Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Este rumor fue más bien difundido por los miembros de la llamada conspiración
pisónica, empeñados en crear un mal ambiente en torno al César. Se trataba de la
aristocracia senatorial hostil al emperador y de ellos extraían sus informaciones los
historiadores difamadores de Nerón.
Pero, si no fue Nerón el incendiario, entonces ¿quién quemó Roma? Hasta ahora la
investigación no contesta a esta pregunta y adjudica la catástrofe a una causa
accidental. Personalmente no considero una casualidad que la ciudad eterna
estuviera en llamas justamente un 19 de Julio, día en que invasores galos ya
habían destruido la ciudad de la misma manera en el año 390 o 387 a.C. Los
romanos del 64 d.C., la fecha que nos ocupa, relacionaron de inmediato ambos
acontecimientos. Una consulta documentada realizada oficialmente a los oráculos
sibilinos demuestra la preocupación religiosa que desencadenó la nueva desgracia
como repetición de la anterior.
Los judíos leales a Roma siempre se habían distanciado de este tipo de agitación
mesiánica, entregando a los misioneros del reino de Dios en la tierra (los cristianos)
a las autoridades romanas. Así se explica que, después del incendio de Roma del
año 64, ellos quedaran intactos y, sin embargo, se culpabilizara a los seguidores
radicales de Jesús. De hecho, a estos cristianos primeros, de origen judío, se
asociaron enseguida en la diáspora paganos de la oposición política al Imperio
Romano, porque una adhesión al invisible y por tanto inaccesible golpista Cristo
suponía una posibilidad atractiva para desafiar de forma eficaz las pretensiones
imperiales de poder. Esto explica el increíble éxito del cristianismo.
Tenemos que tener claro que bajo el Imperio no existía ninguna forma legal de
oposición. Los partidos, tal y como nosotros los conocemos, no existían. Las
transformaciones de poder sólo se conseguían mediante la vía de la conspiración o
de la rebelión abierta. Hasta la llegada del cambio constantiniano, el movimiento
cristiano era ante todo un receptáculo para los insatisfechos políticos, quienes bajo
el augurio religioso, se organizaban como estado dentro del estado, encontrándose
por ello constantemente bajo la amenaza de ser sancionados. Y es que los órganos
de justicia romanos no se dejaban engañar por la afirmación apologética de que el
reino de Dios no era de este mundo: aunque este reino fuera de origen celestial,
según la visión apocalíptica de los cristianos, debía de descender del cielo a la
tierra. Y, además, la coexistencia entre el reino de Dios y el estado romano sólo
estaba prevista hasta el llamado "día del Señor".
CREYENTES REVOLUCIONARIOS
El hecho de que los romanos valoraran a los cristianos y sus seguidores de manera
muy distinta a la actual, despolitizada, y el que los percibieran como guerrilleros e
incendiarios, se tiende a considerar hoy como un malentendido. Sin embargo, los
cristianos del primer siglo formaban un partido revolucionario surgido del judaísmo,
al cual seguían ligados, que esperaba la señal celestial para dar el golpe.
Los que vivían en la diáspora romana se solidarizaron con sus patrias lejanas,
sometidas por Roma, que les obligaba a pagar tributos, y tenían interés en
animarlos a rebelarse mediante una señal: en el día secreto señalado, "el día del
Señor", el estado de Dios se convertiría en una realidad mediante un acto
revolucionario y al mismo tiempo el Imperio Romano se hundiría.
http://www.elmundo.es/cronica/2001/322/1008590928.html