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María Lucrecia Ávila de Plano

Trabajo sobre “La conciencia lingüística en el Siglo de Oro”


Texto escrito por Hans-Martin Gauger de la Universitát Freiburg

En este texto el autor trata básicamente tres cuestiones en relación con la lengua
española:

I. La valoración del español en el Siglo de Oro (o sea la conciencia que se tenía


de la lengua en España en ese tiempo)

II. Las ideas de esa época sobre el origen del español

III. El problema de la conciencia estilística (estilo -> cómo hay que escribir) de
los siglos XVI y XVII

Para ello toma como base lo que llama la conciencia lingüística externa, la que no
tiene que ver con funcionamiento del español como lenguaje, sino con la actitud
que tienen del español sus hablantes - refiriéndose al hablante medio o sea a la
conciencia no deformada por conocimientos específicos (diferente de la conciencia
lingüística de un lingüista o de un gramático) - en dicha época.

La conciencia lingüística externa tiene una influencia directa en la cohesión interna


de una lengua y de lo que se suele llamar la "lealtad lingüística"

Esta conciencia de los hablantes está influenciada por tres tipos de elementos:

1) elementos afectivos (es decir elementos de evaluación de la lengua)


2) elementos cognitivos o de creencia (lo que los hablantes saben o creen saber
sobre su lengua) y

3) elementos conativos, que representan el comportamiento lingüístico de sus


hablantes.

Con respecto a la valoración del español en medios diplomáticos internacionales en


el siglo XVI, y a la "lealtad lingüística" de uno de sus hablantes, el autor de este
artículo, Hans-Martin Gauger, comienza haciendo referencia al discurso que dio el
Emperador Carlos V en Roma, el 17 de abril de 1536, lunes de Pascua de
Resurrección, ante el Papa Paulo III, los embajadores de Francia y de Venecia, los
cardenales y prelados de la Corte Pontificia, y otros grandes señores.
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Lo que sorprendió de todos fue que Carlos V pronunciara el discurso en español y
que ante las quejas del obispo de Macon, embajador del rey de Francia, el
Emperador hiciera una gran defensa del uso del español.

Hay que tener en cuenta que se trataba de un acto oficial en el Vaticano, donde
habitualmente los discursos se pronunciaban en latín, con lo cual ésta era la
primera vez que el español era tratado como lengua política en los medios oficiales
internacionales.

El motivo que tuvo Carlos V (también Carlos I de España, hijo de Juana I de Castilla
y Felipe el Hermoso, nieto de los reyes católicos españoles, Isabel y Fernando) para
elegir el español en este discurso no está muy claro. La hipótesis más probable es
que en este discurso, destinado al Papa principalmente y dirigido contra Francisco I,
Carlos V no quiso hablar en francés a propósito y en su lugar habría elegido el
español ("mi lengua española" según Brantóme,) por estar esta lengua más cerca
del italiano, afirmando al español como una lengua tercera al lado del italiano y del
francés ya establecidos.

Lo importante es que, a través de este discurso, Carlos V proclama al español como


lengua internacional y como lengua oficial de la diplomacia.

I - La valoración del español en el Siglo de Oro

Con respecto a este punto, que ya he mencionado que se refería a la conciencia


que se tenía de la lengua en España en ese tiempo, el autor nos dice en primer
lugar que en el Siglo de Oro, el castellano se hizo español, lo que significa que
"Castellano" y "español" se convierten en sinónimos y los demás dialectos
simplemente en variantes de esta lengua.

El español se pone, en la conciencia misma de los españoles, al lado del francés y


del italiano; el creciente interés fuera de España por la lengua española influye en
esta conciencia. Aquí Hans-Martin Gauger da varios ejemplos de testimonios dentro
y fuera de España, de los que se deduce que el español tiene el carácter de un
intruso al lado del italiano y del francés, y esto se puede apreciar en el discurso de
Carlos V.

De los escritores españoles, un testimonio importante es el del humanista Juan de


Valdés en su "Dialogo de la lengua" de 1535.

Con respecto al catalán el autor de este texto nos habla de su rápida “decadencia”
como lengua literaria, debido a la falta de obras capitales, aunque no faltaran
autores importantes que dominen el catalán. Esta lengua sigue siendo una lengua
viva y no se convierte en una variante del español, y pasa a ser para los cultos
(porque la masa no es bilingüe todavía) una lengua vernácula.

Las tareas comunicativas del español y del latín no están claramente delimitadas
pero se puede decir que la literatura, la homilética (el arte y la ciencia de predicar
para comunicar el mensaje de la Palabra de Dios), las leyes y la administración
estatal son dominios del español, aunque esto no se aplica con seguridad a la
teología, la filosofía y las demás ciencias.

Uno de los factores que aumentan la inseguridad de la conciencia lingüística es la


Contrarreforma, o la "reformatio", ya que fortalece la posición del latín. También
hay que mencionar el predominio de Italia, que vale no sólo para la lengua y la
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literatura, sino también para el estudio del latín, como lo demuestra el hecho de
que Nebrija, Valdés y Aldrete estudiaran allí. Con respecto a Italia, no existía en
España el enfrentamiento que había entre Francia e Italia, sobre todo porque en
España, con respecto a la literatura, faltaban las obras importantísimas que había
en Italia.

Por otro lado, las traducciones contribuyeron enormemente a la seguridad de la


conciencia lingüística del Siglo de Oro, ya que los españoles consideraban como
suya una obra traducida al Romance Castellano (tales como las obras de Homero,
Virgilio y otros autores latinos).

La falta de obras literarias ya mencionada hace que haya en la conciencia


lingüística del Siglo de Oro una constante apertura hacia lo popular. Para Valdés,
por ejemplo, el modelo lingüístico son los refranes.

Hay un cambio en la conciencia lingüística que se produce en pocos decenios. En el


siglo XV el castellano era considerado un "rudo y desierto romance" comparado con
el latín y el griego (Juan de Mena), pero al final del mismo siglo la valoración del
español es completamente distinta: Nebrija dice que nuestra lengua está en la
cumbre, de donde se puede esperar que caiga pero no que suba más, y en 1635,
Juan de Robles se atreve a equiparar el español con el latín clásico. También Fray
Jerónimo de San Joseph, quince años más tarde, proclama la superioridad del
español sobre la antigüedad clásica.

Al mismo tiempo se constata una desvalorización del estudio del latín, ya que se
considera una pérdida de tiempo entre algunos autores españoles e italianos.

Mientras tanto los predicados positivos que se atribuyen a la lengua española son
muchos y muy variados, refiriéndose a lo material y a lo semántico a la vez. Aunque
hay que mencionar que se trata de tópicos, de valoraciones tradicionales con los
que cada escritor alaba su lengua (Vaugelas el francés y Herrera el español)

Los dos representantes principales de la conciencia lingüística son Nebrija y Valdés.

Antonio de Nebrija quiere hacer de la lengua española o "lengua castellana" un


arte, algo fijado por reglas, algo que se pueda enseñar y aprender y que se
mantenga a través del tiempo; y para ello su objetivo es "reduzir en artificio", como
se hizo antes con el griego y el latín. Nebrija cometió el error de tratar una lengua
viva como si fuera muerta pero ello tuvo un beneficio y fue que escribiera la
primera gramática de una lengua moderna, con un sentido nuevo (antes
“grammatica” era sinónimo de "latín"), que se refiere a las reglas que tiene
cualquier lengua o cualquier dialecto. Esta gramática tuvo muy poco éxito pero
estableció la máxima de que “a un imperio le corresponde una lengua” (prólogo).

Juan de Valdés, por otra parte no cree que una lengua viva, si es materna, deba
aprenderse. Se aprende con el uso, y concluye que no hay razón en el lenguaje
fuera del uso.

II - Las ideas de esta época sobre el origen del español

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El "problema de la lengua" en la conciencia lingüística del Siglo de Oro era el origen
del español.

En la opinión de la mayoría, el origen latino de las lenguas románicas era conocido:


en Italia los que optaron por el origen etrusco habían cedido finalmente, para Dante
el italiano es latín; en Francia, todavía en el siglo XVIII, algunos autores tuvieron que
luchar contra la tesis del origen celta del francés.

En España hubo en el Siglo de Oro tres posiciones con respecto al origen del
español:

Los partidarios – también mayoritarios - del origen latino (entre ellos


Aldrete). Esta posición se presentó con dos variantes:

1. Variante A: el español se separó del latín con y por los godos;


corrupción, pues, del latín por los godos ("introducción", como dice Aldrete).

2. Variante B: el español se separó del latín al principio ya, cuando llegó


a la Península.

3. Los partidarios del carácter primitivo del, español, es decir: el español


ya era la lengua de la Península antes de la llegada de los romanos
(posición tubalista, consideraban a Túbal, hijo de Jafet y nieto de Noé, como
el padre del español. Él se vino con su gente a la Península Ibérica en épocas
anteriores)

Algunos consideraban el vasco (de Vizcaya) como la lengua primitiva y para Valdés
se hablaba griego antes de la llegada de los romanos.

La contribución más importante al estudio del origen de la lengua española es la de


Bernardo Aldrete o Alderete, canónigo de Córdoba, quien publicó dos libros que
pertenecen a la prehistoria de la lingüística histórica.

En el primero trata sobre "la derivación de los vocablos del Romance", en el que
quiere mostrar que no sólo la gramática, sino también las palabras del español
derivan del latín (mostrando los vocablos del Romance que se derivan del latín).

Hans-Martin Gauger recalca la ausencia del sentido histórico, de la ausencia de la


concepción de una lengua como un producto histórico, como algo que se forma
históricamente, y acusa a Aldrete, y en general a los autores del Siglo de Oro, de
que nuca llega a separar, en su conciencia lingüística, el español de su punto de
partida, el latín, y de creer que su "principio", su manera de ser, su esencia es la
latinidad.

III - La conciencia estilística de los siglos XVI y XVII ("escribo como hablo")
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Dice Juan de Valdés a sus interlocutores, en el "Diálogo de la lengua", sobre su
propio estilo: "escribo como hablo". Valdés habla de su propia manera de escribir,
pero también formula un precepto estilístico general: hay que escribir como se
habla. Esto se tendrá en cuenta en toda Europa: en Inglaterra, en Francia, en
Alemania (como reacción contra el estilo barroco, al contrario que en España).

Este precepto estilístico es importante porque marca profundamente la reflexión


estilística europea, y se encuentra ya en el Siglo de Oro español. Valdés formula
muy temprano un tema estilístico que reaparecerá en otros sitios y en otras épocas.

El precepto de Valdés es importante también desde un criterio sistemático; Valdés


toca aquí un tema central de la lingüística actual: la diferencia entre lo oral y lo
escrito.

La lingüística afirma la primacía de lo hablado, lo oral, del sonido; pero la escritura,


el lenguaje escrito no es un fenómeno secundario o derivado del lenguaje hablado.
El lenguaje escrito tiene cierta autonomía, transforma profundamente la conciencia
lingüística y puede tener, no sólo en la pronunciación, consecuencias para el hablar
mismo.

La palabra 'estilo' tiene en Valdés se refiere únicamente al lenguaje escrito: es la


manera de escribir.

En España la palabra 'estilo' se emplea, en el siglo XV, en un sentido bastante


menos preciso: designa "la manera de hablar".

Valdés quiere que el estilo sea "natural" (palabra clave). Lo natural se opone a lo
afectado y esto se refiere a lo no asimilado, lo ajeno, el querer ser lo que uno no es.

Pero cuando Valdés propone que hay que escribir como se habla presupone que se
debe cultivar anteriormente el hablar mismo; no se refiere a un hablar espontáneo
en el sentido de lo descuidado, de lo no trabajado. Se trata de utilizar palabras
ajustadas a lo que se quiere decir, y se trata de expresarse con la mayor sencillez,
pero con una sencillez producida.

En la realidad lingüística no existe la diferencia sencilla entre el hablar y el escribir.


Oralidad y escripturalidad pueden referirse a la diferencia entre los dos medios
distintos, el acústico y el visual, en los que puede realizarse el lenguaje, pero
pueden referirse también a lo que se podría llamar la estrategia comunicativa.

Lo importante es ver que hay una cierta independencia de lo escrito y de lo hablado


(considerados como estrategias distintas) respecto a sus medios originarios
respectivos, pero Valdés opta por una reducción de esta distancia.

El problema sistemático del precepto de Valdés es que, sencillamente, no se puede


escribir como se habla: el mismo medio de lo gráfico lo impide, ya que lo gráfico se
caracteriza por la ausencia de muchos factores - lingüísticos y extralingüísticos. El
lenguaje escrito debe ser más completo para suplantar la falta de comunicación
“cara a cara” (pragmática).

Pero Valdés se refiere aquí al estilo llano del español, que identifica lo llano, la
llaneza estilística con lo hablado: el hablar se convierte - en la conciencia
lingüística literaria - en el modelo del escribir.

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En el Siglo de Oro la conciencia lingüística se divide en dos ideales estilísticos que
son opuestos: la llaneza y lo otro (Valdés y Gracián).

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