SUMARIO
Juan peron
Ministro Ramón Carrillo. Su alejamiento del cargo y exilio
Francisco Karsties ..............................................................................................
El 17 de octubre de 1945. Antes, durante y después
Santiago Senén González y Gabriel Lerman, compiladores .............................
Los sindicatos. El Estado y el surgimiento de Perón, 1930-1946
Joel Horowitz ....................................................................................................
Perón, tal vez la historia
Horacio Vázquez-Rial ........................................................................................
Framini-Perón. Elecciones de 1962 en la Provincia de Buenos Aires
Juan Carlos D'Abate ..........................................................................................
La pobreza de un país rico.
C Dilemas de los proyectos de Nación de Mitre a Perón
Rodrigo Zarazaga ..............................................................................................
Las guerras de la política. Clausewitz de Maquiavelo a Perón
José Fernández Vega .........................................................................................
I nes necesarias para la incorporación a las instituciones creadas en Bretton Woods, “no
Colaboraron en esta edición:
Roberto Baschetti, Mario Bertellotti, Horacio Cagni, Carlos Eroles,
Mariano Fontela, Ginés González García, Aníbal Y. Jozami
INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS
Juan peron
Este Boletín es una publicación del Instituto de Altos Estudios Juan Perón, creado por disposición del
Congreso Nacional del Partido Justicialista celebrado el 26 de marzo de 2004 el que aprobó la creación de una
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Aspiramos a que el Instituto de Altos Estudios Juan Perón se constituya en un ámbito dedicado a la
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INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS
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4 El Peronismo y el Fondo Monetario
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Si bien existe instalada una polémica acerca de si es conveniente o no para el país
cancelar sus deudas con el FMI o atender otras prioridades, lo cierto es que la decisión del
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Presidente Kirchner tiene un alto y elogiable contenido histórico-político.
Hagamos un poco de memoria. El FMI y su institución melliza, el Banco
11 Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), nacieron de una Conferencia
Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas celebrada en Bretton Woods (USA) en julio
de 1944. Argentina no participó de la Conferencia porque aún no le había declarado la
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guerra a las potencias derrotadas en la contienda bélica. Una vez cumplido este requisito,
Argentina ingresó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el gobierno “de
facto” que presidía el General Edelmiro J. Farell, por decreto-ley número 3185 del 31 de
13 enero de 1946 resolvió adherir a las conclusiones de la Conferencia y efectuar las gestio-
obstante las restricciones para los derechos del país que, en materia financiera, estos
acuerdos presuponen”.
Durante el Gobierno Constitucional que asumió en 1946, el Presidente Perón envió
al Congreso un proyecto de ley el 22 de julio de 1948 por el cual se dejaba sin efecto la
EDITORIAL
adhesión a las conclusiones de la Conferencia y el consiguiente trámite de ingreso al FMI y
al BIRF ya que -dicen sus considerandos- “estos organismos, mientras conserven su actual
estructura, no se hallan en condiciones de cumplir las finalidades de reorganización
financiera internacional para los cuales fueron creados”. El proyecto se convirtió en la Ley
13.891. Desde entonces, la Argentina fue el único país latinoamericano que se mantuvo al
margen de los mismos hasta el año 1956.
No faltaron en el ínterin reiteradas gestiones emprendidas por dirigentes máximos
del FMI para convencer al Gobierno Argentino de las conveniencias de adherir al organis-
mo. Perón se mantuvo irreductible. Y ya en el exilio, en 1967, decía en un reportaje: “Ha
pasado el tiempo y en casi todos los países adheridos al fumoso FMI se sufren las conse-
cuencias y se comienzan a escuchar las lamentaciones”.
Su avance sobre las autonomías nacionales llegó a extremos insospechados. En mi
condición de Ministro de Economía de la Nación asistí en septiembre de 1975 a la
Asamblea anual del FMI y aproveché la ocasión para gestionar diversos préstamos. Invoqué
al respecto nuevas normas dictadas por el FMI que eximían de toda condicionalidad a los
préstamos destinados a paliar financieramente la crisis desatada por el aumento del precio
internacional del petróleo (“oil facilities”) y la “caída de las exportaciones”. El desembolso
de este último crédito fue deliberadamente demorado por las autoridades del FMI a la
espera del inminente golpe de estado que se avecinaba y recién fue hecho efectivo el 30 de
marzo de 1976.
Durante nuestra visita a Washington también tuvimos que oponernos a recibir en
Buenos Aires a una misión de funcionarios del FMI que nos proponía su Director Ejecutivo,
el holandés Johannes Witteveen, como condición del préstamo. Fue, tal vez, éste el último
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gesto autonómico del país frente al FMI, antes de entrar a la vorágine de acuerdos y cartas
de intención de las décadas siguientes. La reciente decisión del Presidente Kirchner, de
mucha mayor e incomparable trascendencia histórica, se inscribe en la misma línea de
pensamiento y acción del peronismo fundacional.
Antonio Cafiero

(de allí las amargas reflexiones de Liddell
Hart, Russell Grenfeld y el General Fuller en
la inmediata postguerra).
El militarismo alemán de
Luddendorf -heredado y politizado por el
nacionalsocialismo- produjo una implemen-
tación de Clausewitz que culminó en el III
Reich. Este autor fue citado como maestro
de la eterna lucha por la existencia, adap-
tándolo a la nueva época en sentido heroi-
co, nacionalista e incluso racista; el propio
Hitler, lector parcial del prusiano, retomaba
estos matices en sus discursos. Por enton-
ces, Carl Schmitt desarrolló con gran altura
una teoría de Clausewitz, que culminaría en
un escrito sobre el prusiano como pensador
político décadas después. Teniendo la gue-
rra una particular radicalidad, resulta la rea-
lización extrema de la enemistad pública, la
cual depende de la posibilidad de combatir,
base de la posibilidad política y su acción
transformadora. Más interesante aún es la
interpretación schmittiana del aporte clau-
sewitziano a la guerra partisana: en la oposi-
ción a Napoleón, que hermanaba a conser-
vadores y jacobinos, un efecto teórico fue la
elaboración de una teoría de la guerra parti-
sana. La ideologización producida por la
Revolución Francesa alcanzó a los reforma-
dores prusianos; lo que comenzó con la teo-
ría de la guerra total de Clausewitz culmina-
rá con la guerra civil mundial de Lenin.
Autores como Spengler, Schmitt,
Jünger, son en buena medida herederos de
la lucha de liberación contra Napoleón ele-
vada a mito victorioso que, no obstante, no
había conseguido la ansiada coagulación
nacional germana; faltaba un movimiento
con sentido de totalidad, una nueva liturgia
y ritual. Desde ese estado de ánimo recupe-
raron a Clausewitz -y Fichte, Nietzsche y tan-
tos otros- como predecesores. Aquí es nece-
saria una mayor profundización, al estilo de
estudiosos como George Mosse y Ernst
Nolte, quizás la única observación que pode-
mos hacer al enjundioso trabajo de
Fernández Vega.
En la Argentina, a partir de 1900, la
formación del ejército de Riccheri corrió por
cuenta de cuadros profesionales alemanes,
basados en la tradición prusiana. Estos ins-
tructores acercaron a la joven arma los escri-
tos de los estudiosos alemanes, por lo que a
partir de 1918 se conocían versiones en cas-
tellano de Vom Kriege , así como
Tempestades de Acero, las reflexiones de
Jünger sobre la Gran Guerra.
Las clases de Juan D. Perón en la
Escuela Superior de Guerra -editadas en
1932 como Apuntes de Historia Militar-
mencionan frecuentemente a Clausewitz. Si
bien las condiciones de conductor político
de quien fuera el líder más significativo de la
historia argentina contemporánea no pue-
den deberse al prusiano, no cabe duda que
la dimensión estratégica de su obra lo influ-
yó grandemente. El ejemplar de su bibliote-
RESEÑ AS
ca, relevado por el estudioso que nos ocupa,
está anotado en diversos pasajes, particular-
mente en aquel que señala el papel del
genio conductor, por encima de las reglas.
La “doctrina de defensa nacional” peronista
también es deudora de la tesis clausewitzia-
na de la guerra total, heredada en este caso
incluso por vía de Von der Goltz.
Si la guerra se convirtió en una
situación normal de los Estados, deviniendo
total, entonces una nación debe organizar
todas las energías para una eventual movili-
zación, de allí -por ejemplo- la necesidad de
desarrollar una industria propia (Perón lo
señala, pero era algo común entonces,
recuérdese a militares como Savio, Sarobe,
Crespo, etc.). Toda gran política es política
exterior, para cuyas contingencias la nación
ha de estar preparada; la política interna pre-
para la cohesión y asegura la unidad, subor-
dinándose a aquélla.
En el planteo estratégico, Perón
señala la carencia de reglas fijas, pues
corresponde al jefe la aplicación del saber en
casos concretos, así como crear nuevos prin-
cipios de acción. La conducción de la guerra,
en sentido clausewitziano, corresponde a
un comando superior, por oposición a la
dirección táctica de las batallas, encargada a
uno inferior. Si en tiempos de paz el conduc-
tor puede ser un maestro -dice Perón-, en
tiempos de guerra todos los maestros han
de ser reemplazados por un conductor,
quien debe asumir la responsabilidad cru-
cial. En otros pasajes, si bien sigue al General
prusiano, el Mayor argentino enfatiza que el
estratega debe estar subordinado al políti-
co, único que establece los fines y objetivos.
Según el libro que reseñamos, los Apuntes
constituyen la obra militar argentina más
valiosa.
En síntesis, Perón, con su actuación
política, demostró la coyunda entre conduc-
ción militar y conducción política. No
demostrando tener igual formación en los
clásicos, supo sacar provecho de la lectura
detenida de las grandes contribuciones del
arte militar, privilegiando con fino olfato sus
proyecciones políticas. En el accionar políti-
co de Perón permanecen como invariantes
la influencia de la estrategia y táctica milita-
res, sólo que encarnadas en un estudioso y
docente de Estado Mayor -no exento de apti-
tudes políticas innatas y notable carisma- y
no en un simple conductor de unidad, como
tantos otros casos de nuestra propia historia
y de la realidad latinoamericana. 15
Finalmente, un consejo para quien
se acerca a esta reseña de la obra de
Fernández Vega: no se conforme con este
comentario, lea el libro.
Horacio Cagni
 Será Maquiavelo quien rompe con
la tradición medieval e inaugura la autono-
mía de la política; su escrito sobre el arte de
la guerra será el primer aporte moderno al
tema, con su incorporación de elementos
políticos a la antigua teoría. Los contractua-
listas, desde Hobbes a Rousseau, verán que
el conflicto pasa de ser una situación entre
hombres a una relación entre Estados. Las
propuestas para terminar los conflictos
(Kant, Hegel, Tocqueville) también son con-
sideradas, así como los escritos de los gran-
des historiadores militares de la época (Jo-
mini, Mariscal de Sajonia, etc.).
14 Así, la obra reseñada llega al autor
central que la ocupa. El General Clausewitz
estuvo al servicio de Rusia y participó de la
campaña de 1813, volviendo al Estado
Mayor alemán al año siguiente. Por lo tanto,
De la Guerra ha de ser vista a la luz del gran
conflicto que enfrentó a Napoleón con las
otras potencias europeas. En su notable
estudio sobre el prusiano, Raymond Aron
sostiene que no hay que exagerar el trasfon-
do filosófico en Clausewitz, pues una teoría
filosófica de la guerra para éste no era útil ni
posible. La guerra es una cosa práctica que
escapa a sistemas cerrados: filosofía será
equiparada a ciencia abstracta, matemáti-
ca. Teniendo en cuenta la relación entre las
partes y el todo, será la estrategia el hori-
zonte de sentido del historiador militar.
Pero el prusiano apunta casi exclu-
sivamente a la historia militar contemporá-
nea -incluyendo las campañas del Gran
Corso, sin sucumbir a su fascinación- y ello
es producto del impacto de la Revolución
Francesa. Entre el discurso nacional fichtea-
no y la liberación de Prusia de la opresión
francesa, Clausewitz trasciende el plano
militar y se convierte en un pensador políti-
RESEÑAS
co. Una nueva sociedad y un nuevo sistema
político emergentes cambiarán también el
concepto de guerra: ésta es la clave para
entender el proceso en su conjunto, más
allá de figuras conductoras. El énfasis pues-
to en lo social permitirá a Clausewitz com-
prender las razones que fundaban la nece-
sidad de un cambio profundo en Europa,
pero a la vez vislumbrar el trastocamiento
total producido por la decisión revoluciona-
ria de movilizar las masas, conduciéndolas
a una guerra hasta las últimas consecuen-
cias, con los niveles de violencia que ello
implicaba.
Resulta difícil ubicar la actitud polí-
tica de Clausewitz, según Fernández Vega,
quien ofrece un espectro de valoraciones sin
privilegiar ninguna, como corresponde a
una investigación. Meramente antiparla-
mentario y antirrepublicano, según algu-
nos; afín al naciente liberalismo, según
otros; fiel al ideal monárquico, siempre.
Quizá hoy sea necesario acentuar algunos
matices de su pensamiento en detrimento
de otros, para hacer a semejante talento
más cercano a las tendencias epocales; algo
similar ocurrió con Nietzsche y Carl Schmitt.
El aspecto más convincente de su
pensamiento será el referido a las relaciones
internacionales. Según Aron, Clausewitz es
un nacionalista, entre el liberalismo y la reac-
ción, fiel al soberano, antiparlamentario,
pero sobre todo un realista en política exte-
rior. Partidario del equilibrio de poder que
limita la expansión imperialista, sabe que la
guerra no puede ser erradicada y la paz es
siempre algo provisorio. Por ello, el prusiano
consideraba la defensa estratégica como lo
más importante, así como lo más significati-
vo de su aporte. Los Estados son pares que
luchan entre sí: el aspecto lúdico del duelis-
mo dará paso a la política entre naciones. El
defensor y no el atacante es quien concreta
la guerra, al impedir al atacante conseguir
su objetivo. Que las ideas de equilibrio euro-
peo sean desarrolladas en el libro sobre la
defensa señala que todo Estado debe estar
en forma, como debería estarlo Prusia,
inmersa en un mar de rivales.
Por razones de espacio es imposible
hacer la exégesis del estudio concreto y deta-
llado que Fernández Vega hace de la teoría
clausewitziana. Basta decir que el autor acer-
tadamente señala que la célebre “fórmula”
del prusiano -“la guerra es la continuación
de la política por otros medios”- derivó en la
incomprensión, trivialización y manipula-
ción de su doctrina. Es por ello tan intere-
sante repasar su recepción en los diversos
ámbitos; sólo nos detendremos en las más
significativas.
Las victorias alemanas del siglo XIX
y su brillante desempeño en la Gran Guerra,
elevaron a Clausewitz a la categoría de feti-
che. No obstante, su difusión fue lenta; en el
mundo anglosajón sólo adquirió notorie-
dad en el período entreguerras, y en Estados
Unidos alcanzó notoriedad recién con Henry
Kissinger. La figura del prusiano permaneció
atada al militarismo teutón y su doctrina fue
demonizada.
Las conferencias de Liddell Hart en
los treinta -reunidas bajo el nombre de El
espectro de Napoleón- impusieron un
Clausewitz insensible, un doctrinario abs-
truso cuyas enseñanzas sobre el número
como pivote del aniquilamiento eran res-
ponsables de la carnicería de las batallas de
la Primera Guerra Mundial. Resulta extraño
que un experto como el inglés vea en el pru-
siano sólo un Mahdi de las masas, pero cree-
mos que el error está en la apreciación del
concepto clausewitziano de metafísica,
tomado en sentido literal. Cierto es que la
radicalización ideológica en el segundo con-
flicto mundial inevitablemente llevaba a una
guerra de destrucción absoluta, donde los
esfuerzos de limitación por estrategias de
aproximación indirecta de Liddell Hart eran
dejadas de lado. Cierto también, por más
que diga Orwell, que esta radicalización no
fue inaugurada por el nazismo sino por el
bolchevismo a partir de Lenin (quien tam-
bién conocía a Clausewitz), con el cual ter-
minó aliado el atlantismo angloamericano
Buenos Aires, Edición del autor, 2005, 45 páginas
El excelente trabajo de Francisco
Karsties es absolutamente perturbador, lin-
dando con lo increíble. Más que entender
por qué, cuesta concebir cómo pudimos
cometer semejante deslealtad los argenti-
nos con el sanitarista más grande de nuestra
historia, que fue hostigado simplemente
por llevar sus ideas a un movimiento políti-
co. Pero a la vez, este libro no deja de ser esti-
mulante. Además de una cronología precisa
de los meses siguientes al alejamiento de
Ramón Carrillo del Ministerio de Salud
Pública de la Nación en 1954, contiene abun-
dantes fotografías y mapas, notas tomadas
por el propio Carrillo durante un viaje
durante 1955 de Belem a Aurizona -en el
corazón de la selva amazónica- y un relato
de su viuda, Susana Pomar, que incluye
hasta un aterrizaje de emergencia de un
viejo avión bimotor en plena selva, después
de amortiguar la caída al friccionar contra
las copas de los árboles.
Ramón Carrillo fue medalla de oro
de su promoción como Bachiller Nacional y
luego obtuvo igual distinción al graduarse
como médico en la Universidad de Buenos
Aires. Fue becado para complementar sus
estudios en Europa, entre 1930 y 1933, for-
mándose en centros académicos y científi-
cos de Holanda, Francia y Alemania. Con
una sólida formación y firmes creencias reli-
giosas, se interesó particularmente por la
arquitectura hospitalaria. Regresó a la
Argentina a los 27 años, consagrado como
uno de los más brillantes neurocirujanos de
la época.
En 1946, pocos días antes de la asun-
ción de Juan Perón como Presidente de la
Nación, se creó la Secretaría de Salud
Pública de la Nación y Carrillo fue designado
al frente de la misma. Luego se convertiría
en el primer Ministro de Salud Pública de la
Nación. Desarrolló una gigantesca labor
sanitaria, enfrentando las enfermedades
endémicas de las zonas más pobres del país
y eliminando casi totalmente el paludismo.
Creó innumerables centros de salud y hospi-
tales, y en los primeros años de su gestión
logró que se duplicara la cantidad de camas
hospitalarias. Impulsó la fabricación estatal
de medicamentos a precios populares y
organizó la docencia universitaria en Salud
Pública y diversas escuelas de capacitación.
Tras su renuncia como Ministro se
trasladó a Nueva York, pero la precariedad
de su situación económica lo obligó a acep-
tar un puesto de médico rural en una empre-
Francisco Karsties
Ministro Ramón Carrillo
Su alejamiento del cargo y exilio
sa minera norteamericana que tenía una
explotación a 150 kilómetros de Belem, en
Brasil, cerca de la desembocadura del río
Amazonas.
Había regido la actividad de más de
3.500 hospitales, 3.000 centros de salud,
500 institutos altamente especializados,
laboratorios y fábricas de alta tecnología.
Sin embargo, quien tanto había luchado
para erradicar de la Argentina las condicio-
nes denigrantes y vejatorias de vida, sufrió
en sus últimos meses el tormento de la des-
honra pública y las dificultades de una lucha
contra esas mismas condiciones desde un
lugar de absoluta impotencia, en el que sólo
conseguía afectar algunas de las conductas
más riesgosas, no pudiendo hacer nada
para tratar las enfermedades ni para modifi-
car sus causas.
En las anotaciones incluidas en el
libro, Ramón Carrillo revela con sobriedad
toda la magnitud de su grandeza. Así pode-
mos saber que conservó la rectitud de sus
objetivos tanto en la gloria como en la des-
gracia. En su libreta tomó nota de las enfer-
medades de sus pacientes, pero también
incluyó observaciones acerca de los anima-
les que le causaron extrañeza (lo cual no es
infrecuente tratándose del Amazonas), las
costumbres de cada una de las aldeas que
visitó y las peculiaridades del carácter de dos
gringos que lo acompañaron durante todo
el insufrible viaje. Anotó, por ejemplo: “el
80% de las mujeres está embarazada; el
20% no lo está, porque son estériles o por-
que son menores de 5 años. Nunca he visto
tanta mujer embarazada, ni tantos chicos
alrededor de la madre”. Eso se explica fácil:
“No hay médico, ni farmacia. Hay sólo una
escuela elemental hasta 5º grado. ¡Para ins-
talar un posto de farmacia o de médico hay
que pagar un impuesto semestral! Cuando
debería ser el gobierno el que pague para
que se instalen. Por supuesto, no hay sala de
primeros auxilios, ni siquiera un esbozo de
asistencia. A un herido o enfermo grave no
hay cómo transportarlo. Sólo sería posible
por río. Para llegar a Bragança son 36 horas
de lancha”. También consignaba: “la costa
del río Tramaí donde estamos anclados apa-
3
rece negra de cangrejos. Unos cangrejos
negros, parecen más bien arañas pollitos”.
Pero además en sus notas registra
observaciones acerca de una fiesta de San
Benito, “folklórica, pagana, de rito y bailes
africanos”, resistida por la curia, o las vicisi-
tudes de un viaje en un barquito desvencija-

do que dura 36 horas, en medio del calor y
cayéndose periódicamente de la hamaca
donde debe dormir. Según él mismo, el
barco era “tan rasposo que en el Río de la
Plata sería utilizado como leña”. Sus puertas
“son de 25 a 30 centímetros de ancho, de
modo que prácticamente no puedo pasar.
Llegar a la sentina, al Water Closet, es una
expedición. Tiene un espacio de 70 centíme-
tros cuadrados”.
También escribía: “durante la noche
el barco se movía terriblemente. Me tocó la
hamaca que está al lado de un tabique.
Cada cabezazo del barco me hacía un cabe-
zazo contra la pared, mi cuerpo al chocar
4 contra el tabique sonoro hacía un ruido
alternado con el motor”. En otro momento,
quedan varados en una acequia de 80 centí-
metros de ancho, y él apunta: “humedad
terrible, cangrejos y avispas alrededor. No
corre aire. Sol rajante. ¡Pensar que aquí nos
chuparemos la friolera de 12 horas encaja-
dos en este cangrejal!”.
Regresó a Belem en hidroavión, en
un viaje de menos de una hora. Al llegar
anotó: “Todo está bien cuando termina
bien. Habíamos cumplido completamente
nuestra misión, en un viaje de seis días que a
mí me pareció de seis meses. Mis doce horas
de estudio sobre la vida de los cangrejos me
compensó del viaje y de las incomodidades.
Y también el saber que he dejado un grato
Santiago Senén González y Gabriel Lerman, compiladores
El 17 de octubre de 1945
Buenos Aires, Lumiere, 2005, 296 páginas
De acuerdo al juicio de los propios
autores, este trabajo convocó a “investiga-
dores de primer nivel en la materia”, inten-
tando “abordar el tema a través de un pris-
ma plural que intente dar cuenta de su com-
plejidad”. Excelencia y pluralismo, enton-
ces. Vamos a ver.
Comienza Santiago Senén
González, intentando resumir tres visiones
tradicionales sobre el 17 de octubre: “para
unos, fue una irrupción popular espontá-
nea; para otros, resultó determinante su pla-
nificación y conducción por parte de secto-
res gremiales y dirigentes del sindicalismo; y
recuerdo en un centenar de humildes mora-
dores de Aurizona, a los que quizás nunca
más vuelva a ver en mi vida”.
Pocos meses después, en noviembre
de 1956, sufrió un ataque cerebrovascular.
Tras un mes de agonía, falleció en el hospital
de una base aérea de Belem, estando pros-
crito en su país. El gobierno de Brasil resolvió
poner a disposición de la familia dos aviones
militares para repatriar sus restos, pero el
gobierno argentino se opuso. Un diario de
Belem preguntaba en qué puede un cadáver
hacer peligrar la seguridad de una Nación…
Pasaron 16 años para que se repatriaran sus
restos y descansaran en Santiago del Estero,
como era su deseo.
Espero que algún día los argentinos
logremos librarnos de esta maldita fatalidad
que nos hace invariablemente flagelar a
nuestros compatriotas que logran comple-
tar un talento excepcional con una pasión
inagotable. En una carta enviada a un amigo
tres meses antes de morir, Ramón Carrillo
escribía: “si yo desaparezco, queda mi obra
y queda la verdad sobre el gigantesco
esfuerzo donde dejé mi vida”. No tengo
dudas de que lo consiguió. Casi 50 años des-
pués, diariamente millones de argentinos se
atienden en establecimientos que fueron
construidos y equipados gracias a esa
pasión extraordinaria.
Ginés González García
Antes, durante y después
hay quienes sostienen que el hecho estuvo
directamente instigado y manejado desde
oficinas gubernamentales”. La CGT convocó
a un paro general para el 18 y la manifesta-
ción se produjo el 17. Eso zanja rápidamen-
te la disputa entre la primera y la segunda
cuestión. Se insinúa igualmente, sin refutar-
la ni demostrarla, la tercera versión: tal vez
fue “una fundamental puesta en escena,
prohijada desde la misma Secretaría de
Trabajo y Previsión, y destinada a concretar
la alianza entre el Ejército y los sindicatos
que le permitiría al coronel Perón allanar su
camino a la presidencia”. No queda claro si
(Alberdi, Mitre y Sarmiento), El granero con-
servador (Roca), La sinécdoque política del
radicalismo (Irigoyen) y La unanimidad de la
hora peronista (Perón).
Cada uno de estos capítulos tiene
una cierta unidad de enfoque. Comienzan
con un abordaje de la coyuntura y luego se
desarrollan: la cuestión social, la dimensión
política, las concepciones económicas domi-
nantes y, finalmente, un balance del período.
Un aspecto a destacar es la abun-
dante bibliografía del trabajo y las oportu-
nas citas que ilustran cada tramo del libro.
Del balance de “la ilusión liberal”, se
destaca el intento de transformar al Otro, a
través de la educación, de la política migra-
toria y del progreso económico (a la medida
del modelo europeo).
En relación con el “granero conser-
vador”, al que también se llama la “hegemo-
nía liberal conservadora”, rescatamos dos
elementos: la construcción de una Estado
fuerte, en una Nación rica, y el Unicato polí-
tico, que hacia el final del período y después
de la Revolución del '90 intenta avanzar
hacia la construcción de la República
Verdadera.
El tercer capítulo nos da tres ele-
mentos definitorios del período: la amplia-
ción de la democracia, el intento de cons-
truir la República Verdadera y el fracaso final
Clausewitz de Maquiavelo a Perón
Buenos Aires, Edhasa, 2005, 376 páginas
La obra de José Fernández Vega -
profesor de la UBA e investigador del
CONICET- constituye uno de los análisis más
exhaustivos del pensamiento de Carl von
Clausewitz. Pero no se agota en la teoría de
dicho autor, sino que profundiza en sus pre-
cedentes y exégetas, así como en el contexto
en que estas ideas se desarrollaron.
Obviamente, Clausewitz (1780-
1831) es considerado un “clásico”, pero con-
trariamente a lo que cierta visión superficial
de la realidad podría aconsejar, su pensa-
miento tiene plena vigencia en el mundo
actual. A pesar de que el fin del bipolarismo y
la autoimplosión de la URSS parecía inaugu-
rar una era en la que Marte dejaba de habitar
el planeta, la realidad demostró otra cosa. La
desvalorización del Estado Nación clásico
abrió paso a la internacionalización del terro-
rismo, la resurrección de los conflictos inte-
RESEÑ AS
que abre el camino al golpe de Estado del 6
de setiembre de 1930.
El cuarto capítulo, referido al pero-
nismo, marca el ingreso a la ciudadanía de
los sectores hasta entonces políticamente
marginados, una mejora en la distribución
del ingreso, al menos en términos de calidad
de vida, y una economía que reafirma el
mito del granero lleno. Opacando el proce-
so, a juicio de Zarazaga, encontramos el des-
guace del capital político, con la apuesta a la
unanimidad, y el bajo grado de instituciona-
lización estatal.
En la conclusión, Zarazaga plantea
tres condicionamientos recurrentes, cuya
explicitación pasa por la formulación de un
diagnóstico político, con validez hacia pro-
yectos futuros: a) invocar la República
Verdadera y excluir al Otro político, b) la bús-
queda de la seguridad en el mito del “grane-
ro lleno” y c) la recurrente pretensión de una-
nimidad.
Finalmente, el autor plantea la exis-
tencia de una deuda pendiente: la acepta-
ción del pluralismo político como una carac-
terística de la democracia argentina.
En síntesis: una obra de lenguaje
ágil y capacidad de análisis, que como seña-
la Halperín Donghi, es útil leer en esta hora
difícil.
Carlos Eroles
José Fernández Vega
Las guerras de la política
rreligiosos e interétnicos -eufemísticamente
denominados “guerras de baja intensidad”-
y la activa participación de organismos
supranacionales, como la ONU, que consti-
tuye parte activa de muchos de ellos.
Teniendo en cuenta estas premisas,
el autor desde la introducción confiesa no
abordar a Clausewitz desde la ciencia mili-
tar, sino desde las proyecciones políticas de
Vom Kriege, su obra capital. Lo hará desde
tres ángulos: el histórico-militar, desde las
ideas políticas presentes en el texto y, final-
mente, hará una revisión crítica de la recep-
13
ción que el prusiano ha tenido en el tiempo y
el espacio. El sugerente subtítulo del libro
que nos ocupa no debe llamar a engaño; la
obra se ocupa esencialmente de la evolución
de la teoría de la guerra en relación con la
modernidad y el Estado Nación como máxi-
ma creación de la misma.

Me abrió la cabeza. Desde entonces supe una temática aún vigente y en parte irresuel-
que no tenían derecho a explotarme”. ta (análisis crítico de la situación económica
Además D'Abate nos hace una y social, sueldos, jubilaciones y pensiones,
radiografía exacta de la situación existente energía eléctrica, artículos de primera nece-
para la coyuntura en las dos fuerzas políticas sidad, viviendas y villas miserias, la oligar-
que van a dirimir el pleito electoral y luego quía y los monopolios). Y todo esto corona-
pasa a explicar la campaña proselitista des- do con la trascripción completa del mensaje
plegada. del Gobernador electo, leído el 1º de mayo
Una vez triunfante el peronismo en de 1962 desde la ciudad de La Plata, sede del
el acto electoral, habrá una serie de marchas gobierno provincial.
y contramarchas desde el gobierno y el D'Abate suma un plus, un valor agre-
poder para anular las elecciones, cosa que gado a su obra. Un sinfín de intelectuales se
finalmente se hace con el costo político ine- “mata”, vende su alma al diablo, por entrar
ludible para Frondizi. Todo este proceso está en los círculos de poder cultural; por ser “or-
muy bien relatado en el libro que estoy gánicos” al sistema que los usa y los descar-
12 comentando. Además, un valioso apéndice ta en el tiempo, cual guantes de látex usa-
documental enriquece aún más la obra. Allí dos, si se me permite la expresión (recordar
pueden leerse en forma ordenada siete dis- a Grondona, Neustadt, Longobardi, Laje,
cursos pronunciados en actos públicos por etc., y entre los etcéteras, incluir en cual-
el candidato a Gobernador peronista, como quier momento a Aguinis, hoy día becado
así también los reportajes más importantes en los Estados Unidos de Norteamérica). Por
que le efectuaron en aquel momento. Del salir en la foto del año de la revista Gente y
mismo modo, nos vamos a encontrar con tantas gansadas más, o bien por ganar un
material de archivo de extraordinaria impor- subsidio de una transnacional millonaria. El
tancia para los investigadores: me refiero al autor de este libro se reivindica como mili-
“Plan de Gobierno Justicialista para la pro- tante peronista -lo que no le quita un ápice
vincia de Buenos Aires” (economía, política de rigurosidad histórica a su trabajo- y nos
sanitaria, salud pública, función social de la demuestra que cuando hay honestidad inte-
vivienda, cooperativas y consorcios civiles lectual se puede hacer un excelente trabajo,
para la construcción, asuntos agrarios, etc.) como el que ahora podemos tener oportuni-
y las “Bases Programáticas del Plan de dad de conocer y leer.
Gobierno Justicialista para la Provincia de
Buenos Aires”, cuyo punteo nos permite ver Roberto Baschetti
Rodrigo Zarazaga
La pobreza de un país rico
Dilemas de los proyectos de Nación de Mitre a Perón
Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, 264 páginas
Este libro tiene un enfoque históri- la democracia argentina. Por eso quizás en
co, ético y político de la realidad argentina, su introducción busca la respuesta, siguien-
es decir, coincidente con la formación del do a Putnam, en nuestro débil capital social.
autor. Licenciado en filosofía, magíster en Explora también, según Huntington, en el
ciencia política y apasionado por la historia, insuficiente grado de institucionalización
habla de las contradicciones de un país cuya
aparente abundancia naufraga no sólo en lo
política.
Descartadas ambas propuestas, se
económico, sino también en lo político, y su decide por indagar el tipo de relaciones que
atravesamiento por los principales movi- los actores políticos significativos y las insti-
mientos cívicos desarrollados en los siglos tuciones mantienen en cada período históri-
XIX (después de la organización nacional) y co, lo que lleva a la conformación de un cier-
XX (antes de la última dictadura militar y del to capital político.
restablecimiento de la democracia). Con esta finalidad, desarrolla el
Uno de los interrogantes que se libro en cuatro capítulos, seguidos por una
plantea Zarazaga es el origen de la crisis de conclusión general, a saber: La ilusión liberal
es una hipótesis de trabajo, una acusación o
un exceso de fantasía.
El propio Senén González revisa las
actas de la reunión del Comité Central
Confederal (CCC) de la CGT del 16 de octu-
bre. Allí se reflejan claramente las diferentes
posiciones de los sectores sindicales respec-
to a Perón y a los derechos sociales adquiri-
dos. Unos afirmaban que era preciso enfren-
tar a los adversarios de Perón para evitar
“perder el control del movimiento obrero
que tanto trabajo nos ha costado organi-
zar”. Otros proponían conciliar con Ávalos,
pero presionándolo para que reconociendo
las conquistas obreras demostrara que el ale-
jamiento del coronel Perón no significaría un
retroceso para ellos. De todas formas, la leal-
tad hacia Juan Perón por parte de los líderes
sindicales que triunfaron en la votación de
esa noche estaba lejos de ser decidida: la pro-
pia moción de declaración del paro general
no lo menciona directamente; simplemente
pide “la libertad de todos los presos civiles y
militares que se hayan distinguido por sus
claras y firmes convicciones democráticas y
por su identificación con la causa obrera”.
La siguiente reunión del CCC fue el
19. Con euforia, se afirmaba allí que la CGT
“ha conquistado su triunfo más rotundo
desde que existe como central de los traba-
jadores del país”. En ningún momento se
hizo mención a Perón y una sola vez se nom-
bró la movilización del 17. Para ellos, el día
clave fue el 18. Visiblemente procuran capi-
talizar “una movilización que iba por delan-
te de su dirigencia”.
En otro aporte, Hiroschi Matsushita
analiza el 17 de octubre a partir de la teoría
prospectiva. Ésta argumenta que las perso-
nas no actúan siempre igual ante un mismo
incentivo. Se comportan de muy diferente
manera cuando están en un momento de
ganancia que cuando caen en uno de pérdi-
da. En tanto en el primer caso se tiende a ser
conservador, en el segundo existe mayor ten-
dencia a realizar acciones riesgosas, “con la
esperanza de conseguir altas ganancias
para recuperar las pérdidas acumuladas
hasta entonces”. Inicialmente, el desplaza-
miento de Perón podría haber sido interpre-
tado por algunos dirigentes sindicales como
una ganancia, en tanto supondrían que
igualmente lograrían “mantener las con-
quistas sociales a través de la negociación
con el gobierno”. Pero su detención el 13 en
la Isla Martín García -y, agrego, la euforia de
los sectores patronales- los habría afectado
profundamente, e inmediatamente habrían
percibido que caían en el terreno de la pérdi-
da. Por eso se arriesgaron a convocar una
huelga general, aun sabiendo que tal vez se
comprometían fuertemente en una causa
perdida. Matsushita, al igual que Senén,
entiende que para el inicio de la moviliza-
ción del 17 fue determinante que se difun-
diera la decisión de la CGT de declarar el
paro general, aunque éste estuviera progra-
mado para el 18.
En otros artículos, Gabriel Lerman
señala la importancia que desde 1945
RESEÑ AS
asume la Plaza de Mayo como centro de la
vida política argentina y desarrolla los dife-
rentes significados que al 17 de octubre le
fue otorgando el peronismo en sus diferen-
tes etapas; Oscar Troncoso intenta, a partir
de su testimonio personal y usando fuentes
documentales, introducir exactitud respec-
to a las estimaciones sobre la cantidad de
manifestantes que hubo ese día: lo que más
le preocupa es precisar que hasta la noche la
concurrencia estuvo lejos de ser masiva y
que fue la radio la que convocó a muchos de
los manifestantes; Raanan Rein analiza la
hostilidad de la prensa anglosajona contra
el gobierno de Perón.
Por su parte, Fabián Bosoer describe
la manera en que la política exterior de
Estados Unidos dejó rápidamente de consi-
derar a Perón como una “amenaza fascista”
cuando finalizó la Segunda Guerra, en tanto
comenzaban a encenderse las luces de aler-
ta ante el “peligro comunista”. Este artículo
no deja de ser interesante, porque cita
extensamente las comunicaciones del
encargado de la embajada norteamericana,
Cabot, quien denuncia reiteradamente a la
“viciosa pandilla fascista” que permitiría
que Argentina se convirtiera “en el refugio
desde el cual Alemania podría elaborar la ter-
cera guerra mundial”. A la vez, se quejaba
de que la falta de rigidez de su gobierno fren-
te a Perón haría que éste sienta “que la
embajada y todo lo que ésta diga podría ser
desatendido con impunidad”.
Pero con los meses el propio Cabot
va cambiando de opinión, al punto de
lamentar la virulencia de los ataques de
Braden. Envió a su cancillería una serie de
mensajes de este tipo: “Perón es para las
masas argentinas el símbolo del progreso
social y de la nacionalidad; una prolonga-
ción de la interferencia por parte de los
Estados Unidos acentuará nuestra identifi-
cación con el privilegio, la reacción y el colo-
nialismo mundial”. Años más tarde, en sus
memorias, llegó a decir del Libro Azul: “todo
ese informe era completamente deshonesto
y terriblemente distorsionado”.
Pero una referencia aparte merece
el artículo de Juan Carlos Torre, que hace
siete años escribió un aporte a un libro lla-
mado Historia Virtual, titulado “¿Qué
hubiera ocurrido si hubiese fracasado el 17
de octubre de 1945?”. Allí especulaba con
que tal fracaso habría significado el triunfo
de Tamborini en las elecciones de febrero y
éste, lejos de restaurar el régimen oligárqui-
co, hubiera llevado adelante casi exacta-
mente las mismas medidas que tomó Perón
en su primer gobierno. Tanta gracia le causó
su propio ocurrencia que reeditó el mismo
artículo, sin cambiarle una sola coma, aun- 5
que agregó un par de páginas donde pre-
tende justificar la rigurosidad científica de
su método “contrafactual”.
Su “análisis” comienza con una
observación de notable agudeza: “Perón
fue más bien un beneficiario que un promo-
tor de la movilización popular que lo resca-
taría de la derrota política”. Durante su pri-

sión, escribió cartas donde confesó dudas y
temores. Torre no encuentra razones para
discutir su sinceridad. Es la única franqueza
que le concede: Perón era un asustadizo que
sólo tuvo a la suerte de su lado. Bastaba una
simple amenaza para que se fuera al mazo.
Por lo demás, mentía y engañaba continua-
mente.
Según Torre, fue el general Ávalos
quien permitió el retorno de Perón al negar-
se a reprimir el inicio de la manifestación del
17. En este punto también la psicología
hace su contribución: Ávalos cargaba con la
culpa de haber producido un enfrentamien-
to que causó 70 muertes durante el golpe de
6 1943. Pues bien, este hombre podría haber-
se psicoanalizado y permitirse así movilizar
tropas desde Campo de Mayo para cercar la
Plaza en ese fatídico 17. Si bien esta vez no
saca cuentas, fácil es notar que Torre subes-
tima el costo de semejante acción, y obvia-
mente lo considera mucho menor que el
enorme disgusto de haber tenido que
soportar a Perón durante 30 años.
Además, nuestro científico olvida
que, en los pocos días que Perón estuvo
detenido, conservadores y empresarios
pretendieron revertir rápidamente todas
las conquistas sociales de los últimos dos
años. Su sucesor en la Secretaría de Trabajo
y Previsión manifestó que habría “cambios
en la política de respaldo activo del Estado
en la defensa de las reivindicaciones obre-
ras”. Los empresarios se negaron a pagar el
feriado del 12 de octubre y anunciaron que
tampoco abonarían el aguinaldo. Pero
estas nimiedades no lo conmueven. Siente
el deleite de quien rescribe la historia obe-
deciendo a sus instintos más bajos: con
Perón en Chubut, el radicalismo se hubiera
negado a acordar con los conservadores -
de un plumazo corrige un pasado impre-
sentable-, aunque sí lo haría con sectores
RESEÑAS
de la izquierda, mientras los restos del pero-
nismo hubieran sido encabezados por
Mercante, quien lograría un cómodo ter-
cer puesto, detrás incluso de los conserva-
dores.
Radicales y dirigentes de la izquier-
da ratificarían así “sus credenciales en
defensa de los derechos del trabajo, recla-
mando la inspiración, cuando no la auto-
ría, de las políticas implementadas durante
esos años. Ausente Perón, podían predicar
su mensaje de reparación social desde un
lugar que había sido siempre el suyo y que
aquél les usurpara con artes demagógi-
cas”. Textual. También se hubieran evitado
así otro tipo de desviaciones malsanas: las
corrientes de izquierda retomarían “su
influencia en el movimiento obrero, al
igual que en Chile, Uruguay e, inclusive,
Brasil”.
En la ficción científica de Torre,
Tamborini hubiera disfrutado para sí de la
inmerecida suerte que Perón tuvo al asumir
el gobierno con “los términos de intercam-
bio más altos del siglo y el respaldo, ade-
más, de la abundante reserva de divisas acu-
muladas durante la guerra”. Con semejante
ganga, redistribuiría el ingreso al igual que
lo hizo Perón, el pusilánime afortunado.
Pero Tamborini era un moderado y como tal
evitaría los excesos. Por ejemplo, con él los
salarios reales hubieran quedado “por deba-
jo de los niveles espectaculares que hubie-
ran sido esperables si en el timón del gobier-
no hubiese estado un líder político necesita-
do de darse una base de apoyo popular”.
Como no era necesario tanta demagogia, la
redistribución del ingreso habría sido obra
de los sindicatos. No puedo dejar de figurar-
me el frenesí del autor ante cada uno de sus
hallazgos científicos. Pero volvamos a su tex-
to. Semejante movilización popular hubiera
provocado una mayor influencia de las
ideas de izquierda y por lo tanto una cre-
ciente resistencia en las fuerzas armadas.
Llegaron los malos. Y un nuevo golpe de
suerte para Perón. Así, luego de salir tercero
en las elecciones, aunque ya no tan cómodo
como Mercante, llegaría a la presidencia en
1952 con el apoyo de los conservadores en
el Colegio Electoral. ¡Qué frondosa puede
ser la imaginación de un investigador de pri-
mer nivel! Perón demostraría a partir de allí
su completa perversidad: llegaría al poder
para reprimir a los trabajadores. En la uto-
pía de Torre, entonces, todas las medidas
populares las hubiera tomado Tamborini, y
las impopulares Perón. Por eso éste rápida-
mente caería por un golpe militar en el que,
de paso, no participarían ni radicales ni
socialistas.
Vista la promesa inicial del libro, y
dejando de lado por razones elementales la
promesa de excelencia, cuesta compartir
también el otro eje ofrecido, el de pluralis-
mo: los más citados son Félix Luna, Mariano
Plotkin, Robert Potash, Daniel James, Gino
Germani... además de los propios autores.
No se mencionan autores que siquiera sim-
paticen con el peronismo, salvo cuando se
los cita para criticarlos. Los artículos reuni-
dos tienen en común la pretensión de refu-
tar las visiones que entre 1946 y 1955 el
peronismo había procurado imponer sobre
el 17 de octubre. Semejante espíritu icono-
clasta ya debería haber tomado nota de
que nadie hoy sostiene seriamente esas
leyendas. Insólitamente, citándose una y
otra vez a sí mismos han olvidado levantar
la mirada. Conmueve tanta insistencia, y es
cierto que salvo excepciones con el tiempo
mejoraron bastante la puntería. Pero
alguien debería comisionarse y avisar a esta
buena gente que el enemigo al que casco-
tean con tanto entusiasmo hace tiempo
que dejó esa trinchera y está dando otras
batallas.
Mariano Fontela
Elecciones del 18 de marzo de 1962
Si hubo un hecho político que
marcó por antonomasia la vigencia del pero-
nismo en la sociedad argentina de principios
de los '60 fue, sin lugar a dudas, el de las elec-
ciones a gobernador por la provincia de
Buenos Aires del 18 de marzo de 1962.
Recapitulemos. El gobierno consti-
tucional del general Juan Domingo Perón
fue derrocado por la fuerza de las armas el
16 de septiembre de 1955. Desde el
Ejecutivo una ola revanchista sacudió al país
y como corolario de persecuciones, cárcel y
fusilamientos, el abominable decreto ley Nº
4.161 se suspendió como una “espada de
Damocles” sobre la cabeza de más de media
población argentina: la peronista. La
Resistencia no se hizo esperar y la lucha de
millones de mujeres y hombres anónimos
logró lo que parecía imposible: el repliegue
de la “Revolución Fusiladora” (Aramburu-
Rojas-Alsogaray-etc.) y el llamado a eleccio-
nes para presidente. Como se sabe, las mis-
mas fueron ganadas en 1958 por el binomio
Frondizi-Gómez con el apoyo de los votos
justicialistas, ya que el peronismo seguía
proscrito y su líder natural exiliado.
El Dr. Frondizi comenzó su mandato
colmado de expectativas populares y termi-
nó en un ostensible fracaso. Su política pen-
dular de aliarse con el peronismo para tener
a raya a los militares y a su vez decirles a
éstos que él era la única fuerza política en
condiciones de debilitar a Perón, estaba des-
tinada a fracasar desde el mismo momento
en que se puso en práctica. Al respecto
Perón, con su gracejo y humor característi-
cos, contó como él veía las cosas en aquellos
momentos: “La inteligencia política de
Frondizi era de marca 'radical'. Consistía en
hablar sobre un problema hasta enronque-
cer. A este parloteo verborrágico los radica-
les llaman resolver problemas. Yo le llamo
hacer gárgaras. (...) Frondizi me parecía una
suerte de domador de leones hambrientos,
capaz de asegurar el éxito del espectáculo
con el sacrificio gradual y paulatino del equi-
po de sus colaboradores. Una vez les entre-
gaba como carnada a un ministro; otra vez,
un vicepresidente; en alguna oportunidad
un asesor técnico o un amigo íntimo.
Cuando se le acabaron las víctimas de su lis-
ta, él mismo pasó a ser pasto de los leones.
Frondizi no respondió a ninguno de los com-
promisos contraídos con el pueblo, porqué
jamás pensó en cumplirlos. Lo prueba el
RESEÑ AS
Juan Carlos D'Abate
Framini-Perón
en la Provincia de Buenos Aires
Barcelona, PPU, 2003, 290 páginas
hecho de que rubricó no menos de media
docena de solemnes juramentos, que a
menudo se contradecían en un ciento por
ciento. No hubo más remedio que organi-
zarle una derrota, así como le organizamos
una victoria”.
El libro de Juan Carlos D'Abate logra
explicar e interesar sobre el hecho final,
determinante, decisivo, que desencadenó la
destitución de Frondizi por las Fuerzas
Armadas (verdadero poder detrás del sillón
presidencial) y su posterior confinamiento
en la isla Martín García y el sur argentino.
Ese hecho fueron las elecciones ganadas por
el peronismo en las elecciones bonaerenses
para gobernador el 18 de marzo de 1962. La
importancia fundamental de las mismas
puede buscarse por dos planos, lados o aris-
tas que se complementan. Una, se confirma
que el peronismo sigue siendo la primera
fuerza política de Argentina pese a todas las
vicisitudes padecidas; la otra, Perón seguirá
siendo, para alegría de muchos y desdicha
de pocos, el interlocutor válido y obligado
en la escena política nacional, gobierne
quien gobierne.
El autor pasa revista con buen tino
al contexto económico-social de la época a
nivel nacional para luego depositarnos de
lleno en el inicio, los prolegómenos y las tra-
tativas que desembocarán en la fórmula ele-
gida por el propio Perón para dar batalla en
las elecciones. Si se recuerda, Framini se
muestra remiso a ser el primero de una fór-
mula que no contenga a su jefe político
indiscutido; Perón lo calma, lo convence de
aceptar y le da las razones para que él esté
ausente en esa oportunidad. Debe haber
sido difícil convencerlo al “Negro” Andrés
Framini, que guardaba una veneración sin
límites por Perón. Cabe recordar sobre el par-
ticular, sus propias palabras, citadas por
Manuel Urriza: “Cuando apareció Perón en
1944 ó 1945 en la Secretaría de Trabajo y
Previsión yo era un joven obrero textil que,
como todos los trabajadores, vivíamos con
bajos salarios, sin protecciones sociales, con 11
largas jornadas de trabajo y mucho maltrato
de los capataces. Para mí eso era lo normal;
pensaba que así era la vida de obrero que
me había tocado ser y me la tenía que
aguantar. Perón fue el que me dijo que no
era así. Que eso era injusto y que había que
cambiarlo y que se podía cambiar si nos unía-
mos con los compañeros en los sindicatos.

auténticos. En la página hitlers-escape.com
se muestran copias fotostáticas de todos
ellos, y yo reproduzco su texto a continua-
ción: '2. Carta del capitán Niebuhr al general
Von Faupel, sobre la contribución de Eva
Duarte a la salida del la Argentina del agen-
te Sandstede. Agosto de 1941: (…) durante
la noche recibimos de nuestra señorita Eva
Duarte, argentina, siempre excelentemente
informada de lo que sucedía en la Comisión
Investigadora, informaciones que indica-
ban que la comisión, a toda costa, quería
impedir la salida del compañero Sandstede
y había ordenado nuevamente su detención
10 (…) en esto la señorita Duarte dio buen con-
sejo. Trajo un abrigo del coronel Perón,
amigo suyo y nuestro, y vestido con los atri-
butos de un miembro del cuartel general
argentino, pudo el compañero de partido
Sandstede, acompañado de la señorita
Duarte, pasar la barrera policial, sin ser
molestado, en un automóvil del Ministerio
de Guerra y llegar a tiempo al aeropuerto
(…)'. '3. Carta de Niebuhr a Von Faupel
declarando a la señorita Eva Duarte como
colaboradora y el interés de Perón en ella (si
non é vero, é ben trovato). Enero 1943: (…)
he unificado la dirección del sector del Brasil
y la costa sur del Pacífico, en manos de la
señorita Duarte, muy estimada de su
Excelencia Canaris, a causa de su superior
trabajo cumplido en Río de Janeiro: una
endiabladamente hermosa, inteligente,
encantadora, ambiciosa e inescrupulosa
mujerzuela, a quien el coronel Perón ya ha
echado el ojo (…)'. '4. Carta de Meynen a
Niebuhr confirmando a la señorita Duarte
como amante de Perón y declaraciones de
este último. Junio de 1943: (…) la señorita
Duarte me mostró una carta de su amante,
en que se fijan los siguientes lineamientos
RESEÑAS
generales para la obra futura del gobierno
revolucionario: Los trabajadores argentinos
nacieron animales de rebaño y como tales
morirán. Para gobernarlos basta darles
comida, trabajo y leyes para rebaño, que los
mantengan en brete. (…)'. Es posible que
Perón y Eva fueran pareja mucho antes del
momento en que se los empezó a ver públi-
camente en esa condición. Si hemos de
creer en la autenticidad de la carta de
Niebuhr a Von Faupel del 26 de agosto de
1941, Eva ya conocía a Perón en esa fecha y
tenía algún tipo de relación con él (…) lo
que sí es seguro es que hay unos meses,
siete u ocho, entre finales de 1942 y media-
dos de 1943, en que el rastro de Evita se pier-
de, hasta para los más esmerados bordado-
res de su cronología. Durante esos meses
puede haber hecho cualquier cosa: tener
una hija, viajar a Río de Janeiro, enfermarse
-cosa que alguna amiga de entonces dijo
después-, o tener una hija, viajar y enfer-
marse, que no son términos mutuamente
excluyentes”.
Martha Susana Holgado, hija de
Perón: “me respondió preguntándome si
me interesaba conocer a la hija de Perón. Le
dije que sí, claro, aunque para mí esa hija no
podía ser cierta, no era posible que la cróni-
ca hubiera dejado pasar un detalle así, la
hija de un hombre que, según la historia ofi-
cial, no había tenido hijos. Sin embargo, si
alguien tenía el coraje de decir que era la
hija, merecía serlo realmente, porque, de ser
cierta su afirmación, se trastocaban todas
las herencias de la Argentina, materiales y
espirituales”.
Está absolutamente documentado
que Perón y Eva Duarte comenzaron su rela-
ción en 1944, no en 1941. ¿Eva Duarte, de
sólo 22 años, una Mata Hari del espionaje?
Todo absurdo y mal intencionado. ¿Martha
Holgado podría ser Lucía Perón? Sí, pero
falta el ADN para tomarlo como hecho his-
tórico comprobado. ¿Y si lo fuera, cambia-
ría la historia de Perón como líder político y
su posicionamiento como personaje de la
historia? No, como no ha cambiado el lugar
de Francois Miterrand en la historia, cuando
se supo después de muerto que tenía una
esposa paralela con una hija.
Sin duda se trata de una biografía
novelada construida sobre datos ciertos y
falsos, que Vázquez-Rial ha mezclado con la
lógica de una operación de inteligencia que
apunta a la desmoralización. ¿Por qué?
Porque desde el principio al final se trata de
una historia con un hilo conductor negati-
vo, que busca demostrar que a Perón “lo
persiguen a la vez el ridículo y el espanto”,
cuando en realidad, cada vez es mayor en
número de argentinos que se ligan a Perón
desde el amor, desde el afecto, desde el
agradecimiento, desde el reconocimiento,
desde la admiración; porque cada vez es
mayor el número de argentinos que añoran
la Argentina industrial centrada en su mer-
cado interno, integrada socialmente y gene-
radora de una amplia clase media, que
fuera puesta en marcha por Perón en los
años cuarenta y cincuenta y que continuó
dando sus frutos hasta mediados de los
setenta, a pesar de la inestabilidad política
crónica y la violencia política generada por
la proscripción del peronismo y los 18 años
de exilio de Perón. La Argentina que empe-
zamos a perder el 24 de marzo de 1976 y
empezamos a recuperar el 19 y 20 de
diciembre de 2001.
Mario Bertellotti
El Estado y el surgimiento de Perón, 1930-1946
Buenos Aires, Eduntref, 2005, 326 páginas
Los sindicatos, el Estado y el surgi-
miento de Perón, 1930-1946 constituye una
investigación que combina de forma real-
mente interesante datos estadísticos y cró-
nica histórica, ensamblados armoniosa-
mente mediante el análisis. La obra logra
dar una perspectiva de la evolución de las
relaciones de poder entre el movimiento
obrero y el neoconservadurismo (estable-
ciendo las diferencias políticas existentes
entre los presidentes Uriburu, Justo y
Castillo). La sencillez con la que está plan-
teado el libro un resultado encomiable, ya
que al finalizar la parte en la que analiza la
Década Infame, están realmente claras para
el lector cuáles fueron las condiciones histó-
ricas que (sumadas a la dimensión de aquel
militar devenido en estadista que condujo a
la Argentina de manera definitiva hacia una
suerte de modernidad tardía) derivaron en
el surgimiento del coronel Juan Perón y el
peronismo.
Horowitz propone una visión en
modo alguno bucólica de la relación entre
los sindicatos (ya evolucionados y en condi-
ciones de convertirse en la columna verte-
bral del peronismo) y la estrategia política
de Perón, ya devenido en General.
Lejos de una visión idílica de la rela-
ción entre los sindicatos y Perón, el autor
explica cuáles fueron los diferentes encua-
dramientos de cada una de las dirigencias
sindicales de las organizaciones que estudia
en su obra, y cuál fue el derrotero de la pero-
nización de unas y la definitiva adscripción
de otras a las filas de la oposición.
Tal vez el aspecto más conflictivo del
libro es su presupuesto metodológico de
delimitar la investigación a un grupo y no a
todas las organizaciones sindicales.
Horowitz se centra en el desarrollo en el
período estudiado de la Federación de
Obreros y Empleados Telefónicos (FOET), la
Federación de Empleados de Comercio
(FEC), la Unión de Obreros y Empleados
Municipales (UOEM), la Unión Ferroviaria
(UF) y la Unión Obrera Textil (UOT). Digo que
esta elección metodológica es opinable, en
la medida en que el proceso social y político
del movimiento obrero argentino entre las
décadas del 30 y el 40 excede a los sectores
económicos que representaban estas for-
maciones sindicales.
Sin embargo, Horowitz tiene sus
razones para el acotamiento del objeto de
estudio que propone. Plantea que esta ope-
RESEÑ AS
Joel Horowitz
Los sindicatos
ración es pertinente por la sencilla razón de
que hacia 1936 estas cinco organizaciones
reunían el 39 por ciento de la totalidad de los
obreros sindicalizados. Insisto sobre la para-
doja, si se quiere, de que la decisión del autor
es opinable y a la vez legítima, ya que si bien
las federaciones estudiadas son representa-
tivas y punta de lanza del sistema económico
por venir, en términos históricos la Argentina
del 30-40 era más compleja, y también debe
ser explicada en función de otros sectores
que tal vez estaban más atados a la época
que se estaba dejando atrás. Al situarse la
investigación de Horowitz precisamente en
la transición entre ambos estadios es que sos-
tengo que, en todo caso, es opinable la res-
tricción que hace el historiador.
Salvado este detalle, diré sí que la
forma en que Horowitz encara el análisis y la
crónica histórica de la evolución social, polí-
tica y hasta ideológica de cada uno de los sin-
dicatos estudiados es impecable.
Hay algunas definiciones que
Horowitz construye a lo largo de todo el
libro y que me interesaría destacar.
Concretamente, quiero resaltar los siguien-
tes aspectos.
Caracteriza como indispensable el
hecho de que solamente Perón “se dio cuen-
ta del potencial político que tenía la clase
obrera urbana”; y concluye que su política
“de mejorar las condiciones de los trabaja-
dores por medio de los sindicatos encauzó
una fuerza que había sido marginada por
los sistemas políticos anteriores”.
Ofrece un análisis del disímil desa-
rrollo de cada una de las cinco industrias
cuyas organizaciones obreras estudia. Para
ello aborda las posturas ideológicas que ani-
maban a cada federación o unión (influen-
ciadas a la vez por cómo se encuadraban
frente a la Segunda Guerra Mundial). Se
remonta a las vertientes originarias del movi-
miento obrero y finalmente traza un cuadro
de situación que incluye tanto las relaciones
políticas con el poder neoconservador,
como la formación de las clases sociales de
la Argentina.
7
Otra definición clave que excede la
investigación constituye un presupuesto
analítico de Horowitz y es el que sostiene
que “la interacción entre un gobierno y un
movimiento obrero contribuye a definir la
naturaleza de los sindicatos. La represión, la
cooperación o la falta de cualquiera de ellas
son factores importantes que determinan

las tácticas de los sindicatos y la ideología”.
Una afirmación de absoluta actualidad.
Sostiene que Perón puso patas para arriba la
relación existente hasta el momento entre el
poder y los sindicatos: “desplazó el equili-
brio entre Capital y Trabajo en favor de este
último”. Asimismo, indica que “sin el apoyo
organizativo que le brindaron los gremios,
Perón hubiese sido abandonado al olvido en
octubre de 1945”.
Resalta que aunque la ideología era
un factor importante, no movilizaba a las
bases, que eran más fieles a los dirigentes en
función de la actividad gremial. Y estos,
cuya legitimidad se basaba en la búsqueda
8 de nuevos enfoques para el movimiento sin-
dical, fueron los que le dieron el respaldo
básico inicial a Perón.
Un dato interesante del análisis es
que plantea la continuidad que se produjo
en las organizaciones sindicales antes y des-
pués de Perón, en la medida en que los pro-
tagonistas de la política sindical son en gran
medida los mismos con el neoconservadu-
rismo y con el peronismo. Pero claro, el gran
diferencial es que con su acción política los
gremios se habían transformado en otra
cosa: el movimiento obrero perdió indepen-
dencia y ganó en eficacia, gracias en gran
medida a la creciente politización que expe-
rimentó.
A modo de corolario de esta reseña,
diré que con este libro la Editorial de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero da
un paso más en la saludable iniciativa de edi-
tar una Colección de Estudios de Historia del
Peronismo. El libro de Horowitz es sin lugar
a dudas un mojón sumamente interesante
de este proyecto ya que, luego de su lectura,
permitirá al lector estar en condiciones de
responder bastante acabadamente a una de
las preguntas cruciales sobre la historia de
contemporánea de la Argentina. Esto es:
¿de qué hablamos cuando hablamos de la
importancia de los sindicatos en el surgi-
miento del Peronismo y de Perón para el
movimiento obrero?
Aníbal Y. Jozami
Buenos Aires, El Ateneo, 2005, 684 páginas
La Editorial El Ateneo presenta
como “una minuciosa biografía” de Juan
Domingo Perón a esta obra de 684 páginas,
escrita por Horacio Vázquez-Rial, un argen-
tino radicado en Barcelona, España, autor
de 17 novelas y 7 ensayos desde 1983. Lo pri-
mero que corresponde advertir al lector es
que esta presentación del texto que hace la
editorial en la solapa del libro no se ajusta a
la verdad. No se trata en realidad de una bio-
grafía apoyada en datos históricos ciertos,
comprobados. Se trata de una obra que
construye un relato aparentemente biográ-
fico, mezclando datos ciertos, comproba-
dos, con información a todas luces falsa, a
los efectos de estructurar un relato de fic-
ción sobre Perón y Evita.
En efecto, Vázquez-Rial asegura en
el “Prólogo” -para justificarse en lo que va a
escribir después, ficción disfrazada de ensa-
yo- que “no hay diferencias esenciales entre
la novela y el relato histórico de pretensión
científica” pues a su entender “ambos son
obras de ficción”, con lo que se da licencia
para escribir “una historia llena de personas
reales que nunca existieron y de personajes
imaginarios de cuyo paso por el mundo hay
pruebas documentales y testimonios con-
tundentes”, creando “un nuevo testigo naci-
do de él mismo, un observador fino y tem-
plado, irónico, que ve lo que los demás no
ven”. En esta línea de razonamiento confie-
sa que “no hay pues biografía canónica de
Perón ni de Eva” porque “las historias perso-
nales de Juan Perón y Eva Duarte, paralelas
durante un instante, pero completamente
separadas en el origen y en el final, son ina-
barcables”.
Hecha esta aclaración imprescindi-
ble, veamos qué surge del relato de quien
revela que se vio impelido a escribir sobre
Perón porque empezó a “soñar con Perón”.
Atento a como describe la personalidad del
líder justicialista, uno se inclina a pensar que
Vázquez-Rial tuvo en realidad “pesadillas
con Perón”.
Ejemplos: “Era un hombre sin duda
seductor y con una singular capacidad para
conectar con lo peor de todo el mundo,
haciéndolo aceptable”; “lo persiguen a la
vez el ridículo y el espanto. Son las cosas
que lo unen al país, más que el amor”; “un
espía, posiblemente muy eficaz. Un hombre
habituado al secreto, consciente de que el
secreto es el fundamento del poder”; “Ro-
berto Arlt, que murió en 1942, poco des-
RESEÑ AS
Horacio Vázquez-Rial
Perón, tal vez la historia
pués de cumplir cuarenta y dos, había des-
crito al personaje en 1929, en Los Siete
Locos y Los Lanzallamas, dos obras que con-
forman una unidad en las que el Astrólogo,
jefe de una sociedad secreta decidida a
tomar el poder, se define a sí mismo de
modo muy próximo al Perón que acabamos
de ver en su recuento del pasado, en sus
invenciones, en sus respuestas adaptadas a
cada interlocutor: 'Cuando converse con un
proletario seré rojo. Ahora, converso con
usted y a usted le digo: Mi sociedad está ins-
pirada en aquella que, a principios del siglo
noveno, organizó un bandido, Abdalá-Ben
Maímún. Maímún quiso fusionar a los libre-
pensadores, aristócratas y creyentes de dos
razas tan distintas como la persa y la árabe
en una secta que implantó diversos grados
de iniciación y misterios. Mentían descara-
damente a todo el mundo'; en la profética
novela de Roberto Arlt, el Buscador de Oro
glosa así las palabras de su jefe: 'En eso estri-
ba lo grande de la teoría del Astrólogo: los
hombres se sacuden con mentiras. El le da a
lo falso la consistencia de lo cierto; gentes
que no hubieran caminado jamás para
alcanzar nada, tipos deshechos por todas
las desilusiones, resucitan en la verdad de
sus mentiras”.
Pero, en última instancia, estas son
apreciaciones subjetivas que como lector se
pueden compartir o no; y es legítimo que el
autor las tenga y las exponga como “un
narrador contaminado por su tiempo y su
ideología”, como se autodefine.
Lo cuestionable es que Vázquez-Rial
se haya apoyado para escribir su novela en
datos históricos a todas luces falsos para jus-
tificar su apreciación subjetiva de que Perón
fue un espía -en este caso alemán, junto con
Eva Duarte- entrenado en el secreto y el ocul-
tamiento -de su origen, de su hija y de sus
intenciones- y que construyó su poder sobre
la base de la mentira -su foja militar y su ideo-
logía.
Evita y Perón, espías alemanes: “Vea-
mos ahora Técnica de Una Traición de 9
Silvano Santander, teniendo en cuenta que
no tuvo efecto alguno sobre la carrera de
Perón, puesto que no apareció en la
Argentina hasta el año de su derrocamien-
to, 1955, y la edición precedente, en el
Uruguay, era de 1953. De los documentos
que en esa obra aparecen, sobre un total de
siete, al menos dos son ineludiblemente

las tácticas de los sindicatos y la ideología”.
Una afirmación de absoluta actualidad.
Sostiene que Perón puso patas para arriba la
relación existente hasta el momento entre el
poder y los sindicatos: “desplazó el equili-
brio entre Capital y Trabajo en favor de este
último”. Asimismo, indica que “sin el apoyo
organizativo que le brindaron los gremios,
Perón hubiese sido abandonado al olvido en
octubre de 1945”.
Resalta que aunque la ideología era
un factor importante, no movilizaba a las
bases, que eran más fieles a los dirigentes en
función de la actividad gremial. Y estos,
cuya legitimidad se basaba en la búsqueda
8 de nuevos enfoques para el movimiento sin-
dical, fueron los que le dieron el respaldo
básico inicial a Perón.
Un dato interesante del análisis es
que plantea la continuidad que se produjo
en las organizaciones sindicales antes y des-
pués de Perón, en la medida en que los pro-
tagonistas de la política sindical son en gran
medida los mismos con el neoconservadu-
rismo y con el peronismo. Pero claro, el gran
diferencial es que con su acción política los
gremios se habían transformado en otra
cosa: el movimiento obrero perdió indepen-
dencia y ganó en eficacia, gracias en gran
medida a la creciente politización que expe-
rimentó.
A modo de corolario de esta reseña,
diré que con este libro la Editorial de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero da
un paso más en la saludable iniciativa de edi-
tar una Colección de Estudios de Historia del
Peronismo. El libro de Horowitz es sin lugar
a dudas un mojón sumamente interesante
de este proyecto ya que, luego de su lectura,
permitirá al lector estar en condiciones de
responder bastante acabadamente a una de
las preguntas cruciales sobre la historia de
contemporánea de la Argentina. Esto es:
¿de qué hablamos cuando hablamos de la
importancia de los sindicatos en el surgi-
miento del Peronismo y de Perón para el
movimiento obrero?
Aníbal Y. Jozami
Buenos Aires, El Ateneo, 2005, 684 páginas
La Editorial El Ateneo presenta
como “una minuciosa biografía” de Juan
Domingo Perón a esta obra de 684 páginas,
escrita por Horacio Vázquez-Rial, un argen-
tino radicado en Barcelona, España, autor
de 17 novelas y 7 ensayos desde 1983. Lo pri-
mero que corresponde advertir al lector es
que esta presentación del texto que hace la
editorial en la solapa del libro no se ajusta a
la verdad. No se trata en realidad de una bio-
grafía apoyada en datos históricos ciertos,
comprobados. Se trata de una obra que
construye un relato aparentemente biográ-
fico, mezclando datos ciertos, comproba-
dos, con información a todas luces falsa, a
los efectos de estructurar un relato de fic-
ción sobre Perón y Evita.
En efecto, Vázquez-Rial asegura en
el “Prólogo” -para justificarse en lo que va a
escribir después, ficción disfrazada de ensa-
yo- que “no hay diferencias esenciales entre
la novela y el relato histórico de pretensión
científica” pues a su entender “ambos son
obras de ficción”, con lo que se da licencia
para escribir “una historia llena de personas
reales que nunca existieron y de personajes
imaginarios de cuyo paso por el mundo hay
pruebas documentales y testimonios con-
tundentes”, creando “un nuevo testigo naci-
do de él mismo, un observador fino y tem-
plado, irónico, que ve lo que los demás no
ven”. En esta línea de razonamiento confie-
sa que “no hay pues biografía canónica de
Perón ni de Eva” porque “las historias perso-
nales de Juan Perón y Eva Duarte, paralelas
durante un instante, pero completamente
separadas en el origen y en el final, son ina-
barcables”.
Hecha esta aclaración imprescindi-
ble, veamos qué surge del relato de quien
revela que se vio impelido a escribir sobre
Perón porque empezó a “soñar con Perón”.
Atento a como describe la personalidad del
líder justicialista, uno se inclina a pensar que
Vázquez-Rial tuvo en realidad “pesadillas
con Perón”.
Ejemplos: “Era un hombre sin duda
seductor y con una singular capacidad para
conectar con lo peor de todo el mundo,
haciéndolo aceptable”; “lo persiguen a la
vez el ridículo y el espanto. Son las cosas
que lo unen al país, más que el amor”; “un
espía, posiblemente muy eficaz. Un hombre
habituado al secreto, consciente de que el
secreto es el fundamento del poder”; “Ro-
berto Arlt, que murió en 1942, poco des-
RESEÑ AS
Horacio Vázquez-Rial
Perón, tal vez la historia
pués de cumplir cuarenta y dos, había des-
crito al personaje en 1929, en Los Siete
Locos y Los Lanzallamas, dos obras que con-
forman una unidad en las que el Astrólogo,
jefe de una sociedad secreta decidida a
tomar el poder, se define a sí mismo de
modo muy próximo al Perón que acabamos
de ver en su recuento del pasado, en sus
invenciones, en sus respuestas adaptadas a
cada interlocutor: 'Cuando converse con un
proletario seré rojo. Ahora, converso con
usted y a usted le digo: Mi sociedad está ins-
pirada en aquella que, a principios del siglo
noveno, organizó un bandido, Abdalá-Ben
Maímún. Maímún quiso fusionar a los libre-
pensadores, aristócratas y creyentes de dos
razas tan distintas como la persa y la árabe
en una secta que implantó diversos grados
de iniciación y misterios. Mentían descara-
damente a todo el mundo'; en la profética
novela de Roberto Arlt, el Buscador de Oro
glosa así las palabras de su jefe: 'En eso estri-
ba lo grande de la teoría del Astrólogo: los
hombres se sacuden con mentiras. El le da a
lo falso la consistencia de lo cierto; gentes
que no hubieran caminado jamás para
alcanzar nada, tipos deshechos por todas
las desilusiones, resucitan en la verdad de
sus mentiras”.
Pero, en última instancia, estas son
apreciaciones subjetivas que como lector se
pueden compartir o no; y es legítimo que el
autor las tenga y las exponga como “un
narrador contaminado por su tiempo y su
ideología”, como se autodefine.
Lo cuestionable es que Vázquez-Rial
se haya apoyado para escribir su novela en
datos históricos a todas luces falsos para jus-
tificar su apreciación subjetiva de que Perón
fue un espía -en este caso alemán, junto con
Eva Duarte- entrenado en el secreto y el ocul-
tamiento -de su origen, de su hija y de sus
intenciones- y que construyó su poder sobre
la base de la mentira -su foja militar y su ideo-
logía.
Evita y Perón, espías alemanes: “Vea-
mos ahora Técnica de Una Traición de 9
Silvano Santander, teniendo en cuenta que
no tuvo efecto alguno sobre la carrera de
Perón, puesto que no apareció en la
Argentina hasta el año de su derrocamien-
to, 1955, y la edición precedente, en el
Uruguay, era de 1953. De los documentos
que en esa obra aparecen, sobre un total de
siete, al menos dos son ineludiblemente

auténticos. En la página hitlers-escape.com
se muestran copias fotostáticas de todos
ellos, y yo reproduzco su texto a continua-
ción: '2. Carta del capitán Niebuhr al general
Von Faupel, sobre la contribución de Eva
Duarte a la salida del la Argentina del agen-
te Sandstede. Agosto de 1941: (…) durante
la noche recibimos de nuestra señorita Eva
Duarte, argentina, siempre excelentemente
informada de lo que sucedía en la Comisión
Investigadora, informaciones que indica-
ban que la comisión, a toda costa, quería
impedir la salida del compañero Sandstede
y había ordenado nuevamente su detención
10 (…) en esto la señorita Duarte dio buen con-
sejo. Trajo un abrigo del coronel Perón,
amigo suyo y nuestro, y vestido con los atri-
butos de un miembro del cuartel general
argentino, pudo el compañero de partido
Sandstede, acompañado de la señorita
Duarte, pasar la barrera policial, sin ser
molestado, en un automóvil del Ministerio
de Guerra y llegar a tiempo al aeropuerto
(…)'. '3. Carta de Niebuhr a Von Faupel
declarando a la señorita Eva Duarte como
colaboradora y el interés de Perón en ella (si
non é vero, é ben trovato). Enero 1943: (…)
he unificado la dirección del sector del Brasil
y la costa sur del Pacífico, en manos de la
señorita Duarte, muy estimada de su
Excelencia Canaris, a causa de su superior
trabajo cumplido en Río de Janeiro: una
endiabladamente hermosa, inteligente,
encantadora, ambiciosa e inescrupulosa
mujerzuela, a quien el coronel Perón ya ha
echado el ojo (…)'. '4. Carta de Meynen a
Niebuhr confirmando a la señorita Duarte
como amante de Perón y declaraciones de
este último. Junio de 1943: (…) la señorita
Duarte me mostró una carta de su amante,
en que se fijan los siguientes lineamientos
RESEÑAS
generales para la obra futura del gobierno
revolucionario: Los trabajadores argentinos
nacieron animales de rebaño y como tales
morirán. Para gobernarlos basta darles
comida, trabajo y leyes para rebaño, que los
mantengan en brete. (…)'. Es posible que
Perón y Eva fueran pareja mucho antes del
momento en que se los empezó a ver públi-
camente en esa condición. Si hemos de
creer en la autenticidad de la carta de
Niebuhr a Von Faupel del 26 de agosto de
1941, Eva ya conocía a Perón en esa fecha y
tenía algún tipo de relación con él (…) lo
que sí es seguro es que hay unos meses,
siete u ocho, entre finales de 1942 y media-
dos de 1943, en que el rastro de Evita se pier-
de, hasta para los más esmerados bordado-
res de su cronología. Durante esos meses
puede haber hecho cualquier cosa: tener
una hija, viajar a Río de Janeiro, enfermarse
-cosa que alguna amiga de entonces dijo
después-, o tener una hija, viajar y enfer-
marse, que no son términos mutuamente
excluyentes”.
Martha Susana Holgado, hija de
Perón: “me respondió preguntándome si
me interesaba conocer a la hija de Perón. Le
dije que sí, claro, aunque para mí esa hija no
podía ser cierta, no era posible que la cróni-
ca hubiera dejado pasar un detalle así, la
hija de un hombre que, según la historia ofi-
cial, no había tenido hijos. Sin embargo, si
alguien tenía el coraje de decir que era la
hija, merecía serlo realmente, porque, de ser
cierta su afirmación, se trastocaban todas
las herencias de la Argentina, materiales y
espirituales”.
Está absolutamente documentado
que Perón y Eva Duarte comenzaron su rela-
ción en 1944, no en 1941. ¿Eva Duarte, de
sólo 22 años, una Mata Hari del espionaje?
Todo absurdo y mal intencionado. ¿Martha
Holgado podría ser Lucía Perón? Sí, pero
falta el ADN para tomarlo como hecho his-
tórico comprobado. ¿Y si lo fuera, cambia-
ría la historia de Perón como líder político y
su posicionamiento como personaje de la
historia? No, como no ha cambiado el lugar
de Francois Miterrand en la historia, cuando
se supo después de muerto que tenía una
esposa paralela con una hija.
Sin duda se trata de una biografía
novelada construida sobre datos ciertos y
falsos, que Vázquez-Rial ha mezclado con la
lógica de una operación de inteligencia que
apunta a la desmoralización. ¿Por qué?
Porque desde el principio al final se trata de
una historia con un hilo conductor negati-
vo, que busca demostrar que a Perón “lo
persiguen a la vez el ridículo y el espanto”,
cuando en realidad, cada vez es mayor en
número de argentinos que se ligan a Perón
desde el amor, desde el afecto, desde el
agradecimiento, desde el reconocimiento,
desde la admiración; porque cada vez es
mayor el número de argentinos que añoran
la Argentina industrial centrada en su mer-
cado interno, integrada socialmente y gene-
radora de una amplia clase media, que
fuera puesta en marcha por Perón en los
años cuarenta y cincuenta y que continuó
dando sus frutos hasta mediados de los
setenta, a pesar de la inestabilidad política
crónica y la violencia política generada por
la proscripción del peronismo y los 18 años
de exilio de Perón. La Argentina que empe-
zamos a perder el 24 de marzo de 1976 y
empezamos a recuperar el 19 y 20 de
diciembre de 2001.
Mario Bertellotti
El Estado y el surgimiento de Perón, 1930-1946
Buenos Aires, Eduntref, 2005, 326 páginas
Los sindicatos, el Estado y el surgi-
miento de Perón, 1930-1946 constituye una
investigación que combina de forma real-
mente interesante datos estadísticos y cró-
nica histórica, ensamblados armoniosa-
mente mediante el análisis. La obra logra
dar una perspectiva de la evolución de las
relaciones de poder entre el movimiento
obrero y el neoconservadurismo (estable-
ciendo las diferencias políticas existentes
entre los presidentes Uriburu, Justo y
Castillo). La sencillez con la que está plan-
teado el libro un resultado encomiable, ya
que al finalizar la parte en la que analiza la
Década Infame, están realmente claras para
el lector cuáles fueron las condiciones histó-
ricas que (sumadas a la dimensión de aquel
militar devenido en estadista que condujo a
la Argentina de manera definitiva hacia una
suerte de modernidad tardía) derivaron en
el surgimiento del coronel Juan Perón y el
peronismo.
Horowitz propone una visión en
modo alguno bucólica de la relación entre
los sindicatos (ya evolucionados y en condi-
ciones de convertirse en la columna verte-
bral del peronismo) y la estrategia política
de Perón, ya devenido en General.
Lejos de una visión idílica de la rela-
ción entre los sindicatos y Perón, el autor
explica cuáles fueron los diferentes encua-
dramientos de cada una de las dirigencias
sindicales de las organizaciones que estudia
en su obra, y cuál fue el derrotero de la pero-
nización de unas y la definitiva adscripción
de otras a las filas de la oposición.
Tal vez el aspecto más conflictivo del
libro es su presupuesto metodológico de
delimitar la investigación a un grupo y no a
todas las organizaciones sindicales.
Horowitz se centra en el desarrollo en el
período estudiado de la Federación de
Obreros y Empleados Telefónicos (FOET), la
Federación de Empleados de Comercio
(FEC), la Unión de Obreros y Empleados
Municipales (UOEM), la Unión Ferroviaria
(UF) y la Unión Obrera Textil (UOT). Digo que
esta elección metodológica es opinable, en
la medida en que el proceso social y político
del movimiento obrero argentino entre las
décadas del 30 y el 40 excede a los sectores
económicos que representaban estas for-
maciones sindicales.
Sin embargo, Horowitz tiene sus
razones para el acotamiento del objeto de
estudio que propone. Plantea que esta ope-
RESEÑ AS
Joel Horowitz
Los sindicatos
ración es pertinente por la sencilla razón de
que hacia 1936 estas cinco organizaciones
reunían el 39 por ciento de la totalidad de los
obreros sindicalizados. Insisto sobre la para-
doja, si se quiere, de que la decisión del autor
es opinable y a la vez legítima, ya que si bien
las federaciones estudiadas son representa-
tivas y punta de lanza del sistema económico
por venir, en términos históricos la Argentina
del 30-40 era más compleja, y también debe
ser explicada en función de otros sectores
que tal vez estaban más atados a la época
que se estaba dejando atrás. Al situarse la
investigación de Horowitz precisamente en
la transición entre ambos estadios es que sos-
tengo que, en todo caso, es opinable la res-
tricción que hace el historiador.
Salvado este detalle, diré sí que la
forma en que Horowitz encara el análisis y la
crónica histórica de la evolución social, polí-
tica y hasta ideológica de cada uno de los sin-
dicatos estudiados es impecable.
Hay algunas definiciones que
Horowitz construye a lo largo de todo el
libro y que me interesaría destacar.
Concretamente, quiero resaltar los siguien-
tes aspectos.
Caracteriza como indispensable el
hecho de que solamente Perón “se dio cuen-
ta del potencial político que tenía la clase
obrera urbana”; y concluye que su política
“de mejorar las condiciones de los trabaja-
dores por medio de los sindicatos encauzó
una fuerza que había sido marginada por
los sistemas políticos anteriores”.
Ofrece un análisis del disímil desa-
rrollo de cada una de las cinco industrias
cuyas organizaciones obreras estudia. Para
ello aborda las posturas ideológicas que ani-
maban a cada federación o unión (influen-
ciadas a la vez por cómo se encuadraban
frente a la Segunda Guerra Mundial). Se
remonta a las vertientes originarias del movi-
miento obrero y finalmente traza un cuadro
de situación que incluye tanto las relaciones
políticas con el poder neoconservador,
como la formación de las clases sociales de
la Argentina.
7
Otra definición clave que excede la
investigación constituye un presupuesto
analítico de Horowitz y es el que sostiene
que “la interacción entre un gobierno y un
movimiento obrero contribuye a definir la
naturaleza de los sindicatos. La represión, la
cooperación o la falta de cualquiera de ellas
son factores importantes que determinan

sión, escribió cartas donde confesó dudas y
temores. Torre no encuentra razones para
discutir su sinceridad. Es la única franqueza
que le concede: Perón era un asustadizo que
sólo tuvo a la suerte de su lado. Bastaba una
simple amenaza para que se fuera al mazo.
Por lo demás, mentía y engañaba continua-
mente.
Según Torre, fue el general Ávalos
quien permitió el retorno de Perón al negar-
se a reprimir el inicio de la manifestación del
17. En este punto también la psicología
hace su contribución: Ávalos cargaba con la
culpa de haber producido un enfrentamien-
to que causó 70 muertes durante el golpe de
6 1943. Pues bien, este hombre podría haber-
se psicoanalizado y permitirse así movilizar
tropas desde Campo de Mayo para cercar la
Plaza en ese fatídico 17. Si bien esta vez no
saca cuentas, fácil es notar que Torre subes-
tima el costo de semejante acción, y obvia-
mente lo considera mucho menor que el
enorme disgusto de haber tenido que
soportar a Perón durante 30 años.
Además, nuestro científico olvida
que, en los pocos días que Perón estuvo
detenido, conservadores y empresarios
pretendieron revertir rápidamente todas
las conquistas sociales de los últimos dos
años. Su sucesor en la Secretaría de Trabajo
y Previsión manifestó que habría “cambios
en la política de respaldo activo del Estado
en la defensa de las reivindicaciones obre-
ras”. Los empresarios se negaron a pagar el
feriado del 12 de octubre y anunciaron que
tampoco abonarían el aguinaldo. Pero
estas nimiedades no lo conmueven. Siente
el deleite de quien rescribe la historia obe-
deciendo a sus instintos más bajos: con
Perón en Chubut, el radicalismo se hubiera
negado a acordar con los conservadores -
de un plumazo corrige un pasado impre-
sentable-, aunque sí lo haría con sectores
RESEÑAS
de la izquierda, mientras los restos del pero-
nismo hubieran sido encabezados por
Mercante, quien lograría un cómodo ter-
cer puesto, detrás incluso de los conserva-
dores.
Radicales y dirigentes de la izquier-
da ratificarían así “sus credenciales en
defensa de los derechos del trabajo, recla-
mando la inspiración, cuando no la auto-
ría, de las políticas implementadas durante
esos años. Ausente Perón, podían predicar
su mensaje de reparación social desde un
lugar que había sido siempre el suyo y que
aquél les usurpara con artes demagógi-
cas”. Textual. También se hubieran evitado
así otro tipo de desviaciones malsanas: las
corrientes de izquierda retomarían “su
influencia en el movimiento obrero, al
igual que en Chile, Uruguay e, inclusive,
Brasil”.
En la ficción científica de Torre,
Tamborini hubiera disfrutado para sí de la
inmerecida suerte que Perón tuvo al asumir
el gobierno con “los términos de intercam-
bio más altos del siglo y el respaldo, ade-
más, de la abundante reserva de divisas acu-
muladas durante la guerra”. Con semejante
ganga, redistribuiría el ingreso al igual que
lo hizo Perón, el pusilánime afortunado.
Pero Tamborini era un moderado y como tal
evitaría los excesos. Por ejemplo, con él los
salarios reales hubieran quedado “por deba-
jo de los niveles espectaculares que hubie-
ran sido esperables si en el timón del gobier-
no hubiese estado un líder político necesita-
do de darse una base de apoyo popular”.
Como no era necesario tanta demagogia, la
redistribución del ingreso habría sido obra
de los sindicatos. No puedo dejar de figurar-
me el frenesí del autor ante cada uno de sus
hallazgos científicos. Pero volvamos a su tex-
to. Semejante movilización popular hubiera
provocado una mayor influencia de las
ideas de izquierda y por lo tanto una cre-
ciente resistencia en las fuerzas armadas.
Llegaron los malos. Y un nuevo golpe de
suerte para Perón. Así, luego de salir tercero
en las elecciones, aunque ya no tan cómodo
como Mercante, llegaría a la presidencia en
1952 con el apoyo de los conservadores en
el Colegio Electoral. ¡Qué frondosa puede
ser la imaginación de un investigador de pri-
mer nivel! Perón demostraría a partir de allí
su completa perversidad: llegaría al poder
para reprimir a los trabajadores. En la uto-
pía de Torre, entonces, todas las medidas
populares las hubiera tomado Tamborini, y
las impopulares Perón. Por eso éste rápida-
mente caería por un golpe militar en el que,
de paso, no participarían ni radicales ni
socialistas.
Vista la promesa inicial del libro, y
dejando de lado por razones elementales la
promesa de excelencia, cuesta compartir
también el otro eje ofrecido, el de pluralis-
mo: los más citados son Félix Luna, Mariano
Plotkin, Robert Potash, Daniel James, Gino
Germani... además de los propios autores.
No se mencionan autores que siquiera sim-
paticen con el peronismo, salvo cuando se
los cita para criticarlos. Los artículos reuni-
dos tienen en común la pretensión de refu-
tar las visiones que entre 1946 y 1955 el
peronismo había procurado imponer sobre
el 17 de octubre. Semejante espíritu icono-
clasta ya debería haber tomado nota de
que nadie hoy sostiene seriamente esas
leyendas. Insólitamente, citándose una y
otra vez a sí mismos han olvidado levantar
la mirada. Conmueve tanta insistencia, y es
cierto que salvo excepciones con el tiempo
mejoraron bastante la puntería. Pero
alguien debería comisionarse y avisar a esta
buena gente que el enemigo al que casco-
tean con tanto entusiasmo hace tiempo
que dejó esa trinchera y está dando otras
batallas.
Mariano Fontela
Elecciones del 18 de marzo de 1962
Si hubo un hecho político que
marcó por antonomasia la vigencia del pero-
nismo en la sociedad argentina de principios
de los '60 fue, sin lugar a dudas, el de las elec-
ciones a gobernador por la provincia de
Buenos Aires del 18 de marzo de 1962.
Recapitulemos. El gobierno consti-
tucional del general Juan Domingo Perón
fue derrocado por la fuerza de las armas el
16 de septiembre de 1955. Desde el
Ejecutivo una ola revanchista sacudió al país
y como corolario de persecuciones, cárcel y
fusilamientos, el abominable decreto ley Nº
4.161 se suspendió como una “espada de
Damocles” sobre la cabeza de más de media
población argentina: la peronista. La
Resistencia no se hizo esperar y la lucha de
millones de mujeres y hombres anónimos
logró lo que parecía imposible: el repliegue
de la “Revolución Fusiladora” (Aramburu-
Rojas-Alsogaray-etc.) y el llamado a eleccio-
nes para presidente. Como se sabe, las mis-
mas fueron ganadas en 1958 por el binomio
Frondizi-Gómez con el apoyo de los votos
justicialistas, ya que el peronismo seguía
proscrito y su líder natural exiliado.
El Dr. Frondizi comenzó su mandato
colmado de expectativas populares y termi-
nó en un ostensible fracaso. Su política pen-
dular de aliarse con el peronismo para tener
a raya a los militares y a su vez decirles a
éstos que él era la única fuerza política en
condiciones de debilitar a Perón, estaba des-
tinada a fracasar desde el mismo momento
en que se puso en práctica. Al respecto
Perón, con su gracejo y humor característi-
cos, contó como él veía las cosas en aquellos
momentos: “La inteligencia política de
Frondizi era de marca 'radical'. Consistía en
hablar sobre un problema hasta enronque-
cer. A este parloteo verborrágico los radica-
les llaman resolver problemas. Yo le llamo
hacer gárgaras. (...) Frondizi me parecía una
suerte de domador de leones hambrientos,
capaz de asegurar el éxito del espectáculo
con el sacrificio gradual y paulatino del equi-
po de sus colaboradores. Una vez les entre-
gaba como carnada a un ministro; otra vez,
un vicepresidente; en alguna oportunidad
un asesor técnico o un amigo íntimo.
Cuando se le acabaron las víctimas de su lis-
ta, él mismo pasó a ser pasto de los leones.
Frondizi no respondió a ninguno de los com-
promisos contraídos con el pueblo, porqué
jamás pensó en cumplirlos. Lo prueba el
RESEÑ AS
Juan Carlos D'Abate
Framini-Perón
en la Provincia de Buenos Aires
Barcelona, PPU, 2003, 290 páginas
hecho de que rubricó no menos de media
docena de solemnes juramentos, que a
menudo se contradecían en un ciento por
ciento. No hubo más remedio que organi-
zarle una derrota, así como le organizamos
una victoria”.
El libro de Juan Carlos D'Abate logra
explicar e interesar sobre el hecho final,
determinante, decisivo, que desencadenó la
destitución de Frondizi por las Fuerzas
Armadas (verdadero poder detrás del sillón
presidencial) y su posterior confinamiento
en la isla Martín García y el sur argentino.
Ese hecho fueron las elecciones ganadas por
el peronismo en las elecciones bonaerenses
para gobernador el 18 de marzo de 1962. La
importancia fundamental de las mismas
puede buscarse por dos planos, lados o aris-
tas que se complementan. Una, se confirma
que el peronismo sigue siendo la primera
fuerza política de Argentina pese a todas las
vicisitudes padecidas; la otra, Perón seguirá
siendo, para alegría de muchos y desdicha
de pocos, el interlocutor válido y obligado
en la escena política nacional, gobierne
quien gobierne.
El autor pasa revista con buen tino
al contexto económico-social de la época a
nivel nacional para luego depositarnos de
lleno en el inicio, los prolegómenos y las tra-
tativas que desembocarán en la fórmula ele-
gida por el propio Perón para dar batalla en
las elecciones. Si se recuerda, Framini se
muestra remiso a ser el primero de una fór-
mula que no contenga a su jefe político
indiscutido; Perón lo calma, lo convence de
aceptar y le da las razones para que él esté
ausente en esa oportunidad. Debe haber
sido difícil convencerlo al “Negro” Andrés
Framini, que guardaba una veneración sin
límites por Perón. Cabe recordar sobre el par-
ticular, sus propias palabras, citadas por
Manuel Urriza: “Cuando apareció Perón en
1944 ó 1945 en la Secretaría de Trabajo y
Previsión yo era un joven obrero textil que,
como todos los trabajadores, vivíamos con
bajos salarios, sin protecciones sociales, con 11
largas jornadas de trabajo y mucho maltrato
de los capataces. Para mí eso era lo normal;
pensaba que así era la vida de obrero que
me había tocado ser y me la tenía que
aguantar. Perón fue el que me dijo que no
era así. Que eso era injusto y que había que
cambiarlo y que se podía cambiar si nos unía-
mos con los compañeros en los sindicatos.

Me abrió la cabeza. Desde entonces supe una temática aún vigente y en parte irresuel-
que no tenían derecho a explotarme”. ta (análisis crítico de la situación económica
Además D'Abate nos hace una y social, sueldos, jubilaciones y pensiones,
radiografía exacta de la situación existente energía eléctrica, artículos de primera nece-
para la coyuntura en las dos fuerzas políticas sidad, viviendas y villas miserias, la oligar-
que van a dirimir el pleito electoral y luego quía y los monopolios). Y todo esto corona-
pasa a explicar la campaña proselitista des- do con la trascripción completa del mensaje
plegada. del Gobernador electo, leído el 1º de mayo
Una vez triunfante el peronismo en de 1962 desde la ciudad de La Plata, sede del
el acto electoral, habrá una serie de marchas gobierno provincial.
y contramarchas desde el gobierno y el D'Abate suma un plus, un valor agre-
poder para anular las elecciones, cosa que gado a su obra. Un sinfín de intelectuales se
finalmente se hace con el costo político ine- “mata”, vende su alma al diablo, por entrar
ludible para Frondizi. Todo este proceso está en los círculos de poder cultural; por ser “or-
muy bien relatado en el libro que estoy gánicos” al sistema que los usa y los descar-
12 comentando. Además, un valioso apéndice ta en el tiempo, cual guantes de látex usa-
documental enriquece aún más la obra. Allí dos, si se me permite la expresión (recordar
pueden leerse en forma ordenada siete dis- a Grondona, Neustadt, Longobardi, Laje,
cursos pronunciados en actos públicos por etc., y entre los etcéteras, incluir en cual-
el candidato a Gobernador peronista, como quier momento a Aguinis, hoy día becado
así también los reportajes más importantes en los Estados Unidos de Norteamérica). Por
que le efectuaron en aquel momento. Del salir en la foto del año de la revista Gente y
mismo modo, nos vamos a encontrar con tantas gansadas más, o bien por ganar un
material de archivo de extraordinaria impor- subsidio de una transnacional millonaria. El
tancia para los investigadores: me refiero al autor de este libro se reivindica como mili-
“Plan de Gobierno Justicialista para la pro- tante peronista -lo que no le quita un ápice
vincia de Buenos Aires” (economía, política de rigurosidad histórica a su trabajo- y nos
sanitaria, salud pública, función social de la demuestra que cuando hay honestidad inte-
vivienda, cooperativas y consorcios civiles lectual se puede hacer un excelente trabajo,
para la construcción, asuntos agrarios, etc.) como el que ahora podemos tener oportuni-
y las “Bases Programáticas del Plan de dad de conocer y leer.
Gobierno Justicialista para la Provincia de
Buenos Aires”, cuyo punteo nos permite ver Roberto Baschetti
Rodrigo Zarazaga
La pobreza de un país rico
Dilemas de los proyectos de Nación de Mitre a Perón
Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, 264 páginas
Este libro tiene un enfoque históri- la democracia argentina. Por eso quizás en
co, ético y político de la realidad argentina, su introducción busca la respuesta, siguien-
es decir, coincidente con la formación del do a Putnam, en nuestro débil capital social.
autor. Licenciado en filosofía, magíster en Explora también, según Huntington, en el
ciencia política y apasionado por la historia, insuficiente grado de institucionalización
habla de las contradicciones de un país cuya
aparente abundancia naufraga no sólo en lo
política.
Descartadas ambas propuestas, se
económico, sino también en lo político, y su decide por indagar el tipo de relaciones que
atravesamiento por los principales movi- los actores políticos significativos y las insti-
mientos cívicos desarrollados en los siglos tuciones mantienen en cada período históri-
XIX (después de la organización nacional) y co, lo que lleva a la conformación de un cier-
XX (antes de la última dictadura militar y del to capital político.
restablecimiento de la democracia). Con esta finalidad, desarrolla el
Uno de los interrogantes que se libro en cuatro capítulos, seguidos por una
plantea Zarazaga es el origen de la crisis de conclusión general, a saber: La ilusión liberal
es una hipótesis de trabajo, una acusación o
un exceso de fantasía.
El propio Senén González revisa las
actas de la reunión del Comité Central
Confederal (CCC) de la CGT del 16 de octu-
bre. Allí se reflejan claramente las diferentes
posiciones de los sectores sindicales respec-
to a Perón y a los derechos sociales adquiri-
dos. Unos afirmaban que era preciso enfren-
tar a los adversarios de Perón para evitar
“perder el control del movimiento obrero
que tanto trabajo nos ha costado organi-
zar”. Otros proponían conciliar con Ávalos,
pero presionándolo para que reconociendo
las conquistas obreras demostrara que el ale-
jamiento del coronel Perón no significaría un
retroceso para ellos. De todas formas, la leal-
tad hacia Juan Perón por parte de los líderes
sindicales que triunfaron en la votación de
esa noche estaba lejos de ser decidida: la pro-
pia moción de declaración del paro general
no lo menciona directamente; simplemente
pide “la libertad de todos los presos civiles y
militares que se hayan distinguido por sus
claras y firmes convicciones democráticas y
por su identificación con la causa obrera”.
La siguiente reunión del CCC fue el
19. Con euforia, se afirmaba allí que la CGT
“ha conquistado su triunfo más rotundo
desde que existe como central de los traba-
jadores del país”. En ningún momento se
hizo mención a Perón y una sola vez se nom-
bró la movilización del 17. Para ellos, el día
clave fue el 18. Visiblemente procuran capi-
talizar “una movilización que iba por delan-
te de su dirigencia”.
En otro aporte, Hiroschi Matsushita
analiza el 17 de octubre a partir de la teoría
prospectiva. Ésta argumenta que las perso-
nas no actúan siempre igual ante un mismo
incentivo. Se comportan de muy diferente
manera cuando están en un momento de
ganancia que cuando caen en uno de pérdi-
da. En tanto en el primer caso se tiende a ser
conservador, en el segundo existe mayor ten-
dencia a realizar acciones riesgosas, “con la
esperanza de conseguir altas ganancias
para recuperar las pérdidas acumuladas
hasta entonces”. Inicialmente, el desplaza-
miento de Perón podría haber sido interpre-
tado por algunos dirigentes sindicales como
una ganancia, en tanto supondrían que
igualmente lograrían “mantener las con-
quistas sociales a través de la negociación
con el gobierno”. Pero su detención el 13 en
la Isla Martín García -y, agrego, la euforia de
los sectores patronales- los habría afectado
profundamente, e inmediatamente habrían
percibido que caían en el terreno de la pérdi-
da. Por eso se arriesgaron a convocar una
huelga general, aun sabiendo que tal vez se
comprometían fuertemente en una causa
perdida. Matsushita, al igual que Senén,
entiende que para el inicio de la moviliza-
ción del 17 fue determinante que se difun-
diera la decisión de la CGT de declarar el
paro general, aunque éste estuviera progra-
mado para el 18.
En otros artículos, Gabriel Lerman
señala la importancia que desde 1945
RESEÑ AS
asume la Plaza de Mayo como centro de la
vida política argentina y desarrolla los dife-
rentes significados que al 17 de octubre le
fue otorgando el peronismo en sus diferen-
tes etapas; Oscar Troncoso intenta, a partir
de su testimonio personal y usando fuentes
documentales, introducir exactitud respec-
to a las estimaciones sobre la cantidad de
manifestantes que hubo ese día: lo que más
le preocupa es precisar que hasta la noche la
concurrencia estuvo lejos de ser masiva y
que fue la radio la que convocó a muchos de
los manifestantes; Raanan Rein analiza la
hostilidad de la prensa anglosajona contra
el gobierno de Perón.
Por su parte, Fabián Bosoer describe
la manera en que la política exterior de
Estados Unidos dejó rápidamente de consi-
derar a Perón como una “amenaza fascista”
cuando finalizó la Segunda Guerra, en tanto
comenzaban a encenderse las luces de aler-
ta ante el “peligro comunista”. Este artículo
no deja de ser interesante, porque cita
extensamente las comunicaciones del
encargado de la embajada norteamericana,
Cabot, quien denuncia reiteradamente a la
“viciosa pandilla fascista” que permitiría
que Argentina se convirtiera “en el refugio
desde el cual Alemania podría elaborar la ter-
cera guerra mundial”. A la vez, se quejaba
de que la falta de rigidez de su gobierno fren-
te a Perón haría que éste sienta “que la
embajada y todo lo que ésta diga podría ser
desatendido con impunidad”.
Pero con los meses el propio Cabot
va cambiando de opinión, al punto de
lamentar la virulencia de los ataques de
Braden. Envió a su cancillería una serie de
mensajes de este tipo: “Perón es para las
masas argentinas el símbolo del progreso
social y de la nacionalidad; una prolonga-
ción de la interferencia por parte de los
Estados Unidos acentuará nuestra identifi-
cación con el privilegio, la reacción y el colo-
nialismo mundial”. Años más tarde, en sus
memorias, llegó a decir del Libro Azul: “todo
ese informe era completamente deshonesto
y terriblemente distorsionado”.
Pero una referencia aparte merece
el artículo de Juan Carlos Torre, que hace
siete años escribió un aporte a un libro lla-
mado Historia Virtual, titulado “¿Qué
hubiera ocurrido si hubiese fracasado el 17
de octubre de 1945?”. Allí especulaba con
que tal fracaso habría significado el triunfo
de Tamborini en las elecciones de febrero y
éste, lejos de restaurar el régimen oligárqui-
co, hubiera llevado adelante casi exacta-
mente las mismas medidas que tomó Perón
en su primer gobierno. Tanta gracia le causó
su propio ocurrencia que reeditó el mismo
artículo, sin cambiarle una sola coma, aun- 5
que agregó un par de páginas donde pre-
tende justificar la rigurosidad científica de
su método “contrafactual”.
Su “análisis” comienza con una
observación de notable agudeza: “Perón
fue más bien un beneficiario que un promo-
tor de la movilización popular que lo resca-
taría de la derrota política”. Durante su pri-

do que dura 36 horas, en medio del calor y
cayéndose periódicamente de la hamaca
donde debe dormir. Según él mismo, el
barco era “tan rasposo que en el Río de la
Plata sería utilizado como leña”. Sus puertas
“son de 25 a 30 centímetros de ancho, de
modo que prácticamente no puedo pasar.
Llegar a la sentina, al Water Closet, es una
expedición. Tiene un espacio de 70 centíme-
tros cuadrados”.
También escribía: “durante la noche
el barco se movía terriblemente. Me tocó la
hamaca que está al lado de un tabique.
Cada cabezazo del barco me hacía un cabe-
zazo contra la pared, mi cuerpo al chocar
4 contra el tabique sonoro hacía un ruido
alternado con el motor”. En otro momento,
quedan varados en una acequia de 80 centí-
metros de ancho, y él apunta: “humedad
terrible, cangrejos y avispas alrededor. No
corre aire. Sol rajante. ¡Pensar que aquí nos
chuparemos la friolera de 12 horas encaja-
dos en este cangrejal!”.
Regresó a Belem en hidroavión, en
un viaje de menos de una hora. Al llegar
anotó: “Todo está bien cuando termina
bien. Habíamos cumplido completamente
nuestra misión, en un viaje de seis días que a
mí me pareció de seis meses. Mis doce horas
de estudio sobre la vida de los cangrejos me
compensó del viaje y de las incomodidades.
Y también el saber que he dejado un grato
Santiago Senén González y Gabriel Lerman, compiladores
El 17 de octubre de 1945
Buenos Aires, Lumiere, 2005, 296 páginas
De acuerdo al juicio de los propios
autores, este trabajo convocó a “investiga-
dores de primer nivel en la materia”, inten-
tando “abordar el tema a través de un pris-
ma plural que intente dar cuenta de su com-
plejidad”. Excelencia y pluralismo, enton-
ces. Vamos a ver.
Comienza Santiago Senén
González, intentando resumir tres visiones
tradicionales sobre el 17 de octubre: “para
unos, fue una irrupción popular espontá-
nea; para otros, resultó determinante su pla-
nificación y conducción por parte de secto-
res gremiales y dirigentes del sindicalismo; y
recuerdo en un centenar de humildes mora-
dores de Aurizona, a los que quizás nunca
más vuelva a ver en mi vida”.
Pocos meses después, en noviembre
de 1956, sufrió un ataque cerebrovascular.
Tras un mes de agonía, falleció en el hospital
de una base aérea de Belem, estando pros-
crito en su país. El gobierno de Brasil resolvió
poner a disposición de la familia dos aviones
militares para repatriar sus restos, pero el
gobierno argentino se opuso. Un diario de
Belem preguntaba en qué puede un cadáver
hacer peligrar la seguridad de una Nación…
Pasaron 16 años para que se repatriaran sus
restos y descansaran en Santiago del Estero,
como era su deseo.
Espero que algún día los argentinos
logremos librarnos de esta maldita fatalidad
que nos hace invariablemente flagelar a
nuestros compatriotas que logran comple-
tar un talento excepcional con una pasión
inagotable. En una carta enviada a un amigo
tres meses antes de morir, Ramón Carrillo
escribía: “si yo desaparezco, queda mi obra
y queda la verdad sobre el gigantesco
esfuerzo donde dejé mi vida”. No tengo
dudas de que lo consiguió. Casi 50 años des-
pués, diariamente millones de argentinos se
atienden en establecimientos que fueron
construidos y equipados gracias a esa
pasión extraordinaria.
Ginés González García
Antes, durante y después
hay quienes sostienen que el hecho estuvo
directamente instigado y manejado desde
oficinas gubernamentales”. La CGT convocó
a un paro general para el 18 y la manifesta-
ción se produjo el 17. Eso zanja rápidamen-
te la disputa entre la primera y la segunda
cuestión. Se insinúa igualmente, sin refutar-
la ni demostrarla, la tercera versión: tal vez
fue “una fundamental puesta en escena,
prohijada desde la misma Secretaría de
Trabajo y Previsión, y destinada a concretar
la alianza entre el Ejército y los sindicatos
que le permitiría al coronel Perón allanar su
camino a la presidencia”. No queda claro si
(Alberdi, Mitre y Sarmiento), El granero con-
servador (Roca), La sinécdoque política del
radicalismo (Irigoyen) y La unanimidad de la
hora peronista (Perón).
Cada uno de estos capítulos tiene
una cierta unidad de enfoque. Comienzan
con un abordaje de la coyuntura y luego se
desarrollan: la cuestión social, la dimensión
política, las concepciones económicas domi-
nantes y, finalmente, un balance del período.
Un aspecto a destacar es la abun-
dante bibliografía del trabajo y las oportu-
nas citas que ilustran cada tramo del libro.
Del balance de “la ilusión liberal”, se
destaca el intento de transformar al Otro, a
través de la educación, de la política migra-
toria y del progreso económico (a la medida
del modelo europeo).
En relación con el “granero conser-
vador”, al que también se llama la “hegemo-
nía liberal conservadora”, rescatamos dos
elementos: la construcción de una Estado
fuerte, en una Nación rica, y el Unicato polí-
tico, que hacia el final del período y después
de la Revolución del '90 intenta avanzar
hacia la construcción de la República
Verdadera.
El tercer capítulo nos da tres ele-
mentos definitorios del período: la amplia-
ción de la democracia, el intento de cons-
truir la República Verdadera y el fracaso final
Clausewitz de Maquiavelo a Perón
Buenos Aires, Edhasa, 2005, 376 páginas
La obra de José Fernández Vega -
profesor de la UBA e investigador del
CONICET- constituye uno de los análisis más
exhaustivos del pensamiento de Carl von
Clausewitz. Pero no se agota en la teoría de
dicho autor, sino que profundiza en sus pre-
cedentes y exégetas, así como en el contexto
en que estas ideas se desarrollaron.
Obviamente, Clausewitz (1780-
1831) es considerado un “clásico”, pero con-
trariamente a lo que cierta visión superficial
de la realidad podría aconsejar, su pensa-
miento tiene plena vigencia en el mundo
actual. A pesar de que el fin del bipolarismo y
la autoimplosión de la URSS parecía inaugu-
rar una era en la que Marte dejaba de habitar
el planeta, la realidad demostró otra cosa. La
desvalorización del Estado Nación clásico
abrió paso a la internacionalización del terro-
rismo, la resurrección de los conflictos inte-
RESEÑ AS
que abre el camino al golpe de Estado del 6
de setiembre de 1930.
El cuarto capítulo, referido al pero-
nismo, marca el ingreso a la ciudadanía de
los sectores hasta entonces políticamente
marginados, una mejora en la distribución
del ingreso, al menos en términos de calidad
de vida, y una economía que reafirma el
mito del granero lleno. Opacando el proce-
so, a juicio de Zarazaga, encontramos el des-
guace del capital político, con la apuesta a la
unanimidad, y el bajo grado de instituciona-
lización estatal.
En la conclusión, Zarazaga plantea
tres condicionamientos recurrentes, cuya
explicitación pasa por la formulación de un
diagnóstico político, con validez hacia pro-
yectos futuros: a) invocar la República
Verdadera y excluir al Otro político, b) la bús-
queda de la seguridad en el mito del “grane-
ro lleno” y c) la recurrente pretensión de una-
nimidad.
Finalmente, el autor plantea la exis-
tencia de una deuda pendiente: la acepta-
ción del pluralismo político como una carac-
terística de la democracia argentina.
En síntesis: una obra de lenguaje
ágil y capacidad de análisis, que como seña-
la Halperín Donghi, es útil leer en esta hora
difícil.
Carlos Eroles
José Fernández Vega
Las guerras de la política
rreligiosos e interétnicos -eufemísticamente
denominados “guerras de baja intensidad”-
y la activa participación de organismos
supranacionales, como la ONU, que consti-
tuye parte activa de muchos de ellos.
Teniendo en cuenta estas premisas,
el autor desde la introducción confiesa no
abordar a Clausewitz desde la ciencia mili-
tar, sino desde las proyecciones políticas de
Vom Kriege, su obra capital. Lo hará desde
tres ángulos: el histórico-militar, desde las
ideas políticas presentes en el texto y, final-
mente, hará una revisión crítica de la recep-
13
ción que el prusiano ha tenido en el tiempo y
el espacio. El sugerente subtítulo del libro
que nos ocupa no debe llamar a engaño; la
obra se ocupa esencialmente de la evolución
de la teoría de la guerra en relación con la
modernidad y el Estado Nación como máxi-
ma creación de la misma.
 Será Maquiavelo quien rompe con
la tradición medieval e inaugura la autono-
mía de la política; su escrito sobre el arte de
la guerra será el primer aporte moderno al
tema, con su incorporación de elementos
políticos a la antigua teoría. Los contractua-
listas, desde Hobbes a Rousseau, verán que
el conflicto pasa de ser una situación entre
hombres a una relación entre Estados. Las
propuestas para terminar los conflictos
(Kant, Hegel, Tocqueville) también son con-
sideradas, así como los escritos de los gran-
des historiadores militares de la época (Jo-
mini, Mariscal de Sajonia, etc.).
14 Así, la obra reseñada llega al autor
central que la ocupa. El General Clausewitz
estuvo al servicio de Rusia y participó de la
campaña de 1813, volviendo al Estado
Mayor alemán al año siguiente. Por lo tanto,
De la Guerra ha de ser vista a la luz del gran
conflicto que enfrentó a Napoleón con las
otras potencias europeas. En su notable
estudio sobre el prusiano, Raymond Aron
sostiene que no hay que exagerar el trasfon-
do filosófico en Clausewitz, pues una teoría
filosófica de la guerra para éste no era útil ni
posible. La guerra es una cosa práctica que
escapa a sistemas cerrados: filosofía será
equiparada a ciencia abstracta, matemáti-
ca. Teniendo en cuenta la relación entre las
partes y el todo, será la estrategia el hori-
zonte de sentido del historiador militar.
Pero el prusiano apunta casi exclu-
sivamente a la historia militar contemporá-
nea -incluyendo las campañas del Gran
Corso, sin sucumbir a su fascinación- y ello
es producto del impacto de la Revolución
Francesa. Entre el discurso nacional fichtea-
no y la liberación de Prusia de la opresión
francesa, Clausewitz trasciende el plano
militar y se convierte en un pensador políti-
RESEÑAS
co. Una nueva sociedad y un nuevo sistema
político emergentes cambiarán también el
concepto de guerra: ésta es la clave para
entender el proceso en su conjunto, más
allá de figuras conductoras. El énfasis pues-
to en lo social permitirá a Clausewitz com-
prender las razones que fundaban la nece-
sidad de un cambio profundo en Europa,
pero a la vez vislumbrar el trastocamiento
total producido por la decisión revoluciona-
ria de movilizar las masas, conduciéndolas
a una guerra hasta las últimas consecuen-
cias, con los niveles de violencia que ello
implicaba.
Resulta difícil ubicar la actitud polí-
tica de Clausewitz, según Fernández Vega,
quien ofrece un espectro de valoraciones sin
privilegiar ninguna, como corresponde a
una investigación. Meramente antiparla-
mentario y antirrepublicano, según algu-
nos; afín al naciente liberalismo, según
otros; fiel al ideal monárquico, siempre.
Quizá hoy sea necesario acentuar algunos
matices de su pensamiento en detrimento
de otros, para hacer a semejante talento
más cercano a las tendencias epocales; algo
similar ocurrió con Nietzsche y Carl Schmitt.
El aspecto más convincente de su
pensamiento será el referido a las relaciones
internacionales. Según Aron, Clausewitz es
un nacionalista, entre el liberalismo y la reac-
ción, fiel al soberano, antiparlamentario,
pero sobre todo un realista en política exte-
rior. Partidario del equilibrio de poder que
limita la expansión imperialista, sabe que la
guerra no puede ser erradicada y la paz es
siempre algo provisorio. Por ello, el prusiano
consideraba la defensa estratégica como lo
más importante, así como lo más significati-
vo de su aporte. Los Estados son pares que
luchan entre sí: el aspecto lúdico del duelis-
mo dará paso a la política entre naciones. El
defensor y no el atacante es quien concreta
la guerra, al impedir al atacante conseguir
su objetivo. Que las ideas de equilibrio euro-
peo sean desarrolladas en el libro sobre la
defensa señala que todo Estado debe estar
en forma, como debería estarlo Prusia,
inmersa en un mar de rivales.
Por razones de espacio es imposible
hacer la exégesis del estudio concreto y deta-
llado que Fernández Vega hace de la teoría
clausewitziana. Basta decir que el autor acer-
tadamente señala que la célebre “fórmula”
del prusiano -“la guerra es la continuación
de la política por otros medios”- derivó en la
incomprensión, trivialización y manipula-
ción de su doctrina. Es por ello tan intere-
sante repasar su recepción en los diversos
ámbitos; sólo nos detendremos en las más
significativas.
Las victorias alemanas del siglo XIX
y su brillante desempeño en la Gran Guerra,
elevaron a Clausewitz a la categoría de feti-
che. No obstante, su difusión fue lenta; en el
mundo anglosajón sólo adquirió notorie-
dad en el período entreguerras, y en Estados
Unidos alcanzó notoriedad recién con Henry
Kissinger. La figura del prusiano permaneció
atada al militarismo teutón y su doctrina fue
demonizada.
Las conferencias de Liddell Hart en
los treinta -reunidas bajo el nombre de El
espectro de Napoleón- impusieron un
Clausewitz insensible, un doctrinario abs-
truso cuyas enseñanzas sobre el número
como pivote del aniquilamiento eran res-
ponsables de la carnicería de las batallas de
la Primera Guerra Mundial. Resulta extraño
que un experto como el inglés vea en el pru-
siano sólo un Mahdi de las masas, pero cree-
mos que el error está en la apreciación del
concepto clausewitziano de metafísica,
tomado en sentido literal. Cierto es que la
radicalización ideológica en el segundo con-
flicto mundial inevitablemente llevaba a una
guerra de destrucción absoluta, donde los
esfuerzos de limitación por estrategias de
aproximación indirecta de Liddell Hart eran
dejadas de lado. Cierto también, por más
que diga Orwell, que esta radicalización no
fue inaugurada por el nazismo sino por el
bolchevismo a partir de Lenin (quien tam-
bién conocía a Clausewitz), con el cual ter-
minó aliado el atlantismo angloamericano
Buenos Aires, Edición del autor, 2005, 45 páginas
El excelente trabajo de Francisco
Karsties es absolutamente perturbador, lin-
dando con lo increíble. Más que entender
por qué, cuesta concebir cómo pudimos
cometer semejante deslealtad los argenti-
nos con el sanitarista más grande de nuestra
historia, que fue hostigado simplemente
por llevar sus ideas a un movimiento políti-
co. Pero a la vez, este libro no deja de ser esti-
mulante. Además de una cronología precisa
de los meses siguientes al alejamiento de
Ramón Carrillo del Ministerio de Salud
Pública de la Nación en 1954, contiene abun-
dantes fotografías y mapas, notas tomadas
por el propio Carrillo durante un viaje
durante 1955 de Belem a Aurizona -en el
corazón de la selva amazónica- y un relato
de su viuda, Susana Pomar, que incluye
hasta un aterrizaje de emergencia de un
viejo avión bimotor en plena selva, después
de amortiguar la caída al friccionar contra
las copas de los árboles.
Ramón Carrillo fue medalla de oro
de su promoción como Bachiller Nacional y
luego obtuvo igual distinción al graduarse
como médico en la Universidad de Buenos
Aires. Fue becado para complementar sus
estudios en Europa, entre 1930 y 1933, for-
mándose en centros académicos y científi-
cos de Holanda, Francia y Alemania. Con
una sólida formación y firmes creencias reli-
giosas, se interesó particularmente por la
arquitectura hospitalaria. Regresó a la
Argentina a los 27 años, consagrado como
uno de los más brillantes neurocirujanos de
la época.
En 1946, pocos días antes de la asun-
ción de Juan Perón como Presidente de la
Nación, se creó la Secretaría de Salud
Pública de la Nación y Carrillo fue designado
al frente de la misma. Luego se convertiría
en el primer Ministro de Salud Pública de la
Nación. Desarrolló una gigantesca labor
sanitaria, enfrentando las enfermedades
endémicas de las zonas más pobres del país
y eliminando casi totalmente el paludismo.
Creó innumerables centros de salud y hospi-
tales, y en los primeros años de su gestión
logró que se duplicara la cantidad de camas
hospitalarias. Impulsó la fabricación estatal
de medicamentos a precios populares y
organizó la docencia universitaria en Salud
Pública y diversas escuelas de capacitación.
Tras su renuncia como Ministro se
trasladó a Nueva York, pero la precariedad
de su situación económica lo obligó a acep-
tar un puesto de médico rural en una empre-
Francisco Karsties
Ministro Ramón Carrillo
Su alejamiento del cargo y exilio
sa minera norteamericana que tenía una
explotación a 150 kilómetros de Belem, en
Brasil, cerca de la desembocadura del río
Amazonas.
Había regido la actividad de más de
3.500 hospitales, 3.000 centros de salud,
500 institutos altamente especializados,
laboratorios y fábricas de alta tecnología.
Sin embargo, quien tanto había luchado
para erradicar de la Argentina las condicio-
nes denigrantes y vejatorias de vida, sufrió
en sus últimos meses el tormento de la des-
honra pública y las dificultades de una lucha
contra esas mismas condiciones desde un
lugar de absoluta impotencia, en el que sólo
conseguía afectar algunas de las conductas
más riesgosas, no pudiendo hacer nada
para tratar las enfermedades ni para modifi-
car sus causas.
En las anotaciones incluidas en el
libro, Ramón Carrillo revela con sobriedad
toda la magnitud de su grandeza. Así pode-
mos saber que conservó la rectitud de sus
objetivos tanto en la gloria como en la des-
gracia. En su libreta tomó nota de las enfer-
medades de sus pacientes, pero también
incluyó observaciones acerca de los anima-
les que le causaron extrañeza (lo cual no es
infrecuente tratándose del Amazonas), las
costumbres de cada una de las aldeas que
visitó y las peculiaridades del carácter de dos
gringos que lo acompañaron durante todo
el insufrible viaje. Anotó, por ejemplo: “el
80% de las mujeres está embarazada; el
20% no lo está, porque son estériles o por-
que son menores de 5 años. Nunca he visto
tanta mujer embarazada, ni tantos chicos
alrededor de la madre”. Eso se explica fácil:
“No hay médico, ni farmacia. Hay sólo una
escuela elemental hasta 5º grado. ¡Para ins-
talar un posto de farmacia o de médico hay
que pagar un impuesto semestral! Cuando
debería ser el gobierno el que pague para
que se instalen. Por supuesto, no hay sala de
primeros auxilios, ni siquiera un esbozo de
asistencia. A un herido o enfermo grave no
hay cómo transportarlo. Sólo sería posible
por río. Para llegar a Bragança son 36 horas
de lancha”. También consignaba: “la costa
del río Tramaí donde estamos anclados apa-
3
rece negra de cangrejos. Unos cangrejos
negros, parecen más bien arañas pollitos”.
Pero además en sus notas registra
observaciones acerca de una fiesta de San
Benito, “folklórica, pagana, de rito y bailes
africanos”, resistida por la curia, o las vicisi-
tudes de un viaje en un barquito desvencija-

(de allí las amargas reflexiones de Liddell
Hart, Russell Grenfeld y el General Fuller en
la inmediata postguerra).
El militarismo alemán de
Luddendorf -heredado y politizado por el
nacionalsocialismo- produjo una implemen-
tación de Clausewitz que culminó en el III
Reich. Este autor fue citado como maestro
de la eterna lucha por la existencia, adap-
tándolo a la nueva época en sentido heroi-
co, nacionalista e incluso racista; el propio
Hitler, lector parcial del prusiano, retomaba
estos matices en sus discursos. Por enton-
ces, Carl Schmitt desarrolló con gran altura
una teoría de Clausewitz, que culminaría en
un escrito sobre el prusiano como pensador
político décadas después. Teniendo la gue-
rra una particular radicalidad, resulta la rea-
lización extrema de la enemistad pública, la
cual depende de la posibilidad de combatir,
base de la posibilidad política y su acción
transformadora. Más interesante aún es la
interpretación schmittiana del aporte clau-
sewitziano a la guerra partisana: en la oposi-
ción a Napoleón, que hermanaba a conser-
vadores y jacobinos, un efecto teórico fue la
elaboración de una teoría de la guerra parti-
sana. La ideologización producida por la
Revolución Francesa alcanzó a los reforma-
dores prusianos; lo que comenzó con la teo-
ría de la guerra total de Clausewitz culmina-
rá con la guerra civil mundial de Lenin.
Autores como Spengler, Schmitt,
Jünger, son en buena medida herederos de
la lucha de liberación contra Napoleón ele-
vada a mito victorioso que, no obstante, no
había conseguido la ansiada coagulación
nacional germana; faltaba un movimiento
con sentido de totalidad, una nueva liturgia
y ritual. Desde ese estado de ánimo recupe-
raron a Clausewitz -y Fichte, Nietzsche y tan-
tos otros- como predecesores. Aquí es nece-
saria una mayor profundización, al estilo de
estudiosos como George Mosse y Ernst
Nolte, quizás la única observación que pode-
mos hacer al enjundioso trabajo de
Fernández Vega.
En la Argentina, a partir de 1900, la
formación del ejército de Riccheri corrió por
cuenta de cuadros profesionales alemanes,
basados en la tradición prusiana. Estos ins-
tructores acercaron a la joven arma los escri-
tos de los estudiosos alemanes, por lo que a
partir de 1918 se conocían versiones en cas-
tellano de Vom Kriege , así como
Tempestades de Acero, las reflexiones de
Jünger sobre la Gran Guerra.
Las clases de Juan D. Perón en la
Escuela Superior de Guerra -editadas en
1932 como Apuntes de Historia Militar-
mencionan frecuentemente a Clausewitz. Si
bien las condiciones de conductor político
de quien fuera el líder más significativo de la
historia argentina contemporánea no pue-
den deberse al prusiano, no cabe duda que
la dimensión estratégica de su obra lo influ-
yó grandemente. El ejemplar de su bibliote-
RESEÑ AS
ca, relevado por el estudioso que nos ocupa,
está anotado en diversos pasajes, particular-
mente en aquel que señala el papel del
genio conductor, por encima de las reglas.
La “doctrina de defensa nacional” peronista
también es deudora de la tesis clausewitzia-
na de la guerra total, heredada en este caso
incluso por vía de Von der Goltz.
Si la guerra se convirtió en una
situación normal de los Estados, deviniendo
total, entonces una nación debe organizar
todas las energías para una eventual movili-
zación, de allí -por ejemplo- la necesidad de
desarrollar una industria propia (Perón lo
señala, pero era algo común entonces,
recuérdese a militares como Savio, Sarobe,
Crespo, etc.). Toda gran política es política
exterior, para cuyas contingencias la nación
ha de estar preparada; la política interna pre-
para la cohesión y asegura la unidad, subor-
dinándose a aquélla.
En el planteo estratégico, Perón
señala la carencia de reglas fijas, pues
corresponde al jefe la aplicación del saber en
casos concretos, así como crear nuevos prin-
cipios de acción. La conducción de la guerra,
en sentido clausewitziano, corresponde a
un comando superior, por oposición a la
dirección táctica de las batallas, encargada a
uno inferior. Si en tiempos de paz el conduc-
tor puede ser un maestro -dice Perón-, en
tiempos de guerra todos los maestros han
de ser reemplazados por un conductor,
quien debe asumir la responsabilidad cru-
cial. En otros pasajes, si bien sigue al General
prusiano, el Mayor argentino enfatiza que el
estratega debe estar subordinado al políti-
co, único que establece los fines y objetivos.
Según el libro que reseñamos, los Apuntes
constituyen la obra militar argentina más
valiosa.
En síntesis, Perón, con su actuación
política, demostró la coyunda entre conduc-
ción militar y conducción política. No
demostrando tener igual formación en los
clásicos, supo sacar provecho de la lectura
detenida de las grandes contribuciones del
arte militar, privilegiando con fino olfato sus
proyecciones políticas. En el accionar políti-
co de Perón permanecen como invariantes
la influencia de la estrategia y táctica milita-
res, sólo que encarnadas en un estudioso y
docente de Estado Mayor -no exento de apti-
tudes políticas innatas y notable carisma- y
no en un simple conductor de unidad, como
tantos otros casos de nuestra propia historia
y de la realidad latinoamericana. 15
Finalmente, un consejo para quien
se acerca a esta reseña de la obra de
Fernández Vega: no se conforme con este
comentario, lea el libro.
Horacio Cagni
SUMARIO
Ministro Ramón Carrillo. Su alejamiento del cargo y exilio
Francisco Karsties ..............................................................................................
El 17 de octubre de 1945. Antes, durante y después
Santiago Senén González y Gabriel Lerman, compiladores .............................
Los sindicatos. El Estado y el surgimiento de Perón, 1930-1946
Joel Horowitz ....................................................................................................
Perón, tal vez la historia
Horacio Vázquez-Rial ........................................................................................
Framini-Perón. Elecciones de 1962 en la Provincia de Buenos Aires
Juan Carlos D'Abate ..........................................................................................
La pobreza de un país rico.
C Dilemas de los proyectos de Nación de Mitre a Perón
Rodrigo Zarazaga ..............................................................................................
Las guerras de la política. Clausewitz de Maquiavelo a Perón
José Fernández Vega .........................................................................................
I nes necesarias para la incorporación a las instituciones creadas en Bretton Woods, “no
Colaboraron en esta edición:
Roberto Baschetti, Mario Bertellotti, Horacio Cagni, Carlos Eroles,
Mariano Fontela, Ginés González García, Aníbal Y. Jozami
INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS
Juan peron
Este Boletín es una publicación del Instituto de Altos Estudios Juan Perón, creado por disposición del
Congreso Nacional del Partido Justicialista celebrado el 26 de marzo de 2004 el que aprobó la creación de una
asociación civil sin fines de lucro que actuara como órgano de capacitación y formación del Partido Justicialista.
Aspiramos a que el Instituto de Altos Estudios Juan Perón se constituya en un ámbito dedicado a la
investigación científica y doctrinaria y a la producción, sistematización y difusión de estudios, investigaciones y
documentos destinados a profundizar y perfeccionar el sistema democrático, abordar los problemas nacionales,
afianzar la justicia y la equidad social y proyectar a la Argentina en el mundo.
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Juan peron
3
4 El Peronismo y el Fondo Monetario
7
Si bien existe instalada una polémica acerca de si es conveniente o no para el país
cancelar sus deudas con el FMI o atender otras prioridades, lo cierto es que la decisión del
9
Presidente Kirchner tiene un alto y elogiable contenido histórico-político.
Hagamos un poco de memoria. El FMI y su institución melliza, el Banco
11 Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), nacieron de una Conferencia
Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas celebrada en Bretton Woods (USA) en julio
de 1944. Argentina no participó de la Conferencia porque aún no le había declarado la
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guerra a las potencias derrotadas en la contienda bélica. Una vez cumplido este requisito,
Argentina ingresó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el gobierno “de
facto” que presidía el General Edelmiro J. Farell, por decreto-ley número 3185 del 31 de
13 enero de 1946 resolvió adherir a las conclusiones de la Conferencia y efectuar las gestio-
obstante las restricciones para los derechos del país que, en materia financiera, estos
acuerdos presuponen”.
Durante el Gobierno Constitucional que asumió en 1946, el Presidente Perón envió
al Congreso un proyecto de ley el 22 de julio de 1948 por el cual se dejaba sin efecto la
EDITORIAL
adhesión a las conclusiones de la Conferencia y el consiguiente trámite de ingreso al FMI y
al BIRF ya que -dicen sus considerandos- “estos organismos, mientras conserven su actual
estructura, no se hallan en condiciones de cumplir las finalidades de reorganización
financiera internacional para los cuales fueron creados”. El proyecto se convirtió en la Ley
13.891. Desde entonces, la Argentina fue el único país latinoamericano que se mantuvo al
margen de los mismos hasta el año 1956.
No faltaron en el ínterin reiteradas gestiones emprendidas por dirigentes máximos
del FMI para convencer al Gobierno Argentino de las conveniencias de adherir al organis-
mo. Perón se mantuvo irreductible. Y ya en el exilio, en 1967, decía en un reportaje: “Ha
pasado el tiempo y en casi todos los países adheridos al fumoso FMI se sufren las conse-
cuencias y se comienzan a escuchar las lamentaciones”.
Su avance sobre las autonomías nacionales llegó a extremos insospechados. En mi
condición de Ministro de Economía de la Nación asistí en septiembre de 1975 a la
Asamblea anual del FMI y aproveché la ocasión para gestionar diversos préstamos. Invoqué
al respecto nuevas normas dictadas por el FMI que eximían de toda condicionalidad a los
préstamos destinados a paliar financieramente la crisis desatada por el aumento del precio
internacional del petróleo (“oil facilities”) y la “caída de las exportaciones”. El desembolso
de este último crédito fue deliberadamente demorado por las autoridades del FMI a la
espera del inminente golpe de estado que se avecinaba y recién fue hecho efectivo el 30 de
marzo de 1976.
Durante nuestra visita a Washington también tuvimos que oponernos a recibir en
Buenos Aires a una misión de funcionarios del FMI que nos proponía su Director Ejecutivo,
el holandés Johannes Witteveen, como condición del préstamo. Fue, tal vez, éste el último
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gesto autonómico del país frente al FMI, antes de entrar a la vorágine de acuerdos y cartas
de intención de las décadas siguientes. La reciente decisión del Presidente Kirchner, de
mucha mayor e incomparable trascendencia histórica, se inscribe en la misma línea de
pensamiento y acción del peronismo fundacional.
Antonio Cafiero