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INTRODUCCIÓN:
En las sociedades, la comunicación oral es una actividad que día a día se plantean los
seres humanos como algo necesario. Para garantizar su efectividad es preciso que los
interlocutores tengan conocimientos básicos de la gramática de su lengua materna, de su
uso y de sus pautas para su mejor funcionalidad dentro de la interacción social. Cuando
pensamos que la lengua oral permite que todo individuo, desde su infancia, exprese sus
necesidades, inquietudes e intereses sin mayores problemas, tenemos la plena seguridad
que llegado el momento del aprendizaje de la lengua escrita, tenderemos los mismos
resultados. Sin embargo, sabemos que cuando un niño comienza a construir los
conocimientos del código escrito, un largo camino de descubrimientos y algunas veces de
tropiezos es también es iniciado por el niño durante los años de su escolaridad formal.
La Educación latinoamericana, durante mucho tiempo, ha puesto todo del peso de la
responsabilidad de la enseñanza de la lengua escrita y sus principales actividades de lectura
y escritura en la escuela. Durante años, esa educación ha basado la enseñanza de la lengua
en el código escrito, bajo una óptica preescriptiva, en donde el docente de I y II Etapas,
enseña y evalúa reglas gramaticales que el educando difícilmente puede hacer suyas. En
otras palabras, Piaget (1963), citado por Mussen (1991) señala: “El niño entre 7 y 12 años,
se halla en la etapa de las operaciones concretas y puede razonar acerca de las propiedades,
los hechos y las relaciones que tengan que ver con objetos o con hechos reales. A diferencia
de aquel que esté entre 12 y 18, que está en la etapa formal y sí puede trascender esa
realidad concreta y ponerse a pensar en lo que podría ser”.
Ahora bien, ¿por qué ha ocurrido esta situación? Una simple repuesta a ello está dada
en la no utilización de prácticas pedagógicas significativas. Sin embargo, la enseñanza de la
lengua escrita ha estado en manos de prácticas mecanizadas y carentes de funcionalidad a
través de Libros de iniciación de Lectura y Escritura en las etapas tempranas de la
alfabetización escolar. Más recientemente y atendiendo a una nueva orientación
pedagógica, las investigaciones didácticas en lectura y escritura han sincerado el porqué
éstas no funcionan, como la misma eficiencia de antes, bajo los llamados tradicionales
métodos de iniciación. En esa línea, se ha asumido el diseño de un modelo pedagógico
como el propuesto en los nuevos programas curriculares de Educación Básica, para
reorientar la enseñanza de la lectura y la escritura en la I y II Etapas. También, y siguiendo
una perspectiva semejante, encontramos el postulado de la profesora Fraca de Barrera
(1997), quien plantea la naturaleza psicosociolingüística de la lectura y escritura como
procesos multidimensionales de la comunicación.
Esta autora, en primer lugar, considera la importancia del lenguaje como un sistema
natural de interacción social concretado en habilidades y/o competencias (hablar, escuchar,
leer y escribir). En segundo lugar, presenta la relación implícita entre pensamiento y
conocimiento (p. 57) asumiendo que el acceso del código escrito supone una nueva
reorganización del conocimiento. La tercera posición presentada por la autora define una
naturaleza lingüística, pues el conocimiento del código en el que está organizado ese
sistema comunicativo y el uso que el sujeto hace de éste dentro de un contexto cultural
revelan que “La existencia social, científica y cultural de los individuos depende del
registro escrito” (p. 67). Visto de esta manera, la escritura toma un carácter comunicativo
relevante para los hombres y mujeres que viven en culturas alfabetizadas.
El señalamiento esbozado anteriormente refleja la inseparable relación entre el hecho
social y la lectura – escritura como sistemas de comunicación social. De tal manera, que
estamos hablando de dos fenómenos que se complementan y que, por consiguiente, no
pueden ser disociados. Nosotros, en consecuencia, consideramos que la lectura y escritura
cumplen un papel importante dentro de la sociedad porque son sistemas artificiales creados
por el hombre a lo largo de su existencia para comunicarse, trascender y evolucionar en el
tiempo y el espacio.
Al respecto, Vigotsky (1981) citado por Fraca (1997), señala que la interacción social
funge como un factor importante en el desarrollo de los procesos psicológicos superiores:
pensamiento, memoria, entre otros, que se evidencian a través del lenguaje. Ésto demuestra
la incidencia de esos procesos psicológicos en la comunicación del hombre y en el
desarrollo de las competencias lingüísticas de cada individuo. Estas competencias
(recordemos hablar, escuchar, leer y escribir) serán consolidadas a plenitud en la medida en
que el aprendiz interactúe de manera armónica y efectiva con el medio sociocultural en el
que esté inmerso.
Al referirnos al contexto de otras disciplinas como la lingüística, consideramos entonces
importante el nuevo enfoque otorgado a la enseñanza del lenguaje. En este enfoque la
enseñanza de la lengua pasa de considerar sólo la enseñanza de una codificación aislada, a
explicar etnográficamente, un uso dinámico y contextualizado. Esto último refleja la
verdadera razón de la enseñanza del lenguaje garantizando su universalidad como parte
integradora de la comunicación humana. Es por todo lo antes expuesto, que la escuela debe
estar comprometida a ofrecer al estudiantado la oportunidad de desarrollar sus capacidades
lingüísticas propiciando acciones que transformen el uso del lenguaje y los acerque a la
lectura y escritura de manera efectiva. Las razones de ello, han sido esgrimidas a lo largo de
este ejercicio, pero una rápida respuesta de la utilidad de la enseñanza de la lengua desde
esta postura está determinada en la garantía que intentamos brindar a los niños y las niñas
de la Primera Etapa de Educación Básica de adentrarse en el mundo alfabetizado al cual
tienen derecho.
Finalmente y retomando lo antes expuesto se proponen algunos Criterios e Indicadores
que pudieran orientar aspectos significativos en la enseñanza de la lectura y de la escritura
en aulas de I Etapa de Educación Básica, en relación con tres aspectos: (a) perfil del
docente, (b) criterios e indicadores para la selección de materiales de lectura y escritura y
(c) criterios e indicadores para seleccionar actividades pedagógicas para desarrollar lectura
y escritura en el aula.
• Utiliza diversos materiales escritos llevados al aula por él o por sus alumnos.
• Selecciona materiales escritos cuyas lecturas abordan, por una parte, temáticas de
interés para los niños y, por otra, emplean un vocabulario y una extensión acordes
con el nivel lector del grupo de niños.
• Lleva al aula materiales de lectura que llamen la atención de los niños por su
colorido, textura, imágenes y contenido literario.
• Lleva al aula materiales que permiten que los niños que se inician en la escritura
sientan que esa actividad es un juego más para ellos.
• Lee a sus alumnos materiales literarios de diversos autores nacionales e
internacionales.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA