Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Toda persona que está relacionada con Cristo mediante la fe salvadora, responde
de una manera gozosa a Su Palabra. Por el contrario, la persona que no tiene interés
1
en escuchar, mucho menos de obedecer la Palabra de Dios, muestra evidencia de que
no le pertenece a Él.
Así como el deseo íntimo del creyente es conocer y obedecer la Palabra de Dios,
es el deseo natural de los incrédulos hacer caso omiso de ella y desobedecerla. Ellos
no valoran ni se someten a la Palabra autorizada de Dios.
John MacArthur dijo: “De modo que la mente y el corazón del creyente reciben
la verdad de Dios y se someten a ella. No es que los creyentes podamos sencillamente
sentarnos y pasivamente comprender, apreciar y aplicar estas verdades sin una
determinación y esfuerzo sincero. Así como el Señor no nos salvó sin que primero
confiáramos en Él, tampoco bendice nuestra vida como creyentes y no nos da
desarrollo espiritual sin nuestra constante confianza en Él. Y como la Palabra fue el
poder de nuestro nuevo nacimiento, así ella es el poder de nuestra vida”. Fin de la
cita.
Por lo tanto, Santiago nos muestra 5 principios prácticos para obedecer los
mandamientos del Señor. El título de esta predicación en La Prueba de la Fe a través
de la Obediencia 1ª Parte.
Antes de comenzar con nuestro bosquejo, veamos la introducción del versículo
19: “Por esto, mis amados hermanos”. Al decir esto, Santiago está haciendo alusión a
las verdades expresadas en el versículo 18. En primer lugar, la verdad general del
poder de la Palabra para regenerar a los creyentes en la iglesia y convertirlo en
criaturas completamente nuevas; en segundo lugar, la verdad adicional y maravillosa
de que aquellos creyentes llegaron a ser primicias de las criaturas de Dios.
Y es precisamente en este punto que Santiago hace una transición. Como hemos
experimentado el poder transformador de Dios y hemos llegado a ser nuevas
criaturas, debemos someternos siempre a su Palabra, permitiéndole que continúe con
su obra divina y nosotros a través de nuestra vida.
A partir de la segunda parte del versículo 19, Santiago comienza a explicar los 5
principios para obedecer la Palabra de Dios. En primer lugar, cada creyente debe ser
1. Aprende a Escuchar
Todo buen aprendizaje comienza con una buena disposición a
recibir la enseñanza. Por lo tanto, no es de sorprendernos que el primer
2
principio que Santiago no presenta sea el principio de escuchar.
El texto dice que seamos “Prontos para oír”. En otras palabras, esto
significa ser oyentes atentos, asegurándonos de prestar atención con el fin de
entender bien el mensaje que estamos escuchando.
Simon Kistemaker comenta lo siguiente: “Escuchar es un arte difícil
de dominar, ya que significa centrar un interés intenso en la persona que
habla. Escuchar es el arte de cerrar la propia boca y abrir los oídos y el
corazón. Escuchar es amar al prójimo como a uno mismo; sus
preocupaciones y sus problemas son lo suficientemente importantes como
para escucharlos”. Fin de la cita.
Cada uno de nosotros sabe por experiencia propia que escuchar
con atención es difícil. Muchas veces nos concentramos es lo que vamos a
responder en lugar de poner atención a lo que la otra persona nos está
diciendo.
Algo curioso, hasta cierto punto, es que muchos de los problemas
dentro del matrimonio surgen porque no existe buena comunicación. Y
siendo más específicos, a veces para evitar que un problema se complique
más, se toma la salida fácil de no escuchar a la persona que está hablando, es
decir, no se le pone atención y simplemente se le da la razón.
Santiago aquí nos exhorta a aprovechar cualquier oportunidad que
tengamos de ser expuestos a la Palabra de Dios. No importa si es algo que ya
hayas escuchado, te aseguro que hay algo nuevo que puedes aprender.
Todos sin excepción, necesitamos hacer de manera periódica un
inventario espiritual con relación a nuestra hambre y sed de la Palabra. Nos
debemos preguntar ¿Estoy de verdad deleitándome en la ley de Jehová tal
como lo dice el Salmo 1:2?
Un creyente verdadero se caracteriza por un espíritu dispuesto a
escuchar la Palabra, busca la forma de estar en contacto con las Escrituras:
devocionales, predicaciones, estudios, estudio bíblico personal, leyendo
libros, etc; pero no con el objetivo de cumplir con un tiempo devocional,
sino para crecer en conocimiento, comprensión y amor de la verdad, y por
encima de esto, crecer en el conocimiento y amor del Señor.
3. Aprende a Conformarte
El tercer principio es no enojarse. El enojo es una respuesta natural
que es una respuesta automática. En realidad el enojo es un mecanismo de
defensa que está mal utilizado por el hombre.
La palabra que originalmente se utilizó para describir el enojo, tiene
el significado de tener un resentimiento interior y profundo que se agita y
arde, es decir, no se trata de un arranque explosivo de ira, sino de un
sentimiento acumulado.
Y el enojo del que Santiago está hablando es específicamente contra
la Palabra de Dios. La Palabra de Dios confronta el pecado, nos pone en
conflicto debido a las preferencias que tenemos. A veces creemos que
nuestras consideraciones son mejor que lo que la biblia dice.
El enojo del que habla, se refiere a una disposición hostil a la
verdad de las Escrituras cuando esta no se corresponde con nuestras propias
convicciones, manifestadas, aun cuando solo interiormente, contra aquellos
que enseñan fielmente la Palabra.
Por lo general el predicador que menos le gusta a la iglesia es el que,
de alguna manera, dice las verdades de la Palabra sin rodeos.
Además, el énfasis de Santiago esta sobre aquellos que escuchan la
verdad y se resienten cuando esta pone al descubierto sus falsas ideas y su
modo impío de vivir.
En Gálatas 4:16 leemos: “¿Me he vuelto, por tanto, vuestro enemigo
al deciros la verdad?”. Pablo, haciendo una pregunta retórica, les muestra a
los gálatas la necesidad de hablar la verdad de verdad.
Por otro lado, existe una ira que es justa, una indignación contra el
pecado, Satanás y todo lo que deshonra al Señor o arremete contra su gloria.
Un ejemplo de esta ira justa la vemos en el Señor Jesús cuando echo del
Templo a los comerciantes en Juan 2:14-16.
Entonces, el airarse, amargarse y resentirse nunca puede servir para
la causa de Cristo, ¿porqué? El versículo 20 nos lo explica: “La ira del
hombre no obra la justicia de Dios”.
5
En otras palabras, no logra lo que es bueno y recto a los ojos de
Dios. Y esto es particularmente cierto cuando la hostilidad es contra la
Palabra de Dios, ya que en realidad, es contra Dios mismo.
Otra forma de decirlo, es que la ira estorba las oraciones del
creyente, tal como lo dice 1 Timoteo 2:8, donde leemos: “Por consiguiente,
quiero que en todo lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira
ni discusiones.”.
Kistemaker dice lo siguiente: “Cuando vivimos la vida justa que
Dios espera de nosotros, escuchamos con cuidado y obediencia la Palabra.
Cuando planeamos hacer o decir algo deberíamos preguntarnos si nuestras
acciones y palabras promuevan la honra a Dios y avanzan la causa de la
justicia y la paz para nuestro prójimo. Cuando permitimos que la ira nos
guie, ya no somos guiados por la ley de Dios.” Fin de la cita.