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Un imaginario judío llamado Ishmael sube con su familia hacia Jerusalén desde Cafarnaúm
evitando caminos de comerciantes gentiles y esquivando la ruta que obliga a pasar por
Samaría, porque es lo más parecido a caminar con la camiseta equivocada frente al estadio un
día de fútbol. La caravana lleva provisiones de comida y bebida suficientes para no tener que
depender de la hospitalidad ajena, que en estos tiempos del rey Herodes o el Intruso Pilato es
mucho más lo que se dice acerca de la generosidad del pueblo judío que lo que en realidad
puede suceder en una oportunidad como esta. Es la fiesta de la Pascua, y como en toda fiesta,
son más los que se apresuran a ubicarse en Jerusalén para engañar incautos que los que
disponen su espíritu y su tiempo para ayudar a los peregrinos con los pormenores de la
ubicación y el turismo en la ciudad santa.

Como en toda celebración multitudinaria la DPAE romana ha dispuesto un centenar de


soldados en los alrededores del templo de manera que si ocurre cualquier alboroto usen
desmedidamente su fuerza y se disuelva la turba rápidamente con el mejor desarmador de
motines que ha existido en la humanidad: el pánico. Las autoridades del templo por su parte
han dispuesto una guardia que se encargue, sobre todo, de que nadie pueda equivocarse de
lugar en la ubicación predestinada que tienen las personas al interior del sagrado Ȃel más
sagrado- de los recintos. Verá usted, Al entrar al templo de Jerusalén todas las personas tienen
boletería numerada, no se crea que es como esos espectáculos de rock a los que asisten los
jóvenes hoy en día Ȃla juventud, ¿qué hacer con la juventud?- allí todo está distribuido
minuciosamente, las mujeres y los gentiles simpatizantes, que aún no son judíos oficialmente,
allá, lejos, donde ni se les vea ni puedan ver, y como aún no han inventado las pantallas ni los
LCD´s pues a llorar a los olivos, al monte. Siguen los hombres en otro lugar, más privilegiado,
pero claro, como en las misas del padre chucho, los que pagan se hacen más adelante. En otro
lugar están los levitas, los sacerdotes según su rango y por último los sumos sacerdotes, que en
aquella época había unos 3 o 4, cada uno con su pequeña Dzmafia ortodoxadz que los respalda en
una batalla argumental que se da cada año por estas épocas y que en este momento del relato
en particular van ganando Anás y Caifás, que ya con los nombres tiene uno para tenerles
miedo. Un hombre llamado Caifás es capaz de todo, como los llamados Juan Manuel o Álvaro o
Salvatoreǥ en fin.

¿Bueno (se preguntará el lector, porque de vez en cuando los lectores preguntan cosas) y a que
venía el cuento de Ishmael, será que el hombre tras las teclas lo ha olvidado? He aquí la
respuesta: Ishmael ya viene atravesando la ciudad de Efraín que dista unos 3 ó 4 km de su
destino anhelado. En la caravana, que está conformada por unas 63 personas, vienen niños,
niñas, mujeres y hombres que continuamente levantan la voz y entonan canciones como toda
caravana en la historia de la humanidad que se haya desplazado de una ciudad a otra en esos
gloriosos días en que las personas deciden dejar de trabajar. Algunas canciones como esa de
Matisyahu que dice: DzJerusalem, if I forget you, fire not gonna come from me tongue.
Jerusalem, if I forget you, let my right hand forget what it's supposed to dodz los niños
emocionados corren por entre los adultos jugando y algún hijo de vergüenza va recitando los
salmos según la tradición en esa entonación que se supone dispone el espíritu para encontrarse
con el inventor del tiempo, el verdadero Santo de los Santos en cuyos nombres no encuentra
usted ninguna U. Ese niño, llamado Yacob, es el protagonista de otra historia, que si quiere
usted seguir, deberá buscar un libro de este autor llamado Dzcómo pagartedz, que aún no ha sido
terminado pero lo será. El anciano de la Caravana: Rubén, es el alma y a la vez el inconveniente
temporal del grupo. Con seguridad sin sus historias, sin su manera de animar el camino
describiendo cada lugar como si allí hubiera nacido y crecido, como si hubiera vivido 100 vidas
una en cada lugar, el viaje hubiera tenido momentos de incómodos silencios, de esos que se
dan en las familias desde los días en que a Caín le preguntaron si había visto a su hermano. Pero
también con seguridad, si sus rodillas funcionaran mejor, si no se fatigara cada 300 metros, si
no hubieran tenido que esperarlo tantas veces, probablemente sus ojos ya habrían gozado del
maravilloso espectáculo del brillo del templo y la explanada que se alcanza a ver por encima de
las murallas de la ciudad destino.

Rubén ha puesto un tema entre los hombres que ha despertado todo tipo de emociones y
discusiones durante las últimas 4 horas de camino, que en realidad han sido unas 3 horas de
camino y una de pequeñas esperas a que su deficiente condición física le devuelva las fuerzas
para seguir adelante, pero nunca callando, nunca dejando de hablar o escuchar al que habla, no
se oye un silencio en este grupo desde la última vez que todos tenían la boca cerrada junto con
los ojos. ¿Tiene sentido seguir celebrando una fiesta de la Libertad, cuando a unos metros del
lugar del sacrificio está el palacio del representante del imperio?, ¿no sería mejor suspender la
fiesta como acto simbólico, y proclamar una huelga general y dejar de comer y lamentarnos
delante del templo hasta que los romanos decidan irse?, tal vez matarían a unos cuantos, pero
no a todos, y al final, sin necesidad de una guerra podríamos lograr un nuevo éxodo, que esta
vez sea de los opresores y no de los oprimidosǥ unos a favor, otros en contra, todos estaban
seguros de que había demasiado agitador entre el pueblo y demasiada gente entusiasmada con
profecías que tenía las manos listas para empuñar algo con que expulsar a los romanos.
Soluciones pacíficas no iban a darse en este tiempo, que Gandhi no ha nacido ni nacerá cerca de
aquí. Así que por ahora es mejor que corra la sangre de los corderos, de los pichones y de los
prepucios, es decir: dejar las cosas como están, que es para muchos la única manera de resistir.
No así para el hombre que anima y alienta otra caravana que se acerca por Jericó.

Grupos de comerciantes y promotores de turismo informal se ubican en cada una de las


entradas de Jerusalén, como vendedores de achiras y mapas junto al peaje. Esperan a las
caravanas que ya han empezado a entrar y les ofrecen toda clase de mercancías, productos y
servicios, desde alojamientos, arriendo de campos para elevar tiendas (carpas), túnicas para la
celebración, corderos, hierbas amargas, pan ázimo y demás ingredientes de la tradicional cena,
o filas en los primeros puestos para la fiesta principal de la espiritualidad Judía, la noche de la
pascua, cuando juntos recuerdan la noche en que huyeron de Egipto y dejaron de ser un pueblo
esclavo, para correr detrás de la promesa hecha por su dios, de tener una vida de la cual no
tuvieran que avergonzarse. Luego, como siempre pasa cuando la divinidad se comunica,
malinterpretaron los mensajes y creyeron que la promesa había sido un pedazo de tierra, y no
saben ustedes la que han armado con ese cuento a lo largo de 24 siglos hasta hoy.

Ishmael y los suyos se encuentran a unos 300 m de la muralla de Jerusalén, por la entrada del
camino que viene de Betania, que no es el lugar por el que se supone que deberían entrar,
según el itinerario que traían, pero ya que Rubén logró persuadirlos de pasar por Betfagé
porque según él en ese pequeño pueblo se produce el mejor de los vinos de toda Judea y, tal
como argumentó para convencerlos, ¿quién ha bebido más vino que este viejo entre nosotros,
para saber cuál es el mejor? Ya con algunos cueros llenos del buen vino se dirigen pues a la
ciudad, Yacob abre los ojos como si fuera un muñequito manga, las mujeres se acomodan los
vestidos, los niños dejan de jugar y empiezan a gritar entusiasmados DzLlegamos a Jerusaleeeen,
llegamos a Jerusaleeeendz, los hombres organizan sus equipajes sobre los burros de carga,
Rubén e Ishmael se ubican de primeros en la caravana y levantan las Manos al cielo recitando,
en esa manera de recitar judía que es canto y poesía a la vez el salmo 68 (67):

DzCantad a Dios, cantad himnos a su nombre; alabad al que cabalga sobre las nubes. ¡Alegraos
en el Señor! ¡Alegraos en su presencia! Dios, que habita en su santo templo, es padre de los
huérfanos y defensor de las viudas;Dios da a los solitarios un hogar donde vivir, libera a los
prisioneros y les da prosperidad; pero los rebeldes vivirán en tierra estéril.

Oh Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo marchando a través del desierto, la tierra tembló,
la lluvia cayó del cielo, el Sinaí tembló delante de Dios,delante del Dios de Israel.Oh Dios, tú
hiciste llover en abundancia para renovar las fuerzas de tu tierra seca. Tu pueblo se estableció
allí y tú, oh Dios, por tu bondad, le diste al pobre lo necesario

Oh Dios, mi Dios y rey, en tu santuario se ven las procesiones celebradas en tu honor. Los
cantores van al frente y los músicos detrás, y en medio van las jovencitas tocando panderetas.
¡Bendecid todos a Dios el Señor! ¡Bendígalo todo Israel reunido!dz

Pero su canto se interrumpe por una algarabía entre los comerciantes, los peregrinos y una
caravana que se acerca, al principio no se entiende bien que sucede, las mujeres que se
encontraban en la puerta de la ciudad corren hacia dentro buscando a sus maridos, los
hombres que comerciaban corren sus mesas para acercarlas a la entrada como si una avalancha
de compradores se aproximara tal como sucede en las inauguraciones de los almacenes Zara,
llegan unos 6 soldados romanos, uno a caballo, y algunos judíos de la Dzmafiadz de Anás
murmurando como hacen todos los conspiradores, los chismosos y los calumniadores. Muchas
de las personas que también van llegando y que anhelan entrar pronto a la ciudad, encontrar
un lugar y acomodar todos los corotos para descansar un rato después del viaje, están
confundidos con toda la alharaca, al igual que Rubén e Ishmael, que ni pudieron seguir
cantando y cuando una canción es interrumpida, siempre queda en la memoria el signo
intermitente de Dzpausadz que impide que uno pueda olvidar que en algún momento debe
terminar lo empezado. Pero en cuanto Ishmael camina atravesando su comitiva hasta llegar al
final de ésta y logra ver a los peregrinos que se les acercan lo comprende todoǥ los que se
aproximan son el Nazareno y sus Amigos, una caravana mucho menor que la suya, que apenas
contará con 25 a 30 personas en la que vienen apenas 3 niños, unas 8 mujeres y alrededor de 18
hombres.

El Nazareno, como le dice la gente que le ha conocido de alguna forma, es un profeta de


Galilea, que ya es un mal comienzo porque decir Galilea es como decir Magdalena Medio, un
lugar del que la mayoría de la gente piensa no puede salir nada bueno ni interesante, cosa a la
que tampoco hay que pararle muchas bolas, porque esa mayoría de la gente que piensa eso en
realidad no es tan mayoría, y esa Dzno tan mayoríadz no piensa, oye y repite, nada más. El profeta
ha estado armando alborotos con los Fariseos en cada pueblo donde se le ha ocurrido llegar,
todo lo cuestiona, todo lo pregunta, a todo le quiere encontrar una nueva interpretación,
cuando no sale con el Dzhan oído que se dijo, pero YO les digodz que ya es atrevido y da un poco
de rabia, porque no crea usted que construir una institución religiosa es una cosa tan fácil, eso
toma años, que digo años, siglos, y hay que ponerlo todo en su sitio, las creencias, las fiestas,
los ritos, los dogmas, pero especialmente a la gente, y ahora viene este aparecido a decir que
no, que a ÉL le parece que puede ser de otra manera. No es que diga sandeces, pero es que se
pasaǥ todo esto piensa Ishmael, cuyo pensamiento se mezcló en algún lugar con el del
narrador, cosa que entenderán los lectores.

Y Piensa Ishmael, y quedémonos con la narración de su pensamiento ahora, que puede ser más
interesante que asistir imaginariamente al show que han montado unos y otros, unos que le
apuestan al profeta sin saber exactamente que dijo, que es como apostarle el voto a un
candidato sinǥsin haber antesǥ sin que élǥ a un candidato en fin, cualquiera. Y otros que han
aprovechado la multitud que se congregó para vender ramos, túnicas especialmente diseñadas
para ser pisadas por burros que lleven profetas a cuestas, recorridos turísticos por las calles
visitadas por el profeta, clases de hebreo para entender eso de Dzhosannadz qué significa, y lo
demás que se nos ocurra: velas, estatuas, escapularios, rosarios, pergaminos con cantos de
adoración y alabanza al profeta compuestos en las lejanas tierras de América cuando aún faltan
15 siglos por encontrarlas, fotos de la mamá del profeta, que no venía en la caravana, porque se
quedó descansando en Betania, etc. Ishmael, volvamos a su mente, piensa, y es en esos
pensamientos donde aparecen las siguientes palabras, porque oiga usted, ya se ha
comprobado que pensamos en palabras:

Dzyo lo oí, en los primeros días de su movimiento, allá en Cafarnaúm, de donde se llevó a los
mejores muchachos, muchos de los cuales volvieron desencantados unos meses después, otros
no volvieron nunca, algunos ni siquiera se despidieron de sus familias, algunos ni siquiera
regresaron a enterrar a sus padres, ¿qué clase de profeta separa a la gente así de los suyos? Lo
oí y cuando lo oí me entusiasmé, porque no era un hombre que prometiera cosas, hablaba más
del presente que del futuro, decía que nada era más importante que dar, que nada es más
fuerte que un corazón que ha escogido por tesoro todo aquello que no puede ser robado ni
destruido, decía que hay que perdonar, porque es la única manera de llegar a ser perdonado, y
con la necesidad de perdón que tenemos todos, con tantas equivocaciones que todos los días
se cometen, al pensar que sólo es importante nuestra vida, no la de los otros. Yo lo escuché y
fui a verlo, porque no soy hombre de habladurías, porque no soy de rumores, porque Rubén
me enseñó a darle la cara a las cosas, y a ocultar el rostro de lo que no vale una mirada. Y fui a
verlo una tarde, cuando terminó de enseñar en la orilla del lago, había estado hablando de
peces, de semillas, de perlas, de mujeres que barren la casa y de lámparas que se encienden y
se apagan, no era como todos, no hablaba en abstracto, no se paraba delante de la gente a
demostrar nada, no estaba ahí como quien quiere ser seguido, aprobado, galardonadoǥ era
como quien encuentra un buen lugar para pescar, un sitio secreto en el lago que está repleto
de peces, y en vez de guardar el secreto para hacerse rico, llega a su casa, hace un mapa del
lago, de los vientos, de las colinas, va luego donde el copista, le pide que haga 40 duplicados, le
paga con lo poco que tiene, y se va por todas las calles y los bares de pescadores pegando en
las paredes los mapas como si fueran afiches promocionales del festival de teatro. El regalaba
lo que había encontrado, decía que lo había recibido gratis, que debía darlo gratis.

Cuando fui a verlo, no me fue difícil acercarme a él, la barca en la que había estado sentado
mientras hablaba era de los hijos de Zebedeo, con quien he trabajado desde que mis manos
estuvieron listas para amasar el barro. Los muchachos me conocen y me quieren, y por eso me
llevaron directamente donde el Nazareno. Al principio estábamos a su alrededor unas 20
personas, hombres, niños, mujeres, y como siempre, como ratas espiando; fariseos, esos
oficiales de la religión que tienen alergia a la libertad y la autenticidad, anotando en su memoria
cada palabra que le oían a él. Pero luego se dirigió a mí, me miró a los ojos y me dijo: DzIshmael,
has venido a buscarme, vamos a caminar por la orilla del lago y me cuentas lo que has venido a
decirme, yo ya he hablado mucho el día de hoydz cuando la gente como él expresa deseos tan
personales, nadie se opone, seguro muchos querían hablar con él aquella tarde, pero habló
conmigo.

Le dije que yo era un buen tipo, que tenía familia, que tenía hijos, que había trabajado desde
muy joven porque no me interesó viajar, ni comerciar, ni nada que tuviera que ver con
acercarme a desconocidos, soy un tipo de familia, me gusta tomar vino con la gente del pueblo
que conozco de toda la vida, me gusta salir a orar a las colinas junto al lago, especialmente en
compañía de mi mujer, Hannah, que ama, como él, orar con los ojos abiertos mirando al lago.
Le dije también que tenía muchas inquietudes, que al oírlo llegaba a casa y no podía dormir,
pensaba mucho en si había nacido para hacer vasijas y cuencos, que si Cafarnaúm era el límite
de mi alma, que si dios podía estar contento conmigo, aquí, tan minúsculo, tan metido en mis
cosas, tan poco parecido a él, al profeta, que caminaba por todas partes, que entraba a
cualquier casa, hasta a la casas de las putas, donde nadie entraba de día, y menos con la cara
descubierta.

Le dije que sentía que no tenía palabras interesantes que decir, que todas mis historias podían
escribirse en un solo trozo de madera, que al oírlo sentía que me brotaban ideas, cuentos,
cantos, y sobre todos gritos, muchos gritos. Quería gritar a los fariseos que habían estado
espiando junto a nosotros, que se sienten en la obligación de decirle a los demás como tienen
que vivir, quería gritarle a los comerciantes que se aprovechan de los pobres, a los prestamistas
que los ahogan con los intereses, a los hombres que golpean a sus hijos por un error cualquiera,
poniendo en sus manos lágrimas cuando deberían tener juguetes, a los rebeldes que imponen
sus ideas de guerra contra los romanos, condenando a nuestros hijos a una muerte segura y
vergonzosa, estaba emocionado, y todas las cosas que en el mundo concibo que no deberían
suceder encendieron una rabia que podía sacar delante de él, que me oía atento, hasta que
puso una mano en mi hombro, giró, se puso frente a mí, y me dijo: DzIshmael, tengo algo que
decirte: no somos mejores que todos los hombres que hacen esas cosas horribles, no somos
una pizca mejores, si no somos capaces de acercarnos a ellos y lavarles los pies. No tendremos
una sola porción del reino de los cielos, si no somos capaces de amarlos hasta dar la vida por
ellos, porque sólo el que ama sin condiciones ha encontrado la esencia de su corazón, y sólo el
que la encuentra, sabe que vive ya en el reinodz.

No volví a verlo, no quise volver a escucharlo, aunque seguí escuchando de él, no sólo sus
palabras, sino leyendas a su alrededor, cosas que nadie podía pensar que hizo, cosas que no
pudo haber hecho otro. Ahora está aquí, a unos metros de nuevo, quisiera hacer como si no lo
hubiera visto, como hace uno cuando no tiene ánimo de saludar a nadie, cuando evita miradas.
Pero me he atravesado la caravana completa y estoy casi frente a él, sin duda me ha
reconocido, sin duda me recuerda, dicen que nunca jamás olvida una cara, ni un nombre, tal vez
se pregunte porque nunca volví a verlo, por qué no volvimos a hablarǥ qué más da, no
perderé nada en acercarme y desearle la pazdz

Ishmael de Cafarnaúm camina hacia Jesús de Nazaret, Jesús camina hacia Ishmael, se llaman
por su nombre, se dan un abrazo, Jesús parece mucho más cómodo con el abrazo que Ishmael,
los dos pronuncian el Dzshalomdz mirándose a los ojos. No hay preguntas estúpidas cuando se
encuentra uno con un hombre así, no se dice: DzJesús, cuánto tiempo..! ¿Qué hacen por aquí?dz,
no hay un Dz¿y eso, vienen a la pascua?dz a lo que sólo se podría responder: Dzno, vamos a
esconder el santo grial en Francia..!!!dz cuando uno se encuentra con un hombre así no se dicen
cosas que sobran. Así que Ishmael no dice nada, porque no sabe qué decir, porque sabe que
todo lo que se le ocurre decir sobra, así que Jesús habla, con naturalidad, no es Jesús un tipo
que ponga cara de activista del polo para decir frases célebres cada vez que abre la boca. ¿Ya
tienen donde quedarse, ya han escogido un lugar? No. Hay mucho espacio en Betania donde
vamos a quedarnos con mis amigos. Somos más de cincuenta personas. Con seguridad donde
caben 2 caben 3. Cincuenta es mucho más que 3. Vamos a entrar a abrazar a algunos que han
llegado antes, iremos cerca del templo a conversar y en la noche volvemos a Betania, si tú y los
tuyos lo deciden o lo necesitan pueden regresar con nosotros y conversaremos en la noche,
hace rato quiero saber qué pasó con todas tus preguntas. Lo pensaré, no soy el único que toma
las decisiones en la caravana, están mis hermanos y el anciano Rubén. Harás bien en
consultarles, nadie quiere un dictador y menos en la pascua.

Se despidieron, la caravana de Ishmael y Rubén entró primero en la ciudad, los comerciantes


bloquean la atmósfera con sus gritos, los niños van ahora de la mano de los adultos, caminar en
la ciudad no es como caminar en el campo. Los ojos de todos se debaten entre mirar el
esplendor de la ciudad y sus calles empedradas o cuidar los equipajes. Caminan y se pierden sus
ropas, sus animales y sus cuerpos en la ciudad. Detrás viene la caravana de Jesús, aunque
vienen riendo y cantando, y a Jesús le ha emocionado volver a ver a Ishmael, en sus ojos hay un
cierto aire de seriedad que a sus amigos les preocupa porque siempre que tiene esa mirada
empieza a hablar de despedidas, de finales, y de muerte. Y este hombre, créanme, siempre
sabe de lo que habla. La mirada del Nazareno va fija en el edificio del templo, la caravana entra
y la gente vuelve a la gritería y el comercio, cuando alguien grita Dzes el profeta, es el profetadz,
algunos de los presentes que han oído hablar del profeta de Nazaret, salen a saludarlo, no
están seguros si éste es el que habla del amor, o el que dice que hay que irse en guerra contra
Roma, no están seguros si es éste que viene delante o el del burro de atrás, sólo gritan porque
les está dado gritar, puesto que de eso se trata la vida en la puerta de la ciudad, se acercan
algunos de los amigos que ya habían llegado con anterioridad a la ciudad, gritan de alegría
también, le dicen Dzmaestrodz y Dzprofetadz y Dzmesíasdz como quien dice Dzparcedz, Dzcompadredz,
DzMi Yavedz que ya encierra un subliminal pero no todos se dan cuenta, porque en el combo de
Jesús todos tienen apodos, y esos son los suyos.

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