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Glossa – An Ambilingual Interdisciplinary Journal Copyright 2006 Universidad del Turabo

2006 Vol. I No. 1


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Una Nueva Mirada a la Psicología en Puerto Rico: Apuntes Sobre el Estado de un

Arte

Jéssica Velázquez, Francisco Millán, María Colton, Ivelisse Cabiya, Karen

Rodríguez, Yolanda Miranda, Cynthia Zayas, Socraida De Jesús, Sharon Nicolau,

Norma I. Velázquez & Paul Fericelli

Universidad del Turabo

Programa Doctoral de Psicología

La Psicología en Puerto Rico en los últimos años ha venido demandando cambios urgentes en

todas sus vertientes. Las mentes privilegiadas de Carlos Albizu y Norman Matlin en 1967,

adelantados a su época, plantearon tres tesis sobre la psicología americana, en el sentido

continental de la palabra, que rompen con los paradigmas positivistas, post positivistas y el

pragmatismo estadounidense. Sin expresarlo claramente, los autores utilizan las perspectivas

propuestas por una transición del post positivismo a la teoría crítica y al construccionismo para

desarrollar y sustentar las mismas. La primera plantea que la Psicología de América es un reflejo

de la Psicología Norteamericana. La segunda indica que la misma responde a la realidad de la

cultura de la clase media anglosajona, y en respuesta a esta se concluye que dicho marco de

referencia no es cónsone con el contexto social puertorriqueño. Dichos planteamientos retan la

noción ontológica del paradigma modernista que postula la existencia de una realidad única y

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objetiva. La visión propuesta en el escrito supone que la realidad se construye y que está

directamente influenciada por el contexto social, histórico, político y cultural. En ese sentido los

autores postulan que la psicología debe ser creada, formulada y repensada por las personas que

habitan un espacio geográfico y cultural similar para que sirva a sus semejantes.

Albizu y Matlin (1967) exponen que uno de los problemas fundamentales en la

importación de la psicología es el manejo del sentido de culpa como una patología psicológica.

Según los autores, la supuesta patología del puertorriqueño debe ser comprendida a través del

sentido de vergüenza y no de culpa. En 1991 Alba Nidya Rivera Ramos realizó un estudio que

intentaba sustentar dicha aseveración. En el mismo se investigó la identidad individual y nacional

del/la puertorriqueño/a. Los resultados evidenciaron una dicotomía entre la identidad individual y

la identidad nacional. En la identidad individual la mayoría de los encuestados se perciben como

trabajadores, valientes, afirmativos y capaces. Sin embargo en la autoafirmación colectiva o

identidad nacional los encuestados perciben a los integrantes de la nación puertorriqueña como

vagos, dóciles, dependientes e impotentes. Este dato corrobora la tesis que plantea que la

vergüenza es el mecanismo primario que conforma la base del pobre desarrollo del sentido de

autoeficacia. De acuerdo a las posiciones posmodernistas (teoría crítica y construccionista) se

podría inferir que los más de 500 años de colonización y todas las repercusiones políticas,

económicas, sociales, culturales e históricas que dicho proceso conlleva, han moldeado,

influenciado y construido un pobre y vergonzoso sentido de identidad nacional o autoafirmación

colectiva.

La colonización atraviesa todas las esferas sociales matizándolas con sus elementos

particulares. Reenfocando el campo de la Psicología notamos que los/las psicólogos/as obtienen

sus preparaciones académicas a partir de fuentes o textos norteamericanos traducidos al español

respondiendo a su vez a su particular diseño curricular, el cual tienen como objetivo principal

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alcanzar la acreditación de la American Psychological Asociation (APA). Con dicho argumento no

se pretende llenar de animosidad el discurso, sino que por el contrario, se evidencia que voluntaria

o involuntariamente los sistemas tienen que tolerar y atemperarse con dichas estructuras, pues

existe una dependencia económica real.

Es a partir de esta relación que la Psicología continúa enajenándose del contexto social

puertorriqueño, desvirtuando la práctica al someterse acríticamente a la maquinaria política y

económica. Dicho movimiento responde a intereses puramente individuales violentando a su vez

la unión del grupo de profesionales y el compromiso de salvaguardar el bienestar de las

poblaciones a las cuales se les debe brindar un servicio profesional digno y responsable. A este

cuadro se le añade el uso de un código de ética descontextualizado, ya que el mismo es una

traducción literal del antiguo código norteamericano. Este procedimiento elude y subestima la

importancia de la subjetividad social en la construcción de este tipo de concepciones, obviando

que la ética no es una regla universal, sino que por el contrario, es un producto humano, variable y

por ende, relativo a la cultura. Esta situación se complica aún más, pues dicho código fue diseñado

para regular la práctica de la psicología en Puerto Rico en el 1988 y desde ese entonces no se ha

revisado a la luz de la situación política ni de los cambios sociales contemporáneos.

Amparados en dicho código de ética, los profesionales durante el proceso de práctica le

enseñan a la mayoría de los estudiantes a guardar cierta distancia de la persona que solicita los

servicios, a no propiciar ningún contacto físico y a no recibir ningún presente de parte de la

misma. Este tipo de comportamiento, aunque se englobe en un contexto profesional, atenta contra

la naturaleza cultural del/la puertorriqueño/a. En el proceso de consejería se requiere de empatía

para lograr un buen desarrollo de la misma. Aunque empatía no signifique amistad, este tipo de

relación de por sí lleva a los/las puertorriqueños/as a interpretar la relación como una de amistad

incondicional. Durante, o al finalizar las sesiones, es uso y costumbre agradecer los servicios

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brindados con algún tipo de detalle. El/la puertorriqueño/a no visualiza la ayuda terapéutica como

una obligación del psicólogo sino como un favor que se valora y se agradece. Dicha situación

suscita cierta confusión, ya que esta práctica se considera normal en nuestras interacciones sociales

a nivel de todas las esferas, pero según las pautas éticas puede significar una violación de los

estatutos profesionales. Resulta difícil discernir donde comienzan y donde culminan las normas

morales que rigen la profesión, las cuales difícilmente se alejan de las creadas en un plano cultural.

Según Albizu & Matlin (1967) esta visión descontextualizada ha persistido desde lo inicios

de la psicología en Puerto Rico y lo explican de la siguiente manera:

Sus profesores le enseñaron que hasta un apretón de manos es algo poco profesional, una

práctica que por el contrario, los psicólogos europeos señalan como valiosa fuente de

información. Cualquier tentativa, por parte del paciente, de tornar la relación terapéutica en

una de índole personal se considera como un problema de transferencia. Es ello una

oportunidad que se le brinda al psicólogo de usar dicho problema para mostrar a su

paciente sus tendencias neuróticas, las de convertir relaciones de negocios o profesionales

en unas de carácter personal. (p. 76)

Lo que sucede es que la manera de conducir tratos de negocios o profesionales en

Puerto Rico es una que se asienta sobre bases personales. Y, aunque hay algún cambio por

la influencia norteamericana, la nota de impersonalidad se resiente como ruda. Peor aún,

cuando el psicólogo procede así, su paciente lo considera poco profesional en su conducta.

El paciente puertorriqueño espera que el psicólogo se tome un interés personal en él y en

su conducta. Cuando el paciente le lleva un regalo al psicólogo no lo hace con un intento

de sobornar a éste, sino como un gesto convencional de agradecimiento. (pp. 76 -78)

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Siguiendo la reflexión crítica del los lineamientos que regulan la práctica profesional de la

psicología en Puerto Rico, podemos continuar cuestionando la validez de los elementos utilizados

en el campo de la medición psicológica, esto sin perder de perspectiva la relatividad de los

conceptos de normalidad y anormalidad Los instrumentos de medición más utilizados en Puerto

Rico han sido diseñados en los Estados Unidos. Según establecido en las guías de evaluación las

pruebas utilizadas deben presenta validez, es decir, deben medir lo que se proponen medir a partir

de la población para la cual fueron construidas. Albizu y Matlin plantean las dificultades sufridas

por los/las psicólogos/as al administrar estas pruebas a la población puertorriqueña y obtener unos

resultados alarmantes en los que se observaba un sesgo marcado en detrimento de la salud mental

de la gran mayoría de la población.

Casi 39 años después, lamentablemente, no se puede decir que la situación ha cambiado,

pues se ha recurrido a la traducción y a la normalización de las mismas, y dichos procedimientos

no garantizan la asimilación inmediata de la realidad en la cual fueron construidas. Los/las

psicólogos/as de la actualidad continúan enfrentando problemas similares. La gran influencia que

ejerce Estados Unidos sobre el desarrollo de la profesión en Puerto Rico conduce

desafortunadamente a la utilización de instrumentos que supuestamente se desarrollaron a base de

muestras representativas de puertorriqueños/as que residen en ciertos estados de la nación

norteamericana. Sin embargo esto resulta cuestionable puesto que los emigrantes y los/las hijos/as

de los/las puertorriqueños/as nacidos/as y criados/as en los Estados Unidos han asimilado un gran

contenido de la cultura anglosajona, la cual es diferente a la que se vive en la isla. Observamos una

y otra vez como se repite el mismo error, ya que considerar la nacionalidad por si sola, sin contar

con el contexto sociocultural en el cual se fundamenta y se nutre, como único elemento de

predicción, no es suficiente como para pretender que las mismas estén validadas para su uso en

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Puerto Rico. Es importante mencionar que aún dentro de la propia cultura existen sub culturas que

construyen sus propios conceptos de normalidad.

El desarrollo de pruebas psicológicas en Puerto Rico ha sido lento, no por el hecho de que

exista incapacidad, sino por la visión limitada del concepto de ciencia y por el sentido de

inferioridad implícita que aún se encuentra latente en la mayoría de los profesionales

puertorriqueños. A pesar de ser personas educadas, les resulta complejo cuestionar su

subestimación, la cual cargan y perpetúan sigilosamente, como consecuencia de la colonización.

El concepto que se tiene de ciencia se circunscribe al conocimiento adquirido como producto de

medidas reduccionistas y universalistas. El estudio de la experiencia activa y la construcción de la

realidad presenta de forma abierta el conocimiento necesario y pertinente para comprender las

conductas particulares de los miembros de la cultura puertorriqueña. Lastimosamente esta visión

se ve distorsionada por las percepciones viciadas que insisten en reafirmar que solo son validos

aquellos instrumentos que son diseñados bajo el método riguroso de la ciencia modernista y el

pragmatismo estadounidense.

El concepto de normalidad y anormalidad son dos piezas importantes a la hora de definir

el concepto de salud mental y de establecer los objetivos y metas de la psicología en el país.

Dichos elementos son altamente relativos y deben ser manejados con sumo cuidado antes de ser

utilizados como simples etiquetas de clasificación, puesto que las conductas raras o desviadas son

definidas de manera distinta dentro de cada cultura. Las pruebas extranjeras traducidas no dejan de

responder a los criterios de interpretación desarrollados en Europa y Estados Unidos. Resulta

importante añadir que ni siquiera se han cuestionado los indicadores que sugieren patología,

organicidad e inestabilidad emocional entre otros. Albizu y Matlin señalaron que la aplicación

rígida de las normas norteamericanas redundaría en la aceptación acrítica de una sociedad

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puertorriqueña totalmente desequilibrada. Sin embargo, lo que realmente sucede es que se están

aplicando en una sociedad diferente a la norteamericana o a cualquier otra.

La llamada psicopatología del/la puertorriqueño/a obedece a estándares que son ajenos a lo

que corresponde a nuestra cultura e idiosincrasia. En el pasado, al adjudicar diagnósticos de salud

mental a los/las puertorriqueños/as no tomó en cuenta nuestra cultura y por lo tanto las respuestas

naturales a eventos que ocurren diariamente en nuestro pueblo; por lo que la forma en que

reaccionamos a ellos, fue considerada como rara o desviada. Con la fusión de tres razas (taína,

española y africana) y una ineludible realidad colonial el/la puertorriqueño/a en su afán de parecer

mas “civilizados o en moda” copian las conductas estadounidenses y europeas, al pretender ser

mas calmados en su proceder y proyectar una conducta mas fría privada de la emoción

característica de nuestra cultura. Esta lucha constante puede llegar a desequilibrar al más cuerdo al

obstaculizar el proceso y el derecho a desarrollar una identidad clara y definida. Sin embargo, nos

conformamos apenas con delinear formas antagónicas de comportamiento que se adaptan a la

conveniencia de la situación y se anulan constantemente una a la otra dejando un desagradable

vacío y una gran necesidad de pertenencia.

Se ha propuesto abiertamente la necesidad de puertorriqueñizar la práctica de la psicología

en Puerto Rico. Este ambicioso plan requiere una apertura real hacia la diversidad cultural, ya que

más allá de explicarla, es necesario comprenderla. Además resulta importante analizar

detenidamente los cambios acelerados en la economía globalizada y el acelerado avance de la

tecnología, pues dichos cambios se han amalgamado complejamente con los matices particulares

de la identidad nacional. La familia, la iglesia, la educación, los medios de comunicación y el

estado son instituciones que generan cambios en las formas de vida, nociones y perspectivas

sociales, ya que ejercen un poder superior que dicta el orden social. A medida que surgen los

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cambios en las sociedades estos órdenes se alteran, tanto de forma positiva como negativa,

demostrando la variabilidad constante de la construcción de la realidad.

La familia del Puerto Rico de hoy emerge de dichas corrientes de cambio, las cuales han

transformado una sociedad agraria, en donde prevalecía la imagen de la familia tradicional

extensa, en una de orden industrial o capitalista avanzada, donde el individuo se enajena cada vez

mas de su entorno. En los últimos años se ha infiltrado una nueva corriente orientada hacia la

tecnología informática donde la familia inmediata también corre el peligro de desarticulación.

Estos cambios han estado ligados a la salida de la madre del hogar para integrarse al mundo del

empleo, siendo o no madre soltera, y al aumento en el costo de vida. A dicho contexto se le han

añadido las parejas homosexuales y las familias múltiples, de abuelos criando nietos, madrastras y

padrastros educando hijos de relaciones anteriores en conjunto a los hijos de ambos, entre otras

composiciones, que han respondido directamente a las crisis y necesidades inmediatas de nuestra

sociedad.

La sociedad puertorriqueña presenta tres generaciones, cohortes que encierran uno de los

períodos de cambios más dramáticos en la historia. Los choques entre estos tres contrastes

conservador (abuelos/as), modernos en transición (padres y madres), liberalistas e informales

(jóvenes). En psicoterapia podemos encontrar a una adolescente en un avanzado estado de

embarazo, sin un padre que responda por su hijo, y sin un plan futuro muy claro. Se podría inferir

que está atravesando una depresión por la situación en la cual se encuentra, pero una vez que relata

su historia se observa que su preocupación y su ansiedad real no es por su estado sino por las

discusiones constantes entre su abuela y su madre por la falta ante la iglesia, por el miedo al que

dirán, o por la frustración de una prometedora preparación universitaria. Sin embargo, la joven no

piensa que la vida se ha acabado, sino que por el contrario, desea conseguir un trabajo, seguir

estudiando y sacar a su bebé hacia adelante. En este caso podemos evidenciar cuan importante

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resulta comprender las percepciones cristalizadas y las influencias de la cultura a la hora de

interpretar una conducta y clasificarla como normal o anormal.

Para contrarrestar la práctica irreflexiva de la psicología, un grupo selecto de profesionales

se ha dado a la tarea de cuestionar las bases que fundamentan la disciplina y los instrumentos

utilizados en el quehacer de la misma. Luego de Carlos Albizu y Norman Matlin entre los/las más

mencionados/as se encuentran Alba Nidya Rivera, Guillermo Bernal, Alfonso Martínez Taboas y

Wanda C. Rodríguez, entre otros. Albizu y Norman Matlin (1967), quienes adelantados a su época

concibieron de antemano la revolución científica que se avecinaba, presentaron en su artículo los

siguientes argumentos:

La única esperanza futura radica en la preparación de las nuevas generaciones dentro de

un marco adecuado. En este nuevo cuadro, las necesidades del psicólogo y los pacientes

potenciales deben tomarse en cuenta, para obviar conflictos internos. La creación de esta

disciplina es una tarea formidable. No se facilitará ésta en nada con posponerla. La primera

generación de psicólogos puertorriqueños efectuará el aprendizaje de su disciplina,

mientras elabora la misma en contacto directo con su gente. He aquí un reto que esperamos

que sirva de acicate para el estudiante puertorriqueño. (pp. 79-80)

Con estas pautas como guía, podremos confiar en el desarrollo de una generación de

psicólogos puertorriqueños bien preparados para entender a los suyos. Estos a su vez

fundamentarán una base adecuada para sus sucesores. (pp. 79-80)

Rodríguez realiza un análisis exhaustivo del quehacer profesional de la psicología

puertorriqueña y concluye que la educación que se ofrece en Puerto Rico presenta unas serias

deficiencias entre la cuales se plantean las siguientes: se observa una desvinculación entre lo que

se enseña y las condiciones socio históricas del país, existe una fragmentación del conocimiento,

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es decir, han surgido especialidades que desintegran las áreas del saber humano provocando una

carencia de herramientas conceptuales para entender la conducta humana en su totalidad, el

predominio de lo teórico sobre lo práctico y la desarticulación entre la comunidad universitaria y

la realidad puertorriqueña.

Las instituciones universitarias deben estimular el desarrollo del pensamiento crítico y la

reflexión en el quehacer de la disciplina. Los programas curriculares deben incluir cursos en donde

se trabaje en el proceso de puertorriqueñización de la psicología. Los objetivos deben enfocarse en

la reflexión crítica de las bases que sustentan la disciplina, en la revisión de las leyes que regulan

la práctica, en la conformación de nuevas visiones de intervención que se adapten a nuestra

realidad de pueblo, en la creación de pruebas psicológicas puertorriqueñas y al desarrollo de tesis e

investigaciones que se encaminen a la corroboración de las teorías delineadas con dicho propósito.

De esta manera activaríamos un plan de trabajo real y efectivo para el bienestar de las poblaciones

que solicitan los servicios y el acopio de información necesaria para educarnos a través de libros

de textos redactados y sustentados con información del país. De esta manera las funciones y

responsabilidades del/a psicólogo/a se englobarían en un contexto cónsone y compatible con las

necesidades e idiosincrasia de nuestra sociedad.

Las sociedades cuentan con una maquinaria que perpetúan diversos mecanismos de control

por lo que muchas veces resulta difícil escapar de la subordinación. Las prácticas profesionales

aunque presenten cierta autonomía en realidad cuenta con una pseudolibertad, ya que el gobierno

regula en su gran mayoría los suministros de servicios en el país. Lograr una autonomía plena de

nuestra disciplina abriría las puertas hacia unos nuevos horizontes de trabajo. Alejarse de las

posturas o abanderamientos políticos podría garantizar cierta estabilidad en los proyectos

esbozados en el área de salud mental y acabaría con la patética improvisación de proyectos

realizados cada cuatro años, práctica común entre los nuevos gobiernos al entrar al poder. El

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conocimiento conduce al poder y el poder es un peligroso instrumento de persuasión, por lo que

debemos mantenernos vigilantes y conscientes de las reales intenciones de estos grupos

capitalistas que lo que persiguen es el lucro personal y desvirtúan los procesos de servicio y ayuda.

Si dicha meta resultara demasiado ambiciosa entonces se evidenciaría la imperiosa necesidad de

formar grupos fiscalizadores que velen por el cumplimiento de los derechos y tengan ingerencia

directa en todo proceso que arriesgue el bienestar de los/as puertorriqueños/as.

Los servicios de salud mental en Puerto Rico se encuentran en un proceso de evolución, aunque

no se puede confirmar que sea progresivo. Dicha incertidumbre se debe a los constantes cambios

de los procesos reguladores y a la resistencia de algunos profesionales de la salud a llevar a cabo

los procedimientos de las agencias proveedoras de los servicios de salud mental. Los profesionales

de la psicología tienen el reto de mantenerse informados de los cambios que afectan su práctica. Se

necesita un cambio de actitud, un buen sentido de autoeficacia, un sólido compromiso con la

educación continua y la optimización del buen uso y el seguimiento adecuado de los

procedimientos requeridos. Todo este esfuerzo debe tener como norte el beneficio y el desarrollo

saludable de nuestra sociedad.

Utilizando los planteamientos expuestos por grandes filósofos en nuestra búsqueda de una

psico consejería crítica Lou Marinoff (2000) añade lo siguiente:

Galileo tuvo la valentía de estudiar la naturaleza de los fenómenos físicos e informar sobre

lo que sus observaciones le revelaban, incluso cuando entraban en contradicción con las

doctrinas oficiales. Defendió la premisa de que si los hechos no se ajustan a la teoría, es la

teoría, y no los hechos la que está equivocada.

(p. 91)

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Kant sostenía que las cosas son de una forma determinada y concreta, pero que nosotros

solo conocemos apariencias. Anais Nin resumió esta idea al escribir “no vemos las cosas

tal como son, la vemos tal como somos (p. 94).

La noción de Hegel de la dialéctica invita a aventurarse más allá del pensamiento en

blanco y negro. Ante un conflicto, creía que uno debe presentar una tesis y una antítesis

para luego reconciliarlas mediante una síntesis. La síntesis exige discernir entre la verdad y

la falsedad que encierran ambos puntos de vistas para alcanzar uno tercero y mejor. Hegel

pensaba que a continuación deberíamos proponer la síntesis que hemos alcanzado a modo

de nueva tesis, confrontarla como una nueva antítesis y llegar a una nueva síntesis ad

infinitum, hasta alcanzar la síntesis última, la Idea Absoluta o Verdad (pp. 98-99).

Remitiéndonos a la postura de Thomas Kuhn podríamos concluir que la Psicología

Puertorriqueña se encuentra en medio de una revolución científica. En la disciplina existe

desacuerdo, debate y competencia entre las concepciones del quehacer profesional. Se observa una

gran lucha interna de poderes y egos que se esfuerzan por no perder el control y el monopolio de la

profesión. El grupo como fuente de trabajo se está desarticulando cada vez más. La gran mayoría

de los profesionales de la salud se encuentran enajenados de la esencia y el compromiso genuino

de trabajar juntos por un bien común. En posiciones antagónicas se señalan unos a otros olvidando

que como instrumentos de cambio y bienestar se debe poseer algo más que un estéril título

profesional, sea Ph.D. o Psy.D., en clínica o en consejería psicológica, debemos contar con la

sensibilidad, el equilibrio, el compromiso y la responsabilidad de procurar ser verdaderos seres

humanos que promuevan ante todo el bienestar de sus semejantes y la gracia de la buena

convivencia.

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El fenómeno producido por la colonización, los acelerados cambios en el estilo de vida, la

globalización y el capitalismo avanzado no puede ser explicado a la luz de un paradigma

modernista o irreflexivo como el que observamos aún en las más desarrolladas vertientes del

conocimiento puertorriqueño. Los cambios socio históricos y el vertiginoso aumento de las

problemáticas sociales demandan a las agencias de gobierno, a la Asociación de Psicólogos, a la

Junta Examinadora y al grupo de profesionales de la salud mental el desarrollo de una visión

contextualizada de la psicología en Puerto Rico que reconozca la complejidad de nuestra realidad

como pueblo y que en consenso conforme una nueva perspectiva de trabajo que resista la

cristalización y se renueve constantemente intentando comprender la diversidad y la relatividad

del conocimiento. Continuamos confiados/as en que estos lineamientos críticos conduzcan al

desarrollo de un selecto grupo de profesionales capaces de comprender y auxiliar a los suyos.

Las futuras generaciones de psicólogos/as deben estar encaminadas a la de-construcción de

realidades que procuren el deseo genuino de contribuir al desarrollo de una verdadera salud social,

mental, y emocional que se aleje de la búsqueda de lucro personal y la perpetuación de sistemas

que oprimen cada vez mas a las clases menos privilegiadas. Entonces resulta imperiosa la

necesidad de abandonar el discurso y apasionare por la práctica social.

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Referencias

Albizu Miranda, C., & Matlin, N. (1967). La Psicología en Puerto Rico: Apuntes sobre el

estado de un arte. Revista de Ciencias Sociales de Puerto Rico Vol. 9 (pp. 71-80).

Marinoff, Lou (2000). Más Platón y menos Prozac. Barcelona: Ediciones B,S,A.

Rivera Ramos, A. N. (1991). Personalidad Puertorriqueña ¿Mito o Realidad? Puerto Rico:

Editorial Edil Inc.

Rivera Ramos, A., N. (1998). Hacia una psicoterapia puertorriqueña. Puerto Rico: Editorial

Edil Inc.

Rodríguez Arocho, W. C. (1995). Hacia una Práctica Reflexiva de la Consejería Psicológica

en Puerto Rico. Puerto Rico: Publicaciones Puertorriqueñas.

Rodríguez Madera, S., & Ortiz Pons, N. (2005). Acercamiento constructivista a la

Psicoterapia: La de-construcción y co-construcción de “realidades” en el contexto

psicoterapéutico. En Bernal, G., & Martínez Taboas, A. (Eds.), Teoría y práctica de la

psicoterapia en Puerto Rico (77-90). Puerto Rico: Publicaciones Puertorriqueñas.

Seda Bonilla, E. (1992). Lumpenización. Puerto Rico: Ediciones Bayoan.

Vales, P. & Ferre I. (1988). Apreciación sobre la Sociedad Puertorriqueña: cambios y crisis.

Puerto Rico: Fundación de Puerto Rico.

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