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- Felipe III (1598-1621):
El Duque de Lerma dominó la situación durante el reinado de Felipe III. Este valido
mantuvo su posición gracias a los gastos suntuarios y festejos ofrecidos al rey. Fue un político
mediocre pero de ambición desmesurada. Utilizó el valimiento para su enriquecimiento
personal, fue tan escandaloso que finalmente fue apartado, pero dejó en su lugar a su hijo el
duque de Uceda, inaugurando el nepotismo. Trasladó la Corte de Madrid a Valladolid entre
1600 y1606 porque recibió un buen importe por los dirigentes de esta ciudad.
El hecho más importante de política interior con Felipe III fue la expulsión de los
moriscos (Valencia -1609; Aragón y Castilla -1610), descendientes de los musulmanes
bautizados en la época de los RR.CC., que ya se habían sublevado durante el reinado de Felipe
II (sublevación de las Alpujarras).
Las razones de esta expulsión son complejas. La Corona y el pueblo miraban a los
moriscos con reticencia puesto que no se integraron con el resto de la población española y no
se comportaban como auténticos cristianos. Además conspiraban todavía con los peligrosos
piratas berberiscos y los turcos. Sin embargo, la causa principal debió ser de motivo
propagandístico para esconder el deshonor y desprestigio de aceptar la Tregua de los Doce
Años ese mismo año 1609. Las consecuencias demográficas de esta expulsión fueron nefastas
(una pérdida de 300.000 personas), y fueron especialmente graves en Valencia y Aragón, donde
los moriscos mantenían una fértil agricultura.
-Felipe IV (1621-1665):
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militar en Europa y además reforzaría los lazos de solidaridad de todos los súbditos, al margen
de su lugar de origen. El plan fracasó por la oposición de las Cortes de Aragón, Valencia y,
sobre todo, de Cataluña.
- Carlos II (1665-1700):
Era un niño de 4 años cuando heredó el trono, por lo que durante su minoría de edad
gobernó su madre, viuda de Felipe IV, Mariana de Austria. Durante la minoría y luego debido
a la mala salud del rey (se le conocía como el Hechizado) la corte fue un hervidero de intrigas y
de facciones políticas por el poder, que hacen una nómina muy larga de validos: Padre
Everardo Nitard, jesuita tirolés, confesor de la reina madre; Fernando de Valenzuela; Juan
José de Austria, hijo ilegítimo de Felipe IV; el Conde de Oropesa… Como Carlos II no pudo
tener descendientes se acentuó la instabilidad política y las intrigas palaciegas por su sucesión
cuando se hizo evidente la cercana muerte del enfermo rey.
En 1640 se conjugaron una serie de factores que provocaron la caída de Olivares (1643) y
que pusieron en peligro al propio Imperio de Felipe IV.
Por un lado, las reformas de Olivares se habían ganado muchos enemigos tanto entre los
grupos privilegiados de Castilla como en los otros reinos de la Monarquía. Por otro, las
incesantes guerras exteriores estaban agotando los recursos de Castilla, empobreciendo a los no
privilegiados. Los conflictos fueron constantes y surgieron rebeliones en todas partes
(Vizcaya, Cataluña, Portugal, Andalucía, Nápoles, Sicilia...). El momento más crítico fue el de
“1640” por las rebeliones independentistas de Portugal y Cataluña.
La Rebelión de Cataluña (1640-1652). En 1640 Cataluña estaba en plena línea del frente
en la guerra contra Francia. El ejército español (mayoritariamente castellano) ocupaba Cataluña
y la población catalana sufría los abusos de éste. Olivares insistía en que Cataluña debía
contribuir a pagar ese ejército que la defendía de Francia. Los enfrentamientos de campesinos
catalanes y soldados se extendieron a Barcelona, donde los rebeldes (vestidos de “segadores”)
iniciaron un motín y asesinaron al Virrey el día del Corpus (de ahí el nombre de los sucesos
como Corpus de Sangre). Cataluña se rebeló contra Felipe IV y entregó el principado al rey de
Francia. Felipe IV convirtió la recuperación de Cataluña en el objetivo fundamental de su
política. Sin embargo, ésta tardó y sólo por el cansancio de la guerra y la opresión francesa, que
se mostró peor que la castellana, se consiguió la rendición catalana en 1652. Felipe IV se
comprometió a respetar los fueros catalanes.
Los otros conflictos que surgieron por motivos parecidos en torno al año 1640 en
Andalucía, Vizcaya, Aragón, Nápoles y Sicília fueron más fáciles de someter.
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9.3 EL OCASO DEL IMPERIO ESPAÑOL EN EUROPA
La Paz con Inglaterra (1604) se vio favorecida por la muerte de Isabel I y la instauración
de la Dinastía de los Estuardo (más tolerante con el Catolicismo).
El aspecto fundamental de este pacifismo fue la Tregua de los Doce Años con Holanda
(1609-1621).
Sin embargo este período de paz fue desaprovechado para sanear la hacienda, pues los
gastos suntuarios de la corte sustituyeron a los gastos militares.
Carlos II (1665-1700)
En este período, España, perdida su hegemonía, pasa a ser una potencia se segundo
orden, que debe mantenerse a la defensiva frente a las continuas agresiones de Luis XIV sobre
sus territorios. España debe entregar a Francia el Franco Condado y varias plazas de Flandes.
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Finalmente, la intervención francesa en España se recrudecerá con el problema sucesorio
a la muerte de Carlos II. Éste muere en 1700 sin descendencia y en su testamento lega todos sus
reinos a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, con la condición de que éstos permanezcan unidos
bajo una misma corona.
En el siglo XVII toda Europa vivió una intensa decadencia demográfica y económica,
pero dicha decadencia fue mucho más grave en España.
La Crisis fiscal se hizo aún más grave que en el siglo XVI, especialmente tras la
reanudación de la guerra durante el reinado de Felipe IV (1621). Los exorbitantes gastos bélicos
y el hecho de que cesaran los Caudales de Indias llevaron a la Corona a constantes bancarrotas.
Las reformas hacendísticas de Olivares (Red de Erarios, Unión de Armas) intentaron paliar esta
situación, pero al ser rechazadas se tuvo que recurrir a soluciones económicamente nefastas:
venta de títulos y cargos públicos, aumento de los impuestos indirectos (servicio de millones,
impuestos sobre la sal) y la peor de todas: las alteraciones y manipulaciones monetarias
(acuñación de moneda de vellón, adulteración de la cantidad de metales preciosos, etc.). Las
manipulaciones monetarias provocaron una inflación galopante y un desbarajuste monetario.
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XVII, a partir de 1680. La recuperación fue mucho más temprana en la periferia que en el
centro, de modo que el peso demográfico y económico reforzó a las zonas litorales mientras el
interior se debilitaba. Así hay que mencionar la temprana recuperación de Cataluña que, a partir
de 1700 se convierte en una de las regiones más prósperas de España.
La sociedad española del siglo XVII sufrió un retroceso en un sentido conservador. Así
mientras la burguesía iba desarrollándose en los países del Norte de Europa, en España aumentó
numéricamente la nobleza y el clero. La nobleza recuperó parte de su influencia política y en
general, toda la sociedad se vio influida por los caducos ideales nobiliarios (honra, apariencia de
grandeza, desprecio al trabajo). Se habla de una “Traición de la burguesía”, la débil burguesía
española hace suyos algunos ideales nobiliarios, se hace rentista y abandona cualquier riesgo
empresarial.
Como reacción a la mala situación económica del país, surgió en el siglo XVII un grupo
de personas que elaboraban informes o arbitrios –formulas para proporcionar a la Hacienda
ingresos-y solucionar los problemas del país, tanto políticos como económicos. Arbitristas
como Fernández Navarrete o Caxa de Leruela hicieron un análisis muy lúcido de la situación
española y plantearon soluciones razonables e inteligentes. Defendían que el gobierno reformara
la hacienda o diera un mejor uso de los metales preciosos de América para mejorar la capacidad
productiva de España. El Arbitrismo influyó mucho en las reformas de Olivares e incluso en
literatos como Quevedo.
Mentalidad.
El Siglo de Oro estuvo íntimamente ligado a la defensa del catolicismo, a la ortodoxia
frente a la rebelión religiosa de los protestantes, lo cual explica su fuerte contenido religioso y
teológico. Fue propagandística de la monarquía y de la Iglesia, de su infalibilidad y de la
superioridad moral de la nobleza. Dirigida a las masas para captar la voluntad del pueblo a
favor de los poderosos y evitar que su malestar se canalizara hacia la rebelión o la protesta. Al
dirigirse al pueblo de escasa cultura, el mensaje debía ser sencillo en su contenido pero fastuoso
en sus formas para impactar y conmover.
Cultura.
La Literatura fue una de las manifestaciones más importantes del Siglo de Oro. En
España brilló la Narrativa (El Quijote de Cervantes) y dentro de ésta la Novela Picaresca (El
Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, El Buscón de Quevedo), también el Teatro (Lope
de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina) y la poesía (Quevedo, Góngora).
El arte barroco
El barroco en arquitectura, pintura y escultura, fue principalmente un arte religioso. La
preeminencia de lo religioso se explica no sólo por la lucha emprendida a favor del catolicismo
sino también porque obedecía a las exigencias de los mecenas, fundamentalmente la Iglesia, la
monarquía y la nobleza, que contrataban los servicios de los artistas.
- La arquitectura barroca española floreció especialmente en los edificios religiosos,
pero también en los civiles ( palacios, plazas...) con arquitectos e ingenieros como Juan Gómez
de Mora.
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- La escultura barroca en España se caracterizó por el dramatismo y el realismo de las
figuras, con artistas como Gregorio Fernández, Juan Martínez Montañés, Alonso Cano y Pedro
de Mena, maestros de la imaginería religiosa policromada (pasos procesionales). Este arte fue
trasvasado a América donde, al amalgamarse con las formas autóctonas indígenas, creó un arte
colonial original y de extraordinario valor.
La pintura alcanzó su cumbre con genios de la talla de José Ribera, Bartolomé Esteban
Murillo y Francisco Zurbarán que se mueven entre el tenebrismo, el naturalismo y una profunda
espiritualidad. Destaca el más universal de nuestros pintores del Barroco, Diego Velázquez, que
trabajó en la corte de Felipe IV. Su pincelada suelta, el dominio del color y de la luz (se anticipa
al impresionismo, y consigue la perspectiva aérea) y sus complejas composiciones otorgan a sus
cuadros la categoría de obras maestras. De sus inicios sevillanos destacan sus pinturas de
costumbristas (el aguador de Sevilla, la vieja friendo huevos....), de su etapa en la corte (sus
retratos: Felipe IV, el Conde-Duque a caballo, el príncipe Baltasar Carlos, la infanta Margarita,
los retratos de bufones; la rendición de Breda o las lanzas, las Meninas, Las Hilanderas...).
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