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Svetlana Alexievich

EL PRIMER MIEDO…

[1923]
ser que el agua sea eterna? Toda la vida está hecha de
ella. ¿Y a quién le vas a preguntar? Nadie te dice nada.
Hasta a Dios le rezan, pero a él no le preguntan. ¡Porque
hay que vivir!

Ya ve, el grano ha crecido. Buena cosecha…


El primer miedo cayó del cielo. Vino flotando con el agua.
En cambio, alguna gente, y fue mucha, estaba tranquila
como una roca. ¡Se lo juro por la Cruz! Los hombres ma-
ANNA PETROVNA BADÁYEVA, yores se ponían a beber y decían: «Llegamos a Berlín y
vencimos». Y lo decían como quien lo graba en la pared.
residente en la zona contaminada ¡Vencedores! ¡Con sus medallas!

El primer miedo fue… Por la mañana en el huerto en-


contramos los topos asfixiados. ¿Quién los asfixió? Por
lo común no salen a la luz de debajo de la tierra. Alguien
los echó de allí. ¡Se lo juro por la Cruz!

El hijo me llama de Gómel:

—¿Los escarabajos vuelan?

—No hay escarabajos. Ni se ven por parte alguna larvas.


Se han escondido.

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—¿Y lombrices? al fuego lento y lo blanqueas con la leche. Así nos lo
enseñó nuestra madre: «Aprendedlo también vosotros,
—Cualquier lombriz que encuentres es un manjar para las hijos míos. Porque yo también lo aprendí de mi madre».
gallinas. Pero tampoco las hay. Bebíamos jugo de abedul y de arce: beriózovik y klenó-
vik. Las judías verdes sin desgranar las cocíamos en la
—Esa es la primera señal: donde no se ven ni escarabajos olla en el gran horno. Hacíamos jalea de bayas rojas. Y
ni lombrices, es que allí es alta la radiación. durante la guerra, recogíamos ortiga, armuelle y otras
hierbas. Del hambre, se nos hinchaba el cuerpo, pero no
—¿Qué es eso de la radiación? nos moríamos. Recogíamos bayas en el bosque…, setas…

—Mamá, es una especie de muerte. Convenza a papá para Y ahora, ya ve qué vida; todo aquello se ha ido al tras-
que se vayan. Vivirán con nosotros. te. Y nosotros que nos creíamos que todo aquello era
indestructible, que sería así para siempre. Que lo que
—Pero si no hemos plantado la huerta. hierve en la olla es eterno. Nunca me hubiera creído que
todo cambiaría. Pero así son las cosas… La leche, pro-
Si todos fueran listos, ¿quién haría de tonto? Que arde, hibida; las legumbres, prohibidas. Nos prohíben las se-
pues que arda. Los incendios son algo temporal; nadie tas, las bayas… Nos han mandado que la carne hay que
los temía entonces. No conocían el átomo. ¡Se lo juro por tenerla tres horas a remojo… Y a la patata, cambiarle el
la Cruz! Y eso que vivíamos pegados a la central nuclear; agua dos veces cuando la cueces… Pero medirte con Dios
a 30 kilómetros en línea recta y 40 si vas por carretera. es inútil. Hay que vivir.
Y contentos que estábamos. Te compras un billete y te
vas para allá. Pues se abastecían allí como en Moscú. Nos meten el miedo en el cuerpo de que nuestra agua
Salchichas baratas y carne siempre en las tiendas. La no se puede beber. Pero ¿cómo se puede estar sin agua?
que quieras. ¡Buenos tiempos aquellos! Cada persona necesita su agua. No hay nada sin agua. El
agua la encuentras hasta en las piedras. Y bien, ¿puede

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Y beben, hija mía, beben. De tristeza, beben. Porque, Pero ahora solo queda el miedo. Cuentan que las ranas y
¿quién quiere morir? Cuando alguien muere, ¡sientes una las moscas se quedarán, pero los hombres, no. La vida se
tristeza! Y no encuentras consuelo. Ni nadie ni nada te quedará sin los hombres. Cuentan cuentos y más cuen-
pueden consolar. Beben y charlan. Se devanan los sesos. tos. ¡Y al que le gusten es un bobo! Pero no hay cuento
Beben, ríen y ¡zas!, otro que se ha ido. sin parte de verdad. Es una vieja canción.

Todos sueñan con una muerte llevadera. Pero ¿cómo me- Pongo la radio. Y no paran de asustarnos con lo de la
recerla? radiación. En cambio, nosotros vivimos mejor con la ra-
diación. ¡Se lo juro por la Cruz! Mira tú misma: nos han
Solo el alma vive, hija mía. traído naranjas, tres tipos de salchichas, lo que quieras.
¡Y eso en el pueblo! Mis nietos han recorrido medio mun-
Nuestras mujeres, cariño, están todas vacías; cuente us- do. La nieta menor regresó de Francia; eso es ese sitio
ted que a una de cada tres le han cortado lo que tiene de desde donde nos vino a invadir Napoleón. ¡Abuela, he
mujer. Tanto si es joven como si es vieja. No todas han visto piñas americanas! Al segundo nieto, hermano de la
llegado a parir. En cuanto lo pienso… Y todo ha pasado otra, se lo llevaron a Berlín para curarlo. Allí, de donde
en un suspiro. Hitler nos vino a invadir. En tanques.

¿Y qué más le puedo añadir? Hay que vivir. Y no hay más. Ahora es un nuevo mundo. Todo es distinto. ¿Será culpa
de la radiación o de qué? ¿Y cómo es? Puede que se la
Porque, mire usted… Antes, nosotros mismos batíamos la hayan enseñado en el cine. ¿Usted la ha visto? ¿Es blanca
mantequilla, la flor de la leche; hacíamos el requesón y o cómo? ¿De qué color? Unos dicen que no tiene ni color
el queso. Cocíamos nuestro engrudo de leche. ¿Comen de ni olor; otros, en cambio, que es negra. ¡Como la tierra!
eso en la ciudad? Cubres con agua la harina y la mezclas Aunque si no tiene color, es como Dios: Dios está en to-
y te salen unos pedazos sueltos de masa; entonces, los das partes y nadie lo ve. ¡Nos quieren asustar! Y, en cam-
echas en la cazuela con agua hirviendo. Lo pones todo bio, las manzanas cuelgan del árbol y las hojas también,

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igual que la patata crece en el campo. un vecino que es maestro, es mejor que el nuestro; son
más listas, porque enseguida se lo olieron. La radio y los
Yo creo que no ha habido ningún Chernóbil; que se lo han periódicos aún no decían nada, y en cambio las abejas ya
inventado. Engañan a la gente. Mi hermana y su marido lo sabían. Solo al cuarto día salieron a volar.
se marcharon. No lejos de aquí, a unos veinte kilóme-
tros. Vivieron allí dos meses y, un día, viene corriendo Y las avispas. Había unas avispas, un avispero junto al
una vecina y les dice: zaguán, nadie las molestaba, y aquel día por la maña-
na desaparecieron. No se las vio ni vivas ni muertas. Y
—La radiación de vuestra vaca se ha pasado a la mía. La regresaron a los seis días. Eso es cosa de la radiación.
vaca se cae.
La radiación espanta a los hombres y también a los ani-
—¿Y cómo es que se ha pasado? males del bosque. Y a los pájaros. Hasta el árbol la teme,
lo que pasa es que está callado. No te dirá nada. En cam-
—Pues porque vuela por el aire, como el polvo. Y se pasa bio, los escarabajos de Colorado siguen como estaban,
volando. comiéndose la patata, zampándose hasta la última hoja,
pues están hechos al veneno. Como nosotros.
¡Cuentos! Cuentos y más cuentos.
Pero a veces pienso: en cada casa hay algún muerto.
En cambio esto que le cuento yo es verdad. Mi abuelo te- Allí en otra calle, al otro lado del río. Todas las muje-
nía abejas; cinco colmenas tenía. Pues bien, las abejas se res se han quedado ahora sin hombres; los hombres han
pasaron tres días sin salir; ni una. Allí se quedaron, den- muerto. En nuestra calle vive mi abuelo, y por allá hay
tro de la colmena. Aguardando. El abuelo que va de aquí otro. Dios se lleva antes a los hombres. ¿Por qué razón?,
para allá por el patio: ¿qué peste será esta? ¿Qué peste me pregunto. Nadie nos lo traduce en palabras. Aunque,
negra? Algo ha pasado en la naturaleza. Porque resulta también, si una se pone a pensar: de quedarse solo los
que su sistema, como nos explicó al cabo de un tiempo hombres, tampoco sería bueno.

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