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Palabra de Sabiduría, Palabra de Ciencia y Fe

Por Julio César Clavijo Sierra


Tomado de Jesús, El Único Dios

El Don de Palabra de Sabiduría

La palabra griega que traduce sabiduría es “sofía” y significa perspicacia, conducta


prudente y sano juicio. La sabiduría es mucho más que conocimiento, ya que la sabiduría
utiliza el conocimiento para tomar decisiones correctas.

Una es la sabiduría humana y otra es la sabiduría que proviene de Dios. En muchas


ocasiones los hombres que no conocen a Dios pueden obrar inteligentemente de acuerdo
con el conocimiento que han adquirido por medio de habilidades puramente humanas. No
obstante, la sabiduría que viene del Altísimo, nos enseña que para empezar a ser sabio
se debe temer a Dios. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; buen
entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su loor permanece para
siempre” (Salmo 111:10). “la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después
pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni
hipocresía” (Santiago 3:15).

Nosotros somos sabios cuando Dios nos da a conocer el misterio de la piedad: Dios fue
manifestado en carne, ya que Dios “hizo sobreabundar para con nosotros en toda
sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su
beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo,
en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como
las que están en la tierra” (Efesios 1:8-10).
Como hemos visto, todos los verdaderos cristianos tenemos la sabiduría que viene de lo
alto, “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada;
porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y
echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del
Señor. (Santiago 1:5-7).

Sin embargo, aunque todos los miembros de la iglesia gozan de la sabiduría que viene de
lo alto, Dios ha dado el don de Palabra de Sabiduría, para revelar a sus hijos la mejor
forma de proceder ante una necesidad particular. Dios puede revelar esta palabra de
sabiduría directamente al creyente necesitado, por ejemplo cuando Dios le mostró por
visión al apóstol Pablo que fuera a Macedonia en lugar de ir a Bitinia, dando por cierto que
Dios los llamaba a anunciar el evangelio en ese lugar (Hechos 16:6-10).

En otras ocasiones, Dios da la palabra de sabiduría a un creyente para que este aconseje
a otro u otros, por ejemplo el apóstol Pablo (quien no era un marinero profesional) les
declaró a unos experimentados marineros que no era aconsejable continuar su viaje
porque de seguro les iba a venir grande ruina. Ellos no hicieron caso de esta palabra de
sabiduría y fueron víctimas de un naufragio (Hechos 27).

El Don de Palabra de Ciencia o Palabra de Conocimiento

La palabra griega que traduce conocimiento es “gnosis” y significa conocimiento y ciencia.

Uno es el conocimiento que los hombres han adquirido por el esfuerzo humano y otro es
el conocimiento que proviene de Dios.

El hombre se esfuerza por adquirir conocimiento, pero a pesar de todo su empeño, debe
reconocer que todo su conocimiento es incompleto y que incluso puede ser vano. “Hay
camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte” (Proverbios
14:12).

El hombre debe anhelar el conocimiento que proviene de Dios. “Así dijo Jehová: No se
alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en
sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y
conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque
estas cosas quiero, dice Jehová” (Jeremías 9:23-24).

El conocimiento completo se halla solamente en Cristo. Cuando entendemos el misterio


de Dios Padre manifestado en Cristo, hallamos todos los tesoros de la sabiduría y del
conocimiento (Colosenses 2:2-4). Cristo es la expresión y la revelación completa de Dios
porque en él "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Colosenses 2.9). Si
alguno quiere ver a Dios tiene que mirar a Cristo, porque Cristo es Dios mismo
manifestado en carne. El conocimiento de Cristo es el que nos hace libres (Juan 8:32).
En su sentido primario, el don de Palabra de Ciencia, tiene que ver con la capacidad de
adquirir información correcta sobre las verdades bíblicas y de exponerlas con claridad y
precisión ante otras personas. Sin embargo, este don también incluye la revelación que
Dios le da a algún hermano o hermana, comunicándole algún asunto que es necesario
que sea conocido para responder a una necesidad específica. Por ejemplo, Dios le reveló
de manera milagrosa al apóstol Pedro que Ananías y Safira se habían puesto de acuerdo
para mentir en lo relacionado con el valor de la venta de su heredad (Hechos 5:1-7).

El Don de Fe

La palabra griega que traduce fe es “pistis” y significa convicción, seguridad, certeza y


dependencia en Dios (Hebreos 11:1). Es tener confianza en lo que Dios nos ha revelado
en su Palabra y dar por hecho todas aquellas verdades, es estar fundamentados en la
doctrina que es conforme a la piedad (1. Timoteo 6:3, 3:16), es comprender y aceptar que
Dios fue manifestado en carne, por lo cual la fe está firme cuando recibimos a Jesucristo
como nuestro Señor y Salvador (2. Timoteo 2:19).

Tenemos confianza en la Palabra de Dios por las profecías que se han cumplido, y
sabemos que lo que aún falta por cumplirse se cumplirá, porque fiel es el que lo prometió
(Hebreos 10:23, 11:11, 2. Corintios 5:7, Apocalipsis 21:5). El cielo y la tierra pasaran, pero
no la Palabra de Dios (Mateo 24:35, Marcos 13:31, Lucas 21:33).

La fe genuina está basada en el Dios que se ha revelado en la Santa Escritura, y por eso
la fe del cristiano se perfecciona en el conocimiento y asimilación de la Palabra de Dios.
De ahí que la fe venga ya sea por oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17) y/o por
escudriñar la Santa Escritura que es la que da testimonio de aquel Dios de amor que fue
manifestado en carne como Jesucristo (Juan 5:39).

La fe verdadera está fundada en Dios, y no en los ídolos, en los amuletos o en las


imágenes. Ni siquiera se trata de aquello que la filosofía de la Nueva Era ha llamado
energía positiva o poder mental, pues el objeto de la verdadera fe no está en la capacidad
mental del hombre, sino en el Dios omnipotente (Salmo 20:7).

Todos los verdaderos creyentes tenemos fe en Dios. Primero, tenemos esa fe salvadora
que nos ha llevado a conocerle y aceptarle como nuestro salvador, y aunque sabemos
que todavía no estamos en la morada eterna de los redimidos (la Nueva Jerusalén), lo
damos por hecho, porque por fe andamos no por vista (2. Corintios 5:7, Romanos 1:17,
Gálatas 3:11). Sabemos que nuestra salvación no es por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho sino por la misericordia del Señor Jesús, por el lavamiento de la
regeneración [el bautismo en el nombre de Jesús], y por la renovación en el Espíritu
Santo [el bautismo del Espíritu Santo] (Tito 3:5). Pero también sabemos que la verdadera
fe produce obras de justicia, pues la fe sin obras es una fe muerta (Santiago 2:26). Los
creyentes tenemos esta confianza en Dios, que si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, Él nos oye (1. Juan 5:14).

Después de esta reflexión sobre la fe, podemos pasar a definir el don de fe, como una
medida extraordinaria de fe que opera un creyente (o un grupo de creyentes) para una
necesidad especifica, en la cual la naturaleza o las posibilidades humanas no tienen
ninguna oportunidad, y solo se puede esperar una acción sobrenatural de parte de Dios.
Es una fe que permite obtener la victoria a pesar de que todas las circunstancias sean
adversas.

Por ejemplo, el apóstol Pablo, tuvo fe para ser librado de la muerte, luego de ser mordido
por una víbora muy venenosa, y no padeció daño alguno (Hechos 28:3-6).

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