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2010-01-07 , Ecuador
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Desde la blogósfera
Arquitecto de la acuarela
Oswaldo Muñoz Mariño es uno de esos artistas cuyo legado perdurará para
siempre. Las obras de sus viajes por el mundo serán donadas a Quito.
Una vez fueron a mi exposición el Príncipe y la Princesa, según el protocolo hay que saludarlos de lejitos
nomás”, sonríe el artista.
Un pintor inacabable
A sus 87 años su cabeza luce blanca y su frente deja ver los surcos del paso de los años, pero mantiene ¿Considera usted que las estadísticas sobre
intacta su pasión por el dibujo y la acuarela. Cada sábado, junto a un grupo de estudiantes de delincuencia que publica la Policía, son las
Arquitectura, sale a recorrer el Centro Histórico y barrios tradicionales de la capital en busca de una reales?
plaza, un parque, una casa, una calle para dar rienda suelta a su inspiración. “Cuando un objeto
Sí
impacta, hay que lanzarse sobre él”, explica el maestro, quien durante 22 años fue profesor de Teoría
No
Superior del Arte. “Es una materia complicada y difícil y por eso me gustó”. Da la impresión de ser un
hombre serio pero en realidad tiene buen humor y le gusta bromear.
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Lo paradójico de esta historia es que este artista riobambeño se dio a conocer en México, adonde viajó a
estudiar Arquitectura.
Desde un inicio destacó como alumno acucioso, investigador, lo que le sirvió para ser ayudante de
cátedra de algunos profesores, incluso fue vicepresidente de la Federación de Estudiantes de la UNAM.
“Me tenían envidia”, dice sonriendo. Así fue como tuvo contacto con el maestro Diego Rivera. “Hicimos
tal amistad que le iba a visitar cuando estaba pintando. Era un tipo excepcional de gran cultura y muy
cuate”, recuerda el artista, a quien le es difícil olvidar el dialecto mexicano, a veces dice “como le seguía
platicando”.
A inicios de la década del sesenta gozaba de cierto reconocimiento por exposiciones realizadas en el
Distrito Federal y el Colegio de Arquitectos de México, que contaron con críticas buenas del maestro
David Alfaro Siqueiros. Pero fue en 1965 que saltó a la fama, cuando ganó el primer premio del Salón
Anual de la Acuarela en el Colegio de Arquitectos de México.
No tardaron las invitaciones a exposiciones internacionales. Cuando Quito y Cracovia fueron declarados
Patrimonio de la Humanidad, el Cónsul de Polonia lo invitó a exponer su obra. Más tarde hizo lo
mismo el Secretario General de la UNESCO, quien lo invitó a París, donde presentó una gran muestra.
Tras un tiempo lo nombraron experto del organismo internacional. Así viajó por toda Europa, África,
Asia, América con el objetivo de pintar el patrimonio mundial. ¿Por qué es difícil pintar en acuarela?
Según Muñoz, porque el cerebro es el que trabaja primero el cuadro, combina los colores e imagina
cómo van a quedar cuando estén secos. Pero lo más complicado es representar el aire del objeto que se
consigue luego de mucha práctica. “Nunca fue difícil para mí”, aclara.
Durante 40 años en México, Muñoz supo cultivar amistades famosas, además de Rivera, Frida Kahlo, el
muralista Siqueiros, las artistas María Félix, Dolores del Río, entre otros, figuran como sus amigos. El
acuarelista ecuatoriano parece la estrella de cine mexicano Pedro Armendáriz: las facciones de su
rostro, el peinado y hasta el color de la piel son idénticas. “Cuando estaba en algún sitio, le paraban
para saludarle y le pedían autógrafos confundiéndole con Pedro Armendáriz”, relata su esposa, la
mexicana Cristina de Muñoz.
“Nadie es profeta en su propia tierra”, un refrán que a Oswaldo Muñoz le cayó como anillo al dedo ya
que tres años antes de ganar el premio de acuarela en México, había ganado el concurso internacional
del Proyecto del Palacio Municipal para Quito pero nunca se concretó porque a la gente no le gustó.
“Era un proyecto impresionante.
Les explicaba a los que podía que el gótico fue moderno en aquella época y que para la época actual
había que hacer algo moderno”, relata Muñoz. No sólo que no tuvo éxito, sino que inclusive le
amenazaron con meterle preso. “A mi hermano los militares le metieron al bote y él me mandó un
recado que debía entregarme. No hice caso”, cuenta.
¿Maestro desde cuándo empezó a pintar? Parece retrotraerse en el tiempo y empieza a relatar que una
noche escuchó durante la cena que su papá Jorge Muñoz iba a comprar un automóvil. Eso se le metió
en la cabeza y dibujó un auto. Su papá miró y quedó estupefacto: “¡Qué belleza!”, exclamó.
Luego de algunas travesuras sobre el papel tapiz de Francia que cubría las paredes de la sala de su casa,
su padre le regaló un cuaderno y colores. Tenía cinco años e iniciaba una pasión que le marcaría la vida.
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