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CULTURA

ESPAÑOLA

R E V I S T A T R i n E S T R f l L

(Antes REVISTO DE nRflQON)

HlSTORin.-Secciór. dirigida p o r R. n i t a m l r a y E .
Ibarra R o d r í g u e z . « « « « • « « « • « «
LITERnTÜRfl n O C i E R N f l . - S e c c i ó n dirigida p o r E-
G ó m e z d e B a q u e r o y R. t>. P e r é s , • «
PILOLOQin É MlSTORIil L I T E R n R I f l . - S e c c l ó n di-
rigida p o r R. A e n é n d e z P i d a l . « « • «
A R T E . — S e c c i ó n dirigida p o r V. L a m p é r e z y E . T o r -
mo y A o n z ó . • • « « « « « « « « « « •
FILOSOFÍA.— S e c c i ó n dirigida p o r ñ. Q ó m e z Iz-
q u i e r d o y A . flsín y P a l a c i o s . « • « « «
VnRin.—Cuestiones i n t e r n a c i o n a l e s , p o r Q. A a u r a y
Gamazo. • « • • • • « « « « « « • • * ;
C u e s t i o n e s militares, p o r J . Ibáñez A a r i n .
C u e s t i o n e s bibliográficas, p o r J u a n A . S á n -
chez.» • « • • « • « • « « • • « « » «
C u e s t i o n e s p e d a g ó g i c a s , p o r Julián R i b e r a .
* * * * • • • • • « • • • • • • • • • • •

FEBRERO w - , . n c n v 1 1 1
N ú n . IX
sunflRio

SECCIÓN b e HISTORin Páginas.

La Dirección.—El próximo Congreso internacional de Ciencias


históricas (Berlín, Agosto de 1908) 7
Francisco Carreras y Candi.—Carlos Manuel de Saboya en el
Carnaval de Barcelona (año de 1586) 10
BiBLioGiíAFiAS.—Lucien Bouvat, Sur quelques manuscrits de
la Société Asiaiique relatifs. á VEspagne.—Max Van Ber-
chem, Titres califiens d'Occident (F. C.) 24
J. Valenzuela La Rosa, Los Sitios de Zazagoza. Diario de Ca-
samaj/or.—Martin Hume, Historia del pueblo español, su ori-
gen, desarrollo é influencia.—E. Altamira y Crevea, Histo-
ria de España y de la civilización española. HL—Inventari
deis libres de dona Maria, reyna Daragó e deles Sicilies.—
J. Miret y Sans, Le massacre des Juifs de Móntelas. (E. I. R.). 30
Ch. de Lannoy et H . Vauder Linden, Histoire de V expansión
coloniale des peuples européens. Portugal et V Espagne jus-
qu' au debut du XIX" siécle. (Rafael Altamira.) 34

tur geschiehte aus der diplomatischen Korrespondenz Jay-


mes / I . — K. Haebler, Geschiehte Spaniens icnter der Habsbur-
árer».—Eichard Oertel, Francisco de Goya. (Joliannes Jungfer.) 38
F. X. Funk, Compendio de historia eclesiástica. (A. G. 1.) 40
REVISTA DE REVISTAS 41
NOTICIAS 48
LIBROS RECIENTES 54

SECCIÓN bE LITERATÜRn nObERNn I


R. D. Peres.—De poesía catalana. I I L . 59
E. Maestre.—Escuelas literarias. El naturalismo 66 /
TEATRO.—Jacinto Benavente, Los intereses creados. (Severino
Aznar.) 70
NOTAS BIBLIOBRÁFICAS.—PÍO Baroja, El Pasado.Las tragedias
grotescas. (Ricardo Carreras.) 78
G. Martínez Sierra, La casa ele la primavera, {fí. D. Peres.) 80
R. A. Urbano, La Embajadora. (Ricardo Carreras.) 83
P. Luis de Gálvez, io.s'aweníiiJ'eros dcí aí'íe. (E. Maestre.) 85
J. García Mercadal, Del jardín de las Doloi-as.—R. Pamplona
Escudero, La tierra prometida.—G. García Arista, Tierra
aragonesa.—K. Casañal, Epistolario baturro. (J. Blas Ubide.). 86
MOSAICO 88

SECCIÓN bE FILOLOGln É HlSTORli^ LlTERñRlñ


Carolina Michaelis de Vasconcellos.—Estudos sobre o Eomauceiro
peninsular: Eomances velhos em Portugal (continuación).. 93
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS.—David Lopes, Trois faits de phoneti-
que arábico hispanique; Gertrud Klausner, Die Drei Dia-
Páginas.

manten des Lope de Vega und die Magelonensage; Dr. Erich


Walter, Adolph Friedrich Grafvon Schack ais Ubersetzer;
J . P . Wicker Crawford, Thelife and works of Cldstobal Suá-
rez de Figueroa; «Revista internacional de estudios vascos».
(R. M. P.) 133

SECCIÓN bE ñRTE
L. Tramoyeres y Blasco.—Los cuatrocentistas valencianos 139
Elias Tormo.—Los nuevos tiispanistas: M. Bertaux 157
Elias Tormo.—iMiscelánea de primitivos en España 164
NOTAS B i u L i o G R Á r i C A r s . - M a n u e l B. Cossio: iSíGi-eco.(ETormo.). 170
NOTAS.—El arte español en Inglaterra: ayer y hoy,—Otra nue-
v a obra conocida de J u a n Lome. (E. Tormo.) 179

SECCIÓN bE FILOSOFin
tmile Duprat.—Estudios de filosofía contomporánea. La filosofía
de M. H. Bergson 185
Alberto tiómez Izquierdo. Una discusión entre escolásticos 208
ANÁLISIS DE LIBROS.—Edmundo González Blanco: El materia-
lismo combatido en sus principios cosmológicos y psicológi-
cos. {X.Q. i.) 213
Arthxir Kenyon Rogers: Tlie Religious Conception ofiJie World.
Wilüiam Ra'ph Inpe: Personal Idealism and Mysticism.—
M. "Witon Callcins: The Persistent Problems of Phi.losopliy,
an introduetion to metaphysics tliroiigh the study of modern
systems.—J. H. Newman: í'ede e Ragione. (Em. Duprat.) 215
NOTAS BiBLioGEÁFiCAS.—M. Joseph Pou y Batlle: La filosofia
catalana, sa existencia, sos caracters, sa decadencia y nece-
sitat de sa restaurado. (A. G. I ) 222
Sales V Ferré; Sanz y Esaartin: Nuevos fundamentos de la Mo-
ral." {¡. G. C.) 223
J. B. Codina y Formosa: Nuevas cartas abiertas d D. Edmundo
González Blanco sobre la crucifixión de Jesús.—P. C. Bacha:
Un traite des ocurres árabes de Théodore Abou-Eurra évéque
deHaran.—E,l-ILa,ína.om:Muatael-imamel-Mahddi. (M. A . P . ) . 224
A. Tremesaygues: Philosophes contemporains par Haráld Hof-
fding (traducción del alemán). ( A . G. I.) 226
C. 'Soxiglé.-.Lesolidarisme.—A. M a i r e t y j . E. Florence: Le tra-
vail intellectuel et les fonctions de V organisme. (J. G. C.) 227
R, P . Gillet: V éducation du caractére. (J. R.) 227
ANÁLISIS DE R E V I S T A S . - ( G . I. y 6 . C.) 229
NECROLOGÍA.—(E. D.) 235

VflRin

Gabriel Maura Gamazo.—El problema de Irlanda 239


Juan M. Sánchez.—Investigaciones blibliográflcas 313
CULTURñ ESPñÑOLñ
(Antes R E V I S T ñ b E nRPlQON)

Es revista de carácter cientiñco, completamente desligada de todo


compromibO de partidu y de todo excUisivismo de escuela. Su indepen-
dencia de criterio le veda solicitar ó aiimitir toda subvención ó apoyo de
Índole oficial. Su división eu Secciones, perfectamente autónomas, es una
mayor garantía de iudependtíncia: cada Director es rc-.sponsable do la or-
ganización de los trabajos en su Sección respectiva; los autores, por su
parte, responden exclusivamente de sus artículos. Un solo ideal común
mantiene unidas a l a s >Secc¿&Mes autónomas: la investigación serena é
imparcial de la verdad científica.
P a r a facilitar este régimen de autonomía orgánica. CULTURA ESPA-
ÑOLA ruega á sus colaboradores remitan los originaiea á los Directores
de cada Sección, y iio á la Gerencia ni á la Administriició::; igualmente
recomienda á los autores ó editores remitan las obras, de las cuales de-
seen que se dé cuenta, ya á los Directores mismos, ya á los colaborado-
res constantes que en cada Sección estén encargado-, de la especialidad
deterniinada á que el libro enviado se refiera. A este fií;, e.n la siguiente
lista se consignan los nombres, domicilio j especial dedicación de los
Directores y colaboradores constantes en cada una de las Secciones.
S e c c i ó n d e HISTORIA

DIRECTORES: R . Altamira (Oviedo, General San Miguel, 1 y 3 ) , Meto-


dología histórica é Historia del Derecho.—T^. I b a r r a Rodríguez (Zarago-
z a , Indepeüdencia, 32), Hisioria de España y especialmente lamedieval.
COLABORADORKS: E . Codera (Madrid, San Vicente, 5b), Historia ára-
be.—Carmelo Echegaray (Guernica, Vizcaya), Historia délas Provin-
cias Vascas.—Ántomo Ellas de Molins (Barcelona, Santa Mónica, 2 bis),
Arqueología general y especialmente catalana.—K.^ÍY^'Í (Madrid, Fuen-
carral, 1 0 ) , Numismática española y Arqueología árabe. — E. de Hi-
noj.'isa (Madrid, l'laza de Leganitos),. Historia del Derecho. - 3. M.
Castillejo, Publicaciones alemanas de historia jurídica.—Z. Fitzmaurice
Kelly (Londres, Piccadilly, 107), Publicaciones inglesas de asunto espa-
ñol.—L. Barrau Dihigo (Paris, Bvd. St. Germain, 4.3), Publicaciones
francesas.—^Y. R . Shepherd (Nueva York), Publicaciones norteameri-
canas.—Engemo Hela (Chiatamone, 5 bis. Ñapóles), Publicaciones italia-
nas.—J. Jungfer (Charlottenburg, SchlossStrasse, 6 8 ) , Publicaciones
alemanas.—A. Mezquita de Figueiredo (Coimbra, Avenida Sá de Ban-
deira, 3-5), Publicaciones portuguesas.—k. Blázquez (Madrid, Almiran-
te, 12), Geografía histórica.
Esta Sección publicará en los números siguientes, los trabajos que se
indican á continuación:
Relaciones entre el Derecho español y el de la Francia meridional,
y Estado actual de las iiivestigaciones sobre la historia de las clases ru-
rales en Europa, pr.r E. de Hinojosa.
Los godos en Sobrarbe y Ribagorza. Estudio de toponimia goda de
Aragón, y Los suevos en Asturias, por J. Jungfer.
Nuevos datos para la biografía de D. Rafael del Riego, por F .
CaneUa.
Inscripciones sepulcrales de escritores catalanes de la Edad Media,
por A. Elias de Molins.
S e c c i ó n de LITERflTÜRn n O b E R N A
DiUBCTORES: E. Gómez de Baquero (Madrid, Lagasca, 14),—E. D .
Peres (Barcelona.—San Gervasio, Avenida del Tibidabo, 18).
COLABORADORES: Severino Aznar (Madrid, Apodaca, 5), Teatro. —
Teodoro Llórente, director de Las Proyincias (Valencia).—José Enrique
Rodó, profesor de Literatura en la Universidad Nacional (Montevideo).—
J. Blas Ubide (Calatayud).—José R. Lomba (Gajano, Santander).—Julio
Calcaño (Caracas).—Ricardo Carreras (Castellón de la Plana).—Esta-
nislao Maestre (Pozas, 12, Madrid).
S e c c i ó n d e R L O L O G t n E HISTOI^Ifl LITERi^Rlñ
DIRECTOR: R . Menéndez Pidal (Madrid, Ventura Rodriguez, 21).
A. Farinelli (Turln, Italia, Vía Moncalieri, lü7), Relaciones de la
literatura española con la extranjera.

S e c c i ó n de ñ R T E
DIRECTORES: R . Lampérez (Madrid, Marqués del Duero, 8).—Elias
Tormo y Monzó (Madrid, Plaza de San Marcial, 7).
S e c c i ó n de F I L O S O F Í A
DIRECTORES: A. Gómez Izquierdo (Granada, Ballesteros, 2), Filoso-
fia en general é Historia de la filosofia moderna. —"^l. Asin Palacios
(Madrid, San Vicente, 56), Historia de la filosofia medieval y especial-
mente de la árabe.
COLABORADORES: M . Glossner (Munich), Información alemana.—
Dr. Sarbled (Paris), Información francesa. —Emile Duprat (Paris), In-
formación inglesa é italiana.—Jenaro González Gürreño (Pontevedra),
Psicología y Ftica.

VARIA
G. Maura Gamazo (Madrid, Lealtad, 13), Cuestiones internacionales.
J. Ibáñez Marin (Madrid, Concordia, 4), Cuestiones militares.
J. Ribera Tarrago (Madrid, Luna, 33), Cuestiones pedagógicas.
Juau M. Sánchez (Madrid, Alcalá, 91), Cuestiones bibliográficas.

CULTURA ESPAÑOLA se publicará en Madrid trimestralmente, en fas-


cículos que aparecerán eu los meses de Febrero, Mayo, Agosto y No-
viembre, y formarán cada año un volumen de más de mil páginas.
La suscrición es por años completos, de Febrero á Febrero.
PRECIOS DE SUSCRICIÓN
En España, año c o m e n t e 10 pesetas.
En el extranjero, ídem 15 —•
Número suelto ó atrasado 5 —
LA COLECCIÓN COMPLETA DE 1906: 2 5 P E S E T A S
£1 pago necesariamente ha de ser adelantado. Para aquellos que no paguen
á su debido tiempo, la cuota de suscrición, será: 12 pesetas en España y 20 en
el extranjero.
La Administración no responde de extravíos, especialmente cuando el sus-
crítor no ha notificado el cambio de residencia ó domicilio. Los xjedídos de
suscrición, avisos de cambio de domicilio de suscritores y todas las reclama-
ciones por dc'ñuienoías del servicio, etc., deben hacerse directamente á, la
ADMINISTRACIÓN DE LA REVISTA
San Vicente, 56, 3.° dcfia. Horas de despacito: 14 á 16, los dias no festivos.—MADRID
CULTURA ESPAÑOLA
CULTURA
ESPAÑOLA

REVISTA TRinESTRflL
(Antes REVISTA b E A R A G Ó N )

M I S T O R I A . - S e c c i ó r . dirigida por R. Altamira y E .


Ibarra R o d r í g u e z . * * * * * * * * * * *
LITERATURA n O b E R N A . - S e c c i ó n dirigida p o r E-
G ó m e z d e B a q u e r o y R. b . P e r e s . « •
F I L O L O G Í A É H I S T O R I A L I T E R A R I A . - S e c c l ó n di-
rigida por R. A e n é n d e z P i d a l . « « * «
A R T E . — S e c c i ó n dirigida por V. L a m p é r e z y E . T o r -
mo y A o n z ó . « « « • « « « « « « • « •
F I L O S O F Í A . —Sección dirigida por A. G ó m e z Iz-
q u i e r d o y t\. Asín y P a l a c i o s . • « • • «
VARIA.—Cuestiones i n t e r n a c i o n a l e s , por Q. A a u r a y
Gamazo. « • • « « « « • « « « « « • «
C u e s t i o n e s militares, p o r J. Ibáñez, A a r í n .
C u e s t i o n e s bibliográjicas, p o r J u a n A . S á n -
chez.» • « « « « « « « « « « « « « • K
Cuestiones pedagógicas, p o r Julián Ribera.
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FEBRERO n C n V 111
N ú n . IX
MISTORIñ
El p r ó x i m o C o n g r e s o internacional d e Ciencias
h i s t ó r i c a s (Berlín, A g o s t o d e 1 9 0 8 ) .

Los lectores de C U L T U R A E S P A Ñ O L A , saben, por una noti-


cia inserta en nuestro número VI (Mayo, 1907, página 459),
que se ha publicado y a la convocatoi'ia para el Congreso his-
tórico que ha de celebrarse en Berlín en los días 6 á 12 del
próximo Agosto. No consideramos cumplido nuestro deber con
esa simple información (1). Como españoles y como profesio-
nales, algo más nos cumple hacer; y aunque poco seguros de
lograr éxito en nuestras excitaciones, no hemos de callarlas,
para dejar tranquila nuestra conciencia.
En 1903 se celebró en Roma el que pudo considerarse
como verdadero primer Congreso internacional de Ciencias
históricas. Todas las naciones cultas de Europa, de América,
de Asia y Oceania, tuvieron en él, no sólo sus representantes
oficiales, sino sus congresistas, pensionados ó no por los Go-
biernos, las Academias, las Univei'sidades y otros Centros
docentes. Entre ellos figuraban, como es natural, las pri-
meras autoridades en Historia, los nombres más caracteriza-
dos en el cultivo de aquella disciplina, con una excepción
bien marcada: la nuestra. De los siete congresistas españoles
(seis de ellos no asistieron al Congreso ni enviaron Memorias),
ni uno sólo era catedrático de las Facultades de Filosofía y
Letras; y en cuanto á nuestros historiadores ajenos al profe-
sorado, no tenían más representación que la de D. Eduardo

(1) La noticia contiene todos los datos necesarios para formar idea de lo
que será el Congreso y para dirigir en su adhesión á los que quieran, ser con-
gresistas.
8 HISTORIA

Saavedra (1). La misma Academia de la Historia, en vez de


enviar á uno de sus individuos de número, ó de sus correspon-
dientes, delegó en un procer italiano, el conde Lorenzo Sala-
zar Sarsfield, cónsul de Italia en Dublin. El delegado del Go-
bierno español, nuestro compañero Sr. Altamira, desempeñó
su cargo sin subvención ninguna oñcial.
Altamira ha explicado, en su libro Cuestiones modernas de
Historia (2), el efecto que la indiferencia española produjo en-
tre los congresistas de 1903 y los motivos de esa indiferen-
cia. No hay para qué repetir la explicación, siempre dolo-
rosa, ni es necesario copiar las sugestiones contenidas en el
capitulo que lleva por título Lo que pudo hacer España en el
Congreso internacional de Ciencias históricas. Quienes tengan
verdadero amor á esos estudios, ó sientan todavía el patrio-
tismo en estas cosas, encontrarán en aquellas páginas, escri-
tas sinceramente en cumplimiento de un deber, argumentos
bastantes (nos parece) para justificar la obligación en que es-
tamos de no repetir lo hecho—mejor diríamos, lo no hecho—
en 1903, y para desvirtuar la razón pesimista de impotencia
en que muchos se refugian. En cuanto al Gobierno, tiene me-
dios sobrados (aun dentro de las miserias de nuestro presu-
puesto de Instrucción pública y de los regateos que se suelen
hacer á sus mismas desmedradas consignaciones), para que-
dar dignamente en la reunión de Berlín, nombrando delega-
dos de autoridad y representación en Ciencias históricas, que
asistan realmente al Congreso y en él trabajen, y ayudando
á la realización de algunos proyectos para los que, ya en 1903,
se solicitó nuestro concurso.
De ellos es uno de los principales el de la Bibliografía

(1) Los siete españoles, eran: E. Altamira, profesor en la Universidad do


Oviedo (Facultad de Dereolio).—A. Estrucli.—Zóel García Galdeano, profesor
en la Universidad de Zaragoza (Facultad de Ciencias).—?. Garriga, profesor
auxiliar de la Universidad de Barcelona (Derecho).—E. Saavedra.—R. Sasera,
profesor de la Universidad de Zaragoza (Derecho).—José Villegas. Ignoramos
si el Dr. Carlos Codorniu y la Sra. Alice Codorniu, residentes en Kochefort-
sur-Mer y desdo alli adheridos, son españoles.
(2) Capítido VII. España en el Congreso de Ciencias históricas.
E L PRÓXIMO CONGRESO...

histórica internacional. Altamira lo expuso en un articulo pu-


blicado en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (1),
y excitó á los eruditos españoles para que constituyesen una
Comisión y aportasen los materiales con que colaborar en la
obra especialmente confiada, en 1903, á delegados de Italia,
Francia, Austria Hungría, Estados balkánicos. Bohemia y
España. Nadie ha respondido á ese llamamiento. Finaliza el
año 1907; faltan sólo siete meses para que el Congreso de Ber-
lín se reúna, y aún no se sabe que h a y a nada preparado para
cumplir ese compromiso de honor de los eruditos españoles.
¿Es qué no vamos á salir nunca de nuestra atonía? ¿Es que
se v a a repetir en 1908 el espectáculo de 1903? ¿Es que vamos
á renunciar definitivamente á vivir en el mundo, en comuni-
cación internacional con los hombres de cultura, con nues-
tros compañeros de vocación y de profesión? ¿Es que insisti-
mos en aplicar á las cosas de la inteligencia el antiguo refrán
castellano de los mercaderes, manteniendo escondido en el
arca el paño que suponemos de buena calidad? ¿Es que tan
pobre idea tenemos de nuestras fuei"zas para el trabajo, que
nos asustamos ante la perspectiva de ir á producirlo fuera? Y
aun dado que asi fuese ¿no nos importa nada aprender de los
otros, si creemos no poder dar frutos de propia labor que in-
teresen á los historiadores extranjeros?
C U L T U R A cumple con su deber haciendo estas
E S P A Ñ O L A

preguntas, consignando esas excitaciones. Aguarda las res-


puestas.
31 Diciembre 1907.

(1) España y el proyecto de Bibliografía histórica internacional, 1904.


CARLOS nnNUEL D E SABOYA
en el Carnaval de Barcelona.

( A Ñ O D E 15 B 5)

A los dieciocho años de su edad, entró á r e g i r el d u c a d o d e Sa-


b o y a Carlos Manuel Filiberto (año d e 1580). E n aquella época en-
t r a b a , la Saboya, dentro de la esfera política de los T-eyes de E s -
p a ñ a . Y nuestro m o n a r c a Felipe el Grande, no quiso desperdiciar l a
o p o r t u n i d a d de a t r a e r s e al joven s o b erano, concertando u n enlace
con su hija Catalina. L a b o d a d e b í a celebrarse en Zaragoza, en 1585,
c u a n d o Carlos Manuel c o n t a r a veintitrés a ñ o s .
Ultimáronse los preparativos del enlace, a l e n t r a r el a ñ o 1585.
El r e y Felipe se dirigía á Zaragoza, al doble objeto d e c e l e b r a r cor-
tes á los a r a g o n e s e s , á. la p a r que el m a t r i m o n i o d e la I n f a n t a con el
D u q u e d e Saboya. F u é n a t u r a l deseo del S o b e r a n o , que se a g a s a j a r a
á su futuro y e r n o a l pisar el territorio de la península ibérica. P o r
consiguiente, en los p r i mer o s días d e E n e r o , a l escribir á Carlos Ma-
n u e l se aparejase p a r a el viaje, y a l príncipe J u a n A n d r é s D' Oria,
que dispusiera las g a l e r a s p a r a a c o m p a ñ a r l o , d a b a órdenes al Vi-
r r e y d e C a t a l u ñ a , á la Diputación g e n e r a l del P r i n c i p a d o y á los
Concelleres d e Barcelona, e n c a r g á n d o l e s t r i b u t a s e n recibimiento á
su egregio h u é s p e d (5 de E n e r o d e 1585).
Ocupados en el a r r e n d a m i e n t o d e los impuestos municipales se
h a l l a b a n los Concelleres d e Barcelona, en la casa Lonja, en la m a -
ñ a n a del 12 d e Enero, c u a n d o tuvieron aviso del V i r r e y , de q u e d e -
s e a b a conferenciar con eUos, suplicándoles p a s a r a n u n m o m e n t o á
su residencia.
Deferentes á tal invitación, fueron allí los Concelleres, siguién-
doles a l g u n o s oficiales de la ciudad, y no pocos curiosos q u e c o m e n -
t a b a n el c a s o . H a l l a r o n a l V i r r e y en cierta estancia del p a l a c i o ,
« a p r e s d e u n a llotgeta en la q u a l h i h a u n sortidor». Encarecióles
CARLOS MANUEL DE SABOYA 11

con vivas instancias, qne t r i b u t a r a n a l D u q u e de Saboya el m a y o r


honor posible, y á l a postre les entregó u n a c a r t a del R e y . Después
d e l a r g a conferencia, los Concelleres salieron del palacio del Vh'rey
con el mismo acompañamiento, dirigiéndose inmediatamente á c a s a
la Ciudad. Allí, en la sala del «Trentanari>, abrieron la c a r t a del
Rey, en la que les decía lo siguiente:
«El R e y — Amados y ñeles nuestros. P u e s teneys entendido q u a n
g r a n d e sea la dignidad y g r a d o del lUmo. Duque de Saboya, y
q u a n coniuncto nos es en sangre y lo que por estos respectos y estar
congertado de casarle con l a Serma. Infanta d o ñ a Cathalma m i m u y
chara y m u y a m a d a hija, es justo que en todos nuestros reynos y
Señoríos sea tan bien recebido seruido y honrado y regalado, como
es razón, en esta no h a u r a p a r a que encarescerlo, sino confiar, q u e
por lo que os tocare, lo haréis con toda la demostración de auctori-
d a d , amor y regozijo que se p u e d e dessear, i, pues, el ser essa 9 Í U -
d a d cabe§a de la provincia y de t a n t a estima9Íon p a r a con todos, y
hauer de ser el primer re9Íbimiento de considera§ión que se le h a de
hazer, os obliga a señalaros en esto de lo q u a l os hauemos querido -
advertir, p a r a que conformando os con nuestra voluntad (la q u a l
entendereys mas en particular del conde de Miranda nuestro lugar-
teniente), lo vais previniendo todo, como el os lo e n c a r g a r a de mi
p a r t e : y o os encargo y ruego, que en el cumplimiento dello, y en
que l a gente que t r u x e r e sea bien hospedada, t r a t a d a y acari§iada,
con toda demostración de beneuolencia, os a y a y s de m a n e r a que
t e n g a n mucha occasion de loarse dello y correspondays a la con-
fianza que de vosotros hazemos, como t a n buenos y fieles vassallos
y deueys a la afi§ion que con t a n t a razón os tenemos p a r a hazeros
fauor y merced. D a t u m en St. Lorenzo el Real, a Cinco de Ene-
ro M D L X X X V = Yo el R e y * ».
L a otra c a r t a semejante, dirigida á la Generalidad de Cataluña,
la entregó el Virrey del mismo modo, ó sea haciendo comparecer á
su palacio á, los diputados (1).
Inmediatamente, los Concelleres convocaron, p a r a las dos d e
aquella misma t a r d e , «una g r a n promenia» ó reunión de c i u d a d a -
nos y caballeros, á fin de deliberar lo procedente. Repasándose ce-
remoniales d e e n t r a d a s y recepciones d e personajes importantes,

(D Excusamos reproducirla por estar concebida en términos análogos á la


publicada. Está copiada íntegramente on el JDietari deis Iriennis de 1584 d 87
y de 1587 á 90, folio 1 6 . (Archivo gensral de la Corona de Aragón.)
12 HISTORIA

se acordó proceder en la misma forma que cuando llegó á Barcelona


el «Sm. princep Maximiá, quant vingué per casar de la m a g t . del
emperador nostre rey y senyor».
F i g u r a r o n entre los acuerdos tomados, disparar toda la artille-
r í a de la ciudad, p r e p a r a r iluminaciones y bailes d u r a n t e tres días,
y construir u n puente á la orilla del mar, p a r a desembarcar cómo-
damente de las galeras. F u é m u y a n t i g u a la costumbre de erigir
tales puentes d e desembarco á la llegada de ilustres huéspedes,
existiendo antecedentes de haberse hecho en 1355, cuando Pedro
el Ceremonioso y su esposa Leonor regresaron de Cerdenya.
Como acordasen luego que los Concelleres y su séquito acompa-
ñ a r í a n al Duque hasta su domicilio, y que en las salvas saludara
primero la Ciudad, se temió en esto ir h a s t a el exceso, consultándose
el caso con el propio Monarca, según resulta de la cmdosa c a r t a que
se continúa:
«A la S. C R. Magt. El R e y nostre Señor = P e r estar esta Ciu-
tat molt celosa de que les cosas tocants a la persona de V. m a g t . no
sien violados sens exprés m a n d a t o de V. m a g t . ha paregut, p e r mi-
llor acertar, saber de V. magt. si la salua que per sa real persona
venint per m a r se sol fer saludant primer, se seguirá per la persona
del Sercnissim duch de Saboya: que en lo demes que V. m a g t . nos
te m a n a t , se seguirá tan d e v e r a s com es de obligatio. E nostre
Señor, la real persona de V. magt., per molts a n y s a b salut, con-
serue y a b augment de maiors regnes y senyories, prospere com per
nosaltres sos fldelissims vassalls es desijat: de la sua Ciutat de Bar-
celona, á x x v n i de J a n e r , a n y MDLXXXV.
»D. V. S. C. R. Magt., humils subdits y vassalls qui les reals
m a n s de aquella besen.—Íes Consellers de Barcelona.*
Entretanto Carlos Manuel t e r m i n a b a sus preparativos, y el 27 de
Enero dejaba á Turín, encomendando el gobierno del Ducado d e
Saboya á su primo el Marqués de Este. Las galeras de Saboya le
a g u a r d a b a n en el puerto de Albenga, en la señoría de Genova. El
1.° d e Febrero embarcó en su capitana, mientras i b a n llegando a l
propio puerto, por orden del Rey de España, las galeras de Andrés
D'Oria. La artillería señaló con sus salvas el acto de j u n t a r s e a m -
b a s escuadras^ y D'Oria invitó al Duque á subir á la g a l e r a real,
en la cual llegó á Niza el 2 de F e b r e r o .
A g u a r d a n d o vientos favorables, permanecieron n u e v e días las
naves en este puerto de la Provenza. El 11 de F e b r e r o levaron an-
clas, y á primeras horas de la t a r d e del lunes 18, el vigía marítimo
CARLOS MANUEL DE SABOYA 13

de Montjuich, descubría en lontananza las dieciocho n a v e s q u e for-


m a b a n el contingente de l a s dos e s c u a d r a s .
A n i m a d o aspecto p r e s e n t a b a n , en el p u e r t o d e Barcelona, los al-
rededores del hermoso p u e n t e , a p a r e j a d o p a r a el D u q u e d e S a b o y a ,
pues que se le h a b í a p r e p a r a d o u n recibimiento popular y excepcio-
n a l , como futuro y e r n o del Conde d e Barcelona y R e y d e E s p a ñ a .
U n a bella a r c a d a d a b a ingreso a l p u e n t e desde la p l a y a , y en
él, las autoridades e s p e r a b a n la llegada de t a n egregio huésped.
E s t a se efectuó e n t r e las seis y siete de la noche, a t r o n a n d o la
p l a y a con el estampido d e los cañones.
D e s p u é s d e h a b e r d e s e m b a r c a d o Carlos Manuel de S a b o y a , se pro-
movió en la p l a y a g r a n d e s b a r a j u s t e . Apiñóse la multitud en el in-
terior del p u e n t e : los d e la c i u d a d p a r a e n t r a r e n el b u q u e , y los d e
las g a l e r a s p a r a b a j a r á l a p l a y a . Unos y otros se l a n z a r o n c o n t r a
los a d o r n o s y m a d e r a m e n del p u e n t e , por m a n e r a q u e «los d r a p s
del dit pont y tots los adresos de la p o r t a l a d a foren saqueíats y des-
g u a r n i t s » . E n l a información a b i e r t a por los Concelleres d e Barce-
lona p a r a castígá,r á los culpables, se consignaba^ que «en lo q u e
toca á la fusta, q u e la q u e h a u r á n p r e s a los de les g a l e r e s , q u e sie
dissimulat y q u e del demés sie castigat conforme sera d e iustitia y
c o b r a r l a fusta ques pora».
Carlos Manuel se alojó en el palacio del V i r r e y , c u y o c a r g o ejer-
cía el Conde de M i r a n d a . Los n o v e n t a y siete .altos personajes d e
S a b o y a , que componían su séquito, fueron convenientemente apo-
sentados por las a u t o r i d a d e s d e l a c i u d a d . El A l m i r a n t e D'Oria r e s -
g u a r d ó la g a l e r a r e a l y a l g u n a s d e las m á s n o t a b l e s , en el puerto
d e P a l a m o r s , y el resto d e su e s c u a d r a en la b a h í a de Roses.
Con los correos q u e a n u n c i a r o n al r e y F e l i p e la feliz l l e g a d a del
D u q u e , salió de Barcelona el Conde de P o n t e v a o p a r a s a l u d a r á la fu-
t u r a esposa d e su Señor, hallando á la r e a l familia en D a r o c a . E n -
tonces el caballero castellano, P e d r o de Velasco, partió p a r a d a r la
b i e n v e n i d a á Carlos Manuel, 6 indicarle el 10 d e Marzo p a r a c e l e b r a r
la b o d a en Zaragoza. Acompañó á Velasco el correo m a y o r J u a n d e
T a x i s y Acuña, á quien el R e y Felipe honró con el título d e Conde
d e V i l l a m e d i a n a . T e n í a e n c a r g o de a p a r e j a r las postas n e c e s a r i a s
p a r a la j o r n a d a del D u q u e y d e su Corte al ir á Z a r a g o z a , p r o c u r a n -
do no les faltasen víveres n i caballos.
A J u a n de T a x i s se debió la completa organización del correo en
E s p a ñ a . E r a descendiente de Simón de T a x i s , familia que t e n í a v i n -
culado el c a r g o d e COITCO m a y o r y m a e s t r o d e hostes y postas d e
14 HISTORIA

casa y corte, y de todos los reinos y señoríos de España, habiendo


organizado los correos en la mayoría de los países de Europa. Su
privilegio en la Península le valió pingües beneficios, y a que lu-
c r a b a con la venta y arrendamiento de las postas y correos que
fundó por do quier (1).
El martes 19 de Febrero, los representantes del Principado de
Cataluña y los de la ciudad de Barcelona, presentaron sus respe-
tos al Duque de Saboya. Consta en la relación de la visita de los
Diputados, que, «encara que Sa Altesa se t r a c t a v a a la r e y a l los
senyors deputats y oidors estigueren a b lo cap cubert com acostu-
men estar davant lo E x m . loctinent G-eneral».
Durante los días 19, 20 y 21 «se feren alimaries y balls por tota
la Ciutat per publica alegría de la v i n g u d a de Sa Altesa». A cuyo
propósito consigna u n autor coetáneo (2); «el D u q u e de Saboya se
holgaba en Barcelona entreteniéndose en juegos y fiestas, como
mo§o, porque eran las Carnestolendas (3) y él mismo se puso en-
mascarado, yendo á caballo por la §¡udad, tirando n a r a n j a s á las
dongellas en las ventanas como los ciudadanos. Lo mismo ha9Ían
el príncipe Genevos y su hermano Amadeo muchas veces, de ma-
n e r a que g a n a b a n las voluntades de los vecinos».
No es nuevo en los jóvenes soberanos meridionales, este afán
por divertirse: dijimos que el Duque tenía á la sazón veintitrés años-,
su hermano Amadeo era más joven y el príueipe Genevos contaba
veinte años.
Gozaban de mucho renombre, en los siglos xvi y x v n , las fiestas
de Carnaval en Barcelona, de cuya esplendidez y a h a b í a n sido tes-
tigos, en 1564, los Príncipes de Bohemia. Su antiguo abolengo lo
hizo patente Balaguer y Merino (4), quien observó que, si bien la
palabra catalana carnes-toltes (carnes quitadas) no aparece antes d e
1302, en cambio se tiene noticia exacta de u n a antigua fiesta, remi-

el) Véanse las obras: Loa jefes del correo en España. Apuntes formados por
él Doctor Thebussem (Madrid, 1881). Un pliego de cartas, por el Doctor Thebus-
sem (Madrid, 1891). Todos los privilegios y documentos de los Taxis se en-
cuentran en Eatisbona, en el archivo de los príncipes de Thurn y Taxis. El
blasón heráldico de estos príncipes alemanes, consiste en el escudo de armas
del antiguo reino de Castilla, y el centro sobrecargado con un oso blanco.
(2) Relación del viaje hecho por Felipe II, en 1585, á Zaragoza, Barcelona y
Valencia, escrita por Henrique Cock (Madrid, 1876).
(3) Las Carne.=tolendas, en 1585, comenzaron el domingo 3 de Marzo. Los
barceloneses, en obsequio á su ilustre huésped, adelantarían dichas fiestas.
(4) La Reinaxensa, año VIII, página 54 (31 de Julio de 1878).
CARLOS MANUEL DE SABOYA 15

niscencia de la p a g a n a Hennula cerva, cuyo desenfreno trató de


cortar el obispo de Barcelona San Paciá. Los Concelleres de la Ciu-
d a d , en múltiples ocasiones intentaron poner fin á abusos, conse-
cuencia n a t u r a l d e semejantes diversiones. E n 1333, quisieron aca-
b a r ciertas cabalgatas de los estudiantes, castigando á ellos y á
los profesores que las c o i s e n t í a n . E n 1560, hubo u n conato p a r a
concluir con el C a r n a v a l , no permitiéndose disfrazarse y bailar en
la Ciudad. Y algunos años después, en 1588, por existir la peste en
Barcelona, los Concelleres prohibieron el Carnaval, negándose el
Veguer á ejecutar sus disposiciones. E n 1612, no hubo C a r n a v a l por
el fallecimiento de la Eeina de E s p a ñ a .
Sin embargo^ en n i n g u n a ocasión estuvo tan á punto de perecer
como dm'ante las famosas g u e r r a s catalanas del Conde-Duque d e
Olivares. E n 1641 (8 de Enero), unido el Consejo d e Ciento de Bar-
celona, determinó prohibir perpetuamente las fiestas de C a r n a v a l ,
por ocasionar ofensas á Dios Nuestro Señor: «y q u e per 50 se fassen
les crides ab les penes convenients, y que en los tres días de Car-
nestoltes los Srs. Consellcrs qui a r a son y per temps serán, ajen y
d e g a n fer celebrar v n aniuersari general c a d a d í a QO es dissapte
dilluns y dimars de Carnestoltes en la Yglesia major per repos de
les animes del pm-gatori assistinthi sa S»' si será possible». T r e s
años después, en 16 d e Septiembre d e 1644, los Concelleres renova-
r o n su voto, de que la Ciudad no permithúa más estos bailes y más-
caradas.
A pesar d e tales promesas, subsistió l a fiesta p a g a n a . Entonces
las autoridades locales se creyeron obligadas á cooperar en actos
públicos de desagravios á Dios, según leemos en el nuevo estatuto
(i'edrés nou), hecho después d e la g u e r r a (año d e lGo4), p a r a r e d u c i r
y regxüar los gastos de la Ciudad (1).
L a costumbre de echar n a r a n j a s , conocida por joch de les ta-
ronjades, á q u e t a n afectos se mostraron los príncipes italianos,
e r a por demás antigua en Barcelona. El siglo xv la recibiría como
legado de su antecesor, pues consta, en 1402 (6 de F e b r e r o ) , que los

(1) Léese en el Medres nou: «Per Carnestoltas se celebran en la Catbedral


aniversaris per las animas, ab que gasta la Ciutat, de vna part 78 Uiuies se
donen per distributio al molfc lile. Capítol y de altra 12 atxas grogas y deu o
dotsa Iliuras deoiriets grogs. Apar que per esser deuotio per las animas y in-
troduhida en Uoc de las Carnestoltas quan se llevaren, que es be continuar
dita deuotio maj'orment haventlii Carnestoltas, perqué las animas en temps
tant disolut tingan aqueix s ^ a g i » . . _
16 HISTORIA

Concelleres trataron de evitar se echasen con hondas las n a r a n j a s ,


pregonándose: «Qne algún fadri o macip o altre qual se vol persona
no gos a b m a n d r o n s ni en altre m a n e r a a p a d r a g a r ni lan§ar taron-
jes ni altres coses en so per les places, carrers n i altres lochs de la
dita Ciutat ni renal de aquella, sots b a n per cascuna v e g a d a que
contra sera f et de V sois o de star X dies al castell del dit Noble va-
guer» (1).
En otro bando de 1423 (10 de Febrero), se especifican cuáles
eran las otras cosas que solían t i r a r las máscaras á la par que las
poco ofensivas naranjas, pues que en él se prohibe t a x a t i v a m e n t e ,
echar piedras y salvado. Establecióse que nadie se atreviera á: «ti-
r a r palesament o a m a g a d a taronjades o p e d r a d e s , segon, o algunos
altres coses que p u x e n dampnificar o ensutzar les persones c les ves-
tadures».
La reina lugarteniente María de Castilla, con su.pragmática de
11 de Febrero de 1433, intentó poner cortapisa á estos abusos, exor-
tando á los barceloneses á no echar «taronges, segó ni serradures
contra a l g u n a altre persona en places n i carreres sots b a n d e X X
sois. E quí p a g a r nols pora, s t a r a pres per X X dies en la preso co-
m u n a menjant pa e a y g u a per lo dit temps». Algunos años después,
en 1440, la propia Reina, hallándose en Zaragoza, r e c o m e n d a b a á
los Concelleres no cesaran de a c a b a r con éljocJi de les taronjades. De
ahí otro bando de dicha autoridad municipal, que lo prohibía en los
siguientes términos: «Que alguns fedríns, macips, sclaus o altres
qualseuol persones no gosen a b m a n d r o n s n e en qualseuol altre ma-
n e r a apedregar n e tirar pedrés, t a r o n g e s , segons, serradures n e al-
tres coses per les places carreres ne altres lochs de la dita Ciutat ne
Keuals de aquella, sots ban, per casen é per cascuna v e g a d a que con-
t r a t a r a , de V sois e de star pres sinch dies en la preso del castell de
dit honorable veguer» (2). N a d a pudo poner coto á la costumbre,
que de Barcelona pasó á otras poblaciones c a t a l a n a s (3).

(1) Para evitar repeticiones, omitimos ocuparnos de los bandos análogos,


promulgados por autoridad de los Concelleres de Barcelona, durante los años
1411 y 1416.
(2) Repitióse este bando en 1.° de Febrero de 1445.
(3) Hallándose la reina lugarteniente Doña María de Castilla en Víla-
franoa del Penados, tratando de corregir diversos abusos locales, dispuso,
entre otras cosas (2 de Marzo de 1451): «Ytem mana la dita senyora que ara en
lo temps da les Carnestoltes ne per vía alguna nengu no gos jugar á toronja-
des sots pena de estar á la preso V I H jorns o pagar X X sois per casou e per
cascuna vegada que haura jugat o tirados toronjades.»
CARLOS MANUEL DE SABOYA 17

Su p o p u l a r i d a d se patentiza en relaciones r i m a d a s del siglo x v n ,


como la siguiente (1):
«Vells y fadrlns,
y menestrals,
en dies tais
tothom fa festa
la g r a n tempesta
de taronjades
grans preses dades
tothom si hy fa», etc.

L a propia relación refiere que la multitud se a g o l p a b a en b a n ­


cos y sillas por v e n t a n a s y t e r r a d o s :
<Ahont molt destres
son en mirar
de pas tirar
moltes taronjes
testes y flonxes
los Cavallers
que en los carrers
abax passant
fan del gal ant,
tots á cauall
fentse fer cali», etc.

O t r a c a r a c t e r í s t i c a c o s t u m b r e d e Barcelona d u r a n t e los siglos


XIV y XV, fué la del convite d a d o al R e y ó al Primogénito ó L u g a r t e ­
n i e n t e por Quincuagésima, P a s c u a ó N a v i d a d . Sí no podía cele­
b r a r s e el convite, la Ciudad e n t r e g a b a a l Soberano u n donativo
e q u i v a l e n t e á la c u a n t í a de aquél. Consta h a b e r satisfecho en t a l
concepto, e n 1342, t r e s mil sueldos; cien l i b r a s ó doscientos fiorines
en 1451, 1454 y 1456; y ciento diez libras en 1455. S e g u r a m e n t e , l a
c o s t u m b r e se perdió en las famosas t u r b a c i o n e s c a t a l a n a s del rei­
n a d o de J u a n I I (1462 á 1472.)
L a organización de bailes populares d u r a n t e t r e s noches, en los
principales sitios de Barcelona, a l u m b r a d o s con l a v a c i l a n t e luz d e
l a s t e a s , subsistió en todo tiempo y a u n se extendió á otras c i u d a -

(1) JRelació brev, verdadera y molt gvstosa de les famoses festes... que se acos-
turnen fer en la noble Giulat de Barcelona en lo tcmps de Carnestoltes. (Barce­
lona, 1616.)
CULTURA
18 HISTORIA

des catalanas (1). Ellos h a n merecido asimismo la atención de los


escritores de estos tiempos. El castellano Antonio CoeUo ( f en 1652),
en u n a escena bilingüe, puso de relieve el jolgorio que en ellos se
a r m a b a . Es d e dicho autor la siguiente cuarteta (2):
«Vaya, vaya de bulla
y veniu minyones
que es boig qui te judici
quan venen Carnestoltes.»
Las cabalgatas y m a s c a r a d a s h a b í a n e n c a r n a d o de t a l m a n e r a
en nuestras costumbres, que, siempre que en Barcelona se q u e r í a
obsequiar á algún personaje de alta alcurnia, organizábase a l g u n a
m a s c a r a d a con carros alegóricos, tomando p a r t e la nobleza y los
gremios ó menestralía. L a s cabalgatas en los torneos, se efectuaban
también con disfraces, luciendo las comitivas trajes de otras épo-
cas ó naciones. Asimismo, las procesiones de Corpus resultaban u n a
especie de Carnaval religioso, con sus grupos de mentecatos disfra-
frazados, gigantes, enanos, cáballs cotoners, brivia, diablillos, án-
geles, r e y e s , etc., de que tanto g u s t a r o n los barceloneses.
L a farsa de la e n t r a d a de la r e i n a d e Catai, era u n a de las que
más divertía en Carnaval. Tuvo t a l aceptación, que también se
simuló en u n torneo en el año 1 6 1 8 ( 3 ) .
Ni esta farsa con sus incidentes m á s ó menos grotescos, n i los
abusos que originaba el_;oc/i de les taronjades, ofrecieron la a c e r a d a
m a l i g n i d a d de otras costumbres carnavalescas, que se desarrolla-
b a n en los pueblos de la l a d e r a Norte de nuestros Pirineos, como
V. gr., la famosa cour cornuelle, t a n admirablemente descrita por
uno de los primeros investigadores del Mediodía de F r a n c i a (4).
Simulábase en esta cowr^ u n t r i b u n a l grotesco, cuyo objeto era juz-

(1) Dn vecino de Vich, en la noche del Carnestolendas de 1437 (21 de Fo-


lirero), se hallaba con su mujer «in vicinatu tripudiando et solaciando prout
consueuerunt faceré iu tali die». (Registro 3.130, folio 126, arch. Corona de
Aragón.)
(2) El catalán Serrallonga y vandoa de Barcelona: de trea ingenios; la pri-
mera jornada de D. Antonio Coello; la segunda, de £>. Francisco de Mojas, y la
tercera, de Luis Velez de Guevara. Asimismo, se ocupan del Carnaval de Bar-
celona, Moreto, en El desdén con el desdén (acto segundo). Calderón de la Bar-
ca, en El pintor de au deshonra (acto segundo), y quizás otros autores.
(3) Pella y Forgas: De las festas de la Inmaculada Conrepció á Barcelona
V any 1618. (La Renaixensa, año III, núm. 30, pág. 345.)
(4) Félix Pasquier: Un épisode du Carnaval a Bélesta en 1753 (Bulletin pé-
riodique de la Société Áriégeoiie dea sciences, lettres, ei orí», vol. l i l , pág. 379.)
CARLOS MANUEL DE SABOYA 19

g a r los infortunios conyugales, y su fin condenar á un paseo público


á los esposos desgraciados. Frecuentemente, obligaban al culpable
á cabalgar en un asno, de espalda á la cabeza del animal, y sirvién-
dole la cola de riendas. Un cuerpo de desaeompasados músicos
daba á su alrededor discordantes sones, con cuernos, campanas y
cacerolas. Se mezclaban á los músicos, los turiferarios, quemando
substancias poco gratas al olfato. En determinados sitios, p a r a b a el
cortejo, cesaban los ruidos y se daba lectura á la sentencia del tri-
bunal. Entonces la multitud, increpando al condenado, coreaba u u a
canción de circunstancias.
No siempre el condenado se ponía á disposición de sus verdu-
gos, en cuyo caso, declarándole contumaz, la sentencia solía efec-
tuarse en efigie por medio de u n maniquí, ó bien mediante algún
aficionado complaciente que representaba la víctima.
Algo más podríamos añadir del Carnaval de Barcelona, si qui-
siéramos extractar parte de lo que se ha publicado (1). Pero y a nos
hemos apartado en demasía del objeto primordial de nuestra rela-
ción, p a r a que nos creamos obligados á volver á él.
Hasta el 2 de Marzo, permaneció en la capital del Principado
Carlos Manuel de Saboya, cuya afabilidad le hizo popular. U n a
muestra de ello debemos ver en la dedicatoria que de una obra de
Medicina le hizo el doctor Jerónimo de Merola (2).
Entre las cuatro y claco de la tarde, salió de Barcelona por la
posta, acompañado del Virrey Conde de Miranda, aumentando su
comitiva muchos caballeros catalanes que procuraron agregársele.
Llamaban la atención en los pueblos del tránsito, tanto por la ri-
queza de sus vestiduras, cuanto por el número de criados y perso-
najes que la formaban, y también por la g r a n cantidad de provisio-
nes y caballos aparejados en todas las postas. Consta en los Dieta-

(1) En La Benaixensa, Balaguer y Merino reprodujo las dos interesantes


descripciones del siglo xvi: Carla escrita per en Nicolau G-aciot, natural de la
Nohla Vita de Tor, ota. (Barcelona, 1G19), y la Helado hrev, verdadera y molt
gvstosa de les famoses festes... Que se acostumen fer en la noble ciutat de Barce-
lona en lo temps de CarnesloJtes. (Barcelona, 101(5.)
Algunas Carnestolendas se describen en la Crónica de Miguel Paréis, publi-
cada en el Memorial histórico español, y anotada por Celestino Pujol y Camps,
como también en el Viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Avstria, por
Diego de Aedo y Gallart. (Amberes, 1635.)
(2) Se titula República original sacada del cuerpo humano, y fué impresa en
Barcelona por Pedro Malo, en 1585.
20 HISTORIA

rios, q n e no había m e m o r i a de h a b e r s e j a m á s visto n i oído tal g r a n -


deza y majestad.
Por mucho q u e le doliese al V i r r e y de Catalunya, no p u d o p a s a r
de la frontera del P r i n c i p a d o . Allí e s p e r a b a á la comitiva del D u q u e
de Saboya, el v i r r e y de Aragón, Conde de Sástago.
Efectuado el 11 de Marzo el matrimonio en Z a r a g o z a , se deter-
minó q u e los jóvenes esposos e m b a r c a s e n en B a r c e l o n a . p a r a ir p o r
m a r á S a b o y a , a c o m p a ñ á n d o l e s el R e y Felipe; c u y a noticia, al co-
nocerse en la Ciudad, promovió g r a n entusiasmo, comenzándose en
seguida los p r e p a r a t i v o s de la recepción.
El 2 d e Abril salió de Z a r a g o z a la r e a l familia. E n l a r g a s eta-
pas hizo su viaje, especialmente dilatado por las dos visitas que el
piadoso M o n a r c a quiso h a c e r a l R e a l monasterio d e Poblet y a l d e -
voto santuario de Nuestra Señora d e Montserrat (1).
Al a c e r c a r s e el Rey á Barcelona, m e d i a r o n tratos con los Conce-
lleres p a r a fijar el ceremonial q u e debía seguirse á su llegada. Se
p r e t e n d í a por la ciudad, que el Monarca e n t r a s e con el Conceller en
Cap á su l a d o . E r a de p a r e c e r contrario D . Felipe, quien p r e t e x t a -
ba, que, y a al tiempo de j u r a r en la capital, como Conde d e Barce-
lona, cumplió con esta r ú b r i c a , innecesaria al presente, en que sólo
se proponía despedir á sus hijos los D u q u e s de S a b o y a .
D u r a b a n estas negociaciones, c u a n d o , sin previo aviso, c o m p a r e -
ció s ú b i t a m e n t e la Real familia en Barcelona. El Monarca entró en
coche, a c o m p a ñ a d o del Príncipe heredero, d e los Infantes y del Du-
que de S a b o y a . El carruaje llevaba las cortinillas altas, siendo vistos
d e todo el p u e b l o . Seguíanle numerosos coches y literas, acémilas
con bagajes, m u c h a s e r v i d u m b r e d e su c a s a y corte, u n a p a r t e d e l a
g u a r d i a de a l a b a r d e r o s y la c o m p a ñ í a de caballos ligeros de P e r -
piñá.
E s t a sencilla e n t r a d a , en cierto modo furtiva, mortificó á los v e -
cinos de la Ciudad, sin que por esto fuera óbice á e m p a ñ a r el brillo
de las fiestas p r e p a r a d a s , y c u y a descripción omitiremos."
No consta q u e el D u q u e de Saboya se separase aquí de la Real
familia. Con ella contempló el paso d e la solemne procesión o r g a n i -

(1) En nuestro trabajo Visites de noslres reys á Montserrat, publicado en el


Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona (vol. II), nos ocu-
pamos por extenso de la especial devoción que tuvo por la Patrona de Cata-
luña el E e y Felipe el Grande, y asimismo de las excepcionales circunstan-
cias eu las que se halló el convento, á causa de las luchas y antagonismos
e n t r e frailes castellanos y catalanes, que n o pudo zanjar el severo Monarca.
CARLOS MANUEL DE SABOYA 21

z a d a por la Ciudad en acción de gracias por la feliz l l e g a d a del Rey,


el sábado 11 de Mayo. T a m b i é n acompañó á D. Felipe en el solem-
n e Te, Deuin, cantado en la Catedral por la elección del P a p a Sixto V,
el lunes 13 d e M a y o . Cuando se d i r i g í a n a l templo, Carlos Manuel
d a b a la derecha á su suegro^ quien vestía de negro, según su habi-
t u a l costumbre j m o n t a b a u n caballo b a y o , á la b r i d a , sin g u a l d r a -
p a . El D u q u e de Saboya, en cambio, u s a b a u n traje «brodat tot de
or a b t a n t s recamos y guarnitzons d e perles y ojales de d i a m a n t s y
p e d r é s d e í n e x t i m a b l e valor y c a d e n a al coU q u e no t e n i a e x t i -
matíó».
E l d í a siguiente estuvo l a r e a l familia á oír m i s a e n l a Catedral,
el D u q u e inclusive, hallándose las calles del tránsito c u a j a d a s d e
flores y h i e r b a s olorosas.
Se había fijado el jueves 16 d e Mayo p a r a l a p a r t i d a d e los D u -
ques de S a b o y a . E n dicha fecha, el a r q u e r o de la g u a r d i a r e a l y
distinguido escritor E n r i q u e Cock, q u e u s a b a del título d e n o t a r i o
apostólico, hizo e n t r e g a á Carlos Manuel de u n p o e m a en verso h e -
roico, q u e a c a b a b a de componer con motivo de su b o d a . No será
ocioso repetir c u a n característica y distinguida era esta r e a l g u a r d i a
d e caballo. F u n d á r o n l a los Duques d e Borgoña, de c u y o país pasó
a l n u e v o reino confederado d e E s p a ñ a , á la p a r q u e el toisón d e oro
y otras innovaciones características de la casa de Austria. L a com-
ponían cíen hombres oriundos d e familias distinguidas d e F l a n d e s .
Su misión especial era g u a r d a r la persona del Soberano, y en t a l
concepto se le e n t r e g a b a n las llaves del r e a l p a l a c i o .
A las cinco d e la t a r d e del 16 d e Mayo, l l e g a b a l a e s c u a d r a d e
c u a r e n t a y seis g a l e r a s , de las cuales dieciocho p e r t e n e c í a n a l P r í n -
cipe J u a n A n d r e a D'Oria, e n t r e ellas la r e a l ; veinticuatro e r a n d e
E s p a ñ a y cuatro de S a b o y a .
P o r el g r a n horror á e m b a r c a r s e , que le sobrevino á Catalina d e
Austria, se h u b i e r a efectuado por t i e r r a su viaje á S a b o y a ; m a s las
divisiones y p a r c i a l i d a d e s dificultaban por completo estos caminos.
T a l temor d e u n a p a r t e , y d e otra a l g u n a s indisposiciones q u e a q u e -
j a r o n á la familia r e a l , r e t a r d a r o n la fecha d e la p a r t i d a .
E l domingo 19 de Mayo, n i D. Felipe p u d o salir de palacio por
e n c o n t r a r s e mortificado d e l a gota, n i tampoco el D u q u e , q u i e n
g u a r d ó c a m a algunos días por tener c a l e n t u r a . El jueves 30 d e
M a y o , fué en coche h a s t a el convento d e S a n F r a n c i s c o .
Accediendo á l a invitación del P r í n c i p e D'Oria, la r e a l familia
visitó las g a l e r a s en l a t a r d e del día 30, siendo obsequiados con es-
22 HISTORIA

pléndida colación, las d a m a s y caballeros de la Corte. Aprovechando


el viento favorable, la galera de D'Oria hizo r u m b o hacia u n a em-
barcación mercante, á la que tuvo deseos d e visitar la familia r e a l .
En este pequeño paseo por las aguas de Barcelona, dieron g u a r d i a
á la galera real, la del Duque de Saboya y la capitana d e E s p a ñ a .
Recibióles el buque mercante con salvas de su artillería. Luego fue-
r o n éstas generales en todas las galeras, c u a n d o desembarcaron el
Rey y sus hijos en la p l a y a .
El Duque d e Saboya quiso organizar u n a ñesta especial en obse-
quio á Barcelona, m a n d a n d o á su ingeniero que p r e p a r a r a u n b u e n
castillo de fuegos artificíales, nunca visto en la Ciudad en m á s d e
cien años de conocerse los «fochs grechs apellats voladors» (1). Que-
móse el castillo en la noche del domingo 2 d e J u n i o , después del
solemne lanzamiento al m a r de tres buques construidos en la dár-
sena. L l a m a r o n la atención en estos fuegos «ruedas echando llama
y cohetes, ollas que echaban fuego, y saltó u n cohete en el pez-
cucQO de la Serenísima esposa, que cuasi encendió sus lechuguillas,
por lo cual se enojó mucho el Duque con el ingeniero, el cual, por
medio de los caballeros fué después perdonado». Con estas p a l a b r a s
lo refiere Cock. De este autor y testigo ocular, sí quisiéramos alar-
g a r nuestra relación, podríamos seguir tomando nuevos detalles,
así del torneo aparejado por la Generalidad de Cataluña (6 de J u -
nio), como de la fiesta marítima organizada por las galeras (8 de
Junio), y también de otros notabilísimos fuegos artificiales debidos
al propio ingeniero saboyano (9 d e Junio).
El martes, día 11, Carlos Manuel comió en público, d a n d o u n
paseo por m a r con su esposa, p a r a hacerle perder el miedo. E n la
propia jornada, dos trompetas pregonaron por la Ciudad, q u e si la
Casa del Duque era deudora de algo, fuese en seguida reclamado á
los caballeros que tenían comisión de satisfacerlo todo.
E n los días 12 y 13 de J u n i o se ultimaron los preparativos del
viaje, que debía efectuarse en la t a r d e de este último. Dos horas, ó
sea de las cinco á las siete de la t a r d e , duró la despedida de la r e a l
familia en el puente de la p l a y a . Por fin, Carlos Manuel, t o m a n d o
de la mano á su esposa, la condujo á la galera. La duquesa Cata-
l i n a , con el pañuelo se t a p a b a los ojos enturbiados por copioso
llanto. ^

(1) De ellos trata un bando de los Concelleres del año 1461,


CARLOS MANUEL D E SABOYA 23

E l P r í n c i p e D'Oria recibió solemnemente á los D u q u e s á los acor-


des d e la música; sonaron los clarines, se desplegaron las b a n d e r a s
y u n a estruendosa salva señaló la p a r t i d a de los jóvenes esposos
del puerto de Barcelona, del c u a l se alejaron luego t o d a s las g a l e r a s
á fuerza de remos, por tener viento c o n t r a r i o . Con la c a í d a del d í a
se perdieron de vista.
PEANCISCO CAREEEAS Y C A N D I . I
BlBLIOQRnFinS

LuciEN BOUVAT; Sur quelques manuscrits de ta Société Asialique (de París) rtlaiifs
a r 'Espagne. Extrait de la T^evue Hispanique, tome XV. o,¡6 o,io; i3 pá-
ginas.

El Sr. Bouvat h a publicado eu la Eevue Hispanique (tomo XV),


u n artículo que interesa á los arabistas españoles: el objeto del traba-
jo ha sido dar noticia de varios manuscritos árabes, existentes en la
Biblioteca de la Sociedad Asiática, de los que y a se dio cuenta en el
Journal Asiatique, hace casi uu siglo (1825); pero hoy se d a la des-
cripción más completa, haciendo la historia de ellos y añadiendo
datos biográficos y bibliográficos de los autores.
En 1824 el Vizconde Kingsborough donó á la Sociedad Asiática
35 manuscritos, de los cuales once eran relativos á España, árabes
todos ellos menos uno, que contenía muchas obras del célebre obis-
po Bartolomé de las Casas, manuscrito que ha desaparecido lo mis-
mo que otro que contenía u n a Gramática Arábiga erudita, escrita
por D. Mariano Pizzi en 1784, de la cual en otro de los manuscritos
se conservan dos bosquejos 6 borradores, redactados en los años
1780 y 1782, resultando que h a desaparecido la redacción defini-
tiva.
No se sabe dónde adquirió el Vizconde Kingsborough tales libros
árabes referentes á España; pero como algunas de las copias están
hechas pocos años antes por Bacas Merino, y p a r a el D. Mariano
Pizzi mencionado, es de suponer que fueran adquiridas en E s p a ñ a
por los años 1820.
Como M. Bouvat al dar noticia de los manuscritos completa las
noticias bíbUográficas con indicaciones referentes á los autores y á
la existencia de otros manuscritos de las mismas obras, nos permi-
tirá alguna adición y rectificación.
Al hablar del manuscrito de Aben-Pascual, que nosotros hemos
publicado en los tomos I y II de la BibliotJieca Arábico-Hispana, dice
BIBLIOGRAFÍAS ' 25

que a d e m á s del m a n u s c r i t o del Escorial existe otro en T ú n e z , olvi-


d a n d o el q u e existe en F e z en l a Biblioteca del Sultán, conforme a l
c u a l y de la copia a d q u i r i d a p a r a la R e a l A c a d e m i a de la Historia,
publicamos como apéndice a l tomo V I I I la p a r t e q u e faltaba en el
m a n u s c r i t o d e l Escorial, y q u e p o r t a n t o , falta e n n u e s t r a edición;
a m b o s manuscritos son incompletos.
E n l a p á g i n a 17, y con el n ú m e r o 24, se d a noticia d e u n a o b r a
de Abenaljatib copiada sobre u n m a n u s c r i t o del Escorial, y p o r t a n t o
descrita por Casiri, y p u b l i c a d a en g r a n p a r t e en e x t r a c t o , conser-
v a n d o la redacción del a u t o r . P a r a a m p l i a r las noticias referentes
á Abenaljatib, M. Bouvat d a l a noticia poco conocida de q u e otra
o b r a d e l mismo autor b a sido p u b l i c a d a en T ú n e z en el año 1898,
con le título Jls-^! Marcas de los vestidos, y a ñ a d e q u e de esta
o b r a h a y u n ejemplar en l a Biblioteca de l a Real A c a d e m i a d e l a
Historia, reñriéndose á nuestro trabajo Misión histórica.
A pesar d e q u e la noticia d a d a p o r nosotros implícitamente d a b a
por sentado q u e esta obra e r a diferente, pues en el ejemplar des-
crito se titula^jjL*)! ^Ic ¿ ill.íjló.v.o Poema acerca de la ciencia déla
historia, y que el Sr. P o n s Boigues en su Ensayo Bio-bibliográfico,
inducido por n u e s t r a noticia, la d a como u n a o b r a especial de Aben-
aljatib con el n ú m e r o 20, M. Bouvat comprendió por l a descrip-
ción q u e hicimos q u e la o b r a en cuestión e r a l a m i s m a p u b l i c a d a en
T ú n e z ( y e s exacto); pero no advirtió, concediendo excesiva autori-
d a d a l título d e l a o b r a d e s c r i t a y e x t r a c t a d a por Casiri, q u e ésta
e r a l a m i s m a p u b l i c a d a e n T ú n e z y l a q u e h a b í a m o s descrito con
otro título. E x a m i n a d a a h o r a l a cuestión, q u e en n u e s t r a s p a p e l e t a s
teníamos p l a n t e a d a p a r a su estudio, d e s i l a s dos p a p e l e t a s d e l m a -
nuscrito n ú m e r o 47 1*^= J_ y l a d e l a o b r a i m p r e s a en
T ú n e z Jls-H ^ij e r a n u n a sola o b r a , r e s u l t a r e s u e l t a en sentido afir-
m a t i v o . A m p l i a d a l a d u d a a c e r c a d e si l a o b r a descrita por Casiri y
por M. Bouvat e r a t a m b i é n l a m i s m a q u e las dos supuestas diferen-
tes, resulta claro q u e e n t r e u n o s y otros h a b í a m o s hecho t r e s o b r a s
diferentes d e u n a sola d e Abenaljatib.
F a l t a a h o r a investigar c u á l sea el v e r d a d e r o título d e l a o b r a :
Casiri l a tituló i^^a^Jt Jl=rM—la edición d e T ú n e z l a Uama ^'ij
J.l=^^!—y el manuscrito de nuestra Academia ^fj'-'-^H ¿
D e los autores á r a b e s q u e nos d a n l a biografía ó d a t o s referentes á
26 HISTORIA

Abenaljatib, sólo en Abenaleadi encontramos m e n c i o n a d a esta o b r a


con el título d e J W - | ^sj, y p o r tanto, debemos suponer q u e éste
era el v e r d a d e r o título impuesto p o r el autor; d e esta conclusión
p u e d e n d a r s e cuenta a u n los profanos á los estudios á r a b e s , con sólo
fijarse en el contenido de l a s tres supuestas obras, e x p r e s a d o c o n
i n u s i t a d a precisión p o r los correspondientes epígrafes d e capítulos
que son los mismos en t o d a s las descripciones.
Como m u e s t r a , ponemos á continuación u n a s líneas del texto im-
preso en T ú n e z , p á g i n a A, m a r c a n d o entre paréntesis [ ] lo publica-
do por Casiri, quien p r e v i a m e n t e a d v i e r t e q u e omite los versos y
los detalles menos i m p o r t a n t e s ; añadimos a d e m á s l a s v a r i a n t e s q u e
r e s u l t a n del códice d e l a A c a d e m i a , q u e está vocalizado en g r a n
p a r t e y con notas m a r g i n a l e s .
ci^k ^ U . g = ^)\ J^j j j g ^ U - - ! (1)^^! J U ]

.Uíi:;)! ^_y^] ^1 ¿¿¡\ ^^«^ ^5


Jal ^"i: ^3 ¿.^j Á\ ^^^i (2)jl.i)t

yU-, ^.JÜ.. j) ¿i!¡\ i.-!áS' ^j>. (5) ¡^!^)¡ w ^ L J (4)

LJ] l j U ^ = i ) [ 5 cJ^?"'' Ji-^^.í ^l-y ijí-^'L'^"^"^' ^^W"


f^i-=(J^7--;] ci'^j=^J [^LJ! Jtó] [j-^f

E n la p á g i n a 19, t r a t a n d o d e u n m a n u s c r i t o r e g a l a d o p o r M r .
CherboneaU; q u e contiene unos extractos de la o b r a d e nuestro h i s -
t o r i a d o r A b e n a l j a t i b , c o n t e n i d a e n el m a n u s c r i t o 1617 d e l a Biblia- _

(1) falta - (2) ^¿.Ji - (3) S,¿|^ - (4) ^¿^i'T _ (5) (^^.^1 -
BIBLIOGRAFÍAS 27

teca Departamental de Argel, descrito por M. E . F a g n a n , a ñ a d e :


«Los manuscritos de esta obra p a r e c e n ser m u y r a r o s ; sólo se co-
noce a d e m á s del manuscrito de Argel, u n a copia incompleta é inco-
r r e c t a de la tercera p a r t e , a d q u i r i d a en F e z por el Sr. Codera, y
conservada en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia (cf.
E. F a g n a n , Une chronique inconnue d'Ibn El-Kliatib d a n s la Revite
Africaine, 1870, p p . 25-262).»
E n esta noticia b a y ligeras inexactitudes, de las cuales no es r e s -
p o n s a b l e M. Bouvat, sino M. F a g n a n , y nos p e r m i t i r á n a m b o s a m i -
gos q u e rectifiquemos a l g o .
En p r i m e r l u g a r diré, q u e el manuscrito fué a d q u i r i d o e n P e z ,
pero n o por m i , q u e no b e tenido ocasión d e visitar dicha c i u d a d , y
lo siento; l a adquisición se hizo por mis gestiones desde M a d r i d . L a
copia de la Academia es efectivamente incompleta, pues le falta
t o d a la t e r c e r a p a r t e del manuscrito de Argel; pero no p u e d e decir-
se incorrecta: hasta en alguna errata ó error muy importante coin-
cide con el manuscrito de Argel, cotejado con el autógrafo de Aben-
aljatib; de este manuscrito d e la A c a d e m i a , señalado con el n ú m e -
r o 37 entre los Ms. Ar., di cuenta en el Boletín de dicha Corpora-
ción, tomo X V I , p á g i n a 393, c u a d e r n o d e Mayo d e 1890, y en l a
Misión histórica en la Argelia y Túnez, p á g i n a 177.
E n l a p á g i n a 2 1 , se dice respecto del escritor g r a n a d i n o Abdelhac
ben Gúlib, d e quien se conserva p a r t e d e la obra Comentarios del Al-
corán, q u e nació h a c i a el a ñ o 481, y murió h a c i a 542; locuciones al-
g ú n t a n t o i n e x a c t a s , y a que el año de su nacimiento resulta seguro
e n los autores, que ponen su biografía, y todos convienen en q u e n a -
ció en el año 481, y en que murió en el d e 542, a ñ a d i e n d o algunos
autores «j/ se dice que fué en 541^.
A b d e l h a c pertenecía á la ilustre familia d e los B e n i a t i y a , d e la
c u a l se conocen las biografías de nuestro a u t o r , la d e su p a d r e Gá-
lib muerto en 518, la d e su abuelo A b d e r r a h m á n , m u e r t o e n 466 (?),
y la d e su bisabuelo Gálib, hijo d e - T e m a m , m u e r t o e n el a ñ o 400 (?),
a d e m á s d e las d e otros p a r i e n t e s colaterales.
Merece mención especial u n a hija d e n u e s t r o autor, l l a m a d a
Omalhina ^ L o , ^ l ^\ a u t o r a de u n a obra^ quizá a c e r c a d e los Sepul-
cros, si bien la p a l a b r a p u e d e tener otras acepciones, y por esto,
como en otras muchos casos, el título d e u n a o b r a á r a b e no p u e d e
t r a d u c i r s e , si no se conoce é s t a .
L a biografía d e O m a l h i n a consta e n el tomo I I I d e l a Tecmíla
d e Abenalabar, q u e n o existe en el códice del Escorial, y q u e nos
28 HISTORIA

fué facilitado generosanieate por espacio de dos meses por el insig-


ne bibliófilo del Caño Solimán Pacha Abaza, por mediación d e
nuestro amigo el hispanófilo Ahmed Zekí, correspondiente de la
Real Academia de la Historia; la biografía de la ilustre g r a n a d i n a
está algo deficiente por deterioro de los últimos folios del manuscri-
to, según resulta d e la fotografía hecha por nuestros queridos discí-
pulos Sres. Ribera y Asín. El autor anónimo del Compendio de la Tec-
mila de Abenalabar, que publicamos en el tomo VI d e nuestra Bi-
hliotheca Arábico-hispana, omitió por completo esta biografía.
F. C.

M. MAX VAN BERCHEM: Titres califiens d'Occiáent á propos d e quelques monnaies


mérinides et ziyanides (extrait du Journal Asialicfue, Mars-Avril., i$o-j),
0 , 1 4 5 X °>o8, 9 $ páginas.

El insigne epigrafista suizo Max v a n Berchem, q u e desde hace


largos años se dedica al estudio de las inscripciones a r á b i g a s , ha-
biendo recorrido con este objeto g r a n parte del Asia Menor, del
Egipto y Norte de África, coleccionando preciosas fotografías d e
monumentos é inscripciones, h a tenido necesidad p a r a sus especia-
les estudios, d e fijarse en los títulos que los autores árabes, las ins-
cripciones, las monedas y los documentos diplomáticos d a n á los
Príncipes y personajes q u e figuran en la historia d e las diferentes
dinastías, y esto le h a puesto en condiciones de apreciar á quién de-
b í a n ati-ibuirse algunas monedas d e los Príncipes de las dinastías
de los Benimerín y Beniziyán, que resultaban dudosas.
Con motivo d e discutir este punto concreto h a redactado el au-
tor este trabajo, en el cual dice (p. 6) q u e «se limita á a g r u p a r u n
g r a n número de hechos conocidos, sin a ñ a d i r documentos nuevos,
de modo q u e hablando con propiedad, m á s bien que u n a memoria
histórica es u n simple ejercicio d e método».
Desde la aparición de los Almohades hasta los últimos siglos, las
monedas del Norte de África tienen á primera vista todas ellas el
mismo aspecto general, y d e ordinario no tienen fecha, y m u c h a s
veces carecen también de nombre d e ceca, ó casa d e moneda; si á
esto se a g r e g a el que la historia y sucesión d e los Príncipes d e estas
dinastías, excepto l a de los Almohades, h a sido poeo estudiada, s e
BIBLIOGRAFÍAS 29

puede comprender las dificultades que en ciertos casos podrá ofre-


cer la clasificación de las monedas de estas dinastías, d e los Hafsí-
es de Túnez, de los Benizíyán de Tlemecén y de los Benímerín de
Marruecos, monedas que como dice el autor (p. 6), «se parecen m u -
cho por sus dimensiones, por su acuñación y por la disposición d e
sus leyendas, pobres de hechos históricos y pocas veces con fecha;
además las listas de los reyes de estas dinastías presentan a ú n la-
gunas y obscuridades».
El hecho de que los historiadores que t r a t a n d e estas dinastías
no dan muchas veces el nombre propio del Príncipe, contentándose
con l a c u n y a (nombre del hijo), había dado lugar á que monedas d e
Abuinán Paris, a c u ñ a d a s en Fez, se c r e y e r a que habían sido acuña-
das por u n supuesto Príncipe F a r i s Almotauákil, que se suponía se-
r í a hijo del Abufaiis, que figura en otras monedas y que h u b i e r a
reinado después de su p a d r e , y efectivamente podía en rigor serlo;
pero se necesitaban p r u e b a s .
P a r a combatir esta suposición que hoy resulta infundada, el au-
tor aduce datos que parecen concluyentes, y esto le lleva á t r a t a r
especialmente de los títulos que emplearan ó se dieran los Prínci-
pes de las diferentes dinastías, y a que el empleo del título de emir
almuminín en las monedas en cuestión puede decirse que es el ar-
gumento más decisivo en favor de- la tesis sostenida por M. V a n
Berchem; en la dilucidación de este punto se hacen observaciones
m u y a t i n a d a s respecto a l reinado de Abuinán F a i i s .
En el capítulo I I , página 18, h a c e la historia del título de emir ah
muminín, que de u n modo privativo se atribuyeron los Califas desde
los primeros tiempos del islamismo con Omar: título q u e las vicisi-
t u d e s y debilidad del Califato d e Oriente no modificaron, pues los
que de hecho se declaraban independientes no se a t r e v í a n á tomar
este título, que después llegaron á tomar dinastías como la d e los
Omeyas de E s p a ñ a desde A b d e r r a h m á n I I I .
Las noticias referentes á los títulos usados por los príncipes más ó
menos independientes hasta el siglo wi, ocupan las páginas 18 á
30, apareciendo á principios del siglo v i , ó fines del v, el título d e
emir álmusUmin con que es proclamado por los moros españoles
Yúsuf, hijo de Texufín, que a u n q u e por poco tiempo los protege con-
t r a las a r m a s de Alfonso NI, á quien vence en Zalaca. T o d a s estas
noticias, como el conjunto del trabajo, están ilustradas con copiosas
citas epigráficas, numismáticas, diplomáticas y de textos árabes, que
dan fe d e la g r a n erudición d e M. V a n Berchem.
30 HISTORIA

En esta parte, en nota m u y interesante acerca de la actitud to-


m a d a á la caída de los Abasíes por los Príncipes ó dinastías, que
asumen el poder, índica en segundo lugar la existencia de Prínci-
pes que reconocen al último Abasí de Bagdad, mucho tiempo des-
pués de su muerte, como sucedió en España con el falso Hixem 11,
que el autor confunde con Hixem l l l , proclamado en las monedas
durante muchos años después de su muerte ó desaparición real.
Entre los dos títulos de emir almuminin, que llevaron los califas
de Oriente y algunas dinastías, que les disputaban, ó mejor dicho,
no reconocían ni aun la soberanía espiritual de los Abasíes, y el
de emir almuslimín, puesto en boga por los Almorávides, las di-
nastías posteriores optan, y a por uno, ya por otro, notándose alguna
vez divergencias en principes de la misma dinastía, según las cir-
cunstancias en que éste se encontrara en sus aspiraciones de prepon-
derancia, sobre otras dinastías.
L a diferente importancia de estos títulos, que parece que no
comprendieron muchos autores árabes, sirve de clave para expli-
car las aspiraciones de Príncipes, de quienes no tenemos noticias
detalladas; por esto p a r a la historia de las dinastías de los Hafsíes
de Túnez, de los Beniziyán de Tlemecén y de los Benimerín de
Marruecos, h a b r á que tener en cuenta el trabajo de M. Van Ber-
chem, como en lo que se refiere á la historia de los Benialahmar
ó Beninásar de Granada, por sus relaciones naturales con estas di-
nastías, e n las que como por instinto buscaban apoyo contra los
reyes de Aragón y Castilla.
F. C.

Los Silios de Zaragoza. —Diario de Casamayor, con prólogo y notas de J o s é V a -


L E N Z U E L A L a R o s a . Zaragoza, 1908. Librer/a de C. Gasea, Coso, 33. (Tomo 1
de la Biblioteca Argensola. Un volumen de 235 páginas, 2 pesetas.)

El prologuista, cultísimo director del Heraldo de Aragón, nos dice


quién fué Faustino Casamayor: durante cincuenta y un años anoto cui-
dadosamente eu su diario, todos cuaatoo sucesos ocurrían en Zaragoza,
ó los ocurridos fuera que llegaban á su conocimiento; hubiera sido un
excelente repórter, y sus cuarenta y nueve tomos manuscritos, que se
conservan en la Biblioteca provincial de Zaragoza, dan idea de la vida
zaragozana en mil detalles completameate olvidados por la prensado
entonces, que mientras ocupaba páginas y páginas con noticias de Po-
BIBLIOGRAFÍAS 31

lonia ó Transilvania, olvidaba el consignar los sucesos, al parecer sin


trascendencia, que ocurrían en Zaragoza; entre esos tomos están los co-
rrespondientes á los años 1808 y 1809, de los que hay dos copias manus-
critas, una en el Casino de Zaragoza y otra en la Universidad. El distin-
guido novelista aragonés, R. Pamplona, director de la Biblioteca Argen-
sola, ha escogido, para inaugurarla, el fragmento del manuscrito más
extenso de Casamayor, referente á Los Sitios, el del Casino.
Un alguacil de la Audiencia—tal fué el cargo que Casamayor desem-
peñó hasta su muerte en 1834—no está obligado á ser un gran filósofo,
ni eximio literato: no haj en su diario ni profundas reflexiones ni galas
retóricas; fué, en cambio, un hombre diligentísimo en averiguar noti-
cias y constante en escribirlas. Recuerdo la impresión que hizo el cono-
cer tal fueute histórica, hace años, al eminente uapoleonista francés
M. Geoffroy de Grandmaison, y la prisa que tuvo para aprovechar los in-
estimables y desconocidos datos que transmitió el modesto alguacil za-
ragozano.
El Sr. Valenzuela ha ido discretamente rectificando algunos errores
ó ampliando los relatos de los principales sucesos narrados en el Diario:
resulta así, esta edición, una verdadera historia popular de Los Sitios
de Zaragoza, contada por uu testigo presencial.

MARTÍN HUME: Jíisloria del pueblo español, su origen, desarrollo é influencia. Tra-
ducción castellana de D. losé del Caso. Madrid, s. a. (1907). Za España Ato-
derna. Un volumen de 620 páginas, g pesetas.

Dice el autor en el prólogo, entre otras afirmaciones originalisimas,


que el libro este no fué escrito para substituir ó invalidar las obras de
historia; efectivamente, no sirve para aprender historia el que no sepa,
sirve para que aprenda más el que ya sabe, pues podría titularse Filoso-
fía de la Historia de España ó, mejor aún, Psicología colectiva del pue-
blo español.
Declaro sinceramente que he leido pocos libros más originales ni su-
gestivos; los hechos que refiere son—con leves excepciones—los sabidos;
varía la interpretación ó explicación de ellos. No es fácil, en pocas líneas,
resumir un libro de cerca de 700 páginas; remito al lector curioso al libro,
seguro de que no ha de llamarse á engaño.
La idea fundamental, el leitmotif, es que España, étnicamente, está
formada de razas diferentes; la naturaleza del suelo contribuyó á fomen-
tar entre ellas el individualismo: éste es nuestra nota típica; cuanto de
grande hicimos en el mundo—y el autor reconoce que no fué poco—se
32 HISTORIA

debió á este carácter; su predominio dificulta toda labor social ó colec-


tiva; situados en una punta del continente, aqui se quedan sin poder
pasar el estrecho los residuos de todas las civilizaciones é influencias,
que, al mezclarse, producen combinaciones sociales, extrañas al resto de
Europa, por lo que nuestra historia presenta matices y aspectos raros.
Roma no pudo acabar de unificarnos; no lo consiguió la teocracia vi-
sigoda; en la Edad Media, las diferencias y oposiciones se acentuaron;
en la Edad Moderna se vio que la unidad religiosa, impuesta por la In-
quisición, era el único medio de encontrar un lazo que atase los hetero-
géneos elementos peninsulares; esto nos dio fuerzas para luchar con
Europa, pero á la vez labró nuestra ruina. Los capítulos dedicados á es-
tudiar el de.smoronamiento del poderlo español durante la Casa de Aus-
tria, son de una hermosura sombría; renacimos con la Casa de Borbón;
la guerra de la Independencia y las luchas civiles nos han entretenido,
en tanto que los demás países avanzaban; hoy vamos por el buen ca-
mino, y es de pensar que no reincidamos en pasados errores.
El libro es profundamente regionalista; si en vez de estar escrito en
Londres, lo hubiera sido en Barcelona, algún párrafo, tal vez, habría
caldo en las mallas de la ley de Jurisdicciones; para M . Hume, la uni-
dad española está aún muy lejana; hoy es más aparente que real.
No puedo entrar á exponer los mil y mil pensamientos originales y
puntos de vista nuevos; en ninguna parte he visto estudiada más á fondo
la evolución que sobre la muerte de nuestras antiguas libertades muni-
cipales implantó y fué desarrollando el centralismo; á esta labor contri-
buyen, no sólo los A^lstrias y Borbones, sino los doceañistas y liberales;
hoy es preciso un esfuerzo poderoso para sacudir los hábitos creados y
enlazar la organización actual con nuestras autonomías medioevales,
que nos dieron la energía y fuerza poderosa que despilfarramos loca-
mente en luchas inútiles durante muchos siglos.
El libro debe ser leído y meditado, no sólo por los profesionales de la
Historia, sino por cuantos aspiren á gobernar la España de hoy, si de-
sean saber cómo fué la de ayer, y por qué causas ha llegado, en los ór-
denes principales de la actividad social, á la situación en que hoy se
encuentra.

RAFAEL ALTAMIRA y CREVEA: Historia de España y de la civilización española.


Tomo 111. Barcelona. Herederos de Juan Gili, editores, 1906, Un volumen de
749 páginas y i3o fotograbados.

Con sólo decir que el tercer tomo de la Historia de España del señor
Altamira no desmerece délos dos anteriores, apreciados por el público
docto, español y extranjero, quedaba hecho el mejor elogio de este libro.
BIBLIOGRAFÍAS 33

Comprende la dominación de la Casa de Austria, y presenta un acaba-


dísimo cuadro de las vicisitudes de España en tan desdichado periodo
de nuestra historia nacional. Ofrece el libro la novedad, y al par—á mi
juicio—la ventaja y el mérito de conceder mucha más importancia &
lo que se ha llamado la historia interna, que á la denominada externa
ó política, de tal modo, que de las 743 páginas del tomo, sólo 180 están
dedicadas á aquélla.
Prescinde el autor de juicios propios y se limita á ir narrando los he-
chos y á exponer las consecuencias que su desarrollo produce, es decir,
lo que modernamente se llama la Tiísíoria objetiva, dejando á los con-
temporáneos, á los autores de monografías, el establecer ó dilucidar he-
chos, y limitándose el historiador de conjunto, á aprovechar y exponer
ordenadamente, y con estilo claro y sencillo, el resultado á que en los
presentes momentos ha llegado la investigación histórica en cada mate-
ria: asi incorpora al cauce general de la Historia, investigaciones á las
que ninguno de los anteriores historiógrafos había dado albergue en sus
obras, siendo éste uno de los más relevantes méritos de tan excelente
libro.

Inventari Jets tibres de dona Maria, reyna Daragó e de tes Sicities, 14S8. Barcelo-
na, 1907, Tip. La Académica. Un volumen de 23 páginas. (Tomo VIH del 1\ecult
de texles catalans aniichs.)

Tomándolo de un Códice del Archivo histórico de Valencia, se pu-


blica este inventario donde se describen setenta y un libros rarísimos;
la biblioteca descrita es propia de la esposa de Alfonso V el Magnánimo,
y no es la del rey Don Martín, heredada por su esposa Margarita de Pra-
des, cuyo inventario publicó hace poco tiempo la Revue hispanique. El
folleto es de utilidad para los bibliófilos.

JOAQUÍN MIRET y SANS: l e massacre des Juifs de Montclus. (Extrait de la J(evue des
"Eludes Juives, de París, núm. 106), 1907.- Tres princesas griegas en la corte de
Jaime TI de Aragón. (Extrait de la T^exiue hispanique, tome XV), 1906.

I. Describe, basado en documentos inéditos del Archivo de la Corona


de Aragón, la devastación de la judería de Moncliis, en la Bibagorza,
por las bandas pastores que, procedentes de Francia, atravesaron, en
los comienzos del siglo xiv los Pirineos, sin que les valiera el apoyo de
34 HISTORIA

los monarcas, deseosos de conservar en sns dominios á los judíos, fuente


importante de ingresos para el fisco. Con la expulsión definitiva de los
judíos de España, quedó Moncliis deshabitado, y hoy ha desaparecido el
pueblo.
II. Doña Constanza, Emperatriz viuda de Nicea, y sus parientas ó
servidoras, Doña Lascara y Doña Vataíja, vivieron muy favorecidas y
obsequiadas de los monarcas aragoneses, especialmente Jaime II; paso
á paso, sigue el autor, valiéndose de los documentos inéditos del Archivo
de la Corona de Aragón, la vida de estas tres princesas griegas, sus amo-
res, casamientos, enfermedades y muerte; el articulo es muy curioso y
honra á su erudito autor.
E. L y E .

CH. DE LANNOY ET H . VANDER LINDEN: Histoire de ¡'expansión coloniale des peuples


européens. (Ouvrage ayant obtenu le prix du Roi). Portugal et "Espagne (jusqu'
au debut du xixo siécle). Bruxelles, 1907. 23,5 X 4^1 páginas y tres mapas.

No es u n libro de investigación, sino de resumen. Los autores dicen


en el prefacio: «No entra en el cuadro de nuestro asunto el escribir la
historia de las colonias. Nuestro fin consiste en hacer resaltar los rasgos
característicos de cada una de las colonizaciones estudiadas, para mos-
t r a r cómo cada uno de los pueblos adquirió sus posesiones de Ultramar,
de qué manera las hizo producir y cuál fué, para la respetiva metrópoli,
el resultado de su expansión». Y añaden luego, que sólo por excepción,
han utilizado fuentes inéditas, «tan numerosas todavía, y que correspon-
de dar á conocer en las investigaciones especiales».
Con este criterio, se comprende que la parte española del libro (única
de que vamos á t r a t a r ahora), escrita por el Sr. Vander Linden, chargé
de cours en la Universidad de Lieja, no contenga, ni la revelación de no-
ticias desconocidas, ni el esclarecimiento de cuestiones dudosas (y son
numerosísimas en la historia de la colonización), que pende de documen-
tos aún sepultados en el fondo de los archivos. En vez de esto, el autor
aspira á presentar, en forma ordenada y científica, los resultados de los
estudios hechos hasta el día, el cuadro general del estado presente de co-
nocimiento en lo relativo á su asunto, y por lo que se refiere á ese pro-
pósito, escribe que ha procurado no olvidar «ninguna colección de docu-
mentos impresos, ninguna de las obras importantes».
En general, esta declaración es exacta, pero tiene sus excepciones;
asi como también hay que hacer algunas reservas en cuanto al modo que
ha tenido el autor de aprovechar ó interpretar los datos contenidos en
las fuentes por él utilizadas.
BIBLIOGRAFÍAS 35

En el capitulo primero, Vander Linden expone el estado general de


España á fines del siglo xv y comienzos del xvi-, preámbulo que no inte-
resará mucho á los lectores españoles, porque se halla muy repetido en
los libros de historia de uso común. Es, en conjunto, acertado; en los de-
talles, necesitarla algunas correcciones que dieran el matiz justo, la ca-
racterística precisa en ciianto á la representación real que tuvieron va-
rios factores de nuestra vida política y social, v. g.: las Cortes. El ca-
pítulo segundo entra ya de lleno en el tema de la obra. Empieza hablando
de la colonización de Canarias (los resultados de la magistral monogra-
fía de R. Torres Campos, que contradicen, por ejemplo, las afirmaciones
de Saco en su Historia da la esclavitud, no han sido aprovechadas por el
autor); sigue con el relato de las gestiones de Colón, desde 1484 á 1492
(inclinándose á reconocer en los propósitos del descubridor—contra la
opinión de Roscher—el predominio del objeto económico sobre el reli-
gioso), y la historia de sus viajes y descubrimientos, y luego narra la su-
cesiva ocupación de las Antillas, de la América Central, de la del Sur,
de México, de las regiones meridionales del territorio actualmente ocu-
pado por los Estados Unidos, y de Filipinas. P a r a todo esto utiliza fuen-
tes españolas {Colección de documentos inéditos relativos al descubri-
miento , cronistas de Indias, Fabié, Rui Díaz, etc.), y extranjeras (Tha-
cher, Minutoli, Vignaud, Roscher, Scelle, García Icazbalceta, Woodbury
Lowery, Angelis, Outes, Medina, Peralta, Blair, Robertson y otros auto-
res). A continuación viene el relato de la lucha contra los holandeses, in-
gleses y franceses, ya piratas, ya corsarios, ó elementos regulares del
ejército y la marina de aqixellos países, que llena todo el siglo xvii, y ;
que es ya bien conocida, merced á la publicación de numerosos libros re- ¡
ferentes á ese período. De ellos cita el autor los de Orozco y Berra, Bur- •
meister, Supan, Riva Palacio, Scelle, Valentín Fernandos, pero no los de '
Zaragoza y Fernández Duro, tan importantes en esta materia. Finaliza
el capitulo con ocho páginas dedicadas á la historia colonial del si-
glo XVIII, desde el punto de vista externo, es decir de los conflictos in-'
ternacionales á que da lugar la ambición de las potencias europeas en
punto al comercio y la posesión de territorios en las Ipdias españolas.
Las lineas últimas del capitulo no reflejan bien la realidad de los hechos
ocuridos. Vander Linden cree que «las tendencias separatistas no se ma-
nifestaron durante la ocupación francesa enEspaüa=; que «la revolución
de las colonias inglesas de la América del Norte no tuvo apenas resonan-
cia en la América española»; que los movimientos insurreccionales de
nuestras colonias, desde 1808 á 1814, «se distinguieron por su carácter
lealista» y fueron dirigidos, sobre todo, «contra las autoridades que no
se mostraban bastante fieles al rey legitimó, Fernando VII>. La inexac-
titud de estas afirmaciones absolutas, seria fácil de demostrar.
El capitido dedicado á la administración de las colonias, habla de la
autoridad real, eminente desde los primeros años (sin detenerse á deta-
36 HISTORIA

llar el asunto importantísimo de los derechos de Colón y el sentido de las


capitulaciones de Santa Fe), de la Casa de Contratación de Sevilla, del
Consejo Supremo de Indias, de las encomiendas y repartimientos, de las
autoridades de las colonias (virreyes, capitanes generales, etc.), de las
Audiencias, de los municipios, de la centralización, de la influencia del
clero, del trato dado á los indios, de los impuestos, de la Marina y del
ejército de tierra. Estos dos últimos asuntos están tratados con bastante
pormenor. En lo demás, la doctrina es la común y corriente, sin noveda-
des de importancia.
El régimen económico lo expone Vander Linden con relativa exten-
sión, aprovechando sobre todo los datos de Scelle (Histoirie politique de
la traite négriére) y de Humboldt. Cae en errores como el de añrmar que
los colonos españoles <no introdujeron en el Nuevo Mundo ni animales
domésticos, ni cereales, ni árboles frutales», cosa que, entre otro^ testi-
monios, se halla desmentida por los documentos de la Casa de Contrata-
ción (véase por ejemplo, el libro de D. M. de l a Puente Olea, Los traba-
jos geográficos de la Casa de Contratación); si bien Vander Linden ami-
nora luego el tono absoluto de aquella sentencia, apuntando que los mi-
sioneros «contribuyeron á los progresos de la agricultura y d é l a in-
troducción de vegetales europeos en las diferentes colonias».
El tema de la civilización española en América y Filipinas está po-
bremente tratado y abunda en inexactitudes fv. gr.: respecto de las re-
laciones entre colonos é indígenas, y entre las diferentes razas que se
produjeron en las colonias) y por de contado, en vacíos correspondientes
á la difusión de la enseñanza y al movimiento cientiñco y literario.
Finalmente, en punto á los resultados de la colonización para la me-
trópoli—cuestión que Eoscherha estudiado con gran atención, especial-
mente desde el punto de vista económico—Vander Linden sostiene que,
en ñn de todo, la emigración no afectó de u n modo considerable á la den-
sidad de la población española; que se produjo, en el suelo de la Penín-
sula, un aumento de cultivo de cereales y viñas, para responder á la de-
manda de las colonias; que el mercado de América dio gran impulso á
las industrias peninsulares en casi todo el siglo xvi; que la ruiua econó-
mica de España no procedió tanto de la mala política financiera de los
Gobiernos, como de la concurrencia de las nuevas potencias marítimas
de Europa, mejor preparadas que España y constantemente disputado-
ras del tráfico de las Indias (el autor debiera haber apreciado también el
factor del contrabando realizado por españoles); que, en general, la ri-
queza de la metrópoli aumentó por la colonización, singularmente á be-
neficio de los comerciantes, si bien hay que reconocer que muchos de és-
tos eran extranjeros; que la unión con Portugal no trajo á España bene-
ficio alguno económico; que no es posible llegar á conclusiones seguras
en cuanto á la importación de metales preciosos, aunque los documentos
de la Casa de Contratación permiten deducir que se han exagerado mu-
BIBLIOGRAFÍAS 37

cho las cifras relativas á la primera mitad del siglo xvi; que la aristo-
cracia y el clero, asi como la burguesía, se aprovecharon bien de los
puestos lucrativos creados en el Gobierno de las colonias; que la abun-
dancia de metales ricos trajo como consecueneia el aumento de los pre-
cios; que las colonias proporcionaron á la metrópoli muchas especies
nuevas y de rendimiento; q u e las riquezas traídas de las Indias fueron la
base económica de la hegemonía política de España en el siglo xvi, pro-
veyendo á la mayor parte de los gastos del Estado, aunque su mala ad-
ministración les hizo perder no poco de su valor inicial; que las reformas
del siglo XVIII, aunque fracasadas, no dejaron de producir resultados be-
neficiosos para la metrópoli y para las mismas colonias; y que en lo rela-
tivo á la influencia espiritual, no es cosa fácil medirla que España ejer-
ció en los pueblos americanos. «Estos conservan en g r a n parte el idioma,
las tradiciones, los gustos españoles. Hoy dia las colonias independientes
que, abiertas á todas las naciones del mundo, se pueblan y enriquecen
con rapidez, guardan, apesar de todo y gracias á los lazos morales, nu-
merosas relaciones con su antigua metrópoli. Si España cuenta aún con
un campo d e difusión tan considerable para su literatura; si goza toda-
vía d e tanto prestigio en la América latina, lo debe á las colonias que
sus antepasados supieron fundar, sin que al perderlas se rompiesen to-
dos los lazos que á ellas les unían.»
Como se ve por este resumen critico, la monografía de Vander Lin-
den, no obstante sus errores de pormenor y su escasa novedad, inherente
al no aprovechamiento de fuentes inéditas, es un trabajo meritorio y de
lectura útil para todos los que se interesan por las cuestiones referentes
á la acción española en las tierras americanas.
RAFAEL ALTAMIEA.

RAFAEL M . DB LABRA: Za Consfitución de Cádiz de 1812. (Conferencias de vulga-


rización). Madrid, 1907, 1 5,7 X i-xxx-271 páginas.

Dejando aparte las obras escritas por algunos contemporáneos (Ar-


guelles, Villanueva), que no abrazan la totalidad del asunto, aunque son
fuentes de primer orden para él, carecemos de una historia detallada y
critica de las Cortes de Cádiz. Lo dicho por Toreno en su conocido libro,
es mucho, sin duda, pero no es bastante; sin embargo, los autcres que
después de él han escrito, se limitan á copiarlo ó extractarlo, con ligerl-
simas adiciones.
Frente á esta penuria, realmente inexcusable, puesto que los mate-
riales para escribir aquella historia son numerosos y fáciles de hallar,
38 HISTORIA

las conferencias dadas por el Sr. Labra en el Fomento de las Artes en


los años 1884 y 1885, y cuyos extractos se publican ahora en volumen
(antes se hablan impreso en el Boletín de la Institución libre de Ense-
ñanza, 1886, casi Íntegros), constituyen el trabajo más comprensivo y de- i
tallado que puede hallarse en lengua española (sin exceptuar el de Bo-
rrego), y aun cabe decir que en lengua extranjera, puesto que Gruelin
en sus Studien zur spanischen Verfassungsgeschichte der neunzehnten
Jahrhunderts (Stuttgart, 1905), dedica sólo 65 páginas al estudio de to-
das las reformas constitucionales del periodo de 1808 á 1843. Cierto es
que el Sr. Labra no publica, ahora más que el grupo de sus conferencias
relativo á la Constitución de 1812, prometiendo hacer lo mismo más
t a r d e con las referentes á la restante obra política de las Cortes gadita-
nas; pero la extensión que da á ese punto concreto, no sólo satisface ex-
cediendo los límites de la pura vulgarización, sino que augura bien p a r a
cuando la obra total se imprima. En ella, seguramente, el Sr. Labra ex-
pondrá con gran pormenor todo lo relativo á la acción ejercida aquí por
los diputados americanos, que hoy conocemos sólo fragmentariamente y
con mucha mezcla de leyenda.
El autor h a hecho preceder su libro de ima lista de «libros de fácil
consulta sobre la Constitución española de 1812, su formación y su con-
tenido», á la cual le hallamos el doble defecto de no estar clasificadas
las citas ni por materias, ni alfabéticamente (con lo que se hace difícil
encontrar las relativas á u n autor determinado, cuyas diferentes obras,
además, no suelen estar agrupadas, sino dispersas en la lista), y de va-
rias repeticiones de un mismo libro. Defectos son ambos que á poca costa
se podrán remediar en una segunda edición, que el Sr. Labra aprove-
chará, sin duda, para completar su bibliografía con algunas papeletas
(no muchas en rigor), quo le faltan.—A.

HEINRICH FINKE:Jlcta Jlragonensia, Quelten zur deulschen, italienischen, franzósis-


chen, spanischen, zur "¡{ircben-und J(ulíurgescljicbte aus der diplomaiischen T^
pondenz Jaymes 11 (1291-1327). Berlín und Leipzig, 1907, 2 Bande.—K. HAE-
BLER: Geschiehte Spaniens unter den Habshurgern.—ESTER BAND: Geschiehte
Spaniens unter T^arl í ( V ) , Gotha, 1907.—RICHARD OERTEL: Francisco de Goya
(Künstier-Monographien, herausgegeben von H . Knaekfur LXXXIX). Mit
144 Abbildungen, einem Titelbild, etc. Billefeid und Leipzig, 1907.

Acaban de salir á luz dos tomos de cartas reales diplomáticas de Jai-


me I I , recogidos en los archivos por Heinrich Finice, catedrático de la
Universidad de Munster, con subvención de la Real Academia de Berlín,
BIBL OGBAFÍAS 39

y publicados aqui por primera vez con el titulo Acta Aragonensia. Los
documentos ilustran en su mayor parte la época de Jaime II, en Francia,
Alemania, Italia, las relaciones del reino de Aragón con estos países, la
Santa Sede y hasta el Oriente cristiano. Las últimas tres secciones se re-
fieren á sucesos internos de Aragón bajo el reinado de Jaime II: los Con-
cilios provinciales, la Inquisición, las Artes y Letras, la Universidad de
Lérida, y finalmente, la vida de ilustres españoles como R. de Peñafort,
Raimundo Lulio, Arnaldo de Villanova y otros. Los documentos reprodu-
cidos son cerca de 600, El contenido de otro millar fué aprovechado
para los comentarios y el prólogo, en donde el autor explica la diploma-
cia y las prácticas diplomáticas de Aragón—diplomas, registros, emba-
jadas—hacia el año de 1300. Es obra importante, que abre nuevas fuen-
tes para la historia de la Edad Media.
Friedrich Schirrmacher ha fallecido, después de haber llevado en lá
colección titulada Gesc/wc7iíe der europüischen Staaten, «la historia de Es-
paña, hasta la muerte de Fernando el Católico. Ahora se ha publicado el
tomo siguiente de la misma obra que corresponde á la historia de Es-
paña bajo el imperio de Carlos I, y basta el nombre del aiitor, Konrad
Haebler, conocido por sus muchas investigaciones de historia española,
para suponer el mérito del libro. No desconoce el autor las dificultades
de la materia, que hasta ahora no está bien conocida en todas sus par-
tes, por ejemplo, en cuanto á las Comunidades. Sin embargo, cree que su
trabajo sea el primer ensayo de una verdadera historia de esta época, en
contraposición á las muchas historias de Carlos I, en que España y sus
sucesos ocupan secundario lugar. En cuanto á la persona del rey, mues-
t r a cómo la infiuencía provechosa de su talento é ingenio superior á sus
subditos en muchas cosas, reforma la gobernación y la hacienda, mejora
la agricultura, industria y comercio, y hace progresar las letras y ar-
tes. No menos pondera Haebler la política colonial de Carlos I, rectifi-
cando las prevenciones de muchos de los historiadores queleprecedieron.
En cuanto á la historia del arte español, es notorio que Francisco de
Goya, desatendido durante largo tiempo, desde hace diez años ocupa un
lugar prominente en el aprecio artístico de Alemania, como en el de Es-
paña y Francia. No ha mucho, se publicó la biografía de Goya por Mu-
ther, y nuevamente debemos otra más extensa y ricamente ilustrada á
Richard Oertel, que con delicada simpatía aprecia el genio enteramente
nacional del artista, del último de los maestros antiguos de España,
y del primero de los modernos.»
JOHANNHS JüNGFBR.
40 HISTORIA

Compendio de Tíistoria eclesiástica, por el DR. F . X. FUNK, Profesor de Teología


en la Universidad de Tubinga. Traducido de la quinta edición alemana por el
P. Ramón Ruiz Amado, déla Compañía de Jesús. Barcelona, G. 6ili, 1908. Un
volumen de iS X xvi-608 páginas.

De las muchas traducciones que se hacen en España, pocas pueden


contribuir en tan alto grado al engrandecimiento de nuestra cultura
como esta que acaba de ofrecernos el laborioso y docto jesuíta P. Ruiz
Amado.
Aun cuando no nos proponemos dar un resumen del contenido de esta
obra, habremos de advertir, para que no se crean exageradas nuestras
apreciaciones, que el título, en la ocasión presente, se aparta del signi-
ficado vulgar. El compendio del Dr. Funk no es una somera indicación
de las manifestaciones culminantes en la vida y desarrollo de la Iglesia,
Bino más bien una miniatura, tan acabada y rica en pormenores, que ins-
truye muchísimo más que otros tratados de macizos y numerosos volú-
menes. Y como por otra parte el autor, antes de escribir este compendio,
ha estudiado muy detenidamente toda la historia de la Iglesia, ya en sus
fuentes originales, ya en las lucubraciones de los eruditos, se compren-
derá fácilmente el que haya podido consignar en este compendio, no
sólo las opiniones más autorizadas sobre los hechos controvertibles, sino
también la información documental y bibliográfica conveniente para
que el lector pueda repetir la investigación y apreciar por sí mismo el
valor crítico de las afirmaciones de los historiadores.
Por eso estamos de acuerdo con el traductor cuando dice que este es
«uno de los libros mejor hechos que hoy se usan como texto en Alemania,
en el cual podrán aprender los discípulos, no sólo la serie de los acaeci-
mientos, sino mucho más, el modo de estudiarlos con la precisión y escru-
pulosidad críticas de que, por desgracia, andan bastante faltos los libros
que ahora se escriben en muchas partes.» EQ cambio, no comprendemos
qué fines didácticos le han movido á traducir al castellano los títulos de
los libros y publicaciones en que el autor apoya sus asertos.
Pero esta minucia nada significa, y por mi parte declaro que el doc-
tísimo jesuíta ha realizado, con esa traducción tan correcta y tan clásica,
una meritísima labor en pro de la Historia eclesiástica. ¡Ojalá que tra-
ductor y editor se decidan á publicar pronto los Tratados é investigacio-
nes (Abhandlungen und üntersuchungen) del ilustre profesor de Tubin-
ga, recientemente fallecido!
A. G. I.
REVISrn tiE REVISTAS (1)

M E T O D O L orden y ser ciudadanos ilustrados,


O G Í A Y C I E N C I A

D E L en primer lugar, haciéndoles cono-


A H I S T O R I A

cer, mediante ejemplos, los elemen-


Rev. H., Noviembre-Diciembre. • tos constitutivos de la vida social
1907: G. MoNOD y L, BOUGIBE, IJen- y politica; luego mostrándoles la
seignement de V Histoire. Ambos sucesión y el desarrollo orgánico
trabajos se refieren á las Conferen- de los estados sociales, ó sea las fa-
cias de Seignobos, Langlois, Gallo- ses de la evolución humana, y, por
nédec y Tourneur (v. Libros re- último, habituándoles á aplicar al
cientes). Monod elogia el sentido examen de los acontecimientos pa-
de la conferencia de Seignobos so- sados, los principios de la critica
bre La Historia y la educación po- histórica, que son también las bases
litica, en que el autor demuestra necesarias de toda apreciación po-
que la enseñanza de la Historia lítica.» La conferencia de Tour-
prepara á los jóvenes «sin ponerse neur contiene importantes noticias
al servicio de ninguna idea politi- sobre los métodos seguidos en los
ca» para juzgar «los sucesos de este colegios y liceos de Alemania y

(1) Al «Cuadro de abreviaturas de las principales revistas» que publicamos


en el número 7, añádanse las siguientes:
Arch. Ped. C—Archivos de Pedagogía y Ciencias afines. La Plata (Repúbli-
ca Argentina.)
Ans. S . P.—Annales des Soiencies Politiques.
B. L. Ac. Belgique.—Bulletin de la classe de l'Académie Royale de Belgique.
Nat.—Nation (Estados Unidos.)
Pol.—Polybíblion (París.)
Rev. Afr.-Eevue Africaine.
Rev. C. M.—Eevue du Cerote milítau-o (París.)
R. L. Rom.—ílevue des Langues Eomaines.
R. N.—Easegna Nacionale.
Rev. Nap.—Eevue Napoléonienne (Eoma.)
Rh. E. Louvaln.—Eevue d'histoire eeclésiastique de Louvain.
Z. Kathol. Th.—Zeitschrift für Katholische Theologíe.
En dicho «Cuadro» aparece: «Em.—Emporium» por «Emp.—Empori».
42 i HISTORIA

Estados Unidos. La de Gallonédeo, disciplina literaria. Lo mismo les


un plan metodológico, que ss apro- ha ocurrido á otros estudios que
xima mucho al seguido en algunas luego se han organizado científica-
cátedras universitarias de España. m e n t e . = G . PAKISBT, L'enseigne-
Respecto de la de Langlois, Monod ment supériew de l'Histoire, d'
discute algunos puntos de organi- aprés M. Ernest Bernheim. Anali-
zación de los ejercicios de agrega- za el reciente folleto de Bernheim,
ción que pueden interesarnos para Das akademische .studium der Ges-
una futura reforma de nuestro Doc- chichtswissenschaft... Greifswald,
torado. Bougier defiende, contra la 1907, en que este profesor preconi-
opinión de Gallonédec, el valor pe- za la organización de trabajos per-
dagógico y científico de las leccio- sonales de los alumnos todos en las
nes orales del profesor, comparadas Cátedras, dado que la especializa-
con el uso del manual ó libro de cíón de los Seminarios no compren-
texto. de á todos. Sabido es que lo que
Bernheim propone para Alemania
se hace ya en algunas cátedras
R. I. E., 1 5 Noviembre, 1907: SJÉ- universitarias españolas. = Octu-
NOPOL, La théorie de l'Histoire. bre: CH. ANDLER, Nietzche et Jacob
Expone el programa del curso que Burclchard: Leur philosophie de
explicará en el presente invierno Vhistoire. Penetrante análisis de la
en la Sorbona. Comprende doce colaboración ideal de ambos escri-
lecciones, con los temas siguientes: tores, cuya amistad fué muy inti-
Introducción, Hechos de repetición ma. Abraza los puntos siguientes:
y de sucesión. Doble forma de la Factores principales de la nueva
causalidad, Carácter científico de civilización, Nueva interpretación
la Historia, Los factores constan- de la vida griega (continuará).=
tes d é l a Historia, La evolución en A. FRIBOUEG, Un séminaire d'his-
la Historia, Las fuerzas auxiliares toire universelle á Leipzig. Se re-
de la evolución, Las leyes históri- fiere al creado por Lampreoht, con
cas (dos lecciones), La serie histó- el propósito de preparar materia-
rica, Concepciones de la Historia, les para una Historia universal que
Aplicaciones. se propone escribir. Son interesan-
tes los puntos de vista relativamen-
te nuevos que expone Lamprecht
R. S. H., Agosto, 1907: XÉNOPOL, á este propósito. A notar la impor-
L'Histoire est-elle art ou sciencief tancia que da al Arte en la histo-
El autor defiende la tesis del carác- ria de la civilización, es el punto
ter científico de la Historia. «Per- de vista característico, desde hace
sigue la realización de lo verdade- muchos años, de la enseñanza de la
ro y no la de lo bello; no cabe, pues, Historia en la Institución libre de
que sea un arte, sino uua ciencia.» enseñanza ;de Madrid. (Ver Alta-
No importa que en lo antiguo haya mira, Cuestiones modernas de His-
sido estimada principalmente como toria, páginas 263 á 269.)
REVISTA D E REVISTAS 431

N., September, 1907: A. FLBXNBE. morias históricas del Principado


2716 situation of history in Secon- de Asturias y Obispado de Oviedo.
dary Schools.
Emp- núm. 1., J . MARTÍ, Vdlspo-
Cathoilc Unlversity Bulletin, Oeto- litichs espanyols, Saavedra Faxar-
ber, 1907: A. CAUCHIE. Tlie Tea- do. Estudio de las ideas políticas de
ching of History in the TJniversity Saavedra.
of Louvain.
GEOGRAFÍA
BIOGRAFÍA Roma, Noviembre, 1907: F. Bo-
SBREB, n Monserrat: memoria di
B. H.G. Bajo-Aragón, Julio-Agosto, unviaggioinlspagna.
SANTIAGO VIDIELLA, La familia de
Forment. A los datos referentes á
doña Esperanza, doña Isabel y Don NUMISMÁTICA
Miguel Forment, conocidos por los
Bol. Ao. Hist., Madrid, Diciembre,
trabajos del general La Sala y don
1907: CARLOS GONZÁLEZ POSADA.
M. París, agrega el señor Vidiella
Noticia de españoles aficionados á
otros inéditos y da noticia de otros
monedas antiguas. Informe inédito
individuos de la misma familia, des-
conocidos hasta ahora: son éstos Úr- existente en un códice de la Acade-
sula, Esperanza (2.") y Miguel (sa- mia d é l a Historia: trae lista délos
cerdote) Forment. = Mayo- Junio, numismáticos españoles de los si-
1907: F. PASTOR LLUIS, Notas bio- glos XV, i v i , XVII, xviii y xix: es
gráficas, El obispo Punter. Capi- muy curioso é interesante para la
tulo del segundo tomo de Narracio- Historia de la numismática en Es-
nes Tortosinas, en que se refiere la paña.
vida de este obispo, natural de Mo-
rella, y que rigió la sede de Tortosa B. L. Ac. Belgique, 1906, número 11:
desde 1590 á, 1600. H . LoNCHAY. Recherches sur l'ori-
gine et la valeur des ducats et des
écus espagnoles. Notable trabajo,
Bol. At. H., Madrid, Diciembre, basado en documentos inéditos.
1 9 0 7 : FiDBL FITA. Un asturiano
ilustre, ó sea D. Carlos González de TIEMPOS PRIMITIVOS
Posada. Datos biográficos y biblio-
gráficos. Murió siendo canónigo de R. Arch., Julio-Agosto, 1907: L . Si-
Tarragona en 1831, á los ochenta RBT, Oricntaux et Occidentaux en
y seis años; antes lo habia sido de Espagne aux temps prcliistoriques.
Ibiza: fué correspondiente de la Noticia de esta obra que contiene
Ac. de la Historia y dejó algunas datos interesantes sobre el período
obras manuscritas: en 1 7 9 4 publicó neolítico y de los metales, con ex-
en Tarragona el tomo I de sus Me- _£resión délos materiales empleados
44 HISTORIA

y las influencias extrañas que se AEAGON


notan, ilustrado con varias láminas
demostrativas. Generales.

Bol. Ao. Buen. Letr., Barcelona,


Junio á Septiembre, 1907: P . FAUS-
Eusk. Err-, 30 Octubre, 1907: DA-
TINO D , GAZULLA, Los reyes de Ara-
RÍO DE AHEITIO. ¿Monumentos ibe-
gón y la Purísima Concepción de
ros? Noticia de un bloque de pie-
María Santísima. (Continuación.)
dra hallado en Biscargui (Vizcaya),
Sigue la publicación por via de
que sospecha si será un monumento
apéndice de documentos.
de los iberos.

B. H. G. Bajo-Aragón, Septiembre-
Bol. Ao. H., Noviembre, 1907: Octubre, 1907: DOMINGO GASCÓN,
ADOLFO FERNÁNDEZ DE CASANOVA. Escritores de la provincia de Te-
Nuevos descubrimientos arqueoló- rud. El laboriosísimo cronista de
gicos en Carmona. Da cuenta á la esta provincia, Sr. Gascón, publica
Eeal Acad. de la Historia del ha- las primicias de la Bibliografía
llazgo de una sepultura prehistó- Turolense que tiene en prepara-
rica y un monumento monolítico en ción; comprende varias papeletas
la necrópolis de Carmona. de escritores del Bajo-Aragón.

Bull. HIsp., Bordeaux, Octobre- Bol.Ac.Buen. Letr.,Barcelona, Ju-


Décembre, 1907: P . PARÍS, Prome- nio á Septiembre, 1907: ANDKES J I -
nades archéologiques en Espagne. MÉNEZ SOLER, La Corona de Ara-
Elche. Describe el autor las nego- gón y Granada. (Continuación).
ciaciones cuando adquirió la famo- Estudia sus relaciones bajo el rei-
sa Dama de Elche para el Museo nado de Jaime I I de Aragón y Al-
del Louvre. fonso IV.

HISTOELá. MUNICIPAL
ÉPOCA ROMANA
B. H. G. Bajo-Aragón, Septiembre-
Bol. Ao. H., Noviembre, 1907: ÁN- Octubre, 1907: Dos instituciones
GEL DEL ARCO, Nuevas lápidas en benéficas de Maella. De los papeles
Tarragona. Publica dos inscripcio- del archivo parroquial de Maella,
nes romanas descubiertas al prac- proceden las noticias de dos insti-
ticar algunas obras para el puerto tuciones: una fundada en 1686 por
de Tarragona. Trae los facsímiles; D. José Barceló de Tremps, para
son inscripciones funerarias.=Ma- prestar trigo á módico interés á los
drid, Diciembre, 1907, FIDEL FITA: labradores, y otra, fundada en
Tres lápidas romanas de Puzol. Es- 1740, por D . José Bermúdez de
tudio de estas tres lápidas y a cono- Castro, para prestar dinero sin in-
cidas y publicadas. terés á los labradores para com-
REVISTA DE REVISTAS 45

prar animales de labranza. Las vi- que, es muy interesante, pues pre-
cisitudes de estas dos fundaciones senta el raro caso de una carta-
ofrecen curiosas enseñanzas.=Sep- puebla del siglo XVIII.^Septiem-
tiembre-Octubre, 1907: MATÍAS P A - bre-Octubre, 1907: SANTIAGO V I -
LLARES GIL, LOS señores de Peña DIELLA, Fayón y Nonaspe. Descrip-
de Aznar y MazaJeón. Con nuevos ción geográfica é histórica abrevia-
datos tomados del Archivo de la da de estos dos pueblos; es más in-
Corona de Aragón, traza este au- teresante ésta, por la circunstan-
tor la lista é historia de los señores cia de que el archivo municipal de
de este feudo, poblado por el canó- Fayón pereció en una inundación
nigo zaragozano D. Portún Rober- del rio Ebro, y el de Nonaspe que-
to en 1175; es curioso el caso que mado por los franceses en 1618; el
cita de fraternidad artificial pac- Sr. Vidiella toma los datos del Ar-
tado entre Matalón de Fréscano y chivo de la Corona de Aragón y de
Sancha Robert, por ser el primero los escasísimos restos del Archivo
de que se tiene noticia, ocurrido de Nonaspe. = Julio-Agosto, 1907:
en Aragón . = Mayo-Junio, 1907: FRANCISCO AZNAR NAVARRO, Or-
MATÍAS PALLARES GIL, LOS Sénio- denanzas de Andorra (siglo xvii).
res de Teruel. El solar de los En- Transcripción de estas Ordenanzas
tenzas en él Bajo Aragón, Toman- otorgadas en 1614: está hecho de
do los datos de pergaminos de Al- un manuscrito existente en el Ar-
fonso I I de Aragón, existentes en chivo de la Mitra de Zaragoza, en
el Archivo de la Corona de Ara- el Palacio Arzopispal; las Orde-
gón, da la lista de los séniores de nanzas fueron aprobadas con algu-
Teruel, desconocidos en su mayo- nas adiciones, por D. Pedro Man-
ría. Se ocupa de la familia de En- rique, Arzobispo de Zaragoza; el
tenza, originaria de la Ribagorza señorío de Andorra (provincia de
á la que se dio solar y heredamien- Teruel), pertenecía á la Mitra. =
tos en Teruel y Manzanera. Del Mayo-Junio, 1907: LORBNZOPÉRBZ
sénior Pedro Fernández y sus prés- TEMPRADOjifJijar'. Consideraciones
tamos usurarios á Pedro II, trae sobre su antigüedad. Documentos
muy curiosos detalles. = Septiem- referentes á los primeros señores,
bre-Octubre, 1907: FRANCISCO AZ- antes de la donación del rey D. Jai-
NAR NAVARRO, Relaciones conceji- me I. Efemérides. A juzgar por al-
les. Albalate y Almoclmél. Con docu- gunos restos romanos, existentes en
mentos inéditos procedentes del Ar- el término de Puebla de Hijar, cree
chivo Arzobispal de Zaragoza, tra- que alli debió estar la ciudad de
za el autor un cuadro de las rela- Ilircis que cita Plinio; otros supo-
ciones mantenidas por Albalate con nen que allí existió la ciudad lla-
algunos pueblos inmediatos que mada Arse. Por algunos documen-
por compra agregaron los arzobis- tos del Archivo de la Corona de
pos de Zaragoza.'La repoblación Aragón, fija los nombres de algu-
de Almochuel, debida al arzobispo nos señores de Hijar, desconocidos
cesaraugustano Sr. Lezo Palome- y anteriores á D. Jaime I. Lista
46 HISTORIA

de hechos memorables de la Histo- RAMÓN BERENGUER IV


ria de Hijar.=Mayo-Junio, 1907:
SANTIAGO ViDiBLLA, Desarrollo del B. H. G. Bajo-Aragón, Julio-Agosto,
municipio de Alcañiz, después de 1907: MATÍAS PALLARES GIL, La
la Reconquista (conclusión). Termi- frontera sarracena en tiempo de
na este interesante estudio de do- Berenguer IV. De! estudio de los
cumentos de los siglos xiii y xiv, documentos contemporáneos, exis-
relentes á. a s u n t o s municipales, tentes en el Archivo de la Corona
obrantes en el Archivo de la Co- de Aragón, deduce la lista de los
rona de j4?'a5r(5n.=Septiembre-Oc- séniores ó jefes militares de las po-
tubre, 1907: Un pergamino de To- blaciones fronterizas fortificadas
rre del Compte. El maestro de este para la defensa da las cuencas ara-
pueblo, D. Joaquín Navarro, da gonesas que podían ser invadidas
noticia de un pergamino, conte- y fija la linea probable de la fron-
niendo la escritura de venta y las tera.
vicisitudes del molino de dicho pue-
blo; la primera venta es de 1393;
M. A. París, 1905-4: N. BARONB,
tiene interés para el estudio del
Deux priviléges de Raimond Be-
derecho privado.
renguer IV, comte de Provence et
de Forcálquier, en faveur de la
ARQUEOLOGÍA commune de Seyne, confirmes par
le roi Charles II d' Anjou.
B. H. G. Bajo-Aragón, Septiembre-
Octubre, 1907: MATÍAS PALLARES
JAIME I
GIL, Iglesia arciprestal de Valde-
rróbles. Descripción arqueológica E s t u d i s unlversitaris c a t a l a n s .
de este hermoso templo, con facsí- Agosto-Septiembre, 1907: BOFA-
miles de la portada é interior.= RULL (JAIME). El Centenar del Rey
Julio-Agosto, 1907; LORENZO PÉREZ en Jaume. El centenar en Tarra-
TBMPRADO, Reseña de la notable er- gona.
mita de Mazaleon. Descripción de
esta ermita; empezó á construirse JAIME I I
en el siglo x v n y acabó en el xix;
da también detalles de la historia J. A . , Septiembre-Octubre, 1907:
de su construcción =Mayo- Junio, RENE BASSET, Le .niege d' Almérie
1907: JOAQUÍN NAVARRO, Construc- en 709. Narración del sitio infruc-
ción de la iglesia de Torre del tuoso de esa ciudad, por el rey de
Compte. Noticia del contenido de Aragón, Jaime II, en 1309, en cam-
un pergamino existente en el Ar- paña acordada con el de Castilla,
chivo municipal de este pueblo, en según un manuscrito árabe desco-
el que se pacta la construcción de nocido hasta ahora y de autor anó-
su iglesia en 1354; el contrato es nimo, que ha aparecido en el Dic-
muy curioso y extenso. cionario Dorrat el-Hidjal.
REVISTA DE REVISTAS 47
PEDRO IV bernador de Caller: la evasión se
intentó en Enero de 1386: los do-
Rev. H., Noviembre-Diciembre, cumentos que lo refieren están en
1907: PH. LAXBR, analiza (páginas el Archivo de la Corona de Ara-
359-GO), el estudio de Miret y Sans, gón: interesa para estudiar la re-
sobre las Negociaciones de Pedro IV sistencia opuesta por Cerdeña al
de Aragón con la corte de Francia monarca aragonés.
(1366-1367), publicado en Rev. Hisp.
tomo XIII, páginas 5-64, y cuyo ALFONSO V
principal interés reside en los do-
cumentos d e los registros de la Arte, Roma, 1904, 9-10: L. SBRRA.
Cancillería de Barcelona, aprove- Vareo di Alfonso d'Aragón.
chados por el autor, ya señalados
por P . Marimél en su Histoire de JUAN I I
D , Pédre ler, y que arrojan nueva
luz sobre l a s negociaciones que B. H. G. Bajo Aragón, Mayo-Junio,
preparan la victoria de Enrique de 1907: Quema de Feñarroya en la
Trastamara. gwrra de los catalanes contra don
Juan II. Datos y relato de este he-
Bol. Ao. Buen, letr., Barcelona, cho, tomado de un pergamino exis-
Julio á Septiembre, 1907: JOAQUÍN tente en el Archivo municipal de
MIRET Y SANS. Temptativa de eva- Torre del Compte.=Julio-Agosto,
sió den Brancaleó d' Oria del cas- 1907: De la guerra entre los catala-
tell de Caller. Episodio Inédito, to- nes y D. Juan II, año 1463. Reco-
mado de una carta dirigida á Pe- pilación de datos publicados en el
dro IV por J u a n de Mombuy, go- tomo XXI de la Colección Bof arull.
NOTICIAS

Con fecha 11 de Mayo último se .ha promulgado en México la nueva


Ley de monumentos arqueológicos, declarándolos todos nacionales, au-
torizando la expropiación forzosa de los situados en terreno de propiedad
particular, prohibiendo su exportación sin «autorización legal» y decla-
rando delito su destrucción ó deterioro.
La Secretarla (Ministerio") de Instrucción Pública y Bellas Artes de
México ha comisionado al Profesor de la Universidad de Berlín, Doctor
D. Eduardo Seler, para que clasifique los objetos arqueológicos que figu-
ran en el Museo Nacional de aquel país. El Dr. Seler ha formado grupos
distintos con los objetos pertenecientes á una misma civilización, fijando
en cada objeto de los distintos grupos una cédula numerada con el nom-
bre indígena del objeto y su traducción al castellano, la explicación su-
cinta de su empleo, la indicación de la raza indígena que lo usó, su pro-
cedencia y el año en que haya sido llevado al Museo, y, por último, con
el nombre del donante. Estas labores del Dr. Seler han sido presenciadas
por los alumnos de la clase de Arqueología del Museo, quienes perso-
nalmente han redactado las cédulas referidas.
-'i- JJS. American Historical Review, e¡n su número de Octubre último,
incluye una nota bibliográfica de las dos obras recientes de G. Rene Mo-
reno: Bolivia y Perú: Notas históricas y bihliográiicas {2J^ edición, San-
tiago de Chile, 1905) y Más notas históricas y bibliográficas (ídem, id).
Ambos libros importan para la historia de la colonización española. El
segundo analiza con detención el famoso Discurso sobre la preferencia
que deben tener los americanos en los empleos de América, escrito en 1811
por el auditor de Charcas, D. Mariano Alejo Alvarez, y publicado en
Lima en 1820.
Se anuncia la próxima publicación de un libro del Profesor Burr In-
troduction to The Study of History, que formará parte de la serie de
tratado? históricos que prepara la Century Company, de los Estados
Unidos.
Durante los meses de Noviembre y Diciembre próximos pasados,
nuestro compañero Sr. Altamira ha explicado en el Ateneo de Madrid u u
curso de Historia contemporánea de España (20 lecciones), comprensivo
del período de la minoridad de Isabel I I (1833-43), estudiado desde todo
NOTICIAS 49

los puntos de vista (político, social, económico, científico, literario, artís-


tico, etc.), de la cuestión de los matrimonios de D.* Isabel y su hermana •
(4 lecciones), y de un cuadro general del movimiento político desde 1843
á 1868.
-'f- En el número de Octubre último de la i?. S. 3. se insertan notas crí-
ticas de los libros recientes de E - Gossarty F. Van Kalken relativos á la
dominación española en los Países Bajos (Véase CÜLTDKA ESPAÍ^OLA,
1907, pág. 969).
Nuestro colaborador, el Profesor Jules Humbert, está escribiendo,
con destino al próximo Congreso de Americanistas que ha de celebrarse
en Viena, una Memoria sobre su viaje á Bolívar.
La Revista Costa-Rícense, Pd£(inasíítisíradas, que dirige D. Prós-
pero Calderón, ha dedicado su número 167, correspondiente al 12 de Oc-
tubre próximo pasado, á conmemorar el descubrimiento de América.
Contiene el número varios interesantes artículos de erudición america-
nista, singularmente relativos á Colón y sus viajes, y algunos grabados
muy bien hechos.
Bajo el patronato de la Diputación provincial de Barcelona, se ha
creado en esta capital un «Instituto de estudios catalanes» que tendrá
por objeto «la superior investigación científica de todos los elementos de
la cultura catalana». El Instituto se divide en cuatro secciones: a) de !
Historia; b) de Arqueología; c) de Literatura; d) de Derecho. Publicará j
textos, memorias, monografías, colecciones «y todo lo que estime de im- \
portancia y útil divulgación». Por de pronto, anuncia un volumen de \
Documents para V historia de la cultura catalana, recogidos y anotados
por D . Antonio Rubio y Lluch, y cl primero déla obra de Botet y Sisó,
Les monedes catalanes. Componen el Instituto, en la actualidad, los ocho
señores siguientes: D. Jaime Massó y Torrents, D. Antonio Rubio y Lluch,
D. Miguel de loa Santos Oliver, D. Joaquín Miret y Sans, D. José Puig y
Cadaf alch, D. Guillermo Maria de Broca, D. Pedro Corominas y D . José
Pijoan.
En homenaje á lord Ed. B. Tylor, por haber cumplido los setenta y
cinco años de edad, se ha publicado un volumen de A'^ithropological
Essays, en que colaboran Rhys, Seligman, Westermarck, Frazer, Lang
y otros conocidos especialistas con trabajos de alto interés sobre las
civilizaciones primitivas (exogamia, uso del hierro, ideas religiosas,
etcétera.)
En el número de Noviembre-Diciembre 1907 de la Eev. H. continúa
J. Flach su estudio sobre La propiedad colectiva en Caldea y el preten-
dido feudalismo militar del Código de Hammourabi (CULTUKA, núme-
ro VIII, pág. 967).
Bajo la presidencia de Mr. David Mac Ritchie, se ha constituido en
Liverpool una Sociedad para el estudio del Folklore gitano {Tlie Gypsy
Lore Society), la cual se propone publicar monografías, vocabrdarios, co-
CULTUUi. 4
50 HISTORIA

lecciones de cuentos, etc., relativos á su asunto. Muchos de sus compo-


nentes son conocidos como especialistas en estos estudios.
Se ha publicado ya el volumen primero de las Mélanges Fitting,
anunciadas en uno de nuestros anteriores números. Contiene aparte va-
rios documentos relativos al Homenaje, 21 monografías de grandísimo
interés para los romanistas. De ellas importan especialmente aquí, las
siguientes: Altamira, Les lacunes de VUistoire du droit romain en Es-
pagne; A. J. Carlyle, The Theory ofthe source of Political Aidhority in
the Mediaeval Civilians to the time of Accursins; F . Ciccaglione, II di-
ritto romano nella consuetudine della cittá di Sicilia; E. C. Clark, Jus
and Lex; G. Cornie, La protection possessoire dans les «legas romanae
barharorum», y J . Flach, Le droit romain dans les Chartes du ÍA« au
XI' siécles.
En San Francisco de California se ha inaugurado u n a estatua del
P. Junípero Serra, uno de los colonizadores más notables de la Orden
franciscana que tanto trabajó en aquella región de América en los si-
glos x v n y xviii. El P . Serra influyó especialmente en la transformación
económica del paí=, introduciendo mejoras de primera utilidad, entre
ellas la de los riegos.
La estatua ha sido regalada á la ciudad por un exalcalde de San
Francisco.
En uno de nuestros anteriores números, llamamos la atención de
nuestros lectores acerca de lo que significaba para la influencia intelec-
tual española en América, el viaje del profesor de la Columbia Univer-
• sity, Mr. Shepherd, á las Eepiihlicas Hispano-americanas. Hoy tenemos
que repetir la advertencia, por virtud de otra novedad que dice cuan
verdadero es el peligro, y encarece el deber de que hagamos algo por
defender los intereses de nuestra cultura. Nos referimos á la constitu-
ción en París de nn comité universitario de la América latina, cuyo ob-
jeto es crear «relaciones permanentes y directas entre ios medios univer-
sitarios franceses y los medios universitarios de las Repúblicas latinas
de Sur América» (V. R IE, 15 Dic. último, pág. 557). Al pensamiento se
han adherido hombres tan prestigiosos como Lavisse, Croíset, Appel, Le- ;
roy Beulien, Levasseur, Lyon-Caen, Morel-Fatio, Picavet, Seignobos, ]
etcétera.
No esperamos que el Estado español haga nada en este sentido; pero
¿no cree el profesorado que debe y puede hacerlo y que si toma con ca-
lor el asunto hallará el apoyo de muchos españoles de la península y de
no pocos de nuestras colonias americanas? La Universidad de Oviedo que
hace años inició las referidas relaciones, es un ejemplo de que algo útil
cabe hacer sin el apoyo del Estado.
Bajo la dirección de D. C. D. López, ha comenzado á publicarse en
México (Octubre, 1907) una Revista histórica mexicana (mensual), cuyo
primer número hemosrecibido. A juzgar por los artículos que contiene, y
NOTICIAS 51

por los que anuncia para los sucesivos números, será una publicación
muy interesante, de la que recibirá servicios valiosísimos la historiogra-
fía mejicana.
En folleto aparte ha repartido el Sr. Adolf Hasenclever el texto co-
mentado de un curiosísimo viaje á Granada, hecho en 1526 por el doctor
Johannes Lange, y publicado recientemente en el ArcMv für Kultur-
gescJiicMe, V. Band. 4 Hoft (1907). El trabajo del Sr. Hasenclever lleva
por titulo Dte tagébuchartigen Aufzeichnungen des pfalzischen líofar-
ztes Dr. Johannes Lange üher seine Seise nach Granada in Jahre 1526.
El Dr. Lange entró en España por el pais vascongado, atravesó el exrei-
no de Navarra, las dos Castillas y J a é n , parando en Granada. A la
vuelta pasó por Toledo y Madrid y salió de la península por Fuente-
rrabla.
El escritor dominicano D. Enrique Deschamps ha dado á la publici-
dad un Directorio y Guia general de su patria, titulado La República
Dominicana (un volumen en folio de 383-333 páginas). Este libro, muy
bien impreso en Barcelona y profusamente ilustrado con fotograbados y
mapas, es un interesante documento de historia contemporánea, en que
se exponen todos los factores importantes de la civilización de Santo Do-
mingo, y tanto los referentes al medio físico como á la organización so-
cial y política, vida económica, científica, literaria, etc. El capitulo de
las Bellas Letras contiene una nutrida antología, en que figuran algunos
escritos de carácter histórico.
La Carnegie Institution de Washington ha impreso la Memoria en
que nuestro colaborador el profesor Shepherd ha dado cuenta de sus in-
vestigaciones de historia americana en los archivos españoles. L a Memo-
r i a lleva por título Guide to the Material for the History of the United
States in spanish Archives {Simancas, the Archivo Histórico Nacional,
and Seville). L a importancia de las noticias contenidas en este libro, que
será en adelante un precioso instrumento de trabajo, exige que nos ocu-
pemos de él especialmente, como lo haremos en otro número.
-if~ Bajo el patronato de la Sociedad d& Anticuarios de Londres y del
Congreso de Sociedades Arqueológicas, la casa editorial Archibald Cons-
table, de Londres, v a á publicar un Index of Archeological Papers, por
M. George LaurenceGomme: comprendo la lista délas publicaciones ar-
queológicas é históricas de 90 Sociedades sabias, desde 1665 á 1890: el pre-
cio de la obra es de 25 chelines para los suscriptores, y 31 chelines 6 pe-
niques para el público, terminada la publicación.
^ D. Antonio Chabret, autor de una excelente Historia de Sagunto,
h a fallecido recientemente.
Ha sido descubierta u n a Venus de bronce, semejante á la famosa de
Milo, en Herramélluri, cerca de Santo Domingo de la Calzada; la esta-
tua está en poder del P . Francisco Naval, quien ha enviado fotografías
de ella á la Eeal Academia de la Historia.
52 HISTORIA

Ha fallecido D. Narciso Hergueta, sacerdote y laborioso investiga-


dor de Historia: ba publicado multitud de articules referentes á la histo-
ria medioeval de la Rioja, de donde era nativo; deja inédita u n a Historia
documentada de esta región; era en su trato muy afable y cortés, y asi-
duo concurrente al Archivo Histórico Nacional.
Se ha publicado el anuncio del concurso Martorell para premiar
una obra referente á Arqueología española, impresa ó manuscrita en la-
tín, castellano, catalán, francés, italiano ó portugués: el autor podrá ser
español ó extranjero: el plazo de admisión termina el 23 de Octubre
de 1911; los pliegos en la forma acostumbrada para los certámenes, de-
berán ser enviados á la Secretaría del Ayuntamiento de Barcelona; el
premio se adjudicará el 23 de Abril de 1912, día de San Jorge, patrón de
Cataluña.
La colonia aragonesa, residente en las islas Baleares, ha publicado
u n libro esmeradamente impreso, en honor del cronista de la provincia de
Teruel, D. Domingo Gascón y Guimbao; en él se consignan datos biográ-
ficos y juicios referentes á sus obras Miscelánea Turolense y Cancionero
de los Amantes de Teruel, aparte de que se elogian cumplidamente los
servicios prestados por el Sr. Gascón á su provincia nativa; dirigió el ho-
menaje el Dr. Romero Lauda, de quien son los artículos iniciándolo, pu-
blicados en el diario La Almudaina. Multitud de grabados representan-
do paisajes y escenas de Aragón, avaloran el libro, que es justo premio á
los esfuerzos y laboriosidad de t a n buen patricio.
El académico de la Historia, D. Bienvenido Oliver y Esteller, ha
reunido en un volumen los juicios de historiadores nacionales y extran-
jeros acerca de sus obras Estudios históricos sobre el Derecho civil de Ca-
taluña, Código de las costumbres de Tortosa y La nación y la realeza en
los Estados de la Corona de Aragón; figuran entre ellos, los de los ex-
tranjeros Gide, Wagner, Terral y Kurth; de los españoles, son muy no-
tables y laudatorios, los de Costa, Azcárate, Duran y Bas, Pérez Pujol,
Torres Campos, Madrazo y Pella y Porgas. El libro no se vende.
Ha sido repartido el noveno fascículo del Repertoire des sources
historiques du Moyen Age. Bibliographie del canónigo Ulises Chevalier,
publicado por la casa editorial de París, Picard et Fils; con este fascículo
termina la segunda edición de esta obra. A estos fascículos seguirá otro
conteniendo las adiciones y correcciones, más la lista de los libros publi-
cados hasta el fin de 1905.
La Universidad de Cambridge ha terminado la publicación de su
monumental Historia Moderna, iniciada por el difunto Lord Acton. L a
obra consta de doce volúmenes y dos suplementarios, uno de mapas y
otro que comprende tablas genealógicas é índices. Cada tomo lleva el ti-
tulo correspondiente al hecho histórico que sirve de núcleo á los demás,
y forma el argumento del tomo; la obra es á semejanza de la alemana de
Onken, y la francesa de Lavisse y Eambaud, un conjunto de excelen-
NOTICIAS 53

tes monografías, escritas con arreglo á las más recientes investiga-


ciones. De asunto español, pueden citarse las siguientes:
Rej-es Católicos, H. Butler Clarke.
Felipe I I y María, J. Bass MuUinger.
Guerra naval de Isabel con España, J . K. Laughton.
España bajo Felipe I I y III, Martín Hume.
España y Estados de Italia bajo Felipe I I I y IV, Martín Hume.
Guerra de la Independencia, C. W. Omán.
España 1815-1845, Rafael Altamira.
Independencia de América Española, F. A. Kirk Patrik.
Puede adquirirse la obra á plazos hasta de cinco chelines mensuales.
Puede dirigirse quien desee más detalles de la publicación á The ma-
nager H. Deportmen Cambridge University Press Warehouse, Fetter
Lane-London. E. C , y recibirán un folleto con fragmentos de la obra y
facsímil de los grabados.
La casa editorial Teubner de Leipzig ha publicado Üntersuchun-
gen zur Geschiehte des liaisers Hadrianus. {Investigaciones sobre la his-
toria del Emperador Adriano), deW. "Weber; el autor acepta la doctrina
de que es español natural de Híspalis (Sevilla); es obra excelente, según
se añrma en la Bivista di Storia Antica, fase. 3-4, 1907.
Una revista de carácter nuevo Les Documents du Progrés, acaba de
aparecer en tres ediciones; francesa, inglesa y alemana, en Paris, Lon-
dres y Berlín. L a dirige E. Broda, y tiene un real interés para los estu-
dios de política y sociología. Editor: Félix Alean, París. Suscripción, diez
francos anuales.
-í^- El erudito bibliófilo aragonés D. J u a n M. Sánchez, ha dado á la es-
tampa un hermoso volumen de Bibliografía zaragozana del siglo XV
(Madrid, 1908, xix-213 páginas), adornado con numerosas reproducciones
de portadas y páginas de texto, admirablemente hechas.
• El libro, aparte su interés histórico, es u n a preciosa muestra del gusto
artístico de su autor y de la industria tipográfica española.
LIBROS RECIENTES

MKTODOLOaÍA T CÍBNOIA DE LA HISTOEIA

Seignobos, Langlois, Gallonédec y Toumenr: Conférences surVensei-


gnement de l'Eistoire. París, 1907.
Aloys Meister: Grundriss der GeschicMswissenschaft. Leipzig, 1905-7.
(La colección más completa de monografías sobre ciencia y enseñanza
de la Historia.)
P. Carón et Ph. Sagnae: Vétat aetiiel des études d'histoire moderne
«n France. París, Cornely, 1907.
Varios bajo la dirección de P . Hinneberg; DieEultur der Gegenwart,
Ihre Entwicklung und ihre Ziele. Berlín, 1907. (Uno de los capítulos de
este libro trata d é l a Filosofía de la Historia, y lo ha escrito E.. Eu-
cken.
O. Kaulfuss. Die Grundprobleme der GeschicMswissenschaft. Brom-
berg, 1907.

BIOGEAFÍAS

Excmo. Sr. D. Antonio Alcalá Galiano: Recuerdos de un anciano. Ma-


drid, imprenta Sucesores de Hernando, 1907. Un volumen en 8.°, 547 pá-
ginas, 3 pesetas. (Tomo 8." de la Biblioteca clásica.)

GEOGEAFIA

Don Eicardo Beltrán y Rózpide, de la Real Academia de la Historia-


La (?eosrm/'¿ a en 1906. Madrid, 1907, en 4.°, 72 páginas.
Albert F. Calvert; Toledo (en inglés). Lañe, editor. Londres, 1907,
3 chelines 6 peniques.
Albert F. Calvert: The Escorial: ahistorical and descriptivo account
ofthe Spanish Royal Pálace, monastery and mausoleum. New-York.
Jhon Lañe C.° 1907. Un volumen en 8.", c-278 páginas y 278 láminas,
6 francos 25.
LIBROS RECIENTES 55

Mlle. J a n e Dienlafoy: Castille et Andalousie (Burgos, Valladolid,


Avila, Segovia, Córdoba, Sevilla, Granada). Un volumen en 4.°, con 250
grabados, 7 francos 50.
Gr. Vergara: Refranes modismos y cantares geográficos empleados en
España con relación á otros pueblos. Madrid, tipografía de E. Arias, 1907,
8-27 páginas.

HISTOEIA D E LAS ARTES

La Statuaire Polychrome en Espagne. M. Marcél Dieulafoy, membre


de VInstitut. Un volumen en 4.°, 80 planchas fuera del texto y tres eu
colores, 100 francos.
Mujeres ilustres. Apuntes biográficos sobre las pintoras Teresa Nico-
lau Parody y Ana Maria de Mengs. Madrid, imprenta Ibérica, 1907, u n
volumen en 4.° mayor, 18 páginas y cinco láminas. (Tirada de 50 ejem-
plares que no se han puesto á la venta.)
Narciso Sentenach y Cabanas: La pintura en Madrid desde sus ori-
genes hasta el siglo XIX. Madrid, 1907, imprenta de San Francisco de
Sales, u n volumen en 4.° mayor, 261 páginas, con grabados y láminas,
20 pesetas.
Enrique de Leguina, Barón de la Vega de l a Hoz: Arte antiguo. Obras
de bronce. Madrid, imprenta de Fortanet, 1907, en 12.°, 180 páginas. No
ha sido puesto á la venta.
A. Calvert and H. Harthey: Tlie Prado: a description of the princi-
pal indures in the Madrid Gallery. New-York, J. L a ñ e G.°, 1907, 8,°,
s;vi-149 páginas con 223 grabados, 6 francos 25 cents.

HISTORIA MILITAR

General D. Julián Suárez Inolán, de la Real Academia de la Histo-


ria: Banderas y estandartes de los Cuerpos militares. Un volumen, Ma-
drid, 1907, en 4.°, 96 páginas.

HISTORIA ECLESIÁSTICA

Ath. Zimmermann S, J,: Entwicklélung der kirchenpolitischen Zus-


tünde auf der pyrenaischen Halbinsel. Ilamm, i. W . 1906.
Feliciano López: Historia documentada de la Santa y milagrosa ima-
gen de Jesús Crucificado, que cpn él titulo de Santísimo Cristo de Burgos
se venera en la iglesia parroquial de San Gil de la ciudad expresada.
Salamanca, imprenta de Calatrava, 1907, en 4.°, 283 páginas, 2 ptas,
56 HISTORIA

HISTOBIA JDBÍDICA

Jhon Neville Figgis: Studies of Political Thought from Gerson to Gro


iius. (1414-1625). Cambridge, 1907. El capitulo V está dedicado á lOS mO-
narcómanos y el VI á los jesuítas.

BIBLIOGKAPÍA

Cristóbal Pérez Pastor: Bibliografía madrileña ó descripción de las


obras impresas en Madrid. Parte tercera (1621 al 1625). Madrid, tipo-
grafía de la Revista de Archivos, 1907, un volumen en 4 . ° , 5 6 4 páginas.
Enrico Zacearla: Bibliografía Itálo-spagnwla, ossia edizioni e ver-
sioni di opere spagnuolee portoguesi, fattesi in Italia. Ear^e I {edisio-
ni). Carpí Ravagli, 1 9 0 7 . 1 6 . 0 , - 1 1 1 - 1 0 4 páginas, 3 liras.

ÉPOCA VISIGODA

Alf Bergln: The law of the Westgoths. Rook Irland-Book Concern,


1906. ü n volumen, 8.°, 90 páginas y lámina, 4 francos 20.

ABAGÓN

Emilio Cotarelo y Mori: Sobre el origen y desarrollo de la leyenda de


los Amantes de Teruel. Segunda impresión, aumentada y corregida. Ma-
drid, Imprenta de la Revista de Archivos, 1907. Un volumen, 8.°, 85 pá-
ginas.
Un bibliófilo aragonés (D. J u a n Manuel Sánchez): Bibliografía zara-
gozana del siglo XV. Madrid, imprenta Alemana, 1908. Un volumen, 205
páginas. (No se vende.)

CATALUÑA

Cortes de los antiguos reinos de Aragón y de Valencia y Principado


de Cataluña, tomo XI. La edición h a corrido á cargo de los Académicos
P . Fidel Fita y D. Bienvenido Oliver; comprende el tomo las Cortes de
Barcelona de 1412 á 1413, las de Tortosa y Montblanch de 1 4 1 4 y suple-
mento á las de 1305 y 1307 y al Parlamento de 1357. j
i
ISLAS BALEASES i

Irénée Lameire: Les ocupations militaires de V ile de Minorque pen-


dan! les guerres de V ancient droit. París, A. Rousseau, 1908. xv.-784pi-
ginas.
LITERATURA nObERNfl
DE POESÍA CATALANA

Si atendiera yo al orden cronológico en los artículos que


con el mismo título de éste vengo escribiendo en E S -
C U L T Ü E A

P A Ñ O L A , ó mirara ante todo á afectos personales y á méritos


desde largo tiempo sancionados, no hubiera esperado tauto
para hablar de Apeles Mestres, uno de los primeros poetas
catalanes y de los que más hondamente me han hecho sentir
desde los años de mi juventud. Realmente, cada vez que hojeo
las páginas de alguno de los muchos tomos en verso que lleva
publicados el poeta, me parece que retrocedo de un salto á
mi adolescencia, y vuelvo á vivir aquella época de grandes
ilusiones y esperanzas en que vi nacer la mayor parte de esas
poesías, que fueron mi encanto y el de unos pocos amigos an-
tes de llegar á serlo también de un público escogido, no li-
mitado á Cataluña, sino extendiéndose al resto de España y
á América,
Era y a apreciadísimo Apeles Mestres como dibujante,
cuando se le discutía aún como poeta, y en su taller nos re-
uníamos unos cuantos compañeros y admiradores, de bien dis-
tintas edades, á quien él solazaba con sus recientes dibujos,
con su chistosa conversación, con la lectura de algunos de
aquellos versos que tanto quería él y para los cuales solicitaba,
aun indeciso, nuestra franca opinión. La mía, aunque despro-
vista por entero de valor, le fué muy favorable desde el pri-
60 LITERATURA MODERNA

mer día, porque pronto pude notar que la clase de belleza


que amaba aquel artista completo era muy semejante á aque-
lla con que soñaba yo en mis sueños de muchacho. Varios de
sus maestros eran los que yo había escogido para mí; míos al-
gunos de sus gustos; mayores su experiencia, sus múltiples ta-
lentos, su habilidad.
Desde entonces luché por él en la medida de mis débiles
fuerzas, me indigné con juvenil entusiasmo ante la indife-
rencia y la mala voluntad de algunos, porque Mestres es de
los que conocieron muy pronto y sufrieron durante largo
tiempo ese tormento de sentirse poeta y verse desconocido y
negado uno y otro día, al lado de algunos para quienes cada
paso, cada insignificante pirueta es un triunfo. Tal vez care-
cía del don de saber alucinar, de esa mundología que hace
que las obras parezcan mejores de lo que son cuando quiere
y sabe hacerse simpático, llamativo, el que las ha escrito.
Al fin se rompió el hielo; fué enterándose el público de que
Apeles Mestres era un poeta excepcional, lo mismo dibujando
que escribiendo en verso, y el desdeñado de ayer se impuso
hasta ser el hombre de moda, el modelo de la juventud, el
que agotaba ediciones de aquellos volúmenes formados con
poemas ó poesías que algunos años antes habían sido recibi-
dos con una mueca de desprecio ó de duda. No suele admi-
tirse fácilmente que el que muestra gran inteligencia para
una cosa, la muestre también al dedicarse á otras, y aquel di-
bujante, aquel caricaturista que se había hecho popular, se
atrevía, además, á pretender que se le aplaudiera como poeta
lírico, delicado y soñador unas veces, lleno de observación y
de realismo otras, y siempre con altas aspiraciones de escri-
tor de raza, no con la forzada modestia del simple aficionado.
Un critico madrileño que había ido á visitar su estudio le de-
cía delante de mí un día, después de admirar sus correc-
tísimos dibujos y de oir sus versos: «Es usted un monopolio
irritante. Hace usted muy bien demasiadas cosas para que se
le reconozcan en seguida, con facilidad, sin luchá>. Lo que
él decía bromeando parecían pensarlo en serio otros muchos,
y esa reputación de poeta tuvo que írsela ganando á pulso.
D E P O E S Í A CATALANA 61

publicando tomos y más tomos, acudiendo á los certámenes


para ganar premios, sin creer gran cosa en ellos.
Hasta el aspecto exterior de sus libros, libros de artista,
lujosamente impresos, y por él mismo ilustrados magistral-
m e n t e , llegó á criticársele, como si fueran una provocación,
un acto de soberbia, ó un modo de cubrir su impotencia como
escritor. Afortunadamente todo esto pasó, y si conviene re-
cordarlo es sólo para que sirva de ejemplo, de un ejemplo más,
á los que ahora hayan de empezar luchas semejantes ó an-
den y a metidos en ellas, sintiendo que su ánimo desfallece al-
guna vez.
Ya Mestres ha pasado por la indiferencia, por la hora del
triunfo y por el cansancio que el peso de los aüos y de la pro-
pia labor producen. Nuevas modas, nuevas tendencias se dis-
putan hoy el presente y el porvenir. Ante ellas, el maestro no
evoluciona: se limita á ir dando al aire sus últimos trinos; á
ir completando todas las fases de su obra; á dejar de ella edi-
ciones económicas, populares; á ensayarse en géneros que
antes no cultivaba, como el teatro; á elevar algo más la voz
de cuando en cuando, como queriendo demostrar que aún
queda en él el poeta de siempre, el enamorado de la Natura-
leza, que y a no puede admirar de cerca y visita sólo con la
imaginación; el lírico y el narrador plácidos, optimistas, que
de los propios dolores ha hecho sartas de perlas, como aquel
viejo maestro, como aquel Enrique Heine, que el poeta-artista
catalán ha traducido con tanto cariño.
Apeles Mestres es hoy un hombre recluido en su casita
baja, en su jardín, que él mismo cultiva, y para el cual el
ruido del mundo pasa como amortiguado, sin interesarle gran-
demente, y antes bien, procurando no oírlo más que de lejos
por miedo al vértigo. El poeta de la Naturaleza evoca ante
un puñado de espigas por él recolectadas, el recuerdo de los
extensos trigales que tanto ha amado; ante un árbol cuidado-
samente mantenido en una maceta, los bosques cuyos secre-
tos ha sorprendido tantas veces en paseos diurnos y noctur-
nos; ante un pájaro prisionero ó libre, todas las aves del cielo;
ante un gusano, ante un insecto, todos los animales de la tie-
62 LITERATURA MODERNA

rra que en tan gran número y tan minuciosamente ha estu-


diado con OJOS de artista y de poeta. Esta vida suya de hoy,
vida retirada de enfermo, es su último poema, que no lo es-
cribe, sino que lo vive, ó bien va haciendo ambas cosas á la
vez, sin que el mundo se entere más que de una pequeña
parte: la que él quiere darle.
La soledad en que Mestres deja deslizar su existencia, su
abstracción del mundo que le rodea, mitad forzada y mitad
voluntaria, le perjudican en gran parte, aunque le hagan vi-
vir en una atmósfera de cariño y de atenciones que le evitan
herirse continuamente con las espinas que crecen á los lados
del camino, y aun en medio de él. El público tiene de cuan-
do en cuando noticias suyas por un libro, por un ensayo dra-
mático, pero ni le ve nunca, ni nota que aquel hombre tome
parte activa en lo que constituyen los gustos, las aspiracio-
nes, las luchas de las multitudes. Escribe y se presenta, por
lo general, sonriente, bien avenido con la vida, notando lo
que tiene de desagradable, lo que ha dejado en él algún sedi-
mento acre, pero acudiendo pronto á endulzarlo con una con-
fianza, con una esperanza sin limites. Es hombre de espíritu
harto tranquilo é igual, harto rectilíneo, para que guste de
ciertas luctuosas aficiones de las muchedumbres que él no sin-
tió en su juventud, y para que aquéllas puedan hacer de él
bandera de combate, que es lo que suelen pedir á los poetas
si desean ser vitoreados desaforadamente. Además, Mestres
no es jefe de escuela: es una personalidad que sólo quiere bri-
llar con luz propia, y que aunque ha influido mucho é influye
aún en la juventud catalana, está acostumbrado á recibir el
mudo homenaje de la imitación, más bien que el público y vo-
luntario reconocimiento de que aquélla existe.
Hay también en Apeles Mestres un satírico, un hombre de
convicciones políticas, un pensador á su modo; pero todo esto
me parece bastante secundario cuando se trata de apreciar
su obra poética total. De ello ofrece frecuentes rasgos, que
unas veces alejan al lector y otras le atraen, según éste sea.
No es, sin embargo, lo mejor, lo más alto del espíritu del poe-
ta, sino más bien algo del fango de que está formado el hom-
DE POESÍA CATALANA • 63

bre, ó bien algo de las raíces que le unen á la tierra. El Mes-


tres que todos pueden amar es el que canta con el descuido
y con el arte de los ruiseñores del bosque; el que nos dice que
la vida es buena á pesar de todo; que tras las flores que mue-
ren vendrán otras; que espigas y amapolas mueren abraza-
das cuando sobre ellas pasa la segur de la Muerte, como se
abrazan en el mundo lo real y lo ideal, lo prosaico y lo poé-
tico; el que nos habla de pastores y marineros como si ambas
cosas hubiera sido el autor.
Es la vasta obra poética de Mestres como una mina en
que de todo se encuentra, mina explotable y explotada por
muchos, y de la cual duele ver que algunos se olvidan ó ha-
blan con despego, en busca ya de ilusiones nuevas. Hay algo
de profunda melancolía en ese continuo sucederse de los gus-
tos, de las tendencias, que pronto aridncona con ingratitud
lo que sirvió para abrir los caminos de ahora. La crítica de-
biera oponerse con mayor fuerza á lo que existe de injusto y
de irritante en esos cambios repentinos que demuestran una
voluntaria falta de memoria, y que si hoy perjudicarán á los
que nos precedieron, valieran ó no, mañana perjudicarán del
propio modo á los de nuestra generación, ó á los de las que va-
yan viniendo. El que el mundo no permanezca estacionario, el
que nosotros mismos evolucionemos, vayamos rectificando y
completando nuestro criterio, no ha de ser obstáculo para
que reconozcamos que lo que ayer fué bello puede continuar
siéndolo, aunque pertenezca á otra moda.
Belleza permanente tienen no pocas líricas de Mestres,
desde algunas entonadas y extensas, hasta muchas de las que
parecen simples rasgueos de una pluma habilísima; belleza
sus Idilios, sumamente personales, y sus Poemas de mar,
junto á otros más largos y que á su aparición fueron recibi-
dos con el mayor aplauso. Verdad que la obra total de Mes-
tres puede y a darse por terminada, pues no es de esperar que
venga á añadir su constructor grandes cuerpos al edificio, ni
en él hacen verdadera falta; pero ¿cuántos poetas hay en Es-
paña que puedan presentarse ante los venideros con un cau-
dal como el suyo, que, sin embargo, no es más que el producto
64 LITERATURA MODERNA

de una parte de su vida, pues el otro caudal que dejará, el ar-


tístico, es abundantísimo? Escribo esto con el pensamiento
puesto, no en la juventud de hoy, sino en la de mañana, que
ha de calificar, como siempre, ocurre, á la actual de anti-
cuada, y espero que ella diga un día ú otro: todo eso perte-
nece y a al pasado, no usa nuestros procedimientos, pero
quien lo escribió era todo un poeta, moderno para su época, y
en el cual el conjunto está muy por encima de cuantos por-
menores se analicen minuciosamente. Apareció en el mo-
mento oportuno y marca una transición entre la poesía vieja
y la nueva; reflejando no pocas tendencias de su tiempo, mez-
clando el realismo con el idealismo, las influencias clásicas
con las románticas; cierto afán de libertad en la forma con el
deseo de ser armónico y correcto, aunque espontáneo.
De Mestres deben leerse, principalmente, para formarse
idea de él como poeta. Los Idilis, La garba, Baladas, Los Poe-
mas de mar, Margaridó, L' estiuet de Sant Martí, Gaziel, En
Miseria, poemas también, estos cuatro, algo extensos y publi-
cados en bellas ediciones separadas, con dibujos del autor. En
Vobiscum, en Croquis ciutadans, en otros muchos libros más
que forman la colección de sus obras, se hallará no poco que
ayudará á completar ese conocimiento de uno de los contados
poetas de veras que aún viven en España, y que modesta-
mente florece fuera del bullicio, mostrando excepcional fe-
cundidad, privilegiado temperamento artístico, pronto siem-
pre á vibrar ante el espectáculo de la belleza. En ese cultivo
integral del arte, Mestres ha sido un predecesor de Santiago
Rusiñol, una de aquellas simpáticas figuras, más frecuentes
en otros países que en el nuestro, para cuya actividad, para
cuya abundancia de impresiones, no parece suficiente un sólo
medio de expresión. No está España tan sobrada de hombres
asi para que dejemos de ir á buscarlos donde se hallen, pi-
diendo su incorporación definitiva á la lista de glorias nacio-
nales que siempre hallan fácil mención en los periódicos, en
los libros, en todas partes. Mestres es, precisamente, uno de
aquellos escritores catalanes que, como Clavé, ha luchado por
la honra de Catafeiña, pensando en que esa lucha era egpa-
D E POESÍA CATALANA 65

ñ o l a . N i s o m b r a d e s u s p i c a c i a p u e d e d e s p e r t a r su o b r a e n los
q u e q u i e r a n s a b e r , a n t e s de elogiar á u n autor, c u á l e s son sus '
i d e a s d e otro o r d e n q u e no es el l i t e r a r i o .
P e r o de l i t e r a t u r a ú n i c a m e n t e debo h a b l a r yo en estos ar-
tículos. Basta con que r i n d a m o s homenaje á un maestro, á un
b u e n cultivador de la poesia, que no es ni clásico ni moder-
nista: es sencillamente poeta de m o d e r n a orientación.

R. D. PERES.

CULTURA
ESCUELAS LITERflRIñS

El n a t u r a l i s m o .

Es i n n e g a b l e que d e las t e n d e n c i a s literarias que llegaron á for-


m a r escuela, la principal, la q u e m á s prosélitos hizo fué la n a t u r a -
lista; y a u n es preciso reconocer que h a sido la única que por l a r g o
espacio de tiempo m a n t u v o vivo el fuego s a g r a d o entre los nove-
listas.
No es m u y a n t i g u a esta escuela, pues a u n q u e algunos autores
h a n querido afiliar en ella á Cervantes, Quevedo, Mateo Alemán y al-
gunos otros escritores picarescos, nos p a r e c e fuera de d u d a que éstos
distaron mucho de ser natm-alistas, t a l y como en la literatm'a m o -
d e r n a se h a entendido y practicado ese nuevo realismo.
E s t a escuela p u e d e decirse que comenzó con la publicación d e
L'Assommoir, de Emilio Zola; obra que produjo u n escándalo en P a -
rís, del cual dependió en a d e l a n t e la v i d a literaria de su autor, y
por el cual surgió la escuela. Con esta sola o b r a , y en el b r e v e espa-
cio de u n a s horas, consiguió Zola m á s p o p u l a r i d a d q u e Víctor H u g o ,
D u m a s , Balzac, F l a u b e r t en varios años y con m u c h a s produc-
ciones. A s í o s l a v e r d a d . Visto el r e s u l t a d o , se vio el c a m i n o : el pa-
t r ó n d é l a novela q u e h a b í a d e i n u n d a r el m e r c a d o , era el que cortó
Zola.
Detrás de L'Assommoir v a n surgiendo la serie de episodios que
constituyen la genealogía de los Rougon. Cada libro nuevo q u e pro-
duce el escritor francés, causa u n nuevo escándalo, y u n a ola de
fango se extiende por F r a n c i a y llega á i n u n d a r E s p a ñ a ; la cual,
con sus traducciones, es causa d e que t a m b i é n se i n u n d e n las A m é -
rícas l a t i n a s . A n t e esta a v a l a n c h a , los novelistas de criterio sólido
se visten el i m p e r m e a b l e y dejan p a s a r la ola: el cieno no llega á
m a n c h a r sus reputaciones n i a s o m a en sus libros. Pero los otros lite-
ratos, los q u e a ú n c a r e c e n de reputación y criterio, claudican y ,
b u s c a n d o a l dios É x i t o , comienzan á imitar á Zola; en E s p a ñ a s u r g e
ESCUELAS LITERARIAS 67

el n a t u r a l i s m o , y surge b r u t a l , grosero, buscador del escándalo,


b a s t a del proceso, si á m a n o viene. Cuanto m a y o r sea el r u i d o , m á s
g r a n d e será el éxito. Los ejemplares de esas obras s e r á n buscados
con avidez, las ediciones a g o t a d a s a p e n a s salidas de la i m p r e n t a .
T a l creemos que fué la gestación y el establecimiento en escuela
d e las tendencias n a t u r a l i s t a s .

P o r u n m o m e n t o , los adeptos á esta escuela, y el ruido de su


trompetería, l o g r a n e n c u m b r a r á Zola, y relegar á segundo tér-
mino á los exquisitos h e r m a n o s Goncourt, a l g e n i a l Alfonso D a u -
det, al psicólogo Bourget Como la sombra al cuerpo, siguen al
maestro H u y s s m a n s , Alexis, Maupassant; alguno de los cuales le
s u p e r a e n las descripciones n a t u r a l i s t a s (1).
E n E s p a ñ a llega al summum del naturalismo Emilio López Bago,
el cual recoge los asuntos p a r a sus obras en i n m u n d o s l u p a n a r e s .
Quién m á s , quién menos, cuantos escriben novelas—salvo honrosas
excepciones que p o d r í a n ser contadas por los dedos—buscan en el
naturalismo l a p o p u l a r i d a d ; sin que por fortuna p a r a nosotros—y
t a m b i é n p a r a la l i t e r a t u r a española—llegue ninguno á «poner cáte-
d r a » . Y es que ciertas procacidades, tanto en la novela como en el
teatro, las aplaudimos dichas en francés ó en italiano; p o r q u e nos
parece esto m u y chic; pero las rechazamos si las p r o n u n c i a n en es-
pañol. Acaso es que no tenemos bien educado el oído.
A m e d i d a que los natui-alistas se a p i ñ a n , los q u e no lo somos nos
a p i ñ a m o s t a m b i é n ; y c a d a día hallamos placeres nuevos leyendo á
Valerá, Alarcón, P e r e d a , d o ñ a Emilia P a r d o Bazán, Galdós, Ar-
m a n d o Palacio d e por acá; y de F r a n c i a , á los Goncourt, Daudet,
Bourget D e c u a n d o en c u a n d o , el ruido d e u n a o b r a n a t u r a l i s t a
nos sugestiona, se a p o d e r a d e nosotros, la leemos; pero no llega
h a s t a el extremo de apasionarnos. Es m á s ó menos grosera; pero es
g r o s e r a a l ñ n . E s c a p a r a t e de visceras putrefactas. Al g r a n apóstol
le aplaudimos como historiador en La débácle, p o r q u e tiene rasgos d e
valiente sinceridad, y en El doctor Pascual, p o r q u e siquiera u n a vez
le hallamos delicado.
Vemos con satisfacción que esa escuela es xma p l a n t a que no lo-
g r a e n r a i z a r en E s p a ñ a .

(1) Véase Las veladas de Medan.


6 8 LITERATURA MODERNA

E n F r a n c i a , pasado el furor naturalista, comienzan las desercio-


nes aun dentro del grupo d e los incondicionales del maestro: Mau-
passant y H u y s s m a n s , se pasan al campo enemigo con armas y ba-
gajes, y producen obras delicadas, dignas de recomendación. Aquí
h a y algún chispazo aislado, sin importancia.
Eu España creemos que la escuela naturalista—zolesca debería-
mos decir—atraviesa a c t u a l m e n t e un periodo de decadencia. Sólo
Blasco Ibáñez y Pío Baroja, la han cultivado con algún éxito, aun-
que h a y a sido éste flor de u n día; ninguno la llegó á infundir savia
nueva. En F r a n c i a tampoco la vemos resurgir.

* »;

¿Hemos perdido algo con que llegue á tal estado esa escuela?
Opinamos que no. L a novela, como el drama, no sólo deben sei- obras
a m e n a s , sino instructivas: encerrar alguna enseñanza que beneficie
á la sociedad; de lo contrarío, serán obras incompletas, inútiles ob-
jetos de a r t e , todo lo más. ¿Qué enseñanzas hemos podido sacar d e
u n a literatura que sólo recoge los abyectos detritus sociales? Nin-
g u n a . Tal vez h a y a en ella bellezas que no supimos apreciar; inge-
n u a m e n t e confesamos que si alguna enseñanza vimos, fué de cosas
que maldito sí nos hacía falta aprender. T no es que alardeemos de
pazguatos, sino que somos sinceros.
¿Es la sociedad u n a taifa de presidiarios sueltos, hampones y r a -
meras? Creemos que no. Mas, a u n suponiendo que sí lo fuera, ¿ga-
naríamos algo con que á c a d a paso nos lo pusieran delante de los
ojos? Sí todos somos unos, lógico es suponer que no habíamos de
asustarnos ante la p i n t u r a de nuestras propias fisonomías. Otía cosa
fuera sí junto á la enfermedad nos pusieran el fármaco pero en-
tonces las novelas serían educativas, pedagógicas, y acaso l o g r a r a n
mezquino éxito; lo cual está fuera de los estatutos de la escuela.
Nos duele confesarlo; mas á fuer de sinceros debemos decir que
los literatos naturalistas han producido muchos males y ningún be-
neficio. Lejos de nuestro ánimo suponer que los causaran consciente-
mente, no; pero ello es que los causaron. Al publícaí; L'Assommoir,
se deduce que Zola pretendió disminuir el número de los borrachos
franceses, pintándoles la trágica muerte d e Coupeau; como trocar
en Magdalenas á las pecadoras, con el funesto fin de la protagonista
en Nana. Sólo que en uno y en otro caso le salieron las cuentas fa.
ESCUELAS LITERARIAS 69

llidas, pues según la estadística que publicó u n a r e v i s t a francesa d e


ciencias médicas — seis meses después de ser puesta á l a v e n t a la
p r i m e r a novela—, llegó á u n aumento de 84,7 por 1.000 e l n ú m e r o
de alcohólicos. Y u n a n u b e d e grisetas inundó los boulevards en
busca de príncipes que las pusieran coche. P o r q u e es t a n h u m a n o q u e
m e n u d e a r a n las visitas á los alambiques de los tíos Colombes y se
e x c í t a r a el deseo en las modistas de dejar las p i c a r a s agujas, q u e
las h e r í a n y deformaban los dedos; como deja de serlo que las gen-
tes f u e r a n a los hospitales á impresionarse con la vista de aquellos
que a b a n d o n a b a n el m u n d o corroídos por la lepra y el vicio. Y a s í
en todos los casos.
Algo, quizá demasiado, se h a defendido la ejemplaridad; no nos
ponemos enfrente de sus defensores. Pensamos que tal es nuestro po-
der de asimilación, que, por lo general, somos buenos si nos colocan
en u n medio a m b i e n t e d e b o n d a d , y criminales, si vegetamos e n t r e
gentes avezadas al crimen. Por eso opinamos que ciertas lecturas
p u e d e n ser útiles y a g r a d a b l e s ; como otras perjudiciales y a m e n a s .
El lector llega á t o m a r como artículo de fe cuanto le dicen su nove-
lista ó novelistas predilectos, y los sigue á tal p u n t o , que se aplica
las inyecciones de morfina si le p i n t a n u n tipo que se echa de en-
c i m a las penas ó los dolores acudiendo á este c a l m a n t e . Conocemos
algunos casos. Píntele el novelista la b o r r a c h e r a en la forma suges-
tiva que debe hacerlo—puesto que la b o r r a c h e r a comienza con ale-
g r í a s — , y acaso cuando el lector se entere del fin trágico del alco-
hólico, e s t é á dos pasos del manicomio, del hospital ó del presidio.
E n M a d r i d padecemos u n a epidemia de «señoritos chulos» q u e
h a n salido de la l i t e r a t u r a y del teatro chulescos.
¿Es bueno el ejemplo? Que ejemplaricen los novelistas; pero no
cogiendo la c a r n e p o d r i d a p a r a echárnosla á las narices. Es prefe-
rible falsear u n poco la v i d a antes que r e c u r r i r al extremo de mos-
t r a r n o s solamente lo que de odioso tiene.
Pensemos sólo en la l i t e r a t u r a natm-alista como se piensa en la
inundación que arruinó u n a comarca: p a r a poner los medios de q u e
no v u e l v a tal calamidad; y h a g a m o s literatura s a n a , como la hici-
mos en otro tiempo en que no t r a d u c í a m o s ,nada y nos a d m i r a b a n
en todo el m u n d o . ¿Que publicaremos menos novelas? ¿Qué importa,
sí éstas son buenas, y algún día p u e d e n l l a m a r s e novelas ejempla-
res? P o r ahí t a m b i é n p u d i e r a venir la r e g e n e r a c i ó n del pueblo
español.
B. MAESTEE.
T E A T R O S

Jadato Benavente.

"Los intereses creados, comedia de polichinelas, en dis actos, tres cuadros y un pró-
logo, estrenada en Lara e! 9 de Diciembre de 1907.

Mis lectores e x t r a ñ a r á n tal vez qne estas crónicas teatrales de


CULTURA ESPAÑOLA sean la crónica del teatro de Benavente. Tiene
que ser así. El ingenio de este autor está hoy en todo su esplendor
y tiene él sólo más aciertos y más éxitos que todos los dramáticos
españoles juntos.
Hasta sus travesuras y burlas, lo que hace sin pretensiones dog-
matizantes, como por juego, por divertirse y divertir, tiene un sello
de distinción y u n tono t a n aristocrático y u n a fuerza tal de inten-
ción, de pensamiento, que h a y que hacer de él algo a p a r t e y snpe-
ríor en la d r a m á t i c a española contemporánea.
Esta última comedia se ha hecho su pequeña leyenda. No h e oído
á nadie discutirla sino admirarla. Saborear su gracia ligera y la
exquisitez de la forma es de buen tono y d u r a n t e la representación
y o be oido á m á s de una d a m a frases de admiración y de pasmo,
que revelaban más que paladeo artístico, inocente v a n i d a d de apa-
rentarlo. La generalidad han visto en ella misterios insondables,
terribles simbolismos ó tesis sociales de trascendencia e x t r a m e t a -
física. Es la leyenda del autor, satírico, agresivo, ironista, inten-
cionado, un poco maldiciente, que toca é invade su obra, y es tam-
bién en parte, el temor de aparecer corto de vista p a r a ver en lo ig-
noto y misterioso.
Yo zo veo esas tesis trascendentes, ni esos símbolos represen-
tativos de clases sociales ó de ideas y vicios de nuestro pueblo. Mi
pobre vista debe quedarse en l a superficie y no ver más que la apa-
riencia; pero es lo que veo yo, no lo que dicen ver los otros, lo que
tengo obligación de trasladar á estas cuartífias.
Yo veo en Los intereses creados una comedía de farsa, tal como la
anuncia el autor. El prólogo en que la anuncia es un primor de esti-
lo, una j o j a de arte literario que lleva engarzados, como el resto de
la comedia, algunos sutiles pensamientos y que g u a r d a un perfume
viejo de tristeza resignada y de religiosidad g r a v e y de alegría in-
TEATRO 7 1

fantil, como el perfume de esas joyas de los orfebres florentinos que


a l g u n a vez contemplamos en u n museo y que h a g u a r d a d o d u r a n t e
años y años en estuche oloroso u n a vieja familia ilustre, recuerdo
de u n a d a m a piadosa y alegre de aquel Renacimiento en que se
a c o m o d a b a n bien el sensualismo p a g a n o que r e s u c i t a b a y la fe cris-
t i a n a que no se r e s i g n a b a á morir.
Quiero reproducir aquí este Prólogo, p o r q u e él dice sin t r a s -
tiendas ni malicias lo que la obra es:
«He aquí el tinglado de la a n t i g u a farsa: la que alivió en posa-
das a l d e a n a s el cansancio de los trajinantes, la que embobó en las
plazas de humildes lugares á los simples villanos, la que juntó en
ciudades populosas á los más variados concursos, como en P a r í s so-
b r e el puente nuevo, cuando T a b a r a n desde su t a b l a d o de feria so-
licitaba la atención de todo t r a n s e ú n t e , desde el espetado doctor que
detiene u n momento su docta c a b a l g a d u r a p a r a d e s a r r u g a r por
u n i n s t a n t e la frente, siempre cargada, de g r a v e s pensamientos, al
escuchar a l g ú n donaire de la alegre farsa, h a s t a el picaro h a m p ó n
que allí divierte sus ocios horas y horas, e n g a ñ a n d o el h a m b r e con
la risa, y el prelado y la d a m a de c a l i d a d y el g r a n señor desde
sus carrozas, como la moza alegre y el soldado y el m e r c a d e r y el
estudiante. Gente de toda condición, que en ningim otro l u g a r se
h u b i e r a reunido, comunicábase allí su regocijo, que m u c h a s veces,
m á s q u e de la farsa, reía el g r a v e de ver al risueño, y el sabio al
bobo, y los pobretes de ver reir á los g r a n d e s señores, ceñudos d e
ordinario, y los g r a n d e s de ver reir á los pobretes, t r a n q u i l i z a d a su
conciencia con pensar: ¡También los pobres ríen! Que n a d a p r e n d e
tan pronto de u n a s almas en otras como esta simpatía de la risa.
í> Alguna vez también subió la farsa á palacios de príncipes, altí-
simos señores, por h u m o r a d a de sus dueños, y no fué allí menos li-
b r e y despreocupada. F u é de todos y p a r a todo. Del pueblo recogió
burlas y malicias y dichos sentenciosos, d e esa filosofía del pueblo
q u e siempre sufre, dulcificada por aquella resignación de los humil-
des de entonces, que no lo e s p e r a b a n todo de este m u n d o , y por eso
sabían reírse del m u n d o , sin odio y sin a m a r g u r a .
»Ilustró después su plebeyo origen con noble ejecutoria Lope d e
R u e d a , Shakespeare, Moliere, como e n a m o r a d o s príncipes de cuento
de h a d a s , elevaron la Cenicienta al m á s alto trono de la poesía y del
arte.
»No presume de t a n glorioso estirpe esta farsa que por curiosidad
de su espíritu inquieto os presenta u n poeta de a h o r a .
»Es u n a farsa guiñolesca de asunto d i s p a r a t a d o , sin r e a l i d a d al-
guna.
2>Pronto veréis cómo cuanto en ella sucede no p u d o suceder nun-
ca, que sus personajes no son ni semejan hombres y mujeres, sino
muñecos ó fantoches de cartón y trapo con groseros hilos, visibles á
poca luz y al m á s corto de vista. Son las mismas groseras m á s c a r a s
de aquella comedia del a r t e italiano, no t a n regocijadas como solían
p o r q u e h a n m e d i t a d o mucho en tanto tiempo.
»Bien conoce el autor que t a n primitivo espectáculo no es el m á s
7 2 LITERATURA MODERNA

digno de n n culto auditorio d e estos tiempos; así de v u e s t r a c u l t u r a ,


t a n t o como de v u e s t r a b o n d a d se a m p a r a .
3>E1 autor pide que aniñéis cuanto sea posible vuestro espíritu. E l
m u n d o está y a viejo y chochea; el a r t e no se r e s i g n a á envejecer, y
por parecer niño finge balbuceos.
»Y he aquí como estos viejos polichinelas p r e t e n d e n hoy diverti-
ros con sus niñerías.»
No es u n a farsa v u l g a r , no; u n alto ingenio la h a ennoblecido,
pero es u n a farsa y es v e r d a d , que «cuanto en ella p a s a no pudo su-
ceder n u n c a » .
P a r a deleitarse en ella, h a y que r e c o r d a r el prólogo y olvidar la
inverosimilitud de aquellos personajes y d e aquellas escenas, y po-
ner el oído en la c a d e n c i a y en la rica ai'monía de aquella prosa he-
cha de las malicias y discreteos de n u e s t r a novela picaresca y d e
los anhelos románticos, espiritualistas, altivos, de héroes de cuen-
tos d e b a d a s ó de l e y e n d a s c a n t a d a s con a c o m p a ñ a m i e n t o de l a ú d
al pie del torreón del castillo en noche de luna.
Ese dualismo fatal que h a y en c a d a hombre, el espíritu que sube
y la c a r n e que a r r a s t r a á los bajos fondos con su peso de m u e r t e y d e
p e c a d o , Benavente lo h a a c e n t u a d o sin dar en la c a r i c a t u r a , y luego,
por u n a licencia que sólo al ingenio se p e r d o n a , h a disasociado, h a
s e p a r a d o los dos seres que p a r e c e n h a b l a r en c a d a h o m b r e , y del
uno h a hecho u n picaro d e novela, todo t r a v e s u r a , ingenio, a m b i -
ción y desvergüenza, y h a hecho del otro, «un g r a n señor d e altivos
pensamientos, capaz de todo lo g r a n d e y de todo lo bello», algo d é -
bil á las sugestiones del primero, como lo es el espíritu á lo q u e h a y
en nosotros de innoble, pero siempre vuelto á lo ideal, protestando
contra lo bajo y ruin a u n en el momento de ceder y de caer.
E s claro q u e h a y en esta comedia sales de ironía, y que h a puesto
en ella Benavente su intención de satírico 3^ de fiajelador de flaquezas
y ridiculeces sociales, pero contra la opinión g e n e r a l , creo que eso
no es el guisado, sino la salsa.
N i n g u n o de aquellos personajes p u e d e ser símbolo de u n a clase
social, y la v i d a que hacen en la escena p a r e c e demostrar que es
cierto lo que dice el picaro Crispín, que «para salir a d e l a n t e en todo,
mejor que crear afectos, es crear intereses»; pero en rigor esta te-
sis es u n a tesis de b u r l a que el autor sólo se h a propuesto p l a n t e a r
p a r a d a r peso y u n i d a d á su acción juglaresca, sin aires de dómine
y sin pretensiones de observador ó moralista, que si se lo h u b i e r a
propuesto hubiese buscado como r a z o n a m i e n t o u n trozo de v i d a
v e r d a d c verosímil, no la acción de esta comedia d i s p a r a t a d a , si se
toma en serio como a r g u m e n t o ó como ejemplo, y sólo deleitosa y
d e belleza p e r e g r i n a si se toma como el autor la presenta, es decir,
como u n a b u r l a d r a m á t i c a , como «curiosidad d e u n e:;píritu in-
quieto», como u n a t r a v e s u r a de poeta, como u n a imitación de las
a n t i g u a s farsas. ¿Por qué nos hemos de e m p e ñ a r en que Benavente
no puede d a r n i los buenos días en el estilo llano que emplean los
d e m á s mortales? ¿A q u é a t i b o r r a r de simbolismos y de tesis t r e m e -
b u n d a s h a s t a sus burlas m á s ligeras y m á s graciosas?
TEATRO 7 3

H e aqní ahora la comedia:


Dos v a g a h u n d o s llegan á u n a c i u d a d desconocida. L l e g a n v e s -
tidos con opulencia, pero sin blanca y h u y e n d o de la justicia. Son
dos t r u h a n e s que acaso h a n obtenido sus trajes vistosos, m e d i a n t e
a l g u n a picardía. Época, <da de los tercios de F l a n d e s » . Los dos vis-
ten, por t a n t o , el clásico chambergo y ciñen espada. Uno se l l a m a
Crispía, el más desvergonzado, otro L e a n d r o , el m á s joven y m á s
d a d o á idealismos.
L e a n d r o dice:—Ta me cansa t a n t o correr t i e r r a s . — T le contesta
Crispín:
—A mí no, que es condición de los n a t u r a l e s como yo del libre
reino d e P i c a r d í a , no hacer asiento en p a r t e a l g u n a , sí no es forzado
y en g a l e r a s , que es duro asiento. Y replica L e a n d r o :
—¿Qué hemos d e hacer Crispín? Que el h a m b r e y el cansancio me
tienen abatido y m a l discurro.
—Aquí no h a y sino valerse de ingenio y de la d e s v e r g ü e n z a ,
q u e sin ella n a d a v a l e el ingenio
Y comienza á exponerle su p l a n . L e a n d r o será u n g r a n señor y
él su criado. L e a n d r o deberá d a r s e aires de persona de c a l i d a d y él
será el pregonero de sus méritos y g r a n d e z a que «en uno mismo la
modestia es n e c e d a d y la propia a l a b a n z a locura, y con las dos se
pierde p a r a el m u n d o . Somos los hombres como mercancía, q u e
valemos m á s ó menos, según la habilidad del m e r c a d e r que nos
presenta». El le asegura q u e así fuese vidrio, á su cargo corre que
p a s e por d i a m a n t e .
Este plan nos dice y a asaz claramente con quiénes nos las h a b e -
mos. Y ambos comienzan á realizarlo con fortuna.
L l a m a n á u n a hostería y convencen al hostelero de que son g e n t e
m u y p r i n c i p a l . No sólo le exigen el mejor trato, sino que se lo d a n
á él m a l o , t r a t á n d o l e como el g r a n señor al villano. E n la hostería
p a r a n un capitán y u n poeta que no p a g a n y á los que el hostelero
echa y t r a t a con desdén. Crispín y L e a n d r o obligan al hostelero á
t r a t a r l o s respetuosamente, á darles crédito y a d e m á s dinero. Cris-
pín, a ñ a d e la ofrenda de su adulación, que ellos, mentecatos y fa-
mélicos, reciben embobados, abriendo como el pavo la cola de su
vanidad.
Poeta y capitán reconocen en L e a n d r o al noble señor y le ofrecen
el uno su plectro y el otro su e s p a d a .
—¿Qué locuras son estas, Crispín, y cómo saldremos d e ellas?—
le dice L e a n d r o asustado d e aquella i n t r i g a y d e aquella g r a n
mentira.
Crispín contesta:
—Como entramos. Ya lo ves; la poesía y las a r m a s son nues-
tras ¡Adelante! ¡Sigamos la conquista del m u n d o !
L a conquista h a sido harto fácil y bien se ve que aquello es u n a
b u r l a escénica, u n a a m e n a reproducción d e la vida, vista en los li-
bros de la vieja p i c a r d í a española.

***
74 LITERATURA MODERNA

E n el segundo c u a d r o la escena es u n j a r d í n ; en él v a á d a r s e
u n a íiesta. Aquella fiesta también es u n a h a z a ñ a d e picaros, pero
los picaros son aquí no v a g a b u n d o s , sino d a m a s y señores «harto
deslucidos en su nobleza por falta de dinero».
H a y en la c i u d a d u n hombre m u y rico que se llama Polichinela.
Los medios con q u e se enriqueció son de los q u e llevan á g a l e r a s , y
en nuestros días á la horca ó al fijo de Ceuta: son malos los medios,
pero su dinero es de ley, y al rededor d e aquél m e r o d e a t o d a a q u e l l a
h a m p a señoril.
La que da la fiesta se dedica, p a r a vivir r i c a m e n t e , al difícil
a r t e d e la tercería, y si d a la fiesta es p o r q u e á ella asistirá el viejo
y rico jorobado Sr. Polichinela, y con él su hija Silvia, flor n a c i d a
en u n m u l a d a r , r o m á n t i c a y bella. Doña Sirena proporciona así á
los nobles a r r u i n a d o s ocasión de e n a m o r a r á Silvia y de pescar su
dote á cambio de u n a parte que ella se a s e g u r a m e d i a n t e u n docu-
mento que todos le firman.
P e r o aquella noche tiene doña Sirena n n a c o n t r a r i e d a d . P a r a la
fiesta necesita d é l a cooperación de modistas,cocineros,músicos,cría-
dos, etc., y todos «se plantan» si no les p a g a lo mucho que les d e b e .
A d o ñ a Sirena le p a r e c e aquello u n a insolencia, y se i n d i g n a .
¡A ella! ¡la g r a n señora! Tiene u n a criada, á la que h a a d o p t a d o
por sobrina, y que es la cooperadora de sus t r a p i s o n d a s . Ingenio
despierto y de sutiles recursos. Colombina—así se llama la c r i a d a —
no se a p u r a . Ella l l a m a r á á su novio, el poeta Arlequín, y él i m p r o -
v i s a r á lo que falta.
Colombina se q u e d a sola en el j a r d í n y llama á su poeta. E n su
l u g a r se presenta Crispín. Esta escena es de las m á s ingeniosas d e
la comedia, y á pesar de su inverosimilitud—inverosímiles son
todas—tiene un encanto indecible.
Crispín le dice:
- ¡No temáis, hermosa Colombina, a m a d a del más soberano i n g e -
nio, que por ser raro poeta en todo, no quiso e x t r e m a r en sus ver-
sos las ponderaciones de vuestra belleza. Si de lo vivo á lo p i n t a d o
fué siempre diferencia, es t o d a , en esta ocasión, ventaja d e lo vivo,
¡con ser tal, la p i n t u r a !
Y Colombina:
—Y vos, ¿sois t a m b i é n poeta, ó sólo cortesano y lisonjero?
Y Crispín:
—Soy el mejor amigo de vuestro e n a m o r a d o Arlequín, a u n q u e
sólo de h o y le conozco, pero tales p r u e b a s tuvo d e mi a m i s t a d en
t a n corto tiempo. Mi m a y o r deseo fué el de saludaros, y el señor
Arlequín no a n d u v i e r a tan discreto en complacerme á no fiar t a n t o
d e m í a m i s t a d , que sin ella, fuera p o n e r m e á riesgo de a m a r o s sólo
con h a b e r m e puesto en ocasión de v e r o s .
Y Colombina:
—El Sr. Arlequín fiaba t a n t o en el a m o r que le tengo, como en
la a m i s t a d que le tenéis. No pongáis todo el mérito de v u e s t r a p a r t e ,
q u e es t a n necia presunción p e r d o n a r l a v i d a á los h o m b r e s como
el corazón á las mujeres.
TEATRO 7 5

Y Crispín:
—Ahora advierto qne no sois t a n peligrosa a l que os v e como a l
q u e llega á escucharos.
En estos discreteos se entienden á maravilla. Crispín h a a v e r i -
g u a d o la fiesta, su objeto, sus dificultades, y quiere que Silvia sea
p a r a L e a n d r o , y su fortuna p a r a él también. Sin rodeos se lo pro-
pone y ella le dice:
—Debiera ofenderme vuestro atrevimiento.
—El tiempo a p r e m i a y no me dio lugar á ser comedido.
—Si h a de juzgarse del amo por el c r i a d o . . .
—No temáis. A mi amo le hallaréis el más cortés y atento c a b a -
llero. Mi desvergüenza le permite á él mosti-arse vergonzoso. D u r a s
necesidades de la vida pueden obligar al más noble caballero á em-
pleos de rufián, como á la m á s noble d a m a á bajos oficios, y esta
mezcla de r u i n d a d y nobleza eri u n mismo sujeto, desluce con el
mundo. H a b i l i d a d es mostrar separado en dos sujetos lo que suele
a n d a r junto en uno solo. Mi señor y yo, con ser uno mismo, somos
c a d a uno u n a p a r t e del otro. ¡Si así fuera siempre! Todos llevamos
en nosotros u n g r a n señor de altivos pensamientos, capaz d e todo
lo g r a n d e y de todo lo bello... Y á su lado, el servidor humilde, el
de las ruines obras, el que h a de emplearse en las bajas acciones á
que obliga la v i d a . Todo el arte está en separarlos de tal modo, q u e
c u a n d o caemos en a l g u n a bajeza, podamos decir siempre: No fué
m í a , no fui yo, fué mi criado. En la m a y o r miseria de nuestra v i d a
siempre h a y algo en nosotros que quiere sentirse superior á nos-
otros mismos. Nos despreciaríamos demasiado si no creyésemos valer
m á s q u e n u e s t r a vida... Ya sabéis quién es mi señor: el d e los alti-
vos pensamientos, el de los bellos sueños. Ya sabéis quién soy yo, el
de los ruines empleos, el que siempre, m u y bajo, r a s t r e a y socava
e n t r e toda m e n t i r a y toda indignidad y toda miseria...
Y así se presenta Crispín, y así p r e s e n t a á su señor. Colombina
dice después á su a m a :
—No sabré deciros si hablé con u n g r a n loco ó con u n g r a n b r i -
bón: de cualquier modo, os aseguro que es u n h o m b r e e x t r a o r d i -
nario.
Crispín h a b l a con d o ñ a Sirena, y en n o m b r e d e su señor le h a c e
proposiciones más ventajosas que los otros: p a r a él no h a y dificul-
t a d e s , y se d a la g r a n fiesta, y en ella, L e a n d r o y Silvia se enamo-
r a n . P a r a afianzar m á s este a m o r , y con él la fortuna, (h'ispín lo
denuncia á Polichinela, de quien fué en tiempo compañero d e r e m o
en g a l e r a s .
Este Polichinela piensa que sin dinero no h a y cosa que v a l g a n i
se estime en el m u n d o , y c u a n d o le h a b l a n d e v i r t u d e s , de saber y
d e nobleza, contesta él m u y convencido:
—Todo tiene su precio, ¿quién lo duda? Nadie mejor que y o lo
sabe, que compré mucho de todo eso y no m u y c a r o .
P o r eso se opone i n d i g n a d o á los amoríos de Silvia con L e a n d r o ,
á quien j u z g a digno del criado. E s lo que Crispín deseaba.
—De este modo—le decía á L e a n d r o — s e r á nuestro mejor aliado,
7 6 LITERATURA MODERNA

pues bastará que él se oponga para que su mujer le lleve la contra-,


ria y su hija se enamore de ti más locamente.
Separados los novios airadamente por Polichinela, los dos bus-
can en la soledad del j a r d í n alivio á su melancolía y los dos se en-
cuentran. El estado de su alma lo ven reflejado en la canción que
Arlequín canta á los invitados y que m a n d a hasta ellos sus notas
cansadas y tristes.
Al son de la música lejana, la recita ella en éxtasis de amor, y
es como sigue:
<La noche amorosa, sobre los amantes
tiende de su cielo el dosel nupcial.
La noche ha prendido sus claros diamantes
en el terciopelo de un cielo estival.
El jardín on sombra no tiene colores,
y es en el misterio de su obscuridad,
susurro el follaje, aroma las flores
y amor... un deseo dulce de llorar.
La voz que suspira y la voz que canta
y la voz que dice palabra de amor,
sin piedad parecen en la noche santa
como una blasfemia entre una oración.
Alma del silencio, que yo reverencio
tiene tu silencio la inefable voz
de los que murieron amando en silencio,
de los que callaron muriendo de amor.
De los que en la vida por amarnos mucho
tal vez no supieron su amor expresar.
¿No es la voz acaso que en la nuche escucho
y cuando amor dice, dice eternidad?
¡Madre de mi alma! ¿No es luz de tus ojos
la luz de esa estrella
que como una lágrima de amor infinito
en la noche tiembla?
Díle á la que hoy amo, que yo no amé nunca
más que á ti en la tierra,
y desde que has muerto, sólo me ha besado
la luz de esa estrella.»
El picaro acecha y contempla regocijado este éxtasis de los ena-
morados, y dice:
—¿Quién podrá vencernos si es nuestro el amor?
Así termina el primer acto.
*

En el segundo continúan las truhanerías de Crispín y los roman-


ticismos amorosos de Leandro.
Crispín no ha pagado al hostelero, y éste h a servido de fiador
en u n g r a n crédito que les ha hecho u n judío. Así logran instalarse
con lujo. Simula un atraco de espadachines, de que es víctima Lean-
dro, p a r a atribuírselo á Polichinela y excitar contra él las iras popu-
lares. Así consigue enardecer más la pasión de Silvia por Leandro,
ella h u y e de su casa y se refugia en la de doña Sirena, y luego en
la de Crispín.
TEATRO 7 7 i

Pero Polichinela se defiende bien y los denuncia á los tribunales


en el momento en que llegan jueces de otra ciudad en su persecu-
ción y tienen y a agotados los plazos de sus créditos.
Entonces comienza á aparecer lo que muchos h a n creído tesis
fundamental de la comedia, la fuerza de los intereses creados.
Tienen contra sí jueces, acreedores, amigos, al p a d r e burlado, y
en vez de la fortuna, les espera el presidio, pero los intereses q u e
h a n creado los s a l v a n .
A los acreedores, les dice Crispín:
—Hacéis imposible la boda de mi señor con la hija del señor Po-
lichinela. Si no nos hubierais estorbado, hoy mismo tendríais v u e s -
tro dinero con todos sus intereses... que ellos solos b a s t a r í a n p a r a
llevaros á la horca, sí la justicia no estuviese en esas manos y esa
p l u m a (la de los jueces).
Y al capitán:
—Todos os vieron amigo de mí amo. Más g a n á i s en ser amigo
d e u n rico caballero, q u e haberlo sido d e u n t r u h á n presidiario.
Y al poeta:
—¿De qué burlas no seréis víctima cuando se sepa que todos vues-
tros ditirambos i b a n encaminados á u n forzado de galera?
Y á doña Sirena:
—Vuestra tercería será conocida j estéril.
Y a l juez:
—Nunca cobraréis. Eso no—le replica éste.—Que y o he de c o b r a r
lo que me corresponde de cualquier modo que sea.—Y eu voz baja
le dice Crispín.—Todo y algo más cobraréis si mi amo se casa con
l a hija del Sr. Polichinela.—Y el juez dice:— No es lerdo y se v e q u e
no ignora los procedimientos legales.
Y así se convierten todos.en auxiliares suyos y con súplicas y
a m e n a z a s fuerzan á Polichinela á que case á su hija con el a v e n t u -
rero y á q u e lo dote espléndidamente.
E n cuanto á los procesos que sobre ellos p e s a b a n , el juez h a en-
contrado en los procedimientos u n medio expeditivo de hallar sen-
tencia absolutoria. Todo es cuestión d e puntuación. Donde dice: «Y
resultando que sí no declaró...» P o n d r á u n a coma y dirá: «Y resul-
t a n d o que sí, no declaró.» Y en aquella p a r t e que dice: *Y resul-
t a n d o q u e n o , d e b e condenársele...» F u e r a l a coma y d i r á : «Y r e -
sultando que no debe condenársele...»
H e aquí cómo se a r r e g l a todo, y Crispín p u e d e decir: «Para sa-
lir a d e l a n t e con todo, mejor q u e c r e a r afectos, es c r e a r intereses.»
El único r a y o de luz que a p a r e c e en este ambiente de t r u h a n e r í a
es el idilio de los dos e n a m o r a d o s , pujando en generosidad, en des-
p r e n d i m i e n t o , en nobleza del alma. Pero la b i e n a n d a n z a del éxito
final no son en la comedía u n premio á esas bellas cualidades, sino
uno r e s u l t a n t e de intereses mezquinos, d e los intereses m a l a m e n t e
creados.
SEVEBIÍÍQ . A Z N A E .
NOTñS BlBLIOQRñFlCñS

Pío BAKOJA; El Pasado. Zas tragedias grotescas. Novela de 327 páginas, 1 8 , 5 X ' ' .í-
Madrid, i$oy, Sucesores de Hernando, 3 pesetas.

Pío Baroja, el adusto observador que encamina sus pasos por extra-
viados parajes, que traba en ellos conocimiento con gentes peregrinas,
y de estas andanzas y de estos tratos, señala ahincadas huellas en las
letras castellanas. Pío Baroja anduvo últimamente por tierras foráneas
y aportó por París de Francia.
Y allí, en las aguas de la vorágine parisina, cuyas salpicaduras al-
canzan á toda la literatura contemporánea. Pío Baroja, como buen ex-
plorador vasco, dio todavia con meandros y recovecos en donde descu-
brir tipos, de tan robusta contextura física, como menguada lozanía
moral; dignos de figurar en el rico muestrario de homúnculos, en busca
de quienes corre huraño, horro de preocupación y desenfadado de hu-
mor, el singular creador de «Silvestre Paradox».
Todavía España y las gentes de hispánica prosapia, proporciónanle,
fuera del patrio solar, variedad grande de extraños tipos. Con ellos ha
fraguado los libros de más intensa vida, los más artísticamente compues-
tos de su producción caudalosa.
Emigrados políticos de España; espumas desbordadas de las que fue-
ron sus Américas, en revoltijo pintoresco, que comprende desde los más
encopetados y triunfantes, á los insignificantes y capicaidos, entreméz-
clanse con tal cual burbuja y con los posos revueltos de la sociedad pa-
risiense, que fermeuta y lleva en la entraña esta levadura de una nueva
era. Ellos son como pústulas de la podre del ocaso imperial, y al rojo
alborear de la nueva república, destacan siniestras y grotescas sus vigo-
rosas, rotundas siluetas. Allí, advenedizos, derrotados, picaros, ilusos,
hampones, bohemios, damas troteras, mozas casquivanas , todos, como
pobres hojas caídas en la corriente de una vida impetuosa, que ya las
arrastra, ya las confina á un escondido remanso, bien las atrepella, las
reúne ó las disgrega. Todos se entrecruzan y barajan de alto á bajo en
estas acres, bizarras páginas de Las Tragedias grotescas.
Parece como que el huraño Goya y el sarcástico señor de la Torre
H m i J I P i NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 79
de J u a n Abad, asoman el castizo gesto entre estos renglones Es el
genio de nuestro pueblo, quien, por el arte de Baroja, da su impresión
de las trágicas ridiculeces, de las despiadadas burlas, de las inacabables
ironías de la vida en los dias de las grandes crisis sociales. De puro vigo-
roso semeja todo desproporcionado en las páginas de Baroja. La plena
luz cae sobre las figuras con dureza de sol castellano que pinta crudos
y chillones los colores ó los anega en densas manchas sombrías. Nada en
Baroja se insinúa todo vocifera. Él no sonríe irónico, ni burla sensual,
como un Rabelais, sino que desprecia á carcajadas y clava en la picota
del ridículo á la miseria humana, y por tal modo la resalta, que aparece
como en caricatura. Como en Quevedo, como en Goya, aquellos castizos
extractores de quintaesencias, productores de sueños de la razón, que
son realidades, y de realidades que semejan pesadillas. Entre los ham-
pones de Baroja halláis la no degenerada descendencia de los Pablos de
Segovia, de los Cabras, de las Dinguindainas. ¿Desdeñarían su herman-
dad el pseudo-obispo de iCogoUudo y de las Castradas» y demás herma-
nicos del hampa que regocijan las tenebrosidades morales de estas
tragedias?
Como en una estampa del viejo maestro Brueghel, ó en una fantasía
del mismo Goya^ en los libros de Baroja adviértese g r a n desproporción
y desorden de lo normal de la vida. Lo que consideráis en detalle os
hiere como aguzamiento y filo de lo anormal de la vida; pero os muestra
t a n t a recóndita extravagancia, que este contundente desdoblar de la
complejidad humana, os acobarda el ánimo en forma que éste se con-
turba con más fuerza entre estas burlas que ante la misma vida, de la
cual el conjunto de la obra os ofrece una exaltada visipn.
En tal concepto, en las Tragedias grotescas, es extremada la maestría
del novelista vasco. Logra infundir á la ficción artística u n a intensidad
de vida por nadie superada. Acaso esta secreta fuerza que se os adentra
y adueña fluye del «movimiento». Los personajes de Baroja son todo ac-
ción, acción en todos. Como en la vida, acuden y desaparecen por modo
natural en el momento oportuno; acaso ya no se vuelve á saber de ellos
después que se movieron á su hora y cumplieron su misión en el conjunto
de los sucesos. Así son siempre numerosos, y no tienen necesidad de ser
recordados perdiirablemente para que la sensación que recibió de su
conjunto, sea como de cosa vivida. Estos tipos, que Baroja expone, y no
describe, sólo pueden recordarse singularizados en la situación adecua-
da. Sin un meditado estudio de restitución de estas astillas sociales á sus
troncos originarios, acaso no estimemos su preciso valor. Pero de su ac-
tual movilidad, de su confusión y del ambiente, del que, sobrio, acom-
paña sus figuras; ambiente vario, adecuado, concordante en gestos, co-
sas y seres; de todo ello emana como u n clima tormentoso eu paraje
adusto; algo evocador de cataclismos Y de aqxii una sensación que
jpone dolor en el alma, que aturde, como si una potencia sobrenatural
8 0 LITERATURA MODERNA

nos azotase con el zurriago de sus foscas burlas, como azota el niño á la
peonza por su juego y entretenimiento.
Peregrino don de hallazgo y de exposición el de Baroja en este libro.
Su acción aparente es bien sencilla. Don Fausto, garrancho, desgajado
del tronco de nuestro romanticismo político anteseptembrino, rueda
hasta París con su familia. En aqxiel remolino el palo seco vése despojado
de sus hojas, que la corriente empuja por los derroteros más diversos y
más extraños. Mientras don Fausto fluctiia inerte, estacionario, li.!timo
náufrago de un hogar que fué, y como algo que cumplió su función—
llevar á allá sus hojas—, espera ya sólo la destrucción física. Aunque con
aquella melancólica sabiduría de todo lo que vive, dijo: «La vida—créelo
Nanette—no acaba nunca siempre se está al principio y al ñn»'.
Y en medio del crudo colorido y de las tétricas oscuridades de t a n t a
miseria moral, como algo simbólico, traza una estela de luz nimbada y
gloriosa lo que aparece débil en su honradez sencilla y laboriosa, pero
que halla fuerzas de flaqueza para arrancarse é ir á triunfar lejos, cum--
pliendo gozoso lo que es panta y ley eterna de apacible vida
Es, en suma, éste, un libro vigoroso; amargo como la vida, atractivo,
como el arte. Con toda la fuerza de realidad de la cepa castiza picaresca
y toda la inventiva de una obra novelesca, entretenida y abundosa en
sucesos Es, además, u n a intensa evocación de los dias tormentosos del
estertor agónico del caduco imperio, de aquellos dias rojos de sangre y
del llamear de los incendios, de los grotescos heroísmos y de las sarcásti-
cas caídas, de las supremas piedades y de los inauditos egoísmos, del si-
tio de París y de «La Commune» - aquel sueño en acción—en que la vida
se mostró al desnudo fresca, con todas sus macas y sus roñas, pero tam-
bién con sus atractivos..
RICARDO CARRERAS.

G. MARTÍNEZ S I E R R A : La casa de ta primavera. Un volumen de 19 X i^i^- 216.

páginas. Madrid, 1907. Librería de Pueyo. Precio: 3,5o pesetas. .

El Sr. Martínez Sierra es más conocido como novelista que como


poeta, aunque de sus novelas se desprenda ya el suave aroma de poesía
que él lleva en el alma. Ese aroma es agradabilísimo, como el de mo-
desta florecilla que preferimos á veces á otras de mayores pretensiones,
más rozagantes y pomposas. Pertenece nuestro autor á una clase de es-
critores que no abundan mucho en la literatura castellana, pero con los
cuales se intima con el mayor gusto, porque representan algo recto,,
honrado, bondadoso, apareciendo entregados al culto de u c amor iinico.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 81

y serio, y rodeados de amigos que les quieren. Todo eso se exterioriza


con la más franca y juvenil sinceridad en La casa de la primavera, con­
fesión de un alma que se muestra sin velos, porque no cree necesitarlos
grandemente para ocultar deformidades. La confesión está hecha en
verso, porque él es el mejor lenguaje para la extrema felicidad, como
para el dolor extremo, en los que llevan en si lo que constituye la esencia
del poeta.
Consta el libro de cinco secciones ó series, tituladas: Los romances
del hogar, Las ciudades románticas, Paisajes espirituales. El mensaje
de las rosas y Las horas. De ellas la que puede decirse que da el tono á
la colección, es la primera, sumamente espontánea, personal. El Sr. Mar­
tínez Sierra siente profundamente la paz del hogar, de un hogar un
tanto bohemio, en que la alegría cascabelea descuidadamente, porque
nuestra casa es alegre
como un cascabel lleno
de música, y serena
como noche de Enero.

Nuestra casa es el carro


de los titiriteros,
que va por los caminos
vibrando al sol y oyendo hablar al viento.
Suena en ella una risa argentina de mujer, que es como el alma de
aquella morada, y, cuando cesa, cuantos saben su valor la echan de me­
nos, y les parece que la casa está vacia:
fuimos andando en busca de t u risa,
nos dice el poeta.
Otras veces,
vestida está de lino
como un altar, la mesa.
En la blancura del mantel, los iris
del cristal centellean.
Entonces el poet^ canta esa «estrofa de la cotidiana felicidad» y ben­
dice el ara de paz que sonriendo espera á que vaya á gustar sus dones.
El Sr. Martínez Sierra sabe poetizar con entera originalidad todos
esos incidentes caseros, en que otros no verían más que pobre y vidgar
prosa. Asi va humildemente, como él mismo dice,
cantando la dulzura
del vivir á la sombra de la parra
plantada en el umbral...
En las demás secciones del libro, hay también con mucha frecuencia
8 2 LITERATURA MODERNA

honda y fresca poesía; pero ya aquella es, muchas veces, de la que lo


mismo podrían haber escrito otros, auüque en u n verso, en u n a imagen,
en la elección de un asunto, vuelva á reconocerse al Sr. Martínez Sierra.
En medio de su dicha serena hay algo de melancolía y aun su poco de
pesimismo, que le hace exclamar, por ejemplo:
El corazón se cansa de inquietarse
por lo que acaso nunca llegará,
y le duelen las alas sordamente
como duelen los ojos de velar.

Que si la gloria viene


es ya al atardecer,
cuando el alma no tiene
fuerza p a r a querer.

De que en el libro La casa de la primavera (titulo que me recuerda


algo el de Eossetti, The House ofLife), ande esparcida una buena parte
de legitima poesía, creo que serán pocos los que lo duden. Respecto á la
forma adoptada para expresarla, es donde las dudas y las divergencias
serán mayores. Del mismo modo que pueden hallarse allí versos bellos y
correctos, de los que todo el mundo entiende, hay otros muchos de loa
que nacen ya condenados á ser uno y otro día muy discutidos, muy cen-
surados. El Sr. Martínez Sierra sabe, cuando quiere, redondear una es-
trofa según las reglas de la poética tradicional española; pero no quiere
más que algunas veces, y, como si inmediatamente se arrepintiera,
apresúrase á romper la armonía con versos de los que sólo aplauden los
iniciados de la poética novísima. Nada más fácil, entonces, que acha-
carle como defectos exclusivamente suyos lo que su escuela considera
como buenas cualidades, como gallardos atrevimientos. Hay que estar
muy acostumbrado á la poética francesa moderna para saber cómo de-
ben leerse algunos de sus versos que á primera vista parecen prosa; hay
que descoyuntarlos violentamente p a r a saber dónde están colocados los
acentos, que no siempre se encuentran. Otras veces se t r a t a simplemente
de una impaciencia, ó de un prosaísmo, que saltan por encima de todo,
persiguiendo una idea, un matiz, que apenas cabe alcanzar. Lo que no
puede suponerse es que el Sr. Martínez Sierra no se dé cuenta perfecta-
mente de lo que hace, y peque contra su voluntad.
Ahora, si á mí se me preguntara si no le preferirla limpio de todo pe-
cado de prosaísmo, de gongorismo y de algún otro, he de contestar que
sí, porque no me parece imprescindible para ser moderno el abandono
total de moldes que cabe modificar y adaptar á nuestros gustos sin nece-
sidad de arrojarlos hechos pedazos, como cosa de que es y a imposible
servirse. De vez en cuando bien sirven á los mismos que los desprecian
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 8 3

por haber habido quien los ha usado mal, y el Sr. Martínez Sierra les
debe no poco de lo que todo el mundo entenderá y aplaudirá en su libro.
Asi como he entresacado de él algo de lo que á todos puede parecer
bello, podría haberme entretenido en presentar versos de los que la crí­
tica que no se halle al servicio incondicional del modernismo calificará
de malos (y ya lo ha hecho asi.) He preferido lo primero, porque creo que
el talento del autor (á quien no conozco, ni debo favores) y ciertas cua­
lidades literarias de su obra, lo merecen.
E . D . PBEÉS.

RAMÓN A . URBANO: la"Embajadora.Novela contemporánea, 190 páginas, 14,4


X 8 centímetros. Madrid, Librería de Fernando Fe, 1 ptas.

Es este un lindo librito elegante, fino. Tiene una estucada cubierta


blanca, y destacando en ella la aúrea impronta de una pelucona. Esta
onza es todo un símbolo: según demuestra el autor, no es oro todo lo que
reluce. Se guarda amorosamente á lo mejor algo, y este algo que se
g u a r d a no merece al cabo los amores que en ello pusimos.
El Sr. Urbano declara llanamente lo que es su libro, en la rendida
dedicatoria á una dama procer, con que encabeza el volumen. DIcele hi­
dalgamente á la, por tantos títulos ilustre, Marquesa de Ayerbe, que
en su novela «sólo encontrará un sencillo episodio; una madeja de suce­
sos triviales, que establecen un sutil paralelo entre la venganza, que es
pecado ruin, y la misericordia, que es virtud de las almas nobles»...
El adulterio, en cuanto afecta al proceder ulterior del cónyuge ultra­
jado: esta es la bicoca en que consiste el paralelismo de la acción nove­
lesca que resuelve el Sr. Urbano con la venganza de un marido, con la
misericordia de otro, al descubrir las faltas de sus mujeres respectivas...
En el picaro mundo suele este problema pavoroso resolverse además eu
otras soluciones que no son de venganza ni de misericordia, ó de tan es­
pecial egoísta misericordia, que tiene puntos y ribetes de bellaquería,
espoleada casi siempre por dura necesidad fisiológica.
No es asunto baladl ni liviano el de este libro, mas tienen sus páginas
la sencillez de una chachara elegante; saborcillo de comidilla mundana,
palabrera, maliciosamente intencionada, pero de poco intensa pasión.
Entre abundante exterioridad preciosa, las almas hacen su proceso des­
cuidadas, sonrientes y bulliciosas; ó t a n quedas y subterráneas, que no
nos enteramos de su penar serio y reflexivo más que para sorprendernos
como de cosa inaudita...
El Sr. Urbano muéstrase atinado observador de los tipos y de las co-
8 4 LITERATURA MODERNA

sas, un poco inconsistentes, del mundo elegante; escudriña y anota tras-


tos, chucherías y galas de la femenil indumentaria, por modo que ni
chamarilero ni modisto le pondrían tilde. Amén de ello, se le alcanza no
poco en punto á arte pictórico, y asi es pródigo en detalles de suntuaria
elegancia y habilísimo en mostrar la dorada cascarilla que envuelve ese
mundo, del cual no se comprende si es la frivolidad quien lo conforma ó
son sus criaturas las que fraguan el ambiente blando y cómodo.
Tal pique de elegancia acaba por sentirse como algo substantivo,
esencial del libro La Embajadora. Y justo es declarar que no se ad-
vierte en él empaqire almidonado, sino la distinción amable que bien se
hermana con una discreta llaneza.
El Sr. Urbano no tira de hilo alguno de aquella madeja de que habló,
para el ovillo de su obra. La madeja de trivialidades gravísimas y de
enormes pequeneces, queda, pues, embrollada como á él se le ofreciera.
Sin duda la contempla mundano. Quede para el asceta, para el místico
y misántropo, considerarla abultada por la lupa de la moral, como capaz
de adogalar á robustas sociedades. No es mal sastre el que conoce el
paño. Todo esto debe de ser un premeditado efecto artístico; entre el
procedimiento del novelador y la idiosincrasia de sus personajes, existe
una artística adecuación.
La Embajadora anda muy recatada por estas páginas á que da nom-
bre y lugar al símbolo de la onza de oro. Acaso el detalle de su grave
pecado, merecedor de misericordia, ande recogido ya en otro libro que
yo desconozco. En éste, tan lindo y elegante, siquiera ostente el ampu-
loso titulo de la arrepentida Concha Peris, quien bulle y anda, t a n li-
gera como graciosa, en malos pasos, inconsciente como una «pierrotina»,
es una Lalita Arcángel. Damisela trotera, digna de muy más amplio
marco para su gentil figura que este á que aquí la condena el preconce-
bido paralelismo del autor. Lalita, quedara no menos bellamente caída
que el Ángel del Retiro, hasta con la sierpe de la Curia, apoderándose,
reptando por su cuerpo, si Lucas, su marido, pintor caballeresco, afo-
rrado de rufián, no disparase contra ella, rematando á la pobrecilla por
modo chulesco.
Lalita deberla reclamar el rótulo de la obra para si. Cuanto á ella se
refiere y á sus cosas y relaciones es primoroso de observación, de estu-
dio, de estilo. Sin duda en ella radican los cariños literarios del autor.
Con ser sutil figulina es lo de más relieve del libro.
Bueno será que el Sr. Urbano siga troquelando otras «onzas de oro»
de la vida elegante madrileña, y aun creo no será malo que á la alea-
ción añada su poco de malicia, que acaso fije por modo más permanente
el relieve de estas sus monedas.
RiCAKDO • CAEEEEAS.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 85

PEDRO LUIS DE GÁLVEZ: LOS aventureros del arle (novela). Un volumen de


>2 X '7.5. 336 páginas. Madrid, (flmprenta Ibérica*, 1907. Precio, 3,5o ptas.

Es esta novela la primera de una serie que se propone publicar el


Sr. Gálvez bajo el lema de «Existencias atormentadas», y de su lectura
nos parece adivinar que fué escrita con pie forzado: sólo asi nos explica-
mos que el autor haya concedido tanto espacio á las charlas del hidalgo
D . Francisco. Cierto que nosotros—amantes de las glorias de E s p a ñ a -
hemos leido con gusto las que de Ocaña nos cuenta D. Francisco; pero
es muy fácil que se encuentren pocos lectores de nuestras aficiones; por-
que la trama novelesca, aunque está bien urdida, pierde mucho interés
con las intromisiones del historiador. De aqui que los que juzguen al
Sr. Gálvez por este su último libro, tal vez no le reconózcanlas cualida-
des de novelista de que en otros trabajos dio pruebas.
Nosotros, considerando que puede ser una virtud del Sr. Gálvez esa
dejación de derechos—y acaso también u n a ironía del Destino—, hemos
estudiado detenidamente la novela, prescindiendo del curso de historia
olcadense y buscando el verdadero nexo de la fábula; y entonces hemos
hallado la genuina personalidad del novelista, que se presenta vigorosa,
enérgica, valiente—demasiado valiente—. Sobrio y acertado en las des-
cripciones, dialoga con facilidad y fluidez, y cuando pinta un tipo lo
hace con seguros trazos. El P . Inocencio, Medrano y Tirso son las figuras
más acabadas.
En el final vemos al autor muy precipitado; asi como si hallándose
falto de espacio, hubiera tomado la resolución de cortar por lo sano, aun
con detrimento del desenlace. Es preciso justificar algo más las situacio-
nes; de lo contrario, el lector se queda vacilante y suele preguntar, ¿por
qué ha pasado esto? No es muy frecuente que los lectores hagan el aná-
lisis de las novelas; gustan más de que el autor se lo dé hecho.
Tómele en cuenta ó no, vamos á dar un consejo al Sr. Gálvez: ciertas
frases, aun encerradas en la más fina ironía, no deben asomar en sus no-
velas, porque no agregando ni un átomo de belleza al libro, pueden aca-
rrear serios disgustos al autor.
Tal vez parezcan convencionalismos al espíritu rebelde del Sr. Gál-
vez, estas nuestras opiniones; tome de ellas lo que estime aprovechable
á su manera de ser y rechace lo demás; pero no olvide que la rebeldía
puede obligarle en otras muchas ocasiones, como le ha obligado en Los
aventureros del arte, á dejar su personalidad literaria apenas esbozada.
E. MABSTEB.
8 6 LITERATURA MODERNA

JOSÉ GARCÍA MERCADAL: Vel Jardín de las Volaras. Un volumen de jo5 páginas, de
I I X '8 centímetros. Zaragoza, 1906. Precio, una peseta.

He leído en algún periódico que podría titularse este librito «Las


mujeres de Campoamor», á semejanza de otro publicado, no ha mucho
tiempo, con el rótulo «Las mujeres de Zola»; pero no es precisamente el
trabajo del joven literato aragonés un estudio de los personajes femeni-
nos creados por el poeta de las Dolerás, ni aspira á tanto su autor, que,
con el modesto subtítulo de Impresiones, ha querido solamente transmi-
tirnos algunas de las que le ha sugerido la lectura de su poeta favorito.
Es una á modo de sinfonía sobre motivos de las heroínas de Cam-
poamor, un ramillete compuesto con flores escogidas ó inspiradas en
el ameno jardín de los «Pequeños Poemas», las «Doloras» y las «Humo-
radas», y un ensayo de psicología femenina literaria.
Consta el libro de quince pequeños capítulos de grata lectura y una
dedicatoria. Su autor, que actualmente dirige la sección de literatura
de Revista aragonesa, aparece en esta obrita influido por ese arte de li-
bros que bebe su inspiración en las fuentes literarias, y no es aventura-
do suponer que cuando se informe en la realidad viva, se destacará su
personalidad con propio y espontáneo carácter, produciendo obras de
mayor relieve, entre las cuales tal vez se cuente alguna de las que anun-
cia en preparación.

RAFAEL PAMPLONA ESCUDERO: La Tierra Prometida. Un volumen de i iS páginas, de


11 X '7.^- Tomo XXIII de la Biblioteca Pa/ria. Madrid, Precio, una peseta.

Cumple la Biblioteca Patria su excelente propósito de moralizar la


novela con la publicación de obritas no exentas de valor literario y que
pueden sin temor ponerse en manos de la mujer y del niño. Al lado del
sexual reblandecimiento que caracteriza una buena parte de la litera-
tura contemporánea, es una nota simpática la de estas novelitas blancas,
escritas con la sana tendencia de recrear honestamente.
Una de las últimas publicadas por esta Biblioteca es La tierra pro-
metida, original del escritor aragonés D. Rafael Pamplona, autor de
otías novelas de mayor empeño. Es la historia de un hijo pródigo, que
vuelve demasiado tarde al hogar de la familia, y no so considera ya con
derecho á poseer la Palestina de la felicidad doméstica. Hay en ella un
poco de comedia política, representada por el protagonista, y otro poco
de política de teatro, á caigo de una actriz que llega á ser su esposa.
La acción es interesante y real, los caracteres bien dibujados, el len-
guaje suelto y castizo.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 87

GREGORIO GARCÍA ARISTA: Tierra Aragonesa. U n volumen d e 160 páginas, de


11,17 X^°'^- Zaragoza, Mariano Escar, tipógrafo, 1907. Precio,2 pesetas.

García Arista es uno de los cultivadores de la literatura b a t u r r a , de


esa literatura original que, enfocando con preferencia los tipos rústicos,,
por cuanto conservan con más integridad los caracteres genuínos de la
raza, aspira á revelarnos el fondo del alma aragonesa. Ha escrito can-
tares que por lo adecuado de la materia y de la forma se identifican con
el sentir y el habla del pueblo; aplaudidas piezas de teatro en colabora-
ción con Melantuche, y ahora se propone dar á luz una colección de
cuentos, episodios y escenas de la vida de Aragón, cuya primera serie
forma el volumen de que damos cuenta.
Los rasgos típicos del bato aragonés aparecen en este libro justos y
exactos,-ni exagerados por la caricatura ni deformados por el gedeo-
nismo. Los variados asuntos que en él se t r a t a n tienen una base histó-
rica ó tradicional, están arrancados de la tosca cantera popular y de-
vueltos al pueblo con el pulimento de una forma literaria que tiene mu-
cho de la sencillez castiza, como dice su prologuista, Mariano. Miguel
de Val. I

ALBERTO CASAÑAL SHAKERY:"Epistolariobaturro. U n volumen d e 164 páginas, d e


9,8 X '7- Zaragoza. Mariano Escar, tipógrafo, 1907. P r e c i o , una peseta.

Otro de los escritores baturros, y el primero de los cuentistas aragone-


ses en verso, es Alberto Casañal, ingenio agudísimo y fecundo que en
gran número de obras dramáticas, cantares y cuentos rimados ha derra-
mado las sales de la gracia celtibera, que surge de su numen siempre
fresco, como inagotable manantial.
Las dieciocho composiciones que forman el Epistolario baturro son de-
liciosas joyas del arte cómico, que refrescan el espíritu con el sano cos-
qiiilleo de la risa franca y jovial. Los baturros y las baturras del Epis-
tolario son aragoneses de carne y hueso, mezcla de candidez y de malicia,
con algo más de lo segundo que de lo primero, graciosos ejemplares que
recuerdan á menudo los tipos de nuestra inmortal literatura picaresca.
El lenguaje aragonés, con sus contracciones y sus modismos peculia-
res, es hábilmente manejado por Casañal con esa difícil facilidad de lo
que es propio y no imitado artificiosamente, y sus gracias ingenuas y
maliciosas no serían indignas de ser firmadas por la pluma de Quevedo,
á quien recuerda en ocasiones el autor.
JUAN BLAS Y UBIDE. Í
Aosnico

En el pasado mes de Diciembre falleció en Madrid el poeta Ricardo


Gil. Sus libros De los quince á los treinta y La caja de música fueron
muy celebrados, y son bella muestra de u n alma delicada. Ricardo Gil
no ha tenido nunca una de esas reputaciones ruidosas que se imponen &
las multitudes, ni el carácter de su poesia era á propósito para esto; per®
desde hace muchos años se habia captado la estima de altas personalida-
des literarias, y con él solia contarse al enumerar los poetas españoles
de hoy. Su vida fué retirada y humilde. Tradujo los Contes et nouvelles
y La confesión de un hijo del siglo, de Alfredo de Musset, siendo esas
traducciones muy encomiadas.
Eicardo Gil habia nacido en Murcia, á donde fué trasladado su
cadáver.
Ha sido elegido individuo de número de la Real Academia Española
D. Melchor de Palau qne habia sido ya durante muchos años académico
correspondiente, y como tal se distinguió siempre por los útiles servicios
que ha prestado á la docta Corporación. Palau ha venido figurando desde
la ya lejana publicación de sus populares cantares con prólogo de Ca-
ñete, entre los buenos poetas castellanos, y sou numerosas las ediciones
que de aquella obra se han hecho. Son bien conocidas, igualmente, sus
Verdades poéticas, poesías de asunto científico; su traducción de La
Atlántida, de Jacinto Verdaguer; y lleva publicadas también bellas y
sentidas poesías catalanas; porque el nuevo académico nació en Cata-
luña, y á pesar de su larga residencia en Madrid no ha olvidado el cul-
tivo de su literatura regional. Desde l a muerte de Víctor Balaguer, nin-
gún otro catalán habla sido individuo de número de la Academia, á la
cual hablan pertenecido anteriormente otros catalanes ilustres: Torres
Amat, Balmes y Monlau. No fueron académicos, sin embargo, y no por-
que no lo merecieran Capmany, Puig y Blanch, Piferrer, Aribau, Ca-
banyes, Peliu y Codina y otros.
~<t- Estamos en época de conmemoraciones y de centenarios. El de Hart-
zembusch, algo retrasado, pues correspondía al .6 de Septiembre de 1906;
el de Espronceda; el de la guerra de la Independencia, y aun otro que
no ha tenido resonancia; el del poeta Cabanyes, nacido en Villanueva y
MOSAICO 89

Geltrú el 22 de Enero de 1808... Además, el Ayuntamiento de Madrid ha


acordado colocar una lápida conmemorativa en la casa número 3 de la
calle de Santa Clara, de esta corte, donde vivió y murió Larra. Con mo-
tivo del centenario de los Sitios de Zaragoza, el Diario de Avisos de di-
cha capital ha convocado un concurso para la formación de un Roman-
cero de los Sitios. El plazo de presentación de los romances castellanos
que se envíen terminará el 15 de Abril próximo. Se otorgarán premios
de 500, 250 y 100 pesetas, y con los trabajos premiados se formará un vo-
lumen que se publicará ilustrado por conocidos artistas.
~*>- Doña Emilia Pardo Bazán ha publicado un nuevo libro de critica con
el título de Retratos y apuntes literarios. Campoamor, Núñez de Arce,
Gabriel y Galán, Alarcón, Valera, el P. Coloma y Miguel de los Santos
Alvarez, aparecen estudiados en este libro del modo que su ilustre au-
tora sabe hacerlo.
Ha vuelto á reanudar sus representaciones en Barcelona el Teatre
Intim, que las verifica ahora en el Teatre cátala, ó Teatro Romea, como
se le llama con más frecuencia. De él habia estado alejado anterior-
mente. Se ha anunciado una serie de cuatro sesiones, que empezaron en
el pasado mes de Diciembre y terminarán en Febrero del corriente año.
Entre las obras anunciadas, y de las cuales se han representado ya al-
gunas cuando escribimos esta noticia, figuran La llantia del odi{La
Fiaccóla sollo il moggio) de D'Annunzio; La victoria deis filisteus, de
Henry Arthur Jones, y La campana submergida, de Hauptmann. Ha ob-
tenido también éxito la obra en un acto La ma de mico, fundada en un
cuento del escritor inglés W. W. Jacobs. Todas estas obras se represen-
tan con esmero bajo la dirección de D. Adrián Guai.
Se han publicado, formando un elegante folleto ilustrado con foto-
tipias, la poesía de D. Teodoro Llórente que obtuvo la Flor natural, y
los discursos que se pronunciaron en los últimos Juegos Florales del Rat-
Penat de Valencia por los Sres. Barón de Alcahali y Rdo. D. Luis Calpe-
na. Asistía á la fiesta S. A, la Infanta Isabel, á quien se presta homenaje,
estudiando al propio tiempo en los discursos el problema regionalista y
haciendo firmes declaraciones del sentido español que á éste da Lo Rat-
Penat. La poesia del Sr. Llórente es sentidísima y va acompañada de la
traducción castellana. En el folleto se usa más esta lengua que el valen-
ciano, para demostrar la ausencia de todo exclusivismo y el gusto con
que se cultivan indistintamente, siguiendo la tradición establecida.
En el teatro Odeon, de París, se representaron en los últimos meses
del pasado año Las mocedades del Cid, de Guillen de Castro, traducidas
por M. Marcelo Dieulafoy.
Entre los libros últimamente dedicados por escritores franceses á es-
tudios relativos á España, merecen especial mención los Etudes de Litté-
rature Méridionále de M. Jean Amade, profesor del Liceo de Montpe-
ller, y Les Maitres du Román Espagnol Contemporain, de M. F. Vézi-
9 0 LITERATURA MODERNA

net, profesor del Liceo de Lióu. El libro de M. Amade ofrece un aspecto


muy interesante, porque no se limita á estudiar á algunos escritores cas-
tellanos muy conocidos, sino que presenta también, con extraordinario
elogio, á sua compatriotas, el actual movimiento literario catalán. M. Vó-
zinet estudia detenidamente á varios de los principales novelistas caste-
llanos contemporáneos, y además á Echegaray.
También en el reciente libro de Jules Lemaitre En marge des vieux
livres figuran, como protagonistas de una de las ingeniosas anécdotas
que contiene, Cervantes y D. Quijote.
La económica ó interesante revista Vida intelectual, de cuya apari-
ción dimos cuenta en uno de los números anteriores de la nuestra, y que
publica en Madrid D. Julio Nombela y Campos, continúa dando á cono-
cer no pocas obras y autores portugueses, además de seguir con interés
el movimiento literario y de cultu.ra en Cataluña, no tan conocido como
debiera serlo, aunque se hable de él mucho. En los últimos números de la
citada revista se leen interesantes juicios ó traducciones que tributan
al Portugal literario contemporáneo el recuerdo que le debemos los es-
pañoles, y que tenemos más olvidado de lo conveniente.
El notable hispanista sueco Adolf Hillman ha publicado recientemen-
te un estudio sobre Ganivet {En Spaiisk Künnara afNorden. Ángel Ga-
nivet y García. 15 páginas, Tirada aparte de la Nordisk Tidskrift, 1907)
y otra acerca de los actores españoles contemporáneos [Spanska Teater-
fórhollanden. 7 páginas. Tirada aparte de Ord und Bild, 1907). Este úl-
timo va ilustrado con los retratos- de Maria Guerrero, Díaz de Mendoza,
Carmen Cobeña, Mario, Thuiller, Nieves Suárez, Vico, Maria Tubau,
Rosario Pino y Sra. de Arana. Ambos son dignos de estimación.
-tr- La Royal Society of Literature, de Londres, ha conferido el nom-
bramiento de socios (féllows) extranjeros á D. Marcelino Menéndez y
Pelayo y D. Rafael Altamira. Son estos los únicos escritores españoles
que basta ahora han obtenido esa representación,
Don Manuel Fernández Juncos, de quien hablamos en nuestro nú-
mero anterior, acaba de publicar en Puerto Rico un volumen de Cuen-
tos y Narraciones originales.
En los números de Octubre y Noviembre últimos de la revista ilfo-
dern Philology, que edita la University Press de Chicago, se leen dos
eruditos trabajos del hispanista profesor Milton A. Buehanan, sobre
dramas españoles clásicos (Notes of the spanish drama), y sobre Recuer-
dos italianos en las obras de Cervantes [Some Itálian Beminiscences in
Cervantes).
FILOLOGÍA
Estudos sobre o Romanceíro peninsular.

R o m a n c e s v e l h o s em P o r t u g a l .

A figura do rei raouro de Granada, despeitadissimo por


essa perda, conforme no'lo apresenta o romance
Paseábase d rey moro por la ciudad de Granada;
cartas le fueran venidas como Alhama era ganada (Pr. 85),
ou antes a celebérrima variante elegiaca, originariamente
árabe, segundo Ginés Pérez de Hita, e em todo o caso muito
divulgada (1):
[34] Paseaba el rey moro por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira hasta la de Vivar ambla (Pr. W^),
com O estribilho Ay de mi Alf ama! surge em meados do século
XVI nos autos vulgares d'este pais. Talvez fosse a música de
Pisador (2) que contribuiu para a sua populai'idade, atestada
tambem pela tantas vezes citada Ensaladilla (3).
Antonio Prestes cita uma vez o primeiro hemistiquio e
outra vez o estribilho (como já ficou exposto). Ambos os frag-
mentos estao em redacgáo portuguesa, incorporados comple-
tamente ñas Talas de gente-povo. É numa troca de impreca-
gSes picarescas, lanzadas pelo criado Duarte e a moga Mar-
quesa, que já apresentei ao leitor, no Auto sobre a sujeiQao da

(1) Vid. Antología, XII, 2 i o .


(2) Libro de jnúsica de vihuela (i55a).—Vid. Ensayo, N.° 3 4 8 5 .
(3) Estr. 6; Ingr. 3 2 .
FILOLOGÍA

mulher, chamado Os Cantarinhos, que vejo equiparadas as


palavras ou as músicas de minha Alfama e Passeava-se el rey
mouro a outras coisas boas, que o leitor curioso verá, queren-
do, ñas linhas seguintes (I). Elas constituem o principio da
scena, de que já extractei um irónico Guay Valenqa!
Marquesa diz batendo á porta:
ó de casa!
DüARTB. Ó da rúa!
Quem está ahi?
MARQUESA. É Marquesa.
DuAKTB. NS,o! senáo «minha duquesa»,
rosto em mim «d'espada nua»,
e «limao» de gentileza.
MARQUESA. Ha lá mais d'essa linguagem?
DüARTB. Boa sombra e casa chea,
meu tronco, minha cadea,
meu livro de earceragem,
minha toda, minha estrea!
MARQUESA. Ha mais?
DüABTB. Minha relai;S,o,
meu feito, minha audiencia.
meu libelo, minha auijáo,
minha réprica, meu nao,
meu sim, minha consequencial
MARQUESA. Ora tres vale: meu sebolo, (sic)
meu marmanjo chocalheiro!
meu basbaque meu Joao tolo,
meu sem-nem-um-miolo
meu madraQO de sequeirol
DÜAETH. Quatro vale: minha Alfama!
meu passeava-se el rei mouro!
meu Orlando, minha trama,
que me langas com táo(?) dama
por capa em cornos de touro (2),
A contraprova de que o romance pertencia realmente á
«manada» dos que o povo cantava cá, aparentemente em lÍ9áo
portuguesa, temo'-la no Auto anónimo do Duque de Florenga,

( i ) vid. T. Braga Gil Vicente e a suá. eschola, p. 280.—Uma das melhore» modi-
fica{oes introduzidas nesta nova edigao, sao os indiculos dos Autos.
( 3 ) P. 444,—Talvei:/«^/o/¿aOTo/"
ROMANCES \^LHOS 9 5

composto no reinado de D. Sebastiao (1). Dois vilSos, em ca-


minho para uma boda, cantam varias cantigas e diseutem
sobre o seu valor. Um d'eles propoe
Pois se eu agora dissesse:
Passeava-se el rey mouro?

E a indicagao seénica explica:


Aqui cantam: Passeava-se el rey mouro.

Note-se ainda que em Miranda-do-Douro, subsiste um tex-


to, cantado como acompanbamento de um dos Lagos da Dan-
ga dos paulitos (2), que diz:
Passeaba-se 'l rei moro
pu'-les rúes de Granada;
cu l resplandor de V sol
le relliumbraba la spada.

XI

Bem diversa é a aplicagao de dois passos do Romance re-


lativo á quelle Maestre de Calatrava, D. Rodrigo Vélez de
Girón, que teve parte ñas guerras de sucessao entre Hespa-
nha c Portugal, e se distinguiu posteriormente ñas guerras de
Granada:
[35] Por la Vega de Granada (3) un caballero pasea (Pr. 87).

A designagao geográfica chegou a significar um campo largo

(1) Prohibido em 1624; impreaso em folha volante de 1620 sob o título de


Fidalgo de Floren¡a por Joiio de Escovar; e em outra de 1632, se as índícaíóes,
dadas em Eschola de Gil Vicente p. 171, íorem exactas.
(2) Chama-se Le Moro. Vid. Albino J. de Moraes Ferreira, O Dialecto Miran-
Lisboa, 1898 (p. 2 8 ) .
(3) Temos a mesma entrada no romance de Ruy Cid, tradicional na Ilha da
Madeira. Vae acompanhada do hemistiquio impar do N.° 84:
Pola veiga de Granada el rei moiro passeava,
e seguida de uma scena de cata que ainda nao encontrei em outro cantar. Em
oomposi?oes de arte ha versos que casualmente coincidem;p. ex. no Canc. Cer. I,
a56: Da Veiga lá. de Granada (sic).
9 6 FILOLOGÍA

e desimpedido para evoluQoes cavallieirescos tanto físicas


como espirituaea. No último sentido vejo-a empregada na co-
media Eufrosina. Carióphilo ensina a Zelótypo como é que se
estilizam cartas de amores. Quer que depois de uma entrada
comedida se fa9am «comprimentos mais prolisos e mais soltos
que os de um castelhano».... e tomada a rédea por estes
termos, que süo elementos d' esta sciéncia (mais incerta que as-
trologla), podéis escaramuzar pola vega (sic) de Granada, com
todas vossas obriga^oes, a modo de petiq&o... (1).

Dissertando longamente a respeito de reverencias e mesu-


ras, no Diálogo XVIII da Miscellánea, e depois de nos haver
endoutrinado sobre aquelas que se fazem ao maior, abaisan-
do um pouco o cabega como os frades; e ao igual, requebran-
do um pouco o corpo para a esquerda, Miguel Leitao con-
tinua (2):
Por onde se diz no Cancioneiro (3), que aparecendo o Mestre de Ca-
latrava armado a cávalo na veiga de Granada, buscando quem Ihe saisse,
saiu a uma varanda a Rainha e damas a v6-lo,
[36] T el maestre la conoce y abasara la cabeza,
la reina le hace mesura y las damas reverencia.
Um romance que serve de código do bom tom! Referencia
tao puramente literaria que nEo tem grande valor para os
ñns d'este artigo.

XII. A L A S ARMAS, MOEISCOTE,


XIII. Mis a r r e o s son la.s armas.

Se prefiro p 6 r logo aqui as referencias a esses dois roman-


ces (ou troQOS de um mesmo romance afamado), perdidos na
tradigáo oral e nunca recolhidos nos romanceiros antigos, é

(1) Acto III, Scena 2 (p. 183).


(2) P. 402.
(3) Qual Cancionero? É sómente na Rosa Española de Timoneda (1577) qne o
romance se conservou com ligeira variante, pois diz bajado le ha la cabeza. |
ROMANCES VELHOS 97

porque creio que o nome ou titulo de Mariscóte ouMouriscote (1)


nos obriga a té-los em conta, nao de novelescos de assunto in-
. ternacional, mas sim de novelescos peninsulares í. é. de mou-
riscos.'E como nele sao actores, na qualidade de inimigos com-
batidos. Franceses disfargados em romeiros, que surgem em
portes dos Pirineos, parece-me bem colocá-lo perto de Ronces-
vales, dos portes d'Aspa, do rei Marsílio e do imperador «da
barba florida» que fez a sua Entrée d'Espagne, esteve em To-
ledo nos famosos pacos de Galiana, e peregrinou a Santiago (2).
Durante séculos conheciam-se apenas tres versos, aparen-
temente iniciaes:
[37] A' las armas Mariscóte si las has en voluntad!
los Franceses son entrados! los que en romería van!
entran en FuenterraMa salen por San Sebastián.

E estes, únicamente porque haviam sido incorporados,


como letra de músicas, no Lihro de vihuela de Miguel de
Fuenllana ( 3 ) . No de Pisador, ha apenas os dois primeiros
hemistiquios (4). Agora está patente uma «contrahechura tro-
vada» ou «glosada ao divino», tirada de um Pliego suelto,
raro ou único, a qual parece estreitamente cingida ao original
e deixa entrever o que", seria o romance original. Para mim,
prova outro facto importante: que o segundo fragmento, muito
mais sabido e cantado, fazia parte do romance de Mariscóte,
facto que, de resto, já me parecerá provável, por causa de
uma parodia burlesca, extrahida por Duran de um códice do
século XVII (5). Mas ninguem Ihe ligón importancia.

( 1 ) É um derivado de morisco, usado nos romances, ora como subs., (Vid. p. ex.
Duran, 1040 e io68), ora como adj,, (Gii Vicente, I 162.)
(2) Wolf, Milá e os sucessores separara os dois trogos, e colocara-nos entre
os Romances novelescos y caballerescos sueltos. Menéndez y Pelayo julga histórico o
asflunto de Moriscote.
(3) Vid. Salva, Catálogo N.° 2 5 1 5 . Pela jungao do texto com o do romance dé
Antequera, que ahí se faz, parece que os dois tinham a mesma toada. Confer Milá,
Poesia Heroico-Popular, p. 313; Amador de los Ríos, II 615 ( 6 2 1 , 627, 628); Ga-
llardo, Ensayo, N.° 3485; Antología, IX, 2 1 1 .
(4) Antología, IX, 212.
{¡y N.° i670.Duran chama-o cotitrahechode Mis arreos e remete-nos aoN.°300,
isto é ao romance La Constancia, de que trato uo texto.
ODLTÜKA 7
9 8 FILOLOGÍA

A variante ao divino, reimpressa na Antología IX, p. 211)j


diz:
A las armas, rey del cielo, pues las has en voluntad!
los traidores son enti ados los que engañaron á Adam,
entraran por su pecado y por la tu muerte saldrán.

A parodia, propositadamente disparatada, reza:


A las armas, él buen Conde, si lo has en voluntad (1)'-
los amores son entrados en español y alemán;
entran por el Don García y salen por Pernestan (sio).

Em Portugal conhego uns quatro trechos com valor de do-


cumentos, dois com a notável variante si en ellas queréis en-
trar, que ainda nao vi confirmada em textos castelhanos (2).
Um é da Carta II de África, onde remata a estrofe imediata
á dos Cavalleros de Alcalá:

Comigo mesmo fallando


como s'a óutrem f allasse,
dizia «quem me lembrasse
do em que andava cuidando» (3)!
E pois que tamanbo dote
nao se alcanza por cuidar,
A las armas Mo{u)ríseote (4)
si'n ellas queréis entrar! (Estr. 16).
Contar feitos esquecldos
be muito contra minb'arte:
houve mortos e f eridos,
houve mal de parte a parte.
Houve homem que dizia
na f orga do mor receo:
donde estás que no te veo?
ques de ti esperanza mía? (5).

Outro ó da Carta I da India onde, depois de amargas con-

(1) Esta lisao repete-ae na Ensaladilla de Praga (mas referida ao Mouriscote),


Est. 9, Ingr- 53-
(2) No Coríesatw, onde Milán cita Mis arreos a p. i6 & A' las armas moriscote
a p. l6z, lia a variante r/tte bien menester serán.
(3) Nao concordo com a emenda proposta por Storck.
(4) A' portuguesa, provavelmente por lapso do copista, que como j i vimos,
estragou muito as duas Cartas.
(5) Junto esta, para facilitar a compreniáo.
ROMANCES VELHOS 99 ]

sideragoes sobre essa wi^e de viloes ruins e madrasta de Jio-


mens honrados, o Poeta continua:
porque os que se cá lanejam a buscar dinheiro, sempre se sustentam sobre
agua como bexigas. Mas os que sua opiniao deita á las armas Mo{u)riscote,
como maro mortos á praia, sabei que antes que amaduregam, se seccam
E passa a caracterizar os valentoes ou matantes com os
ditos que já citei (sob N.° 15) e outros que ainda terei de
alegar (N.° 55).
Na Aulegraphia (f. 47), diz-se d'alguem, creio que para o
chamar valente:
he uma atalaya da fortuna com um epitafio (1) que diz: A las armas,
Moriscote, si en ellas queréis entrar. '

Num dos Autos de Antonio Prestes ha mais um d'aqueles


remedos grotescos e vulgares que sao a especialidade d'este
quinhentista. Um mogo finge ter medo do genio de sua ama
nova:
se é mansa, se é brava,
que nao haja aqui de cote
ás pancadas, mo(u)riscote,
que ellas sao pero que trava (2).
A fórmula proverbial, meio traduzida, equivale aqui, por-
tanto a um mero ás pancadas! como na Carta da India a um
mero ás armas!
De citagoes castelhanas lembro a do músico e poeta Luis
Milán, que freqüentou a corte de D . Joao III e dedicou a este
monarca o seu Libro de vihuela (3). No Cortesano (Jornada III)
numa Farsa entre Turcos e Comendadores, um d'eles cita (4)
numa esparsa o 1.° hemistiquio, emquanto outro aproveita
a primeira metade da devisa: Mis arreos (5), da qual passo
a tratar, dividindo-a em dois, porque ora é o primeiro octo-
nario duplo, ora o segundo que se cita, ora sao ambos.

( 1 ) Epitáphio no sentido vago de inscri(áo, dístico, rótulo.


(2) Auto do Desetñban^ador (p. 190).
(3) Salva, Catálogo N." 2528. No seu Cortesano ha numerosa» anécdotas rela-
tivas a Portugueses.
(4) P. 1 6 2 .
(5) P. 163-
FILOLOGÍA

[38] Mis arreos son las armas, mi descanso él pelear,


[39] Mi cama las duras peñas, mi dormir siempre velar.

Comegarei por apontar os ecos portugueses, nao menos nu-


merosos do que os do Mouriscote, e colhidos nos mesmos auto-
res; Luis de Camoes, Jorge Ferreira de Vasconcellos, An-
tonio Prestes (novamente em parodia).
No Auto de Filodemo (Acto III, Scena III), é o criado Vi-
lardo (com ares de gracioso) que, para caracterizar pitores-
camente a penuria do sen amo, diz, entre outras coisas, num
monólogo em que imagina estar a fazer um sermao á amada
e pretendida do fidalgo pobreteo:

Havia-lhe pergimtar:
«Senbora, de que coméis?
Se coméis d'ouvir cantar,
de falar bem, de trovar
em boa hora casareis!
Porém, se vos coméis pao,
tende, senhora, resguardo;
que eis aqui está Vilardo
que é como um camaleao.

E se vos sois das gamenhas (1)


e houverdes de atentar
por mais que por manducar,
mi cama son duras peñas,
mi dormir siempre es velar.

Do mesmo poeta ha uma terceira Carta em prosa, dada á


luz ha pouco por Xavier da Cunha (2) (de cuja autenticidade
nao se pode duvidar), repleta de citagoes e alusoes, e de mo-
dos de dizer bem camonianos. Escrita em Lisboa, a meu ver
pouco antes de o exaltado e irritado vate haver incorrido na

(i) Isto é das que gostam de luxo.


(z) No Soletim das Bibliotkecas e Archivos Nacionaes, Coimbra, 1904 (p. 3 9
e 46).—Foi tirada do uma Miscelánea manuscrita (N.° 8571), outr'ora da Casa Vi-
mieiro, adquirida pela Biblioteca Nacional em 1903. Nela tem por título Carta de
Luis Camoes a Im stu antigo.
ROMANCES VELHOS 101

pena de prisao que o levou á India (1), trata dos pagodes, •


celebrados em certas tascas da capital pelos valentoes:
matadores, matistas, matarins e matantes e outros nomes derivados do
mesrao verbo (2), porque sempre os acharéis com cascos e rodelas... cum
gladiis et fustibus... Estes na práctica dir-vos-ao que
sus arreos son las armas su descanso él pelear,
mas sei vos dizer que, se na paz mostrdo corando, na guerra mostram as
costas, porque... aquí troge a porca o rabo (3).
Eeflexao e anexim que o leitor j á conhece dos Disparates
na India.
Na Aulegraphia (f. 165), uma das figuras propoe simplez­
mente: Cantal/ por desvío
Mis arreos son las armas mi descanso el peleare;
e outra replica, depreciando, como de costume, os cantares
narrativos: Ndo vos darei húa palha por hum romance velho.
Finalmente vem a parodia. Numa Introdugáo, ou Repre-
sentag&o, em prosa muito picaresca, que precede como prólogo
o Auto dos dois irm&os, recentemente publicada (4), um dos
interlocutores aproveita a quadra inteira, modificando-a com
o intuito de dar ideia do atraso das térras .em que vivia,
(baralhando as duas línguas, tambem como de costume):
Mis letras son BSTALA.TBNS y pulgas mi estudiar;
mi cama, no de las buenas, mi dormir conta y pagar!
Como apéndice vou apontar d'esta vez uma remodelagSc
moderna portuguesa:
Minhas galas sao as armas, meu descanso pélejar.
e no S. Joáo á noite meu dormir só é velar.

(i)' A prisao foi ensejo e n 3 , o causa da expatriafao, premeditada e realizada


afim de poder escrever a epopeia nacional, conforme expliquei na Introducítlo da
edifáo Triibner {Bibliotheca Románica, fascículo N." lo).
(a) Talvez matachins, que o próprio Camoes emprega no Prólogo del rei S e -
leuco.
( 3 ) O benemérito editor e comentador d'esta Carta reconheceu que havia aquí
uma citas5,o, mas nao soube explicá-la.
(4) Representaíam feyta ao Auto que se se^ue: interlocutores hum licenceado e o
Autor do Auto. Omitido na reimpressáo de 1871, foi aproveitada por T. Braga no
Tolume Bsckola de OH Vicente, Porto 1898 (p. 24). Infelizmente, nao a dá todavía
por inteiro.
102 FILOLOGÍA

Assim restringida e rebalsada, porque sae como cantiga


popular da boca de um pastor, é obra de A. Bebello da Silva,
um dos melhores discípulos de Herculano, que como seu mes-
tre (e como agora Menéndez y Pelayo) gostava de por em
evidencia lendas e tradigoes arquivadas nos Livros de linha-
gem, assim como cantares trovadorescos. Com algum anacro-
nismo lá incluiu este na bem feíta novela dos amores da Kibei-
rinha, amante decantada de Sancho I, o Velho (t 1211) (1)-
Dito isto, devo acrescentar que no reino vizinho o texto
anda em Cancioneros modernos populares (2), inalterado, e
subsiste remedado, em diversas Coplas, mais ou menos vul-
gares (3).
Nem deixarei de lembrar que em todos os paises cultos es-
tes versos castelhanos tem conquistado fama, como se fossem
a devisa airosa de algum héroe gigantesco: Hagen ou Siegfñed
meridional que do alto de uma atalaia, erguida em qualquer
píncaro dos Pireneos, velasse pela liberdade da patria, com
recelo de alguma invasEo de forasteiros. Quantas vezes tive
de recitá-los, sendo menina e moga (em casa de meu pae, e
na de meu mestre, de saudosa memoria, Karl Goldbeck) apli-

(1) Odia velho nüo cansa: Romance histórico, Vol. I, Cap. XI (p. 162 da ed.
de 1848).
(2) P. ex. no de Segarra (Leipzig, 1862, p. 37).
(3) Ha p. ex. umas Coplas dialogadas do século xvu entre uma donzela, um
pastor e um selvagem (ou eremita) em que este diz, sem graga nem bom-gosto;
Nuestro comer es morir,
nuestro beber es llorar,
nuestro dormir es penar,
nuestro penar es vivir,
nuestro cahar y vestir
el mas pobre que podemos.
(Gallardo, Ensayo /, c. 107). Na Vida de la galera ha o trecho:
Mi regocijo es llorar, ^
mi reir, gemir contino,
mi placer es lamentar
y mi descanso pensar.
E continua; tanto mal, cómo me vino? porque a obra consta d e quintilhas.^
ROMANCES VELHOS 103

cando-a sempre ao cavaleiro de la Mancha (1), de boa fé, e


persuadida que realmente se tratava de uma quadra solta
que fóra mote e devisa do héroe de Cervantes (2)!
Nao é todavia da Novela que o distico tomou o voo (como
acontecen em varios casos). E de folhetos góticos, como o ates-
tam os testemuühos de quinhentistas. Já disse que ele parece
ter feito parte do romance de Mouriscote. Assim o indica de um
lado a citada transformagao ao divino, e do outro lado a dis-
paratada parodia de que falei.
Com a p l i c a 9 a o inadequada ao Salvador diz-se na primeira:
Las armas son mis arreos, mi descanso el pelear,
mi cama el duro pesebre, mi dormir siempre velar. (3)

No segundo, o Mouriscote, transformado em huen Conde,


acorda com os brados do vigiador, e acto-continuo faz profi-
ssáo de fé, exclamando á patusca:
Mis arreos son muchos cuentos (4), mi descanso es él burlar;
mi cama blanda y mullida, mi dormir siempre engordar. (5)

O caso complica-se, porém. O dístico encontra-se em outro


romance, verdadeiramente helo e antigo (com a mesma asso-
nancia-«): o novelesco de Moriana e Galvan, N.° I do pequeño
ciclo que principia
Moriana en un castillo juega con él moro Gálvan (Pr. 121),

tSo diversamente interpretado (6). E ocorre tambem no frag-


mento de Julianesa:
Arriba, canes, arriba, que rabia mala os mate (Pr. 124),

( 1 ) Como lema de Don Quixote jnscrevi-a com letra Infantil no frontispicio do


primeiro exemplar que me deram em i866 como presente de Natal.
(2) Agora, querendo verificar a origem do erro que cometí, notei qujo difícil
e descobrir o respectivo trecho, e tambem, que em nenhum Jiomancero ha declara-
íoes exactas a este respeito. —É na Parte II, cap. 64 que Cervantes diz;/ una ma-
ñana, saliendo D. Quixote á pasearse por la playa, armado de todas sus armas,
porque como muchas veces decía, ellas eran sus arreos y su descanso el pelear, etc,
( 3 ) Antología IX, 2 1 2 .
(4) Contos, no sentido de petas,
(5) Duran, N." 1670.
(6) Wolf intercalou-o entre os novelescos soltos; Duran, entre os mouriscos;
Pelayo, guiindo-se pelo nome Galván, agrupa-o, pelo contrario,entre o s carolingios
Í5Í FILOLOGÍA

p qual forma um todo com o bizarro fragmento epigrafado La


Constancia (1), na opiniao do autor do Tratado (2), que refere
ambos os tronos a dois personagens do ciclo carolingio: Gaife-
ros e Melisendra.
Segundo o meu sentir, o clangor bélico dos versos (3) nEo
condiz com os melancólicos queixnmes do desventurado aman-
t e peregrino (4), nem tao pouco ñca bem no romance de Ma-
riana. Se nele o cortamos, a ligagSe das partes sae mais
perfeita, e o conjunto mais harmónico, a pesar de Galvan,
raptador de uma ñlha do Emperador, mais tarde libertada
pelo primeiro esposo, ser caracterizado como mowro, obliga-
do pelos ciumes a bem vigiar do alto da sua torre. (5).
O fragmento de Julianesa comega Mis arreos. Julgo por

de Gaiferos e Melisendra, como digo no texto. (Vid. Antología XII, 387), e junta-
-Ihe o de Julianesa. Mas se a substituigáo de Melisendra por Julianesa se com-
prende, é difícil imaginar a razSo porque qualquer dos dois nomes seria trocado
por Moriana (Muliana). Vid. Catálogo Judio-Español, N." 6 1 .
(1) Por causa dos sete anos (|ue o esposo-amante gasta empiocvurai a raptada.
(2) Antología XII, 388. A assonáncia de Arriba, é á-e; a de Mis arreos—á. 0-e
paragógico, atestado por Jorge Ferreira de Vasconcellos (em peleare) e por Pisa-
flor quanto ao Mouriscote (los que en romería vane) e ainda em outro romance d e
que falarei no Apéndice, podía remover esta pequeña dificuldade. Assim removesse
as outras!—Confessarei, a medo, a herética opiniao que o romance Arriba canes
nao é senáo a jungáo arbitraria de diversos retalhos, realizada por algum liábil
cantor do povo, que os agrupou como letra de uma mesma soada, cujo texto
ignorava. ,

(3) Eu, pelo menos, nSo Ihe dava som lastimoso.—Seria útil comparar as com-
posigoes musicaes do Mouriscote de FuenHana e Pisador com o de Mis arreos, d e
Milán.

(4) Os que chamam enérgico ao fragmento (como Milá, 1. c. 390), olham exclu-
sivamente para Mis arreos, esquecendo o resto; ou entao (como Pelayo) para os
pés descalgos e unhas enaanguentadas do peregrino. O verso pzies como las car-
nes crudas y bebo la roja sangre nao é tap postigo como faz presumir o final ga-
lante pero por vos mi señora, todo se ha de comportar, pois se encontra num texto
tradicional em Tánger: N." 61 comiendo la yerba cruda,—bebiendo agua de un
charcale. Creio que ambas as ligoes sSo mera variante de pues traigo los pies des-
calzos—las uñas corriendo sangre. {Zb. Pr. 121, verso 7, donde ha esse último
hemistiquio) e que o final galante é acrescento tardio.
(5) Podia ser que exactamente eita circunstancia, levaise os jograes ou os
editoic» a interealArem o célebre dístico.
ROMANCES VELHOS 105

isso que foi esse que serviu de tema ao glosador Luis Pe­
ralta, cuja parafrase se publicou em varios Pliegos sueltos
antigos ( l ) , ( c . 1525,) mas nunca foi reimpressa, que eu saiba.
No Libro de música de vihuela de Luis Milán (1535) vai, pelo
contrario, precedido do verso
Con pavor recordó el moro y empezó de gritos dar,
que corresponde ao que na paiódia diz
Recordado había el conde, bien oiréis lo que dirá,
e nos reconduz ao Mouriscote, acordado pelo velador, confor­
me temos entrevisto.
Verdade é que o texto de Milán continua con uma metá­
fora (como as imitagoes seiscentistas que citei):
Mis vestidos son pesares que no se pueden rasgar, (2)
que está mais em harmonía com o espirito do fragmento de
Constancia (impresso nos Cancioneros de romances e na Silva
de 1550).
Na impossibilidade de determinar, de qual dos textos os
quinhentístas portugueses se serviram-, suponhamos que • a
música de Milán, dedicada a D. Joao III, foi o vehículo que
divulgou em Portugal a devisa avulsa (3).

D. Romances de mouriscos, de cautivóse de farpados.

Nao tiveram grande voga em Portugal. De cada género


resta uma única e vaga reminiscencia.

(l) Salva, Catálogo 6g (oa Heredia 1744,) SammluH^ XSI.—O mesmo Luí»
Peralta glosou yugando estaba el rey Moro e Moricos, los mis moricos (Fajardo é
Floriseo). Ignoro, se se trata do autor de algumas canciones do Cancionero Gene­
ral de rjii.
(3) Salva. N.° 2528.
(3) T. Braga refere Afis arreos a um romance de Bernardo del Carpió {flo­
resta, p. XXXIV). Na nova edigao da Poesía Popular Portuguesa (p. 388), remete
o leitor correctamente aos textos contidos no Romancero de Duran sob N." 7 e
300, isto é ao Romance de Moriana e Galvan e ao de Julianesa ou La Cotistancia;
mas por lapso essas indicagoes estáo por baíxo dos versos su comer las carnes
crudas su bebería viva sangre (que sao semelhantes, mas nao idénticos aos Julia­
nesa), supra citados na Nota 2 da p, anterior.
1 0 6 FILOLOGÍA

XIV

Entre os romances e cantares castelhanos e portugueses,


com que a ama da Comedia de Rubena centava embalar a
criancinha, confiada aos seus cuidados, ha um que princi-
piava:
[ 4 0 ] Muliana, Muliana... (1)

Como falta o segundo hemistiquio, é impossível dizer se real-


mente se trata de um cantar do pequeño ciclo j á mencio-
nado de Moriana e Galvan, como é costume afirmar, desde
que o Marqués de Pidal chamou a atengao para essas refe-
rencias no Discurso de la Poesía Castellana que precede o
Cancionero de Baena, ou pelo menos, desde que Wolf o repe-
tía ñas Proben (p. 11).
Naquele que principia:
Al píe de una verde haya estaba el moro Galvan (Pr. 123),

a parte dialogada (v. 7) comega de facto


Mariana, Moriana principio y fin de mi mal.

E bem possível seria que esta, em vista do seu carác-


ter lírico, e música correspondente, fosse cantada em sepa-
rado. Mas carecendo de outras provas, quer da popularidade
do romance em Portugal, quer da alteragao do nome, deve-
mos deixar a questáo em aberto ( 2 ) .

XV

Zaide e Zaida eram tipos muito familiares aos seiscen-


tistas D. Francisco Manuel de Mello (3), D. Francisco de
Portugal, autor da Arte de Galantería, e Francisco Rodríguez

(1) Gil Vicente, Oirás II, p. 2 7 .


(2) Ha uma planta moliana ou boliana (da familia das valerianas), a que se li-
gam supeistisoes e que suscitou rimas populares. Vid. T. Braga, O Povo Portugués,
Vol. II, 72 ss.—Cantar a moliana quer dizer dar uma reprens&o, ou ensaboadela.
(3) Veja-se ñas Obras Métricas II, 99 uma frase relativa ás prisóes do mouro
Zaide.
ROMANCES VELHOS 107

Lobo. O romance que teve fama em Portugal, nSo é comtudo o


mesmo que continua a ser popular na Anduluzia e em Tán-
ger (1), mas antes aquele que principia:
[41] Mira Zaide que te aviso que no pases por mi calle (2).

O primeiro hemistiquio, tornado proverbial, servia para quaes-


quer avisos. E assim que o empregou o jovial mas infeliz Ju-
deu Antonio SerrSo de Crasto (1610-1664). No poema jocoso
dos Eatos da InquisiQÜo, com que se entreteve durante os
ocios do carcere, dirigia-se aos pequeños roedores que o im-
portunavam atrozmente, reforjando o verso aladj com um
rifSo muito conhecido:
nS,o buláis vos nos baus
(na canastra ia dizer),
porque o daño que tiver
me haveis de pagar de ciso!
Mira Zaida (3) que te aviso!
quem te avisa bem te quer (4).

XVI

[42] Mi padre era de Bonda y mi madre de Antequera (Pr. 131),

esse mais antigo e popular entre os romances de crist§,os cau-


tivos na mouraria, com a singela descrigao dos trabalhos de
um d'esses desgragados e o seu libertamento pela m u l h e r
do amo, é o que vingou em Portugal.
Luis de Camoes aproveitou o verso, transposto para a
terceira pessoa, nos Disparates seus, na India, para caracte-
rizar os fumoa de Indiáticos de baixa origem.

(1) Catálogo Judio-Español, N.° 19 c. Duran 5 4 o 53:


Por la calle de su dama se pasea el moro Saide.
(2) Duran 56,(VI do ciclo); Pérez de H i t a , Guerras Civiles de Granída, Cap. VI.
(3) Variante por Zaide.—O dirigido a Zaida (VU; comesa:
Mira, Zaida que te digo que andas cerca de olvidarme.
(3) Cap. rV, Estr. a; p. 189 da ed. de Camillo Castelio-Branco, 1 orto, rS83.
108 FILOLOGÍA

Acharéis rafeiro velho


que se quer vender por galgo. •
Diz que o dinheiro é fidalgo,
que o sangre todo é vermelho.
Se elle mais alto o dissera,
este pelote pusera (I)
que o seu eco Ihe responda
que su padre era de Ronda,
y su madre de Antequera...
E quer cobrir o eeo com huma joeira. (Estr. 6.)

Mais uma vez a introduQSo narrativa que se encontra ñas


impressoes (2), foi omitida pelo povo.

XVII

O romance
[43] Amarrado al dUro banco de una galera turca (8),
isto é o primeiro entre oito cantares, tardíos e artísticos,
que um anónimo dedicou ás vitimas de Dragut, o famoso cor-
sario turco (impressos no Romancero General) foi aproveitado
por D. Francisco Manuel de Mello, num d'aqueles aborreci-
dos e ridículos brinquedos académicos joco-sérios em que tan-
ta vez malbaratou centelhas do seu espirito rico e valente.
Ñas quadras 13 a 14 de um romance em ú, ás Ruinas de um
castelo, feito durante a sua longa deten9ao na Torre de Be-
lem (4), graceja do modo seguinte:
Porque a um preso num castelo mandar-lhe agora «ora sus
faze-lhe a um castelo uns versos e deita-lhe mil debruns»
é como em cas do enforcado falar-lhe em baraQO nú,
que, inda que seja entre amigos, é falar muito fortum.
Se ha dez anos que amarrado qual forjado de Dragut

(i) Isto i: euaptstava este pelote.


(a) Preguntando está Florida á su esposo placentera.
(3) Duran, 268.
(4) Rediculo Vexame a alguns sogeitos da Academia, áando-se ao Autor por
assuKto as Ruinas de hum Casiellt,
ROMANCES V E L H O S • 1 0 9

ando a torres como a cepos [n]os bogios de Tolú,


¿qne queréis vos que Ibe diga a este castello marfus
se nao que em cair fez mal, se caír sem dizer bum? (1)

E. Romances do ciclo carolingio

Da grande popularidade do emperador dos Francos neste


reino sao testemunho os romances que o povo fez seus, por di-
reito de conquista, nacionalizando-os por inteiro, assim como
alguns nomes-próprios com valor proverbial como Eoldclo (2)
(valentao arruaceiro e arrancador), Valdevinos (vagabundo,
tunante, vádio), e os doze pares. Tambem nao faltam citagoes
e referencias.
Comego com a batalha de Eoncesvales ( 3 ) .

x v í n

a) Eoncesvales.—b) Guarinos.—c) D. Béltrdo.


a) O cantar que principia
Domingo era de ramos la pasión quieren decir (Pr. 183),
eco longinquo da Chanson de Eoland, desfigurado estranha-
mente ao passar das gestas dos jograes para a boca do povo,
foi seguramente um dos mais sabidos. Cantava-se todavia sem
esse entróito postigo; despido mesmo, segundo as aparéncias,
dos dois versos imediatos (4) com o grito exhortativo
[44] Vuelta, vuelta, los franceses! con corazón á la lid!

(1) Oirás Métricas,Vol. Tí,-p. 21^: Romance XXVIII. Trinta e duas rimas
em-«, eis o que o desculpa!—Como os textos estao sobrecarregados de erros de
imprensa, emendo os nao-duvidosos.
(2) A respeito tanto da época em que o nome Roldao aparece em Portugal,
como das diversas formas em que se usou, vid. Cancioneiro da Ajuda, Investigantes
(Halle 1904) p . 4 0 3 e 684.
(3) Na Aulegraphia f. v. 92 um personagem diz: eu sempre vott topar em Ronces-
vales; ignoro, por qufi. Conferindo a locusüo com a castelhana ser un Roncesvalles,
imagino todavia que o nome-próprio tem o sentido de lu^ar de batalha, contenda
e iarulko.
(4) Trogos d'ele andam na tradigao oral dos Judeus de Levante. Vid. Cotálog*
Judio-Sspañol N." 2 . O teor do grito é: Atrás, atrás, los franceses.
1 1 0 FILOLOGÍA

Atribuido na redacgáo mais extensa ao arcebispo Turpim, e


ñas mais curtas a ese Roldan paladín, vemo'-lo empregado
por Gril Vicente no Auto da Barca da Gloria. O Arrais do In-
ferno intima o Cardeal, por meio do primeiro hemistiquio, a
virar costas e nSo se chegar ao batel dos anjos (I).
Na AulegrapMa (f. 161°) tem uso igualmente pedestre.
A contÍQuagao

[45] Mas vale morir con honra que deshonrados vivir, ( 2 )

é um lugar-comum heroico de que ha numerosas variantes, e


que fora proverbio antes de entrar neste romance e em outros.
Em Portugal é um dos centoes da Carta I de África. Ahi
aparece transposto para o singular, por assim ser preciso na
economía do verso, com um pé á portuguesa e outro á castelha-
na, nSo sei se por descuido do autor, se por lapso dos copistas:

A gente é peor em dobro,


as vergonhas sao perdidas;
falam das alhoias vidas
e p5e as suas em cobro!
Poneos háo medo á vergonha,
e a mni poneos se lia de ouvir:
mais vale morrer com honra
que deshonrado bívir. (Estr. 7)

(1) Obras, VoL I. 298.—A ligao está deturpada, poís diz vuelta, vuelta á los
Franceses.—No Oriente portugu6s o grito correspondente de Volta, volta! era
naturalmente muito usado. Vid. Barros, Década II. Libro IV, Cap. i .
(2) Na ligao divulgada pelos Cancioneros de romances ha

Más vale morir por buenos que deshonrados vivir,

A que vai no texto pertence aum pliego suelto gótico da Biblioteca Nacional
de Madrid, publicado na ^ « ¿ í 7 / í ! ' ¿ z a IX 2 7 5 . Confer X 2 7 2 (e Milá, Romancerillo,
p. 2 2 9 ) M. V. m. c, h., que tío vivir deshonrada e 303: Más vale morir con honra
que non vevir disfamada.—Num de (Qamora (Pr. 4 2 ) ha qtie no vivir deshonrado.
No Cortesano de Milán (p. 186) lelo Más val á rey buena muerte que mal bevir
desonrado e no Cancionero de Baena, N.° 558, numa cantiga galega de Garci Fe-
rrang de Jerena: Más me valria morrer que vivir mal desonrado.
ROMANCES VELHOS lll

Dos brados de desespero do rei Marsiro (Marsilio) se des-


prendeu o verso
[46] Las voces que iba dando al cielo quieren subir. (1)

Entrou na Carta II de África, onde o autor o aplica ás


próprias mágoas suas de amador ausente, como j á sabemos:
Fujo da coDversaijao,
anoja-me a companhia,
e trago os olhos n o chSo
e mui alta a fantesia.
Desque [me] vou alongando,
que me nao podem ouvir,
las vozes que iva dando (2)
al cielo quieren subir. (Estr. 6 )

As maldigoes que el rei desbaratado prof ere:


[47] Reniego de ti Mahoma y de cuanto hice en ti,

tiveram diversas aplicagSes, e provocaram imitagoes e reme­


dos (3). Sómente o primeiro hemistiquio é citado no Auto por-

(i) Com a assonáncia mudada para á ( / / í j a r ) entrou no romance de Gaiferoi


(Pr. 173) e e m varios outros (Pr. 109, 149, 179).
{2) Aquí a modificagao que me voj dando seria melhor.
(3) No romance fronteirigo do Mestre de Calatrava temoi
Reniego de ti Mahoma y de tu secta malvada,
(Duran H 0 2 ) ; variante de Pr. 889:
Oh mal hubiese Mahoma allá do dicen que estaba.
Confer Juan del Encina, com relajáo ao Rey de Granada
Reniega ya de Mahoma e de su seta malvada.
em um romance do Canc. Mus. (315).
Un remedo lírico principia:
Reniego de ti, amor, y de cuanto te serví.
(Duran 1415, e em redacsáo mais extensa no Ensayo I, p. 502). Além d'isso, ha
frases como renegar como um mouro e blasfemar de Mahoma (Pr, 28) que derivam
dos m e g m o B factos hietóricos.
1 1 2 FILOLOGÍA

tugues da Cena Policiana (1), de Anrique López, impresso em


1587 na collecgao de Alfonso López. A pega termina com uma
chacota cuja letra dizia
Arrenego de ti Mafoma (2);

portuguesa, ao que parece. Se nao derivar directamente do


romance carohngio, talvez derive de uma longa serie de im-
precaQoes que principiando com a quadra
Arrenego de ti, Mafoma,-
e de quantos crem em ti.
Arrenego de quem toma
o alheo pera si!

mudam logo para versos pareados dissonantes, os quaes era


costume empregar QmMaldiQoes,Porqués, Avisos par a guardar,
Nuncas e outras sátiras parecidas. Essa obra de Gregorio Af-
fonso, criado do bispo de Evora (3), influiu numas pragas que o
Arrais do Inferno roga na Barca I de Gil Vicente (4), as quaes
ulteriormente foram ampliadas e sairám avulsas em folhas vo-
lantes. Mas nessas nao ha referencia a Mafoma.

b) Muita voga teve tambem o cantar de Guarinos, almi-


rante de la mar, a ponto tal que ainda hoje anda na tradigSo
oral entre os Judeus de Tánger (5). Do seu enérgico inicio
[48] Mala la vistes (6), Franceses, la caza de Roncesvalles,

sairam dois reflexos.

( 1 ) Cena, no sentido de scena, como na Celestina, ñas continuaí5es eimitafoes


da genial tragicomedia, e tambem nos Autos de Gil Vicente.
(2) Vid. Eschola de Gil Vicente-^. 237. Segundo T. Braga o Auto é de 1539.
(3) Cancioneiro Geral, II, 534, (f. 137=).
(4) Obras,l, 2 4 9 .
(5) Vid. T. Braga, QuestSes p. 2 2 5 - 2 3 7 , e Gil Vicente (ed. 1898) p. 4 3 8
Cat. Jud. Esjb. N.° 2 2 .
(6) Além da ligáo OTa/o/o (empregada no Cortesano de Milán, p. 115
128, 179) ha mala la visteis (Caminha); e com troca do verbo, mala la hubistes ou
mala la hubisteis, mas tambem mal ovisteis, los franceses. Essa alteragüo, nascida
nOMANCES VELHOS 113

Andrade Caminha rematou com ele a estrofe 3." da sua


resposta ao Peregrino Curioso (1).
Jorge Ferreira de Vasconcellos já havia recomendado,
decenios antes, a um escudeiro de fraca veia poética que se
metesse a parafrasear o romance de Guarinos, longe de Por-
tugal:
Hi-vos a Castella... poreis tenda em Medina del Campo, e ganhareis
vosso pao peado (2) em grozar Romances velhos, que sao apasciveis. E por-
Ihe-eis por Utulo: Glosa famosa de un famoso y nuevo autor sobre Mal
ovistes (s¿c\ los franceses, la caza de Roncesvalles (3).

Outro verso do mesmo cantar entrou, modificado, numa


composigao castelhíina de autor portugués: um romanee de
giroes de D, Francisco de Portugal, ao qual terei de recorrer
mais algumas vezes (4). Dirigindo-se ao seu pensamento, que
involuntariamente tomava sempre o caminho da patria, diz
num conceito antitético enfadonho:
Dieron al agua memorias que vos a las llamas dais;
[49] 710 siendo Infante Guarinos pdigrastes en la mar (copla 4).

Ignoro se esta ligao existe, isto é, se o poeta se lembravaim-


perfeitamente da que diz:
cativaron a Guarinos almirante de los mares.

OU se a alterou á sua vontade (5).

por ventura de má interprctaírio de grafías defeituosas, é todavia antiga. N5.0 foi


Cervantes quem a introduziu, pois já se encontra na. Ensaladilla (Est. 7, Ingr. 3 8 ) .
Tambem prevalecen em remedos tardios como o do 1638, aplicada ao sitio de Fuen-
XanCoia. (Zeitschrift II, 586, e Studij di Filología Romanza XV, p. 4 1 ) e o de 1646,
aplicada ao sitio de Lérida (Salva N.° 83).
(1) Pedro de Andrade Caminha, p. 108.
(2) Peado-escassamente (peüdo de pena)? ou seguramente (de f&n-pedicaj?
(3) Eufrosina p. 175.
(4) Divinos y humanos versos, Lisboa, 1652. Romance XVI: Pues que a Portu-
gal partís, pensamiento, preguntad (imitagüo de: Caballero, sia Francia ides).
(5) Confer Cautivaron a Róndales—almirante de la mar, na variante tradicio-
nal de Tánger (Catálogo Judio-Español N.° 2 2 ) .
CULTDKA. 8
114 FILOLOGÍA

c) Outra quadra (ou outro distico) da mesma artificiosa


composigao tem o teor seguinte:
No hay que buscaros dichoso: sabed que os haveis de hallar
[ 5 0 ] en polvaredas de ausencia perdido por Don Beltrán (copla 3).

O facto a que se alude, a perda do paladim D. Beltrao (1)


sem que os companheiros reparassem nela, é narrado em ro-
mances artísticos, impressos tardíamente, no Romancero Ge-
neral. Um, em quintilhas, rimadas cm parte e em parte asso-
nantadas, cheio de conceitos e anacronismos, comega:
Un gallardo paladín aunque invencible, vencido

e acaba:
Y así con la polvareda perdimos a Don Beltrane (2)

Outro, menos arrebicado, comega:


Cuando de Francia partimos, hicimos pleito homenaje
que el que en la guerra muriese en Francia se enterrase.
Y como los españoles prosiguieron el alcance,
con la mucha polvareda perdimos á don Beltrane. (3)

Ambos estáo em relagoes íntimas com um vigoroso roman-


ce velho, muito glosado, contrafeito, posto em música, can-
tado (4), traduzido, e ainda hoje popular em Tras-os-Montes,
(5) sessenta anos depois de Almeida-Garrett haver colhido e

(1) Entenda-se: i¿¡> seu cadáver!


(2) Duran N." 396.
(3) Ib.N.Osg;.
(4) Ha composigoes musicaes de Valderrábano (1547), de Salinas (1577), de
Millan; essa no Cancionero Musical publicado por Barbieri (N.° 344).—Com rela-
gáo á variante Reinalte, por Beltrane, que ha no texto da última, lembro que num
romance tradicional portugufis, o héroe se chama Valdevinos, e que esse é tratado
de compadre de D. Beltrán num texto castelhano. Houve por tanto confusao
entre os tres paladinos.
(5) Uma, de Vinhaes, publicada na Revista Lusitana VIH 76, já entrou no Ro-
manceiro Geral de T. Braga; outra, inédita é de Braganga. As suspeitas de Menén-
dez y Pelayo (Antología XII •¡T^), motivadas pelos retoques evidentes de Almei-
da-Garrett, váo longe demais.
ROMANCES VELHOS ll5

retocado primorosamente uma versao que entao andava nessa


provincia (1). É a que principia
En los campos de Alventosa mataron a D. Bdtran;
nunca lo echaron menos liasta los puertos pasar (Pr. 185*)

OU, sem a introdugao:


Por la matanza va el viejo por la matanza adelante;
[51] los brazos lleva cansados de los muertos rodear\e\ (Pr. 185) (2).

O vocábulo polvareda, nao se encontra em nenhum dos


dois, nem tao pouco ñas derivagoes portuguesas. É todavia
provável que se encontrasse num introito perdido, na ligáo
Con la grande polvareda perderán a Don Beltrane (3)

Assim principia, pelo menos, um romance, contido na co-


media Casamiento en la muerte de Lope de Vega, cujo héroe
é Bernardo del Carpió (4), comedia que nao seria desconhecida
ao discreto autor da Arte de Galantería (5).

(1) Quanto ao cávalo morto, que se ergue e fala, pode ser que o investigador
castelhano tenha razao. Note-se todavia que esse pormenor maravilhoso (freqüente
em contos populares, como o de Fallada}, ocorre igualmente nao só num romance
velho do Cid, mas num tradicional asturiano do Conde Olmas (N." 25) e neutro de
Moriana y Galvan, cantado entre os Judeus de Levante (N.° 62). E note-se tam-
bem, que nos textos trasmontanos logo no principio se fala do cávalo:
Qzdetos, quietos cavaleiros qtie el reí vos manda contar!
falta aqui Valdevinos e o seu cavallo real.
No outro, o cavallo chania-se-/r/«íí/a7- (mero lapso de imprensa por tremedar
tremedalj.
(2) Confer Salva Catálogo N." gg.—Ha um remedo cómico Por la dolencia va
el viejo. Duran 1669 n Ensayo'Ñ.° 585, a f. 102 do Cuaderno descrito. Este foi glo-
sado por Castillejo CLíricos l,-p. 174). O primeiro dístico tambem entrou num
Cliiste de Arguello (Salva N.° 4).
(3) Polveria, polvaria ocoiie num romance dos Judeos de Levante fAntolo-
Sia Xepolvorinho, no mesmo sentido, em versoes trasmontanas do Rfi.1-
mciro ou da Aparición.
(4) Na comedia citada ha a variante: de tanto los rodeare.
(5) Do emprego proverbial d'esse verso ha mais provas. Certo Francisco Go-
doy, ao tratar de estilos literarios, lembra aos que gostam de modos de dizer subli-
mados, crespos e floridos, que «na demasiada elegancia ñcam ás vezes ofuscados os
afectos e a razao, como D. Beltrán etttre la polvareda.-» Ensayo N." 33.'r5. Do
1 1 6 FILOLOGÍA

No Pranto de Maria Parda, a velha devota de Baco, fati-


gada de chorar e gritar, exclama:
Os bracos trago cansados
de carpir estas queixadas,
as orellias engelliadas
de me ouvir tantos brados (1).
NHo creio que Gil Vicente se lembrasse do hemistiquio
sublinhado', nem os demais que empregaram locugoes idénti-
cas ou parecidas; mas como pode haver opiniao oposta, aquí
fica registada a lembranga.

**

Na Égloga (II) Basto de Francisco de Sá de Miranda, o


pastor Gil diz com relagao aos palradores fanfarrees e me-
xeriqueiros da aldeia que contam patranhas:
Crea\_-o'\ o baboso d'aldea
que traz sempre a boca chea
das futías de Dom Beltrane (2).

Gomo T. Braga (3), julguei outr'ora que haveria ahi alusSo a


um romance antigo. Mas nao o encontrando, pregunto, se
Dom Beltrane terá o sentido de ieltrüo, preparado pelo ada-
gio Quem ama Beltrño, ama o seu cao: isto é, de fulano e ci
crano9

XIX

O formoso e delicado cantar de D. Alda (tambem inspi-


rado indirectamente na Chanson de Eoland), boje popular em
Tánger e Salónica (4), pertencia em 1521 ao repertorio da

m^smo modo lia alusao no Diablo Cojudo, Tranco VII: tina polvareda espantosa.,,
que ftié mudio que no s» perdiera el Sol con la grande polvareda como don Beltrán
de los Planetas.
(1) Gil Vicente, III, 368.
(2) Poesías Ed. C. M. de Vasconcellos, N.° 103, 428-430.
(3) Floresta, p. 3ia.
(4) Catálogo Judio-Español, N." 2 1 .
ROMANCES VELHOS 117

ama de leite, introduzida no palco da corte pelo fundador do


teatro portugués. No texto, acolhido em 1550 no Cancionero de
romances, temos
[52] En París está doña Alda la esposa de don Soldán. (Pr. 184) (1),
Na comedia de Eubena note-se, além do traje portugués, a
variante estava (2). Para evitar repetíQÓes transcrevo o tre-
cho relativo ás cantigas e aos cantares que essa figura popu-
lar sabia de c o r , parte no idioma patrio, parte em castelhano.
FBITICBIRA. E que cantigas cantáis?
AMA. A criancinha despida—
Eu me sam dona Giralda—
e tambem Vál-me Lianor—
e De pequeña matáis Amor—
e EM PAEIS ESTAVA DON'ALDA.—
*Dl-me tú, señora, di—(3)
*Vámonos, dijo mi tío.—
e *Llevad-me por el rio—
e tambem Calbiorabi—
e *Llevantéme un dia
lunes de mañana.—
e Muliana, Muliana—
e Ndo venhais, alegria.
E outras multas d'estas taes. (4)

XX

Ao ciclo jogralesco de Melisendra, Galvan e Gaiferos,


parcelas do qual sao tradicionaes ñas Asturias (5), em Tras-
os Montes (6), em Catalunha (7) e entre os Judeus de Levan-

(1) o sonho da garfa ou do agor lembra o do falcao de Krimhilde nos Nibe-


lungen, além dos outros, mencionados na Antología.
(2) Na ligao conservada pelos Judeus temos tambem um imperfeito: En Paris
era doña Alda—la esposica de Roldane.
13) Marco com asterisco os francamente castelhanos.
(4) Vol. II p. 27. O cantar q«e a Ama entoa em seguida é Llevantéme un dia.
Mas, como de costume, só o primeiro verso serve-nos de guia. Guia que ainda
nao levou ao fim desejado.
(5) V. Pidal, N.° 21 e Antología X 66.
(6) Vid. p. 57. Nota 2 .
(7) Milá, Romancerillo Catalán, p. 228 (redacg5.o muito interessante).
1 1 8 FILOLOGÍA

te (1), pertence um dos poneos cantares do repertorio da Ama


que sao romances velhos, É o que diz:
[53] Vamonos, dijo mi Uo (2) a Paris esa ciudad (3)
[54] en figura de romeros, (4) 710 nos conozca GáLvan. (Pr. 172) (5)

Empregado proverbialmente, onde um símplez Vamo'-nos


chegava (6), encontrei-o no Auto do Procurador de Antonio
Prestes, nofimde uma scena entre dois escudeiros amigos, um
dos quaes resolve documentar praticamente a sua gratidao
pelos bons conselhos que o outro Ihe dera a respeito dos seus
projeetos de casamento:

BRAS. Quero ver que me peitais,


que presente me mandáis.
AMBEÓSIO. Vamonos, dixo mi tio,
que cedo tereis pitanza
como duque de BragauQa (p. 124).

O romance é d'aqueles que os capitaes e soldados da In-


dia levavam comsigo na memoria, com mais ou menos fide-
lidade. Atesta-o uma anécdota, pausadamente contada por
Diogo do Gouto. (7) Cuando D. Antonio de Noronha foi,
no ano de 1560, a Surate, o verso inicial e o imediato serviram

(1) Catálogo Judio-Español, N.° 2 7 .


(2) Esse tio é o paladim Roldao (pelo menos em algumas versóes).
(3) É fórmula estereotípica com diversas variantes que tornaremos a encontrar
mais abaixo.
(4) Dos bordones que taes romeiros costumavam levar, ainda terei a dizer duas
palavras.
(5) Quevedo aproveitou este verso no Romance 4 6 da Musa VI: En Ji^ura de
romero —no le conozca Calvan.
(6) AO mesmo fim familiar tende uma citagao no Cortesano de Luis Milán, no
fim da Jornada I (p. 131), onde da boca de Francisco Fenollet sae a quadra im-
provisada:
Amen amen! dixo [mi] tio,
vamonos luego á cenar,
que diez horas ya son dadas,
y es bien irnos acostar,
(7) Dicada VII, l.mo<),ca.f. it.
ROMANCES VELHOS 1 1 9

para ele comunicar, divertida e discretamente, as suas ordens


a um companheiro.
e foi correndo a armada a dar-lhe avisos do que liaviam de fazer.
E perpassando a galeota de D. Jorge de Meneses, cliamando por elle Ihe
disse aquellas palavras do Romance velho:
Vamonos, dixe mi tio a Paris essa ciudad,
dando-a entender que estava assentado passar avante para a fortaleza,
E D. Jorge de Meneses responden com o mesmo romance:
No en trajes de romero porque no os conozca Gálvan,
E mettendo-se com elle na galeota o foi acompanhando ató a sua.>

A variante pode ser adaptagao aos fins do momento, ou


mero lapso de memoria da parte do historiador.

O terceiro acto-da composigao jogralesca:


Asentado está Gaiferos en él palacio real,
asentado al tablero para las tablas jugar (1).
deixou rasto em Portugal, muito mais profundo do que o an-
terior (2). O trecho pitoresco em que o esposo, á procura da
mulher raptada, descreve, com os mesmos tragos épicos do ro-
mance de Julianesa (ou de Moriscote) (3), as canseiras da sua

(1) liía. Ensaladilía (Est. 6 , Ingr. 27) a U?ao é reduzida (Asentado está Gai-
feros—para las tablas jugar), como nos textos tradicionaes. Na memoria de um
Trasmontano inculto o verso transformou-se em
Sentado estava Galfeiro etn taboleiro real (!).
Vid. Revista Lusitana, VIII, p. 74.
(2) Nao posso crer na legitimidade da extensa liíáo publicada por Almeida-
Garrett (II, 261), e repartida em duas metades por T. Braga, que as simplificou um
pouco. Mas de modo algum se deve negar que haja ligoes tradicionaes em Tras-os-
Montes.—Uma muito reduzida e degenerada, já mencionada na Nota supra, mas
ainda assim preciosa, acha-se no Roinancciro trasmontano, do Abbade y Augusto
Tavares (Revista Lusitana, VIII, 74). O héroe chama-se Calfero, a heroina Meli-
sende. Em lugar de Sansueña, desconhecido aos modernos, ha Salselas, isto é o
nome de um lugarejo trasmontano (comarca e concelho de Macedo de Cavaleiros).
(3) 1'" i^^y i^ace los siete anos qué ando por este valle
pues traigo los pies descalzos, las uñas corriendo sangre,
_ f>ues como las carnes, crudas y bebo la roja sanare.
1 2 0 FILOLOGÍA

v i d a de cavaleiro andante, impressionou o povo. Dos versos:


tres años anduve triste por los montes y los valles
[55] comiendo la carne cruda bebiendo la roja sangre (1),
trayendo los pies descalzos, las uñas corriendo sangre,
0 do meio surgiu oportunamente na memoria de Luis de Ca-
moes, quando estava a reti'atar a vida dos guapos e matan-
tes de Goa. Depois dos trechos já transcritos (sob N.° 15 e 37)
continua na Carta I da India:
Informado d'isto veio a esta térra Joao loscano (2) que,
como (3) se acTiava em algum magusto de rufides, verdadeira-
mente que ali era
su comer las carnes crudas su beber la viva sangre (4)
Em muitos outros romances ha repeticáo ou imitagao das
cruas frases (5) que, evidentemente, provém de cantares de
gesta medievaes (6).
( 1 ) Quem utilizar as indicagoes de T. Braga (quer Bejam as da floresta,
p. XXXTV), quer as áa. Poesia Popular Portuguesa, p. 3 8 8 , lembre-se do que eu
disse a respeito de Mis arreos.
(2) Diogo do Couto conhecia esse rufiao. Vid. Década VII, Livro X, cap. 9 .
( 3 ) O sentido é: cada vez que se acbasse.
(4) AS divergencias podem ser, tambem d'esta vez, variantes ou desvíos arbi-
trarios.
' (S) Quanto ao mísero estado dos cavaleiros viandantes
trayendo los pies descalzos, las uñas corriendo sangre,
apontarei, além do esposo cristüo de Moriana (Pr. 121) e o de Julianesa (Pr. 124),
o conde Grimaltos (Pr. 176), o Palmeiro de Mérida (Pr. 195) e o Escudeiro airado,
de um romance (era-ae, talvez relacionado com o de Julianesa) que só se con-
serva no Cancionero Musical N.° 325.—No Gaiferos da tradigüo portuguesa a
fórmula foi mitigada, ;
san^ue vertiam os pes cansados de tanto andar. j
Com lelafao a tormentos de fome e sede, impostes a prisioneiros ou peregri- |
nos, ha mais variantes, ora reforjadas, ora abrandadas. No texto de Garrett lé te: '
o comer de carne crua no sangue a sede matar;
no de Tánger: comiendo la yerba cruda—bebiendo agua de un charcale (61).—Nos
romances de Süvaninha ha carne crua e agua salgada{A^OT. 5 e 6)ou carne salada
e sumo de laranja (A.stur 74, 75, 76).—carne salada e hiél de retama (Pires 1 2 ) —
pan por onza e as,ua de charco (Astur.) —pao por on(a, a^uapor medida (I^eite 30};
assim mesmo em alguns cantares de Gerineldo;—herbas amar^antas e aygua de la
mar salada (Milá p. 249, Conde Claros).
( 6 ) Na Crónica rimada k Pero Mudo, sobrinho do Cid, que declara: Por las
ROMANCES VELHOS 1 2 1

O quarto acto, ligado na redacgáo da Primavera ao ante-


rior (exactamente como na tradugao livre de Garrett) (1),
principia com os brados de Melisendra que, postada numa
janela ou veranda do pago de Galvao, apostrofa o cavaleiro
de armas brancas (2) que passa: '

[56] Caballero, si a Francia ides por Gaiferos preguntad (Pr. 173 p. 238),

scena essa que, representada pelo titereiro maese Pedro, ga-


nhou fama em todas as partes do mundo e talvez se tornasse
conhecida neste reino pelo mesmo processo de dramatizagáo
infantil.
D'esta vez ha glosa e parodia, contrafacgrio ao divino,
mera citagao (no século x v i i ) , e introdugao do verso inicial
num romance de giroes.
A glosa é de Diogo Bernárdes, rival de Luis de Camoes,
pelo menos no género idílico. Encontra-se ñas Flores do
Lima (3), e reproduz o diálogo entre Melisendra (8 versos) e
Gaiferos (2 versos), encurtado do modo seguinte (4):
«Caballero, si a Francia ides por Gaiferos preguntad
y dezidle que su esposa se le embia encomendar.
Dezidle que no m'olvide por los amores d'allá,
que sus justas y torneos, bien los supimos acá.
Dezidle que ya es tiempo de me venir á sacar

crietas de los pies córreme sangre clara (v. 856). Na novela do Abade D . Joáo de
Montemor (prosificaijao de um cantar jogralesco da época de transigáo, na opiniao
de Menéndez Pidal) se fala de hervas e aguas como sustento de Bernardo Martí-
nez (vid. p. XXVI da Introdugao de La Leyenda del Abad D. Juan de Alontema-
yor, Dresden 1903).
(1) Entre os Judeus de Salónica anda na tradigáo oral uma versao que ante-
póe ao diálogo uma introdugao narrativa de quatro versos.
(2) Como numa das numerosas ligoes do romance se especializem as senhas
do marido, nao admira ver que o de Gaiferos fornecesse versos para o das Senhas.
Vid. Pr. 155.
(3) P. 195 da ed. de 1770.
(4) A redacgao que serviu de letra para uma composigao musical de sala
'(Canc, Mus. N.° 323), consta de apenas sete verso?. Comega com um que trans-
forma o inicio em quadra aconsonantada:
Si d'amor pena sentís por mesura y por bondad,
Caballeros, si á Francia is por Gaiferos preguntad.
1 2 2 FILOLOGÍA

d' esta prisión tan esquiva do muero con soledad,


Dezidle que venga presto si biva me quiere hallar
que, si presto no viniere mora me harán tornar.»
«Essas nuevas, mi señora vos misma las podéis dar,
que allá en Francia la bella Gaiferos me suelen llamar».
A glosa, em castelhano puro, em dez vezes dez versos, é das
melhores do género.
A parodia é do já muito nosso conhecido Antonio Prestes,
chocarreiro e dizedor. No Auto dos Cantarinhos, na scena em
que o protagonista anuncia ao criado que, falto de dinheiro,
está resolvido a empenhar uma sala (ou um salo) de sua mu-
lher, recomendando-lhe que como terceiro facilitasse a reali-
zacao do plano, esse procede ao seu modo, proferindo constan-
temente alusoes encobertas, as quaes reveste de ouropeis lite-
rarios, para no fim de contas em presenga da mulher inven-
tar coisas do arco da velha sobre as qualidades fataes do salo.
Primeiro choraminga um cantar velho, contrafeito:
. Áh Pelayo (1) que desmayo
d'um saio, que ha de ir d'aqui!

Depois vem a parodia de Helo h elo, que já figura nesta lista.


Ern seguida, outra de D . Duardos e Florida. Afinal recita o
romance seguinte, nao sem tapar com varios remendos por-
tugueses os rasgóos que, na sua lembranca, havia no paño
castelhano.
Sayo, se aljab ebes ides por dineros perguntade,
dizile que el señor mi amo os vende para jogar.
Dizile que era mas tiempo de oufro, que no de os llevare
y que queda acá la sala muriendo con soledad.
Dizile que, ya que os vende, que traga algo de cenar,
que yo y la su esposa le tenemos voluntad (2).
A dona da sala, especie de Griselda em paciencia e sujéi-
gSo, livra o marido do carcere, trocando com ele os vestidos.
No tribunal conta aos juizes a historia das mulheres de Weins-
berg; e quando resolyem soltá-la e mandam chamar o homem^ j

(1) Na ediíáo de 1871 (p. 439) imprimiiam Apelae oi


(2) P. 443.—Braga juntou esse texto ao romance portugués de Gaiferos {p. 2 2 0
do Romanceiros Geral, 2." ed.)
ROMANCES VELHOS 1 2 3

para tambem ser perdoado, ela entoa versos (bilingües) dé Me-


lisendra:
[57J Dizei-lhe queja é tempo de me venir á sacar
d'esta prisión tan esquiva do muero con soledad (1).

Como se vé, a quadra é idéntica á terceira das que foram


parafraseadas por Diogo Bernárdes, o que leva a supor que
ambos os quinhentistas ccnheceram um e mesmo texto, diver­
so dos representados nos Cancioneros de Romances (2).
Mudado ao divino saiu da boca de uma freirá de nobre as­
cendencia, Sor Micaela Margarida de Sant' Ana (1581-1663),
fundadora do Convento de Carnide, que era filha bastarda do
arquiduque e futuro Emperador Matthias, e fóra educada em
Portugal. Esta, dizem, que repetía hymnos e formava ex-tem-
pore romances e coplas, inspirada pela veia fecunda da pie-
dade. E dizem mais que, poneos momentos antes de expirar,
cantón com voz suave a copla:
Angeles, si al cielo ide[s]
por mi esposo perguntade.
e dizedle que su esposa (3)
se le enbla encomendar.
Mas tal inspiragao nao passa de mera recordagao, pois
concorda em absoluto com o Romance al Esposo Ausente, de
Valdivielso (4), o qual naturalmente continua, remedando o

(1) No Auto (p. 502) nao se diz que os ha de cantar.


(2) Na imitaíáo já citada das Senlias do marido o teor diverge tambem:
que ya me parece tiempo de venirme á libertar
d'esta prisión en que vivo muriendo con soledad.
( 3 ) V. Retratos e Elogios dos Varoes e Donas qtie illustram a NaQ&o Portu­
guesa, Lisboa, 1817 (p. 3 6 2 ) .
(4) Cancionero Espiritual. Entre os meus apontamentos encontró ainda:
Sospiros que al cielo ides pot Dios hombre preguntad

(Padilla); e Angeles si al cielo ides por mi esposo preguntad (Ubeda), sem expli-
cafoes ulteriores.— Com relagao á circunstancia de a mesma poesia ser atribuida
a Ubeda e a Valdivielso, notarei, de passágem, que o caso se dá tambem com a
Serranilla de la zarzuela tüo superiormente restaurada por Menéndez Pidal: Yo
me yva mi madre—a Villa Reale, {Studi Medievali, 1907, p. 197).
1 2 4 FILOLOGÍA

de Gaiferos, e nao tem as fainas lingüísticas que assinalo no


texto.
A mera citacao ocorre num romance (capricho filosófico
moral), em que D. Francisco Manuel de 3Icllo afirma que
quem procurasse a virtude, nao a encontraría na corte hes-
panhola. Alhures a buscade! recomenda em verso, tal qual re-
comendara um velho trovador, que na era de D. Denis pere-
grinava de convento em convento, á busca da verdade.
Perguntad allá en la corte por la virtud, y os dirán (1):
si isa Francia, d cavallero, por Gaiferos perguntad!

Resta-me repetir a quadra inicial do Eomance de giroes


de D. Francisco de Portugal, de que já tirei duas parcelas.
E diz:
Pues que a Portugal partís pensamiento, perguntad
por aquel mudable dueño que amáis más, y olvida más (2).

XXI

Valdovinos, Baldovinos, Baldoínos (3), do francés Baldouins


(4) Baudouin, é, como já indiquei, outro personagem carolin-
gio, de popularidade tal que o seu nome passou a ser apelati-
vo. Repito que valdevinos denomina em Portugal o vagabun-
do ou tunante, geralmente devasso e estroina; talvez por causa
da seraelhanca que vald... tem. com os adjectivos valdio valdei-
ro (de valdo, que se perdeu) e vádio (por vaadio de vagativus)
influido por outro idéntico de origem arábica {baladio de balad
báled) (5). Nomen omen.
A grande popularidade d'este par e paladino, no qual se

(1) Cithara de Euterpe, Romance XXII (vol. 11, p. 97 das Obras métricas).
( 2 ) Divinos y hiunanos versos,-f. "¡i^.
(3) Luis Milán emprega esta forma arcaica no seu Cortesano, p. 169.
(4) A respeito de nomes-próprios em -s, viudos de Franga, como Carlos, Rei-
naldos, Oliveros, freqüentes em gestas, novelas, romances, veja-se Antolo-
XII, 3 9 1 .
(5) Esta etimología, proposta por Gongalvez Viana, foi aplaudida por Cornu.
ROMANCES VELHOS 125

fundiram dois nobres diversos das Gestas francesas, um dos


quaes era sobrinho do emperador e irmao de Roldao, provém,
no meu entender, nao dos poucos romances soltos que se can-
tavam a principio do século xvi, mas antes de um extenso
poema jogralesco, um pouco posterior, muito propagado entre
o vulgo e ainda oje reimpresso, em que o cegó da Ilha da
Madeira narra a dramática historia de Valdovinos, amigo ou
marido de uma infanta paga. Sibila, Sebila, de nome, viuva
de um rei de Alemanha (Saxónia Sansueña), transformada na
península em infanta moura (I). Falarei d'esse opúsculo no
parágrafo imediato.
Vejamos primeiro Ó único d'esses romances que deixou T E -
nues rastos literarios neste pais. E o que comega
Tan claro hacia la luna como el sol á medio dia (2)
cuando sale Valdovinos de los caños de Sevilla (3).

( 1 ) Sevilha em alguns romances castelhanos por confusS.o com o nome geo-


gráfico. Em outros, e no livrinho de cordel, ela conserva o nome de Sebila.
(2) Este principio de romance provém de um cantar diverso, novelesco: o do
Conde d'Alemanha:
Atan alta va la luna como el sol á mediodía
cuando el buen conde alemán ya con la reina dormía. (Pr. 170).
A lis5o comum em Portugal
yá o sol nasce na serra já lá vem o claro día,
inda o Conde de Alemanha com a rainha dormía,
parece preferivel.—A outra encabeza romances diferentes de Tras-os-Montes, com
mais ou menos propiedade. P. ex. uma Oragdo do Dia do Juizo (Leite N.° 2 3 ) ,
e a Historia vulgar da freirá que, antes de entrar no convento, se despede do »eu
jardim, imitando a Flérida de D. Duardos:
' Alta vae a lúa, alta mais que o sol ao meio dia
Revista Lusitana, VIII, p. 78. O verdadeiro principio do romance de Valdovinos
conforme se encontra num manuscrito de meados do século xvi é: Por los caños
de Cartnona por do va el agua a Sevilha, como terei de repetir sob N.° 109.—Vid.
Bonilla y San Martín, Anales p. 31 e confer Ensayo N.° 3619.
Tan clara hacia la luna como el sol a mediodía.
( 3 ) NSo é esse nome, mas sim o de Caños de Carmona, que é costume dar ao
aqueducto que d'essa atalaya de Andahizia conduz agua a Sevilha.—O texto da
Primavera, incompleto e remodelado, nao é o primitivo. Esse encontra-se no já
. citado Manuscrito (F. 18 da BibL Nac. de Madrid), explorado pelo douto e agudo
autor do» Anales.
1 2 6 FILOLOGÍA

A moura (ou morica garrida), com a qual o Franco vivera


sete anos, e que fóra ao seu encontró, ouve-o suspirar, e in-
terpela-o resolutamente:
[ 5 8 ] Sospirastes Valdovinos, amigo que yo más quería (1).
O vos habéis miedo á moros ó adamades otra amiga (2).

E esse suspiro, tornado proverbial, é lembrado na Ulysipo na


frase: Buspirem emhora, como Valdevinos (f. 215). Como o ro-
mance fosse posto em música por Luis Milán (3) e entrasse no
livro que dedicou ao rei de Portugal, é de supór que se can-
tasse com frequencia na corte e voasse ñas asas do bel-canto
dos pagos ás rúas, e da capital ás aldeias (4).

XXII

O livro de cordel, por meio do qual se conservou viva a


memoria de Valdevinos, o a'mador arrependido da moura
paga Sibila, é um Auto, chamado ás vézes de Valdevinos (5),

(1) Considero como original a linda variante/« cosa{ou ¡as cousas) que más
quería. É um lugar-comum poético que já era familiar aos trovadores galaíco-por-
tugueses na forma a rem do mundo que eu mais quería, a rem do mundo que eu
mais amava, e foi repetido em diversos romances, p. ex. em En Castilla está un
castillo (Pr. 179). Nos mais modernos, transformou-se em la prenda que más que-
ría. Vid. Duran, 304, Triste estaba el caballero; e n e s textos asturianos La Cay arda,
eZ». Alda, {Antolo^iaX, 112 e 123).
(2) O verso que ocorre na variante
O tenéis miedo á los moros ó en l^rancia tenéis amiga

tambem foi muito imitado. Como todavia ha paralelos em outros romances, nao
menos antigos, como no de Rosaílorida (O tenedes mal de amores—o estáis loca
sandia), n5o é possivel determinar, qual d'eles serviu de padrao.
(3) Vid. Salva, Cató/ígtf N,° 2528.— Como é costume nos antigos Livros de
Música, apenas se transcrevem fragmentos do texto.
(4) Da sua popularidade em Hespanha ha numerosos testemunhos. Lembro-me
de quatro citasoes no Cortesano do próprio Milán (p. 143, 169, 176, 247); de uma
na Picara Justina II 2; e mais outra num contó picaresco do Alivio de Caminantes
de Timoneda (LXI).
(5) No Folheto de ambas Lisboas de 1130 ha referencias ao Auto de Valdevinos.
ROMANCES VELHOS 127

mas em geral do Marqués de Mantua, ou mais pomposa­


mente Tragedia do Márquez de Mantua e do Imperador Car-
loto (sic) Magno, a qual tracta como o Márquez de Mantua, an­
dando perdido na cacada, achou a Valdevinos, ferido de morte;
e da Justina que por sua morte foi feita a D. Carlota, filho do
Imperador (1). O autor, cujo nome é suprimido em algumas
edigoes, chamava-se Baltasar Diaz; era natural da Ilha da
Madeira e cegó, mas de incontestável talento. Durante muito
tempo julgou-se que a sua actividade poética abrangéra os
anos 1578 a 1612 (2). Mas essas datas sao falsas. JCÁ antes de
1537 esse jogral do povo havia composto, submetido á aprova-
9 ^ 0 oficial, e publicado varias obras em prosa e verso, que
tanto agradaram que sem licenca eram reproduzidas. E por
ser homem pobre e nao ter outra industria pera viver, por
causa do carecimento de sua vista corporal, sendo vender as
ditas obras, fez um requerimento que el rei deferiu, outor-
gando-lhe um alvará de privilegio, a 20 de fevereiro (3).
Como dos seus Autos e das suas Trovas nao sobreviveram edi-
goes quinhentístas (4), ignoramos por completo a cronología d'
essas publicagóes (6). Sabemos comtudo por um trecho da
Aulegraphia (cujo autor já nao vivía em 1563) que o Auto do
Marqués de Mantua, era representado (e nSo por títeres),
pois ahi se fala de uma pessoa que
lee pelo Conde Partinuplés, sabe de cor as trovas de Maria

(1) P. ex. na edisSo de Evora i 6 8 6 , e na do Porto, 1885.


(2) Baseando-se no que T. Braga dissera em 1897 na Floresta de varios Ro­
mances, é que Menéndez y Pelayo introduziu essas datas erróneas na Antología
XII, 396.
(3) Foi impresso em 1882 na. Historia da Typographia Portuguesa nos sécu­
los XVI e xvu de Deslandes (VoL II, p. 3 ) . Confer N.° XXXIII.
(4) A concluir do número elevado das edigOes posteriores, isso é devido á
grande extracgáo que tiveram e ao tamanho diminuto e papel inferior das folhas
volantes. Ainda tornarei a falar de Baltasar Diaz.
(5) A bibliografia mais completa encontra-se na obra tantas vezes citada de
T. Braga, Eschola de Gil Vicente, p. 132 ss. Mas nao é definitiva. Em 1548 Baltasar
escreveu Trovas á Morte de D. JoiXo de Castro. Na livraria do Conde de Sabu-
gosa ha uma edifSo do Auto da Paixao de 1592. A mais antiga impressao da Tra­
gedia que subsiste é de 1665. (Eu possuo uma de Evora 1686.)
1 2 8 FILOLOGÍA

Parda, e entra porfegura no auto doMarqués de Mántua{t. 12).


Nao ha pois dúvida possíveL
Baltasar Diaz nao recorreu a originaes franceses. Inspi-
rou-se nos tres extensos romances castelhanos que narram
aquela poética historia, sabida de los niños, no ignorada de los
mozos, celebrada y aun creída de los viejos, y con todo esto no
mas verdadera que los milagros de Mahoma (1). Foi portanto
um humilde predecessor de Lope de Vega, e como ele incrus-
tou na sua obra, com pouca ou nenhuma alteragao, nume-
rosos versos d'essas cantilenas jogralescas (2) que hacen
llorar los niños y á las mujeres.
D a extensa trilogía que feiamente comega:
De Mantua salió ét marques danés ürgel él leal (Pr. 165)

ha todavia um só verso épico que entrou em circulagao e sus-


citen variantes e imitagoes. É o que se refere ás feridas:
[59] Veinte y dos heridas tengo que cada una es mortal.

No romance centónico de D. Francisco de Portugal figura na


copla 6,'^ Mas o segundo octonario lá diz la mas pequeña
mortal (3).
Como a morte patética de Baldovinos se confundisse na
memoria do povo com a do paladino D. Beltrao, as vinte e

(1) Don Quixote II, c. 38.


(2) Parece que sao obra de Jerónimo Tremiño (Treviño ou Temiño) de Cala-
tayud, e foram compostas no primeiro ter?o do século XVI. Fernando Colón com-
prou um exemplar a 19 de Novembro de 1524 (Vid. Re¡istrum,'íi.° 4043). Os
principios e finaes correspondem aos que constam da Pritiíavera^.os. 165, 166^
167. Só no último dos tres romances íaltava a fórmula inicial:

En el nombre de Jesús que todo el mundo ha formado


y de la Virgen su madre que de niño lo ha criado.

A indicafSo de nuroo añadido dos Pliegos stteltos de Burgos.. 1562 e 1563, relativa
ao romance III, talvez se possa explicar como repetisao literal de impressoes an-
teriores a 1524.
(3) Vallantes das imitagoes: todas de píortal herida todas el cuerpo le pasaw

todas tres de homem mortal a qual será mais mortal.


ADVERTENCIA
Por error de ajuste se han repelido las páginas 112 ú 128 y la signaüira del
pliego H. La premura del liempo no consienle componerlo y tirarlo de nuevo,
mucho más residiendo la autora fuera de España. Téngase presente, para los
efectos de cita, ya que la errata no llene oirás consecuencias, y añádase á los folios
la palabra <^bis».
ROMANCES VELHOS 113

duas feridas do primeiro baralharam-se naturalmente com as


duas ou tres do outro, tao dcscomunaes que
por uma Ihe entra o sol, por outra entra o luar,
pela mais pequeña d'elas entrava a aguia real (1)
com suas asas abertas e sem as ensanguentar (2).
E essas senhas passaram a poetizar diversos outros desgra-
gados, mortos á traigao (3), transformadas de langadas, em es-
tocadas, punhaladas, tacadas. Entre duas e veinte e tres. Mui-
ta vez o poeta vulgar prefere o fatídico número sete. Ha mes-
mo uma infeliz, D. Inés de Castro, que se enfileira neste grupo.

Ñas lastimosas queixas do Franco, extendido na floresta,


ha comtudo um verso lírico que nao mais se extinguiu. Suspi-
rando com saudades da amada, Valdovinos pregunta:
Donde estás que no te veo que no te pena mi mal?
ou, no teor da variante propagada por Cervantes:
[ 6 0 ] Donde estás que no te veo que no te duele mi mal?
Esta última entrou no romance de D. Francisco (quadra 5.^),
Suprimo a demonstragao de como ambas as ligoes, e mais
outra que diz
Donde estás que no te veo? qu' es de ti, esperanza mía?
se repetem em diversas composigoes líricas, algumas das
quaes perduram na tradigao oral. Mas nao suprimo a pregun-
ta, se nao existiriam no Cancioneiro Popular, antes de sur-
girem no romance jogralesco de Tremiño (4)?

( 1 ) Variante: um gaviáo a voar.


(2) Vid. Revista Lusitana II 81 e 213; VIII 77; Catálogo Judio-Español,
N.° IZ4; Archipélago Aforiano, N." 91 e 298; Leite de Vasconcellos, N.° 2 .
(3) Vid. Antología X 318 e XII 323 (Duque de Gandía; ib. 339, D. Alonso de
Aguilar).
(4) Vid. C. M. de Vasconcellos em Zeitschrift VII, 419; e Pedro de Andrade
Caminha, p. 32 (Números 254 e 457). Aos exemplos que lá dei, tenho ds juntar
uma citasao de Quevedo, Musa VI, Romance 4 6 .
CULTUEi. 8
1 1 4 FILOLOGÍA

X X M

A infanta Sybilla, Sibila ou Sevilla (donzela de sangre real


ou quási real), ainda figura em outro romance: o de Calaí-
nos, o mouro gigantesco que parece tirado de um livro de ca-
valarias. Namorado d'ela, promete-lhe as cabegas de tres pa-
res de Fran9a, vai a París desaflá-los; leva o melhor de Val-
dovinos, a quem trata de pagem e francesico, mas é vencido e
morto por Roldao. O romance jogralesco:
[61] Ya cabalga Calaínos á la sombra de una oliva (Pr. 193),
um tanto prolixo e cheio de anacronismos, mas interessante,
nao era inteiramente desconhecido em Portugal (1).
Na Ulysipo (f. 253) alude-se ao verso (31.°)
[62] Calaínos soy, señora, Calaínos el de Arabia
na locugáo:
Ora vos digo que vos e Calaínos he Arabía fizéreís vida estremada.
Vida de faganhas cavalheirescas, pensó eu, e talvez tambem
de servidor destemido.
O gracioso Sancho de uma das comedias de Luis de Ca-
moes, serve-se do principio do cantar, para evitar a frase pe-
destre: já vou; bem se vé, depois de seu amo Ihe haver orde-
nado: ora ensilla! (em lugar de vai-te embora!). E Sancho saiy
bolindo com a almofaga, como se estivesse estregando uma
cavalgadura (2). Se cantarolava a melodía fixada por Valde-
rrábano, é pormenor que nao se indica (3).

(1) Nao se comprende, por que razoes foi prohibido n o Index Expurgatorio d e
1624 (p. 174 O Romance do Moro Calaynos y de la Infanta Sybilla).
(2) A indicaíao scénica continua expondo que o príncipe acordou com esse
ruido. Havemos de supor portanto que o palco era bipartido: de u m l a d o o q u a r t o
do príncipe no pago del rei Seleuco; d o o u t r o , o do m é d i c o .
( 3 ) Rei Seleuco, Scena IX.
ROMANCES VELHOS Í15

Ao mesmo romance que, após trinta versos em -ía, passa


para a assonáncia -áa, pertence a frase
[63] Por amor de vos, señora, passé yo la mar salada,

embora na r e d a c 9 á o dos Cancioneros, em vez de señora esteja


o nome Sevilla. Com essa, remata uma estrofe da Carta II
de Africa,em que o autor se refere á causa de sua expatriagao:
Crede-me quanto mais falo,
pois vos falo como amigo;
e crede que o que calo
é muito mais que o que digo.
Ando com [a] alma cansada
suspirando cada hora:
por él tu amor, señora (1)
passé yo la mar salada (Estr. 11).

Além d' isso serviu de letra a uma d'essas devisas significati-


vas que os mancebos quinlientistas desenbavam ñas suas car-
tas de amor, e que as raparigas do povo ainda hoje bordam
nos lengos com que mimoseiam os conversados. Na Eufrosina,
na scena em que Carióphilo ensina a Zelotypo como é que se
forgicam as taes cartinhas, lemos o seguinte:
Comeijay por palavras melgas, graves, e de crédito, poucas e certas...
nao seria muito mao por-lhe copra no cabo, com alguns gatimanbos que
declarem vossa ten(;ao, convém a saber coraQüo asetado, ou ñas unhas de
um leáo... com hüa letra que diga

por amor de vos, señora, passé yo la mar salada (2).


Verdade é que havia versos análogos em outros romances,

( 1 ) Na impressS.0 de Juromenha o vocábulo aparece deturpado {sen ti ora por


sen/tora).
(2) Como as duas citas concordara, é provavel que essa variante existisse.—
O parceiro replica, preguntando: Sangrastes vos Já bostella? ou feristes dedo, poi
escrever com sangue? que he caso de grande piedade; e sefia o introito:

Cora[&o de carne crua


ví-lo teu amor aqui!

A frase é principio de uraa trova (parodia), empregada por Luis de CamSes nos
Amphitriües (I. 6 . ) numa conversa que igualmente se passa entre dois mancebos.
1 1 6 FILOLOGÍA

p. ex, num de Tristan (1) e neutro de Reinaldos de Montal-


bán (2), mas esses discordam mais (3).

XXIV

Montesinos, o desditoso mas galhardo Francés, o da fami-


gerada Cueva, cantado em varios romances jogralescos que
inspiraram a Cervantes um dos melhores episodios da sua
obra-prima (4), surgiu na fantasía do autor seisceníista do
Romance centónico, postado naquela maravilhosa montanha,
do alto da qual o Conde G-rimaltos, seu tío e companheiro,
Ihe mostrava, com saudade vingativa, a capital da Franga, e
ao mesmo tempo os nossos lindos suburbios .S. Joao da Foz e
Vilanova de Gala, exclamando:
[64] Cata-Francia, Montesinos, cata Paris la ciudad; ^
cata las aguas del Duero do van a dar en la mar. (Pr. 176.)
Na segunda quadra, D. Francisco de Portugal, conti-
nuando a falar ao seu pensamento, diz, nao sei com que
fim oculto:
No lamentéis que sois mío porque sin duda os dirá:
Cata Francia, pensamiento, cata París la ciudad,
scena que já fóra antecípada em 1519, no México, por Fer-
nSo Cortés e um seu companheiro, conforme nos foi contado
outro día nesta Eevista (5).

(j) Que por ver os, mi señora, pasé yo la mar salada.


A este, perdido, se referia Luis Milán no Cortesano (p. 314), pois dissera pouco
antes (p. 313): o no sois mi Don Tristan gue pasó la mar salada?
(2) Por tus amores, señora vine de allende la mar. (Pr. 188).
(3) Ainda ha outros paralelos p. ex. no romance de Laniarote (Pr. 147); no do
Palmeiro 175; no do Conde Nilo (Astur.N." 2 5 ) .
(4) Don Quixote n, c. 22 e 34.
(5) C U L T U R A I , p. 73.
ROMANCES VELHOS 1 1 7

No terceiro acto, que se ocupa do desafio de Montesinos a


Oliveros, por amores de Aliarda,
En las salas de Paris en un Palacio sagrado (Pr. 177) (1),

ha o verso
[65] Los ojos puestos en el cielo juramento iba echando,
que foi empregado na Carta 11 de África como remate de es-
trofa (2).
Cuido no que é já passado
e no que está por passar;
porém nunca o meu cuidado
se muda d'um só lugar.
Quando em mim torno, cuidando
que de mi mesmo me velo,
los ojos puestos nel cielo,
juramento iba echando (Estr. 8 ) .

XXV

Intimamente ligados aos romances de D . Beltrao, Valdevi-


nos, Montesinos e os demais héroes de Roncesvales, estao os de
um personagem de pura fantasía: Durandarte, personificacao
curiosa da espada de Roldao, de nome Durendarte Durindarte
de Durendat (3), Durandat (Durandal),
Nos romances (4), ele aparece ferido mortalmente. Mon-

( 1 ) Ensaladilla, Est. 6, Ingr, 26.


(2) Estropeado, bem se vé (Jurando iva hechando).
(3) Na Gran Conquista de Ultramar fl, cap. 95 e 151), conta-se que a espada
Durendarte foi forjada em Toledo por Galán, o bom forjador (Wieland, der
Schmied). Da posse do rei de Zaragoza (Abrahus, Ib. II, cap. 43; Bramante na Cró-
nica General, cap. 597 e 598)passou ás máos de Carlos Magao(Maines oa Mainetej;
quando este defendía Toledo, por instigagáo de Galiana-Sevilha, filha do rei (Ga-
lafre) d'essa cidade. Ñas Gestas francesas é sempre espada de Roldáo. Confer Gil
Vicente, II, 416: o precioso tergado—que foi no campo tomado—depois de morto
Roldao.
(4) Ignora-se quem realizou essa personificaíSo, para a qual deram pé fórmu-
las como Durandarte, espada nunca vencida {Primavera, 181). Na Normandia, o
povo chama Durandal Durandat a um homem duro e sem tntranhas.
1 1 8 FILOLOGÍA

tesinos assiste ao seu fim, no alto dos Pirineos, ao pé de uma


verde faia, exactamente como o Marqués de Mantua assistiu
ao último suspiro de Valdevinos. E recebe do seu companhei­
ro de armas o encargo patético de levar o seu coragáo á sem-
ventura Belerma. Por este acto foi proclamado flor y espejo de
los caballeros enamorados y valientes de su tiempo ( 1 ) , gloria
que, como se sabe, vale muito em Portugal. NSo admira por­
tanto, que tambem o seu nome se tornasse proverbial, desig­
nando o amante fiel e mártir do amor mais verdadeiro.
Antonio Prestes gostava muito do tipo. No Auto do Procu­
rador, certo Narciso é apellidado treslado de Durandarte,
traduzido ao natural (2). No da Ave-Maria um personagem
alegórico diz a outro: Seréis vos meu Durandarte (3); nao
comprendo com que fim. No dos Dois irmáos, ha outra alusao
mais escura: pois entrado Durandarte é por seu bem (4). No
dos Cantarinhos, uma moga é tratada de dómela Durandar­
te (5).
D. Francisco de Portugal comparou-se a si próprio em
certa situagao dolorosa, a dois héroes:
por lo monte, Montesinos,
Durandarte por lo más (6).

**

O cantar em que Belerma se queixa de abandono e é acu­


sada de preferir a Gaiferos
[66] Durandarte, Durandarte, buen caballero probado CPr.lSO) (7)

foi levado ao Oriente por capitaes e soldados lusitanos.

(1) Don Quixote, H, cap. 2 2 .


(2) Autos, p. 135.
(3) Ib., p . 4 8 .
(4) Ib., p. 2 7 1 .
(5) Ib., p. 453-
(6) Prisdes e Solturas, p. 25.
(7) Faz parte da Ensaladilla (Est. 3 , Ingr. 11); foi glosado por Soria e outros
(Canc. Rennert, 162; Canc. General, N.° 465); posto em música (Canc. Musical,
N.° 343) e citado numerosas vezes, p. ei. no Cortesano (p. 113, 115, 123, 336, 337).
ROMANCES VELHOS 1 1 9

Numa questao violenta que houve em 1558 sobre a capi­


tanía de Malaca, entre Antonio Pereira Brandao e Duarte
Dega, o primeiro, julgando-se vesado e vilipendiado pelo úl­
timo, homem sem entranhas que praticava acgoes indignas
de ánimo cristao, conservando p. ex. preso o rei de Ternate,
sem motivo razoavel,
de magoado Ihe contrafez aquelle Romance velho de Durandarte em
Dom Duarte \dom Duartel mal cavalhero (sic) provado (1).

**

No soliloquio do malferido, que antes de expirar perora


Oh Belerma, oh Belerma por mi mal fuiste engendrada (Rr. 181),

OU antes no trogo em que Durandarte se dirige a seu primo:


Montesinos, Montesinos mal me aqueja esta lanzada,

ha um verso impressionante na sua singeleza.


[67] Ojos que nos vieron ir nunca nos verán en Francia.

Este entrou na Eufrosina (2), modificado segundo as exigen­


cias do ensejo. Na longa discussao sobre a arte de namorar,
de q u e j a citei mais de um passo, o Senhor Carióphilo, ten-
do exposto 03 seus estratagemas, ajunta com respeito á dama
cobigada
nao vos ha-de sentir, salvo quando Ihe levantardes a bandeira no
muro; porque, se VOH entendem d'antemao, escandalizam-se e levantam-
se, como pássaras de tela (3), donde ojos que las vieron ir, etc. (4).

Antes d'elC; outros dois poetas já haviam utilizado o dita-


do lirico, nacionalizando-o.
De Crisfal, o namorado infeliz do D."^ Maria Brandao,

( 1 ) Década VII, Libro Vil, Cap. 3 (p. 368).


(2) Acto III, Scena II, p. 184.
(3) Te/a é uma armadilha de tres lafos, de prender perdigotos.
(4) Em citafoes de proverbios, os autores seguiam o costume (desagradável
para todos nos) de indicar apenas as primeiras palavras, exactamente como em
cantigas e romances que serviam de intermezzos musicaes.
1 2 0 ' FILOLOGÍA

aquela que de aaudosa deixava cair o fuso (1), como ele nos
conta no suavíssimo idilio serranil
Antre Sintra a mui prezada e a serra de Ribatejo (2)
ha, ho meio das obras miadas que se publicaram em seu no-
me ( 3 ) , uma cantiga sobre esse tema. E diz
Quem me vos levou, senhora,
tao longas térras morar?
Olhos que vos virom Mr
nunca vos ver&o tornar. (4)

De Duarte Brito, um dos melhores trovadores do Can-

(1) Na estrofe 41 da mui nomeada e agradavel R%loga chamada Cris/al, Chris-


tóvatu Falcáo, introduz
uma serrana queixosa,
(cercada de umas cordeiras,
sendo cordeira fermosa)
como ali teem por uso
em uma roca fiando;
mas como que ia cuidosa,
cahia-se-lhe o fuso
da máo de quando em quando

Citei o trecho, para juntar a observajao que D. Francisco Manuel de Mello o re-
lacionou, por defeito de memoria, com outro escritor portugués. No N.° 234 das
Cartas Familiares diz: cuido gue vos chamáis D. Simao gue fazia cahir o fuzo á
outra que cuidava nelle, segundo afirma o Auto de Antonio Prestes, meu amigo. E
juntarei além d'isso que, aplicado ao sexo forte, a mesma ideia tem a forma: dei-
xar cahir (respectivamente fazer cahir) a pena da mao.
(2) O verso sugere-me a ideia de lembrar ao eminente autor da Serranilla de
la Zarzuela os artigos em que tratei de Yo me iba la mi madre, A Santa Maria
del Pino e de Menga la delBustar. Vid. Revista Lusitana III, 3 4 7 - 3 6 2 e Kritischer
Jahresberiht IV-2-218.
(3) Nao podendo tratar aqui das dúvidas que a respeito da atr¡bui?ao d'essas
obras miudas se tem levantado, remeto o leitor á ediíSo de Epifánio Diaz (Re-
vista Lusitana I V - 1 4 2 1 7 9 ) , e a Kritischer Jahresbericht IV-214-219.
(4) As voltas que seguem (tanto na ed. de T. Braga, Obras de Christóvam Fal-
cáo, 1871, p. 18, como na de Ep. Diaz 1. c. p. 147) talvez nSo estejam no seu lugar;
e pertenfam ao Mote 3¿ dos Olhos quebrados. Chamo a atengao para um Vilan-
cete de Gil Vicente III 299, que é semelbante, pois diz:
Vanse mis amores, madre,
luengas tierras van morar!
Quién me los hará tornar?
ROMANCES VELHOS 1 2 1

cioneiro Geral, tambem existem umas trovas de despedida,


em cujo Fim se repete o mesmo conceito.

E assi será meu mal


d'este bem galardoado,
e aqui será acabado
meu tormento desigual.
.E aqui donde partir,
partindo com gram pesar,
Olhos que me viram ir
nunca me verño tornar. ( 1 )

No século x v n ainda nao caira em olvido. O autor dos Ra-


tos da Inquisigáo aplicou-o a um d'esses immundos animalejos,
porque soubera escapulir-se destrámente, depois de engulido
inteiro por um gato.

Antes de o gato o sentir,


ojos que lo vieron ir
no lo verán más en Francia. (2) (Cap. IV, estr. 9)

Mesmo hoje continua v i v o , pois entrou {por nefas e deturpado)


num romance abreviado de Gaiferos que cantam em Tras-os
Montes (3).
Falemos das Glosas.
U m a castelhana, de Oh Belerma, é atribuida a Bernardim
Ribeiro (4), desde que em 1852 as suas obras {Menina e Moga-

(1) Vol. I , p . 3 6 6 ( 1 . 4 7 ^ ) , j
(2) o verso no le verán mas en Francia repete-se em outro romance de D u - I
randarte: Muerto yace Durandarte. {Anales p. 3 0 . )
(3) Comeíando, como já contei,
Sentado estaba Galfeiro em taboleiro real,
o romance (introduzido talvez modernamente) termina:
Pegáralhe pela m&o pusera-a no cavalgar.
Olha (sic) que a vedes ir ndo-na veréis cá voltar.
(Revista Lusitana VIII, p. 74).—Em Hespanlia a fórmula tambem se havia tornado
provervial. Pelo menos é das que Cáncer meteu no seu Or/eo. Vid. Zeitschrift
XXIII, 6 9 .
(4) P. ex. pelo historiador da literatura nacional, desde que publicou a Floresta
(p, XXXVI) até á nova edigSo do seu estudo sobre Bernardim Ribeiro e o Buco-
lismo (1897, p. 9 0 ) . Mas tambem por García Pérez, no Catalogo Ratonado, p. 4 9 3 . j
1 2 2 FILOLOGÍA

Églogas—Poesías avulsas) foram reeditadas por Méndes Leal


e F. J . Pinheiro (1). Estes, juntaram aos textos conhecidos,
portugueses, tres composigoes castelhanas, pelo motivo de
elas andarem num mesmo Pliego Suelto gótico, juntamente
com a linda Égloga III de Silvestre e Amador (2). ;
Esta razáo exterior é insuficiente. J á demonstrei (3) que]
uma d'elas, a glosa de Justa fue mi perdición, é de Boscan (4);
outra é um soneto de Garcilaso (para o qual ha música de Pi-
sador) (5), o que torna quasi certa a suposigao de a terceira
ser tambem obra alheia.—As doze insulsas décimas de que
consta (6), nao dao direito portanto ao portuguesíssimo Ber-
nardim B,ibeiro a u m lugar no Catalogo Razonado de Autores
Portugueses que escribieron en castellano (7). O suave autor de
Ao longo de uma ribeira. Pola ribeira de um rio e Pensando-
vos estou, filha, nunca se serviu de outro idioma que nao fosse
o patrio; nem mesmo quando a l e g a v a versos castelhanos, pois
tinha o cuidado de os traduzir, como se verá sob N.° 71. • ^

(1) Bibliotheca Portuguesa, Lisboa, 1852, p. 315 e 356.


(2) Num, ou por ventura em diversos. O que conhef o (Lisboa, Bibl. Nacional,
Reservados, 1 2 6 ) , n a o tem data. O que 0 3 reeditores das Obras utiliiaram, tinha,
dizem, a data 1536. O titulo é idéntico em ambos: Trovas de dous pastores s. Sil-
vestre e Amador: Feitaspor Bernaldim Ribeiro. Novamente emprimidas, com outros
dois romances com suas grosas que dizem «O BelermaVf e «yusta fue mi perdición'»
e <íPassando el mar Leandrol>.
(3) Vid. Circulo Camoniano I, p. 2 9 .
(4) Claro está que o tema fuina quintilha) nSo merece o título de romance,
nem t5o pouco a Glosa (cinco décimas).
(5) Vid. Kritischer Jahresbericht I, p. 589.
(6) A glosa principia Cuando está con la razón. É diversa portanto das de
Bartolomé de Santiago (Con mi mal no soy pagado; vid. Duran Catálogo N.° 8 9 ) ,
Marquina {En los tiempos que en la Francia; vid. Ensayo, N.° 3874J; Alberto G ó -
mez {Oyendo como salieron. Salva N.° 6 0 e 8 4 ) , e tambem da anónima em dispara-
tes (El Conde Partinuplés, vid. Ensayo N.° 757). De contrahechuras, como a de
Bemardino de Ayala. O Borgoña, o Borgoña, nao me ocupo agora..
(7) García Pérez incorporou-o no seu Catálogo, p. 4 9 3 .
ROMANCES VELHOS 123

Outra glosa, tambem castelhana, mas essa do romance Du-


randarte Durandarte, talvez seja realmente obra de um poeta
portugués. Faz parte do Cancionero publicado por Hugo
Rennert, onde é atribuido a um autor designado pela alcunha
de M grande Africano. Principia El pensamiento penado e
consta de seis décimas, relativas ás queixas de Belerma, e
mais duas com a resposta lacónica de Durandarte (1).
Já em outra parte expliquei a quem competía, na minha,
opiniao, esse honroso titulo: o afamado D . Joao de Meneses,
cujos feitos militares, praticados de 1490 a 1514 em Aljezur,
Arzila, Alcacer-Quebir, Azamor, foram enaltecidos pelos
cronistas de D. Joáo II e D. Manuel (2), e cujos ditos foram
acolhidos em Memorias e Misceláneas manuscritas (3). As
suas poesías andam no Cancioneiro Geral de García de Re-
sende, mas tambem em outros castelhanos, impressos (4) e iné-
ditos (5), serviram de motes e de centoes a diversos quinhen-
tistas, e foram gabados entusiásticamente por Sá de Miran-|
da, Ferreira de Vasconcellos, Joao de Barros e Bernardim'
Ribeiro (6).
O tema, hábilmente abreviado, como era praxe em para-
frases, oferece algumas variantes.
«Durandarte, Durandarte, buen caballero esfor(;ado,
yo te ruego que hablemos en'aquel tiempo pasado
quando yo era tu amiga y tú, señor, mi enamorado,
quando en galas y ynbencjiones publicabas tu cuidado,
quando venQÍste los moros en campo po?" mi agrado.
Di, traidor, desconoQido ¿por qué causa me as negado?»
«Palabras son lisonjeras señora, de vuestro g r a d o ,
porque amastes á Gayferos mientra yo fue desterrado».

(1) N.° i 6 z Giosa de romance («Durandarte»); N.° 103 Respuesta del: La causa
que vos tulistes.
(2) Falei d' ele ñas Poesías de Sá de Miranda (p. 8 1 2 s. p, 883) e no Litera-
turblatt 1897, N.° 4 p. 4 0 9 , mas só de passágem. Ñas conclusoes finaes direi
mais alguma censa.
(3) Confer N.os 9 8 , gg, 100.
(4) No Cancionero General.
(5) P. ex. París, MS. 6 0 0 .
(6) Na Écloga IV, onde aparece com o sobrenome (Africano).
124 FILOLOGÍA

XXVI

Os romances do Conde Claros de Montalbán e dos seus


amores com a infanta Claraniña, filha do Emperador, talvez
sejam, entre os que dizem respeito a personagens carolingios,
os mais sabidos e cantados em Portugal. Nao sei, se em vir-
tude do assunto, naturalmente simpático a essa nagao de apai-
xonados (1), ou porque as toadas eram superiores ás dos outros
romanees. No reinado de D. Manuel e D. Joao III, as diver-
sas composicoes musicaes, de Encina (2), Salinas (3), Pisador
(4), eram o encanto das salas, onde as tangiam na viola, na
harpa ou no cravo. Relevemos em Jorge Ferreira de Vascon-
cellos as fórmulas tanger tudo sobre Conde Claros (5); liar par
um Conde Claros, que elles logo dizem que nao Tía tal música
(6); numa Carta do Chiado, tao metafórica que nenhum co-
mentador será hoje capaz de a elucidar por completo, a locu-
gao um só Conde Claros, para significar uma única melodía,
uma única amarra(7). No Auto de D. André, atribuido a Gil
Vicente de Almeida, neto do fundador do teatro portugués,
temos un Ratinho, vestido como pagem de arte, que toca o
CoíiíZe CZaros na guitarra (8).

( 1 ) Dechado de gracia viva y espontánea, de lijereza y alborozo juvenil, de ga-


lanteHa algo pecaminosa, pero redimida por cierto género de nativo candor que
puede desarmar á los mas severos jueces, eis os termos com que o autor do Tra-
tado qualifica os romances do Conde Claros. Eu estou longe de levantar objecgoes
Mas nao valerá a pena notar o facto de Cervantes, que cita com entusiasmo o
Marqués de Mantua, Valdevinos, Montesinos e Durandarte, Gaiferos e mesmo o
Conde Dirías, nao haver gastado uma palavra com o Conde C/a?-í)í.?Evidentemente
porque nao praticou feitos cavalheirescos.
(2) Canc. Musical, N . ° 3 2 9 .
(3) Amador de los Ríos, VII 4 5 8 , Ensayo 4565.
(4) Só d'esse compositor ha 3 7 variagSes.
(5) Eufrosina III, 2 (p. 1 8 9 ) .
(5) Ib. I, I (p. 19)- Cfr. Aulegraphia f v.^.
(7) Vid. Edigáo Pimentel, Lisboa 1889, p. 236: alguem cuidará que com um só
Conde Claros háo de espantar os franceses da costa.
(8) Viá. Eschola de Gil Vicente, p, 2 2 9 ,
ROMANCES VELHOS 125

Passando ás rúas é que o Conde Claros passára ás guita-


rras, como o documentam tambem com relaQSo á Hespanha
certos versos muito conhecidos:
Sepan que los Condes Claros que de amor no reposaban,
de los amantes del uso , se han pasado d las guitarras (1).

Finalmente, segundo outro testemunho de Quevedo, deseen


ainda mais:
El Conde Claros que fué Ululo de las guitarras
se quedó en las barberías con chaconas de la gala (2).

As versóos do texto tambem eram numerosas. Ainda ho|e


ha neste pais tantas como talvez de nenhum outro romance
(exceptuando a enfado nha Silvaninha) (3), redugoes em ge-
ral muito simplificadas, mas com nomes melhor ou pior con-
servados ( 4 ) .
Do primeiro romance que «junta ao alinho de uma com-
posÍ9ao artística o impetuoso arranque da cangao popular»:
Medianoche era por filo (5) los gallos querían cantar (Pr. 190.)

deslígou-se um só verso; e este, mais curioso do que belo, tem


para o meu gosto um ligeiro resaibo humorístico:
[68] Salto diera de la cama que parece un gavilán {6)

(1) Quevedo, Musa VII, Romance (5) burlesco.


(2) MÍCSA VI, Romance 82.
(3) No Romariceiro Geral de T. Braga ha 25 versSes, se abatermos o frag-
mento o que diz o roixinol, que nao está no seu lugar.
(4) Quanto a glosas tambem houve bastantes, geralmente só de uma das i c e -
nas diversas de que os romances constam. Os preferidos eram:
Conde Claros con amores NO podia reposar...
Pésame de vos el Conde porque asi OS quieren matar...
Más envidia he de vos Conde que mancilla ni pesar...
Vid. Soria, López de Sosa, Francisco de León, Antonio Pansac.
(5) Este primeiro hemistiquio repetiu-se innúmeras vezes em prosa e em ver-
lo, tanto em textos onde a intercalagao de versos alados é verosímil, como em
outros onde é improvável. Baste remeter o leitor ao D. Quixote II, cap. 9.
( 6 ) O gavi&o, ave nobre do siort medieval, é mencionado a miude tanto no ro-
manceiro como no cancioneiro. Pelas figuras retóricas que sobre ele se formaram,
póde-se dizer que é entre as aves de rapiña o que o galgo é entre as diversas ra-
gas caninas: esbelto, elegante, e rápido nos seus movimentos. Vid. correr como un
¡avilan—subiendo que parece un gavilán.
1 2 6 FILOLOGÍA

Camoes sabia-o de cor, e serviu-se d'ele no Auto del rey Seleu-


co, escrito antes de 1553 para uma festa de familia. Na scena
cómica (ix), cujo fina] já conhecemos, o médico, resolvido a
visitar o príncipe, acorda o criado. Este, picado de gracio-
so, sae (pausadamente? ou presto, presto? de um só pulo?) do
quarto, embrulhado no lengol, ou na manta.
PHYSICO. D I , como vienes asi
con la manta? j p a r a qué?
SANCHO. Y O , señor, se lo diré;
por venir presto, vestí
lo que más presto hallé.
Porque viendo que él me llama,
dormiendo yo sin afán,
salté presto de la cama ( 1 )
que parezco un gavilán,
hermoso como u n a dama.

D. Francisco de Portugal tambem insertou no Romance


centónico o segundo octonario, alterado na forma, e talvez
tambem quanto á ideia.
Satisfeclio de desdichas catorce años h-z que amáis;
muerte que tanto acredita vida se puede llamar.
De muger prendada y noble ¿quien no havia de confiar?
Botóos, mintió y dexóos qual si fuera gavilán (Estr. 8 . )

Ambos forampor ele aplicados,nao seibem se a um amante


que dando vueltas á los sentidos y a las sabanas, devia de pa-
recelle el blando lecho campo de batallas, ou a um capelao que
o desvelado acordara repentinamente (2).

(1) Nao deixa de ser curiosa, ou mesmo típica a evolufáo da frase. O salto
hgeiro do leito abaixo transforma-se em pulos dados na cama: e dava pillos na
cama nem gaviáo a pular (Madeira, 9 4 ) . Depois o gaviao, já pouco familiar ao
povo, transforma-se em galido, com troca completa de sentido, más pouca no som:
salta pinoles na cama que nem galaeo real (ib. 89) sempre a dar voltas e voltas—
que nem galeüo real (ib.). Por associasüo de ídeias, o galeao veio a ser substi-
tuido por nadadores diversos: dando saltinhos na cama como baleia no mar (Bra-
sil 19), dá tantas voltas na cama—como o peixe 71a a^ua fría (Caliza), vueltas daba
en la su cama—como un pez vivo tn la mare. (Catálogo Judio-Español, N." 28.)
(2) Prisóes e Solturas p. 4 9 .
ROMANCES VELHOS 127

O verso imediato, tratado frequéntemente como verdadei-


ro principio (1):
[69] Conde Claros con amores no podia reposar
lá está no romance, ainda agora alegado, arbitrarianiente
mudado em:
Conde Claros de firmezas como podéis reposar? (Estr. 12),
Tambem enfeita um passo do Auto de Desembargador. Em casa
d'esse Justiga entra m duas figuras alegóricas, Formosqra e
Dinheiro, cada uma com o propósito de interceder a favor de
um dos pleiteantes cujo feito ia decidir-se. O porteiro refle-
xiona entao:
por terceiros vem os senhorea;
, tambem nossa casa está
terceira; a feito vae já
Conde Claros con amores (2)

Se o juiz é tratado de Conde Claros, devemos entender que


ia com preconceitos e parcialidade ao feito. Mas outras inter-
pretagoes sao possiveis.

[70] Más envidia he de vos, Conde, que mancilla ni pesar (v. 134.)
figura na Carta I d'África, como circunloquio pitoresco da
ideia: tenho-vos enveja.
Gabais esta vida cá
e desgabais-me Lisboa!
Eu dera esta vida boa
a troco d' ess' outra má!
Quem de estas lá se queixar,
meu desojo Ihe responde
más [envidia] he de vos. Conde (3)
que manzilla ni pesar (4). (Estr. 23.)

(2) P. ex. na Ensaladilla, Estr. 7 Ingr. 4 0 .


(2) P. 2 0 6 .
(3) Táo deturpado está no texto de Juromenha e Braga (Mas he de nos Conde)
que Wilhelm Storck nao o reconheceu, apesar do segundo octonario. Vid. Zeit-
schrift W / , 4 1 6 .
(4) No Cortesano ha um remedo que principia: Mas pesar he de vos. Conde,—
/ « í f no sois de envidiar (p. z8¿>.
1 2 8 FILOLOGÍA

Creio que ha neste verso um proverbio antigo, mas desconhe-


5 0 ligoes em que entram os vocábulos envidia e mancilla (1).

*
« *

Outro adagio, d'esta vez de origem bíblica, muito citado


pelo bom sengo antigo, que o interpretou ao seu modo (2),
estava por certo na mente do autor do romance, quando fez
sair da boca do arcebispo (Turpim) os versos:
Pésame de vos, el Conde porque así os quieren matar,
porque el yerro que hezistes non fué muclio de culpar,
[71] que los yerros por amores dignos son de perdonar.

Cada vez que este ditado surje, no ritmo dos romances, em


autores que costumam citar textos velhos, de mais a mais fa-
zendo-o em castelhano, entremetido num texto portugués, é
de supór que se lembravam do Romance do Conde Claros (3).
A conjectura é certa, com relacao a D. Francisco de Por­
tugal, com quanto tambem d'esta feita o conceituoso cortesáo.
transforme intencionalmente o sentido e altere o teor, afir­
mando que
yerros son solo en amores indignos de perdonar. (Opl. 10.)

( 1 ) Quanto ao sentido, compare-se p. ex Mais val ser invejado que compade­


cido ou lastimado.—Mais vale mal de inveja que bem depiedade.—E note-se que o
autor do romance (mesmo na opiniao de Pelayo, talvez um trovador da curte de
D. Juan II, e nenlium indouto juglar) era bastante sentencioso, e gostava de en-
doutrinar os ouvintes.
(2) Confer Revista Lusitajia, II 198.
(3) O proverbio passou, na sua forma métrica, ao romance de Floríseo (Duran
287) á Segutida Celestina (p. 3 3 3 ) , á Comedia Selvágia (p. 2 9 4 ) , á de Lisandro
(p. 185), e tambem a diversas comedias de capa y espada. Odaxxa TÍO Oi-feo áet
Cáncer (Zeitschrift XXIII) 69 e seguramente nüo ha de faltar no Vocabulario de
refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas.
Segundo T. Braga, Eschola de Gil Vicente, p. 236, o verso-duplo encontra-se tam­
bem, em portugués, no Atito do Phisico, de Jerónymo Ribeiro Soares:
que os erros por amores
sao dignos de perdoar.
ROMANCES VELHOS 1 2 9

Certa é tambem com respeito a Jorge Ferreira de Vas­


concellos; pois é um personagem portugués que cantarela na
Ulysipo (f. 99 V.)
y los ÉREOS por amor dignos son de perdonare.
O mesmo vale de Antonio Prestes que Ihe dá forma nacio­
nal, e d'uma vez o reparte entre dois personagens. No Auto
do Procurador, um amador confessa erros seus, mas trata logo
de os desculpar:
dirüo que erros por amores
sao dinos de perdoar (p. 168.)
No mesmo Auto um pagem, mal-criado, entra sem cere­
monia onde nao fóra chamado; leva uma ensinadela, e replica:
NSo seperdoam EKEOS mores?
A que 0 procurador responde, e bem:
—Senhor, fi-lo por amores, (p. 128.)
No Auto de Rodrigo e Mendo de Jorge Pinto, tambem nao
falta a eterna desculpa. Mas no sentido, virado ao envés, de
D. Francisco de Portugal:
Jase sabe: erros de amor
sam duros de perdoar,
a nao ser que se trate de um simplez erro de imprensa (1).
Agora os casos em que a referencia ao romance é vaga.
No Prólogo del rei Seleuco, o Mogo emprega termos incon­
venientes. Reprendido pelo Mordomo diz, rindo-se se como o
pagem no Auto de Prestes:
—Senhor, nao faz ao caso, que os erros por amores, tem privilegio.
Mas nao diz privilegio de cidadüo doPorto, como na Carta II
empresa (2). Chelo de ironía, diz privilegio de moedeiro, pen­
sando, salvo erro, nos moedeiros falsos que eram condenados
a barago e pregao (3).

(1) Vid. T. Braga, Eschola de Gil Vicente p. 236.—Nao posso recorrer á


ediíáo única de 1587, a qual, de resto, tambem é pouco correcta.
(2) Sob. No 13 Afuera, afuera Rodrigo, tive de transcrever o passo.
(3) Na Carta I em prosa ha o trecho seguinte; Despois que d'essa térra parti,
como quem o f aria para o outro 7nundo, mandei enforcar a quantas esperancas dera
de comer até entao, com pregao publico por falsificadores de moeda.
CULTURA S
130 FILOLOGÍA

Numas Trovas redigidas em 1498, Joao Eodríguez de Sá e


Meneses, o Vellio, pedindo perdao de erros seus a certa for-
mosa, concluía:
Agora, depois d'achar
em meus erros o que neles
nom podes dissimular,
nisto m'avés de salvar:
em serem próprios aqueles
que sam pera perdonar (sic) (1).

Bernardim Ribeiro, que nao costumava lavrar com gado


alheio, contentando-se com o trop-plein da sua alma de poeta,
ainda assim diz numa das suas Églogas:

Se nao t e pude falar,


sé certo que minhas dores
me nao deram este vagar.
Deves-me de perdoar,
pois que foi erro de amores (2).

E na Segunda parte da Menina e Moqa—cuja autenticidade


nSo é incontestável, mas cujo texto em todo o caso é anterior a
1557, o mesmo pensamento tem a forma singóla de proverbio
em prosa: Erros de amor sao dinos de perdoar. (3).
Quanto á Hespanha, onde ha igualmente citagóes e refe-
rencias numerosas, restrinjo-me a uma nótala.
Barahona de Soto, tSo magistralmente comentado por

(1) Cancioneiro Geral, vol E, p. 4.23-4 (f. 123 i.): Trovas que mandou Joatn
Krois de Saa a señora dona Joana Manuel, em rreposta d'estes motos que Ihe man-
daram a ella huns señores de Castella que nos motos váo nomeados. Sao o Condes-
tabre, o Duque de Segorbe, o Conde de Haro, D. Antonio de Velasco, o Conde
d'Oñate, e D. Luis Ladrón. E entre os Motes ha o tantas vezes citado:

Pues non se halla en Castilla


el remedio de mi mal,
venga ya de Portugal!

(2) Égloga V: Agrestes (Jorge de Montemor) fala a Florisendo (Feliciano da


Silva; ou Reinoao).
(3) Capitulo X X n .
ÍROMANCES VELHOS ISli

F. Rodríguez Marín, alude no seu Acteon (Estr. 77) (1), naa-


preces a Diana, a um refram que nao enuncia por inteiro, e
que seu admirador nao quis adevinhar. A meu ver, é o dos
Yerros por amores. O leitor que julgue:
Aunque dicen, y es verdad,
que de vos son remitidos
con menos dificultad
los pecados cometidos
contra vuestra castidad,
yo, que menos mal pensé,
más parece que pequé;
aunque si no me estorbaras,
yo sé que me perdonaras
si hay en los refranes fe.

F. Romances do ciclo bretónico e de livros de Cavalartas.

XXVII

Como a materia de Bretanha nao se vulgarizasse muito em


Hespanha, estando escassamente representada no Roman-
ceiro, quási nao deixou vestigios em Portugal na poesia po-
pular, apesar de a predilecgáo, com que os héroes da Távola
Redonda foram acolhidos, quando a era dos trovadores ia
findar, se haver manifestado posteriormente de varias ma-
neiras.
Temas soltos, quer de lais, quer de narragoes novelescas
entraram todavia em tradigoes históricas como a de Inés de
Castro, e e m alguns romances do Conde Nilo.
Quanto a citagoes conhego uma só do muito poético roman-
ce de Langarote, tao hábilmente divulgado por Cervantes (2).

(1) Luis Francisco Rodríguez Marín, Ltds Barahona de Soto (Madrid, 1903),
p. 667.
Na Siüía—Contra algunas necedades, o poeta diz Cuan propio es...
al caballero y aun al estudiante
componer y tañer un Conde Claros (p. 7 2 5 ) .
(2) Don Quixote\. cz.-^.i';,.
1 3 2 FILOLOGÍA

É n o Auto de Rodrigo e Mendo (f. 55) q u e s e m e n c i o n a o v e r s o


[72] Nunca fuera caballero de damas tan bien servido. (Pr. 148) (1).
T a m b e m e s t a v a p r e s e n t e n a m e m o r i a do a u t o r d a Segunda
Tavola Redonda, q u a n d o c o m p á s o p r i m e i r o dos s e t e r o m a n ­
ces que intercalou n a sua prosa sustancial, r e l a t i v o á m o r t e
de A r t u r e á traigáo de Morderet. E n u m e r a n d o , e m alocugoes
seguidas, héroes bretónicos falecidos, diz:
Tu Langarote do Lago—que as glorias d'amor ouveste,

de damas servido, amado—da dona a quem mais quiseste (2).

C A E O L I N A ]\IICHAÉLIS D E V A S C O N C E L L O S .

(Continúa.)

(1) Cap. in., p. 12 da ed. de 1867.—No Cortesano p. 115 ha a variante: mas


bitn querido.
(2) Vid. Eschola de Gil Vicente p. 233. A liíSo do romance, comunicada por
Bonilla no» Anales, p. 29, tem variantes notáveis.
BIBLlOaRflFinS

DAVID LOPES: Trois faits de phonétique historique Arábico-Hispanique. (Actes


duXlVe Congres international des Orientalistei, 111, 141-161). París, 1906.

El autor desarrolla aqui, con nuevos datos, ideas que habla apuntado
ya en su estudio sobre la Toponymia árabe de Portugal (Revue Hispa-
nique IX). Es de notar que atenúa la afirmación que alli habia hecho en
absoluto respecto de la no asibilación de -t i a- en la época de la invasión
musulmana en España, tratando de la etimología p a l a t i u m Albalate:
't devant i en hiatus... au debut du VlIIe siécle, il devait encoré avoir
p a r / b w sa valeur premiére d'explosivo et non de fricative q u ' e l l e e u t
depuis.»
Los tres puntos de fonética que trata, son:
1." g explosiva latina hechaj por intermedio árabe, en T a g u Tajo,
T u r g a 1 i n Trujillo, U r g a n o n e Arjona, etc., y en P a c e Beja. Pero
este último caso es discordante por tratarse de c y no de g. No obstante,
el Sr. D. Lopes tiene razón en rechazar la explicación de Andrés Re-
sende, quien vela un caso de seseo en Bexa cuasi P a s e , opinión que
yo aduje en otro lugar {Poema de Yúguf, p. 28), sin fijarme que el nom-
bre de la población portuguesa no se escribía con x sino con j , respon-
diendo á la forma queel nombre recibió en árabe L a explicación
que da D. Lopes es que no poseyendo el árabe la g explosiva sonora del
1 atin, la representaban los invasores de España, ora por ^ ó por jj) ^,1^,
y á veces por la palatal ^ . Esta explicación es más convincente que otra
que propone G. Baist, Romanische Forschungen, IV, 394.
2.° j árabe hecha q en mezquita, voz venida al español y al portu-
gués por intermedio de u n a lengua privada del sonido fricativo palatal
d e j , y que el Sr. David Lopes cree fundadamente sea el griego bizan-
tino. El derivado indígena de la voz árabe, e>¡, álmagid, usado por los
moriscos. L a grafía almagchid almazchid que da D . Eduardo Saave-
dra en su discurso sobre la Literatura Aljamiada, páginas 270 y 284, es
grafía propia de manuscritos tardios, de cuando la j castellana tenia v a -
lor gutural y no palatal, y por lo tanto, se echó mano de la ch como sonido
más vecino de la, jim árabe, ni más ni menos que lo que hoy hacen nues-
tros arabistas desentendiéndose (con mal acuerdo, creo), de nuestra f oné-
134 FILOLOGÍA

tica antigua; el manuscrito de la Biblioteca Nacional 6.016, que>s al que


se refiere Saavedra en su página 105, es de fines del siglo xvi ó principes
del xvn, fecha que conviene á la explicación que damos.
3." a árabe tras consonantes laúcales, guturales ó linguales, es re-
presentada por o en español y portugués; en alhorre, alhoja, xarope, Ma-
rruecos. C. Seybold en el Grundriss der Romanischen Philologie, I, 1904,
página 520, nota solamente que la a del prefijo ma se hace mo: almoha-
Ua, almuzara, y que la á rara vez se hace o.
R. M. P .

GERTRUD KLAUSNER: Die Drei Diamanten des tope de Yega und die Jitagetonensa-
ge. Inaugural-Dissertation zur Erlangung der Doktorwürde. Berh'n, i 3 No-
viembre, 1907.

Estudio literario é histórico de Los tres diamantes de Lope; especial-


mente en su relación con el libro popular de Fierres y Magalona.
L a autora hace una detenida comparación de ambas obras, estudia
la estructura y estilo de la comedia, la métrica, el lenguaje (en varias
oxpresiones prueba Lope tener bien presente el libro popular), metá-
foras, hipérboles y contradicciones en que Lope incurre en el curso de su
obra, etc.

DR, ERICH WALTER: Adolph Triedrich Graf von Schack ais Ueberselzer. (Bresla-
uer Beitráge zur Literaturgeschichte, X). Leipzig, Max Hesse, 1907, 179 pá-
ginas ( 5 marcos.)

Entre las artísticas traducciones que el Conde de Schack hizo de las


literaturas francesa. Inglesa, italiana, griega y oriental, ocupan el lugar
preferente España y Portugal. El Sr. Walter estudia detenidamente los
dramas, poemas y romances traducidos por Schack, apreciando la fideli-
dad y las libertades que el .traductor se tomaba en su tarea.

J. P. W i c K E R S H A M CRAWFORD, The Ufe and works of Cbrislobal Suárez de Figueroa.


Disertation presented to the Faculty of the Department of Philosophy of the
University of Pensylvania. Philadelphia, 1907, 1 59 páginas.

I. Comienzos de Suárez de Figueroa.—II. Pastor Fido.—III. La cons-


t a n t e Amarilis.—IV. España defendida y Hechos de D. García Hurtado
de Mendoza, cuarto Marqués de Cañete.—V. El Pasajero. Oposición al
BIBLIOGRAFÍAS 135

teatro nacional. Relaciones con Alarcón y Cervantes,—VI. Esfuerzos de


Figueroa para reformar la costumbres de las Corte.—VIL Figueroa en
Ñapóles. Su prisión y juicio ante la Inquisición. El Pusilipo. Sus últimos
dias.
Lleva como apéndice 38, documentos (copias ó noticias) referentes á
la estancia, cargos y proceso de Suárez de Figueroa en Ñapóles.

Hevisla inlernacionaí de los esludios vascos. Director: JULIO DU URQUIJO, Secretario


de la Redacción GEORGES LACOMBE. París, Paul Geuthner, 1, 1907.

Desde luego pudiera temerse que la aparición de una Revista consa-


grada á los estudios vascos fuera más que nada un fomento de esa eru-
dición anárquica y extrambótica que tanto abunda en nuestro pais, y
que tantas muestras da en tales estudios. Pero nada de eso; las disquisi-
ciones ó teorías estrafalarias y anticientíficas no perturbarán la tran-
quila y fecunda labor del sensato grupo de vascófilos, que se consa-
gra con fervor á ilustrar la historia de la siempre interesante región. El
nombre de algunos d» los colaboradores que luego se citarán, son la
mejor garantía del valor de la nueva publicación.
A los eruditos españoles se unen los franceses, y la Revista tiene el
carácter internacional que necesariamente exige la región á que se con-
sagra, sin que además deje de procurarse la colaboración de los eminen-
tes vascófilos de fuera del país. Alma de la loable empresa es su Director
D. Julio de ürquijo (que acaba de dar á luz la excelente edición de las
Obras Vascongadas del Doctor labortano Joannes J'Etcheberri); la eru-
dición, actividad y acierto de tan docto bibliógrafo, es de esperar que
den á la nueva Revista vida y altura duraderas.
La Revista está editada con esmero, y además de articules doctrina-
les y bibliográficos en español y francés, publica otros en vascuence, re-
produce obras antiguas en este idioma, da noticia del contenido de va-
rias publicaciones periódicas vascongadas, etc., etc.
He aquí indicación de algunos de los artículos publicados:
Núm. 1, Enero, 19Ü7. P 1, J U L I E N V I N S O N , Les Etudes Basques de 1901
á 1906, bibliografía nutrida, completada con un abundante Post-Scrip-
tum de J[uLio] D E U [ R Q U I J O ] , ps. 19,200.—P. 31, Proyecto del Presidente
de la Diputación de Vizcaya D. Adolfo Gabriel de ürquijo para la crea-
ción de una Academia de la Lengua vascongada.—P. 56, S B E A P I O M U -
,TioA, Sobre la ley de afinidad de las vocales enlos subdialectos septen-
trional y meridional de Guipúzcoa, bases para la distinción de los mis-
mos.—P. 88, J [ u L i o ] D E U [ R Q Ü I J O ] , publicación de unas Fábulas en Dia-
lecto Vizcaíno, probablemente de Fr. Mateo Zavala, 1777-1840.
136 FILOLOGÍA

Núm. 2, Marzo, 1907: p. 105, J E A N D E J O U K G A I N , Corisande d'Andoins,


comtesse de Guiche et dame de Gramont.—F. 141, F B D E K I C O B A R A Í B A K ,
Palabras Alavesas cuyas correspondientes etimologías vascas no figuran
en los diccionarios euskáricos; el autor reúne, amplia j completa la indi-
cación que había hecho en su «Vocabulario de palabras usadas en Ala-
va».—?. 148, A R T Ü K O C A M P I O N , Sobre eí nuevo bautizo del País Basko,
contra el nombre nuevamente inventado «Euzkadi>, y en favor del ya
antiguo «Euskal-Erria», El mismo Sr. Gampión, p. 217, escribe un largo
articulo apoyando la grafía «euskera» ó sus variantes siempre con s: De-
fensa del nombre antiguo, castizo y legitimo de la lengua de los Baskos
contra d soñado teuzkera^, y en la p. 673 una Segunda defensa.—V. 154,
H U G O S C H U C H A R D T , Explication des formes verbales simples <dauiza*
et <dauntza>.
Núm. 3, Mayo, 1907: p. 242, CARMELO D E ECHEGARAY, Calígrafos vas-
congados: Juan de Iciar.—G. HÉEELLE, Les Beprésentations de Pastora-
les Basques, catálogo cronológico desde 1759 y geográfico.
Núm. 4, Julio, 1907: p. 329, H U G O S C H U C H A R D T , Basque et Boman.
Traducción francesa del importante articulo alemán escrito por H. Schu-
chardt, en el cual después de alabar el Diccionario Vasco-Español de
D. Eesurrección María de Azkue, hace fundamentales consideraciones
sobre las relaciones del basco y el romance.—P. 383, El Borracho bur-
lado. Opera cómica en castellano y bascuence, escrita y puesta en música
por un Caballero Guipuzcoano, reproducción zincográflca del libro.—
Ps. 4 1 6 , 497 y 634, J U L I O D E Ü R Q U I J O , Notas de Bibliografía vasca, con
facsímiles de portadas.
Núm. 5, Septiembre 1907: p. 4 4 1 , J Ü L I E N V I N S O N , La langue ou les lan-
gues ibériennes, contra la teoría ibero-basca de Humboldt, llega á supo-
ner: que la lengua hablada antiguamente en España al Norte y al Este,
escrita de izquierda á derecha con ayuda del alfabeto ibero-fenicio era
una lengua aglutinante; ente sus sufijos figuraba -s 'de' -n 'á, en', -ik 'de,
ex, origen', -ei adjetivo ó participio, -e tercera persona singular del
verbo; esta lengua no tenia nada que ver con el vasco. (Véase el artículo
siguiente.)
Núm. 6, Noviembre, 1907: H U G O S C H U C H A R D T , La declinación ibérica,
traducción española del fundamental estudio alemán consagrado á reba-
tir la tesis de E. Philipon, acerca de la independencia del ibérico y el vas-
co.—P. 565, T E L E S F O R O D E A R A N Z A D I , Problemas de Etnografía de los
vascos. —P. 627, J Ü L I E N V I N S O N , Spécimens de varietés dialectales basques,
publicación de la parábola del Hijo Pródigo, traducida á los varios dia-
lectos del vasco hablado en Francia por iniciativa del Sr. Bourciez,
A R T E
L o s cuatrocentistas valencianos
El n a e s t r o Rodrigo de Osona y su liijo del mismo nombre.

La pintura.cuatrocentista en Valencia, gira alrededor de


cuatro grupos de producción artística, representando otras
tantas tendencias ó escuelas. En las columnas de C U L T U R A
E S P A Ñ O L A quedan bosquejados estos núcleos pictóricos. No in-
sistiremos ahora sobre este punto, pero sí añadiremos como
resultado de novísimas investigaciones, algo que complete lo
expuesto en aquella ocasión (1).
Creemos haber definido, en sus líneas generales, las dos
escuelas que en los últimos años del siglo xiv contribuyen á la
formación de los cuatrocentistas valencianos, subsistiendo,
fresca y pujante, esa influencia hasta después del año 1420.
Nace entonces, sin extinguirse por completo las derivaciones,
ya arcaicas, de aquellas primitivas tendencias, un nuevo nú-
cleo artístico representado por Antonio Guerau (1410-1435).
Inciertos son aún los orígenes de esta tercera orientación en
Valencia. Falta seleccionar del gi'upo de obras anónimas de
este periodo, las que puedan atribuirse á Guerau, pintor áulico
de Alfonso V de Aragón. En su taller formáronse, según sos-
pechamos, Luis Dalmau y Jaime Basó, Jacomart (2). El pri-

(1) M pintor Luis Dalmau, en O Ü L T Ü K A E S P A S O L A , Mayo 1907, volumen V I ,


páginas 553-580.
(2) Pertenece también á este grupo esoolar un maestro valenciano, poco
estudiado, no obstante compartir con Jacomart el favor dei público, el maes-
tro Juan Boxarch ó Eeixats. Sabemos pintó on 1440 un gran Crucifijo para el
Eefectorio de la Cartuja de Portacodi; en 1456 un retablo para Bocairente; en
1458 otro existente en una capilla de la iglesia de San Juan de Albacete, y
por el 1460 una Adoración de los Reyes, colocada en la primera capilla, lado
del Evangelio, de laiglesia parroquial de Denia. Tenemos docunjentos suyos
que alcanzan hasta 1464.
140 ARTE

mero abandona la ciudad del Turia en 1431 para completar


en Brujas, al lado de Juan Van Eyck, su educación artística,
reapareciendo en 1443 pintando en Barcelona l a celebrada
Virgen de los Concelleres. En cambio, Jacomart trabaja en
Valencia, y su pincel decora copioso número de altares, go-
zando crédito suficiente para que el conquistador de Ñápeles
le nombre pintor de Cámara y le retenga á su servicio en Ita-
lia desde 1440 á 1451 (1).
¿Es verosímil que artista de tal importancia y rodeado de
tales prestigios, no ejerciera influencia directa sobre la pin-
tura valenciana de su época? Existe esa influencia, y su prin-
cipal representante es el Maestro Rodrigo de Osona, discípulo
y compañero, sin duda, de Jacomart. Rodrigo I y Rodrigo II,
su bijo, son los sucesores artísticos del maestro. Con ellos ter-
mina la influencia de éste, caracterizada por reminiscencias
eyckianas con mezcla de elementos puramente valencianos y
otros copiados del arte clásico ó del Renacimiento. Esta es-
cuela, lucha, en sus postreros años y últimas obras, con el arte
italiano aportado á Valencia por Francisco Pagano y Pablo
de San Leocadio, los cuales cierran el ciclo cuatrocentista é
inician una nueva orientación para los primeros años del
siglo XVI. Con estos antecedentes, y conocida la obra de Ja-
comart, podemos esbozar la silueta del maestro Rodrigo, nom-
bre que nos reveló su hijo y continuador Lo fill del mestre
Rodrigo.
¿Cuándo florece el padre? Ya hemos dicho que para nos-

(1) Bibliofcrafla de Jaime Basó, Jacomart: Tramoyeres Blasco. Notai de


arte en el Almanaque del periódico de Valencia Las Provincias, 1906, pági-
na 156.
Tormo y Monzó. Miscelánea, de nuestros pintores del siglo XV. Jacomart.
CULTURA. ESPASOL*, Mayo de 1906, volumen II, páginas 509 á, 520.
ídem.— Un Museo de tablas. La Seo de Játiva. Trea artículos pulDlicadoa en
Las Provincias, periódico de Valencia, números del 18, 2 2 y 3 0 de Noviembre
de 1807.
Sanpere y Miquel. Los cuatroeeniittai catalanes. Barcelona, 1906, tomo I,
páginas 2 1 8 á 226; tomo II, páginas 253 á 259.
Betta,\i-í.—Lesprimitifs espagnols. Les disciples de Jean Van Eyck dans le
royanme d' Aragón. (En la Eevue de P Art), París, 1907, tomo XXII, páei-,
naa339á 360. > i- j
LOS CUATROCENTISTAS VALENCIANOS 141

otros es indudable se formó bajo la disciplina escolar de Ja-


comart, á partir, probablemente, de 1455. ¿De dónde procede?
Lo ignoramos en estos momentos, pero no hay inconveniente
para los efectos del arte, reconocer que vivió y se educó en
Valencia. Más joven que su maestro, recibió y consignó en
sus obras influencias nuevas, resultando el matiz ecléctico
que se advierte en sus tablas, perdurable en la producción de
su hijo. La primera noticia que tenemos del maestro Rodrigo
alcanza á 1464, es decir, tres años después de ocurrido en Va-
lencia el fallecimiento de Jacomart. En Abril de este año ha-
bia terminado un retablo para el Hospital deis Beguins. Desco-
nocemos la obra, en la que se representaría seguramente la
Virgen de Monserrat, titular del piadoso Asilo (1). El dato es-
crito que menciona al artista, fechado el 6 de Abril de 1464,
se reflere á la cantidad abonada á un «Cristóbal, joven (apren-
diz ó ayudante) del maestro Rodrigo>, por los jornales de tres
días, que estaba ocupado en pintar las paredes del altar (el de
Rodrigo), en las que pintó unas rosas, decoración caracterís-
tica sobre fondo azul, en los retablos valencianos de esta cen-
turia. Debió de colocarse el nuevo retablo antes del día 4 del
indicado mes y año, y poco después de haberse terminado por
Rodrigo (2). No se indica en el asiento extractado cuál fuese
el apellido del artista, dato consignado, sin duda, en el con-
trato con los administradores deis Beguins, j que no hemos
podido encontrar á pesar de las diligencias practicadas en di-
ferentes archivos; pero conocemos el apellido por otros docu-

(1) Este Hospital fué fundado por Ramón Gruillón Cátala,, vecino de Va-
lencia, antes de 1334, servido por Hermanos de la Penitencia ó Beguines, i.
imitación de otros institutos análogos de Flandes. Este Hospital setransf or,
mó más adelante en el Colegio de niños huérfanos de San Vicente Ferrer-
h o y existente, pero en distinto edificio.
(2) (6 Abril 1464). «Doni an cristofol jone de mestre Eodrigo que feu lo re-
taule nou de sasa per lo pintar de les Eoses de la paret del retante pre-
nia I I I sous per lo jornal e la messio que monta I I I diners de pa, I I diners '
de vi y III diners de carn.> •
Dos dias antes, 4 de Abril, se abona cierta cantidad á Jaclime mayan», car- :
pintero, y se añade: JS mes ly Aony per lo posar lo reíanle nou II sous.
Archivo municipal do Valencia. Cuentas del Hospital deis Beguins, 14S4
ál466.
142 ARTE

mentos posteriores, todos ellos inéditos. Faltan datos escritos


desde 1464 á 1483, ignorando lo que fué del maestro en este
lapso de tiempo. En el último año, y á 15 de Septiembre, le
hallamos de nuevo y con indicación del nombre completo-
Consta, en efecto, ser el de Eodrigo de Osona (1) pictor reta-
hulorum sedis Valentie, dato interesantísimo en la historia de
la pintura cuatrocentista de Valencia, por coincidir con la
existencia de los pintores Francisco Pagano, de Ñapóles, y
Pablo de San Leocadio, de Reggio, traídos por el Cardenal
Obispo de Valencia, Rodrigo de Borja, sobrino de Calixto III)
y algunos años más tarde, elevado al Solio Pontificio con el
nombro de Alejandro VI. Llegó el Prelado valenciano á su
diócesis, que aún no habia visitado, el 19 de Junio de 1472, y
en 28 del siguiente mes concertaba, juntamente con el Cabil-
do, la pintura del presbiterio de la catedral con los artistas
italianos. El Dr. Chabás ha recogido y publicado todos los in-
cidentes á que dio origen este contrato, terminándose la pin-
tura antes del 22 de Diciembre de 1481 (2).
¿Cómo se exphca que los artistas extranjeros cedan el
puesto en el siguiente año al maestro Rodrigo? PodeíMos ad-
mitir dos razones. Consiste la primera en que estos italianos
son llamados expresamente para decorar al fresco los desnu-
dos muros del presbiterio, arte poco practicado en Valencia
en esta época y que exigia confiarse á personas expertas en
aquel procedimiento, como lo eran por entonces todos, ó la ma-
yor parte de los pintores de Italia, maestros insignes en la de-
coración mural. La segunda razón consiste, á nuestro pensar,
en que los dos maestros Pagano y San Leocadio, no dejaron
satisfecho al Cabildo, justificándolo el pleito con ellos soste-
nido sobre la candad de la obra concertada. Por este motivo
es lo probable prescindiera de sus servicios, confiando las
obras de caballete, usando del tecnicismo modei'uo, á un pin- •
tor valenciano y de reconocido crédito, el cual, por sólo este

(1) El apellido Osona, 6 Dosona, ¿es patrouimioo, ó de localidad? Nos fal-


tan datos para decidir este extremo.
(2) Chabis. l o s ¡pinturas del altar mayor de la Catedral de Valencia. (En M
Archivo), Valencia, 1891, tomo V, páginas 376 á 402.
LOS CUATROCENTISTAS VALENCIANOS 143

hecho, pudo titularse 'pintor de retablos de la catedral. Que


las cosas ocurrieron de conformidad á lo expuesto, parece in-
dubitable, si tenemos en cuenta que el maestro Pagano, el ma-
yor de los dos italianos, se ausentó de Valencia ó falleció en
ella después de 1482; pero no sucede lo mismo con Pablo de
San Leocadio, del cual sabemos se establece definitivamente
en esta ciudad, ejerciendo en ella su profesión, y trasladándo-
se en 1501 á Gandía (1).
Lo cierto ea que Eodrigo I, el continuador del arte de Ja-

(1) Pablo de San Leocadio, ó de Eeggio, pues con ambog nombres figmra en
los documentos, se domicilió en Valencia, en donde continuó pintando varios
retablos. En Julio de 1478, durante el periodo en que trabaja on la Catedral
juntamente con Pagano, padeció grave enfermedad é hizo testamento. Por él
sabemos que era soltero en esa fecha y que ol maestro Pagano le debía 50 li-
bras de la última paga, siendo gasto común la manutención de ambos pinto-
res. Declara heredero á su hijo natural Peret Pau, Perico Pablo, en el periodo
de lactancia. Contrajo matrimonio eu Septiembre de 1493 con Isabel López ó
Llopis. De este matrimonio tuvo varios hijos. Uno de ellos, llamado Felipe
Paulo, fué pintor de retablos como su padre, y aún vivía en Valencia en 1542,
figurando en el libro Tacha real correspondiente á, este año. Parece no gozaba
de posición muy próspera, pues á pesar de estar sólo tachado con siete suel-
dos, se indica era pobre y debía seis pagas. Con posterioridad al año citado,
no hallamos rastro alguno suyo, sospechando falleció por entonces.
No logró el arte de su padre, pero le signe con bastante fidelidad. Una de
sus principales obras fueron las tablas pintadas, en 1525, para el retablo ma-
yor de la iglesia del Convento de Santo Domingo de Valencia. El Museo pro-
vincial posee cuatro de esas tablas con pasajes de la Vida de Santo Domingo.
En el aula capitular de la Catedral de Valencia se conservan doce grandes
sargas, en las que están pintados pasajes alusivos á la vida de la Virgen y la
de San Martín. Fueron pintados, en 1513, para las puertas délos dos órganos.
Consta las ejecutó Pablo de San Leocadio, pero aunque nuestro amigo el doc-
tor Chabás, á quien debemos esta referencia, oree son del compañero de Pa-
gano, nosotros sospechamos son de su hijo Felipe Paulo. El padre, si vivía en
esta fecha, debería contar más do setenta años, edad muy avanzada para tra-
zar «on la soltura que se advierte, aquellas doce historias. Sólo el examen de
las sargas, colgadas á gran altura, puede confirmar ó desechar nuestra atri-
bución. El hecho de consignarse sólo el nombre de Pablo, omitiendo el de Fe-
lipe, no es raro en documentos análogos..
Otro dato debemos también al docto Archivero de la Catedral, relacionado
con los órganos. El dibujo para la talla da los mismos fué confiado á Fernan-
do Yáfiez de la Almedina. Lo ejecutó en 1513, confirmando esto la noticia por
nosotros recogida y facilitada á Mr. Bertaux, de que en esa fecha aún residían
en Valencia los dos Fernandos, pintores de las puertas del altar mayor de la
Catedral.
ARTE

comart, pero menos gótico que éste y más abierto á las in-
fluencias avasalladoras del Renacimiento, trabaja para la ca-
tedral de Valencia por expreso encargo de Rodrigo de Borja,
y él mismo trae á los dos pintores italianos, representantes
de un arte nuevo y que á la postre había de imponerse en las
orillas del Turia, primero por Pablo de San Leocadio en su ce-
lebrado retablo de Gandía (1501), y pocos años más tarde, en
1506, por los leonardescos Ferrando Yáñez y Fernando de los
Llanos, pintores de las soberbias puertas del altar mayor del
templo metropolitano (1). Rodrigo pintó, según parece, de
1482 á 1483, un retablo para detrás de «lo altar maior de la
Seu». Así consta en dos apocas ó cartas de pago. La primera
que conocemos es de 15 de Septiembre de 1483, y en ella de-
clara recibir del administrador eclesiástico Juan Vidal, 100
libras valencianas por la segunda tercia de pintar el retablo
«que le mandó hacer el Cardenal;» en la segunda, de 7 de
Agosto de 1484, declara el percibo de 60 libras por igual con-
cepto (2). No existe este retablo, cuya colocación, según los
términos generales de la apoca, parece debió de ser en el tras-
sagrario del altar mayor, pero sospechamos lo fué en alguna
de las capillas del ábside de la Catedral, la cual se modifica-
ría al realizarse la renovación, lamentable para la historia de
la pintura valenciana, que en el siglo xviii experimentó la
Seo de Valencia. Restos del retablo perdido, creemos son dos
tablas que en el altar mayor sirven de puertas del trassagra-
rio. Representa la del lado de la epístola, en tamaño natural,
como su compañera, á San Vicente Mártir vestido con dalmá-
tica de brocado rojo y bordados de imaginería, fondo, parte

;l) Acerca de estos pintores y sns obras puede consultarse:


Chabás: Las pinturas dd altar mayor de la Catedral de Valencia. En M Ar-
chivo, 1891, t. V., páginas 376 á 402.
Tormo y Monzó: Desarrollo de la pintura espaf-.ola del siglo XVI, página
84, de Varios estudios de Artes y Letras. Madrid, 1902.
Bertaux: Le retalle monumental de la Cathedrale de Valence con 13 ilustra-
ciones. Gazette des Beaux Arts, París, 1907, t. xxxvm, páginas 103 á 180:
(2) No conocemos el contrato para este retablo. Las iniicaciones del texto
están consignadas en dos apocas autorizadas por el notario Andrés Cirera.
AicMvo del Colegio del Patriarca, protocolo de 1483 á 1486.
LOS CUATROCENTISTAS VALENCIANOS 1 4 5

superior y laterales, edificios, paisajes y personajes. La co-


rrespondiente al Evangelio tiene pintada la imagen de San Vi-
cente Ferrer, en hábito dominico y filastera con la leyenda
Tímete Deum... en caracteres itálicos; fondo parecido al de
su compañera y ambas con adornos, imitando talla del Rena-
cimiento en las fajas laterales que limitan la composición.
Al propio maestro pueden atribuirse las cuatro tablas con
pasajes de la vida de San Narciso, obispo, y que con otras
existentes en la propia Catedral, formarían un gran retablo,
pintado por Rodrigo después de 1483 y antes de 1490. Están
colgadas en los muros de la capilla dedicada á la Purísima
Concepción.
Otra notable obra conocemos del maestro Rodrigo, la
Crucifixión, de la iglesia de San Nicolás de Valencia, coloca-
da en la capilla del bautisterio, situada á la derecha de la
puerta principal. El hallazgo de esta tabla pertenece á Mon-
sieur Bertaux. Durante la primavera de 1907 y en una de
sus frecuentes visitas á esta ciudad, vio y reconoció la firma,
legible sólo la palabra «Rodrigo.» No logró descifrar el ape-
llido, y aunque en esta investigación le acompañamos dos ve-
ces, carecíamos entonces de la clave para la atribución de la
obra, por estar borrada la mayor parte de la leyenda. El ilus-
trado profesor de L y o n , leyó: Bodrigus de Veia me pinta-
vit (1). Figura esta inscripción, al dorso de una simulada car-
ta ó esquela colocada en la parte central é inferior de la ta-
bla. Nosotros no hemos podido leer lo consignado por nuestro
competente amigo. Clara es la palabra Eodrigiís. A esta si-
gue una d de letra cursiva, tipo igual al resto de la inscrip-
ción, y á continuación, como final de linea, letras borrosas,
cuatro ó cinco. ¿Corresponden á la palabra Osona? El nombre
Veia, leído por M. Bertaux, debe desecharse en absoluto; ni
aun puede aceptarse como abreviatura de Valencia. La se-
gunda linea ó renglón, en la que consigna me pintavit, tam-
poco parece probable. Sin dificultad se lee Ant, y antes y des-

(1) E. Bertaux: Lesprimitifs espagnols. La Eevue de l'Art. (París), t. xx, pá-


g i n a 425 en nota,
CUtTUBA 10
1 4 6 ARTE

pues se ven huellas de letras perdidas. Estas dos líneas están


en la parte superior del papel. Continuaba la leyenda, pero de
la cual no se conserva rastro legible con ayuda de poderosa
lente. Por ahora, debemos desechar la lectura del crítico fran­
cés, y admitir como probable la de Osona por hallarse desva­
necidas las letras.
De que este Rodrigo fué el mismo que se llamó maestro de
retablos de la Seo, no se ofrece duda alguna, justificándolo el
estilo de la tabla y el minucioso análisis comparativo que
hemos hecho con las de la Catedral y Museo de "Valencia.
Represéntase, según lo expuesto, la Crucifixión de Jesucristo.
En el centro, Jesús pendiente de la Cruz con nimbo crucifero
dorado. En el lado derecho, y de pie, la Magdalena en ac- :
titud de querer abrazar el santomadero. Junto á la peni­
tente, la Virgen desmayada, sostenida por dos Marías, y de­
trás San Juan diiúgiendo su juvenil mirada al Redentor. Viste
la Madre de Dios túnica obscura y cúbrela manto blanco de
angulosos pliegues. En el lado izquierdo, dos grupos de hom­
bres. En el más cercano á la Cruz, aparecen tres personajes
vestidos con trajes talares de brocado, estilo de la época, los
cuales comentan el cruento sacrificio. A lado de éstos, y en
segundo término, el otro grupo, también de tres personajes
ricamente vestidos con trajes de carácter oriental, pero con
prendas de la indumentaria de fines del siglo x v .
En la mitad superior de la tabla, se figuran dos esce­
nas correlativas al asunto principal. En el lado derecho, el
camino que conduce á Jerusalén, representado por una ciu­
dad con edificios góticos y otras construcciones urbanas de
arquitectura fiamenca. Tres grupos de soldados romanos se
dirigen á la ciudad. En el lado opuesto, la Verónica, acompa-
ilada por dos mujeres, todas luciendo ricos trajes, presenta el
sudario con la Santa Faz á un grupo de discípulos de Jesús.
Fondo de este lado, mar con grandes naves de guerra y ce­
lajes.
La predela ó banco, está formada por cinco comparti­
mientos. En el central, la Virgen al pie de la Cruz sostenien­
do en su regazo el desnudo cuerpo de su Hijo; fondo de pai-
LOS CUATROCENTISTAS VALENCIANOS 1 4 7

saje con arboleda y colinas. En los restantes compartimien-


tos están pintados, en los dos inmediatos al central, San Pedro
y San Pablo; en el primero de la derecha, Santa Ana, y sobre
sus rodillas la Virgen sosteniendo al niño Jesús; en el lado
opuesto y último, el Ángel Gabriel. Los fondos de estas cuatro
divisiones son dorados, como también la talla en forma de oji-
vas con que rematan. Las figuras aparecen sentadas eu un
baldequín de mármoles con relieves de niños desnudos, soste-
niendo guirnaldas de ñores, y sobre el borde superior del res-
paldo, adorno de hojas, imitando igualmente talla.
Este hermoso retablo debió de pintarse hacia el año 1485.
Caracteriza muy bien el estilo ecléctico de los Rodrigos, espe-
cialmente el de Rodrigo I, más flamenco que su hijo. Los per-
sonajes parecen tomados del natural, y ofrecen los rasgos
carácteristicos de los valencianos. Tanto en los adornos, co-
piados del Renacimiento italiano, como en los detalles de in-
dumentaria, se advierte una sólida instrucción artística y un
buen gusto en escoger los modelos más elegantes y ricos de la
época, dando al cuadro todos estos detalles, nimiíimente tra-
zados, un carácter pintoresco, animado por la brillantez del
colorido, especialmente en los rojos y verdes de gran inten-
sidad.
Desconocemos la primitiva historia de este altar. Señala su
forma el tránsito de los retablos valencianos de la primera mi-
tad del siglo XV á la usada á fines de esta centuria. No parece
haber tenido, por lo tanto, guardapolvo ni espina ó remate,
constituyéndolo la tabla principal y el banco que aún conser-
v a la decoración ojival en cuatro de sus compartimientos. En
la .parte superior se v e n las huellas de la talla sobrepuesta, la
cual desapareció al colocarse en el batisferio cuando por el
año 1850 se reformó éste.
La historia del retablo, á partir de esa fecha, nos es cono-
cida por hallarse consignada en un libro de Memorias de la
iglesia (1). Como otras muchas pinturas antiguas ha experi-

(1) «En la pared del testero de esta capilla se colocó el cuadro que repre-
senta la Crucifixión de nuestro Señor Jesucristo, pintado solare tabla y apro-
1 4 8 ARTE

mentado los desastres de una restauración, visible en ciertas


partes. El estado de conservación es regular, siendo sólo de
lamentar el estar colocado en sitio falto de luz, necesitándose
para su examen de alumbrado artificial.
En el Museo de Valencia existen varias obras de Rodrigo I ,
todas ellas fragmentos de retablos. Hacia el año 1480 debió de
pintar un altar del que sólo se conserva la predela ó banco,
formado por cinco compartimientos, separados por nervios gó-
ticos, lo propio qne las cresterías en talla dorada. En el cua-
dro centi'al, Jesucristo, saliendo del sepulcro,sostenido por dos
ángeles; lado derecho Santa Marta, y á continuación Santa
Lucía. En el lado opuesto Santa María Magdalena y Santa Úr-
sula. Estas cuatro Imágenes aparecen sentadas en bancos de
piedra con respaldo, en el que están representadas, imitando
talla, guirnaldas de flores y pechinas; en el centro del res-
paldo, tapiz bordado en oro. Fondos, paisaje, ediflcios y gru-
pos de soldados y ginetes.
Corresponde á la misma época y estilo un fragmento de
otro banco con talla idéntica al anterior, pero algunos cen-
tímetros más estrecho.Sólo se conservan dos compartimientos.
En el de la derecha una Santa Mártir, y en el siguiente Santa
Aña sosteniendo en sus rodillas un libro, en el que leen Jesús
y la Virgen. Asiento igual al descrito, fondo, paisaje, edificios,
¿barracas valencianas? y mar con embarcaciones.
A los últimos años de Rodrigo I, y coetánea al retablo de
San Nicolás, pertenece otra tabla del propio Museo. Repre-
senta en figuras menores del natural, una Piedad. La Virgen,

ciable por su antigüedad, perteneciente á. la escuela flamenca, cuyo cuadro


se había conservado hasta esta época colocado en el t«stero del armario ó
cuarto que existe en la capilla de Nuestra Señora del Eosario, y que debió ser
en el origen de esta Iglesia, sacristía de la primitiva capilla de la Comunión.
La forma por la parte superior era ovalada, en un todo igual á la forma de
la bóveda del cuarto donde se encontraba colocado, cuyo contorno conti-
nuaba, mas ahora dásele la forma cuadrada que hoy tiene, por corresponder
asi al lugar que ocupa. Esta pintm-a fué restaurada por D. Vicente Castelló,
profesor de la Escuela de Bellas Artes de esta ciudad.»
La fecha en quo se verificó el traslado está, en blanco, pero debió ser por el
año 18á9 al 50. Castelló falleció el 2 de Junio de 1860.
Archivo de la parroquia de San Nicolás. Libro de Memorias, folio 120.
LOS CUATROCENTISTAS VALENCIANOS 1 4 9

sentada al pie de la cruz, sostiene en su regazo el yerto cuer-


po de su hijo amado, ayudada por San Juan, que tiene cogido
al Señor por debajo de los hombros. E n el opuesto lado, la
Magdalena. Viste la Virgen túnica rosada, toca blanca y man-
to azul; San Juan túnica verde y manto encarnado, y la pe-'
nitente túnica rosa y manto blanco labrado con dibujos, imi-
tando los brocados de plata, distinguiéndose entre los motivos
del bordado una L gótica coronada. Al pie de San Juan, un
cáliz de oro, estilo ojival, en el que se recoge sangre de Jesu-
cristo. En el propio lado, pero en segundo término y en menor
tamaño, tres personajes con trajes orientales. Fondo de este
lado, edificios góticos de carácter valenciano, puente sobre
río; en el opuesto, ladera de monte con ganado de carneros
paciendo. En lo alto, celajes y á los lados de la cruz cuatro
ángeles con túnicas blancas y rosa, sosteniendo atributos de
la Pasión.
Procede esta tabla de la Cartuja de Porta-ccdi, y formaba
parte de un retablo perdido. Hoy se halla en el gabinete iz-
quierdo del salón central del Museo, como los otros dos frag-
mentos descritos.
Carecemos de noticias ciertas acerca de la fecha en que
falleció Rodrigo I. Por el e s a m e n de sus obras podemos fijarla
provisionalmente en los últimos años del siglo xv, ó primeros
del siguiente. El hallazgo de nuevos documentos y el de otras
pinturas suyas, pueden esclarecer la obscuridad que rodea
una parte de la vida de este notable maestro de la escuela va-
lenciana (1).
*
**

(1) Nuestro amigo ei Sr. Tormo lia hallado un hermoso retaiilo de mano
del mismo Eodrigo I, ó,de un discípulo mejor artista que Eodrigo II, en una
capilla de San Pedro de Játiva. De él y de otros se ocupa en tres cartas toda-
vía inéditas dirigidas á Las Provincias de Valencia, intituiadas Más tallas en
Játiva: la Parroquia de San Pedro. Son nueve tablas y otras nueve del guar-
dapolvo, todas de labor exquisita. •' ,
ARTE

No se extinguió con Eodrigo I su dirección é influencia ar-


tística, continuada en Eodrigo II, conocido antes que su pa-
dre por la investigación histórica. Debemos á Passavant la
indicación de su existencia. En El arte cristiano en España
consignó haber visto en Valencia en 1854, y en poder de un
italiano, una tabla descrita en estos términos: «Al grupo de
pintores de'que ahora nos ocupamos (influencia eyckiana y
española), corresponde en lugar preeminente el hoy descono-
cido hijo del maestro Rodrigo, que fué probablemente uno de
los escultores tallistas que hicieron la sillería del coro bajo de
la Catedral de Toledo en 1495, donde se ha representado lO'
Conquista de Granada. La única pintura que ha llegado á mi
conocimiento, del citado maestro, es una Adoración de los Be-
yes, de tamaño algo mayor que la mitad del natural que po-
see un italiano de Valencia; está firmada: «Lo fill del mestre
Rodrigo» (1).
Carderera, en la «Reseña histórica de la pintura en la Co-
rona de Aragón», que precede álos «Discursos practicables del
nobilísimo arte de la pintura», de Jusepe Martínez, dice: «De
lo fill del mestre Rodrigo y de su padre queda alguna estimable
pintura, donde se ve dibujo más firme y fuerza de colorido».
Estas breves líneas parecen escritas por las referencias que le
diera Píissavant, dudando, por consiguiente, que Carderera
conociese obra alguna de los Rodrigos (2).
Estas dos indicaciones eran las únicas conocidas de estos
maestros valencianos. Nuestras diligencias por hallar la tabla
que vio Passavant en Valencia, habían sido infructuosas y y a
dábamos por perdido el cuadro cuando en los primeros días
de 1907, nuestro amigo el Sr. Sanpere y Miquel, nos obsequió
con la fotografía de la Adoración de los Reyes, existente en la
Galería Nacional de Londres. Algunos meses después, The
Burlington Magazine reproducía la tabla, ilustrada con un ar-
tículo anónimo, pero escrito por el Sr. Van de Put. Lleva
(1) Traducción española. Sevilla, 1877, página 226.
El maestro Rodrigo, de Valencia, no es el .entallador de Toledo, como su-
pone Passavant.
(2) Obra citada, página 6. '
LOS CUATROCENTISTAS VALENCIANOS 1 5 1

este trabajo el epígrafe «Un primitivo maestro valenciano»,


del que traduciremos lo más interesante para los lectores de
C U L T U R A E S P A Ñ O L A que no tengan la revista inglesa (1).
La Adoración de los Reyes fué adquirida en 1865, consti-
tuyendo con el gran retablo La vida y martirio de San Jorge,
patrón de Aragón, también de maestro valenciano, las dos
obras más importantes y casi únicas de los antiguos maestros
españoles, expuestas en la Galería Nacional. Ambos trabajos
son tipos corrientes de la producción artística de las orillas
del Mediterráneo en el siglo xv. La primera, que puede lla-
marse de estilo gótico, refleja, como muchas otras de la re-
gión catalana, la influencia del Sur de Alemania, pero en es-
cenas de incomparable y natural intensidad. La Adoració7i es
la compleja representación de un temperamento nativo con
elementos no españoles, representados por una indeleble Vir-
gen flamenca, decoración del Renacimiento italiano y edificios
de diferentes estilos y nacionalidades.
La sacra familia aparece delante y á la izquierda de un
arruinado edificio de clásica arquitectura. La Virgen, sentada
en un peldaño, sostiene al Niño Jesús sobre la rodilla dere-
cha. Viste túnica roja, cubriéndola amplio manto verde pá-
lido. En segundo término, y junto á una i^uerta del Renaci-
miento, San José apoyado en un bastón de pastor. Al i)ie de
la Virgen, y en actitud de adoración, uno de los Reyes. Cubre
su cuerpo túnica roja y ropa talar de brocado verde obscuro,
dejando ver las mangas negras de las que penden cruzadas
en la espalda otras falsas de lienzo. Lleva al cuello un collar
de oro (semejante al Toisón), y en el brazo derecho un rosario
con sus cuentas también de oro. En segundo téz^mino, lado de-
recho de la tabla, los otros dos Reyes. Están de pie, vistiendo
el primero larga túnica obscura con adornos dorados y los
bordes de armiño. Holgado manto rojo, recogido sobre el
brazo izquierdo y gorra de terciopelo con corona y una pre-
sea en forma de medalla, completa la indumentaria de este
personaje, el cual sostiene con la siniestra el dorado pomo de

(1) Número 4; volumen XI. Mayo, 1907, páginas 111-12.


1 5 2 ARTE

ios presentes. Viste el tercero de los Reyes dalmática de am-


plias mangas, tejida en rojo y oro con adornos de perlas. Cu-
bre la cabeza, fantástico turbante con remate puntiagudo,
adornado cdn un camafeo.
La escena se desarrolla en una especie de patio descu-
bierto, en el fondo del cual se ve una escalera de piedra que
conduce al piso superior del arruinado edificio. Dos jóvenes,
desde lo alto de la escalera, contemplan el acto de la Adora-
ción. En el fondo, logia medio circular con cúpula de pechina,
descubriéndose por entre las delgadas columnas que la sostie-
nen, una población murada; en último término, torre en rui-
nas; grupos de hombres á caballo, llevando uno de eUos el es-
tandarte de San Jorge. Al lado derecho, fondo, una torre cir-
cular de cinco pisos, y en el lado opuesto, rio con puente y
edificio en la orilla opuesta.
El colorido, aunque rico, no ostenta los caracteres de su-
perior brillantez. El realismo del artista se v e en la elección
de sus tipos, copiados del natural y la forma de pintar las som-
bras con efectos muy marcados de claro y oscul-o. El conjun-
to, en general, produce grata impresión, aunque el dibujo, es-
pecialmente en las manos, deja bastante que desear. La atri-
bución de esta tabla, de acuerdo con los conocedores del arte
español, queda justificada con la firma del autor, colocada en
el estremo de la piedra sobre la que descansan los pies de la
Virgen, leyéndose en dialecto catalán: «Lo fiU del mestre Ro-
drigo». »Del autor, añade elSr. Van de Put, no se sabe abso-
lutamente nada. Su génesis artística puede solamente dedu-
cirse por la interna evidencia de comparar esta obra con las
que se conocen de infiuencia italiana y del Norte, trabajadas
en Valencia á últimos del siglo xv.»
Reconoce el escritor londinense, como nota caracterís-
tica de esta obra, el detalle, observado también por nosotros
en otras tablas de ambos Rodrigos, de la mezcla de formas ar-
quitectónicas clásicas y relieves antiguos, junto con los ara-
bescos y otros adornos peculiares del Renacimiento italiano,
sin olvidar la forma de los edificios pintados en los fondos,
con sus tejados agudos y el uso de la madera en esas mismas
MAESTRO RODRIGO DE OSONA 1." Ó EL VIEJO

Consagración episcopal de San Narciso. Klartirio d e S a n N a r c i s o .


(Catedral de Valencia.) (Catedral de Valencia.')
M A E S T R O RODRIGO DE O S O N A EL HIJO O EL MOZO

Cristo a n t e P i l a t o s . A d o r a c i ó n d e l o s M a g o s (firmado).
(Museo de Valencia-} (National Galleryi Londres.)
LOS CUATROCENTISTAS VALENCIANOS 1 5 3

construcciones. Evidenciase, igualmente, el conocimiento que


tenía el artista de los trabajos de extranjeros, y su pericia en
el manejo de la pintura al óleo.
En este orden, el Sr. Van de Put, hace observar que la com-
posición de la tabla de Londres recuerda el espléndido reta-
blo del Condestable D. Pedro de Portugal, conservado en el
Museo arqueológico de Barcelona, pintado de 1464. á 1466.
Esta semejanza consiste en el agrupamiento de las ocho figu-
ras representadas en el retablo de Eodrigo II, con el detalle
de los dos personajes que contemplan la escena asomados á
sendas ventanas, y que en la Adoración de Londres son dos
jóvenes apoyados en el pasamano de la escalera. Falta en
este último el caballo, mulo y toro que se ven al fondo de la
tabla del Condestable.
La observación del Sr. Van de Put, es exacta, pero abun-
dan en el arte valenciano composiciones análogas á la del re-
tablo del Condestable. No conocemos el nombre del pintor de
esta importante obra, atifibuída por Sanpere y Miquel á Pablo
Vergós (1).
Varias dudas nos ofrece esta atribución, pero no es este el
momento de exponerlas. Sólo apuntaremos, enferma escueta,
la de si en realidad ese discutido retablo pertenece al arte
cuatrocentista catalán, ó bien es producto de otra región le-
vantina. Esta duda nació en nosotros en Noviembre de 1889,
cuando por primera vez le vimos, acompañados de D . José
María Burguera, obteniendo éste, del retablo que decora la
antigua capilla de Santa Águeda de Barcelona una de las pri-
meras fotografías.
Volviendo al cuadro expuesto en South-Kensington, el se-
ñor Van de Put, cree ver en el segundo de los Beyes Magos,
un retrhto de Juan II de Aragón (1468-1479), según el publi-
cado por Carderera (2). Sin embargo, como la fecha del reta-
blo corresponde hacia el año 1500, supone debe ser un retrato
postumo.

(1) Los cuatrocentistas catalanes, tomo II, página 58, reproducción.


(2) Iconografía española, tomo II, lámina 46.
1 5 4 ARTE

Conocemos otra obra de Rodrigo II, existente en el Museo


de Valencia. Representa á Jesús ante Pilatos. En primer tér-
mino y lado derecho, Jesús con túnica blanca de brocado de
plata, corona de espinas y aureola radial. Tiene las manos
atadas con el cordel pendiente del cuello. Detrás, grupo de
cuatro soldados romanos con borgoñotas y partesanas de fines
del siglo XV. Pilatos está sentado en un solio de mármol, es-
tilo Renacimiento, cubriendo el espaldar un paño de brocado
encarnado. Viste el traje talar de los primeros años del si-
glo XVI, con adoraos de armiño y gorra española. Figura en
el instante de dictar la sentencia contra el Redentor y la-
varse las manos en la fuente ó plato de oro que le presenta un
paje. Junto al trono, primer término, un personaje con túnica
talar verde pálido. En la parte opuesta, grupo de tres perso-
najes comentando el acto. Fondo, lado derecho, puerta del
pretorio; frente, ventana por la cual se descubren restos de
arcos y paisaje. El pavimento es de azulejos valencianos,
blancos, y en el centro una B gótica, alternando con otros
obscuros, pero lisos. Figuras menores que el natural.
Esta tabla, resto de un retablo desaparecido, creemos pro-
cede de la Cartuja de Porta-cceli. Fué repintado en algunas
de sus partes á fines del siglo xviil.
Conservánse on el propio Museo otras tablas que pueden
atribuirse al hijo del maestro Rodrigo, pero estando muchas
de ellas alteradas por repintes antiguos, no podemos incluirlas
entre las auténticas é indubitables. Fué ^u producción artís-
tica, abundante y variada, como lo demostrarán las sucesivas
investigaciones en iglesias y colecciones particulares. El pe-
ríodo de su mayor actividad debió serlo desde la muerte de su
padre hasta los primeros años del siglo xvi. Efectúase en este
período un cambio radical en la pintura valenciana. El Rena-
cimiento italiano del cuatrocientos logra, por las últimas
obras de San Leocadio, imponerse en Valencia. Lucha Ro-
drigo, y antes su padre, contra esta nueva corriente, y algu-
nos años después (1506-1513), es sorprendido por el segundo
avance de ese arte traído por los pintores manchegos, los dos
Fernandos; arte más serio y grandioso que el representado
LOS CUATROCENTISTAS VALENCIANOS 1 5 5

por Osona. Defiende éste las enseñanzas recibidas en el taller


paterno; pero ya en sus obras se advierten las huellas de la
influencia italiana. Para los artistas locales, discípulos de San
Leocadio., ó de los secuaces de Leonardo de Vinci, y también
para el público intelectual, Rodrigo simboliza un pasado, el
ocaso de una escuela anticuada.
A este desvío de la opinióu responde Rodrigo II con la ta-
bla de Londres, firmándola «Lo fill del Mestre Rodrigo», esto
es, el continuador de las tendencias, uu día populares de su
padre. Fiel á estas máximas de escuela ó de taller, mantiene,
en pleno dominio del estilo leonardesco, aquel arte brillante y
fastuoso, pintoresco y detallista que nació vigoroso con Jaco-
mart y en el que tan extraordinario papel desempeñaban los
ricos brocados, la pedrería y el armiño, acentuando la impor-
tancia de los accesorios arquitectónicos y los fondos con pai-
sajes y figuras tratadas á lo miniaturista.
Inferior á su padre, bajo todos conceptos, sostiene ese es-
tilo, en el cual debió tener muchos admiradores entre el pú-
bhco tradicional y no preparado para gozar en la contempla-
ción composiciones severas de la nueva escuela. Este favor
y crédito populares, subsiste aún bien entrado en el siglo xvi,
justificándolo un hecho comprobado: la categoría económica
en que le clasificaron en su misma época. Poseemos este dato:
Consta vivía en 1613, en la demarcación de la iglesia de San
Martín, probablemente en la plaza de Cajeros, plaza de an-
tiguo habitada por los pintores. En el libro de Taclia real de
este año, figura consignado en esta forma:
«Mestre Eodrigo Osona, pintor, XVsous» (1).
La tacha de 15 sueldos que le fué impuesta, indica gozaba
de excelente crédito, siendo la mayor cifra señalada á los pin-
tores en el repartimiento del mencionado año. Tachaban con
idéntica suma, los dos Ferrandos, pero en una sola cuota, y
Pedro Cabanes; diez sueldos Nicolás Falcó; siete el maestro
Cardona y Miguel Esteve, el pintor de los lunetos de la ca-

(1) Archivo ínunicipal de Valencia. Tacha Real, núm. 1, k. 8, año 1513, fo-
lio COXV.
1 5 6 ARTE

pilla que existió en la antigua casa de la Ciudad, hoy en el


Archivo municipal, y cinco los de menor categoría como lo
eran, entre otros, Juan Tallada, Francisco Juan, Jaime y
Juan Torrent, José de Arroyo y Juan Ferrer.
No hallamos memoria de Rodrigo II después de I5I3. Te-
nemos la evidencia de que no falleció en la feligresía de San
Martín desde esa fecha hasta el año 1523; pero pudo trasla-
dar su domicilio á otra parroquia ó ausentarse de la ciudad
al iniciarse en ella el movimiento popular llamado de las Ger-
manías, en I5I9; suceso fatalísimo para el arte valenciano, y
que obligó á muchos artistas á buscar en otras regiones de
España la paz y el trabajo de que no podian gozar en Va-
lencia.

L . TEAMOYERES BLASCO.
L O S N U E V O S H I S P A N I S T A S : AV. BERTAUX

En pocos meses, apenas dos años, ha comenzado á sonar el nombre


de M. Bertaux como autor de artículos y monografías referentes á la
Historia del Arte en nuestra patria y, mientras, hemos ido trabando co-
nocimiento personal con él cuantos en España nos ocupamos en esas ma-
terias. No creeré inoportuno comunicar á los lectores de la Revista una
semblanza de M. Bertaux, que debiera ir acompañada de un extracto
aunque fuera sucinto de sus trabajos, pues en consideración á este
propósito he dejado de dar notas extensas acerca de ellos en otras sec-
ciones de CULTÜEA ESPAÑOLA.
Hasta el momento, los trabajos hispánicos de M. Bertaux, no se han
publicado en ediciones independientes, pero en algunas revistas, y en la
monumental Histoire de VArt, de André Michel, han llenado muchas y
hermosas páginas, nunca desprovistas de ilustración fotográfica comple-
tísima. Causa quizá, las ilustraciones fotográficas, por su coste, de que
la literatura artística, critica ó histórica, de nuestros dias, vaya cada día
más necesitada del arrimo editorial de las empresas que publican revis-
tas ó series de estudios ú obras monumentales de lujo como la citada.
Y como son tantas y tan notables las revistas ilustradas que se publi-
can en Francia, Inglaterra, Alemania y en Italia, ocurre á cualquiera
de nosotros la imposibilidad de tener tantas y tantas suscriciones, que
suelen ser caras, ni haber ejemplar á mano, aun en población como es
Madrid que cuenta por docenas las bibliotecas importantes, y por doce-
nas también los amateurs, que, coleccionando obras de arte, suelen ser
también suscritores de alguna ó algunas de las revistas aludidas.
Especialmente de algunas de las nuevas, do las más interesantes y
autorizadas por la sabiduría de los directores y colaboradores, só decir
que no las puedo ver en Madrid, después de buscarlas en la Biblioteca
Nacional, en las de Academias, en la del Ateneo, Cámaras, Círculos, y
en varias de particulares antes aludidos.
Ocurriendo á la vez, con frecuencia, que determinadas revistas, en
general las más antiguas, sea fácil hallarlas por todas partes, y que al-
gunos libreros las reciban al por mayor para el reparto entre suscrito-
res, diferencia de predilección que se debe, como tantos otros fenómenos
del mundo social, & la misma ley de la inercia que rige en él como en el
mundo de las fuerzas físicas.
1 5 8 ARTE

Monsieur Bertaus publica en especial sus estudios ea dos revistas d e


las que más distinta y opuesta—injustificada—diferencia tienen en Ma-
drid: en la Gazette des Beaux Arts, que está en manos de todos, y en la
Bevue de l'Art Anden et Moderne, que no sé todavía si tiene algiin sus-
critor en Madrid. Los trabajos hispánicos de M. Bertaus, en los cuales
pone mayor estudio, que formarán la serie más considerable de la inves
tigación que consagra á nuestros asuntos, son, sin duda, los que publica
en la revista últimamente mencionada con el titulo general de Los pri-
mitivos españoles (1).
Hasta ahora los articules publicados bajo de ese epígrafe general, lle-
van los siguientes epígrafes particulares:
I. Los problemas.—Los medios de estudio fen el tomo XX, Diciem-
bre, 1906, p. 417 á 136); se ocupa en especial de Rubeus-Bermejo.
Los discípulos de Juan Van Eyek en el reino de Aragón, / (tomo XXII,
Agosto, 1907, p . 107 á 126); se ocupa principalmente de Dalmau,
Los discípulos de Juan VanEyck en el reino de Aragón, II (tomo XXII,
Octubre, 1907, p. 242 á 262); sigue el estudio de Dalmau.
Los discípulos de Juan VanEyck en el reino de Aragón,III {tomo'S.'Xll,
Noviembre, 1907, p . 3S9 á 360); se ocupa principalmente de Jacomart.
A estos cuatro estudios publicados, acompañan 27 grabados interca-
lados y siete láminas de tirada aparte.
E n la Gazette des Beaux Arts, ha publicado M. Bertaux en 1906, lo
siguiente:
Santo Domingo de Silos (número de Julio). V. CULTURA ESPAÑOLA,
tomo IV, página 1.160.
Un tríptico flamenco del siglo XV en Valencia (número de Septiem-
bre). V. C U L T U R A E S P A Ñ O L A , IV, página 1.156.
En 1907 ha publicado lo siguiente:
El Retablo monumental de la Catedral de Valencia (número de Agos-
to). V. C U L T U R A , VIH, página 1.088.
En la obra monumental, dirigida por M. André Michel (2), se ha en-
comendado á M. Bertaux lo referente á España y Sur de Italia.
En los cuatro volúmenes hasta ahora publicados, tiene M. Bertaux
los trabajos de colaboración siguiente:
En el tomo I, volumen I, que se ocupa del Arte cristiano desde sus

(1) H a comenaado á publicarse traducido, pero sin ilustración, por La Es-


pc^íia Moderna alguno de ellos, así como otros artículos de la Gazette del mis-
rao Bertaux.
(2) Histoire de l'art, depuis les premiers temps chrétiens jusqu'a nos jours,
publiée sous la direction de André Michel.—Tome I. Des Debuts de l'Art Chró-
tien á la F i n de la période Eomane, iv-960 páginas en dos volúmenes, eon
471 grabados intercalados y 12 láminas heliograbadas á parte.—Tome II. For-
mation, Expansión et Évolution de l'Art gothique. 1,012 páginas con 585 gra-
LOS NUEVOS HISPANISTAS 1 5 9

orígenes hasta el fin del Arte prerománico, dos,cortos capitulos'intitula-


dos La pintura en la Italia meridional desde él siglo V al siglo XI, el
uno, y el otrO, con mayor extensión geográfica, La escultura en Italia
desde el siglo VI al X, correspondientes al «Arte de las épocas merovingia
y carlovingia en Occidente».
En el volumen II tiene M. Bertaux u n estudio sobre La escultura en
Italia de 1070 á 1260, y otro, La pintura en la Italia meridional desde
el siglo XI cd XIII, que son natural continuación de los antes citados del
volumen I . Este segundo volumen tiene por objeto el estudio en toda su
extensión del Arte románico. Y sólo se dá á España y Portugal breví-
simo estudio referente á la Historia arquitectónica, con el criterio que
en esta revista puso en evidencia de error el Sr. Lampérez ( V . C U L T U R A
E S P A Ñ O L A , 1 9 0 6 , 1 , p. 188).

En el tomo siguiente, cuando se dio y a entrada en el plan de la obra


á las Artes plásticas y gráficas españolas, M. Bertaux aprovechó la pri-
mera ocasión para tratar de cosas de España aun las prerománicas, y a u n
para enmendar suavemente la plana al encargado de la Historia arqui-
tectónica, M. Enlart, creeré q u e con el beneplácito del director general
de la publicación M. Michel. Me refiero á la edad de las iglesias asturia-
nas, en lo que M. Bertaux vuélvese al lado de los arqueólogos españoles,
frente á Marignan y Enlart que las tr^en á siglos posteriores al románico
francés.
En el volumen I del tomo I I , que t r a t a , en conjunto, de la formación,
expansión y evolución del Arte gótico, principalmente el de los siglos x i i
y xiir, la parte de M. Bertaux es la siguiente: La escultura cristiana en
España, desde los orígenes hasta él siglo XIV, tratado bastante extenso,
y el relativamente corto, que lleva por título. La pintura en España
desde él siglo XIal XIV (1).
El volumen I I del tomo II, último hasta ahora publicado, en el cual
continúa el asunto del anterior, referido principalmente al siglo xiv,
contiene de M. Bertaux un importantísimo estudio sobre La escultura
italiana desde 1260 á 1400, y otro reducido, en justa proporción, acerca
de La escultura en España en el siglo XIV (2).
Por manera, que M. Bertaux aparece como encargado, al menos en lo

bados intercalados y 12 láminas heliograbadas á parte. Paris, Armand Co-


lín, 1905 y 1906, respectivamente.
Esta obra aspira á formar digno pendant del Perrot et Chipiez, relativo al
arte antiguo, no reduciéndose el número de colaboradores, hasta ahora unos
veinte, por la mayor complejidad del arte moderno.
(1) Acompañan 53 grabados al primer estudio y 4 al segundo; ocupan res-
pectivamente las páginas 214 á 295 y 412 á 418.
(2) Acompañan al segundo estudio 22 grabados; ocupa las páginas 045
á680.
1 6 0 ARTE

referente á los tiempos medios, de la Historia de la Pintura y de la Escul-


tura en España y la Italia meridional é insular que con España—con
la coronilla de Aragón — estuvo en íntimas relaciones políticas y de
cultura.
Las tres series de trabajos á que con redoblada asiduidad acude
M. Bertaux en las dos revistas y en la obra cíclica citada, tienen una
cierta unidad, basada en el asunto li objeto, y alguna variedad en el ca-
rácter de ejecución. Veo, á la ve», estudio analítico, estudio sintético y
trabajo de popularización europea de nuestras cosas en cada uno de los
escritos de M. Bertaux, pero en los de la Gazette des Beaux Árts predo-
mina lo último, es decir, la revelación del Arte español desconocido
afuera, en los de Ja Revue de VArt Anden et Moderne predomina el aná-
lisis, y la síntesis en los capítulos monográficos de L'Eistoire del Art de
A. Michel.
Puede decirse ya un hispanista el critico que apenas ha comenzado,
en realidad, á publicar sus investigaciones. Sé que ya tiene en el telar
la urdimbre preparada para estudios como el referente á «El Arte de
los Van Eyck en la Corona de Castilla» y «El Arte franco-flamenco pre-
eyckiano en Barcelona y en Valencia», para la Revue de l'Art, «Monu-
mentos y recuerdos de los Borgias en el reino de Valencia» y un apén-
dice al trabajo sobre Llanos y Yáñez- para la Gazette, y «La Escultura
española del siglo xv» y «La Pintura española de los siglos xiv y xv»
para el próximo tomo III, volumen II de la Histoire del Art.
De procer estatura, de vivo temperamento, rubio, muy rubio, como
un septentrional, más que como un francés, todavía es joven M. Emile
Bertaux, nacido en el año de 1869, también fecha de nacimiento, por
cierto, del que suscribe : treinta y ocho años de edad. Si no fuera tan
en desdoro de lo nuestro, yo me atreverla á formular el paralelo entre
el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Madrid, y el
que en la Universidad de Lyon profesa la misma asignatura. Este se-
gundo no es abogado en ejercicio, ni parlamentario, ni atiende á cien
otras cosas, sino tan sólo á la formación y enseñanza de la asignatura.
Retribuyele el Gobierno francés cumplidamente, y no sólo para que dé
normalmente la enseñanza con toda clase de elementos pedagógicos, de
estudio y de trabajo: también, para que aprovechando las vacaciones
primaverales y otoñales, pueda recorrer España é Italia, acompañado
de Mme. Bertaux ó solo, con la máquina fotográfica al brazo y buena
provisión de clichés, dispuesto á correr andurriales, es verdad, á pala-
dear brebajes por fondas y malas posadas, á calentar gutaperchas ó pin-
tado pino en los asientos fementidos de diligencias ó carricoches, cuan-
tas veces la via férrea se detenga lejos del monumento artístico busca-
do, cuantas veces el hotel tolerable quede á distancia del pueblo, del
monasterio ó de la ciudad episcopal donde conviene que la distinguida
compañera de excursionismo investigador, pintoresco siempre para chi-
LOS NUEVOS HISPANISTAS 161

fiados de raza, ayude á revelar los clichés sin exponerlos á los peligros
del viaje de vuelta.
¿Diré, que M, Emile Bertaux, no sigue en sus excursiones, sino huellas
de investigadores españoles? La regla general en el catedrático francés,
es ciertamente, el replanteo, escrupulosamente critico, severamente cien-
tífico, de trabajos de investigación antes esbozados por otros, y el campo,
por regla general, está bien trillado. Pero á las veces, M. Bertaux, no sólo
analiza científicamente lo ya descubierto, no sólo traduce á clasificación
racional obras de arte antes apenas señaladas caprichosamente a l a aten-
ción délos doctos, no sólo relaciona meritoriamente todo lo nuestro con lo
de afuera—de quien tantas veces aprendimos, de donde tantos vinieron
enseñados, y á quien tanto imitaron nuestros artistas—, no solamente
viaja llevando en sus apuntes y aun en su memoria el resultado del tra-
bajo de los rebuscadores españoles de archivo, sino que á veces, ¿cómo no?
da con lo absolutamente olvidado é inédito, como—por no citar más que
dos ejemplos—la Madonna de tierra de Soria, arte castellano de fines del
siglo XIV ó principios del x v , hoy en el Louvre, ó como la obra de Maes-
tro Rodrigo en San Nicolás de Valencia, firmada, de que ninguno de los
que nos hemos ocupado del arte en aquel reino de Valencia—¡y nos he-
mos ocupado tantos!—habíamos dado la menor noticia (1).
Monsieur Emile Bertaux es, pues, un francés que se ocupa de cosas
de España por manera enteramente contraria á la que caracteriza á sus
paisanos cuando de nuestro pais t r a t a n y se ocupan. Todavía no se le
deben descubrimientos de g r a n entidad, ni síntesis nuevas y peregrinas.
Pero su elaboración es rigurosamente científica, con todo el rigor de la
crítica moderna, y desde luego, ha leido todo lo nuestro, y lo ha leído
metódica é integralmente, y ha visto todo lo nuestro, y lo ha visto Inte-
gra y metódicamente también. De nuestra pintura y escultura medi-
evales sabe, al menos, tanto como todos nosotros juntos: sin especiali-
zarse demasiado como varios de nuestros beneméritos investigadores, y
sin darse á síntesis prematuras, que suele ser el escollo de los que asisti-
mos más como espectadores ávidos, intrigados, que como verdaderos
obreros á la tarea que va á ser reveladora de todo nuestro pasado atin
olvidado en España y preterido sistemáticamente en Europa.
La plástica y la pintura medievales españolas que Ponz y Cean, en
el siglo x v i i T y XIX, todavía no apreciaban, que Parcerisa y los Cuadrado
y Carderera comenzaron á pregonar, en globo, por sentimiento, por es-
píritu romántico, que los Amador de los Ríos y los Madrazo, y en gene-
ral los arqueólogos, comenzaron á poner, número por número, en orden

(1) Acerca de esto último, veáse el trabajo de Tramoyeres en esto mismo


número de la itevísta.
La Virgen antes mencionada en el texto, puede verse reproducida en la
Oazetle des Beaux Arts, Abril, 1906, y en Les Aris, Marzo, 1907.
CÜLTUBA. 11
1 6 2 ARTE

y clasificación, un tanto rigorosa, que los excursionistas de las tres so-


ciedades de Cataluña y del Raf Penat de Valencia, los de la madrileña
luego, dirigida por el Sr. Serrano Fatigati, y la vallisoletana después, y
siempre los eruditos sevillanos, toledanos, granadinos y de otras ciuda-
des, fueron anotando cuidadosamente antes de que por el Ministerio de
Instrucción Pública y Bellas Artes se decretara el inventario monumen-
tal de España por provincias, toda esa labor, en fin, en méritos de la
cual, son varios centenares de nombres los que habrían de tener aquí
entrada en lista, estaba pidiendo una síntesis, aunque provisional, indis-
pensable, y esa síntesis tenía que ser formulada, ó mucho me equivoco,
más que por un arqueólogo, por un historiador del arte, capaz de mirar
de lejos, apartándose del detalle, para ver el todo, á la vez, como de gol-
pe: en su ordenación interna, sorprendiendo el escondido ritmo de vida
que palpita en la obra de arte—eso que no suelen percibir los meros ar-
queólogos que ven en el objeto más lo que de social tuvo, que la confi-
dencia estética del alma del artista creador.
Ese hombre pudo y debió serlo Cossío, si no le hubieran solicitado más
las tareas pedagógicas; pudo serlo Gómez Moreno, si al fin no le hubie-
ran atraído más avasalladoramente—hoy por hoy—los problemas de la
pura arqueología (1). Y he aquí como tantas otras veces quo viene de
fuera el hombre; porque el hombre va á serlo M. Emile Bertaux, con
toda probabilidad. ¡Hágalo un extranjero! Pero, ¡hágase el milagro!, y
tengamos pronto una Historia de la escultura y la pintura españolas de
la Edad Media, cuando al fin ya tenemos, aunque inédita, la Historia de
nuestra arquitectura, al menos de la cristiana—debida á la pluma de don
Vicente Lampérez, Director de la sección de Arte en esta misma Revista,
en la que tiene tasado el elogio, por consecuencia.
Monsieur Bertaux, nacido cerca de Paris, en 1869, como se ha dicho,
fué discípulo de la Escuela Normal Superior en 1888. Concursó la agre-
gación á la Facultad universitaria francesa de Letras en 1891. Desde
1892 á 1896, fuó huésped del Palacio Farnesio, en la ciudad eterna, como
pensionado, ó sea como miembro de la Escuela francesa de Arqueología
de Roma. Fué designado para profesor de la Facultad de Letras de la
Universidad de Lyon en 19Ü2. Tomó el grado de doctor en la misma Fa-
cultad en 1901. Obtuvo, finalmente, el nombramiento de catedrático
(«en propiedad», como decimos acá; «ordinario», como dicen los alema-
manes) en 1906, designado para profesar en la misma Universidad de
Lyon, la enseñanza de la Historia del Arte moderno—hay profesor de
Historia dei Arte antiguo: M. Henri Lechat.

(1) Hubiera deseado serlo eon íntimo ó impotente deseo, el profesor de


Historia del Arte de la Universidad de Madrid, que esto escribe, incapaz,
por la pluralidad de sus ocupaciones, hasta de acabar de hacer la preparación
elemental necesaria para ponerse á abordar el tema.
LOS NUEVOS HISPANISTAS 163

En la península italiana, el Sur no era debidamente conocido de los


arqueólogos é historiadores del arte. Esto dio á M. Bertaux tema para
la primera benemérita campaña de sus trabajos de investigación. Re-
corrió los lugares menos conocidos y los más inhospitalarios desde las
Marcas á la Calabria, y produjo el primer gran estudio sistemático acerca
de «El Arte en la Italia meridional», publicado en 1904, con numerosos
dibujos y fotografías del autor (1).
En 1904 y 1906, publicó tres volúmenes sobre Roma en la colección de
las «Célebres Ciudades de Arte», trabajo premiado por la Academia fran-
cesa (2).
Antes, en 1903, dio á la imprenta u n breve curiosísimo estudio sobre
«Víctor Hugo artista», en el que se demuestra que no sólo fué u n dibu-
jante impresionista, sino que ha sido el gran poeta u n verdadero precur-
sor del estilo modernista en el mobiliario y del japonesismo modernista
en las predilecciones del dibxxjo (3).
En u n a docena de revistas italianas y francesas, ha publicado M. Ber-
taux larga lista de trabajos, de los cuales sólo los antes mencionados se
refieren á cosas de España, cuyo arte comenzó á estudiar en 1903, quizá
naturalmente llevado y solicitado por las relaciones que h a n de haber
existido entre nuestra Península y el Sur do la italiana (4).
En otro número de la Revista podremos hablar más extensamente que
ahora de los trabajos de hispanófilo de M. Bertaux, dignos del reconoci-
miento de los buenos españoles.

ELÍAS TORMO.

(1) L'Art dans l'Italie me-ridionale, 1904, publicación de la JScole frangaise


de Mome. 800 páginas con 404 grabados intercalados y 38 láminas de tirada
aparte.
(2) Some. Oollection des Villes d'Art célebres. En 1907 se ha publicado el pri-
mer tomo de la segunda edición, estando en prensa el resto.
(3) Víctor Hugo ariisíe. Paris, Gazette des Beaux Arts., 1903 , 52 páginas
con 18 grabados intercalados y cuatro de tirada aparte.
(4) Gran parte de estos trabajos sueltos han sido reunidos en la citada
obra L'Art dans VItalie meridionale.
n i S C E L f l N E f l ü E PRIAITIVOS EN E S F O Ñ f l

Una nueva obra de Bartolomeus Rubeus.—Hallazgo del retrato de D . Juan Manuel,


El retablo mayor antiguo restablecido en la Catedral de León.—Obras recién
halladas del pintor San Leocadio.

Una nueva obra de Bartolomeus Rubeus.—El Dr. F r a n z Pellati, d e la Di-


rección general de Antigüedades y Bellas Artes de Boma, acaba de des-
cubrir en la Catedral de Acqui (Montferrato) u n tríptico del pintor, es-
pañol al parecer, que tanto h a preocupado á los críticos de toda Europa
d e dos años á esta parte.
Los lectores d é l a Eevista conocen los principales antecedentes del pro-
blema de Historia del Arte que produjo el conocimiento del San Miguel
de la colección Wernher de Londres, procedente de la parroquia de
Tous, provincia de Valencia. (V. CULTURA ESPAÑOLA, 1906, número H ,
página 518, y 1907, número V, página 271).
El Sr. Pellati resume perfectamente el estado de la cuestión, e n es-
pecial el trabajo de Mr. Bertaux, e l del Sr. Sanpere y Miquel, y las apor-
taciones de W a l t e r Dowdeswel y Mely, antes de ofrecer el nuevo ele-
mento de estudio por él descubierto, en un trabajo intitulado «Bartolo-
meus Rubeus e un trittico flrmato della Cattedrale di Acqui», que ha
publicado en EArte, de Adolfo Venturl, a ñ o x , fase. vi. (Noviembre-Di-
ciembre de 1907.)
L a importancia del descubrimiento es triple: 1.°, porque es obra fir-
mada con las mismas letras Bartolomeus Rubeus del San Miguel de Tous
—aunque no dice Pellati si tiene perruna l a r de la primera silaba, á pe-
sar de que sabe la importancia que tiene ese detalle de españolismo in-
confundible que señaló M. Bertaux—; 2.°, porque aparte la firma, se t r a t a
de u n a obra de t a l identidad de estilo con el San Miguel, que no ofrece-
rla la menor duda la atribución: la cabeza de la Virgen es casi igual á
l a de San Miguel, las de los donadores tienen identidad de carácter, al
menos, y los sendos libros que manejan ayudan también a l a semejanza;
y 3.°, porque la Virgen está sentada sobre u n a sierra (de carpintero),
detalle que aunque presumo que pueda referirse al título del Estado d e
Monferrato, no ha de ser sino después d e u n a caprichosa aproximación
léxica, de Monferrat con Montserrat, y supuesto e l precedente de que á
MISCELÁNEA 1 6 5

la Virgen de Montserrat se la representa á veces delante de las montañas


que escinde u n a sierra—detalle que Pellati ha notado en la iglesia espa-
ñola de Montserrat de Boma también.
Además de la Virgen con el Niño y el donador, fondo del tríptico,
tiene la obra en las portezuelas abiertas la Natividad y la Purificación
de Maria en lo alto de ellas, San Francisco y San Sebastián (?) en la
parte haja de las mismas.
Reproduce también Pellati el tríptico de Santa Catarina del Museo
de Pisa, que con dudosa razón ya Dowdeswel atribuyó á nuestro Bartolo-
meus Rubeus.
Con ese motivo recuerda Pellati lo que Mely propuso: que Bubeus
fuera un cierto pintor Bartolomco Bosso, muerto en Ferrara antes de
1473, padre al parecer de Domenico Brasoni, llamado Dominicus Rú-
beas, muerto antes de 1486, padre á su vez de Bartolomeo Brasoni,
muerto en 1517. Pero Pellati se inclina á creer otro el artista, qite pintó
en España y en Italia, que debió á Flandes su educación y que es evi-
dente que sintetizó elementos artísticos de las tres naciones. En la Real
Academia de San Fernando están expuestas, por ofrecerse en venta al
Estado, dos portezuelas de tríptico, con San Francisco y Santa Clara
sobre fondo de oro, que para mi son obras auténticas, no ci-ertamente de
Vají der Weyden, como dicen sus carteles, sino del artista hoy famoso en
Europa de que nos ocupamos, de Rubeus.
¿Quién nos habia de decir á nosotros, los españoles, hace sólo tros años,
que la critica oficial y autorizadísima de Italia habia de llegar á conclu-
siones como la siguiente de Pellati: «Ha de hacerse un estudio del influjo,
ciertamente notable, ejercido por los artistas españoles en la pintura
italiana del siglo xv, pero es cierto que las naves aragonesas debieron
llevar no solamente á Ñápeles, Sicilia y Cerdeña—á Bermejo atribuye
Brunelli el San Bernardino^del Museo de Cagliari—, sino también á Pisa
y al Genovesado, más de u n artista de Valencia y de Barcelona»?

Hallazgo del retrato de don Juan Manuel—En la Catedral de Murcia se


conserva u n importante desconocido retablo, pintado en Genova en el si-
glo XIV por u n pintor famoso, Bernabé de Módena, a l que incidental-
mente habia hecho yo referencia en CULTURA ESPAÑOLA en dos ocasio-
nes distintas. (V. número II, página 515, en nota; V. página 267 y VII,
página 849.)
Si en este retablo, en unos retratos de donadores, estaban represen-
tados ó no los Reyes Católicos, con pintura sobrepuesta, es cuestión que
dilucidaron luminosamente en el diario de Murcia La Verdad, personas
t a n entendidas como D. Andrés Baquero Almansa y D. Manuel González
Simancas—yo hube de tener en el caso la intervención más modesta—,
habiéndose producido el feliz resultado de que las ideas y datos inéditos
166 ARTE

del uno relacionadas con las ideas y datos inéditos del otro, les llevaran
finalmente á la casi certeza de que los representado? son la reina doña
Juana Manuel, viuda de Enrique II, y su padre el insigne prosista cas-
tellano D. J u a n Manuel, adelantado de Murc'.a y allá omnipotente. El
anciano, ocupa el lugar de preferencia; ella, con corona real, está colo-
cada en el segundo lugar. Son figuras muy pequeñas, que creeré añadi-
das al retablo traído de Genova, pero pintadas en la misma época, co-
piando acaso algún retrato de miniatura.
Puede el curioso lector darse cuenta de esta investigación dialogada
en La Verdad, números siguientes:
«Los retratos de la Claustra», Andrés Baquero (número del 20 de Oc-
tubre de 1907). i
«El Retablo de la Claustra», Elias Tormo (número del 24 Id., Id.)
«Papeletas de un Catálogo», Manuel G. Simancas (número del 14
Noviembre id.)
«La Capilla de la Claustra y sus retratos», A. Baquero (número del
22 Id., Id.)
«Rebuscos, la Claustra y su Patrona», A. Baquero (número del (?)
Ídem, Id.)

El Retablo mayor antiguo, restablecido en la Catedral de León.—El ilus-


trado Catedrático del Instituto, D. J u a n Eloy Díaz Jiménez, ha publi-
cado un folleto escrito con galanura de frase é información cumplidí-
sima, con el siguiente título: «Catedral de León: el Retablo» (1). Se re-
fiere al reconstruido de reciente, bajo la inteligente dirección del arqui-
tecto Sr. Lázaro, en la pulcra sede leonina, con las tablas cuatrocentis-
tas que hallara en las aldeas de León D. J u a n Crisóstomo Torbado, y que
se demuestra que procedían del primitivo retablo mayor que en el siglo
XVIII se sacrificó por un engendro churrigueresco.
Tiene el Sr. Torbado, arquitecto auxiliar de las famosas obras de la
Catedral, condiciones excepcionales para la rebusca de antigüedades, y
la Catedral debe á sus investigaciones infatigables, verdaderas riquezas
del arte pictórico del siglo xv, que han podido lucir singularmente en
una reciente Exposición tenida en la vieja ciudad capital. Y tiene, por
su parte, el Sr. Diaz Jiménez, condiciones de maestro en Letras. Por lo
cual, unidas en un folleto las tablas halladas por el primero, reproduci-
das en fotograbado (2), y la elegante prosa explicativa del segundo,

(1) Madrid, Imprenta de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos»,


1907. 52 páginas.
(2) Van reproducidas las tablas siguientes: San Frailan recibiendo en Teaeo
el mensaje del Rey Alfonso 111. Consagración episcopal de San Froilán. Trasla-
ción de las reliquias de Santiago. Presentación de la Virgen al Templo, j una
quinta tabla, el Santo Entierro, de otra serie distinta,
MISCELÁNEA 1 6 7

prestan amenidad al trabajo, cuya lectura bien de veras recomendamos


á nuestros lectores.
Hasta ahora, la investigación de documentos no nos ofrece, desgra-
ciadamente, el nombre del autor ó de los autores de las tablas intere-
santísimas. Nada sobre ellas le dijo el Archivo á D. Demetrio de los
E.ÍOS, restaurador de la Catedral y autor á la vez de una preciada mono-
grafía sobre ella, avalorada con la rebusca de antecedentes de archivo,
inéditos muchísimos de ellos (1). Nada tampoco ha dicho hasta ahora
el archivo, abierto otra vez, á nuevas investigaciones. Por lo menos, res-
pecto del retablo, entre los datos inéditos que el folleto del Sr. Diaz J i -
ménez nos presenta, queda por resolver el problema principal. Yo me
atrevo á excitar desde estas columnas al Sr. Torbado, ofreciéndolas—
como también al Sr. Diaz Jiménez—para estudios complementarios, asi
que haya adelantado en la rebusca de archivo: CULTURA ESPAÑOLA de-
searía no ser la segunda entre las Revistas en la atención que debe pres-
tarse al trabajo del día, á la atención palpitante de nuestros investiga-
dores y amateurs, en reivindicación de las glorias, olvidadas cuatro si-
glos, de nuestros primitivos pintores españoles.

Obras recién halladas del pintor San Leocadio.—En la hermosa Sala capi-
tular ojival de la Catedral de Valencia, se conservaban á poca luz unas
pinturas en lienzo, en lona, mejor dicho, que no habían solicitado la aten-
ción de los eruditos que allí contemplaban el episcopologio en iconoteca,
el portentoso Cristo de Alonso Cano (escultura), las tallas de gótico flo-
rido del antiguo Trascoro, los sepulcros del xrv y del xvi y los restos de
frescos murales del siglo xv.
Al infatigable D. Roque Chabas, que hace años nos revelara la curio-
sísima historia de esos frescos—muestra de los artistas del siglo xv, aspi-
rantes al encargo de la decoración mural del presbiterio, es decir, deifi-
cólas Florentin, rechazado en 1471, y de Francesco Pagano, de Ñapóles,
y Pablo de San Leocadio, de Reggio, admitidos en 1472—, y que después
averiguó también quo las tallas del trascoro se debieron á u n autor es-
pañol—Jaime Esteve, que subcontrató los maravillosos relieves que en-
cuadraba con Giidiano Florentino, grau discípulo, evidentemente de
Ghiberti—, se debe ahora el hallazgo del documento que revela el nom-
bre del autor de los lienzos, Pablo de San Leocadio, en 1514, si mi memo-
ria no me hace equivocar la última cifra.
Permítase .al que escribe, que se ufane con la parte mínima que en el
hallazgo le cabe.
Porque es cierto que no se daba importancia alguna á tales lienzos.

(1) La Catedral de León. Monografía. Boa. del Resumen de Arquitectura,


1895.
1 6 8 ARTE

que en Valencia se suponían, no sé por qué tradición infundada, que


eran pinturas hechas para modelo de lapices. Así que, cuando en 1899 se
restauró bajo la inteligente dirección del Sr. Chabas, la Sala capitular,
en el Almanaque de las Provincias para 1900, se daba erudita relación
de la cosa, reducida á decir, respecto de las pinturas en cuestión, las si-
guientes palabras: «Unos grandes cuadros que sirvieron, indudablemen-
te, como cartones para la confección de tapices, representando escenas
de la vida de la Virgen y de San Martin, cubrían en gran parte los fres-
cos—de Nicolás, de Pagano y San Leocadio—; ahora se han levantado á
conveniente altura...», etc.
En la factura abreviadísima, propia del género (1), son tan bellas las
composiciones, tan puras en su prerrafaelismo, tan peruginescas, como
se decía antes, que yo las tenia hace años en singular predilección, con
no ser casi visibles por la escasísima luz que las alcanza.
El verano pasado, hube de instar á los eruditos capitulares Sres. Cha-
bás y Sanchis Sivera, para que las sacaran á luz, y en ocasión de mis fer-
vientes ruegos, acudimos con escalas y luces al examen de ellas, teniendo
yo la fácil fortuna de despertarles el entusiasmo por pinturas seme-
jantes.
Son doce composiciones y tan grandes, que hubimos de disertar sobre
su procedencia y primitivo destino: yo les ofrecí dos hipótesis, después de
rechazar la de cartones de tapicerías, que no sé que nunca se tejieran en
Valencia, ni de tal estilo en ninguna otra parte.
La primera hipótesis supondría que fueran sargazos de puertas de
gran retablo, sólo del mayor, á juzgar por el tamaño, recordándoles va-
rios ejemplos castellanos, en particular el de la capilla de Cedillo en el
Salvador de Toledo.
La segunda hipótesis las hacía suponer puertas de uno ó de dos órga-
nos, recordando, al caso, las del mismo estilo de Santo Tomás de Avila,
hoy en el Museo del Prado—la Epifanía en dos mitades, San Pedro y San
Pablo—y las cincocentistas de la Catedral de Tarragona.
La primera hipótesis exigia suponer, en contradicción con anteceden-

(1) Las sargas se pintan al temple, pero sin preparación, imprimación, ni


estucado preliminar, utilizando telas gordas, como la de lona, ün procedi-
miento tan abreviador daba margen á una labor artistica que, como la del
fresco, exige dibujos, composiciones y cartones previamente preparados, pero
que consiente luego rapidísima ejecución, favorable á la sinceridad y probi-
dad artísticas. El efecto en cambio no puede seducir á la multitud.
Por todas esas condiciones, el arte tan español del sargazo lo desempe-
ñaban mejor los pintores fresquistas á la italiana, que no los pintores al óleo,
á la flamenca.
Pintando sargazos de exportación barata para las Américas, se formaron
artistas varios pintores españoles, sevillanos en especial, andando los siglos.
Murillo, es buen ejemplo.
MISCELÁNEA 1 6 9

tes conocidos, que la obra que en 1507 trabajaron Yáñez y Llanos, fué
precedida de otra rechazada sin bastante motivo; aparte la dificultad de
explicar los temas de la vida de San Martin, inadecuados para el altar
mayor de una Catedral consagrada á Santa Maria. Además, el retablo
mayor de plata no exigió puertas hasta que estuvo terminado en 1504, y
en 1506 ya se encargaban de muy recias tablas á Llanos y Yáñez.
Quedaba la hipótesis segunda por mi ofrecida, que á los capitulares
pareció más aceptable también.
Y no necesitó más el Sr. Chabás: puesto á buscar en el Archivo cate-
dral los antecedentes documentales referentes á órganos, siguiendo la
pista indicada, no tardó en hallar la prueba de que Pablo de San Leoca-
dio, en 1514, á los cuarenta y dos años de su llegada y establecimiento,
más ó menos definitivo, en Valencia—si no es que el dato se refiera á otro
hijo Pablo desconocido, ó al mismo conocido hijo Felipe Pablo de Sají Leo-
cadio, como hemos pensado, creeré que sin fundamento, Tramoyeros y
yo—, pintó los sargazos de los órganos, hoy conservados en la Sala ca-
pitular.
¡Salgan luego, en seguida, á plena luz, para deleite de todos!
ELIAS TORMO.
NOTAS BlBUOQRflFICnS

MANUEL B. Cossío: Ei Greco.—Madrid, Victoriano Suárer, 1908. Un tomo de


texto (en i ó z volúmenes) y otro tomo de láminas (en total igS.)

Del libro del Sr. Cossío, antes que nadie se ocupó CULTURA ESPAÑOLA
cuando todavía no se había ultimado la impresión del mismo, ni apenas
se promediaba. Véase el número II del año I de la Revista, página 526.
La edición sufrió después considerable retraso por el afán de la perfec-
ción sentido por el autor, en especial en la revisión del catálogo general
de la obra del artista, principal complemento del texto, y en la reproduc-
ción en fotograbados de toda nota singular, de toda composición pictó-
rica distinta y aun de toda variante en ellas que algo signifique en la
labor del Greco. En realidad, el cuerpo de la monografía quedó impresa
dentro de 1906 y la gozamos en capillas los privilegiados; pero la publi-
cidad del libro no llegó hasta Noviembre de 1907.
Desde entonces creeré que no ha habido revista ni diario en que no
haya encontrado ferviente y caluroso aplauso el que llamé—y me quedé
corto en la profecía—«el libro del año.» Yo no recuerdo otro éxito seme-
jante en un trabajo de carácter histórico. Ni aun en los libros de ameni-
dad estética se ha visto apenas tal unanimidad en el aplauso.
Y el aplauso no ha sido ciertamente inconsciente y como de sugestión
y arrastre. Porque he leído artículos bibliográficos, escritos no por crí-
ticos de arte, sino por artistas de la palabra y del pensamiento poético,
en los cuales de tal modo vibraba una intensa emoción de arte y una
manera personal de ver al Greco y de leer El Greco de Cosaio, que los he
saboreado á las veces con regaladísimo deleite, como íntima confiden-
cia de verdadero artista (1).

(1) Entre los críticos, el distinguidísimo escritor Zeda, nos ha dado una
nota en sn artículo publicado en La Época, más extenso que el reproducido
en varios periódicos de provincias: que Rojas Zorrilla, el dramático toledano,
no debía de ser gran entusiasta del Greco, cuando «en una de sus comedias,
Ahre el ojo ponía en boca de un personaje, para dar idea de un rostro ridiculo.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 171

CüLTUEA ESPAÑOLA, por su carácter trimestral—y por estar ultimado


ya el número anterior á la fecha de la publicación del libro—llega la
última y tarde al examen de la obra, y buena fortuna fué la de adelan-
tarse á formular aquel modesto antejuicio á que antes me he referido.
Yo he de confesar á mis habituales lectores lo que ellos, t a n bené-
volos, ya han visto: que soy demasiado dado á reparos y á tamizar el tra-
bajo y la opinión ajena, hasta hacer creer á los demás quizá—y con error
sin quizá—que tengo en mucho más de lo que merece mi propia opinión,
que si es cierto que la manifiesto, que la suelto siempre, pero también es
cierto que no me aferró á ella demasiado.
Puesto á releer con ese espíritu reparón y en son de critica todo el li-
bro del Sr. Cossio, desprendiéndome—con grave esfuerzo—del comuni-
cativo calor que á su lectura crece y se acrecienta siempre, he de con-
fesar á mis lectores toda la verdad, sin repulgos. Ténganme por lo que
me tengan, por acalorado, por ditirámbico... he de manifestar que en mi

estos versos, que prueban la opinión del autor de García del Oastañar res-
pecto del pintor cretense:
«Adiós, el de la Beatriz,
que si á buena luz la veo,
parece quo se ha soltado
de alguna copia dei Griego.»
Notaré que Rojas no fué contemporáneo del Greco: nació en Toledo en
1(307, donde murió el Greco en 1614.
Tampoco fué contemporáneo Baltasar Gradan, el corifeo del conceptismo,
que por colosal ingenio y por el declive de su propia genialidad me pare-
ciera natural que figurara entre los partidarios del Greco, con más razón que
los culteranos: pues al fin el culteranismo de Góngora y Paraviciuo—dos en-
tusiastas del Greco—es pompa externa, hueca y aparatosa, con dejos do es-
plendidez colorista nada relacíonable con la evolución colorista magistral
del Greco. T sin embargo Gracíán, hombre que miró para adentro como el
Greco, debió apreciar á éste en poco, á juzgar por el párrafo siguiente:—á no
ser que lo dictara el afán do la agudeza y dol bien parlar, como tópico y por
la fuerza del consonante.
«Vio, dice, el otro galante pintor, que lo habían cogido la delantera el Ti-
ciano, Rafael y otros.
• Estaba más viva la fama, cuando muertos ellos; valióse de su invencible
inventiva
»Dió en pintar á lo valentón.
• Objetáronle algunos el no pintar á lo suave y pulido, en que podía emular
al Ticiano, y satisfizo galantemente, que quería ser primero en aquella gro-
sería, que segundo en la delicadeza.
•Extiéndase el ejemplo á todo empleo, y todo varón raro entienda bien la
treta, que on la eminente novedad sabrá hallar extravagante rumbo para la
grandeza.»
Todo esto parece tomado de Pacheco: al oído.
172 ARTE

opinión no existe en lengua castellana una obra que ni de lejos se le pue-


da parangonar;... que jamás en España ha sido impresa una monografía
critica de tan aquilatados méritos; ...que nunca—ya no en España sólo,
sino en Europa entera—se ha dado á la publicidad de una vez y por un
solo hombre, y respecto de un pintor ó escultor, un monumental trabajo
semejante.
La visión de época, la compenetración y como identificación del alma
del autor con el alma del pintor, el sutilísimo análisis técnico, la rela-
ción del artista con sus progenitores artistas y con el arte de sus conti-
nuadores—sólo Velázquez y los del día—, todo eso que es la crítica, la es-
tética, el alma del libro, son tales, que poquísimos en la Literatura artís-
tica universal han podido significar tanto. Hablando de la nación vecina
—nuestra conocida—¿cómo no pensar en un digno parangón con el mis-
mo Fromentin, cuyo libro Les Maitres d'autrefois, como dice Reinach,
todavia es «non pas le plus beau, mais le seul chef-d'oeuvre de critique
d'art que la France du dix-neuviéme siécle ait produit»? Otro asunto con-
cretísimo; menos grandioso que la síntesis de la pintura flamenca y h o -
landesa—objeto simpatiquísimo del pequeño volumen de Fromentin—;
pero no menos genial visión y no menos genial arranque crítico: acompa-
ñado de la plena, concienzuda y escrupulosa preparación. Con la com-
pañía de tales introductores, las obras de arte, del gran arto, se mues-
tran al público sin nebulosidad, sin neblinas, sin secretos olvidados: ellos
levantan uno á uno los velos sutilísimos del santuario, ellos nos inician
á todos e u aquellos misterios eleusinos que todo gran genio ha tenido que
r e c a t a r — i n s c o u E c i e n t e m e n t e —al profano, como para forzarle á estudioso
amor; ellos son para lienzos y tablas, para los bronces y los mármoles,
algo de lo que es el alma del genial pianista para la solfa de Beethoven,
de l o que es el genio de la batuta p a r a l a música épica de Wagner. Mas
esotérico el Greco que les maitres d'autrefois, flamencos y holandeses, tan
necesitado el Greco de geniales intérpretes como el Beethoven de los iil-
timoB cuartetos—técnica sapientísima, libre, dislocada, alma entenebre-
cida antes que serenada por hondísima melancolía: las de ambos genios
gemelos, las del Greco y Beethoven—, no tendrá nunca Cossío, el intér-
prete maravilloso del pintor de las aberraciones sinceras—inadecuadas
para pintadas—la popularidad vulgar; pero si la gratitud de la pléyade
europea d e los iniciados.
En el monumento por é l erigido al Greco, n o es la crítica lo único
perfecto: perfecta es también la labor erudita d e la investigación histó-
rica; tanto como el edificio mismo, el colosal andamiaje tiene méritos ex-
cepcionales. El acopio d e los materiales es minuciosísimo, agotando la
cantera ó canteras que había á la vista: creeré que salvo la fortuna y el
azar que darán siempre premio á todo estudio d e erudición, hoy por hoy,
es definitivo y completo el trabajado por el Sr. Cossío—á quien tantos y
tantos, á juzgar por sus palabras,Te prestaron colaboración—: yo no veo
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 1 7 3

al menos una pista, u n rebusco, una calicata indicada, como de posible


éxito, que no haya excitado el celo inquisitorio del autor. ¡Y es mucho
decir lo que digo!
Por eso me permití antes decir" que no se ha dado á. la publicidad de
una vez y por sólo un hombre un trabajo semejante. Véase, sino, repa-
sando casos análogos, lo que es el genial Velázquez de Beruete, trabajo
crítico de primer orden también, pero á base de la labor erudita ó inves-
tigadora de Cruzada Villamil y de Curtís. En el caso de E L GRECO, ha
sido Cossio á la vez el Cruzada para la investigación biográfica, el Cur-
tís para la catalogación, el Beruete para la critica y la síntesis. Ó como
también podría recordar, trayéndolo de otra gran rama de nuestra Lite-
ratura moderna, Cossio ha sido para el Greco lo que para Lope de Vega
fué la Barrera y es Menéndez y Pelayo, á la vez la erudición rebusca-
dora y la clarividencia critica, educadora del público. Dicho sea todo
esto con toda clase de diferencias y salvedades.
La edición—de bella impresión—está perfectamente presentada; se
han sacrificado en ella á lo manual, á lo manejable, las proporciones. El
impreso va encuadernado en un voluinen, ó en dos, porque en total es de-
masiado recio, con xxiv-728 páginas, en 8,° prolongado. El atlas de lá-
minas, en 4.° menor, va en tomo aparte, lo que facilita sobre manera la
vista de ellas al adelantar en la lectura del t exto que á cada una de ellas
se refiere. No son, ciertamente, de primera los fotograbados, pero ¡cuan
útil no es tener en ellos reproducida integralmente la inmensa labor del
artista! El precio d é l a obra, 30 pesetas. Siguiendo á la vez el texto y el
ejemplo gráfico, acaba de ser amenísima la lectura, y no se siente can-
sancio, aun para profanos al arte pietói'ico: he visto hacerla prueba,
Delante de las obras, en Toledo, en el Prado ó en El Escorial, la lectura
oportuna (á lo que se presta el volumen suelto ), la he comprobado como
verdaderamente seductora, dándola á veces á mi'^ discípulos en sendas
excursiones. Todos estos detalles tienen más importancia de la que se
cree. Las ediciones enormes del Museo Español de Antigüedades, délos
Monumentos Arquitectónicos de España, con ruedas en la encuademación
y todavia con ellas no manejables sino para dos varones forzudos, apenas
se pueden leer y estudiar en especiales atrileras y casi necesitan lentes
de diversa graduación para alternarlos en la lectura de las partes alta y
baja de las páginas. Son t a n insoportables como lo es con frecuencia
buena parte de su texto monolítico.

Darla con gusto en extracto del libro á mis lectores, ó la síntesis cri-
tica, ó el resumen cronológico de los varios estilos y capitales obras maes-
tras del pintor, ó una y otra cosa; ó bien una idea de la actual situación
geográfica—transitoria, por desdichada constante emigración—de sus
lienzos catalogados. Asi lo he hecho en casos semejantes en CULTURA
ESPAÑOLA. No me decido esta vez á hacerlo porque para ello habría de
174 ARTE

reducirme á copiar, ya que en la admirable ponderación del texto del


Sr. Cossío todo está oportunamente sintetizado, y yo no debo reducirme
á mero copista sin las atenciones debidas á mis lectores.
Tampoco, por otra parte, debo dar mi modo personal de ver al Greco,
tomando la ocasión como prestada. Desde 1902, año en que publiqué, bien
que mal, una conferencia ateneística que di en 1900 sobre «El Mudo y el
Greco» (1), no he variado esencialmente en mi modestísimo juicio, aun-
que he sentido enraizarse más en n^í corazón, con la comunicación cons-
tante de sus obras, el extrañísimo cariño, retrospectivo pero sincero, que
el Greco despierta en todos nosotros. Sé más de él, ahora; le quiero más;
pero no creo verle de otra mauera que como le veía. ¡Bien indigna de
membranza mi modesta síntesis ahora, después de la publicación del
libro de Cossío!
Quisiera al menos repasar, y repaso cuidadosamente, toda la urdim-
bre del texto á ver si encaja alguna rectificación de errores, algún seña-
lamiento de lagunas, de puntos olvidados, alguna exageración de juicio,
finalmente, que se pueda entender merecedora de salvedades. Y he de
confesar con toda la sinceridad con que estas cuartillasescribo, que no he
hallado brecha ninguna para el asalto, ni siquiera rendija ó grieta para
abrirla. La misma escasa entidad de las excepciones lo va á confirmar, y
por eso voy á ponerlas acá todas ó casi todas.
Todas se refieren al interesantísimo asunto de los retratos, que es en
las obras del Gi-eco lo indiscutiblemente superior.
<La dama del armiño» (lámina 108), si es, como parece, del Greco—
yo, sin haber viste el lienzo, voto con el Sr. Cossío, frente á la respetable
opinión del Sr. Beruete—es la obra más bella, objetivamente más bella
del autor. Ya no debe tenerse como retrato de la familia del mismo, y es
preciso darle un seudónimo como ese de «la dama del armiño» que pro-
pone el Sr. Cossío. Pero debo hacer observar que la piel, forro de la capa
que tan elegantemente viste no es armiño: es en realidad esa prenda de
regia indumentaria, ó mucho me equivoco, un bohemio forrado de piel
de cisne, semejantísimo al que ostenta el Principe Don Carlos retratado
allá por 1557, de mano de Sánchez Coello en el cuadro núm. 1.032 del Mu-
seo del Prado. Yo me di á pensar en alguna de las hijas del tercer matri-
monio de Felipe II, con las cuales no hallé parecido en la «dama, lla-
mada, del armiño». Pero todavía haj- en ella otro interesantísimo deta-
lle de indumentaria, hoy regional, entonces quizá de moda general, que
ofrezco también al estudio del Sr, Cossío. Va tocada con un rebocillo
como el clásico de las mallorquínas, es decir, por pieza cerrada que se
pone metiendo la cabeza por el ancho y encuadrando el óvalo de la cara
y frente en la fimbra estrechada del mismo. Yo no conozco la filosofía ni

( 1 ) «Desarrollo de la Pintura española dol siglo ITI>.— Madrid, 1&02. Con-


ferencia 4.*.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS l75

l a historia del rehocillo; en mi tierra otra pieza que tal usan las muje-
res en los menesteres caseros cuando ciernen la harina y quieren evitar
el polvillo en el peinado; el verdadero rebocillo viene á ser holgado para
cubrir la cabeza y el cuello hasta el pecho y la espalda también, pero no
se estrecha tanto en la frente ni oculta del todo el pelo. Una loca de Pa-
lacio, Magdalena Ruiz, acompaña á la Infanta Doña Isabel Clara en el
cuadro atribuido á Liaño en el Museo (n.° 7G9), pintado por 1585, y está
sola en otro lienzo (n.° 770), tocada en el uno y el otro cuadro con un re-
bocillo, por lo que pienso que pocos años antes serla quizás pieza de moda
entre reinas y princesas. De todas maneras, creo debe llamarse «La dama
del rebocillo» y uo »del armiño» á la más hermosa modelo que el Greco
pintara en su larga vida.
El retrato del Cardenal Quiroga—de quien hace el Sr. Cossio una
portentosa semblanza, con reducirla á copia ó extracto de cuatro ras-
gos—entiendo que ha de llevarse á periodo más remoto de la vida del
pintor, no sólo por la técnica veneciana—aunque barridas las veladuras
por la intemperie á que parece se le condenó—, sino por la edad del re-
tratado. El autor supone que se pintó después de la muerte del Prelado,
pero habiendo fallecido de ochenta y un años, se le da una edad apa-
rente de cincuenta ó ses enta, y yo creo al retratado más visto que co-
piado por el Greco.
Sumamente cuidadoso el Sr. Cossio en las citas y llamadas, no ha
podido evitar la confusión cuando se refiere á los varios retratos de «ca-
ballero desconocido» que pintó el Greco, y de los cuales ol Museo de Ma- \
drid tiene obras portentosas: lo mejor, lo indiscutible del pintor. En la
lámina se ha dejado de poner el número correspondiente al Catálogo del
Prado, y en el texto no siempre se aclara la referencia. Además, tener
cuatro, cinco ó seis portentosos retratos perpetuamente condenados á
numeración, como las calles de Nueva York, y lo que es peor á numera-
ción varia (de Catálogo del Prado, de Catálogo de Cossio, de láminas de
Cossio, etc., etc.), entiendo que es hacer imposible el lenguaje y la inte-
ligencia entre los lectores y los autores. Me atrevo, pues, ¿señalar como
un defecto, un extraño defecto, el mantenimiento del «caballero desco-
nocido» como factor común de obras múltiples, que por lo mismo que
tienen subidísimo valor, están pidiendo á voces el bautismo, aunque sea
con seudónimos. Claro es que no pido que se les adjudiquen nombres de
personajes históricos, nó; pero si unDonPulano, Don Zutano, Don Diego
ó Don Mendo, que desde luego indique que eran caballeros castellanos y
los individualice provisionalmente. En la obra de Rafael ó de sus cola-
boradores, hay unas cincuenta composiciones, madonas ó Sacras familias.
¿Cómo era posible entenderse sin los remoquetes «del cordero», «Ansi-
dei», «del verde», «del clavel», «de la diadema», «de los candelabros»,
«del pez», «della impannata», «la Perla», «de la Tenda», cuando no aj'u-
da el nombre de la familia poseedora actual ó pretérita del cuadro?..,,.
176 ARTE

Hace bien el Sr. Cossío en dar bautismo de socorro al «Caballero de la


mano al pecho», «el pintor», «el poeta»—que creeré de Tristan—«el mé-
dico», etc.; pero todavía en los varios caballeros sin el menor carácter
distintivo, salv'o la fisonomía inconfundible, y en especial en los del Mu-
seo del Prado, todos de igual procedencia, es indispensable que nos de-
cidamos y el Sr. Cossío entiendo que ha hecho mal en no darles nombres
de castizo empaque, acompañados del castizo don. Y ni hay necesidad
de recurrir á personajes creación de la fantasía de nuestros dramáticos
y novelistas de la época, aunque ello podría ser feliz éxito para algún
conocedor erudito de nuestra literatura clásica. El mismo Sr. Cossío ha
bautizado sin proponérselo á uno de los retratados con el Don Diego (de
Miranda) del Quijote: el núm. 2S8. Cat. Prad., 70. Cat. Coss.,ldm. 111.
Yo, á los restantes (salvo el «de la mano al pecho», el «médico» y el don
Rodrigo Vázquez), se me ocurrirá llamarles desde ahora, para mi uso
particular, «D. Diego» al ya citado; «D. Gonzalo», al núm. 246, Catá-
logo Prad., 75. Cat. Coss., lám. 113; «D, Lope», al núm. 244. Cat. Prad.,
77. Cat. Coss., lám. 122; «D. Mendo», al nilm. 243. Cat. Prad., 78. Catá-
logo Coss., lám. 123; y «D. Tello», al núm. 245. Prad , 79. Coss. lá-
mina 124: siguiendo un orden alfabético para el cronológico en que el
Sr. Cossio los coloca. El «caballero desconocido» de Sir John Srirling-Max-
well, opino que es t a n españolísimo como los demás, pero no t a n caste-
llano; para él, no sé por qué, me obsesionaría acaso el nombre de «D. Man-
rique»...
Creen conmigo muchos á quienes he consultado que peca de encogi-
do, por grado extremo, el Sr. Cossio al no dar como definitiva y evi-
dente la serie de autoretratos del Greco que propone; pues la perma-
nencia de la fisonomía dentro de las variaciones de la edad, sin faltar
nexo, la repetición frecuentísima—cuándo como espectador en cuadros
religiosos (1), después como San José en las Sacras Familias, en las que
María es también evidente que es su esposa, en el cuadro del Sr. Beruete
aislado, por último—, y la verosimilitud píioológica—sino patológica—de
los rasgos, no bastan á establecer el hecho ¿qué basta en la Historia del
Arte? Digno de gran loa es el escrúpulo de historiador que muestra el
Sr. Cossío en cualesquiera de las páginas del libro; pero en esto de la
vera efigie del propio pintor excede los linderos de la prudencia y recae
en escepticismo vitando.
Este tema de los retratos es quizá el más sabroso; es, de seguro, aquel

(1) Dijome con entera sinceridad el restaurador que fué del Entierro del
Señor de Orgaz, D. M . M., hoy difunto, que por descuido del momento y pos-
terior olvido dejó bizco al caballero que se supone ser retrato del Greco; en
los muchos años después transcurridos no tuvo ocasión abonada para dar la
enmienda.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 177

en que la renacida estética del Greco hallará menos contradicción. He


porfiado en que Velázquez debe menos al Greco de lo que el Sr. Cossio
manifiesta y sostiene. Al menos es preciso reconocer que dueño de la
mano del Rey para la compra de cuadros, á él debe atribuirse el número
enorme de los Riberas que de Ñápeles pasaron en vida del Españólete á
las regias pinacotecas de Felipe IV. Del Greco sólo parece que hizo ad-
quirir esos maravillosos retratos varoniles en busto hoy en el Museo,
con otros femeniles que se han perdido, y el par de lienzos de la parro-
quia de San Vicente de Toledo, que se llevaron al Escorial, en los últimos
años de la vida de Velázquez con bastante probabilidad, haciendo dejar
copias en la parroquia toledana. Y como de estos dos magistralisimos tro-
zos de pintura, el uno, en especial, es un portento de técnica, pero de lo
más sensato del Greco, y tan magistral y tan sensato como los retratos,
entiendo que los hechos demuestran que Velázquez, como teórico, como
critico, repugnó en el Greco las sinceras aberraciones á que antes me
referí, tanto como le sugestionó por su técnica magistral y en sus oca-
siones de equilibrio sereno. Si Velázquez hubiera sentido—hablo de su
critica teórica—tanto entusiasmo por el Greco como por R i b e r a - n o
mentando á los venecianos—teniendo Toledo tan á la mano, hubiera po-
dido llenar de lienzos del Greco las colecciones reales—, por lo menos las
de El Escorial, si es que Felipe IV rechazaba al Greco de su vista en
el Alcázar ó el Retiro.
Algo más hubiera yo deseado que dijera el Sr. Cossio de Tristan, ú n i -
co discípulo directo del Greco, con su hijo Jorge Manuel, asi como es de
rechazar toda relación de magisterio con Orrente y Magno. Quizá otro
dia hablemos de esa supuesta escuela, toledana del Greco en CULTURA
ESPAÑOLA. «Velázquez su alumno libre», es una frase exactísima. Pero
conste bien que es libre no sólo por razón de la falta de enseñanza per-
sonal, sino en razón también á la soberana libertad del gran genio del
Arte. Libre del hombre, esclavo de la verdad. Algo asi como los Azagras
soberanos en la Sierra se apellidaron «vasallos de Santa Maria, Señores
del Albarracin.»
El Greco no tiene la gloria de semejante esclavitud, sino mezclada de
genialidad idealista, de lirismo desasosegado y neurasténico, y de vitu-
perables amaneramientos. Es, por ejemplo, hermoso y bien hermoso el
celaje de muchísimos de sus cuadros. He hecho la observación de que es
la verdad misma, la verdad misma de uu celaje de noche de luna de ve-
loces nubarrones entreoí azul, lejano, profundo, transparente en defini-
tiva. El cúmulus de intensa vaporización acuosa nos muestra, al correr
de las nubes, el blanco y el obscuro, á luz y á sombra, sobre la nota in-
tensa del azul délas noches claras de la meseta castellana. Hágase la
prueba; hágase en noches como las que indico, la comparación, y se verá
la pasmosa verdad del celaje del Greco. Pero ¿á qué puede deberse sino
á lirismo malsano, y a que no á convencionalismo pecaminoso, la adop-
eULTUKA 12
1 7 8 ARTE

ción de ese fondo en asuntos que se suponen á la luz diurna? Esa verdad
inoportuna de los celajes, como con más probabilidad las dislocaciones
suyas del dibujo, ¿son en él fórmulas esotéricas premeditadas para repe-
ler á las gentes, para aquilatar la iniciaciónde los fervorosos?
Todavía se recata el alma del artista cretense á nuestra curiosidad:
late el misterio en el fondo.
. ELÍAS TORMO.
NOTOS

El arte español en Inglaterra: ayer y hoy.—La Sociedad Arundel de L o n -


dres, entre las veinte magnificas reproducciones de obras de arte que
repartió el año 1906, publicó tres referentes á la Historia artística de
nuestra península. A saber: un reti;ato de Goya, de la Duquesa de Alba
(colección Wernher), que he comprobado ser repetición ó copia p u n t u a l
del que se conserva en el Palacio de Liria; el Calabacillas, de Vdázquez,
del cual se ha hecho mérito en esta Revista (1), y el San Pedro sedente,
una de las escasísimas obras auténticas del Gran Vasco de Viseo, exis-
tente en la Catedral de la misma ciudad portuguesa. "^'^
En 1907, publicó tres, el San J u a n en Patmos y la Purísima Concep-
ción de la colección Frére, que se tienen como obras de Velázquez, de la
juventud del artista, y que proceden de los Carmelitas Calzados de Se-
villa, y la reproducción de la «Fontana de la Vida», fechada en' 1519, de
la colección del Rey de Portugal, conocida como obra de Holbein el
Viejo.

El Burlington Magazine, de Londres, número de Marzo de 1907, ha


publicado el Inventario de 330 pinturas del Palacio de York House tal
cual se inventariaron en 1635, siete años después de la muerte del fa-
moso Duque de Buckingam, favorito de Carlos I. El rey. Principe de Ga-
les en 1623 y su favorito estuvieron en España, y de acá sacaron el
acrecentamiento de su pasión por la pintura y bastantes riquezas artís-
ticas por compras y por donaciones de la corte de Felipe IV, que tuvo
que dulcificarles las calabazas matrimoniales á que le llevó la opinión y
el triste sino de nuestra patria. Con tales antecedentes creyérase que
Buckingam llevaría á Londres alguna muestra de la pintura española,
que á la sazón Velázquez llevaba al ápice de la perfección, ¡pues no tal!
¡Ni un solo nombre de artista español figura en la selecta colección de
Buckingam; todos son venecianos ó flamencos, ó en general, artistas de
Italia ó del Norte! Otra prueba es esta, si faltaran otras, de que al mérito
de nuestros artistas nunca se igualó su fama, hasta muy corridos los años.

(1) CüLTunA EspASoLA, uúm. VI, pág. 596. Nota donde equivocadamente
referí al BurlmglonXo^que se refiere á l a Arundd,.
1 8 0 ARTE

En la colección dicha, sólo se menciona el Escorial como lugar donde


se hallaba el cuadro de Tiziano, la Gloria de Carlos V, del cual el
apuesto Duque poseía una copia.

Los ingleses, tan entusiastas hoy de Velázquez, y lo que es más, los


que fueron primeros propagandistas en Europa de la fama de Velázquez,
tardaron en conocerle, como en general Europa entera.
Puedo ofrecer otra prueba curiosa, hasta ahora no anotada.
En 1773, el caballero Burney, entusiasta de las Artes, publicó un viaje
con el titulo 27ie present state of Music in France and Italy, y en el li-
bro cuenta su visita y curiosa entrevista con el famoso cantante Farine-
lli, que ya expulsado de España por Carlos III, después de haber sido
tantos años el favorito de Felipe V y Fernando VI, vivía tranquilo, rico
y poderoso, rodeado de espléndidas obras de arte (regalo de. Reyes) en
Bolonia. Sabido es hoy que el Museo de Valencia conserva un auto-
retrato de Velázquez que los monarcas le dieron al cantante, y que
andando el tiempo adquirió de sus herederos un tal D. José Martínez
Blanco, cónsul en Niza, que lo legó con muchas otras obras al Museo de
Valencia; es el retrato que traído á Madrid en 1809, presidió á la inau-
guración de la Sala de Velázquez del Museo del Prado, cuando las fiestas
centenarias del pintor(l). Farinelli era tan aficionado á la pintura, que
á sus magníficos instrumentos de música, á sus claves, los bautizaba
con los nombres de El Rafael, El Corréggio, El Tiziano. Todos estaban
en la sala principal de la villa que habitaba, así como los retratos de
todos los Príncipes que en sus viajes y artísticas cortesanas andanzas se
llamaron protectores suyos. Todo lo vio y lo describe M. Burney, aña-
diendo: <no faltan tampoco (en la Sala) cuadros de Ximénez, Murillo
y Españólete».
Ese Ximénez, ese patronímico español, está ahi por Velázquez! Al
buenode Burney no se le habia pegado al oído el apellido castellano del
más grande de los pintores del mundo!... y le llamó Jiménez, como le
hubiera podido llamar Sánchez ó Fernández: al tratar de recordar el
apellido que Farinelli le diría, creo yo, con exactitud y con entusiasmo.

Copiamos de una Revista francesa en extracto de otra italiana:


. Un manuscrito desconocido de Leonardo de Vinci. M. De Marinis, de
Florencia, halló en el Ensayo de una Biblioteca, de Gallardo, la mención
de un manuscrito de Leonardo de Vinci. Tratados de mecánica y geome-

(1) La curiosa historia de esta obra indiscutible del pintor, la publicó do-
cumentada D. Luis Tramoyeres en las columnas del diario de Valencia Las
Provincias, número del día del centenario do Velázquez.
NOTAS 1 8 1

tria escritos al revés y en los años 1491-1493. 2 volúmenes AA. 19,20.


La indicación, «escritos al revés», es prueba incontestable de autentici-
dad. El Dr. Serra, Director de la Biblioteca Real de Madrid, encargado
de hacer la rebusca, ha registrado en antiguo catálogo manuscrito la
mención reproducida por Gallardo, pero hallando que bajo la rúbrica
AA. 19,20, lo que se citan son dos preciosos manuscritos, uno de los cua-
les es de Petrarca: De remediis utriusque fortuna. En vano se ha traba-
jado, apurando la rebusca, para dar con los volúmenes manuscritos de
Leonardo, haciendo suponer como verosímil un robo y una sustitución-»
La Revista francesa no lo cree, dado el valor do lo que se supone que
se puso en sustitución, y espera que el azar haga descubrir lo de Leo-
nardo en algún rincón empolvado de la Biblioteca.
Añadiremos ahora, por nuestra cuenta, que es á la Biblioteca Nacio-
nal de Madrid á la que se refiere la cita y texto copiado, que creemos
más verosímil que había una errata, si no en las anotaciones de Gallardo
ó en la impresión de los Sres. Zarco del Valle y Sancho Rayón, en el an-
tiguo catálogo manuscrito del cual las tomaba, y que una obra descono-
cida de Leonardo, es ó debe ser señuelo para apxirar la investigación
hasta el último extremo. Lo de escrito al revés se refiere al dificilísimo y
caprichosísimo hábito del gran sabio y artista de escribir en forma que
puesto un espejo á la derecha ó izquierda de la página, perpendicular á
ella, es como únicamente se lee bien la letra manuscrita. Lo que me hace
pensar que era original en italiano el códice de nuestra biblioteca.

Existe una indudable reacción en el sentido de exigir precio de en-


trada á los Museos y Colecciones, ocasionada por los actos de salvajismo
ocurridos en Paris en el verano pasado. Desde 1." de Febrero ha estable-
cido derechos el Municipio de París para la entrada en los cinco museos
municipales (Petit-Palais, Carnavalet, Cernuschi, Galliera y Víctor
Hugo).
La Intendencia de la Real Casa y Patrimonio, acaba de establecerlos
en el Escorial, entre nosotros.

El Director del Museo del Bargello de Florencia, ha descubierto re-


cientemente en un pueblecillo del valle del Amo mismo, cerca de San
Giovanni, un retablo de Frá Angélico, repetición casi, perfectamente
conservada, del famoso de nuestro Museo del Prado.
Recordaré con este motivo que nuestro retablo que en el reinado de
Isabel II se llevó al Museo desde la clausura de las Descalzas Reales de
esta corte, se pintó por VAngélico para Santo Domingo de Fiésole como
otros dos, á saber: la Coronación hoy en el Louvre y otro que permanece
1 8 2 ARTE

en BU primitivo destino, salvo la predella que pasó á Londres {National


Gallery). Y doy esta nota porque no aparece en los catálogos del Prado
la historia remota ó primitiva de obra tan singular y tan preciada.

Otra nueva obra conoslda de Juan Lome.—Don J u a n Allende Salazar, mi


joven amigo, entusiasta, hasta ahora mudo, de las glorias del arte pa-
trio, acaba de averiguar una interesantísima noticia relacionada con la
historia inédita del mismo: que Simón Navar, Secretario que fué del
Rey Carlos III de Navarra, legó en testamento, otorgado en Sangüesa el
16 de Diciembre de 1422, 40 florines de oro á la obra pía de la iglesia de
San Sebastián de Tafalla, para costear una imagen de piedra de San
Sebastián mártir, y que dicha escultura, que es precisamente la que
actualmente se venera en el altar mayor—por cierto la obra maestra
del arte de Miguel Ángel en España, debida á Ancheta--, de la parro-
quia de Santa Maria, de la ciudad de Tafalla, la ejecutó en 1426 el can-
tero Juan Lome, es decir, quien diez años antes (1416) labró en alabastro
de Sástago, el estupendo sepulcro de los Beyes de Navarra Carlos el No-
ble y su esposa Doña Leonor, conservado ahora en la antigua hermosísi-
ma cocina ojival de la Catedral de Pamplona.
Sobre Juan Lome y su obra, prepara el Sr. Allende Salazar un tra-
bajo que se publicará en esta Eevista, y que espero no será la única
muestra de los afanes investigadores de su autor,
E. TOBMO,
FILOSOFÍA
Estudios de Filosofía contemporánea.
.La Filosofía de A. h. Berason.

El pensador cuya influencia se hace sentir en la actuali-


dad más vivamente en Francia, es sin disputa M. Henri Berg-
son. Con sus libros y con sus enseñanzas en la Escuela Normal
y en el Colegio de Francia, el autor de la Évolution créatrice
ha ejercido la acción más profunda sobre la generación joven.
Pensadores tales como M. Le Roy reconócenle por maestro; y
discípulos como M. M. Lubac y Luquet (1), se esfuerzan por
hacer penetrar el método bergsoniano en la enseñanza secun-
daria. Ya se siga á M. Bergson ó ya se le combata, no es po-
sible dejar de admirarle. Quienquiera lea sus obras, vese sedu-
cido por la penetración del análisis psicológico, por la multi-
tud de puntos de vista nuevos, por la profundidad y la audacia
de sus concepciones fundamentales, y por la flexibilidad y
elegancia de su estilo que sabe prestar un poético encanto á
las más vivas imágenes.
La ciencia es esencialmente un análisis; por lo tanto, el
conocimiento que proporciona es relativo. Analizar, en efecto,
es reducir el objeto desconocido que se estudia, á elementos
comunes con otros objetos conocidos y a . Yo analizo un movi-
miento refiriéndolo á un sistema de ejes y de coordenadas, y
lo traduzco mediante símbolos; yo lo estudio desde cierto
punto de vista y bajo un determinado aspecto. Multipliqúense
los puntos de vista y los símbolos, y no se llegará jamás á
completar, á perfeccionar el conocimiento del objeto; su con-

(1) Lubac. Esquiase d'un systéme de Paychol. rationelle. París, Alean.—Lu-


quet, Idees genérales de Psychologie. París, Alean.
186 FILOSOFÍA

notación, jamás se hallará terminada. «Analizar, consiste,


pues, en expresar una cosa en función de lo que no es ella.
Todo análisis es, de esta suerte, una traducción, un desarro­
llo en símbolos, una representación tomada de puntos de vista
sucesivos, en los cuales se notan otros tantos contactos entre
el objeto nuevo que se estudia y otros que se cree conocer.
En su deseo, nunca saciado, de abarcar el objeto en torno del
cual vese condenado á girar, el análisis multiplica sin fin los
puntos de vista para completar la representación siempre in­
completa, varía sin descanso los símbolos para perfeccionar
la traducción siempre imperfecta. Continúase, pues, hasta el
infinito» (1).
Muy distinto es el objeto de la metafísica. Los filósofos de
todas las escuelas han creído en la posibilidad de alcanzar
una realidad en sí, un absoluto. La filosofía, de ser posible, no
puede ser un análisis, una traducción en símbolos; debe colo­
carse, no ya fuera del objeto para expresarle por algo que no
es él, sino en el intei'ior del objeto, toda vez que «una repre­
sentación tomada desde cierto punto de vista, una traducción
hecha con ciertos símbolos, continúan siendo siempre imper­
fectas, en comparación del objeto respecto del cual ha sido
tomado el punto de vista, ó que los símbolos tratan de expre­
sar» (2). Deberá, pues, el filósofo transportarse al interior del
objeto para coincidir con su esencia misma, para poseer real­
mente lo que el objeto tiene de único y de inexplicable. La
metafísica, «ciencia que pretende no necesitar de símbolos»,
debe proceder por intuición (3).
Ahora bien, existe precisamente una realidad que nosotros
conocemos por intuición, un objeto que no conocemos sim­
plemente mediante el análisis, y es nuestro «yo que dura».
Examínese cada uno atentamente y hallará en sí mismo—al

(1) Introduetion á la MétapTiysique («Eevue de Métaphysique», 1903, nú­


mero 1, pág. 8.)
(2) Ihid., página 3.
(3) «Llámase intuición aquella especie de simpatía intelectual en virtud de
de la cual, traspórtase uno al interior de un objeto para coincidir con lo que
ese objeto tiene de único y de inexpresable por consiguiente». Ibid,, pág. 3.
ESTUDIOS DE FILOSOFÍA 1 8 7

lado de percepciones estables y distintas que tienden á eona-


tituirse en objeto de los recuerdos más ó menos ligados á esas
percepciones, tendencias, hábitos motrices, etc., elementos
psíquicos que nos parecen tanto más distintos del yo, tanto
más exteriores, cuanto más se distinguen unos de otros. Pero
aún no nos hallamos más que en la superficie de la concien­
cia. Penetremos más adentro para alcanzar el núcleo. Encon­
tramos otra cosa muy distinta. «Bajo esos cristales bien recor­
tados y esa congelación superficial, existe una continuidad de
flujo y sucesión que no es comparable á nada de lo que yo he
visto sucederse. Es esta una sucesión de estados, cada uno de
los cuales anuncia lo que sigue y contiene lo que precede. A
decir verdad, no constituyen estados múltiples más que cuando
ya los he pasado y me vuelvo hacia atrás para observar sus
rasgos. Hallábanse esos estados, al tiempo de experimentar­
los yo, tan sólidamente organizados, tan profundamente ani­
mados de una vida común, que no habría podido decir yo
dónde acababa uno cualquiera de ellos y dónde comienza el
otro. En realidad ninguno comienza ni acaba, sino que todos
se prolongan los unos en los otros (I).»
Imposible es representarse por medio de imágenes este
flujo interior (2). Toda imagen es espacial, y si comparo el des­
arrollo de mi vida interna al progreso de un móvil en el es­
pacio, abandonaré, en provecho de la unidad de ese progreso,
el aspecto multiforme y variado de mi vida psíquica. Si me
imagino una multiplicidad de matices, ostentándose unos al
lado de otros, fundiéndose lo más posible entre sí, tendré ante
m í , no ya un devenir, un progreso, sino una cosa totalmente
hecha y estable. Y, sin embargo, mi vida interior «es todo eso
á la vez:- variedad de cualidades, continuidad de progreso,
unidad de dirección» (3). Cierto es. que los conceptos—ideas
abstractas y generales—no podrán tampoco'representarme la

(1) página 5.
(2) Eeonerde el lector el hermoso capítulo de W. James on los Principies of
Psijcliology acerca del 'stream of cansciounes>.
(3) Ibid., página 6.
188 FILOSOFÍA

duración interna. Un concepto simboliza una parte especial


de los objetos (abstracción) y la hace al propio tiempo común
á una multitud de cosas (generalización). El concepto es una ,
cosa estable, fija, que nosotros hemos indudablemente sacado
de la realidad infinitamente móvil, pero con el cual no pode­
mos reconstituir la movilidad de lo real ( 1 ) . El concepto puro
deforma las cosas. «Colocada dentro del objeto metafísico que
la posee, una propiedad coincide con él, se amolda cuando
menos á él, adopta los mismos contornos. Extraída del objeto
metafísico y representada en un concepto, se extiende y am­
plía indefinidamente, rebosa y excede al objeto, toda vez que
en lo sucesivo debe contenerle á él y á otros. Los diversos
conceptos que de las propiedades de una cosa formamos, di­
bujan, pues, en torno de ella, otros tantos círculos mucho
más amphos, ninguno de los cuales se adapta exactamente á
ella, y , eso no obstante, en la cosa misma, las propiedades
coincidían con ella, y coincidían, por consiguiente, entre
sí» ( 2 ) . Usaremos también nosotros de artificio para restable­
cer esta coincidencia. Tomaremos uno ü otro de esos concep­
tos, é intentaremos así volverlos á unir á los demás. «Pero, se­
gún que partamos de éste ó de aquél, no se operará la reunión
de la misma manera... Todo dependerá del peso que atribu­
yamos á tal ó cual concepto; y ese peso será siempre arbitra­
rio, toda vez que el concepto, sacado del objeto, no tiene peso,
y a que no es más que la sombra de un cuerpo. De ese modo,
surgirán una multitud de sistemas diferentes, tantos como
puntos de vista hay exteriores, acerca de la realidad que se
examina, ó círculos más amplios en que encerrarla» (3). La
metafísica, por consiguiente, deberá «transcender los concep­
tos para llegar á la intuición». El filósofo utilizará los concep­
tos en cierto sentido, porque esa es la materia sobre la que
trabaja; pero hará la crítica de ellos; lo difícil del esfuerzo en

• (1) En el cnrso de este estudio -volveremos oon más pormenores sobre esta
teoria que aquí nos limitamos á indicar.
(2) /Jíd., páginas.
(3) liid,, página 8.
ESTUDIOS DE FILOSOFÍA 189

el pensamiento filosófico, se halla precisamente en ese retorno


á la intuición, á lo inmediatamente dado. El conocimiento or­
dinario no es, en efecto, un conocimiento desinteresado; «co­
nocer una realidad, es; en el sentido usual deltórmino cono­
cer, tomar conceptos ya hechos, clasificarlos y combinarlos
entre si hasta obtener un equivalente práctico de lo real». El
conocimiento ordinario es un conocimiento dirigido hacia la
acción; el conocimiento sensible es utilitario, y la ciencia
misma no es más que un trabajo realizado sobre los datos sen­
sibles, trabajo de coordinación, orientado asimismo hacia la
acción (1). El error de los filósofos ha estado en aplicar á los
conocimientos desinteresados de lo real, los procedimientos
de que el espíritu se sirve habitualmente con un objetivo de
utilidad práctica. En vano se intenta reconstruir la realidad
móvil con los conceptos inmóviles. «Con decisiones fijas, por
numerosas que sean, no se hará jamás movilidad; mientras
que, si se da la movilidad, es posible, por vía de disminución,
sacar de ella, mediante el pensamiento, tuntas decisiones fijas
como se quiera» (2). El metafísico, por una especie de «aus­
cultación intelectual», penetrará lo más posible en la indivi­
dualidad del objeto; no lo definirá en modo alguno por medio
de conceptos completamente hechos, que se adapten á todo
como los trajes de un bazar. El verdadero empirismo es aquel
que trabaja con medida y que á cada objeto que estudia hace
un esfuerzo nuevo y original. «Forma él, para el objeto, un
concepto apropiado á sólo el objeto, concepto del que apenas
puede decirse que sea aún un concepto, puesto que no se
aplica más que á aquella cosa sola. No procede por combina­
ción de ideas que se encuentre en el comercio... sino que la
representación á que nos conduce, es, por el contrario, una re­
presentación única, simple, respecto de la cual, se comprende,
por otra parte, muy bien, una vez formada, el por qué se la
puede colocar en los cuadros, unidad, multiplicidad, etc...

(1) Véase más adelante el análisis de Les données immédiates de la conaeien-


ce y de Matiire et Mémoire.
(2) Ihid., página 26.
1 9 0 FILOSOFÍA

todos ellos, mucho más amplios que ella. Finalmente, la filo­


sofia, asi definida, no consiste en elegir entre los conceptos y
tomar partido por una escuela, sino en buscar una intuición
única, de la que se vuelve á descender asimismo á los diver­
sos conceptos, por haberse colocado por encima de todas las
divisiones de escuela» (1).
Esta intuición, esta inversión del trabajo habitual del pen­
samiento, no es por otra parte, una novedad absoluta. Las
doctrinas metafísicas más fecundas tienen su origen en la in­
tuición; las ciencias mismas le deben lo que tienen de más
elevado, tal, por ejemplo, el análisis infinitesimal. Notemos,
en efecto, que la matemática moderna es un esfuerzo para
sustituir al tout fait el se faisant; no es ya una ciencia de las
magnitudes estables y fijas una vez para siempre^ sino más
bien un estudio de la formación, de la generación de las mag­
nitudes; Menester es, no obstante, reconocer que la intuición
se halla en el origen del cálculo integral, pero que es tan sólo
el símbolo lo que nosotros conocemos en la aplicación. La
metafísica, por él contrario—que no tiende á ninguna apli­
cación—«podrá y, con mucha frecuencia, deberá abstenerse
de convertir la intuición en símbolo... Es, pues, natural que
la metafísica adopte, para extenderla á todas las cualidades,
es decir, á la realidad, la idea generatriz de nuestra mate­
mática. No por eso habrá de dirigirse en manera alguna á la
matemática universal, esa quimera de la filosofía moderna.
Muy al contrario; á medida que avance más, encontrará ob­
jetos más intraducibies en símbolos. Pero habrá cuando me­
nos comenzado por ponerse en contacto con la continuidad y
l a movilidad de lo real, allí donde ese contacto es más mara­
villosamente utilizable... Habrá visto con una claridad su­
perior lo que los procedimientos matemáticos toman á la rea­
lidad concreta, y continuará en el sentido de la realidad con­
creta, no en el de los procedimientos matemáticos» (2). Y, en
la intuición, ciencia, sentido común y metafísica se encuen-

(1) Ibid., página 15.


(2) íbiá., páginas 27 y 28.
ESTUDIOS DE FILOSOFÍA 1 9 1

tran, realizando en una síntesis superior la unidad real y di-


námica del saber, tan buscada por los filósofos.
Del análisis muy incompleto que acabamos de hacer es,
al parecer, posible sacar preciosas enseñanzas acerca de la
actitud de M. Bergson respecto al problema filosófico. A de-
cir verdad, más que una doctrina, más que un sistema de lí-
neas precisas, es un método y una orientación del espíritu.- Y
este método se halla en todos los trabajos del filósofo desde el
Essai sur les données immédiates de la conscience, hasta L'evo-
lution créatrice (1). No ha pensado desde un principio M. Berg-
son en construir un sistema completo y coherente, tal como
el de Spencer, por ejemplo; su esfuerzo hasta aqui ha recaído
sobre problemas bien determinados, problema de la libertad,
cuestión de las relaciones entre el espíritu y el cuerpo, pro-
blema de la vida y del origen de la inteligencia. Pero en esos
distintos estudios, manifiéstanse el mismo esphitu y las mis-
mas tendencias. Por doquier se encuentra la misma penetra-
ción de análisis psicológico, el mismo cuidado de utilizar la ex-
periencia inmediata en toda su pureza, desembarazada de los
elementos 'deformadores que en gran número le proporciona
la conciencia refieja, tan profundamente utilitaria; por do-
quier la misma critica que descubre el postulado común á dos
doctrinas opuestas y que las vuelve á colocar en el mismo te-
rreno para mostrar mejor su insuficiencia; por todas partes,
en fin, ese sentido de la duración, que constituye nuestra vida
íntima, esa teoría original del cambio, que permite á M. Berg-
son interpretar de uu modo completamente nuevo los pro-
blemas del tiempo y del espacio, del movimiento y de la li-
bertad.
Pero el mejor medio de poner de manifiesto la riqueza de
los puntos de vista en la filosofía de M. Bergson, es ver su
método en acción. Con objeto, pues, de completar el bosquejo
que acabamos de delinear, vamos á seguir paso á paso á

(1) Recordemos aquí la época de aparición de las tres obros filosóficas de


M. Bergson: Essai sur les données iinmédiates de la conscience, I889;.Maíiére el
mémoire, 1896; L'evolulion créatrice, 1907.
1 9 2 FILOSOFÍA

M. Bergson en su obra, á estudiarla en pormenor y analizarla


en el orden mismo de su formación. Preciso es este análisis
para todo el que quiera penetrarse bien de la doctrina, com-
prender su espíritu y apreciar su inspiración. Después de ha-
ber estudiado los resortes internos del organismo, es cuando
se hace posible elevarse sobre las particularidades y llegar á
una concepción del conjunto; tan sólo después del análisis la-
borioso de un pensamiento, es posible formarse una concep-
ción verdaderamente sintética, formular su idea generatriz
y penetrarse de su fecundidad.

*
* *

En el desarrollo de la psicología, desde su origen hasta


nuestra época, puédese encontrar la huella de una misma
preocupación, de una misma tendencia, más ó menos acen-
tuada en todos los psicólogos: la tendencia á sostener que
nosotros percibimos lo real á través de ciertas formas deriva-
das de nuestra constitución mental. Desde Kant y la «Esté-
tica transcendental», sobre todo, se ha acentuado esta ten-
dencia, y los psicólogos de la escuela empirista, prosiguiendo
su análisis, no han hecho en realidad otra cosa que continuar
la obra emprendida por sus predecesores. Pero si es cierto
que no es posible nuestro conocimiento de los objetos exterio-
res más que á través de ciertas formas á priori ó á poste-
riori de nuestra sensibilidad, ¿no habrá también que plan-
tearse el problema opuesto? Los estados internos, que parecen
depender menos de una causa exterior, ¿no son con mucha
frecuencia percibidos por la conciencia á través de ciertas
formas tomadas al mundo exterior? ¿No es sumamente pro-
bable que nosotros utilicemos para el estudio de nuestra vida
interior, los mismos esquemas, las mismas formas que em-
pleamos con tanto éxito en el estudio de la materia y en el
descubrimiento de sus leyes? Desde ese momento, utilizando
ESTUDIOS DE FILOSOFÍA 1 9 3

esas formas para el conocimiento de nuestra propia persona,


«corremos el riesgo de tomar porla coloración misma del yo,
un reflejo del marco en que lo colocamos; es decir, en defini-
tiva, del mundo exterior» (1). En otros términos: nosotros nos
expresamos por medio de palabras y pensamos ordinaria-
mente en el espacio; el lenguaje tiene un origen exterior y es-
pacial (2); exige que nosotros establezcamos entre nuestras
ideas las mismas distinciones claras, la misma discontinuidad
que entre los objetos materiales, y esta asimilación, total-
mente necesaria en la vida práctica, es indispensable en la
mayor parte de las ciencias. «Pero cabria preguntarse si las
dificultades insuperables que ciertos problemas filosóficos
suscitají, no provendrían de obstinarse en yuxtaponer en el
espacio los fenómenos que no ocupan espacio alguno, y sí, ha-
ciendo abstración de las groseras imágenes, en torno de las
cuales se libra el combate, no se le pondría con frecuencia
un término. Cuando una traducción ilegítima de lo inextenso
en extenso, de la calidad en cuantidad, ha introducido la
contradicción en las entrañas mismas de la cuestión plantea-
da, ¿tiene algo de extraño que la contradicción se encuentre
en las soluciones que se le den?» ( 3 ) .
Tal es el problema que se plantea M. Bergson en su pri-
mera obra: Essai sur les données immédiates de la conscience.
El objeto de este trabajo era el de buscar una solución al pro-
blema siempre nuevo de la libertad, y al propio tiempo po-
nerse en contacto con nuestra vida espiritual, desembarazán-
dola de todo elemento exterior, de todo ídolo espacial para
conocerla en su pureza inmediata. Como resultado, hacíase
notar que «toda discusión entre los deterministas y sus ad-
versarios implica una confusión previa de la duración con la
extensión, de la sucesión con la simultaneidad, de la cualidad
con la cuantidad; una vez disipada esta confusión, veríanse
tal vez desvanecerse las objeciones contra la libertad, las

(1) Données immédiates, página 170.


(2) Véase Hoffding, Psychologie, capitulo I.
(3) Jbid. Avant-propos.
CULTUKA ' 18;
1 9 4 FILOSOFÍA

definiciones que se dan de ella y, en cierto sentido, el pro-


blema mismo de la libertad» ( 1 ) .
Para llegar á ese resultado, conviene eliminar ó corregir
ciertas formas á través de las cuales es percibido habitual-
mente el yo; para llegar á contemplar la vida interior en su
pureza original, es preciso someter á la critica las formas
que llevan visiblemente consigo la huella de la exterioridad.
¿Cuáles son esas formas? Si se consideran los estados de con-
ciencia aisladamente, habrá de reconocerse que nos parecen
más ó menos intensos; si se los considera en su multiplicidad,
se les verá desarrollarse en el tiempo; finalmente, en sus rela-
ciones entre sí, consérvase cierta unidad en su multiplicidad,
y parecen determinarse unos á otros. Intensidad, duración,
libertad, he ahí las tres ideas que se trata de someter á la
critica y que conviene desembarazar de todo lo que deben á
«la obsesión de la idea de espacio.»
Sin vacilar afirma el sentido común que nuestros esta-
dos de conciencia son susceptibles de aumentar y disminuir;
se dice que uno está más ó menos triste, que tiene más ó me-
nos calor, etc... ¿Qué significa, empero, esa noción de más y
de menos, introducida en el dominio de nuestros estados in-
ternos? Guando se dice que un número es mayor que otro,
que un cuerpo es mayor que otro cuerpo, sábese'muy bien de
qué se habla, porque se trata de espacios desiguales que se
comparan y se llama espacio mayor á aquel que contiene al
otro (2). Pero ¿puede estenderse esta comparación de más y
de menos al dominio de los estados internos, que no son sus-
ceptibles de superposición? Distinguir, como generahnente
se hace, dos especies de cuantidad, la una extensiva y men-
surable, la otra intensiva y no susceptible de medida, no es
resolver el problema. Reconócese que hay algo de común en
esas dos formas, puesto que á la una y á la otra se las llama
magnitudes, y puesto que en ambos casos se habla de aumen-

(1) Ibid. Avant-propos, página


VIH.
(2)Veáse más adelante la discusión de la noción de cuantidad. Données
immédiates, página 57.
ESTUDIOS DE FILOSOFÍA 1 9 5

to y disminución. «Pero ¿qué puede haber de común, desde el


punto de vista de la magnitud, entre lo extensivo y lo inten-
sivo, entre lo extenso y lo inextenso? Si en el primer caso
se llama cuantidad mayor á aquella que contiene á la otra,
¿por qué hablar también de cuantidad y de dimensión cuando
no hay y a continente ni contenido? Si una cuantidad puede
aumentar y disminuir, si en ella se percibe, por decirlo así,
lo menos en el seno de lo más, ¿no es por eso mismo divisible,
extensa, y no hay entonces ninguna conti'adicción en hablar
de cuantidad inextensiva?» (1). Admitamos por un instante
que la intensidad de un estado de conciencia se definiese por la
magnitud de su causa objetiva, y no podremos explicar en
ese caso las diferencias de intensidad que nosotros establece-
mos entre nuestros estados profundos, puramente subjetivos,
tales como una pasión ó un sentimiento estético; y además es
preciso notar que nosotros afirmamos la intensidad de un es-
tado psíquico, sobre todo «cuando el aspecto subjetivo del fe-
nómeno es el único en afectarnos ó cuando la causa exterior
á que lo referimos es muy difícil de medir». Puede objetarse
que todo estado psíquico corresponde á una cierta sacudida
de la masa cerebral, y que la intensidad de ese estado se
mide por la complicación ó la extensión de esta sacudida;
pero—si bien es posible que toda sensación corresponda á un
estado determinado del organismo—no es menos cierto que lo :
que nos es dado por la conciencia es la sensación y no ese tra-
bajo mecánico. Hasta por la intensidad misma de la sensa-
ción es por la que nosotros juzgamos frecuentemente del tra-
bajo orgánico realizado. Plantéase, pues, aún, la misma cues-
tión: ¿por qué decimos de nuestros estados internos que son
más grandes ó más pequeños los unos que los otros? ¿Por qué
la intensidad psíquica se traduce en cuantidad?
Examinemos con cuidado los fenómenos psicológicos en
que podemos estudiar, en el estado de pureza, esta noción de
intensidad. Nosotros empleamos los mismos términos al hablar
de la intensidad de una sensación ó de un esfuerzo y de la in-

(1) Ihid., página 3.


1 9 6 FILOSOFÍA

tensidad de un estado profundo del alma, alegría ó tristeza


profunda, sentimiento estético etc... Estos últimos estados
pueden bastarse á si mismos, y la intensidad pura debe defi­
nirse más fácilmente en esos estados privilegiados, en que
ningún elemento extensivo interviene. Lejos de aparecérse-
nos la intensidad como una cuantidad, como una extensión
mensurable, será una cualidad pura, un matiz cualitativo
que colora un número mayor ó menor de elementos psíquicos,
se definirá mediante la noción de multiplicidad cualitativa,
noción completamente dinámica, despojada de todo elemento
espacial. «Cuando se dice que un objeto ocupa un gran lugar
en el alma ó que la ocupa por entero, debe entenderse sim­
plemente por esto, que su imagen ha modificado el matiz de
mil percepciones ó recuerdos y que, en ese sentido, los pene­
tra, sin dejarse, empero, ver». La intensidad creciente de
esos estados es un cambio de cualidad más bien que de di­
mensión.
Establece M. Bergson esta tesis, mediante el análisis de
varios sentimientos profundos, análisis que no podemos ni in­
tentar resumir aquí. No obstante, con objeto de dar al lector
una idea del método seguido, no podemos resistir al deseo de
citar algunas líneas que, mejor que ningún comentario, harán
ver la posición adoptada por el autor del Essai y los resulta­
dos á que ha llegado. «Tratemos de determinar en qué con­
siste una intensidad creciente de alegría ó de tristeza, en los
, casos excepcionales en que no intervenga ningún síntoma físi­
co. La alegria interior, lo mismo que la pasión, no es un hecho
psicológico aislado que ocupase, en primer término, un rin-
concito del alma y fuese poco á poco ocupándola toda. En su
grado ínfimo, aseméjase bastante á una oiientación de nuestros
estados de conciencia hacia el porvenir. Luego, como si esta
atracción disminuyese su peso y gravitación, nuestras ideas
y nuestras sensaciones se suceden con más rapidez, y no nos
cuestan nuestros movimientos el mismo esfuerzo. Finalmente,
en la alegria extrema, nuestras percepciones y nuestros re­
cuerdos adquieren una indefinible cualidad, comparable á un
calor ó á uua luz, y tan nueva, que en ciertos momentos.
ESTUDIOS DE FILOSOFÍA 1 9 7

volviendo sobre nosotros mismos, experimentamos como una


extraneza de que existamos. Así, pues, hay varias formas ca­
racterísticas de la alegría interior, tantas como etapas suce­
sivas que corresponden á las modificaciones cualitativas de
la masa de nuestros estados psicológicos. Pero el número de
estados que cada una de esas modificaciones alcanza es más
ó menos considerable, y aunque nosotros no los enumeremos
explícitamente, sabemos muy bien si nuestra alegria penetra
todas nuestras impresiones del dia, por ejemplo, ó si algunas
se sustraen á ella. Establecemos de ese modo puntos de divi- '
sión en el intervalo que separa dos formas sucesivas de la \
alegria, y ese avance gradual de la una hacia la otra es
causa de que se nos aparezcan á su vez como las intensidades
de un solo sentimiento que cambiase de magnitud» (1). La
intensidad de los estados ligados á modificaciones orgánicas,
tales como el esfuerzo, por ejemplo, tiene la misma significa­
ción que en los estados profundos y pui'amente interiores. La
conciencia que tenemos de una intensidad creciente de es­
fuerzo muscular, es debida á la percepción de un mayor nú­
mero de sensaciones periféricas y á la conciencia de un cam­
bio cualitativo en algunas de ellas, convirtiéndose poco á poco
la pesadez en fatiga y en dolor después.
Dejemos á un lado las sensaciones afectivas (2), cuya in­
tensidad no puede ser denominada magnitud más que enrazón
de las reacciones iniciadas por el organismo sobre uu mayor
ó menor número de puntos (3); dejemos también hasta lo que
hay de afectivo en toda sensación representativa, para no
•considerar más que la sensación representativa bajo su for­
ma pura, despojada de todo carácter afectivo, y preguntémo-
nos qué es lo que viene á ser la intensidad de tal sensación.
Preciso es, ante todo, hacer notar que cuanto más pierde una
sensación su carácter afectivo para pasar al estado de repre-

(1) 7i)id., página 8.


(2) Estudiaremos la teoría de M. Bergson sobre la afección en el esaioen
do Moliere et mémoire,
(3) «Nosotros evaluamos la intensidad de un dolor por el interés que una
parte mayor ó menor del organismo quiere tomar en él». Ihid., página 27.
1 9 8 FILOSOFÍA

senta ción, tanto más tienden á desaparecer los movimientos de


reacción de nuestro organismo, y tanto más percibimos tam-
bién el objeto exterior que es la causa de la sensación, y si
no lo percibimos, lo hemos percibido anteriormente y pen-
samos en él. Esta causa es cuantidad, extensión, por consi-
guiente, susceptible de medida: «una experiencia de todos los
instantes, que ha comenzado con los primeros albores de la
conciencia y que prosigue durante nuestra existencia entera,
muéstranos un matiz determinado de la sensación respon-
diendo á un valor determinado de la excitación. Nosotros aso-
ciamos entonces á una cierta cualidad del efecto la idea de
cierta cuantidad de la causa; y, finalmente, como sucede para
toda percepción adquirida, ponemos nosotros la idea en la
sensación, la cuantidad de la causa en la cualidad del efecto.
En ese preciso momento, la intensidad, que no era más que un
cierto matiz ó cualidad de la sensación, se convierte en una
magnitud» (1). Pero si la intensidad se entiende de esa mane-
ra, ¿á qué vienen á reducirse á un tiempo las pretensiones del
físico y del psico-físico? Pretende el primero medir la inten-
sidad por la fotometría; va el segundo más lejos aún, y trata
de establecer directa ó indirectamente una medida de nues-
tras sensaciones; ¿qué debe pensarse de esas tentativas?
No trata de negar M. Bergson los resultados de las expe-
riencias de fotometría; todo depende de la interpretación que
se les dé. He aquí, por ejemplo, una hoja de papel blanco ilu-
minada por cuatro bujías; se extinguen sucesivamente uno,
dos, tres de esos focos luminosos. El observador dice que, con-
tinuando blanca la superficie, su brillo ha disminuido. Sabe
que se han extinguido una ó dos bujías, ó si no lo sabe, ha no-

(1) Ibid., página 31. Dejemos á un lado, eu este estudio, las diferentes sen-
saciones representativas estudiadas por M. Bergson en Les données immédia-
tes, limitándonos al examen de las sensaciones luminosas. Estas son, en efec-
to, las más importantes desde el punto de vista eu que nos hemos colocado,
y a que en ellas principalmente se apoyan los psico-físicos, por cuanto que su
estudio puede reducirse más fácilmente á condiciones físicas. Para las demás
sensaciones representativas, véanse Les données^ immédiatts, página 31 y si-
guientes.
ESTUDIOS DE FILOSOFÍA 1 9 9

tado con frecuencia un cambio de este género en una super-


ficie blanca cuya iluminación se disminuía. Hagamos abstrac-
ción de nuestros recuerdos, de nuestros hábitos de lenguaje;
¿qué es lo dado inmediatamente á la conciencia? «Lo que nos-
otros hemos realmente percibido no es una disminución de
iluminación en la superficie blanca, sino una capa de sombra
pasando sobre esa superficie en el momento de apagarse la
bujía. Esta sombra es una realidad para nuestra conciencia,
como lo es la luz misma> (1). Estamos habituados por nuestra
experiencia y por las teorías físicas á considerar lo negro
como uu mínimum de intensidad luminosa, y establecemos gra-
dos que van del negro á los diversos matices de gris y de blan-
co. Pero para la conciencia, lo negro tiene tanta realidad
como lo blanco, y los diversos matices del negro al blanco se-
rian muy análogos, para una conciencia inmediata y no ilus-
trada por la memoria, á los colores del espectro. Las varia-
ciones de brillo de un color se reducirían á cambios cualitati-
vos, «si nosotros no hubiéramos contraído el hábito de poner
la causa en el efecto y de sustituir á nuestra impresión pri-
mitiva lo que la experiencia y la ciencia nos enseñan.» Com-
préndese entonces la significación de las experiencias de fo-
tometría. Una bujía, á cierta distancia de una hoja de papel,
la ilumina de cierta manera; duplicando la distancia se nota
que son menester cuatro bujías para producir la misma sen-
sación, y se infiere que si se hubiese duplicado la distancia,
sin aumentar la iluminación, el efecto hubiera sido cuatro ve-
ces menor. Pero trátase aquí del efecto físico y no psicológico.
No se han comparado dos sensaciones, sino que se ha utilizado
simplemente una sensación única para comparar dos focos
luminosos diferentes. En suma, «el físico no hace jamás inter-
venir sensaciones dobles ó triples unas de otras, sino única-
mente sensaciones idénticas, destinadas á servir de interme-
diarias entre dos cuantidades físicas que podían entonces
igualarse una á otra.» Y no es la sensación lo que se ha me-
dido, sino su causa, situada en el espacio.

(1) Bid., .página 40.


2 0 0 FILOSOFÍA

Pretende por el contrario el psico-físico medir la sensación


luminosa misma. Ora proceda por integi'ación de diferencias
infinitamente pequeñas, como Fecñner, ora compare directa-
mente una sensación con otra, como Delboeuf, el método del
psico-físico descansa sobre el mismo postulado, muy discutible.
Puede formularse así: Cuando se hace crecer de una manera
continua la excitación, las diferencias que traducen el más
pequeño crecimiento percibido son cuantidades iguales entre
sí, y puede igualarse una cualquiera de las sensaciones obte-
nidas á la suma de las diferencias que separan las sensacio-
nes anteriores, á partir de la sensación cez'o (Ij. La base de
toda psico-física se halla en la definición de la igualdad y de
la adición de dos estados simples. En tanto que la excitación
crece de una manera continua, la sensación progresa por sal-
tos bruscos. No se vacila en llamar con el mismo nombre á
esas diferencias; son las diferencias mínimas, puesto que co-
rresponden al más pequeño crecimiento perceptible de la ex-
citación. He aquí la definición de la igualdad. De ella se saca
la de la adición. Tratemos, en efecto, la diferencia percibida
por la conciencia entre dos sensaciones, como una cuantidad:
sea S la primera sensación, y la sensación siguiente, S + ^S.
Puede entonces considerarse toda sensación S como una suma
obtenida por la adición de todas las diferencias mínimas que
se atraviesan antes de alcanzarla. Se establecerá así una re-
lación entre la diferencia de sensación AS y la diferencia de
excitación AE. En la ecuación AS= C-^;-^» se pasa a l a di-

ferencial y se obtiene dS—G y^gj- Poi^ integración se obtie-

ne la relación buscada S = Cf^ >


Puede en seguida discutirse acerca del sentido de la ley
encontrada, pero el error consiste precisamente en considerar
A S como una cuantidad y S como una suma. Experimento yo
una sensación, S; después, haciendo crecer la excitación, me

(1) Para el pormenor de esta disc-usión, véase Données immédiates, páginas


41á54.
ESTUDIOS DE FILOSOFÍA 2 0 1

doy cuenta, por fin, de un crecimiento ¿qué relación se esta-


blecerá entre este crecimiento y una diferencia? «La adver-
tencia, sin duda, consiste aqui en que el estado positivo S ha
cambiado: se ha convertido en S'; mas para que el tránsito de
S k S' fuese comparable á una diferencia aritmética, sería
menester que yo tuviese conciencia, por decirlo así, de un in-
tervalo entre Sj S' j que mi sensibilidad subiese áe S k S'
por la adición de alguna cosa. Dando un nombre á ese trán-
sito, llamándole A S, se hace de él, en primer término, una
realidad, y después una cuantidad. Ahora bien, no sólo no se
sabe explicar en qué sentido es ese tránsito una cuantidad,
sino que, reñexionando sobre ello, se advertirá que no es si-
quiera una realidad; no hay más cosas reales que los estados
SjS' por los cuales se pasa» (I). Porque ni S ni S' son nú-
meros; son estados simples, y entonces, ¿cómo hablar tanto
de un intervalo que los separa como un tránsito del primer
estado al segundo? En suma toda psico-fisica gira en un cír-
culo vicioso: el postulado sobre que descausa la condena á una
comprobación experimental, y no puede hacerse una compro-
bación más que si es admitido previamente el postulado.
<• Consiste en que no hay punto de contacto entre lo inextenso
y lo extenso, entre la cualidad y la cuantidad. Puédese inter-
pretar la una por la otra, erigir la una en equivalente de la
otra; pero más pronto ó más tarde, al principio ó al fin, será
preciso reconocer el carácter convencional de esa asimila-
ción» (2).
Los psico-físicos no han hecho, además, otra cosa que lle-
var hasta el extremo el error del sentido común. Si se admi-
ten dos especies de cuantidad, la una extensiva é intensiva
la otra, sin poder explicar jamás lo.que entre si tienen de co-
mún, se invita así á investigar cuanto aumenta esta segunda
cuantidad. La conciencia no mide directamente esta cuanti-
dad, pero la ciencia puede llegar indudablemente á ello, di-
recta ó indirectamente, puesto que la intensidad es una mag-

(1) Ihid., página 49.


(2) Ihid., página 52.
2 0 2 FILOSOFÍA

nitucl. «Por consiguiente, ó es posible una fórmula psico-físi-


ca, ó la intensidad de un estado psíquico simple es cualidad
pura» (1).
Presentase, pues, la noción de intensidad, bajo un doble
aspecto, según que se la estudie en los estados de conciencia
que representan una causa exterior ó en aquellos que se bas-
tan á sí mismos, tales como los sentimientos profundos de que
hace poco hablábamos. En el primer caso, es una percepción
adquirida; la cualidad resulta allí el signo de la cuantidad
que nosotros sospechamos tras ella; la intensidad consiste en-
tonces en una cierta «evaluación de la magnitud de la causa
por una cierta cualidad del efecto.» En el segundo caso, se
entiende por intensidad la multiplicidad, más ó menos consi-
derable, de elementos psíquicos que descubrimos en el seno del
estado fundamental; así por ejemplo, una sinfonía, en la que
se hace oir un número siempre mayor de instrumentos. Estos
dos aspectos de la intensidad, por otra parte, se compenetran
mutuamente con mucha frecuencia; porque la mayor parte
de los estados afectivos y representativos se envuelven los
unos en los otros. «La idea de intensidad hállase, pues, situada
en el punto de unión de dos corrientes, una de las cuales nos
trae del exterior la idea de dimensión extensiva, mientras la
otra ha ido á buscar á las profundidades de la conciencia,
para traerla á la superficie, la imagen de una multiplicidad
interna» (2). Trátase ahora de saber si esa multiplicidad espi-
ritual se confunde con la multiplicidad numérica ó si difiere
de ella toto coélo. Es preciso, pues, considerar y a los estados
de conciencia, no aisladamente, sino en su desenvolvimiento
interno, en el seno de la duración. Cuestión más importante
todavía, y en la cual pondremos de manifiesto el error común
que ha engendrado á la v e z los sofismas de los Eléatas y el
prolongado debate entre los deterministas y sus adversarios.

EM. DUPKAT.
{Continuará.)

(1) liid., p á g i n a 17L


(2) /6¡"d., página 54.
Una d i s c u s i ó n e n t r e e s c o l á s t i c o s .

De las muchas antinomias que nos ofrece la naturaleza humana,


quizá ninguna es tan interesante como la que se refiere al valor del
conoeimiento en función d e su objetividad y realidad. Por u n lado,
tenemos la unanimidad absoluta con que el sentido común proclama
la objetividad y realidad de los objetos conocidos; y por otro, los
filósofos, en sus especulaciones sobre ese tema, llegan á soluciones
contradictorias y á teorías enteramente discordantes.
T a n a r r a i g a d a está en el espíritu humano la creencia en el valor
r e a l de las percepciones y del conocimiento en general, que no y a
sus propios fracasos, pero ni siquiera los razonamientos y adver-
tencias de la reflexión crítica h a n logrado debilitar esa convicción.
Ni el escéptico, c u y a razón á fuerza de atormentarse con precau-
ciones y exigencias críticas llega á desconfiar de sí propia, conta-
m i n a n d o con sus dudas la inteligencia de los demás, puede conte-
ner ese impulso de credulidad y de confianza que espontáneamente
acompaña al ejercicio de su actividad cognoscente.
Mas cuando la razón, en vista de que hasta las informaciones de
los sentidos son á veces completamente ilusorias, h a querido estu-
diar esa creencia p a r a aquilatar su legitimidad y apreciar serena-
mente el valor del conocimiento, nos ofrece u n a v a r i e d a d sorpren-
dente de explicaciones y de hipótesis. Pudiera d e c h s e que el poner
en a r m o n í a las especulaciones de la refiexión con esa creencia del
sentido común, es u n problema sobre el cual ni han llegado á u n
acuerdo los filósofos, ni es de presumir que lleguen jamás, puesto
que no sólo discrepan sus opiniones sobre el valor científico de esa
creencia, sino también sobre el método y los procedimientos m á s
adecuados p a r a razonarla contra todos aquellos que la tienen por
ilusoria inclinándose del lado del subjetivismo criticista.
ü n , ejemplo de esta diversidad de opiniones nos lo da la discu-
2 0 4 FILOSOFÍA

sión promovida (1) en estos últimos meses entre dos ilustres m a n t e -


nedores del dogmatismo realista, Alberto F a r g e s el m á s prestigioso
representante del escolasticismo e n F r a n c i a , y Carlos Sentroul, que,
con sus estudios críticos sobre el kantismo, ha sabido conquistarse
el aplauso hasta de los admiradores del filósofo de Koenisberg, aña-
diendo nuevos timbres de gloria p a r a la escuela de Lovaina.
Los méritos y prestigios de tales contendientes y la trascen-
dencia del problema discutido, bien merecen que informemos á
nuestros lectores sobre los puntos de vista que aquéllos recomiendan
como los m á s acertados p a r a el examen del problema crítico. Y
como no m e propongo describir la contienda, sino recoger las ideas
discutidas, prescindiré de todos aquellos incidentes q u e no afectan
al objeto sustancial del debate.
Este comprende las dos cuestiones siguientes: 1." ¿Cuál debe ser
el punto de p a r t i d a en el examen del problema crítico? 2.-'' ¿Cuál es
la base y fundamento del dogmatismo? ¿Es la objetividad de las
sensaciones, ó la objetividad d e los juicios del orden ideal? (2).

Punto departida en el examen del problema critico. L a actitud


en que, según F a r g e s , ha de colocarse el filósofo al abordar este
problema, dependerá del fin que se proponga e n sus investigacio-

(1) Su origen fué el comple-rendu que, firmado por 0. Sentroul, publicó la


Rev. Néo-Scolastique (Mayo 1907) del libro de A. Farges: La crise de la cerli-
tude. Etude des bases de la coiinaissance et de la croyance (París, Berche ot Tra-
lln, 1907). En este libro se hallan resumidas l a s afirmaciones del dogmatismo
respecto de todo el problema crítico, acompañando á este resumen la discu-
sión de las doctrinas modernas, neo-kantismo, pragmatisDio, newmannismo,
etcétera. Para que pueda formarse idea de su plan y contenido, copiamos &
continuación el epígrafe de los doce capítulos que comprende: Existencia de
la certeza objetive.—Los criterios ó instrumentos de certe;{a. 1.° Los senti-
dos.—2." La idea.—3.° El juicio.-4.° El razonamiento.—5." El testimonio hu-
mano.—6.° El testimonio divino . - R e d u c c i ó n de los criterios extrínsecos.—
Reducción de los criterios intrínsecos.—El saijremo motivo de certeza: la evi-
dencia.—La duda metódica para el empleo de los criterios.—Diversidad de los
métodos y de las certezas.
Los artículos de Farges y la respuesta de Sentroul han aparecido on la Re-
vue de Rhilosophie (Julio y Noviembre 1907) y en la Revue Thomiste (Julío,
Septiembre y Noviembre 1907).
(2) Prescindo de los extremos de la polémica que se refieren al procedi-
miento más adecuado para refutar el kantismo, porque habría de repetir lo
que y a dije al analizar la obra de Sentroul L'objet de la Métaphysique selon
Kant et selon Arisloie (Louvain, 1905), en esta misma Eevista (Agosto, 1906,
página 872).
UNA DISCUSIÓN ENTRE ESCOLÁSTICOS 2 0 5

nes. «O bien se propone descubrir la v e r d a d , ó bien presentarla á


los demás u n a vez descubierta. Como el método de invención y el
método de demostración son cosas m u y distintas, p u e d e n exigir
puntos de p a r t i d a diferentes» (1). E n el primer caso se impone, p a r a .
evitar toda petición de principio^ la abstención de todo juicio en pro
ó en contra de la aptitud de nuestras facultades p a r a conocer la
v e r d a d y la legitimidad d e n u e s t r a s certezas. El punto de p a r t i d a
será la d u d a n e g a t i v a ó ficticia sobre el valor de todos nuestros co­
nocimientos, a u n los m á s evidentes, d u d a que «procede de u n a i g ­
n o r a n c i a q u e r i d a y ficticia de todas n u e s t r a s certezas espontá­
neas» (2).
Pero si se t r a t a de demostrar á otros las verdades y a a d q u i r i d a s ,
no p u e d e ser la, duda universal punto de p a r t i d a de n u e s t r a discu­
sión. «Para discutir con u n adversario ó u n discípulo, h a y que par­
tir necesariamente de v e r d a d e s y a a d m i t i d a s por ambos, de p r i m e ­
ros principios demostrados ó concedidos, que p u e d a n servir de p r e ­
misas á nuestra demostración» (3). Estos postulados son tres: 1.° el
hecho de n u e s t r a propia existencia como sujeto racional y capaz de
conseguir la v e r d a d , lo que es; 2° la existencia de objetos que pue­
d a n ser percibidos por nosotros; 3.° u n criterio p a r a d e t e r m i n a r
c u á n d o el objeto h a sido percibido por nosotros, á saber, su propia
evidencia objetiva. Si se suprime cualquiera de estos tres postulados,
y a no h a y argumentación posible.
Sentroul no cree a c e r t a d a esta doctrina de F a r g e s . «Esa distin­
ción de métodos, escribe, n a d a tiene que ver en criteriología, c u y o
objeto es descubrir la certeza de b u e n a ley demostrando la v e r d a d ,
siendo de n i n g u n a importancia el que p r e v i a m e n t e se esté ó no se­
g u r o de que se llegará á demostrar» (4). Además, ó se admiten esas
v e r d a d e s p o r q u e son legítimamente ciertas, ó por motivos d e polé­
mica; si lo primero, no h a y p a r a qué prescindir de ellas en el mé­
todo de invención; si lo segundo, es completamente ineficaz el supo­
n e r l a s , pues sería m u y candoroso el a d v e r s a r i o que las a d m i t i e r a

(1) Ob.clt. p. 341.


(2) Ibid. p. 344. Nótese quo Farges, en páginas anteriores, condena la duda
metódica de Descartes.
(3) Ibid. pág. 345. Con esta distinción entre los dos métodos de invención
y exposición, cree Parges que se justifica la teoría de las tres verdades primi­
tivas, de Tongíorgi, aceptada por casi todos los escolásticos, no habiendo mo­
tivo para desecharla como una actitud del dogmatismo exagerado.
(4) Revue Néo-Srolastique, Mayo 1907, pág. 272. i
2 0 6 FILOSOFÍA

sabiendo que de ello dependía su derrota. Ni por exigencias de mé-


todo se puede suponer previamente la aptitud ó no aptitud de nues-
tras facultades p a r a conocer la verdad, ni tampoco es posible llegar
á esa duda ficticia de todos los juicios, porque h a y algunos c u y a
evidencia se impone de uu modo irresistible. El estado inicial del
espíritu, aun en los dominios de la reflexión, es la certeza, cuyo
valor se pretende anaUzar.
Sin terciar en el debate con el ánimo de aportar u n a n u e v a solu-
ción, nos creemos obligados á hacer algunas advertencias sobre el
dogmatismo e x a g e r a d o que se atribuye á la teoría de las tres ver-
dades primitivas de nuestro Balmes.
El haber visto que Tongiorgi señalaba como condición previa á
toda investigación filosófica la existencia d e tres verdades (I), las
cuales tenian g r a n semejanza con los principios reputados por el
filósofo catalán como fundamento de todo el orden científico, indujo
á creer que coincidía el pensamiento de entrambos sobre el punto de
p a r t i d a en la discusión del problema de la certeza, y á los dos los
presenta el Cardenal Mercier en su Oriteriologie genérale como dog-
matístas exagerados.
¿Se puede inculpar á Balmes de dogmatismo exagerado por su
teoría de las tres verdades? Creemos que en este punto no se h a in-
terpretado rectamente el pensamiento del ilustre Balmes.
Sugestionado este filósofo por la hipótesis panteísta de la u n i d a d
trascendental de la ciencia, trató de investigar h a s t a qué punto e r a
posible esta pretendida unidad del saber h u m a n o . Esta investiga-
ción le llevaba naturalmente al examen del principio fundamental
de la filosofía, doctrina que no puede confundirse con el problema
crítico, puesto que en ella no se t r a t a de analizar el valor de nues-
tros conocimientos, sino de establecer la primacía d e los prñicipios
evidentes en orden á la demostración, y , como consecuencia, el fun-
damento racional del saber científico.
Como todos los conocimientos humanos se relacionan entre sí, y
el saber científico es fruto de la demostración, la cual sería imposi-
ble sin verdades evidentes que le sirvan de fundamento, ocurre la
p r e g u n t a , ¿bay a l g u n a v e r d a d que sea t a n fundamental y primera
«que su ruina traiga consigo la de todas las verdades, y su firmeza

(1) A saher: un primer hecho, el de la existencia propia; un primer prin-


cipio, el de contradicción; una primera condición, la aptitud de la razón para
conoo er la verdad.
UNA DISCUSIÓN ENTRE ESCOLÁSTICOS 2 0 7

las sostenga al menos indirectamente»? No puede negarse que la


suprema perfección del conocimiento en su aspecto subjetivo es la
certeza motivada por principios evidentes, y por este lado el pro-
blema del primer principio se reduce á determinar el supremo cri-
terio ó motivo de todas nuestras certezas.
A esta doble cuestión que Balmes examina en el Libro I de la
Filosofía fundamental, responde su teoría de los tres principios fun-
damentales en armonía con los tres órdenes de verdades que él dis-
tingue: verdades de sentido íntimo, verdades necesarias y verdades
de sentido común. «Mucho se ha discutido, dice, sobre si era este ó
aquel principio el merecedor de la preferencia; yo creo que h a y a q u í
cierta confusión de ideas, nacida, en buena parte, de no deslindar
suficientemente testimonios tan distintos como son el de la con-
ciencia, el de la evidencia y el del sentido común» (1). De aquí la
necesidad de a d m i t h como principios fundamentales el hecho de la
existencia propia, el principio de contradicción y el instinto inte-
lectual, ó sea la n a t u r a l inclinación al asenso en los casos que están
fuera del dominio de la conciencia y de la evidencia. «Cada cual en
su clase y á su manera, los tres nos son necesarios; ninguno de ellos
es del todo independíente; la ruina de uno, sea el que fuere, tras-
torna nuestra inteligencia» (2).
Bien se comprende que toda esta doctrina en n a d a prejuzga el
punto de partida p a r a la resolución del problema crítico.
Muy distinta es la actitud de Tongiorgi. Este no se limita á de-
t e r m i n a r el principio fundamental de la certeza, sino que sienta
como postulado p a r a resolver esa cuestión la necesidad de admitir
previamente la aptitud d e nuestras facultades p a r a conocer la ver-
dad, con lo cual, como advierte Mgr. Mercier (3), se i n c u r r e en u n a
v e r d a d e r a petición de principio.
T a n lejos está nuestro Balmes de admitú" ese postulado, que
asienta esta proposición: el principio de la evidencia no es evidente,
y la demuestra en los siguientes términos: «Este principio, puesto en
forma más sencilla, es el que sigue: Lo evidente es v e r d a d e r o . Yo
digo que esta proposición no es evidente Por más que se analice
esta idea «visto con claridad», ¿se puede descubrir esta otra: «con-
forme al objeto», que significa la verdad? No. Se da aquí un salto

(1) Fil. Fuitd. Lib. I, c. XVI, núm. 161.


(2) Ibid. o. XXXIV, uúm. 837.
(3) Ob. cit. cap. II, art. 2 '
2 0 8 FILOSOFÍA

inmenso, se p a s a de la subjetividad á la objetividad, se afirma q u e ]


las condiciones subjetivas son el refiejo de las objetivas, se h a c e el i
tránsito de la idea á su objeto, tránsito que constituye el p r o b l e m a
más trascendental, más difícil, m á s obscuro d e la filosofía» (1). L ú e - ^
go la doctrina de Balmes sobre el motivo fundamental de la certeza
no p u e d e ni debe confundirse con la teoría de las tres v e r d a d e s d e
Tongiorgi. '
¿Cuál deberá ser, pues, según Balmes, el punto de p a r t i d a p a r a :
el e x a m e n del p r o b l e m a crítico? Claro y t e r m i n a n t e m e n t e nos lo \
dice en el c a p . I I de su Fil. Fund. « P a r a fijar bien las ideas, con-
viene distinguir con mucho cuidado entre la existencia de la certe-
za, los fundamentos en que estriba, y el modo con que la a d q u i r i -
mos. Su existencia es u n hecho indisputable; sus fundamentos son
objeto de cuestiones filosóficas; el modo d e a d q u i r i r l a es en muchos !
casos u n fenómeno oculto que no está sujeto á la observación. L a ;
filosofía debe comenzar, no por d i s p u t a r sobre el hecho de la certe-
za, sino por la explicación del mismo Los filósofos se h a c e n la
ilusión de que comienzan por la d u d a ; n a d a m á s falso: por lo m i s m o i
qne piensan, afirman, c u a n d o no otra cosa, su propia duda; por lo'i
mismo que r a z o n a n , afirman el enlace de las ideas, es decir, de todo j
el m u n d o lógico.» Y nótese que en este capítulo se propone determi- j
n a r el v e r d a d e r o estado d e la cuestión crítica. í
No vemos diferencia a l g u n a e n t r e esta doctrina y la que esta- \
blece Mgr. Mercier al comenzar el capítulo q u e lleva por epígrafe'3
El dogmatismo racional. «Es evidente, dice, la necesidad de admi- ;
tir, como datos del problema ó p r o b l e m a s epistemológicos, Certezas j
espontáneas. El pensador, que p r e t e n d e d a r s e cuenta de su certeza, ;
h a debido n a t u r a l m e n t e e n c o n t r a r en sí mismo ese estado del espí-
r i t u que denomina certeza y sobre el cual r e c a e su investigación. E l '
mismo escéptico, que provoca ó acepta u n d e b a t e sobre la ciencia j
cierta, evidentemente debe conceder y concede de hecho la r e a l i d a d i
de las adhesiones ciertas sobre las cuales se e n t a b l a la discu- j
sión» (2). ,
Actitud ésta, que m e p a r e c e la m á s razonable a n t e el e x a m e n del j
v a l o r d e nuestros conocimientos, así como no comprendo la distin- i
ción de F a r g e s entre el método de demostración y el de invención. ¡
Si el p r o b l e m a crítico fuese d e t a l índole que permitiera r e d u -

(1) FU. fund., cap. X X I I , núm. 221.


(2) Oriteriologie genérale. Louvain, 1899, pág. 108.
HH^ UNA DISCUSIÓN ENTRE ESCOLÁSTICOS 2 0 9

cirse á dos ó tres principios generales, por cuyo desarrollo dialéctico


p u d i e r a luego desenvolverse todo su contenido á m a n e r a d e conse-
cuencias, quizá sería fácil seguir u n doble procedimiento en su so-
lución: ó bien t o m a r como punto d e p a r t i d a los hechos p a r a re-
montarnos á esos principios, ó viceversa; pero ni hemos llegado á
esa visión t a n perfecta y tan cabal del problema, ni, d a d a su com-
plejidad, podemos esperar t a l cosa.
A ñ á d a s e á esto que los p a r t i d a r i o s de esa teoría de las tres ver-
d a d e s primitivas, no las consideran como fuente de demostración,
sino como preámbulos necesarios q u e por su evidencia se imponen,
cual si fueran postulados imprescindibles p a r a poder t r a t a r la cues-
tión crítica.
Mas no se c r e a q u e por eso estimamos como requisito previo, in-
dispensable, la d u d a ficticia ó la abstención del juicio sobre el valor
de n u e s t r a s facultades en orden al conocimiento de la v e r d a d . Ta-
les precauciones p a r a evitar t o d a petición d e principio en la polé-
mica contra el criticismo, si se las e x a m i n a cuidadosamente, resul-
t a n u n poco infantiles, y en n a d a afectan & la solución del problema.
Por a l a r d e excesivo de i m p a r c i a l i d a d se prescribe á la i'azón u n a
actitud de disimulo y de astucia en la que no p u e d e colocarse. Quien
t r a s u n e x a m e n detenido de las cuestiones críticas propone u n a so-
lución que estima r a z o n a b l e , como el que pretende demostrar u n a
tesis, hállase desde el p r i m e r momento dominado por el impulso d e
l a convicción, siendo ésta la que domina y dirige todos los esfuer-
zos de la inteligencia discursiva p a r a presentarse en forma razo-
n a d a y s u b y u g a r á los d e m á s (1).
El que no tiene juicio formado sobre esas cuestiones, ese, forzo-
s a m e n t e h a b r á d e empezar su estudio, absteniéndose de todo juicio
en p r o ó en contra; y su d u d a no será ficticia, sino r e a l , a u n q u e ne-
g a t i v a por falta de motivos; pero en estas condiciones nadie preten-
d e r á p l a n t e a r el p r o b l e m a crítico y resolverlo. Mas, el que por sus

(1) Quizá so me arguya que en muchísimas ocasiones á la tesis y su do-


mostración preceden las razones en contra y los motivos do duda, y qtie
este procedimiento equivale á la duda ficticia. A esta observación puede re-
plicarse que igualmente lógico es el procedimiento contrario, en el cual des-
pués de haber demostrado la tesis se resuelven satisfactoriamente las objecio-
nes. T en segundo lugar, el presentar en primer término los motivos de duda,
lejos de significar el estado mental de abstención de juicio, revela tal con-
fianza en las propias opiniones, que se otorga al adversario la deferencia de
razonar primero la suya.
CUI.TUKA li
2 1 0 FILOSOFÍA

investigaciones h a llegado á enterarse y formar su convicción, ¿por


qué h a de incurrir en petición de principio, t a n sólo p o r q u e empieza
su labor cientiñca exponiendo las conclusiones, si luego las d e m u e s -
t r a haciendo ver el enlace que tienen con principios ciertos y evi-
dentes?
Lo censurable e s , ciñéndonos á nuestro asunto, que el famoso
postulado de la aptitud de las facultades p a r a conocer la v e r d a d á
n a d a conduce por exceso de generalización. Lo mismo puede a d m i -
tirlo u n k a n t i a n o , que u n positiviáta ó u n dogmático. L a s divergen-
cias de opinión s u r g i r á n en el momento que se t r a t e de fijar el con-
cepto de v e r d a d , las relaciones entre nuestra representación y lo
real, la intervención que en el hecho del conocimiento tienen r e s p e c -
t i v a m e n t e el sujeto y el objeto, etc., etc., que son las v e r d a d e r a s cues-
tiones críticas.
Lo c e n s u r a b l e es el empeño de explicar, por principios m u y g e -
nerales y absolutos, m a t e r i a s complicadísimas y r e l a c i o n a d a s con
m u l t i t u d de pormenores y minucias (baste r e c o r d a r la percepción
sensible) q u e sólo por la observación y análisis de los hechos p u e d e n
interpretarse. A u n q u e declaremos por modo convincente é innega-
ble que el h o m b r e es u n sujeto r a c i o n a l capaz de reconocer lo que
es, no por eso hemos a v e r i g u a d o h a s t a d ó n d e se e x t i e n d e esa c a p a -
cidad, ni cuándo y en qué ocasiones incurrimos en error, ni qué m e -
dios h a y p a r a evitarlo y distinguirlo de la v e r d a d .
Infiérese, p u e s , de todo lo dicho: 1." que no h a y razón p a r a in-
cluir á Balmes e n t r e los dogmáticos e x a g e r a d o s , por su teoría de los
t r e s principios fundamentales; 2.° la d u d a ficticia ó d a ignorancia
querida», como dice F a r g e s , no p u e d e ser el p u n t o de p a r t i d a p a r a
exponer la solución del p r o b l e m a crítico, puesto q u e es u n a p r e c a u -
ción de polemista candido, y por otra p a r t e , es la ficción de u n es-
t a d o mental inconcebible; 3.° t a n lógico es el procedimiento cientí-
fico que empieza por señalar las conclusiones, que luego h a n de de-
m o s t r a r s e , como el que discute en p r i m e r término las opiniones con-
t r a r i a s p a r a establecer la s u y a después.

Fundamento del dogmatismo.—Farges opina que la objetividad


r e a l del conocimiento sensible debe ser el punto central de la discu-
sión crítica y el fundamento del dogmatismo. Su razonamiento pa-'
rece decisivo p a r a todo escolásfico. ¿Cómo es posible, a r g u y e c o n t r a
Sentroul, admitir con todos los peripatéticos y escolásticos, antiguos
y modernos, q u e todas n u e s t r a s ideas a b s t r a c t a s proceden de la ex-
UNA DISCUSIÓN EN-^-RE ESCOLÁSTICOS 2 1 1

periencia concreta, la única que p u e d e suministrar los materiales


de n u e s t r a s abstracciones y construcciones i d e a l e s , y pretender .
demostrar el valor de estas construcciones antes de h a b e r demos-
t r a d o el valor d e aquellos materiales? ¿No es esto u n a e x t r a ñ a con-
tradicción? Si los materiales son subjetivos é ilusorios, ilusorias y
subjetivas serán n u e s t r a s construcciones ideales.
Sin n e g a r Sentroul la importancia de la objetividad de las sen-
saciones p a r a el dogmatismo, cree que el punto central del problema
crítico, principalmente c u a n d o se t r a t a d e refutar á K a n t , es la d e .
mostración de la objetividad de las proposiciones del orden ideal, y a
porque éstas son como la sustancia de nuestros conocimientos cien-
tíficos, y a t a m b i é n porque la misma objetividad de las sensaciones
sólo por ellas p u e d e demostrarse. El principio «la acción del a g e n t e
está en el q u e la recibe» (actio agentis est in passo) por c u y a aplica-
ción demuestra F a r g e s la objetividad de las sensaciones, es u n a v e r -
d a d del orden ideal, y mal podría emplearse como medio de demos-
tración, sí no nos constara su objetividad. Supongamos que ese p r i n -
cipio, ó el de causalidad, sean resultado de u n a síntesis subjetiva y
ciega, ¿cómo por su aplicación á los datos d e la sensibilidad p o d r e - •
mos a v e r i g u a r sí éstos son ó no objetivos?
Esta diferencia de criterio e n t r e F a r g e s y Sentroul, sobre la im-
p o r t a n c i a de las cuestiones críticas, procede del distinto punto d e
vista en que uno y otro se colocan.
El primero se p r e o c u p a a n t e todo d e s a l v a r la r e a l i d a d del o b -
jeto conocido, y como, á pesar de n u e s t r a s convicciones espiritua-
listas, i n s t i n t i v a m e n t e tomamos por conocimiento indiscutiblemente
r e a l a l q u e lleva consigo algo d e la r e a l i d a d sensible, a u n q u e sea
en forma a b s t r a c t a , estima que n u e s t r a p r i m e r a preocupación h a de
ser d e m o s t r a r la r e a l i d a d objetiva d e las sensaciones, p o r q u e d e
esta suerte, m e d i a n t e la teoría escolástica de la a b s t r a c c i ó n inteli-
gible, q u e d a y a a s e g u r a d a la r e a l i d a d objetiva de los conceptos
universales.
El segundo, v i v a m e n t e impresionado por la teoría k a n t i a n a d e
los juicios sintéticos d jpriori, según la cual todos los juicios univer-
sales y necesarios n i son motivados por la observación n i por u n a
razón intrínseca objetiva q u e evidencie la relación e n t r e p r e d i c a d o
y sujeto, sino q u e son anteriores á l a e x p e r i e n c i a y d e t e r m i n a d o s
ciegamente por la constitución m i s m a del sujeto, cree q u e la cues-
tión capital es poner en claro que todos esos j u i c i o s , lejos d e ser el
producto exclusivo de u n a síntesis m e r a m e n t e subjetiva, se formu-
2 1 2 FILOSOFÍA

lan en vista de la conveniencia ó no conveniencia del predicado a l


snjeto.
F a r g e s atiende á, la r e a l i d a d del conocimiento; Sentroul al pro-
ceso que racionalmente debe seguirse contra el subjetivismo k a n -
tiano; aquél no quiere perder d e vista la experiencia sensible, b a s e
real de los conceptos universales, p a r a estar seguro de q u e , cuando
por la abstracción y la generalización se h a remontado más allá del
espacio y del tiempo, todavía tiene el pie en tierra; Sentroul, ente-
r a d o de que en esas regiones de la universalidad K a n t h a b í a roto
las a m a r r a s que ligaban ese m u n d o con el de la experieucía, opina
que, ante todo, u r g e reconstruir aquéllas p a r a descender luego có-
modamente y poner en contacto esas verdades absolutas con las in-
formaciones de los sentidos.
¿Cuál de estos caminos es preferible? Los dos son igualmente le-
gítimos, á condición de no dejar ningún trozo del camino por reco-
r r e r , porque n i demostrando la objetividad d e los juicios abstractos
se resuelve su posible aplicación á los hechos, ni haciendo ver la ob-
jetividad de las sensaciones queda explicada l a objetividad del or-
den ideal.
ALBERTO GÓMKZ IZQUIERDO.
ANÁLISIS bE LIBROS

EDMUNDO GONZÁLEZ BLANCO: El materialismo combatido en sus principios cosmológicos


y psicológicos. Un vol. de 2 0 X ' 3 ' ^ ^ i páginas. Madrid, Suárez, 1 9 0 7 .

«Se t r a t a p u r a y sencillamente, nos dice el autor, de u n a refuta­


ción de los errores m á s fundamentales del escrito de Büchner, Fuerza
y materia, y el Materialismo combatido en sus principios, t i e n e el
mismo n ú m e r o de capítulos (aunque no con el mismo título) q u e los
d e l a obra b ü c h n e r i a n a , y tiene t a m b i é n el mismo n ú m e r o d e p á ­
rrafos, el mismo n ú m e r o aproximado de citas, y casi el mismo nú­
mero de referencias y notas.»
E x p u e s t a la finalidad del libro con las p a l a b r a s m i s m a s del
autor, q u e son l a mejor g a r a n t í a de acierto p a r a j u z g a r de las in­
tenciones, diremos q u e esta crítica del materialismo c o m p r e n d e dos
p a r t e s : E x a m e n de la cosmología materialista y E x a m e n de la psi­
cología m a t e r i a l i s t a .
L a t e m p o r a l i d a d del m u n d o , el concepto de la m a t e r i a , la limi­
tación del espacio, l a contingencia de las leyes n a t u r a l e s , l a estabi­
l i d a d de las especies y las causas finales, son el objeto p r i m o r d i a l
d e l a p r i m e r a p a r t e , y l a n a t u r a l e z a del pensamiento, origen d e los
conocimientos h u m a n o s , existencia de l a v i d a futura, necesidad d e l
principio vital y existencia de la libertad, son las cuestiones q u e el
a u t o r desarrolla en l a s e g u n d a p a r t e . H u e l g a decir q u e todas ellas
se resuelven conforme al criterio espiritualista y á veces ultraespi­
ritualista. T a l ocurre e n sus conclusiones sobre l a m a t e r i a , d e l a
c u a l dice q u e debe reducirse «á movimiento, éste á l a fuerza, y l a
fuerza cósmica á l a e n e r g í a todopoderosa del Creador» (p. 16). T
m á s a d e l a n t e escribe: « D a d a s las maravillosas a r m a s experimenta­
les q u e h a discurrido el hombre p a r a someter á l a N a t u r a l e z a , todo
h a c e creer q u e dentro de m u y poco se reconocerá que, si l a m a t e r i a
no tiene equivalente físico c o m p r o b a b l e , esto se debe, sencillamente,
á q u e no es nada en si^ (p. 20).
2 1 4 FILOSOFÍA

Mucho más extraño y paradójico es lo que el autor nos dice sobre


el movimiento: «Este es e] tiempo mismo en cuanto animado por la
fuerza: el tiempo que, dinámicamente,indiferente de suyo, sólo entra
en acción por impulso de la energía. El tiempo es lo único que se
mueve, el péndulo que oscila en el espacio, inmóvil éste como la eter-
nidad que representa» (p. 30).
La razón suprema de las leyes naturales no es la persistencia de
la fuerza, principio que el autor no admite, sino la inmutabilidad de
l a voluntad divina que quiso, p a r a que al hombre no le engañase su
experiencia, que la sucesión de los fenómenos fuese suficientemente
regular, con lo cual puede tomarla como n o r m a de su vida y de su
saber.
Desechando por igual las afirmaciones del sensualismo y del in-
natismo, distingue u n doble principio real del pensamiento humano
conforme á su doble aspecto, lógico y psicológico. «Lógicamente, el
objeto del conocimiento sería inasequible sin los principios a priori,
especialmente, sin las dos leyes de la identidad y de la causafidad;
psicológicamente, las facultades primordiales del alma, preceden á
la experiencia» (p. 174). Pero pronto a b a n d o n a esta idea fundamen-
tal, y cuando surge el problema del origen de los conceptos, a c a b a
por sentar esta afirmación, subrayándola: el único principio digno
de un innatismo sano consiste en admitir que la esencia de las cosas
son las ideas, y la esencia de las ideas es la idea de cantidad (p. 191).
Quizá estas incoherencias paradójicas, que yo advierto, se deban
á la concisión con que el autor expone su pensamiento, porque se
reserva desarrollar ampliamente estas cuestiones en la Filosofia de
la naturaleza que viene p r e p a r a n d o desde hace algún tiempo.
De todos modos hubiera podido suprimir muchísimas indicacio-
nes del pensamiento ajeno p a r a d a r cabida al suyo propio. A tal
extremo lleva el afán de prodigar las citas, que^ suprimidas éstas,
el libro quedaría reducido á menos de la cuarta p a r t e de su exten-
sión; y si el lector se asombra a n t e la enormísima erudición que tal
empresa significa, en cambio echa d e menos el desarrollo g r a d u a l
y metódico de las cuestiones. Y es lo más sensible, que la m a y o r
p a r t e de los autores citados por el Sr. G . Blanco, ni tienen la com-
petencia científica, ni el vigor de pensamiento que él, quizá por
e x t r e m a d a modestia, les supone. Quien está tan bien enterado de
toda clase de problemas científicos, filosóficos y literarios, como el
Sr. G . Blanco, no necesita preocuparse de lo que pensaron los inge-
nios mediocres p a r a exponer sus propias opiniones; le basta con cul-
ANÁLISIS DE LIBROS 2 1 5

tivar su talento y p r e s e n t a r el resultado d e sus meditaciones sin q u e


v e n g a n á descoyuntarlas ú oscm-ecerlas pensamientos extraños é :
impertinentes.
A. G. I . i

"i
¡

ARTHUR KENYON ROGERS: The T{eI¡gious Conception ofthe Wortd. Un vol. en 16 de


284 páginas. New-York, The Macmillan Company, 1907.

H a s t a m u y poco h a , la m a y o r p a r t e d e los filósofos c r e í a n d e b e r


d e i a r á u n lado toda clase de consideraciones religiosas; sus o b r a s
metafísicas se detenían en los u m b r a l e s d e l a teología, y h a s t a e n
la metafísica m i s m a o c u p a b a n m u y escaso espacio las considera-
ciones a c e r c a d e Dios, d e su existencia y n a t u r a l e z a y d e sus rela-
ciones con el m u n d o y el hombre; pero d e a l g ú n tiempo a c á , asisti-
mos, a l parecer, á u n v e r d a d e r o renacimiento de lo q u e l l a m a n los
alemanes l a Religionspliüosophie. L a a n t i g u a crítica destructora se
h a visto r e e m p l a z a d a é n t r e l o s anglo-sajones, sobre todo, p o r o b r a s
«constructivas», sí nos es piermitído e x p r e s a r n o s así. E l p r a g m a t i s -
mo a d o p t a u n a a c t i t u d religiosa. E n América, William J a m e s r e h a -
bilita l a santidad, t r a t a d a d e neurosis por el materialismo médico;
en I n g l a t e r r a , percíbese la influencia d e u n N e w m a n en los escritos
del D r . B a r r y , d e M. Wilfríd W a r d , d e G. T y r r e l l . E n F r a n c i a , los
ÁntiaUs da PhilosojJhie Chrétienne, se i n s p i r a n con f r e c u e n c i a en
l a s doctrinas d e M. M. Blondel, Bergson y L e R o y . Confuso es toda-
v í a sobre muchos puntos este movimiento intelectual, siendo impo-
sible emitir sobre él u n juicio totalmente exacto. ¿Qué s a l d r á d e él?
Sin p r e t e n d e r prejuzgar nada^ podemos i n d u d a b l e m e n t e aín-mar
q u e u n o d e sus resultados, y n o el menor, será y h a b r á sido el h a c e r
que los pensadores se a c e r q u e n á las almas religiosas; el d e inspirar
al sabio, a l historiador y al psicólogo el respeto por las cosas reli-
giosas; y a l filósofo y a l teólogo el deseo d e u n estudio profundo
y nuevo d e las razones d e creer y d e l valor é i m p o r t a n c i a d e l a s
doctrinas cristianas.
El instructivo trabajo del Profesor Rogers preséntanos con cla-
r i d a d a l g u n a s d e esas t e n d e n c i a s . Su objetivo es «el d e defender
u n a concepción del universo r e s u e l t a m e n t e religiosa y teísta». E n -
t i e n d e M. R. q u e el filósofo q u e defiende u n a «concepción religiosa
2 1 6 FILOSOFÍA

del universo», se halla en u n a posición sumamente ventajosa, por


encontrar apoyo en toda la experiencia de la humanidad. Prescin-
diendo de toda fórmula dogmática puede definirse el cristianismo
«la paternidad de Dios y la fraternidad de los hombres», y claro es
que semejante doctrina implica cierta actitud, cierta concepción de
la realidad.
Los capítulos de este libro, más dignos de nota, hállanse consa-
grados á las pruebas de la existencia de Dios y á las relaciones de
Dios con el hombre y el universo, concediendo el primer lugar á la
prueba teleológica, á la finalidad inteligente, que, bajo sus diversas
formas, es, sin disputa, la más convincente. La doctrina de la evolu-
ción ha modificado la forma de este argumento, sin por ello destruir
su fuerza. Supónese, que el fin del universo, es inmanente y no ex-
terior. Pero, admitiendo la evolución de la nebulosa primitiva y sus
transformaciones hasta la aparición de las sociedades humanas, no
podemos resignarnos á ver en ese inmenso proceso el producto de
fuerzas ciegas. Vese, por otra parte, conducido el pensador con-
temporáneo á negar la existencia de un mundo material indepen-
díente: enseña, en efecto, la filosofía actual que nosotros no cono-
cemos la realidad más que medíante las experiencias de concien-
cia, por la sensación y el pensamiento, pudiendo pensar y a que
su verdadera naturaleza se expresa en tales términos y que es la
manifestación de una inteligencia. Desarrollando este principio,
vese uno llevado á juzgar que el universo representa el contenido
de una experiencia análoga á la nuestra, pero más vasta. No puede,
sin embargo, concebirse que los individuos conscientes sean ele-
mentos; sólo las cosas pueden ser así consideradas. La categoría úl-
tima no es una conciencia, sino una pluralidad do conciencias, una
sociedad de individuos [a society of salves). En esta sociedad h a y
un miembro. Dios, que ocupa una situación excepcional y privile-
giada, porque es un centro de las cosas y , al propio tiempo, la rea-
lidad interna y superior del universo.
Tras esta concepción central, y en vista de ella, discútense los
problemas de la libertad, de la inmortalidad y del mal. La primera
parte del libro—que es en nuestro sentir la menos interesante—trata
de los fundamentos y del valor del conocimiento. No quiere el au-
tor ser considerado como pragmatista, pero se nos figura que la
posición por él adoptada es casi idéntica á la que combate.
Escrito este libro con sencillez y con fuerza, ha de ejercer, se-
guramente, considerable influencia en cuantos lo lean. La teoría
ANÁLISIS DE LIBROS 2 1 7

teísta que en él se presenta, hállase desarrollada sin ese abuso de


fraseología h u e r a y enojosa que con t a n t a frecuencia se encuentra
en obras análogas; el tono «persuasivo», empleado por su autor,
h a b r á de eontribuh* no menos eficazmente á su éxito.

WiLLiAM RALPH [INQE: Personal Idealism and Mysticim. The Paddock lectures for
1^06. Un vol. en 16 de 186 p. Longmars, Green and Co. London, 1907.

Bajo el título Personal Idealism and Mysticism, publica M . W . R .


I n g e seis conferencias d a d a s en el «General Semínary» de New-
T o r k . Siendo dos d e ellas p u r a m e n t e teológicas, no o c u p a r á n n u e s -
t r a atención, limitándonos á s e ñ a l a r la c u a r t a : «El p r o b l e m a de la
personalidad» y l a quinta: «Pensamiento y volición!»
Conocida es la considerable infiuencia q u e el movimiento p r a g -
m a t i s t a h a ejercido en I n g l a t e r r a y en América; influencia, q u e lo
a b a r c a t o d o , la psicología, la m o r a l , lá teología. E n I n g l a t e r r a ,
u n a escuela de filósofos p r a g m a t i s t a s , pero de tendencias m á s m e t a -
físicas q u e las d e J a m e s , Howíson y Dewey, combate v i g o r o s a m e n -
t e el racionalismo y el agnosticismo; tal es la escuela d e Oxford con
sus «Personal Idealists», á cuyo frente se h a l l a n los discípulos de
J . W a r d de C a m b r i d g e .
El resultado de esas tendencias os, al p a r e c e r , u n a renovación
d e la teología; pero según M. I n g e , si se las considera m á s atenta-
m e n t e , a d v i é r t e s e q u e el p r a g m a t i s m o y el idealismo personal tie-
n e n en el orden religioso las m á s deplorables consecuencias. N e g a r a l
d o g m a u n c a r á c t e r m a r c a d a m e n t e intelectual es, en cierto modo,
f u n d a r u n a especie de ortodoxia escéptica, q u e no ofrece g a r a n t í a s
d e duración: n u e s t r a visión del universo no debe ser a n t r o p o c é n t r i -
c a y subjetivista, como p r e t e n d e n los p r a g m a t i s t a s ; es preciso ex-
t e n d e r l a y no figurarse, como K i d d , q u e la inteligencia es un p r i n c i -
pio disolvente. A h o r a bien, la teología es, sin disputa, cosmocéntri-
, ca, debiendo por ende rechazarse las n u e v a s t e n d e n c i a s y no de-
j a r s e seducir por sus apariencias e n g a ñ o s a s . S e g ú n M. I n g e , «la
misologia a c t u a l será u n a fase transitoria.»
Niégase, e n s u m a , & a d m i t i r M. I n g e el principio p r a g m a t i s t a d e
que nosotros podemos creer lo que es útil, práctico y vital p a r a nos-
otros, toda vez q u e carece d e sentido la noción íntelectualísta d e
2 1 8 FILOSOFÍA

verdad. Existe una verdad religiosa que no se determina por las ne­
cesidades y las aspiraciones humanas. P a e d e bosquejarse la histo­
r i a de esta doctrina desde San J u a n y San Pablo hasta nuestros
días, pasando por los cristianos platónicos de Alejandi'ía y los m á s
filósofos d e entre los místicos.
De lamentar es, en lo que á nosotros respecta, que esas confe­
rencias, claras y de fácil lectura, no examinen en toda su intensi­
dad el problema filosófico planteado por los pragmatistas, el proble­
m a del método y de la actitud misma de la filosofía. Parécenos, a d e ­
más, que M. Inge ha couf andido algunas opiniones y ha atribuido
á a l g u n a s escuelas ideas que j a m á s h a n sostenido y que n o se de­
r i v a n lógicamente de su doctrina.

M- "WHITON CALKINS:The"PersistentProblems of Phitosophy, an introduetion to me­


taphysics through the study of modern systems. Un volumen en 8." de 5y5 páginas.
The Macmillan Company, New-York, 1 9 0 7 .

Este libro de M. Whiton Calkins, el tan conocido autor de Der


Doppelte Standpunkt in der Psychologie, es á la vez u n a introduc­
ción á la metafísica y una historia de la filosofia moderna, por en­
tender el autor que en los g r a n d e s sistemas modernos es donde se
estudian mejor los problemas filosóficos, y además porque la serie
histórica de los sistemas, desde Descartes á Hegel, parece refiejar
u n v e r d a d e r o desenvolvimiento lógico.
Constituye esta obra u n a excelente introducción al estudio d e los
problemas metafísíeos, en la forma en que hoy se plantean. Las
cuestiones eternas se presentan siempre á la consideración del filó­
sofo; pero es inútil formular los problemas en la lengna de los pen­
sadores de otro tiempo, a u n q u e estos pensadores se llamen Aristó­
teles ó Descartes. Quizá el más positivo progreso realizado en m e t a ­
física consista en la precisión c a d a vez m a y o r con que se formulan
los problemas.
La cuestión de la inmortalidad del a l m a ó de las relaciones de
la materia y del espíritu tiene p a r a el pensador contemporáneo u n
aspecto m u y distinto del que revistiera en el apogeo de la escolás­
tica ó del cartesianismo.jKant, Berkeley, Hegel, Comte, h a n pasado
sobre esos problemas, y no es posible borrar de u n a p l u m a d a l a .
ANÁLISIS DE LIBROS 2 1 9

historia ni suprimir las influencias sufridas, p a r a volver á no sé qué


filosofía erigida dogmáticamente en sistema absoluto. La obra de
M. Callcins presta por esto, en nuestro sentir, un g r a n servicio á
aquellos que abordan la metafísica sin sospechar siquiera el trabajo
inmenso realizado por sus antecesores; multiplica á ese fin el autor
las citas y las referencias, y consagra un apéndice de u n centenar
de páginas á llenar los vacíos históricos inevitables en toda discu-
sión. No ha tenido, sin embargo, M. Oalkíns la pretensión de hacer
inútil la lectura y estudio de las obras originales, tendiendo, por el
contrarío, á facilitar esa lectura y ese estudio; y desde este punto de
vista tienen g r a n valor los materiales bibliográficos reunidos por el
autor.
H e aqui ahora cómo son clasificados por M. Calkíus los sistemas:
Pluralismo: a) dualista (Descartes); b) pluralismo materialista (Hob-
bes;: c) pluralismo espiritualista (Leibniz, Berkeley); d) pluralismo
idealista fenomenísta (Hume). Crítica del dualismo y del fenome-
nísmo; filosofía crítica (Kant). T r a s el pluralismo vienen los sistemas
monistas: el pluralismo monístico de Spinoza; el cspiritualismo m o -
nístico bosquejado por Fichte, Schelling, Schopenhauer y estable-
cido y fundado definitivamente por Hegel. Estudia, por último, los
sistemas contemporáneos: materialismo, realismo monista de Spen-
cer (teoría de lo incognoscible), fenomenísmo é idealismo personal.
E l ideafismo personalista reviste dos formas: ía forma pluralista
(tipos: Renouvíer, W. James) y la forma monista (tipos: Josíah
Royce, Lotze, Hill Green).
A esta última doctrina es á la que se acoge M. Calkins. Discí-
pulo de Royce, el autor resume en algunas concisas páginas (417-453)
las tesis esenciales de la escuela á que pertenece. Intenta primero
establecer la existencia de ese yo absoluto (Absolute Self) que no
es en m a n e r a alguna u n a renovación de la doctrina fichtiana; es-
t u d i a después su naturaleza y determina, por último, la relación de
ese yo absoluto con los q u e en el mundo se realizan parcialmente.
Son interesantes estas pocas páginas, por dar á conocer una doc-
trina m u y influyente hoy en los países de lengua inglesa y poco
conocida en las naciones latinas. Con frecuencia juzgamos en F r a n -
cia y en España á los anglo-americanos por su filosofía experimental
ó por su pragmatismo. P a r a la m a y o r p a r t e de los que en los países
latinos leen filosofía, el pensamiento anglo-amerícano actual es
digno hijo de Locke y deriva de Spencer ó de los pragmatistas J a -
mes y Schiller; es m u y poco conocida entre nosotros la influencia
2 2 0 FILOSOFÍA

ejercida por Hegel en Inglaterra y en América- merece, con todo,


ser estudiada la escuela absolutista de los Eoyce, los Bradley, los
Caird, los Bosauquet, etc. De desear es que el libro de M. Calkins
incite á leer las obras de los principales pensadores de esta escuela;
t a l vez en día no lejano tengamos nosotros mismos ocasión de ha-
blar de ellas á los lectores de CULTURA ESPA&OLA, trazando r á p i d a -
mente la historia de esa corriente de ideas que con tal empuje com-
bate las tendencias pragmatistas contemporáneas.

J. H. NETPMAN: Tede e ragione; prima Iraduzione suU'uUima edizione inglesa del \


"Prof. D. Ballaini. Un volumen en 8 . " de 5 4 4 páginas. Fratelli Bocea, Tori- í
no, 1907.

Con este título Fe y Razón,, el Prof. Battaini a c a b a de poner a l


alcance del público italiano el célebre libro de N e w m a n TJie Gram-
mar of Assent. :
Pese á las dificultades del lenguaje de Newman, el profesor Bat-
taini ha hecho u n a traducción fiel y escrupulosa de la obra del ilus-:
tre cardenal inglés. Va precedida de u n a sólida y rica introducción,
que p r e p a r a al lector p a r a penetrar en toda su plenitud el pensa- i
miento original del apologista. |
Libros como éste, no pueden analizarse; habitemos de limitarnos j
á señalar la idea principal. Toda la Grammar of assent reposa so- j
b r e la distinción entre el asentimiento (a.ssent) y la inferencia. E l i
asentimiento es la afirmación de u n hecho; la inferencia, la conclu- i
* sión de un razonamiento; el asentimiento es incondicionado; la in- |
ferencia se halla siempre sometida á condiciones de lógica; es esen-1
cialmente mediata. El asentimiento puede recaer sobre lo concreto ;
ó lo abstracto; en el primer caso, es real; en el segundo, r a c i o n a l ; '
este último está limitado al juicio, á la razón; el real reposa, por |
el contrario, sobre datos de los sentidos y de la imaginación y j
a r r a s t r a al hombre todo entero; tiene una eficacia sobre la acción, i
Claro es, por tanto, que la lógica formal, arte de pensar, no puede i
llevarnos á tales asentimientos. El método lógico no es el método '
n a t u r a l : «nosotros—dice—no vamos de proposiciones en proposicio- j
nes, sino de u n a cosa á otra, de lo concreto á lo concreto, de u n *
todo á u n todo». Esto es propiamente el sentido ilativo. ¡
ANÁLISIS D E L I B R O S 2 2 1

Sin entrar en loL pormenores de esta lógica psicológica y r e a -


lista, adviértese que la apologética de Newman es, ante todo y so-
b r e todo, u n a apologética moral; por lo cual, se asemeja Newman á
u n Blondel ó á u n Le Roy. Podrán los teólogos discutir el valor de
ese método; la cuestión no es de nuestra incumbencia. Pero, desde
un punto de vista psicológico, nos es permitido encontrar singular-
m e n t e sugestivos y fecundos los análisis de N e w m a n . L a creen-
cia, en efecto, psicológicamente, no se asemeja á u n conocimiento
abstracto; es un acto, en que toma parte todo nuestro ser: ratio et
voluntas. Por otra parte, el estudio del pensamiento de Newman pa-
récenos que se impone hoy, en razón precisamente de la importan-
cia de las recientes controversias; amigos y adversarios deben co-
nocerse p a r a poder combatirse bien; por esta razón presenta la obra
d e Newman u n capital interés histórico. Y es de desear que esta
traducción de Battaini sea leída, hasta fuera de Italia (1); servirá,
aunque no sea más que p a r a precisar los problemas y dar á conocer
u n estado de espíritu m u y particular cuya influencia v a invadiendo
medios muy diversos.

E u . DUPKAT.

(1) No existe traducción española de Newman. Pueden oonstütarse las


obras de Brémond, Dimnet y Thureau-Dangin, así como la reciente versión
francesa que con el título Qrammaire de V Assentiment acaba de publicar
Madame G. París (Bloud, París, 1907).
La Revista de estudios franniscanos (Barcelona-Sarria) publica en folletín,
desde Enero de 1907, una versión castellana del Desenvolvimiento del Dogma.
(N. de la R.).
NOTAS BIBLlOQRnFlCnS

MossÉN JOSEPH POU Y BATLLE: Xafilosofiacatalana, sa existencia, sos caracters, sa


decadencia y necesitaí de sa restaurado. Gerona, 1 9 0 7 ,

Trátase de un discurso leido por su autor, Catedrático del Seminario


de Gerona, en la Academia catalana de estudios filosóficos con motivo de
la solemne distribución de premios en el Certamen de Ciencias eclesiás-
ticas, celebrado en Barcelona el 9 de Junio de 1907.
Aun cuando la verdad no tiene patria ni reconoce fronteras, la cien-
cia humana, á semejanza de otras manifestaciones del espíritu, recibe
distintas modalidades por Influencias étnicas y climatológicas. Y como
el pueblo catalán por su lengua, su raza y sus costumbres, tiene fisono-
mía propia que le distingue de los otros pueblos que forman la Kación es-
pañola, también la labor filosófica de sus pensadores ha llegado á orga-
' nizarse de un modo peculiar, constituyendo la filosofia catalana.
A tres se reducen los caracteres de esta filosofía catalana, á saber:
eclecticismo, tendencia á la observación y sentido práctico. Y el autor
justifica esta apreciación suya, diciéndonos que esos caracteres se en-
cuentran en Lull, San Eamón de Peñafort, San Vicente Ferrer, Exime-
nis, Sabunde y Vives, pero no nos indica los hechos ó doctrinas de esos
pensadores en los que se revelen esas cualidades. Se nos antoja que ha-
bría de ser muy difícil hallar en Lull ó Sabunde, el espíritu práctico y
observador; y por lo que toca á Vives, seguramente que aprendió de los
filósofos catalanes muchísimo menos que de los maestros europeos.
Con el siglo xviii el pensamiento catalán perdió su personalidad y su
especial fisonomía. Tan sólo «L'universitat de Cervera conserva quelcóm
del tresor científich que 'ns llegaren els educadors de nostra rassa». El
propio Balmes, aunque personificó en su tiempo las cualidades de la raza,
ni él mismo se dio cuenta de ello, «no ea refiexivament cátala», y esto
ocurre también con Llorens y Marti de Eixalá: pertenecen todos al ca-
talanismo decadente. De aqui la necesidad de restaurar la filosofía cata-
lana. Esta restauración habrá de realizarse aceptando de buen grado y
aprovechándonos de todo lo bueno que haya en otros países, pero sin
despreciar lo nuestro, no vayamos á buscar fuera lo que tenemos en casa;
«procuremos primero esser nosaltres, y después ya podemos abrir sin pe-
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 2 2 3

ligro las puertas á influencias extranjeras, no siempre convenientes y


saludables».
Tal es el argumento desarrollado en su discurso por el Sr. Pou y Bat-
lle. Si las razones en qiie lo funda no son del todo convincentes, no es
por ignorancia del asunto, el Sr. Pou conoce muy bien la literatura ca­
talana, sino por exageraciones del sentimiento regional. Nosotros espe­
ramos que á impulsos de este mismo sentimiento habrá de acometer em­
presas científicas de mayor vuelo.
A. G. L

lluevas fundamentos de la Moral: Discursos leídos ante la Real Academia de Cien­


cias Morales y Políticas en la recepción del Sr. Sales y Ferré. Madrid, 1907.

No es fácil dar una idea sintética del discurso del recipiendario, y a


que su obra no constituye un conjunto sistemático de ideas cristaliza­
das en torno de un pensamiento núcleo; es un montón informe de ideas
faltas de organización; esto mismo se desprende de la labor critica ati­
nadísima que el Sr. Sanz y Escartín hubo de hacer al dar la bienvenida
al Sr. Sales y contestar su discurso. Dice el docto Secretario de la Aca­
demia, cuya competencia en estas materias es bien conocida, que «en el
trabajo del Sr. Sales y Ferré, hay cierto eclecticismos (p. 101), y así, en
efecto, ocurre.
No son los fundamentos, que para la Moral propone el Sr. Sales, los
que podrían esperarse al considerar el epíteto de nuevos con que los ca­
lifica; no son, en efecto, ni la deuda social y el cuasi contrato de los so-
lidaristas; ni es tampoco la consideración de los fenómenos morales como
meros hechos sociales para constituir así «el verdadero arte moral prác­
tico y científico» de que habla Albert Bayet, el vulgarizador de la Mo­
ral sociológica; esos fundamentos son, para el Sr. Sales, unas veces los
modelos sociales, sin perjuicio de afirmar (p. 25) que «á veces los indivi­
duos conciben un ideal moral superior á su tiempo, en cuyo caso, el jui­
cio privado se sobrepone al público»; otras, se apoya en el spenceriano
progreso indefinido, afirmando que los individuos que se conforman con
lo existente, sin aspirar á mejorar, son «atávicos y amorales»; ya cree ha­
llar la base de la Moral en la «utilidad social»; ya se muestra inclinado
al asociacionismo (después de haberlo combatido en la p. 13) diciendo
(ps. 24 y 43) que juzgamos buenos ó malos los actos que son objeto de
aplauso ó vituperio, porque estos aplausos ó censuras se asocian en nos­
otros á la idea del acto y nos revelan su bondad ó malicia; pretende tam­
bién á veces fundar la Moral en la reciprocidad (haciendo recordar va-
2 2 4 FILOSOFÍA

gamente el sistema casuistlco de Renouvier); y hasta en ocasiones, por


último, llega á bosquejar un fundamento moral sobre el bien, aunque
por bien entienda «todo lo que tiende á conservar y desarrollarla vida»
(p. 39), recordando un poco lo de la plenitud de la vida de Guyau.
El Sr. Sanz y Escartin ha hecho en cambio un trabajo notable de aná-
lisis, aunque con la brevedad y discreción que las circunstancias le impo-
nían. Así, contra las afirmaciones del Sr. Sales, cuando dice (p. 11) que
«la Moral se está depurando hoy de sus móviles egoístas», le recuerda
que «hasta Epicuro mismo ordenó subordinar á los placeres del espíritu
los impulsos inferiores» (p. 98); bien es verdad que el propio Sr. Sales, se
contradice más adelante (p. 75): «No se advierte diferencia, dice, entre
las antiguas y modernas sociedades; todas han colocado la virtud en
sacrificar lo presente á lo futuro.,.; ya el individuo á la Patria; ya la
vida presente á la futura...; para el griego y el romano, la virtud consis-
tía en el sacrificio del individuo á la ciudad...» Afirma también el señor
Sanz y Escartín que «su pensamiento (el del Sr. Sales) no está conforme
con los modernos estudios de Psicología y de Etica sociológica» (p. 102);
el recipiendario, en efecto (4 más de confundir lo infinito con lo in-
definido) parece desconocer las recientes afirmaciones de la ciencia
acerca de la génesis de los preceptos morales en el hombre (p. 33), acerca
del origen y desenvolvimiento de los sentimientos morales (p. 68), acerca
de la psicología y leyes del hábito, etc. Rebate asimismo con gran habi-
lidad el Sr. Sanz y Escartín la afirmación del Sr. Sales, tomada de Henri
Marión, de que no hay virtud en los actos procedentes de hábitos, inter-
pretando mal la idea de que la virtud consiste principal, ya que no esen-
cialmente, en el esfuerzo, pues que si el acto habitual supone poco ó nin-
gún esfuerzo hoy, supónelo ayer para poder adquirir el hábito,

J. G. G.

} . B. CODINA Y FORMOSA:Nuevas cartas abiertas á T).'EdmundoGonzález"Blancoso-


bre la crucifixión de Jesús. Un folleto de 90 páginas. Barcelona, Tipo^afía Ca-
tólica, 1907.

Con un profundo conocimiento de ia exégesis bíblica y de la historia


de los orígenes cristianos, el Sr. Codina ha sabido juntar en estas cartas
habilidad polémica no exenta de cierto cultísimo gracejo, demostrando
al Sr. González Blanco, no sólo la verdad histórico-dogmátiea del hecho
de la crucifixión, negada por éste en su artículo de La España Moderna
(Febrero, 1906), sino—lo que es más grave—evidenciando con textos que
ese articulo era un centón ó conglomerado de párrafos copiados del libro
Science et Religión de Malvert.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 2 2 5

P . C. HACHA: Vn Irailé des oeuvres arahes de Théodore Jlbou-J{urra évéque de fiaran.


Un folleto de 47 páginas,rniás 33 de texto árabe. Trípoli de Syrie, 1907.

El P. Bacha, religioso basilio en Siria, es uno de los más fecundos es-


pecialistas que se consagran á exhumar los viejos textos de la teología
y liturgia del Oriente cristiano. A él se deben una edición del Tratado
del Sacerdocio, de San Juan Crisóstomo (versión árabe antigua), de va-
rias homilías del mismo, del libro de la Expulsión de la tristeza, de
Elías de Nisibe, y, sobre todo, una publicación correctísima de los nueve
tratados teológicos de Teodoro Abucara, que constituyen la más antigua
obra de la literatura cristiana en árabe, (ün vol. en 8." de págs. 200.
Beyrouth, 1904).
El folleto que ahora nos ocupa es un fragmento de esta obra última.
El enorme interés que para los orientalistas y los teólogos ofrecen los
tratados de Teodoro Abucara, movió á B. á publicar en un folleto aparte
el tratado octavo, seguido de su versión francesa, por ser un resumen d e
la teología católica y itn modelo de la escolástica naciente (primera mi-
tad del siglo vui). El texto y la versión van precedidos de una noticia,
muy bien documentada, sobre la vida de este obispo ortodoxo y sobre
sus obras, perfectamente analizadas.

EL-HAFNAOUI: Muata el-imam el-Mahdi. Un volumen impreso en árabe de 75, pá-


ginas. Alger, Fontana, 1907.

Después de los trabajos de Goldziher acerca del pensamiento teoló-


gico de Abentumart, maJidi de los Almohades (cfr. Bev. de Aragón, di-
ciembre de 1906), ha aparecido en la Biblioteca de Argel un manuscrito
con el titulo arriba consignado, que ya Fagnan señaló en su Catalogue
general (París, 1893), bajo el mimero 424, pero considerándolo como un
ejemplar más (de los varios que dicha Biblioteca contiene) del Almuata
de Málilí, famoso código jurídico de este fundador de la escuela que
lleva su nombre. Parece, sin embargo, que tiene ese manuscrito un doble
valor, bástala fecha inadvertido: 1.°, el de ser un compendio del Almua-
ta, hecho por Abentumart; 2.°, el de haber sido copiado para el iiso d e
Abuyúsuf Jacub, tercer califa almohade.
El editor, un erudito argelino, El-Hafnaui, indica someramente e n el
prólogo árabe, que encabeza la edición, los motivos que le han decidido
á atribuir el compendio á Abentumart: 1.°, que la letra del manuscrito es
semejante á la del códice 1.451 de la B, N. de París, que contiene la obra
CDI.TUIIA 16
2 2 6 filosofía

indiscutible de Abentumart, Aazz ma yatloh, editada por Goldziher (Al-


gor, Fontana, 1903); 2.°, que la copia de este manuscrito de Paris está fe-
chada en 579 de la hégira, y la del manuscrito de Argel en 590; proximi-
dad de fechas que confirma la semejanza de escritura; 3.°, el hecho de
haber s:do caligrafiado un simple compendio de un libro tan vulgar como
el Almuata, con un esmero, riqueza y lujo anormales, y el estar dedicado
al uso personal del tercer descendiente de Abentumart, añaden fuerza á
aquellos indicios; 4.°, finalmente, El-Hafnaui inserta el testimonio del his-
toriador Abenabdesalam Elcadiri, en su Naxr almatsani, que asegura
haber compuesto Abentumart un compendio del Almuata, cuyo códice
vio el autor en la biblioteca de la mezquita Alcarawln de Fez.
Si estos argumentos fuesen concluyentes, resultarla curiosísimo el he-
cho de que Abentumart y los califas almohades sus sucesores, cuya aver-
sión contra la escuela maliquí ha puesto Goldziher en evidencia, mostra-
ron, no obstante, una veneración y respeto verdaderamente religiosos
hacia el código fundamental de esa misma escuela.
Por lo demás, el compendio en si carece de novedad: cotejado con el
Almuata, á penas difiere en otra cosa que en la supresión de los testimo-
nios (isnad) que garantizan la autenticidad de las tradiciones proféti-
cas, y en algunas modificaciones sin importancia.
M. A. P .

Philosophes contemporains par Haráld "Hoffding. Traduit de 1' allemand par A. TRE-
MESAYGUES. París, Alean, t^oj. Un vol. de 22 X ' 4 páginas.

Muy interesante este volumen ya por la competencia del autor en


historia de la filosofía, ya poi la actualidad de su contenido- En él en-
contramos el análisis de las tendencias filosóficas más importantes en es-
tos últimos veinticinco años.
El autor las clasifica en tres grupos. En el primero están incluidos
todos aquellos pensadores que han abordado la explicación del problema
de la existencia, tales son Wundt, Ardigó, Bradley y Fouillée. En el se-
gundo todos aquellos que siguiendo la corriente biológica se han pre-
ocupado principalmente en esclarecer la teoria del conocimiento; á él
pertenecen Maxwell, Hertz, Ernesto Mach, Ostwald y Avenarius. El
tercero está formado por aquellos filósofos que se han fijado principal-
mente en el problema de los valores, y por ende en las cuestiones éticas
y religiosas, como Guyau, Nietzsche, Eucken y William James.
A. G. I.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS 2 2 7

C. BOUGLÉ: Le soUdarisme. Un vol. de 338 págs. París, Giord et Briére, 1907.

Expónense en este libro los orígenes y bases cientiflcas y jurídicas


del sistema moral basado en la idea de solidaridad, sus relaciones con el
individualismo clásico y con el socialismo, y sus aplicaciones en la vida
y en la ciencia.
Por mucho que sea el favor de que en ciertas esferas goza la teoría
moral de M. León Bourgeois, fuerza es convenir en que sus fundamentos
científicos son muy débiles: la deuda-social y el cuasi-contrato, bases
esenciales sobre que el sistema se apoya, son insuficientes para funda-
mentar racionalmente nuestros deberes. La solidaridad, por su natura-
leza, es amoral y puede llegar á ser inmoral en un ambiente donde el
mal impere.
La cuestión que con mayor detenimiento examina M. Bouglé, es la
relativa á las conexiones entre el solidarismo y el ciistianismo: si éste'
contiene el germen de aquél; si basta la caridad para realizar lo que la
solidaridad exige, etc.

A. MAIRET Y J. E. FLORENCE: Le Iravail inlellecíuel el les foncHons de 1' organisme.


Un vol. de 128 págs. Montpellier, Coulet et Fils, 1907.

Comienzan los autores haciendo un resumen de las investigaciones


anteriores acerca de la circulación, termogénesis y cambios nutritivos
en sus relaciones con el trabajo mental, pasando á exponer luego sus
experiencias personales y los procedimientos analíticos empleados. Los
,dos distinguidos neurópatas de Montpellier formulan las dos siguientes
conclusiones: 1."'' El trabajo intelectual disminuye la absorción, amorti-
gua la nutrición general y activa la nutrición del cerebro. 2.'"' Durante
el periodo de reposo consecutivo al trabajo mental, se activa con exceso
la nutrición general y se amortigua la del cerebro.
J. G. C.

R. P. GILLET: L'éducation du Caractere. Un vol. de XII-3o2 págs. Desclée, J


de Brouwer et C.ie, Lille, 1903. 1
i
Al leer el titulo de esta obra, cualquiera se sentirla tentado á sospe- ¡
char que se t r a t a de un libro científico, en el cual se publiquen persona-;
les y serias investigaciones pedagógicas, ó cuando menos, que contenga ;
2 2 8 FILOSOFÍA

la exposición, el resumen, la crítica ó la vulgarización de la doctrina de


otros autores referente al asunto. De ninguna de tales cosas se trata:
es una colección de sermones morales muy cortos, discretos, en estilo
claro, pintoresco y agradable, redactados con el fin de robustecer ó afir­
mar el fervor religioso de los alumnos que concurren á la Universidad
de Lovaina, á los cuales expresamente van dirigidos.
J. R.
ANñLISIS b E REVISTAS

Annales de philos. chrétienne (Octubre, 1907).— L A B B E T H O N N I É R B : Dog-


me et théologie. Prosigue el análisis de las doctrinas de M. Le Roy.— P.
G A L I B E R T : La foi du négre. Análisis del estado de alma de los negros,

como contribución á la solución del problema apologético.— H . B R E -


M O X D : Le dernier des cousiniens. Estudio critico del libro de C, La-
treille sobre Francisco Bouillier, discípulo de Víctor Cousin.
ídem (Noviembre).—A. L B L B U : La mystique et ses attaches ontologi-
ques. La humanidad es una jerarquía de inteligencias que va del hombre
animal al hombre divino; la religión ha tenido siempre por objeto la cul-
tura de toda esa jerarquía, porque la religión ha tenido siempre por
base una síntesis de todas las ciencias divinas, cósmicas, humanas y na-
turales, reducidas á la unidad por la Ontologia, que tiene por ende g r a n
importancia apologética, como lo prueba el que la Escritura y la Tradi-
ción apelan muchas veces á la economía ontológica, por la contempla-
ción de la creación y el conocimiento de sus leyes, por el cual se remonta
al de los principios, para rectificar los hechos de la vida.— C H , H U I T : Le
plato7iisme en France au XVIII.e siécle. Expónense los incidentes á que
dio lugar la famosa «Querella de los antiguos y los modernos», y que á
partir de 1660, dividió en dos campos opuestos á los entusiastas y á los
detractores de Platón.
ídem (Diciembre).—Cn. C A L I P P B : La destination et V usage des hiens
naturels. Análisis de las doctrinas de Santo Tomás, acerca de la propie-
dad y uso de los bienes que, además de no ser obra del hombre, le son al
propio tiempo indispensables,—G. L O U M Y B R : Les sciences occultes au Mo-
yen-Age. Los conocimientos esotéricos de la edad media se contienen más
ó menos directamente en la Alquimia. El autor examina la triple signi-
ficación, natural, filosófica y religiosa que ésta tuvo desde su origen en
los sistemas filosóficos derivados del panteísmo oriental hasta su disocia-
ción, merced á los progresos de la Química experimental en el siglo xvt.
ídem (Enero, 1908).—H. B R B M O N D : Autour de Newman. Análisis del li-
bro n cattolicismo rosso del joven filósofo italiano, Prezzolini, en que se
hace un estudio de lo que el autor llama «neo-catolicismo» ó «catolicismo
i'ojo», y se critican las ideas religiosas de Newman y sus partidarios fran-
ceses.—ED. ScHiFFMACHBR: La limite de V infíni. Nuestra idea de la sus-
2 3 0 FILOSOFÍA

tancia infinita no puede excluir la de mirltiplicidad de subsistencias;


aunque absoluta en si misma, no .podemos conocer nosotros la actividad
eterna, más que en la categoría de la relación; y como toda relación es­
tablece necesariamente términos irreductibles, sigúese que la sustancia
única debe considerarse como realizada en subsistencias, atributos ó mo­
dos distintos. Por eso, la concepción cristiana de un solo Dios en tres per­
sonas, es preferible á la concepción del infinito en el Panteísmo ó en el
Deísmo, por percibir cual percibe la relación como esencial á la sustan­
cia; Dios y la criatura, y en Dios, las personas.—A. PALMIERI: Leproblé-
meRusse. Análisis del libro de Zdziechowski: Die Grundprobleme Bus-
slands, en que se estudia la influencia de las ideas filosóficas y religio­
sas, sobre la organización política y social de la Rusia contemporánea.

La Ciudad de Dios (20 Diciembre, 1907 y 5 Enero, 1908).—P. MARCE­


LINO GUTIÉRREZ: Sobre la filosofia de Fr. Luis de León. Expónense en
estos dos artículos las doctrinas psicológicas del ilustre Agustino, res­
pecto del conocimiento, apetito y voluntad, inmortalidad del alma, su
unión é influjo en el cuerpo, etc.

Razón y Fe (Noviembre, 1 9 0 7 ) . — E . UGAUTB DE ERCILLA: Mensurabili­


dad de las sensaciones. Contra las exageraciones de cartesianos, ultraes-
piritualistas y algunos escolásticos, sostiene el P . U . que las sensaciones
son susceptibles de medida en el tiempo y en el espacio, y expone los di­
versos procedimientos adoptados.
ídem (Enero, 1908).—E. UGARTB DE ERCILLA: Derechos armónicos y ex­
clusivos de la filosofia escolástica d la Psicología experimental. Sólo la
doctrina escolástica puede dar validez á los trabajos de la psicología e x ­
perimental, porque sólo ella puede explicar la irreductibilldad de lo psí­
quico y lo fisiológico, la concomitancia de ambos y la ley de homogenei­
dad ó semejanza entre ambas clases de fenómenos.

Revue de Métaphysique et de Morale (Noviembre, 1907).—A. JOB: Vccuvre


de Berthelot et les théories chimiques. Análisis del carácter y tendencias
de la obra de Berthelot. P a r a éste la materia mineral y la materia orgá­
nica se transforman según las mismas leyes y se someten á las mismas
fuerzas, y en una y otra se verifica la síntesis por los mismos medios.
Otro de los caracteres de la obra de Berthelot es el haber puesto de re­
lieve las conexiones de la química con otras ciencias.—H. DBLACROIX:
Analyse du mysticisme de M. Guyon. Extracto de u n a obra sobre la His­
toire de la Psychologie du mysticisme, próxima á publicarse.—E. BOREL:
L'évolution de V intdligence géometrique. Propónese el autor demostrar
que la idea que Bergson tiene de la inteligencia geométrica, es ade­
cuada á la inteligencia geométrica de los griegos; pero la inteligencia
geométrica ha evolucionado y actualmente es menos rígida y más fe-
ANÁLISIS DE REVISTAS 2 3 1

cunda.—E. MALLIEUX: Le rOle de V expérience dansles raisonnements des


jurisconsultes. Examina las dificultades que pueden surgir de la lectura
y confrontación de los artículos de un código, y quiere establecer que las
fórmulas de nuestros códigos sólo adquieren importancia por la expe-
riencia, el buen sentido, la conciencia moral y la ciencia de las socie-
dades.

Revue de Philosophie (Diciembre, 1907).—E. PEILLAUBE: L'organiscdion


de la mémoire. Después de mostrar que la memoria es la conciencia
misma, pues no se concibe vida consciente sin memoria, plantéase esta
cuestión: ¿Son inmortales, fíjanse en nosotros todas nuestras impresio-
nes? Los más de los psicólogos lo creen asi, apoyándose en razones teóri-
cas (la conservación de la energia, p. ej.) y en hechos de observación, los
casos de hipermnesia. El autor, sin embargo, cree que para conservarse
nuestras impresiones se requieren ciertas condiciones anatómicas, fisioló-
gicas y psicológicas, que enumera.—P. DUHEM: Le mouvemcnt absolu et
le mouvemcnt ?-cZa¿i/'(continuación). En este artículo expone las doctri-
nas de los comentaristas árabes de Aristóteles, los de Alberto el Grande
y de Santo Tomás.
Idom (Enero, 190í).—G. DROMAKD: Les éléments motteurs de Vémotion
esthetique. Intenta poner de manifiesto que existen elementos motores en
la pasión estética, y que el sujeto que la experimenta, crea con el mismo
título que el productor de la obra de arte.—E. PEILLAUBE: Vorganisa-
tion de la mémoire. Estudia en este segundo articulo la vida latente del
recuerdo, que vive una vida de embrión en el dominio de la subconscien-
cia, dominio del que muchos recuerdos no logran salir nunca.—ABBÉ J.
MARTÍN: Une histoire des idees esthetiques. Análisis muy detenido de las
doctrinas contenidas en la «Historia de las ideas estéticas en España» del
Sr. Menéndez y Pelayo.

Revue des sciences philosophiques et théologiques (Octubre, 1907).—R. GA-


ERiGOU-LAGRANGE: Intéllectualisme et liberté chez Saint Thomas. Tras
una rápida indicación del intelectualismo y voluntarismo en la filosofía
contemporánea, estudia en este primer articulo cómo en la filosofía de
Santo Tomás, la libertad se deduce de la razón.—M. JACQUIN: Le neo-
platonisme de Jean Scot. Estudio del libro poco conocido de J . Escoto,
De prcedestinatione, haciendo ver que sus ideas neoplatónicas no proce-
den del Areopagita sino de las obras de San Agustín que Escoto cono-
cía muy bien.—A. ROUSSBL: La Théologie Brahmanique d'apres le Bhá-
gavata Purüna (continuación). Nos presenta el concepto d é l a unidad de
Dios según el Bh. P u r á a a . - T H . HEITZ: La philosophie et la Foi dans
l'ceiivre d'Abélard. Exposición de las ideas de Abelardo sobre las relacio-
nes entre la fe y la razón y su aplicación al misterio de la Trinidad.—
Bulletin d'Histoire de la Philosophie 1. Philosophie grecque. Resumen
2 3 2 FILOSOFÍA

de los trabajos históricos publicados recientemente sobre la fllosofía


griega bajo la clasificación de obras generales, monografías de doctri-
nas Y monografías de autores. I I . Philosophie médievale. Trabajo de in-
formación análogo al anterior sobre la filosofía medieval.— Bulletin
d'Apologétique. I. Amplísima información sobre esta materia en la cual
se indican los trabajos concernientes al problema de la fe en sí mismo ó
en sus relaciones con la apologética, á los motivos de credibilidad, mé-
todos apologéticos y obras generales.—J3iineí¿7i de Théologie Spéculative.
En él se consignan las obras de teología católica y uo católica, dando
una mayor extensión á la primera. £1 autor las clasifica del modo si-
gidente: Introducción á la teología. Teología sistemática. Obras genera-
les y Tratados especiales.
ídem (Enero, 1908).—E. GAERIGOU-LAGRANGB: Intellectuálisme et Li-
berte diez Saint Thomas (continuación). Como la libertad procede de la
razón, el articulista nos presenta la doctrina de Santo Tomás para resol-
ver el argumento capital del determinismo tomado del principio de ra-
zón suficiente.—TH. HBITZ: La Philosophie et la Foi chez les disciples
d'Ábélard. Con gran copia de documentos, estudia la influencia de Abe-
lardo en Thierry de Chartres, Gilberto de la Porree, Guillermo de Con-
ches y Pedro Lombardo.—A. GARDBIL: La notion du Lieu théologique.
Propónese el autor u n estudio comparativo de los lugares teológicos con
los Tópicos de Aristóteles, para hacer resaltar el verdadero significado
de aquéllos. En este artículo señala las relaciones entre la Tópica y la
Teología, y el concepto aristotélico de los tópicos.—A. CAUCHIE: Les As-
semblées du clergé de France sous l'ancien Régime. Tras una indicacióu
de los materiales que deberán consultarse para conocer esas Asambleas,
presenta el autor los antecedentes de esa institución social y los extre-
mos principales del contrato á&Voissy .—Bulletin de Philosophie. Cró-
nica muy documentada del movimiento filosófico actual. El autor clasi-
fica las publicaciones recientes, objeto de su crónica, en tres grupos: Teo-
ría del conocimiento, Sistemas filosóficos y Cuestiones especiales.—Bu-
lletin de Théologie Biblique. Balance de las investigaciones que se h a n
realizado en el año último.

Revue Néo-Scolastique (Noviembre 1907).—N. BALTHASAE: Leprobléme


de Dieu d' aprés la philosophie nouvelle. En este primer articulo examina
el autor la crítica que Le Roy hizo en la Rev. de Met. et de Mor. de los
argumentos de Santo Tomás en pro de la existencia de Dios.—M. DE
WÜLF: Premiére legón d' esthétique. Concepto de la estética y su distin-
ción de la crítica artística y d é l a historia del arte.—A. MXCHOTTB: A
propos de la tniétiiode d' introspectioni' dans la Psychologie experimén-
tale. El método indirecto, llevado á cabo según el esquema de las medi-
das de tiempo de reacción, puede desarrollarse notablemente sin perder
nada de su carácter y valor científico.-P. MANDONNBT: Le traite <De
ANÁLISIS D E REVISTAS 233

erroribus philosophorum» (sig. x m ) . Este libro presenta u n a colección


de errores tomados de los escritos de Aristóteles, Averroes, Avicena, Al-
gazel, Alkendi j Maimónides. Es notable por la amplitud de la informa-
ción }' la inteligencia de las doctrinas. El articulista supone que el autor
de ese tratado pertenece á la escuela dominicana española.

Revue philosopliique (Octubre 1907).—JULES DE GAULTIER: La depen-


dance de la Morale et Vindependance des moeurs. Al paso qne las leyes,
cuando se aplican á los fenómenos físicos, qnímicos, astronómicos, etcé-
tera, no existen más que en nuestro espíritu, en los fenómenos morales
acontece á la inversa: que la experiencia no tiene autoridad, las leyes
morales sacan su legitimidad de un priucipio distinto de aquel de que la
sacan las leyes físicas. Ese principio es la voluntad divina ó la razón.
Las leyes físicas se deducen de los fenómenos; los fenómenos morales,
vénse por el contrario deducidos de las leyes; por eso, cuando estos fe-
nómenos no se acomodan á las leyes, no es á éstas á las que se atribuye
la causa, es á los hechos, que se les llama inmorales.—L. DUGAS: La défi-
nition de la mémoire. L a memoria es la síntesis de dos operaciones con-
trarias: la u n a consiste en t r a t a r de destruir el pasado, reteniéndole,
no obstante, eu la medida que sirve á los intereses presentes; consiste la
segunda en revivir cd pasado en su integridad, olvidando el presente.
La memoria propiamente dicha se halla á igual distancia de ambas ten-
dencias.—D. PARODI: Morale et raison. Análisis de las doctrinas expues-
tas por Gustavo Belot en su reciente libro Enquéte d'une morcde posi-
tivo. Aplaude su tendencia, combatiendo la Moral sociológica, y tratando
de demostrar que no puede concebirse la moralidad sin racionalidad y
que sólo el racionalismo puede fundar una moral positiva.
ídem (Noviembre).—A. FOUILLÉE: Doit-on fonder la science morale et
comment? Extracto de la introducción de la Morale des idées-forces, que
acaba de publicarse.—E. DE ROBBRTY: Le role civilisateur des ábstrac-
tions. Combate las teorías modernas que realizan toda clase de conoci-
mientos abstractos, y añrma que el tótem es la primera manifestación de
la necesidad de abstracciones, sentida por la humanidad, y que el tote •
mismo antiguo contenia el germen de la socialización actual.—ABEL
REY: L'énergétique et le mécanisme. Análisis de las dos hipótesis, la me-
canista y la energética, para la explicación de los fenómenos naturales;
afirmando, en conclusión, que el mecanismo parece más favorable á los
progresos de la física y responde mejor á las necesidades psicológicas de
la investigación experimental.—DR. DROMARD: La c2)last¿cité» dans
l'association des idees. E n t r e las representaciones que se suscitan unas á
otras por asociación existe cierta afixddad, pero esa afinidad es esencial-
mente variable desde el punto de vista de su intensidad. Las variaciones
de la plasticidad en el juego de nuestras asociaciones dependen de la
combinación de dos elementos: la imaginación que engendra la variedad,
2 3 4 FILOSOFÍA

y la atención que engendra la monotonía; aquélla tiende á la difusión


polideica, ésta se inclina á un grado de concentración monoideica.
Idetn (Diciembre).—J. J. VAN BIEBVLIET: La psychologie c/aantitative-
En este articulo, tercero de ia serie, sobre la psicología cuantitativa, es-
tudia el autor los diversos procedimientos seguidos en sus investigaciones
por los psicólogos experimentalistas, señalando las ventajas é inconve-
nientes de cad.A uno de los métodos empleados.—Tu. EIBOT: La mémoire
affective. Con muchas observaciones nuevas, trata de mostrar K. la in-
consistencia del argu;:icnto que contra "a existencia de la ij.eraoria afec-
tiva aduce Mauxióu, entre otros, diciendo que lo que revive no es la
emoción pasada, sino la representación que la acompañó, y que produce
los mismos efectos emotivos de otro tiempo.—VERNOK LEE: La sympa-
thie esthetique. Análisis del reciente libro de Lipps acerca de «La con-
templación estética y el arte plástico».
ídem (Enero 1903).—A. LALANDE: Pragmatisme, humanismo et verité.
Análisis critico de la obra Pragmatism de Wllliara James y de la de F .
C. S. Schiller Studies in hicmanltm que coinciden en algunas ideas co-
munes, tales como la de qne «la verdad y la representación misma de-
penden de la acción».—F. PAULnAN: La contradiction de l'homme.'LB.
moral tiende á modificar la naturaleza humana. La razón de ser de la
moral es la dualidad del hombre, animal social por una parte, é indivi-
duo egoísta por otra. Esta dualidad es la causa principal de nuestras
luchas internas. Hasta ahora no se ha señalado toda la importancia de
esa oposición; á disiparla es á lo que debe tender la moral.—J. J . VAN
BIERVLIET: La psychologie quantitative. Examina las investigaciones
realizadas en los laboratorios, para inferir que es totalmente distinto el
procedimiento de los experimentalistas y el de los psico-físicos y de los
psico-fisiólogos.

Rivista filosófica (Agosto, 1 9 0 7 ) . — B . VARISCO: Che cosa consti. Discu-


sión sobre las bases de la creencia en la realidad, á propósito de la obra
de A. TH. ORMOND: Concepts of Philosophy.—^. TEDESCHI: Valore e ahi-
tudine. El autor expone las varias categorías de valor para demostrar
la influencia que tiene el hábito en la determinación de los valores.—
G. SALVADOBI: Fede e Ragione (conclusión). Concluye el autor afirmando
la necesidad de «reconocer los límites de la ra.'íón y la legitimidad de la
fe en el campo que trasciende á nuestra actividad racional».—L. M I -
RANDA: La posizione lógica del rapporto giuridico. El autor recuerda las
¡deas de Hegel sobre esa materia protestando del positivismo.
ídem (Noviembre).—E. JUVALTA: 11 methodo delVEconomia Pura
nelVEtica. Por la aplicación del método de la economía pura á la Ética,
cree el autor que puede llegarse á u n a construcción científica de la mo-
ral independiente de todo sistema metafísico.—G. Eossi: Vico ne tempi
di Vico. El autor señala las ideas corrientes en Ñápeles á fines del siglo
ANÁLISIS DE REVISTAS 2 3 5

XVI y principios del x v n para determinar el influjo que ejercieron en


el pensamiento de Vico.—E. MORSBLLI: Vita morale e vita sociale. Ante-
cedentes de la ética sociológica en la filosofía contemporánea. «Para de-
fender el predominio de la sociedad sobre el individuo y fundar en ella
las bases de la autoridad moral, es preciso investigar si tales exigencias
se presentan como una condición indispensable para la existencia y
elevación del grupo social».—E. DI GARLO: La Filosofia del Diritto ri-
dotta alia Filosofia délVEconomia, Nota critica sobre la Memoria pre-
sentada por B. Croce á la Academia Pontoniana: Riduzzione de la Filo-
sofia del Diritto alia filoso fia delV Economía.—A. FAGGI: Un poeta filo-
sofo. Recuerdo necrológico de Sully Prudhomme. G. L—G. C.

Necrología- VÍCTOR BROCHARD Y O. HAMBLIH.—La Universidad de


Francia y la filosofía acaban de sufrir una tras otra dos pérdidas muy
sensibles. Hace algunos meses moría M. Hamelin, profesor en la Sor-
bona, arrebatado en plena edad madura al afecto de sus amigos y de
sus discípulos. Recientemente M. Víctor Brochard, miembro del Instituto
de Francia, profesor de historia de la fllosofía antigua en la Universidad
de París, moría á su vez, á consecuencia de una crónica enfermedad
contra la cual habla luchado con valentía por largo tiempo.
Hamelin acababa de publicar hace algunos meses su notable tesis
Essai sur les éléments principaux de la représentation, libro de difícil
lectura, consagrado á la construcción de una síntesis metafísica idea-
lista, inspirado á un tiempo en Aristóteles y Kant, y dedicado á la me-
moria de Carlos Renouvier. Sabido es que Hamelin no era sólo un filó-
sofo de mérito extraordinario; era también u n historiador distinguido,
que había consagrado largos años al estudio de los sistemas de la anti-
güedad y que acababa de erigir á Aristóleles monumento tan soberbio
como su edición de la Física. L a muerte le ha sorprendido en plena la-
bor, legándonos en su Essai su testamento filosófico.
Brochard fué también historiador. Su tesis sobre el Error, su libro
sobre los Escépticos griegos, sus artículos en TJ Année pMlosopJiique,
merecieron la estimación del mundo sabio. Fué émulo de los doctos his-
toriadores del pensamiento griego Gomperz y Diels. Aun se recuerda la
impresión producida hace algunos años por su estudio sobre La Morale
ancienne et la Moróle moderne, publicado en la Eevue piíilosophique.
Pero lo que menos conocía el público y más apreciaron sus discípulos,
fué su admirable erudición y la firmeza de su carácter. Ciego desde hace
largo tiempo, abatido por una cruel enfermedad, continuaba enseñando.
Su extraordinaria memoria le permitía citar los textos griegos que ya
no podia volver á leer. Admirador entusiasta del pasado, no se habia
encerrado en el dominio ya t a n vasto de la filosofía antigua, sino que
se interesaba también vivamente por las controversias de mayor actua-
lidad. D. E .
VARIA
EL PROBLEnñ b E IRLñNbfl

su PLANTEAMIENTO EN LA HISTORIA

Cuando la silueta de Irlanda comienza á dibujarse entre


las nieblas que la envuelven durante los seis primeros siglos
de nuestra era, muéstrasenos como un país pintoresco y
fértil, enteramente poblado por esa gran raza celta, inteli-
gente y sagaz, pero impulsiva é inconsistente, sencilla y so-
bria, pero desprovista de todo sentido jurídico y político, que
dominadora un tiempo de casi toda la Europa occidental,
no constituye jamás, en parte alguna, un imperio.
A Irlanda no llegaron las legiones romanas, propagado-
ras de la civilización del mundo antiguo; tampoco fermenta-
ron allí gérmenes que en el resto de Europa sembró la inva-
sión germana, preparando la espléndida florescencia del feu-
dalismo. Los celtas de Irlanda se agrupaban en tribus y cla-
nes, determinados por el parentesco agnalicio, próximo ó
remoto; la propiedad del suelo era común, como lo era tam-
bién en gran parte su aprovechamiento, puesto que sólo el
jefe de la tribu, electivo siempre de derecho (aun cuando con
el transcurso de los años se convirtió de hecho en heredita-
rio), podía disponer dominicalmente de tierras que cultiva-
ban para él los esclavos prisioneros de guerra ó adquiridos
en el mercado.
El régimen patriarcal, la vida rural, consagrada á la agri-
cultura y á la ganadería, excluyen toda idea de ciudad, de
clases sociales, de gobierno democrático, de nacionalidad y
2 4 0 VARIA

de patriotismo; Irlanda estaba tan lejos del concepto romano


del Derecho, como del concepto feudal de la Jerarquía; no
existían allí leyes ni legisladores, ni derecho público; dos va-
rones de cada tribu, los más sabios y prudentes, general-
mente ancianos, oficiaban de amigables componedores entre
partes sin jurisdicción ni medios coercitivos, en las que hoy
llamamos causas criminales, porque contenciones de carác-
ter civil pocas podían suscitarse en aquella sociedad comu-
nista. Las tribus y los clanes se agrupaban ó separaban, para
defender de los vecinos sus cosechas y ganados, ó para arre-
batárselos, y sólo cuando molestaron á las tribus del litoral
las incursiones de los que, con notoria injusticia, llamamos
hoy piratas daneses (por juzgar con la mentalidad moderna
costumbres antiguas), inicióse la práctica de enviar periódi-
camente delegados á la colina de Tara para elegir un Rey,
es decir, un caudillo militar, no un soberano, ni mucho me-
nos un legislador.
La cristianización de Irlanda, que data del siglo v, obra
celta fué también y no latina; por eso, cuando el Pontificado
luchaba aún con las mil diñcultades que se le ofrecían en la
Europa continental, para organizar su grey, constituyendo,,
sedes en los grandes núcleos urbanos, y formando diócesis
con el territorio rural vecino, cuando en el resto del mundo
católico apenas existía otro clero que el secular, en Irlanda,
el título de obispo, era más bien una dignidad honorífica que
un grado jerárquico, el diezmo no se pagaba, ni aun se co-
nocía, en la práctica de algunos sacramentos, como el bau-
tismo y el matrimonio, omitíanse prescripciones dogmáticas
de la Iglesia romana, y la vida religiosa se practicaba princi-
palmente en los conventos y monasterios, que el espíritu gre-
gario de los celtas multiplicó sobremanera, al par que sus
dotes intelectuales hacían de Irlanda el foco de cultura más
intenso, quizá el único, en aquella época de regresión y de
ignorancia.
El siglo XII sorprendió á Irlanda en ese estado de esplen-
dor intelectual y de debilidad física, que suele preceder á la
ruina de los pueblos cuando su ilustración superior y su
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 4 1

prosperidad material despierta la envidiosa codicia de los


vecinos, guerreros y poderosos. Las rivalidades de unos con
otros jefes d e tribu, motivaron la intervención de un gran
señor inglés, el Conde de Pembroke, y luego, la del propio
Rey de Inglaterra, Enrique II, provisto de una Bula del Papa
Adriano IV. De este m o d o penetraron en Irlanda las dos gran-
des fuerzas de aquella edad: el Feudalismo y el Pontificado,
y al tropezar allí con una civilización distinta, harto arrai-
gada para ser sustituida, pero también demasiado particula-
rista para prevalecer, se planteó el problema que ha perdu-
rado tantos siglos y preocupa aun hoy á los hombres políti-
cos de ambos países.
En esa historia para uso interno, que forjaron los moder-
nos nacionalistas irlandeses (ejemplo seguido después por
todos los demás nacionalistas del mundo), los nombres de
Dermot (el jefe celta que. para satisfacer venganzas persona-
les, pidió auxilio á los anglonormandos), de Pembroke y d e
Enrique II, son objeto de la más iracunda execración; c o m o
lo es, á pesar de su carácter, el de Adriano IV para todos
aquellos á quienes escrúpulos religiosos no impulsan á o p -
tar por la versión que niega autenticidad á la famosa Bula.
Pero fría é imparcialmente analizado el suceso no podrá
nadie ver en aquellos hombres sino los ejecutores incons-
cientes de una fatal exigencia de la realidad, muchas veces
comprobada en la Historia. A un pueblo no le basta para
subsistir poseer instituciones políticas perfectas, asentadas
sobre sus tradiciones, acomodadas al carácter de sus natura-
les, antes bien puede perjudicarle, como perjudicó á Polonia,
adelantarse á las ideas de la época y chocar con la mentali-
dad de los países vecinos; si su situación geográfica le pone en
necesario contacto con otro pueblo más fuerte, c o m o acaeció
á la antigua Irlanda y á los modernos Transvaal y Orange,
sólo la fuerza militar (de la cual son naturales auxiliares las
condiciones estratégicas del país y las energías individuales
de sus habitantes), preservará el sagrado tesoro de su inde-
pendencia. A ella deben el ser Bélgica y Suiza, y la prosperi-
dad material y moral de que hoy gozan efectos han sido, no
CULTURA 16
2 4 2 VARIA

causas. La Irlanda de principios del siglo xii, feliz, civilizada


y culta, hubiera podido subsistir quizá en medio del Océano,
pero no en las proximidades de Inglaterra; más pronto ó más
tarde habría sucumbido á la ley inflexible de su destino.
Ya eran los anglo-normandos dueños de la costa oriental
de Irlanda, ya se alzaban frente á frente las dos civilizacio-
nes, de un lado la del pueblo celta (que no podía llamarse
nación, porque ni ann la solidaridad étnica contra la raza
invasora logró poner término á las luchas iniesünas de tri-
bus y clanes), patriarcal é igualitaria, y de otro la de los con-
quistadores anglo-normandos con la férrea jerarquía feudal,
el dominio familiar y hereditario sobre la tierra y los que la
cultivan, los derechos señoriales, el servicio militar, el Par-
lamento unicameral al principio, bicameral después, y el Vi-
rrey con todas las atribuciones del Soberano, pero sin su per-
manencia y estabilidad. Cuando los odios y feroces luchas
de los primeros años se hubieron esfumado con el transcurso
del tiempo y de las generaciones, y la comunicación entre
unos y otros irlandeses héchose posible y frecuente, las ideas
é instituciones importadas se asfixiaron poco á poco en aquel
ambiente para ellas ingrato, y mientras los jefes irlandeses
adoptaban por más sonoros los nombres y títulos feudales,
los herederos de los conquistadores se transformaban rápi-
damente en verdaderos jefes de tribu, renunciando á los de-
rechos señoriales que pugnaban con las tradiciones locales,
y faltando en cambio á sus obligaciones para con el Sobe-
rano, remedando las costumbres, la indumentaria y hasta el
lenguaje celta de los vencidos. Sólo en Dublin y en los tres
ó cuatro núcleos ui-banos que los burgueses emigrados de
Inglaterra habían ido formando en la costa oriental, existían
hábitos de ciudadanía; en el resto de la isla el espíritu público
era nulo. El Parlamento espaciaba cada vez más sus reunio-
nes, y, no obstante el ejemplo próximo, ni uno sólo de los
magnates anglo-normandos transplantados, tuvo jamás la
idea de reclamar para su nueva patria la promulgación de
una Carta que limitase allí el Poder real. En la imposibilidad
de coexistir en tan reducido espacio dos civilizaciones, era na-
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 4 3

tural que, libres ambas, triunfase la indígena por más idónea.


Dos siglos habían bastado para destruir la obra de Enri-
que II, mas como ella no fué circunstancial y subsistían las
causas que la impulsaron, en 1367 el Duque de Clarence, Re-
gente de Irlanda en nombre de su padre Eduardo III, pro-
mulga el famoso Estatuto de Kilkenny para trazar la línea
y separar, con la brutalidad legislativa de la época, las dos
razas que pueblan la tierra irlandesa. El matrimonio entre
ingleses y celtas se castiga con la muerte, así como las rela-
ciones sociales ó comerciales; ]a adopción de nombres, tra-
jes ó usos irlandeses, aun los más inofensivos, c o m o el de
montar sin silla, se castiga con la confiscación é igual pena
se aplica á los ingleses que reciban en su casa bardos ó mú-
sicos ambulantes, especie tan numerosa y apreciada entre
los pue])los celtas. La injuria á un descendiente de anglo-
normandos, inferida por otro de su misma i-aza, llamándole
«perro irlandés», so pretexto de haber nacido en Irlanda, se
pena con un año de prisión por los mismos jueces que ab-
solvieron pocos años antes á Roberto de Gales, convicto de
asesinato a un irlandés, luego que hubo probado la pureza
celta de la sangre por él derramada. Hasta la religión se se-
para; los sacerdotes de una y otra raza no podrán adminis-
trar sacramentos, ni oficiar, sino en su respectivo terrilorio.
Estas leyes, severamente aplicadas, producen el resultado
apetecido; desde el siglo xv la parte oriental de Irlanda que
pueblan los ingleses, tiene ya un nombre gráfico, empleado
desde entonces por políticos é historiadores, se llama Palé,
es decir, la tierra empalizada, el reducto donde se hacen fir-
mes los invasores para continuar oportunamente su obra de
conquista. Desde entonces hasta Cromwell, la historia de Ir-
landa es de una ejemplar monotonía. Enrique YII para con-
graciarse con los irlandeses que simpalizaban con la rosa
blanca de los York, nombra Virrey al Conde de Kildare, u n o
de los más poderosos feudatarios celtizados; el hijo de éste,
que le sucede en el cargo, muere en la Torre de Londres con-
victo de traición á la Corona, y su nieto levanta en armas la
parte celta de Irlanda; Enrique VII cambia de política, su-
2 4 4 VARIA

prime el Parlamento irlandés y ordena que en adelante las


leyes inglesas rijan en toda la isla. Pocos años más tarde la
población inglesa de Irlanda adopta la Reforma, y la nueva
Iglesia anglicana gracias á las numerosas fundaciones y pin-
gües rentas de los monasterios y señoríos eclesiásticos del
Palé, nace ya mucho más rica que la desmedrada Iglesia ca-
tólica de los celtas, en decadencia desde los tiempos de la in-
vasión.
Enrique VIII, Isabel y Jacobo I, intentaron renovar la po-
lítica conciliadora de Enrique VII, pero Cada vez que la pre-
sión del Poder público se relajaba, las antiguas instituciones,
los visos, la vida celta, la realidad, en fin, recobraba el vigor
que parecía perdido. Alarmábanse los gobernantes ingleses,
tornaban á su política de sajonización de Irlanda, y enton-
ces celtas é ingleses celtizados apelaban á la rebeldía, pedían
auxilio al extranjero, trataban con todos los enemigos de In-
glaterra y sobrevenía la represión sangrienta, que explotando
además la falta de espíritu colectivo de los celtas ha llenado la
historia de Irlanda de trágicos episodios, de traiciones y de
crímenes. Ya no se repartía, como antaño, la tierra conquis-
tada entre grandes señores, que á veces eran humanos con
sus vasallos, y al cabo de algunas generaciones se asimilaban
su mentalidad y sus costumbres, hasta el extremo de emplear
para defenderles de nuevas depredaciones la fuerza misma
de la real munificencia recibida. Los ejércitos permanentes,
y, sobre todo, la arlillería, merced á la cual ningún castillo
roquero era ya inexpugnable, daban al Monarca medios para
confiscar los grandes feudos y hacer en ellos pluuiaciones de
miles de colonos, ingleses católicos unos, como los que en
1556 envió María Tudor; protestantes anglicanos otros, como
aquellos entre quienes repartió Isabel en 1580 la provincia
de Munster;escoceses presbiterianos algunos,como los treinta
mil que en 1607, reinando Jacobo I, se establecieron en Uls-
ter, convirtiendo á esta provincia en un eterno foco de fana-
tismo antirlandés y anticatólico, hoy aún distinto del resto
de Irlanda.
El régimen de la propiedad, que durante la etapa celta fué
E L PROBLEMA DE IRLANDA 2 4 5

comunista, se había convertido en una verdadera enfiteusis,


cuyo laudemio era más elevado en las tierras feudales ó del
patrimonio de los jefes de tribu, pero que en todas partes
confería al enfiteuta el dominio útil mientras cumpliera sus
obligaciones. E n tiempo de Jacobo I se extiende á Irlanda la
legislación inglesa sobre las cosas, y como los títulos de pro-
piedad pertenecían á los dueños del dominio direclo, cuyos
bienes habían sido confiscados y cedidos, los nuevos colonos
instaurados por las plantaciones no vinieron á compartir c o n
los indígenas el disfrute de la tierra irlandesa, mediante el
trabajo, sino á ser los señores, los únicos propietarios, que,
á veces, por mera generosidad, toleraban al antiguo enfiteu-
ta, apegado á su terruño, la tenencia en precario de sus tie-
rras, mediante el pago de un elevado canon, y con derecho
á desahuciarle, sin indemnización por las mejoras introdu-
cidas.
Los frutos de esta política recogiéronse en el reinado de
Carlos I. Aquellos celtas que hablaban la lengua gaélica, que
profesaban un catolicismo tal vez excesivamente subjetivo,
pero por eso mismo exaltado y casi místico, m u y apegados á
sus costumbres sencillas y hospitalarias, enamorados del
suelo que cultivaban con ese amor fanáíico que inspira siem-
pre la tierra á quienes sólo de ella viven, no podían ver im-
pasibles la invasión extranjera, que sobre imponerles otra
lengua, oíros usos y otras leyes, les arrebataba su propiedad,
• expulsándoles de sus viviendas. La guerra civil, con su sé-
quilo de hambres y de miserias, estalla en Irlanda, y sería
pueril discutir aquí, c o m o tantos historiadores discuten, cuál
de los dos partidos, el celta católico ó el sajón protestante, se
mostró más cruel é i n h u m a n o en la lucha, porque la intran-
sigencia no radica jamás en las doctrinas, sino en los h o m -
bres, y cuando las pasiones se desencadenan en el alma hu-
mana, lodos los hombres son iguales.
Es en todo caso evidente, que el Gobierno de Londres fué
incapaz, no sólo de evitar el conflicto, pero aun de c o m -
prenderlo, porque una de las últimas lej'es sancionadas por
Carlos I,fué aquella en que elParlamenlo,para acabar la gue-
2 4 6 VARIA

rra civil provocadapor las confiscaciones agrarias,ordenó por


unanimidad el envío de un ejército pagado con los recursos
que pudieran allegarse, enajenando en garantía un millón de
hectáreas de la tien-a existente aún en poder de los rebeldes,
y que de antemano se confiscaba.
El triunfo de Cromwell, en la Gran Bretaña, determina
en Irlanda la unión de todos los católicos, celtas ó no, y des
de entonces la guerra de razas se convierte en una guerra
religiosa. Cromwell, pasa á cuchillo á los 30.000 hombres de
la guarnición de Drogheda, aniquila los restos del ejército
católico, confisca por entero las propiedades que aún que-
daban á los rebeldes en las tres mejores provincias de Ir-
landa, decreta la unión de ésta con Inglaterra, y deja con-
finados á los católicos en la provincia occidental de Con-
naught, adoptando francamente la política de exterminio.
Más de 6.000 católicos, entre hombres, mujeres y niños, son
vendidos como esclavos en la Jamaica y en las Barbabas,
otros emigran á las naciones católicas continentales y se
alistan en sus ejércitos, los menos quedan en la Irlanda in-
glesa empleados en los más ínfimos menesteres; la ley que
durante aquUa é p o c a rige para los católicos, se ha sinteti-
zado en el famoso grito: «Al infierno ó á Connanghl.»
Nunca estuvo, quizá, el problema de Irlanda tan próximo
á una posible solución; medio siglo más, un nuevo paso, el
definitivo, en la política de las confiscaciones, y los escasísi-
mos celtas qne no hubieran emigrado, habríanse sometido;
el Palé, que comprendía á la sazón las tres cuartas partes de
Irlanda, abarcaría la isla toda y apaciguada ésta con la des-
aparición absoluta de uno de los contendientes, hubiera pros-
perado y florecido, como prosperó la parte inglesa con el
Acta de Navegación y las otras sabias leyes de aquel período.
Fuera tan absurdo ensalzar la humanidad ó la justicia de esta
solución, como declarar intachable la obra política de Crom-
well, pero no podrá negarse que el Protector, compartiendo
con los demás estadistas ingleses anteriores al siglo xix, la
convicción de que la convivencia pacífica de ambas razas y
religiones era imposible, fué, sin embargo, el único con valor
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 4 7

bastante para deducir y afrontar las consecuencias prácticas


de esa convicción común; que no hemos, ciertamente, de
atribuir á escrúpulos ni á respetos la política, más tolerante
en apariencia, de Enrique VIII ó de los Ministros de Isabel
antes, de Carlos II ó de Jorge I, después.
Entre los católicos desterrados en Connaught, el triunfo
de la Restauración inglesa fué considerado como propio, y
apenas ocupa el trono Carlos II, le asedian las reclamaciones
de los irlandeses para que borre de una plumada cuanto
desde la muerte de su padre se escribiera. Pero todas las res­
tauraciones, las que lo proclaman y las que lo niegan, vense
forzadas á continuar la historia, y aquel Esluardo que por
tradición, educación y temperamento, y aun por interés po­
lítico, simpatizaba con los católicos desposeídos de Irlanda,
no pudo devolverles sino la tercera parte de lo que se les
arrebatara, la que estaba en poder del fisco, por haber perte­
necido á regicidas, por caducidad de la concesión ó por he­
rencia.
El Estatuto de Kilkenny y las le3'es que posteriormente le
desenvolvieron habían dividido primero la Irlanda, y arre-
batádola después su autonomía, á medida que se exlendía el
PaZ<?, sustituyendo los usos y costumbres celias por el régimen
legal inglés. De aquí dimana el aspecto político del problema,
el más conocido hoy en Euroija. Las plantaciones, las confis­
caciones del tiempo de Cromwell y la subsiguiente legitima­
ción de casi todas ellas por esta ley de Caiios II que se llamó
de Setílement, plantearon la cuestión agraria, que es tari dis­
tinta de la política muy anterior á ella, como de la religiosa
algo posterior, pero que se enlaza con ambas, constituyendo
todas tres el difícil problema analizado en este artículo, por­
que, salvo contadas excepciones, los celtas ó anglo-norman-
dos celtizados, que se rebelaron contra la implantación en
la isla de un régimen político exótico, son los antepasados de
aquellos que bajo Carlos II quedaron definitivamente reduci­
dos á la triste condición de colonos de sus tierras patrimonia­
les, padres ó ascendientes, á su vez, de las víctimas de la per­
secución religiosa que se avecinaba.
2 4 8 VARIA

II

LA ERA DEL ODIO

La devolución á Irlanda de su Parlamento, parte inte-


grante de la política restaurada por los Estuardos, fué para
ella un don tan funesto, como la ley de Seltlement. Las explo-
taciones agrícolas y pecuarias, y aun las incipientes indus-
trias que habían nacido al calor del proteccionismo cuando
el archipiélago formaba una sola nación, murieron ahora
bajo el doble régimen fiscal y aduanero, y aun se exti'emó la
severidad con los concurrentes irlandeses de la producción
inglesa, porque la vecindad les hacía más peligrosos. La
crisis económica, fomentó el bandolerismo, natural achaque
en la convalecencia de toda guerra civil, más agudo en Ir-
landa donde se cohonestaron sus desmanes con el carácter
de represalias contra los propietarios intrusos.
El Parlamento irlandés, impotente para poner término
á tantos males, por su sola existencia provocaba otros mu-
chos; creado para representar á la clase propietaria, sajona y
protestante, porque sólo á ella alcanzaba la franquicia elec-
toral, habría en todo caso logrado muy fácilmente excluir de
su seno á los oprimidos; primero, porque los celtas irlande-
ses desconfiaron siempre de todas las instituciones importa-
das y esa prevención ha contribuido no poco á su ali'aso po-
lítico, hoy aún notorio, y segundo, porque la Irlanda celta
no había tenido jamás vida local, ni burgos libres, ni siquie-
ra villas de realengo, escuelas de la ciudadanía donde en
el resío de Europa, durante la época feudal, se formó el es-
tado llano, único sostén de los Reyes contra los Señores, y en
la época absolutista, la clase media, propulsora y beneficiaría
de la Revolución liberal. Las leyes elaboradas en el Parla-
mento irlandés (aun prescindiendo de las de persecución re-
ligiosa), tienen un carácter sórdido y egoísta que las distingue
de cuantas en idéntico período votaron las Cámaras inglesas.
Era' natural é ine^dtable que los irlandeses conspirasen
contra el régimen que les oprimía, máxime cuando conta-
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 4 9

ban con la complicidad del Monarca; si los Estuardos hu-


bieran prevalecido en Inglaterra, la situación política, social
y económica de los colonos irlandeses no habría mejorado
notablemente, como no mejoró tampoco con la Restaura-
ción; pero vencidos Reyes y subditos católicos, la ven-
ganza de los vencedores fué implacable. Luego que Guiller-
mo de Orange hubo derrotado en La Boyne á Jacobo II y
héchole huir de Irlanda, donde se refugiara, luego que Mal-
borough hubo tomado á Cork y á Kinsale, no quedaron á la
causa católica más defensores qne un puñado de valientes
resistiendo en Limerick el empuje abrumador de los ejérci-
tos protestantes. Para capitular exigen no sólo que se permita
salir á la guarnición con todos los honores militares, sino que
se garantice á sus compatriotas y correligionarios la libertad
para profesar públicamente su fe; el General sitiador acepta
estas condiciones y las sancíosa con su firma, pero el Parla-
mento se niega á ratificarlas y la era triste de las persecucio-
nes religiosas, la era del odio, comienza con esta borrosa pá-
gina que permitirá durante siglos á los irlandeses negar valor
á la palabra hablada ó escrita del Estado inglés.
En lugar de la paz prometida, el Parlamento irlandés (con
la intermitente asistencia del de Inglaterra), redacta y aprue-
ba ese monstruoso Código que se conoce con el nombre de
Leyes penales, y que será siempre un baldón en la historia
de un país, que ostenta por otra parte tantos timbres de glo-
ria. Los católicos irlandeses, solo por serlo, carecían del de-
recho de sufragio activo y pasivo en toda clase de elecciones
desde las legislativas hasta las municipales; no podían figurar
en las hstas de jurados ni desempeñar ningún cargo público,
desde el de magistrado hasta el de policía, ni siquiera ejercer
la tutela, de suelde que la guarda de los menores se había ne-
cesariamente de encomendar á un enemigo de su religión yde
su raza. El ingreso en los institutos armados, las profesiones
liberales, como la abogacía y la enseñanza, les estaban veda-
dos, sólo se exceptuaba la medicina; si eran nobles no les era
lícito usar sus títulos ni ostentar sus blasones. No podían ad-
quirir bienes inmuebles, ni aun tomarlos en arriendo sino
2 5 0 VARIA

hasta cierto límite;no podían enajenar su patrimonio, ni trans-


mitirlo sino moríis causa, para que percibiera el fisco los ele-
vadísimos derechos hereditarios, que equivalían á una confis-
cación gradual. Las escuelas, exclusivamente servidas por
maestros protestantes, abrían sus puertas á los católicos, pero
no las Universidades, y como consütuía un delito en\dar al
extranjero á jóvenes de cierta edad, la enseñanza superior
resultaba inaccesible para los católicos. El uso de armas, la
mera posesión de ellas y aun la de un caballo cuyo valor ex-
cediese de cinco libras esterlinas, se, castigaban severísima-
mente, por eso un papista no podía ser guarda rural, ni de
caza, ni siquiera vigfiante nocturno.
Por un refinamiento de ironía, que raj'a en el sarcasmo,
la profesión y práctica de la fe católica se declaraban lícitas
y legales; pero no sólo se expulsaba á los monjes y frailes,
sino á los arzobispos y obispos con intimación de no repa-
triarse, pena de la vida, estorbando así las futuras ordena-
ciones, al par que, con la clausura de los seminarios se im-
posibilitaba la renovación del clero secular. Los sacer-
dotes, inscriptos en un registro especial, no podían transpo-
ner el límile de sus parroquias respectivas; se prohibían las
manifestaciones externas del culto, como las procesiones, las
cruces levantadas en los caminos, las torres de los templos
y hasta las campanas; el matrimonio misto y, claro es, la con-
versión de un protestante, conducían al patíbulo.
Con ser estas leyes tan injustas y opresoras, todavía pue-
den achacarse al espíritu, sectario hasta la crueldad, pro-
pio de época, el mismo que produjo en Francia la imperdo-
nable tragedia de la noche de San Bartolomé, é inspiró á al-
gunos catóficos ingleses el satánico plan de la Conspiración
de la pólvora; pero hay algo más, algo que revela la vileza
ruin de los autores de las Leyes penales, y que deshonrará
eternamente su memoria. Explotando la desmoralización que
la miseria física y moral introdujo muy pronto en la fami-
lia celta, envenenando entre los católicos irlandeses las rela-
ciones sociales y aun aquellas más sagradas que en torno del
hogar doméstico se establecen, la redomada perfidia de los
EL PROBLEMA, DE IRLANDA 2 5 1

verdugos disfrazados de legisladores, ideó establecer exorbi-


tantes recompensas para los delatores, tanto más elevadas
cuanto mayor fuese su proximidad á las víclimas, y así el
hijo de un católico que abrazaba la fe protestante, adquiría
ipso fado los bienes familiares despojando á sus padres, á
quienes sólo debería en lo sucesivo una pensión alimenticia;
la mujer casada, en idéntico caso, se emancipaba de su ma-
rido, recibiendo, además, en premio,nna concesión de tierras
de cultivo.
Por fortuna, las Leyes penales no tienen parangón en la
historia del mundo culto, porque cuando los gobernantes
creyeron tropezar con una de esas incompatibilidades étni-
cas absolutas, que si no se resuelven á tiempo, provocan
enervadoras y seculares luchas intestinas, cuando su falta de
escrúpulos se lo permitió, decretaron la expulsión en masa
de la minoría perturbadora de la paz pública. Así obró Es-
paña con los judíos y moriscos, así quería proceder Cromwell
con los celtas irlandeses, y la franqueza de esta conducta será
siempre preferida en la conciencia universal á la de aquellos
que retienen en su país á sus enemigos, para martirizarles
moral y físicamente.
El desprecio con que el Gobierno de Londres trataba á
los protestantes del Palé, á la llamada con frase feliz, «guar-
nición inglesa» en Irlanda, era tan grande como la ruindad
de la labor que les imponía y la docilidad con que ellos la rea-
lizaban. Los Virreyes trasmitían dictatorialmente la voluntad
de Inglaterra al Parlamento irlandés, cuyos miembros no
eran elegidos-cn virtud de nn sufragio más ó menos amplio,
sino designados, á veces mediante precio, por el propietario
vincular de cadadistrito; los Diputados y los Lores espiritua-
les ó temporales que por su propia convicción no acomoda-
ban su voto á las órdenes del Virrey, se vendían por dinero
cargos ó mercedes y la corrupción se extendía entre los opre-
sores, al compás de la miseria entre los oprimidos. Cuando
las industrias nacientes de Irlanda llegaron á poder compe-
tir con las de Inglaterra, fueron brutalmente aniquiladas una
tras otra. AI principio se elevaban los derechos de importa-
2 5 2 VARIA

ción del producto elaborado, después se prohibía la exporta-


tación directa á las colonias, y á veces se trataba en igual
forma á la primera materia; el severo proteccionismo del
Acta de Navegación que tanto ha favorecido el desarrollo de
la marina mercante inglesa, apenas Irlanda fué, para los
efectos de aquella ley, país extranjero, se trocó en una de las
más eficaces causas de su ruina. Durante la segunda mitad
del siglo XVIII, la emigración en grandes masas de católicos
del Oeste, por efecto de las persecuciones religiosas y de
presbiterianos del Norte, á consecuencia de las crisis indus­
triales, despueblan la isla en beneficio de la tierra america­
na, donde muy pronto los irreconcifiables enemigos en la
patria común, juntaron sus esfuerzos para arrancar á la do­
minación de la odiada metrópoli la más preciada de sus co­
lonias.
La industria de la lana, la de los tejidos de algodón, la
cristalería, la fabricación de cerveza y malla, la de sombre­
ros, la de pólvoras, la de quincalla, perecen sucesivamente,
y los obreros que no se expatrian, vienen á concurrir ruino­
samente con los míseros colonos católicos. Un alza en el pre­
cio del ganado, determina la transformación en dehesas de
muchas que antes eran tierras de labor, sobrevienen las
hambres, cuando se pierde la cosecha de patata, último re­
curso del obrero agrícola, se propaga el absentismo entre los
propietarios ingleses, quienes no sujetos ya por las mil inci­
dencias y laljores del trabajo agrícola, arriendan á interme­
diarios, que por efecto de las leyes penales han de ser forzo­
samente proleslantes, sus vastísimas dehesas, y derrochan en
Londres ó en las grandes ciudades de Inglaterra, la renta que
logra arrancar á los hambrientos colonos la brutalidad, hoy
legendaria, de los desalmados arrendatarios.
El bandolerismo se transforma en terrorismo, y en casi
todos los condados de Irlanda, se fundan con diversos nom­
bres, sociedades secretas, cuyos miembros, ligados por jura­
mentos, celebran reuniones donde juzgan y condenan á sus
enernigos, ejecutando después la sentencia, generalmente de
noche, en cuadrilla y con máscara; ora destruyen los gana-
EL PROBLEMA DE IBLANDA 2 5 3

dos, ora queman las granjas y aun las viviendas, ora asesi-
nan ó mutilan horriblemente al intermediario cruel ó al
grazier, es decir, al arrendatario de la nueva dehesa, que era
antaño finca de labor, en la qne vivian numerosas familias
de colonos expulsados al verificarse el cambio de cultivo.
Notoriedad histórica adquirió la famosa contestación de
un landlord absentista, quien al recibir carta de su repre-
sentante, amedrentado por las amenazas de los terroristas,
le respondía: «Haz saber á esos villanos, que se equivocan
si creen que asesinándote lograrán intimidarme».
Los procedimientos de la lucha agraria se extendieron
también á la guerra religiosa. Los presbiterianos de ülster,
cazaban como alimañas á los sacerdotes católicos, en las
provincias del Oeste se aplicaba igual trato á los pi'olestan-
tes, pero el odio mutuo trocábase en alianza contra la Igle-
sia anglicana en las provincias orientales, porque como las
dehesas no pagaban diezmos, y ya. apenas quedaban otros
cultivadores que los colonos católicos ó presbiterianos, sobre
las espaldas de éstos pesaba la Iglesia oficial, y de las redu-
cidas ganancias qne escajiasen á la rapacidad del agente del
landlord, era preciso deducir la subvención á los ministros
de la religión opresora. Las parroquias anglicanas se hicieron
extensísimas, porque sólo así podía constituirse una congrua,
y en la imposibilidad de servirlas, los clérigos vivían en el
ocio ó se ausentaban, siguiendo el ejemplo de los obispos
anglicanos de Irlanda, ingleses en su mayor parle, parientes
ó amigos de los ministros, para quienes el cargo era una si-
necura dotada con pingües rentas. El clero católico, en cam-
bio, vivía, vejado y oprimido, la mísera vida rural, adquirien-
do sobre sus convecinos ese ascendiente que ejerció durante
todo el siglo XIX, y que aún subsiste con escándalo de cuan-
tos olvidan los sacrificios á costa de los cuales se lograra.
La rebelión americana vino á poner término á tan deplo-
rable estado de cosas. El ejército numeroso que el "gobierno
inglés mantenía en Irlanda, tuvo que marchar á la colonia
sublevada, ypara defender la isla desguarnecida, formóse una
milicia que se llamó de Voluntarios, por los jóvenes de la
2 5 4 VARIA

clase media propietaria y protestante. Por aquella misma


época opérase también una transformación dentro del Par-
lamento irlandés; del grupo de diputados sersúles ó venales,
representantes de la oposición nominal al régimen vigente,
que hacía de Irlanda la peor tratada de las colonias ingle-
sas, destácanse por su probidad, su talento y su palabra, dos
hombres: Flood y Grallan, amantes del país en donde nacie-
ron. Secundados muy pronto dentro y fuera de la Cámara
por un verdadero y poderoso partido, logran ambos leaders
dignificar el Parlamento, consiguiendo, entre otras cosas, su
renovación cada ocho años, y no como hasta entonces, al co-
mienzo sólo de cada reinado, por largo que éste fuera. El an-
tiguo refrán político de que la hora de la dificultad para I n -
glaterra es la de la oportunidad para Irlanda, se cumple
cuando el gobierno de Londres, en la necesidad de enviar á
América todos los reclutas útiles, pide auxilio en 1782 á los
voluntarios irlandeses, contra los reformistas, y descubre en
ellos las mismas aspiraciones autonomistas, idénüco deseo de
emanciparse de la tutela, que, desde los tiempos de Enrique
VII, ejerce el Parlamento inglés sobre el de la isla occi-
dental, tutela reforzada considerablemente por una ley de
Jorge I.
Bajo la presión de las circunstancias, la Gran Bretaña re-
nuncia á ese derecho de veto y suprime alguna de las m u - '>
chas trabas que asfixiaban la producción irlandesa, pero el
levantamiento semi-revolucionarío de 1782, había mostrado
la omnipotencia de milicianos y Diputados reformistas uni-
dos, y la guarnición inglesa del Palé, la clase privilegiada en-
viada allí para sajonizar Irlanda, vuelve contra sus mandan-
tes la fuerza misma que de ellos recibiera, en demanda de la
autonomía integral. El gobierno inglés entonces, en lugar de
plena independencia económica, que una vez otorgada, le
habría sido muy difícil mermar más adelante, exagera las
concesiones políticas, hasta el absurdo de capacitar á Irlan-
da para dirigir su política exterior y sus relaciones con la
Corona, sin la anuencia ni el conocimiento de la Gran Bre-
taña, con el deliberado y astuto propósito de provocar la in-
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 5 5

defectible reacción, pasadas las angustiosas circunstancias


que determinaron tan peligrosa largueza.
N o se ocultó á la sagacidad de Grattan (única figura polí­
tica de la época, porque Flood se desacreditó muy pronto
con sus exageraciones primero, y su sumisión después, cuan­
do las dádivas del Virrey le hubieron ablandado), el plan del
Gobierno de Londres, pero fió en que la posible reconcilia­
ción de todos' los irlandeses, anglicanos, presbiterianos y ca­
tólicos daría á la Irlanda autónoma fuerza bastante para re­
sistir cualquiera regresión al régimen tutelar; por eso
arrancó al Parlamento la derogación de las leyes penales, y
logró que se devolvieran á los catóhcos sus perdidos dei-e-
chos civiles y políticos, excepto el sufragio pasivo, que él
también reclamó, aunque sin éxito.
La persecución política no es, ciertamente, un curso de
civismo, y la falta de espíritu público nativa en los celtas, que
había producido ya la humoración facciosa del terrorismo
agrario, agrupó á los católicos, apenas la derogación de las le­
yes penales d i o libertad á sus movimientos, en una extrema iz­
quierda separatista ó revolucionaria. Losmás exaltados,como
Wolf Tone, Emmet y otros jóvenes de origen papista, aso­
ciáronse á la agitación, que sin carácter confesional ningu­
no, inspirada en los principios escépticos de la revolución
francesa y alentada con sus,progresos, d i o más tarde lugar
al primer levantainiento republicano en Irlanda; la gran
masa, obediente á los pacificadores consejos del clero ru­
ral, no se unió tampoco á Grattan, y continuó desconfian­
do por igual del gobierno de Londres y de los irlandeses sa­
jones del Palé.
Así las cosas, aflige en 1798 á Jorge III un acceso de ena­
jenación mental, tan prolongado, que uno y otro Parla­
mento, el de Weslminster y el de Dublin, se pi-eocupan de la
necesidad de proveer á la Regencia; mas mientras en Inglate­
rra las depravadas costumbres del Príncipe de Gales y el te­
mor de que su amistad particular con Fox, jefe de la oposi­
ción whig, determine, apenas se le proclame, un inoportuno
cambio de política, pei-miten áPitt retrasar la resolución hasta
256 VARIA

el restablecimiento del Monarca, en Irlanda, donde la mayo-


ría es tradicionalmente afecta á las ideas whigs, se reconoce
la conveniencia de proclamar Regente al Príncipe. Eviden-
ciados así, aunque se evitara el conflicto, los peligros del dua-
lismo, la cohesión de todos los irlandeses predicada por Grat-
tan, hácese más necesaria cuando lo único que crece y toma
cuerpo, es el separatismo revolucionario. Sus adeptos que
usan el nombre de «Irlandeses Unidos», logran que en 1797
envíe Francia una expedición de socorro, la cual, bur- i
lando la vigilancia de la escuadra inglesa, desembarca en |
Irlanda. La impericia de los bisónos soldados franceses, pro- Í
pia de la primera época revolucionaria, y el estado del mar
que les dispersa, obligando á los buques que les conducen á
arribar á playas diversas, frustra el intento, pero deja adivi-
nar á Inglaterra, el tremendo conflicto que puede plantearle
una sublevación irlandesa á sus espaldas cuando el peligroso
cariz de la política continental reclama toda su atención y sus
energías todas, debilitadas por el fracaso de América.
Grattan, descorazonado, se retira de la vida pública, y en-
tonces Pitt, utiliza esta derrota de la derecha gubernamental
irlandesa,para provocar con la represión el levantamiento in-
oportuno, ridículo en sus resultados, de la izquierda rebelde;
unas cuantas escaramuzas ponen término á la sublevación,
los jefes se suicidan ó son ejecutados, el Virrey recibe la or-
den de comprar al Parlamento irlandés y un puñado de libras
esterlinas, más unos cuantos títulos de nobleza arrancan en
1800 á la envilecida mayoría el voto por el cual se disuelve
acordando la unión de su patria con Inglaterra, unión poco
antes votada sin dificullad por las Cámaras británicas.
Desde Enrique II hasta Pitt, cada uno de los estadistas in-
gleses que pone mano en el problema irlandés con ánimo de
resolverle, no logra sino complicarle, introduciendo en él una
nueva dificultad. La conquista militar y la implantación del
feudalismo, producen la dualidad de razas y de lenguas, con-
sagrada en el Estatuto de Kilkenny y en las leyes que la des-
envuelven; las disposiciones de Enrique VII y de Jorge I, su-
peditando el Parlamento de Dublín al de Londres, entrañan
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 5 7

la ruina económica de Irlanda sacrificada al egoísmo índus-


Irial británico; la Reforma añade á los otros gérmenes de di-
vorcio, al tremendo factor de la dualidad religiosa; las plan-
taciones y confiscaciones y la ley de Seltlemeiil desencade-
nan el conflicto agrario; la política de Cronwell y las Leyes
penales despueblan y empobrecen á Irlanda, fomentan el odio
entre los que emigran y entre los qne se quedan, pero no lo-
gran su objeto de aniquilar y extirpar de raiz la raza celta en
Irlanda;la autonomía ylas ideas de conciliación preconizadas
por Grattan, sólo sirven para hacer patentes en Inglaterra los
peligros de una Irlanda independiente, posible instrumento
de todos los enemigos exteriores, rival peligrosa siempre, y
para mostrar que los habitantes de la isla no constituyen
una nación, porque no les liga ideal ninguno común, porque
sus afectos y sus intereses están divorciados, y no es posible
que colaboren en el santo servicio de la patria, aquellos que
á duras penas conviven pacíficamente.
Tampoco la Unión resolvía por sí sola el problema, pero
transcurrido más de u n siglo, durante el cual han podido
apreciarse sus efectos, no es lícito ya negar, como cegados
por la pasión niegan aún los nacionalistas, que á ella se debe
la total rectificación de la política que en Irlanda seguían los
estadistas de la Gran Bretaña. Los miembros irlandeses son
en el Parlamento de Weslminster una minoría, cuyas pre-
tensiones y quejas han de guardar vez para ser oídas; pero
el público que las escucha y juzga, no está ya influido como
el de antaño por la parcialidad del interés, y siendo grandes
sus prevenciones, en ningún caso pueden temerse ya de él las
iniquidades legislativas, que el de Dublin, poco celoso de su
reputación, perpetrara. Desde entonces, el curso de la Histo-
ria se invierte; cada año que transcurre, cada reforma que se
planea ó implanta, es un paso cierto en el camino de la so-
lución del difícil problema, una atenuación de sus efectos re-
ligiosos, agrarios ó políticos.

17
2 5 8 VARIA

III

LA CUESTIÓN RELIGIOSA

La* Leyes penales durante la época, corta en verdad, de


su estricta y severa aplicación, no lograron extirpar el cato-
licismo en Irlanda, siendo aún entonces más frecuentes las
conversiones que las apostasías. Por eso, á medida que sin
derogación expresa iban ellas cayendo en desuso, singular-
mente en los últimos ocho años de reforma conciliadora, la
prolífica raza celta recobraba su predominio á despecho de
emigraciones de los propios y plantaciones de los extraños.
Combatida ahora la Unión, no sólo por, la juventud levan-
tisca de los «Irlandeses Unidos», sino por Grattan y los de-
más Diputados protestantes incorruptibles, mirada con re-
celo por los presbiterianos de Ulster y no pocos anglicanos,
sólo el apoyo de la gran masa católica podía hacerla viable,
y Pitt aspira á lograrle con la promesa de sancionar y com-
pletar en Westminster la obra de emancipación comenzada
en Dublín en 1782. Sólo á falta de clarividencia ha de acha-
carse el error cometido por el insigne político inglés, cuando,
confiando excesivamente en sus propias fuerzas, las juzgó
bastantes para vencer las resistencias y prevenciones del
Parlamento y de la Corte de su país, que durante veintinueve
años de casi incesante forcejeo, habían de lograr mantener
aún la capiiis-diminiitio de los católicos irlandeses. Ningún
historiador acusa á Pitt de mala fe, porque, fiel á su palabra,
cuando fracasó en el empeño de cumplirla, abandonó su
puesto.
La caída de Pitt trastorna la distribución de las fuerzas
políticas en Irlanda. A la derecha se agrupan ahora presbi-
terianos y anglicanos intransigentes, formando el partido
orangista, mantenedor del statu quo, enemigo de toda nueva
concesión á los papistas; en el centro forman Grattan y los
protestantes liberales, que se inclinan ante el hecho c o n s u .
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 5 9

mado de la Unión, á la cual negaron sus votos, que piden y


aceptan para ir á Westminster el sufragio de los católicos, im-
posibilitados de elegir á un correligionario y se haceír eco allí
de sus pretensiones; componen la izquierda los burlados y
descorazonados católicos, dirigidos por el clero, mientras en
la extrema izquierda continúan agitándose los terroristas
agrarios y los revolucionarios á la francesa.
Durante los doce primeros años del siglo, esa izquierda
católica, que ha perdido la fe en los jefes, preconizadores pri-
mero de la Unión, y después de lo que se llamó el «silencio
de la dignidad ofendida», protesta incesantemente, sin m é -
todo ni eficacia pidiendo el Repeal, es decir, la derogación de
la Ley de 1800 y la vuelta al régimen instaurado en 1782;
pero m u y pronto en los meeiings y en los procesos de carác-
ter político, comienza á destacarse la figura de un caudillo
posible, celta en sus cualidades y en sus defectos, encarna-
ción gennína del catolicismo irlandés, Daniel O'Connell.
Aquel joven de treinta y siete años, avezado á luchar y v e n -
cer en el Foro contra las parcialidades y las prevenciones de
jueces nombrados por el Virrey, ó de jurados exclusivainente
elegidos entre sajones protestantes para condenar á celtas ca-
tólicos, dotado de fácil palabra, rayana en la verbosidad, de
imaginación fecunda, á veces excesiva, alto y fornido, lan-
zando con voz extentórea 5^ descompuestos ademanes, vehe-
mentes apostrofes, que traspasan casi siempre los límites del
respeto debido al adversario, y no pocas veces los de la exac-
titud, pero mostrando á través de tantas exageraciones y aco-
metividades un corazón de niño sincero é impresionable, efu-
sivo y generoso,es el tribuno capazde seducir y arrastrar á un
público de parias políticos, en quienes el afán de vengar agra-
vios tradicionales, palpita m u c h o más vivo que el espíritu de
ciudadanía.
Por fortuna, para él y para sus correligionarios, O'Connell
era algo más qne un orador de meetings tumultuosos. Cuando
hablaba, el ímpetu de su palabra ó el halago de los aplausos
que tan funesto suele ser para aquellos á quienes seduce, le
impulsó con frecuencia más allá del límite premeditado y
260 VARIA

prudente, pero cuando discurría á solas, cuando fríamente


trazaba el plan de campaña era el hábil estratega político sin
rival hasta hoy en la historia de Irlanda.
Sus arraigadas convicciones religiosas, ó tal vez la impe-
recedera impresión que en él produjeron las primeras esce-
nas de la Pievolución francesa, que presenció cuando adoles-
cente aún completaba en Douay sus estudios, hicieron de él
para toda la vida un resuelto enemigo de la lucha armada,
un posibilista, creyente fervoroso en la eficacia de la lucha
legal para el triunfo de las causas justas. Soñador y generoso,
acarició también el ideal de Grattan: una Irlanda nacio-
nalizada, mediante la reconciliación de todos sus hijos y el
olvido del pasado. Su optimismo mostró en este punto una
tenacidad á prueba de desengaños, pero jamás arriesgó O'Con-
nell, como arriesgara Grattan sobre hipótesis tal, el éxito de
toda su política. Para el leader católico, el Repeal, es decir, la
autonomía,fué siempre un ideal remoto, un estandarte que se
oreaba en los banquetes y reuniones públicas porque podía
halagar el amor propio ó el intei'és de casi todos los irlande-
ses, pero sus esfuerzos tuvieron siempre, hasta los últimos
años de su vida, un objetivo más inmediato, fácil y concreto,
que se llamó unas veces, emancipación electoral; otras, su-
presión de los diezmos ó reforma del régimen local, y siem-
pre rectificación en la conducta de las autoridades, moralidad
en la administración, imparcialidad en el trato, justicia en
todos los órdenes para los católicos.
Por instigación de O'Connell, el Comité que dirigía el par-
tido redactaba todos los años una petición al Parlamento,
que Grattan ó algún miembro de su grupo se encargaban de
leer y apoyar á m o d o de enmienda al Mensaje de la Corona,
reivindicando los derechos de que aún carecían los católi-
cos. La solicitud se denegaba sistemáticamente, porque para
los conservadores ingleses la presencia en Westminster de
una minoría católica era tanto como dar voz y voto al Papa
(dominado entonces por Napoleón) en las deliberaciones de
la libre Asamblea del Reino Unido, pero la justicia de la
causa y la insistencia en la petición n o podían m e n o s de pro-
E L PROBLEMA DE IRLANDA 261

ducir sus natui-ales efectos, y ya en 1813, Canning, discípulo


de Pitt, presenta un proyecto para devolver á los católicos la
integridad de sus derechos políticos, previa prestación de u n
juramento, que todos los posibilistas podían aceptar, y el re-
conocimiento á favor del Estado angUcano del derecho de
veto en la pro\'isión de los altos cargos eclesiásticos de la
Iglesia romana en Irlanda.
Aun cuando el MU fracasó en la propia Cámara de los Co-
munes durante la segunda lectura, y se habría estrellado en
todo caso contra la resistencia de los Lores ó la del Monarca,
que no ocultaba su inquebrantable hostilidad á la reforma
propuesta, los católicos irlandeses se dividieron; unos, más
impacientes, ó menos cautos, apoyados además en Roma por
la Congregación de Propaganda, mostrábanse dispuestos á
transigir; otros, y sobre todo el clero, singularmente el rural,
sostenían que, á menos de orden expresa del Pontífice, no
era lícito aceptar una merced tan peligrosamente condicio-
nada. Grattan capitaneaba el primer grupo, O'Connell el se-
gundo; las discusiones entre vetistas y anti-velístas, á veces
enconadas, contribuyeron no poco á debilitar la causa c o -
mún; pero cuando en 1821, u n año después de la muerte de
Grattan, la Cámara de los Lores rechazó un segundo pro-
yecto semejante al de 1813, que los vetistas habían logrado
hacer aprobar en la de los Comunes, la política y la direc-
ción de O'Connell i^revalecieron definitivamente en Irlanda.
La izquierda católica, nutrida sin cesar con nuevos pro-
sélitos procedentes del terrorismo revolucionario, tiene ya
un jefe reconocido, que acredita en sus primeros actos su sa-
gacidad y la nobleza de sus aspiraciones. Para el verano de
aquel mismo año, 1821, se anuncia un acontecimiento estu-
pendo: el Rey Jorge IV va á cruzar el mar, no con ánimos de
conquista ni de represión, como tantos de sus antecesores,
sino en señal de paz y de amor hacia sus subditos occiden-
tales. Los Orangistas dispónense á recibir al regio huésped
con tanto maj'or entusiasmo, cuanto que con él pretenden
demostrar que monopolizan en la isla el dinaslismo, para co-
locar áÉlos católicos en la alternativa de someterse e n apa-
2 6 2 VARIA

riencia, ó de mostrar una tibieza rayana en deslealtad.


O'Connell no vacila, y públicamente se dirige al Virrey,
á sus amigos políticos y á sus adversarios, pidiendo una tre-
gua en las luchas interiores para festejar todos juntos la pre-
sencia del Soberano en la patria común. Por eso, cuando
Jorge IV (caliente aún el cadáver de Carolina de Brunswick,
cuya muerte retrasó la entrada en Dublin), llegó á la capital
de aquella parte de su reino, á la que, según Byron, amaba
tanto como á su infortunada consorte, nadie, ni el más sus-
picaz cortesano, pudo adivinar quienes eran las víctimas y
quienes los verdugos en aquella ciudad engalanada de día é
iluminada de noche, rebosante á toda hora de loco entu-
siasmo. O'Connell, desdeñando los sarcasmos de sus enemi-
gos, de que el propio Byron se hace eco, acude personal-
mente á saludar al Monarca, se sienta á su mesa, y aun cuando
no le ofrece de rodillas una corona de laurel^ como afirma
por entonces la prensa británica, encabeza sí, una suscripción
para edificar un Palacio real (que luego queda reducido á un
puente) y funda un club destinado á reunir periódicamente
á hombres de todas las ideas y convicciones, pa:ra recordar y
perpetuar la reconciliación lograda con la visita regia.
Si Jorge IV hubiera sido capaz de algo que significase ge-
nerosidad y grandeza moral, á despecho de las prevenciones
y ceguedades de sus consejeros, habría utilizado aquel ins-
tante, único quizá en la historia de Irlanda, pai'a iniciar al
menos, siquiera fracasara luego en el empeño, una obra de
reconciliación y de paz entre sus subditos; pero de tanto en-
tu.siasmo, de tantas esperanzas, no quedaron sino las ironías
con que protestantes y católicos intransigentes fustigaban por
igual á los secuaces de O'Connell, y la reacción natural en
éstos, cuando á través del velo del desengaño, no acertaron
ya á discernir la parte que en sus propias efusiones tuviera
la fe en el cambio anhelado y aquella que pudiera atribuirse
al contagio vulgar del entusiasmo, acrecentado por la fasci-
nación de la realeza.
En lugar de las esperadas reformas, un recrudecimiento
del terrorismo endémico, durante el año 22, provoca la pro-
EL PROBLEMxV DE IRLANDA 2 6 3

nmlgación de una ley marcial, necesaria sin duda para con-


tener los desmanes de la extrema izquierda, pero que debió
siniultaneai-se con algún halago á la derecha gubernamental.
O'Connell comprende que los irlandeses tienen que esperarlo
todo de sus propias fuerzas y emprende entonces la obra ti-
tánica que constituye su gloria, á la cual debe la causa irlan-
desa todos sus triunfos, la primera «Asociación Católica».
Vicios congénitos, tradiciones del régimen de tribu, influen-
cias del mal gobierno y de la opresión habían hecho de la Ir-
landa católica uu país sin espíritu de solidaridad, faccioso y
rebelde, mal preparado para la lucha legal, incapaz de utili-
zar y más aún de apreciar el poderoso resorte de la aso-
ciación para fines políticos; contra dificultades tan abruma-
doras lucha O'Connell y triunfa. El numeroso público que
acudió á los primeros meeiings convocados por el Zeader para
exponer su pensamiento anle sus correligionarios, aplaudía
con entusiasmo la fogosa oraloria del tribuno admirado,
pero transcurrieron muchos meses sin que fuera posible re-
unir las siete personas que la ley exigía como mínimo para
poder fundar una asociación; el miedo, la pereza, el escep-
ticismo, y, sobre todo, el temor á distinguirse destacándose
de la masa, tan general en los pueblos de escaso civismo, im-
pidieron que entre los miles de oyentes surgieran siete hom-
bres de acción.
Cuentan los biógrafos de O'Connell que el lugar escogido
para estas reuniones frustradas era un saloncito que en el
entresuelo de una casa poseía un librero instalado en el bajo;
una tarde, después de siele ú ocho vanos inteníos, habíase
logrado que acudieran á la cita cuatro personas á más del
propio iniciador de la idea, pero iban transcurridos más de
tres cuartos de hora desde la señalada, sin que el reducido
quorum pudiera completarse; entonces O'Connell, malhumo-
rado y nervioso, baja á la librería, encuentra allí comprando
á dos sacerdoles católicos, les obliga á subir, y en medio de
la estupefacción de los presentes, singularmente de los recien
llegados, que ni noticia tenían del asunto, declara constituida
la «Asociación Católica», llamada á tan altos destinos. Desde
2 6 4 VARIA

aquel día las adhesiones se recibieron por centenares, y


cuando O'Connell pudo contar con número suficiente, hizo
púbUca la segunda parte de su pensamiento: la creación de
una Caja social mediante la ínfima cuota de un penique por
individuo al mes, que reunió m u y pronto miles de libras.
Lo que no lograron los discursos de Grattan, ni la sumi-
sión de los católicos durante la visita regia, ni los atentados
terroristas, lo pudo la Asociación Católica; en Marzo de 1825
O'Connell, al frente de una comisión de irlandeses, nego-
ciaba en Londres con el Gobierno, los términos de una ley
de emancipación y aceptaba, en principio, á cambio de ella
estas tres condiciones: disolución, una vez logrado su objeto,
de la formidable máquina de guerra por él ideada (que el as-
tuto leader se reservaba rehacer después con otro nombre y
más amplios fines), una subvención anual del Estado al clero
católico, y la unificación de la franquicia electoral en todo el
Reino Unido. Porque se daba el curioso fenómeno de que
mientras en la Gran Bretaña para ser elector era preciso po-
seer un líquido imposible de diez libras, en Irlanda bastaban
cuarenta chelines. La experiencia había demostrado que los
pobres colonos á quienes se trataba de privar del voto, cató-
licos en su inmensa mayoría, estaban á merced de los propie-
tarios, é invariablemente otorgaban sus sufragios al enemigo
de su religión que el landlord les imponía. El proyecto no
pasó, sin embargo, de tal, porque la masa del partido se negó
á ratificar la obra de su jefe.
En 1825 se convocan unas elecciones genei'ales, y enton-
ces O'Connell vuelve la vista á esos mismos colonos de cua-
renta chelines, cuya temida emancipación inspiró al Gobierno
de Londres su propuesta, y buscando en la misma magnitud
y singularidad del ejemplo su eficacia, se decide á disputar el
distrito de Waterford á la familia Beresford, la más rica de
Irlanda, qne ejercía aún en él nna dominación semi-feudal.
El candidato elegido resultó ser un rico propietario vecino,
pero el abrumador y sonado triunfo que lograra, no fué obra
suya sino de O'Connell, que derrochó en la contienda elec-
toral sus privilegiadas facultades de agitador y de estratega.
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 6 5

El ejemplo, reforzado por la impunidad que su número, co-


hesión y energía aseguró á los rebeldes, cundió por toda Ir-
landa; el partido católico confinado hasta entonces, aparte
Connaught, en los núcleos urbanos, se extendió por los distritos
rurales del Centro y del Mediodía, merced á la enti-ada en la
política militante de los pequeños agricultores cuj'o voto con-
fiscaban antes los propietarios orangistas; y cuando O' Con-
neü renunciando á las pingües ganancias de su bufete, sin
disputa el primero de Irlanda, que le hubiesen evitado las es-
trecheces y dificultades domésticas de los años subsiguientes,
se consagra por entero á la tarea de reorganizar la «Asocia-
ción Católica» por parroquias, y utilizando su alianza con el
clero engrana la transmisión de órdenes y recaudación de fon-
dos con las reuniones dominicales de los fieles en sus templos,
la noble causa por él defendida pudo juzgarse ya triunfadora.
La persistente obcecación de Jorge IV se estrelló contra la
fuerza de la realidad; fué inútil que á la muerte de Canning,
ocurrida á poco de volver al poder y sin haber tenido tiempo
de cumplir sus compromisos, formara Gabinete con h o m -
bres como Wellington y Peel, que eran por sí solos todo un
programa de resislencia tory; fué inúíil que el rey pidiera y
obtuviese la dimisión del Virrey (nombrado por Canning y
mantenido por su sucesor), que preconizaba la necesidad
de transigir con la izquierda posibilista para contener los
desmanes de la revolucionaria. La «Asociación Católicaí re-
plicó presentando á O'Connell como candidato por el distri-
to de Clare, frente á un ministro que por haber sido elevado
á los Consejos de la Corona estaba sujeto á reelección y de-
rrotándole, no obstante el precepto legal que incapacitaba á
los católicos para ser elegidos. El Rey logra que Wellington
disuelva la «Asociación Católica», pero cuando le empuja á
usar de la fuerza armada, el ilustre caudillo de Waterloo se
niega á continuar por tan peligrosos derroteros, su opinión
prevalece, y el 5 de Marzo de 1829, sanciona Jorge IV la fa-
mosa ley de emancipación que en menos de un mes habían
aprobado las dos Cámaras. La reforma por tanto tiempo an-
helada era ya una reaUdad, pero no sin ocasionar á los cató-
2 6 6 VARIA

lieos un nuevo y doloroso sacrificio: los colonos de menos de


diez libras, la humilde retaguardia de aquel ejército que tro-
cándose de pronto en vanguardia había asegurado la victoria,
perdía, por otra ley simultáneamente votada y sancionada,
la ft-anquicia electoral, y los electores irlandeses quedaban
reducidos de 200.000 á poco más de 26.000.
O'Connell, que había retrasado la presentación de su
acta hasta la promulgación de la nueva ley, se vio, sin em-
bargo, forzado por un acuerdo de la Cámara, sórdido y torpe,
á prestar el juramento prevenido en la antigua, incompatible
con sus creencias, negóse entonces á ello y volvió á Irlanda á
pedir á los electores de Clare su reelección. Mas las ovaciones
entusiastas que á su paso se le tributaron, el homenaje na-
cional, el título de Libertador, la exagerada efusión de un
pueblo tan impresionable como el irlandés, no lograron ate-
nuar en el ánimo del leader la preocupación que le inspiraba
su propia i'esponsabilidad en aquel crítico instante de la his-
toria de su patria.
Para la gran masa católica el triunfo logrado, era sólo el
primero de una serie que había de conducir rápida y fácil-
mente, primero al Repeal, después á la formación del Go-
bierno autónomo, con gran mayoría católica en el Parla-
mento, y por último á la reconstitución de la Irlanda celta
anterior á Enrique II; el Gobierno de Londres cedería en lo
sucesivo como acababa de ceder entonces no obstante su no-
toria repugnancia, pero si continuaba resistiéndose, el Liber-
tador, que tantas veqps había aludido en sus discursos al po-
der de la fuerza, daría la señal, y con tal caudillo el triunfo
de la revolución sería indefectible. O'Connell, en quien la
madurez de los cincuenta y cinco años había atenuado los
ardores juveniles, que conociendo muy bien el carácter de
sus compatriotas abusaba en los discursos del ingrediente
de la retórica fanfarrona, persuadido interiormente de la im-
posibilidad de lograr jamás ni de grado ni por fuerza, nada
que significase predominio de los celtas sobre la guarnición
inglesa en Irlanda, y mucho menos merma de la soberanía de
la Gran Bretaña, tan naturalmente celosa de la posible riva-
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 6 7

lidad de la isla vecina; O'Connell, que ve á las autoridades


administrativas y judiciales dependientes del Castillo de Du-
blin, extremar la parcialidad en contra de los católicos para
desvanecer el mal humor que produjo entre los protestantes
la aprobación de la famosa ley, sueña de nuevo, como única
solución posible, con el abrazo de los enemigos tradicionales,
y dedica las vacaciones parlamentarias á publicar manifies-
tos propagando esta idea: la autonomía sobre la base de la
reconciliación de protestantes y catóficos.
La realidad muestra muy pronto lo impracticable de se-
mejante programa, suscitando la enconada cuestión de los
diezmos. El concepto tradicional de este tributo de la Iglesia
catóHca le hacía pesar no sobre la propiedad de la tierra, sino
sobre el aprovechamientode sus frutos.Después de la implan-
tación en Irlanda de la Reforma, la Iglesia angficana heredó
con los demás bienes este recurso de la desposeída, pero
como por las causas ya expuestas, mientras el dominio del
suelo irlandés estaba monopolizado por ingleses, su cul-
tivo practicábase casi exclusivamente por los colonos ca-
tóficos, el diezmo pagado para sostener el culto de la religión
enemiga, era, desde la emancipación católica, un verdadero
sarcasmo. En un Parlamento irlandés autónomo, el conflicto
no habría podido resolverse sino con la fuerza, pero del Par-
lamento de la Gran Bretaña, era lícito esperar más justicia.
Los orangistas, en posesión de todos los privilegios, únicos
depositarios del favor oficial, organizados en clubs, formando
una especie de milicia ciudadana para ahorrar al Gobierno
el envío de tropas regulares,siempre que de contener ó perse-
guir á los católicos se tratara, estaban separados de los cató-
licos por el abismo de los intereses contrarios, mucho más
infranqueable para las colectividades que el de las conviccio-
nes, y en cambio en Inglaterra el partido whig, que prefería
ya el nombre de liberal, enarbolaba el estandarte de la re-
forma electoral, que una vez aprobada atenuaría los efectos
de la dolorosa mutilación del 29, y se mostraba dispuesto á
estudiar benévolamente y procurar satisfacer las reivindica-
ciones de los catóficos irlandeses.
i ^
268 VARIA

Cuando la muerte del por nadie llorado Jorge IV y la


caída de Wellington, permitieron la implantación de la re-
forma electoral, O'Connell habría ingresado desde luego con
sus huestes en el partido hberal inglés, renunciando á los sue-
ños de reconcihación y de autonomía si no hubiese temido
provocar una disidencia en sus filas. La campaña contra los
diezmos recrudeció el terrorismo agrario, y el propio O'Con-
nell fué el primero en reconocer la necesidad de una repre-
sión; pero este primer acto del Gobierno whig, se considera-
ría en Irlanda como una provocación, y el apoyo que los po-
sibilistas le prestasen, sería interpretado como una traición
y explotado por los muchos rivales y envidiosos de O'Con-
nell. Por eso, y sin perjuicio de entablar y seguir con los pro-
hombres liberales secretas negociaciones, el leader ii'landés
prolongó en el Parlamento su campaña á favor del Repeal, y
mantuvo en su país la agitación, hasta que las elecciones ge-
nerales de 1835, hicieron del grupo católico irlandés el fiel
de la balanza entre los dos partidos ingleses, cuyas fuerzas
salieron equilibradas de las urnas.
El pacto de O'Connell con Lord Melbourne y el ingreso
de sus huestes en las filas del partido liberal inician una
era de paz y de buen gobierno en Irlanda, que dura cinco
años; el jefe irlandés renuncia á la cartera que se le ofrece,
pero indica las personas que han de ocupar los cargos re-
lacionados con su país, y entre ellos á Tomás Druramond
para la Subsecretaría permanente, donde radica la jefatura
del poder ejecutivo, porque el Secretario ó Ministro, sujeto
á los cambios políticos es, en realidad, el mero vínculo, res-
ponsable ante el Parlamento, entre el Virrey, representante
de la Corona, y el Gobierno. Un patético discurso de Russell,
logra qne los orangistas disuelvan sus organizaciones arma-
das, y O'Connell contesta prohibiendo que continúe la agita-
ción en favor del Repeal. Los diezmos se transforman en un
gravamen sobre la propiedad y la cuestión religiosa, apar-
te lo que atañe á la enseñanza de que luego trataremos,
puede considerarse resuelta. En esta época se inicia también
la evolución del sistema político, porque en 1836 una reforma
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 6 9

del régimen local da entrada, aunque muy reducida é inefi-


caz, al elemento electivo en la administración de las corpora-
ciones, exclusivamente encomendada antes á los funcionarios
designados por el Virrej'. Pero la reforma más importante,
la más fecunda, aquella en que O'Connell tenía puesta toda
su fe, no dependía de las leyes, sino de la conducta, por eso
la gestión severa é imparcial de Drummond, fué la verdadera
clave de la absoluta é inusitada tranquifidad moral y mate-
rial que gozó Irlanda durante aquel quinquenio.
Si los hombres pudieran escoger, con previsión de los su-
cesos, la fecha de su propia muerte, sin duda O'Connell, re-
nunciando á presenciar en la fierra el resultado de su obra,
hubiera preferido pasar á otro mundo mejor el día mismo en
que, coronando con un nuevo acto de desinterés su noble ca-
rrera polífica, negóse aceptar un puesto en el Gabinete, pre-
mio para tantos otros de vilezas y traiciones. La vida no le
reservaba ya sino amarguras. Cuando O'Connell llegó al Par-
lamento, no sólo había derrochado en las luchas de la Aso-
ciación Católica todo el patrimonio heredado ó adquirido
con su trabajo, sino que al obligarse á residir en Londres du-
rante muchos meses del año, aumentaban sus gastos, cuando
la imposibilidad de atender á su bufete le privaba de la casi
única fuente de sus ingresos. El partido acordó entonces sub-
vencionarle, y como por un sentimiento muy humano los
éxitos del leader reforzaban la colecta á tal fin practicada en-
tre sus correligionarios, O'Connell, no obstante su numerosa
famifia y la inagotable hospitalidad de su casa, había podido
subvenir á todas sus necesidades. Mas como en la época de
reposo que siguió á la victoria la subvención decrecía por
meses, la saña de sus enemigos descubrió muy pronto este
punto vulnerable, y constituyó para combatirle una verda-
dera sociedad por acciones. En lugar de hacerse elegir c<5-
modamente y sin gastos por un distrito rural cualquiera,
O'Connell repartió aquéllos de que disponía entre sus tres
hijos y sus dos yernos, presentándose él por Dublín, donde
toda su nombradla apenas bastaba para asegurar el triunfo
á los católicos, como lo demostró la exigua mayoría obtenida.
2 7 0 VARIA

Su acta y cuatro de las que traían los miembros de su familia


fueron protestadas, lo cual significaba, dado el régimen en-
tonces vigente para las actas graves, obligarle á sostener cinco
largos y costosísimos pleitos, que unidos á los gastos mate-
riales de la elección, consumieron, sí, las cincuenta ó sesenta
mil libras reunidas por sus adversarios, pero le irrogaron á
él una pérdida de más de quince mil.
Un duelo que tuvo en su primera juventud por causa fútil,
en el cual dejó muerto á su adversario, le apartó para siem-
pre de nuevos lances; tal vez por eso menudearon las inju-
rias y los carteles de desafío que se le dirigieron, singular-
mente en esta época de su vida; después se apeló á la calum-
nia, y aquel hombre arruinado en servicio de su país, tuvo
que sincerarse de no haber vendido su influencia electoral á
un candidato á quien apoyó.
Golpe más rudo fué para O'Connell la pérdida de su aman-
tísima y discreta compañera, una de esas mujeres que llenan
la vida de un hombre político y ocupan sólo dos líneas en su
biografía, fallecida durante el otoño de 1836, dejando en su
espíritu un desconsuelo que no se borró ya en el resto de sus
días. Mientras tanto, el descontento cundía en Irlanda: una
nueva generación de abogados, de médicos, de periodistas ca-
tólicos, petulante y romántica, que sólo de oídas conocía
los horrores de la persecución y las dificultades de la lucha
legal, desdeñaba á O'Connell y se burlaba de su política sa-
gaz de conciliación. Era el partido intermedio entre la dere-
cha posibilista y el terrorismo extremo, que, bien dirigido,
hubiera proporcionado nueva savia á aquélla y contenido
tal vez los desmanes de éste, pero le faltó un jefe, y su órgano.
La Nación, no hizo sino despertar los instintos revoluciona-
rios, mal dormidos en el fondo del alma irlandesa.
O'Connell se refugia en un convento de cistercienses con
el propósito de encerrarse allí para siempre, mas á poco
de vivir en él, la nostalgia de la lucha, tal vez la necesidad
de olvidar en el fragor de la pelea, las lacerias y angustias
de su alma, le empujan de nuevo á la política, haciéndole
cometer el primero, el único grave error de su vida. Uti-
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 7 1

lizando la osamenta de la antigua «Asociación Católica»,


organiza O'Connell, á la vuelta de los tories, la Repeal Asso-
siation, mucho más nutrida y poderosa y en una serie de
meetings monstruos, predica la necesidad de disolver la
unión, reivindicando la autonomía de Irlanda. El 15 de
Agosto de 1843, día de la Asunción, en derredor de la colína
de Tara, donde las antiguas tribus celtas elegían el caudillo
que se llamaba Rey, más de un millón de católicos, reunidos
para pedir el Repeal, oían primero la misa en los numerosos
altares distribuidos por todas partes, y escuchaban luego á
los innumerables oradores del jaartido. Ni un grito provoca-
dor, ni el desorden más pequeño turbaron la majestad del
acto, pero el anciano y experimentado caudillo debía com-
prender la inutilidad de tamaño esfuerzo; no ya los tories, y
singularmente Peel, cuya férrea voluntad resistía inmutable
manifestaciones como las de Tara, pero ni siquiera los whigs
querían, ni hubieran podido aunque quisiei'an, devolver á
Irlanda su autonomía, porque era seguro que el Parlamento
del Reino Unido no la votaría, y cuando las manifestaciones
de la voluntad colectiva tienen la magnitud que el leader
había logrado imprimir á esta nueva agitación, sí no preva-
lecen, ó caen en el ridículo ó conducen al empleo de la fuerza.
Para el domingo 8 de Octubre se señala una repetición del
meeling de Tara en Clontarf, nombre enlazado taml)ién con
la historia heroica de la Irlanda celta, y dos días antes una
orden del gobierno la prohibe. O'Connell, advertido á liempo,
envía á todas partes mensajeros, prorrogando sine die la re-
unión para poder atribuir á su iniciativa el cumplimiento de
la orden ministerial, que, desobedecida, hubiera provocado,
sin duda, un conñicto sangriento. El meeling no se celebra,
pero los católicos irlandeses pierden ya por completo la fe
en su antiguo jefe, que de la apoteosis de Tara les ha condu-
cido á la derrota sin gloria de Clontarf, y desde aquel día, el
partido de la «Joven Irlanda» predomina en la isla. Mientras
O'Connell y sus más conspicuos lugartenientes purgan en la
prisión el delito de haber conspirado para alterar por medios
-^violentos el régimen legal, las apariencias de cohesión dentro
272 VARIA .

del partido se guardan, pero cuando absuelto por el Tribunal


de los Lores, renueva, al subir los liberales al poder, su anti-
gua alianza, la disidencia estalla ruidosamente, y el anciano
jefe desposeído, achacoso y triste, se dirige á Roma para re-
cibir la bendición del Pontífice, muriendo en Genova durante
el viaje el 15 de Mayo de 1847.
El 8 de Febrero de aquel mismo año había pronunciado
con débil voz, pero enérgica y conmovedora elocuencia, su
último discurso en la Cámara de los Comunes, recordando
á sus colegas que tenían en sus manos la suerte de Irlanda,
sobre la que, desde años atrás, se extendían, negras y frías,,
las alas del hambre. ,

IV;

LA CUESTIÓN AGRARIA

La emancipación, primero de hecho y luego de derecho,


de los pequeños agricultores católicos, había tenido para ellos
un imprevisto y funesto resultado. Los grandes propietarios
rurales multiplicaron antes las colonias de cuarenta chelines
para tener á su devoción gran número de votos y negociar
después su fuerza electoral; mas desde la famosa lucha de
Waterford, y sobre todo desde que la ley del 29 elevó las con-
diciones de la franquicia, muchos landlords prefirieron con-
vertir sus tierras en dehesas, tanto más fácilmente, cuanto
que podían desahuciar á sus colonos sin gastos procesales,
ni indemnizaciones por las mejoras introducidas. El suelo
irlandés, tan fértil e n algunas regiones, producía aún anual-
mente por valor de cuarenta millones de libras de substan-
cias alimenticias entre cereales y ganados, pero todo esa ri-
queza destinábase en su casi totalidad á la exportación; el
agricultor irlandés vivía exclusivamente de la cosecha de pa-
tata; en los años 45 y 46 habíase ésta perdido, y m u y pronto el
número de víctimas del hambre determinó reiteradas solici-
tudes pidiendo trabas para la exportación. El reciente triunfa^
E L PROBLEMA DE IRLANDA 2 7 3

de las doctrinas manchesterianas, la fe ciega en las excelen­


cias del libre cambio, inspiró al Gobierno, no ya el estableci­
miento de las trabas deseadas, sino la supresión de las que
pesaban sobre las importaciones. El resultado fué desastroso;
desde 1846 á 1851, cerca de 800.000 personas perecieron de
hambre en Irlanda, y 1.240.000 emigraron, llevando consigo
á la tierra americana nuevos fermentos de odio contra In­
glaterra.
El partido de la «Joven Irlanda», cuyos jefes eran en su
mayoría protestantes, desautorizados y combatidos por el
clero católico, en torno del cual se agruparon los numerosos
continuadores de la política conciliadora de O'Connell, se di­
vidió á su vez en dos partes: la de los que reservaban el em­
pleo de la fuerza como recurso extremo ó para ocasión pro­
picia, y la de los partidarios de su empleo inmediato. Otra
vez, el ejemplo dado por Francia con la revolución del 48, ,
arrastró á los tibios, y una nueva intentona, tan ridicula como
la de 1798, d i o pretexto al Gobierno de Londres para entene­
brecer el cuadro del hambre con los horrores de la represión
sangrienta.
Es inútil que la cai'idad privada del conmovido público
inglés y aun de otras naciones, acuda en auxilio de los irlan­
deses; es inútil que el Gobierno vote un crédito de más de
diez millones de libras (con garantía, por cierto, de las con­
tribuciones en la isla) y lo distribuya en jornales, es con­
traproducente que se dicte una ley para abrogar temporal­
mente el régimen patrimonial y permitir á los propietarios,
arruinados al par de los colonos, la enajenación de sus fincas,
porque una turba de explotadores cae sobre aquél país des­
dichado y las expulsiones aumentan.
Desde 1851 hasta 1860, otro millón y medio de irlandeses
emigra; desde 1849 hasta 1860, el número de familias des­
ahuciadas asciende á 373.000, según las estadísticas inglesas.
A la cuestión religiosa sustituye la agraria; los colonos, ca­
tólicos ó protestantes, forman un partido desorganizado y
amorfo, sin energías ni aun para la protesta, y los varios in­
tentos que se inician para aplicar á esta contienda los pi-oce-
CtTLTDRA 18
2 7 4 VARIA

dimientos con tanto éxito inaugurados por O'Connell, frús-


transe lodos, por la apatía de una población rural enervada ó
degradada. En cambio, los landlords, la clase conservadora,
que en aras de la solidaridad de los intereses sacrifica tam-
bién sus diferencias religiosas, logra atraerse al clero, á quien
alarman los desmanes terroristas y las doctrinas ácratas de
la izquierda, de manera que este poderosísimo agente en la
campaña de emancipación es ahora un sedante y un freno
de incalculable eficacia. En manos de esta derecha están
todos los distritos electorales, pero la representación que du-
rante un cuarto de siglo envían á Westminster, no se enal-
tece ni por sus cuafidades intelectuales, ni por la entereza
moral para resistir dádivas y mercedes del Gobierno; aque-
lla parte de la generación que precede á Parnell, que no de-
fiende francamente el slalu quo, es, si se exceptúa á Butt, una
taifa vil de logreros políticos, como lo fué la de los protestan-
tes liberales que precedió á O'Connell, con excepción tam-
bién de Grattan.
Isaac Butt, incorruptible y patriota como Grattan, y como
él, protestante, dotado de un clarísimo entendimiento, quizá
mayor que el de O'Connell, á quien superaba extraordinaria-
mente en la cultura y en el arte de vivir, mucho más orador
que Parnell, no tuvo jamás detrás de sí un verdadero par-
tido; reunió dentro del Parlamento unos cuantos adictos y al-
gunos miles más fuera de él, pero la comunicación con una
gran masa popular, el carácter de director de una parte de la
opinión, la autoridad é iníluencia de unZeader faltáronle siem^
pre, porque careció de las dos virtudes, sin las cuales las jefa-
turas se ostentan acaso, pero no se ejercen: energía y perseve-
rancia. Ni logró vencer los egoísmos de la derecha, ni trajo al
campo de la legalidad á los exaltados de la izquierda, tan nu-
merosos y potentes que obligaron al Parlamento briíáníco á
votar no menos de veintidós leyes especiales de represión, á
más de las cuatro promulgadas el 48, desde que terminó la re-
volución de este año, hasta que se fundó la «Liga agraria»; y,
sin embargo, en las vax*ias obras escritas por Butt, están con-
tenidas todas las ideas que después propagaron é hicieron
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 7 5

triunfar sus sucesores, entre ellas la famosa solución agraria


de las tres efes.
Una de las razones por las cuales la incorporación de Ir-
landa al Reino Unido, tan execrada todavía por los naciona- '
listas, señala, no obstante, el comienzo de la solución para el
difícil y complejo problema irlandés, consiste, como ya apun-
tamos, en la facilidad con que en Westminster se evidenció la
jactanciosa equivocación en que incurrieron aquellos gober-
nantes ingleses á quienes no impulsaba,como impulsó á algu-
nos, el atrevido propósito de sajonizar á Irlanda, cuando al
promulgar en la isla vecina las leyes que regían en la Gran
Bretaña, la fe orgullosa en la excelencia de sus instituciones
les impidió ver, que aplicadas en otro país poblado por dis-
tinta raza, como su virtud no era intrínseca, sino relativa, po-
dían resultar, como en efecto resultaron, detestables.
E n las relaciones agrarias, por ejemplo, entre el propieta-
rio 3' el colono inglés, no mediaba conti'ato; el landlord entre-
gaba la finca, con viviendas, granjas, etc., y cuando el tenant
se cansaba ó hallaba mejor acomodo, devolvía la finca con la
misma indiferencia con que en las ciudades populosas el in-
quilino muda de habitación. La libertad que á las transaccio-
nes presta este régimen es notoria, como también la facilidad
que da al abuso, siquiera resulte corregida en Inglaterra por
la costumbre, y por el civismo de sus habitantes.
Implantado este sistema en Irlanda, donde hasta el con-
cepto de la propiedad privada era originaiñamente exótico,
resultó que, como las tierras conquistadas y repartidas n o
constituían verdaderas fincas explotables, lo único que se en-
tregó al colono fué el suelo, al cual vivía apegado por la tra-
dición, viendo en él parte de su hogar, profesándole ese
exaltado amor que une á los celtas con el terruño heredado,
incomprensible para los sajones y jamás por ellos compar-
tido. Para hacer posible el cultivo, el colono tenía que edifi-
carse una morada, y realizar después á sus expensas las de-
más obras qne toda explotación agrícola requiere; .si alguien,
aguijoneado por la necesidad ó por la codicia le perturbaba
en su posesión, no podía exigir al propietario que le mantu-
2 7 6 VARIA

viese en el disfrute; cuando éste por interés, ó simplemente


por capricho, le expulsaba, las mejoras se incorporaban á la
finca y se trasmitían con ella, sin que el ienant percibiese
indemnización alguna. Después de los años de hambre, las
perturbaciones en la pacífica posesión se multiplicaron, y
cuando en virtud de la citada ley del 49, los acreedores, hi-
polecarios ó no, los usureros y los explotadores sin vínculo ni
contacto anterior con los colonos, compraron tierras por va-
lor de tres millones de libras, las expulsiones caprichosas y
los injustificados aumentos en el precio del colonato, menu-
dearon escandalosamente.
El Gobierno liberal de Palmerston, inicia en 1860 la serie
de leyes agrarias con dos que intentan transformar la te-
nencia precaria, cn un contrato de arrendamiento, obligan-
do al propietario á indemnizar al colono expulsado por
aquellas mejoras que previamente se hayan hecho constar,
sujetándole en ciertos casos á amparar el goce y ordenando
la reintegración del desahuciado en virtud de instrumento
legal, cuando en los seis meses siguientes á la expulsión, sa-
tisface ínlegros los atrasos. El colono, en cambio, devolverá
la finca en buen estado, ó indemnizará al propietario.
Proclamaba esta reforma el fracaso del sistema agrario
importado, entrañando, por ende, un cambio profundo en la
mentalidad de los legisladores ingleses, pero adolecía de los
defeclos de toda obra especulativa, que se evidenciaron m u y >
pronto; los landlords concienzudos, que antes pagaban alguna
vez las indemnizaciones, desde que la ley preceptuó taxati-
vamente algunas, juzgáronse exentos de satisfacer las demás,
mientras las divergencias acerca del estado en que el colono
devolvía la finca y la amenaza de un pleito que él no podía
sostener, le entregaban maniatado á merced del propietario
codicioso. Se renunció entonces á improvisar reformas y se
volvió la vista á las costumbres legales que de Escocia traje-
ron los presbilerianos del Ulster, logrando atenuar con ellas
en su provincia los inconvenientes del régimen de la propie-
dad en el resto de Irlanda; costumbres legales conocidas con
el nombre de las tres efes. El tenani no podía en Ulster ser ex-
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 7 7

pulsado mientras cumpliese sus obligaciones, y á esto se Ua-


niaba Fixitij of lenure, fijeza en la tenencia; cuando el colona-
to, que con tal amparo constituía un verdadero derecho trans-
misible, se enajenaba una ó varias veces, el propietario no
podía negar en aquella provincia, como en el resto de Irlanda
negaba hbérrimamente, el permiso para la transacción, cons-
tituyendo esto la Free sale, la libre venta; por último, si mer-
ced al esfuerzo del colono ó á las obras realizadas á sus ex-
pensas se lograse de la finca rendimiento mayor, no era lícito
al propietario elevar por tal concepto la renta, que dejaría _
entonces de ser equitativa, Fair rent.
La campaña parlamentaria de Butt, en pro de la exten-
sión de estas costumbres á toda Irlanda, convence á Glads-
tone, y en 1870 presenta el insigne estadista británico u n pro-
yecto que, no obstante su mutilación en la Cámara alta,
realiza, en parte, el programa de las tres efes. En parte, nada
más, porque si bien se da fijeza á la tenencia y se suprimen
las trabas que impidieron antes la libre venta del colonato,
no se limitan los injustificados aumentos en la renta pri-
meramente estipulada, y de ellos se valen los landlords para
compensar los menoscabos que el resto de la ley les oca-
siona. Desde 1872, M. Butt y sus amigos, presentan en cada
legislatura una ó varias proposiciones de ley para enmen-
dar esa deficiencia y corregir otros extremos del bilí de
1870; pero una transformación tan radical como la que en-
trañaba la implantación íntegra y sincera del programa de
las tres efes, no podía lograrse por el sólo esfuerzo de unos
cuantos Diputados, sin el empuje avasallador de la gran masa
electoral.
La izquierda revolucionaria, más ó menOs nutrida y po-
derosa, existió en Irlanda desde los tiempos de las grandes
plantaciones. Obra suya fueron las sociedades secretas que
á fines del siglo xviii practicaron el terrorismo agrario, to-
mando parte después en el levantamiento de los «Irlandeses
Unidos»; en tiempo de O'Connell los atentados terroristas
menudearon menos, pero ya en vida del leader posibilis-
ta, la «Joven Irlanda» recogió esas fuerzas extremas, l l e v a n -
2 7 8 VARIA

dolas á la revolución del 48; poco después, comienza á for-


marse en Irlanda, y sobre todo en América, una vastísima
asociación que lleva el nombre de «Hermandad de los Repu-.
blicanos irlandeses», pero cuyos miembros son más conoci-
dos en la historia con el de fenianos. Después de la guerra
americana de secesión, muchos oficiales del ejército sudista,
irlandeses de nacimiento, se repatriaron, y además de provo-
car el año 1867 otro conato de rebelión armada, que fué so-
focado casi instantáneamente, fortalecieron los vínculos que
ya unían á los fenianos de uno y otro lado del Atlántico.
Enemigos irreconciliables de Inglaterra, partidarios de la
fuerza física como única solución posible del proolema, ace-
chando para emplearla la primera dificultad de la Gran Bre-
taña, los fenianos despreciaban profundamente á sus com-
patriotas gubernamentales aliados á los whigs ingleses, voci-
feraban en sus meeiings, disoMan sus manifestaciones, y en
algunas ocasiones derrotaban á sus candidatos, dando con
sus votos mayoría á algún presidiario por delitos polílicos,
como aquel O'Donovan Rossa, que cuando fué elegido en
1869, estaba condenado á cadena perpetua.
Pero á medida que los años transcurrían sin que el Go-
bierno de Londres tropezase con la dificultad anhelada por
los facciosos, cundía en éstos el desaliento y madurábanse
nuevos planes, para adoptar, siquiera momentáneamente,
una línea de conducta más práctica. En 1874, M. Butt se se-
para definitivamente de los whigs y forma un tercer partido
ó grupo, que se llama de Home Rule, con un programa muy
semejante al que luego Gladstone estuvo á punto de implan-
tar. No tuvo este cambio gran transcendencia por el momen-
to, porque subsistía la incomunicación entre la masa y los
políficos, pero aun á los más extremos revolucionarios halagó
ver enWestmínster un partido netamente irlandés, distinto
de los británicos, y todavía más la campaña que sus miem-
bros realizaron en pro de la amnistía para los fenianos con-
denados. Por esa misma época, Parnell, y sobre todo Biggar,
un carnicero de Belfast, inauguran como Diputados inde-
pendientes, los procedimientos obstruccionistas en la Cá-
E L PROBLEMA DE IRLANDA 2 7 9

mará de los Comunes, hallazgo fácil, porque los usos y


acuerdos que constituían el reglamento resultaban ya incom-
patibles con las costumbres de la época, pero de resonancia
tanto más eficaz, cuanto que la aderezaba la nota siempre
amena del ridículo.
Los intelectuales del movimiento feniano, propagadores
de las doctrinas del socialismo agrario y entre ellos Miguel
Davitt, recien salido de la prisión, capitaneaban la nueva ten-
dencia, y m u y pronto la crisis agraria á que d i o lugar, después
de la mediana cosecha de 1877, la pérdida total de la del 78,
con la obligada cohorte de desahucios, rebeldías, empleo de
la fuerza pública y represalias terroristas, determina no sólo
la intehgencia de Davitt y sus huestes con Parnell, sino la des-
autorización de Butt en un meeting de la Home Rule League
celebrado en Dublin el 3 de Febrero de 1879, la proclama-
ción en su lugar de Parnell, la enfermedad que el disgusto de
su desposesión ocasiona al anciano jefe y sn casi inmediata
muerte, el 24 del propio mes. El 21 de Octubre de aquel año
se funda en Dublin la famosa «Liga Agraria,» y poco des-
pués Parnell y su joven auxiliar Dillon, realizan por toda
América un viaje de propaganda, durante el cual no sólo re-
cogen más de 50.000 libras esterlinas con destino á las vícti-
mas del hambre, sino que allegan fondos para la campaña
electoral de 1880 y fundan una poderosa sociedad política, en
la que los irlandeses americanos figuran como socios capita-
listas, y los electores y Diputados de la madre patria c o m o so-
cios industriales, para conseguir, como reza el programa ofi-
cial de la Land League: «la reducción de las rentas excesivas
y la adquisición de la tierra por los que la cultivan».
Irlanda tiene ya nuevamente un verdadero partido pro-
pio y un jefe capaz de mandar, seguro de la obediencia; pero
el partido, en el cual figuran anarquistas disfrazados de jus-
ticieros agrarios, utopistas como Davitt, convencidos de la
imposibiUdad de apUcar sus teorías de nacionalización de la
tierra, pero animados del odio contra Inglaterra, jóvenes pe-
riodistas y abogados á quienes impulsa la ambición política,
y basta ingleses que buscan en la agitación irlandesa u n
2 8 0 VARIA

acta de diputado, no tiene la cohesión, ni el exclusivo carác-


ter de clase oprimida que reivindica sus derechos, que tuvo
en los primeros años del siglo. Tampoco el jefe reúne las
excepcionales cualidades del gran O'Connell; Carlos Stewart
Parnell, descendiente por línea paterna de un amigo y secuaz
de Cromwell, cuyo hijo se estableció en Irlanda durante la
Restauración, y nieto por línea materna del Almiranle ame-
ricano Stewart, que perteneció á su vez á una familia de emi-
grados de Ulster en la segunda mitad del siglo xvni, era un
sajón, sin mezcla de sangre celta, y sus aristocráticos moda-
les, su aspecto severo y contenido, la impenetrable reserva y
glacial frialdad de su trato, sus escasas aptitudes oratorias, no
obstante la claridad y precisión de sus ideas, su protestan-
tismo y hasta el odio al color verde, símbolo de las esperan-
zas de Erin, lo habrían delatado, si no lo evidenciara su ge-
nealogía. Educado en Cambridge y en América, hijo y here-
dero de un landlord, Parnell era un hombre político que sus-
tentaba una plataforma, no defendía como O'Connell su pro-
pia causa y la de sus hermanos, por eso no tuvo jamás su fe,
y no obstante haber hallado resistencias mucho menores y
hasta inesperadas alianzas poderosísimas, jamás alcanzó
los éxitos ni la gloria de su predecesor.
En las elecciones de 1880 triunfan 36 parnellistas y 64 par-
tidarios del Home Rule, que, bajo las órdenes de Mr. Schaw
mantienen el antiguo programa de Butt aliados con los libe-
rales ingleses en todas las demás cuestiones, incluso en la
agraria; pero la campaña, obstruccionista ó no del partido ir-
landés, fué siempre mucho menos eficaz que la obra social
de la Liga Agraria en Irlanda. Merced á los miles de libras,
que mensualmente enviaban las asociaciones americanas, el
landlord, aun con toda la máquina administrativa, montada
legalmente para ampararle en sus derechos, fué ya mucho
más débil que el último de sus renteros. Cuando el colono
afiliado á la Liga opinaba que el precio de su arrendamiento
era excesivo, negábase á seguirlo pagando: si el ijropíetario
intentaba el desahucio, suscitábasele un pleito, tanto más te-
merario cuanto que el dinero de la Liga sufragaba todos los
E L PROBLEMA DE IRLANDA 2 8 1

gastos; lograda á su favor sentencia firme por el dueño, éste ó


su representante procedían al lanzamiento, y no obteniéndolo
de grado, solicitaban el auxilio de la fuerza pública, pero
también el colono rebelde daba parte á la Liga y, sobre todo
en las regiones montañosas de Irlanda, renovábanse á diario
las escenas de puentes rotos, caminos cortados ú obstruidos
en los pasos más peligrosos, la negativa á facilitar vehículos
ó bestias de tiro y aun los motines de toda una aldea y las
luchas á pedradas y tiros para evitar la expulsión decre-
tada. Cuando tras cinco ó seis vanos intentos lograba por
fin el dueño recobrar su finca, nadie en los contornos la
arrendaba, por solidaridad con su antecesor, ó por miedo
á las represalias, á veces sangrientas, de los ligueros, y en los
raros casos en que algún colono, generalmente forastero,
osó continuar la explotación, aplicáronle sus convecinos
un trato m u y antiguo, pero recientemente bautizado en
Irlanda con el nombre que hoy generalmente tiene: el boy-
colt. El capitán Boycott, agente de un landlord absentista del
condado de Mayo, á quien sus convecinos declararon en
cuarentena, y que para recoger una cosecha de patata cuyo
valor apenas llegaría á 350 libras, tuvo que mantener á sus
expensas mientras duró la recolección á cincuenta braceros
de Ulsler y á los 2.000 soldados que les protegían, es uno de
tantos ejemplos del poder de la «Liga Agraria.»
Si los atentados fenianos fueron, según frase, justa quizá,
pero poco prudente de Gladstone, la campana que atrajo ha-
cia Irlanda la desviada atención de Inglaterra, y provocó la
obra legislativa de 1870, la acción m u c h o más sistemática de
la Land League había de conducir á idéntico resultado. Pero
era preciso que las reformas proyectadas no pareciesen im-
puestas, y la legislatura del 81, comienza c o n un proyecto de
ley para suspender en Irlanda las garantías constitucionales,
obstruido por los parnelistas durante más de cuarenta horas,
hasta que el presidente se ve obHgado á expulsarles de la Cá-
mara, uno por uno. E n el ambiente caldeado por este su-
ceso, tan poco favorable á una obra de concordia, se pro-
mulga la ley de 1881.
2 8 2 VARIA

Las disposiciones de 1870, encaminadas á evitar los desa-


hucios sin causa justa, y á permitir la libre enajenación de
los colonatos, se refuerzan y amplían ahora, pero además,
se crea un tribunal agrario, ante el cual, pueden acudir pro-
pietarios y arrendatarios aportando todos los elementos de
juicio que permitan precisar el importe equitativo del arren-
damiento, es decir, la Fair rent, revisable cada quince años.
Las ventajas logradas i^or los tenanís con esta reforma, no
pueden negarse hoy, y aunque es cierto que no suprimió
todas las causas de la crisis agraria, puesto que el landlord
podía negarse á acudir al tribunal, garantizó de tal manera
los derechos de los colonos y facilitó tanto los arrendamien-
tos á largo plazo, que con razón pudieron declararse repar-
tidos desde entonces los derechos dominicales sobre el suelo
de Irlanda, entre sajones y celtas, vencedores y vencidos, pro-
pietarios y colonos.
Parnell y sus huestes políticas habrían quizá consentido
en esperar á conocer los efectos de la ley para combatirla ó
aceptarla, pero Davitt y los agitadores agrarios, presos desde
que el Secretario de Irlanda, Mr. Forster, provisto de la ley
de represión, comenzó contra ellos una enérgica campaña,
lograron imponerse. El entusiasmo de los hermanos de Amé-
rica, aumentaba en proporción al fragor de la pelea, hasta el
punto de remesar más de 2.500 libras semanales para nutrir
los fondos de la Liga, y entonces Parnell, así empujado y
alentado, se lanzó á la campaña de agitación que había de
conducirles á él y á casi todo su grupo parlamentario, á la
cárcel de Kilmainham. También O'Connell, en los últimos
años de su vida, pagó con prisión el fracaso de Clontarf, y aun
cuando su mansión allí fué muy corta, y las consideraciones
que se le guardaron extremadas, la exuberancia de su tem-
peramento, convirtió en un timbre de gloria aquel sacrificio
que el amor á su país le impuso, ínfimo comparado con tan-
tos otros por él mismo realizados. Pero Parnell, rodeado
también en la cárcel del halago de sus amigos y del mimo
de sus guardianes, no perdonó jamás á Gladstone, ni mucho
menos á Forster, aquel atentado á su dignidad sajona, y sus
E L PROBLEMA DE IRLANDA 2 8 3

biógrafos cuentan que evitó después cuanto pudo toda alu-


sión á aquel suceso de su vida, sin lograr, no obstante su
dominio sobre sí propio, que en las raras ocasiones en que
lo recordó no percibieran los oyentes la ira palpitante aún
en su corazón. Sólo por una exaltación de ese sentimiento
personal, se explica, aun cuando jamás se justifique, la con-
ducta desleal para con aquellos á quienes guiaba, y en todo
caso poco hábil, que en Kilmainham observó.
A raiz de la promulgación de la ley de 1881, Davitt, y los
exaltados, aconsejaban la publicación de un manifiesto para
ordenar á los colonos la resistencia al pago de las rentas;
Parnell y los parlamentarios se habían opuesto y habían
prevalecido, mas apenas se ven en la cárcel cambian de opi-
nión y publican á deshora el famoso manifiesto. Mientras la
Ladies League, la Liga de Señoras dirigida por una hermana
de Parnell, continúa la obra d"? la disuelta «Liga agraria», con
despilfarro de los crecientes recursos enviados desde Améri-
ca que n o hace ciertamente honor á las aptitudes femeninas
para administrar Ibndos políticos, muchos colonos, aun
cuando no tantos como los encarcelados desearan, obedecen
las órdenes de sus jefes y se niegan á pagar el importe de sus
colonatos.
En ese intervalo, por conducto del capitán O'Shea, miem-
bro del grupo parnelista, unido además á sujete por vínculos
de amistad, al parecer m u y estrecha, comienzan entre el lea-
der irlandés preso, Mr. Chamberlain y Mr. Gladstone, unas se-
cretas negociaciones, que conducen m u y pronto á la libertad
de Parnell y de sus amigos, al restablecimiento de las garan-
tías constitucionales en Irlanda, y por ende á la dimisión y
caída de Forsler. Parece averiguado hoy, que en las estipula-
ciones de este secreto pacto, que se llamó de Kilmainham, se
procuraba una especie de amnistía pecuniaria, una condo-
nación de todos los atrasos de los colonos irlandeses; es ver-
dad, también, que una inesperada tragedia boiTÓ con sangre
el famoso tratado, pero la imparciahdad obliga á declarar,
que en el proceso, conocido hoy, de aquellas negociaciones se
adivina en Parnell m u c h o m á s afán por vengarse de Forster,
2 8 4 VARIA

arruinando su carrera política, que celo de jefe leal para ase-


gurar á los colonos obedientes á sus mandatos, garantías de
impunidad.
Las tendencias de conciliación con uno de los partidos
ingleses, iniciadas en Kilmainham, significaban la ruptura en-
tre polílicos y agrarios, ruptura inevitable desde que se con-
certó la alianza, porque Parnell, liberal templado, casi con-
servador por temperamento y por ideas, extremado tan sólo
en procedimientos y en actitudes porque lo requería así la
causa que defendía, buscó en la izquierda feniana la masa,
sin la cual habría sido un jefe á lo Butt, puramente parla-
mentario; mientras hombres como Davitt, que conservaban
entre los recuerdos de su niñez las negras tristezas de la ex-
pulsión de la finca que tradicionalmente cultivaba su fami-
lia, lanzados luego al fenianismo conspirador y revolucio-
nario y cuya vida había transcurrido bien en la cárcel, bien
haciendo méritos para volver á ella, no se satisfacían con ley
ni reforma ninguna, y para ellos el pacto de Kilmainham sig-
nificaba una deserción.
La «Liga agraria» al reaparecer toma el nombre de «Liga
nacional», la plataforma polííica prevalece s ó b r e l a agraria,
5' cuando al advenimiento del partido conservador en 1886,
rechazan las Cámaras un MU reformando la legislación de
1881 presentado por Parnell, éste se resigna indiferente y
desautoriza luego á la izquierda que inicia una campaña de
agitación semejante á la famosa de la Land League. Desde la
muerte de Parnell, la división del partido debilita todavía
más la eficacia de sus reivindicaciones agrarias relegadas á
segundo término, donde continuaron después de fundirse
ambas ramas y aliarse con la mayoría que sostiene al actual
Gobierno, porque la lucha que se libró á principios de siglo
entre católicos y protestantes, y después entre propietarios y
colonos, se riñe hoy entre autonomistas y unitarios.
Mientras la bandera de las reformas agrarias en Irlanda
se tremoló exclusivamente por el partido liberal inglés, las
reivindicaciones de los tenants fueron, además, un arma polí-
tica contra el egoísmo de la burguesía conservadora; pero
E L PROBLEMA DE IRLANDA 2 8 5

desde que en 1885, el breve Ministerio Salisbury no sólo con-


tinúa la obra liberal del 70 y del 81, sino que le imprime
un sesgo más favorable aún para los colonos irlandeses, los
liberales y sus aliados los parnelistas conceden menor im-
portancia á esta parte de su antiguo programa que ya no
pueden utilizar c o m o arma de combate.
Hemos visto que las dos leyes de Gladstone, aspiraban á
hacer posible el condominio de propietarios y renteros, pre-
cisando los derechos y obligaciones de unos y otros; la
Ashbourne Aci de 1885 creó una Comisión agraria, poniendo
á su disposición 5.000.000 de libras para adquirir todas aque-
llas fincas que á su juicio garantizasen con su valor el i m -
porte del precio previamente estipulado entre propietario y
colono. La Comisión compraba la tierra entregando su pre-
cio íntegro al landlord y la traspasaba al colono, reserván-
dose la hipoteca, mientras éste satisfacía su importe en pe-
queños plazos, repartidos en cuarenta y cinco anualidades,
logrando así el dominio pleno.
La ley Gladstone de 1881 obligaba á propietarios y colo-
nos, según frase gráfica y cori-iente, á compartir el reducido
lecho de la tierra irlandesa, y era forzoso que pronto ó tarde
unos expulsaran á otros; esta ley del 85 decidía la contienda
á favor del rentero, calificado de intruso por los descendientes
de aquellos que despojaron á sus antepasados. Pudo creerse
ál principio que tan transcendental reforma era efecto de la
fugaz alianza, de que luego hablaremos, entre conservadores
y parnelistas; pero cuando rota ya, los propios conservadores
facilitaron en 1888 otros cinco millones de libras para idén-
ticos fines, el principio se juzgó con razón definitivamente
incorporado al programa político de las derechas.
Por virtud de ambas disposiciones, 25.368 colonos se true-
can en propietarios; pero las transacciones se parahzan cuan-
do en 1891 Mr. Balfonr, c o m o Secretario de Irlanda, no obs-
tante ampliar en un nuevo MU á 35 millones el crédito de la
Comisión, complica, por razones que no se adivinan, el antes
sencillo procedimiento, con la creación de unos bonos hipo-
tecarios para pagar al landlord, la institución de un fondo de
2 8 6 VARIA

garantía y la determinación de un prorrateo que impide al


colono conocer con exactitud el importe de la anualidad.
Para remediar este mal, la ley de 1896 dispuso que se pagara
á los propietarios en títulos de la Deuda consolidada y fijó
en el cuatro por ciento del precio de compra el m á x i m u m
de la anuafidad que podía imponerse al colono adquírente.
T u v o esta reforma incalculable eficacia, porque el grave
defecto de la legislación iniciada en 188.5 consistía en que
mientras el colono, cuyo propietario proponía ó aceptaba un
precio razonable para enajenar su finca lograba fácilmente
el auxilio de la Comisión agraria, otro vecino más necesitado
tal vez, á causa de la terquedad ó sordidez de su landlord,
pagaba en concepto de laudemio un canon más elevado, sin
esperanza de adquirir la tierra. Como desde 1891 hasta 1896
la Renta consolidada había subido catorce enteros, cotizán-
dose á 110, y como los títulos se entregaban por su valor no-
minal, los landlords, aguijoneados por esa bonificación del
diez por ciento, que el año 97 llegó á ser del doce, mostrá-
ronse sobre manera transigentes, mas desde este año se ini-
ció el descenso bursátil y continuó en los sucesivos dismi-
nuyendo de nuevo el número de contratrantes. Los colonos
clamaban pidiendo reforma, y m u y pronto la pidieron tam-
bién los propielarios. Se recordará que por la ley de 1881, el
Tribunal agrario fijaba judicialmente el importe de la renta
equitativa para un período de quince años; pues bien, uno de
los saludables efectos de aquella disposición, fué reducir en
veinte por ciento, término medio, las rentas entonces exis-
tentes; transcurrido ahora el plazo,propíetariosy colonos vol-
vían á solicitar del Tribunal.la fijación de la renta por otros
quince años, y una nueva rebaja del veinte por ciento presa-
giaba para 1911 la semiconfiscación de las tierras, mientras
que el descenso creciente del Consolidado dificultaba su
venta.
Para elaborar las leyes anteriores, los gobiernos nombra-
r o n previamente Comisiones extraparlamentarias, con am-
plios poderes de inspección é información, cuyas conclusio-
nes solían luego vaciarse en los proyectos presentados á las
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 8 7

Cámaras, pero la actual urgencia de remedio d i o lugar á


otro método más abreviado y eficaz. Un periodista de Du-
blin sugirió la idea de que ocho personas que él mismo de-
' signó por vía de ejemplo, cuatro grandes landlords, y cuatro
políticos, generalmente reputados como especialistas en la
cuestión agraria, se reuniesen en una Conferencia, discutie-
ran y llegaran á transacciones prácticas con mayor rapidez
y más sólida autoridad que podían hacerlo los miembros de
una Comisión nombrada en Londres. Ya veremos más ade-
lante, cómo y por qué las gestiones oficiosas del Subsecreta-
rio permanente, Sir Antony Mac Donnell, contribuyeron efi-
cazmente á la aceptación de esta obscura iniciativa; baste
ahora hacer consta:r que, en contadas sesiones, lograron los
designados ponerse de acuerdo, y que el gobierno conserva-
dor se apresuró á vaciar en la ley de 1903, conocida por Wyn-
dham Act, la esencia de la transacción.
El consorcio, siempre fecundo, de la razón y del tiempo,
ha completado su obra en Irlanda; ya no son los Poderes pú-
blicos, soliviantados por la saña que revela el terrorismo,
quienes ponen mano en el problema; ya no es, tampoco, una
clase social constituida en partido político, quien logra, m e -
diante la agitación más ó menos legal, reformas beneficiosas;
los enemigos encarnizados de ayer, discuten hoy pacífica-
mente y á solas la solución que puede conciliar sus opues-
tos intereses, animados de un espíritu de concordia, desco-
nocido antes, prueba patente de la labor eficacísima que, la
propaganda de las ideas justas realiza, aun cuando parezca
tropezar en los comienzos con el egoísmo ó la prevención
irreductible de la colectividad.
La ley de 1903, que lleva el nombre del Ministro que la
promovió, restaura el primitivo sistema de entregar en metá-
l i c o é íntegramente al landlord, el precio de la finca, sin
retener parte alguna en garantía, según lo dispusieron las
leyes del 91 y del 96 por espíritu de desconfianza totalmente
injustificado, pues como declaró á la sazón Mr. Wyndham,
ni uno solo de los colonos adquirenles había faltado á sus
obligaciones. Se permite, además, á la Comisión agraria.
288 VARIA

comprar fincas hasta de siete mil libras cada una, casi


el duplo de lo autorizado en las anteriores. El origen de la
venta sigue siendo voluntario, pues para proceder á ella se
requiere aún la determinación de un precio concordado en-
tre propietario y colono (excepto en las regiones que se lla-
man congestionadas, donde la Comisión puede adquirir di-
rectamente para formar con varias fincas una sola), pero se
estimulan las transacciones con ventajas 3' facilidades; el pro-
pietario recibe una bonificación del 12 por 100 y grandes
exenciones legales para el empleo del dinero, aun cuando
pertenezca á un fideicomiso; el colono, estará exento de todo
impuesto de timbre ó derechos reales, y no podrá exigírsele
cada anualidad sino el 3,25 por 100 del precio de compra
como máximum, en lugar del cuatro, verdad es que tampoco
podrá optar como antes, entre reembolsar el precio en cua-
renta y nueve anualidades iguales, ó en setenta, con reduc-
ciones decenales del 1 por 100; ahora el plazo único será de
sesenta y ocho años y medio, y las reducciones decenales
del medio por ciento. Para multiplicar las transacciones
se dispone que si el precio convenido entre propietario y
colono guarda con la renta la proporción que se determina
y la finca puede por tanto considerai'se comprendida dentro
de ciertos límites que la lej' llama zonas, la Comisión ha de
comprarla, garantice ó n o la tierra su importe; esta disposi-
ción se aplica sólo á aquellas fincas cuya renta equitativa ha
sido fijada judicialmente en virtud de la ley de 1881, porque
conocido el rendimiento justo, no resulta peligrosa la capi-
talización que la ley señala para cada zona.
Por último, los Comisarios especiales á quienes incumbe
evitar la congestión agraria, pueden también anticipar fondos
en condiciones ventajosas, á los desahuciados después de 1879
á consecuencia de las agitaciones agrarias ó á sus causahabien-
tes, bien para recobrar en propiedad sus antiguas colonias,
bien para adquirir otras tierras. Los cinco millones delibras
puestos anualmente á disposición de los Comisarios en forma
de obligaciones hipotecarias al 2 f por 100, con la garantía
del Tesoro imperial, la pérdida que se originó por la emisión
E L PROBLEMA D E IRLANDA 2 8 9

de estas obligaciones sobre la par, y la prima del 12 por 100


á los propietarios vendedores, se sufragan directa ó indirec­
tamente por el contribuyente irlandés.
Es muy pronto todavía para conocerlos resultados de esta
ley, á quien no pocos acusan de haber producido alza ficticia
en el valor de las tierras y haber impulsado á los colonos
con su sencillez aparente, á compromisos que difícilmente
podrán cumplir. Algunas de las censuras dirigidas á la Wyn­
dham Act, se deben á la forma singular en que fué engen­
drada, y los ataques no van tanto contra ella como contra
las ocho personas de buena voluntad que sin título oficial
ni representación autorizada, trazaron las líneas generales.
Quizá, antes de mucho tiempo, sea preciso revisarla y
ampliar sus disposiciones, introduciendo, tal vez, el princi­
pio de la expropiación forzosa y facilitando todavía más la
creación de economie holdings, es decir, de heredades que
basten al sostenimiento de la familia que las cultiva, pero no
puede negarse que, tanto ella como el Consejo ó Board, do­
tado en la ley de 1891 de amplísimos poderes para remediar
la situación especialmente angustiosa en las provincias occi­
dentales de Irlanda, y el Departamento de Agricultura creado
por Mr. Gerald Balfour en la ley de 1899, y dirigido hasta
hace poco por el eminente Sir Horace Plunkett, completaron
de tal manera la obra conservadora iniciada el 85, que al
volver al poder los liberales, aliados con los irlandeses, n o
han retocado ni reforzado nada (1), como no sean las disposi­
ciones de la ley, relativas á la reintegración de los colonos
víctimas de las agitaciones agrarias que el Evicted Tenants
Bill, aprobado durante la última legislatura, apresura y fa­
cilita.

(1) Durante estos últimos meses la agitación agraria ha reaparecido en


Irlanda, en la forma de hurtos de ganados y boicotages, pero sin la violen­
cia que las anteriores agitaciones tuvieron. El Gobierno se ha limitado á
procesar al Diputado nacionalista que la dirige (quien ha reclamado en vano
de la Cámara la denegación del suplicatorio), y á anunciar en el Mensaje de
la Corona leido el 29 de Enero último, la presentación de un proyecto p a r a
reformar la ley de 1903 en lo referente á la expropiación forzosa de loe terre­
nos baldíos para auxiliar la reconcentración parcelaria.
CULTUBA 18
2 9 0 VARIA

LA CUESTIÓN POLÍTICA

La alianza de los nacionalistas irlandeses con los libera-


les ingleses, tardó m u c h o en dar frutos propiamente políti-
cos. El único resultado legislativo de la campaña de O'Con-
nell, aparte el rehgioso, fué, como ya dijimos, la reforma
municipal del 36, que introducía tímidamente en el régimen
de las Corporaciones locales, el principio representativo. A
consecuencia de ella ocupó O'Connell durante un año la al-
caldía de Dublín, y sin otro objeto que el de la propaganda,
provocó al final de su mandato una discusión en pro del Re-
peal, en el seno del Ayuntamiento, discusión que á nombre
del unionismo mantuvo contra él, Isaac Butt, concejal á l a
sazón. Pero ni esta campaña ni la que andando el liempo di-
rigió el propio Butt, c o m o fundador en 1874 del partido auto-
nomista irlandés, lograron eco en Inglaterra y aún en l a
misma Irlanda la cuestión religiosa primero y la agraria des-
pués eclipsaron á la política. Durante las negociaciones del
pacto de Kilmainham, Mr. Chamberlain, considerado enton-
ces como futuro jefe del partido liberal, mostróse propicio á
conceder á Irlanda la plena autonomía local, y mediante l a
creación de los Consejos de Condado, una amplía descentra-
lización administrativa. Este programa, calurosamente apo-
yado por Sir Charles Dílke, y el grupo radical entero, fué
aprobado por Mr. Gladstone, y por primera vez uno de los
partidos gubernamentales de Inglaterra, adoptó, en parte al
menos, las reivindicaciones políticas de Irlanda.
Los efectos del pacto de Kilmainham fueron instantá-
neos. La negativa del Gobierno á renovar las leyes de re-
presión, que caducaban por entonces, obliga á dimilir á
Mr. Forster y al Virrey; Parnell y sus amigos salen de la
cárcel para dirigirse á Londres y entrar triunfantes en la Cá-
mara de los Comunes; su órgano en la prensa Uníled Ireland,
E L PROBLEMA DE IRLANDA 2 9 1

dirigido por O'Brien, acoge con júbilo el nombramiento del


Conde de Spencer para Virrey y el de Lord Frederic Caven-
dish para Secretario; todo hace suponer que este joven aris-
tócrata de rancia estirpe, á quien brillantes dotes intelectua-
les é inmejorables cualidades morales granjearon unánimes
simpatías y labraron una envidiable reputación, será para
Irlanda un nuevo Drummond, y borrará el recuerdo de la
represión de Forster, con una era de paz semejante al famoso
quinquenio del 35 al 40.
El 6 de Mayo de 1882 entra el nuevo Virrey en Dublin
con la pompa de costumbre, en medio de aclamaciones que
le acompañan hasta el Castillo, su residencia oficial, situada
á algunos kilómetros del casco de la población. Terminada
la ceremonia, el Secretario Lord Cavendish y el Subsecreta-
rio permanente Mr. Burke, vuelven á la ciudad, pero atraídos
por la suave temperatura de aquella tarde de primavera, de-
jan los coches y cruzan á pie por las alamedas de Phoenix
Park la distancia que les separa de sus domicilios, enclava-
dos al otro extremo del Parque; cuando casi llegan á ellos,
un hombre tendido en la hierba se alza de pronto y hunde
un puñal en el corazón de Mr. Burke. Lord Cavendish, re-
puesto de la natural sorpresa, arremete contra el asesino,
aparecen cuatro hombres más, y el malogrado Ministro cae
también cosido á puñaladas. Los criminales aprovechan la
obscuridad del crepúsculo para huir en un carruaje, que
próximo al lugar del suceso les esperaba, y durante más de
seis meses, permanece este crimen envuelto en el más pro-
fundo misterio.
Sólo la mala fe ó la pasión política pudieron atribuir, no
ya á Parnell y á sus íntimos, cuyas esperanzas se frustraban
con el bárbaro atentado, pero ni siquiera á Davitt, quien li-
bertado la víspera del crimen llegó á Londres al par de la
noticia, connivencia ninguna con los cobardes y torpes ase-
sinos. Es cierto que Parnell no se atrevió jamás á desautorizar
en Westminster á la izquierda revolucionaria, como más de
una vez desautorizara O'Connell á los terroristas de su época,
pero esta reprobable tolerancia con los excesos de la q u e .
2 9 2 VARIA

Gladstone llamó campana política de Irlanda, no fué agra-


decida, como no suelen serlo las contemporizaciones de las
derechas, por la izquierda feniana, que perturbó no pocas
veces los meetings y propagandas electorales de los parne-
listas y atacó siempre á su jefe. Sin embargo, el asesinato in-
fame de Phoenix Park rompió el pacto de Kilmainham y los
efectos políticos de la tragedia no comenzaron á desvane-
cerse sino cuando á principios de 1883 logró dar la policía
con los autores del crimen.
El ejemplo del fenianismo había determinado la forma-
ción de pequeñas sociedades secretas, desligadas en absoluto
del movimiento político, y aunque nacionalislas ó separa-
tistas, sin contacto con los jefes parlamentarios. A este género
pertenecía la de los «Invencibles», fundada por Carey, un
obscuro concejal de Dublín, con una docena de arlesanos de
aquella capital. La campaña de violenta represión que Fors-
ter llevó á cabo, inspiró á los «Invencibles» la idea, rara e n
Irlanda donde el terrorismo tuvo siempre carácter agrario y
no polílico, de asesinar al Ministro, autor, según la prensa de
la izquierda, de tantos desafueros. En tres ocasiones, como
luego declararon, estuvieron los conjurados á punto de lo-
grar su criminal intento, que frustró siempre una imprevista
circunstancia, y después de la caída de Forster, volvieron
sus iras contra Mr. Burke quien, irlandés y católico, había
cooperado á la obra, funesta para su patria, según los cons-
piradores, de un inglés protestante. De todos los afdiados
uno sólo (y esto da idea de su calidad) conocía al Subsecre-
tario por haber sido tiempo atrás escribiente en una oficina,
por eso escogieron la oportunidad que les brindaba la obligada
vuelta desde el Castillo á Dublín después de la ceremonia de
posesión del Virrey; Lord Frederic Cavendish, no sólo les
era personal y políticamente desconocido, sino que horas
después del crimen ignoraban aún hasta el nombre de su se-
gunda víctima. Los autores materiales del doble asesinato
pagaron con la vida el innoble atentado, y Carey, que salvó
su cabeza delatando á sus compañeros, murió en el barco
mismo en que se le deportaba, á manos de u n íeniano.
E L PROBLEMA DE IRLANDA 2 9 3

El tiempo borró al cabo de la alameda de Phoenix Park


la huella sangrienta, y de la memoria de los hombres el es-
panto y la indignación de los primeros días. Parnell, que á
raiz del suceso pensó en abandonar la vida pública, optó por
reorganizar su partido, rigiéndolo dictatorialmente, porque
su estancia en la cárcel Kilmainham y la impresión que en
su ánimo produjo la posibiHdad de que se mezclara su n o m
bre con el de los asesinos,le apartó durante el resto de su vida
de toda exageración, de todo aliento á la política de violen-
cias.
La «Liga nacional», creada en Octubre de 1882 para subs-
tituir á la disuelta «Liga agraria», tiene un programa posibi-
lista, en el que la parte política predomina, como ya dijimos,
sobre la agraria; pídese en él: la restitución al pueblo irlan-
dés de la autonomía en la forma de un Parlamento nacional
electivo; la supresión del Virreinato; el establecimiento de
Corporaciones municipales y provinciales, también electivas,
dotadas de hacienda propia y totalmente autónomas en lo
referente á vida local, obras públicas, amillaramientos y des-
lindes, instrucción primaria, secundaria y técnica, cárceles,
pesca, asilos de trabajadoi'cs ancianos, manicomios, policía
urbana, jueces de paz y magistrados provinciales; la exten-
sión á Irlanda de la franquicia electoral y del régimen de
formación y rectificación del censo vigente en Inglaterra, así
c o m o la de toda reforma que en ese régimen se introduzca
en lo sucesivo. Para resolver el problema agrario, se propone:
el anticipo por el Estado de todo el dinero necesario para ad-
quirir de los dueños y revender al proletariado agrícola la
tierra laborable; la expropiación forzosa de los terrenos in-
cultos ó baldíos, y su reventa ó arrendamiento á los brace-
ros ó pequeños colonos por las Corporaciones provinciales;
y la ampliación de la ley del 81 para evitar, con mayor efica-
cia, que las mejoras introducidas en la finca por el rentero ó
sus predecesores sean causa de una elevación del canon, y
para extender todo lo posible los demás beneficios de aqué-
lla reforma.
Durante tres años, Parnell, con la moderación que le
.•ai
2 9 4 VARIA

imponían las severas leyes represivas, votadas á raíz del


crimen del 82, y el reglamento reformado de la Cámara de
los Comunes, que hacía ya imposible la obstrucción, reorga-
nizó su partido y le dirigió con severísima disciplina que
hace honor á su energía. El Gobierno de Gladslone estaba
á la sazón empeñado en la gran reforma electoral, y era
unánime creencia que el Parlamento elegido con arreglo á
la nueva le)', cuando ésta se aprobase, vería reanudar la po-
lítica conciliadora pactada en Kilmainham.
Pero en la pi'imavera de 1885, Lord Randolph Churchill,
uno de los prohombres del partido conservador, pronuncia
un discurso en el que parece solicilar insistentemente la
alianza y el auxilio de las fuerzas parnelíslas, y poco después,
el propio Lord Salísbury ratifica en Newport las promesas
de su lugarteniente. Entonces Parnell, bien por juzgar pro-
bable el triunfo electoral de los conservadores, bien por es-
timar que sólo ellos lograrían vencer la resistencia de la Cá-
mara de los Lores, bien, como algunos afirman, para cobrar
á Gladstone su encarcelamiento, se alia á la oposición, vota
contra el Gobierno en una reforma del impuesto de alcoho-
les que, como todas las de su clase, divide tanil)ién á la ma-
yoría, y decide con sus 39 votos la derrota de Gladslone y la
subida de Salísbury. Poco después Chamberlain y Dílke anun-
cian su propósito de realizar un viaje á Irlanda para estudiar
sobre el terreno el problema político del día, y el periódico
de Parnell les obliga á desistir amenazándoles con manifes-
taciones hostiles. Vienen las elecciones de 1886, en las cua-
les toman parte dentro y fuera de Irlanda muchos irlandeses,
á quienes la reforma concede por primera vez el voto, y Par-
nell, seducido por el Virrey, que en nombre del Gobierno le
promete la autonomía, lanza u n manifiesto, en el que no sólo
ordena á sus correligionarios que apoyen en todas partes á
los conservadores, sino que califica además á los liberales
con frases durísimas. Las elecciones dan al Gobierno 251 Di-
putados, y á la oposición de Gladstone 333; pero como Par-
nell dispone de 86 (todos los de Irlanda, m e n o s los de Ulster
y los dos de la Universidad protestante de TrinUy College, en
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 9 5

Dublin, más uno de Liverpool), aliado á los conservadores


puede aún mantenerles en el poder. En vez de la autonomía,
según fama pública prometida, el Gabinete Salisbury pre-
senta á las Cámaras un proyecto para disolver la «Liga na-
cional» y reprimir el boycotage agrariojlos irlandeses se alian
de nuevo con los liberales, y una vez en el poder, dispónese
Gladstone á hacer honor á todos sus compromisos.
El Home Rule MU y las demás reformas con él enlazadas,
herían demasiados intereses, contrariaban demasiadas pre-
venciones, no todas ellas injustas, como luego veremos, para
prevalecer entonces. Por de pronto, Chamberlain y algunos
radicales de su grupo, favorables á la autonomía local y á
la descentralización administrativa, se declararon enemigos
resueltos de la autonomía política; Lord Hartington, hermano
de Loi-d Frederic Cavendish, muerto en Phoenix Park, y más
conocido hoy como Duque de Devonshire, al frente de los
landlords aristócratas, tradicionalmente afiliados al partido
whig, combatió el proyecto (simultáneamente presentado) de
expropiar con 150 millones de fibras toda la tierra irlandesa
para revenderla á los colonos, proyecto con el cual intentaba
Gladstone desvanecer el efecto de la ley conservadora del 85,
y evitar que la mayoría probable del futuro Parlamento irlan-
dés vengara en los landlords añejos agravios. Los contribu-
yentes de la Gran Bretaña se indignaron de que un Gobierno
inglés creyera lícito adelantar en cuatro anuahdades todos
esos millones, con la garantía de la tierra irlandesa y la de
la formalidad aún no probada de sus cultivadores; los cató-
licos ingleses y los protestantes de Irlanda repugnaron la se-
paración de Parlamentos, que les reduciría en el de su pro-
pio país á una insignificante minoría; por último, los impe-
rialistas de todos los matices, recordando la Armada Inven-
cible, la expedición francesa de fines del siglo xviii, los planes
de Napoleón, los «Irlandeses Unidos» de 1798, la «Joven Ir-
landa» de 1848, los fenianos del 67, los gritos de júbilo con
que en 1881 la minoría parnelista acogió en el Parlamento el
triunfo de los boers sobre las armas inglesas en Majuba y el
espíritu francamente separatista de la izquierda irlandesa.
296 VARIA

combatieron una reforma que podía conducir más pronto ó


más tarde, contra la voluntad de sus autores, á la indepen-
dencia, primero, de la isla vecina, á su alianza, después, con
los enemigos de la Gran Bretaña.
El 7 de Junio de 1886, en una sesión histórica, 241 votos
rechazaron contra 211 el proj^eclo de Home Rule, y cuando
Gladstone apeló al país, el triunfo de 317 conservadores, alia-
dos, aunque todavía no fusionados, con 75 liberales-unionis-
tas, devolvió el mando á Salisbury para ejercerlo frente á
una oposición de 191 gladstonianos y 86 parnelistas.
La murmuración contra la conducta del jefe cunde en-
tonces en las filas irlandesas; sin el manifiesto que prece-
dió á las elecciones de 1886, dicen los descontentos, la vota-
ción del 7 de Junio habría sido otra, primero por el menor
número de conservadores triunfantes y después por el tam-
bién menor de liberales agraviados. Cuando el parnelista ele-
gido en Galwa}' y en uno de los distritos de Liverpool, op-
tando por éste deja vacante el primero, impone Parnell la
candidatura del Capitán O'Shea (intermediario en el pacto
de Kilmainham), deiTotado en las elecciones generales y nada
simpático a electores y Diputados autonomistas, porque no
tiene otro título que la amistad personal con Parnell, basada,
según rumor público, en indignas complacencias. Estos he-
chos y la repetida desautorización de aquellos Diputados
que intentan reproducir la agitación agraria por medio del lla-
mado «plan de campaña», siembi'an la cizaña en el campo
autonomista á tiempo en que el partido y sobre todo el jefe
van á sufrir un rudísimo ataque.
En la primavera de 1887 publicó The Times una serie de
artículos cuyo solo título, «El parnelismo y los crímenes»,
era ya significativo y elocuente; en uno de ellos incluyóse el
facsímil de una carta firmada por Parnell en que el jefe irlan-
dés disculpábase de haber tenido que condenar en público á
los asesinos de Phoenix Park, opinando q u e Bui'ke halló sólo
su merecido; la carta estaba fechada el 12 de Mayo del 82;
m u y pocos días después del crimen.
Los incidentes á que la aparición de esta famosa carta dio
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 9 7

lugar, frescos están, sin duda, en la memoria de mis lectores,


porque pertenecen á la historia contemporánea. Parnell, bien
por desconfiar de los tribunales ingleses, bien como insinúa
Davilt, por temor á que la falsificación ocultara una secreta
venganza de O'Shea, se negó á perseguir al Times por calum- "
nia, pero uno de sus correligionarios, atacado pocos meses ¡
después, se querelló contra el periódico sin consultarle; Par- j
nell propuso entonces el nombramiento de una Comisión "
parlamentaria, la Cámara rechazó la propuesta dictando en
cambio una ley para llevar el asunto ante una Comisión espe-
cial compuesta de tres Jueces y dolada de amplísimas faculta-
des. Esle Iribunal, que se llamó la «Gran Inquisición», en las
ciento veinüocho sesiones celebradas desde el 22 de Octubre
del 88, hasta el 22 de Noviembre del 89, examinó 450 lesligos,
oyó discursos que duraron varios días y púl>licó su dictamen
en once infolios que suman ocho mil páginas. El historiador
concienzudo capaz de hallar tiempo y paciencia para reco-
rrerlas, encontrará en ellas el minucioso relato de la agilación
agraria irlandesa, en sus dos aspectos: terrorista y reformista.
Al objeto de este artículo, cumple sólo hacer constar que, des-
cubierto el autor de la falsedad (un vividor llamado Pigott,
que había sostenido tiempo atrás relaciones con los fenianos)
y convicto de su delito, ,huyó de Inglaterra, suicidándose en
Madrid apenas dio con él la policía. Parnell y sus amigos fue-
ron absuellos de toda sospecha de participación cn el crimen
de Phoenix Park y en los demás análogos, pero á conse-
cuencia de las revelaciones que en el curso de la investiga-
ción se produjeron, el Capitán O'Shea presentó una demanda
de divorcio contra su mujer, por adulterio con Carlos Stewart
Parnell, demanda que prosperó una vez comprobadas las
alegaciones.
En un soltero, á quien no podían reprochax-se anteriores
alardes de puritanismo, la mácula descubierta no era en rea-
lidad infamante, pero la moral en Inglaterra es, además de
un asunto privado y de conciencia, una fuerza social, y para
saüsfacer esta legílima y sana prevención general, los pro-
hombres de su partido rogaron á ParneU que abandonara
298 VARIA .

temporalmente su puesto, para volver á él cuando el tiempo


hubiera piadosamente borrado la memoria de aquellos suce-
sos. No era Parnell hombre que en lo referente á su propia
conducta, admitiese respetuosas reconvenciones ni amistosos
consejos, y el conñicto planteado por su negativa altanera
y rotunda, divide al partido, resolviéndose sólo con su muerte
acaecida el 6 de Octubre de 1891, cuando apenas contaba
cuarenta y seis años.
La disidencia constituida pocos meses antes de la muerte
de Parnell, con el nombre de «Federación Nacional», tenía
idéntico programa que la «Liga Nacional», continuada des-
pués de la desaparición del j.ife, por los que hasta el fin le si-
guieron; Mac Carthy dirigía la primera, en la que figuraban \
DíUon.O'Brien y Davilt,el leader de la segunda era Redmond, ;
y en las elecciones de 1892 antí-parnelístas y parnelíslas lu- '
chan con encarnizamíenlo; los segundos logran sólo siete '
puestos, los primeros 72. Sin embargo, el ideal autonomista
les era común, y como los 270 home rulers de Mr. Glads-
tone, triunfantes en la Gran Bretaña, no podían compensar
la alianza de los 2G8 ministeriales conservadores con los 47 li-
berales unionistas, las dos ramas irlandesas se unen á los libe-
rales y derriban en una de las primeras sesiones al Gabinete
Salísbury.
El segundo Home Rule bilí, presentado por Gladslone
en 1893, que reducía considerablemente la competencia atri-
buida al Parlamento irlandés en el de 1886, para poner á
salvo los intereses del Imperio, pudo ser aprobado cn la Cá-
mara de los Comunes, pero fracasó en la de los Lores; el an-
ciano estadista propuso entonces á sus ministros que se acon-
sejara á la Reina una nueva consulta al país, y si ella resul-
taba favorable, se reprodujese el bilí rechazado en la Alta
Cámara, reformándola ó disolviéndola si pei'sístía en su ac-
titud, pero los colegas de Mr. Gladstone, menos fogosos que
su jefe, recibieron fríamente su plan, y cuando á conse-
cuencia de ello el gran leader liberal se retiró definitiva-
mente de la vida pública, su sucesor. Lord Rosebery, aplazó
primero y abandonó después la implantación de las refor-
EL PROBLEMA DE IRLANDA 2 9 9

mas autonomistas incorporadas un tiempo al programa del


partido.
Desde el advenimiento de la última situación unionista, la
política irlandesa de los conservadores ha consistido en estu-
diar concienzudamente el problema y simultanear las refor-
mas por ese examen sugeridas, con la mayor severidad para
los perturbadores de la paz pública; en lo agrario ya hemos
visto cómo la reforma tímidamente iniciada el 85 se com-
pletó por las leyes del 88, del 91, del 96 y del 1903; en lo po-
lítico la transformación del régimen local contenida en la ley
de 1898, estaba destinada á ser también la primera de una
serie, fecunda para el progreso de Irlanda.
Las Corporaciones provinciales y municipales son ya pu-
ramente electivas, y para designar sus miembros tienen dere-
cho de sufragio hasta las mujeres; fuera de Ulster, la mayo-
ría de los Consejos de condado ó de distrito, y por ende los
empleos qne de ellos dependen, hasta los más ínfimos, están
en poder de los nacionahstas; la «Liga Irlandesa Unida»,
fundada el 1900, gracias á las gestiones que ya en 1898 ini-
ció Mr. O'Brien para fusionar las dos ramas, rivales desde los
últimos días de Parnell, tiene á sus órdenes toda la vida local
en Irlanda. Esta ley no es autonomista ni podía serlo, por-
que siendo celta de origen la mayoría de los pobladores de la
isla, es decir, perteneciendo á una raza que, independiente,
no tuvo jamás municipios, y sometida se la excluyó de toda
función pública, no estaban preparados para recibir de una
vez la honrosísima pero delicada misión de administrar sus
propios concejos y condados. El omnímodo poder del Board
de administración local, nombrado por.el Virrey, centraliza
cuanto debería ser función autónoma de las Corporaciones
electivas, pero no es lícito negar que el Gobierno unionista,
autor de la ley, previo al dictarla la total exclusión de sus
amigos políticos, dueños hasta entonces de Concejos y Con-
dados, abonando así sn buena fe, mientras la creación de un
Consejo general, compuesto por delegados de las Diputacio-
nes, aunque sin atribuciones concretas, está indicando el
propósito del legislador de ampliar más adelante la reforma.
3 0 0 • VARIA

El Secretario de Irlanda, Mr. Wyndham, nombró Subse-


cretario permanente á Sir Antony Mac Donnell, quien por los
servicios prestados en la India y por su reconocida capacidad
intelectual, poseía ya una categoría superior á la del empleo
que ahora aceptaba. Esta designación del Gobierno unionista
suscitó los comentarios de la prensa y la curiosidad de la opi-
nión, con tanto mayor motivo, cuanto que Mac Donnell, ir-
landés y católico, profesaba además ideas autonomistas. Sa-
bemos hoy, que pocos días antes de su nombramiento, el fu-
turo Subsecretario dirigió á Mr. Wyndham una carta, poste-
riormente publicada, resignándose al sacrificio que por varios
conceptos le impondría la aceptación del cargo ofrecido, si
se le llamaba á cooperar en una nueva política sintetizada
cuestos términos: cmanlener el orden; resolver la cuestión
agraria medíante la venta voluntaría, ó donde ella no se logre,
la fijación de la renta equitativa por algún procedimiento au-
tomáfico, que forzosamente habrá de ser local; coordinar los
organismos administrafivos inconexos, y descentralizarlos;
aplicar á la enseñanza el criterio de Mr. Balfour y facilitar
cuanto sea posible el progreso industrial y el buen funciona-
miento administrativo.»
La respuesta del Ministro á esta carta fechada el 22 de
Septiembre del 1902, comienza así: «Mucho me satisfizo su
»carta; acepto, pues, agradecido el ofrecimiento que me hace,
»y espero de su gestión cn Irlanda, grandes bienes para su
»país. Es cosa, desde luego, convenida entre nosotros, que
»el nombramiento se hace y acepta dentro de las líneas ge-
»nerales y con las condiciones que su carta determina». Para
mayor precisión copia el Ministro el párrafo á que alude,
que es el arriba transciñto.
La al parecer arbitraria y poco autorizada designación de
ocho personalidades, que d i o lugar á la Conferencia agraria,
la publicación de sus conclusiones en Enero del 903, y la ley
del propio año, obra fueron, según público rumoi", de Mac
Donnell, quien mediante oficiosas gestiones, logró dar así co-
mienzo al programa trazado en su caria del 902. Como fruto
de la nueva política, formóse entre los nacionalistas partida-
EL PROBLEMA DE IRLANDA 301

rios de la autonomía á todo trance, y los unionistas intransi-


gentes, enemigos de la más insignificante reforma concilia-
dora, un tercer núcleo: la «Asociación reformista irlandesa»,
presidida por Lord Dunraven, cuyo programa cristalizó en
extenso y detallado informe que lleva la fecha de 26 de Sep-
tiembre de 1904. Rechazando toda idea de autonomía polí-
tica y de Parlamento iilandés, se pide en él, entre otras cosas
de menor importancia, la plena autonomía local y la des-
centralización administrativa, es decir, la devolución á Ir-
landa de lo que le es propio, origen del nombre de devoln-
cionislas adoptado por los miembros de la Asociación, y ade-
más, la creación de dos nuevos organismos, destinado el uno
á elaborar anualmente el presupuesto de Irlanda, que se so-
meterá después al Parlamento imperial, y constituido el otro
con toda amplitud para poder legislar no sólo en materias
de interés local á semejanza de lo que ya se practica en Esco-
cia, sino en otras de orden superior que el Parlamento im-
perial expresamente le delegue, por juzgarle más idóneo para
conocer de ellas y resolverlas.
Antes de la publicación de este programa, apenas el de-
volucionismo se dibujó en el horizonte político, autonomis-
tas y unitarios, conjuráronse para hacerle fracasar; O'Brien,
el autor de la fusión del 1900, uno de los representantes de los
colonos en la Conferencia agraria, que sin abandonar sus
convicciones radicales simpatizaba públicamente con el re-
formismo, fué excomulgado por los jefes de la «Liga irlan-
desa unida» y expulsado del partido, mientras la prensa
unionista extremaba sus ataques contra Mac Donnell y Wyn-
dham, porque solapadamente, según ella, falseaban la polí-
tica que tenían el deber de aplicar. Con ocasión de esta cam-
paña, hiciéronse públicas las cartas antes aludidas, aumentó
el revuelo, y como los siete diputados de Ulster, los únicos
unionistas de Irlanda, pedían la dimisión de Mac Donnell,.
amenazando con una disidencia al Gabine Balfour, muy dé-
bil ya en el Parlamento, el Ministro de Irlanda, el Subsecre-
tario y el devolucionismo, fueron sacrificados para prolongar
algunos meses más la agonizante situación conservadora.
302 VARIA

La «Liga irlandesa unida», triunfaba; hombres eminentes


del partido liberal como M. Morley, y el futuro primer Mi-
nistro Campbell Bannerman, no ocultaban sus simpatías
hacia el autonomismo, concretado por Redmond en la fór-
mula siguiente: «Un Parlamento irlandés y un Poder ejecu-
»tivo responsable ante él»; el programa de Gladstone, aban-
donado por Rosebery, resurgiría en la fecha ya indefectible-
mente próxima del advenimiento de los liberales. Pero los
gritos de júbilo prematuros é imprudentes alarmaron á los
nada escasos ni débiles adversarios de la autonomía política
de Irlanda, que formaban en las fdas liberales, y personajes
como Mr. Asquílh y Sir Eduard Grey, encarecieron en sus
campañas de propaganda la necesidad de no volver al poder
sin una mayoi'ía propia, lo bastante numerosa para prescin-
dir de los 82 votos con que á la sazón contaban, y era natural
que siguieran contando los autonomistas.
Fórmase el Gabinete de Campbell Bannerman con per-
sonahdades de ambas tendencias, y poco antes de las eleccio-
nes, el Premier pronuncia en Sliiding un discurso para pre-
cisar su actitud en el problema de Irlanda. «Si un fervoroso
«nacionalista m e preguntara—dice S i r H e i l r y — c u á l e s m i a s -
»piración, le contestaría que ver en manos de una auto-
»ridad representativa irlandesa el manejo de los inlereses de
»Irlanda. Pero añadiré que si y o fuera ese nacionalista,
»aceptaría lo que me otorgaran en la forma en que m e lo
«otorgasen. Si llegara á ofrecerse á Irlanda una mayor in-
stervencíón del elemento representativo mediante una re-
»forma administrativa, yo aconsejaría al nacionalismo que,
»agradecido, lo recibiera, siempre que resultase compati-
»ble y pudiera conducir á una política mas amplia, sólo en el
»caso de que resultara compalible y pudiera conducir á esa
«política.» Lo retorcido de la frase presidencial no estorba á
su claridad; el Gobierno no podía prometer como tal, las re-
formas que su jefe, obrando por cuenta propia, hubiera otor-
gado, pero ya que no se lograse la autonomía política, los ir-
landeses debían aceptar la administrativa esperando mejores
tiempos.
EL PROBLEMA DE IRLANDA 3 0 3

Si las elecciones de 1906 hubiesen hecho depender la vida


del Gobierno de los votos autonomistas, la actitud de éstos y
la de aquél habría sido, probablemente, diversa, pero como
los 83 autonomistas triunfantes, aun impulsados por el des-
pecho á una monstruosa alianza con los 157 unionistas, y lo-
grando, además, la adhesión de los 51 miembros del Labour
pañi], no podrían oponer más de 291 votos á los 379 de la ma-
yo i'ía netamente ministerial, los jefes irlandeses se resignaron
á posponer sus reivindicaciones radicales para negociar con
el Gobierno la implantación de una política semejante á la
iniciada por Wyndham y Mac Donnell en los para ellos omi-
nosos tiempos del Gabinete Balfour.
Mister John Redmond, leader nominal del autonomismo
irlandés, colaboró personalmente con el Secretario de Ir-
landa para preparar el Irish Council Bill, leído en la Cámara
de los Comunes el 7 de Mayo de 1907; el Consejo irlandés,
se compondría de 82 miembros electivos y 22 nombrados
por el Virrey, y asumíj-ía las funciones de los ocho Consejos
más importantes, entre los 67 que, funcionando con indepen-
dencia unos de otros y sin intervención ninguna del Cuerpo
electoral, componen hoy la caótica administración de Ir-
landa. Ese órgano regional, en el que la parte electiva pre-
dominaba en la abrumadora proporción expresada, estaría
dotado de facultades supremas para todo lo referente á: regir
men local, obras públicas, enseñanza primaria, secundaria,
agrícola y técnica, y concentración parcelaria cn los distritos
congesüonados,ún contar otras atribuciones de menor impor-
tancia, las que el Virrey le delegase en lo sucesivo y las que
ya tenían las Corporaciones locales por virtud de la reforma
del 98. A la disposición del Consejo irlandés se creaba una
hacienda autónoma dotada anualmente con cuatro millones
de libras.
Pero Mi: Redmond es solo un entendimiento, la voluntad
la representan en el partido Mr. Dillon, verdadero cabecilla
de la antigua disidencia contra Parnell, y Mr. Sexton, que,
alejado hace años del Parlamento, dirige el Freeman's Jour-
nal, el gran periódico autonomista de Irlanda. En la Asam-
3 0 4 VARIA

blea que se celebró en Dublin dos semanas después de la]


presentación del Irish Council Bill, la tendencia intransi­
gente representada por estos últimos prevaleció sobre los.
compromisos que el jefe nominal adquiriera; el Gobierno li­
beral nombró Embajador en Washington al Secretario de.
Irlanda, Mr. Bryce, y designó para sustituirle al fracasado
Ministro de Educación Mr. Birrell, quien abandonó el pro­
yecto de su antecesor. Desde entonces la reforma del régi­
m e n político y administrativo de Irlanda, que sigue siendo
tema de debate en el Parlamento y en la prensa, no ha dado
un solo paso en la práctica (1).

VI

ESTADO ACTUAL

Hemos visto en el curso de este artículo (que, con some­


ter á tan ruda prueba la paciencia de los lectores no hace
sino apuntar las causas fundamentales del problema de Ir­
landa), c ó m o la proximidad geográfica de las dos islas deter­
minó, por la diferencia de razas, idiomas y civilizaciones, el
inevitable conflicto, y el no menos inevitable vencimiento del
pueblo celta, representante del particularismo patriarcal y
gregario, frente á la vigorosa organización feudal, triunfante
á la sazón en toda Europa, importada allí por los anglu-nor-
mandos. El arraigo de las instituciones tradicionales, flora
política de aquel suelo, obliga al legislador inglés á procurar
primero la preservación del régimen vencedor por el aisla­
miento y su predominio, después, por la coacción. Cuando
se comprueba la ineficacia de la fuerza de la ley contra la
del número, para sostener las ideas importadas, se importan
personas y se las da el dominio de la tierra, único instru- .

. (1) El mensaje de la Corona, leído el 29 de Enero, después de escrito esto


«rtículo, no anuncia ninguna reforma de carácter político en Irlanda.
EL PROBLEMA DE IRLANDA 3 0 5

mentó entonces del dominio político. Los oprimidos se re-


belan, y por falta de valor para expulsarlos se apela al ex-
terminio en forma de persecución religiosa, porque la fe ha
llegado á ser la mayor característica de ambas razas rivales.
Cuando este propósito se frustra, por la impotencia de unas
generaciones para realizarlo y el voluntario desistimiento de
otras, animadas de un espíritu más humano y tolerante,
cuando las leyes no se dictan ya para una categoría homo-
génea de ciudadanos, sino para dos, separadas por diferencias
de tradiciones, costumbres, condición social, temperamento
y religión, y por abismos de odio, entonces se plantea real-
mente para los estadistas de la Gran Bretaña el problema de
Irlanda.
La solución no puede ser más clara ni más sencilla en
teoría; es preciso devolver á los colonos católicos irlandeses
la libertad religiosa que les arrebataron las Leyes penales, la
propiedad de sus tierras de que les despojaron las plantacio-
nes, y la autonomía, es decir, la facultad de acomodar por sí
mismos sus instituciones á sus costumbres, de que les privó
la legislación asimílista, sólo en momentos difíciles rectifi-
cada por Monarcas y Parlamentos.
La realidad plantea primero la cuestión religiosa, y el tiem-
po que tardan en prevalecer las reivindicaciones católicas se
invierte, no tanto en convencer á los legisladores, cuanto en
infundir en la grey irlandesa, desmoralizada por la opresión,
el espíritu de solidaridad y el hábito de asociación indispen-
sables para el triunfo de las aspiraciones colectivas. Mien-
tras se trató sólo del ejercicio y pubHcidad del culto, y aun
de la igualdad de derechos civiles y políticos, con ser tan
grande la distancia entre la sencillez de la teoría y las difi-
cultades de la práctica, las resistencias se vencieron relativa-
mente pronto, pero cuando no se discutió ya el reconoci-
miento del patente duaHsmo rehgioso, sino su perpetuidad
á través de las generaciones por medio de la enseñanza con-
fesional, la intolerancia recobró todo su poderío, y este aspec-
to de la cuestión religiosa se mantiene aún vivo en Irlanda.
Hasta 1831 las escuelas católicas, toleradas desde algunos
COLTUBA ao
306 VARIA

años atrás, tan concurridas como pobres, no llenan las ne-


cesidades de la enseñanza, mientras las protestantes, casi de-
siertas, monopolizan la protección del Estado y de las Cor-
poraciones locales. E n esa fecha, una ley de Lord Derby or-
ganiza la enseñanza sobre la base de la neutralidad religiosa
en sus dos aspectos, el personal y el docente, pero la reali-
dad se impone, y ni los párvulos de distintas creencias se
mezclan c o m o no sea en los grandes centros urbanos, ni aun
respetándose la prohibición de destinar las horas de clase á
la instrucción religiosa, se pueden llamar neutras las escue-
las. E n el Ulster presbiteriano, en los condados católicos y
en las aldeas en que por raro caso predominan los protes-
tantes, el director de la escuela oñcial es el párroco, que per-
tenece respectivamente á una de esas tres confesiones y aún
cuando la religión se enseña á horas extraordinarias, c o m o
el maestro lo nombra y separa libremente el director, el am-
biente de la escuela subvencionada se hace irrespirable para
quienes no comparten la fe de la mayoría, y la minoría
funda por doquier escuelas libres.
En la segunda enseñanza la igualdad no se logra hasta
1878, merced á la creación de un Board for Intermedíate
Education, que reparte anualmente 60.000 libras entre los co-
legios, privados y libres todos, en proporción á los resultados
obtenidos, que se acreditan mediante exámenes. Pero en la
enseñanza universitaria el privilegio subsiste. La famosa Uni-
versidad de Dublin, creada por Isabel en I59I, Trinity Co-
llege, que reúne entre rentas de bienes propios y subvencio-
nes unas 50.000 libras anuales y envía á Westminster dos di-
putados invariablemente unionistas, es protestante por tradi-
ción y por organización; la Queens University formada e n
1850 por los tres Queens Colleges, que cinco años antes creara
Peel en Belfast, Cork y Galway, estaba destinada á reunir en
sus aulas á la juventud de todas las procedencias, pero la
neutralidad que la ley imponía, produjo m u y pronto, c o m o
n o podía menos, un ambiente irreligioso rayano e n el ateís-
m o , corregido en Belfast, capital de Ulster, gracias á la ho-
mogeneidad presbiteriana del contingente escolar, pero irre-
PROBLEMA DE IRLANDA 3 0 7

mediable en Cork y Galway por la promiscuidad confesio-


nal de los alumnos, é inaceptable para los católicos que se
ausentaron pocos años después, frustrando el propósito del
legislador. Desde entonces los católicos irlandeses no han
cesado de reclamar la creación de un centro de cultura su-
perior, en el cual puedan formarse no sólo los seglares sino
también el clero, principalmente el regular, que dirige los
numerosísimos colegios de segunda enseñanza, donde se
educa é instruye la burguesía católica irlandesa. El Mensaje
de la Corona anunció, para la primera legislatura de las ac-
tuales Cortes liberales, la presentación de un proyecto en ese
sentido, y aun cuando la promesa no ha pasado de tal, todo
hace creer que en breve plazo desaparecerá este último ves-
tigio de las luchas religiosas del siglo xviii, como los demás
desaparecieron (1).
Es cierto que el número y la dotación de las escuelas de
enseñanza prímaida resultan ya insuficientes para las actua-
les necesidades de Irlanda; que las normales distan m u c h o
de la perfección; que el Consejo de primera enseñanza y el
de la intermedia (cuyas facultades habría asumido el Irish
Council si se hubiera aprobado el MU de 1907), son dos cen-
tros burocráticos sin aptitudes pedagógicas; que, en fin, el sis-
tema de recompensar á maestros y profesores, atendiendo
al resultado siempre artificioso de los exámenes, repercute
en los procedimientos docentes y determina la preferencia
del cultivo superficial de la memoria, sobre el intenso de la
inteligencia reflexiva, mermando considerablemente los re-
sultados útiles de la instrucción. Pero estas y otras deficien-
cias cuya corrección se impone, pertenecen al aspecto polí-
tico y administrativo del problema irlandés, no al religioso.
N i siquiera existe ya en Irlanda una iglesia oficial contraria
al espíritu de la mayoría de sus pobladores, pues aunque
desde la transformación del asiento de los diezmos perdiera

(1) En efecto, el y a citado Mensaje de la Corona, de 29 de Enero último,


promete un íill para «mejorar y extender la enseñanza universitaria eu
Irlanda».
308 VARIA

el conflicto planteado por la Reforma su carácter agudo,


en 1869 creyó Gladstone que se imponía el deseslablecimien-
to y la secularización de la Iglesia anglicana de Irlanda y la
privó de sus privilegios políticos, aunque no de sus bienes,
que se desamortizaron y transformaron, ni de su libertad y
autonomía, que es aún mayor después de la separación. L a
cuestión religiosa está, pues, á punto de resolverse.
Ya h e m o s visto también, c ó m o se repara la injusticia de
las confiscaciones agrarias, confiriendo primero derechos á
los colonos, privados de ellos durante siglos, otorgándoles
después una semi-propiedad é iniciando, por último, la re­
paración total, al facilitarles la compra de la tierra que cul­
tivan. Para llevar á feliz término esta obra, más retrasada
que la del restablecimiento de la igualdad religiosa, será pre­
ciso, sin duda, ensanchar los cauces legales existentes, pero
no abrir otros nuevos, lo cual significa que las resistencias,
las prevenciones todas, están ya dominadas. Cuando se dé
cima á esa labor, realizada en su maj'or parte por los conser­
vadores á quienes principalmente perjudica, subsistirán en
Irlanda dificultades agrarias semejantes á las que en casi to­
dos los países de Europa se presentan; pero de las plantacio­
nes, de las confiscaciones, de la abominable espoliación in­
glesa, n o quedará sino el recuerdo histói-ico.
Manliénese viva aún la cuestión política. El protectorado
económico de Inglaterra arruinó á la Irlanda autónoma; la
unión la ha debilitado y empobrecido todavía más mientras
hacía prosperar á Escocia. Las estadísticas son liarlo cono­
cidas para que las transcribamos aquí; durante el siglo xix la
población de la isla se redujo á la mitad, las cai-gas fiscales
aumentaron en proporciones exorbitantes, la emigración
priva anualmente á Irlanda de la flor de su juventud, el nú­
mero de alcohólicos, de idiotas y dementes espanta, los m e n ­
digos pululan, la mortalidad, el número y la clase de las en­
fermedades contagiosas que allí se registran, son impropias
d é l a cultura del Reino Unido, las Corporaciones locales,
sometidas á una burocracia centi-alista, caóticamente des­
organizada, arrastran una vida lánguida, que se ha hecho
EL PROBLEMA DE IRLANDA 309

m á s difícil desde que la implantación del régimen represen-


tativo las trocó en ciudadelas nacionalistas frente al unita-
rismo del Castillo de Dublin, residencia del Delegado omni-
potente del Gobierno central, la justicia civil inquiere, para
fallar, la filiación política de los litigantes, mientras la dife-
rencia en la raiz celta ó sajona de los nombres propios per-
mite á fiscales y abogados defensores adivinar por ella las
ideas del inscripto en las listas de jurados, para recusar á los
contrarios y formar con la mayoría imperante en la locali-
dad respectiva, un tribunal de hecho homogéneo que siste-
máticamente condena á los adversarios y absuelve á los
amigos.
¿Procede todo esto, como afirman los unionistas exalta-
dos, de la incapacidad nativa en los celtas para la vida civil?
¿Es acaso el fruto de tantos años de opresión sajona, enerva-
dora de las espléndidas cualidades que ostentó la Irlanda
primitiva? ¿O es, como los nacionalistas aseguran, la prueba
palpable de la impotencia del Gobierno de Londres y aun dé
toda la mentalidad británica, no ya para resolver sino aún
para comprender el problema de Irlanda?
Ninguna de las tres afirmaciones va, ni puede ir acompa-
ñada de la demostración matemática. Es, sin embargo, n o -
torio, que las varias sociedades separatistas, herederas direc-
tas del fenianismo y del terrorismo agrario, fundadas durante
los últimos años para resucitar el idioma gaélico y el espí-
ritu genuinamente celta en Irlanda, reemplazando con la m o -
derna propaganda intelectual el antiguo empleo de la fuerza|
física, pierden el tiempo y el esfuerzo, no sólo porque Ingla-
terra tiene sobrado espíritu de conservación para n o tolerar
la independencia de Ii;landa y fuerza bastante para impedir-
la, sino porque la sajonización de Irlanda es un hecho inneij
gable, porque su cultura, sus costumbres, sus modas, son ya
las importadas, hasta el extremo de que en las aldeas se con-
sidera irrespetuoso hablar en gaélico á persona de cierta ca-
tegoría social. Evidente es también que el staiu quo, pese á
los fanáticos unionistas de la Gran Bretaña y, sobre todo,,
á los del Ulster, no podrá mantenerse durante m u c h o tiem-J
310 VARIA

po, porque la nación que acaba de mostrar una vez más su


espíritu liberal y su sagaz generosidad legislativa, concedien­
do la autonomía á países cuyos campos mancha aún la san­
gre de los soldados ingleses, no desvanecido todavía el h u m o
de la pólvora empleada cn la conquista, no tardará, no puede
tardar en corregir males más antiguos, más hondos y más
próximos, con los remedios que las circunstancias imperio­
samente demandan.
Eliminadas por inaceptables en teoría é impracticables
además las dos soluciones extremas, quedan en pie las dos
intermedias: el autonomismo integral y el devolucionismo re­
formista, que lejos de resultar incompatible con aquél, sería
en todo caso su natural precursor, y la primera etapa del
camino que conduce á la autonomía política. Por eso no se
explica bien la conducta de los nacionalistas combatiendo
primero la tendencia de W y n d h a m y Mac Donnell, y recha­
zando después el Irish Council Bill; pero todavía se c o m ­
prende menos la del Gobierno liberal, abandonando su pro­
yecto cuando la Asamblea de Dublín le declaró inaceptable
por insuficiente.
Esas reformas, cuya eficacia intrínseca no depende, cier­
tamente, de su mayor ó menor popularidad en Irlanda, ha­
brían despejado para siempre el horizonte. Si con ellas, y las
complementarias que fueran precisas hasta implantar en la
isla la plena autonomía local y la más amplia descentrali­
zación administrativa, no se remediaban los males positivos
que afligen á los irlandeses, fuerza sería pensar en la «polí­
tica más amplia», de que hablaba Sir Henry Campbell Ban­
nerman, en Stirlíng; si, por el contrario, ese primer ensayo
patentizaba ya la incapacidad de los irlandeses para admi­
nistrarse á sí propíos, nadie podría censurar la restauración,
entonces definitiva, del régimen vigente, que los propios ad­
ministrados reclamarían, apenas los efectos del fracasado re­
medio pesaran más que las obcecaciones del amor propio.
Pero si aciertan los devolucionistas, c o m o á esta distancia
parece verosímil por el ejemplo de casos análogos, si Irlanda,
que no piensa divorciar su política exterior de la de Ingla-
EL PROBLEMA DE IRLANDA 3 1 1

térra y con la separación aduanera resnitaría sacrificada,


puede ^dvir feliz y progresar sin ese Parlamento indepen-
diente que lan justificadas alarmas despiei'ta entre los des-
tinados á ser en él una insignificante minoría, y tantos re-
celos suscita en la opinión británica, si la administración
municipal y provincial en manos de los irlandeses resulta,
como probablemente resultará, m u y superior á la actual, por
grandes que sean las inexperiencias y los errores del apren-
dizaje, si desaparece el encono que el desgobierno mantiene
vivo, y las instituciones locales y regionales se amoldan al
temperamento, á las costumbres y á las aspiraciones irlande-
sas, entonces los políticos nacionalistas podrán seguir recla-
mando nuevas y más radicales reformas, pero la masa que
hoy les sostiene, que les da más aún que sus votos el aliento
de la sinceridad y de la justicia de sus reivindicaciones, les
abandonará desarmada y satisfecha, bien avenida con el ré-
gimen unitario que se implantó en 1800, y por pi-ímera vez el
Reino, que sólo irónicamente ha podido llamarse desde en-
tonces, Unido de la Gran Bretaña é Irlanda, formará de ve-
ras una sola nación.
G A B R I E L M A U R A GAMAZO.

Madrid y Enero de 1908.

BlBLIOQRnPin RECIENTE

190S

Hintory of Ireland, por E. A. Dalton, tomo I. (Dublin.)


A Liierary History of Ireland, por Douglas IJyde. (Londres.)
To day and To morrow in Ireland, por St. Gwynn. (Dublin.)
The Irish Land Act of 1903 explained, por J. G. y P. Fotrell. (Du-
bln.)
Euin of Education in Ireland, por P. Hugh O'Dounell. (Londres.)
3 1 2 VARIA

L'Irlande et Vlmperialisme hritannique, artículo de L. Paul-Duboi»


on la Revue des Deux Mondes del 13 de Mayo.
VIrlande, sa langue, sa liberté, artículo d e T h . O'Donnell, en La R«-
*ue de 1." de Junio.

I904.

The Fall of Feudalism in Ireland, por M. Davitt. (Londres.)


Ireland in the New Century, por Sir Horace Plunkett. (Londres.)
Ireland at the Cross Roads, por,Filson Joung. (Londres.)
The Land Conference and its Critics, por W. O'Brien. (Dublín.)

I905

Recollections, por W . O'Brien. (Londres.)


The Crisis in Ireland, por 'el Conde de Dunraven. (Londres y Du-
Win.)
The Philosophy of Irish Ireland, por D. P. Moran. (Dublin.)
Irish History and the Irish Question, por Goldwin Smitli. (Londres.)

1906

History of Ireland, por E. A. Dalton, tomo I I . (Dublín.) •


La Question Agraire en Mande, por Et. Bechaux. (París.) j
Modern Ireland and her Agrarian Problem, traducción inglesa de la
•bra alemana del mismo titulo, de Moritz Bonn, por T. W. Rolleston. [
(Dublin.) ;
The Law of Land Purchase in Ireland, por Waiker y F a r r a n . (Du- i
blín.)
1907

The Outlook in Ireland, por el conde de Dunraven. (Londres.)


Ireland to Day and To Morrow, por E. B. Ivan MüUer. (Londres.)
L' Irlande Contemporaine et la Question irlandaise, por L. Paul-Du-
bois. (París.)
LaLoi agraire irlandaise de 1903, articulo de J. Lecarpentier en la
Revue Politique et Parlementaire del 10 de Noviembre.
Local Governement in Ireland, articulo de Gerald Arbushnot en la
Nineteenth Century and After, de Junio.
The Breakdown in Ireland, dos artículos de W. O'Brien en la misma
Revista, números de Julio y Agosto.
The Evicted Tenants Bill, artículo de Lord Everley en la Fortnightly
Review de Diciembre.
Investigaciones bibliográficas.

Al inaugurar con el presente artículo la serie de los que


en CüiiTUEA E S P A Ñ O L A pensamos dedicar á los estudios bi-
bliográficos en nuestra patria, no nos parece descaminado
entrar en algunas consideraciones respecto á la naturaleza
de la Bibliografía, la importancia que tiene en relación con
la Historia y el fin que perseguimos como objetivo de nuestro
trabajo.
Y para proceder con orden, comenzaremos por dar el ver-
dadero valor al falso concepto, desgraciadamente muy ex-
tendido, en que se tiene á la Bibliografía. Creen muchos que
esta parte, tan íntimamente ligada á ia Historia, es uu mero
pasatiempo de desocupados que entretienen sus ocios en ca-
talogar las obras escritas por tal autor ó impresas en deter-
minada localidad; para los tales que así piensan, el biblió-
grafo es poco menos que un ser digno de lástima, por mal-
gastar el tiempo en fruslerías de nulo ó escaso mérito, y
esta consideración se acentúa, tanto más, cuanto mejores
disposiciones intelectuales revele su trabajo; trabajo y tiempo
que tendrían mejor y más útil provecho dedicados á estudios
de mayor empeño.
Hay otros que consideran al bibliógrafo poco más ó me-
nos como á un librero, con alguna más solidez en sus conoci-
mientos, pero cuya labor, en último extremo, se limita á pu-
blicar catálogos y más catálogos de obras impresas por tal
escritor ó tal tipógrafo, á enumerar las diversas ediciones que
se han hecho de un libro cualquiera y á consignar las varian-
tes que en estas ediciones puedan encontrarse, desde la pri-
mera designada con el nombre de príncipe. Tampoco éstos
3 1 4 VARIA

se forman cabal idea de lo que es y significa la Bibliografía, i


Es ésta, parte integrante de la Historia en todas sus manifes- !
taciones, y por hallarse en estrecha relación con una de las I
expresiones más hermosas y sublimes del pensamiento bu- :
mano, la palabra escrita é impresa, debe ser razonada, sin- i
tética y analítica á la vez, y de condición tal, que al darnos \
á conocer los instrumentos por los cuales se nos comunica la ;
ciencia de nuestros semejantes, debe hacernos comprender su ;
importancia é indicarnos cuáles de entre ellos son los más •
conducentes al conseguimiento de nuestro objeto. ;
El historiador que se conformara con referir la serie de ]
sucesos acaecidos en una nación y en una época, y no hiciera ,
ver la conexión entre ellos, ni indicara cuáles obraron como i
causa y cuáles se siguieron como efecto, qué lecciones de ex- ;
periencia dieron unos en tales circunstancias y qué ense- i
fianza proporcionaron otros; que no procurase eslabonarlos y í
presentarlos á sus lectores ú oyentes, de manera que éstos pu- '
dieran abarcar y comprender el período histórico total en sí [
y en cada una de sus partes; si ese historiador, repetimos, se ;
limitara á narrar los sucesos y no á filosofar sobre ellos, no •
sería historiador en el estricto sentido que hoy damos al vo-
cablo; de la misma suerte no merecería el nombre de biblió-
grafo, el catalogador de libros, el enunciador de ediciones, el j
indicador de variantes que no sintetizase y analizase su obra, ;
formando con ella á modo de un cuadro en que haga resaltar j
el todo distinto de las partes, y éstas diversas entre sí. Y aun j
debe hacer más, debe indicar la infiuencia de las obras que i
describe, bien en la época qué aquellas se escribieron ó en >
tiempos posteriores. ¿No da fundamento bastante sólido para ;
comprender la cultura, pasiones y gusto de toda una época el <
sólo dato de las numerosas ediciones que alcanzaron el Ama- {
dis ó el Orlando? ¿Y no se puede decir lo mismo de los tras- ]
tornos religiosos y políticos que provocaron los libros de Mi-
guel Servet publicados en 1531 y 15.33 «De Trinitatis errori-
bus» y «De christianismi restitutione»? i
Esto no quiere decir que el bibfiógrafo haya de poseer una 1
cultura universal y un caudal inmenso de conocimientos:
m V E S T I G A C I O N E S BIBLIOGRÁFICAS 3 1 5

científicos, literarios y artísticos en todos los ramos del hu-


mano saber; porque-en la generalidad de los casos basta con
una instrucción ordinaria, bien encauzada y conocedora del
asunto, condiciones que han de caminar emparejadas con
una paciencia á toda prueba, incesante asiduidad en el tra-
bajo y atenta observación de los detalles más minuciosos.
Y ya colocados en este punto y considerando el asunto,
desde él podríamos definir la BihUografía, diciendo que es la
Ciencia que tiene por objeto la descripción razonada de los
libros.
Las divisiones de la Bibfiografía son tan varías, como dii
versas son las producciones del ingenio humano; todo lo llena
su espíritu y á todas las ciencias alcanza su acción; y si mu-
cho deben á la Bibliografía todas las ciencias y las artes, aún
le deberán más, el día en que cada aspecto del conocimiento
humano tenga un acabado repertorio bibliográfico donde se
encuentren registrados todos los libros, desde los doctrínales
y de exposición fundamental, hasta aquellos donde se inscri-
ban las mejoras, variantes, datos ó noticias que den luz más
clara sobre un problema, ó acaben una investigación.
Cuanto acabamos de indicar demuestra que no es la Bi-
bliografía ni un pasatiempo de ociosos, ni un oficio de libre-
ro, sino misión trascendental en los que á ella se sientan in-
clinados, y de verdadero auxiliar de las ciencias, las artes y
las letras.
Y concretando nuestro pensamiento y circunscribiéndolo á
la importancia que la Bibliografía puede tener en España,
¿quién negará la importancia de los servicios que puede pres-
tar á nuestra Historia y á nuestra Literatura? ¿Qué obras bi-
bliográficas se han publicado entre nosotros? De carácter ge-
neral son las de Nicolás Antonio, Diosdado Caballero, Méndez,
Gallardo y algunas otras de menor cuantía; pues sin que nues-
tras palabras envuelvan censura para sus autores, y sin que
pretendamos menoscabar su indiscutible mérito, podemos
afirmar que hoy todas ellas son deficientes y susceptibles de
corrección y perfeccionamiento. ¿Pues no merecería bien de
las letras españolas quien las adicionara y corrigiera, dando
316 VARIA

cabida en ellas á las ampliaciones, notas y observaciones que


posteriores estudios han confirmado?
¿Qué provincia española puede jactarse de tener hecha y
completada su Bibliografía? Aun la misma obra de Latassa, la
mejor de todas, indudablemente, es tan imperfecta y tan os-
cura, que necesita numerosas correcciones. ¿Y qué ciudad
española tiene acabada hasta el día la historia de su imprenta
y la bibliografía de sus hijos? ¿Es que se ha llevado á término
en nuestro país la Bibliografía teológica, filosófica, escritura-
ria, patrística, ascética, médica, para no citar otras? Algunas
ciudades, como Toledo y Sevilla, cuentan con sendas mono-
grafías sobre su imprenta; así y todo, son muchos los libros
salidos de las prensas de esas capitales, que allí no se men-
cionan; únicamente la ciudad del Turia posee un estudio aca-
bado, una monografía modelo sobre las imprentas que en
ella han existido; pero ésta es sólo una piedra bien pulida del
hermoso edificio que, á no dudar, levantaran los hijos de Va-
lencia en honor de la rica y hermosa bibliografía de su país.
Y si de las provincias ó ciudades de nuestra España pasa-
mos á las bibliotecas, cuyas tutela y conservación corres-
ponde al Estado, ¿no es acicate poderoso para estimular los
estudios bibliográficos el saber que nuestra Biblioteca Nacio-
nal, una de las más ricas del mundo por su numerosa colec-
ción de incunables y libi-os raros, la riquísima biblioteca de
San Isidro en Madrid, la de Salamanca y otras muchas, ca-
recen de catálogos oficiales hechos con arreglo á lo que los
conocimientos bibliográficos del día exigen?
Es un hecho evidente el abandono en que se han tenido los
estudios de Bibliografía en nuestra patria, y es tauto más sen-
sible cuanto que hombres no nacidos en suelo español, han
publicado obras de verdadero mérito, bien sobre incunables
españoles, bien sobre manuscritos conservados en nuestras
bibliotecas, y acerca de otros cuya enumeración sería larga.
Hoy parece abrirse un horizonte lleno de luz á la Bibfio-
grafía española, y siguiendo los derroteros de lo que en otros
países se hace, aparecen en revistas y en publicaciones suel-
tas trabajos consagrados á los estudios bibliográficos.
INVESTIGACIONES BIBLIOGRÁFICAS 3 1 7

Nosotros, pues, deseando contribuir en la medida de nues-


tras fuerzas á este saludable movimiento, pensamos publicar
en C U L T U E A E S P A Ñ O L A una serie de artículos que podríamos
llamar «Investigaciones bibliográficas». Bien quisiera, el que
la suscribe, ofrecer á los lectores, en esta sección, asuntos de
más enjundia que la que tienen los que con ellas se refieren,
pero de igual manera que reconocemos sería torpeza magna
por nuestra parte iniciar estudios fuera de nuestro plan, y
para los que no contamos con fuerzas suficientes, con igual
sinceridad hemos de presentarnos, y así el lector no podrá
decir para su sayo que sabido se lo tenia y que nuestros pro-
pósitos eran mayores que la empresa. Merced, pues, por la
intención, y eso nos basta.
En algunas ciudades alemanas, situadas en las márgenes
del Rhin, como en Maguncia, verbigracia, las placas indica-
doras de los nombres de las calles son de diverso color, azul
ó rojo, según que las calles sean paralelas ó perpendiculares
al Rhin; el extranjero que conoce este sencillo detalle puede
dirigirse solo á través de la ciudad.
Pues algo parecido á estas placas indicadoras vendrán á
ser estos artículos en lo que á cuestiones bibliográficas se re-
fiere; serán á modo de guías, donde, sin más orden que la que
el mismo articulo requiera, y muchas veces sin conexión unos
artículos con otros, iremos dando cuenta, bien de impresio-
nes raras de un asunto, variantes de impresiones, bien de
listas ó bibliografías de un autor ó de un problema histórico,
literario ó científico, para que aquel á quien interese este
asunto, aquel autor ó tal problema, pueda dirigirse á estu-
diarlo en los libros que de ello traten. Daremos cuenta, si-
quiera sea sumariamente, de todos aquellos libros ó artícu-
los de revistas que, con la especialidad bibliográfica, vayan
sucesivamente apareciendo.
Esta sumaria exposición deja ver lo vasto del progj'ama,
y decimos vasto, porque en España está aún por levantar
el grandioso edificio de nuestra Bibliografía nacional, aun
cuando se hayan trabajado y preparado algunos de los mate-
riales q u e h a n de contribuir á s u construcción.
3 1 8 VARIA

Reciente está la publicación de nuestras notas á la Biblio­


grafía zaragozana del siglo XV.
En los preliminares de la misma, indicábamos que no era
nuestro propósito escribir la historia de la Tipografía, sino de
la Bibliografía de Zaragoza, ó sea describir los libros conoci­
dos hasta la fecha, impresos en la capital aragonesa desde el
ano 1475, en que Mateo Flandro estableció su oficina tipográ­
fica hasta el 1500. Para completar el estudio de la Bibliogra­
fía general zaragozana en aquel tiempo faltan dos partes:
dar noticia de las obras compuestas por escritores zaragoza­
nos é impresas fuera de aquel reino, y de aquellas otras que,
sin haber sido compuestas ni impresas por hijos de aquella
tierra, se ocupen, sin embargo, de asuntos relacionados con
la capital aragonesa en el siglo x v .
Y tomando como materia del presente artículo la primera
de estas dos partes complementarias de la Bibliografía zara­
gozana del siglo XV, vamos á estudiar las obras de escritores
zaragozanos impresas fuera de Zaragoza en el siglo xv, ad­
virtiendo de pasada, que entendemos por escritores zarago­
zanos, no sólo á los que nacieron en la capital aragonesa,
sino también á los que tuvieron por lugar de su nacimiento
alguno de los pueblos hoy enclavados en la provincia zara­
gozana.
Las obras que vamos á describir son producciones de Gon­
zalo García de Santa María, de Andrés de Li, de Martín Mar­
tínez de Ampies y de Francisco Vidal de Noya. También in­
dicaremos algo sobre la traducción de la obra De Religione,
escrita por el abad Isaac de Siria, hecha por Fr. Bernardo
Boíl, á quien consideramos como aragonés, aun cuando no
podemos afirmarlo categóricamente, terminando este trabajo
con algunas palabras respecto del traductor del Esopo.
INVESTIGACIONES BIBLIOGRÁFICAS 3 1 9

GARCÍA DE SANTA MARÍA (Gonzalo).

Título: Euangelios i epis- \ tolas con sus expo j siciones en


romace.
Al ñn: Fenecen los euangelios e epístolas siquí- | er leciones de
los domingos e fiestas solennes | de todo el año, e de los sánelos apos-
tóles e cuan- \ gélistas, mártires, confessores, vírgenes e fina | dos.
e la glosa o apostilla sobre ellos: la qual o \ bra se fizo a fin que los
que la lengua latina igno \ ran, no sean príuados de tan excellente
e mará \ víllosa doctrina, qual fue la de chi'isto nuestro re | demp-
tor escripia en los euangelios. epor que ca- | da vno retraydo en su
casa, despenda el tiempo | ante en leer tan altos misterios, que en
otros li I bros de poco fruto. E fue la suso dicha obra em | prentada
en la nniy noble e leal ciudad de Sa \ lamanca En el año de mil,
ccccxciij. años.\\\ In ómnibus operibus tuis \ memorare nouissima
tua et I in eternum non pecdbis.
Fol. menor.—132 hs. fols. + 6 al fin sin foliar.—Signs. a-q de 8 hs. j
r de 10.—A dos columnas de 48 lineas caaa una.—Letra gótica de dos
tamaños.—Huecos para las capitales, menos la C (fol. III) que es gra-
bada en madera.—Grabados en madera.—Filigrana la mano y la es-
trella.
La descripción precedente está tomada de la que hizo el
docto Bibliotecario de la Universidad de Upsala, Sr. D. Isak
Collijn, y que se publicó en 1906 en la Revista de Archivos,
Bibliotecas y Museos. Como el Sr. Collijn nos ha manifestado
verbalmente que piensa reproducir este magnifico incunable
hasta hace dos años desconocido, y cuyo único ejemplar se
conserva en dicha Universidad, nos abstenemos de entrar en
detalles sobre su descripción, esperando su reproducción para
estudiarlo entonces con más detenimiento.

LI (Andrés de).

Repertorio de los tiempos.—Burgos, 1493, por Fadrique de Ba-


silea.
No se conoce ningún ejemplar de esta primera edición del
Repertorio de los tiempos; pero consta que se hizo en Burgos,
á 21 de Mayo de 1493, por el siguiente testimonio que leemos
320 VARIA — H

e n u n C ó d i c e m a n u s c r i t o d e l Repertorio, q u e se c o n s e r v a e n
la Biblioteca Escurialense: Seüor m u y virtuoso: hauiendo-
a r r i b a complido con su m e r c e d : E p o r e n d e p o r o b r a y studio
del honrrado fadrique alemán de basilea: h a seydo otra vez
a g o r a n u e v a m e n t e con diligencia corregido y e m e n d a d o el
l u n a r i o , p o r q u e s i n r e c e l o d e t o p a r eon a l g ú n i n g e n i o m a l i u o -
lo: v a y a d e s e n b u e l t a m e n t e por todo. E p o r q u e como r e z a V a -
lerio, no h a y ninguna humildad t a n pequeña: que no sea al-
g ú n p o q u i t o t o c a d a d e d u l c e d u m b r e d e g l o r i a : lo h i z o el i m -
primir a sus costas, en aquesta real e magnífica cibdad de
b u r g o s , fue a c a u a d a a . x x i . d i a s del m e s d e m a y o d e l a ñ o
mil. ccccxciij.
L a s anteriores noticias las debemos al dignísimo Bibliote-
caiño del Escorial, Rd. P . Benigno F e r n á n d e z , q u e nos las co-
m u n i c ó v e r b a l m e n t e en este v e r a n o pasado, cuando estuvi-
m o s e n a q u e l R e a l s i t i o , c o n m o t i v o d e e s t u d i a r los i n c u n a -
b l e s z a r a g o z a n o s q u e s e g u a r d a n e n a q u e l l a m a g n í f i c a Biblio-
teca.

LI (Andrés de).

Fol. a i en b.?—En el fol. a í j : Eeportorio délos tiempos, orde-


n a d o por addiciones enel lunario: fecho por a n d r e s d e l i cibdada |
no de §aragoca. Dirigido al m u y magnifico et m u y vir- | tuoso y se-
ñ o r don pedro torrero. | Prólogo. | (CjOnoseida cosa es.... El pró-
logo termina en el v.° del mismo folio.—En el fol. a iij: Comienza el
repertorio délos tiempos. | (E)N aquel tiempo.... El Repertorio pro-
piamente dicho concluye así en el v." del fol. e x : Fenece el reper-
torio I délos tiempos.—Lo restante del libro es la obra de Grano-
llachs, titulada Lunario ó Sumario de a s t r o l o g í a . - E n el fol. dd vj
v.": Señor m u y virtuoso: auiendo a r r i b a cóplido có su merced; en
las cosas q dan algún cumplimiento a la obra presente, lo qual no
solo es prouechoso: m a s m u y necessarío agora nueuamente con di-
ligencia corregido y emendado el lunario. Porque sin recelo de to-/
p a r con algún ingenio maleuolo: v a y a desembueltamento por todo
el orbe. E porque como reza Valerio, no h a y n i n g u n a humildad tü
pequeña: que no sea algún poco tocada de dulcedumbre de gloria:
lo hize imprimir en aquesta real: y magnifica cibdad de Burgos.
F u e a c a b a d a a. xxiíij. del mes de marzo del año. Mili. cccc. x c v .
INVESTIGACIONES BIBLIOGRÁFICAS 3 2 1

Por Juan de Burgos a loor: e alauanga de nuestro saluador y re-


demptor ihesu christo.—El fol. dd vij lo ocupa la Tabla.—El fol. dd
viij en b.
4.°—74 hs. no fols.—Signs. a-b de 8 hs.-c-de lOaa-dd de 8.—Renglón
seguido.—28 lineas en cada plana.—Letra gótica de dos tamaño?.—Ca-
pitales grabadas en madera.
El Único ejemplar conocido de la edición burgense se
halla en la Biblioteca de la Universidad de Madrid. Fáltanle
los tres últimos folios, y los folios a i, a vij y aa i, y los gra-^
hados de los fols. b vij, c ij y c v.
El Sr. Hidalgo, á quien copió Haebler, transcribe el colo-
fón de la obra, y merced á él se ha conservado; porque poste-
riormente ha desaparecido del ejemplar, según se ha indicado.
La edición de Burgos es anterior á la de Zaragoza, pues
ésta se imprimió en Junio, y aquélla en Marzo de 1495. Hain
menciona otra de Burgos de 1493, pero no sabemos si real-
mente se imprimió; quizás se refiera al Lunario de Grano-
Uachs, y no al Repertorio de Andrés de Li, en cuyo caso no
tendría nada de particular que exista una edición del Luna-
rio hecha en Burgos entre las varias que se conocen impre-
sas, sin indicaciones tipográficas.
El ejemplar de la Universidad de Madrid, se halla junta-
mente encuadernado con la obra de Fr. Bartolomé Palazolo,
titulada Martirologio, é impresa en Pavía en 1487.
Mencionan la edición de Burgos, Hain, 13873; Hidal-
go, ap. Méndez, pág. 368, n.° 6 y Haebler, n.° 201.

MARTÍNEZ DE AMPIES (Martin).

Libro del | anticristo.


Al ñn en el r.° del fol. C v: Son acabados los libros del anti- |
christo y judicio final- \ o postrimero \ con el \ sermón delsefwrsan |
Vicente bienauentu \ rado: emprentados \ en la muy noble e le \ ál
cibdad de Surw | gos por maestre Fa \ drique alemán de ba | silea.
Año de Mili \ cccc. xc.vij.

4.°—158 hs, no fols.—Signs. a-n de 8 hs. A-C de 6 y D-G de 8.—Ren-


glón seguido.—28 líns. en cada plana.—Letra gótica de dos tamaños.—
Capitales de imprenta.—Grabados en madera.
CULTURA ai
3 2 2 VARIA

P o r t a d a u n g r a b a d o q u e r e p r e s e n t a á Lucifer y debajo el títu-


lo.—Al y.°: Comíenca el libro del Antícrísto—Introduction.— (S;Era
o r d e n a d o el antícrísto en | . x x x x v . p a r t e s | o capítulos: las | q u a -
les y r a n moralizados i p a | r a el p r o u e c h o . . . . — E n el fol. a i j : Capi-
tulo primero como el p a t r i a r i | cha l a c o b annuncio l si quier h a -
b l a n d o a sus hijos en I | el passo déla m u e r t e : prophetizo el antí-
crísto venidero.—Sigue u n g r a b a d o y debajo: (D)Espues q u e d e x o
el p a t r í a r c h a l a c o b . . . . — E n el v.° del fol. g v j , linea 18: A qui se
a c a b a el libro del anticristo.—En el v . " del fol. g vij h a y u n g r a -
b a d o en m a d e r a q u e r e p r e s e n t a el juicio final, y debajo se lee: Si-
g u e se el libro d e l judicio postri- | m e r o si qnier final: con los quiza
se I I nales q u e h a n de venir a n t e el día | del ju'^ício.—El v.° del
fpl. g vij lo ocupa u n g r a b a d o en m a d e r a . — E n el v.° del fol. g viij:
Comienza el libro del judicio postri | mero i moralisado p a r a p r o u e -
cho délas a l m a s : y es | la p r i m e r a introduction.—En el fol. A j : De-
claración del sermone d e sant Vicente. Sigue u n g r a b a d o , y debajo:
Es opinión de doctores.... A c a b a en el v." del fol. C v línea 12.—A
continuación se h a l l a el escudo del tipógrafo y al lado del escudo
el colofón.—El v.° del fol. C vj en b.—Al v." u n g r a b a d o con la ins-
cripción: Gloriosa dicta sunt de t e ciuitas D e i . — E n el fol. D i. u n
g r a b a d o e n m a d e r a , y al píe: Prologo d e l t r a s l a d a d o r . | Al m u y R e -
u e r e n d o p a d r e en jesu cristo fray H u g o ] maestro déla orden d e
p r e d i c a d o r e s m u y digno I et en | sancta theología m u y a c a b a d o
m a e s t r o , y o su siempre subdito f r a y Alonso.... El prólogo t e r m i n a
en el v.° del fol. D i j — A l v." de éste: Comien§a la c a r t a q u e embio
r a b í I Samuel d e israel por aluolorio d e l a c i u d a d del r e y | de Ma-
rrochos a E a b í y s a a c Doctor l et maestro d e | la Sinoga que esta en
Subjulmeta enel | r e y n o susodicho | enel a ñ o mil del n a c i m i e n t o d e
nuestro señor: t r a s l a | d a d a del a r á b i g o en latin por f r a y alonso
buen hom- | b r e de e s p a ñ a del orden d e p r e d i c a d o r e s . — E n el fol. Gr
viij: A c a b a n se las epístolas de R a b b í | Samuel e m b i a d a s á E a b b i
y s a a c doctor y maestro | de la sinoga.—Debajo se halla el m i s m o
g r a b a d o q u e h a y en el r . ° del fol. g vij .—El v.° del fol. G viij en b .

L a S r t a . M a r í a P e l l e c h e t y el Sr. H a e b l e r , son los biblió-


g r a f o s q u e m e j o r h a n d e s c r i t o l a o b r a del Anticristo, impresa|
en Burgos, n o t a b l e p o r su r a r e z a , y curiosa p o r los g r a b a d o s !
e n m a d e r a c o n q u e e s t á a d o r n a d a . Si s e c o m p a r a n e n t r e sí
las descripciones d e la Srta. Pellechet y del Sr. H a e b l e r , se
observará que la h e c h a por la escritora francesa es m á s de-
INVESTIGACIONES BIBLIOGRÁFICAS 3 2 3

tallada y completa que la del bibliógrafo alemán, y que entre


sí existen diferencias de descripción de los fols. g v j y si-
guientes.
Además en la del Sr. Haebler, se dice que la obra se di-
vide en XXXV partes, en tanto que en la descripción de la se-
ñorita Pellechet, se dice que son x x x x v , como cuarenta y
cinco son las que contiene la edición de Zaragoza de 1496, y
que fué la que sirvió de base á esta de Burgos de 1497.
El único ejemplar existente conocido de la presente obra,
se encuentra en la Bib. Nac. de Paris, registrado con la sig-
natura D 6201.
La mencionan Hain n." 1152"*; Hidalgo, ap. Méndez, pá-
gina 370, n.° 7: La Srta. Pellechet, n." 810 y Haebler, n." 17.

SALUSTIO (Cayo Crispo).

Fol. I en b.?
Al ñn: Fue la presente obra impressa: et acabada en- | la noble
villa de valladolid: por Juan de Bur- ( gos: i de nueuo adicionada.
Fue acabada en quin \ se dias del mes de Febrero. Del año de nues-
tra I saluacion de mili et quinieoitos años. A loor: et | alauanca de
nuestro saluador Jesu cliristo. \ Deo gracias.

8." mlla.—114 hs. no fols.—Signs. a-n de 8 hs. y o de 10.—-Renglón se-


guido.—29 lins. en cada página.—Capitales grabadas en madera. —Apos-
tillado.—Letra gótica de dos tamaños.

Fol. I en b.?—En el fol. a ij: Este libro se llama Salnstio cathi-


11- I nario. el qual fue traduzido de latín en romace ] castellano por
maestre Frácisco vidal de Noya ] en estilo asaz alto et muy ele-
gante, según se sigue. Los hombros (sic) que desean ex- | ceder....
Sigue el texto que concluye en el v." de o viij con el colofón.—El
fol. o X en b.
En el ejemplar que tenemos á la vista faltan los fols. g i, g viij y
o i. También se han suplido á mano los fols. a iij, a vj y viij.
Esta es la segunda edición conocida de la obra de Cayo
Crispo Salustio, cuyo traductor al castellano fué el maestro
Francisco Vidal de Noya. Latassa habla de una edición he-
cha en 1475; refiriéndose acaso, a l a quQ Lamberto Palmar
3 2 4 VARIA

Mzo en Valencia en dicho año; pero esta edición no contiene


la traducción de Vidal de Noya.
Hay ejemplares de esta obra en la Biblioteca Nacional, en
la Colombina de Sevilla y en la Provincial de Caller.
La mencionan el P. Méndez, pág. 332; Latassa (Bib. An-
tigua), tom. 11, pág. 251; Hain, n.° 14235; Salva, n.° 2791;
Toda y Güell, n.° 59, y Haebler, n.° 595.

DÍAZ (Manuel).

Al fin: Son acabados estos dos libros de alhey \ teria de assazpro-


uecho para los ricos et quien menos puede. Son impremidos enla
noble I villa de valladolid \ en postrimero de septi \ embre\ del año
de Mili, et quinientos años [ Fue impresso por Juan de burgos A
loor I et gloria de nuestro saluador jesu cristo.
4.°—132 hs. fols.—Slgns. A-a-o de 8 hs. y p-qde 6.—Renglón seguido.—
30 líns. en cada plana. —Letra gótica de dos tamaños.—Capitales impre-
sas.—Grabados en madera.
E n el fol. A i: Comienga la t a b l a del libro presente de al | b e y -
t e r i a , por lo q u a l . . . . L a t a b l a ocupa todo el pliego de l a s i g n a t u r a
A.—En el fol. a i: u n g r a b a d o q u e r e p r e s e n t a los doce signos del zo-
diaco con u n caballo en el centro d e ellos, y debajo este título: Li-
bro d e I a l b e y t e r i a 1 e m e n d a d o et corrigido et a ñ a d i d a s en el se |
senta e t n u e u e p r e g u n t a s . — L a o b r a c o n c l u y e enelv.°delfol. C X X I I I I ,
línea 1 1 .
Nos hemos visto precisados á copiar l a precedente descripción
de la Bibliografía Ibérica del siglo XV, escrita por el Sr. H a e b l e r ;
p o r q u e no hemos podido d a r con n i n g ú n ejemplar, n i a u n con el
q u e se supone existente en l a Biblioteca d e l a U n i v e r s i d a d Matri-
tense. E x i s t e u n ejemplar de esta o b r a en la Biblioteca P r o v i n c i a l
de E v o r a , falto de los fols. 1 y I I .
Lo m e n c i o n a n G a l l a r d o , n ú m e r o 2.059 ¡y H a e b l e r , n ú m e r o 208.

B O Í L (Bernardo).
Fol. A i en b.?
AI fin: Finitus hic líbellus apud sanctum Cucu | fatum vallis
Áretane. xxix, nouemris. { Anni. d, M. cccclxxxix.
4.°—182 hs. no fols,—Signs.—A de 10 hs.—B de á-a-r-i-t-s de 8 hs.
INVESTIGACIONES BIBLIOGRÁFICAS 3 2 5

y t de 10.—Renglón seguido.—22 lins. en cada plana.—Letra gótica de


nn tamaño.—Capitales grabadas en madera.
Pol. A i en b.?—En el fol. A ij: Prologo. | Al venerable | y m u y
v i r t u 1 oso varón: mossen Pedro | ^.apata Arcipreste de Da- | roca.
El pobre de virtudes | fray Bernal boyl indigno | sacerdote hermi-
tanyo délas m o n t a n y j as de nuestra señora de Monserrate sa- | lut
acrescentamiento de virtudes en | aquel que es v e r d a d e r a salut.—
El prólogo termina en el v.° del fol. B ij.—En el fol. B iij: Aquestos
son los capítulos délas co | sas que eneste libro llamado Abbat
ysach | se t r a t a n . Aun queen cada vno muchas | cosas se contienen l
y más por menudo.—Este índice acaba en el v." del fol. B iíij.—En
el fol. a i: Ysaac de Eelígíone.—El v." en b.—En el fol. a ij co-
mienza el texto que termina en el v." de t x.—El v.° en b.

L a presente obra ofrece algunas dificultades de solución


difícil. ¿Quién la imprimió? Punto es este que no se pondrá
en claro, mientras no se encuentre algún otro libro impreso
en el Monasterio de San Cucufate, que diga manifiestamente
el nombre del tipógrafo. Desde luego, puede afirmarse, que
los caracteres de la obra no tienen parecido con los de nin-
gún otro incunable español, y como dice muy bien el Sr. Hae-
bler, son casi idénticos á los que empleó i J u a n Hurus en sus
producciones zaragozanas. Nótese que el bibliógrafo alemán
no afirma que sean idénticos, sino casi idénticos á los mayores,
esto es, á los de mayor tamaño usados por Hurus. Los carac-
teres en que se halla impresa la obra del abad Isaac, tienen
tanta semejanza con los del impresor de Zaragoza, que n o s -
otros no hubiéramos vacilado en sostener que procedían de
las oficinas zaragozanas, sino constase con toda claridad el
lugar de impresión en el colofón del libro.
¿Imprimió la obra Juan Hurus? No; porque si bien los ca-
racteres parecen suyos, es evidente que no pudo imprimir en
dos lugares distintos á la vez, es decir, en San Cucufate y en
Zaragoza; ya que en la capital aragonesa imprimió en el
año 1489 las Fábulas de Esopo y Las Trescientas de Juan de
Mena, precisamente en el mismo año en que se publicaba la
obra de Eeligione en San Cucufate.
Acabamos de indicar que los caracteres tipográficos de la
3 2 6 VARIA

obra que describimos, parecen de Juan Hurus: intencionada-


mente subrayamos el vocablo parecen, por la sencilla razón
de que nada tendría de extraño el hecho de que Pablo Hurus
hubiera vendido los tipos con los que imprimió Los Evangelios
y Epístolas de Gonzalo García de Santa María, y el Misal Za-
ragozano de 1485, y que estos tipos los hubiera adquirido el
impresor anónimo del Monasterio de San Cucufate. Esta opi-
nión nuestra explica sin violencia la procedencia de los tipos,
en tanto que la opinión del bibliógrafo alemán Sr. Haebler,
da á entender que, ó los tipos seguían siendo de Juan Hurus,
ó que éste se desprendió de ellos al instalarse en Zaragoza,
es decir en la época en que más los necesitaba.
Y aún queda otra duda por aclarar referente á este libro:
¿Era aragonés el que la tradujo del latín al castellano? Lata-
ssa, cree que sí, y se funda para creerlo, en que el apellido
Boíl es de origen aragonés, por haberlo llevado algunos mon-
jes aragoneses que florecieron é ilustraron su apellido y vi-
vieron en los Monasterios de Cataluña, y además de esto, la
obra misma va dedicada á mosen Pedro Zapata, natural de
Aragón. Estas conjeturas no son convincentes, y serán á lo
sumo más ó menos probables: el hecho cierto es que Bernar-
do Boíl tradujo la obra en Aragón, como lo dan á entender
algunas palabras del prólogo en el cual dice que la traslada
del latín al aragonés, ó si más quieres (habla á D. Pedro Za-
pata), al castellano; pero no al castellano usado en la corte,
sino al común y llano según la gente y tierra donde moramos.
Esta circunstancia y el marcado sabor aragonés que se nota
en su obra, hacen que tengamos á Bernardo Boíl por nacido
en Aragón, y acaso en el territorio de la Encomienda de Al-
cañiz ó en el de Valderrobres, donde ha sido y es común el
apellido de Boíl.
Mencionan esta obra Nicolás Antonio (Bibliot. Vettis),
tom. II, pág. 328, n.° 774; el P. Diosdado Caballero, pág. 27,
n.° LXVI, donde reproduce algunos datos biográficos del tra-
ductor; el P. Méndez, pág. 318, n." 2; Latassa (Bib. Antigua),
tom. II, pág. 287; Hain, n.° 9268; Gallardo, n.° 1419, y
Haebler, n.° 325.
INVESTIGACIONES BIBLIOGRÁFICAS 3 2 7

Como conclusión de este trabajo bibliográfico vamos á de-


cir dos palabras acerca de la Fábulas de Esopo. La traduc-
ción de este libro al castellano atribáyenla comunmente los
escritores aragoneses al infante D. Enrique de Aragón, hijo
de D. Fernando I el Honesto y de dona Leonor de Castilla.
Esta afirmación, ajuicio nuestro, no pasa de la categoría de
sospecha más ó menos fundada, porque las palabras del pró-
logo en que tales escritores basan su manera de pensar, indi-
can solamente que la traducción se hizo para el uso del men-
cionado Infante, es decir, para entretener los ocios de su in-
fancia. Así parecel) indicarlo también estas expresiones de
Latassa: «Como parece que jamás se quiso aclarar, que el
Infante fué autor de este libro (tampoco se le adjudica á otro
autor), en el prólogo parece que se hizo para su uso» (I).
Como por otra parte, el Infante murió en el año 144B, esto
es, cuarenta y cuatro años antes que Juan Hurus imprimiese
la obra del fabulista griego, y á nosotros no nos ha sido po-
sible encontrar argumentos más sólidos para atribuir en defi-
nitiva la traducción de las Fábulas al Infante D. Enrique, no
creemos conveniente describir la edición de las Fábulas, he-
cha en Burgos á 22 de Agosto de 1496, por Fadrique de Basi-
lea, y cuyo único ejemplar conocido se conserva en la Biblio-
teca Nacionaí de París. Quédese, pues, para los bibliógrafos
bui'galeses el describirla, 5^ el averiguar si se hizo una edi-
ción en Tolosa de Francia, que juntamente con la zartigoza-
na sirviera de base para la edición de Burgos.

(1) Latassa (Bibliot. Antigua), tomo II, pág. 186.


3 2 8 VARIA

O b r a s bibiográficas recientemente publicadas.

Apuntes | de | libros y folletos impresos en España y el Extranjero | que tratan


expresamente de | CUBA ] Desde principios de) siglo xvii hasta 1812 | y de las [
Disposiciones de Gobierno | impresas en la Habana desde iy53 hasta 1800. |
Con varios apéndices c índice | por | Luis M. P É R E Z : | A. M. (Michigan) | T i -
rada de 25o ejemplares | Habana | Establecimiento tipográfico de C. Martínez
y Compañía | O'Reilly Numero i j . | 1907—4.°—XVI -J- 62 + 16 págs.-|-4 hs.
de índice.

El autor del presente librito, como él mismo llama á sü trabajo biblio-


gráfico, con sinceridad que le honra y predispone el juicio en favor suyo,
confiesa en el Prólogo, que no ha visitado algunas importantes Bibliote-
cas de los Estados'Unidos, ni las grandes Bibliotecas y Archivos de Es-
paña é Inglaterra, ni las de Méjico y la América del Sur. Por este mo-
tivo no es de extrañar el hecho de que sean t a n pocas las obras descri-
tas en esta bibliografía, y que justifique el nombre de apuntes que le da
el autor; sin embargo de ser escaso el niimero de estos apuntes, no dejan
de ofrecer cierto interés algunos de ellos, si se les considera desde el
punto de vista histórico. De todas suertes, siempre será de alabar la in-
tención del Sr. D . Luis M. Pérez, que los imprimió apesar de las obser-
vaciones que le dirigieron varios amigos, de que perdía el tiempo, porque
en Cuba á nadie le interesa esta clase de estudios. No diremos que en Es-
paña á nadie interesen los estudios bibliográficos, pero sí afirmaremos
que todavía hay muchos que consideran tiempo perdido el consagrado á
los trabajos de Bibliografía, porque ignoran el mérito é importancia de
t a n laboriosa ocupación.

El Vocabulario Araucano de 1642-1643 | con notas críticas i algunas adiciones |


á las Bibliografías de la lengua Mapuche | por | R, R. Schuller. | Santiago de
Chile I Imprenta Cervantes | Bandera 5o | 1907.—4.°—286 págs. y un mapa
de Chile al fin.

La presente obra es una de las mejores que se han publicado sobre


las bibliografías de lenguas indias sud-americanas. Se divide en dos
partes: la primera comprende el glosario mapuchee, copiado fielmente de
la edición original de la obra Eerum per Octenium in Brasilia et al ibi
nuper gestarum, publicada en 1647, por el poeta holandés Gaspar v a n
Baerle. L a segunda parte es u n a colección de notas para u n a Bibliogra-
INVESTIGACIONES BIBLIOGRÁFICAS 3 2 9

fia mapuche. E n esta segunda parte, la más interesante en su aspecto


bibliográfico, se da noticia de CCLXXXIV obras referentes á libros que
t r a t a n ó contienen materias relacionadas con la lengua de los Arauca-
nos. El autor, no se limita solamente á describirlas, sino también á for-
mar juicio crítico acerca de ellas, á rectificar algunas opiniones que en
ellas se exponen, y á corregir los defectos ó erratas que en las mismas
se encuentran. Adornan el texto algunos facsímiles de portadas de los
mencionados libros, y el autor ha tenido gusto en la elección de los tipos
y del papel para la impresión de su obra, que será siempre u n a buena j
fuente bibliográfica de vocablos y libros relativos á las lenguas indias;
de la América del Sur.
La edición ha sido limitada y sólo se han hecho cien ejemplares del
libro.

Bibliografía p e d a g ó g i c a hispano-americana.

A expensas del Estado ha comenzado á imprimirse en Madrid una


Bibliografia de obras pedagógicas escritas cn castellano ó traducidas á
este idioma, original de D. Rufino Blanco, Regente de la Escuela Normal
Central de Maestros.
Esta obra, que ha sido premiada por la Biblioteca Nacional, contiene
la reseña bibliográfica completa de más de tres mil libros de Pedagogía,
con la crítica de su mérito pedagógico y copia de los pasajes más cara-
terlsticos de las obras importantes.
La Bibliografia pedagógica del Sr. Blanco será una verdadera Bi-
blioteca crítica de Pedagogía hispano-americana, que constará de dos
voluminosos tomos en 4.°, esmeradamente impresos.
El precio de ambos tomos, encuadernados en piel (á la española), será
d e 25 pesetas.
L a impresión de la obra se terminará en este año de 1908.
...JjJAN M . SÁNCHEZ.
L I B R O S RECIBIDOS

Aslanian (D.): Les principes de l'évolution sociale. Paris, Alean, 1908.


— Bartrina (M.): Perpetuines. Bib. pop. de L'Aveng. Barcelona, 1907.
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38 6 Gruelin Gmelin
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