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LA CIENCIA HISTORICA

EN EL SIGLO XX
Las tendencias actuales. i

Una visión panorámica y crítica


del debate internacional

Georg G. Iggers
Prese n tació n , a d ap tació n y revisió n d e n tilica
de Fern ando S án ch ez M a rc o s

T rad u cción
de Cfehiens Bteg

EDITORIAL LABOR, S.A.


P r w n l . 'i n ú n , a t h ip ln r it m V ir v i'iit íu c ie n liíif;i:.
I V i r i i i i u í i i S j í i k ’I h v . M n rc n s

f‘iíultKvUtn: Clfíufns HiVj ;

íU s r iín ih ’ i i i I m im I í i : f o i t l i V rvr**

I1! ¡iMcrn nlinón, l4Wü

Tflnlu de ln ohrn niíj*hu»l:


C.T-SC/I IK H lSVVISSr.NSC I 1Al-1 IM 20. JAI 1K( IUNI >trRT

í<í V n m ln ih tu 'd s Sj K u p iiv lil


i‘ * di* l.i rilit iim n i trnj'íi.» <,;r:íH Lm .i:
H ililm i.ií í . n l w , S.A ,
K .tm hía it r M u u I m t i ;H, l ‘* Iwijtis
O K N íl t i-rdanyolii <(H V u llrs (lln rrr ln iiíi)
( ii upo T rlrp u l'lji iii innrs

ISHN: HKW-.WI-X
I V p ó s iío IS. M W M W )

Iniprrsti rn KMHtílí ímluslrias (¡nílicns, S.A.


Lumlrrs, W -1)80.16 líAKU-l.O NA

Im ptvsoru l*sp;m;i - l’rtMlcd inSjmin


ín d ic o

l'rcscnlnción ........................................................... 7
I’iólogo n la edición española ..................... ....... ¡.. 1 l
Introducción .........................................................í. M

['limera parle: I,a ciein:¡a lyslóricn desde ol lilsturi-


cismo clasico hasla ln hisloria como ciencia social
,,:inn!f(¡cn ............. ................................................... 23
1 . 1:1 origen de ln historio como disciplina científica:
el historicismo clásico ............................................. 24
2 . Lo hisloria romo ciencia social .............................. 33
_n. I.n crisis tlel historicismo clásico'............................33
b. Ln liisioria ea>tu'iiíiico "y"sociai en Alemania-...:... 38.
e. TraJiciníTCS americnníis en hisloria social ............... 42
dTFfñiTdin-tes' vhnrafrs-,.T.-.T!c;.».*.,...........<19_

Sí'pumla parle: De ln ciencia social histórica al "giro


lingüístico", teoría de !n hisloria e hlslor.ugrnffn en
los úllimos veinte años ........................................ . 59
1. f:J retorno de la nnrinliva ............. ..................... 59
2. Teoría crílien e hisloria social. Ln cieñe, i social :
histórica en la República Federal de Alem ania..;.... 62
3. La ciencia histórica marxista desde el n nlcríniismo
histórico hnstn In antropología crítica .... .............. . 72
4. 1 listona de la vida cotidiana, mierohislor o y antro­
pología hislóriea, !.n puesta fn lela de juic o de la
ciencia social histórica ...... i.................................... R2
5. til "giro lingiiísüco". ¿lil fin tle !n hisloi.a como
ciencia? ........................!........................................... 96
Consideraciones filiales.................................. ...... 105
üpílopo a ta segunda edición alemana ( í 995) ..... 113

Notas .................................. ;................................. 1


liibiiografía ...... ............... ....................................'■ 129
índ ice analítico ............................-..................... . 15!
P resentación

Escribo ilusionadamente estas breves páginas de presentación


de ln edición española del pequeño y gran libro del Prof.¡Gcorg G.
Iggers Gcscliidt¡:;w¡^cnschnfl im 20, ¡ulirliumieii. Estoy segt/ro de que
con él lineemos un gran servicio a cuantos se interesan, en ¡el mundo
hispánico, no sólo por el estatuto epistemológico de la historia, sino
también por la relación entre el discurso histórico y los cambiantes
contextos sociocullurales y sociopolílicos en los que éste se ha
desarrollado a 1o largo del siglo xx.
• Enseguida -anticiparemos..!!!. lector, muy .sintéticamente, las
características de Ln deuda hislórica cu c! si^lo xx y Sos criterios que
han inspirado esta edición. Antes, sin embargo, me parece casi
obligado hacer una somera referencia n ln trayectoria intelectual y
humana de su autor, puesto que, pese a la importancia de sús obras,
y a su gran prestigio internacional, éste es el primero de sús libros
que.srjraduce al castellano. Es un motivo de alegría y una satisfac­
ción, que esta obra aparezca poco tiempo después de ín edición
original alemana.
¿Qué caracteriza a Ceorg G. Iggers como historiador de ia
ciencia histórica? Parn responder a esta cuestión, será pertinente
exponer también algunas ideas de la introducción a la obra colectiva
publicada en su homenaje con ocasión de la celebración en 1991 de
sus 65 años*. Como autor y editor, el Prof. Iggers ha estudiado con
especial profundidad y dedicación la evolución de lo historiografía
alemana desde la Ilustración hasta la actualidad, con una perspec­
tiva comparativa, habitual en él, que exige un vasto conocimiento.
Su obra The Germán Concc/ilioii of ¡ Huitín/, Tin: Nnlionn! Trndilioit of
Hislorirnl Tliattglit fivm I Irnhr lo Ihc l’rtvci/t, publicada originalmen­
te en inglés en t%fl, es ya un- clásico: ha conocido tres, ediciones
■• i
‘ jíinuiKcli, Kcmrnd, rf tifii: Grst'ltirfil&vitfcttst'ffftft t'iir 2í)f?£J, iVrsfirfcf/WJi tíyr
{ \ifiaria$rftphiv$cfidiichtcr GcschichtFlÍHvrii', Svzitíf- a mi Kiflínr$c<¡chidih\ t-'mtschrift filr
Gvw¡i G. ¡xurtfitHiH fí5. GWuífísíii^. í l(W I . l:.n ln fii'ccirtn iv, "Zn l'cisoh und VVtirk",
óc esln obra ciiIccÜvíí, I lornt WniU'r lllniikí.* nfrccc unn cutcljuía'ni rclíiciún tic liylns 3ns
piiMicncfcws cid l'rof. Impere,
H G'ney (I.

inglesas, otras Ires alemanas y se ¡1,1 traducido también ;iS húngaro.


1l.iy que destacar asimismo i'n vi Prof. Iggers su apertura n la
temía y a la filosofía do la historia, junto a su atención a los estímulos
enneep! 1 i;>les y metodológicos que ta historiografía ita ulo recibiendo
ilo las oirás ciencias sociales y humanas, iin nuestra cipinU'm, oiro
ras¡;ii que sobrosale imi su talante intelectual v humano es su
ponderación y su sentido del matiz, y del equilibrio al situarse nnU’
los debates y las posturas encontradas; su tendencia, en definitiva, n
superar las antinomias, a veces m;1 s aparentes que reales.
I'orotra parte, el hechodeque Iggers tenga un gran dominio ele
diversas lenguas le Im facilitado el conocimiento directo tle las obras
históricas inris significativas. Con todo este bagaje intelectual, pirtlci
escribir en 1 f-J7f¡ una ponderada y.crítica visión panorámica de ias
Nrre D/m'í/iw;: ¡11 í'imi/rm/i IHalurin^ni/ifn/. lisia obra, ampliada y
reeditada en 1WI, lia aparecido también en edición alemana y ha sido
traducida al danés, italiano, coreano, japonés y chino.
Adomrfs, la aporlaci.i'in de Iggers al estudio de ¡a evolución
de la historia si* ha plasmado en numerosísimos . , líenlos y
recensiones en revistas tan prestigiosas como Ilisian/ Htul Titear 1/
y Slorin ih'lln Sluritigrnfíii. siendo actualmente cn-director de ésta
última. Asimismo ha sido responsable, junto con otros autores,
tle la edición de importantes obras colectivas. Algunas de ellas
son (i I i les inst ruínenlos de trnbñjo'deTrmpKn nlcance,-poi-ejemplo-
el diccionario internacional de grandes historiadores (en colabo­
ración con Lucían llorín), en dos volúmenes. Otras tienen un cariz,
más monográfico, como tas dedicadas- a la Ilustración alemana y ln
historia, n la contribución di* Ranke a la configuración de ln historia
como disciplina o a ía práctica tle la historia social en la antigua
Alemania oriental.
Cabe resaltar que, pnrn favorecer el 'diálogo cientítico y huma­
no entre los especialistas en esle campo, Iggers fue uno de los
promotores do la creación de la C omisión tle I listorin de ln
I lisíoriogrnffa, surgida en vi seno tlel Comité Internacional de Cien­
cias I iisliiricas, a raí/, tlel xv Congreso celebrado en I ‘Uitl en 'kicarest.
Sabemos tle la especial fertilidad tle los hombres de encrucija­
da. Ceorg o (Jeorges lgg<’is es, sin duda, uno tle ellos. Alemán de
familia judía, emigrada a listados Unidos en 19.18 pnrn escapa'-a la
persecución tuv/.i, el Prof. Iggers ha estado comprometido activa­
mente con un humanismo élico y con la causa de la defensa tle Sos
derechos humanos lanío en los listados Unidos como en Alemania.
•í~rfl UL'lillii TñüHHta* in n '.**1^0' y?Ti

Hl libro que prescnlamos tg;u<jty>bra mndÚTfíy tínilarin tte un


especialista de primera lírica, que lieiíc en su haber no sólo un gran
bagaje científico sino una amplia y densa trayectoria humana. Desde
I97R Ceorg C. Iggers es Dislingttt'Flu'fl Pm/essorde 1lisloruTlnlelecUm!
Europea en la Stnlo University de Nueva York en Buffalo.
Pensamos que respecto n obras nníílogas, bien escasas por
cierto, ésta tiene algunas características diferenciales. Por unn parte,
la amplia atención que dedica, comparativamente, a los debates
liis lorio gráficos tle los últimos veinte años, sin rehuir [os desafíos que
ie plantea a ia historia la epistemología postmoderna, Por eiio,-ce
acuerdo con el autor, en esta edición española hemos ampliado y
precisado el título de ln edición original alemana. Hemos respetado
"La tlenctn hislórica en el siglo xx" y le hemos añadido "Las
tendencias actuales". Otra característica peculiar reside en que, en su
argumentación, Iggers incorpora también ampliamente las aporta­
ciones a la tenrín de la historia y las obras históricas mrissignificativas
de ¡os íiiui'.ros alemanes actuales. !íu este sentido su obra contribuí ríí
n colmar entro nosotros una laguna a veces demasiado notoria, por
razones en parte de dificultad lingüística y en parle di! una cierta
prevención hacia ln circulación intelectual de las ideas alemanas.
Cier* 'iincnle pocas personas tienen tanta autoridad moral para
reivindicar esta aportación como C. iggers, un alemán-judío com-
-pmmeíido .siempre en la causa hi'emncumnl de los derechos huma­
nos especialmente en los lisiados Unidos, su país de aifiipcioiñ.Póf
último, pero no menos impórtame, el apretado, extenso y selectivo
elenco bibliográfico de ln versión original en doce paginas constitu­
ye un gran aliciente por sí mismo. Por cito, en nuestra edición
ofrecemos ai lector toda esa información, complementada tle acuer­
do con los criterios que exponemos en ln unta aclaratoria que ln
precede.
La traducción de una obra « mo ésta que tiene tantos aspectos,
plantea múltiples problemas de o tetones terminológicas, los cuales
liemos resuelto, en la revisión cii ntíficn, según criterios mi pura­
mente lingüísticos, sino teniendo en cuenta también, en algunos
casos, usos ya decantados. El propio autor ha tenido además la
gentileza de redactar una nueva rota aclaratoria para esta edición
sobre un término clave y de imposible traducción adecuada y
unívoca en español, Gi'hlcswisaciiP'hnp. Nos alegra mucho también
haber podido incorporar ín exIré oís en esta versión española el
epílogo a la segunda edición alenu na de i9‘)5. La rapidez con la que
1» (><w$ O. tyyi’rs

se Slcvn ;i cabo esta segunda edición os una buena prueba dei interés
quehn suscitado ln obro y de su oportunidad. E n cstcejiílogo aborda
Ceurg ti. Iggers ei debate historiográfico que se hn realizado en los
últimos cuaíro años,
Hs de justicia dejar constancia asimismo de que la publicación
de esta edición cu castellano tle la obra tlel Prof. Iggers ha sido posible
gracias a muchas personas, tira cías al trabajo de Cíemeos liieg, como
Iradnclur, a ln dedicación de Ana Rey en la preparación tle la edición
y n la entusiasta acogida tle la idea por josep Mnrin Frnnci'is y ios
demás miembros tlel equipo directivo tle Editorial Labor, ln cual
prosigue asistí empeño de re) ornar e impulsar su atención a la teoría
de la bhloria y la historia tle la historiografía.

Fernando Sánchez Marcos


P rólogo a la e d ic ió n española

La kíca de este libro surgió de un coloquio público, p¡l el que


parí ¡d p i en abril de 1990 junto con Lcsz.ek Koiakowski y Michael
Murray en el PltUndt'Iphiti Pliilnsojilu/ Coitsovliuni, sobre el tima "Ra­
cionalidad c Historia". La cuestión que nós interesó fue esta: ¿qué
queda boy de Sa fe de la Ilustración en la posibilidad de ocuparse
racionalmente, esto es, científicamente, de Ía historia, y qué queda
del cometido emancipador de la razón y de ía ciencia ahora, cuando
la postmodernidad ha cuestionado radicalmente no sólo la coheren­
cia deria’historia srmriambién-ra deLpeasamix-nto-UamsTO? Mid-.d
Murray, partiendo de una postura iieideggeriina, proclamó la ban­
carrota de la empresa de la Ilustración y de su fe en una realidad
dotada de sentido ¡a cual puede ser entendida y, dentro de ciertos
límites, moldeada por ía inteligencia humana ni servicio de fines
humanos y humanitarios, Koínkowski, que había comenzado su
carrera intelectual en la. Polonia comunista como un humanista
marxista, compartió esta desilusión pero buscó restaurar ln estabili­
dad y el sentido para una época que había perdido todas las ilusiones
mediante un retorno a una religiosidad que |i recedía y sustituía al
racionalismo y al humanismo los cuales habían configurado el
: pensamiento occidental desdóla Antigüedad griega. En mi interven­
ción defendí una Ilustración escarmentada. Reconocí lo que
I lorkheimer y Adorno habían llamado "ia dialéctica de |a ilustra­
ción" la cual a la ver, que intentaba superare! mito y ia barbarie había
dado origen a nuevos mitos y a una barbarie científicamente perfec­
cionada. Al ursino tiempo, busqué defender los elementos de huma­
nidad y razón necesarios para un mundo civilizado y llevadero,
I’,ste pequeño libro constituye una ampliación de irsis reflexio­
nes en la charla que di en Fiiadelfsa. Me interesaba examinar cómo
han afectado de hecho las discusiones recientes al trabajo de los que
ejercen de historiadores. Así este libro sustituye mi tratamiento
previo del pensamiento histórico y de la historiografía del siglo xx en
¡Ven’ Diivclivus in Emv¡>cnn ¡ Hsloriography, publicado por primera vez
en 1975 y reaparecido con un ¡m i scriptiim en 1984. Pero no es
I?. (.’í'ury (.T. Iw r f

simplemente lili*) tevisinn y ndunli/ai ión tío este libro anterior. No


nuco lin acontecido en estos pasados veinte años cu los estudios
iiisióitais, líl libroanterior ferminabasu discusióiHk’ln historiografia
moderna n principios del decenio de 1971) en unos momentos de una
gran fe m Ins posibilidades de Irt historia romo non disciplina
aStnmenle técnica fondada en las riendas Noriales, empíricas v
analíticas. .Seguidores tk' AiinnltV, cliometrislas y marxistas se mo­
vían en la misma dirección, pese a sus concepciones políticas y
sociales divergentes. l odos se mostraban orgullosos de sf mismos
por haber superadlo ios est rechos confines del paradigma hísíoricista
con su focaliznción de la narrativa en los grandes acontecimientos,
hombres e ideas, el cual había dominado la profesión histórica desde
Ranke. l'erosu creencia en la ciencia, el progreso y ia modernidad,
había sido debilitada en gran medida desde el decenio de í % 0 ,
cumulo TojTpmtilerrnis~cfrl i tei it^WKl-H-^<-’-XvUáumiv..cndfi ve/ más
-eywten*rr»-y fitettm tu^slionadus ios optimistas presupuestos sobre
los que se había apoyado ln sociedad (KX‘(tleiü"aT(Te^lí‘Th^Ínsrracif>!i.
Todo esto tuvo su expresión en mlevos enfoques históricos los cuales
iras latía ron el centro de atención de ins élites a oíros segmentos de la
población, de las grandes eslrncturns impersonales a los aspectos
extsleuciales tle la vida tlim la, de la mnerohistorin a la nncrohistoria,
de la historia social a ln historia cultural. íii conflicto se veía de unn
manera diferenlc, mucho inris en el nivel interpersonal tle lo <|ue
había sido en las grandes concepciones tle la balanza de poder de
Ranke o el conflicto de clases tle Marx. I,n sexualidad y t'1 género
i lega ron a ser ingredientes impnrSnnlcs de la vida histórica, 'lodo
esto implicaba nuevas estrategias de investigación que.se apoyaban
menos en las tradicionales economía, sociología y ciencia política,
que en la antropología, lingüística )' «emiótint. lisie libro tenía pues
tfiie retomar la historia donde el anterior la había dejado. Pero un
examen tle las-nuevas tendencias requería también ocuparse mocho
más cuidadosa y críticamente de los presupuestos teóricos en ios
que so Ita apoyado ln historiografía reciente, lista obra es menos una
visión tle conjunto que un ensayo ampliado el cual, mucho más
conscientemente que el libro precedente, despliega una actitud
receptiva, aunque a! mismo liempo crítica, respecto a las posturas
posl modernistas.
Unn buena parle de este libro fue escrito durante los amplios
períodos tle liempo q u p a sé en IWtt, IW I y !W 2 como huésped en
el Maxd’lnnck-ínslilnt de Ilislnria tle t ¡íilfingcu. Como siempre el
Inslítulo fue i.in lugar parn estimulantes discusiones tan lo con sus
miembros como con invitados procedentes de lodo eí mundo que
.trabajaban allí temporalmente. Varios miembros del Instituto, inclu­
yendo i lans-ljnch Bodeker, Aif Lüdtko, 1Inns Medick, OHu Gerhard
Oexle, I urgen Schhsmbohm y Üudolf Vierhaus leyeron varias versio­
nes de,! manuscrito, como también Joro Rüsen de la Universidad de
Uii.'lefeld, l.utz Raphaeí y Chsistoph Dipper de In Universidad
Técnica de Darmstadt, Wolfang KtHtler y Woífang Hnrdtwig en
Berlín, Wenior Hertlmkl y l lansSchlcicrcn í.eipzig, Chnstoph Simón
en ISnsilea, lídoardo Tortarolo en Turfn, Jonathan Knudscn del
Wesieyan College, Jolino van der Zande en Santa Barbara, lirnst
Breisach de la Western Michigan University y i’eter Rcili de la
Universidad do California en Los Angeles. lístoy agradecido a mis
alumnos de doctorado y a mis colegas de la State Uhívcrsily de
N u c a York en Buffaio quienes cu tm seminario informal discutieron
n-rf!TrrrmT'n-l-e-el-l-p«to-o.i:ifiti^aLiiv^lés en 1900 y a mis a ium11 r>s de un
seminario en la Universidad de Leipzig tle! verano de 1992 quichcs
leyeron y comentaron el borracior áfcfííiín. TÍs'ífíy’niuy ftj’ rñdoc’id." s
VVínfried 1lellmann,el editor de historia de Vandenhocck& Ruprecht
en Üoltingen quien no sólo me animó a transformar su ensayo en
inglésen un pequeño libro en alemán en su serie sino que también me
guió con su crítica implacable a través de varias versiones. I'.stoy
particularmente agradecido a los esfuerzos del profesor Sánchez
Marcos para hacer accesible esl.' pequeño volumen al publico que lee
en español. Y finaimente quier lagradecera mí mujer, Wilma Abeles
Iggers, quien siguió este volumen con comentarios críticos y .suge­
rencias a través de todas sus iases. ’ •

Ceurg C.. Iggers Buffaio, NY


iíncro de ÍW5

(Traducción del original ingli;s: Fernando Sánchez Marcos.)


14

In tro d u c c ió n

lince cosí veinte años publique un pequeño libro sobre ln


sil unción en ln que, en aquella época, se encontraba In ciencia
histórica en Europa’ , Un él expuse el relevo del modelo científico
tradicional del historicismo pnr otras formas más recientes de inves­
tigación histórico socioderstífica. Numerosos historiadores de todos
los países coincidían en que ia investigación histórica, lnI como se
linS'ín venido practicando intcrnneionnimente desde que, n princi­
pios del siglo XIX, la ciencia histórica se afirmara como disciplina
científica, 110 'respondía a ¡as condiciones socia ies y poiíücns de ia
segunda mitad tlel siglo xx ni tampoco a las exigencias de una ciencia
moderna. Untretnnto, las ideas acerca de la hisloria y de ln ciencia
histórica han vuelto a experimentar un profundo cambio- l’or ello,
este volumen no podía ser una continuación que, por decirlo así,
pusiera al día mi publicación cié 1975. En su lugar, se ocupa, ante
todo, tle algunos cambios fundamentales en el pensamiento y en la
práctica que, en la actualidad, determinan el trabajo de los historia­
dores —y el de las historiadoras— cada ver, más numerosas. Si bien
en muchos aspectos se puede observar una continuidad de fas
formas míis antiguas tanto de la investigación histórica como de la
historiografía, lo cierto es que ha tenido lugar una reorientado» de
carácter fundamental,
lin los últimos veinte años se han ido poniendo progresiva­
mente en iluda las premisas en las que se apoyaban la investigación
histórica y !n historiografía desde el origen de la historia como
disciplina científica en el siglo xix. Muchas de estas premisas se
remontan a la Antigüedad, pues desde in Antigüedad ha existido
una dedicación n la historia y una tradición hisloriográfica continua­
da, Lo que era nuevo en el siglo xix era ol tratamiento científico que
recibía in investigación histórica dentro del marco de la.
profcsionniiznción, tal como tuvo logaren los centros de enseñanza
superior y en los institutos de investigación. Fue entonces cuando la
historia so constituyó en "disciplina" y empezó a llamarse "ciencia
histórica", diferenciándose del concepto más antiguo de ln
Ln ciencia histórica en r í sigla X X 15

"historiografía". Es cierto que ia historia, por unn parte, se distancia­


ba del objetivo cognitivo de otras ciencias, esto es, el formular
■regularidades—o al menos, unos modelos de explicación concluyen­
tes— y subrayaba los elementos de losingulary de io espontáneo, los
cuales exigían a ia historia, como ciencia cultural*, una lógica especial
de ln investigación, encaminada a entender las intenciones y los
valores humanos; por otra parte, compartía con las'ciencias
profesionalizadas la confianza que éstas, en general, tenían entonces
en la posibilidad de acceder al conocimiento objetivo a través de ia
investigación metódica, sin ser conscientes de que esa investigación
se basaba en supuestos, respecto al desarrollo histórico y a la
estructura de ¡a sociedad, que predeterminaban los resultados de sus
indagaciones. La nutodefinición de ln historia tomo disciplina cien­
tífica significaba para ei trabaja profesional'del historiador una
rigurosa sepa ración fenirc el discu rso científico y el litonino, éntre los
iiistoriadores profesionales y'los afldorisdos-....... -...-... •■
■■■
Sin embargo, este cambio institucional no debe hacer olvidar
los aspectos comunes que enlazaban la ciencia histórica, tal como se
estableció en eí siglo Xix, con la historiografía tradicional practicada
desde la Antigüedad, finiré estos aspectos destacaba la distinción
entre la historia y el mito, tal como la efectuaron Herodoto y, en
especial, Tucldides. Si bien ellos veían en la historiografía una forma
de literatura, en concreto, de narrativa, cuya primera preocupación
no eran los conocimientos metódicamente adquiridos, sino ci man­
tener vivos en la memoria los grandes acontecimientos, su objetivo

* Ctitletwls.ieimchx/1: ciencin ctlíturnI o ciencia humana. (Eli plural,


GWsli'.sii'iw/iíf/m/fi'ii: cicncinscuituralcso ciencias humanas). Noesposlbldunn troduc-
ciún lilcrnl riel Iri'mino Gnsf ni español (como tampoco ni inj’ Tís, ni francés o ni italiano).
Gi’ísf indica unn comprensión de ln conciencia humana y se di foronda tanti) de "mente"
como ele "espíritu". "Mente", Inl como im sido usado en ln psicotogíh y filosofal
asociacinnistns británicas, tiene connotaciones empirlstas y racionales, mientras que
Ccial subiere que es posible el conocimiento intuitivo. Ln filosofía idealista alemana
emplea Gf/sí para referirse no sólo a ln conciencia individua!, sino también al "espíritu"
de una entidad colectiva o de una época, el cual seencarnE! en las instituciones sociales
y culturales concretas. El término GctaicstvisscttscUafl implica que es posible elestudio
■científico y riguresode Inssociedades y culturas humanas fiero que este estudio, a causa
[k'l énfasis que pone en elscnlidó o en ln sígnlficaciíin, difiere de Ins ciencias naturales,
cuyo lema u objrJo de estudio-estiS desprovisto de sentido. El objetivo de Ins
Ci’/sfi'.'üi’issi'KSf/mficii es el vrnsMim {comprender), c! cnplar el sentido en su concrell tud,
inicnirns que el-ik’ las cienclíiíLnnl tírales es la explicación en términos abslíjictos y
'cüaiititalivos. (NtHadél Qitlar ¡torn mio eilicii)")
(ifW,V C . I¡tm'rs

no dejaba dt‘ sor ln narración verídica que comprobaba sus fuentes


con talante crítico. Tres son !us aspectos que tienen en común la
ciencia histórica desde Ranke y la ciencia histórica desde Tucídidcs
Itasln Cibbon: I) La exposición histórica describe a personas que
existieron realmente y acciones que realmente tuvieron lugar, y
debe corresponder a esa realidad, es decir, debe ser verídica. 2) La
exposición sigue estns acciones en su sucesión diacrónica, es decir, sólo
conoce un tiempo unidimensional, en ol que los sucesos posteriores
siguen a tos anteriores y se hacen comprensibles gracias a éstos. 3)
Presupone que las acciones humanas reflejan las intenciones tle lus que
actúan, listas premisas tle realidad, de progresión tlel tiempo y de
acción intencional determinan el carácter narrativo de la historia desde
Tucídidcs hasta Ranke, desde César hasta Churchilt, y son p.'ücisamen-
te estas premisas las (¡ue, en el transcurso de ios profundos trastornos
~del si)^ñ'xy;~?nrvÍTnTTTdn^prnTÍen<-tf»--pacitoj-ÍH^wiAuUí-e4 -i lelo de_jincio.
iisírectiamesUe relacionada con ias estructuras de pensamiento
que caracterizan tanto ta tradición clasica de la historiografía desde
la Antigüedad como también la ciencia histórica de los siglos xix y xx,
se halla ía consideración del transcurso de la ¡lisiaría desde ia
perspectiva tle los que dominan. La convicción de Troitschke de que
"los hombres hacen la historia"*, esto es, in idea tle que las decisiones
relevantes para la sociedad humana son tomadas por personas del
sexo masculino que llevan Ins riendas del poder, ha sido compartida
por casi todos lus historiadores desde la Antigüedad. Por ello, la
historia se ha ocupado en primer lugar del poder, es decir, sobre lodo
del estado como centro tlel poder, cuya existencia permite ni mismo
tiempo conferir a las exposiciones históricas una estructura coheren­
te, tle tal modo que, en palabras de Droyscn, ios "negocios"* se
convierten en I listona1.
lista afirmación se apoya en la itlea de que el curso ¡.le la historia
humana constituye una unidad continuada, tle modo que ya no se
habla tle "historias", como hizo todavía Ranke en su obra primeriza,
I Ihlwittf ¡le los fii/rblns ivnníii/iva 1/ tfermrfwVrts, sino de "la historia"'1.
Con ello tiene que ver que en el siglo xix la historia sea equiparada
cada ve/, más ai desarrollo del conjunto de los estados europeos.
India y China, afirmaba Ranke, no tienen historia. "Su condición

* "Niy.m his" (Ciwliii/lf, rn t;i riln otíj'Jiul} se emplea ¡njiií ris el srnlkln amplio
lie tnupai iones n ;u tH*¡il,iíles «le la vkln pi ¡Ulirn i|iir cu si nik-mns mt tienen siflisificn-
cií'iii lii'ilóiH-,-!. tN. tlt'í TitjtlJ
¡.rírliiifin fusionen en enojfH' a/v

pertenece más bien a la historia natural"-’ (jst'd). La comparación


entre la historia y la naturaleza —o la historia natural— quiere dar
n entender que la historia, a diferencia cié la naturaleza, queda
delerminada por la acción intencional de los hombres y qi|e por ello,
a diferencia de los presuntos pueblos primitivos, sólo los pueblos
civilizados tienen historia. , |
Ahora bien, en el transcurso de nuestro siglo se ha producido,
en la investigación histórica, un cambio fundamental en el pensa­
miento, alejándose ésie del eslrecho concepto de unn histbria do los
estados para dar paso a una historia social de enfoque 'mucho más
amplio, la cual aparece unida a un mayor interés por la historia de
extensas capas cíe la población. En la contemplación histórica se
incluía también ahora a! mundo no occidental, aunque sólo fuera, al
menos al principio, por sus relaciones con Europa o Norteamérica.
Para ia comprensión de los fenómenos y de las relaciones históricas,
Ias esfjMcturas y Ins proccsosíitlqirtfíainmvi iiripinUtneifHwayef-qHe-
iofi •acontedfnicKftts-o-laft- hazañas. de los "grandes hombres" de
Treitschke. Con todo. So que se mantuvo fue la convicción de que la
aproximación científica a la historia era posible, 1
Ln historiografía más reciente, que se entendía a sf misma como
"Social Science History", "histoire Science sociale" o, en la República
Federal de Alemania, como "1 UstorischeSozialwissenschaft"s, criti­
caba a la ciencia histórica más antigua por no iiaber sido, según ella,
lo suficientemente científica y le reprochaba el que su objetivo
hubiese sido aún, nnle todo, la narración y "io el riguroso análisis
científico. Sin embargo, la nueva historia social permanecía profun­
damente arraigada en la estructura de pensamiento de la ciencia
histórica más antigua, en el sentido de que también ella estaba
convencida de que la exposición hislórica guardaba una relación
directa con la realidad, de que separaba rigurosamente l^>real de lo
ficticio y de que, por eso, el discurso del historiador se diferenciaba
del discurso del autor literario. Más aún que la historiografía tradi­
cional, la nueva historia social insistía en que el modo de proceder del
historiador era el de un científico, no ei de un artista, de modo que,
si quería ser verídica, esto es, ricoIííirn, cía impensable que la
historia, al igual que, por ejemplo, la física o la biología, fuera
cultivada por aficionados.
No obstante, en los últimos veinte años esta concepción de la
historia como ciencia ha sido cuestionada en sus fundamentos.
Muchos historiadores de lodo el .mundo — e historiadoras, debemos
' ib Cr(íi'\' G.

resallar aquí, no sólo porque éslns han aumentado en número, sino


poique su peculiar perspectiva desempeña un pnpel importante—*
comenz.nron n comprender y n escribir ln hisiorin con un enfoque
distinto. I:.n el cení rodé ln historiografía no figuran yn Ins ncciones de
¡ns personalidades relevantes ni Ins impersonales estructuras o
procesos de ln economía o de ln sociedad, sino más bien Ins experien­
cias existencia les de personns concretas e individuales, de entro las
cuales ni punas, por carecer de poder, hnbfnn permanecido excluidas
de ln hisiorin tradicional. Aquellas que — como !o expresó lirechl—
no son vistas porque permanecen en ln sombra, salen aluira n ln luz.
Y los nuevos temas implican nuevas estrategias de investigación.
I.a apertura hacia una nuevn historia cultural y social en los
últimos quince o veinte años no debe entenderse como un desarrollo
puramente inherente al quehacer científico, sino que debe apreciar­
se en relación n los cambios fundamentales que han sufrido las
CivIflS Clííll'JS SC•ílese!VVUClVí? IfS VÍtlíl Oc
transformación nos ocuparemos con mayor detalle en el próximo
capítulo- Aquí baste resaltar que desde Nielzsche, todo lo más larde,
se hnn vuelto problemáticos aquellos axiomas de ln historiografía
que en su dfa formaban para los historiadores políticos, y más larde
también parn los tle orientación sociocientíficn, los fundamentos de
su trabajo cieniffk'o-hisíórieo. lisios nxiomas se hnllnbnn estrecha­
mente vinculados n los valores del intitulo burgués del siglo xix. Por
" b u r g u é s " no entendemos a q u í, en el sentido de Marx, unn clase,
definida nnte todo por sil relación con los medios de producción,
sino un momio vital, un modo tle pensnry tle aeluar, que si bien esta
relacionado con Ins circunstancias de poder político y económico,
ins excede con mucho e influye en ellas.
Uno tle estos axiomas sostiene que la historia es un desarrollo
lleno de sentido, en el que los valores "burgueses" del sometimiento
t!e la nnltirnle/.n y tle lo indómito por medio de ln razón y tle ln ciencia
se realizan en beneficio de ln humanidad. lisln ¡den .He evolución, que
sirvió de norma a in mnyorfa tle los pensadores del siglo xix, así a
I legel, Ranke, Marx, Mili, Michelet y Treilschke, parle tle! supuesto
tie <|t¡e el sentido tle ln historia estriba en unn irresistible victoria de
ln cultura, esto es, tle ln formación cultural, !n ciencia y ln técnica, en
fin, tle ln razón ilustrada, sobre la irracionalidad de la naturaleza. En
el siglo xx, sin embargo, la marcha de los acontecimientos puso de
manifiesto, con tíos guerras mundiales, los regímenes totalitarios y
ln progresiva destrucción tlel medio ambiente, íns contradicciones cíe
La d eu d a histórica cu el s/tf/o X X 19

un progreso en cuyo transcurso la ciencia y ln técnica no llegaron a ser


medios de liberación sino medios para la dominación de seres huma­
nos. El progreso dei saber condujo al misino tiempo o un creciente
"desencantamiento del mundo"7, unido n la idea de que la historia ha
llegado o su fin*. Para quienes la vidn perdió su sentido, también lo
perdió la historia y, con ello, el papel de institución formalívn que
había desempeñado para la burguesía tras haber perdido éfita su fe
religiosa. Con ello se puso también en duda la finalidad de la ciencia
histórica. -j
Pero no sólo el sentido de la hisloria se lia vuelto problemático,
sino también la posibilidad de acceder a un conocimiento científico
histórico, es míis, incluso ia de acceder a un conocimiento científico
cualquiera. Desde la sistematización de ln crítica de fuentes por
Ranke en los años veinte de¡ siglo xix hasta la utilización de métodos
cuantitativos y de modelos teóricos por Robert Fogel en los años
setenta de nuestro siglo, ios historiadores.han dado .por 5..u.oucsto cine
existe un objeto de la investigación histórica y que este objeto es
accesible a los métodos de investigación científica. A esta certidum­
bre correspondía la rigurosa línea de delimitación entre el discurso
histórico y el literario y la separación entre el mudo de trabajo del
historiador, que se entendía a sí mismo como científico, y el del
.escritor tle historia popular, e! cual consideraba su obra como
lilcrnlurn. Pero yn Nicizsche negó, en sus obras tempranas ¡'.I iirid-
niii'iito ite ln tm^ctUii (JH71) y Sobre el ¡nvvi'iiw y perjuicio de ¡n hitlam
pnrn ln vidn (1874), tanto ln posibilidad como la utilidad de la
investigación histórica y de la historiografía científicas. Según
Nietzsche, no sólo el objeto tle la investigación queda condicionado
por los intereses del historiador y por el punto de vista que lé impone
su época, cuyas concepciones proyecta desde ei presente ai pasado
{en palabras de Goethe: "lo que llamas el espíritu de los tiempos es,
en el fondo, nuestro propio espíritu"), sino que según Nietzsche,
tampoco ha podido sostenerse la creencia, en la que se fundamentaba
el pensamiento occidental desde Sócrates y Platón, de que existe una
verdad objetiva que no está ligada a la subjetividad de los pensado-
. h .,s . Al igual que para Marx, el saber fue para Nietzschc siempre un

medio de poder. Sin embargo, ln confianza de Marx en que mediante


ei desenmascaramiento de tos elementos ideológicos en ia ciencia se
pudiera llegar a un conocimiento objetivo, libre de ideologías, y aja
emancipación, fue radicalmente rechazada por Níetzsche. La histo­
riadle ia razón filosófica desde Sócrates le parecía una variante de la
20 Cir'iií'v G. Ijtüi'm

irracionalidad, como un niedio efectivo parn afirmar ia autoridad y


el pudor. Con filo negaba ln primacía tlel pensamiento lógico, por
ejemplo tlel pensamiento sacr.ilico, sobre el prelógico, es decir, ei
pensamiento mítico o poético.
Partiendo tle esta base, en los últimos decenios cada ve?. más
historiadores han llegado a la convicción de que la historia se halla
más unida a la literatura que a la ciencia, de que "también Clin hace
poesía'"'. Ast las rosas, en los últimos decenios se han cuestionado
cada vez más los presupuestos fundamentales de la ciencia históri­
ca, (al como se estableció en el siglo xtx. I.a idea tic que en ia
investigación histórica no puede haber objetividad porque no existe
ningún objeto tic in hisloria ganó aceptación poco a poco. Con
arreglo a esta idea, el historiador no escapa nunca de su mundo, y
lo que é! ve es configurad» tic antemano por Ins categorías del
lenguaje en el que piensa. lin última instancia, lo único que tiene
Consistencia es el texto con el que el historiador trabaja, pero no una
realidad que vaya más .allá tlel texto, lise texto lió Ííá de ser,
necesariamente, mía fuente escrita, también una cultura constituye
un "texto". Y, como veremos con detalle más adelante, d texto no
posee, para la nueva crítica histórica y literaria, un sentido único,
pues no remite a una realidad unívoca, ni refleja, tle forma igual­
mente unívoca, las intenciones tle quienes lo redactaron.
Para comprender la crítica tlel carácter científico tle la ciencia
histórica debe tenerse en cuenta su fondo político y de crítica social.
Lis una crítica a la cultura y al modo de vida burgués, del cual también
forman parte los conceptos tle ciencia en los que se basan la invosti-
gnción histórica y la historiografía institucionalizadas de los siglos XI,\
y xx. l.o burgués es percibido por sus críticos del siglo xix, romo
Kierkegaard, llnrckhaidt, Niel'/,sebe y Uasidclaire, como una amena­
za a la espontaneidad espiritual creativa, con\o ni velación, {-osificación
e insensibilidad. Más tarde, esta crítica cultural, o este pesimismo
cultural, desempeñó también un importante papel en el pensamiento
antidemocrático tle la época hasta l‘M5.
Sin embargo, conviene ser prudente y no relacionar precipita­
damente esta reacción a la modernidad con una "derecha política.
No es "de derechas", en el sentido convencional de una romántica
nostalgia por un espíritu tle solidaridad que se hubiese perdido en el
anonimato tle la sociedad moderna, lin muchos aspectos, esta reac­
ción supone una continuación tle la crflica ilustrada al legado religio­
so del mundo occidental, líasla la consecuencia, desde su punto de
Ln cjt'Hrw híslíiríca n i el sitffo X X 21

vista inevitable, de la muerto de Dios y do In consiguiente íaita


objetiva de sentido dei mundo y de la vidn- humana. El último
hombre *—en /itílinliírilu! Znrtihistni, de Nietzsche— el cunl ha inven­
tado la felicidad, encarna valores de la sociedad burguesa: bienestar
y prosperidad, igualdad do oportunidades y paz,, valores vehemen­
temente rechazados por unn crítica "de derechas" que idealizaba el
heroísmo, la lucha y, por ende, ¡a guerra. Este rechazo implica una
conciencia histórica que afirma una determinada forma de moderni­
dad, una modernidad que renuncia a las concepciones tradicionales
de cicntificidad y progreso. Tras el cambio de siglo y, muy especial­
mente, en los años do cníregiscrro, de T91R hasta 1939, esta actitud
contó con una amplia representación internacional: Sorel, Spenglor,
D'Anmmzlo, Ortega y Gasset, Jiinger, líeideggcr, Eiiot y round.
Ellos buscaban una nueva comprensión del mundo que superara Ins
categorías lógicas de la ciencia tradicional y prepar ira el terreno para
un mundo nuevo, liberado del objetivismo y del rncionnüspio de la
lu í rgifC-sírí.
Esta crítica "de derechas" a! mundo "burgués", que por su
alianza ti, al menos, afinidad con el fascismo y con el
nacionalsocialismo quedó desacreditada después de 1945, carecería
rio importancia para nuestro estudio del pensamiento histórico y de
ln hislodograffa actuales, si después de 1945 y, de manera creciente
después de 1960, no hubiera sido adoptada por críticos "de izquier­
das". Al igual que con el término "derecha", deben ,os tener cuidado
aquí ni hablar de "izquierda". Lo que nos ocupa no es un niarxismo
que, en lo esencial, representaba los conceptos tradicionales de
ciencia, crecimiento y progreso, sino una Nueva Izquierda que pone
en duda estos conceptos. Ésta adopta de la críticr. social "de dere­
chas" antes descrita ia convicción do que la ciencia no conduce a!
conocimiento objetivo, sino que constituye un medio de poder, de
dominación de las masas por aquellos que pueden ejercer el poder.
Rechaza esta dominación, pero sin compartir con la izquierda
antigua, marxista, la confianza en que la historia sea un proceso de
liberación. Para la Nueva Izquierda, ol interés se centra erpaqucllds
hombres a los que hasta ahora ln historiografía no ha tenido en
cuenta porque cí an considerados como objetos de poder y po como
factores de la historia. En conexión con eüo surge un nuevo modo de
comprender el poder. Ln historiografía marxista partía del supuesto
de que el poder, centralizado, lo ejercen aquellos hombres que
determinan la marcha del estado o de la economía. Para un espíritu
22 C. /v’.veí'S

como Foitcnull, en cambio, el poderse manifiesta en las más diversí


relaciones intcrpersonales, en el Iralo cotidiano entre el hombre y I
mujer, el profesor y el niño, el médico y e! paciente, ele. El lenguaj*
!r> moral y ln ciencia encarnan y determinan el pudor.
lisia nueva comprensión de ln suciedad exige una nueva con
prensión tic la hisloria, la cual, a sis vez, requiere una reurientaciú
de las ideas sobre las formas esl aNocidas de la ciencia y la utilizado
de la ciencia. Si el objeto no son ya las instituciones centrales d
estado y de la economía, In ciencia histórica lia de desarrollar nuevr
os!raterías do investigación que sean adecuadas pnrn ocuparse ce
espíritu crítico tle Ins muchos seres humanos en sus respectiv;
relaciones oxistencinles. Desdo osla perspectiva resulta indispens;
lile una revisión no sóio de lus conceptos de ciencia, sino también c
las concepciones del cambio histórico y del orden social en Ins que;
basa !a-tienda hlsUJ.nca,Jr^iJi.cíí?.»nl.. líxislc cierinincnle una notnb
discrepancia col re las afirmaciones teóricas di’ filósofos, sociólogo
críticos hiéranos y oíros que reflexionan sobre ln historia pero que ¡
la escriben, y los historiadores, que por lo común 110 se preocupr
tanto de las premisas teóricas tle su trabajo. Mientras aquello
partiendo de enfoques de teoría lingüística y íextunl, ponen cu duc
que los iexlns estén referidos a la realidad y, por consiguicnl
también ln necesidad do los métodos científicos, los historiador!
continúan manejando cienlfficnmeule sus fuentes, con una cor
prensión del método que no niega el cnnceplo de racionalidad de
ciencia histórica tradicional, sino quo ío amplía do forma signific
(iva. No obstante, la discusión teórica debe lomarse en serio, prei
sámenlo porque, como veremos, influye en ln práctica de los hisl
Madores y porque lia conducido n un análisis crflico de los mctodi
y conceptos tradicionales. ül principal propósito de osle libio es
ile examinar con espíritu crflico las ideas teóricas y ln práeli
efectiva de investigación y exposición de esta nueva aproximací<
a ln hisloria, cuya imporlnncia ha crecido nolnblementc en 1
últimos veinle años.
T rímera parte

La ciencia histórica desde eí h ísto rícism o clásico hasta


la historia com o ciencia social analítica

La transmisión del pasado existió y existe en todas las culturas.


En el transcurso de! tiempo ha adoptado diversas formas, entre las
cuales la historiografía ocupa, tanto en el mondo occidental, incluido
cf islámico, como también cit d Extremo Oriente, un logar prepon-
dorante, lili la cultura occidental— y, de modo similar, también en ía
del Asín oriental— ¡a historiografía se esforzóya tempranamente por
diferenciarse del mito y de la poesía para asf ofrecer una descripción
veraz, de los sucesos pretéritos. Ln acucia histórica, por el ¡contrario,
es unn manifestación del mundo occidental moderno; las sociedades
no occidentales ia adoptaron en el transcurso de su propia' moderni­
zación. ! ;
I!1 origen de in ciencia histórico coincide con el establecimiento
de la historio como una asignatura que se enseña y se estudia en ¡as
universidades. Esía moderna asignatura ''historia", que diferencia­
mos aquí cicla larga tradición de la historiografía, no ha sido nunca
una ciencia pura en el sentido, por ejemplo, de las nwtemáücns o tas
ciencias naturales. Pero ni siquiera en estos campos de la ciencia
existe, — tai como demostró, entre otros, Tilomas Kuhn-i- 1 con res­
pecto a ia historia reciente de la ciencia, un progreso puramente
acumula ti vo.del saber; antes bien, las grandes reestructuraciones del
pensamiento, que han conducido a la creación de nuevos paradigmas,
han estado siempre estrechamente relacionadas con las corrientes de
pensamiento de su época. En la historia, ello se manifiesta más que
en ninguna otra ciencia. ¡
Esta observación no debe entenderse como un simple
red Hedonismo en ei sentido de que e! trabajo del historiador única­
mente pudiera deducirse de factores sociales o de que seJe preten­
diese atribuir una función ante todo ideológica. Significa, ¿in embnr-
24 G ti’i$ C. í.w i's

¡;n, i¡tio ln ciencia, y, en especial, unn ciencin que so halla tan


-es! red minen lo unida a los valores y ;i las-intenciones humanas como
ln ciencia histórica, debe verse dentro dei marco socioculturai y
político en of que se desarrolla. Una hislorin tle ln ciencin histórica
ijue sea puramente inmanente a So científico no es posible. Si bien la
reconstrucción de determinados hechos históricos puede compro­
barse de forma inconleslahle sobre una base puramente iéo.'icn, osle
modo de proceder apenas será visiíik' parn las grandes conexiones
históricas, ins cuales confieren a aquellos sentido y significado. Tal
como ya se ha señalado en Sa introducción, la ciencin nunca puede ser
reducida .1 ios resollados del pensamiento o de in ln vesicación, sino
que es, a ln ve/,, un modo de vida y de comportamiento i|ul' Fierre
liounlieir ha dado en llamar "hábito". liste modo tle vida exipe que
hnyn una comunidad de científicos provistos de lodo un conjunto de
prácticas tle trabajo y de comunicación. Por ello, unn historia de ia
Ciencia histórica no puede separarse Snmpoco de las instituciones en
las 11 íle íe írésa'rñvffn ei trabajsrcierilíftctv-
tín esta primera parte de ln exposición quiero examinar los
cambios que se han venido producieiulo en el concepto que los
historiadores han tenido ríe sf mismos desde el siglo xix, período en
que ln historia se estableció como disciplina científica, hasta el
momento crítico en que muchos historiadores e historiadoras co­
menzaron a reflexionar tle nuevo sobre el "status" científico de la
ciencia histórica,

i. Id origen de la historia como disciplina científica:


el hislnncisiuo clásico

H11 los albores del siglo xix se produjo en el mundo occidental


una ruplura generalizada con el modo en el que hasta entonces se
había venido inveslizando, escribiendo y ensoñando la historia. A
esle respecto, lo decisivo era la transformación de la historia en una
disciplina especializada —en l’rusia, además, el hecho de que esta
nueva disciplina se estableciera en la universidad, reorganizada en
ei transcurso de las reformas prusianas— I fasta entonces habían
existido dos formas distintas de historiografía, una de orientación
erudita y otra, ía literaria, listas dos formas se iban fusionando a
medida que la historia dejaba tle ser un pinero literario para conver­
tirse en una disciplina especializada.
No cm éste, sin embargo, un cambio nbrupSo. Los historiadores
del lluevo estila representados sobre todo por Lcopold van Rnnke,
consideran la historia como una ciencia, si bien continúan convenci­
dos de que la exposición histórica debe seguir unos criterios litera­
rios. Como subraya Ranke, la hisloria debe unir la ciencia y el arte'.
Los grandes historiadores de lengua alemana del siglo xix — Ranke,
Htirckhardt, Cervinos, Droysen, Treitschke y Mommsen— se esfuer­
zan n conciencin por escribir, como buenos autores literarios, para un
amplio público culto, por !o que tampoco es casual que MOmmsen
recibiera, en 1902, el premio Nobel de literatura.
Como disciplina científica, ln historia tenía, desde el principio,
mucho en común con otras ciencias, también con las ciencias natura­
les, tal como venían surgiendo desde el siglo xv¡i, si bien los historia­
dores no han dejado nunca de subrayar la diferencia que separa su
ciencia de las ciencias naiurnles. Las ciencias modernas presuponen
un marco social, una r-ciailifir roiminniilj/\ cuyos integrantes deben
haber llegado a un acuerdo acerca de las reglas a seguir en la
investigación y en el discurso duiWficoTIíriOcS vSiído mtriíSó fiam ¡as
instituciones científicas que nacieron ya en el siglo xvii, entre ellas las
academias. En las postrimerías del siglo xvm y, muy especialmente,
en el siglo xix, son enlonces las universidades las que, como lugares
en los que ln investigación se une a la enseñanza, desempeñan el
papel rnrfs importante*. I’nra el origen de la ciencia histórica resulta
decisiva la moderna universidad alemana, cuyo prototipo sería la
universidad de Berlín, fundada en 181(1, durante la época ele las
grandes reformas prusianas. La nueva disciplina denominada "his­
toria" refleja también el ambiente político y cultural en el que nace:
un moderno orden social, en el que la sociedad burguesa, tal como
la concebía I lepe!, ha quedado integrada en un estado monárquico
burocrático. Dentro de este marco surgió una determinada concep­
ción de la ciencia, c! historicismo clásico, que, si bien se hallaba
estrechamente imido al ideario político y filosófico de ln Ilustración,
al mismo tiempo ¡o examinaba con íinimo crítico7.
El concepto de "historicismo" tiene muchos significados*. Se
utiliza primero durante el romanticismo romo concepto opuesto a
"naturalismo''1' para diferenciar la hislorm, hecha por los hombres,
ele ln naturaleza, que los hombres no hacm. Desde finales del siglo
xix r,i concepto as empleado con frecuerHn y definido de diversas
formas, por un-lado como visión del i unido y, por otra, como
método11', si bien ambas interpretaciones í o hallan inseparablemente
26 Onn> (7, l^cra

ligadas entre sf. t.'mmi visión de! mundo, "historicismo" significaba


que ln realidad sólo puede ser comprendida cu su desarrollo histó-
riui, por lo que lodn ciencia del hombre debe partir de ln hisloria.
¡■ormnhulo de un modo extremo: "(...( ei hombre no (¡ene |...J
naturaleza, sino que tiene historia"". Vislo asf, también ln filosofía tic
I lege! y el materialismo histórico tic Marx son mnnifeslaciones de!
historicismo, aunque rn ln tradición alemana 110 hayan sitio entendi­
dos como la Íes.
fin Alemania el conceplo tic "historicismo", tal ritmo fue
definido por Meinccke, significaba a ln vez una visión de! mundo y
una concepción de la ciencia que, a diferencia de la creencia hegcliann
o mnrxiaun en la existencia de unas leyes o regularidades en la
hisloria, subrayaba los elementos espontáneos e imprevisibles de la
libertad y creatividad humanas, lisios elementos exigen una lógica
de la investigación y tle la comprensión tle las interconexiones
'níHiaiircK susíartcwlí'rieiiíc d;st;i'.!a de-lí* tic las ciencias naturales^.
Al igual que el pensamiento de I legel y tle Marx, esta visión va
imilla a 1111 fuerte optimismo, a la confianza en que aquello que ha
tenido un crecimiento histórico, es decir, ante lodo el inundo de ln
moderna cultura europea, posee senüiln y valor.
1*1economista vienes Cari Mongersuscita controversia cuando,
en IHH4, utiliza ei concepto tle "historicismo" en su disertación Die
Irrtüiiwr tlt?, I Ihtumiinif; in tler ilettlschen Nnltutmlokoitoiniv ["Los erro­
res del historicismo en la economía nncinnnl alemana"], una crítica
a ln Hscuela I listonen prusiana di- P.conomfn Nacional! I.e reprocha
(como haría Max Weber algunos años más tarde de modo parecido1"1)
que, medinnle un modo descriptivo líe exposición histórica, impida,
según él, la clara formación tle conceptos, ln cual supondría, a su
entender, lo esencial tle toda cientificidad. Para M-'ineckc, en cam-
hio, precisa mente la insistencia en lo singular, en aquello que se
resiste a toda conceplnalidad abstracta, representa "el más elevado
nivel alcanzado hasta el momento en la comprensión tle lo huma­
no” ' 1, en el cual éí ve la aportación particular que el espíritu alemán
Im hecho a la cultura de occidente. Otros pensadores historiadores
como j.Ci. Droysen, Wilhelm DÜlhey, Wilhelm VVintlelbrand y
lle in rich Kickert no fueron, sin embargo, tan lejos en su
nnliconccpluatidad como Meinccke. I'.llos deslacnban ln indepen­
dencia tle ln hisloria como ciencia culturo! o del espíritu, cuyo
objetivo no es la formulación de unos modelos tle explicación
abstractos, sino ln "comprensión" de unidades de sentido individua-
Ln cicm'in hialArica cu t'l stófí XX 27

tH¿ Elfo requiere, según estos historiadores, una forma especial de


conceptunlidfid que tenga adecuadamente cu cuenta la plenitud de
sentido de la existencia humana’5. ;
Para el hi.storicismo clásico son de máxima importancia tanto
esta insistencia en la independencia del pensamiento histórico, como
la confianza en que el mundo histórico tenga un sentido, por lo que
la historia contendrfa la clave de acceso más importante a la cultura
europea.,Si bien la discusión teórica no tiene lugar hasta mucho más
tarde, cale hi.sloricismo constituye la baso de ln concepción de la
ciencia y de la práctica científica de (a ciencia histórica que nace en
!a universidad alemana a comienzos del siglo xix, 1
Leopold von Ranke es considerado el prototipo y representan­
te mis significativo del historicismo clásico. Mediante ia considera­
ción del marco social, cultural y político en el que se originaron las
concepciones de Rankc, quiero investigar en qué consistían los
fi!n¡lyjíi[qs- cié es?, concc^ción y .pr=ícticíi de.inv..cí= .íurui
montos ile ios que Ranke y sus sucesores sólo tenfan una coHciencia
muy limitada.
Ln concepción científica de Ranke se caracteriza por la tensión
que existe entre la exigencia explícita de tina investigación objetiva
que rechaza rigurosamente'lodo juicio de valor y especulación
metafísica, y los supuestos filosóficos y políticos fundamentales,
Implícitos, que en realidad determinnn esa investigación. Partí Ranke,
la investigación científica se hallaba muy estrechamente vinculada a!
método crítico. Lina condición previo para cualquier investigación
era la sólida formación en los métodos de la crítica filológica.-Para el
historiador como científico, "la rigurosa exposición del hecho í.,.] era
e! primer precepío',|n. Una historiografía así no puede confiar en la
credibilidad de otras narraciones, tal comí' había sido habitual hasta'
entonces; antes bien, sus afirmaciones deben basarse en un análisis
crítico tle testimonios oculares o documentos de la época fiables. Una
formación escrupulosa en el examen crítico de las fuentes — lo cual
exige un sólido conocimiento no sóio de las lenguas en cuestión, sino
también de las ciencias auxiliares de la hisloria— era una condición
previa para ocuparse científicamente de la hisloria. Insistiendo en ct
método, Ranke se enlendfa a sí mismo como científico en‘el más
estricto seril ido de la palabra. Pero este modo de ver las cosas exckrfa,
a ln vez, un positivismo factual que no fuera más allá de los ¡hechos
en sf, pues para Ranke el hecho era algo sumamente1 complicado, ya
que, a su entender, poseía, como expresión de la vida humana,
28 Cíí'm’.v G. tofJs

naturaleza espiritual, pur lo que sólo pudín ser comprendido dentro


de un conjunto tic.significados. l'oretlo, la "misión" do In historia se
orienta no sólo "Itncin la recopilación y articulación de los hechos",
sino también "hacia In comprensión de los mismos"17.
f’ero esta "comprensión" sólo es posible porque existe unn
inlerrclaeióu objetiva que confiere n los hechos su sentido, til
concepto tle "objetividad" es aquí ambiguo, sin que Ranke fuern
plenamente consciente de ello. Por un Indo, objetividad significa el
método neutral e "¡tupareía!" del historiador1’1. 1:1 historiador no
debe atreverse a "juzgar el pasado", sino limitarse n In exposición tle
los hechos. í’orolro índo, Ranke est;i convencido de que estos hechos
reflejan "conexiones objeMvns, fuerzas espirituales, creativas, que
engendran vida, ]...] energías morales"1''.
AI conlrnrio de In filosofía histórica hegciinnn, Ranke y, des­
pués de él, el hisloricismo clásico, rechazan In idea de un desarrollo
causado por in razón hacia un objetivo, es decir, el progreso, y ven
eti cada período histórico .ln,xo.usot” npóh del fiempo. Como para
I legeS, el estado es para Knnke el litio rojo de la historia reciente. Y,
como i legel, considera los estados, en los cuales ve " ’dens tle Dios"-”
individualizadas, encarnaciones de potencias éticas. Dado que,
según Ranke, ('1 estado debe contemplarse como un individuo cuyo
desarrollo, como el tle un organismo, viene determinado por unos
principios internos tle crecimiento, lodo intento de analizar sus
acciones en conexión esencial con otros factores — sociales, econó­
micos y culturales— aparece como nnlihistórico. Hxiste una viva
contradicción entre la insistencia de Ranke en que ludo orden debe
entenderse dentro tle su contexto histórico y su aceptación tle un
orden natural, jerárquico, en el fondo poco histórico, como eslatlo
normal en todas las sociedades. (Ül mismo seguramente habría
impugnado esta afirmación.) Contiena a los campesinos en la Cine­
na tle los Campesinos alemana porque'cuestionaban ese orden
natural31, y contiena asimismo lodos los esfuerzos revolucionarios,
y en gran medida también ios reformistas, por transformar una
sociedad existente. Aparece otra con!indicción, no menos extraor­
dinaria, entre la célebre frase de Ranke, según la cual "cntln época
equidista de Dios"’1 ', y su confianza en que el mundo protestante
moii/irquico tle In lülatl Moderna represente un momento culmi-
nnnle en el desarrollo histórico. Desde este punto ¡.Ve vista niega
luego que los pueblos no europeos, incluidos los indios y los chinos,
tengan unn historia propiamente dicha"1, lista fe en la continuidad
y estabilidad ele ln civilización burguesa moderna constituye un
componente integrante del historicismo clásico y de,su historiografía.
La concepción de ia ciencia de Ranke era, en lo esencial, también
ln de VVilheSm von Humboldt cuando se fundó ln Universidad de
Berlín en el año tfl10. En ella, se distinguía entre la ciencia y la vieja
erudición, tal como predominaba en ln universidad alemana y en
otros países hasta la mitad del siglo xviu. La nueva universidad nació
en relación con la transformación política y social de l’rusia tras la
derrota militar ante la Francia napoleónica. Esta revolución desde
arriba, como hn sido llamada muchas veces, propició el surgimiento
de una "sociedad burguesa" bajo los auspicios de un absolutismo
burocrático, tai como la describió I Segel en su filosofía de! Derecho3'1.
Ln universidad debía servir a las necesidades de la burguesía y del
estado burocrático monárquico, y parn ello también hubo que mo­
dernizar su plan de estudios. Al igual que ya en eí siglo x v i h , formaba
a funcionarios del estado, poro ahora también debía servir a la
formación en profesiones que, bajo las nuevas condiciones sociales,
podían considerarse come•firofestRRss.Jibcrnles. Los.cstudios uni­
versitarios debían unir los saberes técnicos con una formación
humanística, ün el siglo xviii, con el nacimiento de un, público
burgués, ya se había impuesto la idea de que el fin de la estucía, de
ln ensefinnzn media y de la car rom universitaria no era la erudición,
sino la formación espiritual y estética completa del individuo. Ésta
era, pues, también la idea fundamental de !a reformas de I lumboldt.
Para Ranke ello significaba que la historia era algo más que la
reconstrucción factual tlel pasado; era un bien cultural en sí mismo,
fíllu implicaba que, pese n todos tos esfuerzos científicos, no se podía
abandonar la simbiosis que existía entre el arle literario y la veraci­
dad, simbiosisquecaracterÍ7,n la gran tradición historiográ fi.cn desde
Tucfdides hasta Cibbon.
I ,a concepción de ciencia que representaba Ranke y que se iba
imponiendo en las universidades alemanas se apoyaba en los valores
políticos y culturales de una cultura burguesa. Desde la ilustración,
el enfoque de esa cultura se fundaba en el empeño por superar las
barreras de ia sociedad estamental del Absolutismo ilustrado. Las
reformas prusianas eliminaron en gran medida esas barreras, al
menos en el plano social y económico, y crearon ins bases de un orden
burgués. Pero las reformas de ln enseñanza media y universitaria no
estaban concebidas, ni mucho menos, para que fueran democráticas,
íil plan de estudios humanístico no sólo acrecentaba el abismo que
C'í'i'í','.; {'. í.v.V'V''

mediaba entre la burguesía instruida y c-1 pueblo llano, sino q


también creaba uno clasede funciónariosestatales derangosuperi<
que FriU Kinger7''comparó con los mandarines chinos y cuya fonr
ción en los textos clasicos, precisamenle porque en olios 110
Untaban ins leyes prácticas de ln vida, debía conferir a esta clnsc 1
distanciamlenlo y una primacía social. Al orden objetivo se
identificaba, como lir/.o Ranke ile modo Inn explícito™, con I
relaciones ele posesión y poder reinan (es. Itl csindotpie había surgi<
de la Revolución Francesa, incluso aunque no>iicse la consccucm
sino la reacción a la revolución, representaba ei ordep social burgi
y la cultura burguesa. De ahí laminen In concenlroción de Ranke
el estado y — pese ai rechazo de toda filosofía formal de la historia
su fe firme en el caríScler benéfico tle la evolución histórica, al mer
desde la Reforma. Detrás de la apelación a la objetividad no sólo
escondía toda una metafísica, sino también una ideología que nb
cabn n la sociedad, al estado y a la cultura y que precisamei
impedía una aproximación “ objetiva"',, es decir, impnreini, a
historia77.
I'or ile pronto, Ranke no era, en modo alguno, un exponei
típico tle la historiografía alemana y, menos aún, de la internación
pero abría nuevas perspectivas, finiré los historiadores tle antes
IH'IR, su concepción de ln ciencia hislóricn y su práctica de investij
ción eran más bien una excepción, ¡..os seminarios en los que
futuros historiadores se instruían en los métodos tle la crítica
(exios (se remontan hnsln el historiador Cntteror, de (ióltingen,
los años setenta del siglo xvm, pero fue Ranke quien los introd
como parte inlegral tle !n carrera) se fueron imponiendo ni
¡enlámenle nuies tle 1 KdH, mientras en ¡'rancia y en los !:,F,.UU Su
que esperar hasta ¡as reformas universitarias de los años setenta
siglo X IX .
F.l interés en la eilueación histórica incluso antes tle I 8 'I8 , n<
hall.di.) limil.idn, ni mucho menos, a Alemania. Si si- loma co
1 eteiem in el papei qin' el historiador desempeñaba en la vitln púb
v política, en Francia la trascendencia de la historia era, muy pro
ble meo le, incluso nwvor que en Alemania, liaste recordar a Frnni
Cmi/ut, jules Micheiet, Lmiis Binnc, Alphonsede l.nmnrlinc, Ali
tle Tocqueville, I lyppoüle i'nine y AtUilphe ’i'hiers7*. Filo tal ve
deba n que en Francia in historiografía tenír< una nniuralezn 111 c
cieulfficn y ln universidad no la aislaba del público culto en geiít
'también aquí se fue imponiendo poco a poco una aproxima!
Irt citíltt'tú histórica as rí atgta XX 31

críticn n las fuentes; sin embargo, en Francia se evitó n conciencia In


disociación entre literatura e historiografía científica. Ja cual, con
todo, no era tampoco una disociación absoluta en Ranke. Los histo­
riadores franceses continuaron también muy conscientemente con la
historiografía cultural de In Ilustración, cosa que en Alemania hacía,
a lo simio, Georg Gervinus3'1. En Francia, el estado cra^equiparado
nimia a la nación.
La diferencia entre la Revolución Francesa, que había demolido
el'aparato de poder de la vieja monarquía y de la aristocracia, y los
:reformas que se emprendieron dentro de las instituciones que
existían en Alemania, se reflejn en las respectivas opiniones políticas
jde.los historiadores franceses y alemanes. A excepción del socialista
i ¡mis Blnnc y del inquieto Alexis de Tocqueville, In mayoría de los
historiadores franceses veían la historia, de modo parecido a sus
colegas alemanes, como un triunfo de la burguesía, incluso si, como
en Micheletin, el pueblo en sf es concebido como burguesía, ésta
continúa siendo una -capa-definida por. su. cultura y .sus .posesiones,
de la cual quecinn excluidos políticamente el resto de la población y,
como si fuera evidente, también las mujeres. La insistencia en el
elemento burgués caracteriza también la historiografía en otros
países europeos y en ios Estados Unidos, ; •
La insiítucionalización de la historiografía y su transformación
en ciencia se impone muy rápidamente en el mundogermnnohnblaiúe
después de 1848, y en oíros pafses después de 187(1", si bien dn Gran
Bretaña y en los Países Bajos se observo un retraso de dos generacio­
nes. En el proceso de formación de la disciplina científica, la univer­
sidad alemana servía de modelo y ejemplo para la práctica científica
. y pana la organización de la investigación en muchos países europeos
y, en tiri número crccienle, también extrneuropeos. Ello pese a que las
condiciones y las tradiciones del trabajo científico, por ejemplo en
América o en Francia, donde la piofesinnn!Í7 ,ación de In disciplina
Según el ejempio alemán prosperó rápidamente n partir de 1870, eran
■muv distinlas de las‘que había en Alemania. El contexto social e
intekcluil se diferenciaba allí claramente del de la época tle la
restauración prusiana en la que había surgido esta ciencia. 1 Pero n
medida que laprofesionaliznción general de la disciplina "historia"
prospera, las instituciones y prácticas de la investigación alemana
son imitadas. Ya en In primera mitad del siglo x;x surgieron, casi
simultáneamente con las grandes ediciones de fuentes aleinanas,
empresas similares en Francia e Inglaterra, y antes incluso en Italia.
32 C e n e x C . /.(j.ifiT.'f

A ln fundación di' in I Iblorbrhr 7.eilficJirífl (1859) siguen la lirviic


llblonipir (IBRfi), |;j l'.iiylbli ¡iblonoil Ri't'irw (1889), in liivisfn sloricn
ilitUnim (1884), ln Aiiiriiniu llb lan oil Hcviai' (1896) y otras revistas
parecidas en tilros países. Ln asociación americana de historiadores,
(l lie American Historien! Assticiafinu), fundada en IHH'I, elige en
1885 n Knnke, "the íntherof histórica! sdence" ¡"el padre de ln ciencia
hislúricn"|, como su primer miembro honorífico. La reorganización
ile la universidad francesa después tic !870 se aliene en muchos
aspectos ni pal ton alemán. !ín linios estos países, ios historiadores
adoptan iniportantes elementos de la práctica científica alemana,
aunque sin entender de! linio o intentar comprender las convicciones
filosóficas y políticas fundamentales que a ellos se asocian12.
Resulta paradójico que en todas parles (no sólo en Alemania),
ia transformación en ciencia en el siglo xtx vaya estrechamente unida
a una ideologi/,ación de la historia. Transformación en ciencia no
significa en modo alguno, como ya se lia visto en Ranke, objetividad
en el sentido ¿io una neuinúidad pniííic'iV. En st¡ lugar. Ir. ciencia es
puesta al servicio de Ins aspiraciones nacionales y burguesas. En
Alemania esto se observa particularmente en el surgimiento de la
escuela pri isiana, cuyos representantes— porejemplo johann Gusta v
Dmysen, 1k'inrich von Syh el)' I leinrich von Treitschke— interpre-
lahau el pasado con arreglo a sus intereses políticos1*. También el
llamamiento de los neo-rankeanos'1, n finales de siglo, a un retorno
a ia objetividad e imparcialidad tle Ranke pasa por alto las premisas
políticas en las que se apoya la historiografía de éste. I’or io demás,
la apelación a su coucep-o de las Grandes Potencias se convierte para
los neo-rankeanos en la base para justificar la política mundial
expansiva tlel Imperio Alemán. Lo que distingue ia evolución en
Alemania de la de los países occidentales es eS papel central de ia
autoridad en la insta ¡ración de un orden político moderno. Pero
como ya se lia dicho, al igual que en Alemania, ln ciencia hislórica
tiene también en otro ■países una fundón decididamente política. En
branda, la profesión lii/.nción de ia disciplina "historia" corre pareja
con la disputa nacional con Alemania y con ln legitimación do ia
Tercera República1', y como en Alemania, ei estado, garante de la
cultura burguesa, t cupn en ta historiografía de otros países el centro
de la tiivt'.slignciún aún cumulo en esos países sea contemplado en un
contexto de Iradit .mies distinto.
Paralelante! te se inicia por aquel entonces, también en Alema­
nia, una evolución completamente distinta. Con la progresiva
I,n rienda hisfóricn cu ci ai^m a a

¡nstituciunniizactóu de ia enseñanza y de la investigación y el const-


guien'-J apremio por la especinlización, se pierde poco a poco la
estrecha rebidón que unía in ciencia con la formación cultural,
relación que caracterizaba, de un modo general, a ln gran historiografía
política del siglo xix.

2. Ln historia corno ciencia social

ir. Ln crisis ilcl histoi¡cismo cltísicv

El enfoque científico-cultura! de la investigación histórica y de


la historiografía del siglo x¡x debe verse en el contexto ,de la.s
condiciones sociales y políticas de una época, en la que por u'n laclo
se imponía el sistema económico capitalista, pero en la que p{jr otro
aún 110 ora perceptible toda in magnitud de una sociedad industrial.
1 «acia o!-final dcS-siglo xíS-fic nccotún una insatisfacción,.anU's sólo
observada en ocasiones, con el concepto de ciencia y con la práctica
científica que se había impuesto internacionalmente en la investiga­
ción histórica y en !n historiografía. En Alemania, Francia, Estados
Unidos y en otros países se entabla una viva discusión acerca de los
fundamentos de la investigación histórica y de ln historiografía, los
cuales se pretende que. correspondan a las nuevas condiciones
sociales y políticas'". Pero no existía ningún concepto de ciencia
homogéneo que pudiera servir conso alternativa a la práctica tradi­
cional, aunque sf la convicción deque habría que ampliar el objeto de
la historia para acercar la sociedad y la cultura al centro de ia
conlemplnción histórica, y de que la investigación histórica debería
trabajar con un concepto de ciencia que ofreciera unos criterios
metódicos rigurosos 110 sólo para la investigación cíe los hechos, sino
también parn el reconocimiento y la explicación de Ins ¡nlcrrelaciones
históricas; concepto que, por lo tanto, enlazara la historia con ln
concepción de una ciencia social empírica.
(in Alemania estn discusión estalló con la controversia que
suscitó la i )rirfsc/icGa;c/¡n/i!cl"l lísloria alemana" j de Karl Lamprechl,
cuyo primer volumen apareció en 1R9I'1?, Lnmprccht cuestionaba dos
principios fundamentales de la ciencia histórica establecida: el papel
central de! estado en la «posición histórica y la narración referirla a
las personas. "En in ciencia nniurnt, la época del método de descripción
de los fenómenos que úueamenlc se distingue por determinadas
34 ( tt. íj,'X<7S

características llamativas e individuales; está superada desde I


tiempo"'", afirmaba. Según él, también la ciencia histórica deb
sustituiré! método descriptivo por unogenético. Ln Oofflsc/fcGcsc/íi
tuvo muy buena acogida enlre el gran público, pero topó coi
viólenla réplica tle la ciencia especia lígula. I;.n dos aspectos la crl
eslaba seguramente justificada. I'n primer lugar el libro esí
sembrado de errores e inexactitudes. Ue ello se podía ded
ciertamente que el trabajo hnbfa sitio realizado con lapide?, y p
esmero, pero eso 110 necesariamente ponía e;riela de juicio las !
tle la obra, lín segundo luj^nr, sin embargo, desde el punió tle v
ile una racionalidad esl rielnineute cieulílica, tampoco las tesis t
sostenibles. I’.n sus escrilos programáticos, Lamprecht distiiu
en Iré las "viejas tendencias de la ciencia histórica", que se dedica
a la esl riela-investigación tle los hechos, pero t|(ie no poseían nin,
método científico para la aprehensión dé mtc'rrclneiones mas
plias, y las--Mendeudas -muevas----!:]uc,-como cualquier ciencia
aproximaban al objeto de su investigación conscientemente
planteamientos leóricosy principios meUK lo lógicos-1". La idea de
historia clenlífica se basaba en ¡a suposición — l.íimprechl la cali
ile melafísica— de que detrás de las manifestaciones hislórica
ocultaban "ideas", i|ue conferirían a la hisloria su coherencia,
"nueva" ciencia hislórica debía equiparar la hisloria a las cien
empíricas sistemáticas. Pero, en la Driiísr/ii' Gi'Si/ijWí/i', Lnmprt
trabajaba con una psicología colectiva 1:11 la que se ocultaba la el if
idea, lomada del pensamiento órganológico del Romanticismo,
un "alma del pueblo" alemana. Pilo hi/.o ijue Max Weber,
apoyaba enteramente un enfoque socínhislórico y empír
sociocii’nlífico, considerara la Oculsclw Ctr-ii/ithI/' de Lnmprt
como disparate especulativo y observara; "(I .amprecht) tiene si
su conciencia el que una buena causa, n saber, una más decid
orientación dei trabajo histórico hacia el campo tle la creación
conceptos, haya quedado comprometida para decenios"'1".
Sin embargo, en la oposición a Lnmprcchl desempeña
también un ¡mporlanle papel los motivos políticos. A los ojos de
representantes de la disciplina, la ciencia hislórica, Ini como se hr
desarrollado en las universidades alemanas en el siglo xJjfe )
concepción de la hisloria, en ln que si: basaba aquella, se halla
eslrechamenle relacionadas con la parlicniarcvoluctón de Alcmr
hacia un eslado que unía los inlereses de la autoridad con los d
alta burguesía. Ya poco miles de que se iniciara la polémica en to
Ltt ekttda h íM ic a én W sijrfo X X 35

n Lamprccht, había habido una viólenla discusión entre Diotrich


Schafer, qi.ic defendía los pareceres extendidos én el gremio de ios
historiadores, y Fibcrhnrd Cothein, quien quería .incluir en la inves­
tigación histórica y en la historiografía aspectos histórico-socíales e
iiislórico-culturnles'11, Tarn Schafer, elestado se hallaba en el centro
de la historia, y el estado alemán, tal como lo había creado Uisivmrck,
le servía de prototipo. Para él, sin et estado como hilo conductor no
había historia. Pero dado que concebía el estado como una qoucen-
Iración de poder y contemplaba por consiguiente ía política t|xtcrior
como el elemento más influyente de la política, rechazó como
n-,¡¡histórico cualquier intento de analizar esta política dásele ei
punto de vista de la política interior. ’•
I.amprecht era, sin lugar a dudas, cualquier cosa menos un
revolucionario. No estaba, en modo alguno, en contra dei orden
_moEwgujco establecido ni de los objetivos de política mundial dei
Imperio Alemán. Antes bien prc tendía^ como imjclTosBcsíis contcm-
poráneos, FeíorÁ»r y mü'vÍv;ífm>*.<Vi >'>*ijrG¡ívrCí>iv.o p'^crvcir, mundial
mediante la integración en él de los alienados obreros. Aún así, en su
Ih'tiltclu' Gcschichle ["Historia alemana"] se podía observar una
aproximación a una concepción materia lista, en algún aspecto inclu­
so marxista” , que cuestionaba el papel central dei estado y, por
consiguiente, el orden político y social que reinaba en el Imperio
Alemán, j
liste rechazo casi unánime hacia Lamprecht y la historiografía
social y cultural en general tenía que ver, entre otras cosas, con ¡a
conslitución c mstitucionalización de la disciplina "historia'' en
Alemania, cuyos representantes, al reclutar entre tos jóvenes las
nuevas generaciones de profesores de enseñanza media y universi­
taria, insistían en gran medida en la conformidad política e ideoló­
gica4’. Por consiguiente se produjo un ataque masivo de los historia­
dores establecidos contra Lamprecht. El resultado no sólo fue que
Lamprecht quedara aislado como historiador, sino también que cu la
disciplina "hísloria’' los enfoques sociohislóricos quedaran obstacu­
lizados e impedidos por mucho tiempo, a diferencia de disciplinas
históricas vecinas, como la economía nacional o la sociología. A lo
sumo en la historia regional, la cuat no cuestionaba tan directamente
el orden político nacional, pudo hnber un desarrollo fructífero de ios
enfoques histórico-sociáies y culturales. ‘ _.
til marco político totalmente diferente en Francia y cu América
explica, hasta cierto punto, la mayor receptividad en estos países
36 (.'mi,*; íyv;i'/s

hacia los esfuerzos por establecer una relación más estrecha entre.la
historiografía y las ciencias sociales. Mientras en Alemania la historia
social se veía obligada a pasnr a la defensiva, en Francia fue la
sociología !a que conducía el combate contra la investigación histó­
rica universitaria lra<lición al Fu su G w s Jr t¡rirn ce ¿oc/iiir ["Curso de
ciencia social" |, l'mile I >urkltcim negó en IH8 H a ln hislorin cf rango
ile ciencia, precisanu'nk’ porque se ocupaba tic ln especial y, por el lo,
no podía llegar a las afirmaciones generales, empíricamente
comprobables, i|ne constituían el núcleo de un modo de pensar
científico. A insumo, la historia podría sel-tina ciencia auxiliar que
proporcionara información a la sociología. Comí» opinaba el econo­
mista brancois Simíand, fuertemente influenciado por ¡ )tirkheim, la
unión de hisloria y ciencias sociales era posible a lo sumo en la
historia económica” . lista subordinación de la historia a la sociología
fue aceptada piinmiy pucos historiadores incluso en l-rancia, pero la
ampliación del objeto tle la hislorin a la sociedad, Ta eco'nññTirTy l.T
e11 iiura, y vi íiCfc'í'i ¡*íhííh vio de ■Ia [íisííífm.a fas :v":: ’■
v,’:>s;íc,a les
empíricas sí fueron lomadas miis en serio (¡ue en Alemania, F,n 190(1
el filósofo I leilri Herr fundó en París, precisanienle con este propó­
sito, la revista licvtn' de sytilhcst' hisloriqur, la cual debía servir como
im foro inleniacional para ia discusión crítica y en el que también
intervinieron los participantes en la discusión teórica alemana, entre
ellos I leim ich Rickert y Knrl I.amprech!. F.n América se inicié: una
discusión parecida entre los Isjstoriadores que no compartían ni las
ambiciones hislórieo-filosó/icns tle Lamprechl ni las concepciones
cienlificistas de 1 hirkheim, peni que, sin embargo, estaban conven­
cidos tle que una ciencia histórica mulleron debía ocuparse más de
la sociedad y, al mismo tiempo, empozar a intimar más con ¡os
métodos sociocicí(tilicos.
Si en la campaña conlra Lamprechl en Alemania la defensa
contra la temida democralización íue'ima idea dominante, en Amé­
rica el interés por una "Nueva hisloria” (Nrti' Ilición/) iba unido al
esfuerzo por escribir la historia para una sociedad democrática
moderna. De osla unión eran conscientes los historiadores que se
aulodenominahan ¡'iv^rrasivc libltinniifi ¡"historiadores progresis­
tas"! y se identificaban con los objetivos tle la "era progresista" tle los
primeros años del siglo xx en América*1. Fl carácter universal de esta
nueva postura anle la hisloria se puso de manifiesto un 1904, en la
exposición universal tle St. Louis, donde historiadores de
Norteamérica y Furopn, entre ellos los futuros representantes de la
J.fi rieiirii! historial en ci m¡fia a a di

New I liz/on/ en los ER.UU., Frederick Jnckson Ttinicry james Ha; vey
Robinson, asf como el alemán Kar! Lnmprechl, abogaban por la
historia como tina ciencia ¡nlerdísciplínnr.''*
17.li oposición a la historia política tradicional, que pese a las
vanante; nacionales y políticas tenía una idea homogénea de la
temática y del método de la historia, en la nueva historia social había
tendencias muy distintas entre sí. I'ero todas ellas tenían en común
la idea procedente del hisloricismo clásico según la cual ln historia
era una ciencia orientada hacia una realidad objetiva que procedía de
un modo esl netamente metódico. Sus representantes también se­
guían creyendo en un tiempo de progresión lineal, que confiere a ln
historia su coherencia y hace que sen posible ocuparse de ella
científicamente. Continuaban siendo, plenamente conscientes de
ello, historiadores de profesión, con todas las consecuencias que ello
entrañaba para su modo de pensar y trabajar.
OTneToTiTsn'tUvr7rqnf~rtratrrrtci-rdencÍTrs:-i:ma-qtte^npiienba-lns
métodos. tradiciíMíalcs de. a:HJ.cí>.di‘.Lexlos n la historia social, una
segunda que pretendía convertir la historia en una sociología histó­
rica; una tercera — que, bien es cierto, no alean?/) relevancia hasta
después de la 11Guerra Mundial— , para la cual los modelos abstrac­
tos cié in economía se convirtieron en pairo ¡íes pnrn tina ciencia
histórica cuanlificablc y orientada a ln teoría, y, finalmente, la
"Escuela de los Armales” , que hizo saltar el marco establecido al
poner radicalmente en duda el concepto cié tiempo con el que
trabajaban las demás tendencias ni igual que el hisloricismo clásico.
De la iniciativa alemana en pos de una historia económica y
social se derivaron importantes impulsos para la investigación
internacional. Mientras la Rcvnc tic si/iillirsc de I tenri iíerr se ocupaba
sobre todo de cuestiones teóricas y 'm etodológicas, la
Vii'rlcljnltrzeUschrift fiir Sazittl- nuil W¡il5cUofls¡(tvdi¡clilc ["Revista
trimestral de historia social y económica"), fundada en 1RV3 por
científicos vieneses, se convirtió en ln revista internacional para la
historia social que trabajaba con el método de ln crítica d|¡ fuentes.
Con lodo, el centro de fn atención lo ocupnbn la historia constitucio­
nal y administrativa. Un papel nada desdeñable lo desempeñaba el
empeño por proyectar sobre el pasado el moderno estado nuloritanó
de procedencia prusiana; es el caso de Georg von Uelowj el editor
alemán de la VicrlclinliricUsclirifí, después de 1903'17, En Francia ln
historia social se zafó, en los trabajos de I lenri 1 lauser sobre ins
condiciones de vida de los obreros medievales y modernos'"1, de la
38 Oni'fl-íT; lf¡j¡ri?

estrecha visión del estad». Mencionemos nti/jf todavía L,n Frn


Cirnícsotts l*ltil¡i>iw H ["El ¡'raneo puntado bajo Felipe ll"[ (1912
Lucien l'ebvre. 1 'uc la primera gran obra que, diecisiete rulos ante
in fundación de In revista Alíñales, emprendió el hílenlo de ose
una historia exhaustiva de unn región basándose en el a ni
cuidadoso de fílenles no sólo políticas, sino también etonóm
religiosas, literarias y artísticas.

fj. J,n h is to ria n 'fítió w ia t y s o c ia l a i A le u in n iu

id primer impulso para unn historia social que se ocu


seriamente tle los problemas desencadenados por In industria
ción fue !n Nueva Escuela I listonen de Economía Nación?
Alemania, cuyo representante más significativo fue Gustnv
Selimnilcr. lomó del historicismo clásico la convicción de qi
economía no era determinada por leyes "eslriclns, universal
exprcsables en íú nnr íI¡ís ii vr>teni ú\icr¡-,, ¡a! CíKní; níií;iiííhmi- cc
mía política clásica inglesa y escocesa y el Icón en de la econt
vienes Mcngcr, sitio que aquélla sólo podía ser comprendida li
ricamente y den 1 ro del marco de valórese insl ilociones de un pu
I ,a "Escuela de Sclimoller" adoptó de la práctica cien tifie?
hislnrieismo clásico alemán aún dos elementos más:,la ¡nsisíenc
el papel cenlral del estado y In.s métodos de la crítica de fuente
escuela se identificaba con la monarquía de los I íohen/.ollem,
— ¡i diferencia tle. !n socínldomocrndn— veía también la posibil
y necesidad tic integrar a los obreros en el estado. Pe esta es<
.surgieron los primeros grandes estudios empíricos acerca d
condiciones de vida tle ios obreros industriales de la época,
también esmerados trabajos sobre la artesanía en el medievo1
esta tradición, si bien indcpemlicntcmenH. de ella, nació la
I Vh/scí/cs Wiilscltnflsh'bai im M illdnllcr |"l ,a vida económica al
na en la Ednd Metí ia" j ( IRR4-85) tle Lamprechl: ct míenlo deaprt
derla estructura económica y social y Ía mentalidad — en el subí
l.ampiechl (ínbin de la "cullurn material"— '"Jl de unn región, ¡
Mosela. I’nra el desarrollo tle la historia económica 3 ' social
inlensa ocupación de Lamprccht con una región fue de ir
relevancia que su Pcu/sc/rc Civchichlc, la cual, si bien causó sonsa
en su pretensión de señalar unas supuestas regularidades o
sociopsicológicns'resultaba allamenle especulativa. -
Ciertamente, estos historiadores sociales y econóñ
Lri cirncin histórica cu cí XX 39

ampliaban el objeto de la historia más allá de la política y la,cultura


espiritual, para englobaren él también a la,sociedad y o la economía,
y, sin embargo, adoptaron de los historiadores políticos elementos
sustanciales del concepto de ciencia. Para Schmoiler, así como para
■u francés I jauser y el belga Pirennc, -—éste último el más importante
intermediario entre la historiografía social alemana y la francesa— la
cienüfícidad de su historiografía seguía consistiendo eu la evalua­
ción crflica de las fuentes que servían de base a su exposición, En
Schmoller, no obstante, esta exposición aparecía Unida a una doctri­
na evolutiva de estadios, cuyo'earácter especulativo se contradecía
hasta cierto plinto con su cuidadoso trabajo sobre las fuentes. De un
modo general puede decirse que los trabajos de Sehsnolleny de la
Nueva Escuela Histórica de Economía Nacionnl se apoyaban en unas
premisas teóricas y metódicas que nunca fueron t’xplidtadas'por olla
de un modo crítico o sistemático. 1 ' 1
— ;— Jlamam-cx&dentejiúmero^de historiadores sociales, este irre­
flexivo modo de trabajar no era suficiente. WÉlhelm Düthey, Wilhelm
Windelband y i ieinflch R'ictccrt ya habíaiVdistinguicio a finales deí
siglo xix entre las ciencias del espíritu* o ciencias culturales cuyos
procedimientos se basaban en la individualización y la comprensión
—y a'jas que, a su parecer, pertenecía también la ciencia histórica—
y las ciencias naturales, cuya meta era ia explicación con arreglo a
regularidades o íeyes universal mente válidas. AI mismo'tiempo
insistían, sin embargo, en que las ciencias del espíritu o ciencias
culturales, para poder reclamar el rango de ciencia, necesitaban,
como cualquier ciencia, de una conceptualidad rigurosa que, por
otra parle, debía dar cuenla de ía significación de los fenómenos
espirituales y culturales.
Para las ciencias históricas fueron importantes Otto ÍJintze y
ívlax Weber, representantes ele una corriente de investigación que
tienesu origen en la práctica científica de ln Nueva Escuela Histórica
de Economía Nacional, pero que aspira a lograr usía conceptualidad
precisa y que une a ello la comprobación crítica de las premisas
metódicas y teóricas de esa práctica. En la controversia en'torno a
Lamprecht, Otto Hintr.e desempeñó un papel de mediador51.'Míen-

* Aunque hahiUmlmeiüc traducimos Gr!stc$wh$e!i£t'h<\f{cu por cicndascullurn-


Ies o ciencias human na, hemos emplendt) í^quf "cienciasdel cspfrUn" para rcctogcríifiíd
lÉrmino i¡i Iríitluccii'iii CíWk'ILtnrt ilc líi dfcfcít obra tle W, Dríthcy in <Ui!
Cfi'ifIvswis&’itschalfkM Ihitrorfitcaonnlaa ricncinz tlel espíritu, México, F.C.E-, 1949J (N.dcJ
Timl,)-
'10 C i'l'iy G. Ijtx iTS

(ras los cedíais de ln / Vídsc/ir C rs c lriih lc do Lampree!)! apelaban n


menudo al concepto de Wilhelm Windelband tic la hisloria como iinn'
ciencia cuyo modo do proceder se basaba únicamente en ln indivi­
dualización, 1 tinl'/r resallaba que, a ln vez, la hisloria tenía que
vérselas con fenómenos colectivos, los cuates 110 podían ser aprehen­
didos sin recurrir n conceptos abstractos. Dado su carácter especu­
lativo, ln construcción hisfóricu-íünsófiea de Lamprecht resultaba
inaceptable, pero no asf su esfuerzo por aprehender las condiciones
sociales mediante conceptos. Desde el punto de vis la de que sin una
eslricln conceplualidad la cienlificidad no era posible, Max Weber
criticaba n Knies, Rusel ser y Schmoller, los representantes de la
Lscuela I listóricn do b'rouomía Nacional'*, quienes partfan del su­
puesto tle tiñe ln exposición tle un proceso histórico era ya científica
por .sí misma. Por olra parle, i lint/.e y Weber coincidían con el
nislorlcismo clasico en su afirmación tle que toda sociedad constituía

Uh cstsu coiicretkidinl. De ahí el llamamiento tle Weber en busca de


una "verslehonde So/Jólogie" |"socioiogía comprensiva''*!’1'1. I'ero
para Weber, comprender nosignific», como en la tradición do Rankc,
Droysen o Dillhey, un acto intuitivo de "componelración intuitiva"
inmediata o tle "experiencia", sino un proceso altamente racional.
"Comprender" no excluyo, de ningún modo, la "explicación" ni, por
consiguiente, e! análisis.
Para Weber, y también para I liní/c, la distancia que mediaba
entre la sodolugía y la historia no era tan grande como para el
hisloricismo clásico. Hn sus comienzos en branda y en América, la
sociología era asociada a menudo a una ahistórica creación de tipos,
mientras que la historia aparecía unida a tm discurso narrativo que
evilaba tai creación de tipos. I:,n sus grandes ensayos de ios años
veinte sobre e! feudalismo y el capitalismo’ 1 como cnlegoríns Instó-

1 ' ' V r r s l H i t ’iMli* S n / . u i l t 'j 'U ^ o s u n Ió im im m i t ju o pl¡m ít\ i íu ’riost p r o b k ’ n m s i k 1


h j u l t u t. mm\. A tm ip n * I n iH n ln u ’n lc p r u s n m t iíi n i i*t n o n lu s is m o " s o c m ln p t n
c . - * m i p i ^ i i c í ¡ c ^ í p ; m i r r i 'n j ’. t 'r t 'líí i ’Hl u k n i t l i v c n l r l ivilííu'■rttív'OJ,V*0r*ili,h t , iu k * ,\t k ’ f 'iv n d n
t l r l v o l i t o " w i s l d u ‘n " , k\w ■■iíjínifU’ii c o n i p r n i t l f r o o n l r i n l o r , ÍK-mt « s o p l ó l o n i f i n ni p t i r
"s e n iH in ip r o iis iv ii'* , «|tto e s l;i r x p i v s i n n o m p lo m l .* u í t i r o i i m * e i l r i i i Ihm lr ¡ u h ia :i( i-
m *s t ío |:is ( i l u i i s tío W oIu t (n s f t*n v »i íV i /«íW: « s / mijci efe' s w / i »/*«£»! nijrt/rrvMs/ivi,
M v x í m , Vt,*i*sli*1k *i nli*1 1 3 ^ - íi» li♦ lííp n J iff i I n u l m ' i f w l í i m W O n p o r J,s n d n -
lu j ’ íii i n li* li,i ,íIv n '* r i i i f i i i s u u iii/ .l* » p t i r "s c u io ld ^ f n M ilo r p r c lr t t iv íi" , p t n a*t1«i t|tn* K q ;ú n .
VVt’l n T 1.» t‘n m p iv n s r ó | i,s < u i m p l i u i u n a i n l r i p i v l n i i n n ik* liiN s ij'jú f t v 'n c io iu ’K i k 1
la ¡ i t v t f m s t u 'h t l ( v ó t iü i1I V t o r 1., ItiM j'o r , Jí/t’jVfU'ifirtfrjSi'í iW iiij /íí , 198*1, p+íj*> *PíH).
ricas, f SinlT-.c intentaba trribnjnr cosí "abstracciones sugestivos", las
cuales debían conferir una coherencia conceptual a los fenómenos
sociales y políticos. Rompe Conscientemente con ei núcleo idealista
del historicismo clásico de Ranke y Droysen, también del de Hegel
y Dilthey, n saber, ei contemplar las instituciones históricas, sobre
¡ocio a! estado, como "poderes éticos"1”, como "objctivadon(es) de la
vida"5'1. ! ííntze, en cambio, ve en el estado una "institución" * 7 o una
"empresa", cuya estructura y función históricas debieran ser exami­
nadas serena y objetivamente. Max Weber niega aún con mayor
énfasis ia unión dé valores y ciencia, insistiendo en la neutralidad de
In ciencia'5' que, según di, bien puede y hasta debe analizar ios
conceptos de valor, pero que de ningún modo es capaz de fundamen­
tar científicamente la validex de estos valores.
Para Weber, Sa cientificidad de !a historia como ciencia social
no sólo se fundamenta en su imparcialidad, sino que exige, como
toda ciencia, In aplicación de conceptos causales. Esta unión de
ciencia y cau salid ad en W ebe r se a poy a en l?rmrrce perrnmeo kantiana— •
según ia cuíií"CHas -c t «sal-idndes--m o -s s - im!!.an~x:ad.ica.das..c.n una
realidad objetiva, sino que tienen su base en el pensamiento cientí­
fico. Salta a la vista una continuidad desde Hegei hasta Weber,
pasando por Marx, aur cuando Weber se aparte radicaimcíite de la
concepción hcgeliana de un proceso histórico racional, concepción
que, claro está, es también la de Marx, lin un mímelo que nó conoce
valores objetivos tampoco puede haber un objetivo de la historia. No
obstante existen para Weher unas líneas de desarrollo que son
inequívocas y conforman el núcleo de una ciencia social histórica.
Como para Marx, las sociedades humanas poseen también para
Weber una dinámica interna, cuyo foco, sin embargo, habría de ser
buscado no tanto en la esfera material, sino en lo cultural, en
cslructuras de pensamiento y de comportamiento qu'e hacen
comprensibles las relaciones sociales y el cambio social. Para Weber,
in ciencia presupone al científico que piensa y no a un mundo en sf;
por ello no puede haber leyes objetivas. Weber sustituye las leyes
por tipos ideales (Irivnlli/iirn), por conceptos que tienen en cuenta ias
estructuras de pensamiento que determinan la actuación y ei cambio
social. Los tipos ideales indican cómo ¡os hombres y las sociedades
deberían actuar, en el caso ideal, a partir de la lógica de sus ideas,
y con ayuda de esta hipótesis de trabajo se podría medir ia realidad
de las actuaciones humanas y de las relaciones entro los hombres.
Pese a la sobriedad de Weber, pese a su ruptura con la visión
42 (V nn; C. / ^ ( V í

tcloulógicn do In historia y su rechazo hacia una^ancopción


curtí (como lodnvín prtrn Marx) el mundo y, cono!, In ciencia ü
on’ilcter objetivo, Weber no abandona dos supuestos funda mi
del pensamiento histórico del siglo xix, del historicismo clásic
marxismo ci¡is¡co: el de que exrsln una continuidad cohcrenl
historia del mundo occidental y el (.le que unn dedicación cic
a osle mundo sea posible e iotelectualnieote razonable. Para
(coinii para Marx) ei capitalismo desempeña aquí un pape! c
aun comido no se íe considero tanto en relación a las diferctt
clases, sino, notes bien, desde la perspectiva do un proc
rneionnli/,ación que determina al mundo occidental desde
tigüodad judía y griega, y el cual, parn Weber, cst.i arraigado
visión del mundo tjue diferencia a éste de las culturas no occi
les. Por lo que respecln a las relaciones de poder, éstas no se ('
reducir n las categorías del equilibrio tic las Grandes Po
(Ranke) o de la lucha de clases (Marx). Una cierta contrad
u ' u tt i v ,or-i n i n..... .........
i... vt, u n m u j \ u - . < v \ < •«-. m . u u » r
v .it 10 , r.v. ,1«•
entre c’l origen específicamente occidental de la ciencia moel
In ¡ilusiónen creencia kanlinna de que la lógica do la investí;
en la cual se basa esa ciencia, sea unn lógica universal. "Pues e:
y conlimmrii siendo cierto que una demostración-científica n
carneóte correcta en ol campo de las ciencias sociales d
pretende haber alcanzado su fin, ser reconocida como corre
un chino, a in vez que ésto puede no lener "oídos" para m
imperativos éticos'” ". Weber cuestionó las premisas filosófi
sólo do tas ideas históricas y científicas Irndicionnles, sino Ir
de las marxínnas, pese a lo cual continúa adherido en n
aspectos a la concepción de unn historia universal y de una
objetiva, al menos en lo que respecta al método. Weber,
también I lintze, no llegó a ejercer influencia en ln ciencia lu
linsln después de la 11 Guerra Mundial; por ello volvere
ocuparnos tle él más adelante, cuando hablemos de la " 1'
social" posterior a IW(!.

c. T ra d ic io n e s a m erica na s en h is to ria s o c ia l

Por lo tanto, ni Marx ni VVeber se desligaron por comp


los conceptos hislénico-filosófieos y tle los conceptos de
científica, estrechamente relacionados con aquellos, del ide
nlotuiín. luí el intitulo nnglnpntInulc, el esfuerzo por unir la 1
Ln ciencia histórica cu el $ig!o X X 43

con perspectivas sociocientíficas enlazó con tradiciones intelectua­


les distintas de las que había en Alemania. Los historiadores ingleses
:?y americanos solían trabajar con un concepto de sociedad que
' reflejaba un orden social distinto del de los países europeos conti­
nentales. Es importante resallar que en Inglaterra, y sobre lodo en
América, pese al alio grado de industrialización, seguía ¡siendo
característico durante largo tiempo un bajo nivel de barberat¡7.a c ió n ,
de la sociedad. Así, la sociedad burguesa, tal como era comprendida
desde Jnlm Locke y los filósofos moralistas escoceses, estaba tam­
bién mucho más independizada del estado que en ia concepción de
I legel o ile Ranke. Un su concepción, de la historia y de una
aproximación científica a la historia, los historiadores de los dos
países anglosajones se esforzaban mucho menos por conseguir-una
concepción sistematizadora que tos historiadores alemanes o fran­
ceses,
Al igual que en Alemania o en Francia, también en América la
discusión metodológica se inició, hacia e! cambio de siglo, a partir
de la convicción de que la ciencia histórica tradicional; en las
universidades ya no correspondía a las exigencias científicas y
sociales de una moderna sociedad industrial democrática. Especial­
mente en América hubo esfuerzos por modernizar la historiografía.
Esto significaba: ampliar el objeto de Sa historiografía, que hasta
entonces había estado limitado al estado y a las personalidades que
ío sustentaban — las cuales, siguiendo el ejemplo alemán, también
habían tenido una importancia capital en la historiografía america­
na— hacia una historiografía de enfoque amplio que abarcara toda
la población. Con Wilhelm RichS había habido en Alemania, desde
mediados del siglo xix, una "historia culturar'"', que proponía la
historia del pueblo paralelamente a ia hisloria del estado. Sin
embargo, la nueva corriente americana, que se autodenominaba
New Minian/ ["Nueva Historia"]61, .se diferenciaba de la historia
cultural al estilo de Riohl por su afán de modernización. Mientras
ésta dirigía su mirada nostálgica hacia un pasado caracterizado por
un orden jerárquico y su estructura agraria, aquella afirmaba la
modernidad y, con ella, el orden social democrático. Mientras la
más antigua, la denominada Scicniific School ["Escuela Científica"),
que se apoyaba en Ranke, quería demostrar las supuestas continui­
dades entre ins instituciones medievales "germánicas" y el orden
político americano que descansaba sobro bases anglosajonas, ios
New I lisi orinas ["Nuevos Historiadores"! insistían en la ruptura con
(Vnf.v G. ftíx'í'íí

(*1 pasado europeo proimuferno. AnuVíói vva pnrn filos un país ele
inmigrantes (¡tie aniñaban ln imagen de in "frontier" j"frtuilcra"}
rural en f 1 oeste, como también in de las grandes ciudades en el
nores lo y en el medio oeste. Unn historia puramente política basada
en fuentes de archivo ñu ora yn suficiente. Las ciencias con Ins que
se cjitorfn asociar la New I lisian/ eran Ins de la sociedad moderna,
¡inte todo ln economía y in socinlogfa. La creencia en un consenso
americano, tan impártanle pnra ln ciencia histórica anterior, era
ahora reemplazada por unn visión nueva que, sin negar dei lodo las
realidades comunes, prestaba mayor atención a los aspectos contra­
dictorios.
Resulta difícil hallar un denominador común para in New
I Hsfun/ ¡"Nueva l!istoria"|. Charles líeard"-’ veía en lu.s mullidos
económicos y sociales los laclóles decisivos en el establecimiento tle
la constitución americana; James 1l. Rohinson, Veruon I’arrington y
Cari Becker dieron ln máxima importancia ni papel de las ideas; Pony
MiHe;-r< !p M'i'ídó1
"O’ 1.''' M.d.*■
bnslrthn unn......I
i'xiinsieión
■....... histórica
............... lpuramente
narrativa. Tal como hicieron Turner en su Fivnlicr '/Viese |"Tesis do la
I tontera" ]"' o lleard en su interpretación económica de in historia
americana, la historiografía refería conscientemente ’ T . exposición
del desarrollo histórico n un determinado marco teórico. i’or otro
latín, los New /¡¡¡¡loriiins se alejaban claramente do la asociación entre
ciencias sociales o historia, tal como Durkheim y fiimiand la preten­
dían instituir tle un motín mucho más sistemático en f:rancia, y Marx,
1.nmprecht y Max Weber cu Alemania, l'nra los New I lialtirinns, y de
modo similar para t lenri iíerr1"' la asociación eistro investigación
histórica y ciencias sociales os distendida y ecléctica, listas últimas
tíeheu ofrecer conocimientos v posibles modelos de explicación; pero
no si- pretende convertir la ciencia hislórica en tina ciencia social
sistemática. Tanto para los Nere /ftsfurw/is como para I lenri IJerr, el
evolucionismo y el optimismo con respecto al desarrollo tle una
sociedad en vías tle democratización y modernización tienen una
cierta importancia, pero falla la tendencia a predeterminar lo.-
procesos históricos, una tendencia crucial no sólo en ln fe en el
progreso tle Marx sino también en el pesimismo de Weber.
F.n los primeros tíos decenios t|cie siguen a la 11 Guer. a Mundial
se ponen en lela tle juicio los fundamentos políticos y científicos de
estos fVíHjrrssri'i' I //sfiinims |"f lisloriadores progresistas"|, como
ellos mismos se definen, lín la guerra fría se descubro un nuevo
consenso nacional"’. A diferencia tle Huropa, América es entendida
Ul C iniím tf

I
cuino ln sociedad sin clases por excelencia, en la que, con la excepción
de uiiü quería civil "evitable” , jamás se habían librado conflictos
sociales o polfíleos de envergadura. De acuerdo con estos historiado­
res, las gratules diferencias sociales han quedado niveladas a! ampa­
ro de una expansiva economía de mercado capitalista. En estos anos,
América se convierte cada vez más en el modelo del "mundo libre".
Ln el estadio de! desarrollo social alcanzado, los conflictos ideológi­
cos son cada vez más insignificantes*7. Al carácter altamente raciona­
lizado de in moderna Sociedad industrial capitalista corresponde
una concepción racionalizada de la ciencia, es decir, a !a queso puede
acceder con métodos de cuantíficación. F;l ordenador aparece en su
justo momento. En lá investigación histórica se introducen,'de modo
creciente, no sólo en América, sino también en Inglaterra, Francia,
Fscandinavia y oíros países, incluso en Sos socialistas,¡ métodos
cuantiSnt'vos. Las cifras lian de reforzar eí carácter científico de la
investigación, j
Sin embargo, Sa aplicación de métodos cuantitativos no signi­
fica todavía, en modo alguno, é¡ paso bacín ciencia social
sistemática y analítica. La cuantificación a menudo no es másque un
medio auxiliar para do rumentar estadísticamente las afirmaciones
sobre desarrollos sociríes. Desde la década de los cincuenta, en
Fl; UU. y en otros palies se trabaja cada vez más con la recién
desarrollada tecnologíf de ordenadores y con métodos cuantitati­
vos en, ál menos, cunto) campos. En la historia política, el compor­
tamiento electoral es co relacionado con variables sociales. Se croan
las bases para una den ografia histórica, si bien en este ámbito la
investigación ha ava ir. ado más en Francia o Inglaterra que en
América. Ln movilidad social es investigada en América con ayuda
tle ios cerosos de pobla'ión, que tienen lugar cada diez años. Por
último, los métodos cu; ntitalivos son cada vez más utilizados a la
hora de analizar proces- 'S económicos'1*. Los métodos cuantitativos
ciertamente pueden asot ¡arse con un concepto de historia que tenga
en cuenta ln singuiarida.t tle la actuación humana y el papel de los
conceptos axiológicos e r las sociedades humanas. Sobre todo, la
investigación histórica ci nntitati va implica la dedicación a personas
concretas, n la vez que .'I análisis del comportamiento colectivo.
Como fuente para ¡a demografía histórica, los registros parroquiales
permiten saber algo sobre la vida de determinadas personas y
familias y también aportan datos aceren del comportnjnienlo de
grandes grupos y sob e sus conceptos axiológicos. listos dalos
46 Grurtf (¡. ¡ w rs

Inmbiún permiten formarse una ¡tica acerca del comportamii


sexual y, con ello, sobro los conceptos morales ele ios persi
inscritos en el registro. Los métodos cuantitativos permiten rcc
truir aspectos del mundo vil ¡i I concreto tic personas concretas ci
momento determinado de la historia y en un determinado ám
cultural.
Donde más radicalmente ,se lia impueslo la equiparación o
la investigación hisU'ineo-dcnlfficaosudo-denlfficay íacuantificai
es en la liistoria económica. Marx y VVeber, por ejemplo, bal
trabajado ambos con un concepto lie ciencia social que por un I
insistía en una cuneeplualidad estricta, pero que por otro t'
también en cuenta que para las formaciones sociales, al contrario
para las naturales, son necesarios, a modo de entramados tic si
ficaciones, conceptos históricos que lomen en consideración lani
unicidad como la comparabiltdad de esas formaciones. Por una p
se dieron cuenta de que la ciencia natural e.s un producto efe ia culi
humana — para VVeber aquélla sólo era posible en el mundo occit
i a i, e¡ cúai itabla creado-un concepto abstracto'tic radónalídad-
por otra, tle que la naturaleza, por muy fenoménica que apare
sólo puede ser entendida de forma mediata, es decir, a travóí
categorías condicionadas por la sociedatl"''. F.n últimn instancia,
ciencias sociales (raían tle ¡ elaciones que deben sor comprendida
su aspecto cualitativo, si bien las cifras resultan útiles para aprel
der con mayor precisión los contornos tle esas relaciones llena;
sentido, así como para verificar las afirmaciones teóricas.
I,a investigación histórica basada en In estricta cunntificac
que en los años setenta desempeñó un papel ¡nporlante sobre 1 '
en América y en i:i;mcia, Irabaja, en cambio, con un concepto
ciencia, para el cual la ciencia histórica, como todas !ns done
únicamente obtiene su cienlificidad por el hecho de que sus afir:
dones pueden adoptar una forma matemática. I ,e Roy l,adi
subrayó en 1973 que "en última instancia no existe ninguna hisl<
cienlfilen que no sea euanlif ¡cable"'". b.sln perspectiva adquiere i
mayor relt’vnncin en los años sesenta y setenta, con el perfet'cic
míenlo del ordenador y la consiguiente Iransformadím tle la eco
mía y tle la sociedad. Un su visión panorámica de 1979, redad
para la UNI.ÍSCO, sobre las tendencias en la ciencia histórica, Geofí
¡Jarraclough comenta que In cuanUfieación es una caracterís
importante tle la ciencia histórica nclunl71. Sin embargo, aquí dt
mus distinguir, como ya se ha indicado más arriba, entre ia apiicac
Lit d n ic in hklóricn a i el si¡(lo X X 47

de métodos cuantitativos, ta! como viene siendo habitual desde hace


muchos decenios en la hislorin social y, particularmente, en in
historia económica, y una ciencia histórica concebida según el
modelo de las ciencias basadas en la rigurosa generalización. Entre
estos dos polos nacc en los años sesenta y setenta una corriente de
investigación que en América scautodenomina Sndnl Sciaice I Union/
¡"1 listona como Ciencia Social"], pero que también está muy exten­
dida en Francia y en Escnndinavia y que se propone como objetivo
la pura investigación empírica. Un ejemplo dei tratamiento
informático de grandes cantidades de datos es ei gigantesco
Phiintlrípliia Social! Union/ Praject, mediante el cual se intenta regis­
trar la totalidad de la población de Philadeiphía sobre la base de
varios censos de población del siglo xix, a fin de obtener datos más
precisos sobre la movilidad social.72
Ln historia cuantitativa, tal como fue comprendida por los
■representantes de la Nexo Ecotiamic Iliniori/ ¡"Nueva Historia Econó­
mica") en EE.UU.,j?s_una ciencia que, siguiendo el ejemplo de las
ciencias naturales o de ía economía política clásica, trabaja con
modelos teóricos. De modo parecido se establecen en Francia, en la
Itinloitv ncricllc ¡"historia serial"!, relaciones causales mutuas entre
inigas —-a menudo se remontan a lo largo de siglos— cadenas de
datos sobre el clima, los precios, los salarios, los nacimientos y las
defunciones7''.
La historia económica, como la reprosenladn en tos EE.UU. por
Robert Fogcl, el representante más significativo de la Nao Eawoiaic
I ¡inloiy, se basa en cuatro supuestos: en primer lugar, en qtíe existen
leyes de bronce quedelerminnn el curso de la economía, siendo estas
leyes las formuladas originalmente por Adnm Smitli y David Ricar­
do. También Marx creía en "leyes de bronce de ln naturaleza", sólo
i que, según él, estas leyes no eran de naturaleza puramente económi­
ca y eran historizadas e impulsadas hacia adelante por los conflictos
sociales, í;l segundo supuesto es que ln economía capitalista se
: caracteriza por un crecimiento imparable que adopta formas pareci­
das en todas las sociedades modernas o en vías de modernización, tal
. como afirmó Walt Rosíow en 1961 en su "manifiesto rio comunista"7'1.
Hn este sentido, ta scnlcncia de Marx: "c¡ país mdufilrialmentc más
desarrollado no hace sino mostrar ni menos desarrollado ln imagen
_dc su propio futuro"” puede aplicarse también ai punto de vista de
Rostow. ¡-in respuesta a Rostow, Alexander Gerschcnkron 76 Sin recaí-
. endo que el punto de partida de los países en los que cí proceso de
iuriiislriali/.aeión ha comen?,ado más tarde, por ejemplo en Alema­
nia, Kiwfci o laprtti, tenía que ser diteviBt? del de Ínglfiliá5l% y
también, tpte se hallaba determinado por condiciones polfUais y
sociales distintas. listo no fue tenido en cuenln por Rosto quién
defendía un piípi# de visla pnrn mente’ económico. Fin tercer lugar: el
proceso tle moderns/.ación económica conduce necesariamente a
una modernización políiiea, os decir, hacia una sociedad do mercado
libre y a unn democracia (¡tierral, lal como, después de la II (.aterra
iVltitulial, se inslauió en las M a rio n e s imlusltinles netidotiinlos. íil
citarlo y úliuuo supuesto básico es queeí método cuantitativo 110 sólo
es aplicable a los procesos económicos, si ni) también a los sociales.
I".n 1074 apareció el primer gran esHsdio, elaborado con apoyo
itifuntiáilfw, tle Pogel y Stanley üngerman sobre ln esclavitud en los
oslados iU'l sur americanos", Los autores no sólo querínn, como
afirman en el prólogo, resolver tie una vez por Indas la discutida
cuestión de la rentabilidad de ln esclavitud; recurriendo n lóenles
cnnnf titeadas también pretendían propürcionardrtlosirrefulnbio.sacercn
de íacaütlatí de lifvrdíiim íoríriíüiftosé^ñw i^ morni
laboral y familiar. íil libro, que en un principio fue celebrarlo en ln
prensa americana en general como una obra científica convincente,
mity ptonto fue sometido a una etílica devastadora, no sólo por parte
do historiadores sociales convencionales, sino asimismo por historia­
dores tle la economía que trabajaban ron métodos tle cuaolificac.ión y
¡os cuales eran conscientes de lo difícil y arbi! rario que era con veri ir ios
testimonios coa Sital ivos e» enunciados euanl ilativos-”. iil So no impidió
que Pogct fuera ilamadu a ocupar una crtledra do fundación en la
universidad rio 1 larvütri. La ciencia histórica a la que él,se enfrentaba
se diferenciaba de otras ciencias sociales en que su discurso aún no
habfa sido invadido por la jerga especializada y era accesible a un
público de lectores cultos. Para Logo!, enlucía, en fin, incompatible con
la ciencia verdadera. Para él, el historiador debía ser, como cualquier
otro científico, un especialista con una formación técnica, el cual se
comunica con otros especmlislas en ol lenguaje forma! déla cieaciar’’.Sin
embargo, detrás del concepto de Pogel de una ciencia objetiva e
mipnrcHií se oculta, ttmto en Ranke, un complot» armazón ideológico,
I )ee! forma paríe la identificación ríe Pogel con la sociedad de consumo
y do crecimiento existenle. Aún no piensa eu los peligros para el medio
amhienlo, sino que se ha comprometido con un optimismo histórico
que nti sólo está convencido tle la posibilidad de una ciencia objetiva y
mensurable, sino también de la función emancipadora de esa cieñe.! .
ri. Fraiicia: los Anuales
1 ■■ . . ,
No es obvio que los Anuales sean trotados en este capítulo. H1
concepto do ciencia y In práctica de los historiadores de los Annnlcs
es complejo. Por un Indo comparten las ideas, ya expuestas, de las
corrientes socioiiislóricas acerca de las posibilidades del método y
del conocimiento científicos, por otro rclativiznn diclias ideas. La
concepción de lo uue es la historia y de quién la hace, tal como, desde
Ranke hasta hoy, lia dominado en la ciencia histórica de forma casi
absoluta, experimenta con ellos un cambio fundamental.También se
modifica el concepto del tiempo, liste ya no es considerado como un
movimiento unidimensional del pasado a! futuro, tal como lo conce­
bían no sólo Ranke, sino también Marx y Weber, Los Anímica
continúan los esfuerzos sodocicntífícos de la ciencia histórica en el
sip¡ 1o xx, pero al mismo tiempo van más allá de la historia social
moderna y persiguen una historia cultural que cuestiona mbehas de
las premisas de la historiografía social moderna.
Los represen tan leí- -de-los- Anímica., kail. .subrayado repelidas
veces que ellos no son una "escuela", como a menudo rfe les ha
denominado, sino que nás bien tienen en común una actitud, un
í'sprrf, que invita a busa r nuevos métodos y enfoques de investiga­
ción, pero que no es nii gima doctrina"1', pe hecho, ello es cierto en
gran medida. Hn las pt blicacioncs de los Arinálcf: los enfoques son
muy variados, si bien f ; mantienen dentro do Un discurso que, por
muy amplio quesea, ex ;luye casi siempre las formas tradicionales de
la historia política y ci Itural narrativa. Además es característico el
hecho de que la praxis prevalece claramente sobre la teoría; pero la
praxis incluye importantes presupuestos teóricos.
Pese a todo: los Anuales se han convertido en una escuela
científica más o menc-í institucionalizada: un hecho que ha puesto
límite?; a su discurso. Se hallan fuertemente influenciados por el
modelo de sus fund idores, l.ucíen Pebvre y Mnrc Bioch. A los
antecedentes de los Atmnles pertenece la ya mencionada discusión
francesa sobre el método, la cual tuvo lugar en la revista Remede
si/iilhésc hbloriqneóc I lenri lierr hacia 1900. El libro de Lucie'n Fcbvre
sobre la Pranche-Conitd, citado más arriba, señala la transición hacia
un nuevo género de ciencia histórica, que ha incorporado las ideas
desarrolladas en aquella discusión. Las magnitudes fijas que hasta
entonces habían desempeñado un papel tan importante, el éstndo, la
economía, ia religión, la literatura y las arles, pierden sus límites y su
50 C . ¡¡¡¡¡i'rs

autonomía y se convierten en áreas parciales dentro tic una culti


que lo abarca lodo. I’.sta culi ut a nn es entendida desde el punid
visln de Ins ciencias humanas, nn cuino el estilo kleoló'gíco y estét
tle i i n.i alta capa social, sino con un enfoque antropológico, conit
mudo do sentir y de vivir de tenia ln población.
I.uden Febvre y, subir ludo, Marc Mlnch, quien en los ni
i 908/09 estudió óu Leipzig y en lierSfn, Imn seguido alenlamenli
historiografía social y económica alemana. Existen también par;
lismos entre el libro de Febvre sobre ln Frnnche-Comte y in liisli
económica medieval del país del Moseln tle l.nmpredi!. Mientra
mayor pnrlede los trabajossobre ln historia regional en Alemnni;
centraba, en aquella época, en ln administración y en ln consliüici
lo que les interesaba n Lamprechl y a Febvre era la estrecha uniór
las estructuras sociales, económicas y políticas con los mudos
pensar y di* comportarse dentro de una determinada región.
Alemania, en ei período S850-1900, ile MI tiUilares cíe cátedras
historia', R7 u’níorrlfi‘íiiiiioi»(fi'c»>»hvsef5uiuln-es¡'vecí«ilisjficl-{dc-és
72 filología dtfsicn), 23 lenfnn teología o filosofía; sólo Ifl iinb
estudiado economía tincionnl y 1 2 , geografía'1. En Francia, po
contrario, la geografía era un elemenlo fijo de ln n^itynHon, ei exnr
que ern prácticamente obligatorio a fin de poder optar a una ulíe
carrera uitivcrsilarin como historiador. Y la geografía, que
desarrollada en Francia por l’aul Vidal de la Hincho hacia 1900 (el c
en muchos aspectos siguió ia tradición de ia geografía alemana
siglo xix, encabezada por Cari Riller), ern una áísciplina que situ
eí espacio geográfico en un marco hislórico-culturnl. Vida! di
Mache, ta! como fue entendido también por Febvre, evitaba er
^iv^ini’hichiininiiwí' 1 delerminismo geográfico de su «rontémpora
Friedrich Halzel en Alemania.
A la influencia tle la geografía vino a añadirse el enfoque soci
gico de Emiie Ourkheim, el cual fue transmitido a los historiadme:
los A/mnhr. a Ira ves de un discípulo de Durkheim, el ecnnniv
Fran^ols Himiand. I'or una parle, Duíkheim quería Iransfomia
sociología en una ciencia rigurosa, lo que para Siminnd siguífit
maternal izndón, I'or otra parte, para I lurkheim el objeto cení ral tle
ciencia tle la societlad esta conciencia, una conciencia colectiva en la
las normas, ins cosí timbres y ln religión son elemenlos importíu
lisias influencias explican ln estrecha imbricación en Iré geogr
economía y nnlro^nlogín ett la historiografía francesa, una imbrica
que se pone en movimiento con ln discusión sobre el método
Ln ciencia h is lM rn en el siglo X X 51

oposición a ia insistencia en el estado, la administración y el derecho,


propia de la tradición alemana, incluso de Max Weber. De este modo
se hace comprensible ia gran importancia que Febvre y Bioch conceden
a las estructuras anónimas, y también su insistencia civ la "vida
sentimental", que ellos, cu el marco de una antropología histórica,
conciben como una mentalidad colectiva, 1 ■
Los fundamentos de los Anuales fueron sentados por Fcbvre y
Bioch mucho antes de la fundación de la revista. El libro sobre la
Franche-Comté (1912) y el de Marc Bioch sobre las artes curativas
'mágicas de los reyes ingleses y franceses en el medievo (:1924)"J se
publicaron mucho antes de la fundación de la revista en el año 1929.
lista no representaba a ninguna doctrina. Siguiendo el modelo de la
; Vicrlvijahrzcilsciirifl fiir SnzinI- mui Wirlsdinftsgesdiichte ["Revista
trimestral de historia social y económica"], en rfus orígenes adoptó el
nombre de Anuales rl'histvire ccouonuqtic el sucinte ["Anales de historia
económica y social"]; después de 4946, para resaitar-aúli-míis su
.-caaSrlor.íiilordi.<ciplinar. pasó a llamarse Annales. Ecatwinies. Sodílís.
Civilisntionp ["Anales. Economías. Sociedades. Civilizaciones"]. La
historia debía convertirse en la ciencia guía, pero en otro sentido que
el que tenía para el historicismo de estirpe rankeana, Tanto en los
Anuales; corno en el historicismo, la historia era la ciencia central del
hombre, pero mientras Ranke anteponía la historia del estado a los
campos parciales, a los cuales hislorizaba, los historiadores de los
Aiinn/es anulaban los límites entre las disciplinas parciales para
integrarlas cu las "ciencias de! hombre" (sáchces ríe ¡'honinie). 01
plural es utilizado deliberadamente para subrayar la pluralidad de
. ¡as ciencias. Los Ainmles renunciaron a formular, incluso en la
..-'Apología de la historia"* de Marc Blocli”-1— unas notas tomadas en
1940 en el frente—, una teoría de la historia o de la historiografía, tal
romo Ranke hizoon ocasiones y Droyscn y Díithcy siste.ni«¡ticamente.
La finalidad de los Anuales era, tal como Bioch y Pebvre explicaron
en In introducción al primer número de la revista, ofrecer.un foro a
las diversas corrientes y a los nuevos enfoques"1.
Tampoco en el aspecto político es posible reducir Ioh'A'/íiíí /cí a
un denominador común, en oposición a los historiadores alemanes
en la tradición del historicismo, quienes, desde Ranke hasta Gerhard

‘ F .m p lo .n in n s lo traducción lilcral del Ulula nrif¡ínnl fruncís, mantenida


Imnlm'n en In Iradueriiin nli-imnn dlndn por ligera, ihih<]ui! In edición cnslullana deesa
nlirn se Im pviblicndo cmi el ¡(lilla liilmh/cdi’i/ o M tiistiiría; In cnlnlnnn, crt cmnbio, so
■.Uíetie ni Ululo tiHf'Uuil A¡mtiiji¡r ile l'hisliillK
52 (7nwj{ Cí. Ifiwrs

KiUc’r, abogaban cnsi en su totalidad por él estado autoritario y tle


poder, i’ero parn comprender el compromiso político tle los funda­
dores tle los A ititn liv en importante saber que Mnrc fllocli, que ern de
origen judío, íue torturado y asesinado por los alemanes como
miembro tle la resistencia en 1 .a situación científica ern que,
antes tic que fueran llamados a París hacía finales de los años treinta,
bebvre y Mocil se hallaban, como catedráticos de ia universidad de
lis trasbordo, cu un conflicto permanente con los historiadores de ía
Sorboun, los cuales - -como Seignobns-— representaban la
historiografía política tradicional. Más tarde las cosas cambiaron
por completo. Un las grandes obras tle lllocli, Uebvre, l:ernaml
iSrnmlel, (Jeorges í )uby, jaeques LeCoff, Ummnnuel Le Hoy Latlurie,
Robert Maiulrou, Michel Vovdle, !;ram;oisl:urely.otros, los historia­
dores de los Annnhv lograron algo que sus colegas alemanes y
franceses por !u general no conseguían, a saber, el unir la cient i fieldad
rigürñsaTOñ Iñ lw n a Üterat u rn y ganarseía aceptación tle un amplio
púbÜcts_____ ______________
I’or otro latió no debe pasarse por a lio la institucional ilación de
ios Aniuiltv. Un l*Míi fueron integrados en una poderosa institución,
la sexta sección tle la t'o>/r l ’nilitjuctlcs UiirtlcS fctinhv. lista había sido
fundada como centro tle investigación en LSíiK, siguiendo el ejemplo
alemán, y no ofrecía carreras normales, sino que estaba dedicada
exclusivamente,-! la investigación ya la formación de investigadores.
Un la cuarta sección, la tle ciencia histórica, fueron introducidos en
los años seleuln tlel siglo xix los seminarios concebidos según e¡
modelo tle Ranke, La sexta sección, que fue fundada en I9df> y que
desde M72 funciona como un centro independiente — la Ecolc tic*
Uiiithv l'Jitihv ni .SYrViftrs Serm/rs (lil ItiSS) — se propuso como objeti­
vo integrar en una exhaustiva ciencia del hombre nn sólo las ciencias
sociales que habían sido importantes parn los Aiimilrs en los primeros
anos, a saber, la economía, la sociología y la antropología, sino
también la lingüística, la semiótica, las ciencias tle la literatura y del
arle y el psicoanálisis. Mientras antes de I W J los miembros tlel
círculo tle los A/iinrhv eran unos marginados, con in creación tle esta
nueva institución, apoyada con fondos del consejo nacional francés
de investigaciones científicas (CNRS), llegaron a ejercer una gran
influencia ett ln investigación y en [a asignación de plazas.
tisln.inslitiicionali/ación tuvo resollados conlratliclorius. Favo­
reció ia investigación inlertlisciplinary, con ello, a menudo una nueva
receptividad, I li/.o posible el trabajo en equipo y proyectos coordina­
IM «.mitin iiimiuiui líí i¡4

dos en Iof ijuc se recimía de forma creciente a las nuevas herramientas


que proporcionaba el íralnmiehlo electrónico de dalos {yj que en
ocasiones lomaban un cari?, dentiricisln). Asf, en los años sesenta y
setenta surgieron por un Indo las grandes síntesis ele Fernand Brnudel,
Pierre C.oubert, Jacques Le Coff, (Jeorges Duby, Emmanuel Le Roy
Ladurie y Robert Mandroti,* 5 y por otro aparecían en los Anímica
artículos altamente especializados, que con frecuencia estaban escritos
en una jerga Inl que resultaban incomprensibles para el profano.
Pese a In variedad de enfoques melódicos e ideológicos en los
8(1 años que lian transcurrido desde el libro de Febvre sobre la
Franche-Comté, publicado en 1912, las obras tle ios historiadores de
los Anuales presentan puntos en común. Para elucidar esto pasare­
mos revista brevemente a algunas obras del perfodo que abarca
desde 1912 basta mediados de los años ochenta: el libro de Febvre
sobre la Franche-Comlé; el de Marc Bioch La socicdnrl feudal, publica­
do en-i-939/40; el libro de Febvre sobre la incredulidad en la época de
Rabelais, de I9¡12; el libro de Fernand Brnudel sobre ol mar¡Mcdite~
rráneo, de 1949; Uts campesinas iii'í Tjii'i^iüüivc (Í96fí) y~M'airiniibu
{1975) de Le Roy Ladurie y, finalmente, los dos primeros volúmenes
de !a Idenlilé de In Frailee ("Identidad de Francia"]117, cíe ÍJrnudel, de
aparición postuma en 1987 y 1988, respectivamente,
F.n ninguna de estas obras existe ya un punió centra! o una
institución central que pudiera servir como hilo conductor de una
historia, en la que las acciones de las personas desempeñan un papel
decisivo, Lil estado y también la economía han quedado integradas
en unn consideración global ele ia sociedad, listo no significa que se
ignore el elemento político. íisle desempeña'!!» papel sustancial en
ei esUidtode Bioch sobre In sociedad fei clal1 — si bien distinto del que
tenía en la mcdicvfsticn alemana, para ‘a cual son de máximo relieve
la constitución y ln administración— ; saber, como un complejo de
modos de comporta miento y de relacio tes humanas. Al hablar de un
"complejo" evito conscientemente el ce icepto de "sistema", concep­
to que tampoco ios historiadores de lo? Aúnales emplearon apenas y
que objetivaría y cosificarfa excestvanv nlc los modos de comporta­
miento humano. Por la misma razón ta abién se debe ir con¡cuidndo
al habla, tle una "estructura", concepto utilizado alguna vez por los
historiadores de los Anuales. Las person; s, los hombres individuales,
rara ve/, aparecen en eslas obras. M o u l i i l l o t t es una excepción y, en
cierto sentido, representa el comienzo el ■unn nueva etapa, I .os reyes
en Ln sociedad feudal de Bioch, por ejcm| lo, sólo son mencionados a!
54

innrgen, mientras que en el libro Hubíccl Mediterráneo de Brnu


son tle.slerrmlos n ü im 'parle separada de! libro, no unida de for
orgánica con Ins dos partes principales. Se niega el concepto ideali
tic la personalidad, tlel individuo, que era fundameníai para tod<
concepción de la burguesía cuita del siglo xix. Tampoco los cam
sinos y campesinas de Montnüiou, e! pueblo medieval de herejes
Líü Hoy Laduri®, son personas en el sentido idealista de unos indi
dúos que tuvieran unn kk'n dnra tie sí mismos y tie su mundo.
Otra ruptura con in tradiciones ln rupLumcon ln itlea hlstorici
tradicional acerca tiel desarrollo tie ln hisiorin, ln ruptura cor
conceplo de un tiempo de progresión lineal, el ey.l1hnsin enton
hnbfn sitio imprescindible para ln concepción tle ciencín de ln cíen
historien. Según Keinhnrt Koselleck !n itlea tie que existe una lítate
y no sólo historias”" es ftmdnmenlnl parn ln transición tle ln épi
preinodernn n ln época moderna, después tle 1750 npmximadnm
TeT^MIchül^oucriitfí~OTTOiikTir™lrí^d'e'n“ lTvTTTnT-hirítnrra-corTTm
mvrilí'ii'.ri i.lt* la i■i ior.1 inodefon ni ir va ha Ilegado a su fin. I’ero en
ya mencionadas obras de los historiadores tle ios Ainwlfp.vn cnsni
no existe ya un solo tiempo, sino tiempos muy diversos, así ei
clásico ensayo de ]ñeques Le (.kiff !'J fífihjp <leln /',;!rsiii i/ tí íian¡<o
wm -rim tíi'en ln l'.thiti Mt'illam y en e) libro sobre el Medilerníneo
íknudel, en el que distingue enti'e el tiempo cnsi estaciona rio tlel r
Mediterráneo como espacio geográfico !hi hn :¡.r thiriv), el lien
lento tle las eslructurns sociales y económicas free/eiícfiírt'sj v
¡iempo rápido tle los acontecimientos polínicos frvriiattr)//.^}, Jo
ron el concepto del tiempo se pierdo tnmién la confianza er
progreso y, ron olla, la fe en in primacía tle ln motlei'na cid i
occidental en ln hisiorin. No sólo es que no hny.n ynun tiempo i'tni
que pueda servir como bilis conductor de unn narración; tnmpi
existe yn ningún punto único de referencia en torno ni cual
narración puedn articularse. lit concepto de nación, tjiie fue
importante para ia fe.tjue ln burguesía culta y in ciencia histórica
hisloricismo tenían en ln hisloria, se disuelve. Con pocas excep¡
lie s , la historiografía tle los /tiritóte es regional o supranacioi
Como historia regional sigue el ejemplo proporcionado por el ii
de bebvresobre ln Pranche-Comlé, describiendo los contornos cu
rales y sociales tle tina región sobre la base de un cuidadoso exnn
empírico. De carácter Ruprnnndonai es, por ejemplo, Ch’Hhnl
tmilcriclh' rl ("Civilización material y cnpitnÜsmo"] (19
197t))!,ltle Brande!, t|tiien pone tle relieve ins rnrncterfsticns de t
Lti cin iciit histórica en el sigln X X 55

gran área, en este caso las del mundo europeo en la época del
capitalismo temprano, en comparación con el mundo extraeuropeo,
siempre destacando los modos de vida y ele comportamiento. La
última gran obra de BraudeS, su historia nacional francesa01, vuelve
a ser, en cambio, historiografía nacional, que, Sin embargo, persigue
el objetivo de destacar la variedad de las regiones, francesas; y ia
capacidad de supervivencia de Sos modos de vida premodernos,
especialmente de los de la cultura campesina, en la Francia moderna.
Estas observaciones sobre la concepción de in historia y la
práctica historiográíica de los Anuales no pretenden dar ^ entender
que se trata de una ciencia que no hubiera cambiado en el transcurso
de ochenta años. Existe una continuidad entre las concepciones de
historia y los métodos de Febvr y Bloch y de Jos historiadores
posteriores de tos Ammles; con lodo, los Anuales reflejan los cambios
más relevantes en el pensamiento histórico del siglo xx, pero habién-
~doíesc<f¡Tfc rí ctrrsi.rpTO pkrcaráctcT—bar^cstnic k+ras-figura-H-en-pr-i me-r—
piano, pcro-csas. cstriK-turas tienen siempre una dimensión mental,
sin la cual no existirían. Cuando Bloch se ocupa de la técnica, ya sea
del molino de agua o del arado'12, entonces las herramientas con Jas
que trabajan ios hombres en una sociedad determinada, s,on para él
siempre la clave de acceso a su modo de pcnsnry de vivir, A ello se
añade que, especialmente en los trabajos posteriores a ta1 II Guerra
Mundial, se percibe una relación de tensón entre un concepto de
ciencia fuertemente empírico, en algunos aspectos positivista, y otro
cstructuralista que pone en duda esc positivismo. Sobre todo Rraudcl
-" subraya una y otra vez los fundamentos materiales de la historia. Por
materiales él entiende los factores geográficos, climáticos, biokígi-
. eos, tecnológicos y los condicionados por el mercado, los cuales,
naturalmente, no tienen nunca una causa puramente mecánica, sino
que,son configurados por ios hombres; de ahf su interés en la cocina,
la ropa, la moda. Por geografía entiende una gcographic innunitie, la
cual, en la tradición de Paul Vidal de la Dlache, resalta el elemento
humano. A menudo señala los límites que esos factores materiales
imponen a la libertad Humana. En la historia económica de Francia,
que escribió conjuntamente con el historiador de la economía Ernest
Labrous.se'11, le interesan las grandes coyunturas cíclicas que son
importantes para poder comprender la estabilidad histórica y ei
cambio histórico. E¡ siguiente paso, que no dio c! propio Braudel,
pero sf sus discípulos, es la historia económica y social ciíantitativa.
En los años sesenta se impone en Francia, do modoíparecido a
56 (Tn»í¡ lí- ly,X<‘rs

como sucedió en los lil-.UU., in fascinación por las cifras y por ol


ordenador, lisia fascinación no se circunscribe do ningún modo n los
/biiíii/cs, sino qne es adoptada en gran medida por ln investigación
internacional. La demografía histórica surge primero en l?rancin y
en Inglaterra como nnn ciencia puramente cuantilníivn. IVrocon ln
reconstrucción do familias pronto se ocupa de las condiciones de
vida do una forma más concreta. Lciculminadóndeuna historiografía
que trabaja con modelos cunutilnlivos, neomnltusinnos, do
mlorrefación entre la población y el precio tle los alimentos, es el
libro de Le Roy Ladurie sobro los campesinos en Languodoc desde
la pesie del si}’,lo xtv liadla la revolución demográfica y agraria riel
siglo Win. Sin embargo, en so exposición de los sangrientos conflic­
tos que acompañaron el carnaval de Rontnns en 15?", Le Roy
I .adune va al mismo tiempo más allá de una reconstrucción abstrac­
ta J e los grandes ciclos económicos y demográficos y se ocupa de la
reforma protestante, a la que considera en el contexto dt7esosTicíos7
i..... íílenfoque mntcrfít¡rcnj»Hnnlt*PfaH«tflrCT»n«{í-Uiyesók» - « « 3 cara
J e la historiografía tle los Aiuttihv en los años sesonía y los primeros
años setenta. I le mayor trascendencia para la investigación histórica
.posterior fuela historia tle las mentalidades. A inlikliiiiviíi’siiiciihtlili!.'!"'1
se la diferenciaba rigurosamente de la historia tle las iens tlel
historicismo — de la tle Kriedrieh Meineckc o tle Honetlelto Croco—
y también de la inlrllri luiil hishuy, que en los años posteriores a I V<1 ()
había ganado en importancia en los F.li.UU. I.n historia idooiógicn y
ln itili'llrflinil liítlon/ parten tlel supuesto tle que las peronas tienen
ideas claras y t|ue son rapaces tle trnnsinilirlas. i .os textos son una
expresión tle las intenciones tle sus autores y como talos deben
tomarse en serio, ¡i! concepto de nicnhilili', en cambio, designa
posturas que son mucho más difusas que ias itlens y que, n diferencia
de éstas, son propiedad de un grupo coleclivo, no ol res» i lado tlel
pensamiento de determinados individuos, l-n los años setenta la
"historia de las mentalidades" (hitfaúr thv umitalilcs) $q asocia con
una "historia serial" (hkltúrc tfrirllv), en ln t¡no largas secuenrins de
tintos son procesadas electrónicamente, por ejemplo el contenido de
miles de testamentos en un momento determinado y en una región
o localidad determinada, a fin decsiudiar el proceso tle seculariza­
ción y las ulens sobre ia miterto"\
Junto n esta aproximación cas, mecánica a ln historia de las
, mentalidades os importante ol intcn'o, de naturaleza muy distinta,
tle penetrar hasta las estructuras le pensamiento ocultas en ei
J.n deuda historien cu i'i st^ni a a

subconsciente colectivo. lista corriente de investigación vio allanado


su camino por la obra de Febvre, publicada en 1942, sobre líl problema
tic ln ¡in tciliilidñii en !n cjincn ríe Rmuhtis. Parn responder, por ejemplo,
n ln proponía de si Rabelais fue aleo o no, no son decisivas las ¡deas
explícitas, sino el instrumental lingüístico con el que pensaban los
hombres de ln época do Rabelais. 1.os métodos hesmenéulicos del
historicismo no son suficientes para "ciüender" las concepciones
di i'i osas de una época, la lengua contiene algo mucho más concreto,
algo mucho mas libre do subjetividad, un resto arqueológico que nos
permite acceder a una cultura del pasado. La prioridad de la lengua
ya fue formulada en ln obra de Ferdinnnd de Saussure Finidnmeitlas
¡ir $viteml"" publicada postumamente en 1916: la lengua
determina el contenido del pensamiento y, ron ét, la cultura, y no
viceversa. Toda cultura, toda suciedad es un texto que debe sc|l
descifrado. Desde este punió de vista debe comprenderse también ql
“tratamiento qrrcrfcrrltoy-badtn‘ie-dfl-n-la-ma-tM^a-pe-E-pelrndn ponias.
«!tns--rapas.Jiugc.i.l.iQltCB. contra Ins bajas capas católicas durante el
carnaval en !a ciudad de Romans, en el sur de Francia. Detrás deí
simbolismo sexual de los desfiles de carnaval se oculía una estructu­
ra más profunda de las relaciones y acciones sociales.
lin los trabajos de los historiadores de los /lijim/rf? de loij últimos
ochenta años llaman la atención dos cosas; el descuido de la historia
posterior a I7H9, y n ta revolución industrial, y la concentración en ta
época premodérnn, en el Auricu Regíate y en la lidad Media. Por lo
vislu, este abandono tiene que ver con el hecho de que las concepcio­
nes y los métodos se pueden aplicar ¡nejo ' a las sociedades'relativa­
mente estables que a aquellas que se hallan sujetas a rápidos cambios,
y además, — lo cual no es ninguna coincide ncia— con el hecho de que
IMoch era medievalísia y Febvre un histo1 iador especializado en los
inicios de la lidad Moderna. I’ero tal vez e-íte abandono esté también
relacionado con un cierto cansancio con r( specto aS mundo moderno.
Ln cualquier caso: en los años treinta ¡oí Án/wies dedicaron mucha
atención a los problemas de ía moderna sociedad industrial en Ins
grandes ciudades del mundo desarrolla:lo, así como también del
minado todavía colonial. También se nn?¡izaron las huevas formas
políticas —fascismo, bolchevismo y New ’Jenl— . Ln los años setenta
aparecieron tos trabajos de Maurice ulhon'm y Monn-OzoníZ”
quienes estudiaron las tradiciones republ canas del sigto x¡x a través
de sus símbolos. !;n su historia de la Revolución Francesa, Franqois
Furet1" 1 volvió a descubrir la política y las deas. En los años ochenta,
5H Gcuf.v G.

!n obra colectiva U v I.ieux de A/li1íi»r>tH,,.en cuy a elaboración parí


ron muchos tic los importantes colaboradores de los Amia!
ocupa ilc los símbolos y tic ¡os lugares-conmemorativos
moderna conciencia nacional francesa. -■
I Vso a ln atención que han recibido en el ámbito internación
Anuales no lian dejado nunca tic ser un fenómeno específica!
francés, profundamente arraigado en las tradiciones científicas f¡
sas. I'ero como modelo a seguir para hallar nuevos caminos
investigación histórica de ¡a cultura y de la sociedad lian ejercid
gran influencia internacional, lista influencia se extendió tambiéi
países socialistas, donde un número creciente de historiadores re
ció que ios Anuales brindaban un acceso mucho mejor a !a ci
material y a la vida cotidiana del obrero que ef dogmático marx
Asf apareció incluso, en 1971 en la Unión Soviética, la gran ol
ffiriwsfi del hombre medieval,"" de Aaron líuricvich, que, totalr
liberada tle los esquemas mnrxislns, se movía en la tradición de
j ............
*■v » |'ml"fi
u fm i-iii
u i’n.>vi - , i „ i.,,. ......_______________
»->».
lea quesos concepciones tle ciencia son más complejas que las de
tendencias sueiocienl (litas tle la ciencia histórica. Kilo incluye mu
sas contradicciones en la teoría de la ciencia y en ia práctica cicr
de los Anuales. Por un latió se encuentran repetidamente enfoqi
pro tle un pronunciado cientificismo y de una objetivación
historia. Sobre lodo en los años sesenta y en los primeros años se
algunos tle sus representantes, entre ellos Pitrel y l.e Roy l,m
subrayaron a menudo que 1 1 0 existe’ unn hisiorin social científica q
trabaje COn métodos cuantitativos. Por olrn Indo, liloch, Fe.bvi
Coff, Duhy y oíros con frecuencia han leuiilo en cuenta fuentes
el arle, las costumbres o las herramientas, que llevan a mod'
pensamiento cualitativos mucho más sutiles, lisios trabajos tai
lia 11 relnlivi/.ado el riguroso límite que separa la ciencia tle la liten
. A la ve/, e| enfoque Antropológico, que desde el principio for
parle tlel pensamiento tle los Aúnales, lia logrado que se cuestión
pretensión tle exclusividad tle las itleas occidentales acerca
ciencia, una pretensión que 1 1 0 sólo teufnn fvlarx y los teóricos am
nos del crecimiento económico, sino también Max Weber. C
. rechazo tle es!a pretensión esta también relacionado el csceplit
con respeclo a ¡a civilización moderna. Así llegamos al punto en t
el pensamiento histórico y la práctica historiografía! se aproxim
forma catla vez más crítica a huías las ideas tradicionales sol
historia como ciencia rigurosa.
S eg u n d a parte

D e la ciencia social histórica al "g iro lin g ü ís tic o ".


Teoría de la historia e histo rio g rafía en los ú ltim o s
veinte años

1. El retorno de la narrativa

En 1979 apareció en ln revisto Pnsí nml P/vscnf, que desde su


fundación en ios años cincuenta constituye un foro para in éitscusióii
sociohislórica en Gran Bretaña, el ensayo de Lnvvrence Slone, El
retorno de ln narrativa. Reflexiones acerca ríe una nueva y vieja historia*.
En osle yn célebre ensayo1, Slone constata para los años ¡setenta un
cambio fundamental en lo que respecta n ia comprensión de la
historia. Habla del "fin de ta creencia de que sea posible una
explicación científica coherente de las transformaciones etei pasa­
do", tal como pretendía, en ln época de posguerra, una gran parte tic
ln historiografía de todas tas unciones. Según Slone, lia surgido, en su
lugar, un interés renovado por aquellos aspectos de la existencia
humana que no se dejan reducir fácilmente a modelos abstractos y,
. en consecuencia, ln "convicción de que, enmo determinantes del
cambio, la cultura de un grupo o incluso la voluntad de mi individuo
deben ser tomadas tan en serio como las fuerzas impersonales de la
producción material o del crecimiento demográfico''3. Esta insisten­
cia en la importancia ele las acciones humanas y de la conciencia
humana nns retorna hacia una historiografía narrativa que se esfuer­
za por tener debidamente en cuenta los aspectos subjetivos de la
existencia humana.

* Nos ha parecido preferible "historia" a hislormgrafía, en Iíi lf aducción del


Ululo «Id artículo tU? Síone -<|tic Igftcrs menciona cu su versión níemajiiv- porque en
mjiiri aparecí! Uhíon/, no htafuricdl t r r i l i n ilisloría «tí eníiendi', clesde luego, en el
sentido de lilslorioRraífa y por eso tnmbtón es corrccln la traducción ni alemán
(rirsWMV^fííríín’fífiíírylcie
fin ('nn;*; tí. limcrs

¡'oro !:i! alejamiento do las ciencias sociales analfllcas no supo--


110 , 011 motil» alguno, un retorno n ins teorías y a la práctica del
historieismo clásico. Do las corrientes sociocien tíficas de la
111.stunugrafia do los años do posguerra .so adoptan importantes
lomas y aspiraciones. l,os Amalles y ía demografía histórica lian
allanado, cada cual n su manera, el camino hacia una historia cuya
atención no si' centra ya en las élites, sino en las capas amplias tle la
población. De este nimio, la "nueva hisloria cuílural" tic la vida
cotidiana, que rechaza rolundamenlc’ el estudio tle los procesos
anónimos y los métodos cuantitativos di' la "nueva historia social"
que la precede, no solamente significa una ruptura, sino al mismo
tiempo Inmhién una continuación de formas anteriores de la
historiografía social. Como resalta Slone, la nueva historiografía
narrativa se dedica, en contraste con la tradicional,."casi exclusiva­
mente a los itinerarios vitales, los sentimientos y le: modos de
comportamiento de, los pobres e insignificantes (y no de los ricos y
poderosos)", Al contar "ía historia tle una persona |...j o ¡a tle un
acontecimiento dramático, no lo lince por esa persona ti ese aconte­
cimiento en sí mismo, sino para arrojar luz sobre el modo de
funcionamiento tle una cultura o de una sociedad del pasado"-’. Para
avanzar en ta comprensión tle una cttliura o de una suciedad no
rompe,en modo alguno, con los métodos y conceptos sociocientíficos
tradicionales, sino t|tie los transforma. Como veremos, la nueva
historiografía significa una ampliación do la racionalidad científica
y no una renuncia a ella. F.l mundo de los hombros es considerado
como más complejo tle io que era en la concepción positivista de !a
ciencia, y por ello precisa también tle prácticas científicas que den
cuenta tle esa complejidad,
Al mismo tiempo, sin embargo, para la nueva historiografía se
vuelve extremadamente problemático e! concepto tle ciencia, así
como la relación con ella, til profundo cambio estructura ique viene
sufriendo la sociedad moderna va acompañado de un escepticismo
ante la ciencia que se ha acrecentad» en los últimos tres decenios y en
el que se manifiesta ¡a desazón por la moderna civilización técnico-
científica, desazón que ya se percibía en la crítica cultural de finales
tlel siglo xix y tle principios del xx. F.n las disputas políticas de la
segunda miiat! tle los años sesenta, desencadenadas en los F.li.UU.
por los conflictos suscitados en torno a los derechos civiles y a la
guerra del Vielisam, lo que importa no es sólo la, crflica a Ins
fundiciones políticas y sociales reinantes, sino también la crflica a ln
Ln cicncin hishh ia i en el si%h X X bl

calidad de la vida en una sociedad altamente industrializada. Ln fe


en el progreso y en la ciencia, en la que se fundamentaba no sólo Sa
historia económica cuantitativa de la New Economía Mistan/ sino
también el marxismo, resultaba cada vez más cuestionable en vista
de Sus peligros y de la brutalidad que acarreaba ci proceso de
(calificación en el Primer y Tercer Mundo, lis importante taller claro
(.¡Lie los movimientos estudiantiles de finales de los sesenta en
Ocrkeley, París, Berlín o Praga estaban dirigidos ai mismo tiempo
conlra el capitalismo realmente existente y contra el. marxismo
ortodox:-'. Por lo que so refiere a los desarrollos que tuvieron lugar en
la historiografía, esto es importante para comprender por qué ni los
modelos sodocientíficbs habituales ni el materialismo histórico fue­
ron capaces de seguir convenciendo. Ambos parten de concepciones
mn crol listó ricas y macrosociales, para las cuales el estado^ el merca­
do o — para el marxismo— la clase, constituyen conceptos centrales.
Ha e! Irasíoudo yace la fe firme en la posibilidad y en ía deseabilidnd
tic im creciiuienio citüsifííerrrrtGrílo ewfltfttlad©-.-................•
F,n estas concepciones macrosociales había poco espacio para
aquellos grupos de la población que hasta entonces habían quedado
excluidos de un orden social patriarcal y jerárquico y coti los cuales
tampoco el marxismo clásico se mostraba muy comprensivo: muje­
res, minorías étnicas, grupos social y culturahnente marginales, ios
cuales ahora reivindicaban una identidad y una historia propias. A
esto se afiad fa que, concentrada en los mn ero procesos, la historiografía
establecida orientada a ias ciencias sociales no tenía ningún interés
por los aspectos existenciales de la vida, aquellos que conforman la
vitla de cada día, am todas sis emociones y temores (aspectos que,
sin embargo, ya habían merecido unn notable atención por parte de
los historiadores de los Atnm.es). •
Hn la concepción de his oria de la "Nueva Historia Cultural"
desempeña, con frecuencia, un papel de primerísimo orden una
valoración pesimista de la hi .toria occidental, unida a una relación
muy paradójica con el marusiño. De él muchos de los nuevos
historiadores e historiador! s adoptan la concepción de que la
historiografía posee una‘función emancipadora. No obstante,.esa
emancipación -—(5 las presiones de las que los hombres deben
emanciparse— es imaginad? por estos historiadores de un i nodo
totalmente’ distinto-de. cótnc la vefa el marxismo clásico. Según
boucnult, esas'presiones no uirgen, en primera instancia, de las
estructuras institucionalizad: s, por ejemplo del estado o.del domi-
62 C>Yt>;tí. f-jjfi'is

ni o di' ctet?, sino que so encarnan en ins muchas reln


inlerpersonales, en [ns que unos hombres ejercen pudor soba
. I ’ero, ni mismo iiempo, l,i ¡tico tic ln timrrón emancipador;
ciencia vuelve a ser cucsíionada. I ras Ins amargas experienc
Sos esfuerzos nmrxií'.lar; o mnrx islas-leninistas desde la revohn
noviembre de 1917 por ron vertie las utopías en realidad, Indo i
de hacer ciencia con prelcusinues ideológicas o emancipado
bajo la sospecha de querer manipular ¡a verdad y ¡as person
luí la ciencia hislórica de los años setenta, las ciencias s
anienores no sólo desempeñabais sm papel relevante, tal
veremos ni Irnlar el ejemplo tle ln ciencia social hislórica en Ale
y tlel marxismo en general en el mundo occidental; experime
incluso un nuevo auge. I'ero los lemas y, con ellos, los mcíodi
historiografía social, cambiaran. El íoco de álención se despi
las estructuras y de los procesos hacia las culiurns y los mo
vicia» pero sin disolver necesariamenle la unión enlre los dos
ünn ii¡síorioj;rnna que se deciicn más decididamente n ias esq
cías existenciaies tlel hombre medio precisa tic métotlos allern
capaces tle aproximarse más a la comprensión tle esle rmm
tjue por ello, en ln predica, renuncie a ln prelensión decienüí
Con lodo, le»s historiadores un siguen, por lo común, la
radical a ln ciencia, ejercida por los teóricos posl modernos (13
De Man, While, ¡:oucaull, Derrida), para quienes !n hisloriogr
puetle redamar ninguna cienliíicidad y quienes, por ello, la «
ran exclusivamenle como un género íilernrio. Tampoco la "
. i listona Cultural", la cual se mneslra reacia al uso tle teorías,
en una "descripción densa" ’1 etnológica, sino que combina c
medida, como veremos en los nparlndos que siguen, proceil
ios hermenétilicos y nuaíílicos.

2. Temía crítica o hisiorin social. l..a ciencia social histúrica


República Federal de Alemania

IV,se n que las aspiraciones y aportaciones críbeos


hislorindofes sociales modernos en los países ocddcníaleS cc
mss. en los años sesenta, n una discusión fundamental c
iniciííndose, itttfe que en ninguna olrn épo<;a desdé la Nuslrac
discurso que rebasaba las fronteras, las nuevas corriente,1
historiografía y tlel pensamiento histórico en la antigua Re|
I.ri n'i'jicm /íisldriai cu e/ XX 63

Federal de Alemania so diferencian sustancialmente de las de otros


países occidentales. En particular, la historiografía social francesa de
los Alíñales, de ía cual partieron impulsos decisivos para la investi­
gación moderna, se lia dedicado sobre todo a la ¿poca prclnoderna,
preinduslrinl, acluando así en consonancia con el malestar que
provocaba e! mundo vital moderno. Una gran parte de ia investiga­
ción alemana federal, que se movía en nuevas direcciones
metodológicas y conceptuales, se dedicaba, en cambio, a la época
industrial. i
Dos motivos lian desempeñado seguramente un panel en ello:
la necesidad moral y política de afrontar los crímenes cfq la época
nacionalsocialista, y, como resultado de ello, la tarca de investigarlas
causas de aquella catastrófica evolución. A esto último contribuía; a
su vez, una necesidad de recuperación que, en comparición con
otros países occidentales, era doblemente acuciante. La cuestión que
se planteaba era la de si Alemania —y, en caso afirmativo, por qué
y cómo— había seguido, en el transcurso de la fundación del imperio
en el siglo xi.x, un "camino ¿spedaT^qíwscap^ evolución,
considerada como normativa, de los modernos estados industriales,
en los cuales habría tenido lugar una modernización económica y
. técnica en el marco de una democratización política que se vió
bloqueada en Alemania. De las condiciones políticas y de las intelec-
¡nales, relacionadas con aquellas, así como de la actitud frente a la
historiografía en el Imperio Alemíln, fue característica la disputa en
torno a Lamprechl, cuyo resultado fue, a fin de cuentas, que los
historiadores alemanes continuaran interesándose básicamente por
el estado y la política. Mientras que en otros países occidentales, —
y también en Rusia y en Polonia— una vez finalizada ía discusión
internacional sobre el método'1 iniciada hacia el final del siglo pasado,
i¡na historiografía social interdisciplmar y analítica le disputaba la
primacía a la historia política narrativa, Sa cual se centraba en los
acontecimientos y en las personas, ésta continuaba mantc deudo en
Alemania y, después de 1945, en la República Federal, su papel
preeminente en la ciencia histórica lodavía durante mucho tiempo.
La revisión crítica de fas tradiciones autoritarias de lii historia
alemana y de la ciencia histórica con ella relacionada, no líivo lugar
aquí hasta los años sesenta de este siglo, en un momento en el que,
en los demás países occidentales, la crítica a la modernidad ya
cuestionaba las premisas sociocientíficas de la historiografía.
Un punto de partida importante para la aproximación crítica al
C'i'iii v; f

pasado alemán en ln República Federal fin1 ln discusión sobre el


estudio tic Fritz Fischer, publicado' en l % i , sobre ios objetivos do
guerra alemanes en la Primera Guerra Mundial, incluido en su libro
G iilfiuu li th'i Wrlltiinrltt |"íín pus di1 ln hegemonía mundial" |. Pese a
queesie libróse basaba en una revisiónenteramente convencional de
uncís documentos estatales, ln rtinl llevó n Fischer n ln convicción de
¡¡lie ei gobierno del Imperio había aceptado conscientemente una
guerra preventiva en et verano de 1914, elautor relacionó Ins funestas
decisiones (¡ue condujeron n in guerra con Ins intenciones de ciertas
asociaciones ron intereses económicos comunes. F.sto hizo necesario
i|ii(' se ampliara ln investigación desde los acontecimientos y Ins
decisiones, proporcionadas por los documentos, hasta el marco
estructural en ei c|ue esas decisiones fueron tomadas. Las tesis de
Fischer sobre los objetivos de guerra alemanes entre 1914 y 1918
plantearon también in cuestión de ln continuidad hasta los planes de
conquista nacionalsocialistas, asf como ia cuestión del arraigo de esa
políticaen- las esliuc-luras sociales ..y...políticas que se remontaban,
cuando menos, al siglo XIX7.
Para el su raimiento de una orientación cris ica en el seno de tilia
generación inris joven tle historiadores que se formaron después de
la (1 (.hierra Mundial y a ios que les separaba tina mayor distancia del
pasado que a sus maestros, — los cuales habían iniciado sus carreras
en el III Kelcii— fue importante ia publicación de los ensayos de
líckarf Kelirde la época de Weimar tardía y la reedición lie su lesis
doctoral Sthliiclillhillnibnii nntl iW/cífiii/r/ií; ¡"Construcción de la ar­
mada )■política de partido") de 1931), ediciones ambas de las que se
cuidó en 19f¡ü y ÍOtifi, respectivamente", i lans- Ulrich Welvier y que se
situaban en el contexto de Ía controversia, suscitada por los trabajos
de Fischer, en torno al pasado a lemán. Para Kelir, quien murió en 1
a la edad de treinta años, y para ¡os jóvenes historiadores que
relomaroii sus ideas en los años sesenta, fue fundamental la tesis de
un desarrollo anacrónico en Alemania desde eí eslatlo tle los
1 lohenzollern del sij^lci xvm. Afirma que "en consecuencia, ln indus­
trialización alemana se afirmó dentro de la concha del estado autori­
tario tradicional"'1,cuyos valórese ideales procedían de una suciedad
y tle una cultura más anligna, preindustrinl. Por eso, la política
alemana que condujo n la Primera Guerra Mundini era para Kehr,
Fischer y Weider un resullatlo de ias tensiones que había generado la
contradicción entre la modernización económica y social por un lado
y el atraso político por otro.
I
l'ara Kclir y para Wchier, in ciencia histórica tiene’ — y es
conscienle de ello— una función crítica, la cual para Wchlcr, quien
Sf apoya en Horkheimery en la Teoría Crflica, consisteen mensurar
las condiciones reinantes con el cnlcrin de una sociedad razonable5".
Si bien Weliler, al contrario de Kehr, se aleja ciarasncnte’cle Marx,
parlo de ln ¡ciefi.de que el desarrollo de ia sociedad alemana lia estado
determinado por la durabilidad de una desigualdad social11 y estruc­
tura!. Sin embargo, Wchier, como ya Kéfir, lee a Marx con los ojos de
Max Weber, concibiendo el poder, ln economía y ia cultura como
"lies dimensiones que, si bien, en un sentido fundamental; no lineen
sino configurar cualquier sociedad, asimismo se compenetran y se
condicionan unas a otras"12.
lin viva contradicción con ia crítica a la modernidad, la cual se
impone en ¡a historiografía occidental de tos años sesenta, Wchier
juzga positivo — con una confianza aún mayor (¡lie Weber,]quien era
consciente de la antinomia inherente a este proceso—-ei irresistible
impulso hacia la modernización. La tragedia alemana consiste para
él en ln modenVizadon incompleta: Según Wemcíy'-tt¡-proceso tic
modernización significa económicamente "el triunfo del capitalismo
que culmina en un caplaiismo industrial extremadamenlé desarro­
llado", para é! "un pitceso brtsico do ia historia social alemana"1', el
cual desde finales del f iglo xvm ha configurado ln historia alemana tle
ferina irresistible. "I,; norma de esta modernización" la constituye
el "nvnf'ce de clases 'camlidonadas por el mercado' y, en definitiva,
tle ciases 'sociales' ". F n lo que atañe a la cultura, esta modernización
significa la "expansicu dei pensamiento medio-fin de una razón
¡ustrumental" que ern ama el espíritu del capitalismo; políticamente,
la modernización sigr.íflca el "triunfo del estndo-ínsliludón bu roerá-
líen"11. Hasta aquí Marx, vislo con ios ojos de Weber. Lo que, aS
principia de su carrer i científica en los años seseóla y aún en los dos
primeros volúmenes le la Deutsche GesoliüclifíftSHCSchh'titc l” l lisloria
social alemnna"| de ionios de los años odíenla, mantiene vivn la
confianza de Wchier es la fe en que la evolución de la [ícpública
Federal de Alemania •onduce en dirección a un estado social moder­
no y tlemócrrtl ico. ’ .
Lín lo que se n fierc a !a teoría científica, la investigación
histórica y la historie grafía practicadas por, Wchlcr, Kocka y los
historiadores sociales críticos que les son afines, parten de dos
"intereses guiadores c el conocimiento"*, a saber, el cié que la ciencia
histórica es una cic-i cia social histórica a la que le interesa "un
C m 'x (i. Khíc.'s

sodlísi?! nitenliitln por problemas, do pWS>s8 S V eslrudurns


t;inlvs"j y el di» tjrtt* existe iln n estrecha rrlnrá%r enl re fe} investí
eíenlífitja y Sn práctica worinl. I*n este sentido, ln ciencia
fusionen parir de dos concepciones v] 1.1 e rndicnn e
soinU'i prrtnciún weberinnn del concepio mnrxinno de Ins fúr
nrs sociales y en !¡t ¡den tle (til proceso historien occidental ui
Kn un sentido nmplio, ln "historia de iii sociedad" es cnleudid.
in hislorin de fenómenos sociales; políticos, oconói
socioeultiirales e inieloclualos. Hl tema cenlral es ln ¡nvestip;
exposición tli' los procesos y de tos estructuras del enmbin
"Vfefn así, ln hislorin di’ ln sociedad es, n lo líirjjó de jSt
prolongados, ln Isislorin tle Ins eslrudui as sociales"1'', ta respt
IHlnd política si' hnsn en el compromiso fiJiV Ins categorías .
[curia Crítica en el sentido de Max I íorkhcimer ode 1fingen I (a Ir

.íú/..íuhi, L'XílUi!!ie Con ¿tUi ¡lio rrílieo ln. Sorii’d ad pasada v 1;* f
le "1'". Ln idea tle modernización, )ní como es representa!
Wehler, iiielnye, enln/.nmlo enn ln Teoría Crítica, ln ame
itominliva ipie une ln ciencin con los valores políticos, n sabes
In industrialización, como factor principal tle ln modero
económica, "con sn revolución tecnológica, transían:
institucional y cnmhio social permanentes, le corresponde lii
Ilición hiiciii unn sociedad de ciudadanos jurídicamente libre
Ucíimenie responsables y emancipados” . Hl principal comet
unn hislorin alemana de ln sociedad consiste en averiguar |
esln evolución fue tlislinln en Aleiirnnín tjiie en o!ios pn
lútrupa occidental y por t|ué tuvo Ins consecuencias tle fCÍ3 -^
lislrt viiscufación de unn eienrin niinlfticn tle ln histoi
idenl itu ación con en es Indo socint demecrálico se impuso
R o n üb iica Federal, en los años sesee ln v setenta, es decir,
época en la ipie estos valores, tjitr.» en cierta m anera, sorv
m o d e lo a W older, eran cuestionados de forma creciente
cfreulns intelertnales tle Ins sociedades occidentales. Sillo I;
tenía afj*o que ve r con el hecho de que, en A le m a n ia, ln disen:
lili? I ¡a d icio n e s tlel hislorici.snio clásico no oslaba a;ñn, ni
m enos, co n clu id a. Sin em bargo, en lo.s años selenta ln nueva 1
d a tle la historia tic ln sociedad redbió una sólid a base ¡nstihi
! :,l m o no po lio s|íio ei h islo ricism o clásico m antenía ei' las iln iv
des fue <|iíehranlm in. La un ive rsid ad tle llielefeld, lu n d a d a i
y n la q jíe fue llam ad o W ehler, se co n virtió en im lu g ar
I,t> cicitctn histórica n i i'I gijffft X X 67

investigación interdiscipíinár511, pnrn in cooperación entre los cientí-


riccíK sociales y humanísticos, de forma parecida n como ocúrrió con
ln Ecok ¡les 1hules Bbulvs rn ¡kkitccs. Sociales, ei hogar de lósf/liKW&S,
pero con intereses cognitivos sociales y políticos distintos. Con la
fundación tle ía serie de monografías Knlischt' Sli/iíien zur
Grschichlsu’isti'iischtifl ("Estudios críticos sobre ía ciencia histórica"]
(1972) y cié la revista Gcsdiitlile ¡uní Gcsclisclitifl ¡"Historia y Socie­
dad"! (W 5 ) se creó una vasta red de posibilidades de publicación,
Los historiadores de esle círculo se ha» dedicado sobre todo a
investigar con métodos empíricos la historia de los obreros y empica­
dos alemanes y, posteriormente, de forma creciente la de la burgue­
sía alemana.
Los temas de la investigación y ios cuestiones que se plantea­
ban eran distintas de las de la Socml Scicuce Ilistón/ americana o de
TTi^e”hTT7trrrrrríí'í:':-ContTarbrrrronÍTrrrhrrTíayriTfa'xlTrfosTnibafOSi:íc-k>S^
VV/fJlíítei la_ateiición no se ceñirá va en cS inundo t ir c in t lr ia l y en
las estructuras que permanecen estables a lo largo de prolongados
períodos, sino en los rápidos procesos deí cambio en las sociedades
industriales. A la vez, para la ciencia social histórica existe una
estrecha relación entre estructuras y procesos sociales y políticos.
Hstá dispuesta a recurrir a métodos cuantitativos, pero con una
mayor reserva que la New Svcini I ¡fotón/ americana o ia hiFloiirscrirllc
francesa. Los verdaderos antepasados de la ciencia socia! histórica
son alemanes: Marx, Weber y sus transmisores en ln República de
VVeimnr y en la emigración; historiadores como lícknrt Kehf y 1ínas
Rosenberg, quienes se dedicaban al problema tle la democratización
frustrada o retrasada de Alemania. La concepción de ciencia de la
ciencia social histórica es, por tanlo, distinta tle la Social Scieucc
I listón/, Siguiendo la tradición de las ciencias humanísticas y socia­
les alemanas, define a una sociedad mucho más en virtud de'sus
valores y concepciones de vida, por lo que una ciencia de la
.sociedad, tal como ella la concibe, debe unir métodos hermenéulicos
con métodos analíticos.
Pesea que Wehlercoloca a la cultura,como"una dimensión—sin
solución de continuidad y con igualdad de derechos— de in sociedad’';
junto al poder y a.la economía, definiéndola antropológicamente como
un complejo de interacciones simbólicas2*1 , se.lo ha reprochado repeti­
damente que descuida el aspecto cultural de la historia, En su historia
de Ja sociedad, los hombres desaparecen detrás de las estructuras, y
la cultura os tratada exclusivamente en sus formas organizadas,-
Cniiy C. Igyrin

iiniHi iglesias, escolarb.ndón, universidades )’ nsodatrionisnui. Ape­


nas se estudian Ins formas de la vida'cotidiana; en lanío que, como
.ispéelos tle ln problemática tie !n mujer, tmicamenle se mencionan
escuetamente el derecho conyugal, eS trabajo tle la mujer y el movi­
miento feminista-'1, l.n historia tle ln sociedad trabaja con
macroeonjimtos en los que apenas hay cabida para .experiencias
vitales existencia les. Hn efecto, en su I liaíoria Sochi! Alemana, Wehler
concede, por ejemplo, a las mujeres y a la vida cotidiana menos
espacio que Ti somas Nipperdey en.su/ lisiorin AlcttiatuuU' 181)0n ¡9IS,
el cual por un Indo regresa n una hisloria política narrativa y porotro
dedica ¡i la vida cotidiana, incluida la problemálica de ios sexos,
secciones más detalladas que Wehler 3\
I’ero hay que tener en cuenta que los trabajos de Wehler— como
los de Braudel— estaban pensados como grandes proyectos tle.síntesis,
jr-ntr como-h-abajos timp.tucua.xomo historia de ln sociedad, no como
historia social. No obstante, la concepción de Wehler de una historia
social crítica dio impulso a liiia j>raií t’rtfffiímd tíe hivesiij-acione:'. y
discusiones sociuliistóricas empíricas, fin el cenlro de esas investi­
gaciones figura el proceso tle indos! ráihV.ación con sus efectos sobre
clases y capas sociales, sobre obreros, empleados y burguesía. Este
interés por las consecuencias de la industrialización no es nuevo c .1
Alemania, lira ya el tema principal del A il’cihkrt'i''- fiir ntorfrnie
SozÍtil$rscliielilr ("Círculo de trabajo para historia social moderna"j,
fundado en i c>fi7 por Werner Con/.e, al cual pertenecieron entonces
(y siguen pertenecieiulo) muchos tle los jóvenes historiadores socia­
les críticos y en cuyas series de publicaciones han aparecido muchos
de sos trabajos. Sin embargo, la historia social crítica introdujo un
nuevo matiz en la investigación, esto es, la perspectiva política con
ia vista dirigida al pasado alemán y una asociación mucho más
fuerte entre la teoría y la empina., l.os temas que ocupan a los
historiadores sociales críticos alemanes tle los años setenta, en
especial la historia tle los libreros, contaban en Inglaterra sobre lodo,
pero también en América, con una lar};a tradición, y en los años
setenta y ochenta fueron adoptados en Frauda. I'ero les solía faltar
ln clara referencia a las teorías tlel cambio estructural, las cuales en
ios trabajos alemanes, en los que se resaltaba conscientemente que
la misión del historiador no sólo consiste en cnnlnr, sino también en
explicar, desempeñaban un papel cenlrnl. jiirgen Kocka lo expresó
asf: "tle un modo general, es indudable que la historia ¡lasada sólo
habrá sitio comprendida tlel todo cuando se puedan entender y
explicar fas conexiones que existen entre estructuras y procesos por
un laclo y experiencias y acciones por otro"11. ¡
. A finales de los años sesenta, Jurgen Kocka yn emprendió el
primer gran iiiLento de emplear modelos teóricos en el análisis de
desarrollos sociohistóricos. Mediante el ejemplo de la gran empresa
Siemens intre 1847 y 191411no sólo se analiza e¡ problema general que
supone la formación de un colectivo de empleados, sino que también
se verifica el Upo ideal weberinno de la burocracia en la economía
privada, lio este i rali ajo, y aún más en su investigación comparativa
de ios empleados en Alemania y América entre 1890 y 19'HF, donde
lo que le interesa a Kocka os hallar unn explicación de la proclividad
de los empleados alemanés hacia el nacionalsocialismo, se intenta
clvam eníc traspasar los límites de las estructuras y de lori procesos
objetivos y entapar éstos con la conciencia política de los Afectados,
lista relación de las condiciones laborales con las realidades
-exi-sieivcialcs de jos obreros y, además, con la cultura de los obreros,
desempeña un papel cada vez más importante en~ÍoS trnti,ifo:r
empíricos cte los h1 ífls® i^ itiry,Tjdiciitflr«iee^ee«f«s$vd8 -!a-»!da del
obrero, por ejemplo de las condiciones de vivienda, del tiempo libre
y de ln familia. En muchos de estos trabajos, también en Kocka, el
concepto de clase ocupa un lugar decisivo. Se basa en una concepción
ile capas sociales que modifica el concepto de clase marxinno, pero
que presupone, — en un g-ndo aún mayor que Max Weber, para
quien el estamento* y ei hor nr continúan ocupando un lugar impor­
tante incluso en la sociedad industrial— ia estrecha relación entre la
conciencia de cíase y las reí iciones de producción. I’ero los trabajos
empíricos sobre el colectivo obrero, por ejemplo los estudios de
Nielhammer, Tenfeldc y Bi jggcmcíer en Ins años setenta sobre las
’ condiciones de vida de los i niñeros del Rulirir’, conducen .necesaria­
mente— así al tratar la cucst ón de los inmigrantes polacos en la zona
del Rirhr— n factores tales orno ln clnicidad y In religión,jque, si no
desbaratan el concepto de el tse, fuertemente influenciado por Marx,
sf lo modifican de un modo fundamental.
ír.sín ampliación de 1 .- historia social desde una historia de
estructuras y procesos socii'Scs hacia una historia de la vida y ele la
cultura no quedaba limitaca a la ciencia histórica alemana federa!.
Partiendo ele un concepto d : ciase marxista clásico, HartmutZwahr

* "Sl.inti",en el c)rtf>ln,it. ijui'tln í.1l’nuiiiifliíslti i;nt:*ílc capíltllu, t'l wlmnerr


ln es unn calegorínsociolófiícn cap tal en Weber y no se aplica únicamente n lasodechj
del Aiil¡¡;nu Ultim en picinduslrl 1. fN. tít'f Trtttl.)
70 (Ii'n ry I¡yir'is

mueslra en su estudio 7,m Kinistiiutbti tic* rivlelnriais ti


Sfniítiiniiilrrsiirlm ii^fii tihtr i/ds l.'ri¡'ziw
'¡rr Vivlclnrint U'iil
iitilii^hirUt'it lin'nltilúni ["Subió la constitución del proletaria
clase. Ksludios estructurales sobre el proletariado de Loipzsj:
l,i revolución indii sirial" |, lermmado un ll)74 en la ROA y b
grandes caiilidadcs de dalos empíricos, cómo Ins procesos es
les se n'llcj.in en las relaciones enlre las personas, eslo e
relaciones familiares y de amistad, así romo en la concienc
También en América, l'Y.'meia, Italia y, rumo veremos, sobn
liij’I.íleri'n, la historia social se desplazaba de modo orrcier
estructuras hacía ios mondos vil ales, lin los anos seseóla y st
América lian tenido mucha importancia los estudios sobre !
dad social ', realizados ron el ordenador. I’n los anos setenta
romo los lie 1 lerbeli ( miman’51,parecí dos a los de fxl ward I'. 'II
en Inglaterra, comen/.arnn entonces a subrayar las ¡¡-adicione
les v del mmulo vital con las i¡i le una población en extremo bel
entró a participar en el proceso de industrialización. I ,ns inv
nes niaiititalivas sobre las elecciones, emprendidas desde
cincuenta por politólogos americanos para conocer la compo.
electorado en ¡as elecciones presidenciales y al congreso do los
y xx, condujeron, de lorma parecida a como hicieron los rmá!
éxitos electorales nadoiiiilsuciaíislas, a la convicción deque lo
ios de dase tradicionales no eran solídenlos para explicar el
Inmienlo electoral, líl camino condujo desde los factores soc
colímales, religiosos, regionales y, eo América de forma
también a los tactores étnicos v especílims de la cuestión de
Para la nueva orientación de las investigaciones socio!
llevadas a cabo eo la República Poder,li de Alemania en
ochenta resoltan ejemplares los estudios comparativos nci
burguesía europea en el siglo xi\ que Jiirgen Kockn empi
colaboración con un gran círculo inlernacional de espcci;
ciencias-sociales y humanas,entre los que íigornban lambi
íicos del antiguo bloque del este'”1, Aquí; aun definición qi
ni ile todo de! es tal us eco mímico de la burguesía, es roievnd
concepción que relaciona estrechamente a ln burguesía ci
burgués"*, el cual, en última instancia, solamente puede ser
dido medíanlo conceptos como culi u rn, honor y modo ele c

*MHiií j;iTÍh lií;rU,Ten rl T.itiU'íi’n li.tbrfn ln irnthlrii'Sr


rión lurrj;ur;íí»" o pnr j*»*m "Kcr hurj^uiV' m»4» 1
pft'íiMihli*. íN. tit’l Ti tul. I
1.a ó á t m historia l cu el sigla XX 71

miento. Do ninguna manera so niegan Ins estructuras y Ins procesos


i¡iic son accesibles o los métodos cuantitativos y a la estricta concep-
tualización, poro sf se humanizan y se llenan de nn contenido que
coloca los mudos de vida en el centro de ln investigación™.
Como ejemplo tle la estrecha unión entre la hishjria de las
estructuras y la de tas experiencias, entre métodos .cuantitativos y
hermenéuticas, puede servir el libro de Dorothee Wierling Miúklwii
fiir iillc$. Arlii'iisttiltiig mui I.A'lvn^tVi'hidilc slüiltisclwi' Dii’tislniíithltni
¡un ilic Inlirhiniilcrlwt'nitc {"Chicas para todo, Historia de la vida y
trabajo cotidiano de tas criadas en las ciudades hacia el cambio de
siglo" | (1987). L-l oficio de criada es visto aquí como una manifesta­
ción ile lin a sociedad qtir se transforma en el proceso de industria­
lización y modernización. Durante esa transición, las criadas hicie­
ron posible un estilo de vida que la señora Wierling califica de
"burgués". Participaron en el significativo cambio histórico desde
una sociedad agraria-feudal a una sociedad urbana-cnpilnlisla. La
inclusión de la perspectiva de las criadas en la exposición tiene por
finalidad "convertir en objeto de la investigación histórica las diver­
sas interpretaciones de los participantes, subjetivas c.n cada caso, de
una situación histórica, de un cambiosocial, como elementos de tina
experimentación compleja de historia"’11, lisia investigación histórica
exige una unión tle fuentes nuevas, cuino las Silstorirjs de vidn
obtenidas mediante entrevistas, con las fuentes y ¡os métbdos clási­
cos tle la ciencin social historien. í
Taníbión ln variante austríaca de una "ciencia social.histórica"
crflica, como la re presen la'Ja por Miciiael Mitternuery sus colabora­
dores tras ser llamado a Vienn en 1971, enlaza los puntos de vista
socioest i'uetii rales con la consideración de Ins experiencias vitales. Ll
"grupo Mitterauer" ha adoptado métodos cuantitativos según los
modelos angloamericano y francés, en un grado todavía mayor que
la "escuela de Bielefeld", la cual se halla todavía muy unida a las
tradiciones humanísticas alemanas y, por encima de todo, a un Mnrx
en la lectura de Weber. La Demografía Histórica, tal como surgió en
Inglaterra y en Francia, desempeñó aquí un papel especial. Por
primera vez en el ámbito germanoparlantc se efectuaron evaluacio­
nes de fuentes masivas a gran escala con ayuda del ordenador. Sin
embargo, a diferencia de la Demografía Histérica, como la practica­
da en Inglaterra por el Qwtbiidgc Crou/i for Ihc liiston/ of Popula!iva
iiiííf Social Slniclnrc y en Francia por el grupo formado en turno a
Louis l lenry, se atribuye aquí una mayor importancia a ln historia de
72 C C D f tf C .

ln familia moderna y ai proceso tic modernización. IVos aspectos


socioeslnicltirales son vinculados á ios demográficos más est rocha -
mentó que cn Inglaterra o on Francia. i .legan a discutirse temas como
hi pubertad, l.i sexualidad y ln juventud; so enlazan los métodos
estadísticos con la reconstrucción de los itinerarios vitales individua­
les medianle los métodos de la Oí til lliftoiy |"historia oral")11.

3. 1 .a ciencia histórica marxista desde ol materialismo histórico


hasta ln antropología crítica

Con el derrumbamiento de los regímenes del socialismo real,


los cuales so consideraban a sí mismos como encarnaciones de ideas
marxistas o maixisías-loniutsíns, se plantea, por supuesto, la cues­
tión do si ol marxismo ha perdido su relevancia no sólo como sistema
sucia!,-sino lambiéu como método científico.
l,a aportación.que el marxismo ha hecho a la moderna ciencia
histórica no debo ser subestimada. Sin Marx no son concebibles ni la
ciencia social histórica ni Weber, ni tampoco tas formas principales
do la historia cultural moderna, como veremos en ct apartado
siguiente, lixisten cortamente similitudes fundamentales entre los
conceptos tle ciencia do la ciencia social histórica y las principales
tradiciones tle la historiografía marxista. Ambas tienen en común
tres premisas. El ¡i: imer punto en común consisto en el supuesto de
que existe una lógi a tle ln investigación que es obligatoria para todas
las ciencias, fin e;te sentido, las ciencias sociales y las naturales
forman una imilla .1 . F,n unas como en ot ras, Sa cioníificidad equivale
a la utilización de tnos procedimientos analíticos cuya mofa consiste
en explicar el mu ido visible, liste es también el punto tle vista def
positivismo lógic >, tlel cual, sin embargo, fa ciencia social histórica
y el marxismo so .liferencian en que, parn ellos, el mundo social sólo
pu ed eser comprendido como historia. Asf-lo ve también el
hisloricismo cl;ts co desde Ranke a DilShey y Moinecke. Sólo que la
ciencia social hi ilórica rechaza la separación que el historici^mo
establece entre I W métodos explicativos, aualfficns, y los objetivos
cognilivos tle h s ciencias naturales por un lado, y los métodos
asnipiomticnle;. hermenéuticas, y ios objetivos cognilivos de Ins
ciencias históricas por olro; y aspira a una ciencia de la sociedad que
tina los métodos hermenéuticos con los analíticos. Además, el mar­
xismo y la cien* ia social histórica so hallan unidas por la idea de que
!.n d e lic ia histórica cu el s¡xii>t XX 73

la sociedad y ln hislorin poseen unn coherencia interna, l’arn ambas,


esta coherencia consiste en éi concepto de unn ínrmncióirsocinl y de
un desarrollo hacia adelante, tal como so formulan en la doctrina
marxista de tos estadios, en la concepción weberiana de !a
racionalización o en la vvehleriana de la modernización, Ln tercera
idea que comparten la ciencia social histórica y el.marxismo es el
rechazo de una ciencia aséptica y neutral, tal 'como la postulan, cada
cual a su manera, el positivismo lógicoy Max Weber. En.este orden
de cosas, el difuso concepto de la "dialéctica" significa qüe la
realidad no es aquello que intentan describir las ciencias empíricas,
sino que, inris bien, debe comprenderse como un todoj liste todo
presupone la coherencia entre la sociedad y Sa evolución. Todo
fenómeno empírico debe ser entendido en ei marco deísta totali­
dad. A ello va .también unida una perspectiva normativa) sin la cual
no es posible comprender ni la ciencia social histórica ni el marxis­
mo, a saber, ia idea de una sociedad racionalmente organizada,
liberada de antagonismos y da-dominación.- Cusíquicra que les el
primer capítulo de El cn/nlnl de Marx, que termina con el apartado
sobre e! fetichismo de ln meicancfn, ver.i claramente que con ello se
pretenden desenmascarar l?s contradicciones económicas y n ln vez
las contradicciones luimanrs del capitalismo, como ya insinúa el
subtítulo "Crítica de la economía política". De modo parecido a
como le ocurrió a la ciencia -;ocial histórica, también el marxismo se
vio obligado cada vez mds, en los años setenta y ochenta, n revisar ■
sus premisas macrosociales y mncrohistóricas.
La historia del marxismo como teoría científica está caracteri­
zad n desde sus inicios por !a contradicción entre la pretensión del
materialismo histórico y dif lOclico de ser unn ciencia rigurosa en el
sentido de las ciencias uati rales, y ia perspectiva sociocrítica que
rechaza este afán deobjeiivi Inci como una forninde positivismo. 1 la
sido una debilidad del mar; ismo el que se haya orientado durante
demasiado tiempo hacia un concepto tle ciencia positivista. El
materialismo, tal como es representado por Fricdrien Engels en el.
Anii-Dnlnitig y en la Dialéctica de la naturaleza, significa una visión
del mundo que, pese a apelr.r a la dialéctica, entiende el mundo con
arreglo a conceptos en parle mecanicistas y en parte dnrwimstas.
Marx dio pie a una visión semejante cuando en su frcciienlemcnlc
citado prólogo a ln Crítica ¡V ln iroitomía ¡mlílicii (1859) {>tésenlo el
transcurso de la historia m.mdial como el de un proceso predeter­
minado por leyes y condicionado detm modo relativamente mecri-
7'l Ciiury Ci. iyyj'i

nico por la base económica” . Mientras a Ira vis de su cono


problemiitiznnle o interdisciplínar dé la sociedad, Marx por u
impulsaba ia ptisi hi Iiti ni i de una dedicación cít’n tifien a ln Ir
por otro lado la limitaba por su esquema hislór ieo-filosóíico,
predeterminaba en j;ran medida ¡os resultados de la investí
empírica.
Con ia revolución bolchevk jue y rl estnblcciniienio tlel si
nm real, esta concepción de la hisloria se convirtió en ct fundr
tle unn ideología oficial, el marxismo-leninismo. P.ste ya se d
ciaba del marxismo marxiaun por la base institucional que rct
un régimen dictatorial, I.a posición predominante del parlk
posible ulteriormente unn creciente dogmati/.ación tle ia fi
mundana. i,os teóricos hablaban de ln "unidad de So lógico
histórico" y postulaban "que la historia se cumple como un |
histórico-nalurnl, ¡milano, en un lodo reculado por leyes"1', t
el prósenle es equivalente a la convicción tle una victoria irre
del socialismo y del comunismo"''’. líl papel centra! dei ¡
condujo también a una mayor instrunienlnliz,ación de la
histórica romo "principal arma ideológkn ¡,.,| tle la lucha.
.
Si s-rr'<

IJn.j'i'an detecto de ln propia historiografía ile Marx, que
también sobre la historiografía en los países del socialismo rea
en ln circunstancia de que rl no fue capa/, de ir más allá de I.
esquemática entre teoría y exposición. listo se Unce patente e
Hriiiiniirr ¡"S.H do l(rumario"[. Los conceptos de ciase carecen
base empírica precisa; la conexión entre política y .sociedad es ti
supuesta. I .o qne queda es una historia desde arriba que se en
en las acciones y decisiones de personalidades conspicuas. L<
diloroucia de la llamada historiografía burguesa, es su neiiti
valoración políticas y polémicas, lisie patrón básico de la con
marxisia leninista de la historia ha impedido, en gran medi
historia social que Imbiese podido emprender la mvcslignc
planteamientos niarvistas de las iiilerrelaciones sociales, o
hubiera dedicado a ln vida tle ¡as capas amplias tle ln poblacii
la hisloria de los obreros, el patrón básico significaba a mera
historia de un movimiento dirigido por el partido. Mencionen
un ejemplo grotesco: la Cwtiiiiiili'¡ii'ri/riilscht'ii AriicHvrín’ii’c^ini
loria tic! movimiento obrero alemán" j de l % 8 , tle ocho volún
cual apela sobre todo a los trabajos de Marx, lindéis, Lenin
"decisiones del partido tle ia clase obrera v los discursos y rn;
h i c irn iiii h islóiii'u <‘it el s ig lo ‘X X 75

funcionarios relevantes d.el movimiento obrero alemán"37.


Con el derrumbamiento del socialismo real, este modo de
comprender y de escribir la historia había de perder por completo su
relevancia. Ya antes, con ln naciente crisis de los sistemas del
socialismo renl desde ios años setenta (en Polonia incluso antes), los
historiadores de ios países socialistas habían buscado, en campos de
investí pación que no tenían que ver directamente con las cuestiones
políticas más delicadas, una apertura bacín la cicncin histórica
internacional, sin por ello abandonar necesariamente su orientación
fundamental marxista. lín algunos casos, incluso la habían llegado a
desarrollar más,™ Líllo lia llevado a importantes contribuciones a la
investigación internacional. Me refiero aquí sobre todo aljintento de
Witold Kula, en su Teoría ccnwíniirn riel sistema feudal™, de Jeiaborar la
lógica de acción de un sistema de relaciones, para realizar asf
respecto ai feudalismo lo que Marx había realizado respecto ni
capitalismo. Mencionemos también una vez más d intento de 1Inrtmut
...j— . jt ..t .. '.ií. j : _______: ^
W ñ i n y ñ?ii wu im rü M rm t: tit tmi>irmvTtm<Tcr^i^mr»ir¥viCí\rv*ir-*:A:i
como clase, de enlazar las macrocuestiones con Ins cuestiones rela­
cionadas con Ins acciones de ¡os seres humanos.
Por lo demás, entre los historiadores (’ historiadoras cié los
países occidentales, sobre lodo en ltnlia, América Lnlinn, Francia y
japón, aunque también on C.Irnn tfrcinña"1, el ideario mnrxisla des­
empeñaba un papel importante. Pero incluso en estos países el
marxismo se hallaba sumido en una profunda crisis. Aún nsf parece .
ser que’, paradójicamente, ln crisis y la creciente relevancia del
marxismo en los países occidentales hayan estado estrechamente
relacionadas entre sí. ;
Lo que hacía inleresnnle el marxismo en Occidente ern su
postura crítica nnle ías relaciones que imperan en unn moderna
sociedad industrial capitalista, y su compromiso político con ios
socinlmeníe perjudicados. Por otra parle, estas mismas relaciones
cuestionaban, en una época postindustrial, las concepciones básicas
en las que se fundamentaba el marxismo. (Islas se hallaban profun­
damente ancladas en el mundo del siglo xix, en concepciones que
Mnrx y los mnrxistas compartían con el mundo ideológico burgués
que ellos rechazaban. De ellas formaba parle la fe en un crecimiento
ilimitado basado en el progreso técnico-científico, además dei afán
por propagar la civilización europea por todo el mundo'Al mismo
tiempo, los pensadores crflicosociaies de la era poslindusírinl perci­
bían la concentración mnrxinna en mnemagregndos, tales como la
76 Oí»-# ¡W rs

prutliit'HvitJníI, Ins clases y el eslndo, cómo demasiado restrictiva ctv


visla tic Ins formas extrnecnnómicas y exlraestátalos tle ejercer el
poder}' el dominioen ln vidacotidinnn, incluidas las relacionesenlre
los sexos.
lin Occidenle, ya poco después de in Primera Guerra Mundial,
algunos pensadores marxislas lomaron conciencia do los límites dol
materialismo histórico, tal como había sido í’ilerprclado por ln
orUuIoxin marxista desdo Ins obras (ardías de rricdrich íingols y,
posjorionnenK’, por el marxismo-leninismo, fin los anos veinte,
Antonio Gramsei, Gyiirgy l.ukács y Knrl Korsch, entre olios, trasla­
daron el peso tle ln crítica nS capitalismo de la economía a la cultura,
Para l.úkacs, /•"/ nij'ihil de Mnrx era una crflica al pensamiento
economicista tlel capitalismo y a su racionalidad, en el cual todas Ins
relaciones humanas son "rusificadas"11, lisia interpretación cultural
ile la crítica mnrxiana a ln moderna sociedad capitalista halló su
confirmación en la publicación en 1932 tle los manuscritos de París,
i’i'i '1 os'1i¡úc"MaTx Tsi?t*imch'»r 'wi el
cenlro tle su crflica13: lisia crítica constituye también e! núcleo de la
interpretación tic Mnrx por SaTeoría Crítica de la Escuela de Francfort.
Sus representantes trabajaban lambién con un concepto do ciencia
que sustituía el objeli vismo positivista, el cual era determinante en el
marxismo orfodoxo y en el marxismo-leninismo, por un concepto de
comprensión que parte tic la premisa do que las sociedades humanas
encarnan sistemas tle valores cuyo significado debe ser "comprendi­
do".
lili la historiografía marxista de los países occidentales se
formaron, después de la II Guerra Mundial, tíos corrientes principa­
les, una, cstrncturalisla, y la otra, culturalisla, las cuales, no obstante,
muchas veces se confunden una con la otra. I .ncorriente estructura lisia
está todavía estrechamente libada a la doctrina mnrxiana de la
infraestructura, la superestructura y a ia de los estadios. El problema
central que interesa a historiadores como Dnhbs, Swetv.y, Bois,
Brenner y Wallerslein, es la transición tlel feudalismo como formn-
ción social ni capitalismo*'. Pese n que la doctrina de los estadios
podía llevar a adoptar criterios unilaterales dogmáticos, en los años
cincuenta y sesenta ha conducido a vivas y fructíferas discusiones
con historiadores sociales y de la economía no marxistas sobre la
formación tle un sistema económico y de un orden social modernos'11.
I lace tiempo que eslas discusiones han amainado. Pero la concep­
ción del capitalismo como un sistema mundial originado en la época
I ii cim pa fusionen tu a aa

moderna ha suministrado instrumentos conceptuales al problema


de ln dependencia y del subdcsarrollo del Torcer Mundo, asi por
ejemplo para las teorías latinoamericanas de la Dependencia15.
Mientras para ios cstructu ral islas, orientados frecuentemente
¡íacia AUÍutsscrw, la.s relaciones sociales objetivas son decisivas para
el desarrollo de la conciencia de clase, para un gran nlnnero du
marxisíns angloparlantes e italianos (Thompson, Rudtf, 1 lobsbawm,
Genovese; Cmxburg, Levi, l’oni) la conciencia desempeña un pape!
decisivo, lin esto se diferencian no soto de los marxislnseslruduraíislas
y de las corrientes principales de las ciencias sociales americanas
empíricas, sino también de la hisloria de las mentalidades de los
/bnw/i\s y de la Antropología Histórica de Lévi-Slrauss o Clifford
Geert?.17. F.1 centro de gravedad de su investigación sigue siendo la
ludia de ciases o, mejor dicho, el problema de la dominación.
Continúa siendo marxista la insistencia en la relación entre la con­
ciencia y el modo de producción, y en el conflicto entre los cjucejercen
la dominación y íuiudk’sque son dominados, lis nuevo, qn cambio,
el realce de la conciencia y de la cultura como factores decisivos en
la acción social. I,o decisivo es cómo los seres humanos viven su
situación. Al contrario de las ciencias sociales sistemáticas se resalta
lo específicamente histórico como conjunto ii)terrelactonndo de sig­
nificados. Ln historia es ahora considerada "desde abajo". A diferen­
cia de la antropología histórica y de la hisloria de ias mentalidades,
las'cuales excluyen en gran medida el contexto político y postulan
una conciencia colectiva y unos patrones de acción colectivos, los
ni a rx islas orientados hacia la cultura continúan partiendo del carác­
ter conflictivo de cualquier sociedad. Este conflicto es de naturaleza
política, si bien no siempre adopta la forma de un enfrentamiento
abierto, sino -,juc se puede expresar en resistencias que se dan
encubiertasen ía vida cotidiana, f lientras Marx subraya la pasividad
tle las bajas capas preprolotarias cuando compara a los campesinos
franceses con un "saco de patatas"’1", el marxismo orientado hacia Sa
cultura resalta la participación activa'1'* y las resistencias cotidianas
de esas capas. |
Un importante impulso para una historiografía de e¡jtn guisa lo
dió Kdward P. Thompson con su lbro La formación histórica de ln dase
ubrera cu Inglaterra. 1780-1832 (1963)r’° y con sus posteriores
enfrentamientos teóricos con la ortodoxia marxista y, especialmente,
con el estruduralismo marxista de Louis Altluisscr, Thompson
distingue nítidamente "entre el marxismo como sistema cerrado y
7H ( fyycí s

unn tradición, procedente de Marx, tic investigación y crílíca al


Ins. I.a primera se siliía en ln tradición de la touingía. I.a segund
una Iradición tic ln razón activa", la cual "se libera de la
vocdadcramenlecscntáslicn de que li'S problemasde nuestro líei
(y Ins experiencias tle nuestro siglo) paulicínn comprenderse
tlinnte el análisis riguroso de un texto publicado lince ciento ve
años"'11, I.a klea tle Marx de que la existencia social determin
conciencia social es "problemática", si no nos (.laníos cuenta de
"hombres y mujeres (y 110 sólo los filósofos) son seres dolado:
.razón que reflexionan sobre lo que les sucede a ellos y ni nuindi
Con eslo, Thompson rechaza la tlodrina tle ln infraestructura
superestructura, según ln cual Sa clase obrera sería el resultado di
nuevas fuerzas productivas'51; P.l no ve a la "clase cunto tina 'esl
tura' o, menos aún, como unn 'categoría', sino como algo
efectivamente tiene lugar en las relaciones entre seres humano
lisio, sin euibnrgu, no significa un culluralismo puro. "I .a expene
'iii 1 C!¡ní'í>i: }tíiíIíl vir invi'Ulíi íiv5 u'riniíríii.lír pííf -jñis ft’{«€Iíínt
producción del enlnmoen que uno unce— o ingresa— en conlr
su voluntad". Ln conciencia de clase, en cambín, "es el modo en
se interpretan y transmiten cullurainiente estas experiencias
encarna en tradiciones, sistemas de valores, ''ideas y for
institucionales"'5'1. 1 .a formación de ln clase obrera, — y aquí 11
trata tie una clase ubrera prolotípica, sino tle una ciase obrera ittg
concreta— "es a un tiempo un desarrollo en el ámbito de la bisi
política y cultural 1/ en e! tle ln hisloria económica. No fue ei prod
automático del sistema tle fábricas. Y tlel mismo modo 110 debe
imaginarnos tampoco una tuerza externa, la 'Revolución Sndusti
que actúa sobre un material humano en I-rulo indefinido y
diversificado para, al final, producir una 'nueva raza de s
vivientes'. Los cambios en las relaciones do producción y ce
condiciones tle trabajo causados ptir la Revolución industria
fueron impuestos n ningún malerinl en bruto, sino al inglés nm
libre", que incorporó en este proceso conceptos, modos de coni
tnmiento y valores establecidos mucho tiempo atrás. De aquí
Thompson subraye que en esta transformación los obreros desea
fiaron un papel activo. "La clase obrera 110 sólo fue creada, fe
mismo tiempo su propio creador'"*.
Sin que se niege el papel objetivo de las relaciones de prot
ción, éstas son englobadas en el marco tle una cultura concreta
110 puede sercompreiulidn sin ías experiencias de hombrefiy muj
Ln acucia hh lón 'a i n i el afolii X X 79

reales. Al reconocerá ln subjetividad 1111 papel decisivo, esta concep­


ción puede aproximarse de lin modo crítico a Ins tradiciones cientf-
. ficas de origen marxista y socíocientífico, para Ins cuales son decisi­
vas Ins estructuras sociales o económicas, Ln historia es resaltada
ahora como clave para poder comprender Ins relaciones sociales.
:."I’or clase", escribe Thompson, "entiendo un fenómeno histórico"57.
Pero ln historia es entendida de otra manera que en ln tradición
marxista o en la ciencia socia! histórico. A pesar de ía insistencia de
Thompson en los elementos culturales, se mantienen dos componen­
tes decisivos de la tradición científica del marxismo: el presupuesto
de que las relaciones de producción y posesión son los puntos de
partida del and lisis social y, relacionada con ello, ln conviccióh deque
estas relaciones determinan ln desigualdad social y el cbnflicto.
Como en el marxismo clásico, la transición de la sociedad proirldustrial
n ln industrial es decisiva para la comprensión del mundo moderno.
Thompson sigue esta transición en sus consideraciones sobre el
cambio del concepto dcjjiempo en el proceso de industrialización,
desde un tiempo concreto, ligado a la naturaleza, hasta un tiempo
abstracto, rigurosamente mensurable, que domina toda la vida5".
Para Thompson no se trata aquí de un proceso aséptico, tal como fue
definido repetidamente en las teorías de la modernización de los
años sesenta, no de unn evolución hacia una mayor racionalidad y
Eficiencia de la actividad humana, sino de un industrialismo capita­
lista, en el que Sa racionalidad sirve como instrumento de domina­
ción económica y socia! y, por ¡o tanto, también cultural, ai objetivo
nrqueiípico cié la maximízación del beneficio, :
A! evaluar el significado del proceso de industrialización y/o
modernización, Thompson, no obstante, se diferencia de las concep­
ciones históricas marxislas clásicas. Rechaza la ¡den de que la moder­
nización signifique un progreso de la humanidad en el camino hacia
una sociedad más evolucionada, a lo largo del cual se anulan las
contradicciones y los antagonismos de todas las sociedades prece­
dentes. La mejora cuantitativa de ins condiciones de vid^, que la
'Revolución Industrial trajo consigo en algunos campos, no compen­
só las grandes pérdidas en enlidad de vida, consecuencia de la
modernización, lisio significa el retorno a un hisíoricismo que, de un
modo mucho más consecuente que Ranke o Droysen (quiénes se
contentaban con ver en su época el punto culminante de la historia),
se resiste a ía iden de que el pasado sea una etapa en el camino hacia
el futuro. Al mismo tiempo, Thompson considera la vida'tle cada
H it C n u y C . I\’yt'r'-

individuo romo algo históricamente valioso y so opone a ln concep­


ción i|iH.» "interpreta la historia a ln luz de intereses posteriores y no
■•tal romo hn tenido lugar en realidad". "En lugar de ello", escribe
Thompson, "míenlo rescatar ni calcetero pobre, a! tundidor ludditn,
ni tejedor 'anticuado’, ni artesano 'utópico', incluso ni obcecado
seguidor de Jonnna Soulhcotí, tle In desmedida arrogancia de la
posteridad", pesen que "su hostilidad hacia el nuevo industrialismo
quizá estuviese orieulnda hacia e! pasado'"5", A pesar de que se
distancian de la concepción de un proceso histórico unitario,
Thompson y los historiadores marxisins de orientación cultura!
posteriores perseveran en dos conceptos generales: en el concepto
decíase y en ei de la cultura popular. I’orcultura popularThompsou
entiende una cultura plebeya, un concepto que adopta del discurso
etnológico, pero que en sus manos adquiere un.significado marxista.
Y subrayando que "la clase es una relación y no una cosa",J',
Tiiompson rechaza decididamente tn concepción marxista ortodoxa
que 4 íSsca4 lariv.n^!íLda5 i.vdirla4 .fijt.xzos4 ?íl>dud|ya,s objetivas, y ve
ei núcleo de la clase en la conciencia social, tal como se ha originado
históricamente y, por lo tanto, también en los aspectos culturales.
P i t o Thompson aún se halla tan ligado a la ortodoxia marxista que
está firmemente convencido de que existe una ciase obrera inglesa
unitaria, y no simplemente diversas clases obreras con tradiciones
culturales diversas1,1. Según éi, la conciencia obrera inglesa se formó
en el encuentro con la nueva industria. I.ns disturbios de! pan en el
siglo xviii no habrían de ser entendidos principalmente como conse­
cuencia líe ln escasez económica, sino como la manifestación de una
cultura popular que defendía la idea de una "economía moral" que
era cuestionada por la moderna economía de merendó''1.
líl concepto de una cultura popular plebeya que se resiste a las
condiciones y patéticas tle poder establecidas, aparece repetidamen­
te en los estudios, de inspiración marxista, de las sociedades
pifinduslriales y de la temprana era industrial. Ello empieza ya en
Hriedríeh Hngels, En su obra Im til unción de ln chisc obrenren Maiichestcr
proporcionó ya en IH'M un ejemplo de resistencia no sólo como
oposición política directa, sino cíe resistencia contra las fuerzas-
dominantes y contra la cultura dominante en las más diversas formas
y en todos los ilmhilos tle la vida. Más típico de la historiografía
marxista fue, no obstante, I¿1 18 <lc llriinnirio ríe Ijw h llounjinrh' de
Marx, donde se describe la lucha tle clases vista desde arriba, desde
el escenario político, con sus estadistas y políticos. Aún así, Hcbclttcs
sacíales de I lobsbnwm, los trabajos de George Rud 6 M, Whigs nitrl
Huirlas de Thompson y numerosas publicaciones italianas, por
ejemplo, se dedican a la resistencia de lina población de campesinos
o artesanos contra in irrupción de las formas económicas capitalistas,
una resistencia que no se manifestaba tanto en las acciones políticas
directas, como en las formas ocultas ríe ios "trucos entripes!nos"
(Pont) y do ln obstinada actitud ante el trabajo y el rendimiento'"1. En
El queso 1/ los $1tsmtos. El inmuto de un molinero hncin 1600, de Cario
Ginr.burg, esta cultura campesina plebeya que lo impregna todo se
condensa en ln visión del mundo de un hombre excepcional. El
pueblo aparece aquí como un todo provisto de una cultura común
que lo separa de las capas sociales que' poseen el poder social y
cultural. Es importante aquí la idea de que “ los hombres (hacen) su
propia hisiorin"*5, que Sos hombres no son objetos pasivoi de unas
fuerzas materiales, sino que son ellos los que participan en la
configuración de s( mismos. Éste es el significado de! títuioinglés de
la obra de Thompson The Mttkin$ of Ihc En^lish Woiking Clnss y del
líhro'3cTii7gcWoC^ioVi^1íofr/»ííftwírí{trfiv jhe-WaFk^ltc-Shmes-Made,
el cual se ocupa de la relación apio-siervo entre esclavos y dueños de
esclavos en e! sur americano.
Todo ello ¡leva a la cuestión de curtí es la concepción de ciencia
dol marxismo orientado hacia ia cultura. Reconociendo ci papel de
las relaciones de producción como factores objetivos, Thompson
quiere situarse cu el terreno del Materialismo Histórico, pero al
mismo tiempo resalta que esas relaciones de producción sólo exis­
ten dentro de un marco que recibe su forma por la acción conjunta
de la ’l'.ultura y de la conciencia/''1 A In investigación empírica le
atribuye un papel de cierta importancia, pero al mismo tiempo
rechaza un "empirismo" que se limite a una investigación de este
tipo. En última instancia, ln realidad de una sociedad sólo puede,ser
comprendida a través de las experiencias de sus personas, pero esas,
experiencias en un principio escapan de las investigaciones empíri­
cas. Aquí Thompson regresa a puntos de vista hermenéuticos, como
habfn representado ya el hisloricismo clásico, sólo que para 61 son
relevantes tomas muy diferente. En Thr Mnkiitg of Ihc En^lish
Workitg Clnss las ideas desempeñan todavía un papel importante,
así, por ejemplo, las opiniones de Paine, Cobbett, Owen, di! la London
C-ortvs¡H>u<Ung Socicty y las tradiciones políticas del radicalismo
inglés. En este sentido, The Muki.i(> of the English Work'mg Clnss, míis
que historia de las experiencia,', es aún historia de las ideas. Una
R2 C rw x C. I¡ixi t s

hislorin de las experiencias requiere fuentes que vayan ni


como Ins que utiliza Tlunnpson pni;a sus ensayos posterior
el cambio del concepto del tiempo, o, dicho más exncfamen
el cambio en el mude ule experimentar el tiempo, Thompson
n otras fuentes, especialmente lilerarins'", Con in transido
unn historia de las ideas políticas, lo qne, al fin y al cabo
AíiiAiii.y of Ihv Wurkin^ Cíimí, hasta la considerneiú
ClilUirn plebeya se opera !n transición hacia la Antropología
en, ín cual exige tm procedimienlo hcrmeneutico distinto.

4. Historia de la vida cotidiana, microhistorin y nntropolo


histórica. La puesta cu tela de juicio de la ciencia social h

_____ 1.a crítica a Sos modelos soeiocienlíficos de la historiogr


surgió vil los años selcnln y óchenla en los países occider
i'spórñtiienmenie, también OtY ios dei sociaíismo reai, y ijue i
vez más areoluada, refleja la eslrerha relñción que exislfa
pensamiento histórico, la historiografía, y las concepciones |
y sociales de ¡os hisloriadores e historiadoras en cuestión. T
lo formularon Cario l iinzburg y (.'arlo Cotii''", dos tle los mí
fiealivos representantes italianos tle la nupvn historia cu
social, las razones parn alejarse de la historiografía, tal como I;
los marxislas y también la ciencia social histórica, residían
radical puesta en lela tle juicio de la valoración optim
progreso lórniro y civilizador, en la cual se basa esa bisturí
Asf, para jiirgen Kocka, la ciencia social histórica se halla o:
menle relacionada con el "objetivo general de la üuslraciói
que apuesta por la razón" v que, pese a su '"coste', sus quiobr
catástrofes" Heneen la sociedad moderna una función em ane
y de crflica al poder y a la ideología. I.os rápidos camb
luvieron lugaren I-.uropa del lisie*-escribe Kocka en IW I — |
leerse una vez más como la "confirmación tle la teoría tle la
ni/.adón, en la medida en que ésla mantiene ei paral
interdependienfe y que se impone a largo plazo, de n) la ecom
mercíiilo y la tiuítsslrializnción, h) Ja phunliznción* social, r)
culture' y ¡I) el oslado conslíUiciounl liberal y democrático"
eran precisamente estos logros tlel progreso lécnico y civi
4 I IfMHW n p U i l n p\ir r l h r iilo j'is n io "p ¡u r« i1iv íU ¡tm " parn i r i n j^ r r i
nt'fivculH ifrimno 'TlmiilijUrrmift’', (N. j /i 7 7't/iJJ
Ln r in n ín liirh h ia i en i’I Sigtn X X 83

con sus fenómenos concomitantes de ia fteeíenté depauperación a


nivel mundial ia amenaza nuclear y las catástrofes ecológicas, los
que parecían reíular poifiiea y éticamenle las teorías de la moderni­
zación. 1
Asimismo, los argumentos esgríiitiidos: d i contra d;e la hisloria
social tradicional son, anle Indo, de naturaleza política y lítica, sin
importar si .se refieren a Marx, a Weber o a las teorías americanas del
crecimiento, Esta historia social presu pondría un proceso histórico
mundial unitario que "se caracteriza por los distintivo?! de la moderni­
zación, ia industrialización y la urbanización, así como del estado
nncional institucional y burocrático"711, $e habría pasado por alto el
costo humano de este proceso, el hecho de que "el despliegue despro­
porcionado de las fuerzas productivas 110 se puede desligar del
desarrollo de las fuerzas ricslnicüvns"7'. Estos procesos, por así decirlo,
habrían tenido lugar a espaldas dei hombre. Lo que importaría ahora
serta incluircn la hisforiaa aquellos hombres qlWhíTstact momentoiTa'fT”
c! 45¡í-k-i[J-ciílís pür cHí1
. C!’ pní*Í!í£í r ? i-—Í-IOPiLu’C-íJf pifr>ri
se ira! aría lanío de las condiciones materiales de la vida cotidiana, tai
conio las describe Braudel en su libro sobre ia vida cotidiana en su
CivHizmim ninlain!, ccnntmm t/ capilnlismo, simios xv-xvm, sino, nnlcs
1 bien, de cómo los hombres experimentan esas condiciones. Lo que
hasta ahora le ha faltado a la historia social es, en la opinión de sus
críticos, una idea adecuada y matizada de "cómo se puede aprehender
y exponer la compleja relación mutua que existe entre ins estructuras
globales y la praxis de los sujeios, entre las condiciones de vida, las
relaciones de producción y cíe dominación y las experiencias y los
iñudos de comportamiento de los afectados"'71,
lisia insistencia en la subielividad de muchas personas requiere
unn concepción distinta tie in hisiorin que complemente los actuales
"puntos de vista hisíórícos centristas y uniíineares" de la historia social
y de su " lógica sisl émica" con íi na "lógica del mundo vital, comunicativa
y referida a ins experiencias" (I íabermas)71. De forma muy'parecida
reaccionaron respecto a la antigua historia social y a! marxismo tradi­
cional los historiadores sociales y culturales en Uníoslos pafscftcccídciv
tales —en Italia, Francia, Inglaterra, los EE.UU., Suecia, la antigua
República Federal de Alemania, japón y otros— y exigieron una
hisiorin "micmhislórica" de la vida colidíana7'1. Desde la Ilustración no
ha habido ningún discurso internacional homogéneo como ésto. En sus
matices nacionales, las tradiciones de la historia social, determinantes
én Francia, en los EE.UU. y en Alemania durante los dos primeros
H' l CirtM‘y (*.

írrcin s i\v c»sU’ srj;lo, se tlifm 'nciabnn m ucho mas fut'rkníicnU? entre sí
de lo que lo lince la niievn hisloria .cultural,
!,n nueva historia di1 ln vida cotidiana, o micrnhislorln, no se
puede separar tic las valoraciones políticas y filosófico-históricns, a
las cuales se halla estrechamente vinculada. ! ,o que le imporín es ln
gente amiento. Unn hisloria tle in vitln cotidiana y unn historia
m i)iim i tle insélites habían existido desde hacía tiempo, líjcmplos tic
ello son las historias biográficas antiguas y niedievnles, no sólo las
biografías de Plutarco, sino también la descripción de Airuíno de ía
viiln cotidiana de (.'arlnmagno, además de In CulInrniM Urutu inticnlo
dejakob lUirckhardl y dei ( lloihi ilf ln l'.thul Malin de Jolino I luizinga.
Pero en la nueva historia de la vida cotidiana se trata conscieuiemen-
le de aquellos hombres (¡ue 110 llevaban jas lieiid:?:- tlel poder, se
pretende. Sal como lo formula lídwnrd I’. Thompson, "salvar al
«-•-ií-1^ 4 <-H^4 -pHbw-!7-aPa-d4 íKMixllauliriiailcL-L..¡ de ln desmedida nrrognn-
—■
cin de ln posteridad"7"’. fisto significa ni mismo tiempo que se
renuncia n considerar ni poder político cumo ei eíemcnlo Consíiiu-
yente de ln historia, lio lugar de una soln historia, ahora existen
muchas historias, I.os historiadores intentan librarse de una visión
"eluocénlrica", In cuat identifica el progreso occidental con la verda­
dera hisloria, pero que no tiene en cuenta las grandes pérdidas en
valores humanos que ncompnñaroi a ese progreso, Se recalca que las
culturas 110 tienen una hisloria unitaria. I.a hisloria no arranca de (tii
centro ni se mueve de forma Umlmenl en una sola dirección. No sólo
existe un gran número tle culturas de igual valor, incluso dentro tle
esas culturas no existe ningún centro en torno al cual se pueda
desarrollar una exposición unitaria. Por ello es posible una multipli­
cidad dé historias, enda una de Ins cuales exige métodos específicos
para aprehender ios aspectos cualitativos tle Ins experiencias vitales.
Con la crítica a la concepción de la historia como la tic un
proceso unitario que parle de un centro social y político, se cuestionó
et concepto tle ciencia en el que se basaban ln investigación histórica
y ln historiografía, Se pretendía que ln ciencia que trabajaba con
teorías abstractas y que Irninhn la materia de su investigación como
un objeto, fuese reemplazada por una ciencia alternativa, capa7.de
reconstruir los aspectos cualitativos de las experiencias. Unn ciencia
así requería ln renuncia a una teoría que impusiera "su método y su
lógica al objeto*', tín lugar ele ello debería rúen lar reconstruir "la
lógica informal tle ln vida"7'1. Pero los teóricos de la historia de la vida
cotidiana y de ln microhistoria, como 1lans Medick, tiiovanm Lev!,
Ln aettrín histórica a i el fiy jo X X 85

Natalio Da vis y Rogcr Chnrtier, advierten ni mismo tiempo de!


peligro que supone la concepción, procedente de la hermenéutica, cíe
que sea posible compenetrarse con el objeto de la investigación77.
Pues, según esios teóricos, la Hermenéutica, que fue el fundamento
del hislnricismo clásico, presupone una comunión entre el mundo
vilaldel historiador por una parte, y Ins acciones y los razonamientos
que investiga por otra. Adopta la "unidad y continuidad culturales
de exactamente ci mismo entramado de experiencias y tradiciones",
que unen al historiador con su objeto y que son "condición previa a
cualquier modalidad do comprensión"71', • i
Con la enorme ampliación del campo de trabajo por ia nueva
historia social y cultural, esta premisa de lina tradición cultura!
común que hace posible la comprensión histórica, ha dejado de ser
algo obvio. Para lo nueva historia de la vida cotidiana, la antropolo­
gía cultural, ta! como era representada en los años setenta;y ochenta
por Cl'fford Geertz/’ y, con un C(uiiponenfcTT?rsI?rrTm nVás füei te, ptrr
Marsnaü 5 ahiinsK!!, se ermvertfe-eíKÍa-V8 z-a«Ss-er. u-nmodéle para la
investigación histórica. "Ei etnólogo no cuenta con ningún acceso
directo a la experiencia ajena. Por ello queda limitado a descifrar ia
cultura y (os modos de vida ajenos de tina forma indirecta'"51. Esta
cultura y estos modos de vida se manifiestan en acciones rituales y
simbólicas que van más allá del carácter inmediato de cada una de
las intenciones y acciones y que forman un "texto", que hace posible
el acceso a ln cultura ajena. Geert?, hablaba de una "descripción
densa". "Yo intentaba investigar las relaciones e ideas más
íntimas, pero no figurándome que yo era otro — un arrocero o ei
jeque de alguna tribu, para luego contemplar lo que percibía— sino
buscando y analizando las formas simbólicas — palabras, imágenes,
instituciones, modos de comportamiento—, con cuya ayuda los
hombres de cualquit r lugar se representan, tanto ante sf mismos
como ante los demás '113.
Cero la cuestión acerca de las reglas metodológicas que debiera
seguir el análisis de esta "descripción densa" permanece abierta.
Para jürgen Kocka este procedimiento significa el abandono do la
racionalidad metódica y el retroceso hacía un ncofiistoriéismo. "La
mera reconstrucción de las experiencias no (puede) llevar a una
reconstrucción comprendiente de la historia", escribe*1.! Gcertz y
Mcdick quieren evitar el aproximarse a su objeto cor* planteamien­
tos y teorías explícitas, para, en su lugar, dejar al descubierto una
"teoría innata de los sujetos históricos"111. Sin embargo, la "dcscrip-
( V o / . y (>, J w ’ i ’ í S

eión densa" presupone, InI como han subrayado ropo! idas vi


críticos, que ln cultura que .se describe son unn tmidnd hom
y que no so descomponga 011 sectores ampliamente sepnrmU
sí. Tnl v 07. son unn contradicción ¿le numerosos hisloriadori
vida cotTijinna y microhisloriadores — aunque, 011 modo
(como veremos) de todos— que p o r un Indo ciertamente n¡o¡
unidad do fn cultura oceidonlnl, mionlrns que porolro no v;
suficientemente lejos en .su postura descenlinlisln, on tanto q
por supuesta ln unid nd ileso objeto de invest¡junción y con elU
por nlio ijuo "lodn descripción, por muy donsn que son, o
producto ilo tiltil selección""'.
l’ose a su críiicn mnsivn n ln historia social tradición
todos los re preso nLinios de la hisloria do ln vidn cotidiana
microhistorin ¡uloplnn concepciones filosófico-históricas, cici
y políticas fundamentales ilo In tradición sociocientfficn. Cas
olios, incluido Medick, aceptan que hnyn un proceso de wod
ción. Ksto os p.ir'á ellos más Complejo y cí-’áá lastrado por m
coslos que para Marx, Weber o Rostmv, pero n¡vnii7 .a irrevt
monto on unn dil ección que es en j’rjin medida idéntica a las "g
■transformaciones", n ia modernización, ln indostrialización, I
ni/.noión, ln borncrníi/ación, etc. lüon es eiorlo que desde el pi
vista de los años nóvenla do nuestro sitólo ya no os seguro
procoso os, en efecto, irreversible o si alcanzará algún límite
creado condiciones que conduzcan necesariamente en otras
ciónos, por ejemplo n una limitación dei crecimiento. Una
cultural do larga tradición, que so remonta al siglo \in o inc
siglo xviii, comienza a tomar conciencia lie las pérdidas i
acarreado el proceso de modernización. Ahora bien, también
ora consciente do osas pérdidas, i .os historiadores do la vida c
na y los mioiohisforiadores se csfeierzan ahora por averiguai
ios hombros han vivido y experimentado este proceso. T.l mai
y la ciencia social histórica carecen, según ellos, ile tina
matizada del sujeto"1"', l.os hisloriadores de ln vidn cotldian
microhisloriadoies pretenden lenorln. Su deseo consiste en ht
zar ln historia; lo cual a! mismo tiempo requiere amp
historiografía, incluyendo en ella, además de los grandes prc
la historia en ttn espacio reducido, las vivencias y experiew
personas concretas o de pequeños grupos de personas, pero si
dentro ilel marco do osos grandes procesos.
lil relevo —que no el abandono total—- de in visión ce
J jr (icih'iit hiztvriai n i el íijj/ u XX 87

significa que ahora reciben un tratamiento histórico aquellas esferas


de la vida que hasta el momento han-quedado al margen del
acontecer histórico. Un papel importante lo desempeña aquí la vida
privada — infancia, sexualidad, familia, ocio, muerte— , la cual ya
había merecido ln atención de los trabajos franceses del círculo de los
■'Anttnhv. Sin embargo, no se aceptan los métodos de cuantificíición,
utilizados en la Demografía I iistói'ica de Louis i lenry en Francia, nsf
como en el Cambridge Gron/i f>r Ihc llisloiy of Popula! ion and Social
Slruchircy en la Uisluiir scridlc de l’ierre Chniinu, Michc! Volelle " 7 y
oíros. El libro de Emmnmiel Le Roy Lnduric Monlailfmt (197(5), obra
queconiempln un pequeño pueblo Herético en el sur de Francia en los
años 13¡4-1321 y que siguió al estudio demogrrffico-cconúmico del
mismo autor, Ltv airrtfvsinvs del l,aii^ucdoc ( 1966), que aba rea los cinco
siglos desde 1300 hasta aproximadamente 1800, es un ejemplo de
esta transición ele Una. macrohistoria a una microhistoria, de las
estructuras a Ins experiencias y a los modos de vida.
luí casi lodos los trabajos históricos de orientación antropológica
que se ocupan de las épocas posteriores a ln Edad Media, o también
de Inscu lluras exlrneuropens, como por eje: n pió Volkerolnu'Geschichle
"¡"Pueblos sin historia"] de Eric Wotf y Din .ci/Jíc Machi ¡"El dulce
poder"] de Sydney Mintz, ei proceso de modernización desempeña,
sin embargo, un papel de máxima importancia; constituye, de hecho,
el hilo conductor. Con frecuencia esto es también el caso en el
medieval!,sino, como en el famoso ensayo, ya citado, de Jncqucs S.e
Cíoff sobre el origen del concepto moderno de! liémpo. Todos éslos
son, en realidad, esbozos macruhistóricos que trasladan el acento de
la política y la sociedad a la cultura. Y si bien Foticnult hn subrayado
repetirlas veces que la-hislorin no posee unidad y que es Id caracteri­
zada por ins rupturas, sus trabajos sobre la locura, la clínica y la
prisión** sí parten del presupuesto de que el transcurso de la hisloria
moderna equivale a unn creciente disciplinneión de ln vidn cotidiana.
- lista es también la ideo básica tle los trabajos tle Robert Muchembled1 "',
quien asocia el despliego del estado administrativo en los inicios de
la Edad Moderna en Francia a ln exclusión de grupos marginales no
conformistas, También las investigaciones mÍcrohistóricns,’quc tie­
nen por objeto lo privado y personal, — y qué son cada vez mis
frecuentes— parten en su mayoría de concepciones de moderniza­
ción. 1
Un impulso importante para estas investigaciones lodip la obra
de Norbert Elias Über den 1’ivzcJJ der Zivilhathiii i "Sobre el proceso de
KR (ii'H¡ü ti. tftUfm

civilización"], que fin1 publicada ya t’ti on !n emigración pero


que no llugó n ser conocida hasta que fue reeditada en 1969. liSías
defiende la losis di1 que ron ol Absolutismo so origino un:; cultura
cortesana que sometió ins funciones'corporales, como comer, digerir,
amar, las cuales aníeriormenlc habían sido ejercidas sin traba alguna,
n unas reglas eslrielas, relegándolas de la esfera pública a !a privada.
Hsln concepción de la "privnlixacióu de Ins eos!umitres" ' " 1 es la idea
fundamental de la Historia de ¡a vida privada, que abarca el mundo
occidental desde la Antigüedad romana hasta la branda del siglo xx.
So compone de cinco volúmenes y colaboran en ella muchos tío los
m;fs significativos hi.sloriadoros sociales y culturales franceses. La
privatización de ia vkln personal es vinculada estrechamente al
creciente anonimato tle la sociedad moderna, en la cual, hasta bien
entrado el siglo xx, la familia se convierte on un lugar cío refugio, ni
monos parn las capas burguesas tle una sociedad que se halla
marcada predominantemente por valores burgueses. La actual crisis
de ¡a familia anuncia ia transición de mi inunda moderno y burgués
a un mundo poslmuclorno y poslburgués.
lixislo un segundo aspecto en el que la historia de la vida
colidiann y la microhistoria enlazan directamente con ideas dol
marxismo y tío la ciencia social histórica: ei de que ¡as sociedades so
hallan caracterizadas por los conflictos. Hl marxismo y también la
ciencia social hislórica consideran estos conflictos como una disputa
en!re clases que se han formado on ¡elación con el desarrollo tle las
fuerzas productivas'". Va en los años sesenta y setenta, sin embargo,
pensadores marxista.s resallaban tle forma crecienl'' los factores
culturales y tle conciencia, sin por ello renunciar al concepto de clase
social y tle lucha tle clases'17.! lomos visto ya que Hdwnrd i’.Thompson
no consideraba la clase "como una 'estructura' o como una 'catego­
ría', sino como algo que tiene lugar onlre los hombres, en sus diversas
relaciones", iíl anlmpólogo francés ¡’ierre Hounlieu escribió en 197!)
(ptir entonces aún so consideraba marxista): "una clase social jamás
se puede determinar únicamente por su situación y posición dentro
tle lina estructura social, os decir, n partir tle las relaciones que,
objetivamente, mantiene con otras cla'os tle ¡a sociedad; pues debe
toiln una serie tle sus características al hecho do que los individuos
que constituyen la dase establecen entro ellos, deliberad ámenlo o sin
darse cítenla, unas relaciones simbólicas". Bourdieu prosigue aquí
una discusión que comenzó hacia el cambio tlesiglo en la sociología
alemana y americana (con Max Weber, Goorg Simniel y Thorslen
f 11 rien da hisltfrica cu c! jw.y/n X X 89

Veblcn). Rn .su opinión, Wcbcr distingue entre ln cíase económica y


el estamento, "una comunidad de personas determinada por una
cierta 'posición' dentro de la jerarquía de honor y prestigio", y añade
que "merece la pena remarcar que todos los rasgos que Weber
atribuyo al estamento pertenezcan al orden simbólico"93. Afirma que
también es dudoso si en la moderna sociedad industrial ha tenido
ron¡ 111011 le lugar la evolución hacia un Upo ideal, 'clase', quo corres­
pondiera al concepto marxismo en tanto fuera posible definirlo
meramente según su relación con la producción. Según Bordicu, esta
agrupación social, sea ésta definida como clase o como estamento,
ostil más bien en estrecha conexión con c¡ concepto del "estilo de
vida". Desde e.^le punió de vista, Thorsten Veblcn caricaturizó hacia
19(10, con burla mordaz, la simbologfa del honor de una alta capa
social en una sociedad moderna, pnstestamenta! y cajiitalista’1,1.
Si bien Thompson define la clase como tina relación y como la
conciencia de esa relación, se mantiene en que hubo una clase obrera
inglesa corno '"fenómeno frisWrrco’V eí' euaJ'jusliíics-quese bable de
"la clase y no de clases". El concepto de una "experiencia de clase",
que para Thompson íodavfa "se halla determinado on gran medida
por las relaciónesele producción'"’3, es cuestionado de forma crecien­
te en los ¿;‘tos setenta y ochenta. Y hace ya tiempo que el colcclivo de
los trabajadores no es concebido como una unidad con una1concien­
cia homogénea, tal como la describió nún Thompsbn. Una
piolet,T'ización, como la que Marx ha reflejado en sus tipos ideales,
no se Iin dado en esa forma. Para Thompson, el colectivo de los
trabajadores es un grupo muy heterogéneo. Los tradiciones artesanales
sobrevivieron incluso en la fábrica. Una gran variedad de relaciones,
de '.ia tu raleza religiosa y étnica, que trascienden las barreras de tas
clases, determinan la identidad de los grupos.
lisio lo han mostrado Sos análisis de los éxitos electorales
nacionalsocialistas de 1932, análisis en los que el concepto de clase
proporcionó el hito conductor incluso en los estudios no marxistas.
Asf, en 1959, el politólogo americano Seymour Martin Lipset recha­
zó decididamente, y con razón, la interpretación comunista del
nacionalsocialismo como función de las fuerzas agresivas del capi­
tal monopolista, pero aún así trabajaba con conceptos de clase
cxplíctlos%. 1 loy, su teoría sobro la base póqucño>btirgucsa de!
electorado nacionalsocialista y sobre el rechazo casi tmá.nime del
partido nacionalsocialista por parlo de los obreros ya no cftsoster.i-
blc. William Sheridan Alien ”7 subrayó ya en su tompran(> estudio
90 < * f i i r 's‘ Ix^rii!

sobre ln loma depoder nncionnlsoesnlisln en Norlheim que, pos


h-aslncierlogradoconespumlfaiin las ngriipnoinnessotioeconón
los pnrlitlos políl icos ernn alfil nsoeindoties complejas, en Ins q»
sociedades, ¡os rim ilos ilp nmigos y Ins nj^rnpncinnes so<
desempeñnbnn lin papel docisi vo. i .os a uáíisis oléelo rales tle Kit
I tomatal!" Tlmmns CbiIders"", Jingen l;®Het;lw! y otros bau de
írndo que lus oledores (le! pmliiio nacionalsocialista alemán p
tí fn11 tk’ todas ins clnses, incluso tic ln alia burguesía y, nunq
menos' grado, del colecti vo altftffc». I .n itlenlitlatl social y políl!
la detenninabnn lus criterios socioeconómicos, sino lus mod
comporlnmiento y lus vínculos culturales e incluso religioso
cuales iban más allá ele osos criionos. Como ya se hn mencioi
1'liornas Cliilders lia investigado el pnpí’l Ueí lenguaje y de ln reí
en ln niovili/.nciúu polílicn ik’ Ins oledores en. ln Uepúblk
VVeÍinnr"!|,
Ln hisforin do ln vida coüdinnn y ¡a microliisionn se
i] LhÍéUü'i-ñtlí'-l-ílí-!ílK lIHlCi'Ll!USllK-i-lS."lllVÍ'Qlívií-.-'' ;
tas cuales ernn de impoilnneia decisiva para el marxismo y pn
tlivorsas fnnnns de la ciencia social histórica; pero lian ndnpin
idea tk" que el poder y ia desigualdad social constiluyen bu
básicos cié la Iiislnria. I*n la concepción ele historia de ln mayor
de los historiadores do ln vida cotidiana y de los microliistoriai
la desigualdad y las trincarnos tk’ dominación asonadas coi
inclusonssmion un pape! núII más selevnnle(jue en el marxismo
quenhorn tn atención nuseceulraya en los mnerongrogndos 'ni
do' y 'oslado', sino en Ins experiencias cotidianas do Ins perso
Foueaoll, por ejem plo, dio, en su s I ¡ab ajos yn ciIndos, ejen
de cóm o esins relaciones de d n m iun ció n — Lou cn ull linbln do |
(¡uuu’o ir)— lep orcuien en las retndones in le riiu in a n a s" 13, Ln bb
cié los obreros se exnininn no sólo en el m nenjui vel cJcl estado y
econom ía de m ercado, sin o en el n ivel n l.n nien le personal c
relaciones en Iré p erso n asen el p u e slu tle Irnbnjo. u n ejem plo d
reoi ienlaeió u tle esla unUnnlezn es » hislo rin de las m ujeres, Ir
se aleja del m u v im ie n lo íem inisln, o rig in a rin n ie n k 'e í lem a ifgnli
ln in vestigación tle ia m ujer, pnrn o n e n iarse bncin una historia c
de ln vid a co üilian n de ln m ujer. I’nrn el enneepío m nrxisln tío <
©ti cam bio, ln m u je re s in visib le com o m ujer"'1, A hora n ln cale
d e "einse" se níínde ln tle "sexo". Ln relación entre ei h o m b n
niu|er es considerad;!, ni ignnl que miles la rí Incióu en lie el obr
el pnlrón, como una relación esencialmenle desigual. Ln que ln
Ln rícñcin hittórica cu el ¡¡¡alo X X 91.

marxismo es ln jucha de clases, para muchas historiadores de la vida


cotidiana y microhisíorindorcs es la resistencia. Ésta no se manifiesta
Innlo'en disturbios espectaculares, sino m.1 s bien en formas sutiles
del comportamiento cotidiano1111. Una serie de estudios está dedica­
da a estas formas de resistencia, a la resistencia en la familia, en el
puesto de trabajo de la sociedad industrial o en la corle de la Sociedad
campesina prcindustrinl.
Como ya se ha expuesto, teóricos alemanes de la historia de la
vida cotidiana someten el concepto tle ciencia de Ins ciencias sociales
anal (ticas a una crítica radical- Desde ln aparición de l ltalorin 1/
nutanian tic rlnsc (1923) de- Georg Luid es, también ios marxistas
occidenlnles adoptan una postura crítica ante los planteamientos
positivistas de la moderna investigación social. A partíp de tmn
visión dialéctica, Lukács habfn condenado un mndo de proceder
analítico que descomponfn la historia y la sociedad en partes sin
comprender el significado de estas partes en el gran conjunto de
■interrelaciones 1sis tói'ico-socia1es1j'\ La concepción mneronistórien
de un transcurso racional dé la Historia] idea tji.it? I.uk.ics adoptó de
Marx, fue rechazada por los pensadores de la [jscuela de l'nmkfurt,
en particular por Max 1iorkheimcry Thcodor Adorno. No obstante,
ambos adoptaron ln idea dialéctica de la interdependencia y de la
interacción recíproca tle toda vida histórica. Con ollocnlas’.nrs con un;i
tradición alemana que se remonta al siglo xix y que insiste] cu que,
‘diüló que’ se" ocup'an"ile significados- y-valores,das ciencias de-la -
cultura, es decir, también la historia, deben proceder con métodos
hermenéuticos, comprendientes y narrativos,' y que por ello ios
métodos puramente analíticos de Ins ciencias sistemáticas son
. inapropiados'*’. '
Se plantea, sin embargo, la cuestión de cómo los procedimien­
tos hermenéuticos que evitan la argumentación analítica pueden
llegar a aportar algún conocimiento demostrable. La hermenéutica,
tai como ha sido comprendida desde Wilhelm von I lumboldt y
Leopold von Ranke hasta los microhistoriadores de nuestro tiempo,
■presupone que el historiador puede entender su materia directamen­
te, ahondando en ella sin prejuicios mediante "el estudio documen­
tado, concienzudo y profundo" de las fuentes1117. De acuerdo con ln
hermenéutica, ios planteamientos teóricos y los métodos analíticos
de los científicos sociales empíricos no son aplicables aunque sólo sen
porque los conceptos abstractos no son capaces de comprender y
transmitir los aspectos cualitativos de la existencia humana sin que
92 Grurg C . Iflxt'rf;

se proi.lu7.rnti pérdidas o distorsión.' Pero ci salto hermcnéutíco'


presupone que exista un conjunto tic inlerreiaciones mayor — en
Ranke y Droysen, por ejemplo, fas "potencias éticas", en Ciny.burp, y
¡ )avis la cultura campesina— que confieren una unidad n Ir materia
y la lineen comprensible. Nnlnlie Davis va más allá del proceciitnien-
lo hermenóutico, cuestionando radicalmente la existencia de una
fu h itero en Iré el hecho y la ficción. Según el i.i, la exposición histórica
lio puedo pasar Sin la facultad imaginativa del historiador o de la
historiadora; sin embargo, esa facultad imaginativa puede alcanzar
perfectamente el punió esencial de la cuestión, Lo factual y lo ficticio
están inseparablemente fusionados entre sí. Fin su libro Ln vvnlmicra
historia iti'l riyirsn ilr Martin Gurrrr, que trata de un forastero que se
hace pasar por el esposo de una campesina de un pueblo francés del
siglo xvi, la cual, habiendo sido abandonada por su marido, acepta al
forastero como tal, la autora explica que el historiador está en su
derecho de rellenar las lagunas que existen en tas fuentes con una
fmiinsftrqtit^Niríc»ini-|w^4H^le^pwufHe4iuid4tkU&< Uía55ci$;a-.
dr {! >avis utiliza para esto la expresión inglesa rmtvi/íiw11*). Natural­
mente, a t)a vis se le reprocha que, yendo más allá de las fuentes,
proyecte deseos feministas del siglo xx sobre el razonamiento de una
campesina del s ig lo xvi1"'1. S u punto de vista es el de que, profundi­
zando en ura amplia gama de fuentes que contengan información
- acerca de las condiciones.sociales y económicas y de la relación cutre
los sexos en la región, se puede reconstruir eí razonamiento do !a
campesina abandonada. lill.o presupone que exista algoasf como una
cultura campesina que haga posible lal reconstrucción.
1 ,a historia de la vida cotidiana y la antropología histórica
quieren restringir expresa metí le la inJluencia de la- teorías, a fin de
no violentar el objeto de la investigación. ¿ I’ero se puede pasar sin
teorías explícitas? I’ara muchos historiadores de la vida cotidiana y
microhistoriadorcs, incluidos Natalio Uavis y 1lans Medick, la "des­
cripción densa" de Clifíord Ceertz brinda una clave para el conoci­
miento. La "descripción densa" exige que el investigador no se
aproxime a su objeto con planteamientos guiados por la teoría, sino
que deje que e! sujeto de su investigación hable por sf mismo. Ello
recuerda a la antigua hermenéutica del historicismo clásico alemán,
pero se refiere a algo completamenio distinto. Pues el historicismo
presupone que los sujetos que el historiador quiere comprender
tienen ideas y motivaciones, de las epates son más o menos conscien­
tes y que por lo tanto pueden ser comprendidas, sobre todo por
Ij i acita n in fin ita : cu a tugut a a

aquellos investigadores que pertenece» al misino.ámbito cultural


que esos sujetos. En cambio, i Inns Medick y los representantes de la
Aníropoiogfa Histórica en general subrayan precisamente la-calidad
de extraño de cualquier objeto de la investigación histórica, úo sólo
la de los "indígenas" extracuropeoR, sino también la de los aldeanos
de WürUetnberg ele ¡a Kdad Moderna11" o la del obrcro.de fábrica en
los años del nacionalsocialismo111. Para Medick, la "descripción
densa" resulta de "la necesidad de mantener presente, en forma de
una reconstrucción descriptiva y lo más completamente posible,
aquello que, en los 'textos' de una cultura que se deben investigar,
resulta nuevo, extraño, desconocido o difícil dé interpretar". Vistn
así, la "descripción densa" se contrapone a In "investigación que
comprueba las hipótesis". Medick resalla que la "descripción densa"
no significa, en modo alguno, una remitida n la interpretación
sistemática, "pero sí una renuncia n suscitar In (falsa) apariencia de
univocidad, coherencia y finalidad de una 'intervención'
.intpj’jV c»<aliva"l.l}. En su idea du tina "descripción densa", i la cual
Medick apela reiteradamente, Ceertz parle, no obstante, del .'supues­
to xle que existe Lina cultura popular homogénea. Ello lleva a Ceertz
a desatender los conflictos sociales que se producen dentro de las
culturas populares. Contra ello el microhistoriador italiano Giovanni
Levi arguye que los conflictos sociales existen en lodns las culturas,
inclusr. en el nivel microhistórico, que ni las grandes sociedades ni las
iliicro,sociedades constituyen-sistenías integrados11- 1,
Es difícil reconstruir los procesos mentales de hombres que no
pertenecían a las capas sociales alias y que por ello no lian dejado
testimonio alguno de sí mismos. Los trabajos que lo intentan se
apoyan en su mayoría en sumarios judiciales, es decir, se ocupan de
sucesos o personas extraordinarias. Son ejemplo de ello el pueblo
herético de Le Roy Ladurie, Moniaillou, el regreso de Martin Guerre,
de Natalio Da vis,el molinero llósofo Menocchio, de Cario Ginzburg,
y los’ aldeanos suabos de David Saben n, que se niegnh a ir a
comulgar111. El intento de Ginzburg de asociar las manifestaciones
casi ateas de Menocchio a una antiquísima cultura campesina medi­
terránea, y de relacionar la ejecución del molinero con los esfuerzos
de las nuevas élites del poder económico y político por suprimir esa
cultura, es un ejemplo de la fusión de In investigación mícrohistórica
con las especulaciones macrnhistórlcas del legado marxista aplica­
das a la "gente corriente".
Los trabajos de muchos historiadores de la vida cotidiana y-
94 tii'iuy C,. ¡w 'i z

m íanbi,slunn(.lores, p orejo m pliK lel grupo do [n p m loindustriall


del q ue hablarem os todavía, sig n ifican \ ¡n co m plem ento y
rechazo a los m étodos sociocien.tffK'os p racticados por ln
so cial histórica. C íiovn n n l l.e vi es ímiy consciente de ello (
dife re n cia claram ente su I i pe i <!i' m icro h isliiria tío ln antro)
histórico (¡ue representan Cliffo rtl (.¡eertz y M arsh nll S ah lin
él, ln m icro liisto ria tiene su s rafees científicas, p o líticas y élic;
m a rx ism o . A p a rlir de osla trad ició n se puedo entender ■
m enos en su forma ila lia n a , se lin lk í nnitla a ln itlen de t
In ve stig ació n histórica 110 es una a ctiv id a d p uram en te reh
e s té tic a " . i’ or e llo es im p o rta n te " r e b a tir el re ln tiv is
irra e io n alism o y la red ucció n tlel trabajo tlel h istoriad o r a
interpretación de lc \t u s " !l\
Ln transición tlel m arxism o y de la ciencia social históri
~4i is lo n a -d c la -v ld n c<il idía i «rse-t mrn ií-iesia-clara inrnle-tTrlorrfr
in ic in d u s a m e d ia d o s tle los a ñ o s se te n ta , tlel g ru p o
proloindustnaM /.aeión, de Cíolingn. t,a pM.s'tira teórica inicial d
trabajos aparece ligada a ln concepción m arxista tle que las re!;
tle producción y tle reproducción constituyen el fundam ento
estructuras y tle los procesos sociales. 1.a idea metódica básica p
tlireclam enle de la ciencia social histórica y consiste en el etnpt
coutirm ar em píricam ente "la teoría sobre ln relación entre el <
económ ico, el social y el dem ográfico en la líur.upa de la litlad I
n a " 11". 1*.l libro h u lu slnnli^ icn in ^ 7'Lii'i/n htifn.il/riitisirritny [ "Ln int
[¡/.ación antes tle la indusU ialí/,neión'']i c«n apartaciones di
K rie d le , 1 lans M edick, Jiirgen Schlum bohm , I lerberl K is c h y ¡’i
M eudels, presentó), en lo esencia!, un program a teórico y melotlt
que debe ser enm i elado en m inuciosos estudios locales y región
cual, en parle, ya se lia hecho"'.
lis interesante observar cómo ntjuí el enfoque mneruhi
condujo a la microhisíoria. I'or un lado, la dedicación a una lot
y a una región respondía a un interés por la historia de la
corriente” —se le quería dar a la historia un "semblante huma
I'or otro latió, ésla era la continuación omsecuenle tle la inv
t'iiiu. Un im porlante impuisu para ln investigación
proítiintlusl rinliznción procedió tle la Demografía I listonen,
dedicaba a la masa tle la población, a la cual intentaba registi
métodos cuantitativos. I'ero ln masa permanecía muda y sin
listos trabajos llevaron luego a ln retonsl mcción tle (amiiif
descubría historias tle viiln y tle familias, "ntlemás de ¡os pyii’
Í..íi cirucin histórica cu el $i$lq X X 95

y de tas 'reglas', también ejemplos de desviaciones y de alternati­


vas". Por esta vfa se hacía» visibles las recles de relaciones-sociales
entre personas y entre familias concretas a io largo de un'ptrfodo
prolongado. Jiirgen Schlumbohm expresa esto de la siguiente mane­
ra en la introducción metodológica a su estudio sobre ios campesi­
nos y ias personas privadas de propiedad do la feligresía de 13clm
entre 1651) y ífiíií): "cuanta más progresa ia investigación, tanto
menos los hombres, cuyo modo de vida es el objeto de ia misma
aparecen enteramente determinados, en su comportamiento, por
las duras estructuras, las condiciones económicas y el maerdeambio;
tanto más paicntese hace ¡pie ellos colaboraban de manera activa en
ia configuración de la estructura social en la que vivían""*. Los
estudios efectuados con ayuda del ordenador permiten, pues,- obte­
ner también una visión de los modos de comportamiento e,'incluso,
-LíMos-mnd ús-de-peosaivAsM-! ans Med iekrbasdndosec-r.-íiwen tarioí^.
sucesorios, consiguió investigar la posesión de libros y la cultura
libresca en el pueblo suabo de Laichingen11''. Lo que Kriedte,
Schlumbohm, Medick y Saben» han emprendido de cara a un
período prolongado, ha sido llevado a cabo por Carola Lipp y
' Woifgang Knschuha para un acontecimiento político, la revolución
de líMH en ia ciudad de íisslingenn". En este caso, el centro de
gravedad no se-sitúa en ias condiciones económicas y sociales, — las
cuales, sin embargo, no son en modo alguno ignoradas— sino en los
modos dp comunicación di- los hombres, (ya sea en el piieslo de
trabajo, en ias asociaciones políticas o en la lucha por conservar un
lugar gratuito para bañarse). Con un catálogo de preguntas, Carola
Lipp lia registrado en el ordenador a todos los habitantes de
Bsslingen en el ano 1K48 en sus respectivos barrios, a fin de obtener
una imagen que reproduzca los patrones de comportamiento de
mujeres y hombres concretos131.
l.o que a primera vista aparece como profundo abismo en tas a
veces violentas disputas entre los representantes de la ciencia social
histórica, como llans-Ulrich Wehler y ]urgen Kocka, y los de la
microhistoria, como I lans Medick y jürgen Schlumbohm, oculta las
muchas afinidades que existen enire ambas (endeudas. Como hemos
visto en el ejemplo de los trabajos arriba citados, los estudios de
Medick, Schlumbohm y Kriedte se fundamentan en Investigaciones
que en su atención empírica y cuantitativa a los Tactores económicos/
sociales y demográficos superan incluso a In.mayor parte de jos
trabajos d e ja eie.ucia.íucia! mstórica..pej.círculo de la cjcncia social
96 O n n ; t ) . f v \ 'r v s

h istórica ii.i su rg id o asim ism o una gran cantidad J e estu d io s lóenles


em p írico s. C o n m a yo r frecuencia (¡tic la historio lIc la v id a cotidiano,
estos esíud to s esl;1ti d e d ica d o s ni. m u n d o in d u stria l de los siglo s xix
y xx1” . 1 ,os es lu d io s mi crol lisió ¡ico s hem os h a la d o no d e scu id an
oh absoluto In iiilerreln ció n onlro la h islo ria regional o local y los
g ran d e s procesos del ca m b io económ ico, social y cu ltu ra l, pero
aportan tmn im agen m ;ís m atizad a de estos procesos.

5- lil "giro lingüístico". ¿Iif fin tic la historia como ciei.cia?

I lay teorías acerca de una historiografía postmodemn. La cues­


tión es si lambién hay formas poslmodernas ¿te la historiografía.
______ 1-1 p un ió de parí ida d e es! as teorías es "el fin de la creencia de que
sea posible In explicación científica coherente tle las transformaciones
tiel jiasaifó"',' tai como io formuló' i'Vñivft’ñTc SíoiTe5-". ¡’erti ins teorías
postmodernas van más allá de la formulación dcSlone, defendiendo la
opinión de t|tie loda coherencia es sospechosal:i. Ln idea fundamenta!
ile la teoría hisloFÍogrrffica postmnderna consiste en negar que la
historiografía haga referencia n la realidad. Así, Rol and líarthes1*"’ y
i laytlen White sol rayan que la historiografía no se diferencia de la
poesía, sino que e ln misma es poesía, Conforme a esto, en su libro
Mt'lMfiloria. hi im i^innción hislóricti n: ln l'tiivjiir ilr! sívím xix , White ha
intentado mostrar, n Ira vis del ejemplo tle coa! mhistoríat loros {Michelet,
Tocquevillo, Kan) e y ISurddtardl) y tle cualro filósofos de la historia
(I legel, Marx, Ni- Szschey Croco), qüe no exisle ningún criterio histó-
nto-cieiiiífico tle la verdad. I’or oso tampoco existe, afirma, ninguna
diferencia sustancial en Iré la ciencia histórica y ia filosofía tle la historia.
Si bien el traba jo tilológico sobre las fuentes puede establecer los hechos,
loda concatenación tle los mismos para obtener una visión global y
coherente.os d"lerminatla por apreciaciones estéticas y morales, no
eicnlíficasl?",
Al mismo tiempo, en la historiografía no es pr-ilile separar lo
forma del contenido. Según VViiile, los historiadores tienen o su dispo­
sición un limitado número de posibilidades retóricas, Sas cuales prede­
terminan la forma y también, en cierto grado, el contenido tle la
exposición, "Por lo general", escribe White, "[los teóricos de la lile ra­
tonil lian moslnulo una cierta aversión a considerar las narraciones
históricas como lo que m.is manifiestamente son: ficciones lingüísticas
|jht/jh/ /íefínirr'[, cuyo contenido resulta lanío de la ím>mc/í'm como del
i'.ii cit'iiciii hiftúricn ni c! slyb XX 97

Imllazgo y cu yas formas presentan inris pinitos en com ún con sus


equivalentes en la literatura que con ios que puedan tener en los
ciencias’' l27.
lisie punto ile vista, según el cunl lodo exposición 1 íi.slóncn es
invención, sobrepasa ampliamente tas reflexiones desdo Tucfdides
hasta Nalatie Davis, que reconocían las cualidades literarias de la
exposición bislóricn, pero no dudaban de que, al mismo tiempo, ésta
permitía lomar conocimiento de las realidades humanas. También
para Rnnke la historia era, a un tiempo, ciencia y arle1’11. Él se
abisr.saoa en los pensamientos y sentimientos de sus protagonistas
cuando intentaba reconstruirlos por medio tle la facultad imaginati­
va, guiada por las fuentes. Pero a Ranke, como a los historiadores en
general —¡por ejemplo también a Tucfdides cuando reconstruía los
discursos de los estadistas griegos— ta facultad imaginativa les
—stH:vía-pf}tTV-frpfo*miflrse~más-«¡- pnsndo-reaK------- — ------
Existe por ello una diferencia entre una teoría que niega a la
exposición histórica todo derecho a co n sid erarse a sf m ism a como
realista, y una historiografía que es plenam ente consciente de la
co m p lejidad del conocim iento histórico, pero que a ú n a s í parte del
. supuesto de que Sos hom bres reales tuvieron p ensam ientos y senti­
m ientos reales, los cuales condujeron a acciones reales que pueden
ser reconocidas y expuestas históricam ente, 'tal com o lo form ula
l’ntrick üahners, el q ue "no exista n in gún criíe rio m aterial de la
verd ad , no es., em pero, una ;a re n d a de la h istoria, sino, desd e Knnt,
la situació n de la c ie n c ia " 11,1 Sin em bargo a q u í hay que observar que,
si bien Kant o tam bién Max W eber no a d m itieron ya n in g ú n c rite rin
m ateria! de la verdad, sf li.ib o para ellos un criterio form al, que se
hallaba a rraigado en la lógica ele la in vestigación , lista lógica gozaba
de v a lid e z u n iversal y consl lufa el fundam ento tle la cien cia objetiva.
Este criterio form al d e la erdad es ahora cu e stio n ad o por varios
teóricos de la ciencia modi rnos. ; ¡
l'.n la teoría moderna .le la ciencia cabe distinguir entre pensa­
dores como Gastón Bache!. R ¡,:ll,y Paul Feyornbend111 por lili ¡ado, y
como, por ejemplo, Tlioma? Kuhn por el otro. Bachelardy I'cycjrnbend
entienden la ciencia como u ia actividad poética para ia cual no existe
u-;n lógica o un método de investigación obligados. En su li.bro Uic
Stniklv der wissi’tíschnfllicivtt Revaltiliomit l"La estructura de las
revoluciones científicas"] ( i 960), también Kuhn Llefiende la opinión
de que la ciencia no puede ■er comprendida como la reflexión de un
mundo objetivo. Pero no t í poesía, sino un discurso condicionado
C'r'ücy tí.

pur factores históricos y cu Si u rales, entre1 hombres que se lin


ile ¡ícuenlo sobre Ins reglas de su discurso. I’nra él, ¡a dem
modo tle coniporlnmicnlo mstitmionali/.ado, un nuiclti de
realidad f ri una comunidad de individuos animados por se
los y opiniones parecidas. Su mielen reside en ln coimmieadi
lanío, en el lenguaje. Cierto que, i'iiu ellu, Kuhn también
titula que la ciruela haga referencia a ía realidad, peni n
liadielard y !:everahentl, la posibilidad de un discurso ciei
i,a cuestión de la relación tlel saber con la realidad ti es
lamhiéu un papel eminente en la teorfn tlel lenguaje. L;
moderna fin entendido el lenguaje romo un vehículo para I
¡litación, es decir, para la tiansmisiém tle conocimientos do
sentido. lil positivismo lógico, que surgió en los anos
t freído tle Viena y que fue asimilado en e¡ pensamiento tlel
lingüístico tle los filósofos v pensadores angloamericanos, s
i por conseguir una lengón tle la que líiiynn sitio eliminatl
las aulmomias y todas las ambigüedades quelienen su oi iy
cultura, tle minio que pueda transmitir conceptos no sólo
lógicos sino también referidos a lo reñí, l-.s.predsamcnlt: esta
referencial tle la lenglin ln que lia sido cues!inunda
estrudurallsmo.
Para la teoría lingüística, tal como fue formulada porel
la suizo IVrdinand de Haussure en su obra FmnfMiimlmt tl<‘ ü
$i‘W‘nil, aparecitla pósliimamcnle en I e r a n básicas ti
relacionadas entre sf: el lenguaje forma nr. sistema autónon
¡lo en sf mismo, el cual posee una estructura sintáctica. Y: el
110 es un medio para comunicar senlitlu o unidades de sentí
a la inversa, el sentido es una función del lenguaje. Hxpresadi
modo: el hombre 110 se sirve tlel lenguaje partí transmitir su
míenlos, sino lo que el hombre piensa está cnutliciouatli
lenguaje. ¡ le aquí la idea central de la concepción estruclur
la sociedad y tle la historia: el hombre se mueve en un n
estructuras (en este caso, tle estructuras lingüísticas), que
determinadas pnr él, sino que lo determinan a él, lisia cnuce:
tenido también un efecto en la teoría de la literatura que en
cincuenta (y más tarde) representaron los defensores americ
New CnUdhiii |"Nueva L'ríl¡en"| y que en hraucia ha ie
continuación emma ininlerrumpitla discusión, desde Roland
hasta lacones Druida: el texto no guarda relación (refevent
con mi mundo exterior, sino que es una unidad cerrada. F.slt
Ln riVitfiii Msltírún cu el sigla XX 99

es válido para til texto literario, sitio igualmente para el texto


hístórico-cients'fico. Puesto que no hace referencia a la realidad, se
; desvanece, como señala Barthes, ln diferencia entre la verdad y la
poesía. Pero c! texto no sólo es considerado independiente de su
referencia al mundo exterior, sino también independiente do su
autor. Lo que importa es únicamente el texto, no el contexto en el que
se originó. El siguiente paso es ín crfffeide Michel Poucault, en la cual
desaparece el hombre como factor activo y, con él, la intencionalidad
humana como elemento creador de sentido. Por ello, para Foucault
ln historia'pierde lodo significado; es una tardía invención del
hombre occidental en la llamada fnSe clásica de la tardía época
moderna*, que ya estñ superada™. Paradójicamente, a pesar tle elfo,
sus obras sobre la locura, la clínica y la prisión presentan una
estructuración totalmente histórica.
Contra lo que se dirige la crítica desde Bncthcs hasta Derrida1-'-’
son los rnnceplos ideológicos que,-, si se consideran a .fonda, cutan a
. cualquier autor. Por ello, el texto debe ser "liberado" de su autor. Al
mismo tiempo se radicaliza el m e # de entender el lenguaje. Para
Saussure, cí lenguaje tenía todavía una estructura, representaba un
sistema. Todavía había una unidad entre fe palabra (ñiguifiaiil) y la
cosa a ln cual aquélla se refería (si^iitfíé). Para' Derrida, por el
contrario, esa unidad ya ito existe, él ve una plétora infinita de
. sixiiipiktls sin un sentido claro, ya que no existe ningún punto de
apoyo desde e! cual fuera posible fijar un .significado, fin ppinión de
Uerridn, esto significa para ia historiografía un mundo sin significa­
do, sin aclares humanos, sin intenciones, sin coherencia. Si en ci
futuro debe todavía haber hisloria, en ese caso sólo en otras formas
muy diferentes, como ya había subrayado Stone: "las historias son
contadas de una manera muy distinta que en [Somero, Dtckens o
Baizac"L11, para quienes ia unidad aristotélica de la persona, la acción
y e¡ tiempo era algo que se daba por supuesto. Ahora, ios textos de
Joycc, Proust o Musil aparecen como modelos más apropiados para
¡a narración hisíóricn. 1larden White y Uominick LaCapra, que
desde los años setenta han venido ocujTíindosc.dc los problemas
teóricos que ha planlondo osla discusión a la historiografía, vuelven
a entender ia historiografía como un género puramente literario.
■Según LaCapra, ésta debe recuperar la calidad retórica que poseía

‘ "Spíitt; N í’im-it", < *!•>nlcm^n. ¡tjw ht'mns Irmlucuto nquí rair"ípoen


i (Hk I i -i im ", tV's¡|-,n.i loifr.si liiMijiú'i' piwlorkirnt Ui’itarin’iftíle y nlmrcn nuestra
ítúeni M.<nlpn«i y Cunlcmpm'óiusi. (N. i W f ruí.) '
f ()(} (¡d in ; C.

desdo In Antigüedad’ l.a desrclori/.aíH>n, que en Jorn Rüscn y


I lursi-Walter 1jInt«ki.'-St'Si\vc<jrs1v' os In carnctcrfslica distintiva por
excelencia di' l.i historiografía moderna, lal am m se originó con
Umtki\ debo ser detenida. Sin einbnrgu, aquí cabe observar que,
exceptuando ¡tlgunns fnnnns extremas de In investigación cunnlifi-
c.uln, seguramente nu ha habido nunca ninguna historiografía sin un
importante componente retórico. Pero W hile va m .i;-'-.vi!«5 de esleí.
Para él, Unto intento de escribir una histeria coherente sobre la base
de unos hechos va asociado a una serie de decisiones melacicnUticas.
A l igual que en una novela, éstas se hallan condicionadas por un
limitada número de posibilidades, que determinan cómo el historia­
dor configura la exposición histórica.
lista crítica a la historiografía livdicionnl (e, implícitamente,
también a la racionalidad itis!órieo-oion(ífícn)'os lomada muy en serio
por aquellos historiadores e historiadoras que ven en el imperativo de
iauiijeíivitiíid er pilar de ir f i a cnrícepcinii d«4-BM¡ndo U j R í K c n l r i c a , !a
cual para Micho) Foucüiilt y para Jncques Hórrida -—y, antes de ellos,
para Frscdridi Nietzsche y para Martin I feidegger— constituye el
fundamento de las estructuras de poder que desde Sócrates han
iluminado el inundo occidental, bslo es válido, por ejemplo, para le
historiadora social americana Juan Scotl, quien cu su teoría de una
historiografía feminista apela a lOerrida y, siguiendo el modelo de
1 H-n ída di? deconstruedón de la lógica IradiciotiaS v de l¡ i discursos
tradicionales, quiere cuestionar las antiquísimas estructuras del
dominio masculino, un dominio del que, s e g ú n a r g u m e n t a Scotl, han
sillo víctima las mujeres y no sólo mujeres"'.
Con la insistencia en el lenguaje, en la actual discusión teórica
se habla cada ve/, con mayor frecuencia del discurso como forma en
la uno tiene lugar la comunicación enlre los hombres. La dedicación
iil discurso desempeña un papel cada vez más relevante en los
trabajos histórico-sneiaies e hislóricn-ndiuniles, pero también en la
historia política y en la historia intelectual. I'arn in mayor parte de
es los trabajos, el concepto do discurso es un medio para acercarse
más a In compleja realidad histórica, no para negarla. Así, por
ejemplo, la historia de las ideas políticas cobra vida nueva gracias a
la dedicación al lenguaje político. Un ejemplo de ello es In historia de
tos eonceplos políticos, tal rumo fue desarrollada en el contexto
angloamericano por |.(T,A. i’ocoek|lfl y Quenlin Skinner1'1', en Alema­
nia por líeinhart Koselleck y otros en el diccionario de seis lomos
Gt':UÍii(hlli< !icC,niwll'i'xri/ji'|"Coucepí(« históricos fundamentales" I'1'1.
Iji riman WsfiinYn m W siglo X X 101

Pocock, Skinner y Koseileck- parlen tlel supuesto de que para el


origen la moderna sociedad política han sido decisivas las ideas
y los conceptos, pero que estas ideas forman parte de un discurso, de
un vocabulario normativo n trnvés del cual se legitima el comporta­
miento político. Luden Febvre dio ya en 1942, en su mencionado
libro ,'-J jitvblrnni tte ln incivilululad cu ln c’/wai tle UtibelaiS, un (ejemplo
de cómo es posible aproximarse a los razonamientos de mía época
mediante el a n á l i s i s de su lenguaje, e! cual constituye su "herramien­
ta "neniaI" {ottlil waüttl). listo no significa que las ideas o el lenguaje
determinen una evolución histórica, conjo por ejemplo ia formación
de ln idea moderna del estado, pero sí que ia hacen comprensible1'11.
En Koseileck —y asimismo en Pocock y en Skinner— sin embargo,
nos encontramos todavía con conceptos que pueden ser resumidos
de manera relativamente concisa. Además, Pocock y Skinner tampo­
co pretenden escribir historia social. Y si bien parten del análisis de
Sextos, de textos dásicos,- no comparten la concepción ele la primacía
del texto, en la cual se basan los trabajos de Barí lies, Whito y Uerrida.
Su objetivo es el de comprender el sentido de un texto, es decir, las
intenciones del autor, y, además, englobarlo en el contexto de la
época en la que se originó, es decir, cu el discurso de la época.
A otros historiadores e historiadoras, que se sienten más
unidos a la moderna antropología cultural, ia interpretación del
lenguaje se. les aparece como mucho más compleja. Para VVilüam
Sevvell, al Igual que para Lynn I lunt, ei lenguaje se convierte asimis­
mo en mía importante clave para la comprensión del cambio político,
en este caso del origen de los movimientos socialistas franceses asiles
de ia revolución de !84” , cosí sus raíces en el pensamiento corpora­
tivo de la época anterior a S789. liste canil- o no sóio se refleja en el
lenguaje, sino que, según .Sevvell, abre e! camino a un nuevo modo de
pensar político y social. El lenguaje, el discurso común, reemplaza Sas
antiguas ideas sobre agrupaciones socialef. como la de la clase en el
sentido marxista. Pero el lenguaje so ha:c más complejo y más
ambiguo. Ya no es posible reconstruir el si; niíicado de los conceptos
a partir cío ios textos clásicos, tai como hacen todavía Pocock y
Skinner. En tugar do ello hay que exmrinar las formas cifradas,
simbólicas del lenguaje. En Sevvell y en Hiint, el análisis lingüístico
se transforma conscientemente en antrop >lngfa histórica. De modo
semejante a Fi¡retM:, Lynn I lunt quiere/c i su libro sobre la Revolu­
ción Francesa, "rehabilitar la política de!a ievolución". Pero no es su
intención exponer los acontecimientos evolucionados, sino que
102 C'ilii'y ( ’ •

quiere "hacer el hílenlo de descubrir Ins reglas del pensam


poltlieo. IWn'comprender qué ein Id que, en aquella époa
individuos que actuaban creían es lar haciendo, los historiador
se pueden limitar a reunir las manifestaciones tle Sus implit
tire i en de sos ¡nleticiunes [... 11 ,(»s volares, Ins expectativas y Ins r
Incitas que confieren expresión y forma a las intenciones y acti
dos colorí ivas, forman loque quisiera llamar la cullura política
revolución; esla cultura políiicn proporciona la lógica de la a1
polfüca revolucionaria"1” , líe forma similar escribe ñewcll sol
papel tle los obreros cu la revolución tle 18-IH en Prancia: "pero ■
que la ctmumicación no se limita al hablar y a! escribir, debí
indagar en las formas inteligibles tle muchas nlrns nclividade
aconlecimienlns y de instituciones, tle las-practicas de las orga
ciones de artesanos, tic rituales y ceremonias '...| Si piulemos tli
luir el contenido simbólico y la colierctieia'cniiccpUial de lude
tipos tle experiencia tle la clase obrera, entonces la recepció
ideologías potincas explfeílas por los trabajadores no npnrecci
como una repentina penetración tle 'ideas' tlel exterior, sino coi
inlinducción o elaboración de otro marco simbólico en unas \
que, al igual tjue las tle lodos nosotros, estaban ya animada'
cuestiones y problema,s conceplnales". No se Irntn }'a "de los p<
mientos tle una serie tle autores, sino tle ia reconstrucción ti
discurso a partir tle fuentes fragmentarias"'
Id tíllenlo i!e describir la Revolución ITancesa como un prc
tle cambio tle símbolos que consliluiifnn las formas de un dista
proceso que eonlimia hasta avanzado el siglo Ni':, es el núcleo ti
trabajos tle Maurice Agullumlr!y de Mona O/.oul11" subte la a
cit'ni tle minios de pensar republicanos en lánucia, vislos com
compiojo entramado de minlosdeeomportamienlo. YC larelhSletl
jones, partienilu tle ia concepción tle clase tle l'.tbvard Thoni|
como ln tle una "relación histórica""', hílenla definir la clase el
o las clases obreras a Ira vésile "los sitien ¡as de pautas lingüísliec
decir, los discursos) en los que los hombres viven y percibe!
diíerenles procesos económicos y polílicus"11'1, Id papel tlel leng
y de la retórica en la inovili/.acitin política de los Hedores (.
República de Weimar fue examinado, como yn se ha mención
por Tilomas (..'híkiersH’. lin su opinión, la propaganda tlel pai
nacionalsocialista alenuhi* luvo lanío éxilo poique logró enlaza i

* Kit <■! n i¡j* m .il N S 'P .U '. ilr- I i«ri/ííSí i/r Athótt't'f
r .n li i ín f i . t t * ¡ i > t u ‘|,il¡*.|,i .tlruK Íü *lt* Ins Itn h .tj.itln ir s . (N, <lri Titnl.)
í./r cicni'in histórica vi i el siylti X X 103

una retórica nacional que reflejaba la relación desavenida y tensa ele


In población con la mcjdcrnidnd.
Llegados a este punto, se planten In cuestión de si para una
historiografía, para la cual el lenguaje constituye el fundamento de
todos los fenómenos sociales, existen todavía criterios- científicos
para la representación de! pasado.Según el punto de vista rigurosa­
mente lingüístico de Saussure, el lenguaje carece de toda referencia
a la realidad o bien constituye en st misino la única realidad existente,
fin la teoría literaria de líarthcs y Derrida, esta ¡dea ha sido llevada
hasta la postura de que " 1 1 0 existe nada fuera del texto" y de que,
puesto que toda exposición liistórica toma la forma de un texto
lingüístico, la relación de cualquier exposición histórica con la
realidad es similar a la relación de un texto puramente literario con
la realidad. Para While y I -aCapra, el objetivo de una reconstrucción
lingüística de! pasado no es la verdad, sino una narración con
plenitud de significado. Y para un texto así, las intenciones d^el autor
: carecen de importancia.
Diferenciemos aquí una ve; ca que
liemos venido siguiendo, y la praxis de la investigación histórica, ¡.a
creciente insistencia en el papel de! lenguaje y, unida a ello, en la
función semiótica de In hislnriograíía, significa que las ideas acerca
de la realidad historien y de la intencionalidad humana se vuelven
mucho más complejas, pero 110 queso pierdan. Así, la nueva historia
cultural resalta, en un grado mucho mayor que las formas antiguas
de historia socinl con su insistencia en las estructuras, el papel de los
hombres que actúan, y su influencia en las estructuras*.*!? cuyo marco
tiene lugar la acción. Y a pesar de los aspectos deterministas de la
antropología cultural, tal como era representada en Francia, en una
forma algo más antigua, por Durkíieim y por Lévi-Strauss y en
América, en los ú lt im o s años, por C e e r l z y por Darnton150, el nuevo
enfoque cultural y lingüístico suele conducir al intento de quebrar el
delerminismo de las anteriores tradiciones sociocientfficns, lleven
éstas el sello de Marx o el de los Alttmleft. luí esle intento, la cultura
es eulendída como el factor decisivo en la culi figura ció» de las
formas de convivencia humana.
I:.n resumen: sin duda alguna, la discusión teórica de los
últimos decenios ha influido profundamente en la práctica
historiográfica. Se lian puesto en tela de juicio los presupuestos cu los
que se basaba la ciencia histórica desde su fundación como disciplina
científica en el siglo xix. I.a visión del mundo tradicional deja ciencia
KM C í». Iftftt'rs

historien se 1i;i revolado n n m i d em asiad o sim p le para el ideario ule


finales del sig lo xx. Ln h islo ria orientada a las ciencias sociales
siste m áticas y ni m a rxism o ha ad o p tad o de ln an tig ua historia
p olítica, centrad a i’ii los acontecim ientos y co m prom etida con el
Itislo ricism o clásico, m o ch o sd é o slo s presu pu estosd o un m o do poco
crítico, lín lro estos su p u e sto s figura el de que las in stitucio n e s
centrales, co m o el oslado o la econom ía, formen ia esp ina <!''i.snI tle
ia h islo ria y el tic que la ciencia h isló rica pueda orientarse por ollas;
I ¡gura a sim ism o el su pues lo, colacionado con ol anterior, d e que osas
in stitucio n es puedan englobarse dentro de una evo lució n h isló rica
coherente q ue co n d u zca en línea recta hasta el m oderno m u n d o
occidental. N o así la teoría p oslm o d ern a. C u e stio n a n d o el m oderno
orden social y su cultura, ha desarrollad o una co m prensión m ás
com pleja d e la sociedad y de la historia, la cual coloca bajo el foco tle
la h islo ria a aquello s hom bres y aspectos de ¡a vid a que no habían
j-*ií!í5 !v'!¡ií v'íí cíiví\tí* *’¡’ *.•[ | ” i¡'íVr!¡.'!’í'' hhíúriar t-í-ív^l¡vi¡vil*1 ! /\ s!i*
orden de co sas pertenece tam bién la itloa tle que e! poder 110 procede
exclu sivam e n te de las in stitucio n es centrales, tle las cu ales ia historia
trad icio n al se ha o cu p ad o ante todo, sin o tino se m anifiesta tam bién
en las relaciones co tid ian as entro las personas. C o n ello se han creado
las bases 110 só lo para una h islo ria tle la vitia co tidiana, sin o tam bién
lia ra una h istoria do la m u je r y de los sexos. I:,l cam p o tle la
in vestigación h isló rica ha sid o a m p lia d o de m anera in co m sv n su ra -
hSe. C o n e llo se isa hecho tam bién m ás d ifícil e! co n o cim ien to
histórico. IJn a historiografía deseo ni ral izad a, en la que las exp e rie n ­
c ia s y los m o d o s tle co m po rtam iento desem peñan un papel d ecisivo ,
requiere ostra le fia s científicas m u ch o m ás com plejas que las de las
cie n cia s del e sp íritu o sociale s tradicionales. I.a teoría posím otlcroa
ha co n ve rtid o las co m p lejid a d e s del proceso del saber, de los co m ­
ponedlos id eoló gicos 011 lo d o s los ¡o vios y de las co n trad iccion es en
ol p en sam ien to tle cada persona (contradicciones que cu estion an la
itloa tío una p erso n alid ad integrada) en el objeto tío la d iscu sió n . Se
pasó tle la raya en e! m om ento en que no sólo mostró lo d ifícil que es
co m p re n d e r la realid ad con todas sos contradicciones, sin o adem ás
nej;n de form a radical la existencia tle loda realidad. I.a ciencia
histó rica ha sid o o b lig a d a por la teoría poslm o d om n a una m ayo r
circu n s p e cc ió n . Pero 110 debo re n u n ciar a su derecho a a firm a r que
reconstruyo — por m u y p ersp ectivisla que sea al h ace rlo — la vid a
real.
C onsideraciones finales

Podem os c o n c lu íro s la panorám ica con in ob servación ele que


in ded icació n científica a Irt ¡listo n a no se balín s u m id a , en m o d o
nlp no, en unn crisis tan pro fun d a com o podría su po nerse Iras las
d is c u s io n e s de los ñ tlim o s ve in ticin co años. En estas d iscu sio n e s se
han venido a rticu la n d o constantem ente tres aserciones que son
in d ica tiv as de una crisis de In m oderna cultura occidental: que In
h is to r ia lia llegado a s u fin, que por ello tam bién lia cad ucad o la
p o sib ilid ad de una historiografía objetiva y que, en fin, la Ilustración,
en la que se basan In concepción d e ciencia y la co m p re n sió n del
m u n d o de la historiografía de ios últim os ríos siglo s, ha sid o una
ilu s ió n .

1. ;EI "fin " de la historia?

Se ha puesto de m oda hablar do unn p osth isto ria1, de una época


postliistóricü. ¿Q u e hay detrás de eso? El pensam iento ju d e o -cristia -
110 de O ccidente se caracteriza por la idea de que i;t historia tiene una
meta o, por lo m enos, un rum bo. E n las cu ltu ras no occidentales y
tam bién en el id eario presocrático, en cam bio, la v isió n de la historia
ha estado.determ inad a por la idea cíclica de un "eterno retorno".
Luego, la ilu stració n ha hecho llegar ni m u n d o la_ idea de que el
tiem po se cum ple. En la creencia de que la historia representa un
p'-ocesü pro visto de sen tid o se basaba ia absoluta co n fian za no sólo
de In niln b urguesía, sin o tam bién del hom bre m ed io en la E u ro p a del
sig k i xix, en q ue ia ded icación a la historia encerrase in clave de la
educación y de la cultura, l.a historia era v is la ro m o unn un id ad ,
com o "la historia", al final de la cual estaría la so cie d ad racional, tai
com o la veían, de d ive rsas m aneras, K ant, Condoreet, I legol, Com te,
M ili e incluso M arx.
La idea ele que la historia ha llegado a su fin va u n id a , desde
llu rck h a rd t y N ietzsche, a la desesperación causad a por la evo ucirtn
de la cu ltu ra y so ciedad m odernas. Lo que les m olestaba a N ietzsche,
tkirckh ard t y tam bién, por ejem plo, a D o sto ie v sk i, en el inundo
106

e urop eo d e s u ('puní no eran tanto ios estallidos de vio len cia sin
bien e! ráp id o m ovim iento lin d a lo q u e ellos percibían coi
vulf’ n riz n u ñ n tic’ los valores que, para el Ins, encarnaba ia cuito
titu lillo occidental. Y, m odo parecido n com o haría N ietzsch
lard e, Kieik.oj*nard lam entó cu vísp eras tío ln revolución do IM
la m o d ern a sociedad burguesa hubiese p erd id o !a capacid ad
v io le n cia heroica'’. I .a ciencia y la técnico ernn vistas com o las úl
secu e las de un proceso de racio n alización que d esfruye las rnít
la cu ltu ra en el m ito y en la poesía y que coloca a los hom bres a
natía, lisie p esim ism o cu ltu ral, cu yo s re prese ni.-i ni es postor
por ejem plo Hrnsl Jün¡;or y C a ri Hchm itl, fantaseaban sobn
re n o va ció n tlel m u n d o lecn ificad n en q u e n a s y vio le n cia 1 ot
c o m u n id a d p o p u lar poslm odorna, era conscientem ente eliti
antid em ocrático. A ú n así, d espués de l lM5 in sp iró a pensadores
si bien rechazaban esin postura elitista, adoptaron en m uchos c
aspectos la crítica a la ciencia v n la técnica com o partej.leju'ia.c
ni ca p ita lism o . Pensadores que veían en la ciencia y en ia te
m o d e rn as in slru ín e n lo s parn ejercer el poder sobre los h o m l
parn d e stru ir un im in tlo hum ano.
I la llej;ado n su fin el consenso tle que oxíslo una historia
ésta desem boca en el m otlem n m u n d o occid eulal, el ronsenst
tanto, que, m u y co n tad as excepciones aparto, hn tlo m in ad o el
: s a m ie n io tlei sif’ ln xi.x. Pero oslo no sign ifica, tle n in g u n a m an e ir
: la h isto ria h aya term inado. Debería llevar a co m pren d er qi
existe ln historia, sin o m ú ltip les historias. F.sla intelección es ít
m ental sobre lodo para la m icro h islo n a. Q u e ia historia se cons
: com o un proceso co n tin u ad o o com o una m u ltip lic id a d tle hist
d ep en d o tam bién tle Ins cuestiones que los historiado res planle
pasatlo, A d e m á s, la historia st1 ha revelado com o m ás com pleja
que les parecía a I te¡;el, a Knuke o a M arx. I".s cierlo que nos vi
-en fren tad o s sin cesar con vastos procesos tle m o dernizació n,
lo d o s su s fenóm enos secu n d ario s do orden social, técnico y cu li
los cu ale s nos e m p ujan n planteam ientos m acrohisióricos, l-.n
se n lid o , la premunía tle W e h e r— y tam bién tle B ra n d o !— acerc
c a ra d o r específico tle! m u n d o o cc'd o n lai no r lá a ú n su perad a,
osle planteam iento renuncia al em peño une M arx le.da vía perse¡
el tle d e scu b rir el curso de "la" historia, luí ú ltim a in sin u ó
m ae ro h islo ria no es d eterm in ad a por su objelo, sin o por los plni
n tíen los de los historiadores. I’.u el fondo, el concepto del fin <
h istoria se h alla determ inado , com o su b raya I <itz N ie th a m m e r
I.ii cii’ilt'in h k ló rírn cu el rifllo X X 10 7

el m ism o supuesto que el pensam iento histórico tradicional, a saber,


e! supuesto de que sólo puede haber una historia que progresa en el
. tiem po y de que, si ésta pierde su sign ificad o com o un todo, la
¡listaría necesaria mente debe haber llegado a su fin, Pero junto a esa
Única historia existen ias historias de los m u ch os hom bres, ag ru p a­
ciones y cu itaras, y estas historias, én el fondo, están mrfs cerca de la .
realidad que las ideas abstractam ente proyectadas de una historia
unitaria''. G r a d a s a los trabajos de Le G off, Hrnudei, Th o m p so n y
K o selleck som os hoy conscientes de lo co n d icio n ad o que está, por ia
época y por la cultura, nuestro concepto de un tiempo lineal y
progresivo, el cual une el pasado, el presente y el futuro5, es decir, e!
concepto del tiem po que, por así decirlo, constituía el h ilo conductor
para la historiografía m oderna, Existen m uchos tiempos, "el tiempo
de ¡a iglesia y el tiem po del com erciante en la Edad Media"!', (a h iig iie
ditirt' de las estructuras sociales y culturales y el tiem po rápido de los
acontecim ientos; todas eiias concepciones d el tiem po7, que son
c(MKlíci(')!iadns/ a[ ineños e ir 5'i;irk,, por io s pi a n team ¡euros dei histo­
riado r y por el objeto de su s planteam ientos. Se puede aseverar, con
cierta justificación , que la historia no ha p erd id o, en m odo alguno, su
. significad o, sin o que, gracias a la m u ltip licació n de las perspectivas,
ha ganado en significad os.

2, ¿El fin de la historia como ciencia?

lista p anorám ica de la historiografía del siglo xx ha intentado


m ostrar que la creciente incertidum bre sobre la p o sib ilid ad de una
historia "objetiva" no ha co n d u cid o al fin de una investigación
histórica y de una historiografía científicas, antes bien a una m ayor
m atización . En las d iscu sion es de los últim os decenios han sid o
puestas crecientem ente cu tela de ju icio las concepciones'cicntíficas
herm enéuticas y analíticas de la historia. Estas partían o rig in aria ­
mente, en Ranke al igual que en Ik ick ie , de la hipótesis de que había
un objelo de la historia, el cual podía ser a p reh en d id o científicam en­
te, esto e s, objetivam ente. Para Ranke y para e! h istoricism o clásico
este objeto consistía en lo.s hombres v ivo s, cuyas accio n e s,e ran
intencionales al m enos hasta cierto punto, englobados en un id ad es
su periores com o nación, estado, religión, las cuales enea ruaban ideas
d e valores y visiones del m u n d o co m un es. Ranke y la tradición
herm enéutica hasta D ilih e y" y C o llin g w o o d '1 eran perfectamente
conscientes d e q u e estos valores y este u n iv e rso mental no podían ser
(rfWjj (t. fjyjns

reco n struid o s a través' tío una observación em p írica y tjuc, si se


fo rm u lab an en abstracto, perderían sn .se n lid o . Co n Iodo, oslaban
co n ve n cid o s ifo que eran co m un icab les, oslo es, que p od ían sor
com prendí tíos. Ot r;i tendencia, que aba rea desde liu ckio hasta l’ rnudel
y bogo!, acentuaba, ni contrario (.lo la herm enéutica dol h islo rid sm o
clásico , ol t’itlo rm > m alerial y las real id ad eso slru ctu ralea on las cuales
lionen lu g ar las acciones y los pensam ientos hum ano s. I’oro osla
le n d c n d n oslaba ig u ,lím e n le co n ve n cid a de que osas estructuras
podfan ser a p re h e n d id as científicam ente en su ob jetivid ad .
lis ia fe en tm nbjoto, fuera éste co m p re n d id o com o un conjunto
do in te n c io n e s y v a lo re s o conso o n a se rie d e e s t r u c t u r a s
S U prnpersonnles, ha s id o d esacred itad a en el transcurso dol siglo xx.
K a n ! ya h abía soñalndu que no so p od ía conocer "la cosa en sí", que
ol p en sam ien to científico 110 tenía com o punto tle 1 eíerencia los
objetos, sin o que co n stru ía éstos con arreglo a ¡as categorías de la
razó n . A h o ra , sin e m b argo , se prnblom ati/.aha. rad ica lm e n te ln
po a iiü k in o de un p en sam ien to 1 i,t;utt>sa¡iii'-iiie l i n i ü l ' -H ía ! CíünO
a ú n lo p re su p o n ía in clu s o M ax W eber. í\ti cu an to al m ótotlo
hornscncutico, C a d n m e r'" y K ico o u r" le cu estion aban In p o sib ilid a d
tle co m pren sión , l'ara ellos n in g ú n texto p u e d e s e rc o m p re n d id o (al
co m o fue pensado. S iem p re será e n te n d id o desde la p ersp ectiva tlel
lector. H! lector, tam bién el h istoriad o r, se aproxim a a él con un
"p re ju ic io " , al que han co n trib u id o la recepción dol íexto y Unía la
historia do su interpretación, H1 p asad o to m o tal 110 existe. C o m o yo
se e xp u so anteriorm ente, para Foucnntl y D e rrid a se d esvanece
in clu so o! auto r com o un firm e p un to tle ¡oferencia. U n texto no {¡ene
n in g ú n sig n ifica d o cern id o , sin o que contiene co n trad iccio n e s irre ­
co n ciliab le s. l ’or ello H arlbes, VVhile y D e rru ía han cu estio n ad o la
d ife re n cia cu alita tiva enlro la historia com o cien cia y la historia
co m o ficción, i ’ero tam bién la historiografía que tiene com o punto
d e referencia la.s cie n cias sociale s e m p írica s y a n alítica s es ahora
co nsciente tío que su s itleas acerca tle las so cied ad es p asa d as y
p resentes so basan en c o n s titu io s. I,os tipos reales, que M ;¡rx toa vía
h abía a p lica d o a ia s o c ie d a d /s o n ahora reem p lazad o s por los tipos
itloa los tío W eber, que ab o rd an la .sociedad com o objeto tle la'
in ve stig a ció n , con conceptos q ue nacen tlel pensam iento cie e lífico
tlel in v e stig a d o r y 110 tle la so cied ad com o realid ad objetiva, luí el
tran scurso do los ú ltim o s años se ha resalí id o a d em ás el papel tío los
factores cu ltu ra los, que sólo p ue d e n ser r ofen d id o s "sobre la base do
la s ig n ific a c ió n " 15 (W eber) y q ue por ello exigen m e la d o s que van
í,« l icitan lUalonat cu a m\¡m <\ a

m ás nllá d e los pro ced im ien tos de una ciencia social em p írica.
Ln relación del historiador con el objeto de su in vestigación se
hn vuelto m u cho m ás co m plicad a de lo que era en la ciencia histórica
sociocientííica o histon cista tradición!)!. L'.lk) lia co n trib uid o a que .se
haya puesto radicalm ente en d u d a incluso ta p o sib ilid ad de una
aproxim ació n cienlffica a ln historia. Ue hecho, esta n u e va conciencia
ha llevado, en la práctica, no a una d iso lució n , sin o a úna am p liació n
de! quehacer científico sobre la historia. En tos últim os decenios lia
tenido hipar una verdadera explosión de aquellos lemas que son
relevantes parn la historiografía. N u n ca antes ln invesltgriek'm histó­
rica se había d edicad o a tantas capas de ¡a población. A l m ism o
tiempo. !a reflexión histórica hn d ad o cabida a aspectos de la vid a que
con anterioridad, cu an d o el estado era el centro de atención y se
distin g uía rigurosam ente entre "la historia y los n ego cio s"n, eran
co n siderado s in sign ifican tes para la historia* Los nuevo.1! tem as que
la investigación histórica exploraba bajo el sig n o de un m u n d o en
■ira iifiu m ia ci.Q u .-rctu iu rfan n u e vo s métodos q ue fuesen m ás allá
tanto de la crítica de fuentes del historicism o clásico com o de ios
m odelos cu antitativos de las ciencias sociales e m p íricas;
A '¡o ra ya no h ay n in g ú n p arad ig m a de la in ve stig ació n h istó­
rica, com o ciertam ente existió c'n ias u n iv e rsid a d e s del sig lo xix y de
co m ie n zo s del siglo xx, sin o una m u ltip lic id a d de estrategias de
investig ació n . Los h istoriad o res no han re n u n cia d o a la 'pretensión
de tratar 1a historia científicam ente, si bien ahora con frecuencia ya
no son tan inflexib les al trazar el lím ite entre cien cia y lile ra lu ra . Sin
d u d a , la pretensión de cie n íific id a d tiene tam bién su razón so cio ló ­
gica, a saber, el hecho de que aún n finales del sig lo xx la historia se
in vestiga, se enseña y se escribe en u n iv e rsid a d e s e in stitucio n es de
in vestig ació n - —tales com o las que se o rig in aro n en el siglo'xix-— .
Estí''m arco institucio n al determ ina en gran m e d id a ln form a en qti2
el c ie n t íf ic o se c o m p o rta co m o tal. S in lu g a r a d u d a s , la
p ro fe s io n n li7 .a d ó n tam bién hn lim itad o las p o sib ilid ad e s de hallar
n u e v o s c a m in o s n o co n ven cion ales en la h istorio g rafía y en el
p e n s a m ie n t o h is tó ric o . Independientem ente d e las d iscu sio n e s teó­
rica s, Vlttc a m enudo, co ntrovirtiendo la referencia a la realid ad y la
coherencia Interna de los 'textos', cuestionaban la p o sib ilid ad de una
.historia científica, los historiadores, in clu so cu a n d o se ocupaban de

*Kií::¡'tlctiin l!«,!j[últ»riu ,1(¡tu* w emplea "ik’j'ikío»", v&isetn nntn >.M Inuliidnr


ilr'tn prfgíiiit'Ifi.
C. ¡mí*'1*

aspectos culturales, partían del supuesto do'que no se ocupaba


hom bres im a g in ario s sin o tic hom bres reales, n los que que
: entender.
La vieja confrontación entreoí procedim iento hei'jncnt'iiSícr
co m p ren sió n ', y el analílieo, 'de explicación', tan resallada e
d iscu sió n de métodos a finales del siglo pasado y retomada por nlgi
: grupos de la New C tilln n ü llislo n /, es falsa en m uchos aspectos.
VVeber ya intentó crear las liases jinrn una "sociología coniprensivv
cual fiie m ía sociología histórica que parlía de la hipó!esir, de qui
com prensión tle los procesos culturales no es pensnhle si no es sob
base de ía significación que ía realidad de la vid a, t¡ue es siem pr
índole in d iv id u a l, tiene para nosotros en determ inadas rcla d 1
particulares"” , til hecho d e q ue las ciencias.sociales y, por consiguit
ia ciencia histórica se ocupen de valores y significados que dt
com prenderse en su contexto histórico concreto, no excluye, para
VVeber, en m odo alguno la posibilidad de explicarlos, sin o que, a
: bien,.Jia.ce posibles esas explicar ion'--:
L a s form as que p ueden adoptar 'estas e xp licacion es son i
va ria d a s. Muy ya no existe n in g un a teoría tle la: Historia — coin
con ceb id a por D roysen y Llilth ey—-, que articu le ¡os p rin cip io s t
in ve stig a ció n científica que se im ponen en nuestro tiem po. Y en v
tíe las m u ch as estrategias de la investigación histórica actual que
p osibles y que se practican, es bueno que no exisla, l ’or otra pnrt
alegato tle i.aw rence Stone eii favor de un retorno tle la historia
n arrativa no ha de entenderse tam poco en el sentido tle qu
historia deba alejarse tle ias ciencias sociales.
I-.! sujeto en la historiografía v u e lv e a a d q u irir un mr
pro tago n ism o, y los historiadores han co m en zad o un solam en
ve r n los hom bres dentro tle las estructuras sociales, cultúrale
lin g ü ística s que determ in an las form as del com portam iento luí
110 , sin o tam bién a plantearse cóm o los hom bres han co n trib uid o
form ación y transform ación de esas estructuras. La narración e?
m e d io posib le para a p reh en d er ¡a relación que existe entre
estructuras y las personas, precisam ente porque, com o argum ei
han A r lh u r lla n to '’5 y jó rn R ü se n 1'-, es una ío 'in a tle explicación,
eíeclo , la h islo n n cciílitrni m ás reciente parte, Ínefty.a cu an d o na
de p lan team ien tos y concepciones que co nstituyen la nueva hisU
social. Se p ue d e estar de acuerdo con Joro Rüsen cu an tío afirm a j
la historia es un d iálo go con el pasado, un d iálogo que, si bien pu
a d o p ln r form as m uy vari,itlas, siem p re lia tle respetar la autonoi
Ln ciencia histórica en vi fíy/o X X n i

— in d iv id u a l o colectiva— .de los hom bres que constituyen el tema de


la investigación histórica.

3. ¿E l fin de, la Ilu stra ció n ?

La d u d a radica! de la p o sib ilid ad de una historia científica está


estrecha mente ligada, en nuestro siglo, al creciente m alestar provo­
cado por ia sociedad y ln cu ltu ra m odernas. Esta sociedad ha sido
considerada com o el legado d e la Ilustración. La ¡iustrqción fue
entendida originariam ente com o e m an cipación , co m o 'u n a libera­
ción que dcbfn llevarse a cabo en el enfrentam iento, guiado por la
razón, con las autoridades e sp irituales y sociopolfíicas existentes.
Pero la razón tiene dos caras, una norm ativa y otra in strum en tal-
técnica. Su meta norm ativa es un m u n d o en el cual todo hombre,
g u ia d o p o r.s u razón, puede d eterm in ar su propia a n d ad u ra y
desarrollarse plenam ente. El m u n d o, sin em bargo, es también un
m u n d o en el que el hombre, gracias a su s co n ocim iem os científicos,
d o m in a in naturaleza y transform a !n so cied ad . La critica ni carácter
e m an cip ad o r de in Ilustración y a sis idea do uno s hom bres con
iguales derechos procedió, a finales del sighrxix y en ía prim era mitad
del siglo xx, de pensadores com o N ie tzsch e y lleid e g g o r, quienes,
desde un punto de vista elitista, rechazaban la idea de la iguald ad tic
d e re ch o sy de ln superación de la violencia. C o n el objetivo contrario,
es decir, el de la igualdad de derechos, la crítica a ln Ilustración fue
luego ad op tad a por tos representantes de la Teoría C rítica , por
ejem plo por í iorkheim er, A d o rn o y M arcusc. Ello s veían cu la razón
el instrum en to con el que los hom bres no sólo d o m in a n la ¡int (¡raleza,
sin o tam bién, tle forma creciente, a los hom bres. En nom bre de la
razón, el m -ju d o es cada ve z m ás d e stru id o y d csh u m n n izn d o . La
razón, que quería abolir el m ito, se habría co n vertid o en un nuevo
m ito. A u s c h w it z y ln destrucción del m ed io am biente eran co n sid e­
radas com o las secuelas consecuentes de ¡a Ilustración . ¡
Esta actitud crítica frente al m u n d o m oderno determ ina una
gran parte de la nueva hisioriograffa a n írn p o ló g ico -cu ltu ra l. A l
contrario de la ciencia histórica m nrxista, las n uevas tendencias
rechazan las ideologías que pretenden arreglar el m u n d o , las cuales,
en su o p in ió n , han co n d u cid o a los sistem as totalitarios del siglo xx.
D e sd e esta perspectiva debe entenderse tam bién la actitud crítica-
que, frente a la R evolu ción Francesa, adoptan historiadores com o
t'n ie t y I fn n t, q u ie n e s d e se a n re to rn a r a u n a h isto rio g ra fía
1!¿ Lií'll/',V ti. ¡XXrí!'

d csid e o io g iza d a , que) sin em bargo, cnn.itj ellos bien saben, no pued e
co rresp on d er y;i ai ideal clásie o d e im a investigación "objetiva". Unn
gran parle tle la nueva historia cn llu ra l {cuino T h o m p s o n )q u ie re
rescatar al 'V a le d e ro pobre" V al "artesano anlien.'ido" tic la "a rro ­
gancia tic la p o ste rid ad "17. Hn este sentido, la nueva historiografía se
h a C o m p r o m e tid o con el objetivo de tm m u n d o m ás h u m a n o e n el que
hay lu g ar para las ideas ilu strad as de una sociedad de hom bres
autónom os. lista historiografía adopta nv.ichns cosas tle! logado de In
Ilu stra ció n , in clu id o el em peño por liberarse de! m ito. Pero es
tam bién tina historiografía i|iio ve los lím ites de la Ilustración . La
nueva historiografía no ha reim neiado de n in gún m odo o (¡coparse
cien ((ficam en !e del pasado; p e ro es consciente de la co m p lejid ad del
pasado y tle sil investigación, p a rlico la iin e n te .cn la necesidad tle
p en etraren las estructuras p ro fu u d n s d e la conciencia y del co m p o r­
tam iento h um an o s, lio ocasiones se hace entonces necesario recurrir
a la expresión metafórica, de un m o d o que era inaceptable para la
historiografía an ticua. Pero esto 110 quiere decir, com o han exig id o
los que critican a la h istoriografía científica, que !,;slo rin se
d isu e lv a en m etáforas111.
Para ie rm in ar, a lg u n a s observacion es todavía sobre el proble­
ma del re lativism o y la d isto rsió n ideológica. T o d a historiografía
surge tic unn perspectiva ligad a a una persona, a Lina época y a una
cu ltu ra, por lo que contiene un elem ento ideológico. T o d o intento de
negar este elem ento de persp ectiva, com o lia o currid o una y otra vez
desdo Hanko hasta los representantes tic una ciencia social em p írica
)’ exenta tic valores, no ha hecho m ás que en cu b rir Kis juicio s de valor
y los p resupuestos ideológicos en los que se basa la ciencia. Pero la
persp eclivitlatf no excluye, de n in g ú n m udo, el enea m in íen lo, esfor­
za d o en a lca n za r el conocim iento, con el pasado. Johann C h risto p h
(iatío ro r o b servó hace ya d oscien tos años que no son sin o "la
lo caliza ció n y el punto tle vista del historiógrafo"'* los que hacen
posible el conocim iento histórico. Í; 1 objetivo tle ia d e d icació n cie n ­
tífica a la historia os ía ap ro x im ació n , por m u)' parcial que sea, a un
p asad o v iv id o y hecho por hom bres reales. Por ello, la in v:,«lig ació n
tle ía historia se 1tos aparece com o 1111 diálogo continuo que n o p iíe d u
ser co n d u cid o tle forma ni exclusivam en te racional ni p uram ente
arbitraria, poro que en todo m om ento debe orientarse hacia ia
re a lid a d . I.a m u ltip lic id a d tle estrategias tle in vestigación y de
p erspectivas co g u iiiva s n finales tle! siglo xx son una g an an cia y han
e n riq u e cid o nuestro acceso al m u n d o histórico.
E p ílo g o a la s e g u n d a e d ic ió n a le m a n a (1995)

! lace ahora Iros añ as que term iné este vo lu m e n . En él se


bosquejaba una evo lució n , in iciad a en los años setenta, que se alejaba
de una "historia social de ln cu ltu ra para aproxim arse a una historia
cu ltu ral de lo so c ia l" 1, y que estaba ttriida a d e te rm in ad as ideas
acerca del carácter de la historia y de la ciencia histórica. T a ! com o
m encionábam os, 1,a w re n ccS lo n e defendió esta e v o lu c ió n e n 1979 en
ln revista t’ti$l nuil l'r c .v n l1 com o "el retorno de ln n arrativa", que ha
co n d e cid o n! "fin de la creencia de que Rea posible una exp licación
cie n !n ica coherente de (as transform aciones del p asa d o ", iil a b an d o ­
no de las ciencias so ciales em p íricas, analíticas, d io fugara, un debate
epistem ológico que etro-stmnabn iTw;?ók) c-rconeepto do u n a coheren­
cia histórica am pliam en te ahorcadora, sin,o in clu so la p o sib ilid ad del
saber objetivo lisie n uevo p irron ism o alcan zó una p osición exIrem a
en una filosofía del lenguaje que considera a éste com o un sistem a
cerrad J de signos que no se refieren a un m u n d o existente, sin o que
lo que hacen es co nstru ir ese m u n d o. D e ello "se infiere la supresión
de ¡oda diferencia entre la ficción y la historiografía" y se considera
a la historia, — en palab ras de 1 tayden W hite— , com o "u n a opera­
ción que genera ficción"-1.
l’ese n que historiado res e h istoriad o ras de tanto renom bre
com o Joan Scott y G areth Stedm an-Jones lian aceptado Sos p ostu la­
dos de! lingnfcUc- liim ["giro lin gü ístico"], no existe, com o hem os
su b ra yad o , nin g un a obra histórica im portante q ue h aya sid o escrita
exclusivam ente desd e una perspectiva postm oderna q ue parta de
los postulados de esa fi losoffa del lenguaje. Y es que una historiografía
a sí no es posible, precisan',ente porque la historiografía busca alcan ­
zar el conocim iento. In clu so cuando,,el h isto riad o r escribe en una
forma literaria, su narración es m ás que pura literatura y refiere f
una repodad h isló rica . L a gran aportación del debate teórico de los
últim os dos decenios consiste en haber co n trib u id o a m ostrar lo
co m p licad o y lo indirecto que es todo co n o cim ien to histórico. El
m étodo de ia deco n stru cció n ha llam a d o la atención sobre Sns
prem isas ideológicas inconscientes que su byn ccn en toda afirm ación
C m r v (.i.

I lis lorien. Pero ln iu ve slig n ciú n bisUVicn door¡ctil<H'¡'.ni sneioder


y !n antro po logía historien, de n in g ú n m odo se Imn ¡dejado
f-iitti! s í com o sus respectivos Ft»presenlnnles hnn llegado a aíj
F.u IsiH ú ltim o s veinte años In historin social tía tom ado en consi
ch'tti, de Üll m odo creciente, los aspectos eulíurnles. M ientras t
p rin c ip io p o n ía de re f e ve los com po n en tes eco n ó m ico s
e s tra tifica cio n e s soein les, Ins cu a le s p o d ín n ser ap reh en
estadísticam ente, alm ra otorgaba un ninyor papel n fad ore;
sutiles, lates rom o ln "pertenencia a un determ in ad o kcno o gt
d ó n , las co n viccion es religiosas, ln;; tradiciones ed ucativas
lo rm a d ó t' cu llu rn l o ías so lid arid ad e s regio n ale s"1. i W a l r a pg
m icro h ¡s!o ria trabajaba, coiuo p u d im o s co m prob ar en los traba
H n n s M e d ic k , U a v id S a b e a n , C a r io P o n i y C ío v a n n i
crecientem ente cuu factures s ú d a le s y económ icos.
..........D esd e tjjiíí escrib í este pequeño libro, Ins p ág in a » de nlgur
Ins revistas de va n g u a rd ia, entre ellas nnd 'Prt$jf&í}f los A n n i
fr iW 'Y i& k R rp m flnf f U y i ¡ is iiiñ jñ u t í7Vrfrjj-í/, iian sid o ie ile raí Ir
le el escenario de confrontaciones críticas £ im tos n d a lid e s rad
tlel fio ». A sí, e iv /’íf?/ muí l ’n v rn t, Lavvrence Slone in i<
i :t?'íl un debate en el que ndveríín de los p eligro s que p;
historiografía enlrnñnn los p o stu lad o s radicales tle ln filosnf
len g u aje tic Snussure, ln! com o fueron d e sarro llad o s p o síe n o n
por O errid n , y ln ciühtttjl mu! sí/iií/io/íV míZ/irn/ni/e^i/ |"nulrop(
cu ltu ral y s im b ó lic a " !, practicada por C’.eert/, y o lm s, para qi
"llj realid ad ern t u » im aginaria o i i i i i i lo im a g in ario " {thc mi
¡m n^iiinríf ris ti ir ¡m ágkutry). i .os textos, a d ve rlía Htone, sim con
dos en espejos "q ue S e reflejan m utuam ente, pero que nn arroj;
sobre ln 'v e rd a d ', que (pnrn ellos) nn existe" \ M ien tras que nlj
p n rlíci p artiesen el d ebateen l ’itst mui l ’rrw n l co n tin u aban insisl
en que "n o se e v itle n cin ninguna coherencia a m p liam e n te ab are
en ln p ub lica, ln econom ía o d sistem a social. (com o p*sft
r e íc rc iirin pnrn ln historiografía)"'', íía b r ie llc Spiege!, en imn f<
ttiiiy p on d erad a, valutó los que, desde su p u n ió de vista, en
aspectos positivos y d estructivos üfe Ins ron _,-pe¡ones postm od
tie ln ciencia. l.d p o ste slru tiu rn lism o , nftrfiinbn, fcpíifh pnesln so
tnpeíe ln problem ática inherente n ln relnrii)n entre "pnlnbrns y
entre In lenj;un y ln renlklnd e xlrn lin ¡;iiísU en ", y hftbfe sen
n re rlm ln im ’iile que ln vidn nieninl se flesnrrnün en e! lengunje
no e xisíe n in g ú n n id n len p un je que perm ilr. observnr unn ref
tlesde el exlerior. Pero si los texlos sólo rt'firjnn o¡ ros texlfíf», sin
¡..a tirn rm hhlórica cu etsig lo X X 115

i-'
referencia a una realidad, entonces "el '|í|»sitoo' se d isu e lve en
li teralura." En op inión dp Spicgel, este enfoque posa por alio el hecho
. d t que lodo texto nace en un contexto real. A sí, coincide con Cnrroll
S rtiítli'R o scn iicrg en que "el lenguaje por s í m ism o sólo alcanza
sig n ificad o y auloridnd dentro de irnos entornos históricos y sociales
específico*!. A s í como las diferencias lin g ü ísticas estructuran la
sociedad, ins diferencias sociales forman el lenguaje"7. Por consi­
guiente, el papel del lenguaje consiste en m ediar entre el’ lexío y la
; realidad. ¿ i
De manera sim ila r argum enta ¡nm bién Roger C h .irlie r, uno de
los m ás destacados historiadores culturales franceses y colaborador
de los /1/rmifrs durante largos años, en 1993 en Le Moiifíc’1,- Constata
q ue las "cerlezns" de la hislo ria social, tai com o era practicada en los
A m a tes, se han tam baleado fuertemente en los últim os d ie z años. E n
prim er lugarC’fuc restablecido en su d erecho.cl.p ap el d e ja s in d iv i­
du o s en el establecim iento de v ín cu lo s sociales", con lo que se

segu ndo lugar, los historiadores se vo lvie ro n "conscientes d e q u e su


d iscu rso , independientem ente de cuál sea su form a, es siem pre una
n a rració n ." Pero, para C h a r lie r, de esto no se d e d u ce que la
historiografía sea literatura pura. La historiografía se diferencia de la
literatura pura por la dependencia del h is lo ria d o rd e ln s fuentes o, en
su caso, de los archivos, y, adem ás, por la depend encia de unos
criíerios científicos, la cual "capacita a la historia para hacer valer los
derechos de la verdad frente a todos los falsarios," C o m o para
Spiegel, el m u n d o histórico aparece en forma d e "representaciones"9
(,..¡ "q ue se m anifiestan a través de signos o ex presiones sim bólicas''.
Pero la inclu sió n de métodos scm íóticos, necesarios para descifrar
esla sim b olo gía, no significa, en m odo algun o , tina renuncia a los
■ criterios de la investigación historien científica, sin o su Robusteci­
m iento. ¡
Las revoluciones de ios años entre 1989 y 1991 en la Europa del
Este y en la U n ió n Soviética han planteado u n a serie de cuestiones
adicio nales para la ciencia histórica. N a d ie había p o d id o predecir el
repentino d errum bam iento de los sistem as dei socialism o real o la
rápida retiniíicación de A le m a n ia, consecuencia de aquel hecho. N o
se podía prever el cam bio radical de 1989 con los m étodos de la
ciencia hisló rica, pero, n posleriorí, se pued e hacer el intento de
exp licar cómo se llegó a él. La historia no es una ciencia que pueda
hacer afirm aciones exactas acerca del futuro, pero s í es una ciencia
116 ti<’<íi‘(y t?.

retrospectivii, que puede y debe intentar exp licar d pasado para


en len d erlo.
N in g u n a tic las tros grandes corrientes tío in vestigación que
liem o s tratado en este libro, n saber, In historia política, narrativa, que
se orienta lia d a personas y acontecim ientos; In historia socir’ 1, o rie n ­
tada hacia Lis estructuras y los procesos; y ¡n antropología histórica,
orien tad a lin d a las experien cias vitales, se halla en ('audiciones de
dnr unn exp licació n satisfactoria. Pero jim ia s p ueden co n trib u ir a
tm a co m p re n sió n tle estas transform aciones re vo lu cio n a rias. &
se g u ro tjiie éstas 110 p ued en com prenderse si no se relacionan con
u n o s e n tra m a d o s s o c ia le s de m a y o r a lc a n c e . La a fir m a c ió n
p ostm o d em n , a m entido d efe n d id a por los m ierohistorindnres, de
(¡ue no existen n in g u n a s estructuras y procesos históricos que lo
a barquen lodo, debe ser cuestionada. Paradójicam ente, para fo rm u­
lar-tin as hipótesis acerca d e l[d e n u m b a tm e n lo de un sistem a (|ne se
autodefínfn com o m arxista, resultan titiles los conceptos m nrxislns
líe la inferrelñciuu tm llid o s p im v s o s x ’co ném icos y Ujs-hí jo ía ics..Por
lo visto, la R O A y Sa U n ió n Soviética fracasaron am bas p o m a haber
sitio capaces de adap tarse ni ráp id o desarrollo técnico de los últim os
tres decenios, que re vo lu cio n ó la econom ía m u n d ia l. D esd e luneta
treinta años, en el bloque del liste se hablaba m u ch o de la revolución
técnico-científica, pero ésta no tuvo lugar,allí. I .os m edios de p ro d u c­
ción se su b le varo n , por asf d ecirlo, contra Ins cad ucas co n d icion es tle
p ro d u cció n y la su perestru ctu ra social y p olítica de Sos estados d d
s o cialism o real. A q u í tienen tam bién cierto valor, com o recurso
heurístico , los conceptos de m o d e rn izació n . A d en itis, los estados del
so cia lism o real fracasaron, en parle, seguram ente d eb id o a factores
p olítico s <’ in stitucio n ales y a la rigidez, de estos sistem as, la cual les
im p id ió adap tarse a im a s co n d icio n e s (fue h abían cam biado . P.n esla
rigidez, juegan papeles im portantes In econom ía p lan ificad a y la
d icta d u ra , las cuales im p u sie ro n lím ites n ios nuevos d e sarrollos y al
in tercam b io tle op in ion es, necesario para aquéllos, Sin,em bargo, esta
rigidez, no pued e re d ucirse ú nicam en te a factores i\o n ó m ic o s , Pl
co m po rtam iento de las capas d irig en tes y de las capas a m p lia s de la
p o b lació n en este m arco social 110 puede co m pren d erse si no se tienen
en cuenta las estructuras m entales y los m odos tle com portam iento.
A esto se a ñ ad en d ecisio n e s p olíticas a todos los n iveles de la
so cied ad , d e sd e la cú sp id e hasta la base. Son p ro ce d cn le s.n q iif los
conceptos y m élo d o s d e la sociolo gía, de la psicología social y de In
antro po logía cu ltu ral. Tam bién debe co n sid erarse.el papel de las
personas. ¿! labría sido d istinta In evo lució n en la U n ió n Soviética sin
Urcznev o G o rb a ch o v ? O la R D A : ¿habría sid o tan rígid a sin H o n e ck cr
y su vetusto equipo de co laboradores? Los últim os años lian dem os­
trado adem ás ¡o persistentes que son ias tradiciones cu i tu mips y ios
m odos de pensar, de índ ole religiosa o nacional, que lian so b re vivid o
in clu so bajo el m anto d e un co m u n ism o represivo, jü rg e n i<j>cka ha
d e d u cid o de ello "que !a historia social it'ilh ju tlilics Infl ríul ["p re scin ­
d iendo de ia p o lítica"! en el futuro seguramente será aún menos
convincente que hasta a h o ra"1", Y lo núsm p se puede ap licara la historia
cultural. "i .a necesidad tle llegar a conocer las ¡nterrclncioncs, c.s decir,
de llegar a conocer las grandes estructuras y procesos", — opinaba
Kocfcn— "(se insegura mente) aún más aprem iante, y la lim itación a una
mera m icrohisloria sin planteamientos generales será, en el futuro, [...j
todavía menos satisfactoria." Porotra parte, "la historia social p olítica
tle los años noventa m ás bien deberá tom ar en serio la d im en sió n
cu ltu ral, el raber cu ltu ral y social, las formas de vid a y las interpre­
taciones ile las personas com o elem entos que co n d icio n a n la política
y que son iu íiu en ciad o s por ciia."' T o d o eslo no sugiere tsn nuevo
p aradigm a estándar — la fuerza de la ciencia histórica reside en su
p lu ra lism o — , sino ía su peració n de criterios unilaterales con ios que,
d e m a siad a s veces, historiadores e historiado ras se han ap ro xim ad o
a ia historia.
F.s d ifícil tlarse cuenta de cóm o los debates de los últim os anos
y las consecuencias de las revoluciones políticas han repercutido en
la historiografía. U n vistazo al program a del congreso de la A iircrin in
! lifitorirnl-Assocjtilitin de enero de 1995 m uestra que en la tem ática de
los--últimos ti ira años, centrada sobre todo en aspectos de etnicidad
y género 'exuai, pocas cosas han cam b iad o . Rn A le m a n ia, afectada
m ás dr reí lam ente por esas revoluciones, ha aum entado el interés por
la historia nacional y por ia política, pero sin q ue por ello la historia
social o la historia cu ltu ra l de orientación nn h o p o ló gica. h ayan
p erd id o relevancia, com o atestigua la fun d ación , en 1993, d e la
revista I lütorisclu’ /bffírm/ií>/iy;V ["A n trop ología h istórica"]. C o m o
indicio deq ue las ciencias sociales siguen o c u p á n d o o s lugar im portan­
te «V, la ciencia histórica,m encionem os finalmente que, pn Frailcin, los
Anuales erm biaron en 1994 sii subtítulo Economies. Sm iétés. CivHisniiant,
como se leía desde 1.9'líí, por 1lis ln iri'fc k 'ito ’ tacinlí', a fin de reestnblecer
el víncu lo por un lado con la política, que había estado conscientemente
desatendida d u ran le m ucho tiempo, y por otro, con las ciencias
sociales analíticas". '
Notas*

lulnuiuecmn
1 l£f;ors: New Otftríimi.c, éd. nlensnnn: Ni'iir üe$t'Un'hláÉBifSi9fiii
2 TicHsehko, vol. i, ¡tííj», 28
% líruyson,* pág. 25 y s„ .l1).1'. ■
4 Kosollock, "Gosdiichío, Ccsdiidilon",* pp.¿. 13!)-143.
5 Rnnku, "kli'L* diT UmviTNnliiislnrio", pág. RS
6 Sobro iros ct’iuvpdimo.s iiii/v diversas do tilia dom'íri sikí.tí b
ricn vónse C'h.iumt,* la re visir* nmonennn S.ocinl fickiiir !ii*hn
IVoliior, Si>ziii!u’is-:cii:u'hi¡fl uini Gcsilnchl^sclnvihiiii^.
7 Wobor, "WissottsdinfS nís BerufV páfi- 612-
3 NíOtirntiimcr; fkgíüiisfmn'.
9 Wbile, Auch Kiiíi r/n/iJW.

Primera p n iíc
1 Kuhn.*
2 ümtrdieu, Suzinlcr Sinit* ’
3 Cí. Wchler, Deulf¡ti& €kMoH$tíi<¡fiti$i!$tli>í'h{s>, .vul, I' png. 4ÍU-
vol. 2, p;1p, 5IM-52Í); NipptftófJ, Í5t’irf#jÉt' Gcschiihtt' Í800-!
pd|», 47ÍH82,
•4 K m ik c , " k lo o di> t U iiiv o r s n liu s lo r k * " . p n g . 72-73.
5 V éase K iih n /
6 Sobre !ns at/ntiomins veniS* Kiaus, C!t. WcCfelkiíkl, Weblev, ÍJéú
! ',iVt'íki!nij¡:;¡<,wfih‘hli' y Nipi’ii.'ftl'.'y, I irulnrhi' CiVchiflilc !ül'í!-
7 Véase N ip p o rd o y , ib ís.t,> pág. 498-533; n sim ¡M iio Igg e rs, Pfii
HiVf/fMtlüm/xten.trlia//.
8 Vóiiso IpRers, “I lislo n o isin ", vol. 7, píig. 4 5fí-4 é l,
9 S ob re " n a lm a lis m o " aunó exp re sió n op ;esln -i " liis lo r id s
véase U m m iss; lam b ién JggeO?, "i lislorieism ".
10 Véase Trueltscb y Mnnnbeim.

* Un ¡sen tíi'Ir.i': •.1


1-| Ifílilc tic tilín ímmíi íufj*^ qttv ¡Hictlr HH'onírr
rt’fi'fi'iii'iii iíi* I;*ctlii iún i*r¡j*in¡il 11 ilr l;i rtlirión r;is¡rllíin;i Ji* i'Kíi í»hrn rn ln rv
h íM iiij’.riU írii iju o fi|*i(i’íi ;íl Iíím I i l r l lih n í. íN . «¿W ! i»u{.)
Ln d n id ii hiílórim en el si^to XX 119

11 Ortega y Gassel,* pág. 68,


12 Véase Düthey, Windcibnnd;* Rickerf,*
13 Véase Mnx VVeber, "Roscher".
J4 Meinecke, Enkli'!iuii$ rics 1lisfiirisiniií!* pág. 4.
15 Véase Cadnmer.*
16Ranke, Vor-edezudenGesckkhlcfídcrrmumiisdtciiuitrt •{ctvmnmdwii
VoIkcr," pííg. 46.
17 Véase ibfd.| pág. 45 y Ranke, "Über die Vcrwandlsdwft"/ pág. 50:
"dn(< dereti [der I listone} Amt nicht sovvohl auf die Sammiung der
Tntsnchen und iht-c Aneinandci'fügung, nls auf dns Vcrstñndnis
derselben gerichtetsei". ["que su misión {.la de ia historia] no consiste
tanto en reunir y acoplar hechos, como en comprenderlos"]
18 Véase Ranke, "Idee der Umversnihislonc", prfg. RO-83.
19 Ranke, Givjkn MUchle,1 ’ pág. 41.
2íl Ranke, ¡’otitisdH’S GespmV/f,* ibfd., pág. 61,
21 Véase Ranke, !jai tedie G cfidridttc*, vol. 2, pág. 124-158.
•}"> ........-,t~
. > t"n... ,i;„ ......... .. * , „ a „
...V, r„„.-j..... co
.J..r en ......................................
23 Vénse Ranke, "Idee der Univcrsalhistone", pdg. 85.
24 I legel, Gnutdliiiieti <
Icr ¡’hUtisojihie rlcí Rediís,* pftg, 165-207: Die
bürgerliche Gesellschaft.
25 Ringer, üddirirrt.
26 Véase Ranke, por ejemplo: 'Über die V er vvnnd Isch a{t",* y el ca-
, pitido sobre ia guerra de los campe,■sinos.en: -Ranke,. DerífsdfC .
Gesdiidíle:'
27,Véase Iggers, Wuludtt Gesdtidtlswiwensdiiifl; Ringer, Gddtrtcii, y
VV. Weber, Pricalrr.
28 Véase Slndler, Mellon, Gerhard y Keylor.
29 Véase I lübinger.
r-O I’or ejemplo M¡chele!, té ¡Vajilé*.
31 Sobre América véase í Siglwm y otros, / lir-lon/; sobre Francia,
Keylor. " *
32 Véase Iggers, "The Imnge oí Ranke".
33 V é ase Iggers, Dculsche G cfidtidilfíuissi'itfidiaft, y W . W e b c i1.
34 Véase Krílf,
35 Véase Keylor y Simón.
36 Véase Sciiom-ScbüUe, pág, 287-337: Karl Lnmprechf und. "New ’
I iislory"; Inmbicn Igget'R, "Social llisíury".
37 Véase Schom-ScluiUc, también Ocstreich,.
38 Lamprechl, Dctitsche Gcñdiidile, voi. 1, pág. vi-vm.
39 Lamprechl, AÜc mui naic’ liidit linden.
120 t •(’<»',<{ Ixufiv

'10 C'ilatio en Schultz, p.if',. 282.


'11 Véase Siluifer, "l.)as eip,enliiduí ArbeUsgebii'l" (1888), y Ciolhem,
Aiifaubt: ih'i Klillur^tviiiitiiU' (1889). También Oeslrcicb.
42 Véase KadiíaSil.
'13 Véase W . Weber.
44 Siiuiniu!, Mrlluuic hislorújut' (1903).
45 V óa s i: Higliam y otros, //js/um/; 1lof.stad ler, l l i r ¡’wg reavive
I lialwiniin.*
46 Cíwyj't'íí uf/lrí?; niiif Sam a’: U tiijw n l l'.xpafiilhin SI. I.ouis /9(M,
Boston I9Ó6, vnS. 2,
'17 Véase Feüner, Lui.lt! Muril/, I Inrlmaiin.’OexU’, "Ct'org van Üeiow"
48 í’or ejemplo 1inuser, Onxwkrfi.
49 Sebmollor.
50 I .ampieeitl, I h'tikxht'K Wir/nrhii/ífitflvii.
51 ! liníw,'X.k'schicíils.'uiffn.ssttng".
52 Véase Max Weber, "líosdier".
53 Véase Max Weber, "líber c¡it¡j»o Kriicgúrii-n''.*
54 1Íin¡/.e,'Teuilalismu.s'’(l929};! Iinl/.e,'I \ t iaoilemeKap¡taí¡sinus' ( ¡1J29)
55 Véase Droysen, llialurik*, pág. 2911-362.
56 Véase Dillíiey, Aujhittt1, ptfg.146-152.
57 Slinlxe, "Sinnf.
58 Max Weber, "Simt (ler 'Wertfreilieil'".*
59 lbfi.1., p,-íg. 155.
60 Véase por ejemplo Kielii, Nutiir^t'srhnhU',
6! Véase Ruhinson, New Ithlnnf; íambién 1li^bam y «tros, llishuy,
p;í¡;. 104-116.
62 üearc.1, úkmioini-u'lit’ tnli’t¡’irl/ilioii.‘
63 Véase I li^bant y oíros, UisUiiy,
M l iirnc’r, ( rtmrrcr.
65 He i r.
66 I íi^Iiam, ''ISeyninl (.'onscnsus".
67 Véase líell, Tin’ l'nrlnfhlrofu^if; * Bell, Nnchiitiluffñfllrt'i’st’llxchnft’'-,
cf. Pukuyamn.*
6H Véase I tisc Ii, "Nene Wt’j’c".
69 Véase la primera tesis de Mnrx es;: T lw s a t iH v r .l’i’u r r l’n i'h *
70 l.e Roy Lrulune, Tvirihuir, píSf». 22.
71 Véase DnrrcicUuij’li, Mom Tremí,«;,*
72 l'risclt, p.íg. 252-2ívl.
73 Véase lg^eis, Nciii’ Gtvchiclilsw&euschnfl, pílp. 14H-I51, líimhiéu
jaratisdi, Qiiiiiit¡Jiziiriiii<(.
£.n ciVnciíi histórica a i ef s/^ío X X Jkx. L

7'1 Rostow, 5indica *


75 Marx, Das Knjúlul,1 ' prólogo a la primera edición, vot. 1, prlg. 12.
76 Gyrschonkrcm, Econoinic Bnckttwnfiicts.*
77 r-igcl y Rngormann, Tinte*
78 Véase (Julman, Slnvon/.
79 l:,n: ¡:ógei y Elt'on, Which Rtuui?* . ,
80 Sobre la historia de los Ainmíer, véa.se i3urke, Offene Gcsdiidilc;* una
buena recopilación de ensayos sobre los Atilintes se encuentra en
Bloch, Pmzrsst'.
81 Véase Raphaeí, "1fistorikerkontroversen",
«2 Bluch, Rois*
83 mocil, /Ij'f’/ev’rV,*
84 Véase Bioch y Febvre, A nos ledi'ttrs; In divergencia entre las
intenciones de los Anintlcs y de ía medievísUca alemana traclicio-
hn! se manifiesta claramente en ei artículo necrológico que Marc
liloch dcd.ca a Georg von üelow, véase Uloch, ’Tcmpérament",
e:;pec:ah¡íe!ile eu !a.páj;!Jia.55fivdoiHÍc ]llucli le reprocha á Beiow
que éslc "mítica Ivubiera logrado hacer perceptibles tos estrechos
vínculos entre el orden político, la estructura social, la mentali­
dad, ¡os sentimientos y las ideas".
85 Véase, entre otros: ¡irnudel, LJflxMittc/iiiar/lIraudclSozirrhcsc/iichh’,*
Le Golf, 17ir cin uudercr- MilleUtllcr;* Le Roy Ladurie, Diittcni'* Le
Roy Lndurie, MoitlniUon;* Le Roy Ladurie, Knntcviil *
86 Febvre, hicioyninv.* ■
87 Braudel, Frnukreidi.*
88 Koscileck, "Geschichte, ! listone".
89 Le Ck.ff, en: Bluch, /Vnzí’ssc, pdg 393-4 M.
9(1 Brnutiei, Smiiil^endiidile.*
91 Ijraudel, ín n ikid d i*
92 Bluch, “VVfiSaprnúilitc",* y Bioch, Hislaiiv rumie*
93 Braiuíi_í y Labrousse, I¡ifiloirc écuiHuiiicjiic.
94 Véase I íntton, Mmln/iliilen, pag. I03-Í3L
95 Véase Vnveílc, Monrir anlrcfoi?; también el número especial de los
Aininlt's: Aiilnitr de In tnorl (l 976). Sobre 'histoire sérielie' véase
Vovcüe, "Serielie Geschichte"; Chaumi, I lis luiré qnnnliln!iw*
% De Sr í.ssure, Gnutrifrageti*
97 Véase Rnphao!, "l’rescnt".
98 Agtilhon, Ré¡nthliqtie nti vitlngc.
99 Oz.oüÍ, Fctc révalulkmnain’.
10(1 Furct, Fiw izíísíh 'Iic Riwlnlioti.* Un comparación véase Vovelk,
122 Gwj¡ ('. Í^^ITS

r'iriitziisteilic Kriinlulioft*
l()I También Guriyvidi, M ilIrtiillirlíHic Voikskullur.

Scguiula l’nrlc
¡ Stone.* Citamos ni|uí la versión castellana.
2 ib f d ., p í j r . R 9.
3 ib íd ., lili.
4 Véase Geert/., f)»'/»/<’ Hwlnrihtirix, on: Ceert/.,* pág. 7-'13.
fi A reirá do la disensión sobre e! "camiiv.. especial" véase I-
"Neuero Soz.ialgesdiichte", especiaimente p/^. 54-55, iwt
también Kocka,"Deutsdie( ¡cschichte vor 1litler". Adiciona
Hley, VVíífn'íiiriMf'üifMK.
6 Véase Iggers, "Cesdiidilswissenschall in Deulschland i
iVnnki'oidi'';Oeslieidi; Rapbael,” ! lislor¡M’rkonlm versen"; í
St l1Q( * < " , i u ; r i : i ! n 7 ' L'l''t ' ,r'
7 También Pisclier, Krú’x ilrr lllufiiviwu,
8 Kehr, Primal tlrr lnin‘u¡’i'lilik; Sdilnditllnt'.aibnti.
y Woiiler, Dnilzcltr Grzcllsrlinjisxcsrlik/ili', voi. f, pág 17.
!!) Véase VVchler, Hfcuinrrk, pág. TI; I ¡orklieimer, "'[Tadílimic
krilisdie ’í heorie'V
I 1 VVt’liIt’r, í ViifsWii' Gi'üt'llpi'hnfla^i'^chii lili', vol. 1, p;i;;. 16.
12 lbrd., pri«. 7.
13 lb rd ., prtK . 14, 21.
14 Ibíd., pílp. 14,
15 Ibfd., p.1¡;. 12-21).
16 lb r d ., p ¡í|’ . n i.
17 Weiiler, ¡Uunturck, pág. 14.
18 Weliler, Knhrm'ii'li, pág. 19.
l l) Al respecto véase Kiltei', "Noticie So/ialgesdik'bte
2(1 Wehler, l h'tilsdic Gcat'llsclutftr-xwclihhtc, vol. I , pág. II)
21 Véase Weblo!', /Vir/sc/fc Gr^rfhrlinfl^r.'-'rfin'hlc, sobre el de
matrimonia! vol. I, prf|;. 146-148, 172, 2-1.3; sobre las mtijm
trabajo vol. 1, p¡1g. 254-255, y sobre ¡os movi.nienios fem
vo!, 2, pn;v 5, 736.
22 Nipperdey, Ücidsdíi1G w hiihh11FíHMílfiíi; Nipperdcy, De
G w hiclilc IMCi-IUW, 2 vols.
23 Koekn, "i’arndigmawedisel”, pííg. 75.
24 Kocka, Uiih'nirhwfiiíti’rni’nUiin^.
Líí oV'n'w h iz lM cn en el fi<¡fo X X 123

25 Kocka, Angcstí¡lt!.
26 Por ejemplo Niefhammer, Wolinrn; Tcnfeldc, Soztalge&cltldi'te'
Brüggemeier, ¡.ehat vvr Orf.
27 Véase 11 yr. y también Frisch.
2fi Gutman, Wnrk; Gutman, Black Fninil}/.
29 Kocka, ftíirgcrtuní htí 19. jaftrtimderL
■ 30 Un ejemplo interesante de este vínculo es el estudio sobre el duelo
en ln sociedad burguesa en Frcvcrt, Etircinunimer.
31 W it ’riin g, M M v lt m f iir ií Hcíí, pág . 14, 19.
32 Véase ai respecto Hhmer y Mütler. .
33 Marx, Zur ÉriÜk iíer Palilir-dicn Okoiio.inie* prólogo, píSg. 8-9.
34 Bollhapcn, F.infiihntug, pág, 44-46. 1
35 LtJfcefc y otros, Unbm >ii¡l¡xlc V e rg ím g m h iil, pág. 9.
36 Scheeí y oíros, "Forschungcn", pág. 3H1.
37 iosiiuit für Marnsmus-Lcninisinus beim Zentrnlkomitec der
....J. SED (rrj )j Cfisrliirhtr dlTdc.ttlS£hc.U A rbeilerím oe< tiim . .yol. 1, tirólo
:: go, pág. 8.
;38 Cf. Iggers, FJn muierer !u?¡orísdn'r l}lick.
39 Kula, Tiu'ory oflhe Fmñit! Sysleiir* interesante desde un enfoque
antropológico; Kula, MaWflijíí’s nuil M o l
40 Véase Kaye, IltilM t Mnrxkl 1lisloriiuis;* Kayo, Eilticnh'wi of iM ire.
. 41 Lukncs, V&dñwIfcíiiiliXt en: Lukács, Gcsc/ííc/rít: tii/tí
K I i('•.'¡i11ifi(.<(’i I ,‘ pág. 257-397.
42 Marx, iikoiit.’iiiiscli-jiliih'iioj’ltisíhr Mtwuskríjile* ¡
.43 Sobre el debate angloamericano véase Kaye,Rrilish Mnrxisf
I ÜKloriníis;* véase también Wnllersícin, Pfljt tuodente Wcllst/slem*.
44 En Francia con ln escuela de Brnudel, en Inglaterra en el debate en
torno a !a crisis del siglo xvn: véase Richardson.
45 Acerca .de la I ife rntura sobre las teorías deln Dependencia: Mütler,
C) ren7.cn.
46 Alíluisser. !
47 Véase la crítica de Cario Ginzburg a la historia de las mentalidades
en su introducción a: Gisuburg, H it Kfilv nint ilw Wilrwcr,* pág. 7-21.
48 Marx, A'-hlzdmlc fínininin’,* pág, 19B.
49 F.n la írleralura marxisia inglesa, osla participación activa es
designada con la expresión "ageney". ]
50 Ed. alemana, Frnnkfurt 1987. El título alemán: Dic Etifslelwitg der
eii^lischen Arhet/crklu^e es una traducción poco afortunada del
título inglés The M/Jiftí,f <>/Ihe Bngfísh Workinpi Cfe®/ que resalta
el papel activo de los obreros en la constitución de la clase obrera.
12 4

51 Thompson, 1'lrint i/cr Tliivvic/ pág. 253, 256.


52 ibfd., pííj;. 47.
5.1 Ibfd., ¡i.íj;. 182.
5i Thompsois, I!.iil.tlt'hnn^,' p;íg. 7. Traducción ligeramente mejorada
por mí.
55 tbíd., pág. H.
.56 Ibfd., 21)8-209.
57 Ibfd., pág. 7.
58 Thompson, "Time"*, piíg. 56-97.
59 Thompson, r.nfflc}utit$,>pi1g. II.
60 Mi traducción: cf. ibfd., pñf;. 9,
fd Ibfd., pág. 7.
62 Thompson, "Moni! l-'conotny"*.
63 Kudé, Volktntii'.xcii.*
M l’or ejemplo Í,tidlke, " l’rok’st"; Masón, /V/rrs.
65. Vínst’-¡vlürx: .'Tlío Ml'üscIh'o uia.ohen ilne eEiroue Ciesciiichte, ntic’i‘
sii» machen sie niciiE ñus froten Slücken, n¡dit trnler selbslgC'
wahlten, snmlern linter umnilteihnr vmgefundenon, gegebeneu
und ¡iberlieferten Umsliinden", ["ios hombres lineen su propia
historia, pero un ln lineen arbilrnriamenle, bajo circunstancias
elegidas por ellos mismos, sino bajo circunslnncias directamente
dadas y heredadas del pasado” | en: At hlzclniU Hnuuniir/ pág. I ¡5
|pág- 11 de la edición enslellana|.
66 Acerca de ía controversia sobre el "euilurnüsmo" tle‘tiiompson y
Conoveso véase Jolmí-'nn, también K. MeC.leiland.
67 Véase Thompson, "Time”*.
68 (.’jinzburg v l'oni, "Was isl Mikrohisiorio?"
69 K o ck a , "liberta,sehung", páj*. 19.
70 Mediek, "Missionarc", pág. ‘19.
71 l.iidlke, AUttlgsaivcli t'lih’: introducción, pág. Í2.
72 Mediek, "Missiimart ", pág. 50.
73 I Inbermas, T/ieonc/ vol. 2, pág. 232; rilado en Lipp, "Übcrlegimgun",
P-'VvTI. _
7' 1Véase í .eví, "C)n Miciohislory";* véase también Medick, "Epillegeno
( ioschichte?"
75 Tiiompson, l'.iü^h'lr’ii^ i/cr fit^liy-cheu Arívilcrklitsav/ pág. 11.
76 Véase versión nnler or de Mediek, "Missionare", en: Gt'sdriclih’ ttiiil
GiVi'lbclmfl, p;íg. 3('í o 30<1-305.
77 Acercado la micrnhi ílorin,domtev«,Mod¡ok,T.ii!iogciioCeschichie?,'(‘
aceren del origen d.'l concepto "mirrostorin" en 1í-'!':i véase ibkl..
[ji ciencia hislórica mi el XX 125

prfg '64-365, uc'.n ID.


78 Medick, ” M ¡ssiosiítrc", prfg. 57. Víase también Gndnmer, Wahrlwil.*
79 Véase Ceertz, Dichte Hcschrrilntiig*
fií) Véase Snhiins, K'ipitiiii Couk*
81 Medick, "Missionare", póg. 59.
82 Citado ibfd., pág. 60.
83 Kocka, Sazinl^cschichtc* píj». 17(5.
84 Mcdick, "Missitmarc", pdg. fil-62.
85 Kocka, Sm¡nlf¡rschic/tlc,' pdp. 173, .
86 Lipp, "Überlegtmgen", prtg, 30.
87 Véase ln (raiisickm desde ia "hisloire sérielle" n ln historia de ins
mentalidades en: Vovelle, Dic Fr/itrzifaisdic Rcmlirtion* ■
88 Poucault, Wahnsitiir* Foticaull, Cehurl iti'r Kl'mik;* y Poucault,
Q h 'n i 'i i a t i'n .*
89 Mochen,blcd, K iilh ir* y Mwcíicnihled, Eifiiuliin$*
911 1’enol, "Inimduction", en: Ariüs y Diíby, Ccschichlc ¡te jinw/oi
Ld'i'i/s,” vol: -i, pág. v. .......... ... ... •
91 Vén.se Wehler, Deutsche CcuflLvIinJin^escliiclilc, vol. 1, p.ig. 14.
92 Véase la insistencia de Sted irían-jones en el papel del lenguaje en
la constitución de la clase ubrera en: Sledman-Jones, l'ptilik mui
Sprnche.
93 Hourdieu, St’.’.fd/dyíV, príg, 57, 59.
9-1 Vebien,
95 Thompson, ¡iulslrlinuy,* pág. 7-8.
96 Lipset, "Pnseism”, p.ig. 131-176.
97 Alien, Das halvit w i“ iiidil gemítil.
98 I lamillon, Who Vdh'ii f o r I lilla ?
99 Chiiders, The Nnzi '/ntrr.
IDO PalkT, f lilla s Wíil.hr.
10! Chiiders, "Social I .anguage".
102 Foucnulí, üisposilive.
103 Véase también Lipp, "Übcrlegungen", pág. 30.
104 Véase Lüdtke, "Fmlest'.
1(15Totales, Ceschichte imil KlafsentieuiiifllHCiu*
106 Adormí y olios, l’tmttivfcnuiMtn'il.*
107 Uflnke, "klec: der Universalhistorie", prtg. 78; véase también
Humbokit, pííg. 587. ' .
108 Véase Davis, Dic wnliriinfli^c Ccscliklile* pilg. 20,
tí 19 l'inlay, véase también ln respuesta de Dnvis, "On thc Lame".
110Mcdick, l.ehai uin* ÜbcrMmi.
126 (’ini'.V C. 1$¡¡era

I i I 1-1concepto de "liigen-Situi" jsentído de lo específico] fue prt


lo para ln reconstrucción historien por primera vez po
19B5, Cf. nliorn: l.ikftke, Ӓ )ie Outmmg der Fnbrik"; para ln ii
pación del nacionalsocialismo desde esto perspectiva cí. lar
Uidtke, "W o blieb die "rúte (.¡luí"?" Véase también Mr
Si izinli’oütik,
112 Medifk, '‘MisKÍonare", p;í};. 61.
113 I.evi.
I M Snbeali, 7.u'eiathiieiil¡¡¡cf¡ Selnoer!.
115 I..evi, pr'ijj;.
116 Schkimbolmi, ¡j'bcmiUuiji’, vol. 1, pág. I.
I 17 Schliimbohm, l.rl'Citshutfe, M i’dick, I.eheii und Übcrlcl’cn; Kr
Símil lim r-rirleuri/ Indar, Sabenn, Pmpr’rfy. •
! IH Schhimbohm, !.el>en?liiufe, pág. S.
! 19 Medjck, "liin Vtilk "¡ni!" Hiichorn".
J2ü„Kflííd.1-U-bn y J ..ipn..■’,VVnsscr_ii_nd ürcS".
121 f.ipp, l’ol¡li$die Kiillur; véase también. Upp, "VVritinj; J 1Lsl
122 Véanse las publicaciones desde 1972 en la sene "KiiHaclic S,
zur Gt'srlríciilswi.wnrscltirf!" I "lísltidins críticos sobre la ci
históricn"] y también en ln serie de textos "ludiislrirllc
| "M undo indusi ría!" | del "Arbettskrei.s fiir moderno Soz
schicbie" ("Círculo de trabajo de historia soda! moderna'
¡23 Stone,* pág. RR, nota.
¡2'1 Véase Ankersmit.
125 Itarfhes.
126 While, Metnhixloii/* pág. 13.
127 White, Audi Klio tliihlt'l, pág. S!)2.
12K Ranke, "Vorlesnngseinleitungen", pág. 72-73.
129 Halmers. pág, 3 13.
130 línchela! d.*
131 Peyerabend/ Wider den M.eitwilenzumiin; l:eyunbend, Irni
132 Fmicaull, /irrhífoln^ñ';* !:oucnuli. Pie (irduíiirp; der ¡Unge.’
133 Den-ida, Giviiiiiiiilnlo^ii"* Demdn, ¡lie Scluifl.*
I3'l Sloue,* póg. 1D1-
Í35 1.aCopra.
136 ülanke y Ríisen, Von ilrr AuJMiii'Wij; zinu i H^luriautr/s; Jai
Küsen, Gfscliichlv ¡les llwhniaitnif.
137 Scott, "Woinen's ! lisiory",4 pág. f»R; véase también Scott, Ci
138 l’oeock, Miirhiavrtlinii Municut; l’ocock, PalMcs.
139 Skinner, l oiiiuliilituis;* Skinner, Rehira nf Gnuul Thcori/.*
íjf acnciiJ h is lú iia i en el siglo X X 127

14(1 K o se llc c k , "G c s c liic h tc , H isto rie " ; K o s e lie c k , "G e sch ích tc,
Cescllicilleil”.* : ■
141 Koscileck, "Geschicblc, Historie"; Kosclicck, '‘Ge.schichtc,
Gcscbicbtcn",*
]42 Véase l:urt?l, 1789; Purety Ricbot, PrwuOkissbg. Revolulioir* Furet
y Cteoáf, Trivtsfwm ulhttt o f Poülicn! C u ltu re .
143 1 íunt, Sym bülc i k f M achí.
144 S l’wcII, Work mui R a io lu tio ii in Fruta#, f > % . 1 1 .
145 A g u lb o n , Rvpiihlirjiic mi v illa je .
146 O/.ouf, IV Ie ivw h ü io u n n irc.
\A7 A q u í mi Irnducck'in; cf. T h o m p so n ; Ettislclttttiü * p á$, 9, 11.
148 Sled m an -Jo n cs, pág, 1 1 .
,14 9 C h íld e rs, "Social L an g u a g c”. ¡
.150 Véase la discusión en torno a Damton, O nsgro jíc Kntzawinssnkcr*; .
Cluirticr, “Texis, Sym bols and Frcnclmess"; y la respuesta tle
Damton, "The Synsbolic Elemenl in Hislory".

Consideraciones finales
1 N io tham m cr, P iv íh islo ire ; F u k u y a m íi. !
2 Kierkeganrd.
3 V cnse jiin g e r .*
4 Véase N iclh n m m cr, P onH ikloirc, pág. 16 4 -17 2 .
5 Koselieck, "Zm n Vcrhíiltnis von Vcrgangenheil und Z u k u n ítV
(i Le Cofí, der Kirche"* en: Bioch, P m zt'.w , pág. 393-41T
7 V éase Brnuticl, Dns M iH etiiiccr,1'
8 Pili bey, Aajlm t*
9 Coliingwood,*
10 Cadnmer.'
1,1 Ricueur.*
12 Max Weber, " ü b je k tiviín l",* p ig . 180.
13 Droysen,* pág. 25-26, 398.
14 Ibfd.
15 Dan lo*
16 Véase Rüsen, "W ic krmn man C e scb ich te v e m íin flíg sehreiben?1',
en: R ü se n , Z t’il m ui S iiin , p ág . 1 0 6 -13 4 ; R ü se n , G n a ttizfíg e eitwr
iíM friK . 1
1 7 T iio m p so n , J-jí/s/iw tm ;,* pág'- 1 1 .
18 A nkersm it.
19 F.m B lan ke y Fleischer, T lu vrctík i'r rlcr dcntsclicit 2, ■’
pág, '152-466.
12K ('t'tuy C. í,W ¡ s

r.píi{)|»() ,1 ln srgtmdn (‘(lición nlrmnna


1 líogor Ctinrtier, "U le Woll nls Uopi asonlnlicm", on: Mntlliíns M iddcl
y Sloffon S;iniiiik'r (od.), Alies Ccumnicnc huí Geschirhle. Pie Sflm ic
iler Atilintes in iltirn Testen, Leipzig 199-1, p.íg. 32(1.
2 Vónso p-ig. 59 y 60.
3 Kngorí Iwirlier, "Zoil dorZwoifc!. Znni Voi'slnndnisgogemvni-ligi.’!-
( k’scliifltlsscliiviliniíj»", en: Chrislupli Cnnrnd y Mnríinn Kcssel
(od.), tU vehiiiilr arliirHieii in iler Voshimtimic. Ikitríigc z w tikhicllat
Disbt&ion, fíltilIgnrl l99'Sr pñg, 92.
<l Véase Ctinrlifr, "Dic Wcll nls Rcpiiiücnlalion", pág- 332.
5 l.nwroncr Slm u’, "llis ío r y mui í'u.s! M inloniism ” , en l’imt mui
l’iesrnt, runn. 131 (199!), p;1gs. 217-218.
fi Vónso i ’nlrivk Joyco, on: í ’/isf mui Presen!, mim. 133 (199 i ), príg, 2(18;
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B ib lio g ra fía

Nota [rrcii-'iinar

Nuestro objetivo fundamcnlnl ha sido completar la amplia y


selecta bibliografía t|ue figura en la obra original, con tos dalos que
puedan hacer más accesibles las referencias allí citadas. Así se
recoge toda in información ofrecida en la relación del origina!, con
simples variantes tipográficas, pues nos parece interesante' que el
lector a visado pueda conocer, por ejemplo, que obras, clásicas o no,
se han pub'icado en alemán o traducido a esta lengua. Además,
añadimos ¡enlre córcheles! las referencias de que tenernos noticia o
bien de las .ediciones'fn.slt^iftriñívcisíí-do-ijiic-c-xisSaFr, íí-bic". sJv !ns
ediciones originales en ingife o francés.
lin esta laboriosa i a rea liemos recibido alguna ayuda ocasional,
que agradecemos de corazón, del ; nopio Georg G. Iggers, de la Srn.
U. Daoudi (desde Miiusier) y de IV aria Mnnadé, aquí, en Barcelona.

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151

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Churchill, Winslon 16!
Cobbelt, Wiiliam 81 ¡
Collinjrwood, Robín G. 107
. Comle, Aiigustc 105
Condorcet, Antoine Marquis de
Adorno, Theodor W, 11, 91, 105 • ' ■'
Agulhon, Maurice 57, 102 Conze, Wcrner 68,
Alien, Willinm S. 89 Crocc, BesicdeUo 56, 96
AHhusser, Louis 77
D'Annunzio, Gabriele 21
Ba'dsclard, Gastón 97, 98 Danto, Arlhur 110
Bnlmers, Fa;trick 97 Darnfon, Robert 103 ;
Barrnclough, Gcoffrey 46 Dnvis, Natalio 85, 92, 93, 97
—nwirfcs^fó'Sá'frd- &2p96,—98,~99 -De Man. Paul 62 ~ '
... 101, ¡OSMIOS Derridn, Jacques 62, 98-11)1,103,
Batale la i re, Charles 20 iü«, 114
Benrd, Charles 44, 51 Dilthey, Wilhelm 26,: 39-41, 51,
Beckcr, Cari 51 72, 106, 110
Uclow, Ccorg von 37 Dobbs, Mnuríce 76 ¡
Berr, I lenri 36, 37, 44, 49 Dostoievski, Fjodor 105
Blanc, Louis 30, 31 Droysen, Johann Gustav 16, 25,
Blanke-Schv/ecrs, I Íorst-Wnitci 26,32,40,41, 51, 79, 92,110
[{¡0 Duby, Georges 52, 53, 58
Blnch, Marc 49-53, 55, 57, 58 Dtirkhdm, ümíle 36, ,44, 50, J03
IJois, Cuy 76
Bourdíeu, Pierrc 24, 88, 90 Elias, Norbert 87, 88
Urnudel, Fc.nand 53-57, 69, 84 Eliot, Thomas S. 21
i 108, 109 Engel.s, Freidrich 73, 74, 76, 80
Drecht, Uertold S8 lingernian, Stanley 48
: Breiincr, Robert 76
Briiggemeicr, Franz-josef 69 HaHe r, J urge n 90
Buckie, Ilenry Thomas 107, 108 Pc-bvre, Lucien 38, 49-55, 57, 58,
Burckhnrdt, Jacob 20, 25, 84, 96, 101
105 rey era be nd, Paul 97, 98
Fischer, Fritz 64 .'
. Cesar, julio 16 Fogel, Robert 19, 47, !48,108
Chntlicr, Roj>er84, 115 Foucnult, Michel 22, 54, 61, 62,
Clinunu, Picrre 89 87, 90, 99, 100, 108
Furet, Francote 52,57,58,101,111
15 2 Gi’iiifl O.

Cndnmt'r, Ccorg 408 Kici kegaard, So re n 20, 106


(jaltiTcr, jnlinnn Chrislupli 30, i 12 Kisch, I ierbert 94
Cji'crlZfCliffortl 77,85,92-94, 103, Knies, Knrl Gnslav Adolf '1(1
114 ■ Kockn, Jiirgen 65, 68-70, 82, 85,
Cenovese, Lhigcne 77, SI 95, 117
(JcrsclK’nkrtm, Aloxandur '17 Korscl», Knrl 76
Cor v imis, (¡corj; 25, 31 Koseileck, Rcinh<H'dl54,10(5,10!,
Cibbon, lídwnrcl 16, 29 107
Cin7.iniig, Cnrli)77, 81, 82, 92,93 Kricdte, Peter 94, 95 :
Cocllie, jolmnti Wolíganj; von 19 Kuhn, Yhomns 23, 97, 98
Colín •in, Ubcrhnrit 35 Kuln, Wilold 75
C o ii Ihm I, ¡'ierro 53
Gramsci, Antonio 76 Labrousw, lírnesl 55
tkiÍ7,ol, Fran^ois 30 l.nCnprrt, Domínick 99, ¡03
C si rievíeiT” A a mn 5B"~ ~l .nmniTinc, A1]r[T0n:rarl!t"3(I ~
(¡irilriflfi; 1it'fbpi' 7!5 i ‘-¡rcchl.ur3r¡ XVI«'r<j4 50, 63
i ,c Cofí, Jaiques 52-54, 58, 87, 107
I ¡ahormas, jütf'en 66, 83 Lenin, V. 1. 74
i Inniillon, Richard 90 !.e Roy l,adune, líinmnnuel 46,
! Imi.wr, I k'iiri 37, 39 52-54, 56-58, 87, 93
l Irf’el, tlcdrp VVilhelm Priedridi I .ovi, Ciuvanni 77, 84, 93, 94, 114
!R, 25, 26, 28, 29, 'II, <13, 96, l.óvi-Slraiiss, Gande 77,.i 03.
105, 106 1ipp, Carola 95
I íeidcj’gor, Martin 21, 100, 111 l.ipsi’l, Seyniour Martin 89
1lonry, l.miifs 71, 87 l.oeke, |ohn 43 :
¡ irrtulnto 15 l.üdlke. Alf 13
i liníy.o, Olto 39-42 1.iiktícs, t leorg 76, 9 1-
1lobsbnwm, tiric 77, 81
lloikhoimcr, Max II, 65, 66, 91, Mnmlmti, Robert 52, 5.T
111 Marcuso, I Icrbcrl 111
I Itii/.iiij'n, jolinu 8'1 Marx, karl 12, 18, 19, 26, '11, 42,
l himbokil, Wilhelm von 29, 91 44,46, 47,49, 58, 65,6/, 69, 71-
1lunl, Lynn 101, 11 I 78, 80, 83, 86, 89, 9 1, 96, •1.03,
105, 106, 108
joyo.', Jumes 99 Mi.’dick, I tan;; 13, 84-86, 92-95, ¡ 14
Jíinger, l'.nisl 21, 106 MeiiK’cko, bricclricli 26, 56, 72
Mondéis, Prnnklin 94
Knnl, immaiuiel 97, 105, 108 Mcngcr, Cari 38
Kaschuhn, W<ilí¡;an¡» 95 Midiek'1, Julos 18, 30, 31, 96
Kclir, Bckart 6-1, 65, 67 Mili, John Stunrl 18, 105
La (íciicin histórica e.n el siglo XX 153

Miller, Perry 44 Roschcr, Wílhefm 40


Miiilz, Siducy 87 Posenberg, l iaras 67
Mllterauer, Michne! 71 Roslow, Walt 47, 48, 86,
Mnmmsen, Tlicodor 25 iittdií, Gcorge 77, 81
Muehembled, Roberí 87 Rüsen, Jorn/LOO, 110 ,
M'isil, Roberl 99
Saben», David 93, 95, 1Í4
Niethammer, l.utz 69, 106 Sahlins, Marshall 85, 94
Nielzsclic, Frigdricli 18-21, Snuasnre, Fernand de 57, 98, 99,
mu, Í05, 1 0 6 , 111 103, 114 . 'i
N i p p e r d c y , Tilomas 68 üctiíl, Joan 100, 113
Schafer, Dietrich 35 !
Orí opa y Gnsscl, José 2 i Schlumbohm, Jürgcn 13, 94, 95
O v v c n , ¡< a b c r t 81 sclimitt, Car! 106
-«OTHÍrMnnn-57-1 (1-2-- Í7t’hiiH)ilerr Giwt-a v-von 38, 39, 40 -
Se t/iimbos, Cha rles 52
Paiiie, Tliomas 8! Sowcii, Wilüam lÓÍ, 1()2
Par;ingtnn, Vernon 44 Simiand, Fran^ois 36, 44, 5(1
Pirenne, ícnri 39 - Sínimei, Ccorg 88 ■ ;
Pintón 19 Skintier, Qucntin 100, 101
Plutarco 84 Smith, Adnm 47 !
i’ocock, j.CJ.A. l(l!í, 101 Sócrates 19, 100
Poní, Cario 77, 81, 82, 114 Sorel, Georgcs 21
P(K¡nd, I:.¡zn 21 Spengler, Oswnk! 21
Prmisl, Mnrcel 99 Sledmati-Joncs, Carelh 113
ñldne, Lawrence 59, 60, 96, 99,
Rabelais, í■ r n i 53, 57 S10, 113,
Ranke, I .eopoid von 12, 16, 18, Sweezy, Paul 76
19, 25, 27-32, 40-43, 48, 49,51
, fíybel, i loinrídi von 32
52, 72, 79, 91, 92, 96, 97, 100
106,107,112 Tnine, I lyppolile 30
Raízo!, SViedrich 50 Tenfeldc, Kbus 69
Ricardo, David 47 Thicrs, Adoíphe 30
Kickcrí, I ¡einridi 26, 36, 39 Thompson,,Edward P. 70,77, 78,
Ricoeur, Paul 108 82, 84, 88, 89,102, 107, 112.
iíiciil, Wilhelm 43 Tocqucville, Alexis de 30, 31, 9é
Ringcr, Pritz 30 Trciíschke, Meinrich von 16-18,
Rüter, Cari 50 25,32 ,
Eí.iUcr, Cerhard 51 Tucfdide.s J5, 16, 29, 971
Robínsón, james I Inrvcy 37, 44 Turner, Prederick Jacksbn 37, 44

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