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LA ORACION PERFECTA DE JESUS

Hemos llegado pues, a uno de los capítulos más extraordinarios en toda la Biblia.
Es la oración más larga que encontramos en las Sagradas Escrituras.
El discurso del aposento alto es como subir una escalera, o como escalar un monte,
culminando en esta oración. Y nos gustaría citar de otros hombres que han
expresado algo en cuanto a este gran capítulo 17 del evangelio según San Juan.
Matthew Henry, por ejemplo, dijo: "Es la oración más extraordinaria, la cual
sigue al discurso más completo y consolador que jamás haya sido expresado en la
tierra."
Por su parte, Martín Lutero dijo: "En verdad esta oración es sumamente
conmovedora y entrañable. Nos abre la parte más íntima de Su corazón, tanto en
cuanto a nosotros, como en cuanto al Padre. Es tan sincera y simple. Es tan
profunda, tan rica, y tan amplia, que nadie puede sondear sus profundidades".
Felipe Melanchton, otro reformista dijo: "No hay ninguna voz que jamás haya
sido oída en el cielo ni en la tierra, que sea más exaltada, más santa, más fructífera,
más sublime, que la oración ofrecida por el Hijo de Dios mismo."
Ésta fue la oración que Juan Knox leyó muchas veces durante su vida. Cuando
estaba en su lecho de muerte, su esposa le preguntó: "¿De qué parte de la Biblia
quieres que te lea? Él contestó: "Lee en el capítulo 17 del evangelio de Juan, donde
por primera vez eché mi ancla".
Hay muchos más que han leído esta porción muchas veces. El Dr. Fisher, por
ejemplo, quien era obispo de Rochester bajo el reinado de Enrique VIII, pidió que
fuera leída esta porción de la Escritura, antes de su martirio.
Nos sentimos entera y totalmente incapaces de examinar esta oración. Es la
intercesión de Jesús por nosotros, como Sumo Sacerdote.
Nos revela la comunicación, que hay constantemente entre el Señor Jesús y el
Padre allá en el cielo. Toda Su vida fue una vida de oración.
Comenzó Su ministerio yendo a un lugar solitario para orar. Muchas veces subió a
un monte para orar y pasó la noche en oración. Jesús es nuestro gran intercesor.
Ora por usted y ora también por mí. Si a usted se le olvidó orar esta mañana, a Él
no se le olvidó. El intercedió ya por usted hoy.
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Dios siempre oyó y contestó la oración de Jesús tal como Él la expresó.
Ahora Dios siempre contesta mi oración, pero no siempre de la manera que la
formulo. A veces tiene que contestar la oración mía, con un rotundo "NO". O es
posible que me conteste lo que pido, pero con un método completamente diferente
o en un momento diferente.
Recordemos que Jesús dijo en Juan 11; 41 y 42: "Padre, gracias te doy por
haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud
que está alrededor, para que crean que tú me has enviado."
La oración del Señor - Jesús oró por sí mismo
Consideremos ahora, algunos aspectos en esta oración. En primer lugar, Jesús oró
por Sí mismo. Permítame señalar hermano, que no es ajeno a la tarea de uno, ni
aun una señal de egoísmo orar por uno mismo. Creemos que cuando usted y yo nos
acercamos a Dios en oración, necesitamos colocar nuestros propios corazones y
vidas en una situación correcta ante Dios. Necesitamos sintonizar con el cielo, por
decirlo así. Cada instrumento tiene que ser afinado, antes de que se toque. Y antes
de que usted y yo comencemos a orar por otros. Necesitamos orar por nosotros
mismos. Eso no es egoísmo. Es algo esencial.
El primer versículo de este capítulo 17 del evangelio según San
Juan:
"Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha
llegado: glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti"
Ahora, este capítulo 17 comienza con las palabras: "Estas cosas habló Jesús".
¿Cuáles eran esas cosas? Bueno, las cosas que hemos leído ya en los capítulos 13,
14, 15 y 16. ( Lava los pies, anuncia la traición, les da el nuevo mandamiento,
anuncia la negación de Pedro, , les promete volver, les da la promesa del Espíritu
Santo, les dice que Él es la vida Verdadera, que se amen los unos a los otros, que
el mundo les aborrecerá, la obra del Espíritu Santo, la tristeza se convertirá en
gozo, y que Él ha vencido al mundo)
Él dejó entonces de hablar a los discípulos y habló al Padre. Ahora, es verdad que,
aunque habló al Padre en este capítulo 17, lo hizo para beneficio de los discípulos
y para el beneficio nuestro hoy.

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Jesús es nuestro gran intercesor y nos preguntamos en cuanto a lo que Él ora. Pues
bien, aquí tenemos la oración del Señor, la oración que Él oró al Padre.
La oración que encontramos en el Sermón del monte no fue realmente la oración
del Señor sino la oración que Jesús enseñó a los discípulos que oraran. Cuando en
esa oración Jesús comenzó con las palabras, "Padre nuestro", el pronombre nuestro
incluía a todos los creyentes. Sin embargo, Jesús llamó a Dios "Padre" de un modo
diferente.
Después de Su resurrección dijo a María en Juan 20:17: "aún no he subido a mi
Padre; pero ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi
Dios y a vuestro Dios". En otras palabras, les dijo: "todavía no he subido al Padre
tuyo. Tuyo por el nuevo nacimiento espiritual. Y a Mi Padre; es decir, Mío a causa
de Mi posición en la Trinidad. Jesús tampoco pediría, "Perdónanos nuestras
deudas, - es decir - nuestros pecados", porque Él nunca pecó, y por tanto no podía
orar esta oración para Sí mismo. De igual manera, ni a usted ni a mí nos sería
posible orar esta oración que se encuentra aquí en el capítulo 17 de Juan. Ésta fue
la oración de Él.
Aparentemente Jesús oró esta oración mientras estaba andando. Aquí dice "Y
levantando los ojos al cielo", lo que indica que Sus ojos estaban abiertos. Por
supuesto que podemos orar sin inclinar nuestra cabeza, y sin cerrar nuestros ojos.
Podemos orar a Dios mientras caminamos, durante nuestro trabajo o mientras
conducimos nuestro coche.
Observemos cómo comenzó Su oración: "Padre, la hora ha llegado". Pero ¿qué
hora? La hora había sido determinada en la eternidad, antes de la fundación del
mundo. Mientras Él hablaba, el reloj marcaba la hora que había sido fijada en la
eternidad, porque Él era el "Cordero que fue inmolado desde el principio del
mundo", como dice el libro de Apocalipsis.
Recordemos que en Juan 2:3 y 4, cuando comenzó Su ministerio público, en la
fiesta de bodas de Caná de Galilea, su madre le había dicho que no tenían vino.
Entonces, Él le dijo: "¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora".
¿Lo recuerda?
La hora que estaba por llegar, era la hora en la cruz. Era la hora cuando Jesús
pagaría los pecados suyos y los míos. Sería la hora cuando toda la creación de Dios
vería el amor de Dios manifestado, cuando Jesús llevaría los pecados suyos y los
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míos, sufriendo una muerte vicaria, una muerte sustitutiva y redentora, por usted y
por mí. Sin embargo, Su obra no terminaría en la cruz. Terminaría en la
resurrección.
Luego el Señor dijo: "Glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a
ti". La muerte de Cristo demostraría que Dios no era el cruel personaje del Antiguo
Testamento, de quien muchos hablan, sino más bien un bondadoso Padre "que de
tal manera amó el Padre al mundo, que dio a Su único Hijo". Después, aquel Hijo
resucitaría de los muertos, subiría al cielo, y le sería dado un nombre sobre todo
nombre. Y algún día futuro, toda rodilla se doblará delante de Él.
Versículo 2 de este capítulo 17 de Juan:
"pues le has dado potestad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a
todos los que le diste."
Ésta fue una declaración sorprendente. Jesús tiene potestad sobre todo ser humano.
A Él le sería posible hacer que este universo y cada individuo se arrodillaran ante
Él. Pudo habernos sometido a Él, convirtiéndonos en robots o muñecos mecánicos.
Aunque eso es lo último que Él querría hacer. Sin embargo, tiene potestad sobre
todos.
La Iglesia es el regalo de amor de Dios a Jesucristo. Él da vida eterna, como Él
dice dirigiéndose al Padre, "a todos los que le diste". En este Evangelio, Dios ha
dicho que, "Todo aquel que cree, puede venir". Ésa es la oferta genuina a toda
persona.
Usted no tiene ninguna excusa para ofrecer, si no viene a Él. El rehusar el
ofrecimiento que Dios le ha hecho será su condenación.
El versículo 3:
"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado."
La vida eterna es conocer al único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Él ha
enviado.
¿Anhela usted, conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo? Él da vida eterna a
aquellos que han escuchado el llamamiento y han respondido en sus corazones, y
han acudido a Cristo por su propia iniciativa.

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Dijo también Él "Para que te conozcan". No es la cantidad de conocimiento que
uno tenga, sino la clase de conocimiento, lo que es importante. Es a quién uno
conoce.
¿Conoce usted a Jesucristo? De igual manera, no es la cantidad de fe que uno
tenga, sino la clase de fe, lo que es importante.
El predicador Spurgeon dijo: "No es tu gozo en Cristo, lo que te salva. Es Cristo
mismo. No es tu fe en Cristo, aunque ella es el instrumento. Es la sangre y el
mérito de Cristo". Eso es lo que salva. Es posible que uno crea en algo que no debe
creer. Es el objeto de la fe lo que es importante.
El Señor dijo luego: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, ¿y a Jesucristo?". Ahora, la fe viene por el oír, el oír la Palabra de
Dios. ¿Qué dice la Palabra de Dios? El evangelio es que Jesús murió por nuestros
pecados, fue sepultado y resucitó. Esos son los hechos. Nuestro conocimiento de
los hechos y nuestra respuesta a tal conocimiento es la fe. La fe es confiar en Cristo
como nuestro propio Salvador.
La vida eterna es conocer a Dios y conocer a Jesucristo. Jesús es Su nombre como
Salvador, y Cristo es Su título como Mesías, el Rey de Israel. Conocerle significa
crecer en la gracia y en el conocimiento de Cristo.
Cuando progresamos en el conocimiento del Señor Jesucristo, llegamos a la
condición de la certeza. Cualquiera que no tenga la seguridad de su salvación, o
bien, no es salvo, o simplemente es un inmaduro en Cristo, como un niño. Necesita
dirigirse hasta el lugar donde sepa que es salvo. La vida eterna es conocer al único
Dios verdadero y conocer a Jesucristo.
Es por eso por lo que el estudio de la Palabra de Dios es tan importante. Es que
tantas personas no están seguras de ser salvas, simplemente porque no estudian a
fondo la Palabra de Dios.
versículo 4 de este capítulo 17 del evangelio de Juan:
"Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciera."
El Señor Jesús estaba entregando Su informe final al Padre. Todavía no había
muerto en la cruz, pero en cuanto a Dios, hablaba de las cosas que aún no habían
sucedido, como si ya hubieran ocurrido. El tiempo futuro para Dios es tan exacto

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como el tiempo pasado. Y nuestro Señor iba a la cruz para morir, para luego
resucitar.
En la cruz Él diría: "Consumado es". O sea, "Todo está cumplido". Y eso quiere
decir que nuestra redención fue consumada. Había hecho todo lo que era necesario
hacer. Y no podemos añadir nada a Su obra terminada. Por eso, el evangelio de la
salvación no es lo que Dios pide que uno haga, sino lo que Dios le está diciendo
que ya ha hecho por usted.
¿Se da cuenta? Es su aceptación de esa obra lo que le salva a usted.
versículo 5 de este capítulo 17 de Juan dice:
"Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve
contigo antes que el mundo existiera."
En el capítulo 2 de la carta a los Filipenses, el apóstol Pablo habló de Jesús,
despojándose de Sí mismo. Y algunos tratan de enseñar que Jesús se despojó de Su
Deidad. Juan expresó con toda claridad, que el Verbo fue hecho carne. Aquel niño
en el regazo de María es Dios y bien pudo haber ordenado que este universo no
tuviera existencia. Él no era casi totalmente Dios. Era Dios completamente. ¿De
qué pues se despojó?
Se despojó de Sus prerrogativas de la Deidad.
Puso a un lado Su gloria.
En el tiempo de su nacimiento, prestamos mucha atención a los pastores, a los
ángeles y a los magos que vinieron a ver al niño.
Hermano, aquello no debió haber sucedido así. Él era el Señor de la gloria y toda la
creación debiera haber estado allí. Todo ser humano en la faz de la tierra, debiera
haber estado allí.
Cuando un gran líder político muere, mucha gente viene de todas partes del país y
aun desde todas partes del mundo para asistir a su funeral. Todo el mundo debiera
haber estado presente en el nacimiento del Señor de la gloria, cuando vino a la
tierra.
Aunque Él pudo haber demandado tal homenaje, dejó a un lado Su gloria. Y en
este momento de nuestro relato estaba listo para volver al cielo, para volver a la
gloria. El siguiente aspecto que encontramos en esta oración de Jesús, es que
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Jesús oró por los discípulos
versículo 6 de este capítulo 17 del evangelio según San Juan:
"He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y
me los diste, y han guardado tu palabra."
Ahora, fíjese usted en esto. En el versículo 2, encontramos esta expresión: "a todos
los que le diste". Aquí en el versículo 6 hemos leído: "...a los hombres que del
mundo me diste; y me los diste?". Luego en el versículo 9 leemos: ". . . por los que
me diste...". En el versículo 11 encontramos las palabras: ". . . a los que me has
dado". Y en el versículo 12 leemos: ". . . a los que me diste...".
Ya nos encontramos una vez más en la doctrina de la elección. Jesús habló con el
Padre en cuanto a ella. Fue una conversación privada, pero Él quiso que los
discípulos la oyeran y supieran de ella. No sabemos tanto en cuanto esta doctrina
como quizá debiéramos saber.
Hemos leído algunos comentarios de ciertos teólogos, y parece que ellos tampoco
saben mucho en cuanto a ella. La razón por la que sabemos tan poco sobre la
elección es porque ésta se refiere a la parte del plan que corresponde a Dios. Y hay
muchas cosas que Dios sabe, las cuales nosotros no sabemos, porque van más allá
de nuestra capacidad humana de comprender la inmensidad de la mente y los
propósitos de Dios.
Es maravilloso poder escuchar esta oración y saber que Jesús está a la diestra del
Padre, hablando al Padre sobre nosotros. El Señor Jesús ha hablado hoy con el
Padre en cuanto a usted, estimado oyente, si es que usted es uno de los Suyos.
Hay una relación mística entre el Señor Jesús y los Suyos. Ellos pertenecen al
Padre y fueron dados a Jesucristo. No nos es posible alcanzar el profundo
significado de esta relación, pero sí podemos dar gracias a Dios por ella e invitar a
otros como usted, estimado oyente, para que establezcan esa vinculación con Él,
por medio de la obra de Jesucristo en la cruz a favor nuestro.

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CONCLUSION
La última oración de Jesús por sus discípulos demuestra los más profundos deseos
y anhelos del Señor por sus seguidores, tanto entonces como ahora
También es un ejemplo inspirado por el Espíritu Santo de como todo pastor debe
orar por su congregación y todo padre cristiano por sus hijos
Al orar por los que están bajo su cuidado, las preocupaciones principales del
creyente deben ser:
1. Que tengan un conocimiento intimo de Jesucristo y de su Palabra
2. Que Dios los proteja del mundo, de satanás, de las doctrinas falsas y que no
permita que se aparten de El
3. Que tengan dentro de si siempre la medida perfecta de la alegría de Cristo
4. Que sean santos en pensamientos, obra y carácter
5. Que sean uno en propósito y en comunión unos con otros así, como lo son
Jesús y el Padre
6. Que conduzcan a otros a Cristo
7. Que permanezcan siempre en el amor y la presencia de Dios y
8. Que perseveren en la fe y estén finalmente con Cristo en el cielo

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