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Aspérgeme con hisopo, y quedaré puro, lávame y emblanqueceré más que

la nieve. Sal. 50, 9.

Yo te exorcizo criatura sal, por el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el
Diosa santo, por aquel que mandó al profeta Eliseo ordenase te echasen en
el agua para hacerla saludable y fecunda, a fin de que este exorcismo
pueda contribuir a las salvación de  los fieles, y todos los que te usen
reciban la salud de cuerpo y alma, y para que el lugar donde te derramen
sea libre de toda ilusión, malicia, artificio y sorpresa del diablo; y todo
espíritu inmundo sea arrojado de él, conjurándole aquel que ha de venir a
juzgar los vivos y los muertos, y a todo el mundo por fuego.

Yo te exorcizo, criatura agua, en nombre de de Dios Padre todopoderoso, y


de nuestro Señor Jesucristo su Hijo, y en virtud del Espíritu Santo, a fin de
que por este exorcismo ayudes a ahuyentar y disipar las fuerzas del
enemigo, y a exterminarle a él mismo con sus ángeles rebeldes por el poder
del mismo Jesucristo nuestro Señor, que ha de venir a juzgar a los vivos y a
los muertos, y al siglo por fuego.

Bendición tradicional de la sal y el agua. Ritual romano.

Queridos hermanos, el uso del  agua bendita es sin duda de tradición


apostólica, como la bendición del agua y la sal con que tradicionalmente se
hacia el asperges al pueblo, siendo el fin  de esta ceremonia que, por la
virtud que comunican al agua bendita las oraciones de la Iglesia, no tenga
poder el espíritu maligno sobre las personas ni las cosas. El motivo por el
cual se hace la mezcla de sal y agua bendita, es por ser la sal símbolo de la
prudencia y de la sabiduría, como el agua lo es del candor y de la pureza.
Esta mezcla es también para que los que fueren  rociados con esta agua,
siendo purificados por el Espíritu Santo, experimenten en sí el candor y la
simplicidad de las palomas, al tiempo que la prudencia de las serpientes.

Antiguamente se hacía esta mezcla los domingos para que los fieles
pudieran  llevarla a sus casas. El agua se colocaba, hoy en día en las iglesias
de nueva construcción ha desaparecido la tradición,   en las pilas de las
entradas de las iglesias para que al entrar en ella la tomen los fieles,
pidiendo a Dios se digne purificarlos, a fin de que sus oraciones sean puras
y más eficaces. Se rociaba el altar antes de la misa mayor del domingo para
que los demonios no se acerquen a él a turbar con infernales sugestiones a
los sacerdotes. Se rocía con aguan bendita las sepulturas, cadáveres y los
cementerios, para conseguir del Señor que en virtud de las oraciones con
que se bendijo aquella agua, se digne purificar cuanto antes las almas de los
fieles difuntos que descansan en paz, concediéndoles el alivio de las penas
que padecen, y anticipándolas el gozo y la posesión de la gloria.

Veamos con detenimiento los beneficios del agua bendita. Los  efectos del
agua bendita están indiciados en las oraciones de la Iglesia al bendecirla. En
ellas pide: 1º., que esta agua nos purifique; 2º., que nos infunda el espíritu
de oración. 3º.,  que ahuyente a los demonios, 4º., que purifique el aire.

Purificación. La Iglesia al hacer la aspersión del agua bendita pone en boca


de los fieles las palabras del salmo: Asperge me… que equivale a decirnos,
que debemos esperar de Dios la purificación de nuestra alma, y no del agua.
El agua bendita es una señal de purificación, un medio que debemos
emplear para despertar la contrición de nuestros pecados en nuestra alma; y
sólo en este sentido pide la Iglesia que nos lave de nuestras culpas.

Espíritu de oración. El segundo efecto del agua bendita es infundirnos el


espíritu de oración, desviar cuanto pueda servir de obstáculo, y, como fieles
que somos de la Iglesia, hacernos escuchar favorablemente de Dios. Por
esta razón está prescrito  en las misas dominicales, para advertir a los fieles,
que tienen necesidad, no sólo de purificarse, sino  también de llenarse de
espíritu de Dios para asistir y participar del santo sacrificio.

Fuga de los demonios. El tercer efecto es ahuyentar a los demonios,


arrojarlos e impedir que dañen a los cuerpos y almas. Por esta razón se
emplea el agua bendita en los exorcismos, siendo además muy útil servirse
de  ella para resistir las tentaciones.

Al levantarse. Es una sana costumbre, y muy arraigada en la tradición, el


tener agua bendita en casa y servirse de ella, al levantarse  por la mañana, y
por la noche al acostarse; ya sea para pasar un día en el Señor, como para
que la noche nos brinde un descanso útil y santificador.

En la oración. La oración fervorosa es como un perfume que sube hacia los


cielos; ahora bien, para adquirir el fervor, que requiere la oración,
preparémonos con la señal de la cruz y con la aspersión de agua bendita.
Nunca estaremos bastantes purificados para conversar con el Señor.

En las tentaciones.  Son muchos los obstáculos que se presentan a quien 


ora y está debilitado por el pecado. Cuántas son las tentaciones de parte del
mundo, de los placeres de todo tipo, de nuestros sentidos, y de parte de los
demonios. Pues bien, una señal omnipotente contra los demonios, según los
santos Padres, es el agua bendita: por esto rociamos donde haya que tener
temer la presencia de espíritus malignos.

En las calamidades, en las enfermedades y en los sepulcros.  El agua


bendita ha sido constantemente aplicada para combatir las calamidades y
ciertas enfermedades, y también los sepulcros. En semejantes casos se
considera como una señal de gracia y misericordia, la cual, juntamente con
nuestras oraciones y nuestro arrepentimiento, puede aplacar la justicia
divina. Es muy importante aplicarla a los enfermos, para que excite en el
corazón del enfermo los más vivos sentimientos de fe y amor a Jesucristo,
les ayude a su conversión, o, bien, contribuya a su plena santificación.

Con fe. El agua bendita no obra sino en proporción  a la fe del que la usa,
juntamente con las oraciones de la Iglesia. Tiene pues las virtudes que la ha
atribuido la Iglesia en sus oraciones. Es un símbolo de purificación, y hay
que usarla con la intención de perfección delante de Dios. El espíritu de fe
debe reinar en nosotros para todo cuanto viene de Dios.

Con compunción. Hay que usar el agua bendita con espíritu de compunción,
porque para purificarnos de las faltas ligeras por virtud del agua bendita, es
menester detestarlas con dolor.

Recobren la santa y beneficiosa costumbre de tener agua bendita en casa,


utilizarla con fe profunda y sincero dolor de los pecados, y así triunfarán en
las tentaciones, y les ayudará a alcanzar la vida eterna.

Ave María Purísima.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

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