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Psicología 2º Bachillerato
En los años 30, Louis Thurstone realizó sus propias medidas de la inteligencia utilizando pruebas
distintas a las de Spearman, por lo que llegó a conclusiones distintas. En vez de reconocer un factor
de inteligencia general, Thurstone distinguió siete factores primarios, dintintos e independientes:
1. Comprensión verbal.
2. Fluidez verbal.
3. Aptitud numérica.
4. Memoria.
5. Rapidez perceptiva.
6. Visualización espacial.
7. Razonamiento inductivo.
1.3 Teoría multifactorial de Guilford
En 1958, Joy Paul Guilford creó un modelo de inteligencia tridimensional y de estructura cúbi-
ca, basado en el análisis factorial, formado por unos 120 factores diferentes, sin ningún factor ge-
neral de inteligencia.
Estos factores independientes están formados por la influencia recíproca de las operaciones, los
contenidos y los productos:
• Operaciones: son los procesos mentales implicados en una tarea, lo que el individuo hace
con la información.
• Contenidos: son los tipos de información sobre los que opera el individuo: figurativo, sim-
bólico, semántico y conductual.
• Productos: consisten en la forma o estructura que adopta la información cuando el indivi-
duo la procesa.
Según Raymond Cattell, debemos distinguir entre inteligencia fluida e inteligencia cristalizada.
La primera es heredada, dependiente solo del desarrollo neurológico y no de la educación, y no ver-
bal. La segunda es adquirida y dependiente de la educación.
Por su parte, Philip Vernon realiza una división similar a la de Cattell entre inteligencia verbal-
educativa e inteligencia mecánico-espacial, capacidades que dependen ambas del factor “g” o in-
teligencia general y de las que a su vez dependen las otras capacidades incluidas en el concepto “in-
teligencia”.
Robert Sternberg sostiene que la conducta inteligente depende del funcionamiento de tres aspectos
relacionados: 1) el individuo y su mundo interno, 2) la experiencia del sujeto para afrontar nuevas
situaciones, y 3) los contextos donde se pone a prueba. Por ello, distingue entre tres tipos de inteli-
gencia: inteligencia analítica, creativa y contextual o social:
• Inteligencia analítica: aquella que sirve para comprender, analizar y relacionar los datos
conocidos.
• Inteligencia creativa: aquella que sirve para idear posibilidades nuevas, distintas a lo ya co-
nocido.
• Inteligencia contextual o social: que sirve para resolver las situaciones cotidianas nacidas
de la interacción con otras personas.
Para Goleman, la inteligencia emocional es la forma de interactuar con el mundo, y engloba cinco
habilidades indispensables para la adaptación social:
Howard Gardner piensa que la inteligencia es una amalgama de destrezas para crear, aprender y
resolver problemas, que permite al individuo resolver las situaciones de la vida y hacer algo valioso
para una comunidad o cultura.
Para Gardner, igual que hay diferentes personalidades, existen distintos perfiles intelectuales, por lo
que habría ocho tipos de inteligencia:
1. Inteligencia lingüística. Capacidad para usar palabras de manera efectiva, de manera oral o
por escrito.
2. Inteligencia lógico-matemática. Habilidad para utilizar los números y razonar adecuada-
mente.
3. Inteligencia espacial. Aptitud para percibir de forma correcta el mundo visual espacial y
ejecutar transformaciones sobre esas percepciones.
4. Inteligencia musical. Capacidad para transformar, expresar, discriminar y escuchar las for-
mas musicales.
5. Inteligencia corporal-cinestésica. Habilidad para usar el cuerpo en la expresión de ideas y
sentimientos, y el uso de las manos para transformar elementos.
6. Inteligencia intrapersonal (conocimiento de sí mismo). Capacidad de comprender los pro-
pios pensamientos, sentimientos y emociones para guiar la propia conducta.
7. Inteligencia interpersonal (capacidades sociales). Habilidad de entender e interactuar bien
con los demás.
8. Inteligencia naturalista. Es el talento para distinguir, clasificar y reconocer plantas, anima-
les y otros elementos del entorno natural.
El psicólogo francés Alfred Binet desarrolló la primera “escala de Binet” (1905) para medir las ca-
pacidades intelectuales y predecir el rendimiento escolar. La escala consistía en una serie de pruebas
seleccionadas por orden de dificultad creciente y agrupadas por distintos niveles de edad. Binet
pensaba que la aptitud mental aumentaba con la edad.
En 1912 el psicólogo alemán William Stern pensó que era posible medir el cociente intelectual
(CI) y para calcularlo empleó la siguiente fórmula: “CI = EM/EC x 100”, en la que EM quiere decir
edad mental y EC, edad cronológica.
La versión actual de la “Escala de Stanford-Binet” mide cuatro tipos de capacidades: capacidad
verbal, razonamiento numérico, razonamiento abstracto y memoria a corto plazo. La inteligencia
general se estima a partir de las calificaciones obtenidas en estas pruebas.
Existen otros test de inteligencia distintos al Stanford-Binet, como el de David Wechsler, muy utili-
zado en EEUU. Consta de una parte verbal, compuesta por definición de vocabulario y comprensión
de conceptos, y otra parte no verbal, que consiste en armar objetos pequeños y ordenar imágenes en
una secuencia lógica.
Los test de inteligencia deben ser fiables y válidos. Un test es fiable si da el mismo resultado cada
vez que se aplica a los mismos sujetos. Y un test es válido cuando mide lo que afirma medir y no
otra cosa.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la aplicación de las pruebas puede depender de factores
subjetivos (cansancio, enfermedad, desinterés, etc.), del ambiente (posibles distracciones) e incluso
del mismo examinador.
Otro problema de los test que debemos tener en cuenta es que pueden convertirse en una profecía
autocumplida. Alguien al que se le ha diagnosticado un CI alto puede recibir más atención y opor-
tunidades. El psicólogo Robert Rosenthal demostró este hecho con un experimento. Entregó a los
alumnos de una clase unos resultados inventados de un test de inteligencia. Meses después, repitió
el test y los resultados coincidían casi exactamente con los que él mismo se había inventado meses
atrás. Esto sucedió porque el profesor de la clase había dedicado más esfuerzo a los alumnos que
pensaba que iban a aprovechar mejor la asignatura.
4. El desarrollo de la inteligencia
Jean Piaget defendía que el conocimiento tiene una función adaptativa. El desarrollo intelectual es
una consecuencia de un doble proceso: la asimilación de datos que son interpretados desde el es-
quema que posee el sujeto y la acomodación o sustitución de un esquema por otro más complejo
que se da cuando el esquema previo se revela insuficiente para asimilar todos los datos que se reci-
ben.
Según Piaget, la inteligencia del niño se desarrolla pasando por cuatro estadios (que a su vez pueden
dividirse en subestadios):
1. Estado sensorio-motor (0-2 años). El bebé entiende el mundo a través de su acción sobre él
y de las sensaciones que recibe como consecuencia de dicha acción (por ejemplo, chupar y
sentir satisfacción, o mover el sonajero y oír un sonido).
2. Estadio preoperacional (2-7 años). El niño es capaz de representar los objetos por medio
de imágenes mentales, dibujos, palabras, etc. El pensamiento es todavía egocéntrico (incapa-
cidad de adoptar el punto de vista de otro), animista (cree en una intencionalidad de los he-
chos naturales y los objetos inanimados) y rígido (pegado a la apariencia de las cosas).
3. Estadio de las operaciones concretas (7-11 años). El niño es capaz de realizar operaciones
como clasificar, ordenar, etc., aunque aplicadas a objetos concretos y visibles (reales o repre-
sentados). La adquisición más propia de esta etapa es la idea de reversibilidad. Por ejemplo,
se dan cuenta de que las cantidades, pesos y volúmenes se conservan aunque aparezcan de
diversas formas, ya que pueden volver a su estado anterior.
4. Estadio de las operaciones formales (12-15 años). El adolescente es capaz de realizar ope-
raciones mentales no solo sobre objetos concretos, sino también con entidades abstractas y
símbolos; la mente se despega de la percepción y, en vez de apoyarse en la realidad para
construir una teoría, se parte de la teoría (hipótesis) para explicar la realidad.
5. Inteligencias no humanas
La conducta de los animales no solo responde a la herencia genética recibida, sino que también
aprenden y acumulan la información a lo largo de su existencia, sobre todo los que tienen un siste-
ma nervioso central más desarrollado.
Por ejemplo, los chimpancés y los delfines han demostrado aptitudes notables ante diferentes prue-
bas. Se piensa que los chimpancés disponen de una inteligencia asociativa, que les capacita para
aprender por ensayo y error y para utilizar instrumentos de su contexto físico como palos y piedras
para cazar, defenderse o jugar.
Algunos chimpancés y oros grandes simios han sido sometidos a programas de enseñanza del len-
guaje mediante un número limitado de símbolos, como señas del lenguaje de sordomudos o fichas
con dibujos. Aunque puedan llegar a comunicarse con humanos mediante estos símbolos, se discute
si realmente tienen acceso al pensamiento simbólico y abstracto, o meramente han sido condiciona-
dos mediante refuerzos.
5.2 Inteligencia artificial
La inteligencia artificial es una forma de programar ordenadores con el fin de utilizalos como he-
rramientas para realizar tareas y resolver problemas.
Los científicos cognitivos consideran la mente como un sistema simbólico. Según ellos, tanto los
ordenadores como los animales y seres humanos son sistemas de procesamiento de la información
que: 1) transforman la energía física en símbolos que representan el medio ambiente; 2) manipulan,
transforman y almacenan los símbolos; y 3) seleccionan y ejecutan las respuestas.
Tema aparte es el de si podemos afirmar que los ordenadores son inteligentes en el sentido que lo
son los humanos. Es decir, si pueden realmente pensar. Según un test ideado por el matemático
Alan Turing, podríamos afirmar que una máquina piensa cuando estuviera programada para mante-
ner una conversación con una persona de tal forma, que el interlocutor no notase la diferencia entre
lo que dice la máquina y lo que diría una persona real.
Sin embargo, el filósofo John Searle criticó el test de Turing con la metáfora de la habitación chi-
na. Imaginemos que una persona en una sala recibe mensajes en chino, idioma que no conoce, pero
dispone de un libro de instrucciones donde se especifican todos los posibles mensajes que se pueden
recibir y la respuesta (en caracteres chinos) que hay que dar a cada uno de ellos. La persona que es-
cribe los mensajes en chino puede creer que el receptor entiende el chino, pero en realidad no es así.
De la misma forma, una máquina no entiende lo que hace, simplemente ejecuta instrucciones o, en
el mejor de los casos (y siempre ejecutando otras instrucciones de nivel superior), modifica las ins-
trucciones que recibe.