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La

realidad de las empresas en Colombia


Por: Carlos Caballero Argáez

04 de diciembre 2020 , 09:25 p. m.

Una consecuencia positiva, no esperada, de la pandemia causada por el coronavirus ha
sido estimular el estudio, el análisis y la discusión de los problemas de fondo de la
economía colombiana.
Es paradójico. A través de los mecanismos virtuales, muchos economistas y
exfuncionarios públicos –viejos y jóvenes, en el país y en el exterior– hemos estado
atentos a la presentación de documentos importantes con respecto a los efectos
devastadores de la crisis sanitaria y de su manejo, sobre la producción, el empleo, la
pobreza y las finanzas públicas. Y hoy en día se tiene un mejor diagnóstico de los
problemas económicos y sociales del país que aquel al iniciarse este año extraño que
está por terminar.

La crisis de 2020 amplificó la realidad e hizo más fácil observarla y analizarla. La
informalidad laboral, por ejemplo. El hecho de que seis de cada diez trabajadores
colombianos lo hacen por cuenta propia, arreglándoselas en diferentes actividades
para obtener su ingreso, sin derecho a ninguna prestación social, con acceso
subsidiado a la salud, y sin afiliación al régimen pensional. Y la magnitud y
complejidad de la informalidad empresarial, descrita por el economista mexicano
Santiago Levy –director de la Misión de Empleo convocada por el Gobierno– y
presentada en el lanzamiento del ‘Informe nacional de competitividad 2020’,
ampliamente difundido por los medios la semana pasada.

Las cifras de Levy son abrumadoras. En Colombia se cuentan 7,2 millones de
empresas, de las cuales el 81 por ciento son informales y emplean a entre 1 y 3
trabajadores. Solo el 19 por ciento de las empresas son formales, 1,3 millones, y de
estas, el 83 por ciento contratan a entre 1 y 3 trabajadores. Lo que quiere decir, en
suma, que el 97 por ciento de los empleos en la industria y el comercio se generan en
unidades de hasta tres operarios. ¡Y únicamente 72 empresas emplean a más de 11
personas en el país!

Es apenas obvio, entonces, que la productividad de la economía sea baja y no pueda
elevarse. Así no es posible crecer a ritmos altos e impulsar la expansión de esas
unidades tan pequeñas es muy difícil; no acceden al crédito bancario, no capacitan su
gente, no pueden innovar. Entiende uno la queja de las pequeñas empresas de no
haber recibido apoyo alguno del Gobierno durante la cuarentena porque todas las
medidas estaban dirigidas a empresas formales, al día en sus pagos de impuestos y de
seguridad social. Programas como el Paef tampoco son aplicables a este universo de
empresas informales, dispersas y muy pequeñas.

Ahora bien, para Levy es claro que las regulaciones laborales gravan la formalidad,
por lo cual sería necesario “desvincular aspectos importantes de la protección social
del estatus laboral de las personas... Quitar trabas a las empresas y a los trabajadores
y permitir que aquellos en empresas de uno a tres trabajadores, muy improductivas,
puedan trabajar en una empresa de 60 u 80 trabajadores, probablemente mucho más
productivas” (‘Productividad en Colombia ha sido bastante mediocre’, EL TIEMPO, 25
de noviembre de 2020, p. 1.19).

Lo que trae a cuento nuevamente la urgencia de los programas de capacitación laboral
en el Sena y en los institutos técnicos, no solamente para los desempleados sino para
los trabajadores de las pequeñas empresas. Se trataría de cursos de corta duración
para ‘estudiantes remunerados por el Estado’ con un ingreso similar al del programa
Jóvenes en Acción.

* * * *

Los programas de emergencia para generar empleos son urgentes en este momento.
Pero no puede echarse en el olvido una reforma laboral, cuyos elementos son bien
conocidos y que la economía pide a gritos, con la excusa de que no hay ambiente
político para su aprobación. ¿En dónde queda la realidad?

Carlos Caballero Argáez
https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/carlos-caballero-argaez/columna-
de-carlos-caballero-sobre-la-realidad-de-las-empresas-colombianas-553019

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