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Educación y cultura
Ricardo Santillán Gúemes
Conferencia Iberoamericana de Ministros de Cultura
Ciudad de Panamá, Panamá, 5 y 6 de septiembre de 2000
http://www.oei.es/santillan.htm
Frente a este panorama, por supuesto que brevemente esbozado, nos proponemos:
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Hay un viejo y conocido refrán que asevera: “dime con quién andas y te diré quién
eres”.
Con relación al tema que nos ocupa podemos afirmar que ninguna de las dos aporta
elementos para gestar una acción integrada entre los dos campos. La segunda por
su extensión desmedida y la primera porque, al ser implementada políticamente, no
sólo genera el desencuentro sino también la desigualdad social e, incluso, la
injusticia al no reconocer a otros, a las mayorías, como creadoras y transmisoras de
producciones culturales varias.
1
AA. VV. (1981): Documento de la UNESCO. Subrayados nuestros
3
En esta línea se parte de la premisa de que la cultura “es algo ya establecido que
hay que acercar a la población...(y, de esta manera)...elevar el nivel cultural de las
masas7”.
Sin desconocer la buena voluntad que tienen algunos de sus mentores, esta forma
verticalista de hacer política cultural podría sintetizarse en consignas tales como
“llevar la cultura a los barrios” o “la cultura se mueve: del centro a la periferia”. Esto
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Gustav Klemm, hacia l855, incorpora en su definición de cultura: “costumbres, información y destrezas, vida
doméstica y pública, en la guerra y en la paz, religión, ciencia y arte”... (y que) “se manifiesta en las ramas de
un árbol si están deliberadamente conformadas; en la fricción de maderas para obtener fuego; la cremación
del cadáver del padre fallecido; la pintura decorativa de un cuerpo humano; la transmisión de la experiencia
pasada a la nueva generación”.
3
Edward B. Tylor, en el año l87l e influido por Klemm, la presenta como “ese todo complejo que incluye
conocimientos, creencias, arte, moral, ley, costumbres y toda otra capacidad y hábitos adquiridos por el
hombre en tanto miembro de una determinada sociedad”.
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) “La cultura consiste en patrones (“patterns” o modelos) explícitos o implícitos, de y para la conducta,
adquiridos y transmitidos mediante símbolos, constituyendo los logros distintivos de los grupos humanos,
incluyendo sus expresiones en artefactos; el núcleo central de la cultura se compone de las ideas tradicionales
(es decir, derivadas y seleccionadas históricamente) y especialmente de los valores que se les atribuyen; los
sistemas culturales pueden, por una parte, ser considerados como los productos de la acción; por otra parte,
como elementos condicionadores para otras acciones”.
5
Ander – Egg, Ezequiel (1992): Desarrollo y política cultural. Buenos Aires, Ediciones CICCUS.
6
Ventosa Pérez, Víctor J. (1993): Fuentes de la animación socio-cultural en Europa. Madrid, Editorial Popular.
7
Trilla Bernet, Jaume (1997): “Concepto, discurso y universo de la animación sociocultural”. En: Trilla, Jaume
(coordinador): Animación Sociocultural. Teorías, programas y ámbitos. Barcelona, Editorial Ariel, p. 16.
4
Desde hace más de una década se han comenzado a plantear políticas que tienen
como objetivo estratégico la realización de la democracia cultural considerada como
un sistema que pretende repartir “en forma equitativa entre los grupos sociales los
espacios y recursos de la cultura, dando así a todos igual oportunidad de desarrollar
sus propios valores y de acceder a los creados por otros pueblos. Sería el (ejercicio
del) pluralismo cultural”9.
Clarificar esto desde “lo teórico” ayudará a resolver, en “lo práctico”, ciertas
tensiones, olvidos y paradojas presentes desde hace tiempo pero pocas veces
explicitadas y que, lamentablemente, producen ruido y malestar en el campo de la
gestión cultural y educativa y profundizan el desencuentro. Asimismo se evitará
seguir cayendo en la superposición de actividades, ofreciéndose más de lo mismo, y
continuar desconociendo otras necesidades y aspiraciones de los ciudadanos.
8
Colombres, Adolfo (1992): Manual del Promotor Cultural. (I) Bases teóricas de la acción. Buenos Aires,
Humanitas Colihue, Tomo I, p. 53. Subrayados nuestros.
9
Colombres, Adolfo Op. cit., p. 176.
5
Tampoco se recuerda que el término está ligado a la acción de habitar (collo, collere)
dentro de un mundo, de un ámbito labrado o trabajado por el hombre. Indica, por lo
tanto, una fuerte relación con un suelo, con un territorio que de mero espacio natural
es cambiado, a través de un proceso de apropiación material y simbólica, en un
espacio cultural.
Esta visión, sin duda restringida y que ya fue comentada, comienza a instituirse de a
poco a partir del Renacimiento y, al afirmarse, se torna excluyente porque termina
jerarquizando un determinado tipo de cultivos - los recién mencionados - en
detrimento y/o directa exclusión de muchos otros, los relacionados con los saberes y
modos de ser de las clases subalternas.
10
Magrassi, G. E. ; Maya, M. B. y Frigerio, A. (1986: 20): Cultura y Civilización desde Sudamérica. Buenos Aires,
Búsqueda - Yuchán.
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Es sabido que el hombre 11 aislado carece de sentido y sólo se es humano entre los
humanos. Por eso nuestro punto de partida operativo es “el hombre en comunidad”,
la comunidad o, dicho de otra manera, el hombre en relación porque su naturaleza
social lo lleva a entablar, en cada momento de su vida, infinidad de conexiones,
tangibles o no.
Ante la imposibilidad de dar cuenta del sinnúmero de relaciones que se gestan nos
vemos obligados a agruparlas alrededor de algunas que, a nuestro entender, son
esenciales y fundantes porque conforman la plataforma, el molde, la matriz, a partir
de la cual una comunidad gesta una determinada forma de vida. A saber:
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Obviamente nos referimos al humano varón y/o mujer.
7
construir un sistema o dominio relacional que los identificará y, por lo tanto, los
diferenciará de otros grupos.
Por supuesto que al hablar de “resolver” las relaciones estamos considerando los
aspectos tangibles e intangibles de la resolución y, por lo tanto, incorporando lo
intersubjetivo con toda su complejidad. Así, otorgamos relevancia al “cómo” un
grupo las encara, tanto desde lo físico (elementos y procesos materiales) como
desde lo emocional y mental (motivaciones, principios y propósitos que
fundamentan su hacer). Desde esta óptica el “resolver” contiene el cómo se tiende
a: percibir, concretar, sentir, intuir, pensar, significar, valorar, imaginar, expresar y
organizar las relaciones. Y, esto, no sólo respecto de cada relación sino también de
la totalidad de las mismas.
una forma integral de vida creada histórica y socialmente por una comunidad a
partir de su particular manera de resolver - desde lo físico, emocional y mental
- las relaciones que mantiene con la naturaleza, consigo misma, con otras
comunidades y con lo que considera sagrado, con el propósito de dar
continuidad y sentido a la totalidad de su existencia12.
El medio a través del cual cada pueblo, cada grupo humano, se mancomuna sobre
la base de sentimientos, lenguajes, conocimientos, valores y prácticas similares,
transmitidas y recreadas de generación en generación y en función de determinados
principios y propósitos que, al actualizarse históricamente, identifican y aglutinan al
grupo en torno a horizontes simbólicos comunes y estrategias de vida compartida.
Al mismo tiempo queda claro que las dos principales finalidades de una cultura son:
garantizar la “continuidad” de una comunidad y otorgar “sentido” a la totalidad de su
existencia.
12
Una primera versión de esta definición fue desarrollada por un equipo de antropólogos formado, además
del que suscribe, por: Mariano Garreta, Graciela Palmeiro, Daniel López, Eugenio Carutti y Carlos Martínez
Sarasola. Ver: Carutti, E. y otros (1975): La problemática de la cultura, Salta, UNSA. Ver también: Santillán
Güemes, R. (1985): Cultura creación del pueblo, Buenos Aires, Guadalupe y Garreta, M. y Bellelli, C.,
compiladores (1999): La Trama Cultural. Textos de antropología y arqueología. Buenos Aires, Ediciones Caligraf
(en este texto Mariano Garreta da su propia versión de la definición en cuestión). Además: Olmos H. A. y
Santillán Güemes, R. (2000): Educar en Cultura, ensayos para una acción integrada. Buenos Aires, CICCUS.
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Entre otros aspectos esto es viable gracias a la creación de múltiples recursos y/o
“mecanismos” de comunicación (verbal, no verbal, contextual) que posibilitan la
construcción y transmisión (tradición oral, ejemplaridad y, hoy, educación formal y
no formal) de:
Estos múltiples recursos que una comunidad pone en juego para asegurar la
transmisión y reproducción de las claves técnicas y simbólicas de su estilo de vida14,
de su modo de habitar o de estar siendo en el mundo, están íntimamente
relacionados con la otra finalidad de la cultura: la producción de sentido en el seno
de un determinado dominio relacional.
13
Categoría de Estela Ocampo (1985): Apolo y la Máscara. Icaria, Barcelona. Designa como prácticas estéticas
imbricadas a aquellos dispositivos simbólico expresivos, por lo general de pueblos no europeos, que desde la
mirada occidental podrían considerarse como artísticos pero que tienen como característica fundamental “su
dependencia de la cultura íntegra y particularmente de la religión”. Esto significa que no prima, en su
realización, la función estética. Su opuesto es el arte autónomo occidental especialmente a partir del
Renacimiento.
14
En este caso entendemos por estilo: la predisposición o tendencia social a resolver las relaciones con el
medio natural y humano a partir de la valoración y puesta en práctica de ciertas estrategias, facultades,
actitudes, aptitudes, habilidades y formas de significar y no de otras.
15
González Gazqués, Gustavo (1989): “Cultura y “Sujeto Cultural” en el pensamiento de Rodolfo Kusch”. En:
Kusch y el Pensar desde América. Compilación y prólogo E. Azcuy. Buenos Aires, CELA, Fernando García
Cambeiro, p. 17.
9
Todas las áreas de gestión, cada una a su manera, apuntan con sus acciones a
determinado tipo de producción simbólica. El problema aparece, como ya dijimos,
cuando sólo se apoya, produce y fomenta una gama de actividades y proyectos y no
a otros y, asimismo, cuando algunas corrientes políticas las presentan como la única
o más “alta” forma de expresión cultural de “la” sociedad.
Por nuestra parte consideramos que “el campo de la cultura integral” es la matriz
donde deben abrevar el Sector Educación y el Sector Cultura para promover el
encuentro entre ellos y, más que nada, con la gente, con los ciudadanos y sus
necesidades y aspiraciones materiales y simbólicas más significativas.
Está demás aclarar que esta manera de observar la cultura se complejiza cuando,
en un mismo espacio social e histórico y tal como sucede en la actualidad,
interactúan y se confrontan actores sociales (gobiernos, grandes corporaciones,
grupos, sectores, clases, etnias) que representan distintas formas y proyectos de
vida. Al entrecruzarse cotidianamente en un mismo escenario, dichos actores se
manifiestan y operan como verdaderas fuerzas culturales que se interpenetran, se
afirman, se niegan, buscando concretar hegemonías y posicionamientos que
apuntalen sus propios proyectos de vida en el seno de una sociedad.
El control cultural tiene que ver, justamente, con la intervención, gobierno, manejo o
dirección que se le da a un asunto y es definido por Bonfil como “la capacidad de
decisión que tiene un grupo o sector social sobre los elementos culturales” que son
todos los recursos de una cultura que resulta necesario poner en juego para
11
Este tipo de conceptualizaciones dan luz sobre las complejas relaciones que se
dieron, y se siguen dando, entre culturas hegemónicas y culturas subalternas. Y, de
la misma manera, nos traen a la mano otras categorías que fueron tiradas en “la
región del olvido” y que, tal vez, habría que volver a analizar en un contexto como el
actual: cultura popular, cultura de masas, cultura de elite, cultura globalizadora o
mundializada, etc.
De existir una decisión de abrir y articular los modelos y las prácticas de la gestión
cultural y educativa en función de construir un proyecto democrático cultural ¿qué
otros aportes, además de los anteriormente enunciados, ofrece la cultura entendida
como “una forma integral de vida”?
Al tener en cuenta los modos de resolver las relaciones tanto desde lo físico como
desde lo emocional y mental instala la necesidad de reparar en la integralidad de lo
humano en el momento de diseñar proyectos de cualquier tipo.
16
Bonfil Batalla, Guillermo (1982): “Lo propio y lo ajeno. Una aproximación al problema del control cultural”.
En: Adolfo Colombres (compilador): La Cultura Popular. México, La red de Jonás Premiá Editora. Este autor
clasifica los elementos culturales de la siguiente manera: materiales, de organización, de conocimiento
(incluye la capacidad creativa); simbólicos (códigos de comunicación y representación, signos y símbolos) y
emocionales (sentimientos, valores y motivaciones compartidas; la subjetividad como recurso). También, entre
otras cosas, afirma que: “todo proyecto social requiere la puesta en acción de elementos culturales. no solo
para realizarlo: tambien para formularlo, para imaginarlo”.
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Para Bonfil la imbricación de la cultura autónoma y la apropiada conforma la cultura propia.
12
Alguien dijo que todo hecho humano es “culturalmente culpable” y, desde nuestra
concepción de cultura, así es. Toda actividad humana, toda obra, instrumento o
institución nos remiten indefectiblemente a un determinado contexto cultural: a unas
coordenadas relacionales, a un tiempo, a un espacio, a unas formas de
comunicación y de organizar socialmente la supervivencia y a ciertas maneras de
producir y reproducir un universo significativo.
Es evidente entonces que, desde este punto de vista, toda forma de desarrollo
humano es cultural y, muy especialmente, el Sector o Sistema Educativo que podría
considerarse como “doblemente culpable” porque, dentro de cualquier contexto y
desde que existe históricamente como institución, su función principal fue formar
culturalmente no sólo a niños y jóvenes sino también a los restantes miembros de
una sociedad.
Desde este punto de vista lo obvio se diluye y toda acción educativa (formal, no
formal, informal) aparece como una construcción socio- histórica y, en un sentido
amplio, cultural.
Y, desde un punto de vista ético hacerse (hacernos), una y otra vez, preguntas
como éstas: ¿Desde qué modelo de humanidad estamos operando en nuestra
práctica profesional? ¿Es ese el modelo al cual aspiramos y en cuya construcción
queremos colaborar? Y si no es ¿Cómo construimos algún otro?
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a) que todo docente es un gestor cultural y que, en gran medida, todo gestor
cultural educa con su hacer y
b) que haga lo que se haga es imposible no culturar porque consciente o
inconscientemente siempre estamos educando en cultura: en culturando 18
Somos conscientes que tal vez no sea fácil concretar, en lo inmediato, aunque sea
algunas de estas ideas pero también sabemos que el desafío vale la pena y que, el
sólo hecho de transmitirlas, es una manera de acercar la utopía y de usarla como un
aguijón que nos impulsa a actuar en un determinado sentido y no en otro.