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«La idea de que la celebración versus populum es la forma original y,

sobre todo, la idea que se tiene de la última Cena, se basa simplemente


en una concepción equivocad a de lo que podía ser una comida, fuera o
no cristiana, en la antigüedad. En los comienzos de la era cristiana, el
que presidía una comida jamás se sentaba enfrente de los demás
comensales. Todos estaban sentados, o recostados, en el lado convexo
de una mesa en forma de sigma o de herradura... Por tanto, a nadie de
la antigüedad cristiana se le hubiera ocurrido la idea de ponerse versus
populum para presidir una comida. Es más, el carácter comunitario de
un convite se acentuaba precisamente mediante la disposición
contraria: a saber, mediante el hecho de que todos los participantes se
encontraban en el mismo lado de la mesa». (LOUIS BOUYER,
Arquitectura y liturgia, Madrid, 2000, p. 54)
«La idea de un cara a cara entre el sacerdote y la asamblea en la misa
se remonta a Martin Lutero que hacia notar en su opúsculo Deutsche
Messe und Ordnung des Gottesdienstes (La misa alemana y el orden del
culto divino) de 1526 (…)Para justificar el cambio de posición del
celebrante en relación con el altar, el Reformador se refería a la
situación de Cristo durante la última Cena. ¿Pero, efectivamente,
ocupaba Jesús esta posición? Ciertamente no, pues hubiera
contravenido las costumbres domésticas de la época. En tiempo de
Jesús, y aún siglos más tarde, se empleaba o una mesa redonda o una
mesa en forma de sigma (en semicírculo). La parte delantera quedaba
libre para permitir servir los distintos platos. Los convidados estaban
sentados o acostados detrás de la mesa semicircular. A este efecto
utilizaban divanes o un banco, en forma de sigma.

No es el hombre sino Dios quien debe ser siempre el punto de


referencia. De aquí que desde los orígenes todos se orientaban hacia El
y no un cara a cara entre sacerdote y asamblea. Es necesario sacar la
consecuencia y reconocer francamente que la celebración versus
populum es un error. Porque ella es en definitiva una orientación hacia
el hombre y no hacia Dios.» (KLAUS GAMBER. Vueltos hacia el Señor.
Madrid, 1998, passim).

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