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La investigación en

comunicación en Argentina
Por Silvana Comba y Edgardo Toledo11

Los inicios

Para hablar de investigación en comunicación debemos remitirnos necesariamente al


acontecer histórico, político, económico y social de cada época que propone
determinadas condiciones de producción del conocimiento. La respuesta a la
pregunta siempre presente del “para qué investigamos” irá cambiando de acuerdo a
esos contextos y al lugar en donde se ubique el investigador.

En el caso argentino, la investigación en comunicación estuvo indudablemente


afectada por los quiebres políticos institucionales que se vinieron sucediendo en el
país. El mayor exponente –por características que abordaremos más adelante- fue el
golpe de 1976 que se prolongó hasta 1983.

Antes de los ’60, la problemática de la comunicación fue abordada por periodistas,


escritores, ensayistas, sociólogos, cuadros políticos e intelectuales. La producción de
ensayos portadores de un alto valor histórico fue esporádica y dispersa. Estuvo ligada
principalmente a temas relacionados con la profesión de periodista y a biografías de
sus actores privilegiados.

Durante la década del ’60 comienzan a crearse las facultades y escuelas, primero de
periodismo y luego de comunicación, que pasan a constituir el ámbito privilegiado
desde donde se empiezan a investigar los fenómenos de la comunicación. En estos
inicios se importan los marcos teóricos provenientes de la Communication Research
norteamericana, basados en las teorías de la psicología conductista y de la sociología
funcionalista.

La creación de la CIESPAL, en Quito, en 1959, como centro de estudios de la


comunicación constituyó un fuerte estímulo para la investigación académica que
comenzó, de esta manera, a delimitar el campo. Realizó estudios descriptivos o
interpretativos sobre las estructuras comunicacionales a nivel continental. Estas
investigaciones son reproducidas en las escuelas de comunicación de algunos países,
aunque no en forma permanente sino intermitente. (1)

La importancia de la CIESPAL queda evidenciada en la organización del primer


encuentro de investigadores latinoamericanos que se dedicaban a la comunicación
(Costa Rica, 1973). Podemos sintetizar lo relevante de este encuentro en que:

1
Profesores de la Licenciatura en Comunicación Social, Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
 se reconoció el carácter dependiente de la teoría de la comunicación y de la
metodología predominante en la región y
 se propuso la búsqueda de alternativas teóricas y metodológicas que pudieran
ofrecer soluciones a los problemas de la región.

Ya en los ’70, la organización de asociaciones nacionales de escuelas de


comunicación en muchos de los países y la creación de FELAFACS como federación
latinoamericana darán un nuevo impulso para la sistematización de la investigación
de la comunicación en la región.

Aquellos años ’60 y ’70

Contextos y líneas de investigación

Desde mediados de los sesenta una vanguardia de inspiración franktfurtiana comenzó


a emerger en todas las ciencias sociales. Un movimiento intelectual que, sin duda, se
encontraba imbuido del espíritu de la época. Frankfurt, y en especial Adorno, abrió
indudablemente un espacio de adhesión muy grande dentro del ámbito académico
universitario. Sus conceptos sobre arte, cultura, industria cultural, banalización,
comunicación, etc., resultaron productivos para el emprendimiento de múltiples
reflexiones.

El acontecimiento político más inspirador de los aires revolucionarios en


Latinoamérica fue la revolución cubana de 1959. Desde entonces, el pensamiento
revolucionario se expandió con fuerza en toda la región.

En el ámbito de la comunicación y conectados con esta ebullición política, se


produjeron varios hechos que marcaron el campo en toda Latinoamérica. La llegada
al poder de la izquierda y gobiernos nacionalistas en condiciones de legislar e
intervenir en los medios masivos hizo necesario conocer distintos aspectos para
poder generar propuestas de acción viables.

Acompañando esta realidad contextual, en el campo teórico - práctico, se produjeron


distintos desplazamientos y transformaciones importantes. Recordemos, por ejemplo,
cómo la llegada de Salvador Allende al gobierno de Chile hizo necesaria una
revisión sobre las responsabilidades de los medios de comunicación y la producción
de mensajes. En Perú, el gobierno militar de Velazco Alvarado, como parte del Plan
Inca (2) puso en evidencia la relación del poder comunicacional con el poder político
y económico. En Brasil, Paulo Freire (3) con sus trabajos en educación popular deja
al descubierto, junto a la teoría de la dependencia, la dureza del proceso de
dominación social: la verticalidad comunicacional y la ausencia de diálogo que lleva
a la exclusión de grandes sectores sociales en todo el continente.
En Argentina, la situación no era diferente a la de otros países latinoamericanos. En
la década del sesenta, y en medio de un creciente proceso de industrialización, las
fuerzas populares se vigorizaron y las movilizaciones adquirieron un carácter
multitudinario. A finales de los sesenta, el poder de los sindicatos se hacía sentir. La
rebelión obrero estudiantil de 1969 llamada "Cordobazo" (4) puso en apuros al
régimen militar de J. Carlos Onganía (1966 - 70), quien finalmente debió renunciar.
Frente a la presión popular, el gobierno de facto debió llamar a elecciones
democráticas en 1973. En ese año fue elegido presidente Juan Domingo Perón.

“En aquella época, fines de los sesenta y principios de los setenta, aparece
fuertemente el fenómeno de las comunicaciones y sus problemáticas, la necesidad de
analizarlas, de investigarlas pero en el marco de un tiempo tramado en lo político
ideológico..." (5)

El abordaje conceptual de esta nueva temática partió del rechazo a los legados
funcionalistas norteamericanos predominantes y orientó la búsqueda en distintos
sentidos. En esta época cambia el concepto de comunicación y se revisa el papel de
los medios masivos en la sociedad. Los medios, dicho en palabras de la época, no
son sólo transmisores de cultura o información sino 'aparatos ideológicos del estado'
que reproducen la ideología dominante para mantener la opresión de la clase obrera.

La tríada ideología, poder y comunicación abordados desde una perspectiva


semiótica, sociológica, económica y con un cierto compromiso político constituyeron
los ámbitos en los que se desarrolló la investigación de la comunicación en
Argentina.

Entre las líneas de investigación de la época podemos mencionar:

 Los estudios semióticos

Oscar Steimberg y Oscar Traversa abrieron un importante espacio de discusión al


fundar en 1970 la Asociación Argentina de Semiótica y la revista Lenguajes, en
1974. La presentación que aparece en el primer número de esta revista sirve para
ilustrar el sentir de la época. “Esta revista se aventura entonces en un camino
peligroso, doblemente peligroso en un país donde la producción de palabras es con
mucha frecuencia una simple reproducción: la mayoría de esas palabras han sido
trabajadas en los países centrales, que parecieran detentar el privilegio de una
verdadera producción del saber y de la ciencia”. Steimberg y Traversa también han
contribuido con trabajos de gran interés sobre cine, géneros y lenguajes desde la
perspectiva semiótica.

La confluencia de saberes provenientes de la lingüística, la teoría de la información,


la semiótica y el estructuralismo de Levi Strauss permitía por primera vez un
tratamiento “científico” de los fenómenos de significación que formaban la trama del
universo mediático. El referente en este campo es Eliseo Verón quien, a fines de los
60 se proponía esencialmente la construcción de una teoría de la comunicación
social, basada sobre todo en la investigación empírica y en el rechazo de la vaguedad
y generalidad ideologista (derivada en gran parte, según Verón, del tipo de análisis
realizado por Althusser y sus seguidores locales). Libros como “Lenguaje y
comunicación social” (1969) y “Conducta, estructura y comunicación” (1969) dan
cuenta de esta orientación.

Desde la vereda de enfrente, el estructuralismo francés en la figura del investigador


belga Armand Mattelart, quien residía en Chile, tuvo una fuerte influencia. Junto a
Ariel Dorffman escribieron una obra de repercusión internacional: “Para leer al Pato
Donald”. Sus trabajos de corte denuncista apuntaban a analizar semiológicamente los
rasgos estructurales del discurso de masas (distintos géneros y sus soportes) en su
articulación con la ideología dominante. Este tipo de estudios permitió, además del
reconocimiento de las huellas del dominador, preparar el campo para las propuestas
de intervención en la formación de receptores críticos de los mensajes de la 'cultura
de masas' (6).

Por su parte Héctor Schmucler (7) en un artículo aparecido con el título “La
investigación sobre comunicación masiva” en la revista Comunicación y Cultura, N°
4 (Buenos Aires, 1975) sostenía que “… la última década ha visto florecer nuevas
tendencias en investigación, consecuencia del entusiasmo por el estudio de los
sistemas significantes que tienen a la lingüística como referente y donde los análisis
semiológicos ocupan un lugar destacado… La necesidad de reflexión no se produce
caprichosamente sino estimulada, al menos, por tres razones: 1) una práctica social
directa o indirecta (es decir, realizada por otros y asumida por mí) que fue
modificando concepciones que teníamos hace algunos años sobre el papel de los
medios masivos de comunicación; 2) la polémica desatada en los últimos tiempos
sobre la oposición ciencia versus ideología (que comporta la de ciencia versus
política)… En nuestros países, además, la discusión tiene que ver con el permanente
debate acerca de la metodología a aplicar en los estudios sobre el tema y con la
legitimidad de algunos de ellos; 3) el proceso político que durante estos años ha
sacudido a América Latina que ha generado nuevas condiciones de pensamiento…”.

 Estudios sobre la estructura de poder de los medios

Estos estudios hacen referencia a la estructura de poder -nacional y trasnacional- de


los medios de comunicación y las estrategias de dominación instrumentadas por los
países centrales (fundamentalmente Estados Unidos) con los países periféricos. Se
referían a la asimetría del flujo comunicacional e informacional y a la indagación de
las innovaciones tecnológicas relacionadas a la comunicación e información como
nuevas formas y sistemas de control sobre las sociedades latinoamericanas.

Heriberto Muraro, uno de los que más investigó en esta área, sostenía que los
objetivos planteados por los actores políticos para la comunicación social, a
principios de los ’70, fueron la ruptura de la dependencia con respecto a los países
centrales, la creación o restauración de una cultura nacional y popular y, más
específicamente, el empleo de aquélla como un instrumento para “concientizar” y
organizar a las masas parar librar una guerra permanente en contra del imperialismo
y sus aliados locales. Una constante de dichas propuestas era su carácter
decididamente estatista, con la total prescindencia de los empresarios privados,
considerados sospechosos de estar asociados a los grupos multinacionales del
espectáculo.(8) No obstante, la realidad estaba lejos de estas propuestas. En su libro
“Neocapitalismo y Comunicación de Masa” (editorial Universitaria de Buenos Aires,
1974), Muraro denuncia que “…hacia 1965, es decir, 5 años después que se iniciara
la T.V. privada en el país, sobre un total de 22 canales no estatales, 20 de ellos
estaban ‘afiliados’ a grandes productoras encabezadas, respectivamente, por canal
13, 11 y 9 de la ciudad de Buenos Aires y, por su intermedio, asociadas a las cadenas
norteamericanas CBS, NBC y ABC.”

En muchos aspectos, la visión que las vanguardias de los ’70 tenían de la


comunicación social estaba en consonancia con los principios que propugnaba el
Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación. El tema del NOMIC
fue en su momento un intento internacional democratizador que generó importantes
investigaciones. Enmarcado dentro de las peticiones de los Estados de Países No
Alineados, en Argel (1973), los problemas del desequilibrio informativo ligados a las
desigualdades entre los pueblos fueron cobrando importancia en la UNESCO.
Paralelamente, los “estudios transnacionales”, inspirados en esta temática, fueron la
base de la que surgió el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales
(ILET) en 1975, en México. El ILET se dedicaba al estudio de la economía y
comunicación y sus trabajos se diseminaron en la región. En Argentina, la
coordinadora de la oficina Buenos Aires del ILET era la socióloga Alcira Argumedo
quien publicó “Los laberintos de la crisis. América Latina: poder transnacional y
comunicaciones”, editado por el mismo ILET. En este libro Argumedo analiza las
principales características de la expansión económica transnacional, las
consecuencias económicas y sociales para el Tercer Mundo, el control transnacional
de las comunicaciones y el problema tecnológico. Realiza, además, una breve reseña
cronológica del debate internacional sobre el NOMIC. Estos estudios aportaron una
importante línea de trabajos relacionados con las políticas de comunicación. De esta
forma, como reacción y para poner freno a la transnacionalización, creció la
necesidad de formular y evaluar políticas nacionales de comunicación y cultura que
promovieran programas de desarrollo acordes con las expectativas de los sectores
mayoritarios del pueblo.

Otro autor que también abordó el tema de la transnacionalización fue Héctor


Schmucler, en especial la temática de los satélites y su uso instrumental en
Latinoamérica.

 Estudios inscriptos en la comunicación popular o alternativa.

Los estudios sobre comunicación y cultura popular de la década del ’60 y ’70 pueden
pensarse como un antecedente temprano de los estudios culturales en Argentina. En
ese momento estos estudios no fueron vistos como una disciplina académica, sino
como discusión en el campo intelectual constituido como parte de una práctica
política y productiva.

“Eduardo Romano fue uno de los investigadores que trabajó activamente en la línea
del análisis cultural y político-cultural, desde textos de encuadre histórico-conceptual
como los producidos a comienzos de la década del ’70 sobre cultura y dependencia.
Sus investigaciones sobre géneros populares (historieta, fotonovela, boceto
constumbrista, canción, letrística del tango, humor, periodismo, etc) contribuyeron
en forma sostenida a lo largo de los años 70 y 80 a la documentada erosión de la
vieja concepción elitista de alta cultura, desde una perspectiva de reposición de esos
patrimonios y del concepto de cultura popular procesado a partir de nuevos
encuadres teóricos y críticos.”(9)

Podemos encontrar ejemplos de esta temática en el libro “Medios de comunicación y


cultura popular” que Romano escribió junto con Aníbal Ford y Jorge Rivera. Aquí
los análisis van del radioteatro al humor gráfico, de la consideración de ciertos
grandes letristas (como Homero Manzi y Enrique Santos Discépolo) al rastreo de las
colaboraciones de Borges en el diario Crítica, del estreno de uno de los mejores films
de Jorge Prelorán a las transgresiones y acatamientos de una revista como Rico Tipo.
El prólogo escrito por Heriberto Muraro refleja la visión que se tenía de cultura
popular y comunicación. “La cultura popular no es un agregado informe de símbolos
sino, fundamentalmente, un proceso de creación que, necesariamente, busca
alcanzar la forma de proyecto político nacional, puesto que la política no es sino el
uso de los recursos del estado para la conservación de una comunidad en su unidad
cultural”.

Otra corriente de estudio dentro de esta línea de investigación estaría dada por la
comunicación alternativa, muy emparentada con la educación popular (acción,
reflexión acción). Surge como expresión de un proyecto histórico de cambio y
plantea un quiebre con el concepto de comunicación lineal y vertical que se venía
manejando desde el funcionalismo. La investigación de esta comunicación no es
ajena a los supuestos y al proyecto que le da sentido. De esta manera surge la
investigación - acción como una práctica de indagación de lo real que apunta a la
transformación de la sociedad. Estos estudios contribuyeron al conocimiento de
diversos tipos de innovación y experimentación de nuevas prácticas comunicativas,
especialmente con soportes ligeros para los que no es necesaria una gran inversión
económica. Un exponente de esta corriente, que tuvo gran difusión y adhesión en
Argentina, fue Paulo Freire con textos como “Pedagogía del oprimido” y “La
educación como práctica de libertad”.
El golpe militar

Todas las líneas antes mencionadas quedaron postergadas o los estudios fueron
continuados en otros países a causa del golpe de estado conocido como "Proceso de
Reorganización Nacional".

Como consecuencia de la devastación producida por el golpe militar de 1976 (10), la


investigación en Argentina sufrió un deterioro significativo.

Si bien en la década de los sesenta el auge de las ideas modernas permitió enfrentar
las dictaduras militares de Juan Carlos Onganía (1966/70), Roberto Levinstong
(1970/71) y Alejandro Lanusse (1971/1973), y hasta enriquecer al peronismo de
1973, en 1976 se produce un quiebre irreversible.

Aquella euforia general provocada por la movilización de los sectores obreros,


sindicales y estudiantiles fue rápidamente aniquilada con la represión más dura que
se conoce en la historia argentina (11). Una represión que comenzó a sentirse en el
último período del gobierno de Isabel Martínez, viuda de Perón, con fuerzas
paramilitares de ultraderecha (AAA, la triple A) y que se consolidó durante la
dictadura militar (1976-1983).

El terror gobernó sobre las instituciones, las personas, las ideas y los sueños. El
campo intelectual fue especialmente acosado. “El ‘Proceso’ no fue exclusivamente
un régimen policial y económico: también incluyó un ‘capítulo cultural’, en el más
amplio sentido del término. Intentó modificar no sólo el perfil industrial, las
instituciones políticas, gremiales o educativas del país, sino también los valores e,
inclusive, la estructura de la personalidad de los habitantes de esta nación. Para
probar esto bastaría leer los discursos de Martínez de Hoz (primer Ministro de
Economía del Proceso) y, muy especialmente, remitirse a la propaganda televisiva
del régimen. Se habló de ‘sinceramiento’, de ‘cambio de mentalidad’; se puso un
sello de ‘culpable’ en la frente del ama de casa, de los empresarios industriales, de
los comerciantes minoristas, de los trabajadores, en fin, de todos aquellos que no
pertenecieran a la burocracia estatal. Armado con un extraño ‘marxismo al revés’, el
ex Ministro declarará hacia 1977 una guerra sin cuartel contra las ideologías. En sus
textos, el restablecimiento de las leyes del mercado y la búsqueda de la eficiencia
adquirieron el status de ‘lo científico’ en tanto que cualquier otra doctrina –inclusive
la defensa de la soberanía y el patrimonio nacional- fueron despectivamente
calificadas como meras utopías…Tal vez el aspecto más destacado de la ideología de
‘El Proceso’ es su empeño en atacar los valores de la solidaridad social en beneficio
del privatismo y postular implícitamente una doctrina según la cual un estado es
tanto más perfecto cuanto más alejado está de la sociedad” (12)

El mundo de la cultura argentina fue fragmentado en dos ámbitos antagónicos. Por


un lado los medios masivos de comunicación, las instituciones educativas de todos
los niveles, los centros científicos y artísticos, todos censurados, desmantelados y
vigilados, constituían el entorno oficial. Y por otro, una gama de actividades
culturales dispersas y discontinuas, a veces realizadas en centros educativos
privados, intentaban compensar los déficits del estado. También se realizó la
resistencia y la protesta contra los mensajes oficiales en la resemantización de los
discursos, en las noticias fragmentarias que se filtraban a través de la prensa y en las
charlas y conversaciones por lo bajo (constituidas en reuniones informales) que se
daban en casas, bibliotecas o bares contribuyendo a proteger los valores, las ideas y
la cultura.

Los años de la dictadura fueron, para la investigación en Argentina, de total


inmovilidad. Se produjo un distanciamiento de la temática, un repliegue en lo
personal y familiar. Se buscó generar un espacio que permitiera reconstruir los
esquemas de pensamiento y comprensión, pues eran éstos a los que apuntaban
destruir los métodos represivos.

La vuelta a la democracia

Hacia el final de la dictadura militar (13), en 1982, desde algunos organismos


privados comenzaron a reorganizarse espacios de discusión sobre la temática. En
Buenos Aires, instituciones como CLACSO dirigida en ese momento por Francisco
Delich, o CEDES, dirigida por Oscar Landi, constituyeron espacios de encuentro
para varios investigadores del área que estaban en el país.

Con la vuelta a la democracia, y poco a poco, los investigadores que estaban en el


exterior comenzaron a volver. Los que estaban en pueblos del interior se acercaron a
las grandes ciudades.

El encuentro fue muy duro. Se habían vivido experiencias absolutamente distintas.


Los que venían de afuera, si bien habían sufrido el desarraigo del exilio y el choque
de la adecuación a culturas diferentes, habían seguido con sus trabajos, reflexiones y
estudios. No transitaron encarcelamiento, ni persecución, ni siquiera el
encapsulamiento o el terror. Los que se habían quedado querían salir de su
ostracismo, pero no era fácil.

La democracia y la recuperación de la libertad y de las instituciones constitucionales


fueron el terreno propicio que permitió la reconstrucción y un nuevo empuje en el
campo intelectual.

Los equipos de investigación empezaron a constituirse y a funcionar. Se retomaron


las líneas de investigación de los ’70 que habían sido interrumpidas por el golpe
militar: comunicación y educación, comunicación popular, transnacionalización y
políticas de comunicación. Y surgieron nuevos temas y preocupaciones que
ampliaron el campo de estudios de la comunicación como comunicación y
democracia, comunicación y cultura, el debate modernidad-posmodernidad y las
industrias culturales, entre otros.
A mediados de los ochenta, con la apertura democrática, la investigación argentina
inició su participación en los debates y trabajos con el resto de los países
latinoamericanos gracias a los esfuerzos personales de algunos investigadores e
instituciones que los apoyaban.

La comunicación cobró más y más relevancia, lo que repercutió en el desarrollo y


creación de nuevos espacios de formación. A las Escuelas de Ciencias de la
Información y Periodismo existentes en Argentina (de La Plata, San Juan, Córdoba y
Rosario entre las más antiguas), se sumaron varias escuelas y áreas nuevas públicas y
privadas. La comunicación se convirtió en la vedette de las Ciencias Sociales.

Sin embargo, nada fue igual que antes. El mundo intelectual argentino se había
transformado. Argentina y el mundo se estaban transformando, porque
fundamentalmente las ideas estaban cambiando.

Los ’80: volver a pensar

Políticamente en la década de los ochenta es cuando comienza el principio del fin de


la utopía marxista. Las crisis socialistas empiezan se ponen en marcha y tienen como
corolario la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)
y la creación de la Comunidad de Estados Independientes. La transformación del
marxismo y la consecuente revisión de algunas de sus bases se siente también en el
mundo de las ideas.

Se revisan entonces los conceptos de ideología y hegemonía y se produce la


incorporación del pensamiento de Antonio Gramsci trasladando a la dimensión
cultural el espacio de lucha por la hegemonía. Se establece la importancia de la vida
cotidiana en la construcción de ideología y consenso y se define un rol más activo del
actor social -receptor- en el sostenimiento y construcción de esta hegemonía. El
antropólogo Néstor García Canclini fue el que abrió un nuevo espacio de discusión
sobre estos temas, aportando, a la vez, nuevas visiones sobre las culturas populares
en Latinoamérica. Uno de sus conceptos claves es el de consumo entendido como el
conjunto de los procesos sociales de apropiación de los productos en las prácticas
cotidianas como “lugar de interiorización muda de la desigualdad social.”(14) Pero a
la vez, el consumo es producción de sentidos tiene que ver con los usos que hacen las
personas de los bienes simbólicos y materiales. Esto permitió a los comunicadores
abordar las problemáticas de la comunicación con nuevas herramientas tanto
conceptuales como metodológicas.

En el campo del estructuralismo, se produce un desplazamiento importante. Se pone


en tela de juicio el carácter inmanentista de los enfoques y, en consecuencia,
conceptos con que se venían manejando los análisis del mensaje y se plantea la
necesidad de unir mensaje a contexto. Un autor de gran influencia en toda América
Latina que sintetiza la crítica a estos paradigmas es Jesús Martín Barbero. “Tanto
el dispositivo del efecto, en la versión psicológico-conductista, como el del mensaje
o el texto en la semiótico-estructuralista, terminaban por referir el sentido
de los procesos a la inmanencia de lo comunicativo. Pero en hueco. Y al llenar ese
hueco con ‘lo ideológico’ nos quedamos con el recorte –con el comunicacionismo- y
sin especificidad. La mejor prueba de lo que estoy diciendo es que la denuncia
política que se hacía desde la comunicación no logró superar casi nunca la
generalidad de la ‘recuperación por el sistema’, ‘la manipulación’, etc. De la
amalgama entre comunicacionismo y denuncia lo que resultó fue una esquizofrenia,
que se tradujo en una concepción instrumentalista de los medios de comunicación,
concepción que privó a éstos de espesor cultural y materialidad institucional
convirtiéndolos en meras herramientas de acción ideológica…La ideologización
impidió que lo que se indagara en los procesos fuera otra cosa que las huellas del
dominador. Y para nada las del dominado y menos las del conflicto…Entre
emisores-dominantes y receptores-dominados ninguna seducción ni resistencia, sólo
la pasividad del consumo y la alienación descifrada en la inmanencia de un mensaje-
texto por el que no pasaban los conflictos, ni las contradicciones y mucho menos las
luchas.” (15)

De esta forma, las investigaciones se orientan a la búsqueda de aspectos extra e


intertextuales de los procesos de significación que acercan el estudio del discurso al
contexto y su historia.

Las líneas de investigación en los ’80 y ’90

En los primeros años de democracia conviven en Argentina dos líneas predominantes


de investigación que concentran el interés de los teóricos de la comunicación:
“Comunicación y Política” y “Comunicación y Cultura”.

 Comunicación y Política

Esta corriente de estudio fue detonada en Argentina y en el resto de América Latina


por la liquidación de los regímenes autoritarios y el progresivo retorno a las
democracias en el Cono Sur en un contexto de creciente ampliación de las
tecnologías de la comunicación que estableció nuevas prácticas y formas de hacer
política.

La emergencia del interés investigativo por lo político se corresponde con una


industria de las comunicaciones más amplia y diversificada (en especial por el
desarrollo explosivo de la televisión), con públicos a la vez masivos y fragmentados
y con la existencia de nuevas prácticas profesionales (diseñadores de imagen,
escritores de discursos, estudios de opinión, equipos técnicos electorales, publicistas,
expertos en marketing político, etc.)

A comienzos de la década del ’80 Oscar Landi abre la discusión con su libro
“Comunicación, cultura y proceso político” (1981) en el que aborda temas como
lenguaje-instrumento, orden simbólico y orden político, medios masivos, simetría y
asimetría comunicativa y comportamiento del receptor.

En “El discurso sobre lo posible” (1985) avanza en el examen entre comunicación y


política apoyándose en la pragmática lingüística y en los enunciados performativos e
incorporando otros aportes de la linguística de Ducrot para completar su marco
teórico y analizar el discurso político de la campaña electoral argentina del 1983
(primeras elecciones libres y democráticas después de la dictadura, donde resulta
elegido presidente el Dr. Raúl Alfonsín). Otro de sus libros, “Crisis y lenguajes
políticos” (1986) editado por el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES)
muestra un modo distinto de analizar el territorio de lo político y anticipa el interés
de Landi por la interacción entre los sistemas políticos y los problemas culturales y
comunicacionales en el contexto del retorno a la democracia. En este texto Landi se
pregunta “¿Cómo analizar las relaciones entre la cultura popular, los medios de
comunicación y el proceso político?. Desde el punto de vista teórico, cada uno de
estos campos presenta múltiples problemas no resueltos; cuando no el deterioro y la
crisis de conceptos que, hasta no hace mucho tiempo, gozaban de amplia confianza
entre los investigadores. Por cierto, no se trata de efectuar más o menos
razonablemente algunas conexiones entre ellos, como si cada uno por separado
estuviese claramente conceptualizado… El referente principal de nuestro trayecto
será el ‘receptor’ de los ‘mensajes’ de los medios de comunicación”.

El largo recorrido de este autor tiene su remate con el libro “Devórame otra vez”
(1992) donde reflexiona sobre la televisión en su doble condición de escenario de la
política y constructora de lo político. Su visión no tiene un carácter apocalíptico, por
el contrario, aparece un receptor interactivo y una concepción de la recepción que
postula la existencia de múltiples modos de construir la noción de realidad.

Otro autor que se destaca en este campo es Heriberto Muraro quien retoma sus
estudios de los ’70 (economía y comunicación) desde una perspectiva diferente,
acorde a los nuevos tiempos. En su libro “Poder y comunicación” (1991) aborda la
investigación desde el punto de vista del marketing y la publicidad políticos. Este
texto está integrado por una serie de trabajos elaborados entre 1987 y 1990 sobre
publicidad política, segmentaciones del electorado, las crisis militares en la
incipiente democracia y las similitudes y divergencias entre las culturas políticas de
los votantes justicialistas y radicales.

El interés académico de Muraro tiene que ver con la construcción de la convivencia


democrática en un contexto de fuertes transformaciones, con los cambios de
mentalidad política y con la emergencia de ideologías espontáneas de los votantes.
Esto lo lleva a incursionar en la combinación de metodologías cuantitativas
(encuestas, sondeos de opinión) y cualitativas para desarrollar asesorías y marketing
político a los distintos candidatos que aspiran a cargos públicos.
 Comunicación y Cultura

Una importe franja de analistas e investigadores argentinos continuó con una labor
iniciada en los ‘60/’70 (especialmente en lo que se refiere a culturas populares, tema
que tratamos en el apartado “Estudios inscriptos en la comunicación popular o
alternativa.”, bajo el subtítulo “Aquellos años ’60 y ‘70”). En sus estudios realizan
un tipo de indagación integradora que, según los casos, tiene puntos de contacto con
las fundamentaciones teóricas y metodológicas de la culturología, los estudios
culturales, el análisis histórico-cultural, la historia de la cultura y la investigación de
procesos culturales, desarrollados en forma interdisciplinaria.

En esta corriente, los objetos de estudio pueden ser mediáticos (y en este caso lo
mediático interesa como apoyatura para la indagación del papel que cumplen los
contextos culturales en las interacciones que se establecen entre medios, mensajes y
receptores) o pueden corresponder de manera más amplia a los objetos, fenómenos y
procesos de la cultura.

La base teórica de estos estudios está influenciada por los desarrollos de la escuela de
Birmingham; los estudios de Stuart Hall en los años 70, las reformulaciones de esos
estudios propuestas por David Morley y Ien Ang, los trabajos antropológicos de
Clifford Geertz, las nociones de campo y habitus de Bordieu y los nuevos enfoques
historiográficos de LeGoff y Darnton.

Pero la línea analítica que se observa en Argentina no es una reproducción mecánica


de matrices y modelos foráneos. En muchos casos se advierten críticas sobre la
pertinencia de los mismos por su inadecuación a las circunstancias locales puntuales.

En Latinoamérica fue Jesús Martín Barbero el que marcó los principales quiebres y
desplazamientos conceptuales que motivaron a los investigadores locales a prestar
atención a fenómenos que habían quedado al margen de los modelos hegemónicos
para el estudio de la comunicación.

Este investigador logró ubicar el problema a otro nivel, ya no el de los medios, sino
el de las mediaciones y los modelos culturales. En su libro “De los medios a las
mediaciones” (1987) trazó un “mapa nocturno para explorar el nuevo campo”. En él
podemos encontrar “…un mapa para indagar no otras cosas, sino la dominación, la
producción y el trabajo, pero desde el otro lado: el de las brechas, el consumo y el
placer. Un mapa no para la fuga, sino para el reconocimiento de la situación desde
las mediaciones y los sujetos”.(16) También se dirige hacia las construcciones en el
campo cultural que materializan identidades, que relacionan lo masivo y lo popular, a
través de distintas mediaciones inscriptas en diferentes temporalidades y matrices
culturales.

Ahora se empieza a hablar de los medios como espacios de negociación en el campo


cultural, donde los receptores resisten, rechazan o aceptan, es decir 'negocian' los
contenidos hegemónicos que les proponen los medios. Desde esta visión se comienza
a revalorizar géneros hasta ahora considerados “menores” como el melodrama, tan
presente en la televisión latinoamericana.

El teórico argentino más destacado en este campo es Aníbal Ford, quien revaloriza lo
microhistórico, los saberes no institucionales, la percepción territorial y las
estrategias pertinentes en los contextos de crisis. Este tipo de reflexiones aparece en
su libro “Desde la orilla de la ciencia. Ensayos sobre identidad, cultura y territorio”
(1987). Aquí Ford reivindica un modo de ver aparentemente despojado de estatuto
académico. “Estos trabajos tienen un solo objetivo: explorar algunos aspectos de la
cultura nacional, pero entendida ésta no como algo cristalizado y trasparente, sino
como un cruce de procedimientos, temáticas y problemas cuyos hilos centrales no
son siempre verificables. En este sentido estos trabajos ingresan en algunas zonas,
aportan o intentan aportar algunos ángulos donde vale tanto la teoría como la práctica
cotidiana…este ‘modo’ no tiene estatus académico. Ni en sus ejes de conocimiento –
la memoria, las identidades, la cultura popular, la vida cotidiana- ni en las formas en
que se expresa: el ensayo, el testimonio, la biografía, el periodismo, la oralidad,
cierta literatura.”(17)

En su último trabajo “Navegaciones. Comunicación, cultura y crisis” (1994), el autor


no abandona los temas centrales de sus reflexiones anteriores, pero agrega ahora
cuestiones que tienen que ver con los avances de las nuevas tecnologías, sus
impactos sobre la percepción, el peso de la narrativización mediática, la
globalización, la crisis de las formas argumentativas tradicionales, los avances
transdisciplinarios, los contextos inciertos y la metáfora de la aldea global.

Un rasgo que caracteriza a esta corriente de estudios es la dispersión de temáticas


abordadas, los múltiples recorridos y enfoques. Tal vez podemos encontrar el origen
de esta diversidad en la multiplicidad de disciplinas que comienzan a abordar los
fenómenos de comunicación. Revisando la literatura de los últimos años, nos
encontramos con que la investigación en comunicación se vio enriquecida con
aportes de la antropología, la historia, la literatura, la teoría política, la filosofía; que
se suman a las contribuciones que hicieron desde siempre la sociología y la
psicología.

De aquí en adelante haremos una pequeña revisión de autores que se han dedicado al
tema de la comunicación desde distintos lugares.

Un investigador que viene de la literatura y retoma los trabajos de los ’70 es Eduardo
Romano, precursor en este campo. Las aportaciones más recientes de este autor se
refieren a los cruces entre literatura y cine, y a analizar fundamentos teóricos,
ideológicos y estéticos de la cultura popular, propuestos en una revisión conceptual
sintética, pero sólidamente argumentada. Además dirige el proyecto editorial “Signos
y Cultura”, revista que gira en torno a los medios y los lenguajes contemporáneos
(temáticas como el rock, la radio, las divas televisivas, las telenovelas
latinoamericanas, el teatro de revista, los hombres ilustres en las revistas infantiles de
intención pedagógica, etc.).
La temática del espacio urbano, con crecientes aportaciones desde la antropología y
el análisis cultural, ha sido abordada por Alicia Entel en su libro “La ciudad bajo
sospecha” (1996), en un texto con abundante investigación de base que examina los
efectos de la desregulación neoliberal sobre la trama de la vida cotidiana.

“El tema de las tribus y los consumos de la cultura juvenil urbana, otro fenómeno
ubicado en la mira de los investigadores de base etnográfica, comunicacional o
sociológica, ha sido abordado por Mario Margulis y un equipo de investigadores en
‘La cultura de la noche’ (1994), un trabajo de campo con observación participativa y
‘descripción densa’ que se inspira en los conceptos de habitus de clase de Bordieu y
un encuadre antropológico de Clifford Geertz.” (18)

Otro autor que ha contribuido con sus trabajos de investigación a rescatar y


revalorizar géneros considerados menores, como la narrativa policial, la historieta, el
humor gráfico y la prensa, llevando a cabo un análisis histórico-cultural es Jorge
Rivera. También investigó sobre nuevas tecnologías e industria cultural.

Por su parte Horacio González en su libro “La realidad satírica” (1992) realiza una
reflexión de tipo ensayística y descriptiva sobre el diario Página /12. Para enfrentarse
a su objeto de estudio el autor no privilegia la adopción de un modelo metodológico
particular (tal vez podría hablarse de una antimetodología), sino más bien el punto de
vista de “una crítica intelectual emancipada”. El periodismo televisivo también ha
sido abordado bajo la forma propuesta por este investigador. Un ejemplo de esto es el
libro “Yo, Mariano Grondona” (1992) escrito por Eduardo Rinesi.

La inclusión de la comunicación en el campo más vasto de la cultura permite


explorar zonas que anteriormente quedaban al margen de la investigación. Es el caso
del rock nacional como formación cultural, con marcas simbólicas y sociales
complejas que están presentes en la construcción de identidades e imaginarios de la
cultura juvenil. Y también del fútbol, el de las relaciones entre el deporte, la sociedad
y la cultura (Maradona y los mundiales multimediáticos).

Los ’90: la aceleración del cambio.


En los años noventa, el neoliberalismo con fuertes bases neoconservadoras empezó a
instalarse.

El modelo económico que cobró cada vez más fuerzas proponía un estado reducido
que, con el pretexto de disminuir el déficit fiscal, dejaba el camino de las
comunicaciones libre a las empresas multinacionales. En agosto de 1989, el
presidente Menem derogó el artículo 45 de la Ley de Radiodifusión (que negaba a las
empresas periodísticas extender su actividad al campo de la televisión y la
radiofonía). El camino para la privatización de los canales 11 y 13 quedaba abierto.
El 23 de diciembre del mismo año, el consorcio Televisión Federal y Artear,
respectivamente, se hicieron cargo de aquellas emisoras. Canal 2 y Canal 9 habían
regresado a manos privadas en 1983, por una decisión del general Reinaldo
Bignogne (último presidente defacto) tomada horas antes de las elecciones del 30 de
octubre.

La apertura a la privatización trajo como consecuencia que los medios quedaran en


manos de unos pocos grupos multimedios (una misma empresa es adjudicataria de
una licencia de radio, de televisión abierta, de un canal de cable y de medios
gráficos). Así, fueron perdiendo sentido las discusiones sobre políticas de
comunicación. El Estado, por su parte, resignó su rol de regulador hasta tal punto que
no fue capaz de conciliar intereses para sancionar una nueva ley de radiodifusión
(sigue vigente la Ley de Radiodifusión N° 22.285 que fue sancionada en 1978 con la
firma de Videla, Agosti y Massera).

El concepto de transnacionalización fue quedando obsoleto, pues comenzó a


concretarse el proceso de globalización. Sin embargo, y aunque planteada en otros
términos, sigue vigente la cuestión de la dependencia, que tuviera una centralidad tan
destacada en los debates de la década del ’60.

Uno de los factores claves en el fenómeno de globalización es el gran avance y


penetración de las nuevas tecnologías y los procesos de digitalización. La
electrónica, la informática y las telecomunicaciones están convergiendo en sus
aplicaciones, en medio de la disputa por monopolizar la distribución de las señales
(empresas telefónicas y empresas de cable). En este contexto han aparecido figuras
emblemáticas como Bill Gates y Negroponte quienes han publicado literatura de
divulgación. Este tipo de material también tuvo una amplia cobertura en diarios y
revistas especializadas o de interés general.

Desde la expansión de Internet y del complejo de hardware y software que


conocemos como nuevas tecnologías se advierten dos circunstancias. Por un lado la
percepción más o menos difusa de Internet y de otros dispositivos comunicacionales
como medios para jugar, informarse, educarse, trabajar, o hacer circular distintos
mensajes. Y esto desde la doble perspectiva de los usuarios reales que poseen
experiencias concretas, o desde la de periféricos que conocen la existencia y las
eventuales aplicaciones de tales recursos informáticos. Y por el otro, las tensiones
estratégicas y tácticas que se verifican en un campo que está cruzado por fisuras y
confrontaciones conceptuales y tecnológicas evidentes.

En este contexto se hacen presentes nuevas líneas de investigación:

 Nuevas tecnologías

En este campo la investigación es incipiente, la producción teórica está dispersa y


circulan más papers y ensayos en revistas especializadas que libros propiamente
dichos.
Uno de los precursores en explorar las transformaciones que se van produciendo en
la relación cultura y máquinas inteligentes es Alejandro Piscitelli. Sus anticipaciones
fueron muchas veces criticadas porque cuando, hace ya varios años, el autor se
refería a las redes y los hipertextos parecía estar hablando de un mundo lejano, ajeno
e inalcanzable. Su pasión por experimentar con las nuevas tecnologías lo llevó a
editar, ya en el año 1995, el primer diario electrónico argentino (Interlink Headline
News) que se mantiene en la actualidad. Piscitelli ha convertido la editorial de este
diario en un espacio de reflexión y producción muy dinámico, ampliamente
consultado sobre temas de tecnología con implicancias sociales, económicas,
culturales y filosóficas.

En el prólogo de su libro “Ciberculturas. En la era de las máquinas inteligentes”


(1995) encontramos una síntesis de su aproximación al fenómeno de las tecnologías
de comunicación. “Estamos ante un desarrollo tecnológico que está íntimamente
emparentado con las redes de poder que hoy mueven al mundo: las del capitalismo
financiero. Pero también estamos ante una cultura que por sus efectos de dispersión y
comercialización penetra las zonas más marginadas. En algún lugar hay que poner el
dato de que el chico de la villa o de la favella que está jugando a un video game está
recibiendo la tecnología de rezago de las investigaciones de la NASA. Esta fue la que
desarrolló los software de simulación para el aprendizaje, que hoy permiten u obligan
a un chico semianalfabeto de un barrio pobre luchar como karateca en el Bronx,
mientras el cartelito irónicamente le dice ‘Take the law in your hands’. O entrar a
realidades virtuales que nunca podrán simular las carencias materiales. Sea como
fuere, el aporte de las nuevas tecnologías a las formas en que se desarrollan y
constituyen el conocimiento y el intercambio humanos es una realidad insoslayable.
Los monstruos ya están sueltos. Y configuran problemas inéditos. Ni la relación
hombre/máquina tiene la figura de Frankenstein o su versión Barbie –la mujer
biónica-, ni el poder, que es cada vez más duro e implacable, tiene la forma del Big
Brother o del Panóptico. Es menos visible, más inteligente y no tiene centros fijos.
Pero no por eso deja de actuar, de privilegiar y excluir. Y esto no es un simulacro,
aunque las relaciones entre lo factual y lo simbólico deban ser repensadas.” (19)

Desde otra visión Héctor Schmucler en su libro “Memorias de la comunicación”


(1998) se plantea si “…se trata de analizar si las nuevas tecnologías de información,
desde las formas más conocidas de medios de comunicación para las masas hasta las
que se proyectan al porvenir en el campo de la telemática, pueden contribuir a
satisfacer las necesidades humanas básicas materiales y no materiales, o están
destinadas a consolidar el actual esquema de desarrollo que sólo tiene en cuenta los
intereses transnacionales.” A este interrogante el autor sienta posición diciendo que
queda otro camino: “crear nuevas tecnologías ‘adecuadas’ a otros modelos de
desarrollo. Queda también el esfuerzo por modificar las vigentes y combinarlas con
tecnologías adecuadas, que se articulen con estructuras distintas de las originarias. La
clave es la estructura que pueda resistir la aparentemente imparable invasión del
modelo transnacional. Una lucha desigual está planteada”.
 Industria cultural

Esta es un área que no ha sido demasiado explorada por los investigadores


argentinos. Rescatamos los aportes que ha realizado Octavio Getino con el análisis
de la producción cinematográfica y audiovisual como industria cultural, con
apoyaturas en fuentes y materiales cuantificables, estadísticos y documentales y un
énfasis especial en los aspectos históricos, económicos y político-culturales del tema.
Sus investigaciones están orientadas hacia la formulación de un diagnóstico de
situación y la elaboración de una propuesta de carácter operativo vinculada tanto con
los aspectos productivos y de mercadeo como con los estéticos, ideológicos y
políticos.

En su libro “Las industrias culturales en la Argentina. Dimensión económica y


políticas públicas” (1994), al hablar de los pocos estudios existentes sobre industrias
culturales señala que “no se registra ningún estudio sobre la dimensión económica de
estas industrias, sea a escala nacional, provincial o municipal. Ello representa una
grave carencia para comprender la importancia y la dinámica de las industrias
culturales sobre el conjunto de la economía y la cultura argentinas y, en
consecuencia, parar diseñar políticas de desarrollo congruentes con una clara
comprensión de la realidad del sector”. Lo que intenta realizar con este trabajo es
superar algunas de esas carencias y generar una “…provocación cuyo fin es inducir
las respuestas que permitan construir la información y el conocimiento necesarios
para diseñar políticas y acciones que beneficien, tanto a estas industrias, como a la
comunidad en general.” En su última publicación “La tercera mirada. Panorama del
audiovisual latinoamericano”(1996) aborda temáticas como imagen, tecnología y el
espacio audiovisual latinoamericano para luego poder reflexionar sobre la industria
audiovisual.

Desde otras perspectivas, el tema de lo visual en sus diversos formatos y soportes


mediáticos ha recibido aportes como los de Sergio Wolf en materia de cine y los de
Nora Mazziotti en relación a la telenovela, con su libro “La industria de la
telenovela. La producción de la ficción en América Latina” (1996) que es abordada
como género y como estética, pero también como campo de producción y circulación
simbólica con decisivas improntas de tipo económico.

Modernidad/Posmodernidad

Los temas relacionados a modernidad/posmodernidad han sido abordados a través de


ensayos, desde perspectivas críticas o integrativas, por diferentes autores.
La base teórico-metodológica de estos estudios se caracteriza por una
fragmentación disciplinaria y la construcción de objetos difusos (la crisis
de los paradigmas modernos).

La producción de Nicolás Casullo puede ubicarse en el ámbito de la exposición y


exploración de corrientes contemporáneas de la estética y del pensamiento filosófico
y social. Un ejemplo es su libro “El debate modernidad/posmodernidad” (1989)
donde compila una serie de ensayos, organizándolos en tres ejes: 1) La Modernidad
en discusión (con textos de Marshall Berman, Jürgen Habermas y Lyotard, entre
otros); 2) Lo moderno: configuración, incertezas y crítica (Franco Rella, Eduardo
Subirats, Franco Crespi) y 3) Aproximación a lo posmoderno (Tomás Maldonado,
Andreas Huyssen). En el extenso prólogo Casullo señala que “…los trabajos
reunidos tratan y polemizan sobre el problema modernidad-posmodernidad: eje de
tensión reflexiva, y a la vez modo de abordaje para recrear una constante de la
cultura occidental: las formas de crítica sobre sí misma. Desde distintas perspectivas
y saberes los autores discuten el presente, analizando la crisis de sus concepciones
fundamentadoras.. Los textos del libro…insinúan cómo, al tener que hacerse cargo
de dispares relatos del hombre, de espíritus de época, de los distintos sentimientos
del conocer, afortunadamente van reponiendo en la discusión un intento de ambición
ensayística, bastante olvidada hoy por las lenguas disciplinarias y sus
encorsetamientos teóricos, terminológicos y metodológicos.” El recorrido por el
universo de discursos, subjetividades, representaciones sociales y mitos modernos
que el autor traza en el prólogo tiene la intención de reubicar el debate modernidad-
posmodernidad. Es decir, que cuando se incursiona en los planteos posmodernos se
parta de una interpretación del “extenso itinerario de la razón moderna”.

Después de haber trabajado en las conexiones entre tecnología mediática, literatura y


cultura, unos de los últimos libros de Beatriz Sarlo, “Escenas de la vida posmoderna”
(1994), es un buen ejemplo de ensayo crítico que construye objetos culturales y
comunicacionales y polemiza sobre ellos (por ejemplo, los shoppings, los
videojuegos, etc.).

En sus múltiples ensayos (publicados en diferentes medios como la revista Punto de


Vista o los suplementos de cultura de Clarín y La Nación), la autora trata temas
puntuales como videoculturas, populismo y mercado, la cuestión de los medios
masivos y las posibles políticas del Estado, en un contexto que percibe como
posmoderno y contradictorio. Desde una perspectiva crítica, no reconoce en los
nuevos horizontes tecnológicos una pluralidad de ofertas informativas, recreativas y
educativas, sino una homogenización que borra, de hecho, el supuesto despliegue de
diferencias que parecía proponer. También toma posición con respecto a la televisión
abierta, definiéndola como un juego de espejos en abismo, en el que se repite de
modo constante y estereotípico la similaridad, en contraposición con los que la ven
como un rico abanico de diferencias y heterogeneidades temáticas, genéricas,
informativas y discursivas. El cable, por su parte, es sólo una “autopista del
zapping.”
Prospectivas

Después de este recorrido de casi 40 años de investigación en comunicación en


Argentina hemos visto cómo la historia, con sus acontecimientos, ayudó a definir
algunos interrogantes que siempre se le plantean al investigador: ¿qué investigar,
dónde investigar y para qué investigar?

El “para qué investigar” nos remite inmediatamente a pensar en posibilidades de


intervención. La generación de propuestas de acción, es decir de intervención que
podrá ser macro o micro según el proceso de comunicación que abordemos y el
contexto en el que se plantee.

Un tema que hoy no podemos dejar de investigar es el relacionado con las


tecnologías de comunicación e información y las nuevas prácticas que están
instaurando. El advenimiento de la digitalización y la constitución de redes están
transformando la formas de producción y circulación de los bienes simbólicos,
modificando a su vez los usos y consumos de esos bienes. Un único artefacto-
pantalla (que por el momento conocemos como computador ) nos sirve para enviar y
recibir información, comunicarnos, trabajar, divertirnos, estudiar. En definitiva mirar
un video, escuchar radio, chatear con un amigo, navegar en el ciberespacio hasta dar
con el dato que buscábamos, comprar en forma remota, etc, etc, etc.

Hoy no podemos estudiar las industrias culturales, la recepción o la gestión de la


información en las organizaciones sin comprender la lógica de funcionamiento de las
tecnologías de comunicación.

Analizar la industria cultural bajo esta perspectiva significa, principalmente, poner el


acento en la dimensión económica y sus variables. En cuanto a la recepción, estas
nuevas tecnologías cognitivas nos instan a adentrarnos en el estudio de las
percepciones incorporando los aportes, por ejemplo, de la neurobiología. En las
organizaciones hoy la comunicación no es un agregado más, por el contrario pasó a
ser un elemento vital para que éstas funcionen. Necesitamos saber sobre sistemas
autoregulados, inteligencia distribuida, trabajo en redes, generación de aprendizaje
continuo, interculturalidad, etc. Visualizar estos nuevos espacios nos permitirá
avanzar en terrenos con problemáticas que son hasta el momento poco exploradas y
para las cuales la comunicación tiene muchas respuestas que ofrecer. Una de las
áreas que recobra gran interés es la relación comunicación-educación, no sólo en el
ámbito de lo académico/escolar, sino en el marco más amplio de la capacitación
permanente en las organizaciones.

El desafío para la investigación y el desarrollo en el campo de las tecnologías


informáticas no se ubicará tanto en las áreas tradicionales del software y el hardware,
sino más bien en aquellas disciplinas como la psicología, la comunicación, la
lingüística, el diseño gráfico, entre otras, que puedan potenciar nuestras habilidades
para comprender, analizar y crear espacios de interacción. Es decir en disciplinas que
se centren en las personas y en la comunicación –sin negar obviamente el aporte de
las ciencias más duras.

Debemos considerar, además, que la dimensión compleja de la comunicación


trasciende un único ámbito disciplinar y, por tanto, debe ser ubicada en el ámbito de
las ciencias sociales y humanas como área del conocimiento más allá de las disputas
de legitimación. En este sentido la comunicación realizó el intento de legitimarse
como ciencia a través de la 'Teoría de la información'. En búsqueda de esta
autonomización disciplinar se dejaron de lado muchos de los aspectos contextuales
imprescindibles para la comprensión del fenómeno comunicacional. Ya no puede
pensarse la comunicación sin aportes de la historia, la política, la antropología, la
economía, la sociología, la psicología y la filosofía como insumos necesarios e
imprescindibles para comprender los procesos de comunicación. También es clave
considerar a la economía, más precisamente recuperar la relación entre economía y
política. Como una vez señalara Schmucler, la comunicación no es todo, pero debe
ser hablada desde todas partes; debe dejar de ser un objeto constituido, para ser un
objetivo a lograr.

Finalmente, la Universidad, como institución pública, debe preservarse como espacio


para la generación de conocimientos. Es esencial sostener un amplio trazo de libertad
intelectual, más allá de disputas disciplinares, para posibilitar la generación de
conocimientos y propuestas. Son tiempos en que es prioritario escuchar, pensar,
discutir, compartir, crecer, producir y, por sobre todas las cosas, tener la humildad
intelectual para desaprender y aprender continuamente, en un intento por romper con
prejuicios teórico metodológicos. Sólo así seremos capaces de generar propuestas de
acción e intervención, en instancias micro o macro de acuerdo a las posibilidades que
surjan. Al parecer vamos a convivir con el cambio continuo; entonces hoy más que
nunca se hace necesario romper otro prejuicio, el que supone que ingresar al mercado
es someterse automáticamente a su lógica. Por el contrario, significa no estar ausente
en la toma de decisiones y, como actores sociales, realizar aportes en el campo que
nos compete a los comunicadores. Por lo tanto, vincular a la universidad con el
sector privado implicará hacer esfuerzos por interpretar cuáles son hoy las demandas
sociales, sin por ello renunciar a otras alternativas de investigación.

Los desafíos están planteados, dependerá de nuestro profesionalismo y nuestra


capacidad para generar proyectos significativos, el que contribuyamos al
mejoramiento de nuestras sociedades o nos tornemos socialmente irrelevantes.
Notas y Citas Bibliográficas
1- MARQUES DE MELO, JOSE, “La investigación mestiza de la escuela
latinoamericana”, paper, San Pablo, junio 1996.
2- De corte antiimperialista y antioligárquico, el Plan Inca de 1974 expropia los
grandes medios informativos que estaban en manos de la oligarquía y los entrega
a las organizaciones sindicales.
3- Para Freire, la educación es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo
para transformarlo.
4- Se llamó “Cordobazo” porque se produjo en Córdoba, una ciudad de la República
Argentina que cuenta con una gran tradición política y cultural. En los años
críticos de la represión fue una de las ciudades más apaleadas.
5- CASULLO, NICOLAS, “Mapa nocturno. Diálogo con los investigadores
argentinos de la comunicación/cultura/medios.”, paper, Buenos Aires, 1996.
6- Son conocidos los trabajos de CENECA sobre la formación de receptores activos
que ya en la década del setenta y bajo la dictadura trabajaron con talleres que
buscaban elaborar propuestas con los receptores. Pueden citarse entre otros
autores a: Valerio Fuenzalida, María Elena Hermosilla, Paula Edwards, Gisella
Munizaga.
7- SCHMUCLER, HECTOR, “La investigación sobre comunicación masiva”,
Revista “Comunicación y Cultura” N° 4, Buenos aires, 1975.
8- LANDI, OSCAR, compilador, “Medios, transformación cultural y política”,
Editorial Legasa, Buenos Aires, 1987.
9- RIVERA, JORGE, “Comunicación, medios y cultura. Líneas de investigación en
la Argentina.”, Editorial de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de
la Universidad Nacional de La Plata, 1997.
10- Se creó una junta militar constituida por representantes de las tres fuerzas
armadas: J. Videla, E. Massera y O. Agosti. El 30 de marzo el general Videla fue
elegido presidente y el Congreso, los partidos políticos y las organizaciones
sindicales fueron declarados fuera de la ley e incautados sus bienes.
11- El sindicato de Luz y Fuerza fue uno de los primeros en intentar una huelga
contra el golpe militar. Integrantes de la conducción gremial fueron secuestrados
y desaparecidos. La Comisión Nacional de Desaparecidos (CONADEP), en un
informe denominado “Nunca más”, habla de 30.000 desaparecidos de 1976 a
1983.
12- RIVERA, J.B.; FORD, A.; ROMANO, E.; “Medios de comunicación y cultura
popular”, Editorial Legasa, Buenos Aires, 1985.
13- En 1981 asume R. Viola y en 1982 F. Galtieri, quien ordenó la ocupación de las
islas Malvinas. El deterioro de la imagen militar por la derrota de Malvinas y la
crisis económica que comenzaba a vislumbrarse llevaron a que asuma el poder el
general R. Bignone. Durante su gobierno se llama a elecciones para retornar a la
democracia.
14- GARCIA CANCLINI, NESTOR, “Gramsci con Bordieu”, en revista Nueva
Sociedad, N° 71, Marzo/abril, 1984.
15- BARBERO, JESUS MARTIN, “De los medios a las mediaciones.
Comunicación, cultura y hegemonía.”, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1987.
16- BARBERO, JESUS MARTIN, op. cit.
17- FORD, ANIBAL, “Desde la orilla de la ciencia. Ensayos sobre identidad, cultura
y territorio”, Editorial Punto Sur, Buenos Aires, 1987.
18- RIVERA, JORGE, op. cit.
19-Prólogo de Aníbal Ford al libro “Ciberculturas. En la era de las máquinas
inteligentes de Alejandro Piscitelli, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1995.

Referencias bibliográficas
- ARGUMEDO, ALCIRA, “Los laberintos de la crisis. América Latina: poder
transnacional y comunicación.”, editado por el Instituto Latinoamericano de
Estudios Transnacionales (ILET) y Punto Sur, Buenos Aires, 1984.
- AVENDAÑO RUIZ, CLAUDIO, “Transformaciones en la investigación en
comunicación: el caso de Chile”, ponencia presentada en el II Ciclo de Estudios
sobre Comunicación, Universidad Metodista de San Pablo. Setiembre de 1998.
- CASULLO, NICOLAS, compilador, “El debate modernidad / pos-modernidad”,
Editorial Punto Sur, Buenos Aires, 1989.
- CATALAN CARLOS y SUNKEL GUILLERMO, “La tematización de las
comunicaciones en América Latina”, Documento de trabajo FLACSO – Progrma
Chile, Educación y Cultura N° 6, Santiago de Chile, Marzo de 1991.
- GARCIA CANCLINI, NESTOR, “Las culturas populares en el capitalismo”,
Editorial Nueva Imagen, México, 1982.
- GETINO, OCTAVIO, “Las industrias culturales en la Argentina. Dimensión
económica y políticas públicas.”, Editorial Colihue, Buenos Aires, 1994.
- LANDI, OSCAR, “Crisis y lenguajes políticos”, editado por el Centro de
Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), Buenos Aires, 1982.
- MURARO, HERIBERTO, “Invasión cultural, económica y comunicación”,
Editorial Legasa, Buenos Aires, 1987.
- PISCITELLI, ALEJANDRO, “Ciberculturas. En la era de las máquinas
inteligentes.”, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1995.
- SCHMUCLER, HECTOR, “Memorias de la comunicación”, Editorial Biblos,
Buenos Aires, 1997.

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