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La educación socialista y su discurso

Al iniciarse los años treinta se reforzó esta política educativa hacia el campo. Narciso Bassols,
ministro de educación en 1932, decía que la escuela rural era la "dádiva generosa que la Revolución
ha dado a los campesinos". Este secretario reconocía que la labor educativa no se podía realizar si
no se atendía el problema de los maestros, tanto en su preparación, como en sus bajos salarios. De
aquí que dijera que la escuela rural necesitaba afianzarse mediante la "elevación de los maestros,
mediante su preparación mejor y más completa, lo que sólo será posible cuando desaparezcan los
sueldos de 27 pesos al mes que ganan hoy los mil maestros rurales. Las escuelas rurales trabajan
en un ambiente de heroico esfuerzo hecho por el maestro rural, para vencer la escasez de
elementos, de materiales escolares, de equipos". Terminaba por decir: "Las escuelas están pobres
por dentro, y es menester mejorarlas en el sentido material". Hablaba del "maestro heroico, que vive
y trabaja por el santo milagro de la nobleza de la causa, compartiendo con el campesino sus
miserias y dolores, sus afanes y desvelos" (LABC, El Maestro Rural, SEP, año I, Nº 10, julio de
1932).
Una conquista importante de los maestros rurales en 1933 fue el aumento de sus sueldos de
$1.00 y $1.50, a $2.00 al día. Se decía que los anteriores salarios "no garantizaban un trabajo eficaz"
(LABC, El Maestro Rural, SEP, año III, Nº 8, 15 septiembre de 1933).
Ahora bien, si de hecho hubo un pequeño aumento en el salario de los maestros, su situación no
había mejorado mucho. Como ya apuntamos anteriormente, el maestro no contaba con
prestaciones. Es por esto que, en enero de 1934 se aprueba el "Reglamento del retiro de las
maestras encinta", bajo el gobierno de Abelardo Rodríguez. Ya en la Ley de Escalafón de julio de
1933, se habla del retiro de las maestras encinta, y en 1934, se da su reglamentación. Entre otras
cuestiones, se dice que el retiro será de tres meses, que las maestras percibirán íntegramente sus
sueldos, y que tendrán que someterse a un examen médico para verificar su estado, entre otras
cosas más.
Al respecto se comentaba que se esperaba que dicho reglamento diera a las maestras "descanso
y auxilio, conforme a la filosofía del seguro de obreros y trabajadores en las nuevas tendencias
sociales...", y que por otro lado, se "procurara el advenimiento de una raza más vigorosa,
protegiendo al infante desde el seno materno" (LABC, El Maestro Rural, SEP, T. IV, Nº 2, 15 de
enero de 1934).
Al finalizar el año de 1934, encontramos un cambio muy importante dentro de la política educativa
del país. Así el 19 de octubre, el Senado de la República aprobaba el proyecto de Reformas al
Artículo 3º de la Constitución Nacional, estableciendo la enseñanza socialista en lugar de la
enseñanza laica (36 votos a favor y 13 en contra). Así el discurso va a cambiar, ya que una nueva
política educativa lo anima.
Se habla de que la educación socialista persigue "identificar a los alumnos con las aspiraciones
del proletariado, fortalecer los vínculos de solidaridad y crear para México, de esta manera, la
posibilidad de integrarse revolucionariamente dentro de una firme unidad económica y cultural". Por
medio de la escuela socialista se llegaría al "terreno de bienestar económico y moral que
ambicionamos para México". Y se decía que los maestros rurales eran los "soldados de que se vale
la Revolución para realizar una campaña des fanatizadora entre las masas campesinas del país"
(LABC, El Maestro Rural, Nº 10 y 12, noviembre y diciembre de 1934).
Al subir Lázaro Cárdenas a la presidencia, su discurso siguió también por el camino de la
enseñanza socialista. Se trata de un discurso triunfalista, en donde la educación socialista será la
panacea que acabará con todos nuestros males. Se habla entonces de que la "implantación de la
escuela socialista significa un paso más hacia la redención material y espiritual de las clases
asalariadas, dentro de un orden de efectiva justicia social". Para lograr dicho propósito se menciona
la necesidad de "liquidar el analfabetismo de las masas y destruir los privilegios de la cultura,
poniendo la escuela al alcance de las clases laborales". Se prefería que dicha educación se
encauzara hacia las "masas campesinas y obreras". De nuevo, en este discurso, se enfatiza la
necesidad de difundir y adentrar en los espíritus dicha ideología, con objeto de que la clase
explotada se organice en sindicatos y cooperativas, que le permitan defender sus derechos..."
(LABC, El Maestro Rural, SEP, T. VI, Nº 4, febrero de 1935).
Al hablar del maestro, en varios discursos se referían a él como "un puente entre las tradiciones
del pasado y las formas de vida del porvenir". Para que el maestro realizara su labor, se decía que
éste debería contar con "un franco apoyo para que pudiera cumplir la alta misión de encauzar a las
juventudes dentro de una doctrina que realice con más eficacia el desenvolvimiento económico de la
nación" (LABC, El Maestro Rural, SEP, T. VI, Nº 11, junio de 1935).
La idea de presentar a esta educación dentro de un discurso triunfalista, hacía que se minimizaran
problemas muy graves, como era el asesinato de varios maestros socialistas. Se decía que, "a pesar
del terreno ganado a los elementos opositores, ha habido manifestaciones aisladas de fanatismo e
ignorancia, que han culminado algunas veces –pocas afortunadamente– en el sacrificio de las vidas
de maestros caídos en el cumplimiento de su noble ministerio..." (Ibid.).
En diversos discursos se refieren al maestro como "el arquitecto esforzado de la reforma
educacional", como aquellos que esparcían la "simiente en los surcos de las mentes, fertilizándolas
para producir una nueva sociedad", como aquellos que iban "moldeando a las futuras generaciones".
Se decía que los "maestros rurales tienen la satisfacción de luchar por la elevación de nuestro nivel
cultural. Poco a poco, con su labor desanalfabetizadora, van desterrando los mitos que no permiten
que nuestro pueblo crezca y madure" (LABC, El Maestro Rural, SEP, T. VI, Nº 11, junio de 1935).
A pesar de todos estos discursos y elogios hacia el maestro "abnegado", éste tenía necesidades
físicas que no podía cubrir con el salario que ganaba. Es por esto que el 4 de diciembre de 1935,
muchos profesores se unieron a la manifestación que realizaron grupos de campesinos en la capital
de la República, solicitando mejores remuneraciones. La respuesta de Cárdenas fue que el gobierno
no estaba en condiciones de pagarles cuatro pesos diarios a los maestros, sin embargo se estaba
tratando de que algunas "economías se derramaran en los trabajadores de la enseñanza, por ser
ellos el medio que tenía la Revolución para poder consolidar las doctrinas sociales". Les hacía un
llamado para que siguieran laborando ya que la Revolución tenía en ellos sus esperanzas.
Terminaba por decirles "Nosotros no somos más que los vigilantes, pero ustedes son los
responsables, y en ustedes están fincadas las esperanzas de la Revolución, para obtener su triunfo
definitivo" (LABC, El Maestro Rural, SEP, T. VII, Nº 12, diciembre de 1935).
Sin embargo, el maestro no se alimentaba tan sólo de bellos discursos, y por ello sabemos que
muchos se lanzaron a las huelgas que se dieron durante el período cardenista.
Otro problema con el que tenía que enfrentarse la educación socialista era con el del ausentismo
escolar ya que los padres no enviaban a sus hijos a la escuela porque decían que dicha educación
"combatía la religión y arrancaba a los hijos del amor de sus padres". Constantemente el gobierno
decía que eso era "mentira", que la educación socialista "combatía el fanatismo, capacitaba a los
niños para una mejor concepción de sus deberes, para la lucha social, y para intervenir como
factores en la producción económica. Se enfatizaba en que combatir el fanatismo no quería decir que
se combatieran las creencias del pueblo, sino que se proponía destruir los prejuicios que mantenían
a la juventud en la ignorancia e impedían el progreso y prosperidad del país" (LABC, El Maestro
Rural, SEP, T. VIII, Nº 6, marzo 1936).

El discurso de la unidad y la educación


Un cambio importante en México lo marca la década de los cuarentas. La industrialización de México
influirá de manera decisiva en la política educativa. Ávila Camacho como presidente de la República,
puso gran interés en la actividad industrial, ya que ésta abría oportunidades para la inversión de
capitales. Este impulso hizo que la cuestión agraria se fuera descuidando.
Se crearon institutos tecnológicos cuya finalidad era formar cuadros para la nueva industria
mexicana. Este proceso trajo consigo la migración del campo a la ciudad, ya que era en ella en
donde se ofrecían mejores fuentes de trabajo.
Ávila Camacho vio en la educación la "base más firme" para llegar a la deseada "unidad nacional".
De aquí la necesidad de lograr la "unidad de la educación". Con base en ésta se redactó, en 1942, la
Ley Orgánica de Educación, reglamentaria del artículo 3º. Siguiendo sus lineamientos se formularon
los nuevos programas para todas las escuelas primarias de la República, lo mismo en las urbanas
que en las rurales, ya que era "urgente establecer vasos comunicantes entre lo rural y lo urbano en
educación" (Castillo, 1976: 42).
El secretario de educación, Octavio Véjar Vázquez, hacia 1942, decía que debido a los momentos
de guerra en que se encontraba el mundo entero, era necesario "reconstruir moralmente al país y
avivar viejos principios de nobleza y de bondad", para lograrlo era necesario enfilar la escuela "hacia
un nuevo humanismo alentando nuestra época con valores precisos de cultura que reflejen más el
sello de la persona y restablezcan la unidad derrocada" (LABC, Boletín del servicio de información
pedagógica, SEP, año I, Nº 8, noviembre de 1942).
De este modo, con el objeto de contribuir a la unidad de los mexicanos, era necesario que se
impartiera en todas las regiones del país la misma educación. Para ello se realizaría la "igualdad de
planes y programas de estudio y de métodos de enseñanza". Se hablaba de una "nueva escuela", la
cual estaba ligada a la idea de "nacionalidad".
Para lograrlo se pugnaba porque la escuela no dividiera a los alumnos, ni a los maestros en
urbanos y rurales (Ibid.).
Es así como, durante el gobierno de Ávila Camacho, por primera vez se aplicaba en México un
mismo programa para las escuelas del campo y de la ciudad, con la misma orientación, propósitos
comunes e igual contenido, aunque podían ser adaptados en diferentes medios.
Se hablaba de que la "nueva escuela debería ser como un río caudaloso con cuatro afluentes:
nuestra tradición, nuestro medio físico, nuestro ambiente social y nuestro destino histórico". El
secretario de educación insistía en que, a esa escuela, debían asistir "todos los hijos de los
mexicanos, al mismo banco, bajo el mismo maestro y con el mismo método de enseñanza. Si
queremos forjar una nación, es indispensable que en la escuela se integre esa nacionalidad, es
necesario tener una sólida característica, hemos de ser mexicanos ante todo" (LABC, Boletín del
servicio de información pedagógica, SEP, Año I, Nº 9, diciembre de 1942).
De nuevo era el maestro en quien recaía la responsabilidad de la "nueva escuela". Era el
encargado de crear un sistema capaz de organizar adecuadamente la homogeneidad de nuestra
cultura, constituyendo así sobre bases firmes, la definitiva "unidad nacional". Ávila Camacho se
refería a él como un "soldado que cumple abnegadamente una función que asegura la continuidad
de la República". Por considerársele como un soldado se le pedía que se mantuviera "ajeno a
organizaciones distintas de las suyas propias" LABC, Boletín del servicio de información pedagógica,
SEP, año I, Nº 4 y 6, julio y septiembre de 1942).
Problemas con los maestros trajeron como resultado la renuncia del Secretario de Educación,
Octavio Véjar Vázquez. Un nuevo ministro, Jaime Torres Bodet, ocupó su lugar enfocando sus
esfuerzos hacia una gran campaña contra el analfabetismo, al amparo de las leyes de emergencia
del 21 de agosto de 1944.
Este nuevo secretario creía que la gente se reunía en torno de una gran "empresa vital" y de un
programa en el que todos pudieran participar. De aquí que pusiera en marcha esta campaña en
contra del analfabetismo.
El 1º de marzo de 1945, México inició la etapa de enseñanza de la Campaña Nacional contra el
Analfabetismo. Dicha campaña se proponía enseñar a leer y a escribir a todos los iletrados. Se
hablaba de que, un país en el cual "la mitad de sus habitantes está compuesta por analfabetos, tiene
el deber de integrar su unidad no únicamente con postulados políticos, sino con programas
educativos". El presidente de la República decía que no había "independencia en la noche de la
ignorancia. Enseñando a los millones de compatriotas que no saben leer y escribir, estamos
coadyuvando a su independencia". Se pedía que todo aquél que supiera leer y escribir le enseñara a
un analfabeto (LABC, El Maestro Mexicano, SEP, año I, vol. III, julio de 1945).
En junio de 1945, Torres Bodet decía que lo más importante de su gestión era, por un lado, el
haber logrado aumentar el presupuesto para Educación Pública, y por otro, la creación del Instituto
Federal de Capacitación para el Magisterio (19 de marzo de 1945). En este Instituto se atendían
también cursos por correspondencia. Aquellos maestros que pasaran los exámenes
correspondientes, gozarían de una compensación económica. En este discurso también se hacía
referencia al programa de construcciones escolares, a la Campaña contra el Analfabetismo, de la
cual se decía que todavía no concluía, y a la aparición de la biblioteca Enciclopédica Popular (LABC,
El Maestro Mexicano, SEP, año I, vol. II, junio de 1945).
A pesar de todos estos esfuerzos, el ideal de Ávila Camacho de lograr la unidad de la educación
no se realizó, debido entre otras cuestiones, a que el Estado carecía de una doctrina de unidad
nacional que coordinara la educación con el resto de las actividades.

LA POLITICA EDUCATIVA DEL SEXENIO del presidente alemán da continuidad a la campaña de


alfabetización iniciada en la gestión de Ávila Camacho, continua con la cuarta, quinta y sexta etapas,
y en 1948 crea la dirección general de alfabetización, cuyo objetivo era dar preferencia a los iletrados
en edad escolar. En 1949 se anuncia la alfabetización de 363 mil personas y al finalizar el sexenio,
se alfabetiza a dos millones de personas. En este sexenio la escuela rural es vista como la imagen
de la escuela mexicana que instruye y mejora las condiciones del campesino. La realización más
importante fue el ensayo piloto conocido como Santiago Ixcuintla; para muchos estudiosos este fue
el último gran proyecto de la escuela rural mexicana. Este proyecto nació en la segunda asamblea
general de la UNESCO, y estuvo a cargo de Mario aguilera Dorantes e Isidro castillo. Este propuso
proporcionar los rudimentos de la cultura; elevar las condiciones económicas e higiénicas; preparar a
los alumnos en los ideales de convivencia pacífica de la UNESCO; aplicar los métodos de
enseñanza activa y de diferenciación e individualización docente; fomentar las artes y las técnicas, y
formar maestros. Una consecuencia importante del proyecto Santiago Ixcuintla fue el establecimiento
en Pátzcuaro del centro regional de educación fundamental para América latina (CREFAL),
inaugurado por el presidente alemán en 1951, por acuerdo de la UNESCO (cuyo director general era
Jaime torres Bodet) y el gobierno de México. Aunque las autoridades bien, no escucharon las
recomendaciones del proyecto, también lo es que este proyecto demostró que la escuela rural no
podía funcionar en el contexto de la organización administrativa de la época. En 1948 se realiza el
primer congreso nacional de educación rural, convocado por la secretaria de educación pública y el
sindicato de maestros, y patrocinado por la presidencia de la republica. Logros más importantes en el
sexenio de miguel alemán Valdés:

La educación rural recibió atención y se integro a la secretaria de educación pública el departamento


de asuntos indígenas, transformándolo en dirección general.

Se formo el consejo de educación y se creó el CREFAL.

Las misiones culturales se aumentaron al aumentar de 42 a 75, lo que represento un aumento del
78%

Se constituyeron cuatro escuelas prácticas de agricultura.

El departamento de enseñanza agrícola se transformo en dirección general y se celebro el congreso


de educación rural en 1948

Se constituyo y apoyo la campaña contra el analfabetismo

Se continúo el ritmo de construcción de escuelas y se logro la colaboración del sector privado

La educación preescolar amplio sus servicios al pasar de 714 a 1007 jardines de niños, y la atención
se incremento a 86 700 a 90 175 niños.

La primaria se expandió de 21, 637 a 25331 escuelas


Se estableció la dirección general de enseñanza normal.

Se fundaron normales de especialización para preparar maestros en la educación de niños atípicos

Se creó la escuela normal de educadoras

Se impulso la educación técnica industrial

Se promovió la edición de libros de texto que la secretaria vendía a menor costo, para apoyar a la
población de menores ingresos.

Se promovió la segunda asamblea mundial de la UNESCO celebrada en México

Se construyó la ciudad universitaria

Se aumento el subsidio a las universidades estatales

Se fundó el instituto nacional de bellas artes (INBA)

Se creó el instituto nacional de la juventud mexicana (INJUVE)

Sin embargo a pesar de estos logros los resultados en alfabetización no fueron relevantes y la
escuela rural no tuvo un gran impulso. Sin embargo, el haberle dado prioridad a la alfabetización de
los más jóvenes, a los que aun estaban en edad escolar, fue una medida que cerró un poco la llave
de incorporación de analfabetos. La alfabetización en el discurso educativo
Adolfo Ruiz Cortines fue quien ocupó la presidencia de 1952 a 1958. Su colaborador en la Secretaría
de Educación Pública fue José Ángel Ceniceros, quien era maestro normalista. Durante este sexenio
se prosiguió con la campaña contra el analfabetismo. Se decía que la ley del 21 de agosto de 1944,
se había dictado como una "medida de alivio al problema de la educación popular, con sentido de
proclama patriótica". Se reconocía que dicha campaña había disminuido ya que el entusiasmo había
decaído, y que todavía existía un 42% de analfabetos. Es por esto que se hacía un llamado a todos
los ciudadanos para que aunaran sus esfuerzos a los del gobierno federal (LABC, El Maestro
Mexicano, SEP, año III, Nº 3, octubre de 1953).
Se consideraba que la alfabetización era la "piedra básica" de la obra educativa. Se deseaba que
por medio de ella el analfabeto " entendiera sus problemas y satisficiera sus necesidades elevándose
a sí mismo y al país". Sin embargo, se reconocía que desde el año de 1947 hasta el de 1954, se
había venido registrando un continuo descenso en el número de alfabetizados, por lo que se hacía
un urgente llamado para que dicho fenómeno fuera detenido (LABC, El Maestro Mexicano, SEP, T.
V, Nº 17, julio-agosto de 1955).
Un grave problema que se presentó a esta administración fue que el presupuesto designado a
educación pública no creció al mismo ritmo que las necesidades educativas, tanto en construcción y
reparación de planteles, como en percepciones de maestros, mejoramiento y adquisición de equipos,
laboratorios, bibliotecas y revisión de programas y libros de texto. Ruiz Cortines hablaba de "forjar la
decisión de superarlas y de lograr el mejoramiento económico, social y cultural de nuestro pueblo,
educándolo para la democracia, la libertad y la justicia". Se reconocía que existía un "importante
déficit" tanto en la enseñanza superior como en la primaria. Es por esto que se hacía un llamado a
todos los "sectores capacitados" y a la "iniciativa privada" en favor de la niñez, ya que cada año
quedaban fuera de la instrucción primaria más de tres millones de niños (LABC, El Maestro
Mexicano, SEP, T. VII, Nº 32, septiembre-octubre de 1957).
En otro discurso se reconocía que la iniciativa privada había "respondido con desprendimiento al
llamado del presidente, para contribuir a la noble causa de la educación". Lo anterior se constataba
en la cooperación de la industria, la banca y el comercio para el sostenimiento de la Campaña de
Alfabetización, y la construcción de escuelas (LABC, El Maestro Mexicano, SEP, T. VII, Nº 31, julio-
agosto de 1957).
Parte importante dentro de la política educativa eran las Misiones Culturales, las cuales se
definían como una "agencia de elevación y dignificación humana..." Además de la capacitación de
los maestros, tenían a su cargo campañas para combatir el alcoholismo y "todos los vicios sociales",
la promoción de "sociedades femeninas para el cuidado de la infancia", de instituciones de "servicio
social" y de formas deportivas y recreativas. Dentro de la nueva organización se vinculaban los
Departamentos de Alfabetización y Misiones Culturales (LABC, El Maestro Mexicano, SEP, T. V, Nº
14, febrero de 1955).
De nuevo, gran parte de la responsabilidad educativa recaía en el maestro, a quien se le daba la
misión de "moldear el espíritu e infundir conocimientos". Se decía que al "ejército que educa le está
encomendado la cultura, la espiritualidad de México, lo que perdura" (LABC, El Maestro Mexicano,
SEP, año V, Nº 14, 16, febrero y junio de 1955).
Se hablaba de que la profesión del magisterio era de "grandes sacrificios y satisfacciones
inmensas", y de que quien quisiera ser maestro "no iría seguramente por el camino de la fortuna. La
profesión de maestro es dura, difícil y hasta podría creerse que ingrata. Exige amor y consagración
absoluta, es de ideal y de perseverancia, de sacrificio y de renunciamiento en no pocos casos".
Continuaban diciendo que "el magisterio tiene mucho de heroico, los maestros son soldados en
cuyas victorias descansa el más alto de los destinos: formar a las nuevas generaciones" (LABC, El
Maestro Mexicano, SEP, T. VI, Nº 20 y 25, mayo y octubre de 1956).

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