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Test de liderazgo.
Bajado de: http://www.testdeliderazgogerencial.com/
Con cortesía. Uno debe guardar siempre distancia con los empleados.
Con palabras y con hechos. Para poder exigir confianza, yo debo dar el
ejemplo.
5) ¿Cómo es la relación con tus colaboradores?
Mucho. Si quieres que algo salga bien tienes que vigilarlo muy de cerca.
Una persona que está a gusto con su posición laboral y con su equipo
de trabajo requiere de mucho menos tiempo para hacer una tarea y, al
mismo tiempo, de menor supervisión y control. Tener, por lo tanto
equipos de trabajo con altos niveles de satisfacción es altamente
rentable.
Por tanto, es muy poco probable que puedan atender esos aspectos en
su equipo de trabajo.
En tu caso, es una buena noticia que al menos una vez al mes evalúes
la situación emocional de tu gente respecto a la gestión. Si tras esa
comprobación encuentras suficiente estabilidad y agrado en tu gente,
quizá pueda esperas otro mes para una nueva evaluación.
Tu gran desafío está en aprender una nueva manera de ser jefe, que
responda con eficacia a la nueva realidad de los profesionales de hoy y
permita sacar, al mismo tiempo, lo mejor ellos para obtener los
máximos resultados y superar tus expectativas de desempeño.
Por ello resulta mucho más «confiable» una persona que es nunca es
confiable a otra que lo es a ratos o según su conveniencia: del primero,
ya se sabe qué esperar, mas del segundo no es posible tener ninguna
certeza, y la incertidumbre es la madre de los errores.
Si, por la razón que fuera, necesitas supervisar de cerca una tarea
delicada, te conviene hacerte a ti mismo esta pregunta: ¿superviso para
controlar o para prestar apoyo?
Todo gerente posee autoridad y poder por el sencillo hecho de ser jefe:
una organización y al menos un equipo de personas así lo legitiman.
Eso le convierte en una autoridad en un área determinada de
conocimientos y le hace responsable de ciertas atribuciones.
He aquí los hechos: quien echa mano del poder y de la autoridad para
mover a su gente es precisamente quien lo necesita. Habrá quien
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A veces haces las cosas bien —y tu gente, por tanto, reconsidera seguir
trabajando contigo— y a veces las haces muy mal, y entonces le
provoca abandonarte. Como es natural, el proceso de ser un gran jefe,
un jefe líder, implica vaivenes y desatinos, pero de ninguna manera
incongruencia.
La gente que nos toca recibir hoy en nuestros equipos de trabajo, cada
día más capaz, talentosa y consciente de su valor personal y
profesional, nos impone el enorme desafío de dirigirla y desarrollarla de
acuerdo con las exigentes tendencias gerenciales de nuestros días.
Una persona que está a gusto con su posición laboral y con su equipo
de trabajo requiere de mucho menos tiempo para hacer una tarea y, al
mismo tiempo, de menor supervisión y control. Tener, por lo tanto,
equipos de trabajo con elevados niveles de satisfacción, es una
situación altamente rentable.
Por tanto, es muy poco probable que puedan atender esos aspectos en
su equipo de trabajo.
La buena noticia:
Si nunca hace esto por sus colaboradores, es urgente que sepa que
siguen trabajando sólo por su necesidad de tener un salario, por la
ilusoria seguridad del quince y el último, y que se irán sin ningún
remordimiento cuando encuentren algo apenas mejor.
Quiere decir que ese trabajo, por sencillo que parezca, tiene su propia
trascendencia, contribuye a la felicidad de otros y, más importante
todavía, le da significado al esfuerzo personal.
Si crees que sólo por ser jefe eres confiable, entonces tienes cosas
importantes que revisar. Tu nivel de influencia, por ejemplo, es un buen
comienzo.
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Todo gerente posee autoridad y poder por el sencillo hecho de ser jefe:
una organización y al menos un equipo de personas así lo legitiman.
Eso le convierte en una autoridad en un área determinada de
conocimientos y le hace responsable de ciertas atribuciones.
He aquí los hechos: quien echa mano del poder y de la autoridad para
mover a su gente es precisamente quien lo necesita. Habrá quien
pregunte: pero, ¿quién no lo necesita? Un gerente apoyado en su
propio liderazgo y capaz de influir positivamente en su equipo.
La gente que nos toca recibir hoy en nuestros equipos de trabajo, cada
día más capaz, talentosa y consciente de su valor personal y
profesional, nos impone el enorme desafío de dirigirla y desarrollarla de
acuerdo con las exigentes tendencias gerenciales de nuestros días.
Una persona que está a gusto con su posición laboral y con su equipo
de trabajo requiere de mucho menos tiempo para hacer una tarea y, al
mismo tiempo, de menor supervisión y control. Tener, por lo tanto
equipos de trabajo con altos niveles de satisfacción es altamente
rentable.
Por tanto, es muy poco probable que puedan atender esos aspectos en
su equipo de trabajo.
Es una excelente noticia que por lo menos una vez a la semana evalúes
el panorama emocional de tu equipo, pero muy especialmente si no
obedece a la aparición de alguna crisis sino porque de manera genuina
estás pendiente de los niveles de satisfacción de tus colaboradores.
Por ello deberías estudiar las posibilidades que tienes a mano para
elevar tu poder de influencia y generar a través de él espacios para
potenciar la satisfacción del grupo y alcanzar mayor rendimiento en tu
gestión.
Todo gerente posee autoridad y poder por el sencillo hecho de ser jefe:
una organización y al menos un equipo de personas así lo legitiman.
Eso le convierte en una autoridad en un área determinada de
conocimientos y le hace responsable de ciertas atribuciones.
He aquí los hechos: quien echa mano del poder y de la autoridad para
mover a su gente es precisamente quien lo necesita. Habrá quien
pregunte: pero, ¿quién no lo necesita? Un gerente apoyado en su
propio liderazgo y capaz de influir positivamente en su equipo.
La gente que nos toca recibir hoy en nuestros equipos de trabajo, cada
día más capaz, talentosa y consciente de su valor personal y
profesional, nos impone el enorme desafío de dirigirla y desarrollarla de
acuerdo con las exigentes tendencias gerenciales de nuestros días.