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Unidad Didáctica 1:

La construcción cultural
del género

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Curso Género e Igualdad de Oportunidades

Las mujeres queremos ser las dueñas de nuestro propio destino.


Y por ello estamos pagando un precio muy alto (…) El precio de
una libertad que quienes golpean, humillan y asesinan no están
dispuestos a asumir ni a respetar.
(Mª Teresa Fdez. de la Vega, 2008)

1.- INTRODUCCIÓN:

Esta Unidad Didáctica ofrece una visión general de la teoría de género y de los
conceptos más importantes que en ella se utilizan para comprender el complejo mundo
de las relaciones entre ambos sexos y cómo, a lo largo de la historia, se han jerarquizado
esas relaciones dando lugar a un modelo de dominio – subordinación que favorece a los
varones en detrimento de las mujeres.
Conoceremos cómo han surgido las teorías que explican las relaciones desiguales
de poder entre ambos sexos, aclararemos conceptos básicos y dispondremos de los
suficientes elementos de análisis para entender las causas de las desigualdades de
género. Aprenderemos conceptos clave en teoría de género como identidad, roles y
estereotipos de género y analizaremos el papel de los agentes de socialización en la
perpetuación de modelos de relación desigual entre mujeres y hombres. Al conocer estos
agentes sabremos dónde hay que incidir a la hora de desarrollar estrategias que
promuevan la igualdad y prevengan la manifestación más extrema de las desigualdades
de género: la violencia contra las mujeres. Sólo conociendo realmente el funcionamiento
patriarcal de la sociedad, entendiendo los complejos mecanismos en los que se sustenta,
podremos proceder a transformarlos.

2.- OBJETIVOS:

- Conocer la teoría de género como marco explicativo de las desigualdades


entre mujeres y hombres.
- Identificar las diferencias entre los conceptos sexo y género.
- Descubrir los elementos principales que han configurado el sistema patriarcal.
- Iniciarse en el uso de la terminología propia de la teoría de género.
- Conocer cómo se adquieren y configuran las identidades, los roles y los
estereotipos de género.
- Identificar los principales agentes de socialización en el proceso de adquisición
de las identidades de género.

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- Aplicar la perspectiva de género al ejercicio profesional.

3.- ESQUEMA DE CONTENIDOS:

La Unidad Didáctica 1 comprende los siguientes temas:


Tema 1: Introducción al sistema sexo - género. Desvelando los mecanismos del orden
patriarcal. Teoría y perspectiva de género.
Tema 2: Adquisición de las identidades de género, roles y estereotipos. Agentes de
socialización y género.
Tema 3: Aplicación de la perspectiva de género a las situaciones vitales de las mujeres.

Concepto de género como categoría central de análisis

Diferencias conceptuales entre sexo y género: determinismo biológico versus


constructivismo. Teorías explicativas  Sistema sexo – género
El sistema patriarcal como sistema de organización social que sustenta la
violencia contra las mujeres
Conceptos clave  sexismo: machismo, misoginia y homofobia.
Breve historia del patriarcado.
Proceso de adquisición de las identidades de género  identidades asignadas
versus autoidentidad.
Roles y estereotipos de género.
Agentes de socialización  Familia, escuela, grupos de iguales y entorno, medios
de comunicación y publicidad, productos culturales, religiones y lenguaje.
Indicadores para comprobar si aplicamos la perspectiva de género a las
situaciones cotidianas en la vida de mujeres y hombres.

4.- TEMPORALIZACIÓN:

Se prevé que esta Unidad Didáctica se pueda realizar en 20 horas.

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TEMA 1: INTRODUCCIÓN AL SISTEMA SEXO - GÉNERO. DESVELANDO LOS


MECANISMOS DEL ORDEN PATRIARCAL. TEORÍA Y PERSPECTIVA DE GÉNERO.

1.1.- Aproximación a los estudios de género:

Los estudios de género surgen a partir de la década de los setenta en Estados


Unidos, fruto del auge de la segunda ola del movimiento feminista que cuestionaba las
ideas biologicistas imperantes hasta ese momento mediante las cuales se justificaba la
desigualdad entre los sexos. La Ciencia de los siglos precedentes mantenía que los seres
humanos eran diferentes por naturaleza, y derivada de esa diferencia biológica se
sostenía una desigualdad cultural. El concepto de género viene a decir que lo femenino y
lo masculino no son hechos naturales sino construcciones sociales y culturales, y por
tanto, sobre la diferencia biológica se ha construido una desigualdad cultural, desigualdad
que ha perjudicado históricamente a las mujeres. A lo largo de la Historia, prácticamente
todas las sociedades han convertido las diferencias anatómicas entre los sexos en
desigualdad social, económica, política, cultural,… El propósito de la teoría de género,
por tanto, es desmontar los prejuicios en torno a este hecho, visibilizar la subordinación
de las mujeres y deconstruir los mecanismos del orden patriarcal.

La desigualdad de género es el eje alrededor del cual se vertebran otras


desigualdades sociales, pero es la raíz por la cual en la sociedad se han instaurado unas
relaciones asimétricas fruto de las cuales hombres y mujeres se apropian de forma
diferente de espacios, poderes, recursos, derechos y oportunidades, con las
implicaciones que esto conlleva en todas las dimensiones de la vida cotidiana. La teoría
de género, por tanto, se inscribe dentro de las Ciencias Sociales como una propuesta de
transformación democrática de la sociedad, como un camino para la construcción de la
igualdad, la justicia, la equidad y la dignidad de mujeres y hombres en lo que también se
ha dado en denominar democracia vital (Simón, 1999). Así pues, la teoría de género no
sólo permite explicar la estructura y dinámica de las relaciones de poder entre mujeres y
hombres, sus condiciones y situaciones de vida, los mecanismos que perpetúan las
mismas,… sino que permite transformar la opresión de las mujeres, posibilitando la
modificación de las relaciones intergenéricas (entre hombres y mujeres) e intragenéricas
(de las mujeres consigo mismas y otras mujeres y de los hombres consigo mismos y
otros hombres).
Existe una visión distorsionada por la que se piensa que cuando se habla de
perspectiva de género o teoría de género sólo nos referimos al análisis de la condición de

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las mujeres, de los problemas que les afectan a ellas y de las alternativas de
transformación, pero nada más lejos de la realidad. El concepto de género permite
abordar las complejas dimensiones sociales y culturales en su conjunto y por
consiguiente, a todos los sujetos que intervienen en sus procesos, tanto mujeres como
hombres.
La historia, la cultura, la sociedad,… ha determinado que una realidad compuesta
por personas de distinto sexo se configure de tal modo que cada uno de estos sexos
manifiestan roles, estéticas, funciones, comportamientos,… claramente diferenciados
entre sí, y también claramente discriminatorios para uno de los dos sexos: las mujeres.
El concepto de género da forma teórica a las jerarquías de poder que se establecen en
torno a las construcciones sociales y culturales de “lo masculino” y “lo femenino”. El
(1)
género organiza y divide simbólicamente la sociedad, o en palabras de Rosa Cobo “a
lo largo de la historia todas las sociedades se han construido a partir de las diferencias
anatómicas entre los sexos, convirtiendo esa diferencia en desigualdad social y política”.
Siguiendo a esta misma autora, podemos remontarnos al origen del concepto
“género”, que si bien es la categoría central de la teoría feminista, sus raíces históricas se
remontan al siglo XVII con el pensamiento de Poulain de la Barre, autor que publicó tres
textos en 1673, 1674 y 1675 en los que afirmaba que la desigualdad social entre hombres
y mujeres no era consecuencia de la desigualdad natural, sino de la propia desigualdad
política y social que cimentaba la inferioridad de la naturaleza femenina. A lo largo de la
Ilustración se termina de consolidar la idea de esta desigualdad, pero es en el siglo XX
cuando desde postulados antropológicos, filosóficos, sociológicos,… se generaliza el uso
del término “género” (gender) por parte de la teoría feminista.
Simone de Beauvoir (El segundo sexo, 1949) se aproxima al concepto de género
al afirmar: “No se nace mujer; se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o
económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el
conjunto de la civilización el que elabora ese producto”.
Resulta difícil en la actualidad desligar sexo y género, y tal dicotomía es una
creación un tanto artificial, pero útil didácticamente. Así pues, aunque el sexo y el género
estén irremediablemente entrelazados, sí resulta útil la definición conceptual de los
términos, e incluso el manejo de los mismos como algo diferente, especialmente cuando
se trabaja con grupos en espacios formativos (mujeres, jóvenes, profesionales,…) y se
pretende la toma de conciencia sobre las desigualdades de género y que las personas
sean capaces de ver y sentir que sobre la diferencia biológica de la especie humana (ser

(1)
COBO BEDIA, R. (2000): Género, en AMORÓS, C. (Dtora.).: 10 palabras clave sobre mujer. Navarra:
Verbo Divino. Pág. 55.

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macho o hembra) se ha construido una desigualdad social y cultural que ha condicionado


históricamente las relaciones entre mujeres y hombres.
Partiendo de esta premisa, vamos a analizar los conceptos de sexo y género por
separado, sin olvidar que esta separación es un tanto “artificial” y de carácter explicativo.

1.2.- Determinismo biológico versus constructivismo:

El determinismo biológico plantea que los seres humanos siguen pautas de


comportamiento innatas y universales en analogía con otras especies animales.
Remarca las diferencias biológicas entre machos y hembras para afirmar que las
diferencias funcionales derivadas de las anatómicas han de mantenerse y respetarse. El
atribuir a causas genéticas exclusivamente las diferencias entre hombres y mujeres
excluye la posibilidad de analizar el contexto social y cultural patriarcal en que ambos son
socializados.
Esta teoría resalta, entre otros, el papel de reproducción de la especie en los seres
humanos, justificando de esta forma la asignación de roles diferenciales, excluyentes,
opuestos y complementarios a hombres y mujeres. Así pues, el sexo determinaría de
forma natural una serie de comportamientos, actitudes y valores de obligado
cumplimiento social.
Quienes rebaten esta teoría, aludiendo a las diferencias encontradas entre
mujeres y hombres de diferentes etnias, culturas, espacios geográficos, tiempos
históricos,… se encuentran con el argumento biologicista que habla de las necesidades
adaptativas, es decir, que esas diferencias son explicables por adaptación al medio y no
por la diferente socialización en función del género.
Las teorías deterministas son fácilmente rebatibles desde la teoría de género.
Desde estos estudios se reconoce que biológicamente en la especie humana se
distinguen dos categorías: machos y hembras. Por tanto, el sexo es la variable biológica
que distingue una dicotomía en la especie, o se es macho o se es hembra. El sexo
(2)
presenta tres dimensiones, relacionadas entre ellas, que son :
- “Dimensión genética: el sexo se define por la presencia de los cromosomas XX
(que definen las características de las hembras) o XY (que definen las de los
machos), o bien por la presencia de cromatina sexual o cuerpo de Barr.
- Dimensión hormonal: el sexo resulta de la predominancia de estrógenos
(hormonas femeninas) o de andrógenos (hormonas masculinas).

(2)
CAZÉS, D. (2000): La perspectiva de género, México: CONAPO. Pág. 91.

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- Dimensión gonádica: el sexo se define por la presencia de testículos y pene


(genitales masculinos) u ovarios y vulva (genitales femeninos), es decir, por la
morfología de los órganos reproductivos internos y de los genitales externos”.

El sexo es el hecho biológico (fisiológico y anatómico) que marca de forma


diferenciada la posibilidad de intervención de los individuos, machos o hembras, en la
reproducción de la especie. El sexo en sí mismo no tiene implicaciones sociales,
culturales ni históricas. Únicamente define la existencia de un macho o una hembra, no
de un hombre o una mujer.
El género es la categoría cultural, analítica y explicativa que permite reconocer en
esta sociedad patriarcal que lo femenino y lo masculino no es biología o naturaleza, es
cultura. Por consiguiente, el género es una construcción social y cultural por la que se le
atribuyen a uno y otro sexo un conjunto de símbolos, pautas de comportamiento,
estéticas, normas,… que determinan las interrelaciones entre ambos.

1.3.- Sistema sexo-género:

En 1975, la antropóloga Gayle Rubin definió como “sistema sexo-género” al


proceso por el cual el dimorfismo sexual se normativiza y se asignan un conjunto de
normas sociales que definen las capacidades y comportamientos de hombres y mujeres,
al tiempo que se jerarquizan las categorías dando lugar a relaciones de poder en las que
se produce un predominio del macho, el hombre y la masculinidad frente a la
subordinación de la hembra, la mujer y la feminidad.
En el siguiente esquema se observan más claramente estas diferencias:

SEXO GÉNERO
Características biológicas Características sociales y culturales
Dado genéticamente Aprendido
No modificable en principio (sin tener en
cuenta los cambios de sexo) Puede cambiarse
MACHO / HEMBRA MASCULINO / FEMENINO
HOMBRE / MUJER

(3)
En palabras de Gerda Lerner “el sistema sexo-género es un término muy
práctico (…) que se refiere al sistema institucionalizado que asigna recursos, propiedades
y privilegios a las personas de acuerdo con el papel de género que culturalmente se
define. De esta forma, el sexo es lo que determina que las mujeres tengan niños/as, pero
es el sistema de sexo-género lo que asegura que ellas serán las que los cuiden”.

(3)
LERNER, G. (1990): La creación del patriarcado. Barcelona: Crítica. Pág. 340.

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El género, por tanto, es una construcción imaginaria y simbólica que contiene el


conjunto de atributos asignados a las personas a partir de la interpretación cultural
valorativa de su sexo. El género es una máscara, una tiranía que nos somete a movernos
de forma desigual por la sociedad que nos ha tocado habitar y, cada contexto histórico
define las características de lo masculino y lo femenino, en función de las necesidades
del momento. Es, en consecuencia, una categoría histórica y dinámica que permite
explicar las relaciones de poder entre los sexos, al igual que otras variables como la
clase, la edad, la etnia, la orientación sexual... explican otros mecanismos de exclusión o
inclusión social.
El género es una categoría universal, ya que en todas las sociedades nos
encontramos con diferencias culturales basadas en el dimorfismo sexual, aunque esto no
quiere decir que esas diferencias culturales sean las mismas en todas las culturas. Por
tanto, ser hombre o ser mujer más que un hecho biológico es un hecho sociocultural e
histórico. Para identificar lo que social y culturalmente se le asigna al hombre se utiliza el
término masculino y para identificar lo que social y culturalmente se le asigna a la mujer,
el término femenino. Así pues, los hombres han de ser masculinos y las mujeres
femeninas, con todo lo que ello conlleva y que desarrollaremos más adelante. La
subversión de esos modelos, si se hace de manera individual, puede conllevar
marginación social, estigmatización, crisis,… mientras que si se hace de manera
colectiva, conlleva un profundo cuestionamiento del sistema y una transformación social.

El género como categoría de análisis reúne, entre otras, las siguientes


características:
- Relacional: Contribuye a explicar las relaciones entre ambos sexos y de los
sexos entre sí (mujeres – hombres, pero también mujeres – mujeres /
hombres – hombres).
- Jerárquica: Privilegia a un género sobre otro.
- Cambiante: Varía de una época histórica y de una sociedad a otra, pero
siempre está presente.
- Institucionalmente estructurada: Se construye sobre el cuerpo sexuado y es
apoyado por las leyes, las religiones, las costumbres,…
- Simbólica y política: Atribuye diferentes grados de poder a cada sexo a partir
de la interpretación cultural de sus atributos y genera situaciones de opresión,
especialmente para las mujeres.
- Explica y se relaciona con otras variables como la clase y la etnia, además de
la edad, la nacionalidad, etc., dando lugar a complejos equilibrios y

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desequilibrios de poder. Ejemplo: Un obrero de clase baja tendrá más


predominancia frente a una mujer de clase alta en una situación de agresión
sexual.

1.4.- La teoría de género y la perspectiva de género:

La teoría de género “abarca los planteamientos teóricos, metodológicos,


filosóficos, éticos y políticos necesarios para comprender el complejo de relaciones de
poder que determina la desigualdad entre hombres y mujeres. El dominio que ejercen los
primeros sobre las segundas (…) y la condición de subordinación, dependencia y
discriminación en que viven ellas.
La teoría de género permite visualizar a las sociedades y a las culturas en su
conjunto, y por lo tanto a todos los sujetos que intervenimos en sus procesos, mujeres y
hombres. (…) Es, pues, una teoría que busca no sólo entender el mundo de las
relaciones de género, sino también proceder a transformarlo”.(5)
La perspectiva de género supone la concreción de la teoría de género y su
aplicación práctica a las acciones institucionales públicas y a las acciones de la sociedad
civil, analizando y desmenuzando de forma explícita las características y los mecanismos
del orden patriarcal y sus aspectos nocivos, destructivos, opresivos y enajenantes. Es
una propuesta de transformación democrática que permite entender que la vida y sus
condiciones y situaciones son transformables hacia el bienestar individual y colectivo si
construimos la igualdad, la justicia y la paz.

La perspectiva de género permite dar respuesta a estas y otras cuestiones


(Cazés, 2000):
1) ¿En qué medida la organización patriarcal del mundo y las condiciones femenina
y masculina que generan, facilitan y/o impiden a las mujeres y a los hombres
satisfacer sus necesidades vitales, realizar sus aspiraciones y dar sentido a sus
vidas?
2) ¿Cuál es la distancia entre el desarrollo personal y social de mujeres y hombres?
3) ¿Cuál es la relación entre el desarrollo y el avance de los hombres con respecto
a las mujeres, y de las mujeres respecto a los hombres?
4) ¿Las relaciones de dominio y opresión entre los géneros y las formas de ser
mujer y ser hombre en las condiciones patriarcales, favorecen el desarrollo
social, el ejercicio de derechos humanos y el mejoramiento de la calidad de vida?

(5)
CAZÉS, D. (2000): Op. cit., pág. 21

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5) ¿Cómo se crean y desarrollan los procesos históricos de las relaciones


patriarcales entre los géneros, cómo cambian y cómo es posible crear una
alternativa no opresiva?

Infinidad de datos avalan las desigualdades de género, sin embargo, según


estimaciones de Naciones Unidas, han de pasar más de 400 años para que las
condiciones de vida de mujeres y hombres en el planeta logren una plena equiparación.
Amartya Sen, premio Nobel de Economía, recogía a finales de la década de los 90 unos
datos realmente preocupantes (actualizados en 2012 en la siguiente tabla). En la actualidad, con
el agravamiento de las condiciones de vida de gran parte de la población mundial a causa
del capitalismo feroz, 7 de cada 10 personas que mueren de hambre en el mundo son
mujeres y niñas.

MUJERES HOMBRES
POBLACIÓN 50% 50% (*)
POBRES 70% 30%
DESNUTRICIÓN 80% 20%
ANALFABETISMO 80% 20%
HORAS TRABAJADAS 52% 48%
RIQUEZA 10% 90%

(*) Se ha estimado que la población mundial se reparte al 50% entre hombres y mujeres, pero en muchas
sociedades el porcentaje de mujeres supera levemente al de los hombres con lo que la desigualdad sería aún
más patente.

La perspectiva de género, por tanto, acude a la raíz de las desigualdades de


género para promover una profunda transformación en las fuentes de la opresión:
familias, comunidades, instituciones,… Existen intervenciones con mujeres que dicen
hacerse desde una perspectiva de género y que pueden contribuir a la mejora de las
condiciones de vida de éstas, por ejemplo, visibilizar sus aportaciones en la Historia,
potenciar su asociacionismo y participación sociopolítica, prestar asistencia a mujeres
víctimas de violencia,… pero si no se generan cambios transformadores en la posición de
subordinación de las mujeres, la perspectiva de género no se estará aplicando
correctamente.
Para comprobar que las políticas públicas responden a una adecuada
incorporación de la perspectiva de género podemos recurrir a estos indicadores:
- Si garantizan los derechos de las mujeres y los especifican.
- Si los proyectos contribuyen a la construcción de la igualdad y la justicia de
género.

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- Si contempla el desarrollo económico, social, cultural y político de mujeres y


hombres.
- Si existe un análisis de género de la situación de partida.
- Si las acciones que se desarrollen describen específicamente mejoras en las
condiciones de vida de las mujeres en la sociedad.
- Si se identifican problemas – necesidades – beneficios – resultados
específicos respecto a hombres y mujeres.
- Si los organismos públicos incluyen entre sus recursos humanos agentes y/o
promotoras de igualdad de oportunidades.
- Si las Administraciones se relacionan con la población haciendo un uso no
sexista del lenguaje.
- Si se establecen criterios para decidir el reparto de responsabilidades, el
acceso y control de los recursos y la toma de decisiones de forma equitativa
entre mujeres y hombres.
- Si se contemplan mecanismos específicos de participación activa de las
mujeres teniendo en cuenta sus dificultades para ello (tiempos, espacios,
personas a su cargo,…)
- Si se cuenta con las mujeres en el diseño, ejecución y evaluación de las
políticas públicas.
- Si la propia Administración integra la perspectiva de género en sus políticas,
en su estructura, en su cultura,…
- Si existen indicadores claros para evaluar el impacto de género de las
políticas públicas en la población, declarando el impacto en mujeres y
hombres específicamente.
Estos criterios se amparan en recomendaciones de Naciones Unidas y otros
organismos (europeos, estatales,…), que instan a los gobiernos a incorporar la
perspectiva de género en todas sus actuaciones de cara a construir una nueva
convivencia equitativa, justa y democrática, una auténtica democracia cotidiana y vital.

1.5.- El sistema patriarcal:

El concepto de patriarcado alude a la organización política, ideológica y jurídica de


la sociedad donde se inscribirían todos los mecanismos que contribuyen a considerar que
en base a una diferencia biológica se construyan relaciones desiguales entre los sexos.
Son las teóricas feministas las que utilizan por primera vez este término como
pieza clave del análisis de la realidad. “Con él denuncian una situación sistemática de

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dominación masculina en la que los hombres particulares aparecen como agentes activos
de la opresión sufrida por las mujeres. Según este enfoque, los hombres tienen intereses
específicos que les llevan a ocupar ese papel: la sexualidad (en tanto que obtención de
placer) y la reproducción (producción de hijos/as) aparecen como dos elementos clave de
la sujeción femenina. (…) Pero también hay otros aspectos de la dominación patriarcal
tales como el laboral (explotación del trabajo doméstico no pagado), extracción de apoyo
emocional que refuerza el ego masculino, etc.” (6)
Desde diferentes disciplinas y corrientes de pensamiento se ha analizado la
conformación del sistema patriarcal dando lugar a que a la teoría feminista se le sumen,
por ejemplo, análisis marxistas o socialistas que dan cuenta además de otras relaciones
de explotación y opresión como la estructura de clases capitalista y la división racial del
trabajo. Alejandra Kollontai (1921) fue una de las pensadoras que articula la relación
entre propiedad, familia y Estado como base del patriarcado, argumentando que su
abolición supondría la liberación de las mujeres. También fue una de las autoras que
acuñó el concepto de doble opresión de las mujeres, como forma concreta en la que el
capitalismo y el patriarcado oprimen tanto por clase como por género a las mujeres.
Feministas contemporáneas como Kate Millet (1975), autora de una obra de referencia,
Política Sexual, sostiene que todas las sociedades conocidas del pasado y del presente
muestran una organización patriarcal y en la citada obra afirma que el patriarcado se
apoya sobre dos tipos fundamentales de relaciones: el macho ha de dominar a la
hembra, y el macho de más edad ha de dominar al más joven.
Marcela Lagarde (7) caracteriza al patriarcado con los siguientes elementos:
a) “El antagonismo genérico, aunado a la opresión de las mujeres y al dominio de los
hombres y de sus intereses, plasmados en relaciones y formas sociales, en
concepciones del mundo, normas y lenguajes, en instituciones, y en determinadas
opciones de vida para los protagonistas.
b) La escisión del género femenino como producto de la enemistad histórica entre
las mujeres, basada en su competencia por los hombres y por ocupar los
espacios de vida que les son destinados a partir de su condición y de su situación
genérica.
c) El fenómeno cultural del machismo, basado tanto en el poder masculino patriarcal,
como en la interiorización y en la discriminación de las mujeres producto de su
opresión y en la exaltación de la virilidad opresora y de la feminidad opresiva,

(6)
PULEO, A. (2000): Patriarcado, en AMOROS, C. (Dtora.): 10 palabras clave sobre mujer (3 ed.). Navarra:
Verbo Divino. Pág. 23
(7)
LAGARDE, M. (1997): Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas (3 ed.).
México: Universidad Nacional Autónoma. Pág. 91.

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constituidos en deberes e identidades compulsivos e ineludibles para hombres y


mujeres”.

El patriarcado, por tanto, como sistema de dominación y como estructura social


establece como naturales la valoración desigual de los hombres en relación a las mujeres
y toda esa estructura de poder se sustenta en un sistema de creencias: el sexismo.
El sexismo es la opresión social fundamentada en la diferencia sexual de las
personas que, incubado en el inconsciente, funciona como el elemento definitivo y
definitorio de los sentimientos, pensamientos y acciones de los seres humanos. El
sexismo está tan interiorizado y conforma de tal modo la identidad y la mentalidad de las
personas que sólo suele ser percibido en situaciones extremas, por ejemplo, la violencia
contra las mujeres. Sin embargo, resulta mucho más difícil de percibir en las cotidianas
telenovelas, canciones o publicidad televisiva, por ejemplo (salvo que presenten
situaciones discriminatorias muy explícitas).
Las expresiones del sexismo son:
 El machismo: Conjunto de actos concretos, comportamientos, hábitos, formas de
pensar, etc. que las personas practican y que manifiestan la aceptación, explícita
o implícita, del dominio de los hombres sobre las mujeres. El machismo estructura
la opresión de género marginando, cosificando y violentando a las mujeres, pero
también tiene otra faceta que es la paternalista, es decir, considerar a las mujeres
como seres dependientes, incapaces, sumisas y débiles, necesitadas de
sobreprotección, alabanzas y galanterías.
 La misoginia: Significa temor y odio a las mujeres. Nos referimos a las formas
brutales o sutiles de inferiorización, ridiculización, exclusión, violencia y opresión
de las mujeres como género y de cada una en particular.
 La homofobia, lesbofobia, bifobia y transfobia: Es la aversión a las personas
que no siguen el mandato heterosexual. Se rechaza a las personas por tener una
orientación o identidad sexual distinta a la norma heterosexual, la válida
socialmente dentro del sistema patriarcal al estar orientada hacia la reproducción.
Se castiga la transgresión de géneros.

En el mapa conceptual que vemos a continuación podemos observar de forma


global cómo se estructura el sistema patriarcal:

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Sustenta al PATRIARCADO

SEXISMO
Conduce al
ANDROCENTRISMO

MACHISMO
El hombre
MISOGINIA HOMOFOBIA como medida
de todo

Heterosexismo Supremacía
Opresión Paternalismo Violencia
de género de lo
contra
masculino
las
frente a lo
mujeres
femenino
Mujeres como
Discriminación
sumisas,
Marginación
débiles,
Cosificación
dependientes
conscientes hombres

actos y comportamientos concretos tanto de

inconscientes mujeres

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Algunos/as autores/as distinguen entre dos manifestaciones del sexismo: el


sexismo hostil y el sexismo benévolo (Glick y Fiske, 1996). El sexismo hostil
correspondería con los modos más arcaicos de considerar a las mujeres como
seres inferiores y con características negativas (ej.: las mujeres quieren hacerse
con el poder y destruir a los hombres, las mujeres son unas exigentes,…); esta
expresión en la actualidad resulta poco tolerada socialmente por lo que el ejercicio
del poder patriarcal se disfraza tras el sexismo benévolo. Esta manifestación
muestra una posición de la mujer como un ser necesitado de apoyo y protección.
Se atribuyen características positivas a las mujeres (son dulces, puras, tiernas,…)
pero altamente estereotipadas y los hombres afirman que “no pueden vivir sin ellas”
(fundamentalmente para cubrir necesidades de intimidad sexual y de
mantenimiento de la vida doméstica). El sexismo benévolo puede pasar más
desapercibido porque responde a aquellas expresiones de “colocar a la mujer en un
pedestal”, “qué haría yo sin mi mujer”, con lo que parece que se produce un
ensalzamiento de las virtudes femeninas sin percatarnos de que lo que se está
realzando responde a un modelo tradicional de feminidad idealizada. Ambas
expresiones de sexismo, el hostil y el benévolo, son rechazables y conllevan
discriminaciones y desigualdades.
Como hemos podido observar, todas las personas somos socializadas en un
sistema patriarcal por lo que la asunción del sexismo y la consiguiente reproducción
del machismo, la misoginia y la homofobia puede ser tanto por parte de hombres
como de mujeres. Sin embargo, comúnmente se suele decir que las mujeres son
más machistas que los hombres, que las mujeres son las peores enemigas de las
mujeres, etc., argumentos que parecen volcar la culpa de la desigualdad y opresión
de las mujeres sobre ellas mismas. El uso de esos argumentos parte de
presupuestos machistas y misóginos que tienen interiorizados muchas personas y
que, consciente o inconscientemente, transmiten. Resulta un argumento perverso
culpabilizar a las mujeres de su situación sin incorporar a ese análisis la perspectiva
de género para desentrañar los mecanismos de socialización diferencial y cómo se
ha ido construyendo históricamente la desigualdad. Quienes realizan afirmaciones
del tipo:
- Las mujeres ya lo han conseguido todo, ¡qué más quieren!
- Si a una mujer le pegan es porque quiere, yo no me dejaría.
- No hay peor machista que algunas mujeres.
- Es que algunas mujeres se lo buscan, si es que van provocando,…

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sólo contribuyen a reafirmar el status quo del patriarcado y eximir de


responsabilidades a este sistema. El reconocimiento de una realidad no implica
buscar culpables y generar odios, implica conocerla para poner en marcha los
mecanismos para transformarla.

Una de las tantas consecuencias desfavorables que ha tenido el patriarcado


para las mujeres ha sido su invisibilidad en la Historia y el que esta Historia se
construya sin las mujeres. Esto es lo que se ha dado en denominar
androcentrismo, es decir, enfocar los estudios, análisis o investigaciones que se
lleven a cabo sobre cualquier tema sólo desde la perspectiva masculina, utilizando
a posteriori los resultados como válidos para la generalidad de la humanidad,
mujeres y hombres. Por ejemplo, durante siglos los estudios anatómicos y médicos
en general se llevaron a cabo sobre el cuerpo de los hombres, obviando las
necesidades específicas y diferencias evidentes de las mujeres. Todas las ciencias
han hablado de la evolución del hombre, de los derechos del hombre, los
descubrimientos del hombre,… obviando la contribución de las mujeres a la
Historia.

1.6.- Breve reseña histórica del patriarcado:

Algunas de las preguntas que con más frecuencia se hacen a quienes se


dedican a los estudios de género es ¿cómo empezó todo?, es decir, ¿cuándo se
originó la desigualdad entre los sexos? ¿Siempre ha sido así? ¿Existió en algún
momento de la Historia un matriarcado? ¿Cómo se explica la tardía toma de
conciencia de las mujeres de su desigualdad? A estas y otras cuestiones han
tratado de dar respuesta historiadoras/es, arqueólogas/os, antropólogas/es,… y a
ellas/os vamos a seguir para remontarnos a épocas que se pierden en la noche de
los tiempos.
El patriarcado es un sistema histórico y no natural, es decir, tiene un
comienzo en la Historia y por consiguiente puede tener un final. Siguiendo a Gerda
(8)
Lerner “el período de la formación del patriarcado no se dio de repente sino que
fue un proceso que se desarrolló en el transcurso de casi 2.500 años, desde
aproximadamente el 3100 al 600 a.C.” Este proceso consolidó cambios en la
organización del parentesco y las relaciones económicas, en la instauración de las

(8)
LERNER, G. (1990): La creación del patriarcado. Barcelona: Crítica. Pág. 25.
© María Ferraz Dobarro, 2010 16
Curso Género e Igualdad de Oportunidades

burocracias religiosa y estatal y en el ascenso de los dioses masculinos frente a la


caída de las diosas.
Una de las teorías más comúnmente aceptadas para justificar la
subordinación de la mitad de la humanidad hace alusión a las diferencias naturales
por las que las mujeres, supuestamente más débiles físicamente, tenían que
dedicarse a amamantar la prole, y los hombres, supuestamente más fuertes, a
cazar y proteger la tribu, en definitiva, esto nos habla de una primitiva división
sexual del trabajo y de una especialización de tareas en función del sexo. Sin
embargo, autoras como Lerner y otras, si bien aceptan explicaciones biológicas en
los primeros estadios de la evolución no están de acuerdo en una posterior división
sexual del trabajo basada en el hecho de ser madre como algo natural y consideran
que lo que en un principio determinó la biología (el amamantamiento y cuidado de
las desvalidas crías humanas) con el tiempo se convirtió en una estructura creada e
impuesta por la cultura.
Otro de los argumentos de las autoras feministas para explicar el modelo de
dominación – subordinación hace referencia al control de la sexualidad de las
mujeres y de su procreación. La apropiación por parte de los hombres de la
capacidad sexual y reproductiva de las mujeres sucedió antes de que se articulara
la propiedad privada y la sociedad de clases, de hecho el intercambio de mujeres
como mercancía sustenta las bases de la propiedad privada. Así pues, el dominio
sobre las mujeres sirvió de ensayo y aprendizaje a los hombres para instaurar y
mantener la dominación sobre otros pueblos; la institucionalización de la esclavitud
tiene su origen precisamente en las prácticas esclavistas con las mujeres de los
pueblos conquistados. Y mientras para los hombres la clase se iba definiendo en su
relación con la posesión o no de los medios de producción, para las mujeres, la
clase estaba mediatizada por sus vínculos sexuales con un hombre, a través del
cual podían acceder a los recursos materiales. Se estableció entonces una
separación entre las mujeres ligadas a un hombre, que eran las respetadas
socialmente, y las mujeres no ligadas a un hombre o libres, que, curiosamente, no
eran respetadas socialmente. Por tanto, la subordinación de las mujeres quedó
institucionalizada y recogida en los códigos y leyes e impuesta por el Estado. Aún
así, durante todo este tiempo las mujeres siguieron desempeñando roles de
mediadoras entre lo divino y lo humano, podían ser sacerdotisas, videntes,
sanadoras,… y el culto a las diosas seguía vigente, quizás rememorando el seguido
por aquellas sociedades mesolíticas y neolíticas, entre el 10000 y el 6000 a.C., en

© María Ferraz Dobarro, 2010 17


Curso Género e Igualdad de Oportunidades

las que los vestigios de una relativa igualdad entre mujeres y hombres han llegado
hasta nuestros días.
Una hipótesis que se ha barajado mucho es la de la existencia de un
matriarcado en épocas primigenias. J.J. Bachofen es uno de sus defensores con la
publicación en 1861 de El matriarcado, una obra que, bajo unos presupuestos
altamente sexistas, argumenta que la Humanidad en sus estadios primitivos estaba
organizada socialmente bajo una ginecocracia o sistema de Derecho Materno. La
presencia de las Diosas Madre y el papel preeminente de las mujeres en la
sociedad le hacen pensar que el poder también estaba en manos de las mujeres,
originándose, como hemos dicho, un matriarcado. Sin embargo Bachofen confunde
el ejercicio del poder, que nunca estuvo en manos de las mujeres, con los sistemas
matrilineales (y matrilocales) que sí parece que existieron en algunas sociedades
prehistóricas. La matrilinealidad consiste en establecer la descendencia y la
herencia por línea materna, por ejemplo, un niño pertenece al clan y a la comunidad
de aldea de su madre (matrilocalidad, o el lugar de la madre, una posición de
respeto pero no de dominio) y la fortuna y la posición social se transmite de tíos
maternos a sobrinos y no de padres a hijos.
Por tanto, no podemos hablar de la existencia de matriarcados porque estos
implicarían la asunción del poder sobre los hombres y sobre la sociedad en su
conjunto por parte de las mujeres y nunca se ha demostrado que esto sucediera en
ningún momento de la Historia. Sin embargo, sí que resulta interesante reseñar que
durante un amplio período de la Prehistoria, desde el Paleolítico (a partir del 40000
a.C. aproximadamente) hasta prácticamente el primer milenio a.C., la presencia de
esculturas y pinturas alusivas a figuras femeninas (culto a la naturaleza y la
fertilidad) es una constante, la Venus de Willendorf, con una datación imprecisa que
la sitúan sobre el 25000 a.C. se ha convertido en un clásico, pero son muchas otras
las que han sido rescatadas de lo que se considera la cuna de la civilización, las
actuales Irán, Irak, Turquía, Siria, Palestina, Egipto,… Arqueólogas/os como Marija
Gimbutas o James Mellaart han reconstruido sistemáticamente la vida en ciudades
neolíticas como Çatal Hüyük o Hacilar (actual Turquía), sosteniendo que no hay
señales de mujeres oprimidas ni de una gran desigualdad entre hombres y mujeres.
Así pues, reafirmamos lo expuesto: el patriarcado tuvo un origen ya definido
y un proceso de consolidación que culminó con el derrocamiento de las diosas y la
instauración del monoteísmo. Esta depreciación simbólica de las mujeres en
relación con lo mágico-religioso tiene su máximo apogeo con el establecimiento de
la Alianza entre el dios del Antiguo Testamento y el pueblo elegido, esa exclusión

© María Ferraz Dobarro, 2010 18


Curso Género e Igualdad de Oportunidades

de las mujeres como mediadoras entre lo humano y lo sagrado da por consolidada


la posición de subordinación de éstas. De esta forma se instaura el control de la
sexualidad, controlando la fertilidad, separando la sexualidad (erotismo) de la
procreación, considerando esto último lo adecuado y todo lo que no se redujera a
ella como pecado. Lerner apunta también que la filosofía aristotélica da por hecho
que las mujeres son seres humanos incompletos y defectuosos, de un orden
totalmente distinto a los hombres. Por tanto, es con estos dos aspectos, la
exclusión de la relación de las mujeres con la divinidad y con la filosofía aristotélica,
como la civilización occidental consolida la subordinación de las mujeres como algo
natural, volviéndose invisible y proporcionando al patriarcado la fuerza ideológica
necesaria para mantenerse hasta nuestros días. No es de extrañar, por tanto, que
resulte tan difícil de desmontar una organización social cimentada desde hace más
de veinte siglos, eso sí, complejo pero no imposible, sólo hay que conocer las
claves adecuadas para conseguirlo.

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Curso Género e Igualdad de Oportunidades

TEMA 2: ADQUISICIÓN DE LAS IDENTIDADES DE GÉNERO, ROLES Y


ESTEREOTIPOS. AGENTES DE SOCIALIZACIÓN Y GÉNERO.

2.1.- Conceptos clave: Identidad sexual, identidad de género y


orientación sexual:

La construcción de la identidad es uno de los procesos más complejos por


los que atraviesa el ser humano. La identidad de las personas se conforma desde el
momento de su nacimiento a través de su interacción con el entorno. Siguiendo a
(9)
Almudena Hernando “la identidad (…) consiste esencialmente en un conjunto de
mecanismos que permiten al ser humano sentirse orientado en el mundo en el que
vive, saber quién es y cómo es la realidad en la que se ha de desenvolver. (…) Es
decir, la identidad consiste básicamente en desarrollar mecanismos cognitivos que
nos permiten tener sensación de que controlamos en medida suficiente la realidad,
independientemente del control real que tengamos.”
La identidad de las personas se conforma sobre la base de la diferencia
sexual y sobre el dimorfismo sexual, como hemos visto, se construye la identidad
de género, por eso es importante tener claros algunos conceptos:

- Identidad sexual: Todas las personas nacen con un sexo biológico


determinado, se nace “macho” o “hembra”, niño o niña. El sexo se define
por los cromosomas (XX: Hembra, XY: Macho), por las hormonas
(estrógenos: hormonas femeninas, andrógenos: hormonas masculinas) y
por las gónadas sexuales o los órganos genitales (ovarios, vagina y vulva en
las mujeres, pene y testículos en los hombres). Así, partiendo del sexo se
forma la identidad sexual, es decir, nos sentimos hombres o mujeres, niños
o niñas. Hay personas que nacen con características anatómicas de ambos
sexos en diferentes grados. A esto se le denomina intersexualidad. Otras
personas nacen con un sexo biológico con el que no se identifican ni
psicológica ni socialmente. A esto se le denomina transexualidad y tiene
relación directa con la construcción de la identidad sexual pero también con
la construcción de la identidad de género.

(9)
HERNANDO, A. (2000): La construcción de la subjetividad femenina. Madrid: Instituto de
Investigaciones Feministas, Universidad Complutense. Pág. 104.
© María Ferraz Dobarro, 2010 20
Curso Género e Igualdad de Oportunidades

- Identidad de género: Recordamos que este concepto, ya estudiado, viene


a explicar que sobre la base de la identidad sexual se construye una
diferencia cultural y social. A los niños/hombres se les asigna un modelo
masculino y a las niñas/mujeres se les asigna un modelo femenino, es la
sociedad la que impone esos modelos, no se nace con ellos. Como estos
modelos NO son naturales sino APRENDIDOS, se pueden cambiar. Hay
niños/hombres que están incorporando aspectos del modelo tradicional
femenino en sus vidas y hay niñas/mujeres que incorporan aspectos
masculinos; los modelos no son rígidos, se pueden romper. Lo que ocurre
es que aquellas personas que rompen con el modelo tradicional, lo que la
sociedad ha considerado “bien visto” pueden ser rechazadas si no cuentan
con más personas que hagan lo mismo o apoyen los cambios realizados.
Hay personas que, a pesar de no sentirse a gusto con su sexo legal no
desean una adaptación completa al sexo contrario (a través de una cirugía
de reasignación sexual), esto se denominaría Transgénero.

- Orientación sexual: No hay que confundir este concepto con la identidad


sexual o la identidad de género. La orientación indica hacia dónde se dirigen
los deseos afectivos y sexuales de las personas. Las personas pueden ser
homosexuales (cuando te sientes atraído/a hacia personas de tu mismo
sexo), heterosexuales (cuando te sientes atraído/a hacia personas de sexo
distinto al tuyo) o bisexuales (cuando la atracción se siente tanto por
personas de tu mismo sexo como de distinto sexo).

2.2.- La asignación de las identidades de género:

El mecanismo por el cual se asigna el género funciona incluso desde antes


del parto. Cuando se conoce el sexo del bebé, cuando se nombra al bebé: “es un
niño” / “es una niña”, se está instaurando el género en la persona. Es la palabra, el
lenguaje (y todo el sistema interiorizado de creencias) lo que marca la asignación
de género. A partir del nacimiento y durante el resto de la vida de mujeres y
hombres hay un ritual diario de reconocimiento: a través de la mirada del cuerpo se
constata si se es hombre o mujer. Es decir, ese reconocimiento diario identifica lo
que cada persona puede (o no puede) y debe (o no debe) hacer, pensar, decir,
sentir y desear.
A partir del momento de ser nombrado, al cuerpo se le da una significación
sexual que lo define como la referencia normativa más inmediata para la
© María Ferraz Dobarro, 2010 21
Curso Género e Igualdad de Oportunidades

construcción en cada persona de su masculinidad o su feminidad. El género tiene


como referente inmediato el cuerpo, un cuerpo sexuado y marcado en su
alimentación, estética, actividad física, etc. Un ejemplo de la importancia del cuerpo
en la asignación de la identidad de género es la percepción que se tiene del cuerpo
de las mujeres como reproductoras-paridoras (mujer-madre) y como objeto de
deseo erótico (mujer-objeto). Ese cuerpo objetualizado de las mujeres es observado
por los otros de manera fragmentada; la mirada masculina sobre el cuerpo de las
mujeres se ha construido a retazos, las mujeres no son miradas como seres
completas sino como seres “a trozos” de los que se resaltan los atributos sexuales.
(Para ampliar esta idea se puede consular el siguiente artículo de Asunción Bernárdez:
www.revistas.ucm.es/inf/11357991/articulos/CIYC0909110264A.PDF)

La construcción de la identidad de género, por tanto, es la forma en que


cada persona consigue, frente a sí misma y frente al resto del mundo, ser hombre o
mujer, de acuerdo a los patrones culturales y sociales en que vive. Es un proceso
histórico por el cual nos identificamos con el mandato de género que cada sociedad
impone, lo reconocemos y lo asumimos, aprendiendo lo que está permitido (y lo que
no) y lo que es exigido diferencialmente a hombres y mujeres. Colores, olores,
formas de vestir, emociones, fantasías, deseos, responsabilidades,… se
determinan culturalmente como propios de mujeres u hombres. Siguiendo de nuevo
(10)
a Hernando “los rasgos de la identidad de género femenina están
estructuralmente asociados a la falta de poder de las mujeres, determinando a su
vez la incapacidad para asumirlo, y no al hecho de que sean mujeres”, es decir, la
asignación de género determina las posibilidades de desarrollo de hombres y
mujeres y las relaciones de poder que los condicionan.
Hay múltiples factores no aleatorios que conforman la identidad. El más
importante es el género, pero también destacan otros como la clase, la etnia, la
edad, la nacionalidad, la religión, la ideología,… La identidad por consiguiente va
singularizando a las personas y las hace distintas pero también semejantes.
La identidad tiene dos aspectos fundamentales: la identidad asignada y la
autoidentidad. En el caso de las mujeres estos dos aspectos no se corresponden
del todo y tiene un mayor peso la identidad asignada, es decir, la que nos impone el
mundo que nos rodea. Esto hace que las mujeres vivan un conflicto entre lo que la
sociedad nos exige, el deber ser, frente al yo soy y me siento… En general, la
identidad de las mujeres se construye de forma satélite frente a la identidad

(10)
Op. Cit., 121.
© María Ferraz Dobarro, 2010 22
Curso Género e Igualdad de Oportunidades

hegemónica masculina; siguiendo a Marcela Lagarde (2000), las mujeres se


construyen tradicionalmente como “seres para otros/as”, “seres de otros/as” y
“seres a través de otros/as”. Somos seres “para” otros porque cuidamos vitalmente
a otras personas y nos descuidamos a nosotras mismas, el sentido de la vida de las
mujeres está en los otros/as y no en una misma. Somos seres “de” otros/as cuando
esos otros inscriben su sentido de propiedad en el cuerpo y la psique de las
mujeres a través de la sexualidad y la maternidad (hemos sido, y seguimos siendo,
hijas de, esposas de, madres de,…) y somos seres “a través” de otros/as cuando el
sentido de realización está los/as demás y no en una misma (“mi marido es un
estupendo abogado”, “mi hijo es un fantástico neurocirujano”,… ¿y quiénes somos
por nosotras mismas?). Estas identidades asignadas frente a la autoidentidad (“ser
para mí”) generan un conflicto importante a las mujeres contemporáneas, de ahí
que Lagarde (2000) hable de la escisión vital de las mujeres, ese conflicto vital lo
vivimos como si estuviéramos partidas entre dos modelos: lo que el sistema
patriarcal, los mandatos de género, impone y lo que realmente quiero ser.
La resolución del conflicto supondría deconstruir los aspectos limitantes de
las identidades asignadas y optar por la autoidentidad, por la conciencia de sí en
relación con el mundo, por los sentimientos, acciones, sueños, deseos,… que
conduzcan a las mujeres a un mayor gozo interno y a una mayor sensación de
bienestar consigo mismas.
Una representación gráfica de la construcción de las identidades de mujeres
y hombres en el sistema patriarcal y su alternativa equilibrada podría ser la
siguiente:

YO
YO
YO
LOS
OTROS LOS OTROS LOS OTROS

MUJERES HOMBRES AMBOS EN IGUALDAD

Resulta difícil transgredir las identidades de género si nunca nos hemos


parado a reflexionar sobre el tema, por eso es tan importante la creación de
espacios propios para mujeres donde se posibilite esta toma de conciencia sobre la
influencia del género en sus vidas y las opciones de transformación. Han sido las
mujeres a lo largo de la historia las que, como colectivo subordinado, han tomado

© María Ferraz Dobarro, 2010 23


Curso Género e Igualdad de Oportunidades

conciencia de su opresión y han desarrollado estrategias y mecanismos de


trasgresión de los mandatos de género, sin embargo, la influencia (y la propia
resistencia) del sistema patriarcal es tan fuerte que aún las mujeres no han logrado
romper con los modelos tradicionales, ni las que rompen han logrado ser
reconocidas socialmente. Los hombres, en general, no han sido transgresores,
puesto que el modelo de masculinidad era el privilegiado y, por tanto, no interesa
perder privilegios cimentados durante siglos. Así pues, quienes se han apartado de
la norma se han situado en el margen de la desviación y han sido estigmatizadas
socialmente mientras el sistema desarrollaba estrategias de reconducción o de
minimización de la importancia de la conducta desviada. Esto ha pasado, por
ejemplo, con el movimiento feminista, que el sistema ha tachado de minoría radical,
obviando su propuesta igualitaria y transformadora de un sistema social injusto.
Aquí es importante señalar, aunque dedicaremos un tema específico al movimiento
feminista, que en los últimos tiempos están surgiendo nuevos mitos provenientes de
grupos neomachistas conservadores que, como estrategia de reacción patriarcal,
vuelven a denostar la imagen y el trabajo que se realiza desde las organizaciones
feministas. Por ello es importante aclarar que el feminismo, como movimiento social
y político, aboga por la construcción de sociedades democráticas e igualitarias y
aboga por la construcción de relaciones entre mujeres y hombres alejadas de
cualquier forma de violencia y discriminación. El movimiento feminista tiene tres
siglos de historia a lo largo de los cuales la mejora de las condiciones de las
mujeres ha sido evidente; sin el feminismo, el derecho al voto de las mujeres, el
divorcio, el acceso a la universidad, el empleo, los derechos sexuales y
reproductivos,.. no hubieran sido una realidad en las sociedades occidentales. Lo
que hoy en día consideramos obvio provocó que, en cada momento histórico, las
mujeres que defendieron sus derechos (las vindicadoras, las sufragistas,… las
feministas) fueran vilipendiadas. Las feministas del siglo XXI siguen cuestionadas
con los mismos argumentos reaccionarios de hace tres siglos y con nuevos mitos
construidos “ex profeso” para desacreditar la labor de transformación social
imparable que ha generado el feminismo, que nos es otra que provocar el avance y
la equiparación de la condición y la situación de las mujeres en plenas condiciones
de igualdad, sin que ello implique restricción de derechos para los hombres.
No debemos olvidar que a lo largo de la historia de la humanidad, el
machismo, la misoginia y la homofobia ha matado a millones de mujeres, niñas y
niños, mientras que el feminismo ha luchado por erradicar esas lacras y hacer del

© María Ferraz Dobarro, 2010 24


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mundo un lugar que podamos compartir mujeres y hombres siendo consideradas/os


ciudadanas y ciudadanos con plenos derechos.

2.3.- Roles de género:

Los roles de género son el conjunto de funciones, actividades, tareas y


responsabilidades que, culturalmente, se atribuyen como propias y diferenciadas a
hombres y mujeres. Así, los hombres son orientados a lo público, atribuyéndoseles
el trabajo remunerado y el consiguiente mantenimiento de la economía familiar y,
las mujeres, son asignadas a lo doméstico para asumir la reproducción de la
especie y el cuidado de la misma.
De esta asignación de roles se deriva la división sexual del trabajo, que
estructura las relaciones de producción y reproducción en las sociedades actuales,
conformando el elemento básico de organización social. Mientras los varones se
han desarrollado (y continúan haciéndolo) en la esfera pública-productiva a través
del empleo, que a su vez es su elemento principal de reconocimiento y valoración
social, las mujeres se han encuadrado (y todavía lo hacen, algunas en exclusiva y
otras asumiendo dobles y triples jornadas) en el mundo doméstico-reproductivo, de
escaso o nulo reconocimiento social, invisibilizado y centrado en el mundo de los
afectos. El sistema capitalista en el que nos encontramos ha supuesto la
jerarquización de estas esferas, la pública y la doméstica, primando la primera en
detrimento de la segunda. Determinadas teorías funcionalistas afirman que esta
división garantiza el mantenimiento del sistema.
Las personas en las sociedades actuales cumplimos diferentes roles de
forma simultánea y, ha sido gracias a los avances en la igualdad de oportunidades
y derechos de las mujeres que los que tradicionalmente han sido asignados a éstas
se van incumpliendo. Las mujeres que, de forma aislada, han tratado de no
interpretar el rol que se les ha asignado, han sido estigmatizadas y aisladas
socialmente, no han sido buenas mujeres, como debían ser, sin embargo, aquellas
mujeres que, colectivamente, han reivindicado una transformación de los roles
tradicionales, han sido las que han aportado cambios sociales relevantes al sistema
patriarcal y las que han apostado por una profunda transformación en las relaciones
entre hombres y mujeres. Por consiguiente, en una sociedad fuertemente anclada
en modelos tradicionales, el cambio en los roles de género genera una gran
conflictividad, individual y social, y dado que todas las sociedades mantienen de
forma más o menos intensa los roles tradicionales de género, las mujeres que viven
© María Ferraz Dobarro, 2010 25
Curso Género e Igualdad de Oportunidades

estas contradicciones se encuentras escindidas entre el deber ser o el ser para


otros y el soy o el ser para mí, es decir, lo que la sociedad me exige y lo que
realmente quiero ser, como ya hemos visto.
Los roles mantienen una estrecha relación con los estereotipos, pues en
base a esta asignación dicotómica de funciones se generan una serie de
expectativas y predicciones sobre nuestra conducta.

2.4.- Estereotipos de género:

Los estereotipos de género podrían definirse como las ideas y creencias


comúnmente aceptadas en la sociedad sobre cómo han de ser y comportarse
mujeres y hombres, determinando lo que socialmente se ha de esperar de unas y
otros. Son atribuciones sociales arbitrarias, sin fundamentación empírica, y
ampliamente compartidas, acerca del comportamiento, características, actitudes,…
de una persona en función del sexo al que pertenece. Los estereotipos de género
determinan expectativas diferentes sobre lo que se espera de un hombre o una
mujer, bloqueando otro tipo de percepciones y creando una falsa seguridad sobre la
posibilidad de prever la conducta de quienes nos rodean. Los estereotipos de
género se apoyan en discursos de excelencia o inferioridad, claramente
intencionados y sostenidos por quienes salen beneficiados de la existencia de
dichos estereotipos. La atribución social de los estereotipos no tiene ningún
fundamento científico, de hecho son prejuicios que encasillan a las personas
anulando la riqueza de la diversidad.
La sociedad ha ido elaborando estereotipos a lo largo de la historia sobre
diversos colectivos humanos, pero ninguno como los que se sostienen en base a la
diferencias de género ha tenido tanto arraigo y está siendo tan difícil de erradicar.
Algunos ejemplos de otros estereotipos basados en la etnia, la religión, la
nacionalidad,… pueden ser:
- los andaluces y las andaluzas son divertidos/as y vagos/as
- los/as ingleses/as son fríos/as y disciplinados/as
- los/as islámicos/as son terroristas
Los estereotipos de género, por consiguiente, se caracterizan por:
- una realidad que se exagera y se explica de forma errónea
- La afirmación de algo que ocurría en épocas pretéritas y que ya no sucede
pero se sigue dando por válido.
- Algo que jamás fue verdad.

© María Ferraz Dobarro, 2010 26


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Los estereotipos de masculinidad y feminidad son dicotómicos y


contraponen las siguientes características, como elementos constitutivos de la
personalidad de hombres y mujeres. Así pues, a los hombres se les ha asociado la
masculinidad y a las mujeres la feminidad, caracterizadas, entre otros, por los
siguientes elementos:

MASCULINO FEMENINO
Espacio público Espacio doméstico
Independencia Dependencia
Mente Cuerpo
Inteligencia Intuición
Racionalidad Labilidad emocional
Cultura Naturaleza
Actividad Pasividad
Fuerza Debilidad
Poder Amor
Agresividad Ternura
Posesión de la palabra y la voz Desvalorización de opiniones
Ímpetu sexual incontrolado Pasividad sexual
Dominio Sumisión
Violencia Paz

Así, la personalidad masculina se ha construido asociada al dinamismo, la


competitividad, el gusto por el riesgo y la aventura, el autocontrol, la valentía, la
eficiencia, la arrogancia, la protección,… Mientras, la personalidad femenina se ha
construido asociada a la ternura, el mundo de los afectos, la belleza, la bondad, la
timidez, la seducción, la generosidad, el miedo, la falta de control o la inseguridad,
entre otros.
No es tarea fácil romper con los estereotipos. Así, nos encontramos con
mujeres fuertes, competitivas, racionales o dinámicas y con hombres dulces,
generosos, tiernos o miedosos, que a la vez comparten aspectos positivos de los
modelos tradicionales, porque lo que no debemos olvidar es que los atributos, las
cualidades, y los valores están ahí y son los que van a conformar personas
íntegras, no dicotómicas y no marcadas por el género. La deconstrucción de los
roles y estereotipos de género supone la mayor transgresión del sistema patriarcal,
porque implica construir personas autónomas, iguales, libres e independientes sin
marcas de género de ningún tipo.

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Fuente Imagen: http://fcom.us.es/blogs/empresainformativa9/files/2010/05/igualdad.jpg

2.5.- Agentes de socialización:

La identidad de género se va incorporando a través del proceso de


socialización que desempeñan seis agentes o instituciones fundamentales:
- La familia: Es un espacio clave de socialización primaria y donde primero
aprendemos e incorporamos el género. Existen diferentes modelos de
familias y, según el grado de conservadurismo o progresismo que vivan, los
roles de género se internalizarán de forma más o menos acusada. Si se
trata de una familia tradicional los modelos transmitidos no serán nada
igualitarios, en cambio si la familia tiene conciencia de las desigualdades por
razón de género, intentará transmitir unos modelos igualitarios en la
socialización.
- La escuela: Es otro agente importantísimo de socialización y, en función de
los objetivos que se marque el Proyecto Educativo del centro, será más o
menos coeducativa y transmitirá en mayor o menor medida valores
igualitarios o no. En la actualidad no está plenamente implantado en las
escuelas un modelo coeducativo, con lo que no se garantiza la socialización
en modelos igualitarios, puesto que el mezclar chicos y chicas, que es el
planteamiento de la escuela mixta, no es suficiente para la deconstrucción
de los modelos tradicionales.
- Los grupos de iguales y el entorno: Estos son relevantes ya que pueden
facilitar o dificultar el aprendizaje de modelos igualitarios o no. Las
amistades son importantes en la reafirmación de la identidad, especialmente
en la adolescencia. En la actualidad muchos chicos y chicas reproducen
modelos tradicionales y estereotipados en función del género y, aunque las
chicas son las que más están rompiendo con la desigualdad, se observa
una preocupante interiorización de creencias y modelos sexistas en niños/as
y jóvenes.

© María Ferraz Dobarro, 2010 28


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- Los medios de comunicación, la publicidad y las nuevas tecnologías:


En la sociedad que vivimos es cada vez más relevante su influencia en la
transmisión de estereotipos de género, ya que en ocasiones van por detrás
de los cambios sociales y las imágenes y/o ideas que transmiten refuerzan
unos modelos de hombres y mujeres fuertemente sexistas que no se
adecuan con los reales. Los mass media han sido considerados el cuarto
poder, precisamente por su capacidad de influencia social. En la actualidad
tanto estos como la publicidad y las nuevas tecnologías son vehículos de
transmisión de modelos tradicionales aunque, en momentos excepcionales,
son capaces de presentar personajes que representan modelos igualitarios.
- El lenguaje y los productos culturales: Pese a que las lenguas se hallan
en constante evolución, la carga de sexismo que tienen resulta muy difícil de
eliminar, con lo que se siguen reforzando los estereotipos de género
tradicionales. Todavía sigue siendo necesario que los organismos
internacionales elaboren recomendaciones sobre un uso no sexista del
lenguaje, ya que este es sumamente importante en la construcción del
pensamiento. Por otra parte, el cine, el teatro, la música, la literatura, el arte,
los cuentos infantiles, los refranes, las fábulas y otros productos culturales,
son transmisores, en mayor o menor medida, de modelos tradicionales
donde se refuerzan los estereotipos de género. Seguro que podemos
recordar películas o letras de canciones que denigran la imagen de las
mujeres, las usan como simples objetos sexuales o hacen apología de la
violencia, reforzando estereotipos de pasividad y sumisión que se han
construido en torno a ellas.
- Las religiones, iglesias y cultos: Pese a vivir en un estado aconfesional,
las religiones han tenido y siguen teniendo un peso específico en la
perpetuación de los estereotipos de género; casi todas las iglesias tienen
elaboradas normativas sobre el comportamiento de los sexos, claramente
discriminatorias para las mujeres. Habitualmente el peso de las creencias
religiosas ha determinado la construcción de modelos tradicionales sobre lo
que significa ser hombre o ser mujer y cómo deben actuar en privado y
socialmente.
Son muchos los agentes de socialización que intentan mantener en las
mujeres las identidades asignadas de la forma más tradicional posible. En las
sociedades occidentales del siglo XXI afortunadamente los cambios y las
transgresiones de género son una constante y, los modelos tradicionales, se van

© María Ferraz Dobarro, 2010 29


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transformando, no sin provocar un gran coste social a las pioneras que comenzaron
el cambio. En definitiva, la socialización tradicional de género anula las diferencias
individuales, reprime las potencialidades y el desarrollo personal de mujeres y
hombres, nos limita, genera insatisfacción y extrañamiento entre ambos sexos y no
se adecua a los nuevos tiempos que vivimos.
La incidencia en la transformación de los agentes de socialización es una de
las claves para alcanzar la igualdad.

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Curso Género e Igualdad de Oportunidades

TEMA 3: APLICACIÓN DE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO A LAS


SITUACIONES VITALES DE LAS MUJERES.

Para el diseño, ejecución y evaluación de políticas de igualdad ha de existir


un conocimiento previo del contexto sobre el que se va a intervenir. Para ello es
conveniente realizar un análisis de género de las situaciones vitales de mujeres y
hombres y elaborar indicadores que nos ayuden a mirar la realidad con “gafas de
color violeta” (Lienas, 2001) incorporando una mirada feminista para reorientar la
práctica profesional hacia la erradicación de las desigualdades de género.
No debemos olvidar que dichas desigualdades de género afectan a todos
los colectivos poblacionales que podamos imaginar:
• Infancia y adolescencia
• Jóvenes
• Población adulta (en desempleo, en situación de vulnerabilidad,
exclusión,…)  MUJERES (> %)
• Mayores
• Personas con discapacidad
• Drogodependientes
• Inmigrantes
• Población reclusa
• Lesbianas, gays, bisexuales y transexuales
• Personas sin hogar
• Personas con problemas de salud mental
• …
Por tanto, es importante dejar claro que las situaciones que vamos a
describir no las viven exclusivamente las mujeres, pero sí existe un impacto
específico en la vida de las mujeres diferente y desigual respecto a cómo viven las
mismas situaciones los hombres. Para dar respuestas adecuadas a las
desigualdades de género hemos de conocer los discursos que se construyen en
torno a estas y construir una perspectiva científica del desarrollo social, económico
y político, que incida en transformar las condiciones y situaciones vitales para
alcanzar la igualdad, la equidad y la justicia en las relaciones de género.
Vamos a describir a continuación algunas de las situaciones vitales a las
que se enfrentan mujeres y hombres de forma cotidiana y diferencial y los
indicadores que hay que tener en cuenta para su abordaje desde un análisis de

© María Ferraz Dobarro, 2010 31


Curso Género e Igualdad de Oportunidades

género. No quiere ello decir que las que se presentan aquí sean las únicas, sólo las
tomamos como referente para que a partir de aquí tengamos pistas para dar
respuesta a otras diferentes.

3.1.- Salud y derechos sexuales y reproductivos:

En la vivencia de la salud por parte de mujeres y hombres existen


diferencias significativas que tienen que ver con la construcción de género. Algunos
elementos que hay que tener en cuenta para un análisis de género de este aspecto
son:
- Hombres y mujeres se enfrentan a diferentes clases y grados de riesgos
en lo relativo a su salud en general, salud reproductiva, salud laboral,
etc.
- La división sexual del trabajo impone riesgos diferentes salud,
morbilidad y mortalidad para hombres y mujeres.
- Existe un grado desigual de acceso de hombres y mujeres a los
recursos y servicios de salud.
- Hay que tener en cuenta que los indicadores tradicionales de esperanza
de vida, morbilidad,… no han tenido un análisis de género. Resulta
interesante comparar las causas de muerte de los hombres con las
mujeres o las enfermedades que les afectan y por qué. Por ejemplo: en
España la esperanza de vida entre ambos sexos es la siguiente:
Mujeres: 84,1% / Hombres: 77,8% (Fuente: http://www.migualdad.es/ 2010) lo
que tiene con las mayores conductas de riesgo de los hombres y el
mayor descuido sobre su salud por la sensación de “omnipotencia”, del
“yo controlo”. Un ejemplo significativo hace referencia a la mortalidad en
accidentes de tráfico: 84,60% hombres y 15,40% mujeres.
- En los países en vías de desarrollo hay que incorporar el indicador de
muertes por maternidad, pero en los países occidentales no hay que
olvidar los indicadores de muertes por ocupación o accidentes. También
resulta interesante estudiar el número de suicidios de mujeres (y mucho
más relevante si se puede analizar la relación entre éstos y la violencia
de género).
- Hay que analizar en profundidad la respuesta que se está dando al
problema de la dependencia y sobre quién está recayendo en mayor
medida el cuidado y la atención de personas dependientes, con los
riesgos para la salud que ello conlleva.
© María Ferraz Dobarro, 2010 32
Curso Género e Igualdad de Oportunidades

- Se ha de prestar especial atención a las disparidades de género que


viven las mujeres discapacitadas y mayores en relación a su salud y a
los recursos a los que pueden acceder. También las/os jóvenes viven
problemas de salud específicos relacionados con la edad (trastornos de
alimentación, sexualidad,…) y resulta interesante comparar las vivencias
de chicos y chicas en este sentido.
- Con respecto a los derechos sexuales y reproductivos es importante que
tengamos en cuenta:
 Las aspiraciones y deseos de hombres y mujeres respecto a la
reproducción y la fertilidad.
 Los conocimientos que ellos y ellas tienen en relación con la
reproducción.
 Las convicciones, creencias, temores y actitudes de hombres y
mujeres en relación con la planificación familiar y la
anticoncepción en todas sus formas.
 La participación y la accesibilidad de hombres y mujeres en la
toma de decisiones en materia de fertilidad, anticoncepción,
planificación de la familia, etc.
 La accesibilidad y el uso de métodos anticonceptivos, sobre
quién recae la responsabilidad,…

3.2.- Educación:

Aunque en nuestro occidental la Educación es uno de los pilares básicos del


Estado de Bienestar, no se puede decir que las niñas de todo el mundo tengan el
mismo grado de acceso a la educación obligatoria y postobligatoria. Así pues,
cuando analizamos este ámbito se han de tener en cuenta, entre otros, los
siguientes elementos:
- Dado que la Educación Obligatoria garantiza la escolaridad de niños y
niñas por igual, es importante analizar las disparidades existentes a
partir de la ESO en el acceso de chicos y chicas a los niveles post-
obligatorios, aunque no debemos olvidar aspectos que se producen en
la Educación Obligatoria y que hay que tener en cuenta, tales como:
 Transmisión de un curriculum oculto que refuerza roles y
estereotipos de género.
 Existencia o ausencia de proyectos coeducativos en los centros.

© María Ferraz Dobarro, 2010 33


Curso Género e Igualdad de Oportunidades

 Quiénes ocupan los cargos directivos de los centros,…


 Revisión de los materiales escolares y formas de impartirlos para
evitar tendencias androcéntricas y sexistas.
- Resulta de especial interés conocer las diferentes concepciones y
creencias sobre la educación que tienen hombres y mujeres, según el
nivel de escolaridad, así como el valor que se le da a la educación
según sea chico o chica quien valore.
- Otro indicador importante es la tasa de absentismo y abandono escolar
en la educación obligatoria en chicos y chicas.
- Los problemas de convivencia en los centros escolares, el número de
partes de incidencia y de expedientes disciplinarios resulta significativo
analizarlo con una mirada de género.
- En la educación post-obligatoria resulta significativo conocer qué
especialidades están feminizadas y cuáles masculinizadas, cómo se
producen los procesos de orientación académica y vocacional a chicos y
chicas, si se mantiene la orientación de las chicas hacia las profesiones
de cuidado y la de los chicos hacia profesiones instrumentales y
relacionadas con las ingenierías, así como la valoración social que se
tiene de las distintas profesiones y carreras.
- Se ha de comprobar si existe tendencia a la feminización de profesiones
y a la masculinización de otras o si hay profesiones que están perdiendo
su carácter original femenino o masculino y se están convirtiendo en
espacios de desarrollo igualitarios.
- Resulta de especial interés también comprobar los índices de
alfabetización de personas adultas y en qué proporción acuden hombres
y mujeres a los Centros de Educación de Personas Adultas,…

3.3.- Trabajo y empleo:

Un viejo eslogan feminista dice: “Trabajo nos sobra, queremos empleo”. Uno
de los obstáculos fundamentales para la independencia económica de las mujeres
es la falta de empleo remunerado. Las tasas de desempleo de las mujeres suelen
duplicar las de los hombres (hasta el momento de la crisis económica mundial que
empiezan a igualarse en determinados sectores productivos). Antes de exponer
algunos datos significativos, es conveniente recordar la diferencia entre:

© María Ferraz Dobarro, 2010 34


Curso Género e Igualdad de Oportunidades

 Tasa de actividad: Porcentaje de población de un país que se ha


incorporado al mercado de trabajo o busca activamente
incorporarse.
 Tasa de ocupación: Porcentaje de la población activa que
desempeña efectivamente un trabajo remunerado.
 Tasa de paro: Porcentaje de la población de un país que estando
en edad, condiciones y disposición de trabajar se encuentra en
desempleo.
Resulta significativo que a las amas de casa se las catalogue en “población
inactiva” cuando se pasan el día trabajando, sin embargo, este trabajo no está
considerado en las Cuentas Nacionales ni en el Producto Interior Bruto de un país.
Profundizaremos en este análisis en el tema 5 cuando abordemos con mayor
profundidad la división sexual del trabajo.
Para explorar, por tanto, las formas de participación de mujeres y hombres
en la actividad económica, es decir, en la producción se puede usar el indicador de
la proporción de mujeres y hombres en la misma: las tasas de actividad, de
ocupación, de paro. Pero las mujeres no sólo formamos parte, aunque en
desventaja de la fuerza productiva sino que sobre nosotras recae el trabajo
reproductivo, trabajo que no se contabiliza en las economías nacionales. Así pues
es necesario contemplar otros indicadores.
- Resulta de vital importancia visiblizar el trabajo de mujeres y hombres en
la economía sumergida, en el trabajo doméstico, en la agricultura y en
otros sectores tradicionalmente más olvidados de los análisis
económicos.
- Otros indicadores que hay que tener en cuenta son:
 Niveles de ocupación por sexo y edad.
 Salarios percibidos por hombres y mujeres, según profesiones.
 Sectores feminizados y masculinizados  segregación horizontal
y vertical.
 Niveles de acoso sexual y psicológico experimentados en el
puesto de trabajo por hombres y mujeres,…
- Con respecto a la conciliación de la vida personal, familiar y laboral hay
que analizar el reparto del trabajo doméstico y las creencias y valores
que sustentan la desigual participación de hombres y mujeres en el
mismo:

© María Ferraz Dobarro, 2010 35


Curso Género e Igualdad de Oportunidades

 Las razones que aducen personalmente y que son legitimadas


socialmente (incluso por las mujeres) para que los hombres no
participen o lo hagan en mínimas proporciones en el trabajo
doméstico.
 El tiempo y el esfuerzo dedicado por hombres y mujeres a las
labores de reproducción cotidianas.
 La valoración social de este tipo de trabajo.
 Las tensiones que la escasa participación de los hombres en el
mismo generan.
 Las expectativas de las mujeres al respecto.
 Las disposiciones de los hombres a renunciar a privilegios.
Algunos datos cuantitativos que ilustran este apartado son:

MERCADO LABORAL MUJERES HOMBRES MUJERES HOMBRES


2004 2004 2009 2009
Tasa de actividad 45,79% 68,19% 51,70% 68,14%

Tasa de ocupación 39,13% 62,90% 41,84% 55,44%

Tasa de paro 14,55% 7,76% 19,07% 18,64%

ABANDONO DEL MERCADO DE TRABAJO POR RAZONES FAMILIARES:


94,73% DE MUJERES (2007)
Fuente: Ministerio de Igualdad. Instituto de la Mujer, 2010

USOS DEL MUJERES HOMBRES MUJERES HOMBRES


TIEMPO 1996 1996 2006 2006

Necesidades 10 h. 35’ 10 h. 52’ 10 h. 27’ 10 h. 33’


personales

Trabajo doméstico 7 h. 35’ 3 h. 05’ 5 h. 59’ 2 h. 20’

Estudio 0 h. 18’ 0 h. 26’ 0 h. 31’ 0 h. 28’

Trabajo remunerado 8 h. 47’ 10 h. 15’ 7 h. 07’ 8 h. 19’

Tiempo libre 1 h. 23’ 3 h. 10’ 2 h. 31’ 4 h. 28’

Fuente: Ministerio de Igualdad. Instituto de la Mujer, 2010

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3.4.- Ejercicio de Derechos:

Los datos sobre las disparidades políticas y legales entre hombres y mujeres
no han sido históricamente cuantificados. Recientemente se ha comenzado a tener
en cuenta en los análisis de género aspectos como la participación sociopolítica de
hombres y mujeres y la vulneración de derechos. Así pues, para garantizar
plenamente los derechos de ciudadanía es necesario tener en cuenta aspectos
relacionados con la medida en que las Leyes apoyan o no esos derechos y
aspectos relacionados con la medida en que las prácticas de vida los reconocen y
los asumen como principios básicos de equidad y justicia.
- Resulta importante analizar en qué medida hombres y mujeres tienen
capacidad de acceso a la posesión de propiedades y bienes inmuebles.
- También en este sentido, la capacidad de acceso a créditos de mujeres
y hombres, la independencia o dependencia económica de cada uno/a,
la consideración y el estatus social en función de los recursos materiales
poseídos,…
- Muy relacionado con el punto anterior, es la necesidad de conocer la
capacidad y el grado de acceso de hombres y mujeres al Sistema
Público de Servicios Sociales, así como la forma de ejercer el derecho a
prestaciones y servicios y la consideración (creencias, valores) que
subyacen tras el ejercicio de ese derecho.
- En relación a derechos jurídicos, resulta de especial interés constatar los
derechos reales en relación a matrimonio y divorcio, pensiones
compensatorias de alimentos,… para hombres y para mujeres.
- Por lo que se refiere a la vulneración de derechos, es importante contar
con datos específicos sobre las distintas formas de violencia de género
(este aspecto se abordará en la Unidad Didáctica 4).
- Con respecto a la participación social y política hay que tener en cuenta:
 Capacidad real de mujeres y hombres en la designación de
representantes.
 Porcentaje de participación de mujeres y hombres en
asociaciones, sindicatos, partidos políticos, etc. Espacios donde
se ejerce esa participación y forma de hacerlo.
 Porcentaje de participación pública de mujeres y hombres como
representantes electos en el Congreso y Senado, Parlamentos

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Autonómicos, Diputaciones / Cabildos (en el caso de Canarias) y


Ayuntamientos.
 Porcentaje de participación de mujeres y hombres en puestos de
responsabilidad y decisión.
 Imagen que transmiten los medios de comunicación sobre
hombres y mujeres en las distintas esferas de la vida pública y
privada.
Un ejemplo cuantitativo de la realidad diferencial de mujeres y hombre en el
acceso a los espacios de poder puede ser el siguiente:

 Porcentaje de mujeres Presidentas en las empresas del Ibex-35: 2,86%


(2008).
 Porcentaje de mujeres Presidentas de las Cámaras Oficiales de
Comercio, Industria y Navegación: 4,55% (2008).
 Porcentaje de mujeres Alcaldesas en Canarias: 12,64% (2007)
 Porcentaje de mujeres Magistradas del Tribunal Supremo: 5,05% (2005).
 Porcentaje de mujeres y hombres en riesgo de pobreza: 21,2% - 18,5%
(2006).

Fuente: Ministerio de Igualdad. Instituto de la Mujer, 2010

3.5.- Procesos migratorios:

Es imposible no hablar en estos tiempos de migraciones (internas o


internacionales, temporales o definitivas, debidas a razones económicas, políticas,
bélicas u otras), sin embargo el análisis de género en los procesos migratorios es
algo casi ausente.
- Hemos de hallar las disparidades genéricas de las migraciones y para
ello hay que plantear las siguientes cuestiones:
 Predominio de hombres o mujeres en los flujos migratorios, así
como interrelacionarlo con los grupos de edad de las personas
migrantes. Un ejemplo: la feminización de los flujos migratorios
ha sido una constante en los últimos años. En Canarias, el
porcentaje de mujeres inmigrantes alcanzaba casi el 49% en
2008.
 Dimensión cuantitativa del flujo migratorio por sexo.

© María Ferraz Dobarro, 2010 38


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 Actividades remuneradas o no que se permiten realizar a


hombres y a mujeres, y las que realmente realizan.
 Duración de los procesos migratorios.
 La medidas en que los hombres y las mujeres interactúan en las
sociedades receptoras, en qué espacios, con qué propósitos, con
qué frecuencia, con quiénes,…
 Las expectativas respecto a su estancia en la sociedad
receptora.
 La organización de grupos de iguales, quién lidera, cómo se
constituyen, quiénes participan,… Identificar presencia, voces y
protagonismo de hombres y mujeres.
 Los vínculos que se establecen en el lugar de llegada:
conyugales, amistosos, familiares,… ¿Qué determina su
establecimiento, quién los promueve, cómo se conforman y
mantienen?

Esto ha sido sólo una pequeña muestra de elementos que hemos de tener
en cuenta a la hora de abordar las situaciones vitales de las mujeres y hombres
desde un enfoque de género. No cabe duda que han quedado muchos temas sin
abordar y sin profundizar como la feminización de la pobreza, la relación de las
mujeres con el medio ambiente, el urbanismo y el diseño de hábitats saludables y
de calidad,… Sin embargo, como decíamos, sólo pretende servir de referencia para
que aprendamos una nueva forma de mirar las relaciones entre mujeres y hombres,
para que desde esa “mirada violeta” sepamos dar respuestas creativas e
innovadoras que favorezcan espacios de igualdad y de libertad para mujeres y
hombres, que cuestionen los privilegios de unos sobre otras, que deconstruyan
modelos que nos limitan en nuestro desarrollo personal y que apuesten por una
sociedad más justa y más humana.

© María Ferraz Dobarro, 2010 39


Curso Género e Igualdad de Oportunidades

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 http://www.migualdad.es/ss/Satellite?pagename=MinisterioIgualdad/Page/MIGU_home

© María Ferraz Dobarro, 2010 40

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