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Tomar decisiones que honren a Dios, 1ª parte:

Averiguar la voluntad divina


Uno de los rasgos de la humanidad, como seres creados a imagen de Dios, es el libre
albedrío, que incluye la capacidad de tomar decisiones y el responsabilizarnos de las
consecuencias de las mismas. Aprender a tomar decisiones que glorifiquen a Dios y que
cumplan Su voluntad en nuestra vida puede resultar muy difícil a veces; el proceso de
descubrir Su voluntad y esperar a que nos comunique soluciones y guía pone a prueba
nuestra fe y la hace crecer.

La decisión más importante de nuestra vida es la de recibir a Jesús como Salvador y


aceptar la salvación que Él nos regala, pues determina nuestra relación eterna con Dios
y Su reino. Esa decisión debería orientar las decisiones que tomemos el resto de nuestra
vida con respecto a nuestro modo de vivir, nuestro trato con los demás y nuestra
relación con Dios. Se trata de una decisión fundamental que define nuestro presente y
nuestro futuro, además de redefinir nuestro pasado al anular los cargos contra nosotros,
que nos eran adversos, «clavándolo[s] en la cruz»[1].

La decisión de aceptar a Cristo como Salvador solo la podíamos tomar nosotros; invitar
a Jesús a entrar en nuestro corazón y participar en nuestra vida fue una decisión
voluntaria. Sin embargo, con la salvación no se acaba todo: después que entregamos
nuestra vida al Señor, nos enfrentamos a diario a numerosas decisiones sobre cómo
alimentar nuestra fe por medio del estudio de Su Palabra y vivir según Sus
mandamientos y guía. Tras establecer una relación con Dios, es lógico que queramos
incluirlo en el proceso de toma de decisiones; es más, aprender a tomar decisiones que
lo glorifiquen es una de las principales habilidades que adquirimos durante el tiempo
que estamos en la Tierra.

Para los cristianos, tomar decisiones debe ser un proceso relacional en el que intervenga
Dios; para ello le presentamos todas nuestras ansiedades, sabiendo que Él cuida de
nosotros[2]. Jesús ha prometido que Él y Su Padre harán morada en todo el que lo ame
y guarde Su Palabra[3]. Nos ha dicho que nos acerquemos a Él y «razonemos»[4], con
lo que expresa Su deseo de conversar con nosotros. Quiere estar presente y participar en
la conversación cuando tomamos decisiones, y ha prometido que Su Espíritu en
nosotros nos guiará a toda la verdad[5].

Como cristianos, a lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a decisiones trascendentales


que influyen en nuestro futuro: está la elección de una profesión, de la persona con
quien nos casaremos, de la forma de criar a nuestros hijos, del país en que viviremos, y
las decisiones sobre nuestro grado de compromiso con nuestra fe y de participación en
la obra de Dios. Uno de los pasos más importantes para averiguar la voluntad divina y
tomar decisiones acertadas consiste en tener presente a Dios y encomendarle nuestros
caminos.

Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia.


Reconócelo en todos tus caminos y Él hará derechas tus veredas[6].

Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará[7].


Para aprender a tomar decisiones que honren a Dios y estén en consonancia con Su
voluntad y mandamientos suele ser necesario pasar por períodos de reflexión, de
oración ferviente y de pruebas. A veces cuesta determinar cuál es la voluntad de Dios en
cierta situación o qué decisión conducirá a los mejores resultados. En esos casos, es
posible que deseemos que un rayo ilumine el cielo, o que alguna fuerza nos tire al suelo,
como le ocurrió al apóstol Pablo, a fin de disponer de una señal precisa, infalible. Sin
embargo, muy a menudo la voz de Dios es tan suave que si no nos tranquilizamos,
abrimos nuestra mente y prestamos oído, puede pasar inadvertida.

El Señor le ordenó: «Sal y preséntate ante Mí en la montaña, porque estoy a punto de


pasar por allí». Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió
las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo
siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto
vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un
suave murmullo[8].

¡El Dios de piedad se apiadará de ti cuando clames pidiendo ayuda! Tan pronto como
te oiga, te responderá. […] Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus
oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: «Este es el camino; síguelo»[9].

¿En qué consiste nuestra función en el proceso de toma de decisiones? ¿Cómo podemos
hacer todo lo posible por tomar decisiones acertadas, acallar nuestro espíritu para oír la
voz de Dios y determinar la mejor opción en decisiones que de algún modo vayan a
alterar el curso de nuestra vida? Hace varios años publicamos una vez más una lista de
siete maneras de averiguar la voluntad de Dios, y la voy a incluir aquí porque contiene
buenos consejos prácticos sobre dónde buscar orientación a fin de tomar decisiones que
honren a Dios:

1) La Palabra de Dios. La Palabra de Dios —la Biblia— es el primer lugar en que


debemos buscar Su voluntad. El Señor no nos pedirá que hagamos algo que vaya en
contra de los principios fundamentales que Él ha sentado en Su Palabra escrita.

2) La voz de la Palabra. Un pasaje de las Escrituras te llama la atención y te habla de


forma personal, como si hubiera sido escrito exclusivamente para ti.

3) Revelaciones. Es cuando el Señor te habla por medio de revelaciones venidas


directamente de Él: una profecía, un sueño o una visión que aclaren cuál es Su voluntad.

4) Consejos inspirados por Dios. Aunque nadie puede saber cuál es la voluntad de Dios
para ti, a menudo son útiles los consejos y el asesoramiento de personas que tengan
mucha fe y experiencia de seguir al Señor. «Sin consulta, los planes se frustran, pero
con muchos consejeros, triunfan»[10].

5) Puertas abiertas o cerradas. A veces la situación o las circunstancias pueden ser un


indicio de la voluntad del Señor. ¿En qué dirección parece que Dios te guía? ¿Qué
oportunidades se han presentado? ¿Cuáles ya no son viables? ¿En qué dirección parece
que Dios está abriendo camino y proporcionando los medios?

6) Convicción profunda. A veces, cuando tienes la profunda impresión o convicción de


que cierta decisión es la acertada y eso es exactamente lo que debes hacer, puede ser
una señal de que en efecto es la voluntad del Señor. Uno está seguro de que algo es la
voluntad divina y convencido de que eso es lo que debe hacer.

7) Vellones. Esto es en alusión a un pasaje de la Biblia sobre Gedeón; es cuando le


pides al Señor que haga algo para manifestar Su voluntad[11]. «Si haces esto, entonces
sabré que esta otra cosa es Tu voluntad». Cuando Gedeón quiso averiguar la voluntad
de Dios, puso en el suelo el vellón de una oveja esquilada y dijo: «Señor, si por la
mañana el vellón está mojado de rocío, y toda la tierra está seca, entenderé que eres Tú
quien me guía»[12].

En la mayoría de los casos, cuando se trata de decisiones importantes que afectarán


nuestra vida o la de nuestros seres queridos es prudente emplear varios de estos métodos
de averiguar la voluntad de Dios, para confirmar que nuestra inclinación en cierto
asunto es la correcta. Si después de dar el primer paso de encomendarle al Señor nuestro
camino, reconocerlo y pedirle que nos guíe y nos dé sabiduría, empleamos algunos de
los métodos descritos anteriormente, podemos tener la confianza de que vamos bien
encaminados para determinar Su voluntad y tomar una decisión prudente.

Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos


abundantemente y sin reproche, y le será dada[13].

No hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su
voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, para que anden como es digno del
Señor, haciendo en todo, lo que le agrada, dando fruto en toda buena obra y creciendo
en el conocimiento de Dios[14].

¿Cuál es nuestro papel en el proceso de toma de decisiones? Por un lado, las Escrituras
dicen: «Separados de Mí nada pueden hacer»[15]; y por otro: «Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece»[16]. El primer versículo indica que sin Dios somos incapaces de
hacer nada; y en el segundo se nos asegura que podemos lograr todo lo que nos
propongamos siempre que sea la voluntad de Dios y que se lo encomendemos a Cristo.
Creo que esos dos versículos se aplican en igual medida a la hora de tomar decisiones.
Debemos encomendarnos a Dios y confiarle cada aspecto de nuestra vida, sabiendo que
sin Su ayuda somos incapaces de producir algo de valor eterno[17]; y al mismo tiempo
debemos actuar con confianza, convencidos de que Él nos puede dar fuerzas para hacer
cualquier cosa. En cada caso, lo primero es amar a Dios de todo corazón, con toda el
alma y con toda nuestra mente. 

Él nos creó a Su imagen, somos seres racionales capaces de tomar decisiones


voluntarias y de optar por poner a Dios en el centro de nuestra vida. Esa es una forma de
amar a Dios con toda nuestra mente: tomar reflexivamente la decisión de amarlo, de
permitir que ocupe un lugar central en nuestra vida y nuestros deseos, y de procurar
glorificarlo en todas nuestras decisiones y acciones. Si amamos a Dios de esa manera,
racionalmente, con una mente resuelta y con el compromiso interior de seguirlo a donde
sea que nos lleve, estamos en condiciones de verificar la voluntad de Dios, tal como
Pablo explica en Romanos:

Transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la


voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto[18].
El vocablo griego que se tradujo como verificar, dokimazō, tiene en muchos casos el
sentido de averiguar el valor de algo empleándolo o probándolo[19]. Ese versículo
indica que a menudo puede ser necesario probar algo para determinar por medio de la
experiencia si es la voluntad de Dios. Es posible que la decisión que tengamos delante
no esté lo suficientemente clara como para saber con absoluta certeza cuál es el mejor
camino. Quizá tenemos que decidir si vamos a invertir en un negocio, o iniciar una
nueva modalidad de evangelización, o poner a nuestros hijos en tal colegio, o mudarnos
a un nuevo barrio. Hemos acudido al Señor para que nos dé sabiduría y orientación.
Hemos evaluado las ventajas y desventajas. Hemos hecho un análisis minucioso de la
situación. Hemos pedido asesoramiento a personas que están en condiciones de darnos
buenos consejos. Sin embargo, es posible que aun así no estemos cien por cien seguros
de la decisión, pese a que se está acabando el plazo para tomarla. En situaciones como
esa, es posible que sientas que Dios te está empujando a dar un paso y tomar una
decisión preliminar, al tiempo que te dejas un espacio para la etapa de verificación y te
reservas el derecho de alterar el rumbo si la dirección propuesta no resulta ser la
voluntad de Dios en tu caso.

A veces nuestras decisiones dependen también de las que tomen otras personas. En esos
casos, tu decisión inicial es solo el primer paso. Después de dar ese paso de tomar una
decisión preliminar, a menudo sucederá que el Señor la confirmará, o bien surgirán
nuevos factores que arrojarán luz sobre la situación. En cada nueva encrucijada en que
te encuentres en la ruta hacia la decisión final, es posible que tengas que volver a
examinar las circunstancias y orar de nuevo antes de dar el siguiente paso. Es posible
que tengas que ajustar el rumbo que te has trazado cuando veas que las coordenadas de
tus decisiones originales, a pesar de hallarse en términos generales en la dirección
correcta, deben afinarse para apuntar directamente a tu destino final. Tomar decisiones
es a menudo un proceso en el que intervienen muchas decisiones, no solo una; y cada
decisión sienta las bases para las siguientes.

La mayoría preferiríamos que Dios nos diera instrucciones que no dejaran lugar a dudas.
Sin embargo, parece que Él a menudo quiere que hagamos el trabajo de buscar de todo
corazón Su voluntad, investigar, analizar, evaluar y aprovechar todos los medios que
estén a nuestro alcance para tomar decisiones prudentes que lo honren. Parece ser que
Él rara vez hace por nosotros lo que somos capaces de hacer por nosotros mismos. Yo
he comprobado que las mejores decisiones que tomo suelen ser las que tomo en
conjunción con Él, cuando hago la tarea preparatoria de analizar las posibilidades y
opciones, de sopesar las ventajas y desventajas de cada una, al tiempo que busco Su
guía y Su opinión orando y escuchándolo.

Tomar decisiones que honren y glorifiquen a Dios es una forma de demostrarle que lo
amamos con todo nuestro corazón, cuerpo, alma y mente. Aunque a la mayoría nos
cuesta asumir la seria responsabilidad de tomar decisiones que se ajusten a Su voluntad,
estas constituyen una oportunidad de glorificarlo. Si le reservamos un lugar central en
nuestra vida, lo reconocemos en todos nuestros caminos y nos encomendamos a Él,
podemos tener la confianza de que nos guiará y nos ayudará a discernir cuál es Su
voluntad y a tomar decisiones prudentes.

En la 2ª parte de «Tomar decisiones que honren a Dios» hablaremos de la cuestión de


responsabilizarnos de nuestras decisiones cuando Dios no nos da una respuesta
terminante.
Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos están tomados de la Nueva
Biblia Latinoamericana de Hoy, © The Lockman Foundation, 2005. Utilizados con
permiso. Derechos reservados.

[1] Colosenses 2:13,14.

[2] 1 Pedro 5:7.

[3] Juan 14:23.

[4] Isaías 1:18.

[5] Juan 16:13.

[6] Proverbios 3:5,6 (RVR 95).

[7] Salmo 37:5.

[8] 1 Reyes 19:11,12 (NVI).

[9] Isaías 30:19,21 (NVI).

[10] Proverbios 15:22.

[11] Jueces 6:36–40.

[12] Adaptación de Siete maneras de averiguar la voluntad de Dios, de David Brandt


Berg.

[13] Santiago 1:5.

[14] Colosenses 1:9,10.

[15] Juan 15:5.

[16] Filipenses 4:13.

[17] Las notas sobre Juan 15:5 de la versión inglesa ESV indican: «No significa
“absolutamente nada”, pues está claro que los que no son creyentes llevan a cabo sus
actividades cotidianas a pesar de vivir separados de Cristo. Más bien se refiere a una
incapacidad de producir cosas de valor eterno o dar fruto espiritual».

[18] Romanos 12:2.

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