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comunicación en Argentina
Por Silvana Comba y Edgardo Toledo11
Los inicios
Durante la década del ’60 comienzan a crearse las facultades y escuelas, primero de
periodismo y luego de comunicación, que pasan a constituir el ámbito privilegiado
desde donde se empiezan a investigar los fenómenos de la comunicación. En estos
inicios se importan los marcos teóricos provenientes de la Communication Research
norteamericana, basados en las teorías de la psicología conductista y de la sociología
funcionalista.
1
Profesores de la Licenciatura en Comunicación Social, Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
se reconoció el carácter dependiente de la teoría de la comunicación y de la
metodología predominante en la región y
se propuso la búsqueda de alternativas teóricas y metodológicas que pudieran
ofrecer soluciones a los problemas de la región.
“En aquella época, fines de los sesenta y principios de los setenta, aparece
fuertemente el fenómeno de las comunicaciones y sus problemáticas, la necesidad de
analizarlas, de investigarlas pero en el marco de un tiempo tramado en lo político
ideológico..." (5)
El abordaje conceptual de esta nueva temática partió del rechazo a los legados
funcionalistas norteamericanos predominantes y orientó la búsqueda en distintos
sentidos. En esta época cambia el concepto de comunicación y se revisa el papel de
los medios masivos en la sociedad. Los medios, dicho en palabras de la época, no
son sólo transmisores de cultura o información sino 'aparatos ideológicos del estado'
que reproducen la ideología dominante para mantener la opresión de la clase obrera.
Por su parte Héctor Schmucler (7) en un artículo aparecido con el título “La
investigación sobre comunicación masiva” en la revista Comunicación y Cultura, N°
4 (Buenos Aires, 1975) sostenía que “… la última década ha visto florecer nuevas
tendencias en investigación, consecuencia del entusiasmo por el estudio de los
sistemas significantes que tienen a la lingüística como referente y donde los análisis
semiológicos ocupan un lugar destacado… La necesidad de reflexión no se produce
caprichosamente sino estimulada, al menos, por tres razones: 1) una práctica social
directa o indirecta (es decir, realizada por otros y asumida por mí) que fue
modificando concepciones que teníamos hace algunos años sobre el papel de los
medios masivos de comunicación; 2) la polémica desatada en los últimos tiempos
sobre la oposición ciencia versus ideología (que comporta la de ciencia versus
política)… En nuestros países, además, la discusión tiene que ver con el permanente
debate acerca de la metodología a aplicar en los estudios sobre el tema y con la
legitimidad de algunos de ellos; 3) el proceso político que durante estos años ha
sacudido a América Latina que ha generado nuevas condiciones de pensamiento…”.
Heriberto Muraro, uno de los que más investigó en esta área, sostenía que los
objetivos planteados por los actores políticos para la comunicación social, a
principios de los ’70, fueron la ruptura de la dependencia con respecto a los países
centrales, la creación o restauración de una cultura nacional y popular y, más
específicamente, el empleo de aquélla como un instrumento para “concientizar” y
organizar a las masas parar librar una guerra permanente en contra del imperialismo
y sus aliados locales. Una constante de dichas propuestas era su carácter
decididamente estatista, con la total prescindencia de los empresarios privados,
considerados sospechosos de estar asociados a los grupos multinacionales del
espectáculo.(8) No obstante, la realidad estaba lejos de estas propuestas. En su libro
“Neocapitalismo y Comunicación de Masa” (editorial Universitaria de Buenos Aires,
1974), Muraro denuncia que “…hacia 1965, es decir, 5 años después que se iniciara
la T.V. privada en el país, sobre un total de 22 canales no estatales, 20 de ellos
estaban ‘afiliados’ a grandes productoras encabezadas, respectivamente, por canal
13, 11 y 9 de la ciudad de Buenos Aires y, por su intermedio, asociadas a las cadenas
norteamericanas CBS, NBC y ABC.”
Los estudios sobre comunicación y cultura popular de la década del ’60 y ’70 pueden
pensarse como un antecedente temprano de los estudios culturales en Argentina. En
ese momento estos estudios no fueron vistos como una disciplina académica, sino
como discusión en el campo intelectual constituido como parte de una práctica
política y productiva.
“Eduardo Romano fue uno de los investigadores que trabajó activamente en la línea
del análisis cultural y político-cultural, desde textos de encuadre histórico-conceptual
como los producidos a comienzos de la década del ’70 sobre cultura y dependencia.
Sus investigaciones sobre géneros populares (historieta, fotonovela, boceto
constumbrista, canción, letrística del tango, humor, periodismo, etc) contribuyeron
en forma sostenida a lo largo de los años 70 y 80 a la documentada erosión de la
vieja concepción elitista de alta cultura, desde una perspectiva de reposición de esos
patrimonios y del concepto de cultura popular procesado a partir de nuevos
encuadres teóricos y críticos.”(9)
Otra corriente de estudio dentro de esta línea de investigación estaría dada por la
comunicación alternativa, muy emparentada con la educación popular (acción,
reflexión acción). Surge como expresión de un proyecto histórico de cambio y
plantea un quiebre con el concepto de comunicación lineal y vertical que se venía
manejando desde el funcionalismo. La investigación de esta comunicación no es
ajena a los supuestos y al proyecto que le da sentido. De esta manera surge la
investigación - acción como una práctica de indagación de lo real que apunta a la
transformación de la sociedad. Estos estudios contribuyeron al conocimiento de
diversos tipos de innovación y experimentación de nuevas prácticas comunicativas,
especialmente con soportes ligeros para los que no es necesaria una gran inversión
económica. Un exponente de esta corriente, que tuvo gran difusión y adhesión en
Argentina, fue Paulo Freire con textos como “Pedagogía del oprimido” y “La
educación como práctica de libertad”.
El golpe militar
Todas las líneas antes mencionadas quedaron postergadas o los estudios fueron
continuados en otros países a causa del golpe de estado conocido como "Proceso de
Reorganización Nacional".
Si bien en la década de los sesenta el auge de las ideas modernas permitió enfrentar
las dictaduras militares de Juan Carlos Onganía (1966/70), Roberto Levinstong
(1970/71) y Alejandro Lanusse (1971/1973), y hasta enriquecer al peronismo de
1973, en 1976 se produce un quiebre irreversible.
El terror gobernó sobre las instituciones, las personas, las ideas y los sueños. El
campo intelectual fue especialmente acosado. “El ‘Proceso’ no fue exclusivamente
un régimen policial y económico: también incluyó un ‘capítulo cultural’, en el más
amplio sentido del término. Intentó modificar no sólo el perfil industrial, las
instituciones políticas, gremiales o educativas del país, sino también los valores e,
inclusive, la estructura de la personalidad de los habitantes de esta nación. Para
probar esto bastaría leer los discursos de Martínez de Hoz (primer Ministro de
Economía del Proceso) y, muy especialmente, remitirse a la propaganda televisiva
del régimen. Se habló de ‘sinceramiento’, de ‘cambio de mentalidad’; se puso un
sello de ‘culpable’ en la frente del ama de casa, de los empresarios industriales, de
los comerciantes minoristas, de los trabajadores, en fin, de todos aquellos que no
pertenecieran a la burocracia estatal. Armado con un extraño ‘marxismo al revés’, el
ex Ministro declarará hacia 1977 una guerra sin cuartel contra las ideologías. En sus
textos, el restablecimiento de las leyes del mercado y la búsqueda de la eficiencia
adquirieron el status de ‘lo científico’ en tanto que cualquier otra doctrina –inclusive
la defensa de la soberanía y el patrimonio nacional- fueron despectivamente
calificadas como meras utopías…Tal vez el aspecto más destacado de la ideología de
‘El Proceso’ es su empeño en atacar los valores de la solidaridad social en beneficio
del privatismo y postular implícitamente una doctrina según la cual un estado es
tanto más perfecto cuanto más alejado está de la sociedad” (12)
La vuelta a la democracia
Sin embargo, nada fue igual que antes. El mundo intelectual argentino se había
transformado. Argentina y el mundo se estaban transformando, porque
fundamentalmente las ideas estaban cambiando.
Comunicación y Política
A comienzos de la década del ’80 Oscar Landi abre la discusión con su libro
“Comunicación, cultura y proceso político” (1981) en el que aborda temas como
lenguaje-instrumento, orden simbólico y orden político, medios masivos, simetría y
asimetría comunicativa y comportamiento del receptor.
El largo recorrido de este autor tiene su remate con el libro “Devórame otra vez”
(1992) donde reflexiona sobre la televisión en su doble condición de escenario de la
política y constructora de lo político. Su visión no tiene un carácter apocalíptico, por
el contrario, aparece un receptor interactivo y una concepción de la recepción que
postula la existencia de múltiples modos de construir la noción de realidad.
Otro autor que se destaca en este campo es Heriberto Muraro quien retoma sus
estudios de los ’70 (economía y comunicación) desde una perspectiva diferente,
acorde a los nuevos tiempos. En su libro “Poder y comunicación” (1991) aborda la
investigación desde el punto de vista del marketing y la publicidad políticos. Este
texto está integrado por una serie de trabajos elaborados entre 1987 y 1990 sobre
publicidad política, segmentaciones del electorado, las crisis militares en la
incipiente democracia y las similitudes y divergencias entre las culturas políticas de
los votantes justicialistas y radicales.
Una importe franja de analistas e investigadores argentinos continuó con una labor
iniciada en los ‘60/’70 (especialmente en lo que se refiere a culturas populares, tema
que tratamos en el apartado “Estudios inscriptos en la comunicación popular o
alternativa.”, bajo el subtítulo “Aquellos años ’60 y ‘70”). En sus estudios realizan
un tipo de indagación integradora que, según los casos, tiene puntos de contacto con
las fundamentaciones teóricas y metodológicas de la culturología, los estudios
culturales, el análisis histórico-cultural, la historia de la cultura y la investigación de
procesos culturales, desarrollados en forma interdisciplinaria.
En esta corriente, los objetos de estudio pueden ser mediáticos (y en este caso lo
mediático interesa como apoyatura para la indagación del papel que cumplen los
contextos culturales en las interacciones que se establecen entre medios, mensajes y
receptores) o pueden corresponder de manera más amplia a los objetos, fenómenos y
procesos de la cultura.
La base teórica de estos estudios está influenciada por los desarrollos de la escuela de
Birmingham; los estudios de Stuart Hall en los años 70, las reformulaciones de esos
estudios propuestas por David Morley y Ien Ang, los trabajos antropológicos de
Clifford Geertz, las nociones de campo y habitus de Bordieu y los nuevos enfoques
historiográficos de LeGoff y Darnton.
En Latinoamérica fue Jesús Martín Barbero el que marcó los principales quiebres y
desplazamientos conceptuales que motivaron a los investigadores locales a prestar
atención a fenómenos que habían quedado al margen de los modelos hegemónicos
para el estudio de la comunicación.
Este investigador logró ubicar el problema a otro nivel, ya no el de los medios, sino
el de las mediaciones y los modelos culturales. En su libro “De los medios a las
mediaciones” (1987) trazó un “mapa nocturno para explorar el nuevo campo”. En él
podemos encontrar “…un mapa para indagar no otras cosas, sino la dominación, la
producción y el trabajo, pero desde el otro lado: el de las brechas, el consumo y el
placer. Un mapa no para la fuga, sino para el reconocimiento de la situación desde
las mediaciones y los sujetos”.(16) También se dirige hacia las construcciones en el
campo cultural que materializan identidades, que relacionan lo masivo y lo popular, a
través de distintas mediaciones inscriptas en diferentes temporalidades y matrices
culturales.
El teórico argentino más destacado en este campo es Aníbal Ford, quien revaloriza lo
microhistórico, los saberes no institucionales, la percepción territorial y las
estrategias pertinentes en los contextos de crisis. Este tipo de reflexiones aparece en
su libro “Desde la orilla de la ciencia. Ensayos sobre identidad, cultura y territorio”
(1987). Aquí Ford reivindica un modo de ver aparentemente despojado de estatuto
académico. “Estos trabajos tienen un solo objetivo: explorar algunos aspectos de la
cultura nacional, pero entendida ésta no como algo cristalizado y trasparente, sino
como un cruce de procedimientos, temáticas y problemas cuyos hilos centrales no
son siempre verificables. En este sentido estos trabajos ingresan en algunas zonas,
aportan o intentan aportar algunos ángulos donde vale tanto la teoría como la práctica
cotidiana…este ‘modo’ no tiene estatus académico. Ni en sus ejes de conocimiento –
la memoria, las identidades, la cultura popular, la vida cotidiana- ni en las formas en
que se expresa: el ensayo, el testimonio, la biografía, el periodismo, la oralidad,
cierta literatura.”(17)
De aquí en adelante haremos una pequeña revisión de autores que se han dedicado al
tema de la comunicación desde distintos lugares.
Un investigador que viene de la literatura y retoma los trabajos de los ’70 es Eduardo
Romano, precursor en este campo. Las aportaciones más recientes de este autor se
refieren a los cruces entre literatura y cine, y a analizar fundamentos teóricos,
ideológicos y estéticos de la cultura popular, propuestos en una revisión conceptual
sintética, pero sólidamente argumentada. Además dirige el proyecto editorial “Signos
y Cultura”, revista que gira en torno a los medios y los lenguajes contemporáneos
(temáticas como el rock, la radio, las divas televisivas, las telenovelas
latinoamericanas, el teatro de revista, los hombres ilustres en las revistas infantiles de
intención pedagógica, etc.).
La temática del espacio urbano, con crecientes aportaciones desde la antropología y
el análisis cultural, ha sido abordada por Alicia Entel en su libro “La ciudad bajo
sospecha” (1996), en un texto con abundante investigación de base que examina los
efectos de la desregulación neoliberal sobre la trama de la vida cotidiana.
“El tema de las tribus y los consumos de la cultura juvenil urbana, otro fenómeno
ubicado en la mira de los investigadores de base etnográfica, comunicacional o
sociológica, ha sido abordado por Mario Margulis y un equipo de investigadores en
‘La cultura de la noche’ (1994), un trabajo de campo con observación participativa y
‘descripción densa’ que se inspira en los conceptos de habitus de clase de Bordieu y
un encuadre antropológico de Clifford Geertz.” (18)
Por su parte Horacio González en su libro “La realidad satírica” (1992) realiza una
reflexión de tipo ensayística y descriptiva sobre el diario Página /12. Para enfrentarse
a su objeto de estudio el autor no privilegia la adopción de un modelo metodológico
particular (tal vez podría hablarse de una antimetodología), sino más bien el punto de
vista de “una crítica intelectual emancipada”. El periodismo televisivo también ha
sido abordado bajo la forma propuesta por este investigador. Un ejemplo de esto es el
libro “Yo, Mariano Grondona” (1992) escrito por Eduardo Rinesi.
El modelo económico que cobró cada vez más fuerzas proponía un estado reducido
que, con el pretexto de disminuir el déficit fiscal, dejaba el camino de las
comunicaciones libre a las empresas multinacionales. En agosto de 1989, el
presidente Menem derogó el artículo 45 de la Ley de Radiodifusión (que negaba a las
empresas periodísticas extender su actividad al campo de la televisión y la
radiofonía). El camino para la privatización de los canales 11 y 13 quedaba abierto.
El 23 de diciembre del mismo año, el consorcio Televisión Federal y Artear,
respectivamente, se hicieron cargo de aquellas emisoras. Canal 2 y Canal 9 habían
regresado a manos privadas en 1983, por una decisión del general Reinaldo
Bignogne (último presidente defacto) tomada horas antes de las elecciones del 30 de
octubre.
Nuevas tecnologías
Modernidad/Posmodernidad
Referencias bibliográficas
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Editorial Punto Sur, Buenos Aires, 1989.
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- SCHMUCLER, HECTOR, “Memorias de la comunicación”, Editorial Biblos,
Buenos Aires, 1997.