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EL AMOR (2)
HORA SANTA
Con San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía
Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me
amas más que éstos?»
Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos».
Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?»
Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas».
Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?»
Y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero».
Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando
eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a
viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras».
Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho
ésto, añadió: «Sígueme».
Deberes para con la sagrada Eucaristía
El adorador debe amar, servir, honrar y glorificar
con todo celo la santísima Eucaristía.
CAPÍTULO PRIMERO
Del amor a la Eucaristía
Continuación…
2.º Asimismo el amor de Jesús movió a los apóstoles a evangelizar a las naciones
entre toda clase de peligros mil, y en medio de todos los sacrificios del apostolado.
No son ya aquellos hombres de antaño que seguían a Jesús tan sólo por su reino
temporal, que no podían comprender ni tan siquiera las verdades más sencillas del
evangelio y que estaban manchados con toda suerte de imperfecciones y defectos de
ambición, envidia y vanidad. Se han trocado en hombres nuevos: su espíritu saborea
los más sublimes dogmas y misterios; su fe se ha purificado; su amor ennoblecido;
sus virtudes revisten ese carácter de fuerza y elevación que admiran aún a los más
perfectos. Tímidos, cobardes y flojos eran; vedlos predicar con un entusiasmo
divino a los pueblos y a los reyes.
Se consideran felices por haber sido hallados dignos de poder sufrir por el amor de
nuestro Señor. Corren presurosos a la muerte como a su más preciado triunfo.
¿Y de dónde les viene tanta virtud y fortaleza? Del cenáculo, donde han comulgado
y han recibido el Espíritu de amor y de verdad. Salen de este divino horno como
leones terribles para el demonio y no respirando más que la gloria de su Señor. Ya
pueden perseguirlos, atormentarlos y darles muerte entre los más espantosos
suplicios, que nunca podrán extinguir esa celestial llama del amor, porque el amor
es más fuerte que la muerte.