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SOMOS LO QUE HEMOS VIVIDO

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Centro Amigos de la Tercera Edad
SOMOS LO QUE HEMOS VIVIDO

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Después de los años que han pasado

Somos lo
Que hemos
Vivido
Y lo plasmado aquí,
Perdurará por siempre...

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SOMOS LO QUE HEMOS VIVIDO

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Nuestra Portada
Árboles y Personas
Obra de Juan Carlos Garcés Botello
Óleo sobre tela, Año: 1987

La vida está aquí y ahora, afortunados si


es que la hemos logrado disfrutar, pero
al cabo del tiempo, inexorablemente ha
de terminar para todos.

No así el tiempo, estuvo ayer, está ahora


y estará siempre, hasta el infinito.

Un árbol es una vida, que al igual que el ser humano, nace,


se desarrolla y finalmente muere, pero durante su vida, se
reproduce creando otros seres vivientes que continúan el
ciclo de vida y son parte importante de nuestro entorno.

Nuestros viejos, nuestros queridos viejos, con la inmensa


sabiduría que la vida y el tiempo mismo les han dado.

Éste árbol, adulto mayor, siempre de pie y apuntando al


infinito, ha visto pasar la vida de otros, ha vivido su propia
vida, ha sido testigo de tiempos buenos, de tiempos
regulares y de tiempos malos, y ha perdurado hasta el
momento, hasta el momento histórico en que fue captado
por el pincel del artista, quién lo ha tornado inmortal;
inmortal el modelo, e inmortal el artista, extraña
singularidad que logran dos elementos que se unen, para la
concepción de una obra plástica.

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Se aprecian en el lienzo los colores de la naturaleza pródiga,


los verdes, los ocres, el color de la tierra de donde emana
parte de vida, se observan también otros árboles, tal vez los
hijos del histrión principal de esta breve novela, conjunción
de elementos, árboles y personas, vida y naturaleza,
asentados en un hábitat de claridad, libre de la impureza
mundana y del estrés cotidiano, remanso de paz y
tranquilidad, obra que disfruté en lo personal por espacio
de 15 años, hasta que fue adquirido –no sé si afortunada o
desafortunadamente– por Fanny del Ángel, querida amiga y
apasionada del arte, apenas, a principios de este año.

Obra adolescente pues…, de 16 años, que continuará


existiendo hasta siempre, obra que al igual que el artista ha
logrado el anhelo de todo ser humano consiente busca:

LA TRASCENDENCIA

Pero no nada más el artista plástico puede lograr esta


trascendencia, hoy, nuestros queridos viejos, han
concretado uno de tantos sueños que seguramente
anhelaron por mucho tiempo, hoy nuestros viejos presentan
el trabajo que por espacio de un buen número de horas los
ha ocupado, y hoy, además de la trascendencia que su paso
por la vida ha dejado, trascienden como artistas de la
péndola, y aún más importante es, que no habrán de
finalizar el día de hoy con esa labor creativa, seguirán,
seguirán y seguirán, con ésta y otras disciplinas, hasta que
Dios lo disponga.

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Y seguramente se preguntarán ¿Por qué?

¡Porque así debe de ser!

Porque el humano fue creado para crear, fue creado para


transformar, fue creado para soñar, pero también fue
creado para consolidar sus acciones, para concretar sus
proyectos, y para permanecer activo hasta el último
instante de su vida.

Hasta el momento, no he logrado encontrar, en el


instructivo mental de mi persona o en el de algún otro,
algún párrafo que especifique que la mente debe usarse solo
hasta una determinada edad.

A partir de este libro, que es la prueba fehaciente de que los


sueños se pueden hacer realidad, tenemos el compromiso
de seguir creando.

El día de hoy, reitero mi compromiso de brindar todo el


apoyo que me sea humanamente posible, para ser parte de
este importante y singular equipo de trabajo. Que tiene
como objetivo primordial el de alimentar el alma y el
espíritu de nuestros viejos, a quién tanto debemos TODOS.

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Para terminar, como corolario, palabras que algún un día


escribí:

Los artistas tenemos el compromiso primordial e ineludible


de:
Crear, lo más posible,
crear, tal vez lo imposible y…
crear, hasta que sea posible.

Es cuánto.

Juan Carlos Garcés Botello


2003

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Presentación
Mtra. María del Carmen Mendoza Galicia

La Fundación Francmasónica Era de


Acuario, A.C., surgió con un objetivo:
“Unir a los hombres y a las mujeres
libres y de buenas costumbres”,
para fortalecer los eslabones de la
cadena que juntos formamos al unir
nuestras manos y estrechar
nuestros corazones para latir al
unísono en bien de la Orden y de la
humanidad.

El primer programa que realiza la FFEAAC es el CEATED,


Centro de Amigos de la Tercera Edad, que funciona
ininterrumpidamente desde enero del año 2002 a la fecha.
En el presente año mediante un programa calendarizado, ha
otorgado a sus integrantes un sinnúmero de actividades
dirigidas por especialistas entre los que cuentan los
asesores del INAPAM, Instituto Nacional de los Adultos
Mayores, profesionistas invitados, miembros de las familia
fraternal y los propios participantes.

Los integrantes del CEATED a lo largo del presente año han


recibido conocimientos y experiencias sobre comunicación
asertiva, conciencia de la prosperidad, diálogos
constructivos, lectura de comprensión, actitud mental,
ejercicios de ortografía, ley condominal, relaciones

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intergeneracionales, vínculos afectivos, cuidados de las
articulaciones, nuestros pulmones, inteligencia emocional,
geriatría I, II y III, electricidad doméstica, diabetes mellitus I
y II, gerontología I y II, percepción social, importancia de la
afectividad, tradiciones mexicanas, Tai Chi, optimismo y
otras más.

El día 15 de agosto, la Sociedad Mexicana de Geografía y


Estadística (SMGE) y el CEATED, convocaron al Primer Foro
Cultural del Adulto Mayor, el cual tuvo como lema: Hacia la
Integración de la Sociedad Mexicana del Siglo XXI”,
asistieron 300 personas de diversos clubes de la tercera
edad ubicados en el Distrito federal.

Dicho foro estuvo presidido por el Lic. Cuauhtémoc Cisneros


Madrid, Presidente de la Junta Directiva Nacional de la
SMGE, la Dra, Lilia Berthely, Presidenta de la Comisión del
Adulto Mayor; estuvo también la Lic. Elvira Vega,
Vicepresidenta de las Jefas de Familia del Organismo
Nacional de Mujeres del PRI (ONMPRI) y la Mtra. María del
Carmen Mendoza Galicia, Directora General del CEATED.

Hubo cinco conferencias magistrales, de especialistas en


diversos temas, la Lic. Luz Rosales Esteva, Directora General
del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal, la Lic.
Samara Vergara López Tristán, en representación del
INAPAM; EL Lic. Carlos Pérez López, Subdirector General de
Asistencia e Integración Social., presentó el DIF y los
Adultos Mayores del DIF Nacional, el doctor en derecho
Carlos Arellano García, habló sobre la Ley de los Derechos

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de las Personas Adultas Mayores y el Lic. Arturo Díaz
Jiménez, Notario No. 46 del D.F., sobre el Testamento
Público Abierto y Trámites Notariales.

Se ofreció un lunch y hubo presentación de grupos de coro,


poesía y baile fino de salón.

El Taller de Creatividad Literaria a sugerencia del Lic. Luis


Torres Terán, tomó forma a partir de julio y ha sido dirigido
por la maestra en letras Haydeé Amézquita Barrera, quién
dio las bases para escribir, cuentos, anécdotas e interpretar
frases célebres y dichos populares.

En un ambiente de convivencia, los participantes


empezaron a manifestar sus temores ante la posibilidad de
escribir, pues entre los integrantes del CEATED, hay
personas que nunca imaginaron que alguna vez lo harían.

Gracias a la dirección y motivación que impregnó en ellos la


maestra Haydeé, quien también es integrante del CEATED,
poco a poco, fueron perdiendo el miedo y así empezaron a
llevar sus trabajos y a leerlos frente a sus compañeros.
Como algunas anécdotas son personales, también han
servido de terapias, al expresar experiencias que
produjeron llanto y desahogo.

Los Cuentos son muestras de la creatividad que están


desarrollando y la interpretación de frases célebres y de las
máximas, también demuestran la creatividad y la forma de
impacto que han causado en quienes les dieron una

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aplicación filosófica de la vida.

En este libro se presenta el producto de las vivencias, el


ingenio, la creatividad y la sabiduría de cada participante; es
el primero de otros más, habrá otros libros para el siguiente
año, que demostrará el avance en el desarrollo de sus
habilidades, aptitudes, actitudes y destrezas, frente a una
vida llena de alegría y satisfacciones por lo resultados
obtenidos.

Queridos lectores, ponemos en sus manos un libro


elaborado con el entusiasmo, el llanto, el dolor, la emoción,
el gusto y el orgullo de un grupo de personas que asistieron
con alegría al CEATED, y que esperan recibir sus valiosos
comentarios en vías de superar este primer intento, en
muchos más.

Mtra. María del Carmen Mendoza Galicia


2003

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Centro de Amigos de la Tercera Edad
Taller de Creatividad Literaria
2003

Después de los años que han


pasado

Somos lo
Que hemos
Vivido
Y lo plasmado aquí,
Perdurará por siempre...

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Primera Edición, 2003


Serie: Somos lo que hemos vivido
Libro I
Después de los años que han pasado
Somos lo que hemos vivido
Y lo plasmado aquí, Perdurará por siempre...

© Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística


© Centro de Amigos de la Tercera Edad
© Fundación Francmasónica Era de Acuario, A.C.
© Diseño de Libro y portada Juan Carlos Garcés

Edición WEB
Serie: Somos lo que hemos vivido
Libro I
Después de los años que han pasado
Somos lo que hemos vivido
Y lo plasmado aquí, Perdurará por siempre...

© Academia Nacional para el Desarrollo del Adulto Mayor


© Centro de Amigos de la Tercera Edad
© Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
© Portada Juan Carlos Garcés
© Rediseño libro web por GRUPO EDAM MÉXICO
Estudio de Diseño, Artes & Muralismo, A.C.

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Anécdotas

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Sueño, ensueño y vida


Celia Flavia García Mota

Hoy quiero compartir un poco de


mí con ustedes. Sé que la vida no
siempre es fácil, que no siempre
se ríe, pero también sé que si se
lucha con tenacidad, se puede
adquirir tranquilidad al paso de
los años. Yo no hablo del
bienestar material, sino del
orgullo de haberme realizado
como mujer en todas las facetas.

Hace muchos años siendo niña, era alegre y con muchas


ganas de vivir a pesar de mis carencias económicas.
Soñaba que podía alcanzar las nubes y hacer castillos y
verlos flotar hasta desaparecer. Solía correr libremente
por el campo, sí, aunque no lo crean, cuando niña, donde
crecí, estaba formada por unas cuantas casas por aquí y
por allá, sembradíos y pastizales.

De igual manera disfrutaba de la lluvia, viendo al sol


resplandecer y al arco iris salir, pensaba que podía subir
al él y resbalarme como si fuera resbaladilla ver las
gotas de agua caer como si fueran de cristal, ráfagas de
viento que me envolvían y me transportaban a una cama

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de hojas secas que crujían como arrullándome. Quería
volar como mariposa, sentir que las flores me besaban
con sus pétalos, perfumes de rosas que me adormecían,
cantos de grillos y ranas que saltaban.

Por la noche se presentaba ante mí, un espectáculo


todavía más grande y majestuoso, el firmamento lleno
de estrellas con infinitas posibilidades de viajar por
todas ellas y en la tierra las luciérnagas que me
invitaban a seguirlas en su baile elegante cual si fuese
ballet.

Comento con mis hijos y mis nietos que me gustó mi


niñez a pesar de todo, ya que había que trabajar, que
caminar mucho, tenía que alimentar a los animales,
asearlos, recoger los huevos, ir por el carbón, etc.; pero
disfrutaba mucho la temporada de vacaciones cuando
mi padre preparaba el almuerzo con tortillas calientes y
salsa.

Pero llegaban los días de escuela y había que luchar y


trabajar ya que nunca me gustó que me comparasen
con nadie, ni con mis hermanos. También había que
demostrarles a algunos maestros, que no era mediocre.

A la hora del recreo jugábamos al avión, brincábamos la


cuerda, cantábamos y reíamos.

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Llegaba diciembre y no podíamos faltar a ninguna


posada, las letanías, los rezos, el ponche, la fruta, las
piñatas, los amigos, algunos años.

Logré entrar a la escuela de Corte y Confección en la


Corregidora de Querétaro donde sufrí, luché y
finalmente concluí mis estudios de profesora de Corte y
Confección.

Al iniciarme en el campo laboral tuve la oportunidad de


dirigir un taller de costura en la Secretaria de Educación
Pública, y en Singer no tuve oportunidad, ya que
deseaban personas perfectas físicamente y hasta bellas.

Eso no me detuvo y seguí adelante.

Pasaron los años y tuve la dicha de enamorarme de un


hombre maravilloso que me apoyó y me sigue
apoyando, que me ha permitido seguir creciendo como
persona y seguir preparándome. Nuca he dejado de
enseñar lo que sé. Estoy cumpliendo treinta y cinco
años de ser maestra de corte y confección. Tengo tres
hijos nobles y buenos y seis nietos a los que disfruto.
Gracias a mi salud, puedo gozar de mi tercera edad,
conociendo y reconociendo mi México, disfrutando de
sus paisajes y de su gente, artesanía y comida. Las

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tertulias me permiten evocar tantos recuerdos como
canciones hay y sobre todo bailar a sus compases, por lo
que doy gracias a la vida y a Dios, a sus retos y
experiencias que me han permitido ser, llorar, reír y
vivir plenamente y sobre todo seguir soñando.

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Los Cheneques
Consuelo López Martínez

Todo sucedió en el año de 1940


en los tiempos en que nos
gobernaba el Revolucionario
General Lázaro Cárdenas del Río,
quién había ganado por
abrumadora mayoría la elección
para presidente de la República al
candidato Don Antonio I.
Villarreal, el lugar, mi natal
terruño Teocelo de Díaz, el
nombre proviene de la lengua
huatusca, que quiere decir "potrero de ganado y
guayabal", y lo de Díaz por que el General Porfirio Díaz,
quién inauguró el ferrocarril México - Xalapa, en este
poblado, que antes de ser declarado Villa, fue la
hacienda de Tuzamapan y el poblado de Monte Blanco,
erigido por los pobladores de Santa Tetela, dicho
poblado es de clima templado y con flora y fauna de
bosque tropical y con gran variedad de animales
silvestres de 54 Km. de extensión y colindando
políticamente con los poblados Xico y Coatepec por su
parte norte.

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Fue una tarde de mayo, cuando a mis escasos cinco años


en unión de mis primas Teresa y Celia guiadas por mi
abuela materna Nicanora, una viejecita, blanca esbelta
de gran porte y que a sus 70 años mantenía una postura
completamente recta, caminábamos todas entre cafetos
platanares y naranjos, con el fondo del cantar de las
chicharras, cortando leña, para calentar nuestro hogar,
con dirección hacia el rió Frió, famoso por sus perros de
agua, una especie de nutrias, y a pesar de conocer las
veredas perfectamente, tres duendes conocidos con el
nombre de cheneques le hicieron perder la orientación
y rumbo, a mi abuela que conocía muy bien el camino:

¡Hasta a la mejor cocinera se le queman los frijoles!

Los cheneques nos aventaban piedrecillas desde la


peña, para espantarnos, por lo que no pudimos llegar al
río y pasamos por una hermosa chocita hecha de
tejamanil, de donde se escuchaba un hermoso canto de
niñas, lo más raro es que nunca la habíamos visto, ni
siquiera sabíamos de su existencia.

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Después nuestro abuelo Esteban, nos contó que era


parte del bosque encantado, incluso cuenta la leyenda
que el 24 de junio, día en que floreaba la hierba buena, y
en el río aparecía una poza y en el fondo de ella una
jicarita, que giraba e hipnotizaba a quién la viera. Pero…

¡No te cause nunca espanto, duende ni muerto ni


encanto!

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La caída
Georgina Adriana Nájera Martínez

A la edad de 10 años me caí


del techo del gallinero.
Estábamos mí hermano Jorge,
un amigo de mi edad Beto y
yo platicando. De pronto del
patio de la vecina, se elevó
una pequeña columna de
humo, estaba saliendo de la
cocina donde echaba las
tortillas la señora Carmelita;
me acerqué a la parte alta del
techo, ya que estaba en
declive y escuché el palmear; empezaba a hacer sus
tortillas, volteó a ver a mis colegas y sonreímos
maliciosamente, la imito burlonamente, dos o tres
veces; no contenta con eso, me propongo ver la cara que
pondría al escuchar mis palmadas, arriba del techo del
gallinero. Sólo con la intención de divertirme un poco;
no alcanzo a verla. Ah! se me olvidaba comentar que
había un pino grandísimo, hermoso; de su tronco
sobresalía un tronquito, ya que habían cortado la rama
para que no pegara en el techo del gallinero.

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Sólo que de eso ya había pasado mucho tiempo, así me


estiré, me detuve del famoso tronquito y... para abajo!
Si, alcancé a escuchar; ¡Jesús, se cayó Adrianita!,
¡Chonita! (mi mamá); Chonita, se cayó Adrianita del
techo del gallinero! Para esto afortunadamente no me
pasó nada no obstante que pasé cerca del filo de unas
láminas, y al caer sólo se me doblaron mis piernitas y
caí cuan pequeña era y sigo siendo, mis colegas saltaron
del techo, me levantaron y preguntaron ¿no te pasó
nada?, ¿estás bien? corrimos a escondernos atrás del
lavadero. Mi mamá y la señora Carmelita me llamaban
para ver que me había pasado.

Tenía miedo y vergüenza por eso no salía del escondite.


Al fin tuve que salir y afrontar las consecuencias de mis
actos; quizá con la preocupación sólo me revisaron y al
ver que no me pasó nada, me dieron algo para el susto y
ahí acabó esto. Realmente aprendí la lección; seguía
trepándome a los árboles y a los techos pero ya no
buscaba de quien burlarme y menos de mis mayores.

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Un buen trago
Georgina Adriana Nájera Martínez

En una ocasión cuando la familia estaba reunida


comentando los sucesos de años atrás, escuché que yo
había tomado aguarrás cuando apenas tenía dos o tres
años, las cosas sucedieron así. Andaba con mi hermano
Jorge, quien es mayor solo dos años, en el patio de la
casa en Ciudad Mendoza, Veracruz. Había un enorme
tambo y encima de él un envase de refresco de
manzana, que contenía aguarrás pero eso no lo
sabíamos. Mí hermano dijo: Mira manita manzanita
¿quieres? seguramente fue por una silla para poder
bajar el envase, éste estaba tapado con estopa, se la
quita y amablemente me ofrece, toma tú primero, yo dí
un buen trago y grité tratando de escupir, mi mamá
salió al patio, en ese momento me cargó, me llevó a la
clínica del Seguro Social, que quedaba a dos cuadras,
ella, excuso decirles como iba de preocupada. Al
atenderme el doctor, dijo: ¡señora no se asuste! lo único
que le pasa a su hija es que pescó una borrachera
tremenda, dele algo para que vomite y se le pasará...

Ví el anuncio en televisión en el cual recomienda que


para evitar accidentes, nunca se utilicen envases de
refrescos para guardar sustancias t6xicas, porque
nunca faltarán niños... capaces de empinarse la botella.

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Bueno, para mi anécdota fue un poco tarde la


prevención, pero para los niños de esta época, aún es
tiempo de poder evitar situaciones de peligro. Ojalá que
los papás y las mamás escuchen y atiendan esta
recomendación, que les evitará muchos sustos y
disgustos.

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Un montón de aguacates
Georgina Adriana Nájera Martínez

Esta anécdota trata aunque ustedes no lo crean, de sólo


un montón de aguacates...

En junio del año 2001, mi hermano Jorge, viaj6 de


Saltillo, Coahuila a Ciudad Mendoza Veracruz, para
firmar los documentos necesarios de la cesión de
derechos de la parte que le correspondía de la casa en
donde nacimos 6 de los 7 hermanos que formábamos la
familia, la menor había nacido en un hospital de Orizaba
Ver.

Acudimos dos veces a Córdoba, Veracruz para la


presentación, identificaciones y la firma de dichos
documentos.

Al cuarto día Jorge tenía que regresar a Saltillo, así que


se compraron las cosas que se iba a llevar: eran frutas,
verduras, etc. ¿por que esto?, pues porque eran sabores,
olores y colores de la niñez vivida felizmente.

El día del regreso estábamos desayunando y


planeábamos que era penoso, no habernos quedado
más tiempo para bajar algunos aguacates, para que se
pudiera llevar más de los que se habían recogido cada

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mañana antes de las 8:00, después ya no caían más,
total que lo curioso fue que nos llamó la atención un
ruido extraño en el patio, salí a ver qué había pasado,
miré hacia arriba y al acercarme más al árbol de
aguacate me sorprendí, al ver un montón de aguacates
juntos, de verdad juntos, no había soplado viento y ahí
estaban, ¿c6mo?, ¿quién los había bajado? solo eran un
montón de aguacates del árbol que nuestro padre había
sembrado y cuidado los últimos años de su vida.

Es sorprendente porque muchas veces hemos estado


nosotros en la casa y si no bajamos más aguacates sólo
esos nos traemos, nunca han caído así de repente, un
montón o esa cantidad extra.

Son sabrosos y el hecho de tenerlos a la mano nos da


gusto y satisfacción porque los árboles del patio de la
casa forman parte de nuestra niñez.

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El Circo
Margarita Rosas

Un domingo siendo pequeña, mí mamá me llevó al


CIRCO y primero nos pasaron con la demás gente a ver
los animales, mi mamá había invitado a unos primitos
míos y andábamos muy felices. Mira, le decía a mi
prima, que se llamaba Blanca Rosa; ve el elefante: qué
grandote, mira, mira el tigre se ve feroz ¿verdad? pero
mira los changuitos, me decía ella unos negros otros
cafés ¡mira! como esa changa abraza a su changuito,
bebe. Mi otro primo nos llamaba, vengan aquí hay un
león y mí primo decía vean qué cabezota tiene tan
peluda ¡Ah! pero aquí hay una jirafa y mí otro primo
que se llamaba Rodolfo, nos decía: - miren los caballos
que hermosos están, y le decía a mí Mamá -¿me dejaran
subir a un caballo tía? –No, decía mi Mamá, esos
caballos son para que trabajen con los señores del
CIRCO. Que contentos acabamos de ver a los animales.

Y ya entramos al CIRCO, estábamos todos esperando


sentados cuando de repente salieron los payazos; que
bonitos sus vestidos de colores muy vistosos y
brillantes, porque tenían unas lentejuelas; le decía un
payaso el otro -oiga Ud. porque se pinta tanto la cara,
para trabajar y divertir a los niños ¡Ah! entonces todas
esas señoritas que nos están viendo, que vengan a

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trabajar con nosotros porque vea que pintarrajeadas
están.

¡Bravo, bravo! gritaba la gente mientras los otros


payasos salían dando marometas, y brincando con la
reata, estuvo muy bonita la función que vimos en el
CIRCO, salimos muy contentos contando todo lo que
vimos, los malabaristas y todo lo que pasó.

Haciendo memoria de esta maravillosa vivencia


compuse esta cancioncita:

El domingo fui al CIRCO


Y entre otras cosas vi
A un lindo payasito
Que me hizo mucho reír
Lara ra, lara ra, lara ra

Yo soy ese payasito


El que tanto te gustó
Y he venido a hacer mis gracias
Para divertirte hoy
Lara ra, lara ra, lara ra

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Recordando
Margarita Rosas

Mamá era una niña de doce años, que quedo huérfana,


porque su mamá murió de la epidemia que llegó aquí a
México, que se llamo la influenza española, así me dijo
mi mamá. Como la hermana de mi abuelita no se podía
hacer responsable de mi mamá, se la entregó a su
madrina, esta señora era la esposa de un señor que
tenía una cadena de pulquerías, en 5 de Mayo, en
Venustiano Carranza, en Tacuba etc, en varias calles del
centro eran las primeras pulquerías de México, donde
iban los catrines, y para distinguirlas las adornaban con
unas esferas grandísimas. Al poco tiempo de vivir con
ellos mi mamá, se murió el señor y como la señora.,
tenía la idea de ir a Estados Unidos, vendió todas las
pulquerías, y se fueron para allá, buscaron trabajo, y
como mí mamá era todavía una niña, su madrina la
contrato con un matrimonio como cocinera, porque
decía mi mamá que ya sabia que quería ser. Su madrina
al poco tiempo empezó a estar mala, con lo que le
pagaban a mi mamá, le compraba sus medicinas,
porque su madrina le decía que no tenía dinero, total la
Sra. se puso muy grave y le dijo a mi mamá, Luchita no
vayas a tirar este colchón aquí hay un dinerito que dejo
para ti.

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Cuando su madrina falleció, se llevo mi mamá algunas
cosas de ella entre esas cosas el colchón. Quedo muy
triste y sola mi mamá.

Un día le entro la curiosidad, y empezó en descoser el


colchón y así lo hizo, su sorpresa fue mayúscula cuando
leyó una carta que estaba ahí adentro y decía: Luchita
este dinero es el que me pagaron por las pulquerías y es
tuyo lo he guardado nada más para ti. Gran alegría y
susto a la vez, decía mi mamá, que llevó, fue corriendo a
decirle a la Sra. su patrona, también para ella fue una
gran sorpresa, porque era mucho dinero, hasta
centenarios y muchos billetes, que barbaridad y mira tu
madrina decía que no tenia para sus medicinas, no
quiso gastar por dejarte todo a ti. Pues que Dios la
bendiga.

Pero vamos a decirle a mi Esposo, para poner este


dinero en el Banco. Y así lo hicieron.

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Un sueño de amor
Margarita Rosas

Éramos novios (Pepe y margarita). Un romance tan


bonito, me decía Pepe: que bonitos ojos tienes, desde
que te conocí, fue lo primero que me gustó de ti, una
mirada dulce y cariñosa.

Cuando no te veo siento que todo obscurece, en cambio


cuando estás conmigo parece que tengan luz tus ojos
que me iluminan. Era muy romántico, tocaba el piano y
como mis primos cantaban, tenían piano para enseñar,
y Pepe iba a afinar el piano y les arreglaba una que otra
cosa que se les descomponía (porque también era
mecánico de pianos), así fue como conocí a Pepe,
porque iba a la casa. Desde un principio nos gustamos,
era un muchacho fornido, moreno claro, con bigotito y
para mí era guapo.

Cuando llegaba a afinar el piano, yo corría a abrirle la


puerta, me encantaba verlo, llegaba con su traje negro y
su abrigo, muy elegante se veía.

Un día hasta me regañó mi tío, -que le ves a ese


muchacho prieto, te vuelvo a ver que te alocas y te
alborotas y te voy a encerrar cuando venga.

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Pero empezó nuestro noviazgo, ¡que hermoso!, yo me
salía a escondidas en las noches y no íbamos a un
parque que estaba cerca de la casa, ¡que bonito jardín!.

Tenía muchos árboles de limón pero llenos de azares,


¡que hermoso olían! ¡Que hermosos se veían! Y nosotros
abrazados íbamos por los caminitos, en el fondo del
jardín, una reja lo dividía llena de flores, y entre besos y
abrazos nos jurábamos eterno amor, ¡que lindo, yo era
feliz!

El siempre alabando mis ojos y besándolos, me decía: te


amo. Yo sentía que mi corazón se quería salir.
Contemplábamos la luna y las estrellas, con ese olor de
los azares sentíamos que estábamos soñando,
platicábamos y me decía: ojalá que cuando nos casemos
tengamos muchos hijos, yo sueño con ellos y mi esposa
que eres tú, que sean míos, que diga yo: son mis hijos,
mi esposa y mi hogar.

Seguramente su entusiasmo por tener familia e hijos


provenía de su orfandad, cuando él nació, murió su
mamá y al año murió su papá, por lo que repartieron a
sus tres hermanitas y a él con sus padrinos; les
repartieron sus herencias, mi suegro era dueño de casi
todo Texcoco y una vez que lo repartieron, esos
padrinos que todos eran médicos, se vinieron a México

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y cual más, puso su negocio, el doctor Narvarte era el
padrino de mi esposo, el Dr. Barragán de mi cuñada
Mary, el Dr. Vértiz era el padrino de la otra hermana
Rosita y el Dr. Balmis de conchita.

Estos doctores famosos fueron los padrinos de estos


niños huerfanitos, pero como Dios es muy grande,
salieron adelante, después contaré esos detalles más
profundos, porque a mi esposo le decían sus padrinos,
tú vive aquí como si fuera tu casa, tú eres nuestro igual,
pero no lo dejaban ir a la escuela, era el gato de la casa y
el pilmamo.

Por eso él decía: quiero mis hijos, mi esposa, mi hogar,


pero míos.

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Como Conocí el amor


Haydeé Amézquita Barrera

Iba a cumplir cuatro años


cuando el amor me mostr6 un
rostro diferente al que yo cocía.
Amaba a mis padres, a mis
familiares, a mí manita pero
ese sentimiento afectuoso, no
aceleraba los latidos de mi
corazón, ni alteró mis hábitos
de conducta.

Fui hija única y criada entre


adultos y considero que eso moldeo mi personalidad
pues aunque no participaba de manera activas estaba al
tanto de las pláticas de los mayores. Hago esta
aclaract6n porque en mi relato verán como influyó, eso
en mi conducta.

Una tarde estaba yo haciendo equilibrios en el barandal


del corredor de mi casa y mi madre al verme exclam6: -
Bájate de ahí, india del Bacatete, ¡te vas a caer!

En ese preciso momento apareció en el patio, el Ing.


Reyes, amigo íntimo de mis padres quien llegaba a la

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tertulia que casi diariamente habla en el estudio de mi
padre. Al escuchar lo dicho por mi madre, dijo:

-Pero, Lupita cómo le dice usted india del Bacatete, a


esta preciosa sevillana.

El milagro se hizo. Al oír aquello de "preciosa sevillana"


mi corazón latió con fuerza, mis ojos se abrieron a lo
máximo y baje con rapidez del barandal.

Mi madre y el ingeniero cambiaron algunas frases que


no registré. El entró al estudio a encontrarse con el
grupo de amigos. Mi madre le encargó a mi nana que me
cuidara de mis acrobacias y yo seguí sintiendo por largo
rato, que me faltaba el aire.

A partir de entonces mi conducta cambió. Yo me tiraba


en el piso y con frecuencia mi nana decía: que tenía las
rodillas como tablillas de chocolate; que se me iban a
poner duras como de arriero. Pues bien deje de
revolcarme por el piso y delante, acabando de comer
pedía que me lavaran la cara, las manos, los dientes y
que me peinaran bien. Revisaba mi vestido y si le
encontraba una pequeña manchita, pedía que me lo
cambiaran. Cuidaba de estar perfectamente limpia y
exigía que me pusieran loción, como veía a mi madre y
tías ponerse.

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Luego me estacionaba cerca del zaguán, para estar


presente cuando llegara el ingeniero Reyes.

El siempre me saludaba y me daba un beso en la mano y


decía:

-¿Aquí estás, sevillanita?

Calculen como me sentía con ese saludo.

Luego entraba al estudio. Yo no tenla permiso para


entrar a la reunión, pero frecuentemente me colaba. Me
ponía al lado del ingeniero y me dedicaba a cuidar que
su taza de café no estuviera vacía y de que siempre
tuviera un cigarro encendido.

Cuando mi padre notaba mi presencia, llamaba a mi


nana y ordenaba que me llevaran. Entonces sacaba un
cochecito con una muñeca y me dedicaba a pasear el
corredor, vigilando el momento en que el ingeniero
salía y rápidamente lo acompañaba a la puerta. El se
despedía con el consabido beso en la mano.

Algunas veces al llegar me entregaba una bolsita con


dulces. ¡Como me halagaba! ¡Como estimaba el regalo! A
nadie le convidaba, me los comía yo sola.

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Yo sentía deseos de hacerle también un regalo y concebí


la idea de regalarle un anillo.

A una de mis tías, la hablan pedido en matrimonio y el


novio le regaló un anillo en señal de compromiso y ella
lo lucía muy orgullosa.

Buscando el anillo compraba diariamente cinco


sorpresas. Eran unos tubitos de cartoncillo envueltos en
papel de China que tenían unos pequeños caramelitos y
juguete; casi siempre eran soldaditos de plomo o
planchitas, pero yo me habla sacado un anillo que perdí
y esperaba tener la suerte de sacar otro, para poder
regalárselo al ingeniero. No salió nunca el anillo y yo
solo junte casi un regimiento de soldados y muchísimas
planchas.

Un día, a la hora de la comida, me enteré que el


ingeniero había recibido una comisión muy importante
en la ciudad de México, se iban a instalar unos aparatos
para regular el tránsito, su nombre era semáforos. El
tenía que ir a conocer todo a fondo en Estados Unidos.
Se iba por varios meses.

Sentí ganas de llorar ya no lo iba a ver, pero me tragué


las lágrimas. Nadie notó mi tristeza.

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El día que partió fui con mi padre a despedirlo a la


Estación Buena Vista. En el andén me dijo:

-Sevillana, te voy a traer una bonita muñeca.

Empezó mi desilusión. ¿Una muñeca? Nunca fui


muñequera, tenía muchas muñecas pero no jugaba con
ellas.

Ahora, al paso del tiempo me pregunto: ¿Qué quería que


me trajera? ¿Acaso, el vestido de novia? Yo estaba
totalmente loca.

Ahora, que lo recuerdo me da mucha, mucha risa.

La idea del ingeniero coincidió con mi entrada al "Jardín


de Niños" y con eso mis intereses cambiaron.

Cuando volvió, me trajo la muñeca prometida era en


verdad preciosa. Al recibirla como niña educada le di las
gracias y hasta un beso; pero mi corazón ya no saltaba.
Por el fraude a mis ilusiones tomé una pequeña
venganza cuando me preguntaban cómo se llamaba la
muñeca, contestaba:

-No tiene nombre.

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Aparentemente todo quedó en el olvido. Pero, cuando a


los veinte años fui a Europa y estuve en Sevilla; el
recuerdo del ingeniero cobró vida con fuerza y oí su
voz: -Sevillana, sevillanita!

Y mi corazón latía otra vez muy fuerte y una sensación


de escalofrío me recorrió.

Por la separación de mis padres y el segundo


matrimonio de mí madre perdí todo contacto con la
familia paterna. Supe accidentalmente que el ingeniero
murió. Pero lo supe muchos años después de que eso
había sucedido.

Debo hacer una confesión: Nunca volví a sentir mi


corazón tal agitado como cuando me llamó él: "Preciosa
sevillana", ni siquiera cuando me pidió que nos
casaremos, el que fue mi esposo.

Hay detalles que lo marcan a uno para siempre y


aquello de: "sevillanita" me marcó para siempre.

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Mi hermano Manuel
Marina Ochoa Zúñiga

A mediados de 1946
vivíamos en Nopala, Hgo de
donde somos originarios, Mi
mamá estaba embarazada de
su cuarto hijo. Ese año hubo
un eclipse, las señoras que
estaban embarazadas se
alarmaron mucho, decían
que la luna se come a los
niños que están por nacer y
que para que esto no
suceda se tiene que colgar
algo metálico en su ropa, así como, seguros, clavos o
algún otro objeto que este a su alcance, también
ponen las tijeras en forma de cruz atrás de las puertas
de sus casas.

Así llego el 15 de febrero de 1947, como a las 11.00 de


la mañana mataron a un hermano de mi papá, era
lunes día de plaza. Le dieron la noticia a mi mamá y
desde ese momento se puso mal, por la impresión.
Se la llevaron con doña Clara la partera del pueblo
y en la noche nació mi hermano Manuel, con la mala

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noticia de que sí se lo comió la luna, nació con el
conducto auditivo tapado y sin el pabellón.

Eso cambio mucho la vida de la familia, todos


estábamos muy triste, sobre todo mi mamá; lloraba
mucho, no teníamos los medios económicos para
atender a mi hermano. Nos vino una mala racha
“nos calló el chahuistle” como dicen en mi tierra. A
mis hermanos les dio la tos ferina a mi tifoidea, mi
abuela paterna se volvió loca y para acabarla, nuestra
vaca se murió de fiebre aftosa, que día tan triste,
todos llorábamos alrededor de nuestras vaca, me
acuerdo y se me hace un nudo en la garganta.

Así paso el tiempo, mi hermano Manuel ya tenia


más de tres años y no podía hablar, todo fue
consecuencia de la impresión que sufrió mi mamá el
día que nació a pesar de todo, Manuel siempre fue un
niño feliz, juguetón, travieso. Como la hermana de
mi mamá tenia muchos hijos siempre teníamos
primos con quien jugar, Manuel siempre trato de
hablar, se daba a entender a señas o como podía,
toda la familia y los amigos lo tratábamos en una
forma normal que se nos olvidaban sus limitaciones.

Mi mamá animó a mi papá a buscar trabajo en México,


así que dejo de ser agricultor y se volvió ferrocarrilero.

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Las cosas en el pueblo no se componían, mi mamá


vendió sus gallinas para tener dinero y no tuvimos
mas remedio que emigrar a México.

Nos vamos para atender a Manuel, que mis hijos


estudien y que mis hijas no se casen con un
tlachiqero. Así fue como llegamos a la Colonia
Guerrero.

Como de costumbre mi hermano Manuel, fue el


primero en tener amigos que hasta la fecha lo siguen
siendo.

Cuando Manuel cumplió la edad para entrar a la


primaria no lo recibieron en ninguna escuela pues
todavía no podía hablar bien; mi mamá fue a un
escuela de monjas que estaba en la calle del Sol (La
Marchena) lo inscribió, nos costo mucho dinero,
solamente un día lo tuvieron ahí, las monjas lo
expulsaron, dijeron que mi hermano le pegó a un
niño y así fue, pues se burlaron de él y eso nunca lo
ha permitido, aunque las pinches monjas no quisieron
regresarle nada de dinero a mi mamá y hasta la fecha
no tenemos un buen recuerdo de ellas, por crueles y
abusivas, Cuando fuimos por mi hermano nos dijeron
cosas muy feas que es mejor no recordar.

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En ese tiempo mi mamá ya tenia seis hijos y no podía
llevar a Manuel a que lo atendieran, solamente que
alguien le ayudara. Yo ya había terminado la primaria,
mi papá me dijo que no tenia caso que siguiera
estudiando; para tener hijos no es necesario estudiar.
Que yo iba a ser la criada de la casa, la más fea y
la más pendeja es la que se queda a ayudarle a su
madre. Así me quedé con la responsabilidad de mi
hermano Manuel. Fuimos al centro de Rehabilitación y
de ahí nos mandaron a una escuela de lenguaje, donde
le enseñaron, a mi hermano, a entender con el
movimiento de los labios, hacer muchos ejercicios
con la lengua; en la casa los hacia todo el día, y
avanzó mucho muy rápido. Fuimos al Hospital
Infantil, a audiología y cardiología, ahí nos tocó con un
otorrinolaringólogo, el Dr. Bustamante, qué buenos
recuerdos. Todo el personal nos trataba con mucho
cariño, rayos X, Recepcionistas, el Dr. hasta nos
invitaba a desayunar, me decía mamá chiquita. El
Dr. Bustamante le hizo muchas operaciones a mi
hermano para reconstruirle el conducto auditivo, le
pusieron una prótesis.

En el Hospital le dieron a Manuel un reconocimiento


por su valentía, aprendimos a tomar camiones y
conocimos muchos lugares de la Ciudad de México.

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Cuando nos atendían rápido en el Hospital nos
íbamos a un parque donde había entrenamientos de
béisbol que ahora me imagino que era el parque
“Delta“ en la equina de Lerdo y Nonoalco estaba la “
Cuchilla “ y también se jugaba béisbol al cual nos
aficionamos mucho y nos escapábamos para ver los
partidos.

Manuel empezó la primaria cuando tenis 9 años


para entonces ya oía mejor y se daba a entender,
ahí lo querían mucho los niños sobre todo los que
tenían alguna discapacidad, pues si se burlaban de
ellos, mi hermano los defendía. Se hizo muy
peleonero aunque no buscara pleitos pero a todos
los ponía en su lugar.

Siguió estudiando pre-vocacional y vocacional; en esa


época jugaba mucho fútbol y básquetbol., le gusta
mucho bailar y lo hace bien; participó en juegos
universitarios en atletismo, en el Casco de Santo
Tomas. Lo fuimos a ver, me emocione muchísimo.

Entró a la E.S.C.A. aunque no terminó su carrera, sus


amigos lo respetan mucho y lo tratan bonito.

Se casó con Alicia Ávila tiene un hijo y dos hijas;


tiene una familia bonita y feliz, actualmente radica
en Nopala.

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Con este relato hago un reconocimiento a mi


hermano Manuel por valiente, nos enseñó a querer a
la gente tal como es, a ser felices y a no fijarnos en
pendejadas (como dice mi hermano).

Estoy orgullosa de tener a un hermano así. El tío


consentido de mis hijos.

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Yo creo en los milagros


José Rojas Trejo

Pienso que milagro es un hecho


inexplicable por las leyes
naturales y lógicas y que su
realización se atribuye a la
intervención sobrenatural de la
Divinidad.

Voy a contar a ustedes tres


sucesos que tengo en mi
experiencia, y que a mi juicio
son maravillosos y
extraordinarios; ellos me han permitido escapar de
grandes peligros.

He aquí lo sucedido:

Manejaba un camión de volteo con cinco toneladas de


material para carreteras. Iba con rumbo a Iguala,
Guerrero. Corría a mucha velocidad y yo no conocía
bien esa carretera.

De pronto llego a una curva muy cerrada tanto, que


tuve que salirme de mi carril y quedé en sentido
contrario y a punto de irme al voladero. Pude darle dos

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jalones al volante y pude tomar mi derecha. Me había
salvado de un doble peligro: irme a la cuneta y caer en
el precipicio, o chocar de frente con algún vehículo que
viniera en sentido de frente.

Mi impresión fue terrible; el haberme salvado lo


considero y lo sigo considerando como un milagro.

Le di gracias a Dios y se las sigo dando. Nada me pasó y


puedo contarlo ahora.

En otra ocasión, tenía 18 años y estaba en las playas de


Veracruz; me vestí para nadar, me sentía feliz al sentir
el agua en mi cuerpo. De pronto oí unos gritos...
¡auxilio!, ¡auxilio!... Yo no sabía nadar muy bien, pero me
lancé a prestar ayuda. Eran dos muchachas. Una de
ellas, que estaba más cerca de mí me alcanza y se
abraza de mi cuello, con una desesperación y una fuerza
que yo quedé inutilizado. Íbamos a ser tres los
ahogados. El momento era, espantoso. De pronto vi
llegar a dos hombres. Eran salvavidas que nos sacaron
con rapidez.

De no haber llegado los salvavidas a tiempo, no lo


estaría contando, como mi segundo milagro.

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Al volver a la playa di las gracias a los salvavidas, pero
sobre todo a Dios.

Ahora contaré el tercer milagro. En el tiempo en que


todavía circulaban tranvías, yo manejaba un taxi, no se
usaban los taxímetros. Circulando por el centro de esta
ciudad, tomé un pasajero. El me indicó a donde quería
ir. Eran las 12:30 de la noche. Yo arranqué en línea
recta, de pronto, sentí un ajuste raro en el volante;
prendí las luces enteras y me di cuenta que las vías del
tren estaban en reparación y que avanzaba sobre las
vías del tren. Encomendándome a Dios seguí de frente,
recorrí dos cuadras hasta donde pude salir. El pasajero
ni siquiera se dio cuenta de lo sucedido.

Lo considero un milagro, porque de haber caldo de las


vías el accidente hubiera sido terrible y hasta fatal, pues
la volcadura al chocar con los durmientes levantados, y
en desorden, hubiera sido inevitable.

Ustedes estarán de acuerdo conmigo en que yo crea en


los milagros.

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Recuerdos de mi infancia
José Rojas Trejo

Cuando era pequeño oía contar cuentos de aparecidos y


brujas. Seguramente ustedes también oyeron relatos
semejantes.

Voy a recordar algo que me impresionó y hasta llegó a


quitarme el sueño.

Se decía que por el Cerro del Peñón se aparecía un


charro sin cabeza, si alguien iba a verlo y por la noche,
le diría donde estaba enterrado el oro que tenía
escondido y se haría rico.

Nunca supe de alguien que hubiera ido; pero como me


desvelé pensando si sería cierto el relato.

Otros relatos que me impresionaban, eran los que


hablaban sobre brujas y duendes.

Las brujas volaban montadas en una escoba y así se


transportaban por los aires a lejanos lugares.

Yo miraba atento el cielo, esperando ver pasar siquiera


a una bruja en su escoba. Fue inútil, nunca la vi.

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Los duendes eran personajes pequeños que se dejaban
ver en lugares arbolados. Algunas veces hacían
travesuras, otras cosas malas y otras cosas buenas.

Los quería ver, pero no lo conseguí y me quedó la duda


si eran: buenos, malos o maliciosos.

Ahora, con tantos años vividos resulta divertido


recordar esos momentos en que nuestra ingenuidad
nos mantenía admirados y estupefactos ante estos
relatos ¿no es cierto?

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Recordando mi vida
José Rojas Trejo

Yo considero que mi vida es muy especial. Por principio


soy hijo natural, pues mis padres nunca se casaron.
Desgraciadamente perdí a mí madre cuando tenía entre
cinco y seis meses. Cuando tenía cinco años, la hermana
de mi abuela quiso ser mi tutora y así lo hizo hasta que
murió, cuando yo tenía 28 años. A falta de una madre
Dios me proporcionó cuatro. Estas madres fueron mis
tías con las que pasaba temporadas en casa de cada
una: mamá María, mamá Amparo, mamá Lupe y mamá
Margarita quién fue mí tutora.

Mamá Margarita fue una santa, crió a ocho niños más.


Ella nos llenó del amor que no pudieron darnos
nuestros padres naturales; cuando me casé, con mi
esposa María de los Ángeles, mamá Margarita me
entregó en el altar.

Una cosa que considero extraordinaria es mi memoria.


Pues tengo recuerdos de antes de cumplir un año.
Recuerdo que antes de caminar me arrastraba sentado
en el suelo y me impulsaba con la mano izquierda, pues
la derecha la ocupaba para chuparme el dedo gordo.

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Cuando estaba sentado junto a unas personas le tomaba
la oreja por el lóbulo; si estaba solo me tomaba la mía.

Recuerdo con claridad una de mis primeras travesuras.


Tendría ocho meses, veo un reguero de garbanzos que
estaban en un traste que yo tiré; veo un plumero de
palo largo y un barril de pulque, pues mi abuelo vendía
y entregaba esa bebida en las pulquerías. Lo recuerdo
todo con claridad. ¿Era travieso? Debo haber sido muy,
muy travieso.

Fue cuando tendría cinco o seis años que me enteré que


mi madre murió de un dolor, del que no se supo su
nombre; en esa época no se manejaban los nombres de
muchas enfermedades, simplemente fue un dolor.

A partir de entonces fue cuando mis tías madres se


responsabilizaron de mí.

Tengo un hermano y una hermana mayores que yo.

Mi nombre es José Rojas; pero pienso que debe


aparecer el segundo apellido que es Trejo. Estoy
tramitando ante el Registro Civil que en mi acta de
nacimiento se ponga mi nombre completo: José Rojas
Trejo.

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Un bello recuerdo
María de los Ángeles López Álvarez

Un día del mes de enero llegó


mi hija Martha para que
fuéramos a Ensenada a ver el
paso de las ballenas que cada
año hacen el recorrido desde
el Polo Norte hasta el Mar de
Cortés, para tener a sus
ballenatos en aguas más
cálidas.

Así llegamos al puerto de


Ensenada en Baja California y nos embarcamos en un
pequeño yate, para hacer el recorrido que dura
aproximadamente cinco horas. Llegamos a un lugar que
se llama "La Bufadora". Es un espectáculo maravilloso,
pues en este lugar hay una cueva donde entra el mar
con mucha fuerza y sale por un orificio. Cuando sale se
escucha un ruido muy fuertes como un bufido. En
tiempo de lluvia la marea es muy alta y entonces el
ruido es más fuerte tanto que se oye a varios kilómetros
de distancia.

Haciendo el recorrido, más adelante vimos a las


ballenas. El yate se acercó todo lo posible y ellas al

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sentir el ruido de la embarcación se hundían en el mar y
levantaban su cola en una forma espectacular.

Era maravilloso ver aquello. De pronto, nos dimos


cuenta que varias docenas de delfines iban alrededor de
la embarcación, completando la escena impresionante.
Los delfines brincaban, perecía que caerían dentro de la
embarcación. Me causo gran emoción ver a las ballenas
y a los delfines, las horas transcurrieron causándome
gran placer.

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El Pozo
Bertha Salazar Fonseca

En el año de 1943 a 1945


cuando se declaró la guerra
con Japón, mi papá era
obrero de una fábrica textil,
de articela, era una fibra
importada del extranjero y
por lo mismo se cerró esa
empresa y no solo esa, sino
que muchas más y hubo
desempleo muy fuerte, y mi
papá le dijo a mi mamá, - oye
Elvira si seguimos en la
ciudad, aquí en el Distrito Federal, no va a ser posible
sobrevivir, nos tenemos que ir a provincia pues ahí hay
aunque sea hierbas, raíces o se pueden criar pollos o
sea que hay más posibilidades de supervivencia.

Y así; nos fuimos, mi mamá, mi papá y yo a vivir en San


Andrés Tetepilco por donde ahora está el metro
Nativitas, eran milpas y puros jacales. Ahí había una
casa de campo como quinta, era de un doctor estaba
sola,, ahí trabajaba mi abuelita cuidándola, tenía mucho
terreno y una huerta, toda llena de hierba muy crecida,
y ahí jugaba yo, corriendo y explorando, fue cuando

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estando por ahí, de repente se me acabó el piso, me caí
en un pozo que no tenía pretil, nada más unas tablas
podridas tapadas con hierbas, al caer me agarré de la
hierba y veía hacia abajo y veía la ruedita del espejo de
agua, me puse a gritar pero sabía que nadie me iba a oír,
en esa soledad, entonces pensé en callar y esperar a que
me buscara mi abuelita y al rato que, por cierto se me
hizo una eternidad, me gritó mi abuelita, - ¡Berta!,
¡Berta!, ¿dónde estas?, - ¡aquí abuelita!, contesté, pero
ten cuidado, estoy en un pozo no te vallas a caer tu
también.

Cuando me encontró se asustó mucho y me dijo: - no te


sueltes hija, voy por ayuda, no tardo con la ayuda,
pusieron unas tablas buenas y me sacaron.

No podía abrir los puños de tan apretados que los tenía,


agarrando la hierba y tenía las manos muy moradas.

No se me quitó la manía de jugar por ahí, pero me fijaba


más, de esa fecha en adelante le tenía miedo al agua, a
los pozos y a la profundidad.

Ya lo superé, pero a veces en sueños se repite la


aventura.

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Por alguna razón me salvé, tal vez para valorar más la
vida y ver lo bella que es, aunque a veces tengamos
“pozos” en ella.

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Yo y la montaña
Elisa Maya Romero

Siendo mujer y joven con


pensamientos muy hermosos,
me enamoré. El era un
estudiante de arquitectura y
nuestro entendimiento fue
maravilloso, siempre soñé con
formar una familia y lo logré;
nos casamos y vino mi
primera hija; se llama
Virginia.

A mi esposo le costó mucho trabajo terminar su carrera


porque ya estábamos casados, después, a los diez años
tuve a mi segunda hija Alexandra Lariza.

La forma en la que empecé a excursionar y a escalar fue


así: mi esposo un buen día compró una revista llamada
"Tiempo Libre". En esta revista; venía información
sobre un Club de Exploraciones.

El me dijo que tenía una sorpresa sobre unas


exploraciones y que iba a ir a una de ellas para ver
como era el ambiente e ir todos en familia. Un domingo
después, mi esposo fue a una excursión. Regreso

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maravillado y me dijo: "Esto es lo que quiero para mi
familia".

Después salimos por primera vez en familia al "Valle de


las Monjas" en la carretera a Toluca, y así domingo a
domingo seguimos excursionando como familia en
excursiones pequeñas y en excursiones largas, solo mi
esposo y yo, para ir adquiriendo condición y así fuimos
escalando varias montañas como el Xitle, Pico del
Aguila, Telapon, Tlaoc y Tepoztlán.

Un diciembre se organizo una excursión al volcán


Popocatepetl ese fue mi primer ascenso a la montaña
más importante en México.

El segundo fue al Ixtaccihuatl donde nos bautizaron a


mi esposo y a mí como excursionistas de alta montaña.

La tercera fue al Pico de Orizaba. Llegamos a lo alto de


la montaña a la una de la tarde; nos tomamos la foto del
recuerdo en la cima y nos quedamos por un momento
maravillados ante el paisaje y decidimos bajar lo más
rápido posible porque no es conveniente descender
cuando ya es de noche.

En esa época mi hija Virginia cumplía quince años, y en


el club al que pertenecíamos, la nombraron candidata a

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reina y para ser coronada tenia que escalar las tres
montañas más altas de México: Popocatepetl,
Ixtaccihuatl y el Pico de Orizaba.

Cuando subió al Popocatepetl y a los otros dos volcanes


su papá y yo la acompañamos para estar con ella y
cuidarla. Fue coronada como Reyna de Exploraciones
de México en la última montaña, en el Pico de Orizaba y
hasta la fecha es la única niña que ha escalado tres
montañas a sus quince años.

Hasta 1985 dejamos de excursionar como familia por


una temporada.

Aunque mi esposo y yo nos divorciamos, eso sin duda,


no afectó mis deseos de seguir escalando. Subí al
Nevado de Colima y a La Malinche.

He seguido excursionando, aunque ya no igual, pero lo


sigo haciendo, es un deporte que me apasiona, que sin
duda, me ayuda a liberar el miedo de estar sola y a salir
de una depresión muy fuerte. Al estar en la montaña
abrazo a un árbol, tratando de liberarme de toda la
tristeza, dolor, rencor, etc., que tenga en ese momento y
allí me cargo de toda la energía positiva que emana la
naturaleza, con esto sigo viviendo llena de ilusiones y
de cosas por hacer y con valor para seguir adelante.

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cuando estoy en la montaña, una satisfacción muy
grande y me inyecta las ganas de seguir haciendo lo que
amo y lo que me gusta hacer.

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Vacaciones Inolvidables
Ana Dinorah Gómez de Lassé

Mi hermana Yolanda
trabajaba en una compañía
aérea junto al edificio de la
Lotería Nacional. Su relación
con varios Estados de E.U.A.
era muy estrecha, tanto por
teléfono como por carta.
Varias veces compañeros de
E.U.A., que pasaban sus
vacaciones en el D.F. y
Acapulco la habían invitado
a conocer Dallas, San
Francisco, Detroit o Chicago.

Era el año de 1955 cuando mi hermana y yo nos


alborotamos para ir de compras a Dallas, Texas y
conocer un estado de E.U.A. Después de muchas
recomendaciones mi papá nos dio el permiso.
Pensamos ir por 6 días que mi hermana tenía de
vacaciones de la empresa en la cual trabajaba. Antes de
salir mi hermana mayor me dijo: Dame todo tu dinero
para que yo lo guarde y así lo hice. Llegamos felices al
Hotel Adolfus, desempacamos e inmediatamente nos
fuimos a caminar y a visitar las tiendas. Como hacía

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bastante calor y nosotras no estábamos acostumbradas
a esas temperaturas salimos de una tienda y corríamos
a la siguiente para gozar de clima artificial y decidimos
comprarnos inmediatamente pantalones cortos y blusas
de manga corta. Estábamos pagando los pantalones
cortos cuando yo le dije a mi hermana mira ese vestido
de enfrente, por unos segundos mi hermana dejó en el
mostrador la cartera y volteó a ver el vestido y en unos
segundos también se esfumó la cartera, le preguntamos
a las señoritas que nos estaba empacando en una bolsa
los pantalones cortos y ella contestó “ yo no vi su
cartera, estaba envolviendo sus compras después de
que le di la boleta de compra e inmediatamente
comentó: “cerca de ustedes pasó un muchacho“
efectivamente nosotras lo vimos pero él había pasado
muy retirado del mostrador así que solicitamos ver al
gerente de la tienda y le explicamos la situación.
Después de estar en su oficina cerca de una hora y
tomar tres cafés para la bilis, el gerente nos dijo: “Que
su departamento de seguridad había ya buscado
alrededor y que no habían encontrado nada y que la
señorita que nos había atendido no estaría en su tienda
trabajando si ellos no supieran que era una persona
honesta. Así que con las lágrimas en los ojos mi
hermana habló por teléfono a su empresa en Dallas y
comentó lo sucedido. Su jefe le dijo: “No se muevan de
la tienda que voy a mandar a dos personas por

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ustedes”. Cuando llegaron ellos también hablaron con
el gerente de la tienda pero todo fue inútil.

Entonces el Sr. Smith y la señorita McMillan nos


invitaron muy amablemente a almorzar con ellos en un
restaurante muy bonito para que se nos olvidara el
incidente y pudiéramos platicarles nuestros planes.
Cuando terminamos el almuerzo les comentamos que el
dinero que teníamos para comprar y comer lo habíamos
perdido, por lo cual al día siguiente tomaríamos el
avión de regreso a casa. En aquella época no se usaban
los cheques de viajero. Nos vieron tan deprimidas que
nos invitaron a conocer las oficinas esa tarde y a
conocer al jefe de mi hermana. Al presentarnos con
todos sus compañeros todos estaban tan mortificados
por el penoso incidente que habíamos tenido. El jefe de
mi hermana llamó a su esposa y nos invitaron a cenar
ese día a su casa así que aceptamos ir a conocer a su
familia. Cual no sería la sorpresa que nos llevamos que
antes de irnos de la empresa se levantaron todos los
compañeros de mi hermana y una chica agradable
tomó la palabra y en nombre de todos, nos dijo: “Antes
de que se vayan queremos decirles que todos nosotros
estamos muy apenados por el incidente de esta
mañana en su primer día en la ciudad de Dallas así que
entre todos hicimos una colecta para que se queden
hasta que les alcance lo que les juntamos para que

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ustedes y su familia no tengan tan mala impresión de
nosotros los americanos y no esperamos un NO de
parte de ustedes pues todos lo hemos hecho de todo
corazón!”. Fue entonces cuando ella nos dio un sobre
lleno de dólares! Dimos de todo corazón y muy
emocionadas las gracias a todos, y los invitamos
también a conocer México (el México de antes) y así lo
hicieron varias compañeras de mi hermana nos
vinieron después a visitar a México. Al día siguiente
una de las chicas pasó a recogernos y nos invitó a
desayunar al terminar fuimos a hacer unas compras
con la condición que les habláramos de donde
estuviéramos para que a las 6 PM otras 2 compañeras
nos invitaran a cenar. Al día siguiente fue igual, pero
siempre diferentes compañeros de la oficina de mi
hermana. Eso nos dio la oportunidad de comprar
regalitos para la familia y lo necesario para nosotras.
Al tercer día les dimos las gracias y tomamos el avión
de regreso a casa. Fue entonces cuando le contamos a
papá y mamá lo que nos había sucedido. Mamá
tristemente dijo: “En donde quiera se cuecen las habas!
Pero que afortunadas fueron y les estoy muy agradecida
a todos tus compañeros de la oficina en Dallas por este
gesto”. Siempre Papá y Mamá los recibieron en casa ( a
los que pudieron venir) con los brazos abiertos.

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Anécdota
Ana Dinorah Gómez de Lassé

En 1955 fui a conocer mis tíos que vivían en Chicago.


Ellos me habían inscrito en un curso para practicar mi
inglés. Su hija una gringuita que masticaba el español
me invitó a una fiesta recién que llegué. Al presentarme
a un amigo del grupo me preguntó: “¿Así que tu eres la
mexicanita recién llegada?”, yo le contesté “Si” e
inmediatamente volvió a preguntar: “Cómo te sientes
usando zapatos?” No tuvo tiempo de oír mi respuesta
pues se zarandeó del cachetadón que le puse. Mi prima
al darse cuenta de la situación me sacó de la fiesta y
me pidió disculpas en nombre de su amigo. No lo volví a
ver nunca más.

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Angangeo, Michoacán
Francisco Ortega

Esto que les cuento son


vivencias de cuando yo era
chico, allá en el siglo pasado,
y ocurrieron en temporadas
de vacaciones que pasé en un
pueblo minero de Michoacán,
llamado Angangueo, un
pueblo metido entre cerros
verdes y húmedos.

En ese pueblo la calle


principal es de subida, bueno,
por ahí para todos lados se sube o se baja por sus calles
empedradas, en donde “se extraña la parejura” como
decía mi tío Rodolfo, un primo de mi padre. Cuando iba,
me gustaba ver las casas de adobe con sus techos de
tejas y sus pequeños portales, también había casas
rústicas de madera y en todas ellas se miraban macetas
o botes con hermosas flores de colores.

La continuación de la carretera es la calle principal y al


llegar al pueblo la cruzan las vías de la estación del tren.
Hacia arriba se ven casas, tiendas, la escuela, el cine, la
casa de mi tío Joaquín, primo de mi padre, después el

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jardín y el quiosco que están rodeados de arcos. Ahí
estaban la tienda de mi tío y la tienda más grande del
pueblo que fue de doña Refujito Corcuera, una ancianita
encantadora que fumaba carmencitas o delicados sin
filtro. Aquí junto al jardín estaba la parroquia, no la
conocí por dentro pues permanecía cerrada. Más arriba
estaba la farmacia que era del esposo de mi prima y
médico del pueblo. Seguía el templo al que íbamos a
misa los domingos y también visité varias veces entre
semana. En ese templo se celebró la misa de cuerpo
presente de mi padre.

A un costado del templo, del otro lado de la calle, estaba


el mercado y un poco más arriba la casa de mis tías, que
estaba a espalda del templo. Más arriba la escuela de
monjas y un rato después se llegaba a las papas, el
bosque a donde llegan las mariposas monarca. El
pueblo se divide o está integrado por barrios, como el
barrio de pareceres.

Cuando íbamos al pueblo llegábamos a la casa de mis


tías, hermanas de mi padre, las hijas de don Miguel,
como oí decir a alguien. Entrábamos por la tienda y
sorprendíamos a mi tía Lupe, a quien creo le daba
mucho gusto vernos llegar.

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Mis tías se encargaban entre otras cosas, una de lavar,
almidonar y planchar los manteles del altar y las
cortinas del sagrario. La otra, de cortar y coser la ropa
de las imágenes, de los santos del templo y también de
los gastos del material.

A mis tías siempre las vi viejitas, con las mejillas


rosadas, una con chongo, cabello blanco y ojos verdes y
la otra con cabello corto, gris y ojos azules. Muy de
mañana y tardeando el día, usaban capitas sobre el
suéter para cubrirse del frío.

En ese pueblo en esa casa nació mi padre. Quiso mucho


ese lugar, yo creo porque olía a pueblo, porque los
relojes caminaban más despacio, olía a leña quemada
en los hogares cuando cocinan, olía a humedad de
bosque, y olía a recuerdos que mi padre siempre tenía
presentes. Lo que yo recuerdo con agrado es que en
otoño y en invierno, sentía el viento frío en las orejas y a
veces me calaba hasta los huesos.

En todo el frente de la casa había un gran portal, una


tienda grande, de pueblo, con dos entradas. Las puertas
de la tienda eran de dos hojas, altas y de madera
maciza; seguía la ventana de la oficina de mi tía y el
portón de la entrada principal.

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En esa tienda se vendían, hilos, semillas como fríjol y
maíz, zapatos, velas, comestibles, juguetes, ropa,
misales, rosarios, jabones, lazos, y muchas otras cosas,
como por ejemplo, unos chocolates que me gustaban
mucho, había mentitas, pastillas, cigarros, cerillos,
cervezas, refrescos y otras cosas.

Entre la tienda y la oficina había un pasillo que daba a la


puerta de entrada de la casa. Tenía una cerradura tal,
que usaba una llave muy pesada, como las de San
Pedro. La oficina de mi tía tenía acceso por el pasillo de
la tienda y por la casa. En la oficina había un secreter
grande y muy bonito que fue de mi abuelo. También
llegué a ver juguetes en diciembre.

En la casa había un jardín pequeño con varios caminitos


y llegaban todos al centro del jardín en donde se
formaba una especie de glorieta. Yo los recorría varias
veces para pasar el tiempo, pero lo hacía durante la
mañana porque en la tarde las bodegas se veían muy
oscuras.

Toda la pared del lado izquierdo colindaba con el


templo y la pared del fondo de la casa colindaba con el
río. En el fondo estaba el baño de abajo, tenía tina y las
llaves de la tina, de la regadera y del lavabo me
gustaban mucho, ese baño era muy frío, sobre todo lo

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sentía al bañarme; yo siempre pasé frío. También
estaban los lavaderos, una piletota con agua helada, un
bañito para la servidumbre y una bodeguita con
paredes de madera. Recuerdo unas palomas muy
bonitas y delgadas, tenían un añillo de plumas negras
en el pescuezo, cantaban muy triste, se oían como
nostálgicas.

Del lado derecho estaban las bodegas. Había dos


escaleras de madera a cada lado de la casa y no tenían
descanso por lo que estaban muy empinadas, así que
nunca se me ocurrió bajarme por el barandal. Una daba
al corredor a un costado de la recámara designada para
el obispo y la otra entre la puerta que comunicaba al
curato y las puertas de la recámara más grande.

En la planta alta el corredor abarcaba tres lados de la


casa, era ancho y a lo largo de todo el corredor había
una bardita de mosaico como de 40 centímetros de
ancho y lo mismo de alto y sobre esta, macetas con unas
enormes flores que brillaban, como de cera, de varios
colores que mi tía Lola llamaba papas y después me
enteré que son begonias.

Sobre el portal estaba el balcón o corredor que daba a la


calle, muy ancho y alto. En el barandal había unos
círculos de hierro donde también ponían macetas con

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begonias y geranios. Pasaba mucho tiempo ahí, pues mi
tía Lupe me prestaba su pupitre de cuando era niña, lo
sacaba al balcón y me ponía a escribir y ver hacia el
cerro que estaba a tiro de piedra, cerro que parecía
nacimiento porque las casitas se veían estaban
separadas entre sí y se veían como que estaban
colocadas sobre musgo bien fresco, de tan verde que se
veía el cerro.

El balcón comunicaba con tres enormes recámaras, la


de mi tía Lola, la de mi tía Lupe y con la más grande de
la esquina. Yo me quedaba en esa recámara. Tenía dos
puertas que daban al balcón --todas las puertas de la
casa eran dobles o de dos hojas, mitad de cristal y mitad
de madera. En la parte superior tenían sus cortinitas
sujetas de arriba y de abajo y las puertas que daban al
balcón tenían contrapuertas—otras comunicaban con la
recámara siguiente y otras daban al corredor, entre la
puerta del curato y la escalera.
En esa enorme recámara, había dos camas de latón altas
y también había imágenes tan grandes como las del
templo, de la Purísima Concepción, la virgen del
Carmen, la del perpetuo Socorro y un féretro de cristal
con Jesucristo acostado, muerto y lleno de sangre y era
del tamaño de una persona.

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En invierno mi tía planchaba la sábana de la cama y yo
entraba rápido para que no se enfriara pues hacía tanto
frío, que las sábanas se sentían húmedas. Después
apagaban la luz y quedaba como boca de lobo y al poco
rato alcanzaba a percibir los bultos de las imágenes y se
oía el ladrido de los perros. Todo eso era un suplicio
para mí, era el peor momento del día.

Después seguían las recámaras de mis tías, el comedor,


que por cierto me gustaba pues tenía dos paredes de
madera y grandes ventanas por las que se alcanzaba a
ver el cerro y ese estaba más cerca que el otro pues la
casa colindaba con el río y después del río seguía el
cerro. El comedor tenía dos puertas, una hacia la cocina
y otra hacia la parte más ancha del corredor. Ahí
sacábamos las sillitas después de comer y platicábamos
un buen rato, mientras mi tía tomaba su siesta y era la
hora de abrir la tienda.

Seguía la cocina que era un buen lugar para platicar


antes de la cena, pues estaba calientito por la estufa. El
tapanco abarcaba la cocina y la bodega de leña y ahí
estaba una estufa muy bonita de fierro y se veía muy
pesada, era la estufa de leña. La puerta de la bodeguita
daba al corredor en la parte donde había un filtro de
piedra para agua, y de esa agua le gustaba beber a mi
papá, siempre estaba fresca. Después la escalera, una

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salita, la recámara para el obispo, otras recámaras y en
el fondo la ventana que daba al río. Disfrutaba mucho
abrirla y permanecer ahí mirando el río, era un lugar
muy alto. El río en época de lluvias, era caudaloso. Casi
frente a la puerta de la última recámara estaban la
puerta de la capilla que estaba a un lado de la ventana
que daba al río. Aquí mi tía ponía un nacimiento muy
grande y bonito, con varios pasajes de la biblia. En esta
capilla fue velado mi padre.

A un costado de la capilla, seguía el baño de arriba, y el


corredor que terminaba en la pared del curato.

Casi siempre nos levantábamos temprano, mi tía iba a


misa de seis de la mañana y después venía el desayuno.
Huevos revueltos a la mexicana, frijolitos refritos con
manteca, atole blanco, chocolatito, pan de dulce, bolillo
y con frecuencia, mi padre se atravesaba la calle al
mercado, compraba barbacoa, aguacates tortillas y a
desayunar muy bien. A la hora de comer, mi tía cerraba
la tienda y subía cervecitas para ella y su hermano. En
la noche, cuando estaba muy frío, mi padre encendía la
estufa de leña, ¡ha Qué rico calorcito!, parece que
todavía percibo esos olores de castañas.

Tengo bellos recuerdos de ese lugar, que me gustaba,


entre otras cosas, porque mi padre se la pasaba feliz y

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no había regaños. Visitaba a su primo quien le regalaba
fruta de su huerta, platicaba con sus hermanas, con
algún amigo de la infancia. Estaba en su casa, en su
pueblo tan amado por él. Durante las comidas los
hermanos platicaban sus anécdotas. Que si tenían que
esconder a mis tías en el tapanco durante la bola, que
mi abuelo regalaba juguetes a los niños en la navidad,
las fechorías de mi padre y su mejor amigo cuando
niños, como cuando se subieron a una tina para navegar
por el río puerco (así se llama) y don Chava y él ya se
andaban ahogando, o cuando por irse a fumar al cerro
para que no los cacharan, encendieron las hierbas y se
espantaron tanto que trataron de apagarlas orinándose
en ellas, como ellos contaban, a mía..., o que mi tía Lupe
cuando niña, se escurría en una de las bodegas donde
había barricas con chiles encurtidos, levantaba la tapa
con cuidado, metía la mano y sacaba un puño de chiles
para hacerse una rica torta de chile, o que otro de sus
hermanos jugando de niño les decía que ya se iba y
cuando le preguntaban a donde, les contestaba, ya me
voy a la .....,-esto contestaba porque oía a los arrieros en
el portal, y escuchaba muchas anécdotas.

La gente preparaba conservas, de higos, calabazas,


tejocotes, camote y todas las hacían con piloncillo, tan
oscuro que parecía petróleo, pero eso sí, comiéndolas
con leche o nata eran deliciosas.

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Mi tía Lola nos contaba muchos cuentos, leyendas,


anécdotas. Era muy simpática, pintaba, sabía tocar el
violín y era tranquila. Su hermano y su hermana se
parecían mucho entre ellos en lo hiperactivos y en otras
cosas.

En ese pueblo el panteón está en lo alto, tiene una vista


muy bonita, donde se juntan un cielo azul oscuro y
varios tonos de verde de los cerros. Un lugar apacible
en donde se respira un aire limpio y fresco. Un bonito
lugar para descansar, para descansar en paz. Ahí
sepultamos a mi padre hace treinta años. Se salió con la
suya, se quedó en el lugar que más amaba.

En fin, en ese lugar de donde extraían plata, vi muchas


cosas, disfrute otras, aprendí muchas más. Eso me pasó
en un pueblo minero de Michoacán llamado Angangueo.

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Una vida de lucha


Leonardo Ramírez Monroy

Fuimos una familia que


vivíamos en una casa de
vecindad pagando renta en
una colonia del Distrito
Federal, la familia la
integrábamos mi madre, mi
padre y seis hermanos de los
cuales yo soy el mayor, somos
cuatro hombres y dos mujeres.
Mi padre trabajaba como
obrero en una fábrica de
aceites y grasas vegetales, ganando un sueldo bajo, por
lo que vivíamos en una situación muy precaria; sobre
todo tomando en consideración que los hijos nos
encontrábamos en edad escolar; por lo tanto, ayudaba
vendiendo lo que podía.

Por el año de 1956 mi padre adquirió un terreno en


Ciudad Nezahualcoyotl, al cual nos trasladamos dos
años después, donde construimos de momento dos
cuartitos con techo de lámina de cartón y si digo
construimos fue porque hasta yo tuve que colaborar
con el albañil como peón o “chalán”. Vivíamos ahí una
serie de penurias y calamidades por lo agreste del lugar

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donde había mucho salitre y sin vegetación, aunado, a la
falta de servicios como son: agua, luz, drenaje,
transporte, etc. y otro tanto por la situación económica
tan raquítica en la que nos encontrábamos, llevando así
una vida con muchas limitaciones.

Años después cuando tenía catorce años


aproximadamente y mis hermanos doce, diez, ocho y
tres, mi padre nos abandonó, habiéndose ido con otra
señora, por lo que era de esperarse mi madre y yo
batallamos para sobrevivir, mi madre vendiendo
diversas cosas y yo trabajando de ayudante en lo que
fuera.

Como seis años después mi madre conoció a un


pretendiente a quién le creyó todas las promesas y
halagos que éste le prometió, por lo que al poco tiempo
ella se fue con él, con la idea o el propósito de llevarse a
mis hermanos más chicos, cosa que ellos nunca
aceptaron quedándose en la casa conmigo, por lo que
expresé ¿que hago yo con este cargo que no me
corresponde?

Con muchas carencias y sacrificios alcancé a estudiar la


secundaria, hice mi servicio militar y enseguida ingresé
a la Secretaría de Seguridad Pública, como única opción
momentánea en virtud de que mi idea era la de

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mantenerme ahí un corto tiempo mientras encontraba
posteriormente algo mejor, pero ese mientras, duró
nada menos que 35 años de antigüedad habiéndome
jubilado en esta corporación hace un poco más de tres
años.

Hago notar que durante la mayor parte de ese periodo


pude mantener a mis cinco hermanos menores
proporcionándoles al menos educación media, siendo
apoyado por quién ahora es mi esposa desde hace 34
años, la señora Eva Silva, misma que sin tener ninguna
obligación me ayudó tanto a educarlos, atenderlos en lo
que se refiere a vestuario, comida y todas las
necesidades que los niños tienen durante su desarrollo,
observando con satisfacción que ellos adquirieron
cuando menos el aprendizaje de un oficio lo que les
permite vivir decorosamente con sus esposas, esposos e
hijos, ya que siguieron por el buen camino que les
inculcamos.

En lo que se refiere a mi madre me es desagradable


decir que a ella le fue como en feria, muy mal, de lo
bueno que le prometieron nada resultó cierto, porque
continuamente vivía mal, tanto por su salud como
económicamente a tal grado que casi se muere de
hambre, tanto ella como los tres hijos que procreó en
aquella unión, de hecho uno de esos hijos efectivamente

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falleció por falta de alimentación, atención médica y
cuidados, ya que careció hasta de lo más indispensable,
entonces acordamos rescatarla de las manos de aquel
individuo, que aparte de no mantenerla, seguido la
golpeaba, de no haberlo hecho, seguramente habría
muerto en forma dramática.

Actualmente mi mamá vive en una de las habitaciones


de la casa que 33 años antes abandonó, vive ahí junto
con una hermana y un hermano; por lo ocurrido mi
madre perdió la autoridad, el cariño pleno y la
admiración de todos nosotros, por haberse creído de un
patán, ignorante y falto de escrúpulos.

Mi padre nunca regresó a la unión familiar, vivió en


Tijuana, Baja California pero eso sí, ocasionalmente
llegaba a venir de visita para, según el, ver como
estábamos, con su otra esposa procreó otros seis hijos.
Falleció allá hace aproximadamente 25 años, en donde
quedo sepultado.

Esta es la historia de mi vida. La cuento con agrado


porque considero que si bien hubo momentos amargos,
también hay compensaciones: mi hogar feliz, mi amada
esposa, mis hijos bien orientados y mis hermanos que a
pesar de todo, supieron construir hogares completos
que hoy disfrutan con gran satisfacción, son la mejor

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muestra de que por grandes que sean los obstáculos,
podemos vencerlos con constancia, buena voluntad y
teniendo un objetivo claro, SUPERARNOS con felicidad.

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Cuentos

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Encuentro con el nagual


Luis Torres Terán

Una mañana de regreso del


molino de Xoquitzingo, Luis
Chaguero hijo de la maestra
rural de ese pueblo, caminaba
con su paso de prisa por la
vereda entre milpas y
magueyes. Cargaba un bote de
masa en la espalda. A pesar del
frío de la mañana sintió sed.
Buscó con la vista, a medida que
avanzaba, una milpa con hojas
doradas, jilote tostado y elote
pequeño; su jugo sería muy dulce. Localizó una entre las
numerosas plantas que sobrepasaban su corta estatura
de niño de nueve años, la deshojó, la dobló y con un
jalón repentino la quebró. Prosiguió su camino
masticando la caña.

Al llegar a la Barranca de don Mateo descendió con


precaución por el empinado terreno. A trechos
enterraba los tacones para no resbalar. Cruzó por el
fondo arenoso con cautela. La claridad del día se filtraba
entre el follaje de los árboles que crecían en las
escarpadas laderas.

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Ascendió despacio, sudaba por el esfuerzo. Ya afuera


reacomodó su bote en la espalda y empezó a caminar
por la angosta vereda a través de tupidos arbustos.
Avanzaba con la vista clavada al piso. De pronto, una
extraña sensación le hizo levantar la mirada. Frente a él,
a pocos metros de distancia, se encontraba un extraño e
imponente perro, totalmente negro, de pelo corto y
brillante. Le observaba fijamente con sus ojos oblicuos y
rojos, misterioso, parado con mucho aplomo sobre sus
cuatro largas patas. Por un instante el niño quedó
paralizado con una mueca de espanto. Sintió que el
sudor se le congelaba produciéndole un
estremecimiento convulsivo.

Cuando se recuperó de la impresión primera, con un


rápido e instintivo vistazo buscó en el suelo alguna
piedra; pero no encontró. De un manotazo, sin dejar de
vigilar a la bestia, cortó algunas plantas del camino y
las arrojó con fuerza contra el animal gritando con todo
su miedo y coraje para asustarlo:

- ¡Perro!

La bestia no se inmutó. Permaneció como estatua,


inmóvil, mirándolo fijamente.

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La tensión aumentó. Parecía que ninguno de los dos
retrocedería. Estaban encajonados en la angosta vereda.
Se observaban con indefinible propósito. Era un
momento de los que parecen dilatarse en el tiempo.

El niño, aunque atemorizado, sentía que debía


mantenerse firme, cualquier intento por huir
propiciaría el ataque del animal. El perro reaccionó, sin
dejar de observarlo se encogió con la cabeza baja, como
dispuesto para el ataque, dio un brinco hacia delante y
un gran salto hacia los arbustos. Se escuchó su veloz
carrera abriéndose paso entre la maleza con gran ruido
de la hojarasca. Por algún lugar bajó a la barranca y
desapareció en silencio.

Luis Chaguero quiso saber quién era el dueño de tan


raro animal. En la escuela preguntó a sus compañeros
contándoles lo sucedido, pero nadie supo de su
existencia.

Su madre le secundó en las indagaciones con la gente


adulta sin obtener la respuesta esperada, hasta que don
Nacho, que tenía su casa a la orilla de una de las
barrancas del pueblo, le dijo:

- No le busque más Profe: ¡Fue el Nagual! Yo a veces lo


oigo correr en las noches por la barranca.

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- ¿Y quién es el Nagual?, preguntó la profesora.

- El Nagual, respondió don Nacho, es un brujo. Puede


convertirse en animal cuando quiere. Unos dicen que
pa’ escapar de quienes le quieren hacer daño y otros
que pa´ hacer el mal. Dicen que si un Nagual muere
cuando está como animal, luego-luego se hace otra vez
persona.

La noticia de que al hijo de la profesora se le había


aparecido el nagual en forma de perro corrió por todo
Xoquitzingo. Conchita la curandera se presentó con la
profesora para convencerla de la necesidad de hacerle
una limpia al niño y sacarle cualquier mal consecuencia
del encuentro.

La profesora terminó de cocinar el arroz con leche que


tenía sobre la hornilla, lo retiró del fuego y llamó a
Luisito para explicarle la amable presencia de Conchita.
Preparados para la limpia madre e hijo siguieron a la
curandera.

Conchita tomó de la hornilla, algunas brasas en un


incensario y se dirigió a la recámara que le habían
indicado. Ya en el interior prendió una cera y quemó
copal. Echó humo por los rincones y cubrió con él al

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niño envolviéndolo en el delicioso aroma. El
movimiento agigantado de las sombras proyectadas por
la luz de la cera en techo, paredes y piso acompañaban
la ceremonia.

De un bolso de ixtle sacó un manojo de hierbas frescas


compuesto de ruda, romero, hinojo, albahaca, jarilla,
pirú, flores de Santa María y otras rojas y blancas, lo
sumergió en el agua de una cubeta, lo sacudió y empezó
a rociar y a frotarlo en el cuerpo del niño, de la cabeza a
los pies, pronunciando palabras graves e
incomprensibles en voz baja, como si hablara con
alguien invisible. Al terminar depositó las hierbas en la
cubeta.

Enseguida sacó de su bolso un huevo de gallina. Musitó


algunas palabras y lo frotó igual que las hierbas. A
continuación pidió a Luisito sostener el huevo en las
manos mientras agregaba sal en un vaso con agua hasta
la mitad.

Sin dejar de hablar en voz baja tomó el huevo, con él


tocó sobre el canto del vaso en orientación a los cuatro
puntos cardinales, lo cascó y le virtió su contenido.

Observó con detenimiento... Después de un momento


exclamó:

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- ¡Aquí están, Luisito y el Nagual!

El niño y su madre se acercaron inquisitivos a observar


el vaso contra la luz de la cera. La curandera les explicó:

- Estas bolitas, señalaba dos pequeñas burbujas que


flotaban a igual altura en la clara del huevo separadas la
una de la otra, son las cabezas de Luisito y el Nagual.
Los velos que les cuelgan son sus cuerpos, se refería a la
clara más espesa que parecía descender de ellas.

- ¡Están a la orilla de la barranca!

Las figuras se balanceaban fantasmagóricamente tras


haber sido puesto el vaso ante la flama. Los tres
observaban absortos su movimiento. El niño recordó el
instante cuando intercambiaba miradas con el perro.

De repente, Conchita salió a toda prisa rumbo a la


cocina pronunciando palabras incomprensibles y arrojó
el contenido del vaso sobre la lumbre. Se produjo una
reacción chisporroteante. De las brasas ascendió una
fétida columna de vapor y ceniza.

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- Luisito, ya se te ha salido el mal aigre que cogiste, dijo,


sudorosa, Conchita, con esta limpia quedarás libre de
cualquier mal que te haiga echado el Nagual.

El niño, pensativo, dio las gracias y fue corriendo a


reunirse con sus amigos que lo esperaban para jugar.

La profesora, por su parte, agradeció a la curandera y la


invitó a tomar arroz con leche. Conchita se sentó a la
mesa y con mucho misterio mientras comía comenzó a
platicar sobre apariciones y casos sobrenaturales.

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El fuerte en el mar
Georgina Adriana Nájera Martínez

Estas eran tres personas, Luis hombre joven que le


agrada divertirse, disfrutar la vida con sus sobrinos
Beto y Roge; como los tres son incansables, emprenden
esta nueva aventura.

Durante el largo viaje a San Luis de la Loma, los niños


soñaban en todo lo que iban a realizar al establecerse
por unos días en casa de su tía Juana, el carro devoraba
el camino con las mismas ansías de todos sus pasajeros
por llegar a su destino.

¡Que hermosos paisajes! en realidad diferentes, ahora


pastizales con uno que otro árbol, o bien montañas que
en vez de árboles le brotan rocas de diferentes tamaños,
al fin vamos llegando, el sol empieza a declinar,
pausadamente cambia de colores naranja, coral,
amarillo, mil colores...

Llegan a San Luis como hace mucho calor deciden


bañarse en el ancho río pues este lleva poca corriente,
así bajo la luz de la luna los niños se refrescan y
disfrutan del agua, pero de repente se apresuran a
vestirse, sienten los piquetes de los mosquitos que no

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son tan amigables, rápido llegan a la casa, meriendan y
platican; sin embargo, pronto se quedan dormidos.

Al otro día antes de que despunte el sol se levantan


pues su tío ya los había entusiasmado a visitar la playa,
preparan sus trajes de baño y muchas otras cosas
necesarias ya que van a acampar en la playa.

Ahora en el recorrido hacia ella, ven los paisajes;


palmeras y árboles frutales, grandes extensiones con
matorrales y ¿nopales? sí, nopales muy raros en este
lugar pero con grandes espinas, rocas y árboles, muchos
árboles más de pronto su vista tropieza con el mar azul
-¡qué bonito! -, -¡qué hermoso! -¡qué fresco!

La sorpresa fue ver el roquedal de la playa pero con


razón se le daba el nombre de la Piedra.

Hicieron un recorrido y en él comparaban las piedras


con formas de animales gigantescos, una ballena, un
dragón, un elefante, las tortugas asoleándose, el caballo,
en fin muchas otras; se trepaban a ellas, brincaban de
una a otra, se montaban y acomodaban todos, las olas se
estrellaban y les mojaban los pies; Roge se cayó, los
gritos se unían al ruido del choque de las olas. El llanto
se mezclaba con el agua y..., de repente una carcajada de
Roge, que vio las caras de afligidos de los demás.

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Corrieron y se treparon, se mojaron y rieron
recordando la caída de Roge.

Después fueron por el otro lado del roquedal pues hasta


ahí había playa.

En ese tramo la arena y el agua aparentaban un


desierto, vieron un árbol seco y en él un buitre, el aire
que se levantaba como sábana cuando se tiende la
cama, huesos de animales, -qué calor-, -qué sed-, los
pies se les quemaban y aún les faltaba mucho para
llegar al final, el sudor convertido en gruesas gotas
recorría sus frentes angustiadas pues el buitre
desplegaba sus alas y afilaba el pico, no se sentía la
brisa del mar, arrastrando los pies y apoyándose uno en
otro caminaban, los víveres que llevaban no podían
comerlos porque si se detenían se achicharraban, -
vamos, un esfuerzo más – pesadamente levantaban los
pies y movían el cuerpo con dificultad que terminaron
cayéndose en la arena pero una ola también traviesa
llegó hasta sus cuerpos, al sentir lo frío del agua se
incorporaron inmediatamente espantados -¡Brrr que
fría!.

Siguieron caminando, la otra sorpresa, en esa playa iba


a ser el Fuerte que está formado por un par de rocas,
una grande y la otra mediana. Ahora eran indios

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dispuestos a asaltarlo y tomarlo en propiedad, se
formaron en fila y con mucha calma y astucia se
internaban al agua y, el enemigo en forma de olas, los
movía, haciéndoles perder el equilibrio.

- Vamos en retirada a preparar un plan


- De acuerdo yo podré ser el jefe entraré primero
- ¡Vamos al ataque!

Valiente Beto, entra de lleno, se tambalea, cae, se


levanta y va adelante, de pronto el enemigo toma más
armas, se hace grandote y dando tumbos se abalanza
contra el jefe, lo envuelve y él por más que manotea y
patalea se lleva una revolcada de miedo. Sus
compañeros lo rescatan del enemigo, - !Buscaremos
otra manera de vencerlos! Se dan cuenta que por cada
tres olas suaves, sigue una que se divierte revolcando a
la gente y cuando vuelve a entrar por el hoyo y se
rompe, parece que suelta una gran carcajada junto con
las demás personas, como si fueran grandes camaradas
que le soportan sus bromas y juegos.

- Ahora sí en tres tiempos lo logramos.

Tomados de la mano y pisando con cuidado las piedras


llegan a la puerta, ahí Beto grita - ¡los tenemos
rodeados, dense por vencidos!, logran entrar y ven que

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la roca casi está hueca y que ahí el agua no se mueve
tanto.

- Roge dijo, -¿verdad que valió la pena, que me


revolcara la ola?

Así se lanzan y nadan un buen rato muy a gusto

- Al fin es nuestro. En ese momento de abrazos y gritos


de triunfo no se dieron cuenta que una ola los sacó y
otra la cuarta siempre más grande los aventó y revolcó,
su tío tomándolos del brazo los saca de ahí, - Nos duró
poco el susto pero nos lo dimos, - Bien niños, vámonos a
la choza, - Como está en lo alto de la loma domina el
paisaje.

Ahí sentados en la terraza contemplan el atardecer. En


la lejanía los niños veían pasar una ballena con su
chorro de agua, después dos delfines jugueteando y
atrás gran tiburón con cara de enojón, más cerca iban
los peces de mil colores nadando alegremente.

Despierten, tenemos que armar la tienda antes que se


haga más tarde.

Rápido se pusieron de pie y corrieron al terreno donde


iban a colocarla, sin mucho esfuerzo la levantaron y

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prepararon la leña para la fogata, los trastes los
colgaron. Mientras, la noche dejaba caer los mantos
oscuros con puntos luminosos y la luna preparaba sus
largos brazos para mover las aguas de los mares con
más fuerza, así jugaban todas las noches.

Los niños, ya acostados, oían el ruido de las olas que


iban y venían. Poco a poco la arenita de sus pestañas se
iba haciendo más pesada hasta cerrarles los ojos. En la
oscura noche cuando todo descansa cautelosamente se
acerca un gato que vivía en la choza, husmea y trepa
hasta donde están los trastes, con sus garras desata uno
de los extremos, como está bastante alto al chocar unos
con otros arman tremendo escándalo, el gato emite
gruñidos, los niños asustados gritan, lloran. Luis grita
tratando de calmarlos, el gato, en su huída se mete a la
tienda, al verlo todos se callan, momento que aprovecha
el gato para escapar, se miran los sobrinos y el tío y
terminan riéndose del susto que se llevaron.

Pronto amanece. Los niños tienen tiempo de ir a nadar


un rato, regresan y levantan la tienda, las cosas ya están
empacadas, es media mañana, hora de emprender el
regreso, pasan a despedirse de la tía Juana y de todo lo
que conocieron en el camino de ida.

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Ahora sus sueños serán: recordar con alegría y placer


las aventuras que pasaron en la playa de La Piedra.

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... y Corsario esta en el cielo


Haydée Amézquita Barrera

Una agradable tarde del mes de abril sentada en un


banco del jardín, una señora de cierta edad leía un libro.
Se notaba que la lectura era grata pues la expresión de
su rostro lo indicaba.

De pronto llega hasta ella, un pequeño como de seis


años y abrazándola le dijo:

- ¡Que bueno que estás aquí! Quiero que me cuentes


algo, porque estoy muy triste desde que se murió mi
conejito... ¿Si?

La señora cerró su libro y le indicó que se sentara a su


lado.

- Escucha: te voy a contar una historia que seguramente


te dará alegría

Era una señora que estaba llorando sin consuelo estaba


sentada, y a sus pies, había una caja de madera nueva de
la que salía un pedazo de seda azul. La señora la miraba
y lloraba más, gruesas lágrimas corrían por sus mejillas.

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Llamaron a la puerta y la señora empleada abrió.
Entraron varias señoras jóvenes; todas con caras
angustiadas y acercándose a la señora le dijeron casi en
coro:

- ¿Que pasó madrina?... ¿Cómo sucedió?... No llores...


¡Pobre Corsario!

La señora con voz conmovida y triste dijo:

- Ayer al mediodía Tomasita lo notó triste y con ruidos


extraños, como si quisiera toser. Llamamos al médico;
vino y lo revisó. Dijo que tenía bronconeumonía. Yo me
asusté mucho. El doctor lo inyectó y le hizo tomar una
cápsula. Dijo que volvería por la noche pues lo
encontraba grave. Que se acostara en su tapete y lo
cubriéramos con un sarapito. Yo notaba que apenas
abría su ojo. Le hablé y le pedí que se aliviara. Lo
estuvimos cuidando y apenas se movía. Cuando en la
noche volvió el médico lo examinó muy detenidamente
y me dijo:

- Corsario, no está respondiendo. Tal vez no pase la


noche. Vendré muy temprano.

Tomasita y yo lo velamos. Se oía un ronquido en su


garganta y su respiración era muy débil.

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A las siete de la mañana lleg6 el doctor. Lo vio y me dijo:

- Venga, Anita, póngale la mano en su cuerpo y


despídase de él.

Hice lo que me indicó y con lágrimas en los ojos le dije:


¡Adiós!, le agradecí su compañía y la alegría que me dio.

La señora no pudo más hablar; un copioso llanto, con


hondos sollozos se adueñó de ella.

Las ahijadas, que eran muchas, empezaron a recordar.

- Yo, dijo una de ellas, la acompañé a la granja de


Tlalpan a recoger a Corsario; era pequeñito y muy vivo.
Desde antes de nacer se lo habían ofrecido, a mi
madrina. Los dueños pensaban que tal vez ya no lo iba a
querer porque, a los tres días de nacido, un gallo se coló
a la perrera y le picó un ojo y lo perdió. Pero a mi
Madrina no le molestó, lo vio tan gracioso, que ella, en
ese mismo instante le llamó "Corsario".

Otra ahijada intervino:

- Era monísimol ¿recuerdan cómo esperaba que uno se


sentara y luego daba la mano para saludar?

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Otra agregó:

- Cuando se tocaba el piano si la melodía no le gustaba,


aullaba con discreción y si seguía la misma música subía
el tono. Así protestaba e indicaba su preferencia.

- Cuando mi madrina ofrecía, dulces, él, primero se


acercaba y aspiraba el aroma. No los tocaba, sólo los
olía.

Siguieron haciendo recuerdos y luego una de ellas


propuso:

- Vamos todas a desearle un buen viaje; mientras vivió,


hizo feliz a mi Madrina, justo es que sepa que sentimos
su partida y le deseamos que en el cielo sea feliz.

Se tomaran de las manos e hicieron una rueda. En el


centro colocaron la caja abierta, en que se veía Corsario,
su piel café rojiza todavía tenía brillo descansaba sobre
el edredón azul.

Luego se oyó decir a coro:

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- Gracias Corsario, mientras viviste diste felicidad y
alegría. Te deseamos un buen viaje y que seas feliz, que
los ángeles te reciban en el cielo.

La madrina lloraba conmovida; todas las ahijadas la


abrazaron. Tomasita, anunció: -Llegó el coche para
llevarlo también Don Luis.

Entró Luis, el hijo de la Madrina; saludo al todas las


ahijadas; se notaba verdaderamente triste.

Se cerró la caja; Corsario iba bien envuelto en el


edredón de seda azul. Con cuidado subieron la caja al
coche de Luis; luego junto a la caja se sentó la madrina,
Luis se sentó al volante.

Las ahijadas tomaron sus coches, eran muchas y


algunas dejaron su carro y se fueron acompañando a
otras. Se formó una larga fila de vehículos y tomaron
rumbo a la carretera a Toluca. Llamaba la atención la
larga caravana de automóviles; Al frente iba el carro de
Luis con el cuerpo de Corsario y la madrina que seguía
llorando. Llegaron al lugar donde el doctor Piña tiene
establecido el sanatorio para animales, la guardería y el
cementerio.

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Ya estaba lista la fosa y una lápida de decía: "Corsario,


siempre te recordaremos. Gracias por la felicidad que
nos diste." Luis y Ana. 1945- 1962.

La abuela dijo: - Pero aquí no termina el cuento.


Pasaron los días y cuando le preguntaban a la madrina
¿cómo estaba? siempre respondía: - Estoy muy triste.

Pero un día sonó el teléfono, había transcurrido casi un


mes de los funerales de Corsario. Era la madrina que
deseaba dar una buena noticia; llamó a cada una de sus
ahijadas y como eran tantas, se tardó más de cuatro
horas en la comunicación, y eso que procuró dar la
noticia en la forma más breve y rápida.

- Hija, estoy feliz. Corsario ya está junto a Dios, en el


paraíso que EL tiene para los animales. Tú sabes que
Nuestro Señor tiene un lugar en el Cielo, donde viven
todos los animales, allí todos son felices, ninguno hace
daño, hay víboras, arañas, leones, elefantes, loros, gatos,
gallinas, en fin, todos, todos.

Pues Corsario ya está ahí. Anoche lo soñé. Yo llegaba a


un lugar extraño. Vi muchos animales y de lo más
variado. De pronto vi, un ángel que traía a un perrito
salchicha en los brazos; lo puso en el suelo y el perrito

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corrió hacia mí, lo reconocí, me saludó con su cariñoso
ladrido y estiraba sus manitas. Lo tome en mis brazos,
lo apreté y le di un sonoro beso. Levant6 su cabecita y
con alegría vi tenía sus dos ojitos. Dios le repuso el que
había perdido. Lo volví a besar y desperté. Estoy feliz,
Corsario ya está en el cielo y tiene sus dos ojos. ¿No es
maravilloso?

- Y ahora sí, este cuento se acabó. ¿Te gustó?

Sí, abuelita, me gusto tanto que ahorita mismo me voy a


dormir para ver a mi conejito en el paraíso, brincando
feliz.

Un sonoro beso se estampó en la mejilla de la abuela.

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Aventura amorosa y pensión alimenticia


Pedro Quevedo Maldonado

Un delegado estatal de una


secretaría, recibe en su
despacho a Cornelio Amador
Pérez, comisionado por la
dirección de supervisión; en
el oficio con que se presenta,
se menciona que "estará bajo
sus órdenes hasta nueva
comunicación al respecto".

En el convivio celebrado para


recibir al nuevo compañero,
los supervisores comentan a Cornelio, que el trabajo
que tienen es apropiado para solteros, ya que cuando
salen de comisión se les presentan aventuras y
diversiones de todo tipo, Cornelio por su parte les dice
que como él es casado, como precaución para evitarse
problemas familiares, cuando esté comisionado en
alguna población en la que haya hospital de la
Secretaría de Salubridad aprovechará para que le hagan
la operación de la vasectomía; lo que posteriormente
hizo con aprobación del Delegado para suspender
provisionalmente su comisión.

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Se presentó la ocasión de encontrarse en la Delegaci6n,
y entonces Cornelio platicó a sus compañeros que
cuando visitó una oficina, conoció a una chica que le
gustó mucho, se enamoraron, el regresó varias veces
para verla; terminando por casarse con ella. Ambos
estuvieron de acuerdo en que ella siguiera trabajando
hasta que él se la pudiera llevar.

En otra reunión en la oficina de la Delegación, se hizo


saber a los supervisores que el asunto a tratar era la
presentación de un nuevo compañero, que llegaba en
sustitución de Cornelio Amador Pérez, quien por
motivos personales había solicitado su cambio a otra
Delegación, durante el convivio para recibir al nuevo
supervisor, se supo que en una ocasión que Cornelio
regresó a la población para reunirse con su "esposa",
esta lo recibió con la nueva de que "ya estaba
embarazada”, y que como él había tardado en regresar,
ya había presentado en el juzgado la demanda por la
pensión alimenticia.

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Temblor regresa a casa


Pedro Quevedo Maldonado

Un barrendero de los conocidos como "mandarinas"


por el color del overol que usan, se encuentra
acomodando las bolsas de basura, así como los
cachivaches que los vecinos le entregan para
deshacerse de ellos. Junto al carrito que también es de
color mandarina, se encuentra parado un perro de
orejas largas y pelo color café, es un labrador joven. De
repente se detiene una camioneta tipo guayín, de la que
se baja un sujeto que al grito de ¡éste me lo llevo y hazle
como quieras!, mete al perro en el vehículo y se lo lleva.
Pancho el barrendero, no es dueño de "Temblor", pero
ambos se simpatizan.

"Temblor" vive con sus amos en una de las casas de la


manzana todos los días lo dejan salir, después que lo
han bañado y dado de comer. Cuando ya está en la calle,
lo primero que hace "Temblor" es buscar a Pancho; le
da vuelta a la manzana corriendo desesperadamente, e
incluso se mete en las calles privadas y callejones hasta
encontrarlo, va acompañando a Pancho mientras hace
su trabajo; en el recorrido se les incorporan otros
perros, que no todos tienen el aspecto de ser callejeros.
Cuando el camión recolector de basura se estaciona en
lugar determinado de la manzana, mientras Pancho

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entrega su cargamento, "Temblor" y sus amigos
juguetean y después todos reanudan el recorrido.

Cuando llega la hora de la comida Pancho deja el carrito


en una unidad habitacional, encargado con el portero,
pero antes de irse se despide de "Temblor", quien apoya
las patas delanteras en el pecho de Pancho entonces
este le acaricia la cabeza, pero sobre todo las orejas, ya
parado "Temblor", Pancho le pasa repetidamente la
mano por la espalda, después el perro levanta una pata
trasera y Pancho se la estira y hace lo mismo con la otra
pata. Pancho se va a comer y "Temblor" permanece
sentado junto al carrito. Cuando Pancho regresa de
comer, saca el carrito de la unidad habitacional; salen
juntos, "Temblor" regresa a su casa y Pancho se dirige al
depósito en que el carrito queda guardado hasta el día
siguiente; los días que Pancho descansa "Temblor" no
acompaña al barrendero que lo sustituye.

Después de que fue robado "Temblor", varios vecinos le


preguntaban a Pancho por él y entonces les narraba lo
que había ocurrido.

Transcurridos ya varios meses todavía algunas


personas le preguntan al barrendero por el perro,
Pancho les comenta que de pura suerte "Temblor"

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regresó a su casa; pero que ahora ya no lo dejan salir
solo la calle.

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Sucede en el Siglo XXI


Anna Dinnorah Gómez de Lassé

Este es un matrimonio común y corriente que vive a la


carrera debido a que los dos tienen que trabajar. Ellos
tienen 12 años de casados y las mañanas para María
siempre eran muy agitadas. Cuando sonaba el
despertador a las 5:30 A.M., Juan lo apagaba y seguía
durmiendo. En cambio María saltaba de la cama a poner
una lavadora, hacer el desayuno, hacer el almuerzo y
despertar a Miguelito, para que se bañara y se vistiera.
No paraba de gritarles a Miguelito y a Juan que se
apuraran. Mientras tanto ella, se arreglaba y empezaba
a gritarle a Juan que sacara el coche y la basura, etc.

El pobre de Juan todavía dormido mientras se bebía una


taza de café, le decía a María "Ya voy mujer, ten calma".
María al ver el reloj le gritaba: ¡Juan eres un flojo, otra
vez te levantaste tarde, todavía no te bañas! ¡Vamos a
llegar tarde a la escuela y al trabajo!" "Ay, si tan sólo
llegaras más temprano de la oficina y sin copitas no
tendríamos tantas carreras en la mañana.

Una mañana salieron tan a la carrera que en una vuelta


chocaron con un camión y desgraciadamente Juan
murió. Después del funeral, las amistades de María
fueron a su casa y ella en su llanto les platicaba lo bueno

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y cariñoso que Juan era, lo acomedido y cariñoso y lo
mucho que se amaban.

Afortunadamente, él ya era feliz y estaba descansando


en el cielo. María se había dado cuenta que Miguelito la
escuchaba con atención, María le pidió a su abuela que
lo acompañara a la cama y Miguelito dijo que no quería
irse. María molesta le dijo: "te tienes que acostar
temprano, mañana tienes que ir a la escuela y ahora vas
a hacer tu tarea", lo cual a Miguelito no le pareció, se
enojó y entonces María lo llevó de la oreja.

Al día siguiente, María recibió una llamada de la


maestra y le dijo a María que por favor fuera
urgentemente a la escuela; María angustiada preguntó:
"¿Cómo está mi hijo?", la maestra le contestó: -
Miguelito ahora ya está bien aquí conmigo, pero venga
usted por favor.

Cuando María llegó a la escuela, la maestra le comentó: -


A la hora del recreo, Miguelito subió a los salones del
tercer piso y se salió por la ventana. Yo lo vi y subí
rápidamente y le pedí que me diera su manita con
cuidado, se la tomé y lo sujeté fuertemente. Le dije ven
conmigo Miguelito yo te quiero mucho y tu mamita
también. Que no ves que si te caes de aquí te puedes
morir. Miguelito con mucha calma le contestó: - Si eso

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es lo que yo quiero maestra, morirme como mi papá
para ir a descansar al cielo y volverme bueno y que mi
mamita me quiera mucho como ahora quiere a mi papá.

María que llenaba siempre de improperios a su esposo


y les gritaba diario, abrazando y llorando besaba a su
hijo y le decía delante de la maestra que la perdonara y
que le prometía que todo ya iría a estar bien que ella lo
quería mucho que no tenía que morirse para que lo
quisieran. Que ella lo amaba mucho igual que su
maestra, sus compañeros y sus abuelos y tíos. La
maestra les sugirió a los dos que tomaran una terapia y
ahora María y Miguelito llevan una feliz y armoniosa
vida, llena de amor.

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Historia breve de conejos


Anastasio Apolonio Castro

En un valle muy hermoso, por su


arboleda, su paisaje y la cercanía
de una cascada que incrementaba
su belleza, vivía una familia de
conejos; mamá coneja, papá
conejo y cuatro hermanitos
conejos. Como en todas las
familias siempre existe el
hermano menor, éste era un
conejito muy travieso y juguetón.

En una ocasión este conejito le pidió permiso a su


mamá para que lo dejara salir de su cuevita para jugar,
a lo que la mamá coneja accedió, no sin antes advertirle,
que no se fuera muy lejos porque había animales más
grandes y lo podrían lastimar y hasta comérselo. El
conejito dijo a su mamá que no se iría lejos, que solo iba
por su amiguita, la cual vivía muy cerca y que ahí iban a
jugar.

Ya en pleno juego se fueron alejando a tal grado que


cuando se dieron cuenta ya no sabían como regresar, al
tiempo que empezaba a obscurecer. Los conejito
atemorizados lloraban y se escondieron en un matorral,

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cuando de pronto, oyeron un ruido y pensaron que era
un gran animal peligroso, afortunadamente eran papá y
mamá que lo andaban buscando, cuando los
encontraron los reprendieron por desobedecer la
ordenes de mamá coneja, llevaron a la amiguita a su
casa, a quien también sus papas reprendieron.

Ambos conejitos prometieron no volverlo a hacer,


finalmente todos los conejitos contentos se metieron a
sus cuevitas.

El los seres humanos y en los animalitos, la


desobediencia siempre causa problemas, a veces
mortales.

Había una ves un conejito que tenía a su papá conejo y a


su mamá coneja, además tenía hermanitos y él era el
menor de todos pero el más travieso, una vez le pidió
permiso a su mamá que lo dejara salir a correr al campo
y su mamá le dijo que si, pero le recomendó que no se
alejara de la casa, porque había otros animales de
mucho mayor tamaño y se lo podían comer o cuando
menos lastimarlo y el conejito aseguró a su mamá que
tendría cuidado y se fue a buscar a su amiguita conejita
y estuvieron jugando mucho rato y como se retiraron
más de lo debido, se perdieron.

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Como sus papas conejos se alarmaron porque no
regresaba el conejito travieso, lo buscaron por mucho
rato casi al anochecer y los conejitos perdidos ya
estaban llorando porque no sabían regresar a sus casas;
cuando el conejito travieso escucho muchos ruidos les
dio mucho miedo, pero el conejito se asomó por un
agujerito y vio que eran su papá y su mamá y le dio
gusto al conejito travieso, a su amiguita la pasaron a
dejar a su casa y sus papás la regañaron, igual que al
conejito travieso. Y colorín colorado este cuento se ha
acabado.

Se perdieron por desobedecer a su mamá coneja.

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Frijoles saltarines
Pedro Quevedo Maldonado

Es sábado, Rosita, Beto y su papá, caminan por la calle


Cinco de Mayo con rumbo a la Alameda Central, van por
la acera derecha, y al pasar frente a una tienda de
artículos para jardinería Rosita descubre un anuncio y
lee "se venden frijoles saltarines”, - ¿Como son papá –
vamos a verlos, dice Beto, entran a la tienda y Beto
pregunta si tienen frijoles saltarines, el joven que está
atrás del mostrador responde que no, pero que le van a
llegar en unos días.

Transcurre la semana, es sábado, Rosita y Beto caminan


por la acera derecha de la misma calle Cinco de Mayo,
con dirección al Zócalo, Rosita al ver la tienda dice
vamos a ver si ya llegaron los frijoles saltarines, cruzan
la calle y antes de entrar Beto le dice: - ahora te toca a ti,
y Rosita pregunta ¿señor ya tiene los frijoles saltarines?
- No, todavía no los traen, le contesta.

- Todavía no hay, ¡ni modo!, dice Rosita.

El viernes de la semana siguiente, Rosita se acuerda y le


dice a Beto acuérdate que mañana es sábado, hay que
decirle a mi papá que como no trabaja, si quiere vamos
a la tienda a ver si ya llegaron los frijoles saltarines.

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Es sábado, Beto y Rosita van al centro acompañados de


María, su mamá, pasan a la tienda y Beto entra a
preguntar, mientras María y Rosita lo esperan, el
empleado le contesta que ya le avisaron que pronto se
los van a traer, Rosita entra y le pregunta a Beto ¿que
pasó?, al reconocerla el empleado le pregunta, ¿tu ya
habías venido verdad?

Si, quiero saber como son los frijoles saltarines contesta


Rosita.

El empleado estira el brazo, de un costal saca una


semilla, se la enseña a Rosita y le dice: - mira niñas este
es un fríjol pero no es saltarín, pero hay otros frijoles en
los que adentro nace un gusanito, ahí mismo se
alimenta y crece, para él es como una casita, cuando el
gusanito se hace de lado, la semilla se mueve.

Continúa diciendo el dependiente: - cuando tenemos los


frijoles saltarines, vienen los vendedores ambulantes,
los compran y se los llevan para revenderlos; por ahí los
vas a ver.

María que ya se había acercado comenta: - yo recuerdo


que cuando era niña, paseando con mis papás, vi que los
estaban vendiendo en la banqueta, nos acercamos y los

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frijoles estaban saltando unos sobre otros, quise
agarrar uno pero sin querer toqué la lámina y sentí que
estaba caliente, el vendedor me vio y se molestó, mi
papá se dio cuenta me tomó de la mano y dijo
¡vámonos! el empleando de la tienda únicamente
sonrió; se despiden y salen de la tienda.

Empiezan a caminar y es Beto quien comenta: - Es que


ponen una veladora encendida debajo de la lámina, ésta
se calienta, entonces los gusanitos se irritan demasiado
por el calor, y se retuercen con tanta fuerza que hacen
saltar las semillas; les llaman tanto la atención a los
niños que piden a sus papás que se los compren.

Rosita camina de las manos de sus papás, pensativa,


pero llega un momento en que, los suelta, se para y les
dice: ¡que bueno que no le traigan a la tienda los frijoles
saltarines!

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La Media Cobija
Autor Anónimo
Colaboración de María de los Ángeles López Álvarez

El siguiente relato tiene como objeto hacernos


reflexionar sobre, nuestra conducta y sobre la firmeza
de nuestros valores.

Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa.


Durante largos años había trabajado con ahínco para
sacar adelante a su familia. Su mayor deseo fue ver a su
hijo convertido en un hombre de bien respetado por los
demás y a eso dedicó su vida y su escasa fortuna.

A los setenta años, Don Roque se encontraba sin


fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos.
Esperaba que su hijo, ahora brillante profesionista le
ofreciera su apoyo y comprensión; pero veía pasar los
días sin que el hijo apareciera.

Decidió, por primera vez en su vida, pedirle un favor.

Don Roque tocó la puerta de la casa de su hijo.

- ¡Hola papá! ¡que milagro que vienes por aquí!

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- Ya sabes que no me gusta molestarle, pero me siento
muy solo; además estoy cansado y viejo.

-Pues a nosotros nos da mucho gusto que vengas a


visitarnos, ya sabes que ésta, es tu casa.

- Gracias hijo sabía que podría contar contigo, pero


temía ser un estorbo. Entonces, ¿No te molestaría que
me quedara a vivir con ustedes? ¡me siento tan solo!

- ¿Quedarte a vivir aquí? Si,... claro,... pero no sé si


estarías a gusto, tú sabes... la casa es chica... mi esposa
es muy especial... y luego los niños...

- Mira hijo, si te causa muchas molestias olvídalo. No te


preocupes por mí, alguien me tenderá la mano.

- No padre, no es éso. Solo que... no se me ocurre dónde


podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto,
mis hijos no me lo perdonarían... Sólo que no te
moleste...

- ¿Qué?

- Dormir en el patio...

- ¿Dormir en el patio? Está bien.

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El hijo de Don Roque llama a su hijo Luis, niño de doce


años.

-Dime papá.

- Mira hijo tu abuelo se quedará a vivir con nosotros;


tráele una cobija para que se tape en la noche.

- Si con gusto ¿y dónde va a dormir?

- En el patio no quiero que nos incomodemos por su


culpa,

- Luis subió por la cobija; tomó unas tijeras y la cortó en


dos.

En eso llegó su padre.

- ¿Que! haces, Luis? ¿Por qué cortas la manta de tu


abuelo?

- Sabes papá... estaba pensando...

- ¿Pensando en qué?

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- En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas
viejo y vayas a vivir a mi casa y tengas que dormir en el
patio.

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El Círculo
María de la Paz Martínez Pérez

Él era un pequeño niño de provincia, era un niño triste,


un niño sufriente; su abuelo era como el decía un viejo
duro, trabajaba de mecánico, el igual que todos sus tíos
y su abuela, era una vieja trabajadora, amorosa, todas
los días se levantaba a las cinco de la mañana para ir al
templo.

Su recuerdo más agradable es verse sentado en el


quicio de la puerta y esperar el regreso de la abuela por
la mañana, al verla a lo lejos por esa calle que venía del
centro, corría a su encuentro para abrazarla. Recuerda
los riquísimos frijolitos con huevo que le preparaba y el
amor con que lo trataba. Todo era bonito en el pueblo,
el campo, los chivos. Un buen día le preguntó a dónde
iba por las mañanas y le pidió que lo llevara.

Al otro día a las 5 de la mañana se levantó muy contento


viendo el amanecer, sintiendo el viento fresco y de la
mano de su abuela, se encaminaron al templo, y al llegar
la abuela hincada y el mirando todo alrededor; junto a
él, un hombre muerto y sangrante, qué miedo, qué
horror a sus cinco añitos; le pregunta a la abuela, -
¿quién es?, -es Dios, -¡No! Contesta horrorizado el niño,
-este no es Dios, Dios es aquel, señalando a lo alto, hasta

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la bóveda del templo, Dios es ese, el que está rodeado
de angelitos; -No, dice la abuela, Dios es éste. El niño
sale corriendo horrorizado y nunca más vuelve a querer
entrar.

Por la noches esa visión lo acosa, el miedo, el horror,


suda, le da fiebre, -¡No! Ese no puede ser Dios, -recuerda
como lo miraba, y no podía con esos ojos, no podía con
esa mirada, -¡no; ese no es Dios, ese es el Dios de la
pobreza, es el Dios de la desolación. No quiero nunca
saber de Dios.

El tiempo pasa y vienen a vivir a la Gran Ciudad de


México, el niño recuerda como su madre y su padre
seguían acostados cuando él y su pequeña hermana
debían caminar por una gran avenida para ir a recoger
la leche a la Conasupo en aquella época, como su padre
se alcoholizaba, como su madre trabajaba lavando todo
el tiempo ropa, para cubrir las necesidades básicas,
como lo golpeaba neurótica por tanta pobreza y dolor.

Dos veces estuvo en el hospital como consecuencia de


los golpes y quemaduras que su madre le propinaba.

Creció como pudo, amparado en el grupo de jóvenes


mayores que en la calle le enseñaron todos los vicios,
todos los horrores que más tarde repetiría, tomando su

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fuerza al humillar a los demás, creciendo
menospreciando a los demás, alcoholizándose,
drogándose, robando, violando, incluso quitando la
vida, siempre arrebatando, lastimando y lastimándose.

En el extremo del odio, golpeando a su madre, odiando


todo y a todos; a su esposa a sus hijos y a él mismo.

Un buen día muere lo único que representaba amor


para él; la abuela se fue, y ahí, por tercera vez frente a
ese féretro gris rompe un crucifijo, -te odio Dios, porque
te llevaste lo único bueno que había en mi vida.

Estacionado en ese dolor y sin entender nada se sigue


hundiendo en el vicio y el dolor, vive en el hospital
psiquiátrico y cada vez más mal, más dañado por los
electroshocks, pesando 45 kilos, lo desahucian y lo
mandan a morir a su casa, ¿cuál casa?.

Nadie lo quiere recibir, ha hecho tanto daño; se intenta


suicidar pero también en eso falla. Los remordimientos
comienzan, ya no puede dormir, ve las caras de esas
pobres mujeres, escucha sus palabras. Ya no puede
vivir, ya no quiere vivir.

Un buen día escucha que Dios es AMOR, no es Dios lo


que yo creía, si es amor, me ama, piensa en mí, aún me

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ama a mí, tiene que hablar, tiene que vaciar su alma de
tanto dolor, tiene que pedir perdón y se da cuenta de
que él no es nada, nada, que todo lo que hizo era una
forma desesperada de tratar de ser algo, pero no sirvió
de nada, después de todo el daño que hizo y de todo lo
material que atesoró, sigue sin ser nada; y empieza a
entender que lo que siempre lo movió fue un gran
miedo, miedo de no ser nada; y ahora, que canta, pesa
90 kilos, es alto, fuerte y trata de ser feliz. Porque
encontró al Dios del Amor y todavía le falta entender
algo, porque le pusieron Fernando, si supiera que
quiere decir: “el que hace todo lo posible por conservar
la paz”.

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Máximas
Frases Célebres
Refranes
y Varios

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Mente sana en cuerpo sano


María del Carmen Mendoza Galicia

El niño nace libre de ataduras,


pero apenas empieza a conocer
su mundo, los mayores le roban
su autenticidad enfermando su
mente con miedos, rencores,
peleas, envidias, celos, etc.

Desde entonces al enfermar su


mente, enferman también su
cuerpo y empieza la cadena dé
eslabones de malestares y depresiones en los diversos
ciclos de su vida, sin percatarse cuál fue el inicio.

Cuando llega la edad adulta, ya ha acumulado un


sinnúmero de actitudes y hábitos, no siempre positivos,
producto de sus pensamientos negativos, que van
tejiendo una gran telaraña que amarra su personalidad,
impidiéndole libertad para ser y actuar, en detrimento
de su creatividad.

El estrés se apodera de él y le provoca enfermedades;


los taoistas opinan que los órganos del cuerpo se
enferman con los pensamientos negativos; así el odio y
la impaciencia enferman al corazón, la preocupación

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enferma al bazo, la tristeza y la depresión enferman a
los pulmones, el miedo enferma a los riñones y el
enfado y la frustración enferman al hígado.

Los taoistas recomiendan acariciar mentalmente a los


órganos del cuerpo, con suavidad y amor,
revitalizándolos con energía y sonriéndoles con alegría
y felicidad. Si la mente desarrolla pensamientos
positivos, los resultados del cuerpo también serán
positivos.

La mente reclama tranquilidad, que se puede lograr


practicando la meditación, el yoga, el tai - chi diversas
técnicas de sanación como el reiki. La actividad física
como: caminar, correr, saltar, bailar y hacer deporte
ayuda a mantener la mente ocupada y el cuerpo sano.

Es importante tener conciencia del daño tan grande que


se le hace al cuerpo, con pensamientos y actitudes
negativas, por lo que se recomienda que a manera de
aspiradora se puede hacer una verdadera limpieza en la
mente, borrando lo doloroso del pasado, los
sentimientos y actitudes negativas y a cambio se llene la
mente de sentimientos de amor y comprensión, de
respeto, de gratitud, de reconocimiento, de optimismo,
de seguridad, de altruismo, de protección, de apoyo, de
amistad, de autenticidad, viviendo el presente con

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intensidad y atención como si fuera el último día de la
vida.

Si se enferma al cuerpo, con pensamientos negativos, de


hoy en adelante sólo tendrán cabida en la mente
pensamientos positivos y lo que hará posible que haya
MENTE SANA EN CUERPO SANO.

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Lo cortés no quita lo valiente


María del Carmen Mendoza Galicia

El cultivo del ego lastima mucho, actitudes como “sólo


yo puedo, sólo lo que digo vale, nadie sabe como yo,
sólo yo lo sé todo, y lo que digo es lo único importante”.
Esto lleva al traste cualquier crecimiento que provenga
del interior del ser humano.

Rencores, envidias, odios, soberbias, prepotencias,


intolerancias, “falta de memoria”, por ende de
reconocimiento y gratitud hacia quien o quienes
contribuyen al desarrollo y progreso personal y
profesional de algunas personas, impiden la nobleza de
saber pedir perdón y disculpas y sobre todo el avance
en el desarrollo personal.

Siempre será grato que el corazón humano de cada


persona se manifieste con atención, con amabilidad,
sencillez, cortesía, honestidad, lealtad, sinceridad,
veracidad, complacencia, caballerosidad, respeto y con
buenos modales, puesto que estos atributos lo hará más
humano y tendrán mayores elementos para realizar una
convivencia real en cualquier grupo de personas.

La vida diaria es una gran oportunidad para practicar


los “buenos modales”; la cortesía en el trato, califica a la

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persona, la distingue y la ubica en un ámbito más
humano y de mayor calidad.

El desarrollo del ego, impide poner los pies en el suelo,


y contribuye al desarrollo de la soberbia y la petulancia.

Esta reflexión pretende que cada ser, sea consciente de


manifestar su YO noble, sencillo, que sabe respetar,
reconocer y agradecer a quien le apoye; manifestarlo
siempre le colocará en un nivel de grandeza personal
sin que pierda sus características de valentía por lo que
se dice que: LO CORTÉS NO QUITA LO VALIENTE.

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Dame un punto de apoyo


y moveré al mundo
María del Carmen Mendoza Galicia

El amor es un sentimiento muy grande, capaz de


mantener la seguridad y ecuanimidad en la persona,
como el mejor punto de apoyo.

La seguridad se cultiva desde el inicio de la vida, por el


amor de los padres, de los hermanos y demás familiares
cercanos.

La relación social con otros niños va creando vínculos


de amistad a veces tan intensos que se convierten en
lazos de amor.

El buen trato, la comprensión, el diálogo asertivo, las


palabras y conceptos motivadores impregnados de
alegría y felicidad constituyen un punto de apoyo
importante en el crecimiento físico y espiritual de los
niños, en su paso por los diversos ciclos de la 1ª., 2ª. Y
3ª. Infancias, después como púberes, como
adolescentes y por último cuando llegan a la edad
adulta.

Qué importante es contar con ese punto de apoyo,


llamado amor, que empieza en el propio ser. Si desde

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siempre se cuenta con ese amor, las personas se aman a
sí mismas, se respetan, se quieren y motivan
permanentemente, siempre tendrán el punto de apoyo
que les permita crecer internamente día a día, sin
penas, ni dolores, libres de sentimientos y
pensamientos negativos y con una gran ilusión de ser
cada día la persona más segura, porque cuenta con el
mejor punto de apoyo que es el AMOR.

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Carta a mi amiga
Dora Alicia Terán Manssur
María del Carmen Mendoza Galicia

Deseo que de lo más profundo de mi ser, salgan mis


sentimientos de cariño, amistad y hermandad que me
unieron a tí en los once años que tuvimos la dicha de
compartir. Desde diciembre del 2002 te busqué
afanosamente, insistí en enero y febrero del 2003 y
fueron inútiles mis llamadas porque no tuve respuesta a
ellas. Y fue hasta el 21 de abril, que José de la Peña,
regresó de Saltillo, Coahuila. Cuando me enteré que
habías partido a ocupar tu lugar en el Eterno Oriente.

Fue tal mi desconsuelo que de inmediato busqué a tus


hermanos quienes me informaron que efectivamente el
21 de marzo a las 12:00 horas, habías hecho el viaje que
no tiene retorno.

Evoqué mis actividades de ese día y esa hora y fíjate que


estaba con Margarita García Flores precursora del voto
de la mujer a quien tanto admiraste y fundaste en su
honor el “Reconocimiento” que lleva su nombre
“Margarita García Flores”, que tantas mujeres
importantes han recibido y cuya entrega se hizo
también en el Auditorio Libertador Miguel Hidalgo y
Costilla de la tan querida Sociedad Mexicana de

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Geografía y Estadística de esta ciudad de México,
Distrito Federal.

Margarita y yo, compartimos un lugar en el presidium


en el homenaje por el CXCVII Aniversario del natalicio
de Benito Juárez, gran liberal de férreo carácter,
estadista y gobernante firme y seguro de sus
convicciones. Allí nos encontrábamos los liberales,
emulando su pensamiento y reflexionando el qué hacer,
en estos tiempos tan difíciles.

Después nos trasladamos al panteón de San Fernando y


qué crees, hubo 7 oradores y yo fui la única mujer.
Expresé mi enérgica protesta contra quienes no
permiten que la mujeres estemos en los talleres de
trabajo, por todos conocidos, hice referencia a la
compañía y apoyo, que Benito Juárez, siempre tuvo de
Margarita Maza, mencioné las leyes de la Reforma y la
trascendencia del Registro Civil, así como la separación
de la iglesia del Estado y concluí exhortando a todos, a
fajarnos bien el mandil y con los instrumentos de
trabajo asumir la actitud de ser liberales a la altura de
Juárez.

Los aplausos fueron nutridos y recibí muchas


felicitaciones, hubo quienes dijeron que fue el mejor
discurso; y yo mi querida Dora, me sentí satisfecha por

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ocupar una vez más una tribuna en defensa de nuestro
género.

Ya se acerca el 17 de octubre y cumpliremos cincuenta


años de contar con la oportunidad de elegir a nuestros
gobernantes y de ser elegidas y lamento profundamente
ya no verte correr y preocuparte por todos los detalles
de la conmemoración y entrega del “Reconocimiento
Margarita Flores” se encuentren en su punto; ya no más
llamadas telefónicas, para platicar nuestras inquietudes
y nuestros anhelos, ya no más tristezas y alegrías que
compartir, te fuiste muy pronto cuando aún tenías
mucho que cumplir. Hoy estás con tu mamá y tu papá, -
el gran liberal que trascendió en su labor- y desde allá
seguramente seguirás observando los pasos de quienes
permanecemos aún por la tierra.

Querida Dora; ten la plena seguridad de que guardo de


ti los más bellos recuerdos por nuestra hermosa
amistad. Reconozco en lo que vale tu férrea lealtad, tu
invaluable compañía, de ocho días, en la muerte de mi
hermano Edgar, el 11 de abril de 1995.

Estuvimos juntas en diversas tareas políticas y


masónicas, en los estados de Monterrey, Coahuila,
Puebla, Tlaxcala, Morelos, Estado de México y otros más
y fueron innumerables los ratos de convivencia al

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platicar de nuestras emociones y proyectos en la vida
política y social.

Te recuerdo con enorme cariño siento una gran


nostalgia por tu ausencia física, sin embargo tu
presencia espiritual aquí está presente en todo
momento, tu risa, tus bromas, tus chascarrillos, tus
protestas, todo lo guardo como una película que repito
en mi mente y en mi corazón.

“Toda la raza”, como solías decir, sintió tu partida, todos


mis sobrinos añoran a la “Tía Dora” y mi mamá también
lamentó mucho la partida, de su querida sobrina.

Aquí estamos quienes te queremos, resaltando tu


presencia y tu recuerdo, en todo momento.

Esta es la primera carta que te escribo y no será la


última, me seguiré comunicando contigo y te tendré al
tanto de cuanto ocurra, por ahora te estrecho
fuertemente y nuestros corazones seguirán palpitando
juntos con una gran hermandad, ¡hasta pronto Dora!.

Fraternalmente
“Kary” como tú me llamabas.

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Máximas
Georgina Adriana Nájera Martínez

Leyendo El Rey Lear de Shakespeare, en las líneas


donde éste reparte sus propiedades a dos de sus tres
hijas, ya que la menor no acepta lo que le corresponde
porque sí ama a su padre, además no es ambiciosa ni
malvada.

El bufón le dice estas máximas a su rey:

Ten más de lo que aparentas


Di menos de lo que sepas
Presta menos de lo debas
Aprende más de lo que puedas entender
Juega menos de lo que ganes
Deja el jarro y la manceba
Estate en tu casa y te saldrán las cuentas

Estas palabras encierran grandes verdades, nos


enseñan lo práctico y neto de nuestra conducta con las
personas que convivimos, con los amigos y con la
familia; son verdades que si no las olvidamos y
tomamos en cuenta y las cumplimos; podremos
conservar con bastante tranquilidad nuestro bienestar,
superarnos día con día y gozar, disfrutar y realizar
nuestros propósitos. Podremos dejar que las

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apariencias no nos dominen y ser auténticos, depender
económicamente de nosotros mismos y no andar
mendingando o quitando a los demás lo que quizá no
nos quieran o no puedan compartir.

Nos invitan a superarnos, no a costa de los demás, sino


con nuestro propio esfuerzo o quizá, hombro con
hombro con los demás.

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No hagas a otro lo que no quieras para tí


Haydée Amézquita Barrera

Máxima

NO HAGAS A OTRO, LO QUE NO QUIERAS QUE TE HAGAN


A TI, PERO TAMPOCO PERMITAS QUE LOS DEMAS TE
HAGAN ALGO QUE TU NO LES HARIAS A ELLOS

Esta máxima conocida como: "La Regla de Oro", marca,


a mi juicio, una línea de conducta de extraordinario
valor. Es una luz que alumbra un camino de justicia y
dignidad.

Desde el momento en que se adquiere la categoría de


ser humano se adquiere la dignidad; esa cualidad que
hace vivir a las personas con un comportamiento que
indica, el respeto que se guardan a sí mismas y a las
demás.

Por ese sentido de dignidad hablamos y tratamos a


nuestros semejantes con mesura, nos solidarizamos con
ellos para brindarles nuestra ayuda, y con delicadeza,
pero con absoluta firmeza marcamos cuál es el trato al
que tenemos derecho, pues así lo exige nuestra propia
dignidad.

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El que nace pa’ tamal del cielo le caen las


hojas y El que nace pa’ maceta del
corredor no pasa
Haydée Amézquita Barrera

Con lenguaje pintoresco y metafórico, la sabiduría


popular ha expresado que tenemos un destino trazado
de antemano y no podemos salirnos de é1. En cierto
modo, esta expresión fatalista es cierta. Un innumerable
conjunto de individuos pertenecemos a la gran masa de
la población; somos parte del grupo que en apariencia
no tenemos nada extraordinario. No tenemos la luz
radiante que hace brillar a los líderes, a los hombres
que descollan por sus acciones heroicas, ya sea por la
patria o por el bien de sus semejantes como es el caso
de los científicos e investigadores o los que dan
mensajes trascendentales para el progreso humano.

Todos tenemos luz, modesta, pero la tenemos y es


importante que la usemos, ya seamos "tamal" o
"maceta".

Haciendo uso de las metáforas yo soy una maceta y


estoy en un corredor. Soy una maceta de barro común y
corriente. Con frecuencia llegan personas se sientan
junto a mí y me platican sus problemas, sus penas, sus
preocupaciones yo las oigo con toda atención y procuro

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darles confianza para que desahoguen todo lo que traen
dentro de ellas y que les causa dolor. Hablo poco,
recuerden que las macetas no hablan, ellas sienten que
de alguna forma yo comparto su dolor, su preocupación
y que en lo poco que les digo ellas encuentran consuelo,
esperanza y sienten que sí tienen ganas y fuerzas para
luchar y obtener cosas buenas. Con frecuencia; dicen:
"Vengo a contarte algo y quiero que me des ánimos".

Entonces yo me digo: "Qué bueno que soy una humilde


maceta y por eso me tienen confianza y yo puedo
compartir su pena y desearles buenas cosas, les
comunico valor y fe". ¡Qué lindo es ser maceta!

Ahora, soy un tamal. Comida típica que agrada a


muchos y que es un rico alimento. Me colocan en un
platito limpio y llego a la mesa. Ahí hay personas que
necesitan alimento algunas veces material y otras
espiritual. Mientras me comen, sí tienen hambre en el
estómago empiezan a sentir una agradable sensación
que las pone felices. Si su necesidad es de alimento
espiritual entonces, yo las hago reflexionar acerca de a
través de las cosas sencillas se pueden obtener
sentimientos, pensamientos y hasta energía para
realizar acciones justas prácticas útiles y así encontrar
solución a problemas que parecían imposibles de
solucionar.

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Ahora dirán: Qué bien me caen los tamalitos cuando


tengo hambre. Toda mi persona se llena de bienestar
cuando los como. Es el mejor alimento.

También dirán: "Los tamales fueron como una fuente de


inspiración, mientras me deleitaban tuve la impresión
de que me dijeron cosas muy útiles, muy ciertas y el
pensamiento se me despejó.

Yo digo: Qué bueno es ser tamal y dar fuerzas, al cuerpo


y al espíritu, ¡estoy contenta con ser un humilde tamal!.

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El que a buen árbol se arrima,


buena sombra le cobija
Marina Ochoa Zúñiga

Señala que de las personas valiosas aprendemos buenas


costumbres.

Su influencia hace que nos enfrentemos con más valor a


los problemas que se nos presenten.

En diferentes etapas de mí vida se me han presentado


momentos difíciles y siempre he encontrado un buen
árbol que me ha dado buena sombra; gente que hay que
aplaudirle por su generosidad y paciencia.

He intentado con todas mis fuerzas comprender lo


bueno de ellas y encontrar la herramienta que me
permita ser útil, y aportar lo mejor de mí y dejarles un
legado a mis hijos de responsabilidad, de buenas
costumbres, alegría y amor y aunque por mis limitados
conocimientos se me ha hecho difícil, siempre lo seguiré
intentando.

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Mi sentir
Fernanda Cervantes García

No dejaría pasar esta oportunidad


tan importante para dejar
constancia de que ser adulto mayor
es una dicha inmensa pero ser un
adulto en plenitud es no tener
límites, para una completa
realización.

Por eso es que les digo:


¡Qué feliz es este día
como palpita mí corazón
brilla en nuestros rostros la alegría
calma y salud, nos da el señor
que no desoiga nuestro acento
gozo y felicidad nos da, sin fin
con la ventura y contento
años de vida mil y mil.
Que la felicidad, ducha y prosperidad, sean nuestros
eternos compañeros.
¡Salud, amigos míos!

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La experiencia de su vida en mi vida


Laura Reyna Morales Cervantes

Soy coordinadora de eventos


socio-culturales del CEATED y
esto me ha dado la oportunidad
de formar parte de un gran
grupo, o mejor dicho de una gran
familia con quién convivo dos
veces a la semana, hace ya más
de un año.

Todo aquel que viene a este


grupo encuentra: amor, aprecio, amistad, conocimiento,
tranquilidad, alegría, diversión, pero sobre todo
sabiduría, que da la experiencia y aquí se han vertido
innumerables episodios de vidas, que nos han llenado
de reflexiones y conocimientos dignos de ser
recordados.

No obstante nuestras diferencias de edad, he logrado


integrarme a este maravilloso grupo, en el que he
compartido, sus risas, sus inquietudes, sus malestares,
sus llantos y sus expectativas.

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En mi nueva familia, tengo presente la energía de


Haydeé, en sus clases de español, a Bertha Salazar
detallando la ley condominal, a marina Ochoa, contando
siempre chistes, Andrés impartiéndonos electricidad
doméstica, Anastasio manifestando sus deseos de
instalar su taller mecánico, margarita cantando y
escribiendo sin para, José y Angelita ejemplo de
matrimonio duradero, siempre presentes, Elisa
contando como escala las montañas, Celia, activa y feliz,
buena escritora, Flor, excelente cocinera, Esthela buena
fotógrafa y Luis Torres también correteándonos para
aprovechar los eventos de la programación de la
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, a los que
invariablemente asiste acompañado de Pedro quié
buena cuenta da de ello, Georgina, seria y formal asiste
con otros compañeros como Consuelo y Francisco,
puntualmente a las clases de Tai-chi con el buen
instructor Jorge Ortíz. Espero no haber omitido a nadie,
antes de concluir, también menciono la participación de
María de la Paz, aplicando la técnica del biomagnetismo,
salvó la vida de Angelita y margarita. Que afortunada
fue su intervención, gracias por tenerte entre nosotros.

Diré también que el CEATED, existe por el entusiasmo y


conducción de Carmina, nuestra directora y juntos
constituimos el centro de Amigos de la Tercera Edad.

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En este momento cuento con dos grandes amigos que


son mis queridos padres, a los que admiro respeto y
quiero, no solo por que me han facilitado la forma de
crecer y de aprender a vivir, sino porque me han dado
la vida: Gabriel Morales y Fernanda Cervantes.

A ellos debo haber tenido una infancia feliz, sana, alegre


y sin barreras y sobre todo me enseñaron a respetar y
entender a las personas mayores y ahora la vida me
coloca con un hermoso grupo de ellos; tuve la suerte
de, conocer y convivir con José Fidencio y Francisca mis
abuelos paternos, y Moisés y Loreto mis abuelos
maternos de quien guardo muy gratos recuerdos y
enseñanzas; enseñanzas que siendo muy pequeña supe
valorar y que a lo largo de mi vida me han servido en la
conducción de mi familia, mi esposo y nuestra hija
Gaby.

Por eso, aquÍ en el CEATED rodeada de gente tan


maravillosa e inteligente, vuelvo a vivir y a recordar
esos grandes momentos de antaño, cuando mis abuelos
se preocupaban por una pequeña que debía crecer
aprendiendo con las experiencias que se empeñaron en
transmitirme.

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Aunque ellos ya no están, su recuerdo me alienta, a


entender y a preocuparme por los integrantes de este
grupo a quienes admiro y respeto con cariño, deseo
ocupar un huequito en su corazón.

Fraternalmente

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Las Abuelas
Autor Desconocido
Aportación de Anna Dinnorah Gómez de Lassé

Mamá decide en tu niñez lo que más te conviene. La


abuela decide lo que más te divierte.

Abuelas y nietos viven al día.

Abuelas y nietos gustan detenerse a observar las


mariposas y hablar con los gatos.

Las abuelas pasan de tu plato al suyo la verdura que no


te gusta.

Las abuelas "están de acuerdo" con las madres, pero


consiguen cambiar un poco sus ideas.

Una buena abuela deja que le cuentes todo el


argumento de la película que también ella vio por
televisión. Y además revela su sorpresa.

A una buena abuela no le importa que subas a su cama a


las dos de la mañana. Con tal de que no te muevas.

Una buena abuela nunca te besa si no quieres.

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La abuela escucha cuando nadie prestaría atención.

Las abuelas están dispuestas a decir: "No importa


cariño, ya se te pasará, de verdad"

Lo que hace a una abuela tan especial es que siempre


está allí por nosotros. Siempre.

Los nietos piensan que es raro que las abuelas tengan


piel y huesos tan viejos cuando, evidentemente, por
dentro son de la misma edad que ellos.

Es increíble que, de la mañana a la noche, una dama


madura aprenda a sentarse en el suelo con las piernas
cruzadas, a tocar un tambor de hojalatas, graznar como
un pato, cantar villancicos, hacer flores de papel,
dibujar cerditos y coser ositos de peluche gravemente
dañados.

Las abuelas vienen en docenas de formas, racimos de


arrugas, idiomas, vestidos, pieles, y grados diversos de
envejecimiento. Pero siempre tienen el mismo amor en
el centro.

Las abuelas saben lo que es seguir adelante, crear un


hogar y dar a los chicos un empujón en la vida.

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Las abuelas te dan un sentido de la proporción.

Deseo que en el mundo cada niño asustado, solitario,


enfermo o desconcertado tenga una abuela hacia la que
correr.

La abuela tiene en su cabeza un mundo que nunca


conociste. Ahora te lo entrega para que lo guardes con
tus propios recuerdos, y para que, a su vez, lo entregues
a tus nietos.

Trátalo con cuidado.

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Una tarde de domingo


Anna Dinnorah Gómez de Lasse

Una tarde de domingo fui un rato a visitar a Dios. Sentí


ese deseo de decirle tantas cosas, El me miró y dijo: Yo
también necesito ser escuchado, como tú; pues observo
a todos ocupados. Sin dignarse a acercarse a mí. Todos
viven pensando en hacer su propia voluntad y
descuidan ese regalo tan grande que les di, que se llama
Vida, Amor...

Pasaron los minutos y noté, como caían al suelo esas


lágrimas que no hallaban consuelo. Al verlo llorar le dije
cuánto lo amaba y no tenía más que ofrecerle que mi
amistad.
De repente volteó y me sonrió

No te preocupes, dijo, tu dolor y tus luchas han sido


duras, en eso nos parecemos pero recuerda: que yo dí la
vida por ti, y tu has sabido corresponderme - yo me
quedé callada, no sabía que decir.

Sólo sé que esa tarde de domingo pude sentir ¡Cuanto


nos ama Dios!

Y nosotros ni siquiera nos acercamos a él.

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Soy Libre
El Sentido de la Libertad
Autor Desconocido
Aportación de Elisa Maya Romero

Ser Libre nos da la opción de decisión y deberemos


asumir sus consecuencias

SOY LIBRE para elegir mi destino; cualquiera que éste


sea. Yo soy el único responsable de la calidad de vida
que poseo.

SOY LIBRE para buscar permanentemente mí


superación y soy responsable de mi estancamiento y
mediocridad.

SOY LIBRE para dedicar mis talentos al trabajo que


elija, y responsable si vivo en la frustración renegando
de lo que nunca quise hacer.

SOY LIBRE para producir los bienes materiales que


deseo poseer, y único responsable por la frustración de
no tenerlos.

SOY LIBRE para elegir a la pareja con la que deseo


compartir mi vida, y soy responsable de su felicidad y
realización.

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SOY LIBRE para decidir traer a otro ser humano al


mundo, pero soy responsable de su formación y
desarrollo.

SOY LIBRE para compartir la amistad, y soy


responsable de la lealtad y sinceridad que le debo a mis
amigos.

SOY LIBRE para disfrutar plenamente todos los bienes


de la creación y el único responsable de mi
insatisfacción y saciedad.

SOY LIBRE de soñar y dejar volar mi imaginación, y


único responsable de la frustración de tener una vida
vacía, sin estrellas que alcanzar.

SOY LIBRE para hacer crecer mi espíritu a su plena


realización, responsable de la estrechez de su horizonte.

SOY LIBRE para elegir los ideales por qué luchar, y


responsable de la calidad del mundo en que yo decidí
vivir.

SOY LIBRE para amar a Dios, y único responsable de no


cumplir con la misión histórica de mi creación.

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Veinte buenas acciones


María de los Ángeles López Álvarez

¡Lucha!
¡Alcanza!
¡Siente!
¡Encuentra!
¡Aguanta!
¡Piensa!
¡Consuela!
¡Habla!
¡Sufre!
¡Entiende!
¡Olvida!
¡Goza!
¡Escucha!
¡Enfrenta!
¡Calla!
¡Decide!
¡Perdona!
¡Sonríe!
¡Aprende!
¡Ama!
¡Practícalas, se arreglarán muchas cosas y serás feliz!

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Comentario a una frase célebre


Por María de los Ángeles López Álvarez

NUCA CONSIDERES EL ESTUDIO COMO UN DEBER, SINO


COMO UNA OPORTUNIDAD PARA PENETRAR EN EL
MARAVILLOSO MUNDO DEL SABER.

Albert Einsten

Comentario:

Si meditamos con detenimiento, nos damos cuenta


cabal que gracias al estudio tenemos conocimientos que
nos sirven. Tal vez pensamos que algunos
conocimientos son por haber vivido y que la vida nos lo
dio, pero hay que considerar que, hay muchas formas
de estudiar, no solo mediante un libro impreso, un
cuaderno y una pluma. Todos sabemos que la vida es
una escuela, que desde que nacemos estamos
aprendiendo y que entre más atención y entusiasmo
prestemos mejor podremos vivir. Cuando tenemos la
seguridad de saber, somos más valiosos y nos
realizamos plenamente como seres humanos.

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A mí padre José Luis


Rocío Oñate Carlín

Yo no sé si Dios acepte como oración unas cuantas


oraciones gramaticales, pero escribo y me alivio y me
ilusiono al aventurar que orar es hablar desde el
corazón. Si esto es así, quisiera que mis oraciones se
confundieran con todas las de los buenos hombres y
mujeres que han orado por los que se nos han
adelantado en el camino. Los individuos aún con tanto y
tanto amor, tienen la mala costumbre de morirse, pero
la llama débil, frágil, casi invisible, pero invencible, no
se extingue.

Tú querido padre, sigues tan presente y tan actual en


nuestras vidas corno si nunca hubieras partido, porque
tu inmortalidad es cuestión de todos nosotros que te
recordamos día a día al compartir el pan, al externar
una sonrisa, al sentir tu presencia cuando los problemas
nos agobian. Tu resurrección la garantizan las flores, el
aire, el aroma del mar.

Alguien dijo:

Al final de la batalla
y muerto el combatiente,
vino hacia él, un hombre,
y le dijo: !No mueras, te amo tanto…!

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Pero el cadáver !ay¡ siguió muriendo

Pero tú, el hombre, el hijo, el hermano, el padre, el


esposo, el abuelo, la flamita azul, la lágrima de Dios, la
tibia caricia, la invencible terquedad, la secreta playa, el
dueño de todo, el amistoso y el manso río decidiste
visitar a Dios.

De repente y en forma tan cercana vivimos algo que a


todos en algún momento de nuestra vida nos ha tocado
enfrentar, y es cuando pensamos en los que ya
partieron y en el dolor que nos provocó su partida. A
pesar de creer que en todo este tiempo hemos
tramitado la resignación de tu partida, ese hueco que
dejaste fue como quedarse sin el cántaro de su propia
sangre, sin la alacena de los recuerdos y de los juegos
infantiles, sin los oídos y la voz que tramitaba con
nosotros las largas pláticas que se iban noche adentro y
que certificaban que éramos tan iguales, tan distintos y
tan extrañados; ya no estás para observar la
consolidación de esa familia que formaste con tanto
amor y esfuerzo, ya no estas para seguir viéndonos
crecer juntos, para consolarnos de los errores que cada
quien vamos cometiendo por nuestra cuenta, ya no
estás para compartir esa sopa humeante, para observar
el paso de esa juventud que a cada quien le fue llegando
y que cada uno a su manera fue dilapidando; nos
dejaste con esa súbita congoja de saber que estabas
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enfermo, pero ingenuamente creímos que solo con
nuestra cercanía te podríamos consolar, o incluso
aliviar, luchaste hasta el fin, la parca te arrancó de
nuestro lado no sin darle mucho trabajo, tu entereza y
dignidad la demostraste hasta el último momento, pero
desgraciadamente al final tuviste que cumplir con la
fecha que todos en nuestro calendario tenemos
destinada; partió entonces ese rival, tan cómplice y tan
amigo anterior, a los amigos que fue nuestro padre.

Los verdaderos padres son unos cuantos y se


distinguen por el poder terrible que adquieren sobre
nosotros. Del odio del enemigo hay mil maneras de
defenderse; frente al amor de un padre estamos
derrotados. No nos es fácil perdonar tu muerte, ni
tolerar nuestra supervivencia.

Pero mientras aquí sigamos nosotros paliaremos


nuestros llantos, para sofocar nuestro dolor, para
hablar de nuestros muertos y para seguir encontrando
los motivos que nos hagan seguir evocándote. Sigue
protegiéndonos y guiándonos como lo hiciste en vida.
Cúbrenos con tu luz y vitalidad. Te queremos.

Tus hijos.

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Un mexicano ejemplar
José Rojas Trejo

Sin temor a equivocarme, el mejor presidente de


aquella época, tan agitada para México, fue Don
Valentín Gómez Farías.

Fue diputado, senador y desempeñó varios cargos de


mucha importancia para el país.

Todo lo que hizo, lo hizo con todas las ganas para que
México mejorara en todos los sentidos.

Las Leyes de reforma recibieron todo su empeño, en el


grupo Juarista, fue el cerebro que inspiraba el grandioso
proyecto.

El día que fue firmada y jurada la Constitución Mexicana


de 1857, triunfo del Grupo Liberal Mexicano, la salud de
Don Valentín era muy delicada. Fue llevado en brazos
de sus hijos, para estampar su firma en el documento.
Don Guillermo Prieto, que estaba muy cerca de él, le oyó
decir, en el momento de firmar: “ESTE ES MI
TESTAMENTO”.

El cerebro de la Leyes de reforma, murió el 5 de julio de


1858.

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Nos dejó a los mexicanos una herencia de dignidad,


honradez intachable.

Es nuestro deber, ineludible, ser dignos de esa herencia


que señala el destino luminoso de la Patria.

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INDICE
Nombre de la obra Autor Página
Nuestra Portada Juan Carlos Garcés Botello 3
Presentación María del Carmen Mendoza Galicia 7
ANÉCDOTAS
Sueño , ensueño y vida Celia Flavia García Mota 14
Los Cheneques Consuelo López Martínez 18
La caída Georgina A. Nájera Martínez 21
Un buen trago Georgina A. Nájera Martínez 23
Un montón de aguacates Georgina A. Nájera Martínez 25
El circo Margarita Rosas 27
Recordando Margarita Rosas 29
Un sueño de amor Margarita Rosas 31
Como conocí el amor Haydeé Amézquita Barrera 34
Mi hermano Manuel Marina Ochoa Zúñiga 40
Yo creo en los milagros José Rojas Trejo 46
Recuerdo de mi infancia José Rojas Trejo 49
Recordando mi vida José Rojas Trejo 51
Un bello recuerdo Ma. de los Ángeles López Álvarez 53
El pozo Bertha Salazar Fonseca 55
Yo y la montaña Elisa Maya Romero 58
Vacaciones inolvidables Ana Dinorah Gómez de Lassé 62
Anécdota Ana Dinorah Gómez de Lassé 66
Angangueo, Michoacán Francisco Ortega 67
Una vida de lucha Leonardo Ramírez Monroy 77
CUENTOS
Encuentro con el nagual Luis Torres Terán 83
El fuerte en el mar Georgina A. Nájera Martínez 90
...y Corsario esta en el cielo Haydeé Amézquita Barrera 97
Aventura amorosa Pedro Quevedo Maldonado 104
Temblor regresa a casa Pedro Quevedo Maldonado 106
Sucede en el siglo XXI Ana Dinorah Gómez de Lassé 109
Historia breve de conejos Anastasio Apolonio Castro 112
Frijoles saltarines Pedro Quevedo Maldonado 115
La Media Cobija Anónimo 118
El Círculo María de la Paz Martínez Pérez 122

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INDICE
VARIOS
Mente sana en cuerpo María del Carmen Mendoza 127
sano Galicia
Lo cortés no quita lo María del Carmen Mendoza 130
valiente Galicia
Dame un punto de apoyo y María del Carmen Mendoza 132
moveré al mundo Galicia
Carta a mi amiga Dora María del Carmen Mendoza 134
Alicia Terán Manssur Galicia
Máximas Georgina A. Nájera Martínez 138
No hagas a otro lo que no Haydeé Amézquita Barrera 140
quieras para ti
El que nace pa’ tamal del Haydeé Amézquita Barrera 141
cielo le caen las hojas y el
que nace pa’ maceta del
corredor no pasa
El que a buen árbol se Marina Ochoa Zúñiga 144
arrima, buena sombra le
cobija
Mi sentir Fernando Cervantes García 145
La experiencia de su vida Laura Reyna Morales Cervantes 146
en mi vida
Las Abuelas Ana Dinorah Gómez de Lassé 150
Una tarde de domingo Ana Dinorah Gómez de Lassé 153
Soy libre, el sentido de la Elisa Maya Romero 154
libertad
Veinte buenas acciones Ma. de los Ángeles López Álvarez 156
Comentario a Frase Ma. de los Ángeles López Álvarez 157
A mi padre José Luis Rocío Oñate Carlín 158
Un mexicano ejemplar José Rojas Trejo 161

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Después de los años que han pasado

Somos lo
Que hemos
Vivido
Y lo plasmado aquí,
Perdurará por siempre...

Academia Nacional para el Desarrollo del Adulto Mayor


Mtra. María del Carmen Mendoza Galicia
Presidenta

Tiraje 1ª. Edición: 300 ejemplares


Se terminó de imprimir en noviembre de 2003
A cargo del Sr. Julio Gutiérrez Vera
En la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
Justo Sierra No. 19, Centro Histórico de la Ciudad de México

Diseño original Juan Carlos Garcés Botello


Rediseño versión web por
Estudio de Diseño, Arte & Muralismo, A.C.
Juan Carlos Garcés Botello
Jesús Cristóbal Flores Carmona
Verónica Hill Iturriaga de la Fuente

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