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Señor de los Milagros, te damos gracias porque a una indiecita, en los comienzos de nuestra
historia latinoamericana, la hiciste instrumento de tus maravillas. Aquella mujer nos recordó
que más importaba la libertad de un hombre, que la posesión de una imagen. Suscita en nosotros
el recuerdo de esta lección evangélica siempre que nos postremos ante ti, Señor de los Milagros,
para pedirte un favor o agradecerte un beneficio. Acrecienta nuestra fe en tu presencia, que se
manifiesta de diversos modos, ya te adoremos en la Eucaristía, ya te consideremos en tu
Evangelio, o cuando nos postremos ante tu cruz, o te veamos en nuestros hermanos,
especialmente en los que sufren y en los que luchan por el logro de sus aspiraciones hacia una
vida más digna del ser humano. Bendícenos misericordioso a todos e inspíranos deseos sinceros
de una vida más cristiana y más entregada al servicio de nuestros hermanos. Amén.
DIA PRIMERO
LOS CAMINOS DE DIOS Jesús declaró un día: “Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste a los sabios y entendidos” (Lucas
10,21). Por eso, el Padre Dios se sirvió de una mujer humilde y pobre, de una indígena
lavandera, para entregarnos por ella la imagen de su Hijo muerto y resucitado que
contemplamos en esta imagen del Señor de los Milagros. La mujer sencilla, que había conocido
lo fundamental de la fe cristiana en la catequesis de los misioneros, ahorraba dinero y trabajaba
con el fin de mandar esculpir una imagencita de Jesús Crucificado. Quería tener consigo la
representación de su amado Jesús, regalo de Dios a toda la humanidad. “Tanto amó Dios al
mundo, que envió a su propio Hijo, para que todo aquel que crea en Él tenga vida eterna”. (Juan
3,16). Meditemos estas frases del evangelio, mientras contemplamos en la imagen la cruz
luminosa del Señor de los Milagros
Plegaria: Jesús, tú viniste por los enfermos y los pecadores. Por eso, me vuelvo hacia ti y quiero
pedirte que sanes mi alma y mi cuerpo. Tú sabes, Jesús, que el pecado destroza y desgarra la
integridad del ser humano, que destruye las relaciones entre las personas y nuestra amistad
contigo. Pero no existe pecado ni enfermedad que tú no puedas curar con tu palabra
omnipotente. Tú eres el Dios con nosotros; te pido que transformes mi vida. María, Madre del
Redentor, ora conmigo para que pueda obtener la gracia de la sanación, no sólo para mí, sino
también para aquellos por quienes deseo interceder ante el Señor. Amén.
Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte
gracias por tantos favores como me has concedido. Señor de los Milagros, porque te amo, me
arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en
mi corazón; te prometo comenzar desde hoy una vida nueva. Señor de los Milagros, porque te
amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos. Señor de los Milagros, porque te amo,
he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc
1,40). Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen
sufrir. Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis
seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías. Señor de los Milagros, porque te amo,
quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo. Oh María,
Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.
3. GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS
Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz. Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.
1 Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor, y con ese inmenso amor cruzaste nuestros
senderos, Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.
Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz. Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz
2 El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad, la paz y la caridad que un nuevo mundo
proclama y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.
Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz. Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz
3 Admirable caridad de una indígena sencilla, que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más
para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.
Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz. Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz
4 Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso, porque el Cristo Milagroso –como un
astro de luz pura– sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.
Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz. Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz
5 Multiplicas los portentos como en tu vida terrena, cambias en gozo las penas y en gracia los
sufrimientos, a los tristes das contento y pan a la multitud.
Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz. Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz
6 Vamos haciendo camino entre gozos y dolor. Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,
y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.
Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz. Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz
7 Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz, concédenos superar la violencia fratricida. Cambia,
Señor, las heridas en justicia y rectitud.
Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz. Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz
DIA SEGUNDO
(ORACION PARA TODOS LOS DIAS)
Plegaria: Señor Jesucristo, muchas veces he olvidado mirarte en el espejo de quienes necesitan
una ayuda de mi parte. Incluso en mis relaciones familiares, a veces, he fallado en el
cumplimiento de mis responsabilidades y he preferido dejarme llevar por mis apetitos malsanos,
gastando dinero, tiempo y salud en cosas inconvenientes. ¡Sáname de mis vicios y de las
resistencias para hacer el bien a los demás! Hazme consciente de que como cristiano debo exigir
y ofrecer igualdad de oportunidades para todos, construyendo una sociedad donde haya justicia
y paz. María, nuestra Señora de Caná, con tu intercesión alcánzame la gracia de preocuparme
por los demás y servirles desinteresadamente. Enséñame a integrar el amar a Dios y al prójimo.
Amén.
Jaculatoria: ¡Señor de los Milagros, haz que entre nosotros cesen los odios y reine la caridad!
DIA TERCERO
EL CRISTO DE LAS AGUAS La indiecita siguió lavando ropa en las aguas del Guadalajara,
que entonces corría por donde hoy está la torre de la Ermita. Un día, entre las espumas del río,
la mujer observa un objeto brillante; era un pequeño crucifijo. Emocionada lo toma en sus
manos. Lo lleva a su choza, lo coloca en una cajita de madera y empieza a venerarlo con su
sencilla piedad de mujer del pueblo. Si antes había reconocido la imagen de Jesús en el
prisionero; ahora recoge como recompensa la imagen que tanto deseaba. También nosotros
hemos encontrado a Cristo en las aguas, pues por las aguas del bautismo se imprime en nosotros
la imagen viva de Jesucristo. “Todos ustedes, que fueron bautizados para unirse a Cristo, se
encuentran revestidos de él” (Gálatas 3,27). Las aguas bautismales nos hacen hijos de Dios.
“Por medio del bautismo fuimos sepultados con Cristo, para ser resucitados y vivir una vida
nueva” (Romanos 6,4). Meditemos estas palabras del evangelio, mientras contemplamos en la
imagen las manos del Señor de los Milagros
PIDAMOS AL SEÑOR LA GRACIA DESEADA. -HAGAMOS UN PROPÓSITO
CONCRETO, ASÍ SEA ALGO PEQUEÑO (LEER Y MEDITAR UN PÁRRAFO DE LOS
EVANGELIOS, CONFORTAR A UNA PERSONA QUE TIENE UN DUELO, ETC.).
Plegaria: Padre de bondad, en nombre de tu Hijo Jesús renuncio a todo pecado, renuncio al
maligno y a todas sus seducciones, a sus mentiras y engaños. Renuncio a la idolatría del placer,
del poder o del tener. Renuncio a mi resentimiento y a mi rencor. En Cristo Jesús me has hecho
hijo tuyo; libérame de todas las heridas provocadas por el desamor y que me impiden amarte.
Tú eres mi Señor en la salud y en la enfermedad, en el éxito y en el fracaso, en las alegrías y en
las tristezas, en la vida y en la muerte, en el presente y en la eternidad. María, madre del amor
hermoso, eres tú quien mejor conoce a Jesús; ayúdame a hacer a un lado todo lo que obstaculiza
mi encuentro con Él. María, alcánzame la gracia de que la Palabra de tu Hijo me conmueva, de
que su amor me transforme y de que su perdón me haga capaz de perdonar. Amén.
Jaculatoria: ¡Mi Dios y mi todo, no permitas que te pierda con el pecado mortal!
DIA CUARTO
UNA IMAGEN VALE MAS QUE MIL PALABRAS La imagen de Jesucristo crucificado que
presidía la choza de la indígena era para ella todo su tesoro. No sólo era el “retrato hablado” del
Nazareno que había predicado el Reino de Dios, Reino de justicia, amor y paz, sino también el
inicio para ella de una nueva vida en Cristo. Aquella imagen no era una invención humana; era
un regalo que Dios había querido hacerle a ella y a todo su pueblo. La mujer indígena no
pretendía atrapar en una representación visible al Dios invisible, sino entrar en comunión con
Jesús, imagen perfecta del Padre, que por la encarnación se había hecho cercano, tocable. Sabía
que un retrato no es la persona, pero la representa, la recuerda; y eso le bastaba. Quería sentirse
como los primeros discípulos y poder repetir: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, eso
que hemos visto y oído, eso les anunciamos para que también ustedes estén en comunión con
nosotros, ya que estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo” (1 Juan 1,1-3).
Meditemos estas palabras del evangelio, mientras contemplamos en la imagen el rostro del
Señor de los Milagros
Plegaría: Padre de bondad, escucha hoy esta mi plegaria sincera. Me postro ante la imagen de
tu Hijo, el Señor de los Milagros, porque en él hay sanación y liberación, ya que "en él habita
la plenitud de la divinidad” (Colosenses 2,9). Esta imagen me recuerda todo el amor que nos
tienes y todas las gracias que nos concedes continuamente. Ya han pasado más de cuatro siglos
desde los albores de esta devoción y el paso de los años confirma los portentos que por medio
de ella quieres realizar entre quienes buscamos en el Señor de los Milagros salud y serenidad
espiritual, prosperidad y gozo interior. María, madre de Jesús y madre nuestra, alcánzanos con
tu intercesión el regalo maravilloso de que el rostro bondadoso de Jesucristo se refleje en todos
los que meditamos esta novena. Yo sé que éste es también tu deseo. Amén.
Jaculatoria: Dame, Señor, que con digna recepción de tus sacramentos, se aumente en mi la
gracia.
DIA QUINTO
CRECIMIENTO EN CRISTO Una noche la indiecita oyó que la caja, dentro de la cual había
colocado el crucifijo, traqueteaba y crujía con extraño ruido. Se acercó y comprobó que la
imagen había crecido y reventado la madera de la caja. Era ahora una imagen casi de tamaño
natural, tal como se encuentra aún hoy en el camarín de la Basílica y de donde sale únicamente
cada siete años con motivo de las Rogativas. Enterados de aquel hecho extraordinario, los
vecinos comenzaron a reunirse con fervor en torno a la imagen, convirtiendo la choza de la
indígena en la primera capilla para veneración del Crucificado. Cuando Jesús vivió en esta
tierra, “crecía en edad y sabiduría delante de Dios y de los hombres” (Lucas 2, 52). Y cuando
los hombres inicuos pretendieron quitarlo de en medio matándolo y sepultándolo, fue el
momento en que creció con más gloria y esplendor por su maravillosa resurrección. “Por eso,
Dios le dio el más alto honor y el nombre sobre-todo-nombre” (Filipenses 2,9). El crecimiento
de la imagen nos recuerda, además, que nosotros crecemos como personas y como cristianos.
Lo dice bellamente san Pablo: “Dios preparó a los suyos para hacer su trabajo de servicio, para
hacer crecer el cuerpo de Cristo… Así seremos personas maduras, desarrolladas conforme a la
estatura completa de Cristo” (Efesios 4,12-13). Meditemos estas palabras del evangelio,
mientras contemplamos en la imagen los pies del Señor de los Milagros
Plegaria: Te pido, Padre misericordioso, que mi devoción al Señor de los Milagros se manifieste
también en mi crecimiento como persona y como cristiano. Que logre madurar en
responsabilidad y honestidad; que perfeccione mis capacidades intelectuales para hacer mucho
mejor la tarea que me has asignado en el mundo, y crezca psicológicamente al integrar todos
los aspectos de mi existencia. Y tú, Señor mío Jesucristo, envía sobre mí y sobre mi familia el
don de tu Espíritu Santo para que cimentemos nuestras relaciones en la concordia y el cariño
mutuo. María, madre de la esperanza, acompaña nuestro caminar y nuestro crecimiento como
hijos tuyos y devotos fieles del Señor de los Milagros. Y protege con amor maternal la vida de
los niños y de los jóvenes, para que sepan recibir de sus mayores los verdaderos valores de la
vida. Amén.
Jaculatoria: A ti, Señor, todo honor y gloria. No permitas que me desaliente en tu servicio
DIA SEXTO
EL CRSITO VENCEDOR Los portentos de la imagen se regaron como pólvora por el contorno
y mucha gente de los alrededores de Buga quiso conocer y venerar la santa imagen. Era una
devoción descontrolada e indiscreta. Algunos arañaban la imagen para llevarse trocitos como
reliquias, y de esa forma afearon horriblemente el crucifijo. Tanto que un visitador eclesiástico
(en el año 1605) ordenó quemar esa imagen tan desfigurada. En una ceremonia oficial, arrojaron
la imagen a las llamas. Pero no se quemó; antes bien, empezó a sudar y a renovarse. De este
hecho maravilloso y de los milagros que se siguieron al tocar a los enfermos con los pañuelos
empapados en el sudor aceitoso de la imagen quedaron documentos juramentados. La autoridad
eclesiástica, al constatar el crecimiento de la devoción a aquella imagen del crucificado, se vio
obligada a autorizar el culto y a acompañarlo en las grandes festividades con algún sacerdote.
Tal vez sea un recuerdo de esta prueba de fuego la fabricación de los rayos de luz que despide
la cruz del Señor de los Milagros. La victoria de la imagen sobre el ímpetu del fuego destructor
recordaba la victoria más gloriosa de Jesús crucificado, vencedor del pecado y de la muerte con
su resurrección. Decía san Pedro: “a este Jesús que crucificaron, Dios lo resucitó de entre los
muertos; él es la piedra angular que ustedes desecharon” (Hechos 4,10-11). Y san Pablo escribe:
“Lo cierto es que Cristo fue resucitado de entre los muertos; él es el primer fruto de la cosecha
de los que vencen la muerte” (1 Corintios 15,20). Meditemos esta Palabra de Dios, mientras
contemplamos los rayos luminosos de la cruz del Señor de los Milagros
Plegaria: Señor, haz que el fuego de tu amor y la gracia de tu sanación iluminen mi oscuridad
y derritan el hielo del mal que aún habita en mí. Que a partir de ahora pueda yo amar a los
demás con todo mi corazón, incluso a quienes me han lastimado. Perdona, Señor, las veces que
me he agobiado a mí mismo y también a otros con la envidia y los celos. ¡Cúrame de la ausencia
de amor en mis pensamientos, palabras y obras! María, madre del Perpetuo Socorro, después
de haberme encontrado con tu Hijo Jesucristo deseo caminar junto a él por toda la vida.
Alcánzame la gracia de vivir siempre en la luz y transmitirla a los demás. Amén.
Jaculatoria: Señor, no me dejes caer en la tentación y apaga las llamas de mis pasiones.
DIA SEPTIMO
Plegaria: Señor Jesús, tú abriste un nuevo camino de salvación cuando predicaste la paz y la
verdad, cuando callaste ante las injurias y no buscaste venganza contra los que te perseguían.
Tus sufrimientos nos dieron redención porque amaste en el sufrimiento y sufriste con amor.
Perdóname porque con mi indiferencia he dejado a otros en la cruz del sufrimiento; porque con
mi ira y mi rencor he provocado en otros el temor y la ansiedad. Atráenos a todos con el abrazo
de tu amor para convertirnos en misioneros de paz en tu nombre. María, madre del Perpetuo
Socorro, que sostienes con tu izquierda al niño Jesús y con la derecha lo señalas, gracias por
mostrarnos a Jesús, vida dulzura y esperanza nuestra. Gracias por enseñarnos que en Jesucristo
hay redención abundante para todos los seres humanos. Amén.
Jaculatoria: Señor has que mi alma sea para Tí un templo adornado con todas las virtudes.
CAMBIAR DE CAUSCE Cuando los vecinos de Buga quisieron construir un templo al Señor
de los Milagros, tropezaron con la dificultad de que no podían levantarlo muy cerca del río,
porque sus márgenes eran aún muy inestables. Y cuentan que, el día menos pensado, el río
cambió de cauce hacia el sur, desviándose al lugar por donde hoy corren sus aguas. Entonces,
sobre el lugar donde se suponía había sido hallada la imagen, se construyó la "Ermita", y, siglos
más tarde, la actual Basílica. El río cambió de cauce. Así mismo, el Señor nos exhorta a cambiar
de ruta, a enderezar nuestros caminos, a buscar cada día mejores rumbos de vida. El cristiano
no se puede estancar; tiene que seguir avanzando. Y, a veces, tiene que cambiar de cauce en su
vida para realizarse plenamente como persona. Con esta invitación empezó Jesús su predicación
del evangelio: “Cambien de actitud, y crean en el mensaje de salvación” (Marcos 1,14).
Meditemos estas palabras del evangelio, mientras contemplamos en la imagen la boca del Señor
de los Milagros
Plegaria: Te doy gracias, Señor Jesús, porque con tus palabras y tu ejemplo viniste a proponer
un nuevo modo de ser personas y de vivir en fraternidad. Perdóname porque a veces me he
desviado del camino del bien, y perdona a todos aquellos que no quieren cambiar y persisten
en sus errores. Y con tu perdón danos la fortaleza de tu Espíritu Santo para caminar por sendas
de justicia y rectitud. María, nuestra Señora del camino, que acompañaste a tu hijo Jesús durante
toda la vida y, en especial, por la vía del calvario, ilumínanos con la estrella que brilla en tu
frente y cúbrenos con tu manto protector. Ven con nosotros al caminar, y consuélanos con tu
presencia en el momento de la muerte. Amén.
EL AMOR NOS HERMANA EN CRISTO Los devotos del Señor de los Milagros provienen de
muchos lugares del país y del extranjero, como una inmensa fraternidad espiritual. Para todos
ellos, recibir una gracia del Señor es sentirse en la obligación de agradecer y de hacer el bien a
los demás. "Cumplir una promesa" no es tan sólo llegar hasta la santa imagen, depositar una
limosna y rezar alguna devoción; es esto y mucho más. Es sentirse invitado a ser más cristiano
y a formar comunidad, a ser más hermano de los demás. El peregrino del Señor de los Milagros
no puede olvidar el gesto de la indiecita que originó esta devoción. Sabe que no pide solamente
para él y sus familiares, sino que implora del Señor salud, paz y prosperidad para todos. Así lo
reconoció el apóstol Santiago: “Oren unos por otros para alcanzar sanación. La oración
fervorosa de una persona buena tiene mucho poder” (Santiago 6,16). Meditemos estas palabras
del evangelio, mientras contemplamos el rostro del Señor de los Milagros
Plegaria: Padre Dios, tú me creaste de tal manera que fuera capaz, por medio de mi servicio y
mi amor, de alcanzar la felicidad aquí en la tierra y después contigo en el cielo. Renuncio a
cualquier antipatía y rencor, a cualquier tipo de violencia, y me decido por el amor. Al terminar
esta novena envía tu Espíritu Santo sobre mí, para que pueda amarte en toda persona y en toda
criatura. María, madre del Señor y madre nuestra, sé que aún existen en mi vida aspectos que
no han sido sanados por el amor. Desde hoy quiero vivir cada momento de mi vida por amor a
Dios y a los demás, como lo hizo Jesucristo tu Hijo, a quien contemplo en la imagen del Señor
de los Milagros. Señora mía y madre mía, ruega a él por mí para alcanzar la gracia que he
implorado en esta novena. Amén.
Jaculatoria: Señor de los Milagros, ten piedad de los pobres, de los enfermos y de los pecadores.