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La Primera Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en las relaciones entre los
continentes latinoamericano y europeo. Los factores que contribuyeron al debilitamiento de
un vínculo basado en los intercambios de materias primas latinoamericanas como carnes,
cereales, café, cacao, minerales, y manufacturas europeas tales como maquinaria, textiles,
etc., y las inversiones de empresas y bancos del viejo continente fueron varios e
íntimamente relacionados entre sí.
Aparte de los efectos directos de las contingencias bélicas sobre el comercio exterior, como
el ataque a los barcos mercantes y la subida de los fletes, uno de los principales factores que
resintió el nexo entre Europa y América Latina fue la necesidad de los países europeos
involucrados en el conflicto de orientar sus esfuerzos hacia la industria armamentística en
detrimento de la producción de manufacturas y equipamientos. Esta circunstancia asestó el
golpe de gracia a unas importaciones que, en el caso de Gran Bretaña, ya habían empezado
a reducirse para equilibrar sus menores exportaciones a raíz de la competencia comercial de
otros países industrializados como Alemania y Estados Unidos, principalmente. En tal
coyuntura, se constató el desplazamiento de la capital financiera de Londres a Nueva York,
síntoma evidente de una nueva correlación de fuerzas entre las potencias favorable a
Estados Unidos, y el nacimiento de industrias sustitutorias de las importaciones en varios
países latinoamericanos como Argentina, México y Brasil, que sin embargo, al no
complementarse con el desarrollo de una industria pesada, no fueron suficientes para crear
estructuras económicas más sólidas y alcanzar la autonomía. De hecho, lo que sucedió es
que muchos talleres de reparación se convirtieron en fábricas o en meras factorías de
ensamblaje, que al ser en general equipadas con maquinaria y técnicos de los países
industrializados dieron un nuevo matiz a la dependencia del capital extranjero.
Paralelamente, en las zonas donde se instalaron dichas industrias se propició el desarrollo e
un proletariado urbano, que empezó a tener un papel protagonista en las tensones sociales
generadas por las fases de crisis como sucedió, por ejemplo, durante la Semana Trágica, en
1919.
El ascenso de Estados Unidos, como primera potencia mundial, que necesitaba en un grado
menor que Europa de los mercados internacionales como el lugar idóneo para colocar sus
excedentes, y el hecho de que su producción primaria fuese directamente competitiva con
algunos productos latinoamericanos (carne, cereales, minerales), provocó un ascenso del
proteccionismo. Este proteccio0nism, que alcanzaría un grado mayor después de la crisis de
los años treinta, fue uno de los factores que incidieron negativamente en la evolución
económica de los países de América Latina, no así en Estados Unidos.