Sei sulla pagina 1di 7

LAS ENFERMEDADES PUEDEN TRATARSE BIOENERGÉTICAMENTE SIN

NECESIDAD DE FÁRMACOS
James Oschman
El investigador norteamericano James L. Oschman -experto en Biología Celular,
Biofísica y Fisiología- sostiene que la ciencia puede explicar cómo la electricidad y los
campos magnéticos de nuestros órganos fluyen desde nuestro cuerpo y pueden
interactuar con el de los demás, tanto a nivel local como a distancia.
Invitado al Congreso Internacional de Quantum-Salud recientemente celebrado en
Barcelona cautivaría a los asistentes por su convencimiento de las posibilidades
terapéuticas que tiene el mero contacto íntimo del hombre con el planeta.
Oschman lleva años investigando y enseñando en los ámbitos de la Biología Celular, la
Biofísica y la Fisiología en importantes centros y laboratorios de la Universidad de
Cambridge (Inglaterra), la Universidad Case-Western Reserve de Cleveland (Ohio,
EEUU), la Universidad de Copenhague (Dinamarca), la Universidad Northwestern de
Evanston (Illinois, EEUU) y el Laboratorio Biológico Marino de Woods Hole
(Massachusetts, EEUU).
Durante dos décadas su especialidad fue el estudio de la microscopía de electrones, la
estructura microscópica y la función de los diversos tipos de células y tejidos, hasta que
un doloroso problema de espalda cambió su vida.
Para curarse usó la técnica conocida como Rolfing siendo el médico que lo atendió
quien encendió su curiosidad por la “energía curativa”.
Oschman se preguntó entonces por qué los diversos e importantes descubrimientos que
le contaban sobre las terapias energéticas nunca eran objeto de cursos o seminarios en
los círculos académicos, por qué nadie en esos ámbitos quería hablar de la energía
manejada por sanadores como herramienta terapéutica.
Su búsqueda de respuestas acabó llevándolo a explicar en lenguaje académico las bases
de lo que muchos denominan aún Medicina Energética ignorando que toda terapia tiene
sus raíces en los comportamientos bioeléctricos que a nivel celular se producen a cada
milisegundo.
Decidió centrarse inicialmente en el estudio de los campos magnéticos y biomagnéticos
por ser éstos indiscutibles y relativamente fáciles de medir. Un trabajo que sin embargo
le llevó años y dio lugar a multitud de artículos y conferencias que finalmente plasmaría
en los libros “Medicina Energética: su base científica” y “Energy Medicine in
Therapeutics and Human Performance” en los que brinda la base teórica para explorar
la Fisiología y la Biofísica de las denominadas medicinas energéticas. Para Oschman la
base científica que sustenta la medicina clínica moderna es la misma que explica la
existencia del aura o cuerpo energético.

LOS ELECTRONES DE LA TIERRA Y LOS PROCESOS INFLAMATORIOS

Antonio Muro: -Doctor, tenemos entendido que según sus investigaciones el flujo de
electrones procedente de la tierra que causa una clara sensación de bienestar al andar
descalzos sobre la hierba o la arena de la playa ayuda terapéuticamente hasta en los
procesos inflamatorios. ¿Cómo es eso posible?

James Oschman: -Son cada vez más los investigadores que consideran que la mayor
parte de las enfermedades tienen su origen en procesos inflamatorios provocados por
radicales libres y eso conecta las enfermedades crónicas con una situación que es
describible en términos electrónicos o energéticos. Un radical libre es una molécula a la
que le falta un electrón. Y sus efectos destructivos se explican en términos de rápidas y
violentas reacciones que tienen lugar cuando las cargas eléctricas se redistribuyen entre
las moléculas. Violentas reacciones que rompen los enlaces químicos responsables de la
integridad de las paredes celulares de las bacterias, las membranas celulares, afectan al
ADN, dañan el tejido conectivo y otras estructuras... Un ejemplo apreciable a simple
vista de esa reacción violenta la vemos al encender un fósforo pues la llama es el
proceso a través del cual el oxígeno rompe los electrones de los enlaces que mantienen
unidos las moléculas liberando calor y luz. Todos estamos asimismo familiarizados con
otro proceso similar aunque un poco más lento: la “quemazón” que tiene lugar cuando
experimentamos el calor, enrojecimiento, hinchazón, dolor y pérdida de movimiento
que suelen acompañar toda respuesta inflamatoria.
Bueno, pues diversas investigaciones -que cito en mis artículos y libros- demuestran que
hay rápidos y profundos efectos antiinflamatorios en el hecho de restablecer y mantener
un contacto eléctrico natural entre la tierra y el cuerpo humano. Dado que la
inflamación es consecuencia de un déficit de cargas negativas cualquier mecanismo que
aporte electrones en el lugar donde se desarrolla una lesión disminuye la probabilidad
de que se inicie un ciclo de inflamación persistente. De hecho los medicamentos
antiinflamatorios y los antioxidantes son moléculas cargadas eléctricamente que
permiten transportar gran cantidad de electrones capaces de reducir el nivel de radicales
libres en los lugares donde se desarrolla la inflamación. El problema es que esas
moléculas antiinflamatorias pueden a su vez convertirse en radicales libres una vez
donan sus electrones para neutralizar los radicales libres. Además los procesos
metabólicos necesitan retirar el antioxidante que ha renunciado a su electrón y eso
plantea nuevas exigencias al sistema energético del organismo. Nuestra hipótesis es que
los electrones libres, sin embargo, pueden actuar directamente sobre los radicales libres
sin las desventajas de las sustancias químicas antioxidantes. Y eso ocurre cuando
nuestro cuerpo entra en contacto con la tierra que es una gigantesca fuente natural de
electrones libres. En suma, los electrones libres actúan como antiinflamatorios y sin
efectos secundarios.

A M: -En tal caso la tierra es una fuente inagotable de “antioxidantes”…

J O: -Nadie puede discutir científicamente que la superficie de la tierra posee una


ilimitada y continúa renovación de electrones libres. La superficie de la tierra es
conductora de electricidad y mantiene un potencial negativo. Existen tres generadores
eléctricos en el circuito global atmosférico: el viento solar que penetra en la
magnetosfera, el viento ionosférico y las actividades meteorológicas. Es verdad que la
conductividad de la tierra varía según el lugar y depende del agua y de su contenido en
minerales así como de la vegetación y otros factores pero éstos tienen relativamente
poco efecto sobre la capacidad de absorción de electrones mediante el contacto con la
tierra. En pocas palabras, la tierra es una fuente de electrones y el sistema inmunitario
funcionaría mejor si estuviéramos más en contacto con ella -es decir, descalzos- durante
largos períodos de tiempo. El día en que empezamos a usar calzado nos aislamos de ella
y desde entonces los niveles de estrés han aumentado y los de inmunidad han
disminuido.

A M: -¿Cómo pueden los electrones libres procedentes del campo terrestre fluir hasta
los lugares dónde se están desarrollando procesos inflamatorios?

J O: -Existen estructuras de conducción de electricidad entre la superficie de la piel y


los órganos y tejidos internos que hoy se utilizan en una amplia variedad de dispositivos
de diagnóstico; como el electrocardiograma y el electroencefalograma. Estas técnicas
utilizan electrodos en la superficie de la piel para detectar campos eléctricos generados
por el corazón y el cerebro, respectivamente. Obviamente si hay un camino de
conducción desde un órgano interno a la superficie de la piel el circuito trabaja también
en la dirección opuesta, desde la piel hasta el órgano. Por otra parte, la conducción
desde la piel hasta el interior del cuerpo está también demostrada por el éxito de
diversas terapias que utilizan microcorrientes y frecuencias específicas. Esto da
significado a una amplia gama de modalidades terapéuticas que ofrecen electricidad al
cuerpo o que pueden provocar movimiento de los electrones dentro del organismo. Es
posible que muchos de los beneficios de las terapias energéticas así como de los
diversos dispositivos de medicina energética deban en parte su capacidad al hecho de
que facilitan la movilidad y capacidad de los electrones para penetrar en las zonas
inflamadas neutralizando los radicales libres que contribuyen a tantas enfermedades
crónicas.

A M: -¿Podría explicarnos qué entiende usted entonces por Medicina Energética?

J O: -En cierto sentido, toda medicina es medicina energética. La Medicina Energética


implica la comprensión de cómo el cuerpo crea y responde a campos eléctricos,
magnéticos y electromagnéticos -incluyendo la luz y el sonido- así como a otras formas
de energía como el calor, la presión, la energía química y elástica o la gravedad. Los
médicos y científicos que reaccionan negativamente ante el concepto de Medicina
Energética olvidan que hay muchas tecnologías médicas que utilizan diferentes formas
de energía para el diagnóstico y tratamiento. Los rayos X y la resonancia magnética se
hallan en la categoría del diagnóstico. Las medidas pasivas de los campos eléctricos
producidos por el organismo también son importantes en el diagnóstico:
electrocardiogramas, electroencefalogramas, electrorretinogramas y electromiogramas.
Y cada una de esas herramientas de diagnóstico ha desarrollado recientemente una
contraparte biomagnética: magnetocardiogramas, magnetoencefalogramas,
magnetoretinogramas y magnetomiogramas. Y así sucesivamente. Los investigadores
han desarrollado la biopsia magnética, la biopsia eléctrica y la biopsia óptica. Y
estimuladores transcutáneos nerviosos, marcapasos cardíacos, desfibriladores, láseres,
electrocauterizadores o campos magnéticos pulsantes son también ejemplos de
modalidades terapéuticas que usan la energía y forman parte hoy de la medicina
convencional.

A M: -Sin embargo al referirnos a la Medicina Energética estamos asumiendo la


existencia de un campo de energía que rodea al ser humano y que por lógica puede
influenciarse tanto localmente como a distancia para conseguir efectos terapéuticos.
¿Tiene alguna duda, desde su formación académica, de la existencia de ese campo de
energía humano?

J O: -Hoy no puede haber dudas de la existencia del campo energético humano. En muy
pocas décadas los científicos han pasado de la convicción de que no existen campos de
energía alrededor del cuerpo humano a la certeza de que sí existen y son médicamente
importantes. Por eso cada vez más médicos toman ya sus decisiones de tratamiento
atendiendo a las mediciones de los biocampos. El primer campo de energía humano que
se documentó fue el del corazón y su investigación dio lugar hace ya casi un siglo al
electrocardiograma gracias a Einthoven, Premio Nobel en 1924 por sus logros.
Alrededor de un cuarto de siglo más tarde Berger midió el campo eléctrico del cerebro
lo que dio lugar a la electroencefalografía. Posteriormente la investigación de los
propios Einthoven, Berger y otros establecería que el corazón y el cerebro producen
campos bioeléctricos que viajan a través de los tejidos del cuerpo y se pueden registrar
con electrodos en la superficie del cuerpo. Hay una ley fundamental en Física, la Ley de
Ampère, que dice que cuando las corrientes fluyen a través de conductores -sean cables
o tejidos vivos- se producen campos magnéticos en su entorno espacial. Y dado que los
tejidos vivos son conductores de electricidad las leyes de la Física requieren que las
corrientes creadas por el corazón y otros músculos así como el cerebro y los nervios
periféricos produzcan campos en el espacio alrededor del cuerpo. Son los llamados
campos biomagnéticos. Pues bien, el campo biomagnético del corazón fue medido en
Siracusa (Nueva York) en 1963 con dos bobinas, cada una con dos millones de vueltas
de cable. Mientras, casi al mismo tiempo, tenía lugar en Cambridge (Inglaterra) un
descubrimiento que revolucionaría las mediciones de los campos biomagnéticos y
permitiría ganar el Premio Nobel a Brian Josephson una década más tarde gracias al
desarrollo de un magnetómetro muy sensible llamado Squid (Superconducting Quantum
Interference Device). Hablamos de unos magnetómetros que desde entonces se utilizan
en laboratorios de investigación médica de todo el mundo para estudiar campos de
energía humanos; son los casos de la magnetoencefalografía y la magnetogastrografía.
El campo biomagnético, por tanto, deriva de la corriente eléctrica pulsante creada por
los tejidos. Por lo que el campo de energía global, visto desde la distancia, sería un
compuesto de todos los campos; el más grande el del corazón. Y como la sangre es muy
buena conductora de electricidad, el conjunto del sistema circulatorio pulsa con
electricidad cada vez que el corazón late. La segunda fuente más potente de electricidad
es la retina que actúa como una gran batería que cambia la polaridad cuando la luz cae
sobre ella. Y el tercer campo más fuerte es el que producen los diversos músculos. Con
los más grandes produciendo campos grandes y con los diminutos -como los que
mueven los ojos- produciendo campos pequeños. El campo del cerebro tiene la
milésima parte de fuerza que el del corazón. E insisto: el campo energético del cuerpo
es el resultante de la combinación de todos esos campos.

A M: -¿Los electrones que absorbemos desde la tierra pueden modificar nuestro campo
energético?

J O: -Probablemente, aunque no haya estudios que lo certifiquen. Dado que los


electrones sirven para conducir corrientes y el principal campo electromagnético está
producido por el corazón éste debe expandirse con la afluencia de electrones.

A M: -¿Teniendo en cuenta entonces la existencia del cuerpo energético como la suma


de los campos de todos los órganos y tejidos puede entonces hablarse de curación
energética?

J O: -Ese concepto ha sido durante mucho tiempo contestado en círculos académicos


pero las actitudes están cambiando debido a algunas investigaciones médicas básicas.
Gran parte del mérito se debe a C. Andrew, a L. Bassett y a sus colegas de la
Universidad de Columbia en Nueva York (EEUU) por su persistencia en la superación
del escepticismo y los enormes obstáculos administrativos para que la terapia de campo
electromagnético pulsante sobre los huesos se incorporara a los tratamientos médicos.
La investigación demostró que ciertos campos magnéticos pueden acelerar el proceso de
curación en fracturas que no han podido curar, incluso después de cuarenta años. Bassett
y sus colegas también investigaron el uso de estos campos electromagnéticos pulsantes
sobre otros problemas musculoesqueléticos como la osteoartritis, la osteonecrosis y la
osteocondritis teniendo un éxito considerable. Las frecuencias que son capaces de
estimular la reparación tisular se encuentran en el rango biológico de frecuencia
extremadamente baja (ELF). Dos ciclos por segundo (1 ciclo = 1Hz) son efectivos para
la regeneración nerviosa, siete Hz son óptimos para el crecimiento del hueso, diez Hz se
utilizan para los ligamentos y frecuencias algo más elevadas para la piel y capilares.
Pero no podemos quedarnos ahí. Si avanzamos un paso más en el mundo de la Física
llegaremos a la Ley de la Inducción de Faraday, una ley básica del electromagnetismo.
Faraday demostró en 1831 que un imán en movimiento cerca de un conductor induce un
flujo de corriente eléctrica en el conductor. Es decir, campo eléctrico y campo
magnético van unidos. Tal es de hecho la base de la moderna Magnetobiología,
disciplina que explora los efectos de los campos magnéticos en los sistemas vivos. Lo
importante de todo esto en cualquier caso es que explica científicamente la eficacia de
terapias como el Reiki o curación mediante imposición de manos merced a la
trasferencia de energía humana, la Acupuntura, el equilibrado del aura, la terapia
sacrocraneal, la Terapia de Polaridad y tantas otras. En un valioso estudio el Dr. John
Zimmerman constató que el pulso de campo producido por las manos de los
profesionales del llamado toque terapéutico no es constante en su frecuencia sino que
varía por instantes a través de la misma gama de frecuencias en la banda ELF que los
investigadores médicos han identificado como eficaces para iniciar o acelerar el proceso
de curación de los distintos tejidos que han investigado. Parece pues probable que uno
de los efectos de las distintas terapias energéticas, de contacto y no contacto, sea
introducir en los tejidos la misma frecuencia sanadora que los investigadores médicos
han identificado como claves en la curación de los tejidos.

A M: -¿Y cómo se llevaría a cabo el proceso curativo?

J O: -El descubrimiento de que los campos magnéticos pulsantes pueden estimular la


reparación de los huesos y otros tejidos llevó a toda una serie de cuidadosos estudios
sobre la forma en que funcionan. Como resultado tenemos una detallada comprensión
de cómo los campos de energía pueden poner en marcha el proceso de curación en
diferentes tejidos. De hecho hay varias hipótesis plausibles bajo investigación pero voy
a describirle la que ha sido estudiada con mayor profundidad. Hay dos partes en esta
historia. En primer lugar tenemos una imagen detallada de la cascada de reacciones que
tienen lugar desde la superficie de la célula al citoplasma y al núcleo, a los genes, en
donde los efectos selectivos sobre el ADN ya se han documentado. En segundo lugar
existe un fenómeno llamado de amplificación que permite a un campo muy pequeño
producir un efecto grande. Una sola molécula hormonal, un neurotransmisor o un
simple fotón de energía electromagnética, puede desencadenar una respuesta celular.
Uno de los principales pasos en el proceso de amplificación es la activación de un canal
de calcio a fin de que cientos de iones de calcio inunden la célula donde diversos
procesos celulares implicados en la reparación de tejidos que han sido dañados se
reactiven. El aspecto más importante de esta investigación es que campos muy
pequeños pueden producir grandes efectos. Y es que los tejidos vivos son en realidad
mucho más sensibles a los campos externos de lo que nunca imaginamos. Infiero por
ello que las terapias energéticas son valiosas para prevenir e incluso curar algunas de las
más graves enfermedades. De hecho estoy convencido de que muchas de ellas pueden
tratarse bioenergéticamente sin necesidad de fármacos. Estas terapias actúan además
preparando el terreno para permitir que las células puedan migrar hasta aquellos lugares
en que son más necesarias para efectuar una reparación. Por otra parte generan
confianza y transmiten calma al enfermo lo que hace que su sistema inmunitario
funcione mejor.

A M: -¿Y cómo interactúan estados de ánimo como la tranquilidad, la ansiedad o las


distintas emociones con los campos energéticos?

J O: -El Instituto HeartMath realizó un estudio pionero sobre la relación entre los
campos energéticos del corazón y los estados emocionales viendo, en esencia, que los
sentimientos de amor, compasión y aprecio producen armónicos particulares en el
espectro de frecuencia del electrocardiograma que afectan beneficiosamente a cada
célula del cuerpo. Por su parte, el miedo, la ira y la ansiedad afectan negativamente el
campo y eso también se comunica a través de vías energéticas a cada una de las células
del cuerpo. En suma, los sentimientos modifican –positiva o negativamente- el campo
eléctrico del corazón.
También constató que las frecuencias de los sentimientos positivos se pueden trasmitir
hacia las manos a través de los nervios -pero sobre todo a través del sistema vascular
conductivo- pudiéndose luego transmitir desde ellas biocampos sanadores en el
paciente. Agregaré que los nuevos conocimientos en Epigenética enseñan que al parecer
tanto lo que pensamos sobre nosotros mismos como las palabras emitidas por la gente
que nos rodea pueden provocar cambios en el ADN de las moléculas. Se dice por eso
que el ADN de cada célula del cuerpo “escucha” cada palabra que se pronuncia. Por lo
que la matriz vital vibratoria, el sistema vital que lo une todo en el organismo y que
permite la trasmisión de oscilaciones biológicas desde las membranas celulares al ADN,
probablemente desempeña un papel clave en la entrega de las vibraciones de nuestras
palabras y pensamientos a cada molécula de ADN del cuerpo. Ahora bien, esto sí es una
hipótesis que necesita ser probada.

A M: -¿Y en qué medida la intención del terapeuta cuenta en la curación?

J O: -Hay consenso entre los terapeutas de que la intención sí influye. Una vez leí una
historia sobre un cirujano que antes de operar reza y visualiza que la operación será un
éxito. Y al parecer obtiene grandes éxitos en operaciones muy complicadas. Hay
asimismo aspectos del Reiki que son como una oración. Sería un punto de vista
espiritual con un componente científico. En Estados Unidos hay ya mucha gente que
antes de ser operada pide someterse a sesiones de Reiki. Ciertamente es bonito tener a
una persona contigo que te calme, que te tranquilice, pero es que todo indica que ese
simple contacto humano mejora el sistema inmunitario del enfermo. Numerosos
cirujanos han comprobado que funciona y los pacientes necesitan menos tiempo y
medicación para recuperarse.

A M: -Lo que afirma parece implicar que la oración puede tener efectos terapéuticos
incluso a distancia…

J O: -Ciertamente. Solo que hoy podemos apoyarlo científicamente con la Física


Cuántica. Por ejemplo, con el fenómeno de las ondas escalares. Hablamos de unas
ondas que tienen la extraordinaria propiedad de afectar a la estructura del espacio en
todo el mundo instantáneamente; es decir, no se desplazan linealmente, no hay
“velocidad” y, por tanto, sus efectos no disminuyen con la distancia. La existencia de las
ondas escalares se propuso hace ya un siglo pero los físicos no acabaron de
contemplarlo como una posibilidad real hasta hace poco. Hoy, sin embargo, como cada
vez hay más evidencias experimentales de curaciones a distancia y de los beneficios
reales de la oración su existencia ha vuelto a ser retomada. Y es importante porque
muchas de las terapias complementarias están descubriendo que la sanación que
funciona a nivel local también se puede realizar a distancia. Otra perspectiva valiosa
proviene del doctor Milo Wolff, un físico cuántico que ha descrito la interdependencia
de toda materia con el resto de la materia del universo. Según postula cada partícula
existente depende de las interacciones entre sus propias ondas y las provenientes de
todas las demás partículas del universo. Otros aspectos interesantes son la denominada
Inseparabilidad cuántica o no-localización –según la cual todos los objetos cuánticos
que alguna vez han interactuado siguen siempre de alguna forma en contacto-, el
Teorema de Bell -fenómeno cuya realidad estableció experimentalmente en 1983 el
equipo francés de Alain Aspect- y la Paradoja Einstein-Podolski-Rosen. El experimento
que demostró la no-localización cuántica se hizo con átomos de calcio puestos en un
estado inestable de energía a fin de que emitieran un par de fotones idénticos que
viajaran en direcciones opuestas a la velocidad de la luz. Porque en realidad eso
implicaba que se separaban -al ir en direcciones opuestas- al doble de la velocidad de la
luz. Pues bien, la tecnología moderna ha permitido seguir a esos dos fotones mientras se
separaban y su comportamiento es muy extraño ya que cuando uno de ellos pasa a
través de un polarizador -lo que cambia una propiedad llamada espín- resulta que el
espín del otro fotón cambia también de forma instantánea. Y eso parece indicar que el
primer fotón envía a su doble un mensaje que describe lo que sucede con él, no importa
cuán lejos esté uno del otro o la rapidez con la que se estén separando. Solo que como la
Teoría de la Relatividad de Albert Einstein postula que no hay nada que pueda ir más
rápido que la velocidad de la luz la conclusión es que tiene que existir algún medio de
comunicación instantáneo entre esos dos fotones que alguna vez estuvieron juntos en el
átomo de calcio. Einstein llamaría a ese fenómeno “acción fantasmal a distancia”. Es
como si la separación de esas partículas fuera una ilusión y una vez estuvieron
vinculadas deban estar siempre emparejadas. Los físicos cuánticos entienden que como
toda la materia en el universo estuvo una vez reunida en un mismo lugar, antes del Big
Bang, toda ella sigue estando interrelacionada. Los conceptos de Milo Wolff describen
la base para ello. La discusión de este tema continúa en el mundo de la Física. Algunos
aceptan la no localización cuántica y otros simplemente la rechazan.

A M: -¿Se ha sentido alguna vez un “bicho raro” defendiendo entre sus colegas
academicistas la base científica de prácticas milenarias como la sanación energética,
el poder de la oración o la existencia del aura?

J O: -No. Sobre ciencia se puede discutir y discrepar todo. Por ejemplo, yo puedo
explicar a través de la Medicina Cuántica por qué la oración funciona a distancia y
habrá gente, físicos cuánticos incluidos, que no estarán de acuerdo conmigo pero otros
dirán que ven cada día en sus laboratorios la interacción entre elementos que están
separados en la distancia. No habrá acuerdo completo pero es así como la ciencia
progresa: a partir del examen de nuevas hipótesis aunque sea para descartarlas. He
llegado a entender lo que impide a la comunidad científica asumir todo o parte de lo que
hemos estado hablando: para discutir inteligentemente sobre electrones uno tiene que
saber al menos algo de Física Cuántica. Y muy pocos biólogos comprenden lo suficiente
de ella como para poder conversar sobre aspectos electrónicos de la Biología.
Lamentablemente esto sigue siendo así hoy. Y no porque la Física Cuántica sea difícil o
poco importante. La penosa verdad es que rechazar toda nueva idea, la entiendan o no,
es un comportamiento típico de muchos científicos. La mayoría son de hecho escépticos
profesionales. En su ya clásico libro “La estructura de las revoluciones científicas”
Thomas Kuhn describió cómo los paradigmas científicos dominantes rigen el
pensamiento de generaciones enteras de científicos y les enseñan qué investigaciones
son dignas de estudio y cuáles no. Pero a nivel íntimo me siento bien porque estoy
haciendo Ciencia.

E-Mail de James Oschman: joschman@aol.com

Puede descargar este tex

Potrebbero piacerti anche