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Capítulo I

Riesgo y decisión.

Se pregunta el jugador al llegar:


“¿Ganaré?” y se estremece.
Pero los dados dan al traste con sus esperanzas,
Dando al adversario los triunfos.
(Rig Veda, X.34)1

Las distintas formas en que carecemos de certeza.

El mundo constantemente está cambiando. En medio de este incesante devenir debemos

tomar decisiones y actuar, aún sin la seguridad de que tales decisiones y acciones

generen los resultados que esperamos; de hecho algunas veces los resultados llegan a

ser completamente inesperados. Algo puede salir mal en cualquier momento, un

imprevisto puede emerger durante el desarrollo de nuestros planes y debemos estar

preparados para ello, sobre todo cuando entran en juego posibles pérdidas. Si

reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de que la mayor parte de nuestras

decisiones, así como las acciones que llevamos a cabo y que se proyectan hacia el futuro

se hallan teñidas ya sea por el velo de la incertidumbre o incluso por el de la

ignorancia2. Esto quiere decir, precisamente, que no sabemos qué es lo que va a ocurrir

con certeza, cuáles serán las consecuencias de esta o aquella decisión, de este o aquel

acto. Desde luego el mundo no es tan incierto que nos sea imposible llegar a tener una

idea más o menos clara sobre lo que es posible que ocurra ante un determinado curso de

1 Anónimo. El Rig Veda. Trad. Juan Miguel de Mora, CNCA, México 1989. (Mandala X. 34, conocido como “El lamento del
jugador” p. 237 de nuestra traducción.
2 La diferencia entre incertidumbre e ignorancia radica principalmente en el hecho de que, mientras en el estado de incertidumbre
podemos aún proyectar ciertos escenarios posibles para el desarrollo de los hechos, en el de ignorancia ni siquiera somos capaces de
ello, simplemente no sabemos qué es lo que va a ocurrir.
acción3, a veces incluso podemos cuantificar tales posibilidades aún de una manera

informal como cuando decimos “es muy posible que hoy llueva, no olvides tu

paraguas”. En situaciones así no sabemos con certeza qué es lo que va a ocurrir, pero al

menos contamos con un conjunto de escenarios posibles (p1…pn) ante una situación

dada “Ea”, pudiéndolos tomar en cuenta4, decidir y finalmente actuar5 dependiendo de

nuestros fines o intereses, incluso de lo que esperamos o tememos. Aquí puede ocurrir

una de dos cosas, o bien conocemos la distribución de la probabilidad del conjunto

(p1…pn) o bien no lo conocemos, esto dará origen a la distinción entre riesgo e

incertidumbre sobre la que haremos énfasis en lo que sigue.

Sin embargo también se dan casos en los que no tenemos ni la más remota idea de lo

que ha de suceder6, es decir, de los escenarios posibles (p1…pn), a enfrentar como

resultado de una situación o estado dado.

3 Llamaremos un curso de acción “Ac” a aquello que hay que hacer para pasar de un estado actual “Ea” a un estado posterior “En”, y
definiremos a “En” como el conjunto de los estados posibles a los que puede llegar “Ea”: En = {p1, p2, …, pn}. Diremos entonces que
un subconjunto de En se compone por estados deseables y otro por estados indeseables. Así por ejemplo lanzar una moneda tiene En
= {(1,0), (0,1)} para cada cara de la moneda, digamos “águila =1”, “sol = 0”, de lo que se sigue que si hago mi apuesta eligiendo
águila, el estado deseable será el subconjunto {1,0}.
4 Fig. 1
5 O bien, dejamos de actuar.
6 Fig. 2
En este caso las decisiones y las acciones son más complicadas ya que ni siquiera

podemos ser capaces de estimar las consecuencias que podría tener un determinado

curso de acción7. En estas situaciones actúa el más puro azar y las consecuencias pueden

ser terribles, recordemos por ejemplo el caso de la Talidomida a principios de los años

60. Se trataba de un medicamento que era comercializado como sedante y como

paliativo para las nauseas provocadas durante el embarazo. No se pudo prever que este

último uso (durante la gestación), provocaría la llamada “catástrofe de la talidomida”, la

cual se refiere a miles de bebes nacidos con severas malformaciones (teratogénesis)

producidas por el componente activo de éste medicamento el cual parecía tan inocuo

que se rotulaba como “especialmente conveniente para el embarazo”8

De lo que hemos visto hasta aquí se puede concluir que existen dos estados en nuestra

falta de certeza ante lo que ha de ocurrir y que es preciso distinguir. El primero es aquel

en donde nos encontramos en una situación en la que no sabemos cuál de n estados

posibles tendrá lugar como resultado de una decisión o de una acción, pero al menos

tenemos claros dichos estados posibles con base en ciertos elementos e incluso podemos

cuantificar las probabilidades en la ocurrencia de cada uno de ellos. Cuando esta

7 Esto significa que no podemos considerar todas las posibilidades a priori respecto al estado de un sistema ya que estas suelen ser
infinitas.
8Revista LIFE en español, volumen 20, Nº 6, 17 de septiembre de 1962,
pp.19.http://www2.uah.es/vivatacademia/anteriores/n40/ambiente.htm
situación tiene lugar, se dice que la decisión o la acción se efectúan bajo riesgo, en

cambio si los posibles resultados (outcomes), no se pueden cuantificar y

consecuentemente resulta imposible distribuir las probabilidades entre cada escenario se

dice que la decisión se toma bajo incertidumbre.9

La ignorancia es el grado más fuerte ya que ella se refiere al caso en el que ni siquiera

podemos conocer y a veces ni imaginar los resultados o las consecuencias de un curso

de acción dado.10 Lo paradójico es que en realidad toda decisión incluye un cierto factor

de ignorancia pues nunca nos es posible saber con certeza si se han considerado

exhaustivamente todos los escenarios relevantes para la decisión, lo cual implica

entonces una falta de certeza sobre nuestra falta de certeza inicial.

Para efectos de estandarización que más adelante explicaremos, asumiremos desde

ahora que cuando nos refiramos a la cuantificación de los posibles estados de un curso

de acción X, entendemos que a cada una de ellos, digamos el conjunto de estados

posibles E = (a, b, c…n), se le asigna una probabilidad P, variable en su interpretación11,

de tal modo que el conjunto de todos los estados posibles son mutuamente excluyentes

y la probabilidad del conjunto maximal12 de todos ellos es igual a 1; P(a) v P(b) v P(c)

9 Ver Fig. 1
10 Figura 2
11 Esto quiere decir que la probabilidad asignada puede ser interpretada de diversas maneras, ya sea desde un punto de vista
frecuencialista, subjetivista, lógico, etc. A nivel formal esto no afecta a las operaciones realizadas ya que todos los probabilistas
aceptan los mismos axiomas y por consecuencia todos los teoremas que se pueden derivar a partir de ellos. Sin embargo como
veremos más adelante, la definición del concepto de riesgo si es afectada por las diversas interpretaciones de la probabilidad y en
casos más extremos escapa a ellas cuando en su definición se hacen patentes los problemas asociados con la percepción del riesgo.
12 Por conjunto maximal nos referimos a un conjunto E de estados posibles que es exhaustivo y no puede alargarse más, esto es
todos sus elementos son mutuamente excluyentes y la probabilidad P de E = 1.
v…v P(n) = 113. Como ejemplo tomemos los posibles estados de una moneda al ser

lanzada, tenemos entonces dos estados posibles “cara” o “cruz”, la probabilidad de cada

uno de ellos es de ½ ya que sólo tenemos dos opciones, por lo tanto si W es el conjunto

de estados posibles de la moneda, es decir W={P(cara) = ½, P(cruz) = ½ }, entonces

resulta que P(W) = 1 y decimos que W agota los estados posibles que la moneda puede

adoptar.

Todo esto se trata sin duda de una idealización formal ya que, con escasas excepciones,

nunca podemos estar seguros de contar con un conjunto maximal de estados posibles

tales que el valor total de su probabilidad sea 1.14 Dada esta especificación metodológica

podemos decir entonces, siguiendo a Resnik15 que, cuando podemos asignar

probabilidades a los posibles estados de un sistema, operamos bajo riesgo, cuando esto

no es posible operamos bajo incertidumbre. Denotemos la transición de un estado de

cosas actual Ea a un estado de cosas posterior Ea+1, mediante Ea

Ea+1, el símbolo nos indica que en el estado Ea+1, Ea, tiene al menos dos escenarios

posibles mutuamente excluyentes. En el caso de ignorancia Ea+1 denota al conjunto

vacio.

El continuo Riesgo-Incertidumbre

La distinción entre riesgo e incertidumbre no es tan clara como podríamos pensar por lo

que hemos dicho hasta aquí. En realidad se trata de un continuo con diversos grados y

matices. Para pasar de un estado de incerteza a otro a veces es necesario tan sólo añadir

información relevante, o bien sustraer dicha información. Supongamos, por ejemplo que

una enfermedad “nueva” está causando estragos en una población, se le asocian algunos
13 Posteriormente veremos con algo de detalle que hay otra forma de cuantificación no formal que resulta relevante para la
percepción del riesgo y que se basa en elementos psicológicos y cognitivos asociados con lo que podemos llamar “esperanza” y
“temor”. Que esperamos que suceda o que tememos que ocurra puede afectar sensiblemente el modo en el cual, sin poder asignar
probabilidades, creemos que resulta mayor o menormente posible que se dé un estado de cosas.
14 Los casos obvios son algunos juegos de azar como los dados, la ruleta y los “volados” y aún en esos casos debe presuponerse
que ninguno de ellos esta “truqueado”
15 Resnik, Michael. Elecciones: una introducción a la teoría de la decisión. Gedisa. Barcelona 1998. P. 37
síntomas claros, pero no se conoce su etiología, no se está seguro de su forma de

transmisión y los casos “fatales” fluctúan entre diversos bloques poblacionales.

En un estado de cosas de tal magnitud la asignación de probabilidades resulta imposible

y por ello mismo las medidas a tomar operacionalmente se hallan en un estado de

incertidumbre. Sin embargo, a medida que avanzan los estudios de laboratorio y se

descubren ciertos rasgos propios de dicha enfermedad o se estabilizan los bloques

poblacionales en los cuales la enfermedad aparece o se vuelve fatal, se pueden definir

con más claridad aquellos elementos que aumentan la probabilidad de que un individuo

se contagie o incluso fallezca. Estos elementos son entonces los que distinguen el estado

de incertidumbre del de riesgo. La información accesible entonces se convierte en un

elemento crucial para distinguir ambos estados de conocimiento, es importante saber en

cada momento en cuál nos hallamos, pues el conocimiento en torno de nuestra propia

ignorancia sobre estos asuntos puede significar ya el primer paso hacia una decisión

correcta.

Esto que hemos mencionado es un asunto de relevancia para la epistemología del riesgo

pues este aparece tener como precondición para su análisis efectivo el hecho de contar

con un subconjunto definido dentro de la infinita gama de estados posibles. Si lanzamos

una moneda al aire, como ya hemos visto, sabemos con un grado razonable de seguridad

que sólo pueden ocurrir dos cosas si la moneda no está truqueada: o bien que la moneda

caiga cara, o bien que caiga cruz. Si apostamos por una tirada o por la otra, al menos

tenemos una noción clara de nuestras oportunidades. En cambio, si decidimos invertir

nuestros ahorros en la bolsa de valores, entonces quién sabe lo que pueda ocurrir, ya que

las posibilidades son demasiado abiertas y nuestra ganancia o pérdida depende de

factores tan variados que incluso los expertos en estos casos pueden, y de hecho lo

hacen frecuentemente, fallar en sus predicciones.


En el ejemplo de la moneda, nuestro grado de conocimiento es notablemente superior

con relación al ejemplo de la bolsa, no sabemos, desde luego, si la moneda caerá cara o

cruz, pero al menos las posibilidades están constreñidas por dos cursos de acción claros.

En el segundo ejemplo las posibilidades son virtualmente innumerables, casi cualquier

cosa puede provocar una pérdida tanto como una ganancia y, por ello mismo, el grado

de aleatoriedad vuelve a ese sistema prácticamente inmune a la predicción.

En este contexto se puede decir que el éxito de nuestras empresas, si no es dejado a la

mera suerte, lo que sea que eso signifique, parece depender en gran medida de nuestra

anticipación consciente de las posibles contingencias que puedan obstaculizar la

realización de las mismas. No obstante, esta anticipación consciente es ella misma una

empresa, como hemos podido apreciar, subsumida en la ignorancia. Nadie puede saber

con absoluta seguridad si ha prevenido o previsto todos y cada uno de los posibles

problemas u obstáculos a los que se enfrenta un curso de acción dado; esto aplica

incluso al conocimiento que tenemos sobre las consecuencias futuras de nuestras

propias decisiones, por ejemplo: ¿Podría haber previsto Edipo todas y cada una de las

desgracias que caerían sobre su linaje por haber matado a ese hombre que se cruzó por

su camino? Seguramente no, ya que si lo hubiera sabido con anticipación no hubiera

hecho lo que hizo.16

Por lo general, nadie desea sufrir gratuitamente, ni perder todos sus bienes ni provocar

desgracias. Pero frecuentemente hay que tomar decisiones que implican tener que

apostar algo que se puede llegar a perder a cambio de la posibilidad de ganar algo más.

Invertir en un negocio es tan solo el caso más evidente de dicha situación. La naturaleza

de toda apuesta es ganar o perder, y el riesgo está vinculado precisamente a cómo

podemos ganar más con la menor pérdida posible tratando de anticiparnos a los hechos

mediante el análisis de las posibles contingencias. En cierto sentido, se puede decir que

16 Este es un ejemplo retórico. Como veremos más adelante, el problema con la concepción trágica de la vida es su determinismo,
lo que implica que la historia de Edipo siempre terminaría mal, eligiera lo que eligiera o hiciera lo que hiciera. Nuestra pregunta es:
si hubiera podido evitarlo, ¿lo habría hecho? Creo que la respuesta obvia es sí, el problema es que tal posibilidad no existía.
el estudio del riesgo se enfoca a tratar de reducir la falta de conocimiento en el ámbito

de la decisión analizando y tratando de constreñir las posibilidades de un conjunto n de

resultados que bajo ciertos contextos se pueden tomar como razonablemente

sustentados.

Esto que acabamos de mencionar, en un tono que podría sonar de un talante muy

cargado a lo económico o a lo utilitario, no es una definición del riesgo, sino un primer

acercamiento a su campo de acción y estudio, el cual, claro está, no se agota en el

utilitarismo que implica una posible ganancia o el evitar una pérdida. Más bien, al

preguntarnos por qué ha de interesarnos el riesgo como materia de estudio e

investigación, la respuesta inicial es, porque el riesgo está presente a lo largo de toda

nuestra vida. Su estudio y análisis nos permite gestionar y en su caso evitar daños y

pérdidas. Sin embargo no por ello se reduce a tema de estudio exclusivo de ingenieros,

administradores o políticos, el riesgo hoy más que nunca es un tema especialmente

atractivo para la filosofía dado que presupone ciertas nociones de racionalidad que

tienen consecuencias ontológicas, epistémicas y éticas de gran interés, algunas de estas

nociones ya la hemos adelantado en lo que hemos dicho hasta aquí, otras más

aparecerán en el transcurso de nuestra discusión.

El riesgo como concepto abierto

Cualquier decisión importante que tomemos ya sea como individuos o como sociedad

conlleva riesgos, es decir, la posibilidad de que algo indeseable ocurra como resultado

de una decisión o de una acción. Instalar una central atómica, fumigar los campos de

cultivo con ciertas sustancias, permitir la venta de alimentos transgénicos, legalizar

ciertas sustancias con fines terapéuticos, etc., son solo algunos ejemplos de decisiones

que pueden provocar o no, daños en una magnitud hasta ahora desconocida. El estudio
del riesgo nos ayuda a identificar y gestionar lo indeseable, esto es, a prevenir o,

incluso, a evitar los daños en situaciones donde pueden surgir.

Actualmente, muchas disciplinas estudian cuestiones relacionadas con los métodos de

identificación y gestión del riesgo, o bien de riesgos particulares dentro de sus propios

campos de investigación. Por ejemplo, la toxicología y la epidemiología estudian

riesgos relacionados con la contaminación y la diseminación de enfermedades; la

actuaría estudia riesgos que estadísticamente son relevantes para las compañías de

seguros, como la mortalidad por edades, el promedio de accidentes de acuerdo con el

género, etc., todo lo cual resulta muy útil y beneficioso. Pero a pesar de que el concepto

de riesgo es ampliamente usado en todas estas áreas del conocimiento no existe una

definición general de dicho concepto que pueda ser usada para hablar del riesgo como

un concepto perfectamente definido. Como señala Niklas Luhmann17:

There is no definition of risk that could meet the requirements of science. It appears that
each area of research concerned is satisfied with the guidance provided by its own
particular theoretical context.18

De acuerdo con Luhmann, lo que nos encontramos cuando tratamos de dar una

definición clara de riesgo es una espesa niebla que no nos deja ver más allá de nuestras

narices. Como consecuencia de esta vaguedad, surge la pregunta obligada acerca de si

realmente se sabe de qué se está hablando cuando se habla de riesgo.

We must therefore question whether, in individual research areas, and even more so
more in interdisciplinary cooperation, science knows what it is talking about. […] The
conceptual approach constitutes what is being dealt with. […] when we seek definitions
of the concept of risk, we immediately find ourselves befogged, with an impression of
being unable to see beyond our own front bumper.19

Pareciera que no podemos hallar un concepto claro de riesgo en el océano de

disciplinas que lo abordan debido, precisamente, a que en todas éstas, enfocadas en sus
17 Luhmann, Niklas--------------
18 Luhmann p.6
19 idem
propios problemas, el riesgo es abordado desde una perspectiva individual, particular y

consecuentemente estrecha. Por eso resulta necesario abordar el tema desde lo general

para luego aterrizarlo en cada una de estas particularidades. Para ello, a su vez, resulta

necesaria una meta-investigación del riesgo que incluya por lo menos tres aspectos

esenciales del estudio del riesgo, separado de los objetos concretos de estudio que cada

disciplina aborda. Estos tres aspectos, según Cerezo y Luján, incluyen la ontología, la

epistemología y la ética, a cada una de las cuales corresponde una pregunta específica

pero vinculada con las otras.

Una primera y llamativa observación es que el concepto de riesgo constituye un punto


de encuentro para tres formas clásicas de la comprensividad en la reflexión filosófica:
-Ontología: ¿qué es real? –Epistemología: ¿cómo podemos conocerlo? –Ética: ¿Qué es
valioso o aceptable? En efecto, el concepto de riesgo es filosóficamente interesante por
el modo en que hace mutuamente interdependientes los análisis ontológico,
epistemológico y ético.20

La dependencia percepción - riesgo

En este contexto, la pregunta ontológica es: ¿Qué es el riesgo? Pero esta pregunta es

extremadamente general y puede llevarnos a presuponer, de alguna manera, que existe

algo que es el riesgo y que queremos saber qué es eso, cómo es, qué propiedades tiene,

etc., como si se tratara de un objeto concreto como una piedra, por ejemplo. Sin

embargo, debemos tener claro desde ahora que una de las principales discusiones en

torno al estudio del riesgo es que no hay riesgo per se sin percepción del mismo, esto es,

el riesgo, todo riesgo, surge a partir de que alguien, un agente cognitivo, perciba a algo

como un riesgo. Esta situación suele resultar confusa a primera vista, pero piense en el

siguiente ejemplo; un pequeño juega a introducir un tenedor en la clavija eléctrica, no se

ha hecho consciente en torno a la posibilidad de un choque eléctrico probablemente

mortal, en ese momento su madre se percata del hecho y corre aterrorizada hacia él, lo
20 López Cerezo Jose. A y José Luis Luján. Ciencia y política del riesgo. Alianza, Madrid 2000. pp. 85.
que ella no sabe es que en ese momento no hay suministro eléctrico debido a una falla

en la central. ¿Qué podemos decir acerca de todo este enredo? Para comenzar que el

niño no tiene percepción del riesgo, es decir para el no hay riesgo, de hecho se

encuentra en estado de ignorancia, lo cual no significa que no exista la posibilidad de un

choque eléctrico mortal derivado del hecho de su conducta de introducir el tenedor en la

clavija, este hecho es independiente de él, su desconocimiento de tal hecho no lo es.

¿Qué hay de la madre? Ella corre aterrorizada ante la posibilidad del hecho, es decir;

identifica al hecho y además identifica la posibilidad de que le ocurra a su hijo debido a

su conducta. En este caso ocurre lo opuesto a lo que sucede con su hijo, el hecho,

independiente de ella no va a ocurrir ya que la energía eléctrica se ha interrumpido, pero

ella sabe de la posibilidad y percibe el riesgo dado su desconocimiento en torno a la

interrupción de la energía. Ella cree aún que la descarga va a ocurrir.

En este sentido el riesgo puede verse como una entidad conceptualmente dependiente de

la percepción de un agente que considera como dañinos ciertos estados del mundo. Esto

puede parecer circular: todo riesgo es riesgo sólo hasta que es considerado como tal; sin

embargo, no es así, esta situación simplemente enfatiza la dependencia que existe entre

considerar a algo como riesgo y el agente que lo hace. Muchas personas temen, tal vez

de manera desproporcionada, situaciones relativamente bien controladas como por

ejemplo subirse a una montaña rusa o viajar en avión, mientras que otras parecen

demasiado temerarias ante situaciones que fácilmente pueden salir mal como manejar a

altas velocidades o la famosa automedicación. Eso sin considerar el hecho de que la

ingestión de sustancias como el alcohol, también alteran la percepción del riesgo.

En este sentido, el preguntarse por la naturaleza del riesgo es preguntarse por la relación

entre el agente y ese algo que es considerado como riesgo. Esto nos conduce también a

la pregunta epistemológica que para Cerezo y Luján es ¿Cómo podemos conocerlo?

Esto es: ¿Cómo podemos distinguir qué es un riesgo? De nuevo esta pregunta se
encamina hacia el agente epistémico y la cuestión relativa a la percepción del riesgo.

Conocer un riesgo es percibirlo como tal, percatarse de él; esto no significa que no haya

estados de cosas potencialmente dañinas en el mundo que sean independientes de los

sujetos, tan sólo significa que el concepto de riesgo como tal es una forma particular de

la relación entre el sujeto y el mundo, la cual depende en gran medida de la concepción

que tiene aquél sobre éste.

[…] aquello que calificamos como riesgo sólo existe como tal si hay seres humanos que
se percaten del mismo, es decir, si hay seres humanos que tengan razones para
considerar como posible el suceso que, sin embargo, no pueden predecir con certeza,
pero cuya ocurrencia afectaría algo valioso para una persona o para un grupo de
humanos.21

De igual forma, Cerezo y Luján enfatizan esta relación de dependencia entre riesgo y

sujeto por mediación de factores cognitivos (percepción) y de factores valorativos o

axiológicos; es decir, ambos tipos de factores fungen un papel substancial en la

identificación de aquello que ha de ser considerado un riesgo por el sujeto.22

Los riesgos que podamos conocer dependerán obviamente de los riesgos que haya,
pero el inventario de éstos, a su vez, no es independiente de los presupuestos y
condiciones de nuestro conocimiento. […] la realidad del riesgo, su naturaleza, parece
depender de nuestro conocimiento y valores, de nuestros juicios epistémicos y éticos.23

En las citas anteriores aparece también el tema relativo a la ética, que mencionamos

más arriba. Cerezo y Luján se refieren a la pregunta en torno de la relación entre la

ética y el riesgo como: ¿Qué es valioso o aceptable? Pero debemos adelantar que algo

valioso o aceptable no lo es por sí mismo, de nuevo esta pregunta se relaciona con esta

otra: ¿valioso o aceptable para quién? La percepción de que algo es valioso o

aceptable no es universal. Esto afecta también a aquello que ha de ser definido como
21 Olivé 2007, pp. 102
22 Es relevante y el gran medida el papel que juegan los valores en la percepción del riesgo. Si en el ejemplo del niño que juega a
introducir el tenedor en la clavija, la madre, por ejemplo, estuviera ansiosa por deshacerse de su hijo aún que esto implicara su
muerte, podemos decir entonces que el hecho de la posibilidad de una descarga eléctrica mortal no es ya percibido como un riesgo.
Esto significa que solamente se halla en riesgo aquello que tiene algún valor para el agente que percibe el riesgo como tal.
23 Cerezo y Luján, op. cit., p. 86.
riesgo, ya que un sujeto x sólo percibirá como riesgo aquello que pueda tener un

posible efecto adverso sobre algo que considera como valioso, aunque este mismo algo

pueda no ser considerado como valioso para otro sujeto distinto de x.

Una propuesta de definición del riesgo que va en este sentido es la de Jaeger, Renn,

Rosa y Webler para quienes este concepto se puede definir como una situación o

suceso en el cual se pone en juego algo valioso para los seres humanos (incluyendo a

los humanos mismos), y donde el resultado es incierto,24ante lo cual Olivé enfatiza

que: Cualquier situación o suceso que constituya un riesgo lo es, pues, en relación

con algo valioso para al menos un ser humano.25

Podemos admitir entonces que un primer acercamiento a una noción de riesgo,

hablando en términos muy generales, tiene que ver con la posibilidad de que alguna

situación o curso de acción, afecte de forma adversa a algo que es considerado valioso

por un agente epistémico. Una primera implicación de esta forma de ver al riesgo es

que admite variaciones acerca de lo que es valioso o aceptable, y en la forma de

valorar un mismo suceso o un mismo objeto en contextos distintos. Por ejemplo, para

un banquero de wall street un lingote de oro puede ser algo muy valioso cuya pérdida

en una apuesta de black jack, constituye un riesgo inaceptable. Para un pigmeo no

occidentalizado, un lingote de oro puede no ser algo valioso, por lo cual su pérdida o

no, no constituye riesgo alguno. Así, esta noción general de riesgo aparece como una

dependencia con el marco conceptual del agente epistémico, que es quien percibe el

riesgo como tal, y que, por lo mismo, puede ser distinta para distintos sujetos y

sociedades, los cuales pueden variar en mayor o menor medida en el modo y las cosas

que consideran como valiosos.

Enfocando el riesgo de esta manera, es prácticamente un corolario que su


identificación, estimación, valoración, aceptabilidad y gestión –visto todo esto como

24 En Olivé, op.cit., pp. 102.


25 Idem.
un continuo- necesariamente tienen una dimensión axiológica, es decir, entran en
juego normas y valores que muy probablemente serán diferentes para distintos grupos
sociales que comparten el riesgo en cuestión.26

Las dimensiones filosóficas del riesgo se concentran entonces en tres áreas principales

de investigación, ontología, epistemología y ética, cada una con una pregunta general

específica, pero a partir de las cuales surgen numerosas preguntas más, así como

cuestionamientos relacionados con este concepto que en apariencia todo mundo parece

tener claro, especialmente y para desgracia de muchos, aquellas personas que

precisamente se encargan de identificar, valorar y gestionar los riesgos a los que nos

enfrentamos ya sea como individuos o como sociedad.

26 Ibíd., p. 103.

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