflicto
entre el egoísmo y la cooperación en el paso singularización-fraternización, enmarcado en la lucha
dependencia-independencia propia de este período de desarrollo.
Solidaridad
Entendida como el sentimiento que impulsa las personas a prestarse ayuda mutua, como la promoción
de lo colectivo antes de cualquier otra consideración, que se traduce en la primacía del nosotros
sobre el yo, la solidaridad podría ser considerada como sinónimo de fraternidad, adhesión, ayuda,
apoyo, concordia y devoción. Es decir, lo mejor del sentimiento humano al servicio de los demás.
El niño es el gestor de su propio desarrollo; hacia él deben estar dirigidas las acciones para la
construcción de la solidaridad, lo cual sería de máxima utilidad en el convulsionado mundo en que
vivimos, pues la inversión que da mayor rentabilidad social es la que se hace con y por los niños, ya
que se encuentran en el proceso de construcción de su personalidad y poseen una altísima capacidad
de captación de los mensajes educativos y por lo tanto una gran potencialidad en su formación
ciudadana.
Porque trae muchos beneficios para el individuo y la comunidad, pues la solidaridad es el fundamento
de la sociedad civil, debido a que garantiza la indispensable cohesión entre los distintos miembros de
una comunidad y sienta las bases para la convivencia pacífica.
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La solidaridad da sentido de pertenencia. La fuerza de interrelación cooperativa, de mutua
ayuda, lleva a una mayor interrelación con el grupo y a un compromiso por el trabajo en equipo y por
lo tanto a sentir como propias las realizaciones colectivas.
La construcción de la solidaridad
La solidaridad se construye día a día, momento a momento, y tiene como base el vínculo afectivo y
los modelos adultos, lo que dará al niño seguridad y confianza en sí mismo y en los demás.
La solidaridad se construye con tiempo y voluntad, con base en modelos dignos de imitar y con
la orientación educativa hacia la socialización, con el empleo de la metodología indispensable del
juego infantil. El respeto, apoyo, estímulo y orientación al juego de los niños, con una solidaridad
sugerida y estimulada en las actividades lúdicas, se va incorporando progresivamente en la
cotidianidad infantil para construir la fraternidad lúdica inicialmente y luego la fraternidad social.
Cuando las poblaciones humanas lleguen a tener intereses comunes; a compartirlos, disfrutarlos
y vivirlos intensamente en comunión con las demás, hasta llegar a una verdadera comunidad que
busque objetivos comunes, con metas colectivas, se lograría una genuina revolución social en la que
el sentimiento solidario individual se sume al sentimiento de solidaridad social para una
transformación radical de profundo contenido humano.
Salud
Según la Organización Mundial de la Salud —OMS—, la salud es el completo bienestar físico, mental y
social, y no solamente la ausencia de enfermedad. Otros, consideran la salud como bienestar, armonía
del ser humano y su entorno, funcionalidad social, sentirse bien u otras. Para los autores de este
artículo, la salud es bienestar.
La salud siempre está en estrecha y dinámica relación con la enfermedad durante todo el
proceso vital humano. Ambas, salud y enfermedad, tienen una compleja estructura causal que dará
como efecto ese estado de bienestar o malestar en el individuo o en las comunidades.
En general, se consideran como cuatro las funciones de los trabajadores de la salud —médicos,
enfermeras, odontólogos, bacteriólogos, nutricionistas, psicólogos y otros—. Esas funciones son:
promoción de la salud, prevención de la enfermedad, atención a los enfermos y rehabilitación.
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La salud, es un derecho de los niños y las niñas. Es un derecho natural, social y legal
claramente expresado en la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño en 1989,
en la Constitución Colombiana de 1991 y en el Pacto por la Infancia vigente en el país.
Promoción de la salud
Prevención de la enfermedad
Resiliencia
El vocablo resiliencia se origina en el latín del término resilire que significa volver atrás, volver de un
salto. Se registra en los diccionarios en inglés en el campo de la física como resilence/resiliency,
definido como la capacidad de un material para recuperarse, retroceder o reasumir su tamaño y su
forma original luego de ser comprimido, doblado o estirado, es decir, es una cualidad de los
materiales consistente en la capacidad para responder a los choques. En castellano aún no es
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recogido por el Diccionario de la Lengua define como el índice de resistencia al choque de un
material.
A pesar de que esta capacidad debe ser tan antigua como la misma humanidad, en el terreno
de las ciencias sociales sólo se introdujo desde el decenio del ochenta en los estudios de campo para
explicar la extraña paradoja de la capacidad de recuperación y desarrollo adecuado de hasta un tercio
de los niños luego de que colectivos o individuos son sometidos a situaciones de estrés, siempre con la
implicación de recuperación de algo que sucedió; sirve pues, para caracterizar aquellas personas que
a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto estrés como la violencia en todas sus formas o las
calamidades naturales se desarrollan psicológicamente sanas y exitosas. El análisis de los resultados
del desarrollo humano ante las situaciones adversas mostró que había factores de riesgo y factores
protectores.
Fomento de la resiliencia
La evidencia empírica indica que los niños y jóvenes resilientes han manifestado tener las siguientes
características:
Los estudios sobre resiliencia indican claramente que este concepto que a la vez es una
herramienta para la acción es una capacidad universal que puede ser construida, fomentada y
vigorizada en la relación de crianza en los distintos escenarios en los que ésta se da: la familia, que es
el principal, la escuela y la sociedad, teniendo muy presente que dado que es un proceso dinámico, es
necesario entender que la resiliencia no es una capacidad absoluta ni estable, sino que por el
contrario evoluciona a lo largo del tiempo, según las interacciones de los distintos factores
promotores en las distintas fases del proceso vital humano.
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En la crianza humanizada, bien sea en medio de la violencia o sin ella, el término resiliencia se entiende
en el terreno de la promoción y la prevención como instrumento de acción, tendiente en el campo de la
promoción al desarrollo de las potencialidades individuales, colectivas y del entorno dirigido a la consecución
de una mejor calidad de vida; y en el de la prevención, a las acciones para evitar que aparezcan consecuencias
indeseables. Se trata pues, de introducir la resiliencia como instrumento potenciador activo desarrollado y
fortalecido intencionalmente en la relación de crianza, la cual en este contexto se debe entender como
dirigida a la socialización de niños y jóvenes resilientes.
Teniendo en cuenta lo expuesto, para lograr el fomento de la resiliencia se debe acompañar a los niños
y jóvenes inteligentemente —ilustradamente, con conocimientos— y afectuosamente —con amor, con ternura—
en la construcción de las metas de desarrollo. No se pretende el suministro de una herramienta perfecta que
funcione como un dispositivo mecánico: pulse el botón A y obtendrá el efecto B; no, la crianza, en ninguna
circunstancia, se basa en ecuaciones.
El propósito de esta propuesta es el de sugerir a los puericultores un modo distinto de analizar los
asuntos de la crianza común y corriente o en medio de violencias actuales o vividas, lo que implica que muchos
de los detalles deberán complementarse de acuerdo con cada situación específica, pues la resiliencia no es una
varita mágica, sino que es fuente de inspiración para nuevos modos de acción, nuevas perspectivas y nuevas
esperanzas, de tal modo que se viva la crianza en cualquier circunstancia en función del fomento de la
resiliencia.
En resumen, en el trabajo con niños y jóvenes que están o estuvieron sometidos a violencias, o que no lo
han estado, o a calamidades, si se tiene en cuenta que el acompañamiento no es un acto de caridad, y
tampoco es su desarrollo una cuestión meramente técnica, la resiliencia abre un abanico de posibilidades, en
tanto enfatiza las fortalezas y aspectos positivos de los seres humanos y más que centrarse en los problemas
que mantienen las condiciones de alto riesgo para el desarrollo, se preocupa de observar aquellas condiciones
que posibilitan un desarrollo más sano y positivo.
Es claro pues que teniendo en cuenta las características individuales, la naturaleza de la familia y de la
sociedad, disponibilidad de fuentes de apoyo externo como clima educacional abierto y con límites claros, es
posible participar en la construcción y reconstrucción de las metas de desarrollo humano integral y diverso de
todos los actores de la crianza como un método de fomento de la resiliencia, con la esperanza de que algún día
esta actitud sea el camino de la convivencia, de la paz, pues es claro que pese a sus efectos mortales y
devastadores ni las violencias ni las calamidades han logrado exterminar la esperanza en un futuro mejor.
Que los adultos sean modelos dignos de imitar por niños y jóvenes
Que los adultos reconozcan que los niños y jóvenes son los gestores de su propio desarrollo
Que los adultos sean seguros, firmes y claros en el acompañamiento
Que el acompañamiento sea basado en la ternura
Que los adultos se centren en lo firme de los niños y jóvenes, con énfasis en el acompañamiento en lo
vocacional
Que los adultos ejerzan la autoridad y no el autoritarismo
Que los adultos protejan y no sobreprotejan
Que los adultos exijan y no sobreexijan
Que los adultos escuchen genuinamente
Que los adultos pidan y den respeto
Que los adultos ejerzan reflexivamente los valores
Que los adultos presten atención a cualquier signo de anormalidad
Que los adultos señalen como negativas, cuando sea necesario, las acciones y no los actores (niños y
jóvenes)
Que los adultos estimulen las acciones positivas de los niños y jóvenes y no simplemente elogien a los
actores de esas acciones
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