Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Resumen:
Introducción:
1
escena regresiva de la escena temida actual. Después se buscaban en el grupo las
escenas resonantes, producto de estas primeras dos escenas y que mostraban la
percepción múltiple grupal, para finalmente llegar a la escena resultante, como un
ensayo de dar una nueva respuesta a la escena temida inicial. A partir de la experiencia
se hacía, finalmente, una conceptualización de lo trabajado.
El modelo de las escenas temidas del coordinador de grupo, al ser usado en experiencias
distintas, con grupos de personas que no se dedicaban a la coordinación de grupos, fue
modificado en su estructura metodológica. A partir de esta modificación surgió el
recurso de la Multiplicación Dramática (Kesselman y Pavlovsky, 1993, p. 129), la cual
partía de una escena inicial elegida por el grupo, que sería el referente de la escena
temida del modelo anterior, para buscar las escenas resonantes del grupo, producto del
fenómeno de consonancia de los demás integrantes del grupo con la escena inicial.
Cabe mencionar que en esta metodología la escena consonante, con características de
escena regresiva, era eliminada. A partir de las escenas resonantes, se conseguía una
estructura grupal resultante, la cual, podemos decir, era una elaboración y modificación
de la escena inicial a través del grupo.
Ambos modelos podemos decir que parten de la premisa de concebir al grupo como un
espacio de transformación y de elaboración en el cual el trabajo psíquico del
preconsciente, puesto en marcha por el grupo mismo, produce procesos de ligazón de
energía psíquica y de transformación de ésta a través de mecanismos y procesos
inconscientes. Partiendo de este concepto, cuando se agrupan individuos con una
patología similar, los procesos de apuntalamiento psíquico surgidos de la angustia de no
asignación, que para Kaës (Edelman y Kordon, 1995), se relaciona con sentimientos de
indefensión, inermidad, agresividad y tendencia a conductas impulsivas, por la falla en
los sistemas sociales de apoyo; harán que el grupo elija una escena inicial cuyo
contenido muestre la fantasía inconsciente común (Anzieu, 1986) en la patología de los
integrantes de dicho grupo. La escena inicial elegida contendrá dicha fantasía
inconsciente, pues parte de los elementos comunes a todos sus integrantes. Si es un
grupo con patología similar, lo común a sus integrantes será la fantasía inconsciente que
subyace en su cuadro psicopatológico. Esta escena inicial podrá determinarse como el
foco de la intervención, y se buscará que el trabajo del grupo a través de sus escenas
resonantes, lleve a la transformación y elaboración de esta escena inicial. La estructura
grupal resultante, que puede ser observada en una imagen grupal final, será indicadora
del proceso de transformación de la escena inicial, y también de la modificación del
cuadro clínico de los individuos que constituyen el grupo a través de la intervención.
Esta modificación clínica se basará en la modificación de la fantasía inconsciente que
subyace al proceso psicopatológico de los integrantes del grupo.
2
Justificación:
3
aprovechable para nuevas catectizaciones, sino que se retiró sobre el yo, identificándolo
con el objeto perdido y descargando su ira hacia él. Por eso refiere que “la sombra del
objeto cayó sobre el yo, quien, en lo sucesivo, pudo ser juzgado por una instancia
particular como un objeto, como un objeto abandonado.” (p. 246). Para que ocurra tal
fin, además de la dependencia hacia el objeto, tuvo que haber habido un rechazo para tal
relación de objeto, apoyado por una identificación de carácter narcisista. La
dependencia al objeto es a su vez una afrenta para el narcisismo propio, y ante su
pérdida la conciencia moral castiga al yo por tal dependencia o por la idealización del
objeto.
Melanie Klein fue otra autora que se dedicó al estudio de la depresión, ella siguió la
teoría de las líneas de desarrollo propuestas por Abraham (1924), quien le da una mayor
importancia al factor de la agresión en los vínculos y al carácter ambivalente de las
relaciones tempranas. Para Abraham los trastornos afectivos como la melancolía,
tendrán su origen en la imposibilidad de resolver la relación ambivalente preedípica
con los objetos, que imprime a estas relaciones una fuerte carga de agresión que
después regresa al yo. Klein (1940) sigue esta línea de pensamiento: Para ella hay una
conexión entre el juicio de realidad en el duelo normal y los procesos mentales
tempranos. Para ella, el niño en su desarrollo temprano pasa por procesos comparables
al duelo normal del adulto, y la resolución de estos procesos tempranos será reeditada
en situaciones futuras, cuando se experimenta algo penoso. Todo duelo se remite a la
“posición depresiva” y al duelo por el primer objeto perdido: el pecho de la madre.
Para esta autora la posibilidad del bebé de valorar al pecho como un objeto amado y a la
vez atacado, pone en marcha intentos reparatorios hacia ese objeto, que si culminan
satisfactoriamente, podrán internalizarlo como un objeto que enriquezca al yo. Si esta
primera relación objetal está llena de agresión, la reparación será imposible y el objeto
se introyectará como un objeto malo de características persecutorias y dañino para el yo.
Es la cualidad de esta primera pérdida de objeto la que se repetirá en los duelos futuros,
favoreciendo o impidiendo su adecuada resolución, y así promoviendo procesos
patológicos depresivos. Para esta autora toda pérdida implica un dolor psíquico
caracterizado en el penar, este dolor puede ser tan intenso que ponga en marcha
defensas maníacas que impidan la resolución de la pérdida e intenten negarla. La
negación de la pérdida por defensas maníacas que desprecian al objeto perdido, o una
relación objetal llena de agresión que transforma al objeto perdido en un objeto
persecutorio interno, son los dos factores principales que obstaculizan la correcta
resolución del duelo, identificados en el origen de la depresión o de patologías como el
trastorno bipolar.
4
como pérdida simple de objeto, y esta se basa en una pérdida que es seguida de un
proceso de idealización o de fijación secundaria al objeto, ante la imposibilidad de
lograr un objeto que lo remplace, y la desesperación que esto genera. Esta idealización
es como la creación imaginaria de un paraíso, una vez que la vida ha mostrado su
dureza. Se relaciona con un déficit yóico que deja al self como impotente o indefenso
ante la pérdida, idealizando al objeto perdido inalcanzable.
El deprimido responde ante sus situaciones vitales, con patrones poco operantes,
aprendidos en épocas pasadas, y que le generan insatisfacción y sufrimiento. Un
ejemplo de éstos podría ser la reacción de tristeza, la desesperanza, el abandono y las
ideas de minusvalía, las cuales le restan la posibilidad de usar respuestas nuevas y más
satisfactorias, así como de enfrentarse adecuadamente a situaciones nuevas.
5
Metodología:
Objetivo:
Hipótesis:
Hipótesis Nula:
Hipótesis Alterna:
Criterios de Inclusión:
6
Criterios de Exclusión:
7
Materiales:
Diseño de Investigación:
Se utilizará un diseño test-retest a un solo grupo. Se hará una aplicación inicial de los
instrumentos, antes de la experiencia con el modelo de trabajo. Una segunda aplicación
de los mismos instrumentos se realizará al final de la experiencia con el modelo de
trabajo. Se buscará establecer una significatividad estadística de las diferencias halladas
entre el test y el retest, a través de la prueba t de student.
Instrumentos de Medición:
Escala de Autoevaluación de Zung (para Depresión). Esta será aplicada antes y después
de la experiencia con el modelo de trabajo en el grupo.
Inventario de Beck. Esta será aplicada antes y después de la experiencia con el modelo
de trabajo en el grupo.
Psicodrama: Para Moreno es un método que sondea a fondo la verdad del alma
mediante la acción. Bello (1999) fundamenta la definición al decir que es un camino
para abordar un objetivo, que se basa en un conjunto de procedimientos que pueden
sistematizarse en pasos, técnicas y recursos dramáticos, y deriva de una teoría con la
cual es coherente. El fondo que explora el psicodrama es en general lo más obvio, y lo
que casi siempre se nos escapa al sobre interpretar la realidad.
8
Sociodrama: Se puede definir como aquella dramatización en la que el protagonista es
el grupo. Está al servicio de la elaboración de vínculos reales y concretos entre
personas, así como de problemas sociales o comunitarios.
Técnicas dramáticas: Son los procedimientos sencillos que se usan para armar las
escenas de la dramatización y favorecer la comprensión del protagonista. Las técnicas
básicas son el doble, el espejo y el cambio de roles.
Recursos dramáticos: Son procedimientos más complejos que pueden incluir a una o
varias técnicas a la vez, entre ellos se encuentran los juegos dramáticos, y las
dramatizaciones centradas en un tema, como la dramatización de sueños.
Los mecanismos de acción: Son el insight dramático, como un darse cuenta profundo y
emocional que surge de la dramatización. La catarsis de integración que tiene que ver
con la integración del pasado y el presente, la integración de acciones, sentimientos y
pensamientos, y la integración de protagonista con yo auxiliares, audiencia, e incluso
director. Elaboración verbal es el cambio cuantitativo que surge en los integrantes del
grupo a través de la reflexión sobre el tema que fue dramatizado.
Existe una variante del psicodrama, el psicodrama psicoanalítico, que es producto del
uso de técnicas y recursos psicodramáticos por psicoanalistas. Aquí dichas técnicas y
recursos son empleados de forma auxiliar dentro de un marco psicoanalítico grupal, que
usa principalmente técnicas interpretativas. Como ejemplo del psicodrama
psicoanalítico tenemos la “Teoría de la Escena” de Martínez Bouquet (1977), “La
Multiplicación Dramática” de Kesselman y Pavlovsky (1993), “El Psicodrama
Psicoanalítico de Grupo” de Kaës (2001), e incluso la “Teoría del Psicodrama” con
9
referentes psicoanalíticos lacanianos, propuesta por Gennie y Paul Lemoine (1996), a
partir del “juego del carretel” propuesto por Freud.
10
3ª, 4ª, 5ª Sesión: La Imagen de la Depresión.
Procedimiento: Se usa un caldeamiento específico, en el cuál la escena de la sesión
pasada, se trae brevemente, puede ser en una pequeña escena o en una escultura. A
partir de ahí el grupo empieza a hacer una multiplicación dramática, mostrando escenas
resonantes con ayuda del equipo terapéutico. La resultante será una imagen creada por
el grupo de lo que es la depresión.
8ª, 9ª, 10ª Sesión: Trabajos de Encuentro o de Duelo con los Otros Significativos
Hallados.
Procedimiento: Se traen en un caldeamiento específico los otros significativos que
surgieron de la sesión anterior, puede ser a modo de silla vacía, o un yo auxiliar puede
ocupar ese lugar. A partir de ahí se hacen trabajos de encuentro o de duelo, que
impliquen a todos los integrantes del grupo que necesiten trabajar algún “asunto
pendiente” con esas figuras significativas. También se puede usar para traer breves
escenas en las que se muestre una dificultad concreta con alguno de esos otros
significativos. Los elementos de la imagen grupal inicial pueden ser incluidos. Este
trabajo se planea a tres sesiones pero puede abarcar una más.
12ª Sesión: Propuesta de Una imagen distinta que Pueda Sustituir la de la Depresión.
Procedimiento: Basándose en un caldeamiento específico, en el nuevo átomo social
creado, se les propone que ahora construyan, ya sea de forma grupal, o en breves
escenas, una especie de proyección a futuro, en la que propongan una nueva escena que
pueda sustituir a la de la depresión. Al final, estas nuevas escenas se condensan en una
imagen grupal distinta, que pueda sustituir a la inicial. Esta sesión, al igual que la
pasada, también puede contener breves trabajos elaborativos de situaciones que aún no
hayan sido trabajadas o elaboradas en los trabajos de encuentro anteriores.
11
Referente Teórico que Justifica el Modelo Propuesto:
Como inicio tenemos que para Freud, el concepto de fantasía nunca alcanzó el
significado ni la amplitud que obtuvo en desarrollos posteriores. Freud la conceptualizó
a partir de experiencias tempranas de frustración que llevaban a la “satisfacción
alucinatoria de deseos”. Al respecto Segal (1991) refiere: “En general, podría decirse
que para Freud el fantasma está bastante próximo a la ensoñación. Es una idea de
realización de deseos que entra en juego cuando la realidad externa es frustrante.
Básicamente, un fantasma consiste en un deseo inconsciente afectado por la capacidad
de pensamiento lógico, de modo tal que da origen a una expresión disfrazada y una
realización imaginaria del deseo pulsional. Los fantasmas se mantienen subordinados al
principio del placer, pero son formados por el “proceso secundario”; esto es, por la
lógica racional normal que es característica del sistema preconsciente y consciente.” (p.
40).
Siguiendo a esta autora, para Freud, la fantasía estuvo relacionada con procesos
conscientes, y mostrándose en un estatus similar a la “ensoñación diurna”, aunque, igual
que el síntoma y el sueño, servía para develar contenidos inconscientes, lo que le daba
una importancia clínica fundamental, haciéndola objeto, de las interpretaciones del
analista. Por otra parte, la fantasía era un fenómeno tardío en el desarrollo, en parte
debido a que Freud no estudió con rigurosidad el desarrollo temprano pues mantuvo su
hipótesis del “narcisismo primario”. Para Freud el yo se iba construyendo como una
“capa diferenciada del ello” por continuos contactos con el mundo exterior. Esta
formación del yo era una condición necesaria para la diferenciación de la realidad
externa, con respecto a la realidad interna, y la fantasía era posterior a esta
diferenciación y a las experiencias de frustración provenientes de la realidad externa,
originándose como una forma de lidiar ante éstas.
Las limitaciones del concepto de fantasía en Freud son libradas por Melanie Klein, en
parte porque establece la hipótesis de que desde el inicio de la vida hay un yo, el cual
siguiendo a Segal es “....suficiente para experimentar angustia, para constituir algunas
relaciones de objeto en la realidad y el fantasma y para utilizar defensas primitivas.” (p.
45). Para Klein la fantasía inconsciente es una actividad mental primaria, que existe
desde el origen de la vida, ya que es una expresión en el psiquismo del individuo tanto
de las pulsiones como de las defensas ante dichas pulsiones. También la fantasía
inconsciente será “el lente “ a través del cual se perciba la realidad exterior, siendo esta
modificada por la fantasía y a la vez la fantasía modificada por la realidad exterior,
quien además la complejiza en un interjuego simultáneo. Entonces para Klein, las
fantasías inconscientes, como procesos mentales primarios son “...subyacentes a los
12
sueños, la percepción, el pensamiento y la creatividad.” (p. 60). Lo que quiero decir es
que no hay actividad mental en la que no esté presente la fantasía inconsciente.
Creo que el párrafo anterior brindó demasiada información, la cual voy a tratar de
explicar a continuación:
El escrito de Melanie Klein que, según mi parecer, sirve mejor para explicar la función
de la fantasía inconsciente, es el de “Notas Sobre Algunos Mecanismos Esquizoides” de
1946. En el introduce la posición esquizo-paranoide y habla de que en la etapa del
desarrollo que siguen al nacimiento, el ser humano tiene que empezar a lidiar con la
agresión como el principal factor que amenaza su existencia, generándole ansiedades de
aniquilamiento. Klein refiere que para poder tramitar esa agresión y defenderse de ella,
tiene que hacer uso de mecanismos de defensa primitivos como la escisión, la
identificación proyectiva, la negación y la identificación. Pero además, y es la parte
más pertinente en relación a lo que intento desarrollar, tanto las pulsiones agresivas,
como las libidinales, como estos mecanismos de defensa primitivos que tratan de
hacerles frente, son expresados psíquicamente a través de fantasías, las cuales, dice la
autora, son vividas como “muy reales”, siendo que lo que acontece en esas fantasías es
inseparable de lo que ocurre en la realidad, lo afecta y es afectado por esta. Estas
fantasías son, podríamos decir, argumentos que se echan a andar en escenas psíquicas, y
que le dan ciertas cualidades a las vivencias posteriores. La fantasía inconsciente, será
entonces el guión y la escena inconsciente que hace que nos comportemos hacia el
exterior y hacia nuestros objetos internos de tal forma y usando tales mecanismos.
Además la fantasía inconsciente, al igual que la pulsión que representa psíquicamente,
nos impondrán formas de relación objetal que siempre estarán funcionando en nuestras
relaciones futuras. Así la fantasía inconsciente será un fenómeno vincular.
Hay características de esta fantasía inconsciente que me gustaría no dejar pasar por alto,
y que para ello me auxiliaré de la conceptualización que hace Susan Isaacs al respecto, a
mi parecer la más completa. En primer lugar, cuando se habla de fantasía inconsciente,
se habla de procesos que se diferencian de todas las fantasías diurnas en relación a que
siempre mantendrán su carácter inconsciente, y la autora refiere que “...son siempre
inferidas, nunca observadas como tales;...” (1948, p. 75). Ahora bien, desde su
condición inconsciente van a darle cualidades específicas a la actividad mental del
individuo, a sus relaciones con los demás y serán modeladoras de su personalidad.
Estas serán el contenido primario de los procesos mentales inconscientes. Al referir esta
autora que la fantasías inconscientes surgen de impulsos orgánicos y están entretejidas
con afectos y sensaciones corporales, nos muestra que toda sensación corporal es
también matizada por fantasías inconscientes, incluso en un inicio estas son
experimentadas como sensaciones, después se podrán experimentar como “imágenes
plásticas y representaciones dramáticas” que influirán en nuestras percepciones o
interpretaciones de la realidad. Finalmente detrás del lenguaje verbal, el simbolismo, el
pensamiento y la adaptación a la realidad también estarán actuando fantasías
inconscientes, que además pueden facilitar o dificultar y entorpecer a cada proceso
detrás del cual actúan. Al igual que las pulsiones, las defensas que se pongan en marcha
contra tales pulsiones también seguirán el guión de una fantasía inconsciente, y se
mostrarán en escenas. Por ejemplo, la agresión dirigida a un objeto que actúa con una
fantasía destructiva, al mismo tiempo puede eliminar de la realidad psíquica a todos los
objetos malos, los cuales luego reaparecerán mediante esa misma fantasía como objetos
13
externos malos con ansias de venganza. Aquí además de una fantasía inconsciente
podríamos tener el argumento de una serie televisiva.
El hecho enunciado anteriormente respecto a que detrás de todo proceso mental está
funcionando una fantasía inconsciente, también es respaldado por Levin (1996), quien
desde un marco referencial distinto al kleiniano, refiere como la fantasía inconsciente
brinda la matriz para todas las percepciones y por lo tanto, juega un papel en todo
comportamiento, como respuesta a dichas percepciones. Este autor refiere que para
Sandler “La fantasía inconsciente, provee el escenario mental en el cual los estímulos
sensoriales son percibidos e integrados” (Levin, p. 144). Para este autor también las
relaciones con los demás parten de impulsos que se representan psíquicamente por
fantasías y que serán modificadas por las experiencias en las relaciones, experiencias
que a su vez serán afectadas por la fantasía subyacente. Podríamos resumir diciendo
que las funciones yoicas de percepción, conducta, memoria y relación con los demás,
también son afectadas por fantasías inconscientes.
Laplanche y Pontalis (1964) son otros autores que podemos pensar, apoyan la tesis de
que la fantasía inconsciente se encuentra presente desde los inicios de la vida, para esto
retoman el planteamiento freudiano de las fantasías originarias, como aquellas que son
transmitidas filogenéticamente y se encuentran presentes en el individuo por el hecho de
integrar a la especie humana. Refieren que el contenido de dichas fantasías originarias,
se vincula a los orígenes: “...en la escena primitiva, es el origen del individuo el que se
ve figurado; en las fantasías de seducción, es el origen, el surgimiento de la sexualidad;
en las fantasías de castración, es el origen de la diferencia de los sexos.” (p. 128). A
estas fantasías originarias, siempre inconscientes y formadas en el inconsciente, estos
autores añaden otras que en algún momento pudieron haber sido conscientes y que
llegaron al inconsciente por “represión”. Esto a su vez respalda la tesis de la mutua
afectación entre fantasía y realidad, pues las fantasías reprimidas, en algún momento
sueños diurnos, serían aquellas que surgieron ante eventos y frustraciones de la realidad,
y que al tornarse inconscientes, afectaron a las fantasías siempre inconscientes, que a su
vez afectan la relación del individuo con la realidad.
Por último estos autores ven a la fantasía como escena del deseo, lo que indica que se
representa, como toda escena en una unidad de tiempo, espacio y circunstancia, en la
cual el deseo se escenifica. Respecto a esta escena refieren que puede ir desde aquella
en la que el sujeto tiene un lugar marcado e invariable, con una organización
estabilizada por el proceso secundario, que hace que el sujeto “viva su ensoñación”;
hasta el otro polo, el de la fantasía originaria, que “se caracterizaría por una ausencia de
subjetivación que iría a la par con la presencia del sujeto en escena” (p. 135). Esto
último creo que tiene profundas implicaciones en relación a la psicopatología
estructural, pues podemos suponer que brinda un marco referencial desde la
indiferenciación (ausencia de subjetivación) hasta la diferenciación (con un lugar
marcado e invariable para el sujeto).
14
Relacionando esta concepción con aportes de la psicopatología estructural, como el de
Bergeret (1974), tendríamos en el extremo de mayor indiferenciación, a las fantasías
monádicas, en las que sujeto, madre, padre, etc. están siendo representados por un solo
ente indiferenciado. Dichas fantasías y escenas corresponderían a la estructura
psicótica. En un segundo nivel, tendríamos las fantasías diádicas, en las cuales se dio
una diferenciación incipiente que sólo permite distinguir al sujeto y al otro, que puede
tener múltiples representantes, y del cual depende completamente el primero. A esta
dependencia Bergeret la llama anaclítica, y se caracteriza por un apuntalamiento del yo
del sujeto en el otro, cuya ausencia sería equivalente a un colapso yóico. Esta fantasía y
escena correspondería a las caracteropatías o, en términos de Bergeret, organizaciones
fronterizas o narcisistas. Por último, en un tercer nivel, Se encontrarían las fantasías
triádicas, en las cuales se alcanzaría una diferenciación sujeto-objeto completa, y se
incluiría a un tercero que propicie la separación completa entre el sujeto y el otro, lo que
correspondería al corte edípico, a la ley o a la metáfora paterna, y que mostraría una
fantasía de tres, dos de estos unidos por un lazo libidinal y un tercero promoviendo su
separación con los problemas de rivalidad y celos que esto conlleva. Aquí hablaríamos
de fantasías o escenas edípicas, correspondientes a la estructura neurótica.
Para dar respuesta a este asunto me referiré a Didier Anzieu y a su libro “El Grupo y El
Inconsciente” (1986). La relación de la fantasía inconsciente y el grupo se pone en
manifiesto en diversos enunciados de este texto, refiriendo para iniciar que sin elemento
imaginario no existe grupo, y además que el grupo será precisamente eso: la puesta en
común de las imágenes interiores y las angustias de los participantes. Cuando habla de
imaginario y de imágenes interiores, creo que a lo que se está refiriendo este autor es a
la fantasía inconsciente que se pone en juego en una escena, ya que finalmente todas las
imágenes remiten a escenas. Para Anzieu, serán las fantasías las que hagan la envoltura
del grupo y las que permitirán que ahí se construya un espacio interno en el que se
pongan en juego las fantasías inconscientes comunes a ese grupo. Cito: “Aunque no
existe más realidad interna inconsciente que la individual, la envoltura grupal se
constituye dentro del movimiento por el que los individuos proyectan sobre ella sus
fantasías, sus imagos, su tópica subjetiva (es decir, la forma en que se articula el
funcionamiento de los subsistemas dentro del aparato psíquico: Ello, Yo, Yo Ideal,
Superyó e Ideal del Yo). Y gracias a su cara interna la envoltura grupal permite el
establecimiento de un espacio psíquico transindividual que propongo llamar un si
mismo del grupo: el grupo tiene un sí mismo propio.” (p. 14).
Ahora bien, cuando este autor hace la metáfora del grupo como un sueño, pone en claro
que lo que se pone en juego en un grupo son fantasías inconscientes de carácter infantil,
que aunque permanecen inconscientes y son afectadas por la represión, tratan de
realizarse mediante empresas reales dentro del grupo. En el grupo, las catexias
objetales se retiran y son sustituidas por una sobrecatexia del grupo, y la situación del
grupo, al igual que el sueño, produce una triple regresión: cronológica, tópica y formal.
La regresión cronológica va, para el autor, no sólo a un narcisismo secundario, sino al
narcisismo primario, y desde un punto de vista genético clásico, desde la posición
edípica al estadío oral. La regresión tópica implica que ni el superyó ni el yo pueden
controlar suficientemente a los representantes-representaciones de la pulsión, esto hace
15
al grupo un lugar privilegiado para poner en marcha las fantasías inconscientes de sus
integrantes como representantes psíquicos de la pulsión. La regresión formal se observa
en el recurso a modos de expresión arcaicos, más próximos a proceso primario, que, al
llegar a la temática del psicodrama, relacionaré con el lenguaje dramático, y con que la
dramatización ofrece una escena como medio de comunicación grupal, que sería más
regresivo que el lenguaje verbal secundarizado. (Ver Caram, 2003).
Lo anterior implica que en un grupo pueden coexistir fantasías acordes con distintos
niveles de desarrollo psíquico, desde la indiferenciación, hasta una diferenciación más
acabada, y desde lo monádico hasta lo triangular, de acuerdo a los niveles de regresión y
progresión que la fantasía inconsciente permita en el grupo. Esto es ejemplificado por
Anzieu cuando habla de la ilusión grupal, como un yo ideal común, que revive las
primeras relaciones de objeto del niño con la madre, con una función más afectiva que
representativa, que exalta los encuentros con el pecho como objeto parcial bueno que
proporciona placer. Del lado más progresivo estaría el ideal del yo del grupo, que
representa la interiorización del padre totémico y el nacimiento de la pareja superyó-
ideal del yo. Este se constituye con la organización edípica y tiene esencialmente una
función de representación, pues propone proyectos al grupo, y lo guía en lo que tiene
que hacer de acuerdo a un deber ser.
La función regresivante del grupo hace que en este puedan coexistir integrantes con
diversos niveles de estructuración, donde los más regresivos ofrecerán la posibilidad de
explorar fantasías monádicas indiferenciadas, mientras que los integrantes con una
estructura más diferenciada que pueden poner en juego fantasías triangulares, serán un
motor importante para la progresión y desarrollo, y para los intentos incipientes de
diferenciación de los integrantes más regresivos. Lo anteriormente expuesto tiene
implicaciones clínicas significativas.
El psicodrama es definido por Moreno, su creador, como el método que sondea a fondo
la verdad del alma a través de la acción. (Moreno, 1946). El modo de expresión
16
dramática, a través de la acción, da un primer acercamiento entre esta metodología y la
expresión de la fantasía inconsciente, ya que ambos se manifiestan a través de escenas.
Creo que la escena es para la acción, lo que la oración es para el lenguaje hablado, es
decir, así como una persona no puede expresar una idea verbalmente sino es mediante
oraciones, tampoco puede expresar algo mediante acciones sino es en una escena, ya
que esta encuadra la acción en una unidad de tiempo (cuándo ocurre), lugar (en dónde
ocurre) y circunstancia (qué ocurre). En el Diccionario de Psicodrama y Sociodrama
(Menegazzo, Zuretti y cols., 1992) refieren que la escena es la estructura esencial de la
dramatización, y Moreno le dio nuevas posibilidades de utilización en las ciencias del
hombre.
La teoría de la escena creo que nos brinda un enlace entre el método psicodramático y la
fantasía inconsciente, ya que esta sería análoga a la escena latente o imaginaria, la cual
se ocultaría y a la vez se expresaría en la escena latente, determinando además su guión.
Se podría continuar la analogía diciendo que si la escena manifiesta muestra la actividad
psíquica del grupo de psicodrama y es su emergente y denominador común, la escena
latente mostrará la fantasía inconsciente grupal que se pone en juego en esa escena
manifiesta.
Una segunda analogía con la fantasía inconsciente sería el concepto de escena nuclear
conflictiva, la cual se define por Menegazzo, Zuretti y cols. (1992) como una figura
dramática que se traduce en el trabajo siempre que, siguiendo el hilo conductor de un rol
inadecuado o irresuelto por el protagonista, en el desarrollo de un programa
psicodramático, queda evidente en el escenario en un momento, un espacio y una acción
determinada que configuran una escena vincular, correlacionada a la situación
originaria en que emergió y se imprimió por primera vez, tal como se presenta, el rol
que está siendo dramáticamente investigado. Esto nos lleva a que esta escena nuclear
conflictiva es la que da el guión de las conductas repetitivas del protagonista que se
manifiestan en la dramatización. Aunque los autores la equiparan a una escena
traumática real que se debe elaborar, creo que el concepto se amplía al hacer la analogía
de esta escena con una fantasía inconsciente que, siguiendo el desarrollo del concepto,
determina las acciones y las percepciones del protagonista, y les da cualidades
específicas. Esta analogía es útil, ya que muchos de los traumas humanos, más que
apoyarse en hechos reales se apoyan en hechos fantaseados, como lo mostró Freud al
17
abandonar su teoría de la seducción infantil. Además no podemos mantener esa
división tajante entre hechos reales y fantaseados, ya que, como vimos anteriormente,
detrás de toda acción y percepción de la realidad, esta en acción una fantasía
inconsciente que la acompaña.
Para finalizar este camino quisiera hacer referencia a Kaës en su libro “El Psicodrama
Psicoanalítico de Grupo” (2001). En este refiere que en el psicodrama psicoanalítico de
grupo las diferentes partes de la psique de cada integrante están implicadas y afectadas
en la acción, la cual no es únicamente la escena dramatizada, sino que precede de la
dinámica de la situación grupal que lleva a tal dramatización. Lo refiere como “una
“vía final común” a la que conducen, en la acción, las diversas fuentes de la vida
psíquica, individual, grupal y mítica; así el psicodrama psicoanalítico de grupo es el
lugar y momento de resurgimiento potencial donde cada uno puede reactualizar en la
acción los diversos orígenes de su vida psíquica.” (p. 199). En ese mismo libro
Missenard refiere que el psicodrama es un momento y un espacio en el cual la dinámica
individual y la grupal están articuladas una con otra. Estas últimas referencias creo que
enriquecen la equiparación de la fantasía inconsciente con la escena psicodramática que
he intentado hacer, refiriendo que la acción psicodramática partiría de una fantasía
inconsciente grupal que surge de la dinámica del grupo en un momento determinado y
se pone en juego en la acción llevada a cabo en la escena. Esa escena y la acción que en
ella se desarrolla servirán de medios para investigar esta fantasía inconsciente y la
situación real e imaginaria que le dio origen, ya que toda situación comparte esas dos
vertientes.
El psicodrama como método que prioriza la acción, cuya unidad en tiempo, lugar y
circunstancia es la escena, se vuelve un vehículo para que a esta se liguen las diversas
escenas que ponen en juego las fantasías inconscientes. Toda escena psicodramática,
grupal o individual, pone en juego escenas latentes cuyo contenido serán fantasías
inconscientes que, al igual que en la psicoterapia de grupo, deben ser develadas por el
18
terapeuta. Lo anterior orilla a pensar que el psicodrama es un método auxiliar idóneo
para poner en juego y develar las fantasías inconscientes.
Análisis Cualitativo:
El grupo estaba formado originalmente por nueve mujeres, cuyos diagnósticos eran de
depresión recurrente o de distimia. Una de ellas abandonó el grupo en la décima sesión,
abandono que pudo tener relación con que clínicamente no era evidente que compartiera
el mismo diagnóstico. Sobre el diagnóstico del resto de las integrantes del grupo, se
encontraban otras dos, una con depresión moderada o mayor, y la otra con importantes
rasgos fronterizos en su personalidad, que la llevaron a realizar conductas con alto grado
de impulsividad en momentos que tendrían que ver con un mayor desarrollo de su
proceso terapéutico, como lo fue después de una de sus protagonizaciones individuales.
Esto nos haría pensar, una vez concluida la experiencia, sobre la importancia de la
homogenización diagnóstica para este tipo de trabajos, ya que el resto del grupo tuvo un
desarrollo y un aprovechamiento más parejo en relación a los fines terapéuticos.
Para el análisis del proceso grupal llevado a cabo y de las formulaciones teóricas y
técnicas en las que se apoya, haré un seguimiento del desarrollo del proceso, podríamos
decir un tanto “disparejo”, pues me centraré más en aquellas sesiones con mayor
implicación en el proceso grupal, haciendo menos énfasis en las elaboraciones
individuales de cada una de las integrantes. El análisis tendrá una secuencia
cronológica, partiendo del inicio hasta el final de la experiencia.
Ante la creación de un nuevo grupo, constituido en este caso por la mitad de integrantes
desconocidas, ya que cuatro de ellas habían asistido previamente a una sesión de
inducción; la situación de desconocimiento y de agrupación enfrenta a las integrantes a
lo que Kaës (1976, en Edelman y Kordon, 1995) denomina angustia de no asignación.
En el nuevo grupo creado, no existen sistemas sociales de apoyo, y el agrupamiento en
relación a lo común en el grupo constituye una posibilidad de restituir ciertos niveles de
19
apoyatura perdidos. Este grupo de desconocidas, trabaja en la primera sesión con un
recurso dramático cuyo fin es presentarse, se trata de la autopresentación metafórica en
base a un personaje, como la define Rosales Fontcuberta (1990). En ésta, después de
un psicodrama interno en el que desfilan ante ellas una serie de personajes de su
historia, deben elegir a uno que les sirva para poderse presentar desde su rol.
Esta primera sesión podría mostrar de forma general lo que Bion (1994), refiere como
grupo en supuesto básico de dependencia. Este se instala como una respuesta ante la
situación clínica, en la cual el o los terapeutas expertos les deberán decir que hacer para
aliviar su sufrimiento. Desde la presentación surgen personajes sufrientes: un padre sin
motivaciones, una madre para quien nada de lo que haga su hija es suficiente, un
campesino sin rumbo, padres, hermanos o parejas indiferentes. Las presentaciones se
dan desde el sufrimiento y el dolor, siguiendo a Kaës (1999), podríamos decir que
surgen las alianzas inconscientes para constituir el grupo, y cada escena de sufrimiento
propuesta por cada integrante servirá como apuntalamiento del psiquismo de los demás,
constituyéndose así un “grupo de sufrientes”. La alianza inconsciente refuerza en los
integrantes procesos inconscientes de co-represión de los logros y los eventos
placenteros. Se genera así una defensa contra la angustia de no asignación, su yo ahora
tiene un espacio dentro del co-sufrimiento grupal, tomando, como lo dice Kaës, un lugar
decisivo, en ese momento, para la vida psíquica de los integrantes.
Las dos sesiones siguientes muestran las escenas iniciales de las demás integrantes,
siendo que la consonancia ahora produce las escenas resonantes. Desde el psicodrama
Moreno (en Menegazzo, et al. 1992), lo explicará con el término de co-inconsciente,
como un vínculo de inconsciente a inconsciente, creado por la intermediación de
experiencias compartidas. Es a este fenómeno al que Martinez Bouquet hace referencia
con el término de escena latente, la cuál describe un “pedazo” del imaginario al que se
tuvo acceso. Además la escena latente siempre es vincular, surge de las ligazones
conscientes e inconscientes que cada integrante del grupo hace con la escena manifiesta.
20
Una escena manifiesta puede dar origen a un sinnúmero de escenas latentes, de acuerdo
a los vínculos que se establecen con ésta.
Las escenas iniciales del resto de las integrantes del grupo, muestran la resonancia con
la escena inicial de la segunda sesión, así se mantienen en el grupo las alianzas
inconscientes, los procesos de co-represión, y la instalación de un supuesto básico de
dependencia acorde a la fantasía de desamparo infantil. Es un grupo de pacientes-niños
seduciendo a los terapeutas-padres a partir del desamparo, el abandono y la indefensión.
Es la fantasía originaria de seducción, secundarizada por las historias y escenas
individuales que marcan el inicio de cada una de las integrantes.
Estas escenas iniciales son finalmente condensadas en una imagen grupal, una imagen
que inicia fortuitamente, el primer elemento de ésta es el triunfo, que se propone por
una integrante que se debe retirar antes de que concluya la sesión y que deja ese
elemento como “herencia” al resto del grupo. Este elemento no resuena en el resto de
las integrantes, cuya mayoría se encuentra tirada en el suelo. Uno de los terapeutas es
quien debe tomar el rol heredado. De pronto, una de las integrantes hace una conexión
a través de la imagen de la balanza, que colocará al otro extremo al otro terapeuta como
un sol inalcanzable. Completando, la imagen grupal inicial es como sigue: De un lado
siete integrantes tiradas en el suelo como si ocuparan el plato más pesado de la balanza.
La balanza desequilibrada, encarnada en otra integrante. Del lado más ligero de la
balanza un sol inalcanzable, deseado por el resto de las integrantes y encarnado por uno
de los terapeutas. Junto a la integrante eje de la balanza, otro terapeuta encarna el
triunfo, como un guardia que la flanquea.
Cuando Kaës (1995) hace referencia a las funciones fóricas, establece que son
“funciones intermediarias” requeridas en el arreglo de cualquier vínculo, y necesarias
para el proceso de acoplamiento psíquico intersubjetivo. Se podría hacer referencia a la
integrante que incluye el elemento de la balanza dentro de la imagen grupal, como la
porta-imagen, ya que con su inclusión se pueden acoplar todos los elementos de la
imagen grupal. Esta imagen será a su vez la representación de una fantasía, en esta se
deposita una especie de fotografía del mundo interno de las integrantes del grupo; un
mundo poblado por objetos idealizados inalcanzables, y objetos devaluados, carentes y
necesitados, con los que ellas se identifican, apuntando al mecanismo de identificación
con un objeto interno (Klein, 1957). Dentro de la teoría de las Configuraciones
Vinculares podría representar un vínculo dual, fusional, representando una relación con
un objeto único (Berenstein y Puget, 1984, en Bernard y Puget, 1986), idealizado, cuya
dependencia es total. Rojas y Steinbach (1994, en Pachuk y Friedler), definirán esta
imagen como narcisística, marcada por el deseo de fusión que genera una ilusión de
plenitud, y a su vez originada en el desamparo primordial. Esta imagen inicial
apuntala los psiquismos de cada una de las integrantes, las lleva a la indiferenciación, a
lo fusional (Bernard, 1992) y a la isomorfía (Kaës, 1995). Por otra parte. Bleichmar
(2003), en una de las conceptualizaciones que hace del fenómeno depresivo, lo explica
como una pérdida seguida de un proceso de idealización o fijación secundaria, en el
cual hay un déficit yóico que deja al self como impotente o indefenso ante la pérdida,
idealizando al objeto perdido inalcanzable. La imagen inicial del grupo parece referir a
un vínculo de este tipo, el cual exige una relación de exclusividad con este objeto
idealizado, que se refiere como lejano e inalcanzable para las integrantes.
21
El trabajo clínico a seguir en el grupo será el de iniciar con los procesos de
diferenciación de cada una de las integrantes a partir de esa imagen inicial, imagen que
a su vez materializa el foco del trabajo terapéutico dentro del encuadre de terapia breve.
La diferenciación como logro terapéutico es propuesta por Bernard (1992, en Kordon y
Edelman, 1995), y así el paso de fantasías más primarias a aquellas más desarrolladas y
estructuradas, que además puedan disminuir la polaridad de las imágenes objetales del
mundo interno de cada integrante.
En las dramatizaciones que siguen una integrante pude mostrar su capacidad como
médico y como profesionista, capacidad siempre cuestionada por su madre y su familia
de origen. Otra de las integrantes puede rescatar de su historia la posibilidad de ser una
madre cariñosa y comprensiva. Otra de ellas, su enojo ante una situación de
dependencia que ella misma favorece, intentando hacer que ésta se vuelva de cierta
forma egodistónica. Otra de las integrantes, aquella que clínicamente impresionaba
como una depresión moderada o mayor, trae una escena en la que no hay salida alguna,
siendo la depositaria y la culpable del sufrimiento familiar. Finalmente otra
protagonización individual, en ésta se da cabida a formas de relación de pareja y de
sexualidad que no se basen en el abuso, ni pongan en riesgo la integridad personal.
Así llegamos a la décima sesión, en esta se usa el recurso del teatro espontáneo, como
una forma de revisión del trabajo psicodramático realizado en cada una de las
protagonizaciones individuales. Cada una de las protagonistas de las cuatro sesiones
anteriores tomaba un lugar en la audiencia y observaba la representación que las
integrantes del resto del grupo hacían de su dramatización. Esta fue una forma de
sintetizar cada uno de los procesos individuales, y promover la reorganización de
identificaciones tanto en las protagonistas de las escenas anteriores, como en el resto de
los integrantes del grupo. Al término de esta sesión una de las integrantes se quejó del
método utilizado, refiriendo que era una forma de ridiculizar y de satirizar lo que les
ocurría, y que no podían saber todo lo que le pasaba con una sola sesión. Se aceptó su
queja, la cual mantuvo hasta el término del grupo, inclusive en alguna de las sesiones
siguientes en la que volvió a protagonizar. Es difícil de explicar este hecho;
22
independientemente de su patología individual y de los rasgos de personalidad
fronteriza que mostraba, pudo haber tenido una función fórica para el resto del grupo.
Se volvía la porta-queja, y la depositaria inconsciente de toda la inconformidad y la
frustración grupal, que a su vez servía al resto de las integrantes para mantener el
trabajo grupal. Sus quejas fueron toleradas por el resto del grupo y por el equipo
terapéutico hasta la finalización del grupo, lo que a su vez refuerza la hipótesis de que
éstas tenían una utilidad inconsciente dentro del funcionamiento grupal.
Así la imagen de la balanza apareció en cada una de las pequeñas dramatizaciones que
siguieron, buscando que estas abordaran tanto las propuestas individuales del integrante
que ofrecía la pequeña escena, como las implicaciones y acoplamientos del grupo a
dicha escena. Podríamos pensar siguiendo a Kaës (1993) que se trataban de poner en
evidencia los distintos apuntalamientos psíquicos. Las pequeñas escenas eran
representantes de la subjetividad de quien las proponía, y los fenómenos de consonancia
representaban el apuntalamiento en la subjetividad del otro y el trabajo psíquico y de
transformación que cada escena ponía en marcha. También se podía pensar como una
forma de evidenciar el trabajo del preconsciente en el grupo, y las diversas formas de
acoplamiento psíquico entre las subjetividades de los integrantes que lo conforman, las
cuales a su vez se vertían verbalmente en los momentos de compartir.
Es así como llegamos a la última sesión del grupo y a su última dramatización, en ella
se propone como consigna desde la coordinación que se elabore una nueva imagen
grupal, que incluya las modificaciones que posibilitó el trabajo grupal con la imagen
inicial. Esta consigna siguió la hipótesis del grupo como un espacio de transformación.
La nueva imagen, o escena resultante según la estructura de la multiplicación dramática,
eliminaba al elemento del triunfo, y colocaba a todas las integrantes, menos una, en el
lugar del eje de la balanza. La integrante que optó por no tomar ese lugar, continuaba,
aunque un poco más incorporada, pero cercana al suelo. Cabe mencionar que esta
integrante era la que reflejaba clínicamente un cuadro de depresión moderada o mayor,
más severo que el del resto de las integrantes. Uno de los terapeutas continuaba en el
lugar del sol, aunque un poco más distante del grupo de balanzas. Esta nueva imagen
proponía una mayor diferenciación u homomorfía. Cada una de las integrantes desde su
lugar de balanza admitía que podía optar por diversas posiciones de equilibrio y
desequilibrio de ésta, pero tomaba un lugar de mayor responsabilidad y menor
polaridad, que podría indicar un cambio en el mundo interno que ahora se ponía en
juego en la nueva escena grupal. Las alianzas inconscientes aunque persisten como
fenómenos grupales también pueden ser modificadas, proponiendo, vale decir, la co-
responsabilidad. La escena grupal final también da testimonio sobre el proceso de
transformación que puede llevar a cabo el trabajo grupal, como explicación
metapsicológica del proceso de cura. Esta transformación opera sobre las
identificaciones, las alianzas y el tipo de fantasías que se ponen en juego en el proceso
grupal, apuntando a procesos de desarrollo, simbolización, castración y alteridad (Rojas
23
y Steinbach, 1994). Mira hacia lo más discriminado y edípico, y para Bernard y Puget
(1986), tiene que ver con el paso de una configuración diádica, a una triádica, pues
permite la inclusión de un intruso con función discriminatoria y posibilita la salida de
una situación dual. Las integrantes, en su lugar de ejes de la balanza, podían optar por
la dependencia de ese sol lejano, o por la inclusión, en el brazo libre de la balanza, de un
nuevo objeto que cortara la relación dependiente dual con dicho sol. Podían elegir la
forma de equilibrar y liberar su balanza. Era el primer paso para ingresar a una
configuración triangular y dar cabida a un tercero.
Conclusiones:
Siguiendo el análisis desarrollado en este apartado, “no quisiera concluirlo sin decir
que…”, estas reflexiones me llevan a las conclusiones siguientes (a manera de sharing):
24
Análisis Cuantitativo:
Se contó con un total de nueve mujeres, de las cuales sólo ocho terminaron el proceso
grupal completo. Sus edades se encontraron en el rango de los 25 a los 47 años, con
una media de edad de 37.71 años.
De las ocho personas que cursaron el grupo completo, sólo a siete de ellas se les
aplicaron las escalas de evaluación antes y después del tratamiento, por lo que ese fue el
número final de sujetos para nuestro análisis. Los resultados de las dos escalas
aplicadas fueron los siguientes:
Inventario de Beck.
25
La falta de significatividad estadística, y la escasa diferencia entre el pre-test y el post-
test, en la escala de autoevaluación de Zung, puede relacionarse con la imprecisión y
escasa discriminación de sus reactivos, tomando parámetros tan poco claros como: muy
pocas veces, algunas veces, muchas veces y la mayoría de las veces. El inventario de
Beck, muestra reactivos más precisos, que cuentan con parámetros bien delimitados,
que favorecen una mayor discriminación. En esta escala se observó que hubo una
reducción significativa de los síntomas depresivos en las integrantes del grupo. Este
resultado se apoya en la observación clínica que tuvimos de las integrantes del grupo, a
lo largo de las sesiones, y que refleja una disminución importante de su sintomatología
depresiva.
Este análisis nos muestra la necesidad de crear instrumentos clínicos para una
evaluación más precisa de los síntomas depresivos en el paciente distímico.
Resultados:
26
Conclusiones:
Para las conclusiones del presente trabajo, quisiera proponer cuáles serían las
limitaciones de la investigación, para después, a riesgo de ser repetitivo, mostrar las
conclusiones y propuestas que de esta derivan. Algunas de las conclusiones ya han sido
plasmadas a lo largo del trabajo en cuestión, pero en este apartado se plantea una
condensación de las mismas.
Dentro de las limitaciones, podemos pensar que el hecho de que se trate de una
experiencia única con un grupo de ocho mujeres, dificulta la generalización de los
resultados. Este trabajo deberá tomarse como una experiencia inicial en relación al uso
del modelo con la patología depresiva, que tendrá que ser confirmado con futuros
trabajos que repitan ésta experiencia.
Una segunda limitación tiene que ver con que los factores de medicación y
modificación de tratamiento, los cuales fueron variables extrañas de esta investigación.
Una nueva aplicación del modelo propuesto, necesitaría tener mayor conocimiento e
incluso incidencia en el tratamiento farmacológico de los integrantes. Así se evitaría
que los cambios clínicos encontrados fueran producto de modificaciones en el
tratamiento farmacológico. En último caso, se pueda llevar un registro preciso de las
modificaciones realizadas en su medicación.
Por último, una tercera limitación, tiene que ver con los instrumentos clínicos de
medición, que llegan a ser imprecisos, como fue con una de las escalas aplicadas. Por
otra parte, los elementos metapsicológicos detectados en la modificación de la escena
grupal, no pueden ser sujetos a medición. Una propuesta sería crear un instrumento de
medición nuevo, acorde con el modelo propuesto, que pueda valorar el impacto
subjetivo de éste en los participantes. Ese podría ser el objetivo de alguna investigación
posterior.
El uso de un marco de terapia breve, con una intervención focal, a tiempo y objetivos
limitados, hace necesaria la homogenización diagnóstica de los integrantes del grupo.
Esta debe buscarse de la mejor forma posible, pues favorecerá que la intervención
impacte en lo común de la patología de las integrantes. Las diferencias diagnósticas
favorecen la complejización y diversificación de la patología, lo que dificulta encontrar
el foco de la acción terapéutica para el marco de terapia breve.
27
La técnica psicodramática, y el recurso de la multiplicación dramática, dentro de un
marco de terapia breve focal, con la estructura de escena individual inicial, escenas
individuales resonantes, imagen grupal inicial, dramatizaciones enfocadas a la
modificación de dicha imagen, e imagen grupal final, ofrecen una estructura
metodológica viable parta este tipo de intervención. La presente investigación es un
ejemplo de la posibilidad de usar esta metodología para modificar la condición clínica
del paciente distímico.
28
Bibliografía:
Bello, M. (1999). Guía Para Leer a Moreno. México: Editorial Colibrí y Escuela
Mexicana de Psicodrama y Sociometría.
Bernard, M. (1995). Los Grupos Internos. En: Desarrollos sobre Grupalidad. Una
Perspectiva Psicoanalítica. Buenos Aires: Lugar Editorial S.A. Pp. 67-83.
29
Edelman, L., Kordon, D. (1995). El Apuntalamiento del Psiquismo. En: Desarrollos
sobre Grupalidad. Una Perspectiva Psicoanalítica. Buenos Aires: Lugar Editorial S.A.
Pp. 101-110.
Kesselman, H., Pavlovsky, E. (1981). Las Escenas Temidas del Coordinador de Grupo.
Segunda Edición. Madrid: Editorial Fundamentos.
Klein, M. (1957). Envidia y Gratitud. En: Obras Completas Vol. III. Buenos Aires:
Editorial Paidós SAICF. Segunda Edición. 1996. Pp. 181-240.
Kordon, D., Edelman, L. (1995). Fantasía y Grupo. En: Desarrollos Sobre Grupalidad.
Una Perspectiva Psicoanalítica. Buenos Aires: Lugar Editorial S.A. Pp. 45-65.
30
Laplanche, J. y Pontalis, J. B. (1964). Fantasía Originaria, Fantasía de los Orígenes,
Origen de la Fantasía. En francés en: Les Temps Moderns. No. 215. París, abril de
1964. En español en Barcelona: Editorial Gedisa, S. A.
Martínez Bouquet, C. (1977). Fundamentos para una Teoría del Psicodrama. México:
Siglo XXI Editores, S.A.
Navarro, M., el. all. (1995). Terapia Tematizada Grupal Com Tempo Limitado. En:
Revista Brasileira de Psicodrama. Sao Paulo: FEBRAP. Vol. 3, No. 1. Año 1995. Pp.
75-79.
Segal, H. (1995). Sueño, Fantasma y Arte. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión
SAIC.
31