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IEBBP, Madrid

ESTUDIO DE HECHOS 4.23-37

1. La actitud de los Apóstoles y la respuesta de la congregación (4.23-31)

a. Al salir los apóstoles “vinieron a los suyos” (v. 23) en busca de abrigo, consolación y
consejo,; Lucas vuelve a mostrar el valor de la koino̅ nia para la extensión del evangelio.
Toda la iglesia está involucrada en la labor de ser testigos, no solamente sus líderes.
Además, el relato que Pedro y Juan producen no está centrado en el milagro, ni en el
regocijo del pueblo o la respuesta de las circunstancias. El tema central es: “lo que los
principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho” (v. 23).

b. La respuesta de la iglesia en oración. No nos cuenta el relato si hubo debate, si se


organizó una asamblea, muy por el contrario hubo una respuesta unánime. La oración
no es el origen de un movimiento sino el resultado. La oración comienza con la
observación de nuestra limitación y mira a la inextinguible riqueza de Dios.

(1) Adoración. La multitud levantó unánime la voz a Dios. No es un vocerío donde todos
oran juntos y cada uno tiene su versión propia, en cuyo caso la unanimidad se limita
a que todos hablan al mismo tiempo y no a la oración. La iglesia ahora está unánime
en el sentir. Es un concierto de corazones y no de voces. Lo primero que pronuncian
es: “Soberano Señor”, que es la manera en que el esclavo reconocía la autoridad de
su señor y dueño. Saben que la iglesia no es una comunidad dependiente de la
religión sino del Señor.

(2) Poder

En primer lugar antes de iniciar la petición comienzan la oración con un


repaso sobre la actividad que los ayuda a confirmar la soberanía divina;
creen en su poder creador. No vemos toda la creación, pero lo que vemos
nos ayuda a entender lo pequeños que somos frente a su inmensidad
(Romanos 1:19–20). Si así es lo creado, ¿cómo será el Creador?

En segundo lugar, creen que es revelador porque habló por boca de David
(Salmo 2:1–2) mostrando la convulsión de naciones en contra del Ungido,
cosa que ocurrió en parte en aquellos días y en parte aún es futura
(Apocalipsis 19:15).

En tercer lugar, creen que la historia está en sus propósitos (Isaías 46:10). El
es el Señor de todo lo que sucede y cada acontecimiento tiene su razón
aunque nosotros la desconozcamos. Aquellos hermanos comprendían que lo
que Herodes Antipas había protagonizado junto a Pilato, era parte de lo que
Dios había determinado de antemano (veamos 2:23; 3:18). El convencimiento
de que los hombres actuaban de acuerdo al propósito de Dios, da tal
confianza en ellos que lo que se disponen a pedir es ayuda para no ser
obstáculo en el cumplimiento de esos planes.

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(3) Petición

En primer lugar, “mira sus amenazas” (vv. 17, 21, 23); no que los juzgue sino
que los tenga en cuenta. No muestran ni ansiedad ni temor. No ruegan por
ellos sino por la causa de Dios.

En segundo lugar, “concede a tus siervos …” El valor, la intrepidez o la


osadía para testificar son provisión de Dios. Nosotros ponemos nuestro mejor
saber y entender a disposición de Dios, y él da lo que nosotros no poseemos:
“hablar con denuedo” (veamos 4:13; 13:46; 14:3; 19:8). Habían utilizado lo
que Dios les había dado, en consecuencia solicitan más.

En tercer lugar, “mientras extiendes tu mano que se hagan sanidades”. La


mano es un emblema de poder, y el evangelio es “la mano” o el poder de
Dios para salvar, para crear, para proveer.

c. La respuesta de Dios

(1) “Cuando hubieron orado el lugar … tembló” como si hubiese sido un terremoto,
señal de la respuesta inmediata de Dios (2:2). La oración había sido genuina, unida,
creyente, sincera y específica. En consecuencia, cuenta con la asistencia de Dios.

(2) A la señal visible, se le suma la invisible. Reciben una provisión fresca del Espíritu
Santo. Ya tenían el Espíritu, pero reciben una provisión extra. Ahora todos hablaron
la palabra con denuedo. No sólo la plenitud del Espíritu sino además la plenitud de
los miembros y la plenitud del mensaje (v. 32).

2. La unidad produce bendiciones (4.32-37)

a. Notemos que después de finalizada la oración y los primeros efectos también se


verifican en otras formas de la bendición de Dios:

(1) Nuevos convertidos: El sanedrín prohibió que dos hombres predicaran, pero ahora
Dios prepara miles. Como consecuencia Lucas habla de “la multitud de los que
habían creído” (2:6; 4:32; 5:14, 16; 6:2, 5). El plan de la salvación se vigoriza
cuando todos testifican; así llegamos a la “multitud”.

(2) Más personas unidas: La iglesia no es un círculo social donde las cosas unen:
comida, deporte, pobreza, riqueza, trabajo, etc. La iglesia es una comunidad diversa
unida por el Espíritu Santo, con la característica singular de “un corazón y un
alma”—una misma manera de experimentar a Dios y un mismo deseo de vivirlo.

(3) Profundas evidencias de la comunión: “Ninguno decía ser suyo propio nada de lo
que poseía …” (v. 32). Esta manifestación de la comunión es la evidencia más
completa de que la obra de Dios se continuaba profundizando (Filipenses 2.1-4).

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(4) Renovado poder apostólico: “Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la
resurrección”. Ya vemos el resultado de la oración (v. 29). También vemos que Dios
desaprueba la posición de los religiosos y el evangelio recibe un impulso
extraordinario.

b. “Era de un corazón y un alma” (v.32)

(1) Esta concordia de corazón y de alma encontró su expresión en la renuncia


desinteresada a toda propiedad personal, cuando la necesidad del prójimo lo
reclamaba. Era un comienzo voluntario (que no estaba prescrito por ninguna ley
y ni se exigía por coacción alguna) producido de un amor fraterno suscitado por
la experiencia de la salvación y por el ejemplo de Cristo. Todos eran libres para
hacer con su propiedad lo que quisieran. Pero también se tiene cuidado en decir
que «nadie consideraba propio nada de lo que poseía, sino que todo lo tenían en
común».

(2) Cómo podemos entender ésta experiencia; veamos que la clave aparece en las
declaraciones sobre la comunidad de bienes versículo 33: «Con gran fortaleza
los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y abundante
gracia había en todos ellos.» Con estas palabras se indica lo que interiormente
los movía a entregar lo que poseían y vender tierras y casas. Los que llegamos a
conocer la verdad de la salvación como desde una remota lejanía en forma de
doctrina externa ¿seríamos capaces de sumergirnos en la fe viviente de los
primeros días? Realmente tiene que haber sido una impresión emotiva que los
apóstoles como testigos de la resurrección comparecieran ante los hombres y su
testimonio fuera corroborado por Dios con señales y prodigios. Una comunidad
no es realmente cristiana cuando hay una ley que obliga a compartir, sino
cuando el compartir es algo que sale del corazón.

(3) Hemos podido notar tres cosas de los primeros cristianos.

Tenían un vivo sentido de responsabilidad de unos con otros.


“no había entre ellos ningún necesitado” (v.34)
Y esto despertaba en ellos un deseo verdadero de compartir todo lo que
tenían. No compartían porque se les impusiera, sino espontáneamente.

(4) En esta práctica se encuentran principios cristianos tremendos, nos enseña una
cooperación voluntaria, no en base a una conformidad externa, sino más bien
por un deseo interno.

La unidad interior: “La multitud … era de un corazón y un alma …”.


Las evidencias externas: “Ninguno decía ser suyo propio nada …”

(5) Nos recuerda la oración de Jesús (Juan 17.20-21)

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí
por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo
en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me
enviaste.”

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