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Unidad de Aprendizaje:
Historia y Filosofía del Cuidado
Producto:
Resumen Cuidados en la Independencia
Catedrático:
Docente adscrita al Departamento de Enfermería
Franco Morales María Elena
Presenta
Torres Benítez Idelberto
Licenciatura en Enfermería
Grupo 1EM2
Perido escolar
2021-1
Por instrucción formal de las parteras en toda la República, tenían un lugar social
distinguido, con una práctica no enfocada al lucro y con un grupo destinatario propio;
finalmente, la mayoría se encontraba en una situación educativa privilegiada en un país
donde el analfabetismo predominaba, la educación primaria no correspondía a la gran
mayoría de las mujeres a quienes se consideraba “incapaces de estudiar una carrera
universitaria”.
Las opciones que tenía la mujer para estudiar se centraban en las profesiones de maestra
principalmente y de partera. Aunque ya para el siglo XIX la mayoría de las universidades
del país ofrecían la carrera de partera,
La situación de las enfermeras era muy distinta. En primer lugar cabe aclarar que con el
nombre de “enfermera”(o) se denominan las actividades que mujeres y hombres
realizaban en los hospitales desde el siglo XVI en la Nueva España. Las personas que
trabajaban como enfermeras y enfermeros realizaron durante mucho tiempo actividades
de limpieza y mensajería en los hospitales y dependían jerárquicamente de la partera, el
médico y/o las órdenes religiosas, según las características y la administración de las
instituciones en que se encontraran.
El 21 de noviembre de 1831 se publica “La Ley de cesación del tribunal del Protomedicato
y la creación de la Facultad Médica del Distrito Federal”, a este respecto refiere el Dr. F.
Flores, que eran en aquel fatal momento los protomédicos.
En rigor debía contar con ocho médicos-cirujanos y cuatro farmacéuticos con atribuciones
similares al Protomedicato y con la obligación de formular un Código Sanitario, que no se
pudo cumplir con las diversas contingencias políticas, a pesar de que sobrevivió hasta
1841 en que es reemplazada por el Consejo superior de Salubridad, mismo que persiste
a la fecha.
Los fundadores de este Consejo, según el mismo decreto que lo creó el 4 de enero de
1841, fueron las mismas personas que formaban la Facultad Médica y el Protomedicato;
Las funciones del Consejo eran lo suficientemente amplias para tratar de regular el
ejercicio de la medicina y la cirugía así como de los farmacéuticos y de las boticas, de los
dentistas, parteras y flebotomianos y de tomar todas las medidas conducentes a
favorecer la salubridad pública, sobre todo en casos de epidemias.
Su establecimiento en México fue originado por una información de Don Tadeo Ortiz,
cónsul de México en Burdeos. El 8 de octubre de 1843, el Dr. Manuel Andrade y el
bachiller José Guadalupe Romero, obtuvieron de Don Valentín Gómez Farías entonces
Presidente de la República, la necesaria autorización para que un grupo de “Hijas de la
Caridad” vinieran a México, ya que sus reglas no estaban en contra de las leyes de
nuestro país.
Las mujeres españolas y criollas ricas, solteras y viudas, alfabetas, encontraron un lugar
provechoso en donde volcaron sus creencias y apoyaron al país con gran esfuerzo y
utilizando desde un principio sus relaciones sociales, indispensables para vivir de la
caridad, pues solamente los ricos, es decir, sus parientes y amigos la podrían ejercer.
Poco a poco los hospitales que sobrevivieron a los embates de la antigua Caridad,
pasaron al mando y servicio de las hermanas.
La mano de obra era fundamental, pues el agua se traía del pozo, la lumbre se hacía con
leña y carbón, se requería de: cocineras, tortilleras, atoleras, colchoneros, costureras,
lavanderas, planchadoras, mozos, sirvientes, bomberos, caballerangos, incluso quién se
hiciera cargo del corral, pues en malos momentos económicos ayudaban a completar la
dieta del establecimiento. El abasto de todo lo necesario, médico o no, dependía de la
responsabilidad de la misma superiora, quien en caso de no haber dinero conseguiría
limosnas para liquidar a los abastecedores.
El trabajo que desempeñaban era múltiple: acompañarían a las visitas médicas todos los
días debiendo seguir las instrucciones para los enfermos que los médicos de cada sala
dejaran, sin tomar atribuciones, llevando a la cocinera las dietas y a la farmacéutica lo
indicado para cada enfermo, debían controlar a los auxiliares médicos y ayudar en las
curaciones, hacer guardia de día y de noche. Había en todos ellos una hermana boticaria,
quien hacía los preparados y pócimas como si fuera una farmacia pública.
En caso de gravedad del enfermo proporcionar ayuda cristiana, conseguir al cura para
los viáticos y al fallecer asentar el descanso en el Registro Civil. A pesar de que
realizaban trabajos "No aptos para su sexo" y más allá de sus fuerzas, como consta en
la documentación de los cuatro nosocomios y del Hospicio de pobres, pocas veces su
labor era reconocida, por diversos motivos.