HABLA, TU SIERVO OYE
“Pues tus palabras son mis delicias”
Junio 2020
Bueno, lo primero que hay que hacer
es examinar bajo qué perspectiva
definimos ese estado interior que
luego se muestra sin fuerza y sin
control. El mundo tiene su propio
significado y todos los seres humanos
crecimos bajo esa influencia, pero los
que hemos nacido de Dios lo vivimos
distinto.
Como no puede ser de otra manera,
escribo en base a mi fe cristiana y la
nueva mente en Cristo y os expongo
tres ejemplos de esa felicidad que
contempla la Biblia.
Lucas 15 concentra tres
celebraciones, la primera de ellas es
por la recuperación de una oveja que
se hallaba perdida. El vulnerable
animal sale del grupo y se encuentra
con los peligros que acechan fuera de
la vista del pastor. Es buscada con
diligencia y hasta que el buenhechor
la tiene en sus brazos, no cesa de
mirar en los recovecos más
profundos. Cuando la encuentra la
coloca sobre sus hombros y
emprende el camino de vuelta. No
conforme con ese final feliz, decide
compartir con sus amigos y vecinos la
dicha de encontrarla: “Gozaos
conmigo, porque he encontrado mi
oveja que se había perdido” (v.6). Me
imagino la fiesta, los amigos, pero
cuando pienso en la oveja ¿dónde la
veo?, recogidita, en los brazos
amorosos de su dueño. Realmente
ella no ha hecho nada para estar tan
dichosa, pero lo está. La vuelta entre
los suyos, la seguridad del regazo y el
buen ánimo del que la protege es
suficiente para hacerla feliz.
Otra celebración parecida es la que
organiza la mujer que encuentra la
moneda perdida. Eran diez dracmas,
pero perdió una y como toda ama de
casa que sabe el valor del dinero y se
esfuerza por ahorrarlo, estirarlo y
conservarlo, se entristece al contar
solo nueve. Esa que le falta es
necesaria para hacer la compra del
mes o pagar el recibo de la luz, agua o
gas. Cuesta ganarla, por lo tanto
decide remover todos los muebles
que se empeña en mantener
ordenados, hasta que da con la
moneda de tan estimado valor,
“Cuando la encuentra, reúne a sus
amigas y vecinas, diciendo: Gozaos
conmigo, porque he encontrado la
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SER FELIZ ¿FÁCIL O DIFÍCIL?
dracma que había perdido” (v.9).
La dracma no tiene vida, no conoce
su valor en sí misma, no mide la
felicidad que aporta cuando con ella
completas el pago de una deuda o la
tristeza que provoca su ausencia por
no reunir para una medicina. Si está
perdida, como si está en el
monedero de su dueña, ella es
inanimada. Pero la mujer no lo es, se
angustia con la pérdida, se alegra
con el hallazgo y comparte su
felicidad con los demás que a su vez
se alegran por ella.
Miremos la tercera historia, que
puede ser la de mi vecina, como la
mía propia, o si lo preferís, veámosla
como una parábola más. Es la del
hijo arrogante que, bajo la
inmadurez de la juventud y el
extravío de su corazón, decide pedir
una herencia que no le correspondía
disfrutar aun. La desperdicia sin
medida, en vanidades y con falsos
amigos que desaparecen junto con
el dinero. El estado del joven llega a
lo más bajo y lleno de sinsabores
detiene sus pasos para comparar su
vida antes y después de esa mala
decisión. Él no es una moneda sin
vida, tampoco una oveja vulnerable,
pero está tan perdido como ellas.
La segunda gran decisión de su vida
le lleva de vuelta al hogar del padre y
para su sorpresa el anciano nunca
despegó los ojos de aquella ventana
por donde le vio irse. La dicha no se
hizo esperar, porque el hombre, sin
ganas de contener su felicidad, se
echó sobre el cuello del muchacho y
le besó. La misericordia le llevó al
perdón, el perdón rodeó el cuerpo
esquelético de su hijo, el
reencuentro dio inicio a una gran
fiesta, con vestido, anillo y calzado,
con becerro gordo e invitados y con
el más conmovedor discurso de
bienvenida, “Este mi hijo muerto era,
y ha revivido; se había perdido, y es
hallado.” (v.24).
Cierto es que el joven se acordó de
lo vivido y aprendido en su infancia, y
la abundancia que rodeaba su vida.
Esta sí fue una gran decisión, volver
bajo el amparo del amor que nunca
cesó. Pero, ¿qué me decís del
padre?, “¿No os conmueve a
cuantos pasáis por el camino?
Mirad, y ved si hay dolor como mi
Nº 64
dolor que me ha venido”
(Lamentaciones 1:12). El atribulado
siempre esperó, no para echarle
fuera, sino para recibirle a lo grande; y
el hijo, sin hacer nada al respecto,
disfrutó junto con muchos la alegría de
su vuelta al hogar.
El mensaje es sencillo de entender, el
perdido no hizo nada o casi nada, pero
el que lo rescató lo dio todo. Él fue
quien buscó sin cesar, el que esperó
atento, el que juntó a los suyos para
celebrar, el que montó la fiesta y se
alegró. La felicidad del rescatado se
basa en la obra del que le rescató. La
dicha del hallado consiste en estar
bajo el amparo de su salvador.
¡Eso es ser feliz! Acobijarnos en los
brazos del Señor y dejar que él haga
conforme a sus planes perfectos,
“Porque yo sé los pensamientos que
tengo acerca de vosotros, dice
Jehová, pensamientos de paz, y no de
mal, para daros el fin que esperáis.”
(Jeremías 29:11).
¿Verdad que en el mundo nunca has
encontrado felicidad así? Mientras
que la humanidad entera busca con
esfuerzo y desespero, con lágrimas y
dolor ser feliz, la palabra de Dios no
muestra qué y quién es la verdadera
felicidad. El descanso y la seguridad
en el Señor, la confianza y la
esperanza en sus promesas, el
perdón y la reconciliación por su obra
es lo único que puede traer dicha al
alma. ANA RUIZ
Contemplar: Detenerte en lo que no
sueles ver y darte cuenta que es más
hermoso de lo que imaginabas
ANA RUIZ
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“Pues tus palabras son mis delicias”
Junio 2020
“Aconteció un día, que entró (Jesús)
en una barca con sus discípulos, y les
dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y
partieron. Pero mientras navegaban,
él se durmió. Y se desencadenó una
tempestad de viento en el lago; y se
anegaban y peligraban. Y vinieron a
él y le despertaron, diciendo:
¡Maestro, Maestro, que perecemos!
Despertando él, reprendió al viento y
a las olas; y cesaron, y se hizo
bonanza.” (Lucas 8:22-24).
Las tempestades en nuestras vidas
aparecen en ocasiones que no
esperamos y en diferentes formas:
conflictos familiares, una
enfermedad, dificultades en el
trabajo, la pérdida de un ser querido o
ser víctimas de desastre naturales,
etc. Cada uno experimenta de
manera particular su tormenta, pero
en general sentimos miedo,
confusión, desánimo, frustración y a
veces hasta desesperación, etc.
Gracias a Dios por este pasaje y
situación por la que pasaron los
discípulos, puesto que como todo lo
que Dios permite siempre tiene un
propósito, así esta escena llega a
nuestros corazones para enseñarnos
que Cristo está a nuestro lado
ayudándonos a enfrentar toda
circunstancia difícil.
Era la primera vez que sus discípulos
iban a ser testigos de la autoridad de
Jesús sobre el viento y las aguas.
Antes de subir a bordo para cruzar al
otro lado del lago, rumbo a la región
de Gadara, el Señor invitó a dos
hombres a seguirle, pero ellos le
respondieron con excusas para no
hacerlo. Otro sin embargo mostró
interés en seguirle, pero sus motivos
eran superficiales (Mateo 8:22). Lo
que observamos allí es que seguir al
Señor implica sacrificio, entrega y
dejar todo aquello en lo que nos
sentimos cómodos o seguros,
justamente lo que hicieron aquellos
pescadores cuando el Señor les
llamó, “Venid en pos de mí, y haré que
seáis pescadores de hombres. Y
dejando luego sus redes, le
siguieron.” (Marcos 1:17-18).
Una de las cosas que
experimentamos al pasar por la
tormenta es el cuidado del Señor,
porque seguirle también implica
disfrutar de sus cuidados, no significa
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LA TEMPESTAD
ausencia de dificultades, sino tener
su compañía en medio de ellas y en él
ciertamente estamos seguros. Casi al
final de su tiempo aquí en la tierra,
Jesús el Hijo de Dios, intercedió por
nosotros ante el Padre diciendo
“...Padre santo, a los que me has
dado, guárdalos en tu nombre, para
que sean uno, así como nosotros...
No ruego que los quites del mundo,
sino que los guardes del mal.” (Juan
17:11-15). “Mis ovejas oyen mi voz, y
yo las conozco, y me siguen, y yo les
doy vida eterna; y no perecerán
jamás, ni nadie las arrebatará de mi
mano.” (Juan 10:29-30).
Todas las personas pasan por
dificultades, la diferencia está en que
no tienen al Señor en sus vidas para
hacer frente a las mismas. No
obstante, los que le seguimos, los
que caminamos con él, somos
beneficiarios de su presencia.
Vivimos momentos turbulentos en los
que pensamos que jamás saldremos
de ellos, pero finalmente el Señor nos
salva, a su tiempo, conforme a su
voluntad y completamente, cuando
vuelva para arrebatarnos de este
mundo y llevarnos al hogar celestial
(Apocalipsis 21:3-7).
Así mismo contemplamos su
autoridad y humanidad. El relato nos
dice que estaba durmiendo,
descansando después de un día muy
ajetreado y cuando sus discípulos le
despiertan asustados por lo que
estaba sucediendo, enseguida
reprendió al viento y al mar, los
cuales, reconociendo Su voz como el
C r e a d o r, i n m e d i a t a m e n t e
obedecieron.
No todos tienen este privilegio, sino
los que están cerca, los que le siguen
con sinceridad son los que pueden
ser espectadores de esta realidad.
Nuestro Salvador es aquel que se
humanó tomando forma de siervo
hecho semejante a nosotros para
salvarnos del justo juicio de Dios que
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vendrá sobre toda persona a causa
de su pecado (Filipenses 2:5-11).
Muchos insisten en que nuestra fe es
ciega, pero lo cierto es que al confiar
en él fueron abiertos nuestros ojos
para conocerle, milagro que Dios
obra en aquellos que de corazón
sincero le buscan.
Este pasaje nos recuerda también los
hechos poderosos que Dios hizo en
la antigüedad a favor de su pueblo
Israel, las plagas que vinieron sobre
Egipto (Éxodo 7:12:36), el mar divido
en dos para que el pueblo cruzara en
seco el Mar Rojo. En aquella ocasión
se les dijo “Jehová peleará por
vosotros, y vosotros estaréis
tranquilos.” (Éxodo 14:1:31) o
también la destrucción de las
murallas de Jericó, (Josué 6:1-20),
por mencionar sólo algunos
ejemplos. Acontecimientos
inexplicables para la razón humana,
pero evidentes delante de todos
ellos. Más ahora era el mismo Dios
manifestado en carne a quienes
estos hombres tenían delante de sus
ojos, quienes también al haber
decidido seguirle, pudieron ser
testigos de su gloria como lo expresa
el apóstol Juan “Y aquel Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros
(y vimos su gloria, gloria como del
unigénito del Padre), lleno de gracia y
de verdad.” (Juan 1:14). Experiencia
que también es nuestra hoy.
Caminar junto a él, meditando en Su
persona, nos lleva a otro punto que es
reconocer su grandeza y
maravillarnos porque, al ir
descubriéndole, le vemos como un
hombre semejante a nosotros con las
mismas necesidades, pero sin
pecado, con una vida consagrada
totalmente al Padre, siempre en
perfecta armonía con su voluntad.
Sus hechos portentosos, en el poder
del Espíritu Santo, eran las señales
evidentes de ser el Ungido de Dios
(Isaías 42:1-9). Delante de él
reconocemos nuestra pequeñez e
incapacidad ante las circunstancias,
somos frágiles y débiles con muchas
carencias, sin embargo, él se
interesó en nosotros, aun sin
merecerlo, para salvarnos y por ello
le admiramos. Nos maravillamos al
saber que está a nuestro lado para
ayudarnos a enfrentar aquellas
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circunstancias difíciles que se van
presentando en el transitar por esta
tierra, “...se maravillaron, diciendo:
¿Qué hombre es éste, que aun los
vientos y el mar le obedecen?”
(Mateo 8:27).
Hay una verdad que no podemos
perder de vista, si no pasáramos por
las distintas situaciones complejas
que a ninguno nos gustaría vivir, no
podríamos entender y hacer nuestras
las promesas del Señor, no seríamos
testigos de su poder, su compasión,
s u a m o r. L a p a r t e q u e n o s
corresponde es confiar y no estar
atemorizados de tal manera que el
miedo nos domine. La palabra
“atemorizados” aquí significa
“cobardía”, actitud que no debe
caracterizar a un hijo de Dios (2
Timoteo 1:7) y la cual es condenada
por él (21:8). El temor o el miedo nos
puede llevar a tomar decisiones fuera
de Su voluntad trayendo
consecuencias trágicas a nuestra
vida. El Señor reprendió esta actitud
en los discípulos, exhortándoles a
confiar. Permanecer en su amor
(1Juan 4:18) y en sus promesas nos
ayudará a esperar en él mientras nos
encontremos en la turbulencia,
recordando además su fidelidad: “No
os ha sobrevenido ninguna tentación
que no sea humana; pero fiel es Dios,
que no os dejará ser tentados más de
lo que podéis resistir, sino que dará
también juntamente con la tentación
la salida, para que podáis soportar.”
(1Corintios 10:13). Conociendo
nuestra condición, él nos dedica
estas palabras: “No temáis, manada
pequeña, porque a vuestro Padre le
ha placido daros el reino.” (Lucas
12:32), “Mas el Consolador, el
Espíritu Santo, a quien el Padre
enviará en mi nombre, él os enseñará
todas las cosas, y os recordará todo
lo que yo os he dicho. La paz os dejo,
mi paz os doy; yo no os la doy como el
mundo la da. No se turbe vuestro
corazón, ni tenga miedo.” (Juan
14:26-27), “Estas cosas os he
hablado para que en mí tengáis paz.
En el mundo tendréis aflicción; pero
confiad, yo he vencido al mundo.”
(Juan 16:33). Él tiene el control sobre
todo aquello que esta fuera de
nuestras capacidades.
DIANA ZAMBRANO
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A DIOS SEA LA GLORIA Y LA HONRA
“Oyendo la reina de Sabá la fama
que Salomón había alcanzado por el
nombre de Jehová, vino a probarle
con preguntas difíciles. Y vino a
Jerusalén con un séquito muy
grande, ...y cuando vino a Salomón,
le expuso todo lo que en su corazón
tenía. Y Salomón le contestó todas
sus preguntas, y nada hubo que el
rey no le contestase. Y cuando la
reina de Sabá vio toda la sabiduría
de Salomón, y la casa que había
edificado, ...se quedó asombrada. Y
dijo al rey: Verdad es lo que oí en mi
tierra de tus cosas y de tu sabiduría;
pero yo no lo creía, hasta que he
venido, y mis ojos han visto que ni
aun se me dijo la mitad; es mayor tu
sabiduría y bien, que la fama que yo
había oído. Bienaventurados tus
hombres, dichosos estos tus
siervos, que están continuamente
delante de ti, y oyen tu sabiduría.
Jehová tu Dios sea bendito, que se
agradó de ti para ponerte en el trono
de Israel; porque Jehová ha amado
siempre a Israel, te ha puesto por
rey, para que hagas derecho y
justicia.” (1Reyes 10:1-9).
Consideremos un momento la
historia narrada tras la visita de la
reina de Sabá a Salomón, rey de
Israel. Una de las lecciones que
puedo aprender con esta historia es
que la reina expuso a Salomón todo
lo que tenía en su corazón y no
quedó nada que él no le contestase.
Ella vio todo lo que el rey había
hecho, la casa que había edificado,
la comida de su mesa, las
habitaciones de sus oficiales, el
estado y los vestidos de los que
servían, sus maestresalas, los
holocaustos que ofrecía y se quedó
asombrada. La reina escuchó, vio y
dijo: “Verdad es todo lo que oí en mi
tierra de tus cosas, pero yo no lo
creía hasta que he venido y mis ojos
han visto” (v.7)
Qué importante es en la vida de todo
creyente que nuestros hechos
apoyen, confirmen lo que
predicamos con nuestros labios,
aquello de lo que damos testimonio.
Si hablamos del amor de Dios,
vivamos pues ese amor, andemos
como es digno de ese amor que Dios
nos reflejó enviando a su amado Hijo
a morir en la cruz por nosotros. Este
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es un amor fiel, misericordioso,
eterno. Hablemos, vivamos,
gocémonos en ese amor. Si hablamos
del perdón de Dios, perdonémonos
unos a otros de corazón sincero,
olvidando la ofensa, el daño,
limpiando nuestro corazón de toda
amargura, resentimiento. Que
nuestras vidas sean un reflejo de
Cristo. Que todo lo que hagamos sea
para la única gloria de Dios.
Cuando la gente demande de nuestra
fe, hagámoslo con toda sabiduría, no
de cualquier manera, por eso es
necesario conocer a la persona en la
que hemos puesto nuestra confianza,
nuestra vida, fe y esperanza.
Debemos hablar de Dios con
convicción, firmeza, con certeza. Con
nuestra propia experiencia, con lo que
él ha hecho y hace cada día en
nuestras vidas; y cuánto más hablar
de la esperanza de vida eterna,
nuestro anhelado y esperado futuro
eterno.
No imagino al rey Salomón dudando
al responder a la reina de Sabá
cuando ella le preguntaba con gran
audacia. Me encanta saber que ella
escuchaba todo lo que se hablaba del
famoso rey Salomón, pero aún me
encanta y maravilla más saber que
todo lo que ella escuchaba era
verdad, en todos los sentidos. Ella
pudo confirmar todo cuanto se decía
de Salomón. Que Dios nos ayude
para que podamos vivir una vida
realmente agradable a él, que todo lo
que hagamos sea un reflejo de
nuestro Amado Salvador, que todos
nuestros hechos, nuestras palabras
tengan el sello del Señor. Que
podamos asombrar a la gente que
Dios pone a nuestro alrededor, que
podamos ser luz. “Andad sabiamente
para con los de afuera, redimiendo el
tiempo. Sea vuestra palabra siempre
con gracia, sazonada con sal, para
que sepáis cómo debéis responder a
cada uno.” (Colosenses 4:5-6)
Segunda lección para mi vida,
“Bienaventurados tus hombres,
dichosos estos tus siervos, que están
continuamente delante de ti y oyen tu
sabiduría”. Esta fue la declaración que
la reina de Sabá hizo después de oír y
ver. Esto me lleva a examinarme
minuciosamente de dentro hacia
afuera. Qué importante es hacerlo en
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“Pues tus palabras son mis delicias”
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ese orden, pues somos el reflejo de lo
que hay en nuestro corazón, de
nuestros pensamientos, nuestros
anhelos. Cuando estoy viviendo una
vida rendida a los pies del Maestro,
de corazón limpio, entonces y solo
entonces podré ser de bendición para
mis hermanos, para mis vecinos,
compañeros de piso, familia, jefes,
etc. Nuestros hechos hablan por
nosotros.
Que seamos pues de bendición para
muchos y no de tropiezo, que sea
Dios quien nos guíe, nos instruya y
hable, que nuestros hechos
confirmen la obra de Cristo en
nuestras vidas, “Vuestro atavío no
sea el externo de peinados
ostentosos, de adornos de oro o de
vestidos lujosos, sino el interno, el del
corazón, en el incorruptible ornato de
un espíritu afable y apacible, que es
de grande estima delante de
Dios.”(1P. 3:3-4). “El hombre bueno,
del buen tesoro de su corazón saca lo
bueno; y el hombre malo, del mal
tesoro de su corazón saca lo malo;
porque de la abundancia del corazón
habla la boca.” (Lucas 6:45).
La tercera declaración a destacar en
nuestra historia es: “Jehová tu Dios
sea bendito, que se agradó de ti para
ponerte en el trono de Israel; porque
Jehová ha amado siempre a Israel, te
ha puesto por rey, para que hagas
derecho y justicia”. A mi parecer creo
que esta declaración fue sin duda la
más interesante. Ella bendijo a Dios y
no a Salomón, supo reconocer y ver
la mano de Dios en todo cuanto pudo
o í r y v e r. S i n d u d a t o d o e s e
esplendor, sabiduría, inteligencia,
hermosura tenía el sello
inconfundible del Creador y dador de
todo. Podríamos decir que se pudo
transmitir la obra de Dios en Salomón
y no la persona en sí. Ella entendió
que era Dios quien lo había puesto en
el trono para bendecir a su amado
pueblo. Es perfecto un testimonio
cuando mostramos a Cristo de forma
natural, pura, con convicción, cuando
le reconocemos y damos a él el
mérito de todo cuanto somos y
tenemos, “Porque de él, y por él, y
para él, son todas las cosas. A él sea
la gloria por los siglos. Amén.”
(Romanos 11:36), (1Cr. 29:11-13).
ALEXA CASTRO
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DE NACIMIENTO
Pedro y Juan, de camino a la oración
(hora novena o 3 de la tarde), se
encuentran con aquel hombre que
seguramente había estado a la
puerta del templo La Hermosa casi
toda su vida, pidiendo limosna por
haber nacido cojo (Hechos 3). Me
gustaría pensar en algunas cosas
relacionadas con este hecho.
Lo primero que observamos del texto
es que este hombre había nacido
lisiado de los pies, una ilustración
exacta de lo que es el pecado en la
raza humana, David pudo expresar:
“He aquí, en maldad he sido formado,
y en pecado me concibió mi madre.”
(Salmo 51:5). Hemos nacido con el
germen del pecado y esta condición
ha marcado nuestro ser. No solo
somos pecadores por nacimiento,
sino también porque practicamos el
pecado. Su enfermedad le llevó a ser
dependiente de la caridad de otros y
sin poder solucionar el problema de
raíz, se había acostumbrado a vivir de
esa manera. Esto me hace pensar en
el ser humano que no conoce a Dios,
acostumbrado a su propio pecado sin
tomarle en cuenta. Esta es la
radiografía de aquel hombre:
enfermo de nacimiento,
imposibilitado y por largos años a
expensa de otros.
Pero avanzando en el acontecimiento
que nos ocupa, Pedro y Juan fueron
abordados por la súplica del cojo,
pidiéndoles que le diera una limosna.
No tenía la menor idea de los hechos
que el Espíritu Santo haría a través de
ellos. Entonces ambos se detuvieron
para atender la necesidad que
durante tanto tiempo sujetaba al
mendigo, sin poder valerse por sí
mismo y además tan lejos de Dios,
cerca en un sentido, porque estaba a
la puerta, pero sin la vida eterna.
Aprendo varias cosas en relación con
este momento crucial de la vida del
paralítico: Pedro y Juan se dejaron
usar por el Espíritu para atender a un
alma necesitada, de la misma
manera nosotros hemos sido
capacitados por Dios, ya que el
Espíritu Santo mora en nosotros para
completar la obra en cada uno y ser
de bendición para otros. Que el Señor
nos haga sensibles a la necesidad
urgente de las almas sin Cristo. Otro
detalle curioso es el llamado que
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Pedro le hace para que los mirase,
me hace pensar en el testimonio no
verbal de cada hijo de Dios, ese que
damos con nuestra atención y
disposición para ayudar a muchos.
Estamos siendo observados porque
el mensaje tiene poder de
transformar vidas y otorga una
eternidad en los cielos, “De cierto, de
cierto os digo: El que oye mi palabra,
y cree al que me envió, tiene vida
eterna; y no vendrá a condenación,
mas ha pasado de muerte a vida.”
(Juan 5:24). Las palabras de Pedro y
Juan eran claras eran claras y
determinante, no hay ni oro, ni plata
que pueda solucionar tu problema,
sino la persona de Jesucristo de
Nazaret. Ese fue el mensaje que
cambió la vida de aquel hombre.
Asimismo, nuestra responsabilidad
es llevar el mensaje de salvación a
otros, “porque todo aquel que
invocare el nombre del Señor, será
salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a
aquel en el cual no han creído? ¿Y
cómo creerán en aquel de quien no
han oído? ¿Y cómo oirán sin haber
quien les predique? ¿Y cómo
predicarán si no fueren enviados?
Como está escrito: ¡Cuán hermosos
son los pies de los que anuncian la
paz, de los que anuncian buenas
nuevas!” (Romanos 13:15).
La intervención de estos dos
hombres de Dios hace contraste con
la majestuosidad del Templo y de
aquella puerta La Hermosa donde se
sentaba el paralítico cada día para
esperar recibir algo. Es la misma
imposibilidad de los sistemas
humanos y la aparente grandeza de
sus hechos. Dios sí obró de manera
maravillosa creando todo un sistema
en el organismo para sostener y
desplazar el cuerpo de aquel que
había nacido lisiado y que ahora
estaba en pie, andando, saltando y
alabando a Dios. (2 Corintios 5:17).
Todo el pueblo le vio y le reconoció
que era él, que estaba sentado cada
d í a a l a p u e r t a , ¡ Tr e m e n d o
testimonio! No hay duda de que la
salvación proviene y es de Jehová,
pero somos responsables de
anunciar las virtudes de aquel que
nos llamó de las tinieblas a su luz
admirable (1 Pedro 2:9).
JOAB CERVINI