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CHRISTOPHER A. BAYLY EL NACIMIENTO DEL MUNDO MODERNO 1780-1914 CONEXIONES Y COMPARACIONES GLOBALES Biblioteca tio Village FL eoueat a femal SIGLO SIGLO Espaia México. Argentina Este ltbro exté dedicado a Elfreda M. Bayly, que ba vivito las consceuencias de estos scomientos bistOricos. ‘Todos los derechos reserves. Prohbid la reproduccién total 9 parcial de eta obta por cualquier procedimiemto ia sen yetico, Alecizénico, éptico, quimico, mecinico, forocopia, ete) y al lmicenamicnto 0 wansmisiin de sus contenides en sopertes Imaghétiens, saporos, isles o de cualquier oto tie sin peemiso cexprese dl dtr. Si necesita forocopiae o escencar slain fxemente de esta obma jase a CEoRD ‘Centeo Espasol de Derechos Resrograficos) sowweedro ore © De esa edcin, abril de 2010 SIGLO XI DE ISPAR EDITORS, 5.4 ‘Menéndez Pidal 3 bis. 28036 Madsid snuwsigloedicores.com OCA. Bay, 2004 “Teaduci6n de C. A. Bayly, The Birth ofthe Modern World, 1780-1914, 1° ed, 2004 Primera edicido en ingles Blackwell Pblishing, 2004 ‘ea edicn se ha pubonda cone acuenda de BlchwelPuibishing Le. Onford.yha sido tad: ‘ia poe Slo XX de Eada corey parr de avert ool ges. Egor deh ec fs tesensidd ncn de Sig XT de Espa Tore no de Boke Pushing Led ‘© Dela tmdacsib Richard Garcia Nye, 2007 Revisin de la eaduceiin: Manica Palacios, 2009 Diseiio de eubieta Mille Crain and Cocking Hlastraciin de cubserta: Retro de een Bape Belle, por Anne-Louise Cirodet, 1797, ‘leo sobre enzo, Chitens de Versailles et de Trianon, foto ISBN: 978-84:523.1325.7 Depssito Legal S. 58-2010 Innprime: Grificas ARONA, S.A, 7A Salamanca NOTAS SOBRE EL LIBRO Jos historiadores y que suponen la base de los libros de historia. Los ejemplos dejan claro que hay historiadores trabajando en distintas regiones que desconocen que especialistas en otros campos presentan argumentos parecidos y que, de hecho, los procesos hist6ricos que des- criben estén interconectados. En otros casos, los historiadores conocen uy bien las analogias y conexiones con los avances en e50s otros cam: pos de estudio —por ejemplo, entre la construcci6n del Estado en Japén yen Vietnam—, pero no han ereido necesario incorporar un contexto ‘més amplio. Ms que neda, este libro intenta iniciar didlogos entre his toriadores ¢ historiografias para poder comprender mejor las diferen- cias y similitudes entre procesos sociales. Es inevitable que en esta obra haya numerosos nombres propios. Poner las fechas de nacimiento y defuncién de todos habria creado una especie de «sopa de fechas», por lo que sélo aporto fechas para algunos personajes importantes. En esta obra empleo mucho la palabra «sociedad. No son s6lo los politicos conservadotes sino también muchos experimentados antropo- Jogos los que niegan la existencia de «sociedades> 0, al menos, reco- miendan usar el término con cautela, Con esta palabra no pretendo refcrirme a entidades esenciales con una cultura claramente definida, sino més bien a grandes grupos con tendencias histéricas de comporta- miento humano establecido que se pueden ver en un srea geografica concreta. Emplear este término me permite hacer un andlisis exhausti- vo a un nivel por debajo de lo glabal, pero por encima de lo local. Seria posible, en teoria, claro est, reducir toda entidad social al nivel de aldea, 6 incluso a las redes individuales dentro de cada aldea del mundo. Sin embargo, como ya dijeron los filésafos clasicos, «hay étomos hasta el final». INTRODUCCION Este libro es una historia tematica del mundo desde 1780, el comienzo de la era revolucionaria, hasta 1914, el principio de la Primera Guerra Mundial, que rompié el sistema contemporineo de imperios y esta- dos. Muestra cémo las tendencias histéricas y las secuencias de aconte- cimientos, que las historias locales y nacionales tratan por separado, se pueden unificar. Esto nos ensefia que existen interconexiones e interde- pendencias entre los cambios sociales y politicos del mundo mucho antes del supuesto comienzo a partir de 1945 de la fase de globalizaci6n actual, Por una parte, las repercusiones de acontecimientos mundiales cxiticos, como las revoluciones europeas de 1789 y 1848, se expandie- ron y mezclaron con las convulsiones de otras sociedades mundiales. Por otra, los acontecimientos externos al niicleo emergente del mundo industrializado de Europa y América, como las rebeliones hacia media- dos del siglo xix en China € India, impactaron en ese niicleo, moldeando sus ideologfas y creando nuevos conflictos politicos y sociales. A medi- dda que los acontecimientos se iban interconectando y entrelazando, las formas humanas de actuar se ajustaron unas a otras y empezaron a pare- cerse en todo el mundo. Por eso, este libro traza el auge de a rniformi- ded global del Estado, la religion, las ideologias politicas y la vida eco- némica, segiin se desarrollaron a lo largo del siglo XIX. Este auge de la uniformidad se vio no s6lo en las grandes instiruciones como la Iglesia, las cortes reales o os sistemas judiciales, sino que también se dio en lo que llamaré «habitos fisicos»: la forma de vestir, de hablar, de comer y las relaciones familiares de la gente. Estas conexiones entre las distintas sociedades estuvieron en desa- rrollo constante durante el siglo XIX y crearon muchas constituciones hibridas, muchas ideologias mixtas y muchas formas complejas de acti- vidad econémica. Sin embargo, a veces estas conexiones dieron al mismo tiempo una sensacién de diferencia, e incluso de antagonismo, entre los pueblos de las distintas sociedades y, sabre todo, entre sus dlites. Por ejemplo, los japoneses, indios y norteamericanos sacaron cada vez mis ‘xx INTRODUCCION fuerzas de un ereciente sentido de la identidad nacional, religiosa y cul- tural heredado en el momento de afrontar los graves retos de la nueva economia global y, sobre todo, del imperialismo europeo. Las ciencias ‘sociales contemporineas conocen muy bien la paradoja de que las fuet- 2as globales y las locales se wcanibalizaban> 0 comian unas @ otras, como dijo el testico social Arjun Appadurai!, Pero esta relacién ambivalente entre lo global y lo local, lo general y lo especifico, ya tenia una larga historia antes de la Edad Moderna. Asf fue como en el siglo xix las naciones-estado c imperios territoriales se delimitaron con més clatidad y se volvieron més antagonistas justo en el momento en el que prolife: raban las similitudes y conexiones entre ellos. Las grandes fuerzas del cambio mundial potenciaron las diferencias aparentes entre las com nidades humanas. Pero esas diferencias las expresaban de una mancra cada vez mas parecida. "Este libro mantiene que toda historia local, nacional o regional tiene ‘que sef, en aspectos importantes, una historia global, Realmente ya no se puede escribir historia europea ni norteamericana en un sentido limi- tado, y es esperanzador que muchos historiadores empiecen a adoptar esta postura. En las déeadas de 1950 y 1960, la escuela de historia fran- tesa de los Annales, liderada por Fernand Braudel, fue pionera en un tipo de historia social y econémica global de la Edad Moderna’, La necesidad de sobrepasat las fronteras de estados y zonas ecoldgicas es todavia més clara aplicada al siglo XIX. Esto es cierto sobre todo para la historia de los estados imperiales europeos, tanto para los imperios territoriales, como el ruso, como para los maritimos, como el francés 0 cl briténico. Historiadores como Linda Colley’ y Catherine Hall, en el caso de Gran Bretaia, y Geofizey Hosking’ y Dominic Lieven’, en el de Rusia, han sido pioneros en demostrar que la experiencia imperial (en tun sentido amplio) fue bisica para la formacién del modelo de naci6n- estado, Por otra parte, R. Bin Wong’, Kenneth Pomeranz’, Wang Gung, ‘Wo’ y Joanna Waley-Cohen" han empezado a escribir la historia de China como una historia global, comanco muy en cuenta las digsporas chinas que antecedieron a y persistieron bajo la superficie de la hege- mona imperial occidental @Cuiles fueron las fuerzas motrices que impulsaron la creciente interconexién y uniformidad en el «largo» siglo xix? Ninguna historia ‘mundial de este periodo puede ignorar la importancia central del pro: ‘gresivo dominio econémico de Europa occidental y de Norteamérica En 1780, los imperios chino y otomano seguian siendo entidades pode- rosas a nivel mundial, y la mayor parte de Africa y del Pacifico estaba say INTRODUCCION zgobernada por sus pueblos indigenas. En 1914, sin embargo, China y el Estado otomano estaban en fragmentaci6n, y Africa habia sido brutal- ‘mente subyugada por los gobiernos, empresas comerciales y compaiias rmineras de Europa. Entre 1780 y 1914, los europeos expropiaron una enorme cantidad de tierra a los indigenas, sobre todo en el norte y sur de Africa, en Norteamérica, Asia Central, Siberia y Australasia. Si la renta per eépita en Europa occidental y en la parte costera de Nortea- ‘mérica era, como mucho, dos veces la del sur de Asia y poco mas alta que la de China en 1800, la diferencia un siglo més tarde era de diez veces mayor. La mayoria de las partes del mundo que no estaban direc tamente controladas por Europa o Estados Unidos formaban parte de Jo que los historiadores llaman «imperios informales», en los que exis- tfa disparidad de poder entre los indigenas y los fordneos sin que se hubicra llegado a la anexién directa. El dominio fisico iba acompafiado de diferentes grados de depen- denciaideclpca, Lo conceptoe, latnaones y procedimieatse pl dos alo largo de las feroces guerras y contiendas entre europeos se con virtieron en controladores y en ejemplos a seguir para los pueblos no ceuropeos. Sin embargo, esos mismos pueblos no eran sujetos pasivos de la bondad occidental, ai tampoco eran merac victimas cupinas de Occi dente. Recibieron y adaptaron las ideas y técnicas occidentales a sus propias vidas, limitando la naturaleza y extensién del dominio del poder europeo. A comienzos del periodo que abarca este libro, el mun- do seguia siendo policéntrico. Asia oriental, el sur asiatico y Africa man- tenian su dinamismo e iniciativa en distintas areas de la vida social y econémica, por mucho que Europa y sus colonos ya sacaran jugosas ventajas compettivas. Hacia finales de este periodo, tras el auge de Japén y los principios del nacionalismo extraeuropeo, el «liderazgo> de Europa se vio bastante amenazado. Por esta raz6n, una historia de este periodo ha de demostrar una serie de cosas diferentes y aparentemente contra- dictorias. Este libro tiene que cartografiar la interconexién de los acon- tecimientos mundiales, pero aceprar,a a vez, el dominio bruto de Occi- dente. Al mismo tiempo, tiene que poner de manifiesto que, en muchas partes del mundo, ese dominio europeo fue sélo parcial y temporal ORGANIZACION DEL LIBRO Elnacimiento del mundo moderno, mas que una narraci6n, es una refle- xign acerca de la historia mundial. Los capitulos 3, 4, 6 y tltimo tratan xy INTRODUCCION de construir una historia de acontecimientos mundiales en secciones ero noligicas para el largo periodo comprendido entre 1780 y 1914. Con- trasta periodos de relativa estabilidad con otros de crisis mundial. El objetivo es seleccionar y recalearciertos vinculos entre amplias sucesio- nes de cambios politicos y econdmicos. El capitulo 3, por ejemplo, resalta los vinculos ideol6gicos y politicos entre la era revolucionaria en Europa y Norteamérica de la generacién posterior a 1776 y el auge del dominio europeo sobre los no europeos en la «primera época del impe- sialismo global». Las reinterpretaciones recientes de las revoluciones de 1848 en Europa han hecho posible ver otros grandes eventos, como las convulsiones ea China de mediados de siglo la gran eebelién de 1857 1859 en India, desde una misma perspectiva. El capitulo 4 considera la Guerra de Secesion norteamericana como un acontecimiento global, no como una mera crisis norreamericana, En el capitulo 6 se analizan el nacionalismo de finales del siglo XIX, el imperialismo y la exclusién étni- cca desde la misma base y no, como se suele hacer, por separado. Estos capitulos resaltan la propuesta de que las historias nacionales y los estudios regionales necesitan tomar més en cuenta los cambios ‘mandiales en su totalidad. Lac ideas y movimientos politicos surcaron Jos océanos y saltaron las fronteras de un pais a otro. Por ejemplo, en 1865, el final de la Guerra de Secesién estadounidense permiti6 a los liberales de Estados Unidos apoyar al gobierno mexicano radical de Benito Juérez. contra los asaltos de los conservadores apoyados por Francia, Los tadicales mexicanos ya haan recibido el apoyo entusias- ta de Giuseppe Garibaldi y de otros revolucionarios, héroes de las rebe- liones contra Ia autoridad en Europa en 1848", Las experiencias comu- nes dieron lugar @ un frente unido en todo el mundo, Pero, al mismo ticmpo, esponerse a cambios globales empujaba a veces a los litetatos, Jos politicos y 1a gente comin a resalta las diferencias, en vez de las similitudes. En 1880, por ejemplo, el impacto de los misioneros cristia- nos y de los productos occidentales habia conseguido que los indios, drabes y chinos fueran més conscientes de sus costumbres distintivas, de sus rasgos fisicos y de su excelente artesania. Con cl paso de! tiem- po, esta sensibilidad a la diferencia creé més vinculos globales. Los artistas indios pensaban que sus Coeténcos japoneses eran los herederos de una tradicion estética pura, e incorporaron su estilo 2 sus obras. EL ‘objetivo de este libro es combinar lo que podemos llamat shistoria late ral» de este tipo —la historia de los vinculos— con la «historia verti cal, el desarrollo de instinuciones e ideologias especiticas. XxVE INTRODUCEION Los capitulos 1,2 y 5 y la segunda mitad del libro son mis tems os en su aproximacién. Estos captulos analizan los grandes canceptos sociales que usaron los historiadores decimondnicos, y también los escritores y publicistas, para caracterizar los cambios dominantes del siglo xrx. Entre estos conceptos los ms importantes parecen ser el auge del Estado moderno, la industrializacién, el liberalismo, la ciencia y la en sus dramas hist6ricos. Pero esto tampoco resuelve el problema. Esta claro que, a un cierto nivel, la carrera del Estado moderno esta causal- mente vinculada a los grandes cambios econdmicos, pero no determi- nada rigidamente por ellos. Ademés, resaltar el auge del Estado y del _gubernamentalismo en un sentido més amplio nos deja con la pregunta de fondo: epor qué se desarroll6 el Estado moderno? El problema se ros vuelve todavia més complicado si pensamos que el proyecto mis nuevo de la época, los Estados Unidos, apenas empez6 a industrializar- se antes de 1830, y que su estructura y su constitucién representan una exitosa revoluciéa contra el Estado dominante europeo. Este libro no estd disefiado para debatir estos temas de causalidad profunda, Lo que sf propone, sin embargo, es que una historia mundial debe postular una interaccién més compleja entre la organizacién poli- tica, las ideas politicas y la actividad econémica. Desde luego, la econo- iia es la protagonista del debate. Las tendencias a la intensificacién de Ja economia local fueron los principales motores del cambio incluso antes de la industrializacién a gran escala. El capitulo 2 propone que el concepto de la «xevolucién industriosa» del historiador de la economia Jan de Vries puede aplicarse a muchas formas de intensificacién econ6- ‘mica que tuvieron lugar en ef mundo a partir de 1650. A lo largo del siglo xvi, las «revoluciones industriosas» reconfiguraban las socieda- des en muchos sitios. El capital y la mano de obra se vefan obligadas a trabajar mas desde China a Massachusetts. Las innovaciones tecnolégi- cas a pequeiia escala se vetan reflejadas en las modificaciones en la dis- tribucién de los bienes materiales y en los habitos de la gente. Familias cde campesinos se convirtieron en présperos granjeros. Los pequeiios tendetos, en burgueses urbanos en Amsterdam, Malaca y Fez. Busca- bban comida y ropa de mejor calidad, més honor y mas estatus social Sin embargo, recalcar la importancia de las revoluciones industrio- sas, como hace est libro, no es necesariamente dar prioridad en la cau- salidad hist6rica a otro tipo de motor econ6mico. Porque las revolucio- nes industriosas no eran meros cambios brutos en la distribucién de los bienes materiales. Fueron también revoluciones de «logo, para usar cl término moderno. Los horizontes de deseo de la gente cambiaron, porque la informacién sobre las ideas y estilos de vida de los grupos gobernantes empezaba a circular con mas rapidez. La clase media que- ‘ia emular el consumismo de las cortes reales, que se representaban de some INTRODUCCION manera complaciente y persuasiva, Esta serie de cambios concepruales dio poder a los tenderos, creé demanda de mano de obra y envié a los comerciantes allende los mares en busca de Iujos. A su vez, nuevos esta ddos més agresivos, sobre todo en Europa occidental, se aprovecharon de estos cambios y empezaron a conectar las revoluciones industriosas del mundo con su marina y sus monopolios. El sistema de esclavitud caribefio representaba el no va mis de las revoluciones industriosas forzadas. Estos cambios sociales y econémicos fueron asimétricos y descon- certantes. Crearon diferencias entre grupos y sociedades, Engendraron codicia, envidia y desconfianza entre vecinos. Llevaron a guerras ultra- marinas, impuestos desiguales, conflicto social y a cuestionar las autori- ddades reales y rligiosas establecidas. El caos fue a escala mundial. Los filésofos franceses y los lideres religiosos drabes sentian por igual el impacto de los nuevos vinculos y de la turbulencia desatada. En este contexto, muchos contflictos locales se descontrolaron a lo largo de todo el mundo entre 1720 y 1820, pero sobre todo después de 1780. El agre- sivo Estado revolucionatio francés engendré muchos enemigos feraces Los estados europeos. sus colonias v los no europeos colindantes, sobre todo los imperios otomano y chino y el Japén Tokugawa, se vieron obli- ‘gados a ampliar sus puntos de mira, Los Iideres de estos estados tuvieron. ue asimilar y modificar las nuevas ideologiss. Tuvieron que inmiscuit- se en ambitos sociales que hasta entonces eran auténomos. ‘Los cambios politicos e ideol6gicos de la era revolucionaria fueron, por lo tanto, catastrficos, en el sentido de que no se pudieron prever ni explicar simplemente a raiz de los conflictos y contradicciones del Antiguo Régimen, y ni siguiera a raiz del desarrollo del capitalismo. El Estado, impulsado por las nuevas ideologias generadas por la crisis, desarroll6 una especie de elefantiasis. Las éltes batallaron durante la primera parte del siglo xIx contra los problemas de orden y legitimidad que esta situacién trajo. De hecho, el conflicto ideol6gico y politico hhabia alcanzado un nivel global incluso antes de que la uniformidad econémnica se instaurara en el mundo. El auge del capital no fue, por lo tanto, una fuerza mottiz en sf misma. Se expandi6 en una ecologia social que ya habia sido creada por las aspiraciones de poder, terrtorio, justicia y santidad. Solo a partir de 1840, el deshilvanado pero ya inexorable movi- rmiento hacia la industralizacién empez6 a asentarse a nivel global. Fue en un momento en el que otra serie de crisis habfa agitado el orden ‘mundial: las revoluciones europeas de 1848, las revueltas masivas en xxx, INTRODUECION Asia y la Guerra de Secesién norteamericana, Los grupos gobernantes trataban de estabilizar el orden social promoviendo la industralizacién ©, pot lo menos, creando un marco para ella, La industrializacin ofre- cfa al Estado nuevos recursos, y a sus ejércitos, nuevas armas. En 1870, la era del capital habta Hegado, como concluye Hobsbawm. Pero los hombres del capital sélo podian adquirir estatus y respetabilidad com- partiendo su influencia con reyes, aristécratas, terratenientes y con los burécratas que controlaban las oficinas de las nuevas naciones-estado. La era del capital fue también, por lo tanto, un petiodo en el que la jerarquia se perpetus y en el que las religiones se volvieron més pode- rosas ¢ insistentes, como veremos en los capitulos 9 y 11, En un sentido amplio, el desarrollo histérico parece haber sido determinado por un paralelogramo complejo de fuerzas constituidas por los cambios economicos, la construccién ideolégica y los mecanis- mos del Estado. El desarrollo de la economia mundial no parece haber sido anterior al desarrollo ideolégico y politico. Todos ellos se interpe- netraron ¢ influycron entre sien mayor o menot grado y en momentos diferentes. Asi, hubo periods en que el Estado y las narrativas que la gente cre6 a su alrededor fueron las fuereas motrices del cambio hist6- ‘ico, Tambien hubo periodos de flujo y de fluidez, como entre 1815 y 1850. Y, de hecho, también hubo momentos de reestructuracién econé: mica importante que determinaron acumulativamente la direccién del gubernamentalismo y de sus ideologias. Y, de la misma manera en que diferia de periodo en periodo, el equilibrio de estos elementos diferia de sociedad en sociedad y de continente en continente. SEGUNDO PROBLEMA: HISTORIA GLOBAL Y POSTMODERNISMO_ El segundo problema a la hora de escribir una historia global nos viene, sin embargo, de la reciente fama de ciertos historiadores que no pien: san de esta forma y que suclen rechazar todas las «grandes narrativas» del capital, el Estado e, incluso, de los cambios ideolégicos. A partir de 1980, algunos historiadores se dejaron influir por tendencias que se han llamado postmodernistas” 0 postcoloniales. Los autores que adoptan ¢stas posturas son, a menudo, hostiles a las historias comparadas, las lla. madas metanarratives, las cuales, argumentan, son cémplices de los proceso imperialistas y capitalistas que tratan de describir. Las descrip- ciones del Estado y del capital que describimos arriba son dos de las XXX INTRODUCCION dianas de estos autores. Estos historiadores intentan recuperar la voz ‘cdescentradav de los pueblos sin poder. Mantienen que estos pueblos fueron sojuznados por el capitalismo machista de Europa y Estados Uni- dos, que escribieron los discursos politicos y los anales de su gobierno, ‘por lo cual sus voces fucton sistematicamente exputgadas de las gran- des narrativas de la historia mun dial descritas por los historiadores pos- teriores. El enfoque postmodernista ha creado, por lo tanto, una ten- sién. La demanda académica y popular de historias mundiales parece estar creciendo muchisimo a medida que la aglobalizacién» se pone de moda, Sin embargo, la esencia de la historia moderna ha sido eriticada con dureza por los postmodernistas con el argumento de que homoge: neiza la experiencia humana y borra de la historia alos pucblos sin voz. ‘No existe razén alguna por la que todas las ciencias humanas deban adoprar la misma metodologia. Este tipo de polémica puede ser muy productiva, La historia siempre ha florecido cuando obras distintas han compartido estanteria, cuando ante las explicaciones sobre «lo que pasd» uno se pregunta: «¢Quién lo dice?» 0 <2Qué signific6?». Esto fue cierto sobre todo en los afos setenta y ochenta del siglo pasado, cuando cierto grupo de marxistas influyentes sufrieron el ataque de los historiadores neoconservadores en Europa y Norteamérica. Una cosa esti clara: incluso cuando escriben acerca de los pobtes, de la mujer sojuzgada o del nativo, los historiadores postmodemistas y postcolonia- les se refieren constantemente al Estado, a la religidn y al colonialsrno, cconceptos todos amplios, peto que ellos dan por sentadlos en sus respec- tivas versiones. Las obras postmodernistas, por lo tanto, suclen escon. der su metanarrativa, que es politica y moralista en su origen yen lo que implica, Muchas de estas historias suponen, pot ejemplo, que habria sobrevenido un mundo mejor de no ser por el dominio hist6rico de la ‘maquinaria del Estado unitario, el patriarcado o la razén ilustrada occi- dental. Toda historia, entonces, incluso la historia fragmentaria, es implicitamente historia universal, Escribir historia global ayuda, pues, a destapar una variedad de metanarrativas. Este es el caso sobre todo en Jo que a causalidad se refiere. El por qué cambian las cosas siempre ha sido un tema de preocupacién para los historiadores. Por eso sigue sin: do importante mirar los recursos, las estrategias y as colisiones mutuas de los grupos dominantes y de sus acélitos a escala global-histrica, y a la ver eartografiar la experiencia de los pueblos sin historia Dicho lo cual, con esto no se quiere argumentat que la historia de la experiencia individual y de los grupos aislados de los principales centros de produccign de historia no sea importante, Lo marginal sempre soo INTRODUCCION ha servido para construir la gran narrativa tanto como Io contratio. “Antes de mediados del siglo XIX, sobre todo, era normal que la gente de Jas fronteras se valviera el niicleo de cada sociedad. Los némadas y gue- rreros tribales se convertian en generales imperiales. Los barberos se convertian en cientificos. Las bailarinas, en reinas. La gente cruzaba con facilidad las fronteras flexibles del estatus y de la nacionalidad. Los resultados histéricos estaban sin definix. Esté claro que insistir solamen- teen el auge del capitalismo y del Estado moderno, o en una idea de la nacién, seria esconder o excluir muchas cosas interesantes de la reali- dad del cambio hist6rico. Es dificil, sin embargo, negar (de hecho muy ppocos postmodemistas lo hacen) la importancia del cambio hacia la uniformidad durante el largo siglo XIX, Por supuesto, en 1914, Io heterodoxo, lo transgresor y lo incierto ‘eran ubicuos. El triunfo del cristianismo moderno sufrié ataques prove- rientes del florecer del espiritualismo esotérico y de otros cultos de salud, incluso en su coraz6n en Europa. El auge del islamismo ortodoxo se vio retado por la ambigiiedad generalizada que permitia alos budistas, hin- dies 0 curanderos africanos mezclarse con los fieles musulmanes en sus tempos. Proliferaban nuevas bases de poder que denegaban la vicioria al Estado moderno y al nacionalismo, entre ellos la poderosa Falange del sindicalismo. Al mismo tiempo, estas formas impredecibles e irreyula- res de la vida y del pensamiento humano se vieron cada vez mis marca das por la impronta del gubernamentalismo. Se vieron influidas por las ideas comunes acerca de la nacién y de los mercados de capital interna- cionales. Los visionarios y espiitistas acudieron a la imprenta, mientras ‘que los organizadores sindicales llevaban libros de cuentas y de actas co- mo las grandes corporaciones. Aqut se rechaza el punto de vista de que cexista una contradieci6n entre el estudio del fragmento social o de los sin poder y el de los amplios pracesos que constituyeron la modernidad. ‘TERCER PROBLEMA: EL. PERSISTENTE «ACERTIJO DE LA MODERNIDAD» Merece la pena mirar en detalle el tema de lo «moderno», término que cemplea el titulo de este libro, y que también emplean todas las ciencias hhumanas contemporéneas. En los afios cincuenta y sesenta del siglo pasado, S. N. Eisenstadt!” y otros emplearon la palabra para describir una serie de desarrallos globales que se combinaron y supusieron un paso hacia delante en la organizacién y la experiencia del ser humano ‘que llamaron «modernidad». Los cambios que analizaron afectaban a XX INTRODUCCION muchos ambitos de la vida humana. Estos inclufan la sustitacién de los grandes clanes familiares por pequefias familias nucleares, cambio que asociaban con Ia creciente urbanizacién, Abarcaban la industraliza- cién, Ia idea de los derechos politicos del individuo y la secularizaci6n —el supuesto declive dela mentalidad religiosa—. En muchos sentidos, se apoyaron en la obra de Max Weber, el socidlogo alemén que escri- biera su obra seminal cincuenta afios antes. Weber siempre tenta en mente a Karl Marx, aunque resalts en sus teotfas el papel individual del cambio ideolégico. En consecuencia, la cronologia de Eisenstadt y de otros escritores liberales de la época tenfa mucho en comin con tos marxistas. Todos situaban los origenes de la modemidad en el siglo xv, pero consideraban el siglo x1 como fase critice. ¥ todos situaban a Occidente en el hugar prvilegiado, pues era la fuente de todos los cam- bios globales, relegando al resto del mundo a mero recipiente que, con el tiempo, Hegaria a ese nivel Hacia 1980, los te6ricos «amodernistas» de la posguerra suftieron Jos ataques de varias escuelas mutuamente enemistadas. Los demégra- fos empezaron a dudar del cambio de los clanes familiares a la familia nuclear. Los economistas empezaron « dudar de que la evolueién huma- nna necesitara pasar por una fase de industealizacién. Los sociélogos scitalaban la revolucién islimica de lean de 1979 o el auge del cristianis- ‘mo evangélico en Estados Unidos pata rebatir la idea del triunfo secu- la. A partir de 1980, los estudiosos empezaron a hablar de «moderni- més ambiciosas —tanto en Occidente como fuers— impulsaton este cambio, Al mismo tiempo, las sociedades se volvicron mis complejas y mds estratificadas por dentro. Las diferencias de riqueaa y poder entre sociedades se hicie- ton mas descaradas. Este fenémeno es lo que la gente de muchas socieda- des diferentes entiende por «lo modemo». Estas generalizaciones ofte- cen un punto de pactida para une historia analitica que pretende reunir os cambios politicos, culturales y econémicos para demostrar cémo se influyeron unos a otros, pero sin dar preponderancia a ninguno de ellos. AJUSTARSE A LA NORMA SOCIAL: HABITOS FiSICOS Este capitulo presenta ahora un ejemplo de uniformidad obvio: la ropa’ y la presencia fisica. Por supuesto, la gente puede pensar y creer cosas. completamente diferentes aunque vistan y se comporten de forma pare- cida, No obstante, la creacién de uniformidad en este émbito indica por Jo menos la poderosa necesidad de las personas de presentarse pablica- mente de una manera parecida, En 1780, los hombres mas poderosos del mundo vestian una variedad enorme de tipos de prenda, desde las xxUL ITRODUCCION ‘batas mandasinas chinas hasta la desnudez ritual en el Pacifico y partes, dle Aftica, pasando por las levitas bordadas francesas. En 1914, gran parte de los hombres importantes del ambito publico vestian alo oc dental donde fuera que vivieran. Les nacionalistas chinos y los lide- res del nuevo Japén llevaban la chisteray la levita negra que prevalecieron durante el revivir del crstianismo evangélico a comienzos del siglo xx en Gran Bretafia y Norteamérica Esta sobriedad representaba responsabilidad y autodiseipln trastando con el Lujo complejo de la vestimenta masculina de la vieja aristoctacia y de la mujer contemporénea. Vino junto con el abandono de otras pricticas como los duelos y los banquetes desmesurados. Es importante notar que este cambio se aprecis no slo en el hecho de que se adoptaran explicitamente prendas occidentales, sino también en fa uniformidad aniloga en las prendas no occicentales: en China y Jap6n, los movimientos para la reforma de la vestimenta trataron de imponer disefios para guimonos y tinicas, La ereciente uniformidad a a hora de 1. Uniformidad en el vestir: mujer japonesa vestida a lo occidental ante una maquina de coser Singer. Litografia japonesa del siglo xix xxv INTHODUECION vestir iba acompafiada de un intento de eliminar todo tipo de compor tamiento erético o sransgresor. Los seformadores indios, por ejemplo, intentaron prohibir canciones obscenas en puiblico durante el festival de Holi Esta uniformidad lleg6 disfrazada de ciertas formes, evidentemente, porque la gente queria mantener la diferencia por determinedas razones. La uniformidad no es lo mismo que la homogencidad, La uniformidad significa ajustar los habitos para crear similitudes a gran escala. Los retratos de los jefes maorics de finales del siglo XIX colgados en la National Gallery de Auckland, Nueva Zelanda, muestran sus tatuajes rituales abigarrados, pero varios jefes visten chaqueta negra y corbata blanca (véase iustracién 2). Las fotos contemporaneas muestran al gran jefe guerrero indio Geronimo (Goyathlay) vestido de traje y posando con un rifle, En su madurez se gang la vida vencliendo fotos autografiadas* 1.as prendas militares también empezaron a ser similares, aunque con modificaciones. La armadura y el casco metilico de los samurdis, de Jos jenizaros oromanos de la guardia palaciega 0 de los coraceros aus: triacos a caballo empezaban a ser reemplazados por ropas militares précticas y monétonas. Tipico de esto fue la ropa parda que el ejército anglo-indio Hamo «caquir, Habia ofrecido @ los soldados cierta protec: ci6n contra las balas de los francotiradores en la guerra de Sudatrica de 1899-1902. Al mismo tiempo, la ropa tradicional de la élite se volvia iis uniforme. Los seformistas de Exipto, Argelia y Malasia llevaban el fez otomano. Era una adaptacién del sombrero occidental. Valia para los 2ezos islamicos, pero era de una pieza, con lo que se evitaba el fast dioso proceso de colacarse el turbante Esta tendencia a la uniformidad era menos notable entre la clase trabajadora, los campesinos y los hombres subordinados. El estudio del historiador Richard Cobb® de los pobres que murieron en Paris en tiempos de la revolucién muestra que vestfan prendas de varios estlos ¥ épocas, remendacas con esmero, En 1900, la mayoria de los pobres zo se podia permitir mucho més. Pero las condiciones en ls fabricas y Ja influencia de la reforma social y de movimientos religiosos asegura ron gue los hombres del ambito piiblico empezaran a vestir de una ‘manera cada ver. mis parecida, sin tener en cuenta diferencias de regién y cultura. Los zapatos de cuero, la gorra, la camisa y el pantaldn empe zaron a sustitur alas Faldas, dhotis, calzones, quimonos y sayos que preva- lecian en 1780. Los «uniformes> de la clase baja llegaban a los mineros de Africa ya los indios de Sudamérica. Por el contrario, en algunas par tes del mando, sobre todo en el Pacifico y Africa, los colonizadores y XXXIX msTRODUCCION 2. Pormalidad e individualismo: Tomika Te Mutu, jefe de la tribu ngaiterangi, de la bahia de Plenty, Nueva Zelanda. Cuadro de Gottiried Lindauer, c. 1880. los administradores coloniales habfan decidido deliberadamente mar- cat la inferioridad racial y social de los «no blancos», insistiendo en que vistieran con ropa indgena. Por ejemplo, los funcionarios britinicos de Nyasalandia se opusieron a que los afticanos llevaran zapatos. Pero estas imposiciones legales obviaban las costumbres antiguas en lo rela tivo a la vestimenta para imponer su propia uniformidad serv. La ropa de las mujeres de las éltes atin no habfa convergido tanto ‘Muchos reformistas masculinos propusieron modificar la vestimenta tradicional de sus mujeres en vez de adoptar prendas occidentales. La mo- demidad, un proceso y una aspiracién peligrosos, se consideraba mis xL INTRODUCKION apropiada para los hombres que para las mujeres. En muchas sociedades, se esperaba que éstas habitaran un espacio doméstico més rigurosamen. te separado del ambito masculino que en 1780. La idea de la domesti cidad era un producto de la uniformided piblica, La ropa femenina seguia siendo ornamental y poco prictica. La costumbre china de ven dar los pies era parecida al uso de corsés y canestis en Europa. Pero, incluso para las mujeres, la tendencia era la uniformidad. En 1780, el pudor requeria desde Bengala hasta Fiyi que las mujeres levaran los pechos al descubierto. En 1914, los misioneros cristianos y los moralis- tas indigenas se habfan asegurado de que los pechos descubiertos se consideraran indecentes. Este hecho fue en si mismo un vuelco en los habitos fisicos. En el mundo musulmén, el burka islémico, que cubria todo el cuerpo de la mujer, empez6 a ser més popular. En el Occidente modemo se considera equivocadamente un simbolo del oscurantismo medieval cuando, en realidad, el burka era una prenda moderna que permitié a las mujeres salir de la reclusién de sus casas para participar, hasta cierto punto, en la vida piblica y comercial. Incluso en tal insis- tencia en la tradicién se atisba la creciente convergencia global Esta tendencia hacia la uniformidad llegé en parte por la moda y en parte por la publicidad. La expansién de los productos manutacturadlos yel crecimiento del comercio exterior europeo y norteamericano ayu- daron a difundir estilos comunes. Pero el papel del Estado y de sus ‘organismos® y un deseo general de modernidad fueron factores igual de importantes que los imperativos econsmicos. La uniformidad repre- sent6 un cambio intelectual en las aspiraciones del individuo de una importancia parecida a Ia expansi6n industrial e imperial. En Japén en 1894, por ejemplo, el nuevo régimen Meiji, haciéndose valer entre las naciones modernas, decret6 que sus funcionarios trabajaran con atuen- do occidental. Incluso en sociedades con gobiemos poco intervencio- nistas como Estados Unidos, la expansién del concepto de respetabili- dad, més que las normativas del sistema judicial, consiguié que los canosos magistrados fueran al juzgado vestidos con levita, La uniformi- dad a la hora de vestir era una expresién externa de la uniformidad de los procesos burocniticos y un simbolo de la respetabilidad y fiabilidad intemas, No todos aplaudieron la Hegada de la uniformidad. La esencia del proceso era set controvertido y cuestionado, Los occidentales satitiza- ban a los nativos que los imitaban*, mientras que los nacionalistas cul- turales se oponfan a la imiacién servi de los extranjeros. Un musulmén ‘otomano conservador dijo en la década de 1880: «La falacia de que xu INTRODUCCION 3. Personificacién de los valores comunes: amerindia vestida a lo occidental, ‘Fotografiada por los Royal Engineers en el paralelo 49, c. 1870. todo lo que existe en Europa occidental es copiable aqui se ha conver- tido en una tradicién politica. Por ejemplo, al introducir simulténea- mente uniformes rusos, rifles belgas, gorras turcas, sillas de montar Indingaras,espadas inglesas y maniobras francesas hemos creado un ejér- cito que ¢ una parodia grotesca de Europa», Podria haber afadido irénicamente que el fez, la prenda otomana conocida en todo el mundo, xu INTRODUCCION se fabricaba en Austria, hasta que un boicot en 1908 reavivé la manu- factura de gorras de piel de camello en Siria™. El cuerpo es un lugar en el cual los antropélogos e historiadores sociales miden la influencia del Estado y otros métodos de disciplina so- ‘Gal que se convirtieron en normas globales en el siglo xnx". Aparte de Ja uniformidad de ropas, otro importante apartado de los habitos fisi- cos fue la puntualidad y los horarios fijos. Ya a finales del siglo Xvit y principios del xvmr, el uso de un pequefio reloj se extendié por Europa yysus colonia. Las plantaciones de esclavos, donde se habfan inventado tantas pricticas de control metédico y brutal del trabajo, se regfan a base de campanas cronometradas por el reloj del amo. En 1750, los ppequeiios granjeros y los trabajadores cualificados de las Trece Colonias y de las partes mas ricas de Europa, como Inglaterra, el norte de Ale- mania y Holanda, podian comprarse relojes. Y en todo el mundo, la hora que mostraban estos relojes empezé a converger. La expansién rusa en Siberia y, més tarde, el norte de China, requerfa una coordina- cién de la medida del tiempo. Segiin se desarrollé el siglo x1x, se hizo pecesaria cn las sociedades no europeas dependientes una forma de rmedir el tiempo més precisa y sincronizada. El telégrafo eléctrico per~ Iti estandatizar la hora por todo el mundo, incluso en poblaciones ddensas como China ¢ India, donde los sistemas locales de 1a hora seguian en vigor en el siglo xvitl. En las ciudades costeras chinas © Indias, los burgueses importantes empezaron a invertir no ya en mez- ‘uitas o emplos, sino en grandes relojes piblicos, para regular los hora- fi0s de los bazares y las oficinas. En 1900, los idiomas humanos, otra vertiente de los habitos fisicos, también empezaron a parecerse. Los administradores, misioneros y ‘educadores occidentales querian que los idiomas se redujeran a unas replas sencllas que, a ser posible, siguieran el patron de las lenguas exropeas. También lo querian los estadistas y educadores autéctonos, ue buscaban idiomas nacionales. La estructura de las frases de las len ‘guas comunes emergentes en la India —hindi y urdu, por ejemplo— ‘empez6 a copiar la del inglés. Incluso las recién formadas lenguas hfbri- des, producto de la emigracién, la esclavitud y la globalizacién —el illo lswahilyel pidgin—, se proveyeron de graméticas y reglas. A me- ida que el hombre piblico marcaba su territorio politico, religioso y cientitico en el mundo, también buscaba una voz piblica. El discurso po- liticoy el sermén adoptaron {6rmulas parecidas desde Filadelfia y Roma hasta Kioto y Fiyi. Los modelos no eran sélo cristianos y occidentales, xu INTRODUGKION también lo fueron los sermones islémicos sobre la vida del Profeta o los ‘cuentos impresos gue narraban la vida de Buda. Otra consecuencia de la creciente uniformidad global se puede ver cen los nombres. Los nombres propios se estandarizaron a medida que los medios impresos y los movimientos de cambios religiosos y cultura Ies florecfan por las sociedades y eliminaban las diferencias onomésti- cas, El Estado tuvo gran influencia porque los administradores querian ‘etiquetar y censar a la gente por razones impositivas y de servicio mil tar, Pero no s6lo fue por medios coerctivos. La gente de a pie tenfa que seguir las formalidades del Estado para obtener ayuda parroguial, edu: cacién y pasajes de emigracién. También la religién desempefié un importante papel. Mas y més indios tuvieron nombres de atributos del gran dios Visnii, sobre todo de sus avatares (formas reencarnadas) como Rama y Krishna, En las sociedades islmicas de Asia y Africa, los nombres del Profeta y de su consorte Aisha se empleaban cada vez mis, segiin se adoptaban pricticas iskimicas més normalizadas por los ima- nes y gobiernos. Sus esfuerzos se vieron apoyados por los contactos glo- bales que generaban las peregrinaciones a La Meca ya Medina, Los dos ««igualadores», la esclavitud y las misiones cristianas, llevaron nombres cristianos, la gran mayoria judios, claro esta, a millones de africanos, amerindios y gentes del Pacifico durante el siglo x1X. Al mismo tiempo, 1 funcionamiento del gobiemo y de los juzgados requerfa que todo el mundo tuviera un nombre y un apellido estindar para temas oficiales, Esto tuvo algunos resultados anémalos. En los pafses escandinavos, por ejemplo, significé que cientos de miles de personas se llamaran «Johan. ssem» y «Christiansen», mientras que en Birmania la mayor parte de la poblacién tenia nombre de dia birmano o de simbolo astrol6gico. La comida empez6 a parecerse en diferentes partes del mundo. El pan de trigo y la ternera eran la comida tipica de Gran Bretaiia y Ale- ‘mania a principios de los tiempos modernos. Esta dieta se exports a las colonias briténicas de América y, més adelante, a Australia, Nueva ‘Zelanda y Sudafrica. Los pueblos indfgenas que entraban en contacto con los misioneros o que empezaban a vivir en ciudades europeas adop- taban la comida occidental en parte porque era lo que habia en el mer- cado y en parte porque se veian obligados a adoptar las costumbres de sus nuevos amos. A finales del siglo xix, cuando los gobiernos reformis- tas y las élites occidentalizadas ostentaban el poder en Asia y Africa, surgieron nuevas presiones para imponer una comida esténdar. Los japoneses empezaron a comer temera cuando antes su religién budista se lo prohibia y asi aparecié el sukiyaki de ternera. Pensaban que asi xuv INTRODUCKION potenciarfan su fibra racial y podrian hacer frente al imperialismo occi dental. Mahatma Gandhi también sopesé la idea de un régimen a base de carne para hacer fuertes alos indios, a los que, pensaba, habfan «afe- minado» cl imperialismo y los malos habitos domésticos. Luego, él y su generacién rechazaron esta idea. Aun asi, los indios se adaptaban répi- damente a los tomates, las patatas y los pimientos picantes, todos ellos otiginarios de las Américas y repartidos por el mundo por los conquis- tadores espaioles y portugueses durante los sighos XVI y XV. Este tltimo ejemplo demuestra que no se traté sélo de una adop- ci6n unidireccional de las costumbres europeas. Los imperios y la cxpansién econémica habian creado vinculos multlaterales entre dis- tintas sociedades del mundo que promovian mayor uniformidad. Asi, por ejemplo, los esclavos caribefios y norteamericanos comfan arroz blanco asiatico y vestian ropas de algodén indio. Los jefes de Africa occidental atesoraban las telas estampadas de Asia. Esta conexién entre las plantaciones atkinticas y el comercio asidtico se creé a rafz del cexpansionismo europeo. Con el tiempo, los tejedores indios y los mer- ‘caderes africanas se involucraron en el proceso. ‘A finales del siglo Xx, la uniformidad ya se expresaba en otro ambi- to: el deporte y el ocio. El eaético e improvisado expiritu de los viejos juegos tenia ya orden y reglas, ditigidas por federaciones mundiales. Incluso la forma de esas tipicas exportaciones briténicas al resto del mundo—fitbol, rugby y cricket— parecta teiida de ese fuerte deseo de disciplinar el cuerpo que también se veta en las fabricas y en los campos de batalla. Incluso los juegos que se trasladaron de Asia a Occidente, como el hockey y el polo, dejaron de ser un tumulto castico y se con virtieron en competiciones ordenadas. Mientras tanto, el disciplinado modelo culinario y gastronémico francés, las normas diplométicas fran cesas y el concepio alemén de la correcta clasificacién del conocimien to cientifico y humano se expandian por el mundo siguiendo trayecto- ras similares. CCONSTRUIK A PARTIR DEL CUERPO: LAS COMUNICACIONES ¥ LA COM. PLEJIDAD Esta creciente uniformidad en los habitos fisicos y en los signos exter- nos de identidad tenfa su paralelo en el mundo de las ideas. Los sis ‘mas ideol6gicos y discursivos que generaba el poder politico-econémi- co empezaban a converger en todo el mundo. El siglo xtx —llamado x INTRODUCEION también «el siglo de la industrializacién y del imperion— fue también la cra de la comunicacién global. La publicacién de libros aument6 enormemente en todo ef mundo. Las sociedades tradicionalmente poco Jiterarias empezaron a ser seosibles a los medios impresos. No siempre «estaba Europa al frente. En 1800, se publicaron mas rtulos en Calcuta que en San Petersburgo o Viena. En 1828 se calculaba que se editaban unos 3.168 periédicos en todo el mundo, casi la mitad en los paises angl6fonos, Pero ya en 1831, Le Monitenr Ottoman estaba a la altura de ‘The Times de Londres. En 1900, el ntimera total de periédicos alcanza ba los 31.026, muchos de ellos con titadas de cientos de miles. El total para 1900 inchufa 600 en India, 195 en Africa y 150 en Japén®. La pro- jresiGn casi geométrica de Ia expansidn por el mundo de a informaci6n cestandarizada se puede apreciar si recordamos que la gente prestaba y robaba periddicos. En algunas socicdades, un hombre lefa los periédi- ‘cos en vor alta para los analfabetos. En otras, habia escribanos que los co- piaban en forma de manuscrito. El telégrafo eléetrico desarroll6 un sistema internacional tras Ta inauguracién del cable Europa-Asia en 1863 y la de los dos cables alin ticos en 1866. El tren, el barco a vapor y, més tarde, el teléfono revolu- cionaron la velocidad de las comunicaciones, Seria equivocado negar la sofisticacién de la comunicacidn anterior al telégrafo y I prensa en Africa y Asia, pero sf es cierto que la nueva densidad de mensajes hizo posible una difusién de ideas comunes sin paralelo, El nacionalismo ‘modemo —un producto de la Revolucién Francesa y las guertas poste- riores— se globalizé en la generacién posterior a 1850. Los nacionalis- tas irlandeses, indios, chinos y egipcios se ponfan en contacto por telé- agrafo y se reunian en Paris, Tokio, Londres, San Francisco y Shangai Las ideas cientficas y médicas daban la vuelta al mundo con la misma velocidad, Por supvesta, el argumento no debe Hevarse demasiado lejos. Un andlisis profundo demuestra que la similitud formal y la tradueibilidad encubrian a veces diferencias importantes de estilo intrinseco. La cre- ciente tendencia hacia la uniformidad era contestada, parcial y de resul- tado incierto, mis que una fuerza homogeneizante codopoderosa. Incluso en 1880, un norteamericano queria decir algo muy diferente a tun enropeo cuando hablaba de libertad, aunque los partidos que domi- aban a ambos lados del Atldntico compartieran conceptos y filosofies aparentemente similares. En el islam y el hinduistio, la uniformidad religiosa sigoificaba un rito comén, en lugar de una uniformidad doc- trinal como en las iglesias crstianas. Aun asf, mantengo que el islam y xu STRODUCEION clhinduismo se parecian més al cristianismo en 1914 que en 1780, aun- ‘que s6lo fuera porque ahora eran mis ficilmente dlistinguibles entce si Mientras tanto, los representantes religiosos se habfan reunido y habjan debatido en el famoso Parlamento Mundial de la Religién en Chicago en 1893, Lo que debatieron probablemente fuera menos importante que el hecho de que las tradiciones, que habfan sido una coleccién de derechos, ritos chamanisticos y antiguos axiomes, ahora se consideraran religiones con sv propio dmbito de influencia y, supuestamente, carae: teristicas uniformes. El segundo tema principal de este libro es el crecimiento de la com- plejidad interna de las sociedades mundiales, que se desarrollé parale- Jamente a ln tendencia a la uniformidad externa. Esta complejidad de funcionamiento era muy diferente a la variedad cultural local del Aati- guo Régimen. Hacia finales del siglo Xtx, la mayoria de las sociedades de primer orden ya tenia una amplia gama de profesiones especializa- das, con sus propios tipas de formacién y sus rts solidarias. Las aso- ciaciones de este tipo hacian més trabajo social que las solidaridades cseads por el matrimonio y la familia. La administracién se habia des vinculado del éxito militar, algo que en 1780 s6lo ocursia en China y, hasta cierto punto, en Europa. Incluso las sociedades en las que los mi- Jiares ain tenian mucho peso, como en el Oriente Medi iskimico, habjan creado grupos de administradores civiles que ocupaban un espacio entre las militares y los religiosos, los dos polos de la autoridad del Anti- uo Régimen. Se habia establecido un cuerpo juridico en la mayoria de las colonias, en los puertos francos de China y en Japén, donde un siglo antes las disputas legales eran conducidas por los funcionatios religio 505 0 por intermediarios cultos empleados privadamente por las fami lias. Los sistemas médicos se babian formalizado y puesto por esctit. Incluso 1a medicina tradicional asidtica, norteafricana y de Oriente Medio ten‘a sus propias academias y sus practicantes titulados. El ‘mundo empezaba a ser gobernado por grupos de diferenciados aunque interrelacionados expertos. En el dmbito econémico, grupos especializados de agentes, conta- bles y corredores de seguros existian en todas las grandes utbes. El ges- tor yel propierasio dejaron de ser la misma persona, y apareci6 el mar eting. Los especuladores financieros, que hacia 1780 sélo actuaban en Londres, Paris y Amsterdam, surgieron en ciudades como Shangai, TTeherin y Nagasaki. Para la gente normal, el trabajo se habia especial- zado. En particular, el nexo milenario entre la agricultura estacionaria y el trabajo cn la ciudad se habfa roto para los trabajadores urbanos en xiv NTRODUCCION gran parte del mundo industrializado. De hecho, empezaba a asomat un tipo de estructura de clases. Paradjicamente, este mayor grado de cespecializacién condujo a una aparente uniformidad, La clase gober- nante, los profesionales ¢, incluso, las clases obreras de las diferentes sociedades cada ver, se parecian mis, cada vez eran sometidos a presiones ‘as similares y cada vez. mas tenian las mismas ambiciones. La conver- gencia, el parecido y Ja uniformidad no significaban —insisto— que todas estas personas pensaran y obraran de fa misma manera; pero, cuando menos, apreciaban y expresaban los iatereses comunes que traspasaban los limites de ia nacidn-estado, si bien ésta tenia gran influencia Para poder delinear estas tendencias generalizadas, este libro toma el mundo de mesliados del sigio xv como punto de referencia compa- rativo. No es mi intencién presentar un mundo estatico ni provinciano. Todo lo contratio, puesto que poderosas fuerzas para el cambio lleva. ban actuando durante siglos en las sociedades humanas. El mundo del Antiguo Régimen y la organizacién social arcaica existié porque més tarde la gente lo idemtfies como tal, para contrastarlo con su época. Por este tiempo, las fuerzas de cambio esbozacas mais arriba empezaron a tomar velocidad deasticamente, algo que los comentaristas contemporé- nneos también notaron, El capfeulo 1 analiza en términos genetales la corganizacién de la vida politica y econémica a mediados del siglo XV. El capitulo 2 demuestra cémo ef desarrollo material y politico a través del mundo empez6 a desestabilizar este modelo antes de la crisis man- dial de 1780-1820, xu PRIMERA PARTE EL FIN DEL ANTIGUO REGIMEN Me en wes ONTO ANC“ ‘Mana 1.2 El mundo en of Antiguo Régimen, ¢ 1750 1 LOS ANTIGUOS REGIMENES Y LA «GLOBALIZACION ARCAICA» En el mundo del siglo xvut, el poder politico y religiso y la autoridad cultural eran muy variados y tenian vinculos complejos. Las economias, Sin embargo, estaban dominadas de forma sencilla por la ageicutura, y dlependian de las estaciones anuales. Los préximos cuatro capitulos tra tan de explicar c6mo y por qué hubo un cambio hacia la uniformidad politica y cultural mundial en poco mas de tres generaciones, y por qué surgieron unas complejas tendencias sociales y culturales que son, reco- pociblemente, modemas, Destacarin el dominio europeo dei mundo, pero, a la vez, aceptarin el origen polieéutrity del cambio hacia la nodemided comin, aunque enfrentado a feroces resistencias. Este ‘apitulo analiza aspectos de la ideologia y la organizacién politica del ‘mundo a principios y mediados del siglo xvut (CAMPESINOS Y SENORES En 1750, fa mayoria de los seres humanos vvia ain en el dominio de lo gue los historiadores han lamado «imperios agricolas». Los imperios agricolas eran estados grandes, de etnias diversas, que subsistian basica- mente aprovechando el excedente de la produccién de los campesinos. En sentido estricto, los campesinos eran agricultores que cultivaban ‘pequetios terrenos con Ia fuerza de trabajo. de sus familias. Por encima de los campesinos estaban las élites locales, que a veces: -cultivaban la tie- ra, pero que también recibjan renta de Jos campesinos dependientes, Por debajo de los campesinos estaban los «sin tierra», que trabajaban los cultiyos de los eampesinos y terratenientes por un sucldo o un porcen- taje de la cosecha. Culturalmente sin embargo, el seior, el artesano y el campesino estaban ligados unos a otras y compartian los mismos valores 3 ELFIN DEL ANTIGUO REGIMEN Los imperios agricolas de la China de la dinastia Qing, la India mogol, el Japén Tokugawa, el Inin Safawi, Java, el Imperio Otomano, cl Imperio Ruso y la monarquia de los Habsburgo reunian en conjunto tun 70% de la poblacién mundial, Muchas partes de los teritorios de la Corona espafiola en cl sur y el centro de América las labraban atin los descendientes de las poblaciones amerindias originales. También habia sociedades que practicaban el cultivo con regularidad esparcidas por Afvica, y subsistian en complejas relaciones con los némadas y los bos- ‘quimanos. Los campesinos, en términos generales, constitufan un 80% de la poblacién, aunque en algunas zonas la apaticién de ciertos nodos de comercio capitalista elevé el total de la poblacién urbana hasta un 20%, Este parece haber sido el caso, por ejemplo, del notoeste de Europa, las zonas maritimas y fluviales de China y la costa de Japén. El orden politico y religioso de estas entidades politicas segufa sien- do fragmentario y, de una forma u otra, complejo. Pero las sociedades y las econamias que las mantenian eran relativamente sencillas compa- zadas con las del siglo xbx, que ya experimentaban la industralizacién y cl auge del Estado. Como la mayoria de la gente que viviaallf eran cam- pesinos, agricultores, terratenientes o mercaderes que dependian de la agricultura, la calidad de la cosecha dominaba la vida cotidiana como habia venido siendo durante miles de afios. Muchos agricultores del sur y oeste de Europa apenas eran més ricos que sus projimos de Asia 0 ‘Aftica, y muchas veces tenfan menos comida. John Komlos! ha pro- puesto, de manera convincente, que gran parte de Europa central pade ‘cié malnutricién durante el siglo xvm, Incluso la Francia sofisticada y cultural sufri6 constantes crises de subsistence («crisis de subsistencia») alo largo del siglo xvii. La mayoria de las sociedades asidticas y aftica- nas y muchas de las europeas padecieron debilitantes escaseces o ham- ‘brunas cada veinte afios. Estas hambrunas se vieron complicadas por guerras ¢ invasiones extranjeras, tanto de némadas a la vieja usanza lle- gados de la estepa y el desierto, como de los nuevos ejércitos europeos. ‘Sin embargo, sélo en el sentido mas amplio puede decinse que los ‘campesinos del mundo fueran una tnica clase. Los estilos de vida de los se- fiores y los campesinos de las diferentes sociedades del mundo se parectan mucho, de hecho, pero también se diferenciaban mucho en los detalles. Las diferencias dependian hasta cierto punto de los tipos de cultivo que producian, Por ejemplo, los arrozales del sur de China, el sudeste asi tico y los valles fluviales indios necesitaban de grandes esfuerzos de la poblacién local para mantener los sistemas de irrigacién que inunda ban los cultivos, Las zonas de los arrozales intensivos alimentaban a {LOS ANTIGUOS REGIMENES Y LA GLOBALIZACION ARCAICA® muchos siervos y campesinos pobres, que limpiaban las zanjas y mante- nian el cultivo, El norte de China, el norte de India, Oriente Préximo, Europa occidental y sus colonias americanas, en cambio, eran zonas de cereales y de pastorco con una poblacién menos densa. Aqui, los agri cultores eran més independientes, pero, a menudo, pobres por falta de regadios 0 de mercados, o se veian endeudados por usureros y otros ‘magnates. Entre estos polos opuestos existfan innumerables combina- ciones locales, en las que el tipo de agricultura dependia de una mezcla especifica de cultivos © microecologia y del equilibrio entre la agricul tura, la ganaderfa y el pastoreo. Incluso en las zonas donde los campe- sinos cultivaban cosas similares, las normas sociales variaban mucho. Las instituciones religiosas y las pautas de organizacién de las élites politicas dictaban las leyes complejas de ocupacion de la tierra y la subor dinacién que conllevaban. Ademés, los campesinos eran a tiempo par- cial artesanos, artieros o soldados, y no estaban tan atados a la tierra como a veces pensaban los primeros socislogos. Hasta que aparecieron Ja agricultura mecanizada y la nutrici6n agricola cientifica hacia finales del sinla xrx, existian diferencias bsicas en la manera de vivir de los scfiores y de los campesinos y en la forma de relacionarse. Los campesinos no eran tan burdos como algunas personas cultas de la época creian; ni, en sentido opuesto, eran los encantadores habi- tantes de una Arcadia virgen, como aseveraban muchos literatos de finales del siglo XVI. Tampoco estaban en guerra permanente con los terratenientes y el Estado, como mantienen muchos historiadores modemos radicales. Por supuesto que hubo alzamientos violentos de campesinos y el final del siglo xvi estuvo repleto de ellos; pero estas rebeliones normalmente reflejaban la desesperacién de los campesinos ante el cdimulo de abusos ¢injusticias apilado sobre la poblacién rural, yno una tendencia innata a la resistencia o violencia. Las comunidades ‘campesinas tenian un fuerte sentido de la moralidad propia y de la tra- pacerfa de los demés. No obstante, la mayoria de las familias campesinas eran emprendedoras. Querfan mds tierra, mas dinero y més honor. Tr2- taban de maximizar sus oportunidades. Esto proporcionaba un enorme fondo de talento para aprovechar los momentos politicos y econémicos propicios. En muchas partes del mundo, sobre todo en el sur y el este de Europa y Japén, fue el desarrollo del enorme potencial de los campesi- nos (en el Nuevo Mundo fue el de aquellos trasplantados all) 1o que animé el dinamismo econémico del siglo XIX. Por lo general, las jerarquias sociales del viejo orden eran mucho nds flexibles de lo que muchos comentaristas mantienen. El Antiguo 7

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